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Centurion Argentina Winter 2014

Centurion Argentina 2014 Winter Edition

Cangrejo ermitaño

Cangrejo ermitaño deambulado por uno de los bosques del atolón Mermaid Bay, donde se encuentran diseminadas, a lo largo de la frondosa playa, 13 de las villas del resort Entre la fauna marina de la isla se incluyen las estrellas de mar La bicicleta es el medio de transporte esencial para pasear por la isla Capitán a bordo: saliendo a bucear primer matrimonio con la actriz Anna Kashfi había terminado un año antes y su segundo matrimonio con Movita Castaneda, otra estrella de cine, estaba a punto de desmoronarse. Entretanto, la relación de Brando con Hollywood era cada vez más tensa. La carismática y salvaje fuerza vital de este actor, cinco veces nominado al Oscar y una vez ganador por su trabajo en La ley del silencio, parecía cada vez más a la deriva. Su última película, un western llamado El rostro impenetrable, había obtenido resultados decepcionantes tanto de crítica como en taquilla, debido en parte a los retrasos y los gastos excesivos en los que incurrió el director de la película: el propio Marlon Brando. Con unas entradas más que considerables, el corazón dolido y al límite de la paciencia, Brando estaba desesperado por apartarse lo más lejos posible de Hollywood. Tal era su angustia que incluso rechazó un papel glorioso –el protagonista de Lawrence de Arabia– porque no tenía ganas de pasar «dos años subido a un pinche camello» y eligió una producción que se iba a rodar en la idílica y remota isla de Tahití. Rebelión a bordo acabó por ser el error más brillante de Brando. Desde el principio la producción se convirtió en una especie de encarnación metafórica del motín auténtico en el que se basaba la película. Acertadamente Brando hizo el papel de Fletcher Christian, el marinero rebelde que, desafiando la autoridad del capitán del barco, toma el mando y regresa a Tahití para reunirse con una mujer local de la cual se había enamorado. El estrepitoso fracaso de la película –la Waterworld de su generación– fue un poco culpa de todos: productores, actores, guionistas –quejándose constantemente del guión–, el barco y el clima; en un punto, la MGM, casi literalmente, echó al director Carol Reed por la borda para sustituirlo por Lewis Milestone. Una vez terminada la pesadilla del rodaje, después de dos años en altamar y la pérdida de millones en sobrecostes, todo el mundo estaba de acuerdo en una cosa: lo peor de todo había sido tener que aguantar a Brando. Esto marcó el inicio oficial de la Mala Época de Brando, en la que el actor se 54 CENTURION-MAGAZINE.COM

La cabina de tratamientos en el Varua Polynesian Spa se encuentra a siete metros sobre la copa de una palmera Sashimi de atún preparado por el chef del resort Antoine González Granja apícola: los panales de The Brando Liroy y Ariitu: dos de los monitores de actividades El baño en una de las villas con un solo dormitorio comportaba como un grosero pretencioso y petulante, haciendo interpretaciones embusteras y mordiendo la mano de quien le daba de comer. En esta película, como en otras que le siguieron, socavaba la autoridad del director, se olvidaba sus líneas y llegaba tarde al rodaje. Pero no le importaba lo más mínimo. Estaba enamorado. Brando acabó por interpretar a un estupendo Fletcher Christian. Para empezar, se enamoró de Tarita Teriipaia, la encantadora tahitiana que interpretaba a su enamorada en la película –y que también tenía 19 años–. Además, quedó prendado de los tahitianos, por lo general gente de bastante buen trato que demostraba muy poco interés en las celebridades de Hollywood; Brando solía decir que de ellos que eran los pocos habitantes de la tierra que rara vez le pedían un autógrafo, si es que alguna vez lo hacían, o lo acosaban con ideas para sus películas. Mientras que el reparto y el equipo técnico de la película maldecían su nombre, Brando se integró en la comunidad nativa. Vestía pareos de seda y se aventuraba en las profundidades de la Polinesia. El actor tuvo su verdadera revelación mientras manejaba un bote de remos en dirección a un atolón que inicialmente parecía más accesible de lo que realmente era. Para llegar a las playas de arena blanca de Tetiaroa era necesario que su embarcación rebasara un arrecife de coral bastante traicionero e inhóspito que rodeaba todo el atolón y lo aislaba del mundo exterior. Entonces, como ahora, Tetiaroa ofrecía un paisaje sin igual en toda la Polinesia. En medio de este esplendor natural –485 hectáreas de prístino exotismo, incluyendo una laguna de aguas verde neón, interminables filas de cocoteros y un pequeño regimiento de tortugas marinas– encontró los ruinosos restos del histórico pasado de Tetiaroa. Siglos atrás, los primeros humanos en poner pie en el atolón acabaron por convertirlo en una especie de ancestral Isla Fantástica, llena de orgías paganas y rituales tabú. Más tarde, en el siglo xviii, llegaron a Tetiaroa, primero el capitán James Cook y después su segundo de a bordo William Bligh, el PARA RESERVACIONES CONTACTE AL SERVICIO DE CENTURION CENTURION-MAGAZINE.COM 55

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