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XXVII Concurso del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública<br />

“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

¿Innovar la gestión o la institución? Apuntamientos y<br />

propuesta de modelo sobre innovación gubernamental<br />

Adrián Rafael Jiménez Guth<br />

______________________________<br />

Tercer Premio (compartido)<br />

1.- Contexto<br />

El punto de arranque de este ensayo se enmarca en la permanente necesidad de la gestión<br />

pública por mejorar su desempeño, para cumplir con su misión social y garantizar una adecuada<br />

convivencia social de los ciudadanos-soberanos. Ya sea mediante acciones con tintes de auténtica<br />

innovación; hasta caprichosas ocurrencias de los gobernantes en turno, las administraciones<br />

públicas deben hacer cumplir la ley y establecer la gestión más adecuada para hacerlo en forma<br />

objetiva, expedita y honesta -prácticamente en todo el mundo.<br />

Ante esta permanente necesidad organizacional por adecuarse al mandato legal, en<br />

consonancia con las expectativas y deseos de los usuarios, en una sociedad cada vez más<br />

influenciada por los mensajes mercadológicos, y acelerada por la permanente competencia<br />

tecnológico, surge la necesidad por encontrar modelos y ejemplos que orientes a los gobiernos hacia<br />

la mejorar de su relación con los ciudadanos, ponderando su destino fatal como garantes de la<br />

estabilidad en representación del Estado; sujeto a las veleidades de un mundo cada vez más<br />

automatizado y pragmático que utiliza sin freno las innovaciones tecnológicas, para dotar las<br />

transacciones humanas de mayor velocidad.<br />

Con este panorama de fondo, es necesario pasar a revisión el concepto de innovación,<br />

utilizado desde mediados del siglo XX como modelo aspiracional en el ámbito económico; y desde<br />

hace escasas 3 décadas por la administración pública en todas las latitudes.<br />

La perspectiva de Schumpeter sobre la innovación, como el motor del desarrollo y ciclo<br />

económicos dentro del sistema capitalista liberal, ha sido uno de los descubrimientos económicos<br />

más impactantes de nuestra era. Superior en pragmatismo a la teoría liberal pura fincada en la<br />

división del trabajo de Adam Smith, o de la misma lucha de clases marxista, la innovación como<br />

proceso endémico a la evolución económica marca hitos en forma impresionantemente rápida,<br />

empujando los mercados de bienes y servicios hacia un derrotero sin fin aparente, al menos eso<br />

pensamos…<br />

Para efectos prácticos, hemos de describir en este trabajo la evolución de una innovación que<br />

tradicionalmente arroparon las grandes empresas como artífice de su éxito ante el mercado masivo,<br />

hacia un concepto menos protegido y más compartido por parte de las economías y la denominada<br />

Sociedad del Conocimiento, sustentado en un modelo de “Triple Hélice”; para perpetuarse como<br />

una necesidad no solo organizacional, sino institucional y económica en el sentido estricto de la<br />

palabra. A tal grado que el sector público ha hecho suya la imperiosa necesidad por innovar.<br />

Ante esta perspectiva, resulta interesante observar el hecho de que uno de los componentes<br />

del modelo de Triple Hélice es el propio sector público o gobierno. Ante este panorama, surgen<br />

preguntas inquietantes para la administración pública, algunas de ellas: ¿Qué precisiones debe traer<br />

consigo la aplicación indiscriminada -como ha sucedido en algunos países, entre ellos México- de<br />

un término netamente económico a la realidad gubernamental? ¿Cuál es la relación conceptual y<br />

real entre la burocracia como sustrato sociológico y organizacional de la estructura gubernamental y<br />

la innovación? y ¿Cómo podría un gobierno local, estatal, regional o incluso federal ofrecer un nivel<br />

aceptable de mejora y acompañamiento a la sociedad, que le exige un desempeño acorde a las<br />

nuevas realidades sociales? ¿Podría el modelo de Triple Hélice, no solamente enfocar sus esfuerzos<br />

a la innovación empresarial, sino también a conculcar innovación en las organizaciones públicas<br />

que a su vez le sustentan?<br />

La presente exploración, no pretende agotar las respuestas de dichos cuestionamientos,


XXVII Concurso del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública<br />

“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

aunque sí promover la reflexión y discusión de nuevos acercamientos al proceso de mejora…<br />

¿innovador? dentro del sector público; recalcando los alcances reales del concepto innovador. Ello<br />

nos lleva irremediablemente a cuestionarnos el tipo de gestión pública que queremos como<br />

sociedad, así como a plantear una disección del término innovación, para facilitar la comprensión de<br />

los esfuerzos que en este sentido han dedicado gobiernos de la mayoría de los países<br />

iberoamericanos, y si éstos han redundado en un fortalecimiento real, perceptible y duradero del<br />

cumplimiento de sus funciones sociales.<br />

En este camino habremos de cuestionar las causas subyacentes por las cuales desde hace<br />

décadas ha sido percibido -más de las veces en forma totalmente injustificada- que el sector público,<br />

prácticamente en todo el mundo, camina “vergonzantemente” por detrás del sector privado, en lo<br />

que a transformar ideas en innovación se refiere. Y trataremos de vislumbrar si los esfuerzos por<br />

invertir en dicha “innovación” son absolutamente necesarios para cumplir los fines sociales del<br />

aparato público, en un contexto burocrático institucional.<br />

Sin caer en la ciega exaltación de la publicitada efectividad empresarial, o en la condena<br />

permanente a la laxitud burocrática, la gestión pública debe otra vez, pasar a debate respecto de sus<br />

cimientos, las estructuras y procesos que le caracterizan, así como la administración del personal<br />

que le da vida, no con otro fin sino el de encontrar mejores caminos, que puedan ser tomados en la<br />

práctica para elevar el desarrollo social y humano de los habitantes, mediante un mejoramiento de la<br />

gestión pública, visualizando si en este entramado tiene cabida el término “innovación”.<br />

Analizaremos también algunos ejemplos de pretendidas innovaciones, como una manera de<br />

visualizar sus alcances y detectar sus limitaciones, para finalmente proponer un modelo original,<br />

que pueda ser capaz de generar innovación al interior de los gobiernos atendiendo sus motivaciones<br />

más reales.<br />

El presente ensayo se divide en cuatro secciones. La primera explora el concepto de<br />

innovación desde el sector público, referenciando los orígenes del término y el ámbito original de<br />

aplicación. En la segunda sección haremos apuntamientos sobre la necesidad de innovar, con las<br />

debidas precauciones del tema. La tercera sección posiciona el binomio entre innovación y<br />

gobierno; la cuarta desarrolla el concepto y el ethos burocrático, en el contexto de la necesidad por<br />

innovar. La quinta sección busca posicionar una disyuntiva entre la innovación y la improvisación.<br />

En la sexta sección, describimos algunos ejemplos de innovaciones institucionales y de gestión en<br />

el ámbito Mexicano; y por último en la última sección proponemos un Modelo Trifásico de<br />

Innovación Gubernamental.<br />

2.- Innovar ¿o morir?<br />

Apercibidos del riesgo por caer en la tentación de beber “vino viejo en botellas nuevas” tal<br />

como lo advierten Jackson y Hood (1997), proponemos partir de una pregunta elemental a riesgo de<br />

parecer inocentes: ¿Qué debemos entender por innovación? La intención no es otra que la de<br />

sensibilizarnos respecto del alcance original del término, y distinguir su aplicación práctica desde la<br />

perspectiva de su descubridor: Joseph Alois Schumpeter, economista Austríaco. Entonces habremos<br />

de advertir la aplicación que se desarrolla en el campo del sector público, desde hace apenas<br />

algunas décadas, con el advenimiento de la denominada New Public Management (NPM) y la<br />

filosofía gerencialista en la función pública. Para ello es necesario escudriñar en el sentido<br />

primordial del término que nos convoca.<br />

Atengámonos primero a la definición etimológica del término. De acuerdo con el Diccionario<br />

de la lengua española, la palabra “innovación” proviene del latín innovatio, -onis y significa la<br />

creación o modificación de un producto, y “su introducción en el mercado”. De entrada, esta<br />

definición estrictamente lingüística nos pone en perspectiva. ¿Debe entenderse entonces que<br />

únicamente es innovación aquello que se introduce al mercado… al libre juego de oferta y demanda<br />

de bienes y servicios?<br />

Reforzando el alcance etimológico, desde la perspectiva de Drucker en su obra La<br />

Innovación y el Empresariado Innovador (1997: 25-26), “el empresariado innovador ve el cambio<br />

como una forma saludable. No necesariamente lleva el cambio él mismo. Pero (y esto es lo que<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

define al empresario innovador) busca el cambio, responde a él y lo explota como una<br />

oportunidad”. Hasta el momento de la edición de dicha obra, comenzaba a desarrollarse poco a<br />

poco el tema de la innovación al interior de las administraciones públicas. En ese momento, uno de<br />

los más perspicaces consultores administrativos del siglo XX, solo percibe la innovación como una<br />

oportunidad para los empresarios.<br />

Si seguimos el devenir del término desde su descubrimiento o invención (alrededor de 1935),<br />

no quedaría más remedio que aceptar que originalmente y hasta mediados de la década de los años<br />

