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para la lectura espiritual

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LA PALABRA DE ― EL UNGIDO‖<br />

LOS ORANTES AGUSTINIANOS CON LA<br />

LECTIO DIVINA<br />

SON DISCÍPULOS Y MISIONEROS DE<br />

JESUCRISTO, PARA QUE COLOMBIA,<br />

TENGA VIDA EN ÉL.<br />

Semana Santa (B)<br />

EL CAMINO DE JESÚS Y DEL DISCÍPULO HACIA LA PASCUA<br />

(VI)<br />

―No sólo no hemos de avergonzarnos de <strong>la</strong> muerte de nuestro<br />

Señor, sino que en verdad debemos depositar en el<strong>la</strong> toda nuestra<br />

confianza, y gloriarnos sólo en el<strong>la</strong>.‖<br />

San Agustín<br />

Domingo de Ramos en <strong>la</strong> Pasión del Señor<br />

1de Abril de 2012<br />

SIGUIENDO AL REY CRUCIFICADO HASTA EL FIN:<br />

La extraordinaria fidelidad del Maestro<br />

Marcos 14-15<br />

1


Introducción<br />

Para <strong>la</strong> procesión de <strong>la</strong>s palmas<br />

Jesús ha querido entrar a Jerusalén de manera solemne. Con una<br />

manifestación popu<strong>la</strong>r, que le acoge y le ac<strong>la</strong>ma, intenta reve<strong>la</strong>rse una vez<br />

más al pueblo judío como el Mesías, enviado por Dios <strong>para</strong> salvarle.<br />

Sin embargo, <strong>la</strong> forma de hacer su entrada da a entender suficientemente<br />

el carácter de su mesianismo : no triunfalista, no de orden militar o político,<br />

sino en <strong>la</strong> línea anunciada por Zacarías : humilde, pacífico (Zac 9, 9).<br />

El pueblo debe decidirse por él, porque él no se impone (cfr. Jn 12, 12-18)<br />

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11, 1-10.<br />

Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al Monte de los Olivos, y Jesús<br />

mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:<br />

—vayan a <strong>la</strong> aldea de enfrente, y en cuanto entren, encontrarán un borrico atado, que<br />

nadie ha montado todavía. Desatenlo y traiganlo. Y si alguien les pregunta porqué lo<br />

hacen, contestenle: El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto. Fueron y encontraron el<br />

borrico en <strong>la</strong> calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los presentes les<br />

preguntaron:<br />

—¿Por qué tienen que desatar el borrico? Ellos le contestaron como había dicho Jesús; y<br />

se lo permitieron. Llevaron el borrico, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó.<br />

Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo.<br />

Los que iban de<strong>la</strong>nte y detrás, gritaban :<br />

—Viva, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el reino que llega, el de<br />

nuestro padre David. ¡Viva el Altísimo!<br />

Los ramos se conservan, ante todo, como un testimonio de <strong>la</strong> fe en Cristo, rey mesiánico,<br />

y en su victoria pascual.<br />

Misa<br />

Entramos gozosos con el rey triunfante a Jerusalén. Pero luego <strong>la</strong> liturgia<br />

nos invita a entrar en el gran silencio contemp<strong>la</strong>tivo de <strong>la</strong> Pasión, allí donde<br />

verdaderamente reina Jesús.<br />

Veamos primero los cinco trazos esenciales del re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión según<br />

san Marcos (14-15):<br />

La <strong>lectura</strong> de <strong>la</strong> Pasión de Jesús según san Marcos comienza con dos<br />

cenas: <strong>la</strong> de Betania (14,3-9) y <strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pascua (14,22-24). En <strong>la</strong><br />

primera, <strong>la</strong> unción –que es signo de reconocimiento mesiánico- Jesús<br />

mismo <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ciona con su muerte y su sepultura. En <strong>la</strong> cena pascual,<br />

también el mismo Jesús acepta libremente su muerte como sacrificio<br />

<strong>para</strong> nuestra salvación.<br />

San Marcos integra estas dos cenas con <strong>la</strong> noticia de <strong>la</strong> conspiración<br />

por parte del Sanedrín (14,1-2 y 10-11) y por el soborno de Judas y el<br />

anuncio de <strong>la</strong> negación de Pedro. Tenemos <strong>la</strong> sombra que envuelve el<br />

gesto luminoso de <strong>la</strong> entrega que Jesús hace de sí mismo: Jesús es el


Mesías de <strong>la</strong> cruz, quien muere por nuestra salvación, no obstante los<br />

rechazos, <strong>la</strong>s traiciones y los abandonos.<br />

Con <strong>la</strong> prisión y el abandono por parte de todos los discípulos, quienes<br />

huyen despavoridos, el discipu<strong>la</strong>do entra en su mayor crisis. El detalle<br />

del joven que huye desnudo parece simbolizar <strong>la</strong> actitud de quienes<br />

hasta entonces siguen a Jesús, pero sin comprender su misterio.<br />

La pregunta sobre <strong>la</strong> verdadera identidad de Jesús, que fue el hilo<br />

conductor de todo el Evangelio –―¿Quién es éste?‖- comienza a<br />

tener finalmente una respuesta definitiva: <strong>la</strong> cruz dirá,<br />

verdaderamente, quién es Él. Durante el proceso judicial, Jesús asume<br />

por primera vez públicamente su identidad de Hijo de Dios. Pero en<br />

contraposición aparece <strong>la</strong> decisión del Sanedrín y <strong>la</strong>s negaciones de<br />

Pedro.<br />

Con <strong>la</strong> crucifixión y muerte de Jesús, el re<strong>la</strong>to marcano llega a su<br />

momento cumbre: ahora sí es posible reconocer quién es Jesús, ahora<br />

es posible <strong>la</strong> fe. Será el centurión romano el primero en reconocer que<br />

el Crucificado es el Hijo de Dios.<br />

1. Las escenas del re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión<br />

Veamos ahora <strong>la</strong> serie de escenas en <strong>la</strong> que se va desarrol<strong>la</strong>ndo el re<strong>la</strong>to de<br />

<strong>la</strong> Pasión. Aunque todas están estrechamente hilvanadas, vale <strong>la</strong> penar<br />

ver<strong>la</strong>s también como pequeños cuadros que nos invitan a <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción<br />

de Jesús y intentar comprender lo que significa: ―Si alguno quiere ser mi<br />

discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame‖ (Marcos<br />

8,34).<br />

Lo importante es captar <strong>la</strong> idea central de cada escena.<br />

1.1. El complot contra Jesús y <strong>la</strong> Cena en Betania<br />

Conspiración contra Jesús<br />

14<br />

1 Faltaban dos días <strong>para</strong> <strong>la</strong> Fiesta de Pascua y de los Panes Azimos. Los jefes de los sacerdotes y los<br />

maestros de <strong>la</strong> Ley buscaban <strong>la</strong> manera de detener a Jesús con astucia <strong>para</strong> darle muerte,<br />

2 pero decían: «No durante <strong>la</strong> fiesta, <strong>para</strong> que no se alborote el pueblo.»<br />

Una mujer unge a Jesús<br />

3 Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una<br />

mujer con un frasco precioso como de már mol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro;<br />

quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre <strong>la</strong> cabeza de Jesús.<br />

4 Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: «¿Cómo pudo derrochar es te perfume?<br />

5 Se podría haber ven dido en más de trescientas monedas de p<strong>la</strong>ta <strong>para</strong> ayudar a los pobres.» Y<br />

estaban enojados contra el<strong>la</strong>.<br />

6 Pero Jesús dijo: «Déjen<strong>la</strong> tranqui<strong>la</strong>. ¿Por qué <strong>la</strong> molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra<br />

buena.<br />

7 Siempre tienen a los pobres con ustedes y en cualquier momento podrán ayudarlos, pero a mí no<br />

me tendrán siempre.<br />

8 Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de antemano ha ungido mi cuerpo <strong>para</strong> <strong>la</strong><br />

sepultura.


9 En verdad les digo: dondequiera que se proc<strong>la</strong>me el Evangelio, en todo el mundo, se contará<br />

también su gesto y será su gloria.»<br />

Los protagonistas de <strong>la</strong> Pasión pre<strong>para</strong>n <strong>la</strong> fiesta de Pascua de manera<br />

diferente y contradictoria. Mientras que los responsables del Templo están<br />

más preocupados por inmo<strong>la</strong>r a Jesús que por inmo<strong>la</strong>r el cordero pascual,<br />

una mujer gasta una considerable suma de dinero <strong>para</strong> perfumar a Jesús y<br />

anticipar sus funerales, lo cual Jesús interpreta como anticipación de su<br />

entronización mesiánica.<br />

La acción de <strong>la</strong> mujer es simbólica, dictada por el amor y por <strong>la</strong><br />

comprensión de todo lo que está ocurriendo: aun derrochando el dinero, ha<br />

comprendido que Jesús, hijo del hombre, no es el mesias triunfal soñado<br />

por muchos.<br />

Por eso, no sabe demostrar su propia fe con otro gesto que con éste de<br />

derramar un perfume costoso, preanunciando su sepultura. Para <strong>la</strong> mujer<br />

este Jesús ajusticiado es el verdadero mesias de Isarael.<br />

Hay que huir del triunfalismo, incluso del triunfalismo de <strong>la</strong> exaltación de los<br />

pobres. Los hombres tienden a absolutizarlo todo, incluso aquello que ha<br />

sido fruto legítimo de una verdadera lucha liberadora.<br />

1.2. La traición de Judas<br />

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, fue donde los jefes de los sacerdotes <strong>para</strong> entregarles<br />

a Jesús.<br />

11 Se felicitaron por el asunto y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el momento<br />

oportuno <strong>para</strong> entregarlo.<br />

De forma opuesta a <strong>la</strong> actitud de <strong>la</strong> mujer de Betania, Judas acepta dinero<br />

<strong>para</strong> entregar a Jesús. ¿Qué es lo que indujo a <strong>la</strong> traición? Marcos cal<strong>la</strong> por<br />

el momento. Más tarde se hab<strong>la</strong>rá de su codicia.<br />

Quizá desengañado por <strong>la</strong> actitud desconcertante de Jesús, que ponía en<br />

ridículo a <strong>la</strong>s autoridades nacionales, se habría puesto de acuerdo con estas<br />

últimas <strong>para</strong> facilitar su arresto.<br />

1.3. La cena del Señor<br />

La Ultima Cena de Jesús<br />

12 El primer día de <strong>la</strong> fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el<br />

Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: «¿Dónde quieres que vayamos a pre<strong>para</strong>rte <strong>la</strong> Cena de <strong>la</strong><br />

Pascua?»<br />

13 Entonces Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: «Vayan a <strong>la</strong> ciudad, y les saldrá al<br />

encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo<br />

14 hasta <strong>la</strong> casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré<br />

comer <strong>la</strong> Pascua con mis discípulos?<br />

15 El les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueb<strong>la</strong>da y ya lista. Preparen todo <strong>para</strong><br />

nosotros.»<br />

16 Los discípulos se fueron, entraron en <strong>la</strong> ciudad, encontraron <strong>la</strong>s cosas tal como Jesús les había<br />

dicho y pre<strong>para</strong>ron <strong>la</strong> Pascua.


17 Al atardecer llegó Jesús con los Doce.<br />

18 Y mientras estaban a <strong>la</strong> mesa comiendo, les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me va a<br />

entregar, uno que comparte mi pan.»<br />

19 Ellos se entristecieron mucho al oírle, y empezaron a preguntarle uno a uno: «¿Seré yo?»<br />

20 El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que moja su pan en el p<strong>la</strong>to conmigo.<br />

21 El Hijo del Hombre se va, conforme dijeron de él <strong>la</strong>s Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega<br />

al Hijo del Hombre! Sería mucho mejor <strong>para</strong> él no haber nacido.»<br />

22 Durante <strong>la</strong> comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar <strong>la</strong> bendición, lo partió y se lo dio<br />

diciendo: «Tomen, esto es mi cuerpo.»<br />

23 Tomó luego una copa, y después de dar gracias, se <strong>la</strong> entregó y todos bebieron de el<strong>la</strong>.<br />

24 Y les dijo: «Esto es mi sangre, <strong>la</strong> sangre de <strong>la</strong> Alianza, que será derramada por muchos.<br />

25 En verdad les digo que no volveré a probar el fruto de <strong>la</strong> vid hasta el día en que lo beba nuevo en<br />

el Reino de Dios.»<br />

Durante <strong>la</strong> cena, Jesús anuncia que será entregado. Su cuerpo y su sangre<br />

sustituirán al Cordero Pascual. La fiesta de Pascua toma un nuevo sentido.<br />

La Alianza entre Dios y los hombres ha sido renovada y se extiende a todos<br />

los hombres. La cena termina con un canto de acción de gracias.<br />

Así, pues, <strong>la</strong> cena pascual se resuelve en una cena de hermandad que no<br />

so<strong>la</strong>mente reúne a los participantes, sino que ls compromete a fondo en <strong>la</strong><br />

lucha contra todo lo que discrimina a los individuos y a los grupos humanos.<br />

1. 4. Hacia <strong>la</strong> soledad total<br />

Jesús anuncia <strong>la</strong> negación de Pedro<br />

26 Después de cantar los himnos se dirigieron al monte de los Olivos.<br />

27 Y Jesús les dijo: «Todos ustedes caerán esta noche, pues dice <strong>la</strong> Escritura: Heriré al pastor y se<br />

dispersarán <strong>la</strong>s ovejas.<br />

28 Pero cuando resucite, iré de<strong>la</strong>nte de ustedes a Galilea.»<br />

29 Entonces Pedro le dijo: «Aunque todos tropiecen y caigan, yo no.»<br />

30 Jesús le contestó: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por<br />

segunda vez, me habrás negado tres veces.»<br />

31 Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.» Y todos decían lo mismo.<br />

Posiblemente el pastor es Pedro, duramente reprendido por Jesús con<br />

anticipación profética. Aún más, <strong>la</strong> referencia a <strong>la</strong> negación de Pedro<br />

coincide con <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> profecía: Pedro se habría, pues,<br />

convertido en uno de aquellos malos pastores y falsos profetas que tenían<br />

miedo de ser descubiertos en su condición, ya que su conducta era<br />

irregu<strong>la</strong>r.<br />

1. 5. La agonía en el Getsemaní<br />

La agonía de Jesús en Getsemaní<br />

32 Llegaron a un lugar l<strong>la</strong>mado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí mientras<br />

voy a orar.»<br />

33 Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia,<br />

34 y les dijo: «Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense aquí y permanezcan despiertos.»<br />

35 Jesús se ade<strong>la</strong>ntó un poco, y cayó en tierra suplicando que, si era posible, no tuviera que pasar<br />

por aquel<strong>la</strong> hora.<br />

36 Decía: «Abbá, o sea, Padre, <strong>para</strong> ti todo es posible, aparta de mí esta copa. Pero no se haga lo<br />

que yo quiero, sino lo que quieres tú.»<br />

37 Volvió y los encontró dormidos. Y dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿De modo que no pudiste<br />

permanecer despierto una hora?<br />

38 Estén despiertos y oren <strong>para</strong> no caer en <strong>la</strong> tentación; pues el espíritu es animoso, pero <strong>la</strong> carne es


débil.»<br />

39 Y se alejó de nuevo a orar, repitiendo <strong>la</strong>s mismas pa<strong>la</strong>bras.<br />

40 Al volver otra vez, los encontró de nuevo dormidos, pues no podían resistir el sueño y no sabían<br />

qué decirle.<br />

41 Vino por tercera vez, y les dijo: «Ahora ya pueden dormir y descansar. Está hecho, llegó <strong>la</strong> hora.<br />

El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.<br />

42 ¡Levántense, vámonos!; ya viene el que me va a entregar.»<br />

Cuando Jesús va llegando al final, su soledad se convierte en « tristeza<br />

mortal ».<br />

Yendo al Getsemaní, Jesús aparece más lúcido que sus discípulos. Les<br />

explica el sentido de su muerte, pero ellos no son capaces de comprender<br />

<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras por el momento.<br />

Jesús se distancia de sus discípulos junto con Pedro, Santiago y Juan, <strong>para</strong><br />

orar. El evangelista Marcos nos reve<strong>la</strong> el secreto de su oración. Jesús queda<br />

completamente solo, no consigue involucrar a sus discípulos en <strong>la</strong> oración<br />

de abandono a <strong>la</strong> voluntad del Padre.<br />

Pedro empieza a actuar como un insensato. Inmediatamente después <strong>la</strong><br />

espada de Dios dispersará a <strong>la</strong> grey.<br />

1. 6. El arresto de Jesús<br />

Prendimiento de Jesús<br />

43 Jesús estaba aún hab<strong>la</strong>ndo cuando se presentó Judas, uno de los Doce; lo acompañaba un buen<br />

grupo de gente con espadas y palos, enviados por los jefes de los sacerdotes, los maestros de <strong>la</strong> Ley<br />

y los jefes judíos.<br />

44 El traidor les había dado esta señal: «Al que yo dé un beso, ése es; deténganlo y llévenlo bien<br />

custodiado.»<br />

45 Apenas llegó Judas, se acercó a Jesús y le dijo: «¡Maestro, Maestro!» Y lo besó.<br />

46 Ellos entonces lo tomaron y se lo llevaron arrestado.<br />

47 En ese momento uno de los que estaban con Jesús sacó <strong>la</strong> espada e hirió al servidor del Sumo<br />

Sacerdote cortándole una oreja.<br />

48 Jesús dijo a <strong>la</strong> gente: «A lo mejor buscan a un <strong>la</strong>drón y por eso salieron a detenerme con espadas<br />

y palos.<br />

49 ¿Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes enseñando en el Templo?<br />

Pero tienen que cumplirse <strong>la</strong>s Escrituras.»<br />

50 Y todos los que estaban con Jesús lo abandonaron y huyeron.<br />

51 Un joven seguía a Jesús envuelto sólo en una sábana, y lo tomaron;<br />

52 pero él, soltando <strong>la</strong> sábana, huyó desnudo.<br />

El grupo de discípulos que rodea a Jesús desde el comienzo del evangelio<br />

se dispersa. La escena está cargada de fuerte dramatismo: Judas lo<br />

traiciona con un beso; uno de los discípulos usa su espada; otro huye<br />

desnudo en medio de <strong>la</strong> oscuridad.<br />

Jesús no se defiende; so<strong>la</strong>mente pone de relieve <strong>la</strong> incoherencia de aquel<br />

arresto que se realiza sin dificultad.<br />

Las pa<strong>la</strong>bras de <strong>la</strong> Escritura citadas durante cena se cumplen: ―Heriré al<br />

Pastor y se dispersarán <strong>la</strong>s ovejas‖.


1. 7. El juicio judío: ante Caifás<br />

53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y todos se reunieron allí. Estaban los jefes de los<br />

sacerdotes, <strong>la</strong>s autoridades judías y los maestros de <strong>la</strong> Ley.<br />

54 Pedro lo había seguido de lejos hasta el patio interior del Sumo Sacerdote, y se sentó con los<br />

policías del Templo, calentándose al fuego.<br />

55 Los jefes de los sacerdotes y todo el Consejo Supremo buscaban algún testimonio que permitiera<br />

condenar a muerte a Jesús, pero no lo encontraban.<br />

56 Varios se presentaron con falsas acusaciones contra él, pero no estaban de acuerdo en lo que<br />

decían.<br />

57 Algunos <strong>la</strong>nzaron esta falsa acusación:<br />

58 «Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por <strong>la</strong> mano del hombre, y en tres<br />

días construiré otro no hecho por hombres.»<br />

59 Pero tam poco con estos testimonios estaban de acuerdo.<br />

60 Entonces el Sumo Sacerdote se levantó, pasó ade<strong>la</strong>nte y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que<br />

responder? ¿Qué es este asunto de que te acusan?»<br />

61 Pero él guardaba silencio y no contestaba. De nuevo el Sumo Sacerdote le preguntó: «¿Eres tú el<br />

Mesías, el Hijo de Dios Bendito?».<br />

62 Jesús respondió: «Yo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a <strong>la</strong> derecha de Dios<br />

poderoso y viniendo en medio de <strong>la</strong>s nubes del cielo.»<br />

63 El Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras horrorizado y dijo: «¿Para qué queremos ya testigos?<br />

64 Ustedes acaban de oír sus pa<strong>la</strong>bras b<strong>la</strong>s femas. ¿Qué les parece?» Y estuvieron de acuerdo en<br />

que merecía <strong>la</strong> pena de muerte.<br />

65 Después algunos empezaron a escupirle. Le cubrieron <strong>la</strong> cara y le golpeaban antes de decirle:<br />

«¡Hazte el profeta!» Y los policías del Templo lo abofeteaban.<br />

En el proceso judicial religioso, un grupo de falsos testigos desfi<strong>la</strong>n ante<br />

Jesús. Por su parte, Jesús da testimonio verdadero acerca de sí mismo:<br />

reve<strong>la</strong> su secreto mesiánico. La nobleza de sus pa<strong>la</strong>bras y de su<br />

comportamiento se contrapone a <strong>la</strong> conducta indigna de algunos de los<br />

jueces y guardias.<br />

Él es, sí, el mesias, pero no aquel mesias gloriosamente triunfal, c<strong>la</strong>ramente<br />

político, que soñaban los miembros del movimiento antirromano, sino el<br />

mesias paciente, con rostro de hombre, no de superhombre, del cual habían<br />

ya hab<strong>la</strong>do los profetas, especialmente Daniel.<br />

Al sumo sacerdote <strong>la</strong> respuesta de Jesús le parece b<strong>la</strong>sfema: aquel ―seg<strong>la</strong>r‖<br />

provinciano manc<strong>la</strong>ba el nombre sagrado del mesias pretendiendo<br />

ridícu<strong>la</strong>mente encarnar en sí todas <strong>la</strong>s esperanzas que desde siglos el<br />

pueblo de Israel nutría a propósito de su grandeza teocrática.<br />

Y de aquí vino <strong>la</strong> condena a muerte por unanimidad.<br />

1. 8. El l<strong>la</strong>nto de Pedro<br />

Pedro niega a Jesús<br />

66 Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, pasó una de <strong>la</strong>s sirvientas del Sumo Sacerdote.<br />

67 Al verlo cerca del fuego, lo miró fijamente y le dijo: «Tú también andabas con Jesús de Nazaret.»<br />

68 El lo negó: «No lo conozco, ni entiendo de qué hab<strong>la</strong>s.» Y salió al portal.<br />

69 Pero lo vio <strong>la</strong> sirvienta y otra vez dijo a los presentes: «Este es uno de ellos.»<br />

70 Y Pedro lo volvió a negar. Después de un rato, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: «Es<br />

evidente que eres uno de ellos, pues eres galileo.»<br />

71 Entonces se puso a maldecir y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre de quien ustedes hab<strong>la</strong>n.»<br />

72 En ese momento se escuchó el segundo canto del gallo. Pedro recordó lo que Jesús le había<br />

dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres», y se puso a llorar.


Para <strong>la</strong> comunidad cristiana Pedro era ciertamente una ―piedra‖ y por esto<br />

es presentado en su más primordial debilidad: <strong>la</strong> negación de <strong>la</strong> propia fe.<br />

Pero le pide algo esencial, <strong>para</strong> que pueda seguir siendo <strong>la</strong> ―piedra‖, o sea<br />

que llore después de haberse dado cuenta de su debilidad.<br />

Los pastores de <strong>la</strong> Iglesia serán aceptados finalmente y reconocidos como<br />

tal, no porque son ―santos‖, sino porque no tienen <strong>la</strong> pretensión de serlo.<br />

Aún más, en cuanto están dispuestos a reconocer <strong>la</strong>s defecciones en <strong>la</strong><br />

confesión de <strong>la</strong> propia fe.<br />

Muchas veces los pastores de <strong>la</strong> Iglesia no son creibles precisamente<br />

porque tienen <strong>la</strong> pretensión de no equivocarse nunca.<br />

1. 9. El juicio romano: ante Pi<strong>la</strong>tos<br />

Jesús ante Pi<strong>la</strong>to<br />

15<br />

1 Muy temprano, los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de <strong>la</strong> Ley (es decir, todo el<br />

Consejo o Sanedrín) celebraron consejo. Después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pi<strong>la</strong>to.<br />

2 Pi<strong>la</strong>to le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús respondió: «Así es, como tú lo dices.»<br />

3 Como los jefes de los sacerdotes acusaban a Jesús de muchas cosas,<br />

4 Pi<strong>la</strong>to volvió a preguntarle: «¿No contestas nada? ¡Mira de cuántas cosas te acusan!»<br />

5 Pero Jesús ya no le respondió, de manera que Pi<strong>la</strong>to no sabía qué pensar.<br />

Ante Pi<strong>la</strong>tos, <strong>la</strong> agitación de los jefes contrasta con <strong>la</strong> calma y el silencio de<br />

Jesús.<br />

El verdadero motivo de <strong>la</strong> actuación de los jefes religiosos es el temor de<br />

perder el poder y el prestigio del que gozaban ante el pueblo.<br />

1. 10. Barrabás<br />

6 Cada año, con ocasión de <strong>la</strong> Pascua, Pi<strong>la</strong>to solía dejar en libertad a un preso, a elección del pueblo.<br />

7 Había uno, l<strong>la</strong>mado Barrabás, que había sido encarce<strong>la</strong>do con otros revoltosos por haber cometido<br />

un asesinato en un motín.<br />

8 Cuando el pueblo subió y empezó a pedir <strong>la</strong> gracia como de costumbre,<br />

9 Pi<strong>la</strong>to les preguntó: «¿Quieren que ponga en libertad al rey de los judíos?»<br />

10 Pues Pi<strong>la</strong>to veía que los jefes de los sacerdotes le entregaban a Jesús por una cuestión de<br />

rivalidad.<br />

11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a <strong>la</strong> gente a que pidiera <strong>la</strong> libertad de Barrabás.<br />

12 Pi<strong>la</strong>to les dijo: «¿Qué voy a hacer con el que ustedes l<strong>la</strong>man rey de los judíos?»<br />

13 La gente gritó: «¡Crucifícalo!»<br />

14 Pi<strong>la</strong>to les preguntó: «Pero ¿qué mal ha hecho?» Y gritaron con más fuerza: «¡Crucifícalo!»<br />

15 Pi<strong>la</strong>to quiso dar satisfacción al pueblo: dejó, pues, en libertad a Barrabás y sentenció a muerte a<br />

Jesús. Lo hizo azotar, y después lo entregó <strong>para</strong> que fuera crucificado.<br />

La multitud se pone en contra de Jesús. Se pide <strong>la</strong> muerte del justo y <strong>la</strong><br />

liberación del culpable. La muerte de Jesús es salvación del pecador. Pero<br />

Pi<strong>la</strong>tos comete una injusticia. Jesús so<strong>la</strong>mente era un profeta. Y un profeta<br />

es siempre molesto, a <strong>la</strong> corta o a <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga, a cualquier c<strong>la</strong>se de poder.


1. 11. Jesús coronado de espinas<br />

La coronación de espinas<br />

16 Los soldados lo llevaron al pretorio, que es el patio interior, y l<strong>la</strong>maron a todos sus compañeros.<br />

17 Lo vistieron con una capa roja y le colocaron en <strong>la</strong> cabeza una corona que trenzaron con espinas.<br />

18 Después comenzaron a saludarlo: «¡Viva el rey de los judíos!»<br />

19 Y le golpeaban en <strong>la</strong> cabeza con una caña, le escupían y se arrodil<strong>la</strong>ban ante él <strong>para</strong> rendirle<br />

homenaje.<br />

20 Después de haberse bur<strong>la</strong>do de él, le quitaron <strong>la</strong> capa roja y le pusieron de nuevo sus ropas.<br />

Una ironía trágica caracteriza esta escena. Los soldados creen que están<br />

mofando de Jesús. No se dan cuenta que están diciendo <strong>la</strong> verdad: Jesús,<br />

efectivamente, es el rey de los judíos y merece que se arrodillen ante él.<br />

La Iglesia renegará de su fundador siempre que <strong>para</strong> el<strong>la</strong> los simbolos de <strong>la</strong><br />

realeza de este mundo no sean objetos de bur<strong>la</strong>, sino que se tomen en<br />

serio, como hacen este mundo y sus amos.<br />

1. 12. La crucificción<br />

La crucifixión<br />

Los soldados sacaron a Jesús fuera <strong>para</strong> crucificarlo<br />

21 En ese momento, un tal Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, volvía del campo, y los<br />

soldados le obligaron a que llevara <strong>la</strong> cruz de Jesús.<br />

22 Lo llevaron al lugar l<strong>la</strong>mado Gólgota, o Calvario, pa<strong>la</strong>bra que significa «ca<strong>la</strong>vera».<br />

23 Después de ofrecerle vino mezc<strong>la</strong>do con mirra, que él no quiso tomar,<br />

24 lo crucificaron y se repartieron sus ropas, sorteándo<strong>la</strong>s entre ellos.<br />

25 Eran como <strong>la</strong>s nueve de <strong>la</strong> mañana cuando lo crucificaron.<br />

26 Pusieron una inscripción con el motivo de su condena, que decía: «El rey de los judíos.»<br />

27 Crucificaron con él también a dos <strong>la</strong>drones, uno a su derecha y otro a su izquierda.<br />

28 Así se cumplió <strong>la</strong> Escritura que dice: Y fue contado entre los malhechores.<br />

29 Los que pasaban lo insultaban y decían moviendo <strong>la</strong> cabeza: «Tú, que destruyes el Templo y lo<br />

levantas de nuevo en tres días,<br />

30 sálvate a ti mismo y baja de <strong>la</strong> cruz.»<br />

31 Igualmente los jefes de los sacerdotes y los maestros de <strong>la</strong> Ley se bur<strong>la</strong>ban de él, y decían entre<br />

sí: «Salvaba a otros, pues se salvará a sí mismo.<br />

32 Que ese Mesías, ese rey de Israel, baje ahora de <strong>la</strong> cruz: cuando lo veamos, creeremos.» Incluso<br />

lo insultaban los que estaban crucificados con él.<br />

La inscripción colocada en <strong>la</strong> cruz, una vez más –sin que lo quieran los<br />

adversarios- dice <strong>la</strong> verdad. El re<strong>la</strong>to sigue el ritmo de <strong>la</strong>s indicaciones<br />

horarias: <strong>la</strong>s nueve de <strong>la</strong> mañana, el mediodía, <strong>la</strong>s tres de <strong>la</strong> tarde. La<br />

primera parte es <strong>la</strong> crucifixión, donde se destaca el despojo de <strong>la</strong>s<br />

vestiduras de Jesús. Jesús rechaza <strong>la</strong> primera bebida que le ofrecen: un<br />

narcótico <strong>para</strong> adormecerlo y aliviar los dolores; él quiere vivir consciente<br />

<strong>la</strong>s últimas horas.<br />

Se escucha el grito desafiante: ―¡Sálvate a ti mismo!‖. Tres grupos de<br />

personas confrontan al crucificado <strong>para</strong> bur<strong>la</strong>rse se su misión mesiánica de<br />

salvación y sus títulos; le piden que se baje de <strong>la</strong> cruz <strong>para</strong> poder creer en<br />

él. Lo más trágico: incluso sus compañeros de condena lo insultan.<br />

Jesús no ha venido <strong>para</strong> deslumbrar a <strong>la</strong> pobre gente con mi<strong>la</strong>gros<br />

espectacu<strong>la</strong>res, ni siquiera cuando se refieren a su propia persona.


