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Centurion Mexico Spring 2024

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Objetos 40 que se puede

Objetos 40 que se puede contemplar en la gran mayoría de las exposiciones y se conoce comúnmente como “oro de excavación”». Las relucientes creaciones que los coleccionistas exhiben con orgullo iluminan la sala en claro contraste con el clima fresco y brumoso de la montaña. Sobre la mesa baja reposan una serie de pesados dijes en forma de U invertida, son los llamados lingling-os. Aunque los primeros datan del 500 a. C., se cree que existen desde finales del Neolítico. Estos dijes, fabricados al principio en jade y más tarde con oro y otros metales preciosos, se comercializaron por toda la región a través de una próspera ruta marítima que existía antes de los tiempos bíblicos. «El encanto de algunos de estos lingling-os reside en que han sido heredados y transmitidos por sus antepasados —sostiene Wilson—. No fueron “excavados” de las tumbas. Son objetos que incluso hoy en día siguen en circulación y tienen un significado cultural importante». Con forma de útero, los lingling-os representan la abundancia y la fertilidad, pero no son meros símbolos de estatus, sino que también reflejan la prosperidad de una persona o familia. Siguiendo la tradición, estas joyas se atesoraban con el transcurso del tiempo, llevándolas en la oreja o alrededor del cuello. A medida que se ascendía en la escala social, el metal se volvía cada vez más precioso. Los lingling-os se fabrican mediante fundición en arena, es decir, el oro fundido se vierte en un molde de arena fina y luego se pule hasta conseguir el brillo característico. «Soy un diseñador que comenzó su trayectoria como coleccionista, así que mi cometido no es reproducir formas —apunta Wilson—. En cualquier caso, siento admiración por las técnicas que, además, me sirven de inspiración». En ocasiones, utiliza una técnica similar de fundición en arena, si bien en estos momentos le apasiona la filigrana, una especialidad de Baguio. Su marca de joyería, Caro Wilson (carowilson. shop), emplea oro macizo y plata bañada en oro para crear piezas modernas y refrescantes que resultan ligeras y muy fáciles de llevar. «Las realizo con filigrana, dotándolas de un enfoque contemporáneo. Por eso, mis joyas resultan muy actuales y, al mismo tiempo, están profundamente arraigadas en nuestro patrimonio», concluye. Una simple visita al taller que Wilson tiene en Baguio demuestra lo meticuloso que es su trabajo. Los hilos de plata se repujan delicadamente creando relieves y, a continuación, se engarzan en un entramado que recuerda a una tela de araña. Algunas de estas hebras se trenzan y tejen antes de transformarlas en pulseras y aretes, una habilidad que solo se adquiere con años de experiencia. Una breve conversación con el artesano de Wilson nos devela los retos de encontrar nuevos talentos, ya que, según explica, a las generaciones más jóvenes este trabajo les resulta muy tedioso y, luego de unos pocos meses de formación, a menudo tiran la toalla. Una queja generalizada en todo el sector y de la que se han hecho eco otros muchos diseñadores. Erica Concepción Reyes fundó su marca Riqueza (@riquezajewellery) como homenaje a su bisabuela, coleccionista de joyas filipinas antiguas. «La mayoría eran de la época colonial, que es donde yo empecé —confiesa la diseñadora—. Gran parte de los orfebres con los que trabajo ya restauraron piezas antiguas en el pasado y trabajaron para mi mentor, el difunto Ramón Villegas. Algunos atesoran más de medio siglo de experiencia y proceden de una estirpe de orfebres. Es un auténtico reto encontrar artesanos cualificados que sean capaces de entender no solo los diseños, sino también las técnicas y los mecanismos adecuados que los hacen únicos». «La artesanía es esencial», subraya Joyce Mäkitalo de J Mäkitalo Jewelry (@jMäkitalojewelry). Todas sus creaciones, al igual que las de Concepción Reyes y Wilson, están hechas a mano, un aspecto que considera clave en una industria cada vez más dependiente de las máquinas y las impresoras 3D. «La artesanía refleja la cultura, tanto la del pasado como la actual; apoya la cultura y también a sus gentes —destaca Mäkitalo—. Cuando una joya está creada a mano con mucho esmero, dedicación y esfuerzo, se impregna de alma y, al contemplarla de cerca, se aprecian las huellas que deja la mano del hombre en forma de asimetrías o imperfecciones. Estos pequeños matices son los que hacen que una pieza sea más especial». El renacimiento de la filipiliana (el traje tradicional filipino) dentro del panorama de la moda ha suscitado un verdadero resurgimiento del movimiento «Wear your culture». Estas reinterpretaciones modernas de los diseños tradicionales, tanto en la alta costura como en marcas minorista, ha provocado el auge de los tejidos locales. «Se ha producido una creciente demanda de las joyas filipinas —admite Concepción Reyes—. Últimamente, la gente apuesta por una estética más audaz del oro repujado inspirado en creaciones precoloniales». El abogado graduado en Harvard, Jomari Treñas, es una figura destacada en el mundo de la historia, la antropología y la arqueología de Filipinas. Este ávido coleccionista especializado exclusivamente en antigüedades indígenas y arte filipino alberga una colección exquisita en su casa en la ciudad de Manila. «Siempre intentamos ver quiénes somos como pueblo. Si no echamos la mirada atrás y analizamos de dónde venimos, no tendremos ese sentimiento pleno de ser filipinos», sostiene Treñas. No hay nada más tangible que llevar un trozo de historia. El oro tiene la capacidad de cimentar ese vínculo con el pasado; CENTURION-MAGAZINE.COM

41 Tesoro nacional Fila superior, desde la izquierda: la anticuaria y coleccionista Pinky Magsano; ejemplos de los ornamentados abalorios de estilo tamborín y del delicado trabajo de filigrana, que florecieron durante la época colonial; la joyera Erica Concepción Reyes, conocida por su trabajo de restauración y creación de joyas al estilo tradicional; fila central, desde la izquierda: lingling-os en forma de útero, símbolo de abundancia, fertilidad y riqueza; la promotora cultural del gobierno, Marie Venus Tan; collar hecho a partir de una colección de amuletos precoloniales con abalorios e inscripciones de símbolos mágicos que se creía otorgaban poderes místicos; fila inferior, desde la izquierda: Aileen y Edwin Bautista, dueños de una impresionante colección de oro excavado del sur de Filipinas; collares y brazaletes de oro precoloniales que muestran meticulosas técnicas de granulación, fundición y repujado; Jomari Treñas, abogado, coleccionista y aficionado a la historia

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