80 del siglo XX, con el advenimiento de la filosofía administrativa enfocada en la reinvención de<br />

los gobiernos y el gerencialismo público, no existió razón alguna para que se pensara en innovar<br />

dentro del aparato público: es un verbo que se fue creado en plena era de producción masiva de<br />

bienes (fordismo), para ser aplicado como una ventaja competitiva al estar frente a frente con el<br />

mercado.<br />

Obviamente, las mejoras en procesos, estructuras y relaciones entre las unidades que<br />

conforman el aparato público, se han dado desde las primeras manifestaciones gubernamentales en<br />

el mundo, pero sin la etiqueta innovadora y lo que conlleva. Valga como ejemplo un tanto<br />

exagerado la remisión a la Biblia cuando el propio Moisés dio trazas de innovador al delegar su<br />

autoridad ante su dios, por consejo de su suegro Jetró, a los “hombres más capaces de todo Israel y<br />

les delegó su autoridad como si fueran sus representantes” (Éxodo, cap. 18 v. 13-27). Hecho que<br />

para algunos marca un hito en la historia de la administración (Chiavenato 1976: 15). Curiosamente<br />

Moisés no ha trascendido en la historia precisamente como “innovador”… aunque tal vez desde<br />

nuestra óptica del siglo XXI lo haya sido… ¿o no?<br />

En este contexto, y a efecto de señalar elementos que nos permitan despejar dudas sobre el<br />

alcance real del término, cabe aclarar que la innovación implica el punto final de un proceso que<br />

Schumpeter denominó la “destrucción creativa” y que desemboca justamente en la incorporación al<br />

mercado de libre competencia económica, de un bien o servicio “nuevo”. En su obra Capitalismo,<br />

Socialismo y Democracia, Schumpeter (1996:120) escribe: “El mismo impulso fundamental que<br />

pone y mantiene en movimiento a la maquinaria capitalista procede de los nuevos bienes de<br />

consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas<br />

formas de organización industrial que crea la empresa capitalista”. Al parecer la innovación es<br />

simplemente lo nuevo, puesto en el mercado.<br />

El economista austríaco estaba convencido que una especie de constante mutación industrial<br />

(como él mismo la llama), se encarga de proporcionar al sistema capitalista, no solamente los<br />

elementos necesarios a las empresas para acompasarse a las necesidades sociales de las distintas<br />

etapas históricas, sino que constituye un proceso indispensable para su sobrevivencia dentro del<br />

sistema. Un proceso por cierto generado al principio, desde adentro de las propias empresas<br />

(endógeno).<br />

Hoy en día y poco a poco el empresariado ha adoptado medidas cada vez más audaces y<br />

directas, para “escuchar la voz” de sus clientes, adaptarse (innovación exógena); y entonces ofrecer<br />

productos que satisfagan al mercado. En pleno siglo XXI, pocos empresarios alegarían que<br />

desconocen la importancia de ajustar sus procesos, instalaciones y formas de atención a lo que el<br />

cliente pida; vivimos efectivamente en una especie de Dictadura del Clientetariado.<br />

La historia contemporánea referente a la competencia de grandes empresas, por diseñar y<br />

colocar en el mercado por ejemplo nuevos modelos de teléfonos celulares y artefactos electrónicos<br />

para masificar información, es una muestra fehaciente de lo que significar innovar. Y aquellas<br />

marcas o compañías que no supieron o pudieron hacer frente a las agresivas innovaciones de la<br />

competencia, simplemente han desaparecido o su participación en el mercado -otrora<br />

impresionante, como por ejemplo los aparatos denominados Blackberry- ha decaído<br />

estrepitosamente.<br />

Esta dinámica permanente de creación de nuevos productos y formas de producción, supera -<br />

según Schumpeter- la visión de la tradicional de guerra de precios como arma para abatir a la<br />

competencia. Se trata pues de añadir valor a la producción, a la par que se abaten costos, si<br />

utilizamos el lenguaje de los modernos estrategas económicos empresariales.<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

Conviene entonces preguntarnos ¿Cuál ha sido el mecanismo interno genérico que han<br />

utilizado las empresas para innovar? Durante la primera mitad del siglo XX, las grandes empresas<br />

dedicadas a la producción automotriz, a la industria química, a la medicina y a la generación de<br />

aparatos domésticos, por mencionar algunas, dedicaban grandes esfuerzos para abatir a su<br />

competencia, mediante inversión en investigación y desarrollo para generar nuevos productos y<br />

servicios.<br />

Los esfuerzos en este sentido eran débilmente impulsados por el Estado (finalmente se trata<br />

de jugar en el terreno liberal de la economía, se espera un nivel de acatamiento por parte del<br />

gobierno de aquél otrora fatídico “laissez faire, laissez passer”); excepción hecha de productos o<br />

asuntos militares. No fue sino hasta el último cuarto del siglo, cuando se conceptualiza la<br />

denominada Triple Hélice de universidad - industria - gobierno; concepto moldeado por Etzkowitz<br />

(1994); y Etzkowitz y Leydesdorff (1995), acompasando elementos de trabajos precursores<br />

presentados por Lowe (1982) y Sábato (1982).<br />

Contra toda lógica, si pensamos como un economista liberal capitalista ortodoxo, el modelo<br />

de Triple Hélice otorga un papel relevante al gobierno como impulsor de la innovación en el sector<br />

privado. En sí la idea puesta en práctica ha sido una auténtica innovación; cuando lo que menos se<br />

esperaría al menos en teoría, es la intervención del gobierno para moldear la innovación en el sector<br />

privado de la economía.<br />

De esta forma, la idea Schumpeteriana ha ganado un terreno impensable hace algunas<br />

décadas, y ha posicionado a la innovación como uno de los objetivos de los propios gobiernos<br />

nacionales, y de las organizaciones a nivel supranacional. Los actores de esta Triple Hélice, se han<br />

convertido en aliados -al menos en la retórica y el papel- para gestionar, a nombre de la sociedad<br />

entera, el avance de la mutación industrial en el sector privado.<br />

Además de incluir a la institución gubernamental, una fortaleza novedosa de la Triple Hélice<br />

radica en la inclusión de las instituciones de educación superior, como ingrediente clave para<br />

generar innovaciones en el mercado. La tesis general que sustenta el modelo de Triple Hélice<br />

entonces, se alinea con la llamada Sociedad del Conocimiento, al incluir a la institución<br />

universitaria con un papel más prominente (y emprendedor) para potenciar la innovación y el<br />

desarrollo económicos; como catalizador para generar nuevas instituciones y procesos relacionados<br />

con la producción industrial, la transferencia y aplicación de nuevas tecnologías.<br />

Teóricamente, esta visión corresponde en mayor o menor medida no solo con la noción<br />

Schumpeteriana de la destrucción creativa (destruimos un antiguo modelo mental, para dar paso a<br />

uno nuevo), sino que al incluir actores socialmente relevantes (gobierno, institución de educación<br />

superior y empresa) cualquiera podría pensar que entonces debería fomentar y encauzar el proceso<br />

creativo no solo hacia las empresas, sino hacia de cada una de las instituciones que conforman la<br />

hélice; al menos en teoría.<br />

Si lo vemos como un modelo dinámico, la Triple Hélice no solamente implicaría<br />

correlaciones entre tres sectores, con la finalidad de beneficiar y fortalecer al mercado de bienes y<br />

servicios, sino que debe propiciar ajustes institucionales al interior de cada uno de los participantes<br />

y entre ellos mismos. En otras palabras; el modelo de Triple Hélice no solamente debería generar<br />

sinergias provechosas para la parte industrial - empresarial-, sino también para cada una de las<br />

partes que componen el modelo, mediante la permanente exploración de sus capacidades creativas y<br />

con ello dar forma a las ideas y constituirlas en innovación para sí mismas… ¿o acaso puede<br />

ofrecerse a otros sectores lo que institucionalmente no se tiene?<br />

Ante esta suposición, no queda más que tratar de correlacionar el estado que guardan los<br />

indicadores de innovación internacional en cada país y su desarrollo institucional o gubernamental.<br />

En el meollo de esta discusión sobre el fenómeno innovador y su vigencia, habrá que dar<br />

cabida a quienes opinan que hasta este concepto enfrenta obstáculos en su desarrollo.<br />

