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Centurion Mexico Autumn 2018

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A la mañana siguiente,

A la mañana siguiente, el cielo se despeja y la vista de las montañas es exquisita. En el buffet del desayuno, mi compañero de viaje se sirve un pastel, mientras que yo me preparo un brebaje de apio, cúrcuma y manzana. Tratamiento de arcilla, masaje, proteínas y cúrcuma. ¡Mi viaje a la salud ha comenzado! Nos dirigimos hacia el oeste, ascendemos un puerto de montaña y descendemos hasta llegar a Rosa Alpina. A diferencia del Cristallo, no hay una entrada o un lobby espectacular; en su lugar, una acogedora sala con chimeneas y un enorme sillón en forma de oso durmiendo. Después de ver mi habitación –una suite tipo loft decorada con piel de imitación, un lounge con chimenea y vistas a un pinar–, me llevan al spa. Es un paraíso de maderas claras. En el piso superior hay una alberca y una sala de relajación y en el piso inferior dos tipos de sauna: el sauna Eco, más frío, y el sauna finlandés, mucho más caliente (aunque «no lo suficientemente caliente», me informa un huésped ruso). Además de los servicios de spa, el hotel ofrece otros tratamientos, como una experiencia de mente y cuerpo con un maestro ayurvédico y, en verano, una versión del boot camp californiano Ranch Malibu, un campamento de entrenamiento y salud frecuentado por famosos. Me decanto por algo más relajante: un tratamiento tibetano de piedras calientes. Hay piedras sobre todos mis chakras e incluso más piedras en las manos de mi masajista, que las usa para trabajar mis músculos. Pero no se trata de una robusta mujer tirolesa ni tampoco me deja hecho polvo. Tal vez lo hagan en los Alpes suizos, pero no aquí en Italia. Así que pronto me quedo dormido. En bata y pantuflas, me las arreglo para abordar al amable concierge y pedirle una fondue en el stube, el bar típico de la zona. Me siento junto al fuego y llamo para que me den la contraseña del wifi. Mi idea es rentar La pantera rosa. –La vida es una montaña, no una playa –me dice el concierge. –¿Perdón? –Esa es la contraseña: “Lavidaesunamontañanounaplaya”. ¡Qué gran verdad! Me gustaría decir que andar correteando para que te den dos masajes en un día es más duro de lo que parece, pero no es así. Es cierto que tienes que levantarte a las seis y recorrer los puertos de montaña para descubrir al poco tiempo que el deshielo primaveral ha provocado su cierre por riesgo de aludes. Digamos que tomamos el camino más largo. Al mediodía estamos ya cerca del Adler Mountain Lodge. En Italia hay bastantes propiedades Adler, incluyendo una en la ciudad vecina de Ortisei. La familia Sanoner, que desde 1810 dirige hospedajes en esta zona, construyó este nuevo hotel inspirándose en un lodge en Namibia que acababan de visitar. Las sólidas vigas de madera, el diseño abierto y las ventanas panorámicas capturan la elegancia minimalista de un campamento de carpas de lujo. Desde cualquier punto se pueden contemplar los macizos de Sassolungo y Sciliar (la montaña de la bruja). Todas las habitaciones del edificio principal tienen vistas, como también las tienen el sauna en la azotea o la alberca infinita climatizada construida con bancos sumergidos para disfrutar del paisaje. Aquí, en la cima del Alpe di Siusi, solo hay tierra y cielo. Esa misma tarde tengo otra cita en el spa, así que me voy derecho a los saunas. En un letrero leo que el heno de la montaña purifica el cuerpo y fortalece el sistema inmunitario, por lo que me dirijo hacia el sauna di fieno o sauna de heno. Imagino que voy a una especie de teatro de verano donde representan Oklahoma!, pero, en lugar de eso, resulta terrenal, natural y relajante. En todos los tratamientos se emplean 86 CENTURION-MAGAZINE.COM PARA MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL TIROL DEL SUR Y OTROS DESTINOS REMOTOS, VISITE CENTURION-MAGAZINE.COM