1. 13. La muerte de Jesús<br />

La muerte de Jesús<br />

33 Llegado el mediodía, <strong>la</strong> oscuridad cubrió todo el país hasta <strong>la</strong>s tres de <strong>la</strong> tarde,<br />

34 y a esa hora Jesús gritó con voz potente: «Eloí, Eloí, <strong>la</strong>mmá sabactani», que quiere decir: «Dios<br />

mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»<br />

35 Al oírlo, algunos de los que estaban allí dijeron: «Está l<strong>la</strong>mando a Elías.»<br />

36 Uno de ellos corrió a mojar una esponja en vinagre, <strong>la</strong> puso en <strong>la</strong> punta de una caña y le ofreció<br />

de beber, diciendo: «Veamos si viene Elías a bajarlo.»<br />

37 Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.<br />

38 En seguida <strong>la</strong> cortina que cerraba el santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.<br />

39 Al mismo tiempo el capitán romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:<br />

«Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.»<br />

40 Había unas mujeres que miraban de lejos, entre el<strong>la</strong>s María Magdalena, María, madre de Santiago<br />

el Menor y de José, y Salomé.<br />

41 Cuando Jesús estaba en Galilea, el<strong>la</strong>s lo seguían y lo servían. Con el<strong>la</strong>s estaban también otras más<br />

que habían subido con Jesús a Jerusalén.<br />

Al mediodía viene una gran oscuridad que se prolonga al menos por tres<br />

horas, hasta <strong>la</strong> muerte de Jesús. ¿La tierra será más consciente que los<br />

humanos, al cubrirse el rostro ante el crimen que se va a cometer? Una<br />

profecía está en el trasfondo.<br />

El cosmos anuncia que ha llegado <strong>la</strong> hora del fin: <strong>la</strong> intervención decisiva de<br />

Dios en <strong>la</strong> historia. En medio de <strong>la</strong> oscuridad Jesús ora con el Salmo 22. Los<br />

presentes se bur<strong>la</strong>n de su experiencia de Dios tergiversando <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del<br />

Salmo. Jesús muere.<br />

Al morir Jesús un nuevo signo interpretativo del sentido de <strong>la</strong> cruz se<br />

manifiesta: el velo del Templo se rasga. En el cuerpo del crucificado Dios ha<br />

reve<strong>la</strong>do su presencia definitiva en medio de los hombres: un nuevo acceso<br />

a Dios es posible.<br />

El centurión romano profesa <strong>la</strong> fe: ―viendo <strong>la</strong> forma como murió‖. De<br />

forma <strong>para</strong>dójica se realiza lo que piden los adversarios: ―que veamos<br />

<strong>para</strong> que creamos‖.<br />

Curiosamente lo que ve el centurión no es que Jesús se salve de <strong>la</strong> Cruz<br />

sino que muere en el<strong>la</strong> con una oración de confianza en el Padre Dios. Dice:<br />

―Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios‖. Es <strong>la</strong> más bel<strong>la</strong><br />

profesión de fe del Evangelio.<br />

Las mujeres, imagen de fidelidad en el discipu<strong>la</strong>do, contemp<strong>la</strong>n <strong>la</strong> escena<br />

desde lejos.<br />

1. 14. Jesús es sepultado<br />

Jesús es sepultado<br />

42 Había caído <strong>la</strong> tarde. Como era el día de <strong>la</strong> Pre<strong>para</strong>ción, es decir, <strong>la</strong> víspera del sábado,<br />

43 intervino José de Arimatea. Ese miembro respetable del Consejo supremo era de los que<br />

esperaban el Reino de Dios, y fue directamente donde Pi<strong>la</strong>to <strong>para</strong> pedirle el cuerpo de Jesús.


44 Pi<strong>la</strong>to se extrañó de que Jesús hubiera muerto tan pronto y l<strong>la</strong>mó al centurión <strong>para</strong> saber si<br />

realmente era así.<br />

45 Después de escuchar al centurión, Pi<strong>la</strong>to entregó a José el cuerpo de Jesús.<br />

46 José lo bajó de <strong>la</strong> cruz y lo envolvió en una sábana que había comprado, lo colocó en un sepulcro<br />

excavado en <strong>la</strong> roca e hizo rodar una piedra grande contra <strong>la</strong> entrada de <strong>la</strong> tumba.<br />

47 María Magdalena y María, <strong>la</strong> madre de José, estaban allí observando dónde lo depositaban.<br />

No todos los responsables del pueblo judío eran contrarios a Jesús. Uno de<br />

ellos viene a enterrarlo. Las mujeres hacen de ―testigos‖ de <strong>la</strong> sepultura en<br />

<strong>la</strong> expectativa de lo sean también después de <strong>la</strong> resurrección y tengan un<br />

papel diverso en <strong>la</strong> comunidad de Jesús.<br />

2. Releamos ahora el Evangelio con un Padre de <strong>la</strong> Iglesia<br />

Domingo de Ramos (B)<br />

Mc 14, 1–15, 47:<br />

Homilía de san Agustín<br />

(Sermón 218C, 2)<br />

«Así pues, no sólo no hemos de avergonzarnos de <strong>la</strong> muerte de<br />

nuestro Señor, sino que en verdad debemos depositar en el<strong>la</strong> toda<br />

nuestra confianza, y gloriarnos sólo en el<strong>la</strong>.<br />

Aceptando, en efecto, de nosotros <strong>la</strong> muerte, que encontró en<br />

nosotros, ha salido como fiador fiel <strong>para</strong> darnos <strong>la</strong> vida en Él, vida<br />

que nosotros no podríamos tener por nosotros mismos.<br />

Pues quien tanto nos amó que padeció por los pecadores, siendo él<br />

inocente, ¿cómo no va a concedernos a nosotros lo que a los<br />

justos, siendo Él quien justifica? ¿Cómo no nos lo va a conceder<br />

quien ha prometido con verdad los premios a los santos, habiendo<br />

llevado sobre sí <strong>la</strong> pena de los malvados, siendo Él inocente?<br />

Confesemos, pues, hermanos, sin temor, o más bien, profesemos<br />

que Cristo ha sido crucificado por nosotros. Proc<strong>la</strong>mémoslo llenos<br />

de gozo y no asustados; gloriándonos, no avergonzados.<br />

Así lo vio el apóstol Pablo, y lo valoró como título de gloria.<br />

Teniendo muchas cosas grandiosas y divinas <strong>para</strong> rememorar, no<br />

dijo que se gloriaba en los hechos maravillosos de Cristo, que<br />

junto con el Padre creó el mundo, y que siendo hombre como<br />

nosotros, mostró su dominio sobre el mundo, sino que dijo: Lejos<br />

de mí el gloriarme si no es en <strong>la</strong> cruz de nuestro Señor Jesucristo<br />

(Gal 6, 14).<br />

Sabía bien quién, por quiénes, y de dónde había pendido, y el<br />

Apóstol se gloriaba de tal humildad de Dios, y de <strong>la</strong> excelsitud<br />

divina».


―Seremos participantes de <strong>la</strong> Pascua de forma más c<strong>la</strong>ra de lo que se hacía<br />

en <strong>la</strong> antigua Ley (…). Pero un día, cuando el Verbo beba con nosotros el<br />

cáliz nuevo del Reino del Padre, participaremos más perfectamente y con<br />

visión más c<strong>la</strong>ra, porque entonces el Verbo mostrará lo que ahora nos hizo<br />

ver de forma menos plena. (…)<br />

Si eres Simón Cireneo, toma <strong>la</strong> cruz y sigue al Maestro. Si, como <strong>la</strong>drón,<br />

está colgado de <strong>la</strong> cruz, reconoce honestamente a Dios: si él, por ti y por<br />

tus pecados fue ahora contado entre los impíos, tú, por Él, hazte justo.<br />

Adora a aquel que por tu culpa fue colgado de un madero; y si tú estás<br />

crucificado, saca ventaja de tu maldad, compra <strong>la</strong> sal con <strong>la</strong> muerte, entra<br />

en el Paraíso con Jesús, <strong>para</strong> comprender de qué altura caíste…<br />

Si eres José de Arimatea, pide el cuerpo a quien lo crucificó; aprópiate del<br />

cuerpo que expió los pecados del mundo.<br />

Si eres Nicodemo, aquel admirador nocturno de Dios, úngelo con los<br />

ungüentos fúnebres.<br />

Si eres <strong>la</strong> primera María, o <strong>la</strong> otra María, o Salomé, o Juana, derrama<br />

lágrimas al romper el alba. Obra de tal manera que puedas ver el túmulo<br />

destapado o, tal vez, a los ángeles o incluso al propio Jesús‖.<br />

Anexo 1<br />

(San Gregorio Nacianceno, Oratio XLV, in Pascha, 23-25)<br />

Pistas sobre <strong>la</strong>s otras <strong>lectura</strong>s del Domingo<br />

Sumario: El himno de <strong>la</strong> carta a los Filipenses le da el tono a <strong>la</strong> celebración<br />

de este Domingo de Ramos y a toda <strong>la</strong> Semana Santa:<br />

―Cristo Jesús, siendo de condición divina… se anonadó a sí<br />

mismo… se humilló haciéndose obediente hasta <strong>la</strong> muerte, y una<br />

muerte de Cruz. Por eso Dios lo encumbró sobre todos…‖.<br />

Antes de escuchar <strong>la</strong> Pasión según san Marcos, meditemos en <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> figura<br />

del Siervo Sufriente presentada por el profeta Isaías. Junto a Jesús en <strong>la</strong><br />

Cruz, oremos igualmente con el Salmo 21, un Salmo de profunda tristeza<br />

pero también de confianza en Dios.


Primera <strong>lectura</strong>:<br />

Isaías 50,4-7<br />

No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado<br />

(Tercer cántico del Siervo del Señor)<br />

4 El Señor Yavé me ha concedido el poder hab<strong>la</strong>r como su discípulo. Y ha puesto en mi<br />

boca <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>para</strong> fortalecer al que está aburrido. A <strong>la</strong> mañana él despierta mi mente<br />

y lo escucho como lo hacen los discípulos.<br />

5 El Señor Yavé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás.<br />

6 He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejil<strong>la</strong>s a quienes me tiraban <strong>la</strong><br />

barba, y no oculté mi rostro ante <strong>la</strong>s injurias y los escupos.<br />

7 El Señor Yavé está de mi parte, y por eso no me molestan <strong>la</strong>s ofensas; por eso, puse mi<br />

cara dura como piedra y yo sé que no quedaré frustrado.<br />

El texto de Isaías le da <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra a un misterioso ―servidor de Dios‖,<br />

mejor conocido como el ―Siervo de Yahvé‖. Éste es ya su Tercer Cántico.<br />

El Siervo se deja tomar por <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios y comienza a proc<strong>la</strong>mar<strong>la</strong>.<br />

Después de un comienzo positivo, cargado de esperanza (Isaías 42: Primer<br />

Cántico) y de <strong>la</strong>s primeras dificultades que tiene que enfrentar (Isaías 49:<br />

Segundo Cántico), le llega <strong>la</strong> hora de <strong>la</strong> persecución frontal.<br />

El Siervo confiesa su fidelidad activa a <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra del Señor, <strong>la</strong> cual escucha<br />

<strong>para</strong> poder reconfortar a sus compañeros desalentados. ¿Serán <strong>la</strong>s primeras<br />

dificultades que vivieron los repatriados de Babilonia, después de los<br />

primeros tiempos de entusiasmo?<br />

Por su docilidad a <strong>la</strong>s órdenes divinas, el Siervo comenzó a sufrir<br />

humil<strong>la</strong>ciones y malos tratos por parte de <strong>la</strong>s autoridades paganas o, lo que<br />

parece más probable, por miembros de su propio pueblo. Con todo, el<br />

Siervo se mantiene firme en su tarea y confían en <strong>la</strong> justicia del Señor.<br />

La tradición cristiana ha visto en esta figura una imagen de Jesús, <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra viviente de Dios, de cara a <strong>la</strong> hostilidad de su pueblo. Como lo dice<br />

el prólogo de Juan: ―La Pa<strong>la</strong>bra vino a los suyos y los suyos no <strong>la</strong><br />

recibieron‖ (Juan 1,10).<br />

Salmo responsorial: Salmo 22, 8-9.17-20.23-24<br />

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

8 Todos los que me ven, de mí se bur<strong>la</strong>n, hacen muecas y mueven <strong>la</strong> cabeza:<br />

9 «¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!»<br />

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

17 Como perros de presa me rodean, me acorra<strong>la</strong> una banda de malvados. Han <strong>la</strong>stimado<br />

mis manos y mis pies.<br />

18 Con tanto mirarme y observarme pudieron contar todos mis huesos.<br />

19 Reparten entre sí mis vestiduras y mi túnica <strong>la</strong> tiran a <strong>la</strong> suerte.<br />

20 Pero tú, Señor, no te quedes lejos; ¡fuerza mía, corre a socorrerme!


R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

23 Yo hab<strong>la</strong>ré de tu Nombre a mis hermanos, te a<strong>la</strong>baré también en <strong>la</strong> asamblea.<br />

24 A<strong>la</strong>ben al Señor sus servidores, todo el linaje de Jacob lo ac<strong>la</strong>me, toda <strong>la</strong> raza de<br />

Israel lo tema<br />

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?<br />

En <strong>la</strong> pasión según san Marcos que leemos en esta celebración del Domingo<br />

de Ramos, Jesús –poco antes de morir- grita con fuerte voz: ―Dios mío,<br />

Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?‖. Así precisamente comienza<br />

el Salmo 21.<br />

En este Salmo un justo sufriente se encuentra en una tremenda crisis<br />

causada por <strong>la</strong> sensación de <strong>la</strong> ausencia de Dios en medio de sus<br />

problemas, un remolino de sentimientos le hace percibir que está al borde<br />

de <strong>la</strong> muerte. Los enemigos lo acorra<strong>la</strong>n como bestias al acecho. Ha sido<br />

abandonado por todos, y viene <strong>la</strong> pregunta: ¿Y Dios?<br />

En <strong>la</strong> segunda parte del Salmo, hay un cambio total de <strong>la</strong> situación: Dios se<br />

manifiesta, no se queda mudo. Dios escucha el grito del justo sufriente,<br />

quien ahora puede exc<strong>la</strong>mar: ―Me has respondido‖.<br />

La última parte del Salmo es precisamente una oración de acción de gracias<br />

al Dios Salvador: ―¡Alábenlo! ¡Glorifíquenlo! ¡Témanlo!‖.<br />

Segunda <strong>lectura</strong>:<br />

Filipenses 2,6-11<br />

Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo<br />

Tengan unos con otros los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús:<br />

6 Él compartía <strong>la</strong> naturaleza divina, y no consideraba indebida <strong>la</strong> igualdad con Dios, sin<br />

embargo se redujo a nada,<br />

7 tomando <strong>la</strong> condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en<br />

<strong>la</strong> condición humana,<br />

8 se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta <strong>la</strong> muerte, y muerte de cruz.<br />

9 Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,<br />

10 <strong>para</strong> que al Nombre de Jesús se doble toda rodil<strong>la</strong> en los cielos, en <strong>la</strong> tierra y entre los<br />

muertos,<br />

11 y toda lengua proc<strong>la</strong>me que Cristo Jesús es el Señor, <strong>para</strong> gloria de Dios Padre.<br />

Los primeros cristianos cantaban así su fe en el Misterio Pascual de Jesús, el<br />

salvador, en <strong>la</strong> liturgia bautismal y en <strong>la</strong>s Eucaristías.<br />

Con este himno cristológico, San Pablo quiere sacudir a los cristianos que<br />

caen en <strong>la</strong> tentación del querer aparecer demasiado, cayendo en <strong>la</strong><br />

vanagloria y <strong>la</strong> rivalidad entre sí, poniendo así en peligro <strong>la</strong> unidad de <strong>la</strong><br />

Comunidad.


Notemos el contraste entre <strong>la</strong> expresión ―condición divina‖, que se refiere<br />

a <strong>la</strong> divinidad de Jesús, y <strong>la</strong> ―condición de esc<strong>la</strong>vo‖, que se refiere a su<br />

humanidad concreta.<br />

La primera parte del Himno describe el abajamiento de Jesús hasta el<br />

último grado de <strong>la</strong> condición de ―esc<strong>la</strong>vo‖ (<strong>la</strong> cruz era el suplicio de los<br />

esc<strong>la</strong>vos). El sujeto de los verbos es Cristo: él escogió deliberadamente el<br />

destino del siervo.<br />

La segunda parte describe su exaltación progresiva, hasta <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación<br />

de su señorío universal. Ahora Dios es el sujeto de los verbos: él es quien<br />

exalta a su Cristo, quien se humilló.<br />

Pablo está pensando en el Siervo sufriente del que hab<strong>la</strong> Isaías y considera<br />

<strong>la</strong> persona histórica de Jesús (y no tanto al Hijo de Dios en su preexistencia<br />

eterna).<br />

En contraste con Adán, simple hombre, quien intentó apropiarse de <strong>la</strong> gloria<br />

y de los privilegios que le pertenecían exclusivamente a Dios (Gn 3), Cristo,<br />

lejos de reinvindicar <strong>la</strong> gloria a <strong>la</strong> que tenía derecho en cuanto Dios,<br />

renunció a el<strong>la</strong> intencionalmente, escogiendo el camino de <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción, y<br />

¡hasta qué punto! Por eso fue exaltado soberanamente, mientras que Adán<br />

fue ―precipitado‖ de su condición original.<br />

Cristo se aniquiló (literalmente: ―se vació de sí mismo‖): no quiere decir<br />

que renunció a su naturaleza divina –cosa impensable- sino que no quiso<br />

usar los privilegios que esa naturaleza le concedía a su humanidad. Decidió<br />

privarse de ellos, <strong>para</strong> recibirlos del Padre, como fruto de su obediencia<br />

pascual.<br />

Así, <strong>la</strong> humanidad de Jesús es el mejor l<strong>la</strong>mado a los creyentes <strong>para</strong> que<br />

vivan integralmente el Misterio pascual se su Señor.<br />

Anexo 2<br />

Para quienes pre<strong>para</strong>n <strong>la</strong> liturgia<br />

I<br />

El rito de entrada de todas <strong>la</strong>s Misas de este Domingo conmemora <strong>la</strong><br />

entrada de Jesús en Jerusalén <strong>para</strong> tomar posesión de su realeza: en <strong>la</strong><br />

Misa principal de <strong>la</strong> comunidad, esta conmemoración toma <strong>la</strong> forma<br />

expresiva de <strong>la</strong> procesión de ramos o, al menos, de <strong>la</strong> entrada solemne,<br />

precedida de <strong>la</strong> bendición de ramos y de <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación del Evangelio de <strong>la</strong><br />

entrada de Jesús a <strong>la</strong> ciudad santa.<br />

En <strong>la</strong>s otras Misas se puede optar entre <strong>la</strong> entrada solemne y <strong>la</strong> entrada<br />

simple. En el último caso hay que valorar, al menos, el canto de entrada.


Hay que seguir <strong>la</strong>s indicaciones que el Misal nos da <strong>para</strong> <strong>la</strong>s diferentes<br />

situaciones.<br />

La bel<strong>la</strong> monición del Misal <strong>para</strong> el comienzo de <strong>la</strong> celebración en <strong>la</strong> forma<br />

más solemne, se puede adaptar como monición inicial en cualquiera de los<br />

casos.<br />

II<br />

El punto alto de <strong>la</strong> liturgia de este Domingo de <strong>la</strong> Pasión es <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación<br />

del re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión según san Marcos. Se trata del más breve de los<br />

Evangelios, ojalá no se pierda <strong>la</strong> oportunidad <strong>para</strong> una <strong>lectura</strong> completa.<br />

Según <strong>la</strong> tradición, <strong>la</strong> Pasión se proc<strong>la</strong>ma por varios lectores, habitualmente<br />

tres. El celebrante siempre hace <strong>la</strong> parte de Jesús.<br />

III<br />

Es importante anunciarle a <strong>la</strong> comunidad en este domingo, el programa<br />

completo de <strong>la</strong>s fiestas pascuales. Motivemos especialmente <strong>la</strong> participación<br />

de todos en <strong>la</strong>s celebraciones del Triduo Pascual. Enfaticemos <strong>la</strong><br />

importancia de <strong>la</strong> Vigilia Pascual. Todas estas celebraciones justifican una<br />

pre<strong>para</strong>ción cuidadosa por parte de todos los que en el<strong>la</strong>s deben<br />

desempeñar algún oficio litúrgico.<br />

IV<br />

Para los lectores.<br />

Primera <strong>lectura</strong>: El lector, en cuanto es posible, deberá observar los puntos<br />

finales y los puntos y comas; ahí hará <strong>la</strong>s pausas. Atención a <strong>la</strong> articu<strong>la</strong>ción<br />

(sobre todo en <strong>la</strong>s consonantes).<br />

Segunda <strong>lectura</strong>: el texto, fácil en sí, se hace difícil por su estilo. Este<br />

poema requiere recursos oratorios expresivos. Hágase un crescendo en <strong>la</strong><br />

última frase.<br />

MEDITATIO<br />

La liturgia de hoy abre <strong>la</strong>s celebraciones pascuales. Nos encontramos entre<br />

<strong>la</strong> muchedumbre que acude festiva a <strong>la</strong> entrada de Jesús en <strong>la</strong> ciudad santa<br />

y se nos invita a continuación a escuchar <strong>la</strong> dolorosa pasión que en Marcos<br />

da <strong>la</strong> definitiva respuesta a <strong>la</strong> pregunta que atraviesa todo el Evangelio:<br />

¿quién es Jesús?.<br />

Y también nosotros debemos ahora pronunciarnos a su favor con verdad y<br />

franqueza <strong>para</strong> no pasar -como hizo <strong>la</strong> muchedumbre- del hosanna al<br />

crucifige. Debemos preguntarnos si de verdad también nosotros estamos<br />

dispuestos a afrontar con el Maestro y nuestro Señor el camino del amor. Es<br />

una senda que se manifiesta, en su aparente debilidad e inutilidad, en un<br />

abandono incondicionado a <strong>la</strong> voluntad del Padre.


Si los discípulos de entonces, que habían palpado el Verbo de <strong>la</strong> vida, que<br />

habían hundido en sus ojos <strong>la</strong> mirada, no lo han comprendido, sino que<br />

abandonaron y traicionaron a Jesús, ¿cómo podremos nosotros presumir de<br />

ser fieles, engatusados como estamos por mil sirenas que nos ofrecen una<br />

felicidad efímera?<br />

¿Osaremos tener <strong>la</strong> mirada fija en Jesús, por lo menos en estos días santos,<br />

<strong>para</strong> no dar una mano al que trata de asfixiar al amor? Sólo a los pies de <strong>la</strong><br />

cruz podrá renacer en nosotros una fe más madura en Jesús verdadero<br />

hombre y verdadero Dios, un Dios tan enamorado de su criatura que acepta<br />

morir por amor.<br />

Nuestra vida necesita esta fe <strong>para</strong> crear <strong>la</strong> novedad de gestos que sólo el<br />

amor humilde sabe inventar, y <strong>para</strong> transfigurar <strong>la</strong> trivialidad cotidiana en<br />

una maravillosa epifanía del Reino de Dios que está en medio de nosotros.<br />

ORATIO<br />

Concédenos, Señor, <strong>la</strong> gracia de vivir este tiempo en un profundo<br />

recogimiento interior. Que hasta en los compromisos diarios de nuestro<br />

trabajo permanezca viva en nosotros <strong>la</strong> memoria de tu santísima pasión.<br />

Dispón tú mismo nuestro corazón <strong>para</strong> que acoja cualquier experiencia<br />

dolorosa, nuestra o de nuestros seres queridos, como una ocasión<br />

privilegiada de unirnos a ti, que has querido salvarnos a precio de tu<br />

sangre.<br />

Sólo cuando aceptemos cargar con el dolor de otros, como tú has asumido<br />

el nuestro, podremos celebrar de verdad tu pascua y convertirnos en signos<br />

de esperanza <strong>para</strong> tantos hermanos nuestros que esperan nuestra ayuda,<br />

nuestro sostén y nuestro aliento.<br />

CONTEMPLATIO<br />

Hoy se nos invita a contemp<strong>la</strong>r <strong>la</strong> belleza del Rey. Sólo contemp<strong>la</strong> y mira<br />

con provecho <strong>para</strong> su propia alma al verdadero rey, que es Cristo, quien le<br />

somete <strong>la</strong> inteligencia y ama sinceramente, con afecto devoto, su bondad e<br />

inefable clemencia; y quien además le imita, asimi<strong>la</strong>ndo su humildad y su<br />

voluntario envilecimiento.<br />

En este día, el Rey de reyes, Cristo, mostró su profunda humildad <strong>para</strong> que<br />

<strong>la</strong> imitásemos, cuando entró en Jerusalén sobre una borrica, no un caballo<br />

enjaezado. Mostró su benignidad cuando, aun siendo emperador y señor de<br />

los ejércitos celestes, se dignó ser rey y jefe de un grupo de frágiles<br />

vagabundos. De todo esto se hab<strong>la</strong> en Zacarías: "¡Alégrate, hija de Sión;<br />

salta de júbilo, hija de Jerusalén!".


Toda alma fiel, hija de Sión y de Jerusalén, es decir, de <strong>la</strong> madre Iglesia,<br />

debe en este día salir al encuentro de Cristo no sólo corporalmente, sino<br />

con los sentimientos interiores, con corazón rebosante de gozo y <strong>la</strong>bios<br />

festivos, con ramos de olivo como signo de <strong>la</strong> íntima devoción, con ramos<br />

de palma simbolizando <strong>la</strong> victoria y el honor, porque nuestro rey, Jesucristo,<br />

con su humildad vence al soberbio enemigo, el diablo, librando a su pueblo<br />

en virtud de su sangre.<br />

Por esta razón él no viene hoy con fasto, sino como salvador humilde y<br />

pobre <strong>para</strong> anunciar <strong>la</strong> paz a los hombres, sacándolos del amor del mundo<br />

<strong>para</strong> atraerlos al amor y a<strong>la</strong>banza de Dios<br />

(san Buenaventura, Sermones dominicales, 20,6.9)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Lo mismo que muchos se horrorizaban al verlo, así asombrará a muchos<br />

pueblos" (Is 52,14s).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

No se puede abordar <strong>la</strong> vida de Jesús a sangre fría, porque ahí se juega el<br />

destino del hombre: Jesús se presenta como el Maestro de <strong>la</strong> vida.<br />

Sus lágrimas nos conmueven aún más al aproximarse el domingo de<br />

Ramos, donde asistimos a una especie de triunfo del Señor que no le lleva a<br />

engaño. Pocos días antes de su crucifixión, lleva sobre sí a toda <strong>la</strong><br />

humanidad, a toda <strong>la</strong> historia, a todo el universo, a <strong>la</strong> luz de esta reve<strong>la</strong>ción<br />

formidable que hará de <strong>la</strong> muerte de Dios una afirmación de su<br />

omnipotencia.<br />

¿Cómo puede llorar Dios? ¿Qué significa esto? ¿No se repite hasta el infinito<br />

que Dios es omnipotente? Pues bien, no: lo que Dios ha reve<strong>la</strong>do al mundo<br />

es precisamente el fracaso de un Dios que se reve<strong>la</strong> como amor, que no es<br />

otra cosa que amor. ¿Y qué puede hacer el amor? Sólo amar.<br />

Y cuando el amor no encuentra amor, cuando siempre choca con un<br />

rechazo obstinado, se queda impotente, y sólo puede ofrecer <strong>la</strong>s propias<br />

heridas. Si Dios no se hubiese comprometido con nuestro destino y nuestra<br />

historia hasta morir en <strong>la</strong> cruz, sería un Dios incomprensible y escandaloso.<br />

Por suerte, Jesús nos ha librado de tal escándalo y ha abierto los ojos de<br />

nuestro corazón: él imprime en lo más hondo de nuestra alma ese rostro de<br />

un Dios silencioso, de un Dios incapaz de obligarnos y que se entrega en<br />

nuestras manos, de un Dios que nos concede un crédito insensato; de un


Dios, finalmente, que no puede entrar en nuestra historia sin el<br />

consentimiento de nuestro amor.<br />

Quien no se aleja de sí mismo <strong>para</strong> tomar contacto con Jesús no puede<br />

pretender haberlo encontrado (M. Zundel, Scintille, Cinisello B. 1990, 98s).<br />

El significado de <strong>la</strong> Semana Santa<br />

Mc 11,1-11<br />

El tiempo de conversión que Dios nos concedió en el tiempo de Cuaresma<br />

alcanza su punto máximo en <strong>la</strong> Semana Santa que comienza este domingo<br />

con <strong>la</strong> celebración de <strong>la</strong> entrada de Jesús en Jerusalén y <strong>la</strong> <strong>lectura</strong> de <strong>la</strong><br />

Pasión. Todos los medios de comunicación comprenden que en esta<br />

semana los cristianos celebramos algo grande y a los Obispos nos hacen a<br />

menudo <strong>la</strong> pregunta: ―¿Qué conmemoran los cristianos en esta<br />

semana?‖.<br />

En realidad, en esta semana no sólo se trata de hacer el recuerdo de<br />

hechos del pasado.<br />

Para los cristianos los hechos salvíficos no son simplemente hechos<br />

históricos que el tiempo ha dejado atrás. Los grandes hechos históricos,<br />

como el descubrimiento de América o <strong>la</strong> independencia de Colombia, se<br />

recuerdan porque introdujeron cambios decisivos <strong>para</strong> <strong>la</strong> vida de los<br />

hombres; pero son hechos puntuales que quedaron ubicados en el pasado y<br />

ya no se repiten más.<br />

Los hechos salvíficos, en cambio, están haciéndose presentes y actuales<br />

hoy. En efecto, a través de <strong>la</strong> liturgia, nosotros nos hacemos<br />

contemporáneos de los misterios de <strong>la</strong> salvación, esos misterios acontecen<br />

en medio de nosotros y los que participamos de ellos hoy somos salvados<br />

del pecado y de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud a que el pecado nos tiene sometidos.<br />

Jesús no es un muerto, no es un difunto de quien conmemoramos <strong>la</strong>s<br />

hazañas. Jesús está vivo y operante hoy. Ningún difunto en <strong>la</strong> historia ha<br />

resucitado y ha prometido: ―Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin<br />

del mundo‖ (Mt 28,20). Nadie en <strong>la</strong> historia ha pretendido ser necesario<br />

<strong>para</strong> los hombres como Jesús: ―Yo soy <strong>la</strong> vid; ustedes los sarmientos. El que<br />

permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque se<strong>para</strong>dos de mí<br />

no pueden hacer nada‖ (Jn 15,5).<br />

Los apóstoles eran hombres muy concretos y realistas. Pero sobre <strong>la</strong> base<br />

de su propia experiencia afirman: ―Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por<br />

los siglos‖ (Heb 13,8). Y otro de ellos escribe: ―Les anunciamos <strong>la</strong> Vida<br />

eterna, que estaba junto al Padre y que se nos manifestó: lo que hemos<br />

visto y oído, se lo anunciamos, <strong>para</strong> que también ustedes esten en<br />

comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y<br />

con su Hijo Jesucristo‖ (1 Jn 1,2-3). Hab<strong>la</strong> de una comunión de los


cristianos unos con otros y de todos con Jesucristo muchos años después<br />

de <strong>la</strong> muerte y resurrección de Cristo. Es una comunión que supera el<br />

tiempo, porque tiene dimensión de Vida eterna.<br />

Participando en <strong>la</strong> liturgia de <strong>la</strong> muerte y resurrección de Cristo –desde el<br />

jueves santo hasta el domingo de resurrección- nosotros entramos en<br />

comunión con Cristo: morimos junto con él y resucitamos junto con él a una<br />

Vida eterna. En respuesta a esa pregunta de <strong>la</strong> prensa que he indicado más<br />

arriba, quisiéramos poder expresar todo esto.<br />

La segunda pregunta obligada de <strong>la</strong> prensa es: ―¿Qué pensamos de<br />

aquel<strong>la</strong>s personas que toman estos días como vacaciones y se dedican a<br />

divertirse y pasarlo bien?‖. A <strong>la</strong> luz de todo lo dicho, podemos responder<br />

que esas personas nos causan pena, porque ―no saben lo que hacen‖ (cf. Lc<br />

23,34).<br />

En efecto, el<strong>la</strong>s prefieren <strong>la</strong>s criaturas antes que el Creador, prefieren tener<br />

comunión con <strong>la</strong> comida, <strong>la</strong> bebida y los deleites de este mundo antes que<br />

tener comunión con Dios. A el<strong>la</strong>s les decimos: ―Nosotros estamos en<br />

comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo‖.<br />

+ Felipe Bacarreza Rodríguez<br />

Obispo de Santa María de Los Ángeles


Lunes 2 de Abril<br />

Isaías 42, 1-7<br />

Miren a mi siervo, a quien sostengo<br />

(Primer canto del Siervo del Señor)<br />

Lunes Santo<br />

1 He aquí a mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido, al que escogí con gusto. He puesto<br />

mi Espíritu sobre él, y hará que <strong>la</strong> justicia llegue a <strong>la</strong>s naciones.<br />

2 No c<strong>la</strong>ma, no grita, no se escuchan proc<strong>la</strong>maciones en <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>zas.<br />

3 No rompe <strong>la</strong> caña dob<strong>la</strong>da ni ap<strong>la</strong>sta <strong>la</strong> mecha que está por apagarse, sino que hace<br />

florecer <strong>la</strong> justicia en <strong>la</strong> verdad.<br />

4 No se dejará quebrar ni ap<strong>la</strong>star, hasta que establezca el derecho en <strong>la</strong> tierra. Las<br />

tierras de ultramar esperan su ley.<br />

5 Así hab<strong>la</strong> el Señor, que creó los cielos y los estiró, que moldeó <strong>la</strong> tierra y todo lo que<br />

sale de el<strong>la</strong>, que dio aliento a sus habitantes y espíritu, a los que se mueven en el<strong>la</strong>.<br />

6 Yo, el Señor, te he l<strong>la</strong>mado <strong>para</strong> cumplir mi justicia, te he formado y tomado de <strong>la</strong><br />

mano, te he destinado <strong>para</strong> que unas a mi pueblo y seas luz <strong>para</strong> todas <strong>la</strong>s naciones.<br />

7 Para abrir los ojos a los ciegos, <strong>para</strong> sacar a los presos de <strong>la</strong> cárcel, y del ca<strong>la</strong>bozo a los<br />

que yacen en <strong>la</strong> oscuridad.<br />

En estos días santos, se yergue ante nosotros <strong>la</strong> figura del Siervo del Señor<br />

silenciosa y majestuosa, <strong>para</strong> introducirnos en el misterio pascual: su<br />

elección, misión y sufrimientos son profecía de <strong>la</strong> suerte de Cristo.<br />

Dios mismo presenta a su Siervo. El lo ha elegido <strong>para</strong> una misión difícil y<br />

de capital importancia, por ello le sostiene. Consagrado con el espíritu<br />

profético, el Siervo llevará el "derecho" a todas <strong>la</strong>s gentes, es decir, el<br />

conocimiento práctico de los juicios de Dios (v. 1).<br />

Este carácter "judiciario" se ilustra con <strong>la</strong> imagen de los vv. 2s, donde <strong>la</strong><br />

misión del Siervo se describe teniendo en cuenta <strong>la</strong> figura del "heraldo del<br />

gran Rey". Según <strong>la</strong>s costumbres de Babilonia, el heraldo estaba<br />

encargado de proc<strong>la</strong>mar en <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>zas de <strong>la</strong> ciudad los decretos de<br />

condenas a muerte. Si al concluir el pregón no surgía ningún testimonio en<br />

defensa del condenado, rompía <strong>la</strong> caña y apagaba <strong>la</strong> lám<strong>para</strong> que llevaba,<br />

<strong>para</strong> indicar que <strong>la</strong> condena era ya irrevocable.<br />

Ahora bien, el Siervo del único verdadero Rey, Dios, no quiebra <strong>la</strong> caña<br />

cascada. Mensajero de su juicio, no viene a condenar, sino a salvar. Con <strong>la</strong><br />

fuerza de <strong>la</strong> mansedumbre y <strong>la</strong> firmeza de <strong>la</strong> verdad, perseverará en su<br />

tarea; <strong>la</strong>s regiones más remotas, los que están lejanos de Dios, atenderán a<br />

<strong>la</strong> torah, <strong>la</strong> enseñanza que nos trae (v 4).<br />

En Cristo, <strong>la</strong> figura se convierte en realidad. Cristo es a <strong>la</strong> vez verdadero<br />

Siervo doliente y verdadero libertador de <strong>la</strong> humanidad de <strong>la</strong> cárcel del<br />

pecado, elegido y enviado <strong>para</strong> <strong>la</strong> salvación. El es <strong>la</strong> luz que ha venido al<br />

mundo a iluminar a todas <strong>la</strong>s gentes. El es el mediador de una nueva y<br />

eterna alianza (vv. 6s), ratificada con su cuerpo entregado y con su sangre<br />

derramada.