Recientemente, llama la atención el posicionamiento de un tema nada prometedor para la brillante<br />

idea de Schumpeter; o al menos retador conceptualmente: ¿hemos llegado al final de la línea, una<br />

especie de final tecnológico de la historia?<br />

Los presupuestos que sustentan esta pregunta no son despreciables, algunos economistas<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

como Robert Gordon (2012) de la NorthWestern University de Estados Unidos, se remiten a<br />

reflexiones sobre la productividad, para ahondar en el tema y argumentan que “el mundo está<br />

regresando a un régimen, en el cual el crecimiento ya no se encuentra guiado por el progreso<br />

tecnológico, sino por la adición de más y mejor fuerza de trabajo, capital y recursos” y argumenta a<br />

manera de sentencia: “la mayoría de las innovaciones de la década pasada no cambiaron<br />

sustancialmente la productividad laboral o el nivel de vida de las personas, de la forma que lo hizo<br />

el descubrimiento de la luz eléctrica, los automóviles o la plomería interior a los hogares… a lo<br />

más, representaron mejoras graduales a capacidades tecnológicas existentes: el iPod reemplazó al<br />

CD Walkman; los teléfonos inteligentes reemplazaron a los celulares; y los iPads reemplazaron a<br />

las minicomputadoras”.<br />

Para recalcar aún más lo anterior, basta revisar los descubrimientos de Pierre Azoulay y<br />

Benjamin Jones, quienes avistaron que en Estados Unidos, los trabajos de investigación y desarrollo<br />

contribuyeron casi siete veces más al factor de productividad en la década de los años 50 del siglo<br />

XX, en comparación con el año 2000.<br />

¿Se extinguirá el proceso innovador como lo conocemos? No consideramos que ésta sea la<br />

pregunta correcta. La historia nos demuestra que el proceso innovador incluye dentro de sí, la<br />

misma “genética” que Darwin incluyó para su teoría de prevalencia del más adaptable: se satisface<br />

con evidencia difícilmente refutable. Cabría entonces preguntar de manera más certera ¿existen<br />

diversos tipos de innovación? Al parecer, la utilización hasta ahora indiscriminada del término, se<br />

presta a confusión; y por ello resulta necesario, tal como lo han descrito algunos autores, el<br />

presentar variantes.<br />

Para tratar de posicionar correctamente la problemática planteada párrafos atrás, Clayton<br />

Christiensen (1995) de la Escuela de Negocios de Harvard, propuso la Teoría de la Innovación<br />

Disruptiva, la cual conlleva la destrucción creativa de los negocios que una vez parecieron seguros<br />

y rentables. Ello supone la existencia de dos tipos de innovación a nivel más específico: las<br />

innovaciones que empoderan a las empresas mediante nuevos productos y servicios; y las<br />

innovaciones eficientes: aquellas que abaratan los productos y servicios existentes en el mercado.<br />

En otras palabras, existe una innovación original, que parte de cero, como los grandes adelantos<br />

científicos del siglo XIX y XX; y aquella que los perfecciona pero de suyo ya no es totalmente<br />

original.<br />

En cuanto a su participación en la Triple Hélice, estaremos de acuerdo en que una función de<br />

los gobiernos dentro del establishment capitalista occidental, es el de jugar un rol equilibrador, de<br />

inclusión de los marginados en el desarrollo económico y garante del desarrollo integral de la<br />

sociedad; y por ello todos los países que asumen seriamente su papel dentro de este modelo<br />

establecen mecanismos mediante los cuales se impulsa la innovación como proveedora de una<br />

ventaja competitiva no solamente para las empresas particulares, sino como sociedades ante el<br />

panorama mundial, donde los inversionistas prefieren a aquellos países donde existen las<br />

condiciones propicias para innovar.<br />

Generalmente -al menos en América Latina- dichos mecanismos están vinculados a la<br />

creación de un mercado interno de concurso para la asignación de fondos, destinados a promover<br />

proyectos que se consoliden en el sector empresarial, como es el caso de Argentina, México y<br />

Chile, por mencionar tres ejemplos representativos.<br />

Así las cosas ¿Aplica el mismo concepto de innovación, generado en el ámbito empresarial, a<br />

los gobiernos, al sector y gestión públicos?<br />

Debemos precisar de entrada que no es siquiera tema de discusión, el hecho que difícilmente<br />

alguien podrá poner en duda lo referente al perfil esencial del concepto de innovación. El término<br />

fue acuñado para ser utilitario en el ámbito de la producción capitalista de bienes y servicios,<br />

inmersa en franca competencia.<br />

¿Y el ámbito público? Sin afán de suscitar controversia sobre la capacidad para transpolar el<br />

término de un ámbito a otro, cabe subrayar el papel de los gobiernos; que de acuerdo con otro<br />

economista multicitado como lo es Lester Thurow (1996), aquellos son indispensables para que<br />

pueda funcionar el sistema capitalista, dado que garantizan la inclusión de quienes económicamente<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

estaría marginados, así como la provisión de leyes, de impartición de justicia, de un contexto<br />

pacífico para la democracia y la protección nacional, al menos. Por ello, resulta esencial que la<br />

administración pública desarrolle en su interior los mecanismos para garantizar a la sociedad, que el<br />

sector público puede en los hechos al menos acompasarse al desarrollo social y atender sus<br />

legítimos derechos.<br />

Al parecer en el ámbito público, la generación de innovación adquiere un cariz marcadamente<br />

distinto al de la empresa privada, si bien existen bienes y servicios que tienen el mismo efecto<br />

técnico en ambos sectores; por ejemplo las innovaciones en el terreno de la informática o el<br />

internet, las cuales encuentran un terreno común de utilidad tanto para la empresa privada como<br />

para la pública, también es cierto que políticamente, estas innovaciones vienen a impactar en forma<br />

distinta a ambos sectores, dado que el uso de dicha innovación dentro del aparato público tiene una<br />

finalidad relacionada irremediablemente con un aspecto de poder, en mayor o menor medida;<br />

atreviéndonos a subrayar que en aquellas realidades donde no existen condiciones de separación<br />

fáctica entre poder político y administración pública (situación que lamentablemente sigue presente<br />

en un buen número de gobiernos locales, regionales e incluso nacionales), toda innovación o mejora<br />

propiciada o aplicada por el gobierno en turno busca la aprobación del electorado y en muchos<br />

casos se analiza su viabilidad bajo criterios de rentabilidad política.<br />

De hecho, esta circunstancia real lleva a cuestionarnos ¿cómo es que personas creativas y<br />

entusiastas, léase los empleados de sector público o burócratas públicos- sostienen sus niveles de<br />

creatividad y entusiasmo, si el objetivo de la innovación es servir a una finalidad política?<br />

(Lundsten 2011).<br />

Pareciera entonces que no solamente se benefician los usuarios de los servicios y trámites<br />

gubernamentales, cuando existen una “innovación exitosa” por parte de los gobiernos, sino<br />

fundamentalmente los gobernantes y partidos políticos en turno; y esto lo han comprendido bien<br />

quienes acceden al poder. Se crea entonces un círculo que oscila entre el vicio y la virtud: crear<br />

innovaciones para acceder a posiciones de poder y al llegar a éstas, impulsar innovaciones.<br />

Pero la realidad nos muestra que el funcionamiento de este sistema, no es tan sencillo, toda<br />

vez que la innovación ha estado presente en el discurso político latinoamericano desde hace ya<br />

algunas décadas, y sin embargo el desarrollo de la administración y de la gestión público no<br />

demuestra tal avance respecto de aquellos indicadores internacionales que evalúan el desempeño del<br />

sector público, como son la transparencia y combate a la corrupción, la recaudación pública y el uso<br />

de tecnologías de información para abatir costes y mejorar los servicios públicos, por mencionar<br />

algunos.<br />

¿Qué sucede entonces? Pareciera que debemos reflexionar acerca del verdadero alcance y<br />

significado de la innovación en el ámbito público, pues podríamos caer en el error de señalar como<br />

innovaciones, a meras acciones de mejora pasajera, o incluso a decisiones que son transitorias y<br />

oportunistas e incluso caprichosas; y no representan un fortalecimiento de las capacidades<br />

gubernamentales o institucionales y sólo buscan agradar o ser aceptadas por el mercado de usuarios.<br />

La innovación gubernamental entonces, entra a matizar el panorama propuesto por Evans<br />

(2003) en su argumentación respecto del hibridismo como estrategia administrativa y representaría<br />

una especie de “cuña” para que la burocracia -e instituciones que le recrean- cumplan gradualmente<br />

con las expectativas de un mercado cada vez más inestable e impredecible, y de una incipiente<br />

democracia deliberativa.<br />

Tal vez una diferencia contundente del ámbito público, respecto del ámbito empresarial y el<br />

mercado, es que aquél no cuenta con filtros implacables (como lo es la aceptación de un bien o<br />

servicio de tipo económico) para determinar qué es realmente una innovación o no; y los<br />

gobernantes y sus asesores no han encontrado la forma de distinguir entre lo que parece innovación<br />

y aquello que no lo es en estricto sentido. Tampoco han reparado en conocer más a fondo hasta qué<br />

punto es posible moldear las instituciones o adaptar el modelo burocrático propio de los gobiernos.<br />

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XXVII Concurso del CLAD sobre Reforma del Estado y Modernización de la Administración Pública<br />

“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

3.- Innovación y gobierno<br />

Desde inicios de los años 80 del siglo XX, tanto el sector privado como el público en el<br />

mundo occidental han experimentado presiones externas nunca antes vistas en el pasado reciente.<br />