En sentido de las manecillas del reloj desde la izquierda: la alberca románica de Cristallo Resort & Spa; el restaurante St Hubertus en Rosa Alpina; la vista desde la zona de relax en el Adler Mountain Lodge GUÍA DE LOS DOLOMITAS Refugios imprescindibles para el bienestar Para una experiencia glamorosa a la antigua usanza, el Cristallo Resort & Spa ( cristallo.it) de The Luxury Collection lo invita a un gran centro de wellness con albercas, instalaciones termales y tratamientos ayurvédicos y cosméticos, entre otros. El hotel familiar Rosa Alpina Hotel & Spa (rosaalpina.it) ofrece desde tratamientos faciales y masajes hasta clases de yoga. Este verano alberga una versión temporal del campamento Ranch Malibu. El Adler Mountain Lodge (adler-lodge. com) tiene un aire rústico moderno con mucha madera clara, piedra y heno. Para los tratamientos se emplean ingredientes locales como edelweiss y árnica. El San Luis (sanluis-hotel. com) saca partido a su extraordinaria locación con terapias centradas en el agua: hay un jacuzzi en medio de un lago y tinas de hidromasaje en cada chalet, así como una alberca cubierta en la casa del club. plantas locales como el edelweiss o la rosa mosqueta. Elijo un masaje con cuarcita plateada, un mineral alpino conocido por sus propiedades energizantes. De algún modo hace que me vuelva a quedar dormido. Deshacemos el camino de montaña en dirección a Bolzano y tomamos de nuevo rumbo norte hacia el bosque que rodea Merano hasta llegar al San Luis. Nada más ver la entrada –pilas de madera cortada y una sencilla puerta de metal–, sé que me va a gustar. Alex, el copropietario y director, nos avisa que el personal trasladará el equipaje a nuestra casa del árbol y nos sugiere que tomemos con él una copa de Franciacorta antes del atardecer. Nos lleva a una gran sala de madera decorada en cuero y piel de cordero e iluminada por una chimenea y faroles con velas. Allí disfrutamos de las últimas luces del día. Alex nos habla sobre su familia, también dueña del prestigiado hotel Irma en Merano. Una tarde, después de unas cuantas botellas de vino local, se les ocurrió una idea: crear un nuevo resort con casas en las copas de los árboles de un parque alpino y chalets modernistas asomados a un lago; los invitados se hospedarían en estancias separadas, pero compartiendo la casa del club: un edificio en forma de cobertizo para comer, recibir tratamientos de spa, disfrutar de la enorme alberca interior y leer escuchando el crepitar de la chimenea. «Todo es cuestión de silencio», declara Alex. Nos explica que, por lo general, el primer día la gente se vuelve loca, intentan hacer demasiadas cosas. Ya es mi segundo día y he aprendido la rutina de no hacer demasiado, así que me dirijo al spa. ¿A qué personaje de la historia le han dado dos masajes en cuatro horas? ¿Liz Taylor? ¿Cuántas veces he saludado a un nuevo masajista durante estos tres últimos días y he visto mis esperanzas frustradas? ¿En cuántas ocasiones me he puesto los pantalones de papel de luchador de sumo, me he deslizado bajo una toalla bien planchada, he olido a incienso de sándalo hasta acabar dormido? Ya he renunciado a que me dejen molido. Y justo cuando estoy empezando a tomarme el tratamiento de spa con cierto tedio, entra por la puerta Stefano, un siciliano enorme con semblante serio. Me indica el lugar donde debo tumbarme. Me unta la espalda de aceite. Y a continuación me deja hecho puré. No sé cómo he conseguido llegar a la cena. Me han comentado que las entradas en el bar y restaurante del San Luis eran una delicia: burrata con trufas, salume de pulpo, verduras marinadas. También me han dicho que había un niño en lederhosen (los típicos pantalones de cuero del Tirol) y que mi italiano es malísimo. No recuerdo nada de eso, me han dejado molido. He tenido lo que quería y –para alguien que ha ido deprisa de un hotel de lujo a otro, quedando indiferente ante tales indulgencias– lo que realmente me merecía. Por desgracia, he tenido que dejar el San Luis a las seis de la mañana. Aun así, en el bar ya me habían preparado una mesa desde donde contemplar el amanecer, con un cuernito recién hecho, un cappuccino y algo rojo y blanco en un paquete. Con las prisas ni siquiera he preguntado qué era, simplemente lo he metido en una bolsa en el asiento trasero y he tomado rumbo a Merano dejando atrás el oscuro bosque. Me sentí relajado, inspirado, consentido. Estoy seguro de que, durante semanas, mis sueños estarán hechizados por imágenes de los escarpados Dolomitas. Ese mismo día me llaman de la compañía de renta de autos: «Señor Greer, se ha dejado un strudel en el asiento trasero y parece que también –hace una pausa– una pizza». PARA RESERVACIONES CONTACTE AL SERVICIO DE CENTURION CENTURION-MAGAZINE.COM 87

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