Juan 12, 1-11<br />

―Ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos‖<br />

1 Seis días antes de <strong>la</strong> Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había<br />

resucitado.<br />

2 Allí le pre<strong>para</strong>ron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.<br />

3 María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los<br />

pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con <strong>la</strong> fragancia del<br />

perfume.<br />

4 Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:<br />

5 « ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios <strong>para</strong> dárselos a los<br />

pobres?».<br />

6 Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era <strong>la</strong>drón y, como<br />

estaba encargado de <strong>la</strong> bolsa común, robaba lo que se ponía en el<strong>la</strong>.<br />

7 Jesús le respondió: «Déja<strong>la</strong>. El<strong>la</strong> tenía reservado este perfume <strong>para</strong> el día de mi<br />

sepultura.<br />

8 A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».<br />

9 Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no<br />

sólo por Jesús, sino también <strong>para</strong> ver a Lázaro, al que había resucitado.<br />

10 Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro,<br />

11 porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.<br />

La unción de Betania:<br />

Un gesto de amor que desve<strong>la</strong> <strong>la</strong> mezquindad de los otros<br />

El evangelio de hoy es una excelente puerta de entrada en el misterio<br />

pascual de Jesús, a <strong>la</strong> manera de Juan. Junto a <strong>la</strong> melodía aguda del amor,<br />

se deja sentir del contrapunto del desamor que rechaza a Jesús. Hoy los<br />

amigos le ofrecen una cena a Jesús, pero luego será Él quien <strong>la</strong> ofrezca y el<br />

don mayor será Él mismo.<br />

L<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> atención que los textos escogidos del evangelio desde hoy hasta el<br />

jueves, hagan mención todos de <strong>la</strong> ―mesa‖. Ésta es signo de comunión, de<br />

vínculos profundos.<br />

Frente a el<strong>la</strong> desfi<strong>la</strong>rán personajes y se desve<strong>la</strong>rán actitudes que nos<br />

ayudarán a captar <strong>la</strong> luz que arroja el misterio de <strong>la</strong> Pasión de Jesús sobre<br />

<strong>la</strong>s pasiones humanas y a percibir, al mismo tiempo, toda <strong>la</strong> acogida que<br />

Dios hace del hombre en el misterio de <strong>la</strong> Cruz.<br />

La cena en Betania se ubica ―seis días antes de <strong>la</strong> Pascua‖ (12,1ª). De<br />

esta manera el evangelista comienza <strong>la</strong> cuenta regresiva <strong>para</strong> <strong>la</strong> muerte de<br />

Jesús. Por otra parte, <strong>la</strong> mención de Betania como el lugar ―donde estaba<br />

Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos‖<br />

(12,1b) conecta lo que acababa de suceder –<strong>la</strong> experiencia de fe en <strong>la</strong><br />

resurrección- y con <strong>la</strong> Pasión de Jesús que está por comenzar.<br />

Esta escena tiene un desarrollo curioso:


- La descripción con rápidos pince<strong>la</strong>zos de <strong>la</strong> cena (12,1-3).<br />

- De repente <strong>la</strong> atención del evangelista se concentra en un solo punto de <strong>la</strong><br />

cena: <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Judas y de Jesús acerca del insólito gesto de María de<br />

Betania (12,4-8).<br />

- El tiempo queda suspendido (y <strong>la</strong> cena pasa a un segundo p<strong>la</strong>no) <strong>para</strong> dar<br />

paso al narrador que hace anotaciones sobre <strong>la</strong>s funestas consecuencias<br />

que tiene <strong>para</strong> Jesús y <strong>para</strong> Lázaro, <strong>la</strong> afluencia de judíos curiosos por ver a<br />

Lázaro (12,9-11).<br />

Pero en realidad el re<strong>la</strong>to tiene dos movimientos internos fundamentales<br />

que se desatan frente a Jesús: el amor de los amigos que lo comprenden y<br />

lo honran (12,1-4) y el desamor de los adversarios que no lo comprenden y<br />

lo ven como una amenaza (12,5-11).<br />

(1) Un banquete de agradecimiento por <strong>la</strong> vida (12,1-3)<br />

El banquete en honor de Jesús parece estar movido por <strong>la</strong> gratitud. En<br />

torno a <strong>la</strong> mesa se reencuentra Jesús con el amigo por el cual lloró. Los tres<br />

hermanos aparecen en el entorno de Jesús, los tres hacen actos de amor:<br />

- Marta: quien ofrece su servicio amoroso.<br />

- Lázaro: quien acompaña a Jesús en <strong>la</strong> mesa.<br />

- María: quien unge los pies de Jesús.<br />

Lázaro fue l<strong>la</strong>mado en el capítulo anterior ―el que Jesús amaba‖ (11,3) o<br />

―el amigo‖ de Jesús (11,11). Todavía más, cuando Jesús lloró frente a su<br />

tumba <strong>la</strong> gente se sorprendió ―Miren cómo le quería‖ (11,36).<br />

La dinámica del amor no es <strong>la</strong> misma con cada persona: <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción de Jesús<br />

con Lázaro se caracteriza porque es Jesús quien lo hace todo por él. Esto es<br />

importante: Jesús escoge a sus amigos sin necesidad de que tengan alguna<br />

característica particu<strong>la</strong>r <strong>para</strong> ello. Lázaro se deja escoger (ver 15,16).<br />

Con María sucede al contrario, es el<strong>la</strong> quien toma <strong>la</strong> iniciativa y le rinde su<br />

homenaje a Jesús con un gesto cariñoso: lo unge con perfume de <strong>la</strong> mejor<br />

calidad (nardo puro importado) y en abundante cantidad (un litro) (12,3).<br />

Su costo es de ―trescientos denarios‖ (12,5), que es el equivalente de<br />

trescientos jornales <strong>para</strong> quien trabaja en el campo. En <strong>la</strong> precaria<br />

economía de <strong>la</strong> época ¡era mucho dinero! El de María es un amor<br />

agradecido que se desborda completamente.


(2) Un amor incomprendido (12,4-7)<br />

Judas Iscariote reacciona negativamente frente al gesto de María de<br />

Betania (12,4-6). El evangelista traza un perfil de Judas al tiempo que<br />

reporta sus pa<strong>la</strong>bras:<br />

- La crítica parte de ―uno de los discípulos‖ (12,4b), precisamente uno<br />

que debía comprender como ningún otro el valor del gesto.<br />

- Se trataba precisamente del pérfido discípulo, ―el que lo había de<br />

entregar‖ (12,4c), el que haría un gesto po<strong>la</strong>rmente contrario al de <strong>la</strong><br />

mujer.<br />

- La motivación de su crítica es que ―era un <strong>la</strong>drón, y como tenía <strong>la</strong><br />

bolsa, se llevaba lo que echaban en el<strong>la</strong>‖ (12,6).<br />

El reproche de Judas refleja su incapacidad de ver más allá, por ello Jesús<br />

le va a dar <strong>la</strong> correcta interpretación del hecho: ―Para el día de mi<br />

sepultura‖ (12,7). El suyo es el primer signo de fe de una persona que ha<br />

centrado todo en <strong>la</strong> persona de Jesús y ha entrado en el misterio de su Cruz<br />

(lo mismo sucederá con otros, precisamente en <strong>la</strong> sepultura de Jesús:<br />

19,38-42).<br />

Además, <strong>la</strong>s motivaciones de Judas son ocultas e interesadas, está<br />

pensando en sus propios intereses. Se está utilizando <strong>para</strong> provecho propio<br />

el compromiso con los pobres.<br />

La frase ―porque pobres siempre tendrán con ustedes‖ (12,8), eco de<br />

Deuteronomio 15,11, no es una negativa <strong>para</strong> el servicio a los pobres sino<br />

precisamente lo contrario.<br />

Puesto que esta misma cita enfatiza el ―abrir <strong>la</strong> mano‖ en su favor, se<br />

comprende que ése será el efecto de <strong>la</strong> muerte de Jesús en el corazón<br />

redimido por él: el amor por el crucificado (expresado en <strong>la</strong> unción) se<br />

expresará luego en el amor a los hermanos.<br />

La Cruz de Jesús purifica y encamina todo amor. Judas va en contravía de<br />

esta propuesta.<br />

(3) Matar al testigo vivo de su victoria sobre <strong>la</strong> muerte (12,9-11)<br />

Finalmente entran escena los sumos sacerdotes, quienes también<br />

reaccionan negativamente frente a Jesús, pero por un nuevo motivo:<br />

―muchos judíos se les iban y creían en Jesús‖ (12,11). Previamente el<br />

evangelista nos ha informado que Betania se ha convertido en foco de<br />

afluencia de un gran número de personas atraídas por lo sucedido a Lázaro<br />

(12,9).


La decisión de ―dar muerte también a Lázaro‖ (12,10), muestra el deseo<br />

de quitar de en medio todo lo que hable de Jesús. Lázaro, de hecho se ha<br />

convertido en un testigo vivo que atrae muchas personas hacia el ―creer‖ en<br />

Jesús. Como tal, compartirá <strong>la</strong> persecución del Maestro y Amigo.<br />

Judas es incapaz de abrirse al amor. Los sumos sacerdotes son incapaces<br />

de creer, aún frente a <strong>la</strong> evidencia. Ven incluso en Lázaro una amenaza<br />

puesto que ―muchos judíos se les iban y creían en Jesús‖ (12,11). El<br />

miedo a perder los privilegios se convierte entonces en envidia y esta se<br />

vuelve rechazo, intolerancia y <strong>para</strong>noia frente a todo lo que hable de Jesús.<br />

La cerrazón es total.<br />

Es así como en torno a Jesús surge el conflicto entre los que aman y buscan<br />

<strong>la</strong> vida y los que so<strong>la</strong>mente piensan en tramar acusaciones, trampas y<br />

muerte.<br />

Frente a <strong>la</strong> fuerza de <strong>la</strong> amistad bel<strong>la</strong>mente descrita en este pasaje, se<br />

reve<strong>la</strong>n también los secretos motivos ocultos de <strong>la</strong> mezquindad, <strong>la</strong><br />

superficialidad y <strong>la</strong> maldad humana. Este es el pecado: no querer dejarse<br />

interpe<strong>la</strong>r, ni l<strong>la</strong>mar, ni transformar por el lenguaje del amor de Jesús.<br />

Para cultivar <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra en lo profundo del corazón:<br />

1. ¿Cuál debe ser <strong>la</strong> motivación interna del amor <strong>para</strong> actuar<br />

frente a Jesús?<br />

2. ¿Qué caracteriza a cada uno de estos personajes: Lázaro,<br />

Marta, María, Judas, los judíos que vienen a ver a Lázaro y los<br />

sumos sacerdotes? ¿En qué me interpe<strong>la</strong> cada uno de ellos?<br />

3. ¿No es verdad que a veces el discurso sobre los pobres se<br />

convierte a veces en pretexto <strong>para</strong> promoverse a sí mismos en<br />

el mundo de <strong>la</strong> política y en otros campos también? ¿Qué<br />

evitaría que esto sucediera? ¿Jesús propone dar migajas<br />

asistencialistas o más bien <strong>la</strong> transformación de cada persona<br />

y de <strong>la</strong> sociedad entera, <strong>para</strong> ser capaces de amar poniendo al<br />

servicio de todos los que somos y tenemos? Comprendiendo<br />

que se trata de lo segundo, ¿Qué camino hay que recorrer<br />

<strong>para</strong> lograrlo?<br />

MEDITATIO<br />

También se nos invita a <strong>la</strong> cena de Betania <strong>para</strong> estar con Jesús en esa<br />

atmósfera cálida de afecto y amistad. Permanecemos en esa casa<br />

acogedora <strong>para</strong> afianzar nuestro seguimiento de Jesús: un camino de<br />

salvación, de <strong>la</strong> muerte a <strong>la</strong> vida, como le sucedió a Lázaro, o de activa<br />

solicitud que se convierte en servicio cotidiano al Maestro y a los suyos,<br />

como Marta.


Un camino de amor, de adoración, que di<strong>la</strong>ta día tras día el corazón, o<br />

quizás de reservas, resistencias y cálculos cada vez más mezquinos que<br />

acaban ahogándonos en <strong>la</strong> avaricia: María y Judas, ambos discípulos del<br />

Señor, se nos presentan como ejemplos-límite.<br />

El estar con Jesús, escuchar su Pa<strong>la</strong>bra, compartir con él <strong>la</strong> existencia, no<br />

es todavía lo que decide nuestra meta y los pasos <strong>para</strong> lograr<strong>la</strong>. Es decisivo<br />

reconocer y acoger el amor que él da, el Amor que él es. Judas no lo<br />

acogió, por eso condena el "derroche" de María, haciendo sus cuentas con<br />

el pretexto de los pobres...<br />

María ha hecho de ese amor su vida; el centro de gravedad que <strong>la</strong> saca<br />

fuera de sí misma sin cálculos, sin razonamientos; con intuición muy precisa<br />

y luminosa, se ha quedado con lo esencial: con el pobre Jesús que da todo.<br />

María no puede esperar, y quiere imitar, con el símbolo de un gesto, a su<br />

Maestro: derrama sobre esos pies que le han abierto el camino de una<br />

plenitud inesperada de amor -ahora en el tiempo y, lo cree firmemente,<br />

también en <strong>la</strong> eternidad- el nardo preciosísimo guardado con cuidado,<br />

imagen de una vida totalmente derramada en <strong>la</strong> caridad. "Y toda <strong>la</strong> casa se<br />

llenó de <strong>la</strong> fragancia del perfume."<br />

ORATIO<br />

Señor Jesús, Hijo de Dios, que has venido al mundo <strong>para</strong> ser el hombre más<br />

familiar de nuestra casa, ven esta tarde y todas <strong>la</strong>s tardes a compartir con<br />

nosotros <strong>la</strong> cena de los amigos. Haz de cada uno de nosotros tu Betania<br />

perfumada de nardo, donde los íntimos secretos de tu corazón encuentren<br />

el camino silencioso de nuestro corazón, <strong>para</strong> que podamos vivir contigo <strong>la</strong><br />

hora suprema del amor y decirte, con un gesto de pura adoración, cómo<br />

queremos -porque tú mismo lo has hecho por nosotros- vivir tu vida y morir<br />

tu muerte. Amén.<br />

CONTEMPLATIO<br />

Estaba yo meditando sobre <strong>la</strong> muerte del Hijo de Dios encarnado. Todo mi<br />

afán y deseo era cómo poder vaciar mejor <strong>la</strong> mente de cuanto <strong>la</strong> ocupase,<br />

<strong>para</strong> tener más viva memoria de <strong>la</strong> pasión y muerte del Hijo de Dios.<br />

Estando ocupada con este afán, de repente oí una voz que me dijo: "Yo no<br />

te amé fingidamente". Aquel<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra me hirió con dolor de muerte, pues<br />

se me abrieron al punto los ojos del alma, viendo cuán verdadero era lo que<br />

me decía. Veía los efectos de aquel amor y lo que movido por él hizo el Hijo<br />

de Dios. Veía en mí todo lo contrario, porque yo le amaba sólo<br />

fingidamente, no de verdad. Ver esto era <strong>para</strong> mí un dolor de muerte tan<br />

insufrible que me creía morir. De pronto me fueron dichas otras pa<strong>la</strong>bras<br />

que aumentaron mi dolor [...].


Mientras daba vueltas a aquel<strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras, él añadió: "Soy yo más íntimo a<br />

tu alma que lo es tu alma a sí misma". Esto aumentaba mi dolor, porque<br />

cuanto más íntimo le veía a mí misma, tanto más reconocía <strong>la</strong> hipocresía de<br />

mi parte.<br />

Estas pa<strong>la</strong>bras suscitaron en mi alma deseos de no querer sentir, ni ver ni<br />

decir nada que pudiese ofender a Dios. Y es que eso es lo que Dios requiere<br />

a sus hijos, a los que ha l<strong>la</strong>mado y escogido <strong>para</strong> sentirle, verle y hab<strong>la</strong>r con<br />

él<br />

(Ange<strong>la</strong> de Foligno, Libro de Vida, Sa<strong>la</strong>manca 1991, 169-170, passim).<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Hagan del amor <strong>la</strong> norma de su vida, a imitación de Cristo, que nos amó y<br />

se entregó a sí mismo por nosotros" (Ef 5,2).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

El ungüento que María extiende es el símbolo de <strong>la</strong> comunión nupcial con<br />

Jesús manifestado por <strong>la</strong> comunidad cristiana. Celebramos <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada de<br />

nuestras comunidades cristianas, representadas por María de Betania, a <strong>la</strong><br />

comunión total con Jesús, dador de vida. Es él quien transforma lo que<br />

debería haber sido un banquete fúnebre en memoria de Lázaro en un<br />

banquete gozoso.<br />

Es él quien cambia el hedor insoportable de un muerto "de cuatro días" en<br />

el perfume que inunda <strong>la</strong> casa de alegría. Es él quien contesta a todos los<br />

Judas de <strong>la</strong> tierra, que consideran un despilfarro el ungüento precioso de <strong>la</strong><br />

intimidad con Dios y oponen Ios pobres al Señor.<br />

Es él quien rechaza <strong>la</strong> "práctica" de los que prefieren <strong>la</strong> eficiencia del dinero<br />

a cualquier éxtasis de amor y reducen maliciosamente a un valor monetario<br />

lo que no tiene precio. Es a él, en resumidas cuentas, a quien debemos<br />

buscar en <strong>la</strong> oración del abandono, en <strong>la</strong> experiencia contemp<strong>la</strong>tiva y en<br />

nuestro modo de vivir.<br />

Que el Señor nos libre del error de Judas, que, insensible al perfume de<br />

nardo, sólo escucha el tintinear de <strong>la</strong>s monedas, y en vez de percibir el<br />

resp<strong>la</strong>ndor del aceite, se deja seducir por el brillo del dinero. ¿Cuál es este<br />

perfume de ungüento con el que debemos llenar <strong>la</strong> casa, y cuál es este<br />

buen olor de Cristo que debemos difundir por el mundo? El perfume que<br />

debe llenar <strong>la</strong> casa es <strong>la</strong> comunión.<br />

Naturalmente, como el que compró María de Betania, el ungüento de <strong>la</strong><br />

comunión tiene un precio muy elevado. Y debemos pagarlo sin rebajas, con<br />

mucha oración, ya que no se trata de un producto comercial de venta en


nuestras perfumerías, ni es fruto de nuestros esfuerzos titánicos. Es un don<br />

de Dios que debemos implorar sin cansarnos. Pero lo obtendremos, estoy<br />

seguro, y su perfume llenará toda nuestra Iglesia<br />

(A. Bello, Lessico di comunione, Terlizzi 1991, 69-75, passim).


Martes 3 de Abril<br />

Isaías 49, 1-6<br />

Te hago luz de <strong>la</strong>s naciones<br />

(Segundo canto del Siervo del Señor)<br />

Martes Santo<br />

1 Escúchenme, is<strong>la</strong>s lejanas, pongan atención, pueblos. El Señor me l<strong>la</strong>mó desde el<br />

vientre de mi madre, conoció mi nombre desde antes que naciera.<br />

2 Hizo de mi boca una espada cortante y me guardó debajo de su mano. Hizo de mí una<br />

flecha puntiaguda que tenía escondida entre <strong>la</strong>s otras.<br />

3 El me dijo: «Tú eres mi servidor, Israel, y por ti me daré a conocer.»<br />

4 Mientras que yo pensaba: «He trabajado en balde, en vano he gastado mis fuerzas,<br />

<strong>para</strong> nada.» El Señor, sin embargo, protegía mis derechos, mi Dios guardaba mi sa<strong>la</strong>rio,<br />

pues soy importante <strong>para</strong> el Señor, y mi Dios se hizo mi fuerza.<br />

5 Y ahora ha hab<strong>la</strong>do el Señor, que me formó desde el seno materno <strong>para</strong> que fuera su<br />

servidor, <strong>para</strong> que le traiga a Jacob y le junte a Israel:<br />

6 «No vale <strong>la</strong> pena que seas mi servidor únicamente <strong>para</strong> restablecer a <strong>la</strong>s tribus de<br />

Jacob, o traer sus sobrevivientes a su patria. Tú serás, además, una luz <strong>para</strong> <strong>la</strong>s naciones,<br />

<strong>para</strong> que mi salvación llegue hasta el último extremo de <strong>la</strong> tierra.»<br />

El Siervo del Señor alza <strong>la</strong> voz pidiendo que se le escuche atentamente,<br />

incluso los más lejanos (v. <strong>la</strong>): su misión deberá llegar hasta el confín de <strong>la</strong><br />

tierra (v. 6b).<br />

Nos cuenta su historia, sintetizándo<strong>la</strong> en ciertos momentos capitales: <strong>la</strong><br />

vocación en los orígenes de su vida, poniendo de manifiesto el designio de<br />

Dios (es él quien forma a su elegido como instrumento adecuado, al que le<br />

reserva un encargo concreto: proc<strong>la</strong>mar con eficacia <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra vv. 1s); a<br />

continuación, el oráculo con el que el Señor le confirma en su identidad (v.<br />

3a) y su misión (v. 3b).<br />

En un primer momento, <strong>la</strong> misión acaba en un fracaso, y <strong>la</strong> inutilidad de <strong>la</strong><br />

fatiga pesa en el corazón del Siervo. Formado desde el seno materno <strong>para</strong><br />

reunir y convertir su pueblo al Señor (v. 5), experimenta el cansancio pero<br />

sabe reconocer que Dios lleva su causa, estima y recompensa a su obrero<br />

(v. 4).<br />

La estima que el Señor le manifiesta es <strong>la</strong> fuerza que le infunde (v. 5b),<br />

fortaleciendo al Siervo, que acoge y pronuncia un nuevo oráculo de Dios: <strong>la</strong><br />

hora de <strong>la</strong> prueba y el fracaso no acaba con su actividad profética, sino que<br />

es instrumento <strong>para</strong> di<strong>la</strong>tar sin límites <strong>la</strong> irradiación de su mensaje. La<br />

misión del Siervo será universal: por medio de él, convertido en luz de <strong>la</strong>s<br />

naciones, Dios quiere llegar con el don de su salvación a los últimos<br />

confines de <strong>la</strong> tierra (v. 6).


Juan 13, 21-33.36-38<br />

―Uno de ustedes me entregará...<br />

No cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces‖<br />

21 Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó c<strong>la</strong>ramente: «Les aseguro que<br />

uno de ustedes me entregará».<br />

22 Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.<br />

23 Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús.<br />

24 Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere».<br />

25Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?».<br />

26 Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el p<strong>la</strong>to». Y<br />

mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.<br />

27 En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza<br />

pronto lo que tienes que hacer».<br />

28 Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.<br />

29 Como Judas estaba encargado de <strong>la</strong> bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería<br />

decirle: «Compra lo que hace falta <strong>para</strong> <strong>la</strong> fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los<br />

pobres.<br />

30 Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.<br />

31 Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y<br />

Dios ha sido glorificado en él.<br />

32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy<br />

pronto.<br />

33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les<br />

digo ahora lo mismo que dije a los judíos: ―A donde yo voy, ustedes no pueden venir‖.<br />

36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «A donde yo voy, tú<br />

no puedes seguirme ahora, pero más ade<strong>la</strong>nte me seguirás».<br />

37 Pedro le preguntó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por<br />

ti».<br />

38 Jesús le respondió: « ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes<br />

que me hayas negado tres veces».<br />

En contraluz con Jesús: traición y negación<br />

De <strong>la</strong> cena en Betania pasamos a <strong>la</strong> última cena, en <strong>la</strong> cual Jesús se despide<br />

de sus discípulos. En medio de el<strong>la</strong> Jesús le ha <strong>la</strong>vado los pies a sus<br />

discípulos (evangelio del próximo jueves). La comida se interrumpe<br />

bruscamente y se da paso a tres escenas que culminan este capítulo del<br />

evangelio de Juan:<br />

- El anuncio de <strong>la</strong> traición de Judas (13,21-30).<br />

- Una enseñanza de Jesús sobre el sentido profundo de su pasión (13,31-<br />

33) y cómo ésta marcará <strong>la</strong> identidad de los discípulos (13,34-35; versículos<br />

que no leemos hoy).<br />

- El anuncio de <strong>la</strong>s negaciones de Pedro (13,36-38).<br />

En el centro de todo está <strong>la</strong> persona de Jesús, quien conduce los<br />

acontecimientos que se van narrando y dice <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras fundamentales.<br />

Por eso, es a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras centrales de Jesús (segunda escena) que


hay que entender <strong>la</strong> contraluz que aparece tanto en Judas (primera escena:<br />

traición) como en Pedro (tercera escena: negación).<br />

(1) Judas se retira de <strong>la</strong> comunidad (12,21-30)<br />

La salida de Judas de <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> está subrayada por una observación del<br />

evangelista: ―Era de noche‖ (12,30). La indicación es negativa y alude al<br />

ambiente <strong>espiritual</strong> negativo en que se mueve el discípulo disidente: se<br />

pone al servicio del poder de <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s.<br />

Ya desde el <strong>la</strong>vatorio de los pies, Jesús había dicho que no todos estaban<br />

limpios (ver 12,10-11) aludiendo a quien le iba a entregar. Ahora, mientras<br />

continúa <strong>la</strong> cena, resulta que no todo es familiaridad en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>: allí está<br />

Judas listo <strong>para</strong> <strong>la</strong> traición. Jesús, entonces, pone abiertamente el delicado<br />

tema.<br />

Jesús, quien se ha sentido profundamente conmovido frente a <strong>la</strong> muerte de<br />

Lázaro (ver 12,33), también se siente conmovido frente a <strong>la</strong> perspectiva<br />

casi inmediata de su propia muerte: ―se turbó en su interior y dec<strong>la</strong>ró...‖<br />

(13,21; ver también 12,27). Jesús sabe todo, tiene control sobre todo lo<br />

que ocurre y aún así no rehuye ante <strong>la</strong> situación dolorosa personal: el terror<br />

de <strong>la</strong> muerte que ya se intuye en lo que Judas va a hacer.<br />

Jesús no dice el nombre del traidor, pero éste se va descubriendo poco a<br />

poco. La iniciativa <strong>la</strong> toma Pedro, quien le pide al discípulo amado que le<br />

pregunte a Jesús quién es el traidor (13,23-24).<br />

El discípulo amado hace <strong>la</strong> pregunta en privado (12,25) y Jesús le responde<br />

enseñándole una contraseña: ―Es aquel a quien dé el bocado que voy a<br />

mojar‖ (12,26b). Y efectivamente así lo hace (12,26b), pero curiosamente<br />

el discípulo amado no se <strong>la</strong> cuenta a Pedro, es una confidencia que el<br />

evangelista le cuenta al lector.<br />

La contraseña dada por Jesús correspondía a <strong>la</strong> cortesía habitual del<br />

anfitrión de un banquete festivo con <strong>la</strong>s personas más allegadas, se<br />

subrayaba así el vínculo que éste tenía con sus comensales.<br />

Pero Jesús le ofrece un bocado al invitado indigno. He aquí un eco del<br />

Salmo 41,10 (que había sido citado un poco antes, en Jn 13,18): ―Hasta<br />

mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan comía,<br />

levanta contra mí su calcañar‖. Jesús está dramatizando el Salmo.<br />

Entonces Satán entra en acción (13,27ª). Su derrota ya había sido<br />

anunciada (12,31: ―ahora el príncipe de este mundo será echado<br />

fuera‖). Signo del comienzo de <strong>la</strong> victoria sobre el mal es que es Jesús –y<br />

no Satán- quien determina el momento de su entrada en acción. La Pasión<br />

de Jesús llevará hasta sus últimas consecuencias esta confrontación.


El resto de <strong>la</strong> comunidad, excepto el discípulo amado, continúan ignorantes<br />

de lo que está pasando (13,28-29) en el momento en que Judas se pasa al<br />

<strong>la</strong>do de <strong>la</strong>s fuerzas de oposición a Jesús, perdiéndose en medio de <strong>la</strong> noche<br />

(13,30).<br />

(2) La Pasión de Jesús como reve<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> Gloria del Padre<br />

(12,31-33)<br />

Jesús comienza una nueva enseñanza apenas sale Judas. Éste ya era un<br />

cuerpo extraño en <strong>la</strong> comunidad, <strong>la</strong>s enseñanzas ya no tenían valor <strong>para</strong> él.<br />

Jesús hab<strong>la</strong> ahora <strong>para</strong> quienes están dispuestos a permanecer con Él y con<br />

<strong>la</strong> comunidad. Jesús hace <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción más grande que les puede dar sobre<br />

sí mismo y sobre <strong>la</strong> comunidad.<br />

Notemos los contrastes:<br />

Judas salió en medio de <strong>la</strong> noche (símbolo del mal), ahora Jesús hab<strong>la</strong> de<br />

―Gloria‖ (re<strong>la</strong>cionado con luz). Judas sale como una amenaza de <strong>la</strong> vida de<br />

Jesús, Jesús por su parte se refiere ahora a <strong>la</strong> victoria de <strong>la</strong> vida (―Ahora<br />

ha sido glorificado el Hijo del hombre‖, 13,31).<br />

Judas rompe <strong>la</strong> comunión con el Maestro, Jesús hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> comunión que<br />

tratarán de mantener con él los otros discípulos (―Ustedes me buscarán‖,<br />

13,33) y más aún de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción profunda que sostiene con su Padre, <strong>la</strong> cual<br />

está a punto de reve<strong>la</strong>rse completamente (―Dios ha sido glorificado en<br />

él... le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto‖, 13,31-32). Y<br />

con qué pa<strong>la</strong>bras llenas de ternura ahora l<strong>la</strong>ma a sus discípulos: ¡Hijos<br />

míos! (13,33).<br />

La Pasión de Jesús no es una desgracia, detrás de los oscuros<br />

acontecimientos hay una reve<strong>la</strong>ción: <strong>la</strong> Pasión es <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong><br />

―Gloria‖, esto es, de <strong>la</strong> honda re<strong>la</strong>ción recíproca entre el Padre y el Hijo en<br />

<strong>la</strong> cual circu<strong>la</strong> <strong>la</strong> plenitud de <strong>la</strong> vida.<br />

―Gloria‖ es manifestación, visibilización del luminoso esplendor de esta<br />

re<strong>la</strong>ción que, por medio del Verbo que encarna <strong>la</strong> naturaleza humana hasta<br />

<strong>la</strong> muerte, está destinada a impregnar salvíficamente <strong>la</strong> humanidad entera.<br />

(3) La presunción de Pedro: querer salvar al Salvador (13,36-38)<br />

Pedro de nuevo toma <strong>la</strong> iniciativa y esta vez interpe<strong>la</strong> directamente a Jesús<br />

sobre <strong>la</strong> frase: ―A donde yo voy ustedes no pueden venir‖ (13,33). La<br />

pregunta ―¿A dónde vas?‖ (13,36ª) implica que detrás de <strong>la</strong> muerte de<br />

Jesús hay algo más.<br />

Hasta aquí Pedro ha comprendido correctamente. Es justamente lo<br />

contrario de lo que han pensado los adversarios: se va al extranjero a<br />

evangelizar griegos (7,35), se va a suicidar (8,22).


