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Capítulo 22
David estaba de pie en el balcón de la terraza de su palacio. Las
luces de las casas en la Ciudad Santa resplandecían allá abajo. Un
hombre se le acercó por detrás. David suspiró y, sin volverse, dijo:
—Sí, Joab, ¿que sucede?
—¿Lo sabes?
—Lo sé —respondió calmadamente.
—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —preguntó Joab con
inquieta sorpresa.
—Meses, años, tal vez una década. Quizá lo he sabido durante
treinta años.
Después de esta respuesta, Joab no estaba seguro si estaban
hablando de la misma persona. Después de todo, Absalón no tenía
mucho más de treinta años.
—Señor, hablo de Absalón —dijo con cierta indecisión.
—Del mismo que hablo yo —aseguró el rey.
—Si lo has sabido por tanto tiempo, ¿por qué no lo detuviste?
—Me pregunto lo mismo.
—¿Quieres que lo detenga yo?
—¡David se volvió violentamente! En un momento, la pregunta
de Joab había resuelto su dilema.
—¡No lo harás! No le dirás una sola palabra, ni lo criticarás. No
permitirás que nadie más lo critique ni tampoco a sus acciones. No
permitiré que lo detengas.
—Pero entonces, ¿no tomará el reino?
David suspiró otra vez, suave y lentamente. Vaciló por un
momento. No sabía si llorar o sonreír. Luego sonrió débilmente y
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