La llamada "globalización", resultado de una auténtica revolución en la forma de conducir los<br />

asuntos económicos, impulsada por el arribo de la tecnología informática y de comunicaciones, ha<br />

promovido un profundo cambio en los procesos de producción de bienes y servicios.<br />

Desde la década pasada, una cantidad considerable de estudios se han realizado en el<br />

contexto de la cuestión, sobre si las economía occidentales están comenzando a generar formas<br />

enteramente nuevas de organización de la producción (a diferencia de lo que agudamente observó<br />

Schumacher en la década de los 70, con su obra “Small is Beautiful”). Sin embargo ha habido pocos<br />

esfuerzos para tratar de comprender cómo estas nuevas formas de producción afectan la<br />

organización y la administración general del llamado sector público o administración pública.<br />

Lo anterior también es analizado bajo la óptica de un cambio en la forma de evolución<br />

capitalista, fenómeno que se interpreta como el ocaso del llamado "fordismo" o modo de<br />

producción para la satisfacción de necesidades masivas, para el gran consumo. La expresión<br />

socioeconómica del llamado "post fordismo" implica la llegada de conceptos ahora vinculados con<br />

la denominada era "post-burocrática", postura administrativa cuya esencia está relacionada con un<br />

profundo incremento de la flexibilidad de aquellos organismos sociales, que aparentemente no<br />

tendrían libertad de movimiento alguno bajo el cobijo de la burocracia.<br />

Desde la perspectiva de Clegg (1990) somos testigos de la emergencia de un tipo de<br />

organización caracterizada por ser flexible, acomodaticia a nichos de mercados, y empleadora de<br />

una fuerza de trabajo multihábil. Todo lo anterior sujeto a redes de información de alta velocidad:<br />

en apariencia un caldo de cultivo extraordinario para la innovación en la institución gubernamental.<br />

Para contextualizar correctamente la potencial necesidad de mejoras institucionales y<br />

burocráticas, conviene precisar su área práctica de influencia, la cual no solamente se circunscribe a<br />

la gestión pública sino también a las políticas públicas. Tal como lo advierte Waissbluth (2002), la<br />

frontera entre ambos conceptos es difusa, pero finalmente podemos referirnos a la política pública<br />

como el qué hacer y a la gestión pública, como el cómo hacerlo. Y así como podemos realizar esta<br />

distinción, también enfatizamos que no debemos perder de vista que las organizaciones, con sus<br />

sistemas de gestión (estructuras y procesos) y sus políticas públicas, pertenecen a la institución<br />

gubernamental desde una óptica estructuralista y funcional.<br />

Si bien, nuestra época se caracteriza por innovaciones casi diarias en el ámbito de la<br />

tecnología y las formas de comunicación, el binomio innovación y gobierno es problemático. No<br />

resulta sencillo aplicar la dinámica innovadora a una institución como ésta, pese a lo que muchos<br />

neogerencialistas pudieran afirma. Los hechos lo confirman. Independientemente del sustrato<br />

burocrático que subyace a todas las organizaciones gubernamentales (en el mejor de los casos),<br />

pareciera que las políticas públicas en este sentido, no se encuentran bien definidas a nivel<br />

supranacional y nacional, en el caso de México.<br />

Al consultar algunos documentos rectores en la materia de gestión pública en el caso<br />

latinoamericano, encontramos el documento denominado Una Nueva Gestión Pública para América<br />

Latina, editado por el CLAD (1998), en el cual no se menciona la innovación como elemento<br />

necesario o acompañante de los esfuerzos de reforma del estado; damos por sentado que la<br />

multicitada Reforma del Estado, la Reforma Gerencial así como el énfasis en la evaluación del<br />

desempeño burocrático etc., revisten el carácter de innovaciones, pero esta presunción es adelantar<br />

mucho dado que explícitamente no hay ninguna mención sobre la importancia de la innovación en<br />

la gestión pública en este documento.<br />

Otro ejemplo, es la Carta Iberoamericana de la Función Pública aprobada por la V<br />

Conferencia Iberoamericana de Ministros de Administración Pública y Reforma del Estado (2003).<br />

Resulta curioso constatar que este marco de referencia genérico y no vinculatorio, menciona la<br />

innovación en las políticas y prácticas de la gestión de las personas, así como la necesidad por “la<br />

superación de las visiones burocráticas sobre las Administraciones Públicas… y su sustitución por<br />

enfoques orientados a la producción de resultados, la innovación…”. Sin embargo, no se posiciona<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

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el concepto como criterio orientador o principio rector de la gestión pública.<br />

A nivel local, el famoso Pacto por México, visto por muchos como un instrumento innovador<br />

de administración pública, no contiene menciones específicas o determinantes sobre el tema de<br />

innovación; el mismo Plan Nacional de Desarrollo y su Programa para un Gobierno Cercano y<br />

Moderno, soslaya el énfasis tan marcado que utilizaron sus planes predecesores de los dos sexenios<br />

anteriores.<br />

Ello, no es trivial, dado que desde el año 2000, con la llegada por primera ocasión en la<br />

historia moderna del país, de un partido de oposición a la Presidencia de la República, éste hizo de<br />

la innovación su bandera hacia el interior del gobierno, con la puesta en marcha de la Oficina de<br />

Innovación Gubernamental (OIG) a nivel federal durante el sexenio del Presidente Fox (2000-<br />

2006), y la creación de la Secretaría de la Función Pública (SFP), dedicada a promover entre otras<br />

cosas la mejora de la gestión pública mediante una unidad dedicada a ello. Todo ello puesto en el<br />

olvido el día de hoy.<br />

Hoy en día, existen esfuerzos con presupuestos nada despreciables, para echar a andar un<br />

modelo bifásico (aquí no cabe todavía una Triple Hélice, dado que difícilmente el sector<br />

empresarial se uniría a los otros dos para impulsar la innovación en el sector público, todavía).<br />

Diversos son los estados y municipios en México que apuestan por la “innovación”, aunque con<br />

resultados poco convincentes. No existe a la fecha algo parecido por ejemplo al esfuerzo de<br />

colaboración entre la Universidad de Filadelfia y la Ciudad de Filadelfia, al fundar la Academia<br />

para la Innovación Municipal, cuyo objetivo a decir de sus creadores es impulsar los principios y<br />

práctica de la innovación en el gobierno local, mediante el cambio de la manera en que los<br />

empleados de gobierno piensan acerca de la innovación y desarrollan sus ideas. En la práctica, la<br />

idea ha sido generar un curriculum específico de innovación para municipios.<br />

Resulta curioso que uno de los aprendizajes que se exhiben como resultado de las primeras<br />

clases impartidas dentro de este programa, sea una declaración en la cual se afirma que la<br />

innovación municipal podría ser un contrasentido para cualquier cínico, pero se afirma en descargo<br />

del curso, que las ciudades -municipios- cuentan con palancas de influencia social y con una<br />

perspectiva que la industria no tiene. Se enfatiza entonces que los municipios pueden aplicar<br />

innovación en política pública, en compromiso ciudadano, en programas sociales y en mecanismos<br />

de financiamiento, entre otros.<br />

A la par que estos esfuerzos, podemos mencionar otro que ha encontrado en este su nicho de<br />

mercado en los Estados Unidos: el Project on Municipal Innovation de la Harvard Kennedy School.<br />

Cabe mencionar que dicha escuela ha promovido desde 1986 la práctica de la innovación en el<br />

sector público mediante el Programa de Premios a las Innovaciones en el Gobierno de los Estados<br />

Unidos.<br />

Pero incluso en el seno de estos esfuerzos, es admitido que parece un contrasentido generar<br />

innovación en cualquier nivel de gobierno.<br />

Si nos atenemos a un análisis serio del tema, por supuesto que para el ciudadano típico, e<br />

incluso para algún analista superficial pareciera un contrasentido; se trataría de dos ámbitos que<br />

tradicionalmente se han mostrado antagonistas a lo largo de la historia, o en el mejor de los casos<br />

simplemente han debido correr en paralelo: el ámbito económico innovador y el gobierno<br />

burocrático. Pero ante un análisis más profundo, cabría formular preguntas sobre la idoneidad del<br />

sector público para impulsar en sus adentros el concepto innovador y arrojar más luz sobre si<br />

estamos frente a la disyuntiva de la innovación gerencial o la adaptación burocrática, como<br />

cuestiona Lazcano (2011).<br />

4.- Burocracia e innovación<br />

Frecuentemente, el modelo burocrático descrito por Weber ha conducido a los bien conocidos<br />

vicios que se palpan cuando el ciudadano se acerca a una ventanilla gubernamental a efectuar un<br />

trámite, en cualquier país. Se dice popularmente que a mayor mediatización en la obtención del<br />

servicio o producto solicitado al gobierno, mayor burocracia.<br />

Lo anterior trata de justificarse mundialmente en vista de la aceleración desmedida con que<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

ahora se realizan negocios y transacciones en todos aspectos.<br />

Sin embargo, debemos reconocer que poco hemos hecho por analizar más a profundidad<br />

acerca de la organización técnica, ética o social del buró en esta época. La burocracia corre el riesgo<br />

de ser juzgada y sentenciada sumariamente.<br />

En este apartado conviene fijar como punto de partida, la postura que nos comparte Octavio<br />