Jesús no le responde <strong>la</strong> pregunta sino que insiste en su enseñanza inicial<br />

agregando ―me seguirás más tarde‖ (13,36b). Jesús subraya <strong>la</strong><br />

imposibilidad de ―seguirlo ahora‖ (el término ―seguir‖ aquí es importante:<br />

indica <strong>la</strong> vivencia de <strong>la</strong> Pasión en condición de discípulo).<br />

El evangelista Juan está subrayando así que <strong>para</strong> que el discípulo esté en<br />

condiciones de verdaderamente ―tomar <strong>la</strong> Cruz‖ tendrá que ser salvado<br />

―primero‖ por el<strong>la</strong>. En otras pa<strong>la</strong>bras, sólo puede amar a <strong>la</strong> manera de Jesús<br />

(ver 13,34) quien se deje amar completamente por el Crucificado (ver 13,8:<br />

―Si no te <strong>la</strong>vo, no tienes parte conmigo‖).<br />

Entonces aparece <strong>la</strong> presunción de Pedro: ―Yo daré mi vida por ti‖<br />

(13,37). Aquí Pedro utiliza los mismos términos del ―Buen Pastor‖ (ver <strong>la</strong><br />

repetición de ―dar <strong>la</strong> vida por‖ en 10,11-18), pero está confundiendo los<br />

roles. Pedro no ha comprendido el sentido de <strong>la</strong> Pasión. Quiere salvar al<br />

Salvador, olvida que el discípulo debe dejar ir a Jesús primero, que intentar<br />

seguir a Jesús por sí mismo es exponerse al fracaso en su seguimiento.<br />

Paradójicamente, y a fin de cuentas, Pedro terminará negando a Jesús <strong>para</strong><br />

poder salvar su propia vida (13,38). Su presunción será derrotada cuando<br />

agotado en el límite de sus fuerzas reconozca que Él necesitaba de esa<br />

Cruz. Entonces comenzará <strong>para</strong> él un nuevo día (canto del gallo).<br />

Para cultivar <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra en lo profundo del corazón:<br />

1. ¿Qué me dicen personalmente <strong>la</strong>s frases re<strong>la</strong>cionadas con<br />

Judas: ―uno de ustedes‖, ―aquel a quien dé el bocado‖, ―salió...<br />

era de noche‖?<br />

2. ¿Qué me dicen personalmente <strong>la</strong>s frases re<strong>la</strong>cionadas con<br />

Pedro: ―seguirte ahora‖, ―daré mi vida por ti‖, ―me habrás<br />

negado tres veces antes del canto del gallo‖?<br />

3. ¿Dónde está el sentido profundo de <strong>la</strong> Pasión según los<br />

términos de Jesús? ¿Qué me ofrece? ¿Qué me pide?<br />

MEDITATIO<br />

Como un amigo al que estamos habituados de repente puede parecernos<br />

desconocido, extraño en el misterio de su persona, así debió de pasar a los<br />

discípulos en el cenáculo aquel<strong>la</strong> tarde. Lo mismo nos pasa a nosotros hoy<br />

con Jesús: no comprendemos ya nada, nos quedamos perplejos ante <strong>la</strong><br />

predicción que nos hace.<br />

Percibimos que verdaderamente conoce <strong>la</strong> posibilidad de nuestra traición,<br />

de nuestra falta de mantener <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, de esas sutiles, insinuantes<br />

afirmaciones que tenemos a flor de <strong>la</strong>bios y hieren el corazón de <strong>la</strong><br />

comunidad cristiana...


Y nosotros ni siquiera nos damos cuenta de lo profunda que es <strong>la</strong> herida en<br />

su corazón, del que está en agonía hasta el fin del mundo, según <strong>la</strong><br />

expresión de Pascal.<br />

Y a pesar de todo -por siempre-, <strong>para</strong> él el traidor sigue siendo el amigo al<br />

que brinda un último gesto de predilección. Porque el amor no retira lo que<br />

ha dado, no reniega de lo que es. Prefiere consumirse en el dolor y <strong>la</strong><br />

muerte...<br />

Pero hoy, en <strong>la</strong> noche que rodea <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> de <strong>la</strong> cena, una luz queda<br />

encendida: finalmente hemos intuido algo del misterio de Jesús. Para cada<br />

uno de nosotros, que llevamos dentro <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s de Judas, <strong>la</strong>s frágiles<br />

corazonadas de Pedro y -esperemos- el amor de Juan, por cada uno de<br />

nosotros no cesa de ofrecerse a sí mismo, porque nos ha amado hasta el<br />

extremo.<br />

Esta es su gloria: mostrar en el rostro desfigurado por el sufrimiento que el<br />

amor de Dios es fiel siempre, que el amor vencerá a <strong>la</strong> muerte. Es más, ya<br />

<strong>la</strong> ha vencido.<br />

ORATIO<br />

Señor Jesús, en este crepúsculo del tiempo compartimos contigo <strong>la</strong> cena:<br />

pero todavía no comprendemos tu misterio. Y, sin embargo, creíamos que<br />

te conocíamos desde hacía tanto...<br />

Y cuando con profunda emoción tú nos reve<strong>la</strong>s nuestro propio misterio -<strong>la</strong><br />

tremenda posibilidad de traición y odio-, intuimos que tú nos conoces desde<br />

siempre.<br />

Ayúdanos, Señor, a acoger <strong>la</strong> verdad del mal que hay en nosotros sin<br />

mirarnos con desconfianza unos con otros, sin manifestar un disgusto<br />

desesperado de nosotros mismos, sin presumir de ser diferentes, mejores,<br />

dispuestos a dar <strong>la</strong> vida por ti: no cantaría el gallo y te habríamos negado<br />

no tres, sino infinitas veces.<br />

Danos <strong>la</strong> fortaleza de permanecer en <strong>la</strong> luz de aquel<strong>la</strong> sa<strong>la</strong> en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta de<br />

arriba: allí se reve<strong>la</strong>, a tu luz, lo que de verdad somos, y fuera es de noche.<br />

Entonces podremos comprender algo de ti, que eres el Amigo por siempre y<br />

no cesas de atraernos con vínculos de bondad: aunque te neguemos, tú<br />

permaneces fiel, porque no puedes negarte a ti mismo.<br />

CONTEMPLATIO<br />

Ahora llega <strong>la</strong> tarde de aquel día y <strong>la</strong> tarde de una vida tan breve. Jesús<br />

está con los suyos [...]. Notemos <strong>la</strong> profunda soledad que le rodea. Jesús<br />

está tan solo que nuestro corazón se llena de miedo. El está sentado en<br />

medio de los suyos; les dirige <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, pero ellos no le comprenden.


En torno a él reina una terrible y misteriosa soledad, en <strong>la</strong> que lo aprisiona<br />

el mundo que se ha cerrado en sí mismo. Se trata -si se nos permite decirlo<br />

así- de <strong>la</strong> soledad de Dios en el mundo que le pertenece pero que no ha<br />

querido acogerle (Jn 1,11).<br />

Y, a pesar de todo, quiere rega<strong>la</strong>rles el don supremo. Jesús pone su misma<br />

persona en este misterio del cordero pascual: él es el viviente que mañana<br />

deberá morir <strong>para</strong> expiar con su muerte el pecado del mundo.<br />

Tratemos de ser muy conscientes del alcance de este acontecimiento,<br />

frente al cual sólo caben dos alternativas: <strong>la</strong> opción que nos lleva a creer y<br />

a adorar o el rechazo.<br />

Esto es lo que acontece aquel<strong>la</strong> tarde. Luego llegará <strong>la</strong> muerte. Y, después<br />

de <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> resurrección. Y cincuenta días después, tendrá lugar el<br />

acontecimiento de pentecostés, y el Espíritu Santo hará su entrada en el<br />

tiempo.<br />

El asumirá <strong>la</strong> dirección de <strong>la</strong> Historia Sagrada y hará a los creyentes capaces<br />

de comprender o, mejor dicho, de revivir lo que pasó en <strong>la</strong> soledad y<br />

desorientación de esa última tarde<br />

(R. Guardini, II messaggio di san Giovanni, Brescia 1982, 16-19, passim).<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros"<br />

(Rom 8,32).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

La miseria del hombre consiste en haber traicionado a Dios. Ninguna<br />

injusticia humana será de verdad re<strong>para</strong>da hasta que no se repare esta<br />

injusticia con Dios. Nos acusamos unos a otros, y todos somos culpables.<br />

Y los más culpables somos nosotros, los cristianos mediocres. Siempre<br />

deberemos hacer esta confesión, siempre seremos indignos de Cristo. Pero<br />

no es el momento de procesar al hombre cuando Dios agoniza en nuestros<br />

corazones.<br />

Ciertamente, hay necesidades materiales que debemos satisfacer hoy, pues<br />

hay miserias corporales que no pueden demorarse ni una hora más. Mi<br />

intención no es tanto <strong>la</strong> de atenuar el sentimiento de su urgencia cuanto<br />

demostrar que su existencia proviene de nuestro abandono de Dios y que<br />

su curación se derivará infaliblemente de nuestro retorno a Dios.


Lo que resulta tan grave en <strong>la</strong> hora presente —y a <strong>la</strong> vez tan grande— es<br />

que todos los problemas conllevan, de manera muy acuciante, una<br />

resonancia mística, comprometen el Reino de Dios y nos imponen el deber<br />

inexorable de ayudar a Dios crucificado, condenado por nuestro egoísmo y<br />

prisionero de su Amor; compadeciendo su dolor antes de enternecernos por<br />

el nuestro, esforzándonos por aliviar <strong>la</strong> herida que hace derramar sangre a<br />

su corazón.<br />

Ahora es el tiempo de salir a su encuentro en el camino doloroso al que <strong>la</strong>s<br />

culpas humanas le arrastran martirizando su rostro en el alma pecadora. Es<br />

necesario que nuestro corazón se convierta en sacramento del suyo y que<br />

ninguno de nuestros hermanos pueda <strong>la</strong>mentarse de no haber encontrado<br />

en nosotros su ternura. Entonces disminuirán el dolor y <strong>la</strong> sombra que<br />

proyecta sobre el rostro del Amor.<br />

(M. Zundel, 11 Vangelo interiore, Padua 1991, 54-56, passim)


Miércoles 4 de Abril<br />

Miércoles Santo<br />

Isaías 50, 4-9<br />

Ofrecí <strong>la</strong> espalda a los que me golpeaban: mi Señor me ayudaba<br />

(Tercer canto del Siervo del Señor)<br />

4 El Señor me ha concedido el poder hab<strong>la</strong>r como su discípulo. Y ha puesto en mi boca <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras <strong>para</strong> fortalecer al que está aburrido. A <strong>la</strong> mañana él despierta mi mente y lo<br />

escucho como lo hacen los discípulos.<br />

5 El Señor me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás.<br />

6 He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejil<strong>la</strong>s a quienes me tiraban <strong>la</strong><br />

barba, y no oculté mi rostro ante <strong>la</strong>s injurias y los escupos.<br />

7 El Señor está de mi parte, y por eso no me molestan <strong>la</strong>s ofensas; por eso, puse mi cara<br />

dura como piedra. y yo sé que no quedaré frustrado,<br />

8 Aquí viene mi juez, ¿quieren meterme pleito? Presentémonos juntos, y si hay algún<br />

demandante, ¡que se acerque!<br />

9 Si el Señor está de mi parte, ¿quién podrá condenarme?<br />

Todos se harán tiras como un vestido gastado, y <strong>la</strong> polil<strong>la</strong> se los comerá.<br />

En este " tercer poema del Siervo de el Señor " , se acentúa el tema del<br />

fracaso, que ya estaba presente en Is 49,1-6: El profeta encuentra<br />

hostilidad y persecución, incluso violencia.<br />

Su vocación, con rasgos sapienciales, lo califica como un discípulo que, por<br />

don y misión del Señor Dios, transmite <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra a los descorazonados e<br />

indecisos. Sólo si el profeta se manifiesta cada día como un discípulo pronto<br />

a escuchar, podrá llegar a ser verdadero maestro: no dispone de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra<br />

a su gusto.<br />

Consciente desde el principio de <strong>la</strong>s exigencias de su vocación, el Siervo no<br />

opone resistencia a Dios; y su pleno consentimiento le hace fuerte y manso<br />

de cara a los perseguidores: no se sustrajo a <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra, ni se echó atrás<br />

ante <strong>la</strong>s injurias y <strong>la</strong> violencia de los que quisieran acal<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, reduciéndo<strong>la</strong> al<br />

silencio (vv. 5s).<br />

No le rinde el sufrimiento, ni le desorienta. El profeta confía en <strong>la</strong> ayuda de<br />

Dios; él lo justificará ante los adversarios: ninguno podrá demostrar <strong>la</strong><br />

culpabilidad de su Siervo, testigo fiel y veraz de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra (vv. 7-9).


Mateo 26, 14-25<br />

―¿Acaso soy yo, Señor?‖<br />

14 Entonces uno de los Doce, l<strong>la</strong>mado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes<br />

15 y les dijo: « ¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas<br />

de p<strong>la</strong>ta.<br />

16 Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable <strong>para</strong> entregarlo.<br />

17 El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: « ¿Dónde<br />

quieres que te preparemos <strong>la</strong> comida pascual?».<br />

18 Él respondió: «Vayan a <strong>la</strong> ciudad, a <strong>la</strong> casa de tal persona, y díganle: ―El Maestro dice:<br />

Se acerca mi hora, voy a celebrar <strong>la</strong> Pascua en tu casa con mis discípulos‖».<br />

19 Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y pre<strong>para</strong>ron <strong>la</strong> Pascua.<br />

20 Al atardecer, estaba a <strong>la</strong> mesa con los Doce<br />

21 y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».<br />

22 Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: « ¿Seré yo,<br />

Señor?».<br />

23 Él respondió: «El que acaba de servirse de <strong>la</strong> misma fuente que yo, ese me va a<br />

entregar.<br />

24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo<br />

del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».<br />

25 Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: « ¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho»,<br />

le respondió Jesús.<br />

El precio de una traición<br />

El evangelio de hoy enfatiza el tema de <strong>la</strong> traición de Judas, según <strong>la</strong><br />

versión del evangelista Mateo.<br />

También aquí en tres escenas seguidas aparece <strong>la</strong> progresiva entrada en <strong>la</strong><br />

Pasión:<br />

- El pacto comercial de Judas con los sumos sacerdotes <strong>para</strong> realizar <strong>la</strong><br />

entrega de Jesús (26,14-16).<br />

- La pre<strong>para</strong>ción de <strong>la</strong> cena pascual (26,17-19).<br />

- El comienzo de <strong>la</strong> cena, en cuyo contexto Jesús desve<strong>la</strong> <strong>la</strong> identidad del<br />

traidor (26,20-25).<br />

(1) La entrega de Jesús es pactada por el precio de un esc<strong>la</strong>vo<br />

(26,14-16)<br />

El pacto entre Judas y los sumos sacerdotes le da impulso al macabro pan<br />

que llevará al arresto de Jesús y finalmente a su muerte.<br />

Todo empieza con un fuerte contraste. Según Mateo, justo en el momento<br />

en que <strong>la</strong> mujer unge con amor el cuerpo de Jesús <strong>para</strong> <strong>la</strong> sepultura (26,6-<br />

13), Judas Iscariote parte <strong>para</strong> donde los sumos sacerdotes con el fin<br />

contratar <strong>la</strong> traición de Jesús.


Con <strong>la</strong> anotación ―uno de los Doce‖ (26,14), se pone en evidencia el<br />

escándalo. Mateo muestra el <strong>la</strong>do oscuro del seguimiento de Jesús, el<br />

traidor potencial en que puede transformarse todo creyente que se<br />

encuentre frente a un momento crítico.<br />

En el diálogo de Judas con los sumos sacerdotes se denuncia que el dinero<br />

era una de <strong>la</strong>s motivaciones de <strong>la</strong> traición: ―¿Qué quieren darme, y yo se<br />

los entregaré?‖ (26,15ª). Mateo da un ejemplo concreto del poder<br />

corruptor de <strong>la</strong> riqueza. Precisamente sobre este punto los discípulos habían<br />

sido instruidos en el Sermón de <strong>la</strong> Montaña (ver 6,19-21.24).<br />

Una ilustración de <strong>la</strong> importancia del tema <strong>para</strong> el discipu<strong>la</strong>do fue <strong>la</strong> escena<br />

del joven rico y <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Jesús que le siguieron (ver 19,23). Por lo<br />

tanto, los discípulos no deben andar preocupados por los bienes materiales,<br />

ante todo deben buscar ―primero su Reino y su justicia‖ (6,34).<br />

La avidez de Judas por el dinero lo lleva a abandonar el único tesoro por el<br />

cual valía <strong>la</strong> pena dar <strong>la</strong> vida. Así, guiado por sus propias motivaciones,<br />

Judas toma una decisión libre: rechaza el Evangelio y escoge el dinero; esto<br />

lo conducirá a un destino terrible (ver el v.24).<br />

Recibe en contraparte ―treinta monedas de p<strong>la</strong>ta‖ (26,15b). Se evoca así<br />

un texto de Zacarías que dice: ―‗Si les parece bien, denme mi jornal; si<br />

no, dejenlo. Ellos pesaron mi jornal: treinta monedas de p<strong>la</strong>ta‖ (Zc<br />

11,12). Según Éxodo 21,32, éste es el precio de un esc<strong>la</strong>vo.<br />

En el texto de Zacarías se indica que se trata de una suma mezquina que se<br />

volverá a colocar en el tesoro del Templo (ver más ade<strong>la</strong>nte en Mt 27,9-10).<br />

Detrás de todo está <strong>la</strong> convicción fundamental de Mateo: <strong>la</strong> traición de<br />

Judas y su muerte parecen ser el triunfo del mal, mientras que<br />

misteriosamente hacen parte del gran designio de <strong>la</strong> salvación de Dios, ya<br />

que <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios se está realizando.<br />

Judas sigue dando los pasos necesarios <strong>para</strong> consumar su traición:<br />

―andaba buscando una oportunidad <strong>para</strong> entregarle‖ (26,16b). La<br />

―oportunidad‖ de que aquí se hab<strong>la</strong> tiene que ver con <strong>la</strong> frase que Jesús va<br />

a decir más ade<strong>la</strong>nte: ―Mi tiempo está cerca‖. Casi irónicamente Jesús y<br />

Judas buscan el mismo ―tiempo‖ (kairós): <strong>la</strong> entrega del Hijo del hombre<br />

en <strong>la</strong>s manos de los pecadores. Judas lo hace <strong>para</strong> ganarse treinta<br />

monedas de p<strong>la</strong>ta, mientras que Jesús lo hace <strong>para</strong> dar <strong>la</strong> vida por <strong>la</strong><br />

salvación de <strong>la</strong> humanidad.<br />

(2) La pre<strong>para</strong>ción de <strong>la</strong> cena pascual (26,17-35)<br />

Estamos ya en <strong>la</strong> vigilia de <strong>la</strong> Pascua, ―el primer día de los Ázimos‖<br />

(26,17ª). El jueves, durante el día todas <strong>la</strong>s famitas hebreas botaban a <strong>la</strong>


asura el pan con levadura, <strong>para</strong> celebrar como se debía <strong>la</strong> Pascua, con pan<br />

sin levadura (como lo manda Éxodo 12,15). La verdadera fiesta empezaba<br />

al atardecer.<br />

El evangelio se concentra en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras decididas de Jesús y en <strong>la</strong><br />

obediencia inmediata de los discípulos. Hay un fuerte sentido de autoridad<br />

en <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Jesús: ―En tu casa voy a celebrar <strong>la</strong> Pascua con mis<br />

discípulos‖ (26,18).<br />

El énfasis recae en dos frases:<br />

- ―Mi tiempo está cerca‖ (26,18). En <strong>la</strong> muerte de Jesús irrumpe el nuevo<br />

tiempo de <strong>la</strong> salvación (ver 13,40). Por eso su carácter determinante:<br />

anticipa el final de <strong>la</strong> historia, cuando se decidirá el destino humano.<br />

- ―Con mis discípulos‖, ya que en todo lo que está a punto de suceder<br />

estará comprometido el vínculo entre Jesús y sus discípulos.<br />

La ―pascua‖, <strong>la</strong> fiesta hebrea de <strong>la</strong> liberación, da el horizonte <strong>para</strong><br />

interpretar el significado de <strong>la</strong> muerte y resurrección de Jesús y también el<br />

nuevo horizonte de vida que de allí se desprende <strong>para</strong> los discípulos.<br />

(3) El desve<strong>la</strong>miento de <strong>la</strong> identidad del traidor (26,20-25)<br />

El sol se acaba de ocultar y comienza el ritual de <strong>la</strong> cena pascual (26,20).<br />

Se trata de una fiesta de alegría, pero <strong>para</strong> Jesús y sus discípulos el<br />

momento solemne del banquete resulta inserto en un doloroso contexto de<br />

traición. El evangelista hace sonar enseguida <strong>la</strong> nota aguda de <strong>la</strong> Pasión:<br />

―Uno de de ustedes me entregará‖ (26,21).<br />

En el re<strong>la</strong>to, <strong>la</strong> tensión va aumentando poco a poco hasta que revienta <strong>la</strong><br />

confrontación final entre Jesús y Judas en el versículo final (26,25):<br />

- Cuando los discípulos escuchan <strong>la</strong> profecía tremenda de Jesús, se llenan<br />

de miedo y comienzan a preguntar: ―¿Acaso soy yo, Señor?‖ (26,22).<br />

La indicación ―uno por uno‖ invita al lector a hacerse <strong>la</strong> misma<br />

pregunta.<br />

- Jesús les responde dando una indicación precisa (26,23). Sus pa<strong>la</strong>bras<br />

ponen de relieve <strong>la</strong> tragedia de <strong>la</strong> traición: él vio<strong>la</strong> el vínculo de amistad y<br />

de confianza que Jesús celebra con sus discípulos. Es el extremo pecado<br />

(―¡Ay de aquel!‖; 26,24).<br />

- Cuando Judas hace <strong>la</strong> pregunta, el evangelista cambia <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra<br />

―Señor‖ (que habían dicho los anteriores) por <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra ―Rabbí‖<br />

(26,25a; término que en Mateo tiene un matiz negativo).


Se pone en evidencia el contraste entre <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de Judas y <strong>la</strong> fe<br />

absoluta y confiada de los otros discípulos en Jesús. L<strong>la</strong>mándolo<br />

―Rabbí‖, Judas se dirige a Jesús como lo hacían los enemigos, sin<br />

reconocer <strong>la</strong> verdadera identidad de su Maestro.<br />

Así emerge el rostro del traidor. En su pregunta hipócrita Judas aparece<br />

definitivamente como un discípulo perdido. Sus pa<strong>la</strong>bras reve<strong>la</strong>n su<br />

voluntad de hacer eliminar a Jesús y destruir así el sentido profundo de su<br />

propia vida. La respuesta final de Jesús (ver 26,25b) no hará sino confirmar<br />

lo que proviene de su libre decisión.<br />

Para cultivar <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra en lo profundo del corazón:<br />

1. ¿Qué motivó <strong>la</strong> traición de Judas? ¿Cómo se sigue repitiendo<br />

hoy su gesto infame?<br />

2. ¿He hecho los pre<strong>para</strong>tivos <strong>para</strong> comenzar mañana <strong>la</strong><br />

celebración de <strong>la</strong> Pascua? ¿Qué me falta hacer?<br />

3. ¿Cómo se re<strong>la</strong>ciona Judas con Jesús? ¿Qué me invita a revisar<br />

en mi re<strong>la</strong>ción con Jesús?<br />

MEDITATIO<br />

Jesús reve<strong>la</strong> quién es Dios y quién es el hombre manifestándonos en su<br />

propia historia divino-humana el misterio de <strong>la</strong> libertad de ambos. Aparece<br />

c<strong>la</strong>ramente en <strong>la</strong> pasión, cuando personas y acontecimientos parecen<br />

coartarlo, quebrantarlo, hasta c<strong>la</strong>varlo en <strong>la</strong> cruz.<br />

En el Evangelio de hoy aparecen los dos polos extremos del poder humano:<br />

<strong>la</strong> libertad de entregar / traicionar (abismo de apostasía: Judas) y <strong>la</strong> de<br />

entregarse / darse (<strong>la</strong> cumbre del amor más grande por los demás: Jesús).<br />

Entrambos polos, cada uno es libre de moverse, de llevar a cabo sus<br />

opciones cotidianas, pero el Evangelio nos hace conscientes de una<br />

realidad: en los dos extremos está o el poder de Dios o <strong>la</strong> fuerza del<br />

maligno.<br />

Pero hoy no sólo aparece <strong>la</strong> enorme y vertiginosa capacidad de <strong>la</strong> libertad<br />

humana, sino que también se nos muestra algo de <strong>la</strong> libertad de Dios: su<br />

omnipotencia, que brinda al hombre <strong>la</strong> salvación sin forzarle; su amor, que<br />

se entrega -en el Hijo- a sí mismo <strong>para</strong> que el hombre no sea presa eterna<br />

y casi ignorante del pecado.<br />

Desde siempre Dios había pre<strong>para</strong>do esta pascua; y cuando el Hijo del<br />

hombre vino a cumplir<strong>la</strong> entre nosotros, se ha abierto a toda criatura un<br />

nuevo horizonte ilimitado de libertad: <strong>la</strong> libertad de amar incluso dando <strong>la</strong><br />

vida <strong>para</strong> encontrarse en plenitud en el seno amoroso de <strong>la</strong> Trinidad.<br />

ORATIO<br />

Señor Jesús, déjanos hoy confesar ante ti y concédenos, <strong>para</strong> hacerlo, un


corazón verdaderamente arrepentido y pa<strong>la</strong>bras humildes y sinceras. Somos<br />

nosotros, Señor, los que te hemos vendido, y no sólo una vez. Cada día<br />

especu<strong>la</strong>mos con tu persona y vivimos de esta mísera ganancia; nosotros,<br />

los amados por ti.<br />

¿Nos puedes todavía soportar como íntimos en tu casa, <strong>para</strong> comer el pan<br />

de tus lágrimas y beber <strong>la</strong> sangre de tu dolor? Vendido por nosotros por<br />

una miseria, tú nos has comprado, Señor, al precio infinito de tu sangre.<br />

Haz, te suplicamos, que, a través de <strong>la</strong> herida de tu corazón, podamos<br />

penetrar y establecernos siempre en <strong>la</strong> comunión de tu amor. Amén.<br />

CONTEMPLATIO<br />

Judas dejó el puesto que Jesús le había asignado en <strong>la</strong> comunidad<br />

apostólica <strong>para</strong> "irse a su lugar". Se ha se<strong>para</strong>do de los demás, de <strong>la</strong><br />

comunidad; llegó hasta este extremo progresivamente: en primer lugar se<br />

fue replegando sobre sí mismo, siguiendo un camino muy suyo, y<br />

finalmente se fue a su lugar.<br />

Ciertamente, al principio estaba muy lejos de querer traicionar al Maestro.<br />

La situación política de Israel era muy compleja, y mucha gente prudente<br />

del pueblo se preguntaba si Jesús no era un motivo de desorden. En efecto,<br />

¿qué pruebas había de <strong>la</strong> misión de Jesús?<br />

Es cierto que Judas debió de atormentarse interiormente, rumiando muchas<br />

dudas y pensamientos oscuros. Pero no los compartió con los otros, y<br />

quizás fuese ésta <strong>la</strong> causa de sus ilusiones, de su ceguera y su obstinación.<br />

Estaba solo, cerrado en sí mismo. Y en estas circunstancias, nos hacemos<br />

incapaces de juzgar <strong>la</strong>s cosas con objetividad. No se comunicaba con los<br />

hermanos, reflexionaba solo y andaba a su aire [...].<br />

ACTIO<br />

"A su puesto" (R. Voil<strong>la</strong>ume, Cartas a los hermanos, Madrid 1973).<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Sé fiel hasta <strong>la</strong> muerte y te daré <strong>la</strong> corona de <strong>la</strong> vida" (Ap 2,10b).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Judas aparece como el protagonista de <strong>la</strong> liturgia de los tres primeros días<br />

de <strong>la</strong> Semana Santa: el Evangelio siempre hab<strong>la</strong> de él. Y Judas está<br />

presente también en el cenáculo.<br />

La presencia de Judas en medio de los doce, en torno a <strong>la</strong> mesa de Jesús,<br />

es, indudablemente, el hecho más inquietante entre los hechos, todos


inquietantes, que se condensan en vísperas de <strong>la</strong> pasión del Señor. Es <strong>la</strong><br />

presencia del enemigo entre los amigos, del que golpea en el momento y<br />

lugar en que se precisa <strong>la</strong> confianza, porque nadie puede ya defenderse con<br />

ninguno.<br />

Jesús no ignora esta presencia, no <strong>la</strong> pasa por alto; pero, a <strong>la</strong> vez, no<br />

descubre a Judas, no le acusa, no discute con él, no trata de defenderse.<br />

No cal<strong>la</strong> a propósito de dicha presencia, <strong>para</strong> hacerse también presente a él<br />

hasta el final.<br />

Los doce, sin embargo, tratan de descubrir quién es el que de ellos miente:<br />

y en esta tentativa sucumben y caen en <strong>la</strong> antigua ley de <strong>la</strong> sospecha<br />

recíproca generalizada, de <strong>la</strong> acusación, de <strong>la</strong> división. De aquí nace<br />

siempre <strong>la</strong> crisis de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción fraterna y de comunión: del temor de ser<br />

traicionados, del temor de que otro se aproveche, de <strong>la</strong> pretensión<br />

imposible de poner a prueba y verificar <strong>la</strong>s intenciones del otro.<br />

No existe otra manera de vencer al traidor que entregarse en sus manos y<br />

poner en manos de Dios <strong>la</strong> propia causa. Pensemos en cuántos<br />

desavenencias, cuántas ofensas, cuántas prepotencias, se esconden en<br />

nuestra vida por <strong>la</strong> sospecha. Para sentarse en torno a <strong>la</strong> mesa de Jesús es<br />

preciso fiarse uno de otro sin pensar en el precio que puede costar esta<br />

confianza.<br />

(G. Angelini, Li amó sino al<strong>la</strong> fine, Mi<strong>la</strong>no 1981, 40s)


Jueves 5 de Abril<br />

Misa vespertina ―En <strong>la</strong> Cena del Señor‖<br />

Introducción al Triduo Pascual<br />

Éxodo 12, 1-8. 11-14<br />

Institución y legis<strong>la</strong>ción mosaica sobre <strong>la</strong> Pascua<br />

Jueves Santo<br />

1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón, en el país de Egipto:<br />

2 «Este mes será <strong>para</strong> ustedes el comienzo de los meses, el primero de los meses del<br />

año.<br />

3 Hablen a <strong>la</strong> comunidad de Israel y díganle: El día décimo de este mes tome cada uno un<br />

cordero por familia, un cordero por casa.<br />

4 Pero, si <strong>la</strong> familia es demasiado pequeña <strong>para</strong> consumir el cordero, se pondrá de<br />

acuerdo con el vecino más cercano, según el número de personas y conforme a lo que<br />

cada cual pueda comer.<br />

5 Ustedes escogerán un corderito sin defecto, macho, nacido en el año. En lugar de un<br />

cordero podrán tomar también un cabrito.<br />

6 Ustedes lo reservarán hasta el día catorce de este mes. Entonces toda <strong>la</strong> comunidad de<br />

Israel lo sacrificará al anochecer.<br />

7 En cada casa en que lo coman ustedes tomarán de su sangre <strong>para</strong> untar los postes y <strong>la</strong><br />

parte superior de <strong>la</strong> puerta.<br />

8 Esa misma noche comerán <strong>la</strong> carne asada al fuego; <strong>la</strong> comerán con panes sin levadura y<br />

con verduras amargas.<br />

11 Y comerán así: ceñidos con el cinturón, <strong>la</strong>s sandalias en los pies y el bastón en <strong>la</strong><br />

mano. Ustedes no se demorarán en comerlo: es una pascua en honor de el Señor.<br />

