Views
4 years ago

Centurion Mexico Autumn 2019

  • Text
  • Arte
  • Centurion
  • Mundo
  • Metros
  • Esfera
  • Yates
  • Forma
  • Rosa
  • Caja
  • Safaris

Art & Design Opinión

Art & Design Opinión PHOTOS CXXXXXXXXX 44 CENTURION-MAGAZINE.COM

Un país sin museos bien surtidos de piezas pierde una parte importante de su identidad; es como si a las personas se les privara de su patrimonio familiar FOTOGRAFÍA DE THE VOORHES desigualdad? Lo más acertado sería responder que «la mayoría de ellos». El pago no implica que la titularidad sea legítima. La cuestión sobre cómo hay que abordar la restitución de estas obras es mucho más compleja. Gran parte de las actuales fronteras de muchos países africanos y asiáticos se trazaron de forma un tanto arbitraria por parte de las potencias europeas que las colonizaron, a menudo sin tener en consideración los lazos de parentesco o la relación local entre las tribus. Los yorubas están diseminados por al menos cinco países, entre ellos Nigeria y Costa de Marfil. ¿A qué país habría que devolver las piezas, especialmente si no se sabe con precisión de dónde salieron? Cuando los británicos dividieron en dos el Raj, se determinó que Pakistán fuera un estado principalmente musulmán y que la India fuera básicamente hindú. Esto provocó migraciones en masa en ambos sentidos. En este caso, ¿qué hay que hacer con un objeto de arte islámico robado antes de la división de Delhi? ¿Se debe restituir al país de donde procede o a las personas a las que ese objeto representa mejor? Aquí también entra en juego el problema de la conservación. Un museo propiamente dicho es un entorno preparado para proteger y brindar acceso a las obras de arte. Necesita control de la temperatura, ventanas resistentes a la radiación ultravioleta, alarmas antirrobo y sistemas de prevención de incendios. Algunos países poscoloniales —Senegal, por ejemplo, acaba de construir un nuevo museo con una importante ayuda económica de ciudadanos chinos— disponen de la infraestructura adecuada, pero otros no. Evidentemente si los objetos son suyos, ellos son los que salen perdiendo si no tienen las condiciones adecuadas. Nadie quiere que se repita el incendio que se produjo el año pasado en el Museo Nacional de Brasil. Las pérdidas fueron incalculables, también desde el punto de vista sentimental: su colección de entomología, momias egipcias, antigüedades de países y tribus que ya no existen, así como los únicos registros conocidos de idiomas que se hablaban en la antigüedad. Veinte millones de objetos y 90 por ciento de ellos hechos ceniza. No hay ningún motivo que impida a los países, incluso a los más pobres (tengo que señalar que en la lista no está Brasil), construir un lugar seguro donde guardar las piezas de su historia; lo que ya no está tan claro es saber si realmente lo harán. Si Occidente quiere reparar el daño causado, no basta con empacar las cosas y mandarlas a su destino. También es necesario exportar ayuda y conocimientos especializados. Un problema mucho más espinoso es devolver las cosas incautadas a zonas de conflicto o en riesgo de conflicto. Ya hemos sido testigos de lo que ocurre cuando los combatientes se aprovechan de la guerra: la destrucción de los Budas de Bamiyan en Afganistán, la devastación de los mausoleos sufíes en Mali, el saqueo del Museo Nacional de Iraq tras la invasión estadounidense... Nadie en su sano juicio devolvería ahora mismo nada a Alepo, por mucho que los sirios se merezcan tenerlo de nuevo en su país. Por supuesto, Europa ha sufrido sus propias guerras y no está exenta de futuros conflictos. Además, los museos no son otra cosa que iniciativas a largo plazo, así que este tipo de preocupación se puede ver empañada por una cierta mala fe. Cécile Fromont, profesora adjunta en el departamento de historia del arte de Yale y especialista en las interacciones entre el arte africano y el arte occidental, sostiene que muchas de estas inquietudes se pueden superar reimaginando diferentes métodos para que las obras fluyan de un continente a otro. En cuanto a la propuesta de Macron, «lo que realmente está en juego es la reinvención de una nueva forma de diálogo entre Francia, en este caso, y las distintas partes del continente africano, un diálogo que no esté marcado por la condescendencia o la hipocresía. Los objetos son importantes, pero lo que de verdad importa es la relación», destaca Fromont. Cuando le pido un ejemplo, me habla de los casos en los que las piezas se han dejado en préstamo en el país de origen, no para ocupar las vitrinas de los países subsaharianos, sino para utilizarse en rituales y ceremonias, según su finalidad original. Gestos como el de Macron son sencillos de hacer; mucho más complicado es ponerlos en práctica. Todos son fruto de reivindicaciones y deseos, pero se suelen extinguir por la negligencia, asfixiados por la lenta e inexorable acumulación de obligaciones y obstáculos como papeleos, trámites burocráticos, pertinaces grupos de interés o la inercia inherente a las grandes culturas. Si existe un sistema o mercado que pueda reformarse a sí mismo, ese es el del mundo del arte y sus museos: son prósperos, transfronterizos, permeables, dinámicos, imaginativos… Son capaces de montar una feria a lo grande un día y una exposición temporal al día siguiente; organizar eventos de éxito que roten por varios continentes o reservar galerías íntimas para cosas muy preciadas; preparar concurridas conferencias o patrocinar sin problemas inmersiones etnográficas en los lugares más remotos. El proceso de devolución será sin duda vacilante y lento, pero Macron está en lo cierto: en algún momento tendremos que hacer frente a nuestra historia. ¿Por qué no hacerlo ahora? • CENTURION-MAGAZINE.COM 45

CENTURION