Paz, en una reflexión contenida en su obra El Ogro Filantrópico (1983) donde nos refiere a la<br />

pervivencia del llamado Estado Burocrático. El sólido argumento de Paz, es sustentado y extraido<br />

de la realidad: no existe forma política o ideología puesta en marcha a través de un sistema político,<br />

como en su momento el comunismo soviético o el vigente capitalismo occidental, que no se<br />

encuentre condicionado por la existencia del Estado Burocrático; matizando que Paz ubicaba la<br />

burocracia más allá de una clase o casta predeterminada, la refería como un conglomerado de<br />

personas que se benefician con el poder político y por ello buscan perpetuarse sistémicamente en él.<br />

Esta reflexión contextualiza los estudios del tema público, cuando se recuerda que<br />

precisamente ha sido la presión ejercida contra el modelo burocrático a lo largo de las últimas tres<br />

décadas, lo que ha promovido la aparición de la llamada Nueva Administración Pública (NAP) o<br />

Gerencialismo como pretendidas innovaciones en el campo de lo público, que han buscado edificar<br />

una alternativa viable al modelo clásico sustentado en la burocracia. Cabría preguntar ¿dónde se<br />

encuentran las evidencias de esta factibilidad?<br />

Si bien, más adelante exploraremos algunos intentos por hacer realidad los argumentos de la<br />

NAP, se considera indispensable repasar los alcances de la burocracia, para ir definiendo aquellos<br />

puntos de encuentro y desencuentro relacionados con la innovación.<br />

Vale recordar que la burocracia es el principio general de orden y racionalización del trabajo,<br />

que permite alcanzar objetivos funcionales de la mejor manera posible, de una manera<br />

racionalmente aceptada (Weber 1964). Esto deriva en un sistema altamente estandarizado de<br />

coordinación y control dentro de las organizaciones y la atención puntual a procedimientos<br />

formales. Lo que tanto hemos observado y criticado en la práctica: la atención al proceso<br />

formalmente aprobado.<br />

Weber propone que la burocracia nace y se reproduce como una exigencia racional, dada la<br />

creciente complejidad que observaron las organizaciones a finales del siglo XIX y principios del<br />

XX, lo cual vino a demandar modelos administrativos definidos, fincados principalmente en la<br />

supervisión y el control.<br />

Dado que la era industrial, así como el modelo de estado democrático contemporáneo son<br />

productos refinados de nuestra cultura, no debe sorprendernos que también lo sea el concepto<br />

burocrático, ya que nace de la mano de ambas entidades sociales, acompasadas por un estado<br />

económico liberal, que curiosamente también es padre de la filosofía innovadora.<br />

Administrativamente, la burocracia se constituye en un modelo organizacional históricamente<br />

capaz de asimilar las características implicadas tanto por la teoría clásica administrativa o<br />

taylorismo y la teoría de las relaciones humanas.<br />

Para el modelo burocrático es primordial considerar que una persona puede ser remunerada<br />

para actuar y comportarse de cierta manera preestablecida, la cual le debe ser explicada detallada y<br />

minuciosamente en un contexto legal, distinguiendo al administrador del propietario y protegiendo<br />

la propiedad privada de los medios de producción, en el caso del sector privado.<br />

Múltiples factores han intervenido para que esta racionalización de la actividad<br />

administrativa se diera en todo tipo de organizaciones. Uno de ellos parece ser la ética inspirada por<br />

el movimiento protestante con relación al trabajo. En este sentido, Weber sostiene que las<br />

organizaciones productoras y básicas del sistema de acumulación capitalista se originaron gracias a<br />

una forma de pensar, a una moralidad ascética y estricta permitida e impulsada por la doctrina<br />

protestante, lo que impuso sobre cualquier pulsión personal, el acatamiento de la ley o norma.<br />

Para Weber, en la sociedad "legal, racional o burocrática, predominan normas impersonales y<br />

una racionalidad en la elección de los medios y de los fines, como en las empresas, en los estados<br />

modernos, en los ejércitos.<br />

La dominación legal que se traduce en apego a la ley y al proceso (do it by the book), ha<br />

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derivado nada más y nada menos que en el Estado de Derecho. Es un producto refinado de la<br />

civilización donde se preestablecen conductas sociales, donde nada se improvisa de manera general;<br />

las formas y contextos se encuentran ya contemplados en el compendio de leyes y normas escritas.<br />

En la microeconomía, las relaciones humanas derivadas del proceso de producción también deben<br />

obedecer a la ley, a la norma ya establecida, llámese ésta procedimiento, contrato, protocolo o<br />

instructivo.<br />

Así, para Weber, la sociedad legal se entiende como la comunidad donde el comportamiento<br />

es preestablecido por escrito; se prevé a través de la norma y ésta es un producto puramente<br />

racional.<br />

De igual forma, cabe precisar que Weber nunca atribuyó el fenómeno burocrático al sector<br />

público solamente, para él el buró era un instrumento de dominación social en el sentido integral de<br />

la palabra, que existía tanto en las empresas privadas como en el sector público; esto es, donde<br />

quiera que hubiesen reglas u ordenamientos a seguir.<br />

Para el ciudadano común, la burocracia aparece como un instrumento, como una herramienta<br />

intermedia entre la realidad productiva o el ente regulador y él. Es un obstáculo que se debe sortear<br />

triunfalmente si se desea tener acceso a la gama de servicios que proveen las células económicas,<br />

incluyendo el Estado; por ello es importante la descentralización, la devolución de la autoridad para<br />

definir asuntos, como estrategia para acabar con el poder del buró, tal como lo describiremos más<br />

adelante.<br />

Aunado a lo anterior, la burocracia es comúnmente definida como ineficacia de las funciones<br />

de una organización, por las demoras y los impedimentos oficinescos de una actividad. Es una<br />

mediatización entre el servicio o bien por adquirir y la persona que lo busca. Este camino por<br />

recorrer toma la forma de requisitos escritos, interminables alegatos y numerosas autorizaciones.<br />

Para realizar un análisis serio del fenómeno burocrático, debemos ceñirnos a los mismos<br />

considerandos de Weber. Para él, el buró consiste en una ética particular, o lo que él denomina<br />

Lebensführung; no sólo un conjunto de ideales y propósitos dentro de un código de conducta dado,<br />

sino también medios y formas de conducirse uno mismo, dentro de un sistema de vida determinado.<br />

En otras palabras, el buró debe ser valorado por sí mismo como una institución moral<br />

particular, y los atributos éticos de los burócratas deben ser vistos como logros correspondientes de<br />

aquella esfera socialmente organizada de existencia moral, misma que corresponde a un modo de<br />

producción específico; y esto último es crucial para comprender la relación entre burocracia e<br />

innovación.<br />

Esta forma de orden social, lo ubica Weber como la forma más acabada de organización.<br />

Weber (2004) no tiene duda que La razón decisiva que explica el progreso de la organización<br />

burocrática ha sido siempre su superioridad técnica sobre cualquier otra organización.<br />

Y nos atrevemos a afirmar, que tal como sucede en el ámbito económico cuando se habla de<br />

revolución industrial, la burocracia debe desarrollarse gradualmente y quienes tiene la autoridad<br />

dentro de las organizaciones, deberán de poner empeño en desarrollar sus instrumentos de gestión<br />

de la forma más acabada posible, como lo demuestra un repaso de la historia industrial y de las<br />

formas de gobierno. Por sí misma, la llegada de la burocracia a la escena social ha sido “altamente<br />

revolucionaria” -si se nos permite el término-.<br />

Para sustentar lo anterior, basten los siguientes presupuestos burocráticos, que ha acotado de<br />

manera puntual al patrimonialismo imperante como ethos organizacional en prácticamente<br />

cualquier emprendimiento privado o público, donde se ha establecido el modelo burocrático:<br />

1. Que todo derecho se estatuye de manera racional;<br />

2. Que todo derecho es un cosmos de reglas abstractas y que la administración supone el<br />

cuidado racional de los intereses previstos por las ordenaciones de la asociación;<br />

3. Que el soberano lega ordena y manda en razón del orden impersonal por el cual orienta<br />

sus disposiciones;<br />

4. Que el que obedece lo hace en cuanto miembro de la asociación y sólo obedece al<br />

derecho;<br />

5. En el sentido del número anterior, se hace hincapié en que los subordinados no lo están al<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

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superior por sus atributos personales, sino por acatamiento a la ley que lo ha investido de autoridad.<br />