12 Durante esa noche, yo recorreré el país de Egipto y daré muerte a todos los<br />

primogénitos de Egipto, tanto de los egipcios como de sus animales; y demostraré a<br />

todos los dioses de Egipto quién soy yo, el Señor.<br />

13 En <strong>la</strong>s casas donde están ustedes <strong>la</strong> sangre tendrá valor de señal: al ver esta sangre,<br />

yo pasaré de <strong>la</strong>rgo, y <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga no los alcanzará mientras golpeo a Egipto.<br />

14 Ustedes harán recuerdo de este día año tras año, y lo celebrarán con una fiesta en<br />

honor al Señor. Este rito es <strong>para</strong> siempre: los descendientes de ustedes no dejarán de<br />

celebrar este día.<br />

El presente texto tiene un carácter prescriptivo: el acontecimiento histórico<br />

de <strong>la</strong> última cena de los hebreos en Egipto, en espera del paso del Señor<br />

que libera de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud, aparece aquí en c<strong>la</strong>ve litúrgica <strong>para</strong> convertirse<br />

en "un rito perpetuo".<br />

La memoria se hace memorial (zikkarón, v 14), y, en él, <strong>la</strong> eficacia salvífica<br />

de cuanto el Señor ha ejecutado de una vez por todas se actualiza <strong>para</strong><br />

cada generación en y mediante <strong>la</strong> liturgia; de ahí <strong>la</strong> preocupación por dar<br />

normas concretas y detal<strong>la</strong>das <strong>para</strong> <strong>la</strong> celebración (vv. 3-8.11).<br />

El rito hebraico funde elementos originariamente distintos y los historifica.<br />

El sacrificio anual del cordero, con <strong>la</strong> aspersión de <strong>la</strong> sangre -<strong>la</strong> pascua<br />

(pesaj, fiesta primaveral de los pastores nómadas)-, se convierte <strong>para</strong> los<br />

israelitas en signo de <strong>la</strong> protección del Señor (vv. 7.12s).<br />

La ofrenda de <strong>la</strong>s primicias -los ázimos (fiesta agríco<strong>la</strong> vincu<strong>la</strong>da al ciclo de<br />

<strong>la</strong>s estaciones)-, puesta en referencia con <strong>la</strong> liberación de Egipto, recuerda


ahora, de generación en generación, <strong>la</strong> rápida huida de aquel país de<br />

esc<strong>la</strong>vitud.<br />

En un momento preciso de <strong>la</strong> historia de un pueblo oprimido, Dios<br />

interviene con su poder: aquel momento no pertenece sólo al fluir de los<br />

tiempos, sino a <strong>la</strong> dimensión de Dios. Por eso es un "hoy" ofrecido siempre<br />

al que quiera entrar en aquel<strong>la</strong> historia de salvación mediante <strong>la</strong> celebración<br />

del memorial.<br />

R/ Comulgaremos con <strong>la</strong> sangre de Cristo.<br />

12 ¿Cómo le devolveré al Señor<br />

todo el bien que me ha hecho?<br />

13 Alzaré <strong>la</strong> copa por una salvación<br />

e invocaré el nombre del Señor;<br />

R/ Comulgaremos con <strong>la</strong> sangre de Cristo.<br />

15 Tiene un precio a los ojos del Señor<br />

<strong>la</strong> muerte de sus fieles:<br />

16 «¡Mira, Señor, que soy tu servidor,<br />

tu servidor y el hijo de tu esc<strong>la</strong>va:<br />

tú has roto mis cadenas!»<br />

R/ Comulgaremos con <strong>la</strong> sangre de Cristo.<br />

Salmo 116, 12-13.15-18<br />

17 Te ofreceré el sacrificio de acción de gracias<br />

e invocaré el nombre del Señor.<br />

18 Cumpliré mis promesas al Señor<br />

en presencia de todo su pueblo.<br />

Los temas de <strong>la</strong> acción de gracias se prolongan en este salmo e incluyen<br />

varios ritos: invocación del Señor <strong>para</strong> <strong>la</strong> a<strong>la</strong>banza, cumplimiento de los<br />

votos, testimonio público ante <strong>la</strong> asamblea; y u rito con una ―copa de<br />

salvación‖, quizá <strong>para</strong> beber, quizá <strong>para</strong> hacer una libación.<br />

Nuestra liturgia eucarística ha recogido un par de versos de este salmo: en<br />

<strong>la</strong> misa ofrecemos al Padre el sacrificio de su Hijo, es nuestra suprema<br />

acción de gracias que él acepta; es el cumplimiento de nuestros votos en<br />

presencia de toda <strong>la</strong> asamblea.<br />

Después participamos de ese ―cáliz de salvación‖ invocando el nombre del<br />

Señor.<br />

Primera carta a los Corintios 11, 23-26<br />

La eucaristía como ―anamnesis‖ de <strong>la</strong> muerte del Señor<br />

23 Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, <strong>la</strong> noche en que fue<br />

entregado, tomó pan


24 y, después de dar gracias, lo partió diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes;<br />

hagan esto en memoria mía.»<br />

25 De igual manera, tomando <strong>la</strong> copa, después de haber cenado, dijo: «Esta copa es <strong>la</strong> Nueva<br />

Alianza en mi sangre. Todas <strong>la</strong>s veces que <strong>la</strong> beban háganlo en memoria mía.»<br />

26 Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proc<strong>la</strong>mando <strong>la</strong> muerte<br />

del Señor hasta que venga.<br />

En <strong>la</strong> última cena en esta tierra de destierro, Jesús sustituye el memorial de<br />

<strong>la</strong> liberación de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud de Egipto con su memorial. Cumplimiento de <strong>la</strong><br />

Ley y los profetas, lleva a plenitud el antiguo rito con su sacrificio de amor.<br />

"Por nosotros" se dejó entregar a <strong>la</strong> muerte (en el v 23, el término<br />

"entregar" hace alusión a todo el misterio pascual, no sólo a <strong>la</strong> entrega).<br />

"Nueva": así es <strong>la</strong> alianza con Dios, sancionada con <strong>la</strong> sangre del verdadero<br />

Cordero, que con su inmo<strong>la</strong>ción nos libera de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud del mal y,<br />

consumada en <strong>la</strong> comunión del Pan de <strong>la</strong> ofrenda que, roto en <strong>la</strong> muerte,<br />

nos da <strong>la</strong> vida.<br />

También debería ser nueva <strong>la</strong> conducta del cristiano: cada vez que come de<br />

este pan y bebe de este cáliz, graba en su propia existencia <strong>la</strong><br />

extraordinaria riqueza de <strong>la</strong> pascua de Cristo, testimoniándolo en el tiempo<br />

hasta el día de <strong>la</strong> venida gloriosa del Señor (v 26).<br />

Juan 13, 1-15<br />

―Los amó hasta el extremo‖<br />

1 Antes de <strong>la</strong> fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este<br />

mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó<br />

hasta el fin.<br />

2 Durante <strong>la</strong> Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de<br />

Simón, el propósito de entregarlo,<br />

3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de<br />

Dios y volvía a Dios,<br />

4 se levantó de <strong>la</strong> mesa, se sacó el manto y tomando una toal<strong>la</strong> se <strong>la</strong> ató a <strong>la</strong> cintura.<br />

5 Luego echó agua en un recipiente y empezó a <strong>la</strong>var los pies a los discípulos y a<br />

secárselos con <strong>la</strong> toal<strong>la</strong> que tenía en <strong>la</strong> cintura.<br />

6 Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: « ¿Tú, Señor, me vas a <strong>la</strong>var los pies a<br />

mí?».<br />

7 Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después<br />

lo comprenderás».<br />

8 «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me <strong>la</strong>varás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no<br />

te <strong>la</strong>vo, no podrás compartir mi suerte».<br />

9 «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también <strong>la</strong>s manos y <strong>la</strong><br />

cabeza!».<br />

10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita <strong>la</strong>varse más que los pies, porque está<br />

completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos».<br />

11 Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están<br />

limpios».<br />

12 Después de haberles <strong>la</strong>vado los pies, se puso el manto, volvió a <strong>la</strong> mesa y les dijo: «<br />

¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?<br />

13 Ustedes me l<strong>la</strong>man Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.<br />

14 Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he <strong>la</strong>vado los pies, ustedes también deben<br />

<strong>la</strong>varse los pies unos a otros.


15 Les he dado el ejemplo, <strong>para</strong> que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.<br />

Lavatorio de los pies: el camino de <strong>la</strong> comunión con Jesús<br />

Entremos en el Triduo Pascual<br />

Con <strong>la</strong> celebración vespertina l<strong>la</strong>mada ―Misa en <strong>la</strong> Cena del Señor‖,<br />

evocamos y hacemos presente <strong>la</strong> última cena de Jesús con sus discípulos<br />

antes de su Pasión. Así entramos en el corazón del año litúrgico, que es el<br />

gran Triduo Pascual.<br />

Precisamente el triduo pascual se coloca en el centro del año litúrgico por<br />

su función de ―memorial‖ de <strong>la</strong>s celebraciones que caracterizan <strong>la</strong> Pascua<br />

―cristiana‖. Como <strong>la</strong> comunidad de Israel, también <strong>la</strong> Iglesia mantiene<br />

viva <strong>la</strong> memoria de <strong>la</strong> misericordia de Dios que ―pasa‖ continuamente por<br />

su historia y refunda su existencia como ―pueblo de Dios‖ con base en<br />

esta perenne voluntad de reconciliación.<br />

El centro de este ―memorial‖ es el Misterio Pascual, <strong>la</strong> muerte y<br />

resurrección de Jesús. En <strong>la</strong> muerte de Jesús, Dios ha asumido <strong>la</strong><br />

naturaleza humana hasta <strong>la</strong> muerte, ―hasta <strong>la</strong> muerte de Cruz‖<br />

(Filipenses 2,8). A través de el<strong>la</strong>, Jesús ―se convirtió en causa de<br />

salvación eterna <strong>para</strong> todos aquellos que le obedecen‖ (Hebreos 5,9;<br />

idea importante del Viernes Santo).<br />

De hecho, <strong>la</strong> cruz de Jesús no se puede se<strong>para</strong>r de <strong>la</strong> resurrección,<br />

fundamento de nuestra esperanza. Y este es nuestro futuro:<br />

―Sepultados... en su muerte, <strong>para</strong> que también nosotros vivamos<br />

una vida nueva‖ (Romanos 6,4; idea central de <strong>la</strong> Vigilia Pascual).<br />

Todo esto se recoge en <strong>la</strong> gran Eucaristía que se celebra entre hoy y el<br />

Domingo de Pascua. Hoy hacemos ―memoria‖ de aquel<strong>la</strong> primera<br />

Eucaristía que Jesús celebró y al mismo tiempo <strong>la</strong> actualizamos como<br />

recuerdo del pasado, como presencia en el hoy de nuestras comunidades,<br />

al mismo tiempo de esperanza y profecía <strong>para</strong> el futuro.<br />

El cuerpo y <strong>la</strong> sangre eucarísticos de Jesús nos asegura su presencia a lo<br />

<strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> historia. Es Jesús mismo quien establece de manera concreta, en<br />

<strong>la</strong> Eucaristía, <strong>la</strong> permanencia visible y misteriosa de su muerte en <strong>la</strong> Cruz<br />

por nosotros, de su supremo amor por <strong>la</strong> humanidad, de su venida continua<br />

dentro de nosotros <strong>para</strong> salvarnos y santificarnos.<br />

Es así como en cada celebración su corazón, traspasado por <strong>la</strong> <strong>la</strong>nza, sea<br />

abre <strong>para</strong> derramar el Espíritu Santo sobre <strong>la</strong> Iglesia y el mundo.<br />

Para profundizar en esto, se nos propone leer hoy el re<strong>la</strong>to del ―<strong>la</strong>vatorio<br />

de los pies‖ (Juan 13,1-15). Notemos que en <strong>la</strong> última cena, el evangelista


Juan no hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> institución de <strong>la</strong> Eucaristía (que se encuentra<br />

ampliamente tratada en el discurso del ―Pan de Vida‖ en Jn 6).<br />

Juan prefiere colocar aquí un gesto que indica el significado último de <strong>la</strong><br />

Eucaristía, como acto de amor extremo de Jesús por los suyos,<br />

manifestación de un servicio pleno hacia los discípulos.<br />

(1) Introducción: <strong>la</strong> hora del amor supremo (13,1)<br />

La última parte del evangelio de Juan (13-21) se abre con una introducción<br />

solemne: ―Antes de <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Pascua, sabiendo Jesús que había<br />

llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado<br />

a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo‖<br />

(13,1).<br />

El evangelista Juan nos ayuda a recorrer atentamente el último día de Jesús<br />

con sus discípulos. Así nos hace comprender que efectivamente ha llegado<br />

<strong>la</strong> ―hora‖ tan esperada por Jesús, <strong>la</strong> ―hora‖ ardientemente deseada,<br />

cuidadosamente pre<strong>para</strong>da, frecuentemente anunciada (ver 12,27-28).<br />

Es <strong>la</strong> ―hora‖ en que manifiesta su amor infinito entregándose a quien lo<br />

traiciona, en el don supremo de su libertad.<br />

Dos aspectos se ponen de relieve:<br />

- Esta es <strong>la</strong> hora en que Jesús regresa a <strong>la</strong> casa del Padre: ―había llegado<br />

<strong>la</strong> hora de pasar de este mundo al Padre‖. Él conoce el camino y <strong>la</strong><br />

meta.<br />

- Esta es <strong>la</strong> hora en <strong>la</strong> que Jesús da <strong>la</strong> máxima prueba de su amor: ―los<br />

amó hasta el extremo‖.<br />

Juan seña<strong>la</strong> que el amor de Jesús viene de Dios y es, por lo tanto, un amor<br />

gratuito y total. La cruz de Jesús será <strong>la</strong> manifestación de este amor divino,<br />

afecto supremo que ama hasta <strong>la</strong>s últimas consecuencias, hasta el extremo<br />

de sus fuerzas.<br />

El marco es el de <strong>la</strong> Pascua hebrea: ―Antes de <strong>la</strong> fiesta de <strong>la</strong> Pascua‖.<br />

En el<strong>la</strong> el pueblo de Israel celebra con gratitud los beneficios de Dios, quien<br />

lo liberó de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud y lo hizo su pueblo.<br />

Jesús lleva a su cumplimiento esta liberación, arrancando al hombre de <strong>la</strong><br />

esc<strong>la</strong>vitud del pecado y de <strong>la</strong> muerte y dándole <strong>la</strong> comunión plena con Dios.<br />

El gesto simbólico del <strong>la</strong>vatorio de los pies muestra <strong>la</strong> significación de <strong>la</strong><br />

entrega de su vida y el valor ejemp<strong>la</strong>r que ésta tiene <strong>para</strong> todo discípulo.


(2) El <strong>la</strong>vatorio de los pies (13,2-5)<br />

El episodio del <strong>la</strong>vatorio de los pies es un ―signo‖ que reve<strong>la</strong> un misterio<br />

mucho más grande que lo que una primera <strong>lectura</strong> inmediata puede sugerir.<br />

El gesto contiene una catequesis bautismal y al mismo tiempo una<br />

enseñanza sobre <strong>la</strong> humildad, una ilustración eficaz del mandamiento del<br />

amor fraterno a <strong>la</strong> manera de Jesús: el amor que acepta morir <strong>para</strong> ser<br />

fecundo.<br />

―Durante <strong>la</strong> cena‖ (13,2ª). En <strong>la</strong> cena, donde el vivir en comunión<br />

encuentra su mejor expresión, pesa <strong>la</strong> sombra de <strong>la</strong> traición que rompe <strong>la</strong><br />

amistad. Pero mientras el traidor se mueve orientado por el diablo (13,2b),<br />

Jesús lo hace dejándose determinar por Dios (13,3).<br />

Lo que Jesús ha hecho y va a hacer proviene de su comunión con Dios. Ahí<br />

radica <strong>la</strong> libertad que hará que <strong>la</strong> muerte que le aguarda sea realmente un<br />

don de amor por los suyos y por los hijos de Dios dispersos.<br />

―El Padre le había puesto todo en sus manos‖ (13,3ª). El amor del<br />

pastor (10,28-29) protegerá los discípulos de un mundo que quisiera poder<br />

arrancarlos de <strong>la</strong> comunión de vida con su Maestro. Y aunque ellos lo<br />

traicionen, Jesús reforzará los vínculos con ellos y les ofrecerá un perdón<br />

pleno.<br />

Por lo tanto, <strong>la</strong>var los pies constituye una promesa de aquel perdón que el<br />

Crucificado le ofrecerá a los discípulos en <strong>la</strong> tarde del día de <strong>la</strong> resurrección<br />

(ver Jn 20,19ss).<br />

―Y se puso a <strong>la</strong>var los pies de los discípulos‖. Notemos en el v.4 los<br />

movimientos de Jesús. Para demostrar su amor:<br />

(a) se levanta de <strong>la</strong> mesa,<br />

(b) se quita los vestidos (el manto),<br />

(c) se amarra una toal<strong>la</strong> alrededor de <strong>la</strong> cintura,<br />

(d) echa agua en un recipiente,<br />

(e) le <strong>la</strong>va los pies a los discípulos y<br />

(f) se los seca con <strong>la</strong> toal<strong>la</strong> que lleva en <strong>la</strong> cintura.<br />

El <strong>la</strong>vatorio de los pies está enmarcado por el ―quitarse‖ (13,4) y ―volver a<br />

ponerse‖ los vestidos (13,12). Este movimiento nos reenvía al gesto del<br />

Buen Pastor de <strong>la</strong>s ovejas, quien se despoja de su propia vida <strong>para</strong> dárse<strong>la</strong><br />

a sus ovejas.


De hecho, se puede notar que los verbos que se usan en el texto son los<br />

mismos verbos que se utilizan en el capítulo del Buen Pastor, cuando se<br />

dice que ―ofrece su propia vida‖ y ―<strong>la</strong> retoma‖ (ver Jn 10,18).<br />

El despojo del manto y del amarrarse <strong>la</strong> toal<strong>la</strong> son, por lo tanto, una<br />

evocación del misterio de <strong>la</strong> Pasión y de <strong>la</strong> Resurrección, que el <strong>la</strong>vatorio de<br />

los pies hace presente de manera simbólica.<br />

Jesús se comporta como un servidor (a <strong>la</strong> manera de un esc<strong>la</strong>vo) de <strong>la</strong><br />

mesa ya que su muerte es precisamente eso: un acto de servicio por <strong>la</strong><br />

humanidad.<br />

Así llegamos a entender que el <strong>la</strong>vatorio de los pies sustituye el de <strong>la</strong><br />

institución de <strong>la</strong> Eucaristía precisamente porque explica precisamente lo que<br />

sucede en el Calvario.<br />

En el <strong>la</strong>vatorio de los pies contemp<strong>la</strong>mos <strong>la</strong> manifestación del Amor<br />

Trinitario en Jesús que se humil<strong>la</strong>, que se pone al alcance y a disposición de<br />

todo hombre, revelándonos así que Dios es humilde y manifiesta su<br />

omnipotencia y su suprema libertad en <strong>la</strong> aparente debilidad.<br />

(3) El diálogo con Pedro (13,6-11)<br />

La reacción de Pedro no tarda. En el evangelio de Juan, Pedro representa<br />

al discípulo que tiene dificultad <strong>para</strong> entender <strong>la</strong> lógica de amor de su<br />

Maestro y <strong>para</strong> dejarse conducir con docilidad por <strong>la</strong> voluntad de su Señor.<br />

Pedro no puede aceptar <strong>la</strong> humildad de su Maestro: se trata de un acto de<br />

servicio que, según él, no está a <strong>la</strong> altura de <strong>la</strong> dignidad de su Maestro<br />

(13,6). En <strong>la</strong> cultura antigua los pies representan el extremo de <strong>la</strong> impureza,<br />

por eso <strong>la</strong>var los pies era una acción que solo podían realizar los esc<strong>la</strong>vos.<br />

Pedro se escandaliza de lo que Jesús está haciendo y dicho escándalo pone<br />

en evidencia <strong>la</strong> distancia entre su modo de ver <strong>la</strong>s cosas y el modo como<br />

Jesús <strong>la</strong>s ve.<br />

Jesús entonces le explica a Pedro que él ahora no puede comprender lo que<br />

está haciendo por él, pero en sus pa<strong>la</strong>bras le hace una promesa: ―¡Lo<br />

comprenderás más tarde!‖ (13,7). A <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> Pascua no se<br />

escandalizará más por todo lo que el Señor hizo por él y por los otros<br />

discípulos.<br />

Más bien, aquel gesto constituirá un comentario bril<strong>la</strong>nte al misterio de<br />

amor ―purificador‖ de <strong>la</strong> Pasión: amor que los hace capaces de amor en <strong>la</strong><br />

perfecta unión con Dios (13,8-11). De esta forma se podrá tomar parte en<br />

su propio destino.


(4) El valor ejemp<strong>la</strong>r del gesto de Jesús (13,12-15)<br />

Los vv. 12 a 15 hacen <strong>la</strong> aplicación del <strong>la</strong>vatorio de los pies a <strong>la</strong> vida de los<br />

discípulos, <strong>para</strong> sugerir el estilo de <strong>la</strong> comunidad de los verdaderos<br />

discípulos: cómo debemos comportarnos los unos con los otros (ver 13,12).<br />

Precisamente aquél que es el ―Señor y el Maestro‖ (13,13) se ha hecho<br />

siervo por nosotros y por tanto <strong>la</strong> comunidad de los discípulos está l<strong>la</strong>mada<br />

a continuar esta praxis de humil<strong>la</strong>ción en los servicios –a veces<br />

despreciables a los ojos del mundo- <strong>para</strong> dar vida en abundancia a los<br />

humil<strong>la</strong>dos de <strong>la</strong> tierra.<br />

Este estilo de vida estará marcado por <strong>la</strong> reciprocidad, irá siempre en doble<br />

dirección, ya que se trata de estar disponibles <strong>para</strong> hacerse siervos de los<br />

hermanos por amor, pero también <strong>para</strong> saber acoger con sencillez, gratitud<br />

y alegría los servicios que otros hacen por nosotros.<br />

Juan subraya que tal servicio será un ―<strong>la</strong>varse los pies unos a otros‖<br />

(13,14); en otras pa<strong>la</strong>bras consistirá en aceptar los límites, los defectos, <strong>la</strong>s<br />

ofensas del hermano y al mismo tiempo que se reconocen los propios<br />

límites y <strong>la</strong>s ofensas a los hermanos.<br />

En fin, retengamos <strong>la</strong> doble lección:<br />

Sólo del reconocimiento del gran amor con el cual hemos sido amados<br />

podremos madurar nuevas actitudes de perdón y de servicio con todos los<br />

que nos rodean. Por lo tanto, dejémonos aferrar por el amor de Cristo <strong>para</strong><br />

que nazca de nuestro corazón una caridad y una a<strong>la</strong>banza sincera.<br />

Jesús pide que lo imitemos <strong>para</strong> que a través de los servicios humildes de<br />

amor a los hermanos podamos transformar el mundo y ofrecerlo al Padre<br />

en unión con su ofrenda en <strong>la</strong> Cruz. Ésa es <strong>la</strong> raíz de <strong>la</strong> sacerdotalidad.<br />

Releamos ahora el Evangelio con un Padre de <strong>la</strong> Iglesia<br />

Jn 13,1-15:<br />

Homilía de san Agustín<br />

(Comentarios sobre el evangelio de San Juan 56,1-3)<br />

―Cuando el Señor se puso a <strong>la</strong>var los pies a sus discípulos se acercó<br />

a Simón Pedro; y Pedro le dijo: ¿Me vas a <strong>la</strong>var tú a mí los pies?<br />

¿Quién no se llenaría de estupor si el Hijo de Dios le <strong>la</strong>vase los<br />

pies? Y aunque era señal de una audacia temeraria que el siervo<br />

resistiese al Señor, el hombre a Dios, Pedro lo prefirió antes de<br />

consentir que le <strong>la</strong>vase los pies su Dios y Señor...


Pero Jesús le contestó diciendo: Lo que yo hago, no lo entiendes<br />

ahora; lo entenderás más tarde.<br />

Espantado por <strong>la</strong> grandeza de <strong>la</strong> acción divina, se resiste aun a<br />

permitir aquello cuyo motivo ignora. No quiere ver, no puede<br />

soportar que Cristo esté postrado a sus pies.<br />

Jamás me <strong>la</strong>varás tú los pies, le dijo. ¿Qué quiere decir jamás?<br />

Nunca lo toleraré, nunca lo consentiré, nunca lo permitiré.<br />

Entonces el Señor, asustando a aquel enfermo recalcitrante con el<br />

peligro en que ponía su salvación, le replica: Si no te <strong>la</strong>vo, no<br />

tendrás parte conmigo. Dice: Si no te <strong>la</strong>vo, aunque se trataba<br />

so<strong>la</strong>mente de los pies. De <strong>la</strong> misma manera se dice: «Me pisas»,<br />

aunque sólo se pise el pie.<br />

Pedro, turbado entre el amor y el temor y sintiendo más horror al<br />

verse apartado de él que al verlo postrado a sus pies, replica a su<br />

vez: Señor, no sólo mis pies, sino también <strong>la</strong>s manos y <strong>la</strong> cabeza<br />

(Jn 13,6-9)…<br />

Dícele Jesús: Quien se ha <strong>la</strong>vado, sólo tiene necesidad de <strong>la</strong>varse<br />

los pies, pues está todo limpio (Jn 13,10).<br />

Quizá alguno intrigado diga: «Si está enteramente limpio, ¿qué<br />

necesidad tiene de <strong>la</strong>varse los pies?». El Señor sabía bien lo que<br />

decía, aunque nuestra debilidad no llegue a penetrar sus secretos‖.<br />

Para cultivar <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra en lo profundo del corazón:<br />

1. ¿Qué re<strong>la</strong>ción hay entre el gesto del <strong>la</strong>vado de los pies, <strong>la</strong><br />

Eucaristía y <strong>la</strong> muerte de Jesús en <strong>la</strong> Cruz?<br />

2. ¿Por qué Pedro no quería dejarse <strong>la</strong>var los pies? ¿Qué le<br />

enseña Jesús? ¿Qué re<strong>la</strong>ción tiene con el bautismo?<br />

3. ¿Qué servicios concretos me está pidiendo Jesús en esta etapa<br />

de mi vida? ¿Estoy disponible con libertad de corazón o estoy<br />

resistiendo?<br />

4. ¿Qué gestos concretos de amor humilde y servicial podría<br />

hacer hoy o en estos días <strong>para</strong> aliviar el dolor de mis<br />

hermanos que sufren y <strong>para</strong> dar repuesta a sus necesidades?


MEDITATIO<br />

El discurso de Jesús en <strong>la</strong> última cena fue una conversación en un clima de<br />

amistad, de confianza y, a <strong>la</strong> vez, el último adiós, que nos da abriendo su<br />

corazón. ¡Cómo debió de esperar Jesús esta hora! Era <strong>la</strong> hora <strong>para</strong> <strong>la</strong> cual<br />

había venido, <strong>la</strong> hora de darse a los discípulos, a <strong>la</strong> humanidad, a <strong>la</strong> Iglesia.<br />

Las pa<strong>la</strong>bras del Evangelio rebosan una energía vital que nos supera. El<br />

memorial de Jesús —el recuerdo de su cena pascual— no se repite en el<br />

tiempo, sino que se renueva, se nos hace presente. Lo que Jesús hizo aquel<br />

día, en aquel<strong>la</strong> hora, es lo que él todavía, aquí presente, hace <strong>para</strong><br />

nosotros.<br />

Por eso no dudamos en sentirnos de verdad en aquel<strong>la</strong> única hora en <strong>la</strong> que<br />

Jesús se entregó a sí mismo por todos, como don y testimonio del amor del<br />

Padre.<br />

Nosotros, por consiguiente, debemos aprender de Jesús, que nos dice: "Les<br />

he dado ejemplo... ". Debemos aprender de él a decir siempre "gracias" y a<br />

celebrar <strong>la</strong> eucaristía en <strong>la</strong> vida entrando en <strong>la</strong> dinámica del amor que se<br />

ofrece y sacrifica a sí mismo <strong>para</strong> hacer vivir al otro.<br />

El rito del <strong>la</strong>vatorio de los pies tiene como finalidad recordarnos que el<br />

mandamiento del Señor debe llevarse a <strong>la</strong> práctica en el día a día: servirnos<br />

mutuamente con humildad. La caridad no es un sentimiento vago, no es<br />

una experiencia de <strong>la</strong> que podemos esperar gratificaciones psicológicas,<br />

sino que es <strong>la</strong> voluntad de sacrificarse a sí mismo con Cristo por los demás,<br />

sin cálculos.<br />

El amor verdadero siempre es gratuito y siempre está disponible: se da<br />

pronta y totalmente.<br />

ORATIO<br />

Partirás solo, Señor, sin nosotros, tus amigos, <strong>para</strong> afrontar <strong>la</strong> lucha<br />

suprema del enemigo. Partirás solo porque no podemos seguirte antes de<br />

que hayas vencido a aquel que nos divide. Pero nos encontrarás en lo<br />

hondo de tu soledad, y nosotros te encontraremos en el fondo de nuestra<br />

humil<strong>la</strong>ción.<br />

Señor Jesús, nosotros no sabemos cuál es <strong>la</strong> hora más dulce y pura del<br />

amor: si <strong>la</strong> que nos reúne juntos, confiados y descansados sobre tu pecho,<br />

o <strong>la</strong> ,que nos dis-persa en <strong>la</strong> noche perdidos y abatidos de tristeza.<br />

Pero si tú, desde tu lejanía de condenado a muerte, te vuelves un momento<br />

a mirarnos, percibiremos en <strong>la</strong> luz de tus ojos una chispa del insondable<br />

misterio que hoy nos pesa en el corazón y que mañana contemp<strong>la</strong>remos sin<br />

velos en el rostro del Amor. Amén.


CONTEMPLATIO<br />

Mi Señor se quita el manto, se ciñe una toal<strong>la</strong>, echa agua en <strong>la</strong> jofaina y<br />

<strong>la</strong>va los pies a sus discípulos: también quiere <strong>la</strong>varnos los pies a nosotros. Y<br />

no sólo a Pedro, sino a cada uno de los fieles nos dice: "Si no te <strong>la</strong>vo los<br />

pies, no podrás contarte entre los míos". Ven, Señor Jesús, deja el manto<br />

que te has puesto por mí.<br />

Despójate, <strong>para</strong> revestirte de tu misericordia. Cíñete una toal<strong>la</strong>, <strong>para</strong> que<br />

nos ciñas con tu don: <strong>la</strong> inmortalidad. Echa agua en <strong>la</strong> jofaina y lávanos no<br />

sólo los pies, sino también <strong>la</strong> cabeza; no sólo los pies de nuestro cuerpo,<br />

sino también los del alma. Quiero despojarme de toda suciedad propia de<br />

nuestra fragilidad.<br />

¡Qué grande es este misterio! Como un siervo <strong>la</strong>vas los pies a tus siervos y<br />

como Dios mandas rocío del cielo [...]. También yo quiero <strong>la</strong>var los pies a<br />

mis hermanos, quiero cumplir el mandato del Señor. El me mandó no<br />

avergonzarme ni desdeñar el cumplir lo que él mismo hizo antes que yo. Me<br />

aprovecho del misterio de <strong>la</strong> humildad: mientras <strong>la</strong>vo a los otros, purifico<br />

mis manchas (san Ambrosio, El Espíritu Santo I, 12-15).<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Hagan esto en memoria mía" (1 Cor 11,24).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

El día de Jueves Santo se celebra <strong>la</strong> memoria de <strong>la</strong> primera vez que Nuestro<br />

Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó<br />

en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que<br />

sólo puede ser un don suyo.<br />

Me refiero a esa humildad de mente por <strong>la</strong> que conocemos <strong>la</strong> verdad de que<br />

lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su<br />

sangre. Por eso nos arrodil<strong>la</strong>mos <strong>para</strong> honrar a Jesús en el Santísimo<br />

Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de <strong>la</strong> Reserva, nos<br />

damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de<br />

Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en<br />

el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más<br />

extrañeza.<br />

El día de Jueves Santo [...] evocamos también cómo nuestro Señor, durante<br />

<strong>la</strong> última cena, se levantó y se puso a <strong>la</strong>var Ios pies de sus apóstoles y, con<br />

este gesto, nos mostró algo de <strong>la</strong> divina bondad. Jesús nos reve<strong>la</strong> en qué<br />

consiste lo divino. Jesús <strong>la</strong>vó los pies de sus discípulos <strong>para</strong> mostrar <strong>la</strong>s


atenciones y <strong>la</strong> gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un<br />

pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras<br />

plegarias.<br />

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer<br />

nosotros a cambio? ¿No deberíamos igua<strong>la</strong>r esta dulce bondad suya, que<br />

rebosa amor por nosotros, y brindar <strong>la</strong> misma bondad y el mismo amor?<br />

Esto demostraría que el amor, <strong>la</strong> caridad cristiana, no es sólo una pa<strong>la</strong>bra<br />

fácil, sino algo que nos lleva a <strong>la</strong> acción y al servicio, especialmente al de<br />

los pobres y al de cuantos pasan necesidad<br />

(B. Hume, II mistero e I'assurdo, Casale Monf. 1999, 107s).


