El Mollete Literario
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<strong>El</strong> <strong>Mollete</strong> <strong>Literario</strong><br />
Así trascurría la faena dominical, día<br />
en el que, aunque se asegura ha sido hecho<br />
para descansar, Avilés no daba pausa<br />
a la escritura, porque él vivía para escribir<br />
y a eso se dedicó por más de cinco<br />
décadas. Sí, Madero no fue advertido de<br />
la traición pero este escritor, periodista<br />
y catedrático tampoco, minutos después<br />
del aludido tweet fue sorprendido por<br />
un fulminante infarto que le arrebató la<br />
posibilidad de festejar el próximo 5 de<br />
noviembre su cumpleaños número 76.<br />
Su muerte al estilo José Emilio Pacheco,<br />
quien también murió una mañana<br />
del séptimo día, circuló en el<br />
portal del periódico La<br />
Crónica de hoy, uno de<br />
los primeros medios en<br />
confirmar el deceso del<br />
“búho” como también<br />
se le conocía, gracias<br />
al suplemento de dicho<br />
nombre que dirigió en<br />
1984. Apenas pasaba<br />
del mediodía y en las redes<br />
sociales poco se decía<br />
de su partida, pues<br />
pese a lo prolífico de su<br />
pluma, Avilés no gozó<br />
de las mieles de ser un<br />
best seller y, sin embargo,<br />
ha sido uno de los<br />
pocos literatos mexicanos<br />
que han visto traducidos<br />
al coreano títulos<br />
de su autoría (La canción<br />
de Odette y <strong>El</strong> gran solitario<br />
de Palacio).<br />
Nacido en la Ciudad<br />
de México a finales<br />
de 1940, desde pequeño<br />
tuvo a su alcance una<br />
nutrida colección de títulos pertenecientes<br />
a la biblioteca de sus padres, quienes<br />
se dedicaban a los quehaceres escriturales,<br />
hecho que, sin duda, marcó su vocación<br />
escritural. Ávido lector, guiado por<br />
su madre, la cual le obsequió a temprana<br />
edad una máquina de escribir y un<br />
diccionario, la trayectoria de René Avilés<br />
se remonta a su adolescencia, época<br />
en la que en la sala de su casa montaba<br />
obras teatrales para sus primos pequeños.<br />
Cabe mencionar que su padre, con<br />
quien no convivió mucho, fue amigo de<br />
figuras de la intelectualidad mexicana<br />
de la primera mitad del siglo XX, como<br />
lo fuera Jaime Torres Bodet, entre otros.<br />
Debido a que fue coetáneo de José<br />
Agustín y Gustavo Sainz (de quien en el<br />
número 23 de este suplemento literario<br />
escribiera una nota fúnebre), así como<br />
cercano a otras figuras de la llamada<br />
literatura de la Onda, en la historiografía<br />
de las letras mexicanas a Avilés se le<br />
atribuye haber sido parte de esta oleada,<br />
no obstante su variada obra dista de<br />
los principios estéticos del resto de los<br />
implicados en esta clase de literatura,<br />
dígase Parménides García Saldaña, el<br />
cual mostró sin tapujos el caló de la juventud<br />
connacional de los años sesenta.<br />
“Pese a haber sido un incansable<br />
obrero de la palabra, siempre<br />
puntual y acertado en las miles de<br />
páginas que escribió al calor del<br />
paso del tiempo, desde su juventud<br />
se caracterizó por ser un espíritu<br />
rebelde que no temía decir lo<br />
que otros callaban por temos a no<br />
ser ‘santos de la devoción’ de los<br />
ejecutantes del poder literario”.<br />
Sus influencias son amplias, en sus años<br />
de preparatoria formó parte de un taller<br />
literario impartido por el jalisciense<br />
Juan José Arreola, del cual surgió la revista<br />
Mester.<br />
La prosa del otrora consejero editorial<br />
de <strong>El</strong> <strong>Mollete</strong> <strong>Literario</strong> se caracterizó<br />
desde sus albores por una línea ácida y<br />
cínica, tal y como lo constata su debut<br />
literario, Los juegos (1967), novela en la<br />
que aborda con ironía las manías de<br />
las cúpulas literarias del país a partir<br />
de nombres ficticios que no obstante se<br />
traslucen, hecho que en su momento le<br />
valió que uno de los encargados de la<br />
prestigiada editorial Joaquín Mortiz le<br />
recomendara al joven escritor quemar<br />
esas páginas que bien podrían traerle<br />
serias enemistades.<br />
Pese a haber sido un incansable<br />
obrero de la palabra, siempre puntual<br />
y acertado en las miles de páginas que<br />
escribió al calor del paso del tiempo,<br />
desde su juventud se caracterizó por ser<br />
un espíritu rebelde que no temía decir<br />
lo que otros callaban por temor a no ser<br />
“santos de la devoción” de los ejecutantes<br />
del poder literario. En este sentido,<br />
son conocidos los roces que tuvo con<br />
Fernando Benítez, o la desaprobación<br />
que en los años sesenta<br />
le provocaba<br />
el proceder de<br />
Carlos Fuentes,<br />
el escritor súper<br />
estrella de aquel<br />
entonces.<br />
Lo único que<br />
le interesaba a<br />
René Avilés era la<br />
literatura y a eso<br />
pudo haber dedicado<br />
de lleno toda<br />
su existencia pero<br />
es bien sabido<br />
que, como señaló<br />
Césare Lombroso,<br />
“el verdadero<br />
hombre no es<br />
el literato ni el<br />
erudito, sino el<br />
hombre que trabaja<br />
y come”, por<br />
ello, por miedo al<br />
hambre y la miseria,<br />
Avilés fue un<br />
profesionalizado<br />
de la escritura —como lo serían también<br />
Manuel Gutiérrez Nájera y otros<br />
tantos escritores pertenecientes al modernismo—.<br />
Después de cursar Relaciones<br />
Internacionales, se empleó tanto<br />
en el periodismo como en la docencia,<br />
las dos vías económicas por excelencia<br />
a las que el letrado, si es que carece de<br />
un mecenas, tiene que recurrir para<br />
sobrevivir.<br />
Apenas cumplida la mayoría de<br />
edad, que tiempo atrás se obtenía a los<br />
21 años y no a los 18 como en la actualidad,<br />
René Avilés comenzó a colaborar<br />
en <strong>El</strong> Día, tiempo después se integraría