Las categorías fundamentales de dominación legal para son:<br />

Un ejercicio continuado sujeto a la ley;<br />

Una competencia en cuanto a funciones, territorio y medios coactivos para el ejercicio de<br />

las funciones;<br />

El principio de jerarquía administrativa;<br />

Las reglas: técnicas o normas que se deben respetar;<br />

Rige el principio de separación plena entre el cuadro administrativo y los medios de<br />

administración y producción;<br />

No existe apropiación de los cargos por quien los ejerce;<br />

Rige el principio administrativo de atenerse al expediente, a lo escrito;<br />

La dominación legal se expresa a través de la dominación del cuadro administrativo o<br />

burocracia.<br />

Esta reflexión viene aparejada con la aseveración de Marx (1972:33) respecto del papel de la<br />

burguesía en la historia… “dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las<br />

relaciones feudales, patriarcales, idílicas.” Cuando es desarrollado un sistema burocrático, se prevé<br />

el fin del patrimonialismo administrativo y de los privilegios de casta o clase (paradójicamente,<br />

creando una nueva).<br />

Así, el ejercicio del orden burocrático nos ha permitido disfrutar de un nivel de equidad como<br />

ciudadanos, que no se puede vislumbrar bajo ningún otro esquema socio administrativo; allí radicó<br />

su potencia revolucionaria para coadyuvar a finalizar la etapa histórica del absolutismo feudal,<br />

desarrollando un perfil que corresponde hasta el día de hoy, a la racionalidad capitalista.<br />

Con relación al concepto de innovación y visto desde una perspectiva estrictamente<br />

evolucionista, si la marea innovadora ha de inundarnos como parte integrante del océano<br />

tecnológico que ha delimitado a las sociedades occidentales desde hace más de tres décadas, resulta<br />

entonces imperativo por un lado acotar las formas de dominación patrimonialista -establecer el<br />

modelo burocrático-, antes de proceder a realizar las pretendidas innovaciones de fondo y forma en<br />

la gestión pública; y por otro, adaptar la burocracia a las auténticas necesidades sociales y del<br />

mercado.<br />

Resumiendo este argumento: un mecanismo burocrático perfectamente desarrollado actúa<br />

con relación a las demás organizaciones de la misma forma que una máquina con relación a los<br />

métodos mecánicos de fabricación. La precisión, la rapidez, la univocidad, la oficialidad, la<br />

continuidad, la discreción, la uniformidad, la rigurosa subordinación, el ahorro de fricciones y de<br />

costas objetivas y personales son infinitamente mayores en una administración severamente<br />

burocrática, y especialmente monocrática, servida por funcionarios especializados, que en todas las<br />

demás organizaciones de tipo colegial, honorífico o auxiliar.”<br />

Por sí misma, la burocracia debe reconocerse como la innovación más importante que se ha<br />

generado en el ámbito organizacional, prácticamente desde siempre, pero al corresponder<br />

estrictamente a un modo de producción específico, no puede por naturaleza fomentar la innovación<br />

in perpetuum, es necesario comprender el ethos burocrático y entonces moldear el diseño<br />

burocrático para que se adapte a nuestras necesidades.<br />

Planteado en términos administrativo clásicos: ¿cómo innovar aspectos del menú<br />

administrativo burocrático clásico como la selección o la evaluación del personal, si no se cuenta -<br />

como sucede en muchos de los municipios de México y de otros países latinoamericanos, por<br />

ejemplo- con un sistema bien ordenado y claro de ingreso, profesionalización y evaluación,<br />

generado como elemento burocrático mínimo y que debiera ser la esencia administrativa de<br />

cualquier organismo público…si no existen manuales, procesos formalizados, normatividad al<br />

respecto?<br />

Por otro lado, la innovación entendida como fenómeno propio del sistema capitalista,<br />

dedicado exclusivamente a fomentar el apetito de los consumidores por nuevos y atractivos<br />

desarrollos sujetos a comercio, tiene un impacto sumamente diverso cuando se desarrolla dentro del<br />

aparato público… precisamente porque nace dentro de un contexto que debe garantizar<br />

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permanencia y estabilidad propios de las instituciones y de todo gobierno, supuestos contrarios a la<br />

dinámica que da origen a la innovación.<br />

Una gran cantidad de defensores y adalides de una pretendida innovación gubernamental, no<br />

reconocen -por auténtica postura administrativa, los menos; y por omisión los más- que la<br />

burocracia no es ni moda pasajera ni defecto en el desarrollo de la administración pública, sino el<br />

telón de fondo y el piso del escenario. Mientras que se obstinan en conseguir innovaciones que<br />

según ellos suprimirán en mayor o menor medida las distorsiones de lo público para brindar<br />

servicios, trámites y procesos que nos llevarán a la utopía de la efectividad, en ocasiones si se me<br />

permite la expresión: corren el riesgo de arar en el mar.<br />

Tal y como se conceptualiza el proceso administrativo, en esencia la innovación en el sector<br />

público también y solamente es potencia, capacidad para catalizar en caso dado, mientras que<br />

representa para muchos el sueño de acabar con las asintonías y disparidades burocrática respecto del<br />

mercado, cuando en realidad las acciones emprendidas terminan efímeramente, sin modular en<br />

forma permanente ni mucho menos la realidad burocrática que pretenden aniquilar; representando a<br />

lo más veleidades administrativas semejantes a fuegos fatuos, que dañan involuntariamente el tejido<br />

más sensible del entramado burocrático: los servidores públicos o servicio civil.<br />

Se reconoce que una de las características de las innovaciones en el mercado, es que terminan<br />

e inician paradigmas; se trata de la escalera de la mejora continua puesta en acción a nivel<br />

económico: una vez que entra al mercado una innovación, supongamos en el terreno de la<br />

comunicación por internet, no hay vuelta atrás: se ha tirado la nueva línea base para el desarrollo de<br />

otros productos. Las organizaciones que no pueden competir en velocidad, prestaciones y diseño,<br />

simplemente salen del mercado.<br />

¿Sucede lo mismo en el sector público? Si nuestro gobierno no ha sido capaz de establecer<br />

trámites vía internet ¿está condenado al fracaso? Definitivamente no. Como se ha dejado claro, la<br />

innovación en la administración o gestión pública, tendrá necesariamente un efecto político, que<br />

deje en buenos o malos términos al gobierno en turno, pero ello no implica que los soberanos<br />

ciudadanos podamos o debamos acceder a otras formas de satisfacer nuestra necesidad por tal o<br />

cual trámite.<br />

¿Hasta qué grado resulta entonces viable incurrir en “innovaciones” que a la vuelta de uno o<br />

dos periodos gubernamentales desaparecen? Todavía no se cuenta con una respuesta para este<br />

cuestionamiento.<br />

Aquí debemos considerar el análisis de las instituciones. Si damos crédito al pensamiento<br />

estructural funcionalista, expuesto entre otros por Talcott Parsons, las instituciones son parte<br />

esencial de la estructura social; tienden a permanecer en el tiempo porque son abstractas: son<br />

cuerpos normativos jurídicos y culturales compuestos de ideas, que se ejercen a través de las<br />

organizaciones. Por ejemplo, la institución judicial, que se hace presente a través de un Sistema de<br />

Impartición de Justicia.<br />

La institución gobierno, que se hace presente a través de múltiples organismos centralizados<br />

y descentralizados para llevar a cabo su misión en la sociedad. En otras palabras, las organizaciones<br />

materializan el orden social que establecen las instituciones, a través (me atrevo a afirmar) del<br />

desarrollo y aplicación de un sistema burocrático de dominación legítima.<br />

Así, la institución libre mercado, actúa mediante todo tipo de empresas (economatos u<br />

organizaciones) para hacerse realidad, aplicando los principios del sistema burocrático en cada una<br />

de ellas (lo sentimos por más de algún fervoroso fan del llamado sector privado: la empresa privada<br />

no es ni más ni menos burocrática que la administración pública). En el caso de los gobiernos, éstos<br />

se hacen presente a través de por ejemplo la Secretaría de Desarrollo Social federal, estatal,<br />

municipal. Pero existe una diferencia sustancial entre los fines de una organización perteneciente a<br />

la institución social “gobierno” y las organizaciones pertenecientes a la institución “libre empresa”.<br />

La institución gubernamental nació con la finalidad de facilitar, equilibrar y promover el<br />

orden social, no necesariamente para obtener lucro o ventajas económicas. Como lo deja ver Talcott<br />

Parsons en su análisis social, la función de una institución de la estructura social es que la totalidad<br />

de la vida funcione.<br />

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Esta continuidad de la función garantiza la continuidad de la estructura social. ¿Qué relación<br />

tiene este apuntamiento sobre la institucionalidad y la innovación? Consideramos que nos ayuda<br />

para clarificar los tipos de innovación que se han desarrollado en la administración pública, y podrá<br />

darnos origen a ideas que faciliten la integración de un modelo de innovación gubernamental.<br />

Otro rasgo interesante de la innovación en el sector público es que, difícilmente podemos<br />

hablar de innovaciones de gestión no reversibles (salvo, naturalmente de los aspectos más<br />

vinculados con las tecnologías de información). Muchos de los procesos y trámites que han sido<br />

objetos de las así llamadas innovaciones, podrían dar marcha atrás en la siguiente administración,<br />

incluso para beneplácito de la sociedad que los llegase a padecer.<br />

Ahora bien, cualquier análisis que busque relacionar los conceptos de innovación y<br />

burocracia, debe considerar la importancia de las personas, del Servicio Civil, como lo<br />

conceptualiza Kliksberg (2004). ¿Quién podrá institucionalizar los esfuerzos innovadores en la<br />

administración pública? Sin duda mucho tendrán que decir los burócratas. En este contexto la<br />

cultura organizacional juega un papel toral, como expositora del ethos burocrático e institucional.<br />