Viernes 6 de Abril<br />

Viernes Santo<br />

―Sacratísimo Triduo del Cristo crucificado, sepultado y resucitado‖<br />

San Agustín<br />

VIERNES SANTO DE LA MUERTE DEL SEÑOR<br />

Primer día del triduo Pascual<br />

Hoy no hay sacrificio eucarístico. Adoramos <strong>la</strong> Cruz<br />

Isaías 52, 13-53, 12<br />

Victimación solidaria y vicaria del Siervo del Señor<br />

(Cuarto cántico del Siervo del Señor)<br />

13 Ahora llega <strong>para</strong> mi servidor <strong>la</strong> hora del éxito; será exaltado, y puesto en lo más alto.<br />

14 Así como muchos quedaron espantados al verlo, pues estaba tan desfigurado, que ya<br />

no parecía un ser humano<br />

15 así también todas <strong>la</strong>s naciones se asombrarán, y los reyes quedarán sin pa<strong>la</strong>bras al<br />

ver lo sucedido, pues verán lo que no se les había contado y descubrirán cosas que nunca<br />

se habían oído.<br />

1 ¿Quién podrá creer <strong>la</strong> noticia que recibimos? Y <strong>la</strong> obra mayor de Yavé, ¿a quién se <strong>la</strong><br />

reveló?<br />

2 Este ha crecido ante Dios como un retoño, como raíz en tierra seca. No tenía brillo ni<br />

belleza <strong>para</strong> que nos fijáramos en él, y su apariencia no era como <strong>para</strong> cautivarnos.<br />

3 Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el<br />

sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve <strong>la</strong> cara, no contaba <strong>para</strong> nada y<br />

no hemos hecho caso de él.<br />

4 Sin embargo, eran nuestras dolencias <strong>la</strong>s que él llevaba, eran nuestros dolores los que<br />

le pesaban. Nosotros lo creíamos azotado por Dios, castigado y humil<strong>la</strong>do,<br />

5 y eran nuestras faltas por <strong>la</strong>s que era destruido nuestros pecados, por los que era<br />

ap<strong>la</strong>stado. El soportó el castigo que nos trae <strong>la</strong> paz y por sus l<strong>la</strong>gas hemos sido sanados.<br />

6 Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino, y Yavé<br />

descargó sobre él <strong>la</strong> culpa de todos nosotros.<br />

7 Fue maltratado y él se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero,<br />

como una oveja que permanece muda cuando <strong>la</strong> esqui<strong>la</strong>n.<br />

8 Fue detenido, enjuiciado y eliminado ¿y quién ha pensado en su suerte? Pues ha sido<br />

arrancado del mundo de los vivos y herido de muerte por los crímenes de su pueblo.<br />

9 Fue sepultado junto a los malhechores y su tumba quedó junto a los ricos, a pesar de<br />

que nunca cometió una violencia ni nunca salió una mentira de su boca.<br />

10 Quiso Yavé destrozarlo con padecimientos, y él ofreció su vida como sacrificio por el<br />

pecado. Por esto verá a sus descendientes y tendrá <strong>la</strong>rga vida, y el proyecto de Dios<br />

prosperará en sus manos.<br />

11 Después de <strong>la</strong>s amarguras que haya padecido su alma, gozará del pleno conocimiento.<br />

El Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, después de cargar con sus deudas.<br />

12 Por eso, le daré en herencia muchedumbres y lo contaré entre los grandes, porque se<br />

ha negado a sí mismo hasta <strong>la</strong> muerte y ha sido contado entre los pecadores, cuando<br />

llevaba sobre sí los pecados de muchos e intercedía por los pecadores.<br />

Del Siervo doliente nos hab<strong>la</strong>n los oráculos de el Señor que abren y<br />

concluyen este fragmento (52,13-15; 53,11s) mostrando el éxito glorioso de<br />

su padecer humilde, que se convierte en fuente de salvación <strong>para</strong> <strong>la</strong>s<br />

multitudes.<br />

De él nos hab<strong>la</strong> <strong>la</strong> comunidad de <strong>la</strong> que el profeta es portavoz ("nosotros",<br />

v 4), confesando <strong>la</strong> total incomprensión en <strong>la</strong> que se consumó el dolor del


Siervo: incomprensión que pasó de <strong>la</strong> indiferencia al desprecio, del juicio al<br />

abuso legitimado (vv. 3-4.8a). Pero él cal<strong>la</strong>.<br />

No atrae precisamente por el esplendor de su aspecto (signo de bendición<br />

divina), ni por su doctrina bril<strong>la</strong>nte: "Familiarizado con el sufrimiento", pero<br />

no es ésta materia de enseñanza.<br />

Cal<strong>la</strong>do en <strong>la</strong> humil<strong>la</strong>ción, en <strong>la</strong> opresión, en <strong>la</strong> condena a muerte (v 7)<br />

hasta <strong>la</strong> sepultura infame (v 9), sólo cuando su sacrificio dé expiación se<br />

consuma <strong>la</strong> comunidad -purificada por él- comprende el inconcebible<br />

designio de Dios.<br />

El castigo, como sufrimiento purificador, presupone una culpa; pero aquí,<br />

por primera vez, aparece abiertamente algo distinto: el misterioso<br />

sufrimiento vicario. El pecado es nuestro -nos reconocemos fácilmente en el<br />

nosotros del texto-, pero quien sufre <strong>para</strong> expiarlo no somos nosotros, sino<br />

el Siervo inocente.<br />

Ésta es <strong>la</strong> voluntad de Dios que se cumple en el Siervo. Es <strong>la</strong> justicia divina<br />

que se l<strong>la</strong>ma " misericordia " . Es <strong>la</strong> promesa -que bril<strong>la</strong> como un relámpago<br />

en el Antiguo Testamento- de <strong>la</strong> luz y <strong>la</strong> glorificación tras <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s y <strong>la</strong><br />

humil<strong>la</strong>ción.<br />

Salmo 31, 2. 6. 12-13. 15-17. 25<br />

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br />

2 A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado: ¡tú que eres justo, ponme a<br />

salvo!<br />

6 En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás.<br />

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br />

12 Mi enemigo se alegra, mis vecinos se horrorizan, y se espantan de mí mis conocidos:<br />

si me ven en <strong>la</strong> calle, se alejan de mí.<br />

13 Se olvidaron de mí, como de un muerto, soy como un objeto inservible.<br />

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br />

15 Pero yo, Señor, confío en ti, yo dije: Tú eres mi Dios.<br />

16 Mi porvenir está en tus manos, líbrame de los enemigos que me persiguen.<br />

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br />

17 Que sobre tu servidor brille tu rostro, sálvame por tu amor.<br />

25 Fortalezcan su corazón, sean valientes, todos los que esperan en el Señor.<br />

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.<br />

Las últimas pa<strong>la</strong>bras de Cristo en su vida mortal son una cita del v. 6.<br />

Pronunciadas por Cristo, <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del salmo alcanzan su plenitud de<br />

sentido: el abandono, el sufrimiento, <strong>la</strong> confianza, <strong>la</strong> liberación.


Desde esta experiencia, Cristo invita también a los suyos al amor y a <strong>la</strong><br />

esperanza, abriendo acceso al ―asilo‖ de Dios, reve<strong>la</strong>ndo ―el prodigio de su<br />

misericordia‖.<br />

Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9<br />

Victimación obediencial salutífera<br />

14 Tenemos, pues, un sumo sacerdote excepcional, que ha entrado en el mismo cielo,<br />

Jesús, el Hijo de Dios. Esto es suficiente <strong>para</strong> que nos mantengamos firmes en <strong>la</strong> fe que<br />

profesamos.<br />

15 Nuestro sumo sacerdote no se queda indiferente ante nuestras debilidades, pues ha<br />

sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado.<br />

16 Por lo tanto, acerquémonos con plena confianza a <strong>la</strong> sede de <strong>la</strong> gracia, a fin de<br />

obtener misericordia y hal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> gracia del auxilio oportuno.<br />

7 En los días de su vida mortal presentó ruegos y súplicas a aquel que podía salvarlo de <strong>la</strong><br />

muerte; éste fue su sacrificio, con grandes c<strong>la</strong>mores y lágrimas, y fue escuchado por su<br />

actitud reverente.<br />

8 Aunque era Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer.<br />

9 Y ahora, llegado a su perfección, trae <strong>la</strong> salvación eterna <strong>para</strong> todos los que le<br />

obedecen.<br />

La perícopa, de una importancia central en <strong>la</strong> carta a los Hebreos, nos invita<br />

a considerar el valor definitivo del sacrificio de Cristo, que cumple como<br />

sumo sacerdote y le hace ser, como verdadera víctima, puro y santo. La<br />

figura de Cristo sobresale así en toda su majestad.<br />

Pero esta realidad no le aleja o le lleva a un mundo inaccesible. Más bien,<br />

como ha compartido todas nuestras pruebas (4,15), sabe compadecerse de<br />

nuestra debilidad.<br />

Se ha acercado a nosotros <strong>para</strong> que nosotros pudiéramos acercarnos con<br />

total confianza al Padre, Dios de misericordia y gracia que nos concede <strong>la</strong><br />

ayuda necesaria en todas nuestras tribu<strong>la</strong>ciones (4,16) <strong>para</strong> que cualquier<br />

prueba se convierta en una situación en <strong>la</strong> que brille en todo su esplendor<br />

su providencia admirable.<br />

La sufrida adhesión de Cristo al designio del Padre obtiene una acogida que<br />

supera infinitamente nuestros horizontes: su obediencia filial, que le llevó a<br />

"entregarse a sí mismo a <strong>la</strong> muerte" (cf. Is 53,12), le ha convertido en<br />

"causa de salvación eterna" <strong>para</strong> todos los que obedecen su Pa<strong>la</strong>bra (5,7-9)<br />

y se convierten de esta forma en esa descendencia inmensa prometida al<br />

Siervo de el Señor: <strong>la</strong> nueva prole de los hijos de Dios, renacidos de <strong>la</strong><br />

sangre de Cristo.


Insondable misterio de amor y de dolor<br />

Juan 18, 1- 19,42<br />

―Todo está cumplido‖<br />

1 Cuando terminó de hab<strong>la</strong>r, Jesús pasó con sus discípulos al otro <strong>la</strong>do del torrente Cedrón.<br />

Había allí un huerto, y Jesús entró en él con sus discípulos.<br />

2 Judas, el que lo entregaba, co nocía también ese lugar, pues Je sús se había reunido allí<br />

muchas veces con sus discípulos.<br />

3 Judas hizo de guía a los soldados romanos y a los guardias enviados por los jefes de los<br />

sacerdotes y los fariseos, que llegaron allí con linternas, antorchas y armas.<br />

4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se ade<strong>la</strong>ntó y les dijo: «¿A quién buscan?»<br />

5 Contestaron: «A Jesús el Nazoreo.» Jesús dijo: «Yo soy.» Y Judas, que lo entregaba,<br />

estaba allí con ellos.<br />

6 Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron al suelo.<br />

7 Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscan?» Dijeron: «A Jesús el Nazoreo.»<br />

8 Jesús les respondió: «Ya les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se<br />

vayan.»<br />

9 Así se cumplía lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que tú me<br />

diste.»<br />

10 Simón Pedro tenía una espada, <strong>la</strong> sacó e hirió a Malco, siervo del sumo sacerdote,<br />

cortándole <strong>la</strong> oreja derecha.<br />

11 Jesús dijo a Pedro: «Co loca <strong>la</strong> espada en su lugar. ¿Acaso no voy a beber <strong>la</strong> copa que el<br />

Padre me ha dado?»<br />

12 Entonces los soldados, con el comandante y los guardias de los judíos, prendieron a<br />

Jesús, lo ataron<br />

13 y lo llevaron primero a casa de Anás. Este Anás era suegro de Caifás, sumo sacerdote<br />

aquel año. 14 Caifás era el que había dicho a los judíos: «Es mejor que muera un solo<br />

hombre por el pueblo.»<br />

15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Como este otro discípulo era conocido del<br />

sumo sacerdote, pudo entrar con Jesús en el patio de <strong>la</strong> casa del sumo sacerdote,<br />

16 mientras que Pedro se que dó fuera, junto a <strong>la</strong> puerta. Entonces salió el otro discípulo, el<br />

conocido del sumo sacerdote, y habló con <strong>la</strong> portera, que dejó entrar a Pedro.<br />

17 La muchacha que hacía de portera dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos<br />

de ese hombre.» Pedro le respondió: «No lo soy».<br />

18 Los sirvientes y los guardias tenían unas brasas encendidas y se calentaban, pues hacía<br />

frío. También Pedro estaba con ellos y se calentaba.<br />

19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza. Jesús le<br />

contestó:<br />

20 «Yo he hab<strong>la</strong>do abiertamente al mundo. He enseñado constantemente en los lugares<br />

donde los judíos se reúnen, tanto en <strong>la</strong>s sinagogas como en el Templo, y no he enseñado<br />

nada en secreto.<br />

21 ¿Por qué me preguntas a mí? Interroga a los que escucharon lo que he dicho.»<br />

22 Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en <strong>la</strong> cara,<br />

diciendo: «¿Así contestas al sumo sacerdote?»<br />

23 Jesús le dijo: «Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hab<strong>la</strong>do<br />

correctamente, ¿por qué me golpeas?»<br />

24 Al fin, Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.<br />

25 Simón Pedro estaba calentándose al fuego en el patio, y le dijeron: «Seguramente tú<br />

también eres uno de sus discípulos.» El lo negó diciendo: «No lo soy.»<br />

26 Entonces uno de los servidores del sumo sacerdote, pariente del hombre al que Pedro le<br />

había cortado <strong>la</strong> oreja, le dijo: «¿No te vi yo con él en el huerto?»<br />

27 De nuevo Pedro lo negó y al instante cantó un gallo.<br />

Jesús ante Pi<strong>la</strong>to<br />

28 Llevaron a Jesús de <strong>la</strong> casa de Caifás al tribunal del gobernador romano. Los judíos no<br />

entraron <strong>para</strong> no quedar impuros, pues ése era un lugar pagano, y querían participar en <strong>la</strong><br />

comida de <strong>la</strong> Pascua.<br />

29 Entonces Pi<strong>la</strong>to salió fuera, don de estaban ellos, y les dijo: «¿De qué acusan a este<br />

hombre?»<br />

30 Le contestaron: «Si éste no fuera un malhechor, no lo habríamos traído ante ti.»<br />

31 Pi<strong>la</strong>to les dijo: «Tómenlo y júzguenlo según su ley.» Los judíos contestaron: «Nosotros<br />

no tenemos <strong>la</strong> facultad <strong>para</strong> aplicar <strong>la</strong> pena de muerte.»<br />

32 Con esto se iba a cumplir <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra de Jesús dando a entender qué tipo de muerte iba a<br />

sufrir.<br />

33 Pi<strong>la</strong>to volvió a entrar en el pa<strong>la</strong>cio, l<strong>la</strong>mó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los<br />

judíos?»<br />

34 Jesús le contestó: «¿Viene de ti esta pregunta o repites lo que te han dicho otros de<br />

mí?»<br />

35 Pi<strong>la</strong>to respondió: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los jefes de los sacerdotes te han<br />

entregado a mí; ¿qué has hecho?»


36 Jesús contestó: «Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este<br />

mundo, mis guardias habrían luchado <strong>para</strong> que no cayera en manos de los judíos. Pero mi<br />

reinado no es de acá.»<br />

37 Pi<strong>la</strong>to le preguntó: «Entonces, ¿tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho: yo soy<br />

Rey. Yo doy testimonio de <strong>la</strong> verdad, y <strong>para</strong> esto he nacido y he venido al mundo. Todo el<br />

que está del <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> verdad escucha mi voz.»<br />

38 Pi<strong>la</strong>to dijo: «¿Y qué es <strong>la</strong> verdad?»<br />

Dicho esto, salió de nuevo donde estaban los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún<br />

motivo <strong>para</strong> condenar a este hombre.<br />

39 Pero aquí es costumbre que en <strong>la</strong> Pascua yo les devuelva a un prisionero. ¿Quie ren<br />

ustedes que ponga en libertad al Rey de los Judíos?»<br />

40 Ellos empezaron a gritar: «¡A ése no! Suelta a Barrabás.» Barrabás era un bandido.<br />

1 Entonces Pi<strong>la</strong>to tomó a Jesús y ordenó que fuera azotado.<br />

2 Los soldados hicieron una corona con espinas y se <strong>la</strong> pusieron en <strong>la</strong> cabeza, le echaron<br />

sobre los hombros una capa de color rojo púrpura<br />

3 y, acercándose a él, le decían: «¡Viva el rey de los ju díos!» Y le golpeaban en <strong>la</strong> cara.<br />

4 Pi<strong>la</strong>to volvió a salir y les dijo: «Miren, se lo traigo de nuevo fuera; sepan que no<br />

encuentro ningún delito en él.»<br />

5 Entonces salió Jesús fuera llevando <strong>la</strong> corona de espinos y el manto rojo. Pi<strong>la</strong>to les dijo:<br />

«Aquí está el hombre.»<br />

6 Al verlo, los jefes de los sacerdotes y los guardias del Templo comenzaron a gritar:<br />

«¡Crucifícalo! ¡Cru cifícalo!» Pi<strong>la</strong>to contestó: «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, pues yo no<br />

encuentro motivo <strong>para</strong> condenarlo.»<br />

7 Los judíos contestaron: «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir, pues se<br />

ha proc<strong>la</strong>mado Hijo de Dios.»<br />

8 Cuando Pi<strong>la</strong>to escuchó esto, tuvo más miedo.<br />

9 Volvió a entrar en el pa<strong>la</strong>cio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le<br />

contestó pa<strong>la</strong>bra.<br />

10 Entonces Pi<strong>la</strong>to le dijo: «¿No me quieres hab<strong>la</strong>r a mí? ¿No sabes que tengo poder tanto<br />

<strong>para</strong> dejarte libre como <strong>para</strong> crucificarte?»<br />

11 Jesús respondió: «No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo<br />

alto. Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú.»<br />

12 Pi<strong>la</strong>to todavía buscaba <strong>la</strong> manera de dejarlo en libertad. Pero los judíos gritaban: «Si lo<br />

dejas en libertad, no eres amigo del César: el que se proc<strong>la</strong>ma rey se rebe<strong>la</strong> contra el<br />

César.»<br />

13 Al oír Pi<strong>la</strong>to estas pa<strong>la</strong>bras, hizo salir a Jesús al lugar l<strong>la</strong>mado el Enlosado, en hebreo<br />

Gábbata, y lo hizo sentar en <strong>la</strong> sede del tribunal.<br />

14 Era el día de <strong>la</strong> Pre<strong>para</strong>ción de <strong>la</strong> Pascua, hacia el mediodía. Pi<strong>la</strong>to dijo a los judíos:<br />

«Aquí tienen a su rey.»<br />

15 Ellos gritaron: «¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!» Pi<strong>la</strong>to replicó: «¿He de crucificar a su<br />

Rey?» Los jefes de los sacerdotes contestaron: «No tenemos más rey que el César.»<br />

16 Entonces Pi<strong>la</strong>to les entregó a Jesús <strong>para</strong> que lo crucificaran.<br />

Jesús es crucificado<br />

17 Así fue como se llevaron a Je sús. Cargando con su propia cruz, salió de <strong>la</strong> ciudad hacia<br />

el lugar l<strong>la</strong>mado Calvario (o de <strong>la</strong> Ca <strong>la</strong>vera), que en hebreo se dice Gólgota.<br />

18 Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada <strong>la</strong>do y en el medio a Jesús.<br />

19 Pi<strong>la</strong>to mandó escribir un letrero y ponerlo sobre <strong>la</strong> cruz. Estaba es crito: «Jesús el<br />

Nazareno, Rey de los judíos.»<br />

20 Muchos judíos leyeron este letrero, pues el lugar donde Jesús fue crucificado estaba<br />

muy cerca de <strong>la</strong> ciudad. Además estaba escrito en hebreo, <strong>la</strong>tín y griego.<br />

21 Los jefes de los sacerdotes dijeron a Pi<strong>la</strong>to: «No escribas: “Rey de los Judíos”, sino:<br />

“Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.»<br />

22 Pi<strong>la</strong>to contestó: «Lo que he escrito, escrito está.»<br />

23 Después de c<strong>la</strong>var a Jesús en <strong>la</strong> cruz, los soldados tomaron sus vestidos y los dividieron<br />

en cuatro partes, una <strong>para</strong> cada uno de ellos. En cuanto a <strong>la</strong> túnica, tejida de una so<strong>la</strong><br />

pieza de arriba abajo sin costura alguna, se dijeron:<br />

24 «No <strong>la</strong> rompamos, echémos<strong>la</strong> más bien a suertes, a ver a quién le toca.» Así se cumplió<br />

<strong>la</strong> Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Esto es lo que<br />

hicieron los soldados.<br />

Ultimas pa<strong>la</strong>bras de Jesús<br />

25 Cerca de <strong>la</strong> cruz de Jesús estaba su madre, con María, <strong>la</strong> hermana de su madre, esposa<br />

de Cleofás, y María de Magda<strong>la</strong>.<br />

26 Jesús, al ver a <strong>la</strong> Madre y junto a el<strong>la</strong> al discípulo que más quería, dijo a <strong>la</strong> Mad re:<br />

«Mujer, ahí tienes a tu hijo.»<br />

27 Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento el discípulo<br />

se <strong>la</strong> llevó a su casa.<br />

28 Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, dijo: «Tengo sed», y con<br />

esto también se cumplió <strong>la</strong> Escritura.<br />

29 Ha bía allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en<br />

aquel<strong>la</strong> bebida y <strong>la</strong> acercaron a sus <strong>la</strong>bios.<br />

30 Jesús probó el vino y dijo: «Todo está cumplido.» Después inclinó <strong>la</strong> cabeza y entregó el<br />

espíritu.


Le abrió el costado y salió sangre y agua<br />

31 Como era el día de <strong>la</strong> Pre<strong>para</strong>ción de <strong>la</strong> Pascua, los judíos no querían que los cuerpos<br />

quedaran en <strong>la</strong> cruz durante el sábado, pues aquel sábado era un día muy solemne.<br />

Pidieron a Pi<strong>la</strong>to que hiciera quebrar <strong>la</strong>s piernas a los crucificados y retiraran los cuerpos.<br />

32 Fueron, pues, los soldados y quebraron <strong>la</strong>s piernas de los dos que habían sido<br />

crucificados con Jesús.<br />

33 Pero al llegar a Jesús vieron que ya estaba muerto, y no le quebraron <strong>la</strong>s piernas,<br />

34 sino que uno de los soldados le abrió el costado con <strong>la</strong> <strong>la</strong>nza, y al instante salió sangre y<br />

agua.<br />

35 El que lo vio da testimonio. Su testimonio es verdadero, y Aquél sabe que dice <strong>la</strong> verdad.<br />

Y da este testimonio <strong>para</strong> que también ustedes crean.<br />

36 Esto sucedió <strong>para</strong> que se cumpliera <strong>la</strong> Escritura que dice: No le quebrarán ni un solo<br />

hueso.<br />

37 Y en otro texto dice: Contemp<strong>la</strong>rán al que traspasaron.<br />

38 Después de esto, José de Arimatea se presentó a Pi<strong>la</strong>to. Era discípulo de Jesús, pero no<br />

lo decía por miedo a los judíos. Pidió a Pi<strong>la</strong>to <strong>la</strong> autorización <strong>para</strong> retirar el cuerpo de<br />

Jesús, y Pi<strong>la</strong>to se <strong>la</strong> concedió. Fue y retiró el cuerpo.<br />

39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien<br />

libras de mirra perfumada y áloe.<br />

40 Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, según <strong>la</strong><br />

costumbre de enterrar de los judíos.<br />

41 En el lugar donde había sido crucificado Jesús había un huerto, y en el huerto un<br />

sepulcro nuevo donde todavía no había sido enterrado nadie.<br />

42 Como el sepulcro estaba muy cerca y debían respetar el Día de <strong>la</strong> Pre<strong>para</strong>ción de los<br />

judíos, enterraron allí a Jesús.<br />

La Victoria de <strong>la</strong> Cruz:<br />

Contemp<strong>la</strong>mos hoy <strong>la</strong> Cruz de Jesús con silencio emocionado y reverente,<br />

tratando de captar el insondable misterio de amor y de dolor que se<br />

manifiesta en el<strong>la</strong>. A través del terrible sufrimiento y <strong>la</strong> muerte del inocente<br />

Jesús, vislumbramos y acogemos agradecidos un don inmerecido: <strong>la</strong><br />

liberación del mal, el perdón de nuestros pecados.<br />

Hoy tomamos conciencia de que si bien sobre <strong>la</strong> Cruz permanecen los<br />

signos de <strong>la</strong> maldad humana -una maldad que se sigue desencadenando en<br />

un mundo donde sigue habiendo nuevos crucificados víctimas del egoísmo,<br />

<strong>la</strong> miseria, el terrorismo- lo que bril<strong>la</strong> con mayor esplendor en el<strong>la</strong> no es el<br />

pecado del hombre ni <strong>la</strong> cólera de Dios, sino el amor de Dios que no conoce<br />

medida.<br />

Para ayudarnos a comprender esto, el evangelista Juan nos acompaña en<br />

este Gran Viernes Santo con el inmenso re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión que leemos en<br />

los capítulos 18-19.<br />

Veamos cómo el re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión según san Juan nos ofrece algunos<br />

puntos de vista particu<strong>la</strong>res del misterio:<br />

(1) La Pasión y muerte de Jesús es un don de amor que salva<br />

Según Juan, <strong>la</strong> Cruz es reve<strong>la</strong>ción del amor de Dios en el mundo: ―Tanto<br />

amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, <strong>para</strong> que todo el que<br />

crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna‖ (3,16). Sólo Jesús<br />

puede llevar esta Cruz (ver el evangelio del martes pasado). Pero su victoria<br />

que salva al mundo (ver 3,17) se manifestará en increíbles expresiones de<br />

amor que iluminan <strong>la</strong> oscuridad de los corazones, rescatan de <strong>la</strong>s


esc<strong>la</strong>vitudes internas y llevan al creyente a obrar según <strong>la</strong> fuerza de este<br />

mismo amor (ver 3,19-21).<br />

La dinámica del re<strong>la</strong>to muestra en todos sus detalles cómo <strong>la</strong> Pasión de<br />

Jesús es un don de amor y no <strong>la</strong> consecuencia de su debilidad. Es <strong>la</strong> muerte<br />

del Buen Pastor que ―da su vida por <strong>la</strong>s ovejas... <strong>para</strong> que tengan<br />

vida y <strong>la</strong> tengan en abundancia‖ (10,11.10).<br />

(2) La Pasión y muerte de Jesús es entrega voluntaria de <strong>la</strong> vida y<br />

no simple debilidad<br />

Sin esconder el aspecto doloroso, <strong>para</strong> Juan, el gran valor de <strong>la</strong> Pasión de<br />

Jesús reside en el hecho de que es fruto de un don, de una libertad total,<br />

del haberlo vivido con plena conciencia y conocimiento: ―Doy mi vida <strong>para</strong><br />

recobrar<strong>la</strong> de nuevo... yo <strong>la</strong> doy voluntariamente‖ (10,17-10). Así el<br />

Jesús que va camino a <strong>la</strong> muerte le da a esta muerte una dignidad sin igual.<br />

Notémoslo particu<strong>la</strong>rmente el re<strong>la</strong>to del arresto de Jesús. Ante <strong>la</strong> majestad<br />

de Jesús, que Él manifiesta en sus gestos y en aquel soberano ―YO SOY‖,<br />

los que vienen a capturarlo retroceden y caen en tierra (18,4-6). Ellos no<br />

podrían arrestar a Jesús si Él mismo no se entregara libremente.<br />

Esta libertad aparece en <strong>la</strong> orden que Jesús le da a los que vienen a<br />

capturarlo, <strong>para</strong> que no les hagan daño a sus discípulos (18,8-9). Una vez<br />

más Jesús aparece como el pastor de <strong>la</strong>s ovejas que da su vida por <strong>la</strong>s<br />

ovejas.<br />

Vemos <strong>la</strong> misma libertad de Jesús frente al Sanedrín reunido en <strong>la</strong> casa de<br />

Anás (18,19-23) y de<strong>la</strong>nte del representante del más formidable poder<br />

humano de <strong>la</strong> época, el imperio de Roma (19,1-11).<br />

(3) La Pasión y muerte de Jesús es <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación de su realeza<br />

El re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> Pasión está estructurado de tal manera, que percibimos <strong>la</strong>s<br />

etapas de una progresiva entronización en el trono:<br />

- Se comienza con el reconocimiento del título a propósito de <strong>la</strong> pregunta<br />

de Pi<strong>la</strong>tos: ―Sí, como dices soy Rey‖ (19,38).<br />

- Luego Jesús es irónicamente coronado con espinas (19,2).<br />

- Enseguida Pi<strong>la</strong>tos lo presenta al pueblo revestido con los arreos reales:<br />

―Aquí tienen al hombre‖ (19,5).<br />

- También de manera irónica el evangelista narra cómo Pi<strong>la</strong>tos le cede el<br />

trono: ―Mandó que sacaran fuera a Jesús y lo sentó en tribunal‖<br />

(19,13; traducción de <strong>la</strong> Biblia de América).


- Entonces se anuncia su constitución como Rey a todas <strong>la</strong>s naciones<br />

(19,19). La inscripción colocada sobre <strong>la</strong> Cruz aparece en <strong>la</strong>s tres lenguas<br />

más importantes del momento: el <strong>la</strong>tín –lengua de <strong>la</strong> política-, el griego –<br />

lengua de <strong>la</strong> cultura- y el hebreo –lengua de <strong>la</strong> religión judía-. Ante <strong>la</strong>s<br />

protestas de los adversarios, Pi<strong>la</strong>tos dec<strong>la</strong>ra: ―Lo escrito, escrito está‖<br />

(19,22).<br />

- Finalmente Jesús es entronizado en <strong>la</strong> Cruz y es admirado en su realeza:<br />

<strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción de su costado atravesado por <strong>la</strong> <strong>la</strong>nza (19,31-37).<br />

- Como epílogo, el Rey es colocado en su tá<strong>la</strong>mo real con una unción que<br />

está a <strong>la</strong> par de su inmensa dignidad (19,39-42).<br />

La categoría de <strong>la</strong> realeza expresa siempre bien <strong>la</strong> idea de una mediación<br />

universal. Asumiendo lo humano hasta sus extremas consecuencias, en <strong>la</strong><br />

muerte y <strong>la</strong> sepultura, Jesús puede ser el mediador de todos los hombres y<br />

ejercer el Señorío de Dios sobre el mundo.<br />

(4) La Pasión y muerte de Jesús es una ―reve<strong>la</strong>ción‖<br />

La muerte de Jesús es <strong>la</strong> ―hora de <strong>la</strong> Gloria‖ en <strong>la</strong> cual Dios se manifiesta<br />

completamente al mundo. Todo el camino histórico de <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción llega a<br />

su cumplimiento: ―Todo está cumplido‖ (19,30; ver también 19,24.28).<br />

El camino iniciado en <strong>la</strong> encarnación, ―Y <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra se hizo carne y puso<br />

su Morada (p<strong>la</strong>ntó su tienda) entre nosotros‖ (1,14), logra su plenitud<br />

cuando en <strong>la</strong> Cruz se manifiesta que no so<strong>la</strong>mente Dios está entre nosotros<br />

sino también en función de nosotros. Entonces es <strong>la</strong> realización de <strong>la</strong> razón<br />

de ser de <strong>la</strong> Encarnación.<br />

Entre otras cosas, el ―p<strong>la</strong>ntar <strong>la</strong> tienda‖ alude a una condición pasajera, de<br />

peregrinación, a un tener que partir de nuevo<br />

De esta manera en Jesús crucificado se reve<strong>la</strong> el rostro de Dios y el rostro<br />

del hombre, al tiempo que recibimos todo lo que necesitamos <strong>para</strong> vivir en<br />

plenitud accediendo a <strong>la</strong> vida eterna que es propia de Dios.<br />

Al servicio de esta comprensión aparecen algunos detalles propios de este<br />

evangelio, que vale <strong>la</strong> pena observar:<br />

- No aparecen <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s que tan dramáticamente describen los otros<br />

evangelistas. Más bien sucede lo contrario: <strong>la</strong> última hora mencionada en el<br />

re<strong>la</strong>to es precisamente <strong>la</strong> de <strong>la</strong> mayor irradiación de luz al mediodía (ver<br />

19,14).<br />

- El re<strong>la</strong>to comienza en un huerto, lugar donde Jesús formaba a sus<br />

discípulos cuando estaba en Jerusalén (19,1-2), y termina en un jardín,<br />

donde salen a <strong>la</strong> luz los discípulos ocultos (19,38-39). El tema de <strong>la</strong> ―vida‖,<br />

con conexión con el ―amor‖, está acentuado.


