S T . F R A N C I S C H A P E L
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Esta semana celebramos el aniversario 231 del<br />
nacimiento de nuestra nación. El 4 julio 1776, 56 delegados,<br />
representantes de las 13 Colonias, declararon independencia de<br />
Gran Bretaña con un documento formal, firmado, que dio las<br />
razones de la Guerra revolucionaria. Fue una guerra librada<br />
para el derecho de existir como una nación separada y<br />
soberana, los Estados Unidos de América, una nación<br />
democrática en la cual muchos derechos y libertades serían<br />
gozados, protegidos por una constitución y leyes.<br />
Un año de combates precedió, y siete siguieron, la<br />
Declaración de la Independencia, hasta el día en el que la<br />
soberanía fue conquistada por la nación recién nacida. Seis<br />
años después del fin de la guerra, su comandante en jefe fue<br />
elegido como el primer presidente.<br />
El 4 de julio comenzó a ser celebrado enseguida por<br />
Gral. Washington y las tropas, y después de un siglo más o<br />
menos, este día fue legislado como un feriado nacional. La<br />
costumbre es de celebrarlo con descanso del trabajo, reuniones<br />
de familia y amigos, barbacoas y fuegos artificiales.<br />
San Pablo en la segunda lectura hoy exhorta a los<br />
cristianos de Galacia: “Hermanos: Cristo nos ha liberado para<br />
que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se<br />
sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.” El Apóstol no<br />
está hablando de una esclavitud exterior, impuesta por voluntad<br />
de seres humanos, sino una esclavitud interior, íntima, llamada<br />
pecado. El pecado es un tirano espiritual que encadena y pone<br />
grilletes al alma, induciéndola forzosamente a repetir acciones<br />
las que van contra la ley de Dios que está escrita<br />
profundamente en nuestra naturaleza humana. Cuando la<br />
persona se dé cuenta de la esclavitud a la que es reducida;<br />
cuando la persona desee ser liberada de esa esclavitud, se<br />
encuentra ordinariamente incapaz de escaparse de esa y<br />
retomar la soberanía de su vida. El pecado es la forma de<br />
esclavitud más íntima y peor que exista. Vincula no a los<br />
cuerpos sino a los espíritus, encadenándolos a la tierra,<br />
haciéndolos incapaces de remontarse hacia el cielo, al trono de<br />
Dios, el que es nuestra Casa verdadera.<br />
El pecado tiene un gobernante fuerte y tirano, un<br />
ángel de la oscuridad llamado Satanás. Él es el Tentador que<br />
hace oscilar ante de nuestros ojos gozos temporales e<br />
incompletas, llenando nuestras mentes con promesas falsas de<br />
felicidad las que jamás se cumplan. Una vez logra cazarnos en<br />
el pecado, cierra la trampa y ata nuestras almas con las cadenas<br />
de pecados repetidos, que cada vez dan menos alegría y<br />
sumerge al alma en insatisfacción profunda. Satanás es un<br />
tirano fuerte y cruel.<br />
Nuestro Dios, en cambio, es misericordioso, y así<br />
entonces respondió, en la plenitud de los tiempos, enviando a<br />
un Libertador que es más fuerte que Satanás, el mismo Hijo de<br />
Dios, nacido de una Virgen, de quien el nombre es Jesús, o sea,<br />
Dios salva.<br />
Sólo Cristo tiene el poder de penetrar al reino oscuro<br />
Oblates of the Virgin Mary<br />
Para celebrar nuestra Libertad<br />
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de Satanás y de despojarlo de sus posesiones, que son las almas<br />
atadas con el pecado y destinadas a castigos eternos. Cristo<br />
consiguió esta victoria por medio de un instrumento terrible, no<br />
blandido como un arma sino en el que se ofreció la vida en una<br />
tortura de agonía inconcebible. La muerte de nuestro Héroe en<br />
la Cruz nos consiguió la libertad de aquel déspota cruel y<br />
desató los grilletes del pecado, liberándonos vivir como Dios<br />
ha querido, según la ley escrita profundamente en nuestra<br />
naturaleza humana. San Pablo la resumió en un mandamiento:<br />
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Esta ley es la<br />
contraria de la autocomplacencia y la compulsión egoísta del<br />
pecado. Los que la cumplen experimentarán la alegría del<br />
amor espiritual, la que es la alegría misma de nuestro Dios<br />
infinitamente alegre.<br />
Como con la libertad de nuestra nación, hay que<br />
proteger con vigilancia nuestra libertad espiritual. “Cristo nos<br />
ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la<br />
libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud.”<br />
Pablo sigue para advertirnos: “Pero cuiden de no tomarla [la<br />
libertad cristiana] como pretexto para satisfacer su egoísmo.”<br />
Lo que nos dice es: No volver al pecado. “Antes bien, háganse<br />
servidores los unos de los otros por amor.” Esta es la<br />
verdadera libertad y la fuente de la alegría verdadera. La<br />
celebramos no sólo el 4 de julio sino también durante todo el<br />
año, y especialmente en cada Domingo. Ese día debemos<br />
celebrar descansando del trabajo y reuniéndonos en la familia<br />
del Señor para darnos un banquete de la Palabra de Dios y de la<br />
Eucaristía. Como estadounidenses, celebramos la libertad de<br />
nuestra nación el 4 de julio. ¡Y como cristianos, celebramos<br />
nuestra libertad espiritual todos y cada uno de los Domingos!<br />
“Que habite en ustedes la Palabra de Cristo<br />
con toda su riqueza...” (Col. 3:16)<br />
ENCUENTROS DE ORACION BIBLICA<br />
— para todos —<br />
aquí en la Capilla St. Francis:<br />
todos los lunes,<br />
de 6:00 a 7:00 p.m.<br />
P. David, OMV<br />
P. Craig