En sentido puro, el término burócrata denota a aquella persona que se encuentra ubicada en el<br />

buró. Vulgarmente, la imagen del burócrata es la de aquel empleado (primordialmente vinculado al<br />

gobierno) que tiene todo tipo de vicios administrativos: no agiliza el trámite, entorpece la obtención<br />

de algún servicio, y que se justifica al declarar que él únicamente obedece los procedimientos o las<br />

órdenes de sus superiores.<br />

Lejos de una visión meramente popular e injusta en algunos casos, para Weber, el burócrata<br />

es un funcionario o servidor público individual, el cual:<br />

1. Es personalmente libre, se debe sólo a los deberes objetivos de su cargo;<br />

2. Se encuentra bajo una jerarquía rigurosamente fijada;<br />

3. Tiene competencia rigurosamente fijada;<br />

4. Labora con base en un contrato;<br />

5. Tiene una calificación profesional que fundamenta su nombramiento, entiéndase, un<br />

diploma o certificado de estudios;<br />

6. Es retribuido en dinero con sueldo fijos, con derecho a pensión las más de las veces;<br />

7. Ejerce el cargo como su única o principal profesión;<br />

8. Tiene ante sí una carrera o perspectiva de avances por años de ejercicio, o por servicio o<br />

por ambas cosas, según el juicio de sus superiores;<br />

9. Trabaja con completa separación de los medios administrativos y sin apropiación del<br />

cargo;<br />

10. Está sometido a una rigurosa disciplina y vigilancia administrativa.<br />

Las consideraciones anteriores, seguramente pondrán en aprietos a más de un académico que<br />

ha vaticinado la caída de la burocracia. Las corrientes administrativas que buscan superar los<br />

“errores” de la burocracia se encontrarán con que ésta se anticipa a establecer ciertas características<br />

de los servidores públicos, que ellos mismos declaran como necesarios para la organización<br />

gubernamental del futuro… ¡vaya paradoja!<br />

Por ejemplo, la profesionalización del burócrata, así como los mecanismos de ingreso, carrera<br />

y evaluación están ya contemplados de manera rigurosa en el análisis de Weber.<br />

Sin embargo, para poder analizar objetivamente al burócrata, debemos considerar que sus<br />

atributos éticos, tales como la estricta adherencia al procedimiento formalmente establecido, la<br />

aceptación del principio de subordinación, el compromiso con los propósitos del buró mismo; no<br />

representan sino una imagen de un cierto modo de comportarse, específico al sistema en el cual se<br />

han desenvuelto. Si aceptamos de buena fe lo anterior, es justo ubicar al burócrata como un<br />

producto de la burocracia y no estrictamente como su creador.<br />

De igual forma debemos reconocer que la moral descrita, es un logro positivo en propio<br />

derecho y representa el producto de técnicas y prácticas administrativas a través de las cuales los<br />

individuos desarrollan la disposición y habilidad para conducirse a sí mismos. Estamos frente al<br />

típico caso de juzgar al ser humano por el sistema en que se encuentra. Le atribuimos que es<br />

perezoso, mal intencionado y antipático, cuando en realidad es un sistema laboral -en su<br />

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manifestación negativa- el que le lleva por exceso a determinados comportamientos.<br />

¿Cómo podríamos cambiar la ética del burócrata? ¿Estamos frente a un problema<br />

simplemente de comportamiento o de ciencias humanas y no una falla del sistema burocrático?<br />

¿Cómo reenfocar la burocracia hacia una exigencia que va más allá del paradigma burocrático en el<br />

que se halla inmerso? La respuesta a estas interrogantes es multivariable.<br />

5.- Innovación institucional vs innovación de gestión<br />

La pregunta reviste la mayor relevancia, para abrir la discusión y ayudarnos a clarificar el<br />

terreno sobre el cual la gran mayoría de los gobiernos iberoamericanos, buscan frenéticamente el<br />

aplicar innovaciones a sus entrañas.<br />

La presión que aplica el mercado sobre la estructura y procesos gubernamentales, para<br />

aceptar como aplicables los principios de eficiencia y practicidad, propios del ámbito empresarial en<br />

el sector público, así como la demanda de la ciudadanía por mejorar las típicamente ralentizadas<br />

actividades gubernamentales y dignificarlas a su favor, han promovido que muchos gobernantes con<br />

perfil empresarial, emprendan acciones de reformas estructurales, disminución de costos y<br />

achicamiento de aparatos gubernamentales, bajo la bandera de la innovación.<br />

Sin duda, como ya lo dejamos entrever párrafos arriba, algunas decisiones y modificaciones<br />

del estatus quo en la maquinaria de gestión gubernamental, tienes todo el cariz de auténticas<br />

innovaciones. Pero no implican el impacto que la innovación per sé debiera tener, y no pasan de<br />

meras improvisaciones ante el juicio de la ciudadanía, algunas de ellas muy costosas. Por definición<br />

improvisar es hacer algo de pronto, sin estudio ni preparación, lo cual va en contrasentido a los<br />

principios elementales del proceso administrativo.<br />

En este contexto, podemos afirmar que las innovaciones gubernamentales pueden adquirir el<br />

rango de institucionales, o bien solamente de gestión. Las primeras, podrían definirse como las<br />

innovaciones per sé; como aquellas que deben buscar en primer término los gobernantes. Las<br />

segundas, corresponden al cariz que quieren dejar los gobernantes entre la población, son de gestión<br />

porque nadie esperaría que permanecieran más a allá de los períodos de gestión que les<br />

corresponden, en otras palabras, son una apuesta para mejorar la rentabilidad política de sus<br />

mandatos. Aquí debemos enfatizar que no todas las innovaciones de gestión son efímeras o<br />

triviales, pero no cuentan con el alcance para modificar los supuestos institucionales.<br />

Con el riesgo de no agotar el tema, las características de las innovaciones institucionales,<br />

serían las siguientes:<br />

a) La innovación gubernamental toma en cuenta desde su planeación, la noción de<br />

institución y de organizaciones que la componen; los planificadores gubernamentales, buscan<br />

conocer el impacto institucional que tendrá el proceso, trámite o producto que surgirá como<br />

resultado.<br />

b) una auténtica innovación gubernamental surge en el contexto de la aplicación normativa<br />

vinculada a los fines del estado y sus actividades sustantivas, respetando el principio de legalidad;<br />

c) las innovaciones en el gobierno, tendrían como respaldo una exigencia social, aún antes de<br />

que nazcan;<br />

d) las innovaciones en el sector público, por estar vinculadas al contexto burocrático e<br />

institucional deben buscar ser permanentes y tener como finalidad la estabilidad del aparato<br />

gubernamental (considerando gradualidad en su instrumentación).<br />

Permítasenos citar un ejemplo de contexto, a manera de pregunta detonadora: ¿Debemos<br />

denominar innovación al establecimiento de parquímetros en ciertas zonas urbanas de la<br />

municipalidad?<br />

Desde luego que una acción como ésta tendrá repercusiones en la ciudadanía. El<br />

establecimiento de medidores de tiempo de estacionamiento en la vía pública puede ocasionar<br />

molestias, pero tal vez se justifique en aras de mejorar el orden y la recaudación.<br />

Si analizamos acciones como ésta a la luz de sus características y alcance, no dudaremos en<br />

concluir que no reúne en forma cabal las características propuestas, como para ser considerada<br />

como una auténtica innovación gubernamental, dado que no clarifica y complementa el modo<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

burocrático en aras de fortalecer la institución que representa el gobierno.<br />

En este caso de los parquímetros, sin duda que el próximo gobierno analizará la conveniencia<br />

o no de continuar utilizándolos; si alguien con suficiente autoridad se opone entonces volverán los<br />

tiempos del estacionamiento libre en las aceras y la gestión pública no sufrirá mayor desmayo si un<br />

día están y otro no.<br />

Hasta este momento, podemos afirmar que una primerísima innovación que debieran<br />

introducir los gobiernos a nivel institucional, sería la constatación del modelo burocrático en<br />

aquello que ha fortalecido históricamente, su aparición como forma de dominación u orden legal, a<br />

saber: acabar con el patrimonialismo en la administración pública y establecer orden dentro del<br />

marco del Estado de Derecho, ambas cuestiones en las cuales en México (me refiero a la totalidad<br />

de la República Mexicana, no solamente al gobierno federal) al menos, no se observan avances<br />

determinantes, por alejado de la realidad que parezca la aseveración.<br />

Una innovación de urgente aplicación la constituye la construcción de un régimen<br />

funcionarial, sujeto a los principios de transparencia, mérito y evaluación del desempeño (el clásico<br />