- Entre <strong>la</strong> muerte y <strong>la</strong> sepultura de Jesús, se abre una nueva escena que da<br />

espacio a <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ción, por parte del discípulo amado, de los tres<br />

signos reve<strong>la</strong>dores del sentido de <strong>la</strong> muerte de Jesús (19,31-37).<br />

Además, <strong>la</strong> cadena de citas bíblicas finales nos envían en esta dirección. La<br />

última, por ejemplo, el misterioso pasaje de Zacarías 12,10 (―Mirarán al<br />

que traspasaron‖, citada en Jn 19,37), es c<strong>la</strong>ve <strong>para</strong> comprender el<br />

significado último de <strong>la</strong> Pasión.<br />

Zacarías hab<strong>la</strong>ba proféticamente de un misterioso dolor de Dios, quien se<br />

sentía herido por <strong>la</strong> muerte de un Rey-Pastor. Esta muerte es como un<br />

desgarramiento en el corazón de Dios, y de este desgarramiento brota <strong>la</strong><br />

posibilidad de una reconciliación entre Dios y su pueblo.<br />

De esta forma concreta Juan quiere decirnos que <strong>la</strong> muerte de Cristo es<br />

reve<strong>la</strong>ción del amor de Dios en el mundo. Y esta muerte-amor fundamenta<br />

<strong>la</strong> posibilidad de una vida nueva.<br />

(5) La Pasión y muerte de Jesús es exaltación: <strong>la</strong> Cruz se convierte<br />

en Gloria<br />

Con su habitual compenetración de p<strong>la</strong>nos, san Juan sabe ver<br />

contemp<strong>la</strong>tivamente <strong>la</strong> unidad del misterio: el Jesús terreno es al mismo<br />

tiempo el Cristo glorioso. El crucificado traspasado por <strong>la</strong> <strong>la</strong>nza es al mismo<br />

tiempo el Cristo Exaltado y Glorioso.<br />

Jesús no muere entre <strong>la</strong>mentos, sino con un grito triunfal (―¡Todo está<br />

cumplido!‖, 19,30). El evangelista presenta <strong>la</strong> muerte a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong><br />

resurrección y así el día de <strong>la</strong> muerte, que no pierde el rigor de su luto, se<br />

vuelve luminoso porque sobre <strong>la</strong> Cruz se proyecta <strong>la</strong> gloria de <strong>la</strong> Pascua.<br />

Esto hay que observarlo de manera particu<strong>la</strong>r en el último instante de <strong>la</strong><br />

Pasión. El evangelista presenta el último suspiro de Jesús como una<br />

donación del Espíritu que invade al mundo (ver 19,30; de hecho, según el<br />

texto griego, más que un ―expirar‖ de Jesús, se hab<strong>la</strong> de una ―entrega del<br />

Espíritu‖).<br />

Enseguida el cuerpo herido de Jesús muerto y resucitado se convierte en<br />

Templo de <strong>la</strong> Nueva Alianza, de Él brota el río de <strong>la</strong> vida que es el Espíritu<br />

Santo. Así lo anunció el mismo Jesús en 7,37-39: ―De su seno correrán<br />

ríos de agua viva‖. Jesús da su propia vida <strong>para</strong> que vivamos de el<strong>la</strong> (ver<br />

todas <strong>la</strong> recurrencias de ―agua‖ en este evangelio: el agua es el Espíritu, <strong>la</strong><br />

misma fuerza vital de Jesús ofrecida como don mesiánico).<br />

La Pasión según san Juan nos enseña entonces que si <strong>la</strong> muerte de Jesús<br />

no es sólo el morir de un hombre, sino <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción del amor de Dios en el<br />

mundo, ésta es ofrenda de vida <strong>para</strong> el hombre, es un soplo del Espíritu. Lo


que Jesús hará en <strong>la</strong> noche del Domingo de Pascua, en el encuentro con los<br />

discípulos, cuando reencienda en ellos <strong>la</strong> alegría comunicándoles el Espíritu,<br />

no será otra cosa que el fruto de esta muerte.<br />

Bajo el soplo de este Espíritu <strong>la</strong> Victoria de <strong>la</strong> Pasión se inserta en nosotros.<br />

Bien decía H.Newman: ―Ve<strong>la</strong>r con el Crucificado es hacer memoria con<br />

ternura y lágrimas de su sufrimiento por nosotros, es perderse en<br />

contemp<strong>la</strong>ción, atraídos por <strong>la</strong> grandeza del acontecimiento, es renovar en<br />

nuestro ser <strong>la</strong> pasión y <strong>la</strong> agonía de Jesús‖.<br />

¡Comencemos ahora nuestra propia <strong>lectura</strong> orante del este grandioso re<strong>la</strong>to!<br />

Releamos ahora el Evangelio con un Padre de <strong>la</strong> Iglesia<br />

Jn 18,1-19,42:<br />

Homilía de san Agustín<br />

(Comentarios al evangelio de san Juan, 117, 3)<br />

―Afirma: Pues bien, se encargaron de Jesús y lo sacaron. Y, tras<br />

cargar sobre sí a <strong>la</strong> espalda <strong>la</strong> cruz, salió a ese lugar al que se<br />

l<strong>la</strong>ma «de <strong>la</strong> Ca<strong>la</strong>vera», en hebreo Gólgota, donde lo crucificaron.<br />

Al lugar, pues, donde había de ser crucificado iba cargado con su<br />

cruz Jesús. ¡Gran espectáculo!<br />

Pero, si lo contemp<strong>la</strong> <strong>la</strong> impiedad, gran escarnio; si <strong>la</strong> piedad, gran<br />

misterio; si lo contemp<strong>la</strong> <strong>la</strong> impiedad, gran ejemplo de ignominia;<br />

si <strong>la</strong> piedad, gran fortificación de <strong>la</strong> fe; si lo contemp<strong>la</strong> <strong>la</strong> impiedad,<br />

se ríe de que, como vara del reinado un rey cargue con el madero<br />

de su suplicio, si <strong>la</strong> piedad, ve a un rey que <strong>para</strong> c<strong>la</strong>varse a sí<br />

mismo carga a <strong>la</strong> espalda el madero que iba a fijar también en <strong>la</strong>s<br />

frentes de los de los reyes.<br />

A los ojos de los impíos iba a ser despreciado con eso en que iban a<br />

gloriarse los corazones de los santos.<br />

En efecto, al transportar a hombros su cruz misma, <strong>la</strong> encomiaba<br />

ante Pablo, que iba a decir: «Por mi parte, lejos de mí gloriarme a<br />

no ser en <strong>la</strong> cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gál 6, 14), y<br />

llevaba el candelero de <strong>la</strong> lám<strong>para</strong> que iba a arder, a <strong>la</strong> que no<br />

había que poner bajo el celemín (cf. Mt 5, 15).<br />

Tras cargar, pues, sobre sí a <strong>la</strong> espalda <strong>la</strong> cruz, salió a ese lugar al<br />

que se l<strong>la</strong>ma «de <strong>la</strong> Ca<strong>la</strong>vera», en hebreo Gólgota, donde lo<br />

crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada <strong>la</strong>do; y a Jesús en<br />

medio.


Esos dos, como hemos aprendido por el re<strong>la</strong>to de los otros<br />

evangelistas, eran los bandidos con los que fue crucificado y entre<br />

los que fue c<strong>la</strong>vado Cristo, acerca de lo cual una profecía<br />

pronunciada de antemano había dicho: Y fue contado entre los<br />

inicuos (Is 53, 12)‖.<br />

Para cultivar <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra en lo profundo del corazón:<br />

Ante el Crucificado emergen <strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong> gravedad de nuestros<br />

pecados y <strong>la</strong> grandeza del amor de Dios. La escucha de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra lo que<br />

nos permite entrar de manera más profunda en este misterio. Que el<br />

Espíritu de Dios ilumine nuestra mente y abra nuestro corazón, de manera<br />

que brote fuerte <strong>la</strong> voz de nuestra gratitud con Dios unida al deseo de una<br />

profunda conversión.<br />

Hoy nuestra oración se hace universal <strong>para</strong> confirmar nuestra confianza en<br />

el Reino que viene y <strong>para</strong> participar en los sufrimientos de todos los que<br />

hoy en el mundo continúan en sí mismos <strong>la</strong> Pasión de Cristo.<br />

¿Qué personas y realidades concretas voy a colocar hoy a los pies<br />

de <strong>la</strong> Cruz?<br />

La adoración de <strong>la</strong> santa Cruz es una dec<strong>la</strong>ración de <strong>la</strong> aceptación del<br />

Señorío de Dios sobre mi vida, Señorío que somete el pecado y todo mal.<br />

¿Qué pecados míos quedan crucificados en <strong>la</strong> Cruz de Cristo?<br />

La comunión Eucarística es comunión con <strong>la</strong> Cruz de Jesús, <strong>para</strong> que –<br />

identificado con el amor del Crucificado- brote de mí el amor, el perdón y el<br />

servicio que impregna de una inmensa calidad todas mis re<strong>la</strong>ciones y le da<br />

sentido a mi vivir.<br />

¿Qué impulsos de amor, de perdón y de servicios hacia personas<br />

concretas que –en mi opinión no se lo merecen- siento hoy en<br />

comunión con el Crucificado?<br />

MEDITATIO<br />

Como el Espíritu Santo había conducido a Jesús al desierto en el comienzo<br />

de su vida pública, así impulsa con fuerza a Jerusalén hacia "su hora", <strong>la</strong><br />

hora del encuentro definitivo y de <strong>la</strong> manifestación definitiva del amor de<br />

Dios.<br />

El Espíritu Santo es quien da a Jesús <strong>la</strong> fuerza <strong>para</strong> mantener <strong>la</strong> lucha de<br />

Getsemaní, <strong>para</strong> adherirse a <strong>la</strong> voluntad del Padre y llegar hasta el final de<br />

su camino, a pesar de <strong>la</strong> angustia que le ocasiona sudor de sangre.


Luego, en el Calvario, aparece una escena casi desierta: en el cielo se<br />

dibujan <strong>la</strong>s tres cruces y abajo -como dos brazos de una so<strong>la</strong> cruz- están<br />

María y Juan. En el profundo silencio del indescriptible sufrimiento se oye<br />

un grito: "Tengo sed".<br />

Es un grito que recuerda el encuentro de Jesús con <strong>la</strong> Samaritana. "Dame<br />

de beber", le había pedido, y siguió <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción de que <strong>la</strong> sed de Jesús era<br />

de <strong>la</strong> fe de <strong>la</strong> Samaritana, sed de <strong>la</strong> fe de <strong>la</strong> humanidad, deseo de dar el<br />

agua viva, de saciar a todos con su gracia. La hora de <strong>la</strong> crucifixión y<br />

muerte de Jesús se corresponde con <strong>la</strong> hora de máxima fecundidad en el<br />

Espíritu.<br />

Cuando el amor de Jesús llega al culmen de <strong>la</strong> inmo<strong>la</strong>ción, de su total<br />

anonadamiento, como del hontanar de un manantial subterráneo surge <strong>la</strong><br />

Iglesia, <strong>la</strong> nueva comunidad de creyentes, nuevo Israel, pueblo de <strong>la</strong> nueva<br />

alianza. Y allí está María como cooperadora de <strong>la</strong> salvación, junto a Juan,<br />

que representa a los discípulos del Nazareno y a toda <strong>la</strong> humanidad,<br />

constituyendo el núcleo primitivo de <strong>la</strong> Iglesia naciente.<br />

ORATIO<br />

Al extender tus manos en <strong>la</strong> cruz, oh Cristo, colmaste al mundo con <strong>la</strong><br />

ternura del Padre. Por eso entonamos un himno de victoria.<br />

Te dejaste c<strong>la</strong>var en <strong>la</strong> cruz <strong>para</strong> derramar sobre todos <strong>la</strong> luz de tu perdón,<br />

y de tu pecho traspasado fluye hasta nosotros el río de <strong>la</strong> vida.<br />

Oh Cristo, amor crucificado hasta el fin del mundo en los miembros de tu<br />

cuerpo, haz que hoy podamos comulgar con tu pasión y muerte <strong>para</strong> poder<br />

gustar tu gloria de Resucitado. Amén.<br />

CONTEMPLATIO<br />

¡Ah, Teótimo, Teótimo! El Salvador nos conocía a todos por los nombres y<br />

apellidos, pero, sobre todo, pensó en nosotros con un amor particu<strong>la</strong>r<br />

cuando ofreció sus lágrimas, sus oraciones, su sangre y su vida por<br />

nosotros.<br />

"Padre eterno, tomo sobre mí y cargo con todos los pecados del pobre<br />

Teótimo, <strong>para</strong> sufrir tormentos y muerte, a fin de que él se vea libre de<br />

ellos y no perezca, sino que viva. Muera yo con tal de que él viva; sea yo<br />

crucificado con tal de que él sea glorificado".<br />

La muerte y pasión de nuestro Señor es el motivo más dulce y más violento<br />

que puede animar nuestros corazones y llevarnos a amar. Los hijos de <strong>la</strong><br />

cruz se glorifican en su admirable enigma, que el mundo no acaba de<br />

comprender: de <strong>la</strong> muerte, que todo lo devora, ha salido <strong>la</strong> vida; de <strong>la</strong>


muerte, más fuerte que todo, ha nacido el panal de miel de nuestro amor<br />

[...].<br />

El monte Calvario es, Teótimo, el monte de los amantes. El amor que no<br />

tiene su origen en <strong>la</strong> pasión de Jesús es frívolo y peligroso. Desgraciada es<br />

<strong>la</strong> muerte sin el amor del Salvador; desgraciado es el amor sin <strong>la</strong> muerte de<br />

Jesús. Amor y muerte están tan íntimamente unidos en <strong>la</strong> pasión del Señor<br />

que no pueden estar en el corazón uno sin otro.<br />

En el Calvario no se alcanza <strong>la</strong> vida sin el amor, ni el amor sin <strong>la</strong> muerte del<br />

Redentor; fuera de allí todo es muerte eterna o amor eterno; <strong>la</strong><br />

plenasabiduría cristiana consiste en saber elegir bien.<br />

ACTIO<br />

(San Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, XII,13)<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta <strong>la</strong> muerte, y<br />

una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó" (Filp 2,8-9a).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

Hoy <strong>la</strong> Iglesia nos invita a un gesto que quizás <strong>para</strong> los gustos modernos<br />

resulte un tanto superado: <strong>la</strong> adoración y beso de <strong>la</strong> cruz. Pero se trata de<br />

un gesto excepcional. El rito prevé que se vaya desve<strong>la</strong>ndo lentamente <strong>la</strong><br />

cruz, exc<strong>la</strong>mando tres veces: "Miren el árbol de <strong>la</strong> cruz, donde estuvo<br />

c<strong>la</strong>vada <strong>la</strong> salvación del mundo". Y el pueblo responde: "Vengan a<br />

adorarlo".<br />

El motivo de esta triple ac<strong>la</strong>mación está c<strong>la</strong>ro. No se puede descubrir de<br />

una vez <strong>la</strong> escena del Crucificado que <strong>la</strong> Iglesia proc<strong>la</strong>ma como <strong>la</strong> suprema<br />

reve<strong>la</strong>ción de Dios. Y cuando lentamente se desve<strong>la</strong> <strong>la</strong> cruz, mirando esta<br />

escena de sufrimiento y martirio con una actitud de adoración, podemos<br />

reconocer al Salvador en el<strong>la</strong>.<br />

Ver al Omnipotente en <strong>la</strong> escena de <strong>la</strong> debilidad, de <strong>la</strong> fragilidad, del<br />

desfallecimiento, de <strong>la</strong> derrota, es el misterio del Viernes Santo al que Ios<br />

fieles nos acercamos por medio de <strong>la</strong> adoración.<br />

La respuesta "Vengan a adorarlo" significa ir hacia él y besar. El beso de un<br />

hombre lo entregó a <strong>la</strong> muerte; cuando fue objeto de nuestra violencia es<br />

cuando fue salvada <strong>la</strong> humanidad, descubriendo el verdadero rostro de<br />

Dios, al que nos podemos volver <strong>para</strong> tener vida, ya que sólo vive quien<br />

está con el Señor.<br />

Besando a Cristo, se besan todas <strong>la</strong>s heridas del mundo, <strong>la</strong>s heridas de <strong>la</strong><br />

humanidad, <strong>la</strong>s recibidas y <strong>la</strong>s inferidas, <strong>la</strong>s que Ios otros nos han infligido y


<strong>la</strong>s que hemos hecho nosotros. Aun más: besando a Cristo besamos<br />

nuestras heridas, <strong>la</strong>s que tenemos abiertas por no ser amados.<br />

Pero hoy, experimentando que uno se ha puesto en nuestras manos y ha<br />

asumido el mal del mundo, nuestras heridas han sido amadas. En él<br />

podemos amar nuestras heridas transfiguradas. Este beso que <strong>la</strong> Iglesia nos<br />

invita a dar hoy es el beso del cambio de vida.<br />

Cristo, desde <strong>la</strong> cruz, ha derramado <strong>la</strong> vida, y nosotros, besándolo,<br />

acogemos su beso, es decir, su expirar amor, que nos hace respirar, revivir.<br />

Sólo en el interior del amor de Dios se puede participar en el sufrimiento,<br />

en <strong>la</strong> cruz de Cristo, que, en el Espíritu Santo, nos hace gustar del poder de<br />

<strong>la</strong> resurrección y del sentido salvífico del dolor<br />

(M. I. Rupnik, Omelie di pascua. Venerdi santo, Roma 1998, 47-53).


Sábado 7 de abril<br />

Sábado santo de <strong>la</strong> sepultura del Señor<br />

Segundo día del triduo Pascual<br />

(Hoy no hay sacrificio eucarístico)<br />

Sábado Santo<br />

Durante el sábado Santo <strong>la</strong> Iglesia permanece y persevera junto al<br />

sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, así como su<br />

descenso a los infiernos, en oración y en ayuno, y esperando su<br />

resurrección.<br />

LECTIO<br />

Sábado Santo: día de <strong>la</strong> sepultura de Dios. ¿No es acaso, de forma<br />

impresionante, nuestro día? ¿No comienza nuestro siglo a ser un gran<br />

Sábado Santo, día de <strong>la</strong> ausencia de Dios en el que incluso los discípulos<br />

experimentan un vacío que aletea en el corazón, que se extiende cada vez<br />

más, y por esta razón se pre<strong>para</strong>n llenos de vergüenza y angustia a volver a<br />

casa y se encaminan sombríos y apesadumbrados en su desesperación<br />

hacia Emaús, sin darse cuenta de que aquel que creían muerto está en<br />

medio de ellos?<br />

"Descenso al infierno" -esta confesión del Sábado Santo- significa que Cristo<br />

ha sobrepasado <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> soledad, que ha tocado el fondo<br />

inalcanzable e insuperable de nuestra condición de soledad. Significa que<br />

aun en <strong>la</strong> noche externa, no franqueada por pa<strong>la</strong>bra alguna, en <strong>la</strong> que<br />

todos somos como niños expulsados, llorando, se oye una voz que nos<br />

l<strong>la</strong>ma, una mano que nos coge y nos guía.<br />

La soledad insuperable del hombre ha sido superada desde el momento en<br />

que él ha pasado por esta soledad. El infierno ha sido vencido desde que el<br />

amor ha entrado en <strong>la</strong> región de <strong>la</strong> muerte y <strong>la</strong> "tierra de nadie" de <strong>la</strong><br />

soledad ha sido habitada por él.<br />

(J. Ratzinger y W. Congdon, 11 Sabato del<strong>la</strong> storia, Mi<strong>la</strong>no 1998, 43-46,<br />

passim)<br />

ORATIO<br />

Padre nuestro, que estás en los cielos y nos miras a nosotros, pequeñas<br />

criaturas de <strong>la</strong> tierra, reaviva nuestra fe y nuestra esperanza ante el<br />

misterio de <strong>la</strong> muerte.<br />

También tú, junto con tu Hijo, has querido experimentar el gélido silencio<br />

del sepulcro. También tú, que eres el eterno Viviente, has querido —por<br />

amor y compasión— ser como una semil<strong>la</strong> enterrada en <strong>la</strong> tierra.


Por tu desconcertante humildad y empatía, concédenos <strong>la</strong> gracia de saber<br />

aceptar con entereza y serenidad <strong>la</strong> ley natural de <strong>la</strong> muerte como paso a <strong>la</strong><br />

vida resucitada (A. M. Cänopi, Via Crucis sotto lo sguardo del Padre, Iso<strong>la</strong> S.<br />

Giulio 1999, pro manuscripto, 52s).<br />

CONTEMPLATIO<br />

Un José te protegió siendo niño. Otro José te desc<strong>la</strong>va dulcemente de <strong>la</strong><br />

cruz. En sus manos estás más abandonado que un niño en brazos de su<br />

madre. Introduce en el seno de <strong>la</strong> roca <strong>la</strong> reliquia de tu cuerpo inmacu<strong>la</strong>do.<br />

Se rueda <strong>la</strong> piedra, todo es silencio.<br />

Es el shabbáth misterioso. Todo cal<strong>la</strong>, <strong>la</strong> creación contiene <strong>la</strong> respiración.<br />

Cristo desciende al vacío total de amor. Pero lo hace como vencedor. Arde<br />

con el fuego del Espíritu. A su contacto se queman <strong>la</strong>s cuerdas que atan a<br />

<strong>la</strong> humanidad.<br />

Oh vida, ¿cómo puedes morir? Muero <strong>para</strong> destruir el poder de <strong>la</strong> muerte y<br />

resucitar a los muertos del infierno.<br />

Todo cal<strong>la</strong>. Pero concluyó <strong>la</strong> gran batal<strong>la</strong>. El que divide ha sido vencido.<br />

Bajo tierra, en lo hondo de nuestras almas, ha prendido una chispa de<br />

fuego. Vigilia de pascua. Todo cal<strong>la</strong>, pero en esperanza.<br />

El último Adán tiende <strong>la</strong> mano al primer Adán. La madre de Dios enjuga <strong>la</strong>s<br />

lágrimas a Eva. En torno a <strong>la</strong> roca mortal, florece el jardín.<br />

(Bartolomé I, cit. en Via Crucis al Colosseo, Ciudad del Vaticano 1994)<br />

ACTIO<br />

Repite con frecuencia y vive hoy <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra:<br />

"Está bien esperar en silencio <strong>la</strong> salvación del Señor" (Lam 3,6).<br />

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL<br />

La tierra está extenuada. Todo duerme y espera. También reposa el cuerpo<br />

de Jesús. Como en el caso de Lázaro, <strong>la</strong> muerte de Jesús no es más que un<br />

sueño. Mientras su alma descendía a llevar <strong>la</strong> victoria a lo más hondo de los<br />

infiernos, su cuerpo duerme pacíficamente en <strong>la</strong> tumba, esperando <strong>la</strong>s<br />

maravil<strong>la</strong>s de Dios.<br />

Y es que este Gran Sábado no es como otros. Algo ha cambiado<br />

radicalmente. El velo del Templo se rasgó hace poco, brutalmente, dejando<br />

al descubierto al Santo de los Santos. El Templo ya no está en su lugar. El<br />

sábado ya no está en el sábado. Ni <strong>la</strong> pascua en <strong>la</strong> pascua. Todo está en


otro sitio. Todo está aquí cerca, cerca del cuerpo que duerme en <strong>la</strong> tumba.<br />

Todo es espera, ahora debe suceder todo.<br />

La Iglesia, esposa de Jesús, no se desorienta. Sigue junto a <strong>la</strong> tumba que<br />

encierra el cuerpo amado. El amor no f<strong>la</strong>quea, no se desespera. El amor<br />

todo lo puede, todo lo espera. Sabe ser más fuerte que <strong>la</strong> muerte.<br />

¿Qué no habría hecho en aquel<strong>la</strong> hora de tinieb<strong>la</strong>s el amor de algunos,<br />

entre ellos el de <strong>la</strong> Virgen María, <strong>para</strong> que Jesús fuera arrancado de <strong>la</strong><br />

muerte? Sólo Dios lo sabe.<br />

¿Alguno ha presentido <strong>la</strong> densidad de vida que colma este cadáver y esta<br />

tumba, como jardín en primavera, donde incluso <strong>la</strong> noche es un crujido de<br />

vida y de savia que fluye? Nosotros no lo sabemos. Sólo sabemos que José<br />

de Arimatea hizo rodar una gran piedra hasta <strong>la</strong> boca de <strong>la</strong> tumba antes de<br />

irse, mientras María Magdalena y <strong>la</strong> otra María estaban allí, firmes junto a <strong>la</strong><br />

tumba.<br />

Seguramente, no saben nada todavía, pero perseveran en el amor. El vacío<br />

que se ha creado de repente entre el<strong>la</strong>s es tan grande que sólo Dios puede<br />

llenarlo. Con el<strong>la</strong>s, toda <strong>la</strong> Iglesia espera en el amor<br />

(A. Louf, Solo I'amore vi basterá.<br />

Commento spirituale al Vangelo di Luca, Casale Monf. 1985, 63s).<br />

Domingo de <strong>la</strong> Resurreción del Señor<br />

LA NOCHE SANTA DE LA VIGILIA PASCUAL<br />

¡Ha resucitado Jesús el crucificado!<br />

Primera misa pascual<br />

Después de haber acompañado a Jesús el Gran Viernes Santo en su camino<br />

de pasión hacia <strong>la</strong> muerte –explicada anticipadamente en <strong>la</strong> Eucaristía del<br />

Jueves-, y después de habernos detenido en una meditación silenciosa en <strong>la</strong><br />

aridez del Sábado Santo, celebramos <strong>la</strong> Vigilia Pascual, <strong>la</strong> vigilia de <strong>la</strong>s<br />

vigilias, ―<strong>la</strong> madre de todas <strong>la</strong>s vigilias‖, como <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó San Agustín.<br />

Esta noche es diferente a todas <strong>la</strong>s demás noches del año. San Gregorio de<br />

Nisa, en el Siglo IV dC, describió <strong>la</strong> emoción que se vive en una noche como<br />

ésta:<br />

―¿Qué hemos visto? El esplendor de <strong>la</strong>s antorchas que eran llevadas en<br />

<strong>la</strong> noche como en una nube de fuego. Toda <strong>la</strong> noche hemos oído<br />

resonar himnos y cánticos <strong>espiritual</strong>es. Era como un río de gozo que<br />

descendía de los oídos a nuestras almas, llenándonos de buena<br />

esperanza... Esta noche bril<strong>la</strong>nte de luz que unía el esplendor de <strong>la</strong>s<br />

antorchas a los primeros rayos del sol ha hecho con ellos un solo día<br />

sin dejar intervalos a <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s‖.


Y es que <strong>la</strong> riqueza de los símbolos que van apareciendo gradualmente nos<br />

ayuda a percibir <strong>la</strong> grandeza del mensaje pascual:<br />

El FUEGO nuevo que bril<strong>la</strong> en el cirio pascual nos recuerda <strong>la</strong> columna de<br />

fuego que acompañó el caminar nocturno del pueblo de Dios en su<br />

éxodo, es el símbolo de Jesús ―luz del mundo‖ y del fuego encendido por<br />

le Resucitado en los corazones.<br />

El GLORIA, antiguo himno celebrativo de Cristo, cuya alusión a <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras del ángel en <strong>la</strong> noche de <strong>la</strong> navidad evoca en esta otra noche el<br />

sentido pascual de <strong>la</strong> encarnación y nacimiento del Mesías.<br />

El ALELUYA pascual, el himno de los redimidos, cantar de los peregrinos<br />

que han emprendido <strong>la</strong> ruta hacia <strong>la</strong> patria definitiva.<br />

El AGUA regeneradora, signo de <strong>la</strong> vida nueva en Jesús ―fuente de vida‖.<br />

Renovando nuestra profesión de fe bautismal, dec<strong>la</strong>ramos que adherimos<br />

a su vida nueva, entrando en comunión con Él.<br />

El BANQUETE pascual que celebramos en <strong>la</strong> liturgia eucarística, comida<br />

del y con el Resucitado. De hecho, <strong>la</strong> Resurrección de Jesús alcanza su<br />

sentido pleno en nosotros cuando lo comulgamos en <strong>la</strong> Eucaristía, el<br />

sacramento pascual por excelencia, poniéndole fin al ayuno cuaresmal.<br />

Y en medio de esta espera vigi<strong>la</strong>nte, <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios –Pa<strong>la</strong>bra creadora y<br />

salvífica- va diseñando un itinerario digno de ser vivido paso a paso.<br />

Una vez que hemos cantado el PREGÓN pascual, nos sentamos <strong>para</strong><br />

escuchar nueve <strong>lectura</strong>s, siete del Antiguo y dos del Nuevo Testamento. El<br />

Templo sigue parcialmente a oscuras –con el Cirio Pascual en lugar<br />

destacado- porque hacemos <strong>la</strong> escucha de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra simbólicamente a <strong>la</strong><br />

luz de Cristo Resucitado, centro del cosmos y de <strong>la</strong> historia. Ahora <strong>la</strong> luz es<br />

<strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra, signo concreto de <strong>la</strong> presencia del Resucitado.<br />

De esta forma recorremos emocionados el camino pascual de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra, <strong>la</strong><br />

cual traza un arco entre <strong>la</strong> primera creación y <strong>la</strong> nueva y definitiva creación<br />

en <strong>la</strong> Resurrección de Jesús, pasando entretanto por los principales<br />

acontecimientos de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> salvación. En este marco histórico<br />

comprendemos también el alcance y el significado de <strong>la</strong>s antiguas pa<strong>la</strong>bras<br />

proféticas.<br />

En fin, cada acontecimiento y cada pa<strong>la</strong>bra de Dios en <strong>la</strong> historia humana,<br />

quiere expresar el amor misericordioso de Dios por nosotros, su deseo de<br />

hacernos participar en <strong>la</strong> vida de su Hijo, haciéndonos pasar de <strong>la</strong> noche y<br />

de <strong>la</strong> oscuridad de <strong>la</strong> muerte a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> vida.


Es así como contemp<strong>la</strong>mos, paso a paso, todo lo que Dios ha caminado con<br />

su pueblo <strong>para</strong> realizar su p<strong>la</strong>n de hacernos a todos una so<strong>la</strong> realidad en<br />

Jesús Resucitado, en quien, como dice un Padre de <strong>la</strong> Iglesia: ―Las cosas<br />

divididas se reunieron y <strong>la</strong>s discordantes se ap<strong>la</strong>caron... <strong>la</strong> misericordia<br />

divina reunió desde todos los lugares, los fragmentos y los fundió en el<br />

fuego de su amor, restituyéndoles su unidad primera‖.<br />

Primera <strong>lectura</strong>: Génesis 1,26-31<br />

―Dios vio que todo lo había hecho era bueno‖<br />

Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que tenga autoridad<br />

sobre los peces del mar y sobre <strong>la</strong>s aves del cielo, sobre los animales del campo, <strong>la</strong>s fieras<br />

salvajes y los reptiles que se arrastran por el suelo.»<br />

27 Y creó Dios al hombre a su imagen.<br />

A imagen de Dios lo creó.<br />

Varón y mujer los creó.<br />

28 Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen <strong>la</strong> tierra y<br />

sométan<strong>la</strong>. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre <strong>la</strong>s aves del cielo y sobre<br />

todo ser viviente que se mueve sobre <strong>la</strong> tierra.»<br />

29 Dijo Dios: «Hoy les entrego <strong>para</strong> que se alimenten toda c<strong>la</strong>se de p<strong>la</strong>ntas con semil<strong>la</strong>s<br />

que hay sobre <strong>la</strong> tierra, y toda c<strong>la</strong>se de árboles frutales.<br />

30 A los animales salvajes, a <strong>la</strong>s aves del cielo y a todos los seres vivientes que se<br />

mueven sobre <strong>la</strong> tierra, les doy pasto verde <strong>para</strong> que coman.» Y así fue.<br />

31 Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció: fue el<br />

día Sexto.<br />

El autor de este hermoso poema de <strong>la</strong> creación parece escribir <strong>para</strong> un<br />

pueblo que está en el exilio y se encuentra afligido por <strong>la</strong> tragedia de <strong>la</strong><br />

deportación. En esta situación, el pueblo corre el riesgo de perder <strong>la</strong><br />

esperanza en <strong>la</strong> bondad de Dios y en su acción creadora. Es por eso que se<br />

presenta <strong>la</strong> creación como una especie de liberación. Esto lo notamos en <strong>la</strong><br />

insistencia en el número ―siete‖, que hace del ―descanso-sábado‖ de Dios el<br />

culmen de <strong>la</strong> creación (ver Génesis 2,3).<br />

A lo <strong>la</strong>rgo del poema, como si se tratara de un estribillo, se insiste en el<br />

hecho de que toda obra creada es buena (ver Génesis 1,10.12.18.25), <strong>para</strong><br />

terminar proc<strong>la</strong>mando que Dios se comp<strong>la</strong>ce en <strong>la</strong> mayor de todas sus<br />

obras: el hombre (―Y vio que todo estaba muy bien‖, 1,31). Es así como<br />

se refirma que <strong>la</strong> esperanza de <strong>la</strong> vida tiene su fundamento en <strong>la</strong> misma<br />

creación de Dios.<br />

Esta acción creadora tiene su fuente en <strong>la</strong> ―Pa<strong>la</strong>bra de Dios‖, pa<strong>la</strong>bra<br />

soberana que libera del caos y se<strong>para</strong> de todo elemento negativo. Es <strong>la</strong><br />

misma Pa<strong>la</strong>bra que Israel ha conocido en su historia profética. Y esto crea<br />

un puente entre <strong>la</strong> creación y <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> salvación.<br />

Es desde esta perspectiva como comprendemos el primado de Cristo tanto<br />

en el orden de <strong>la</strong> primera creación como el de <strong>la</strong> nueva creación, ya que Él<br />

es plenamente <strong>la</strong> ―imagen de Dios‖ (ver Colosenses 1,18; Romanos 8,29;<br />

Jn 1,2-3), el que conduce a <strong>la</strong> humanidad hacia el sábado eterno de Dios<br />

(ver Hebreos 4,11).


