27.07.2023 Views

Perfil de tres monarcas- Gene Edwards

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

respuestas excelentes y comenzaban a abrigar esperanzas.

Aprobaban sus juicios. Nacían los sueños. A medida que el

tiempo transcurría, tales reuniones aumentaban. Las ideas se

convertían en historias; relatos de injusticia que otros pudieran

considerar insignificantes. ¡Pero no este oyente! Él era compasivo.

Y a medida que hablaban los que lo rodeaban, parecían aumentar en

número y gravedad las injusticias descubiertas. Con cada nueva

historia, los hombres se conmovían más ante la injusticia, que ahora

parecía estar desenfrenada. Pero el joven sabio se sentaba

sosegadamente y no añadía ni una palabra a estas murmuraciones.

Es que era demasiado magnánimo. Siempre clausuraba las

conversaciones vespertinas con una humilde palabra de

condescendencia hacia los que tenían la responsabilidad de

gobernar. No obstante, que este hombre se pudiera sentar

tranquilamente para siempre era pedir demasiado. Este interminable

desfile de injusticias estaba destinado a agitar aun al más respetable

de los hombres. Hasta el más puro de corazón se enojaría. (¡Y este

hombre era, sin duda, el más puro de corazón en todo el reino!)

Un hombre tan compasivo no podía tolerar estos sufrimientos ni

permanecer silencioso para siempre. Tan magnánimo personaje

algún día tenía que dar su opinión.

Por último, sus seguidores, que él juró que no tenía, casi

palidecieron. Sus críticas en cuanto a las fechorías del reino no solo

crecían sino que abundaban. Todos querían hacer algo acerca de

estas interminables injusticias.

Parecía que al fin el joven príncipe consentiría en la acción. Al

principio fue solo una palabra; más tarde, una oración. Saltó el

corazón de aquellos hombres. El júbilo reinó. Al fin la nobleza se

levantaba para tomar medidas. ¡Pero no fue así! Él les advirtió que

no tomaran sus palabras en sentido equivocado. Sí, lamentaba

aquella situación, pero no podía hablar contra los que gobernaban.

No, absolutamente no. No importaba cuán grandes y justificados

fueran los motivos para quejarse. Él no hablaría contra el rey.

Sin embargo, se lamentaba más y más. Era obvio que algunas

informaciones lo llevaban al paroxismo. Por último, se manifestó su

44

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!