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Reflexiones 46 Para

Reflexiones 46 Para Julián Bedel, fundador de la lujosa marca de fragancias Fueguia 1833, el camino hasta convertirse en perfumista hunde sus raíces tanto en el arte como en la ciencia. Interior de la tienda insignia de Fueguia 1833 en Milán Educado en un entorno creativo, con un padre dedicado al arte conceptual y unos hermanos apasionados por la pintura y la escultura, su primera incursión en los perfumes de alta gama comenzó cuando descubrió la investigación de Linda Buck, ganadora del Premio Nobel de Medicina en 2004, que identificaba los genes que controlan los receptores olfativos. «Su trabajo explora lo que ocurre en nuestras fosas nasales y explica con detalle molecular el funcionamiento del sentido del olfato en las personas —afirma Bedel—. Estudia cómo un único olor puede desencadenar determinados recuerdos, tanto de la infancia como de momentos cruciales de la vida». Esto encendió una chispa creativa en el perfumista, quien por aquel entonces ya se dedicaba a las artes plásticas y a menudo vivía rodeado de los intensos y potentes aromas que desprendían las plantas y hierbas autóctonas, como las lengas, en las propiedades de su familia en la Patagonia. «Se me ocurrió la idea de una instalación artística basada en los sentidos —recuerda—. Quería extraer los aromas de este paisaje natural y ofrecérselos a un público en un entorno neutro para ver cómo reaccionaban a esos olores». Poco después, Bedel colaboró con una universidad local en la destilación y el embotellado de diez fragancias obtenidas de plantas de la Patagonia. A continuación, rentó una tienda en el centro de Buenos Aires, donde expuso una serie de aromas naturales envasados en sencillas botellas de cristal, cada una con matraces redondos en lugar de los habituales atomizadores. De este modo, los visitantes podían explorar el espacio libremente y experimentar los olores de la naturaleza argentina. Cuando la gente empezó a preguntarle si se podían usar las fragancias y cómo comprarlas, comprendió que su proyecto de arte sensorial tenía potencial comercial: «Me di cuenta de que tendría que aprender sobre la marcha si quería convertir este concepto en una marca de perfumes. No tenía ninguna formación y, al principio, preparaba las fórmulas en mi cocina». En 2010, Bedel fundó oficialmente la marca de perfumes Fueguia 1833 en su Argentina natal. Al descubrir que el funcionamiento interno del país y su economía inflacionista no favorecían a las start ups, cambió rápidamente el rumbo. Buscó un entorno empresarial más ventajoso y eligió Milán, una ciudad cosmopolita conocida por acoger a creativos de la moda y el diseño, además de contar con una próspera industria farmacéutica dotada de alta tecnología. Hoy en día, cuando uno visita las instalaciones de Fueguia a las afueras de la capital lombarda, la primera impresión es la de entrar en un laboratorio químico de última generación. El personal ataviado con batas blancas se mueve de un lado a otro, manipulando viales delante de enormes recipientes de destilación de acero inoxidable. Enseguida comprendo que no se trata del típico taller de perfumería cuando veo a Bedel aventurarse en el frío aire del invierno mientras observa a un empleado que introduce delicadamente hojas secas de carqueja en una trituradora para convertirlas en pequeñas partículas. Esta planta tan solo es uno de los más de mil ingredientes naturales que emplea (el incienso lo trae de Omán y el vetiver de Haití) en su afán por crear fragancias verdaderamente únicas. En este caso, la carqueja forma parte de una colección especial de dos perfumes concebidos para una colaboración con la diseñadora de moda Gabriela Hearst. De vuelta al interior, Bedel se acerca a un saco de raíz de lirio, seca y cortada, procedente de las montañas de Marruecos. «Me apasionan las materias primas naturales y siempre estoy buscando ingredientes novedosos e inusuales para incorporarlos como notas en mis fragancias — apunta—. Cada lote de perfume creado para una FOTOGRAFÍAS © FUEGUIA

47 Crónica de aromas fragancia específica puede ser diferente, ya que confiamos en la madre naturaleza y estos ingredientes de origen vegetal siempre presentan variaciones aromáticas». Hasta la fecha, la exclusiva marca ha creado más de un centenar de fragancias, cada una de ellas en lotes de 400 botellas. Y, como se hace con un buen vino, Bedel guarda una parte de estos frascos para envejecerlos durante unos años y observar cómo evolucionan los aromas a medida que maduran los extractos de los ingredientes naturales. El enfoque sustentable de Fueguia se extiende a los envases. Estos se fabrican con los restos de los cortes de abeto y cedro europeos que el taller de carpintería utiliza para crear las elegantes cajas. A fin de captar clientes, Bedel ha invertido tiempo y esfuerzo en diseñar ambientes refinados dentro de sus tiendas monomarca. Sus espacios boutique personalizados, que se reparten por ciudades de cuatro continentes, desde la Ciudad de México hasta Tokio, presentan ambientes acogedores con elementos de madera e iluminación tenue. A finales de este año tiene previsto abrir nuevas tiendas en París y Osaka. Poco dado a la autocomplacencia, Bedel siempre va más allá en la investigación en el mundo de la perfumería; de hecho, ha invertido en instrumentos como la espectrometría de masas y la cromatografía líquida de alto rendimiento para identificar la composición molecular de los aromas. Incluso ha analizado violines Stradivarius centenarios para cartografiar las huellas sensoriales que emiten estos magistrales instrumentos de cuerda, puesto que, como afirma entusiasmado, «la madera envejecida desprende aromas característicos que podemos captar y mapear». Lutier de formación y amante de las guitarras antiguas de madera, el perfumista se ha sentido cautivado por este tipo de olores desde muy joven. No es de extrañar que su fragancia favorita sea el jacarandá, inspirada en maderas exóticas como el palisandro y la caoba de Brasil. «El aroma es profundo, casi resinoso, desprovisto de especias. Para mí, encarna la sofisticación en su máxima expresión». Esa reacción emocional es lo que Bedel espera despertar en cada uno de sus clientes: una ráfaga de recuerdos olvidados que se mantenga fresca cada vez que la usan. Otros perfumistas destacados El mercado de los perfumes nicho de lujo continúa prosperando con conceptos innovadores. Una marca prometedora que sigue los pasos de Fueguia 1833 es la mexicana Xinú (xinu.mx). Fundada en 2016, esta casa de perfumes recurre a la riqueza botánica de su país natal para desarrollar fragancias unisex. Elaboradas por el respetado nariz y perfumista Rodrigo Flores- Roux, entre sus ingredientes se incluyen el agave, la madera de cedro y el limón verde mexicano para su fragancia Aguamadera, o el nardo mexicano, la celinda y la caléndula para su OroNardo. La boutique ubicada en la colonia Polanco, en la Ciudad de México, evoca el espíritu del estudio de un naturalista, con mesas en las que se exhiben herramientas olfativas, plantas y bocetos. Otra perfumista destacada es la alemana radicada en Barcelona, Romy Kowalewski, de 27 87 (2787perfumes.com). quien adopta un enfoque modernista al tiempo que emplea envases minimalistas y de tamaños poco convencionales. Entre sus principales creaciones se encuentra #hashtag, una fragancia que pretende capturar el mundo digital en un frasco utilizando frescas notas metálicas creadas mezclando incienso somalí, madera de cedro marroquí e iris de la región de Las Landas con aldehídos frescos, un componente habitual en los detergentes para la ropa. Su último lanzamiento, Per Se, es un perfume cuya fórmula cambia con cada nuevo lanzamiento. Julian Bedel analiza sus creaciones CENTURION-MAGAZINE.COM

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