Segunda <strong>lectura</strong>: Génesis 22,1-18<br />

―Y Abraham obedeció al Señor‖<br />

1 Tiempo después, Dios quiso probar a Abraham y lo l<strong>la</strong>mó: «Abraham.» Respondió él:<br />

«Aquí estoy.»<br />

2 Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a <strong>la</strong><br />

región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.»<br />

3 Se levantó Abraham de madrugada, ensilló su burro, l<strong>la</strong>mó a dos criados <strong>para</strong> que lo<br />

acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña <strong>para</strong> el sacrificio y se puso en<br />

marcha hacia el lugar que Dios le había indicado.<br />

4 Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar.<br />

5 Entonces dijo a los criados: «Quédense aquí con el burro. Yo y el niño iremos hasta allá<br />

a adorar, y luego volveremos donde ustedes.»<br />

6 Abraham tomó <strong>la</strong> leña <strong>para</strong> el sacrificio y <strong>la</strong> cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su<br />

mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos.<br />

7 Entonces Isaac dijo a Abraham: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?»<br />

Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y <strong>la</strong> leña, pero, ¿dónde está el cordero <strong>para</strong> el<br />

sacrificio?»<br />

8 Abraham le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron<br />

juntos el camino.<br />

9 Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abraham levantó un altar y puso <strong>la</strong> leña<br />

sobre él. Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre <strong>la</strong> leña.<br />

10 Extendió después su mano y tomó el cuchillo <strong>para</strong> degol<strong>la</strong>r a su hijo,<br />

11 pero el Angel de Dios lo l<strong>la</strong>mó desde el cielo y le dijo: «Abraham, Abraham.» Contestó<br />

él: «Aquí estoy.»<br />

12 «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me<br />

has negado a tu hijo, el único que tienes.»<br />

13 Abraham miró a su alrededor, y vio cerca de él a un carnero que tenía los cuernos<br />

enredados en un zarzal. Fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo.<br />

14 Abraham l<strong>la</strong>mó a aquel lugar «el Señor provee». Y todavía hoy <strong>la</strong> gente dice: «En ese<br />

monte el Señor provee.»<br />

15 Volvió a l<strong>la</strong>mar el Angel de Dios a Abraham desde el cielo,<br />

16 y le dijo: «Juro por mí mismo —pa<strong>la</strong>bra de Yavé— que, ya que has hecho esto y no me<br />

has negado a tu hijo, el único que tienes,<br />

17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan<br />

numerosos como <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s del cielo o como <strong>la</strong> arena que hay a oril<strong>la</strong>s del mar. Tus<br />

descendientes se impondrán a sus enemigos.<br />

18 Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de <strong>la</strong> tierra serán bendecidos a<br />

través de tu descendencia.»<br />

En <strong>la</strong> tradición rabínica se hab<strong>la</strong> de cuatro noches fundamentales en <strong>la</strong><br />

historia de <strong>la</strong> salvación:<br />

(1) <strong>la</strong> de <strong>la</strong> creación,<br />

(2) <strong>la</strong> del sacrificio de Abraham,<br />

(3) <strong>la</strong> de <strong>la</strong> salida de Egipto y <strong>la</strong> última<br />

(4) será <strong>la</strong> de <strong>la</strong> venida del Mesías<br />

(―Poema de <strong>la</strong>s Cuatro Noches‖, inserto en el Tárgum palestino de Ex<br />

12,42).<br />

En este momento leemos el re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> noche de <strong>la</strong> fe de Abraham: Dios le<br />

pide el sacrificio de su hijo. Abraham se presenta como modelo de


creyente: su fe es obediencia, camino en <strong>la</strong> noche, subida al monte,<br />

encuentro con Dios que abre un nuevo futuro.<br />

Esto es lo ejemp<strong>la</strong>r de Abraham: se requiere <strong>la</strong> fe y un amor que ponga a<br />

Dios por encima de todos los amores, aún los más entrañables.<br />

Desde esta segunda <strong>lectura</strong> vislumbramos <strong>la</strong> experiencia de <strong>la</strong> fe como<br />

inicio de <strong>la</strong> nueva historia que se realiza en Jesús muerto y resucitado. De<br />

hecho, el misterio pascual sólo puede ser acogido en una libertad obediente<br />

como <strong>la</strong> de Abraham. Este desafío será vivido en esta misma noche, en <strong>la</strong><br />

liturgia bautismal, cuando seamos interrogados por nuestra fe; pero no<br />

cualquier fe sino aquel<strong>la</strong> que por el amor a Dios es capaz de cualquier<br />

renuncia.<br />

Tercera <strong>lectura</strong>: Éxodo 14,15-15,1<br />

―El Pueblo pasó a pie descalzo en medio del mar‖<br />

15 Yavé dijo a Moisés: «¿Por qué c<strong>la</strong>mas a mí? Di a los hijos de Israel que se pongan en<br />

marcha.<br />

16 Luego levanta tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, <strong>para</strong> que los hijos<br />

de Israel pasen en seco por medio del mar.<br />

17 Yo, mientras tanto, endureceré el corazón de los egipcios <strong>para</strong> que salgan en<br />

persecución de ustedes, y me haré famoso a costa de Faraón y de todo su ejército, de sus<br />

carros y de su caballería.<br />

18 Entonces Egipto conocerá que yo soy Yavé.»<br />

19 El Angel de Dios que iba de<strong>la</strong>nte de los israelitas pasó detrás de ellos; también <strong>la</strong> nube<br />

en forma de columna vino a colocarse detrás,<br />

20 poniéndose entre el campo de los israelitas y el de los egipcios. Esta nube era <strong>para</strong><br />

unos tinieb<strong>la</strong>s y <strong>para</strong> otros iluminaba <strong>la</strong> noche; y no se acercaron los unos a los otros<br />

durante <strong>la</strong> noche.<br />

21 Moisés extendió su mano sobre el mar y Yavé hizo sop<strong>la</strong>r durante toda <strong>la</strong> noche un<br />

fuerte viento del oriente que secó el mar.<br />

Se dividieron <strong>la</strong>s aguas.<br />

22 Los israelitas pasaron en seco, por medio del mar; <strong>la</strong>s aguas les hacían de mural<strong>la</strong>s a<br />

izquierda y a derecha.<br />

23 Los egipcios se <strong>la</strong>nzaron a perseguirlos, y todo el ejército de Faraón entró en medio<br />

del mar con sus carros y caballos.<br />

24 Llegada <strong>la</strong> madrugada, Yavé miró a los egipcios desde el fuego y <strong>la</strong> nube, y provocó el<br />

desorden en el ejército de Faraón.<br />

25 Atascó <strong>la</strong>s ruedas de sus carros, que no po dían avanzar sino con gran dificultad.<br />

Entonces los egipcios dijeron: «Huyamos de Israel, porque Yavé pelea con ellos contra<br />

nosotros.»<br />

26 Pero Yavé dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y <strong>la</strong>s aguas volverán sobre<br />

los egipcios, sus carros y sus caballos.»<br />

27 Moisés extendió su mano sobre el mar.<br />

Al amanecer, el mar volvió a su lugar. Mientras los egipcios trataban de huir, Yavé arrojó<br />

a los egipcios en el mar.<br />

28 Las aguas al volver cubrieron los carros y los que los montaban, o sea, todo el ejército<br />

de Faraón que había entrado en el mar persiguiéndolos: no se escapó ni uno solo.<br />

29 Los israelitas, en cambio, habían pasado en medio del mar; <strong>la</strong>s aguas les hacían de<br />

mural<strong>la</strong>s a derecha e izquierda.<br />

30 Aquel día, Yavé liberó a Israel del poder de los egipcios; e Israel vio a los egipcios<br />

muertos en <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> del mar.<br />

31 Israel vio los prodigios que Yavé había obrado contra Egipto, y el pueblo temió a Yavé.<br />

Creyó en Yavé y en Moisés, su siervo.<br />

1 Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico a Yavé: «Cantaré a Yavé,<br />

que se ha cubierto de gloria; caballos y carros ha arrojado en el mar.


El del paso del Mar Rojo es re<strong>la</strong>to emocionante que retiene toda nuestra<br />

atención. Éste merece un estudio profundo (pero este no es el espacio).<br />

La Iglesia lee en <strong>la</strong> riqueza del simbolismo del paso del mar una tipología<br />

del bautismo cristiano, así como lo hizo Pablo: ―Todos fueron bautizados<br />

en Moisés, por <strong>la</strong> nube y el mar...Todo esto les acontecía en figura,<br />

y fue escrito <strong>para</strong> aviso de los que hemos llegado a <strong>la</strong> plenitud de<br />

los tiempos‖ (1ª Corintios 10,2.11).<br />

Los Padres de <strong>la</strong> Iglesia vieron en este texto un re<strong>la</strong>to de ―nacimiento‖, tipo<br />

del nuevo nacimiento ―en Cristo‖. Este nacimiento es una liberación de<br />

todas <strong>la</strong>s fuerzas del mal, concretado en el pecado.<br />

En esta celebración este texto es revivido en el lucernario: <strong>la</strong> procesión de<br />

<strong>la</strong> luz –con el cirio pascual que representa <strong>la</strong> nube-, enseguida el himno del<br />

―Pregón‖ pascual, con todas sus referencias poéticas al re<strong>la</strong>to del paso del<br />

mar (releído tipológicamente), y más finalmente su inmersión en el agua<br />

que es bendecida <strong>para</strong> el bautismo.<br />

Cuarta <strong>lectura</strong>: Isaías 54,5-14<br />

―Tu redentor es el Señor‖<br />

5 Pues ahora te desposa tu creador, El Señor de los Ejércitos es su nombre. El que te<br />

rescata es el Santo de Israel, quien se l<strong>la</strong>ma Dios de toda <strong>la</strong> tierra.<br />

6 Sí, El Señor te l<strong>la</strong>ma como a <strong>la</strong> esposa abandonada, que se encuentra afligida. ¿Se<br />

puede rechazar <strong>la</strong> esposa que uno toma siendo joven?, dice tu Dios.<br />

7 Te había abandonado un momento, pero con inmensa piedad yo te vengo a reunir.<br />

8 En unos momentos de ira te oculté mi rostro, pero con amor que no tiene fin me apiado<br />

de ti —dice El Señor, que te viene a rescatar.<br />

9 Voy a hacer como en el diluvio de Noé, cuando juré que <strong>la</strong>s aguas no pasarían más<br />

sobre <strong>la</strong> tierra. Así, juro yo no enojarme más contigo ni amenazarte nunca más.<br />

10 Los cerros podrán correrse y bambolearse <strong>la</strong>s lomas; mas yo no retiraré mi amor, y mi<br />

alianza de paz contigo no se bamboleará —dice El Señor, que se compadece de ti.<br />

11 ¡Pobrecil<strong>la</strong>, azotada por <strong>la</strong> tempestad y sin consuelo! Yo asentaré tus muros sobre<br />

piedras preciosas, y serán tus cimientos de zafiro.<br />

12 Haré tus mural<strong>la</strong>s de rubíes, tus puertas de cristal, y todo tu contorno de piedras<br />

preciosas.<br />

13 Todos tus hijos serán instruidos por El Señor, y grande será <strong>la</strong> felicidad de tus hijos.<br />

14 Te mantendrás firme por <strong>la</strong> justicia y no tendrás que temer <strong>la</strong> opresión; el terror no se<br />

te acercará.<br />

Después de los re<strong>la</strong>tos fundamentales de <strong>la</strong> Creación, <strong>la</strong> fe del patriarca<br />

Abraham y el paso del Mar Rojo, comienza el ciclo de <strong>la</strong>s Profecías.<br />

De nuevo el pueblo de Dios se encuentra en una situación difícil. El profeta<br />

Isaías dirige a él <strong>para</strong> ―conso<strong>la</strong>rlo‖ con pa<strong>la</strong>bras de amor como ―Mi amor<br />

de tu <strong>la</strong>do no se apartará‖ (54,10a). Se despliega así una serie de<br />

imágenes cargadas expresiones afectivas <strong>para</strong> infundir en el corazón de<br />

todos que Dios se ocupa de verdad de los suyos y que tiene <strong>la</strong> fuerza <strong>para</strong>


sacarlos de <strong>la</strong>s situaciones dolorosas en que se encuentran. El Señor es un<br />

Dios que ―quiere‖ y ―puede‖ redimir a su pueblo.<br />

La redención conduce al ―matrimonio‖ con el Amado Dios: ―Mi alianza de<br />

paz no se moverá‖ (54,10b). La Alianza es una re<strong>la</strong>ción íntima, amorosa<br />

y esponsal con el Dios que nos ha librado y que espera que lo escojamos<br />

desde nuestra nueva situación de hombres libres. Nótese en <strong>la</strong> <strong>lectura</strong> <strong>la</strong><br />

fuerza de <strong>la</strong> imagen en <strong>la</strong> que Dios ―salva‖ a <strong>la</strong> viuda Israel, llevándo<strong>la</strong> al<br />

matrimonio (ver 54,11-14).<br />

La liturgia de esta noche nos llevará a <strong>la</strong> renovación de <strong>la</strong> Alianza con Dios<br />

que sel<strong>la</strong>mos en el Bautismo.<br />

Quinta <strong>lectura</strong>: Isaías 55,1-11<br />

―Así será <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra que salga de mi boca‖<br />

1 A ver ustedes que andan con sed, ¡vengan a <strong>la</strong>s aguas! No importa que estén sin p<strong>la</strong>ta,<br />

vengan;<br />

pidan trigo sin dinero, y coman, pidan vino y leche, sin pagar.<br />

2 ¿Para qué van a gastar en lo que no es pan y dar su sa<strong>la</strong>rio por cosas que no<br />

alimentan? Si ustedes me hacen caso, comerán cosas ricas y su pa<strong>la</strong>dar se deleitará con<br />

comidas exquisitas.<br />

3 Atiéndanme y acérquense a mí, escúchenme y su alma vivirá. Voy a hacer con ustedes<br />

una alianza <strong>para</strong> siempre, <strong>para</strong> darles los bienes que tengo prometidos a David.<br />

4 Mira, lo había puesto como un testigo <strong>para</strong> varios pueblos, como un jefe <strong>para</strong> mandar a<br />

<strong>la</strong>s naciones.<br />

5 Así, tú ahora vas a l<strong>la</strong>mar a una nación que no conocías, una nación que no te conocía<br />

correrá por verte. Esto será nada más que por El Señor, tu Dios, por el Santo de Israel,<br />

que te ha puesto arriba.<br />

6 Busquen a El Señor ahora que lo pueden encontrar, llámenlo ahora que está cerca.<br />

7 Que el malvado deje sus caminos, y el criminal sus proyectos; vuélvanse a El Señor, que<br />

tendrá piedad de ellos, a nuestro Dios, que está siempre dispuesto a perdonar.<br />

8 Pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes, dice<br />

El Señor.<br />

9 Así, como el cielo está muy alto por encima de <strong>la</strong> tierra, así también mis caminos se<br />

elevan por encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a los de ustedes.<br />

10 Como baja <strong>la</strong> lluvia y <strong>la</strong> nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado <strong>la</strong><br />

tierra, sin haber<strong>la</strong> fecundado y haber<strong>la</strong> hecho germinar, <strong>para</strong> que dé <strong>la</strong> simiente <strong>para</strong><br />

sembrar y el pan <strong>para</strong> comer,<br />

11 así será <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra que salga de mi boca. No volverá a mí con <strong>la</strong>s manos vacías sino<br />

después de haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo lo que le encargué.<br />

Esta <strong>lectura</strong> hab<strong>la</strong> del misterio y de <strong>la</strong> eficacia de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios. Así se<br />

explica cómo se vive internamente <strong>la</strong> circu<strong>la</strong>ridad de amor y de voluntad en<br />

<strong>la</strong> Alianza con Dios.<br />

El énfasis de <strong>la</strong> profecía está en el anuncio de que todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras él que<br />

ha pronunciado –en cuanto Pa<strong>la</strong>bras de Dios- serán eficaces y verdaderas,<br />

ya que fue Dios mismo quien se comprometió a cumplir<strong>la</strong>s.<br />

Es Dios quien proyecta y dirige <strong>la</strong> historia. Él sabe sacar bien de dentro del<br />

mal que padecemos por nuestras ma<strong>la</strong>s opciones. Así lo hizo en el exilio. Es


como <strong>la</strong> lluvia que se esconde en <strong>la</strong> tierra y allí fecunda el suelo,<br />

permitiendo <strong>la</strong> germinación de nuevos frutos. Así es el obrar de Dios.<br />

El profeta nos hace entender que Dios es ―cercano‖ y al mismo tiempo<br />

―lejano‖. Es ―cercano‖ porque nos da su Pa<strong>la</strong>bra, nos perdona y nos ofrece<br />

tiempos especiales <strong>para</strong> el encuentro con Él. Es ―lejano‖ porque su modo<br />

de conducir los proyectos siempre nos sorprende, no se deja aprisionar en<br />

<strong>la</strong> lógica y el cálculo humano.<br />

En el misterio pascual de Cristo, <strong>la</strong> lógica de Dios que ―descuadra‖ todos los<br />

raciocinios humanos, es el <strong>para</strong>digma definitivo del actuar divino.<br />

Sexta <strong>lectura</strong>: Baruc 3,9-15.32-4,4<br />

―Todos los que <strong>la</strong> retienen alcanzarán <strong>la</strong> vida‖<br />

9 Escucha, Israel, los mandatos de <strong>la</strong> vida, pon atención <strong>para</strong> que puedas discernir.<br />

10 Israel, ¿por qué moras en tierra de enemigos? y envejeces en un país extraño<br />

11 donde te manchas con hombres impuros, y te cuentan entre los que van al abismo?<br />

12 Es que dejaste <strong>la</strong> fuente de <strong>la</strong> sabiduría.<br />

13 Si hubieras seguido el camino de Dios, sería <strong>la</strong> paz tu morada <strong>para</strong> siempre.<br />

14 Aprende dónde está <strong>la</strong> prudencia, <strong>la</strong> fuerza y <strong>la</strong> inteligencia, <strong>para</strong> saber dónde están<br />

vida y <strong>la</strong>rgos días, tiempos alegres y paz.<br />

15 ¿Quién ubicará <strong>la</strong> sabiduría y entrará a <strong>la</strong> bodega de sus tesoros?<br />

32 La conoce el que todo lo sabe, <strong>la</strong> descubrió con su inteligencia el que arregló <strong>la</strong> tierra<br />

<strong>para</strong> siempre, y <strong>la</strong> llenó de animales.<br />

33 El que envía <strong>la</strong> luz, y <strong>la</strong> luz llega, el que <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma y vuelve temblorosa:<br />

34 por él se enciendan los astros, llenos de gozo, y cada uno en su puesto ve<strong>la</strong> sobre <strong>la</strong><br />

noche.<br />

35 Los l<strong>la</strong>ma él y responden: ¡Aquí estamos! Y bril<strong>la</strong>n alegres a su Creador.<br />

36 Este es nuestro Dios, ningún otro se puede com<strong>para</strong>r a él.<br />

37 Recorrió todos los caminos de <strong>la</strong> ciencia, y se <strong>la</strong> dio a su servidor Jacob, a los hijos de<br />

Israel, sus predilectos.<br />

38 Después apareció <strong>la</strong> sabiduría en <strong>la</strong> tierra y vino a convivir con los hombres.<br />

1 El<strong>la</strong> misma es el libro de los man- damientos, y <strong>la</strong> Ley de Dios que permanece <strong>para</strong><br />

siempre. Todos los que <strong>la</strong> conservan alcanzarán <strong>la</strong> vida; pero los que <strong>la</strong> abandonan,<br />

morirán.<br />

2 Vuelve, Jacob, y abráza<strong>la</strong>, camina hacia <strong>la</strong> gloria a <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad de su luz.<br />

3 No cambies por <strong>la</strong> de otro pueblo <strong>la</strong> sabiduría que sólo tú tienes.<br />

4 ¡Felices somos, Israel, pues sabemos nosotros lo que gusta al Señor!<br />

Llegamos ahora a una meditación sapiencial contenida en Baruc. Se dice<br />

que el pueblo fue al exilio porque abandonó el camino de <strong>la</strong> sabiduría: ―¡Es<br />

que abandonaste <strong>la</strong> fuente de <strong>la</strong> sabiduría!... Si hubieras andado<br />

por el camino de Dios...‖ (3,12). El camino de retorno deberá ser un<br />

volver a <strong>la</strong> sabiduría: ―Vuelve, Jacob, y abráza<strong>la</strong>, camina hacia el<br />

esplendor bajo su luz‖ (4,2).<br />

Pero, ¡atención!, no se trata de una sabiduría esotérica ni de nada parecido,<br />

se trata de <strong>la</strong> sintonía con Dios a <strong>la</strong> hora de actuar, es decir, una comunión<br />

de voluntades. En otras pa<strong>la</strong>bras, vivir sabiamente es vivir a <strong>la</strong> manera de<br />

Dios.<br />

El profeta anuncia con mucho vigor que ha aparecido sobre <strong>la</strong> tierra esta<br />

sabiduría, como un don, y que el<strong>la</strong> ha vivido en medio de los hombres.


La patrística ha visto en esta sabiduría una alusión a Jesús y una invitación<br />

a <strong>la</strong> conversión. La ―vida nueva‖ en Cristo resucitado es el logro de esta<br />

sabiduría.<br />

Séptima <strong>lectura</strong>: Ezequiel 36,16-28<br />

―Los rociaré con agua pura... les daré un corazón nuevo‖<br />

16 Se me comunicó esta pa<strong>la</strong>bra de El Señor:<br />

17 «Hijo de hombre, cuando Israel vivía en su tierra, <strong>la</strong> volvió impura con su conducta y<br />

sus acciones; su conducta era a mis ojos como <strong>la</strong> impureza de <strong>la</strong> mujer.<br />

18 Entonces decidí desatar contra ellos mi cólera,<br />

19 los dispersé por entre <strong>la</strong>s naciones, los desparramé entre los países; los juzgué de<br />

acuerdo a su conducta y a sus acciones.<br />

20 Y así llegaron a <strong>la</strong>s naciones. Pero allí también fue profanado mi nombre. En efecto se<br />

decía: ―Este es el pueblo de El Señor que tuvo que salir de su país.‖<br />

21 Entonces salí en defensa de mi Nombre, porque éste había sido profanado en <strong>la</strong>s<br />

naciones donde se encontraba Israel y por culpa de éste.»<br />

22 Por eso le dirás esta pa<strong>la</strong>bra de El Señor a <strong>la</strong> casa de Israel: «no es por ustedes que<br />

hago esto, casa de Israel, sino por mi santo Nombre que por culpa de ustedes fue<br />

profanado en <strong>la</strong>s naciones donde estaban.<br />

23 Santificaré mi nombre que fue profanado en <strong>la</strong>s naciones —y ustedes fueron los que lo<br />

hicieron despreciable—. Las naciones sabrán que yo soy El Señor cuando, por medio de<br />

ustedes, aparezca ante sus ojos mi santidad.<br />

24 Los sacaré de <strong>la</strong>s naciones, los reuniré de entre los pueblos y los traeré de vuelta a su<br />

tierra.<br />

25 Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus<br />

impurezas y de todos sus inmundos ídolos.<br />

26 Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de<br />

su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne.<br />

27 Pondré dentro de ustedes mi Espíritu y haré que caminen según mis mandamientos,<br />

que observen mis leyes y que <strong>la</strong>s pongan en práctica.<br />

28 Vivirán en el país que di a sus padres, ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.<br />

En este pasaje <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción del Antiguo Testamento alcanza uno de sus<br />

vértices: <strong>la</strong> promesa de <strong>la</strong> ―nueva alianza‖ (ver también Jeremías 31,31-<br />

34).<br />

La nueva Alianza es una obra de Dios con su pueblo pecador. Es así como<br />

vemos que Dios no interviene en <strong>la</strong> historia <strong>para</strong> humil<strong>la</strong>r al hombre sino<br />

<strong>para</strong> purificarlo de sus pecados.<br />

Como en <strong>la</strong> <strong>lectura</strong> anterior, <strong>la</strong> situación negativa que vive el pueblo ha sido<br />

<strong>la</strong> consecuencia de su mal obrar. Y esta situación de desgracia ha<br />

deshonrado el ―Nombre‖ de Dios. Los paganos se bur<strong>la</strong>n de el Señor:<br />

¿Quién es ese Dios que tiene a sus hijos dispersos y sufriendo en tierra<br />

extranjera? Esta bur<strong>la</strong> es una profanación del ―Nombre‖ de Dios: ―Y en <strong>la</strong>s<br />

naciones donde llegaron profanaron mi santo nombre haciendo<br />

que se dijera a propósito de ellos: ‗Son el pueblo de el Señor, y han<br />

tenido que salir de su tierra‘‖ (36,20).<br />

Pero de repente, Dios mismo realiza un acto inesperado, <strong>para</strong> que se vea <strong>la</strong><br />

santidad del ―nombre del nombre del Señor‖, Dios repite los prodigios del<br />

éxodo trayendo a sus hijos a casa (―Los tomaré de entre <strong>la</strong>s naciones,


los recogeré de todos los países y los llevaré a su suelo‖, 36,24) y<br />

sel<strong>la</strong>ndo con ellos una nueva Alianza (―ustedes serán mi pueblo y yo<br />

seré su Dios‖, 36,28).<br />

La ―nueva Alianza‖ tiene como característica distintiva el hecho que<br />

transforma al pueblo ―desde dentro‖, desde lo profundo del corazón, <strong>para</strong><br />

superar así el pecado de manera radical: ―los rociaré con agua pura y<br />

quedarán purificados... Y les daré un corazón nuevo, infundiré en<br />

ustedes un espíritu nuevo...‖, 36,25.26). Se trata de una pascua que<br />

culmina en una Alianza definitiva.<br />

Octava <strong>lectura</strong>: Romanos 6,3-11<br />

―Sepultados en su muerte <strong>para</strong> vivir con Él‖<br />

3 ¿No saben que todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido<br />

sumergidos en su muerte?<br />

4 Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue<br />

resucitado de entre los muertos por <strong>la</strong> Gloria del Padre, así también nosotros empezamos<br />

una vida nueva.<br />

5 Si <strong>la</strong> comunión en su muerte nos injertó en él, también compartiremos su resurrección.<br />

6 Como ustedes saben, el hombre viejo que está en nosotros ha sido crucificado con<br />

Cristo. Las fuerzas vivas del pecado han sido destruidas <strong>para</strong> que no sirvamos más al<br />

pecado.<br />

7 Hemos muerto, ¿no es cierto? Entonces ya no le debemos nada.<br />

8 Pero si hemos muerto con Cristo, debemos creer que también viviremos con él.<br />

9 Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; desde<br />

ahora <strong>la</strong> muerte no tiene poder sobre él.<br />

10 Así, pues, si hay una muerte <strong>para</strong> el pecado que es <strong>para</strong> siempre, también hay un vivir<br />

que es vivir <strong>para</strong> Dios.<br />

11 Así también ustedes deben considerarse a sí mismos muertos <strong>para</strong> el pecado y vivos<br />

<strong>para</strong> Dios en Cristo Jesús.<br />

En esta catequesis Bautismal, Pablo nos remite al rito de <strong>la</strong> inmersión en el<br />

agua <strong>para</strong> poner de relieve que el Bautismo nos une totalmente a <strong>la</strong> Cruz de<br />

Jesús hasta tal punto que podemos decir que hemos sido crucificados y<br />

sepultados con Él.<br />

Esta participación se extiende, no sólo a <strong>la</strong> muerte de Cristo, sino también<br />

su resurrección: ―Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en<br />

<strong>la</strong> muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre<br />

los muertos por medio de <strong>la</strong> gloria del Padre, así también nosotros<br />

vivamos una vida nueva‖ (6,4).<br />

Por eso Pablo exhorta <strong>para</strong> que el bautismo no se vuelva un símbolo que se<br />

agota en sí mismo, como si fuera algo pasajero que no va más allá del rito<br />

del agua.<br />

El bautismo, seña<strong>la</strong> Pablo, compromete <strong>la</strong> libertad del creyente que hace<br />

bautizar: debe llegar a ser lo que verdaderamente es, es decir, vivir<br />

adherido a Cristo y hacer todos los aspectos de su vida una expresión


visible de esta condición existencial de muerte al pecado: ―Así también<br />

ustedes, considerense como muertos al pecado y vivos <strong>para</strong> Dios<br />

en Cristo Jesús‖ (6,11).<br />

El Bautismo sel<strong>la</strong> <strong>la</strong> Alianza definitiva con Dios haciéndonos una so<strong>la</strong><br />

realidad con Jesús: ―Si nos hemos hecho una misma cosa con él por<br />

una muerte semejante a <strong>la</strong> suya, también lo seremos por una<br />

resurrección semejante‖ (6,5). En esta tremenda e indisoluble unidad se<br />

rompen <strong>la</strong>s cadenas del pecado (ver 6,6) y se comienza a ―vivir <strong>para</strong><br />

Dios‖ (6,10).<br />

Novena <strong>lectura</strong>: Evangelio: Marcos 16, 1-7<br />

Jesús de Nazaret, que fue crucificado, resucitó.<br />

1 Pasado el sábado, María Magdalena, María, <strong>la</strong> madre de Santiago, y Salomé, compraron<br />

aromas <strong>para</strong> embalsamar el cuerpo.<br />

2 Y muy temprano, el primer día de <strong>la</strong> semana, llegaron al sepulcro, apenas salido el sol.<br />

Se decían unas a otras:<br />

3 «¿Quién nos quitará <strong>la</strong> piedra de <strong>la</strong> entrada del sepulcro?»<br />

4 Pero cuando miraron, vieron que <strong>la</strong> piedra había sido retirada a un <strong>la</strong>do, a pesar de ser<br />

una piedra muy grande.<br />

5 Al entrar en el sepulcro, vieron a un joven sentado al <strong>la</strong>do derecho, vestido<br />

enteramente de b<strong>la</strong>nco, y se asustaron.<br />

6 Pero él les dijo: «No se asusten. Si ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado, no<br />

está aquí, ha resucitado; pero éste es el lugar donde lo pusieron.<br />

7 Ahora vayan a decir a los discípulos, y en especial a Pedro, que él se les ade<strong>la</strong>nta<br />

camino de Galilea. Allí lo verán, tal como él les dijo.»<br />

Las mujeres quieren penetrar en <strong>la</strong> tumba porque era costumbre visitar los<br />

sepulcros de <strong>la</strong>s personas queridas, especialmente en los tres primeros días<br />

después de <strong>la</strong> muerte.<br />

No se asombran al encontrar quitada <strong>la</strong> piedra, pero su sorpresa fue<br />

enorme cuando, al entrar en el sepulcro, vieron ―un joven‖ sentado al <strong>la</strong>do<br />

derecho; era un ángel.<br />

El ángel les dice que no tendrían que tener miedo. Lo que ha pasado es<br />

nada más que el crucificado ha resucitado. Aquí está su tumba, pero él ya<br />

no está. La fe no tiene necesidad de otras justificaciones.<br />

La tumba vacía es una señal de <strong>la</strong> singu<strong>la</strong>ridad del acto de Dios, semejante<br />

a aquel otro que creó <strong>la</strong> primera vez de <strong>la</strong> materia muerta aquel misterio<br />

que nosotros l<strong>la</strong>mamos vida y que no sabemos explicar.<br />

La certeza de <strong>la</strong> resurrección descansa sobre el hecho de que él se hizo el<br />

encontradizo con los hombres en calidad de viviente.<br />

Las mujeres tendrán que llevar un mensaje a los discípulos, y especialmente<br />

a Pedro en Galilea.

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