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Capítulo 16
—Todavía no ha respondido usted a mi pregunta. Pienso que el
hombre bajo cuya autoridad estoy es un rey Saúl. ¿Cómo puedo
saberlo con certeza?
No se nos concede el privilegio de saberlo. Y recuerde, a
menudo aun los Saúles son los ungidos del Señor.
Es que siempre habrá hombres —dondequiera, en todas las
épocas y en todos los grupos— que se pondrán de pie para decirle:
«Ese hombre es rey según el orden del rey Saúl». Mientras otros,
con la misma seguridad, se levantarán para afirmar: «No, es el
ungido del Señor según el orden del rey David». Ningún hombre
puede saber realmente cuál de los dos tiene la razón. Y si usted se
encuentra por casualidad en el balcón mirando a los dos hombres
que se gritan mutuamente, pudiera preguntarse a cuál orden, si a
alguno pertenecen ellos.
Recuerde, su líder puede ser un David.
—¡Eso es imposible!
¿Lo es? La mayoría de nosotros sabe al menos de dos hombres
del linaje de David que han sido condenados y crucificados por los
hombres. Hombres que estaban absolutamente seguros de que los
hombres a quienes ellos crucificaban no eran Davides.
Y si usted no sabe de dos casos como estos, seguramente sabe
de uno.
Los hombres que persiguen a los Saúles que hay entre nosotros
crucifican con frecuencia a los Davides.
¿Quién puede entonces saber quien es David y quien es Saúl?
Solo Dios lo sabe.
¿Estará usted tan seguro de que su rey es un Saúl y no un David,
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