Servicio Profesional o Civil). Este desarrollo típicamente burocrático, ha sido una carencia sensible<br />

en nuestra institución gubernamental, para dotar de continuidad, certeza y acercamiento con la<br />

ciudadanía, a las organizaciones de gobierno (a cualquier nivel: federal, estatal y municipal).<br />

El viejo “Spoil System” (sistema podrido) norteamericano del Siglo XIX, sigue siendo una<br />

lamentable realidad para la mayoría de los mexicanos. En otras palabras, ante la carencia de un<br />

elemento burocrático esencial para contar de lleno con la estabilidad y fuerza institucional que<br />

brinda la burocracia (como una de sus ventajas, que las tiene a nivel organizacional, si comparamos<br />

con el escenario pre-burocrático), prevalecen las prácticas patrimonialistas por parte de los partidos<br />

políticos, tomando como botín los cargos de la administración pública: a la vieja usanza, dichos<br />

cargos se “venden” al mejor postor durante las campañas políticas.<br />

Así por el estilo, la carencia de elementos burocráticos clave para la administración como son<br />

manuales de procesos y jerarquías claras (bastaría ver cualquier organigrama federal para constatar<br />

la cantidad de “directores adjuntos”, que por supuesto no tienen una base real sustentable), para<br />

darnos cuenta que si queremos hablar de innovación gubernamental, no debemos soslayar partir del<br />

comienzo: un nivel burocrático aceptable como sustrato para de allí partir a lo demás. En otros<br />

términos, no será posible correr, si apenas podemos caminar un poco.<br />

6.- Algunos ejemplos e intentos de innovaciones, en México<br />

El uso indiscriminado del término innovación, ha dado como resultado, entre otros efectos, el<br />

de fomentar todo aquello nuevo como si fuera una mejora institucional y organizacional las más de<br />

las veces, sin considerar una metodología de aplicación que tome en cuenta el sustrato burocrático o<br />

el orden jurídico. Muchos gobernantes se han sentido con pleno derecho a denominar como<br />

innovaciones cuanta idea pueda generarles una retribución política, sin medir consecuencias algunas<br />

de ellas tan graves como el que los burócratas resultan auténticamente “vacunados” en contra de<br />

buenas prácticas, pero erróneamente aplicadas.<br />

Indudablemente, las aplicaciones prácticas para elevar el nivel de calidad en los gobiernos y<br />

mejorar la percepción de los usuarios sobre la forma en que se aplica la normatividad generando los<br />

canales para realizar trámites y servicios, se han convertido en una exigencia común, pero corren el<br />

riesgo de generar simplemente una moda (onerosa en muchos casos). Son notorios los experimentos<br />

a gran escala realizados en México por Vicente Fox, desde su paso como gobernador del Estado de<br />

Guanajuato, hasta llegar a la presidencia del país. Para nutrición del lector ávido de ejemplos de<br />

pretendidas innovaciones, se sugiere leer la obra de Ramón Muñoz Gutiérrez (2005), asesor del<br />

Presidente Fox en estos temas.<br />

A nivel federal en México, dichos esfuerzos fueron dirigidos a generar un “buen gobierno”<br />

sustentado en normas de calidad y enfoque al “cliente” (modelo avalado en su momento por la<br />

ONU, a través de uno del otrora Director de la División para la Economía y Administración<br />

Públicas del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, Guido Bertucci); hasta la aplicación<br />

de tecnologías de información a gran escala para llevar a cabo todo tipo de trámites<br />

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gubernamentales, desde compras por parte del gobierno federal (ejemplo: Compranet), y concursar<br />

para obtener una plazo en el Servicio Profesional de Carrera (ejemplo: portal “Trabajen”).<br />

Tal vez frecuentemente olvidamos como sociedad y gobierno, lo que el mismo Bertucci<br />

(2003:9) advirtió claramente: “es necesario subrayar que la reforma de la administración pública y<br />

la innovación administrativa son relativas, porque sus manifestaciones prácticas deben enfocarse a<br />

la naturaleza de los problemas y las circunstancias sociales en las que se aplican, La reforma o<br />

innovación que implique ideas administrativas de moda y/o las llamadas mejores prácticas<br />

internacionales, se deben aplicar donde existan condiciones para hacerlo, pero jamás como un<br />

asunto rutinario, so riesgo de imponer una hegemonía cultural y/o ideológica”. No correremos el<br />

riesgo de interpretar una idea tan clara.<br />

En todo el orbe, los ciudadanos exigimos cada vez con mayor precisión la calidad y calidez,<br />

que apenas hasta ahora parecen estar a nuestro alcance por parte del aparato gubernamental.<br />

Ello ha dado por resultado que al interior de los gobiernos, exista una estructura burocrática<br />

dedicada a diseñar, poner en práctica y evaluar acciones que buscan hacer realidad una disminución<br />

en tiempos y movimientos para atender usuarios y brindar los servicios que el gobierno debe ofrecer<br />

por ley; aunque por ejemplo en el caso mexicano, como ya se apuntó párrafos antes, la Secretaría de<br />

la Función Pública, creada durante el sexenio del Presidente Fox, para llevar a cabo los proyectos<br />

que garantizaran dichos objetivos, ahora en el arranque del gobierno federal actual fue puesta en<br />

entredicho e incluso señalada para desaparecer.<br />

La Oficina de Innovación Gubernamental desapareció tan pronto el Presidente Fox terminó<br />

su mandato y así sucesivamente la mayoría de las así llamadas innovaciones descritas en obras que<br />

en su momento fueron catalogadas -por sus propios escritores- como señeras, han quedado<br />

relegadas y sus pretendidos aportes simplemente olvidados. Cabe traer a la reflexión el documento<br />

Modelo estratégico para la Innovación Gubernamental presentado por Ramón Muñoz (2001). Este<br />

documento, señala Cejudo (2009:143) “no especificaba las políticas que el gobierno trataría de<br />

impulsar, sino que se limitaba a expresar la intención de promover prácticas administrativas del<br />

sector privado en la administración pública y manifestaba el carácter gerencial de la estrategia de<br />

reforma del sector público”.<br />

Vale la pena recordar como advertencia uno de los postulados de esta oleada de innovación<br />

gubernamental en México, posicionada en su momento como primer paso de la denominada<br />

Agenda de Buen Gobierno; esto es: “Un Gobierno que Cueste Menos” trajo consigo impactos<br />

negativos para el propio gobierno.<br />

Es viable en este contexto el contrastar el contenido de dicha estrategia gubernamental de<br />

principio de este siglo, con la puntualización y advertencia que hace Bernardo Kliksberg (2004:19)<br />

cuando concluye: “Las administraciones públicas latinoamericanas tiene por delante en definitiva<br />

un reto de gran complejidad. Existía en la región un Estado que cumplía roles significativos pero<br />

tenía serias deficiencias, y patologías que era imprescindible reformar. La reforma de las dos<br />

últimas décadas tuvo un énfasis distinto, minimizar el rol, y el tamaño del Estado, y ahorrar<br />

recursos, aun sacrificando instituciones e instrumentos de gestión claves”; y añadiría quien esto<br />

escribe: también implementando programas como es el caso del denominado “retiro voluntario”,<br />

pretendida innovación en México que ofrece incentivos a los servidores públicos que cumplen<br />

cierta edad de servicio para retirarse… y entonces de forma colateral, dejar al gobierno sin el<br />

recurso más importante de cualquier organización: el personal experimentado.<br />

A esta trágica “innovación” siguieron otras como la propia emisión -a imitación de la<br />

Kennedy School de Harvard- de los premios innova estatales; los cuales pronto fueron relegados; o<br />

bien la entonces creada “Comisión Intersecretarial para la Transparencia y el Combate a la<br />

Corrupción” (ya desaparecida desde hace más de 6 años), cuyos resultados pueden verificarse<br />

mediante la calificación que ha obtenido México, en las mediciones de Transparencia Internacional<br />

desde entonces.<br />

Sin embargo, no todos los intentos que se han dado a llamar innovaciones, han sido fugaces o<br />

carentes de aplicación práctica duradera; y algunos de ellos sin duda contribuirán a delinear las<br />

características que a nuestro parecer, debiera tener un modelo de innovación gubernamental que<br />

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Caracas, 2014<br />

facilite la toma de decisiones de los gobernantes a la hora de seleccionar estrategias de innovación<br />

efectivas, que mejoren la calidad de vida de los habitantes de una comunidad o país.<br />

Un ejemplo de innovación gubernamental efectiva también a nivel federal y dentro de la<br />

institución judicial, sería la reforma constitucional en materia de procuración e impartición de<br />

justicia, publicada en el año 2008 y que busca dar un impulso decisivo a la efectividad de las<br />

instancias involucradas en el Sistema de Impartición de Justicia y con ello al desarrollo social del<br />

país.<br />

Ante el inocultable reclamo social por contar con un mejor Sistema de Impartición de<br />

Justicia, pilar fundamental de la gobernabilidad democrática y del Estado de Derecho, es que se ha<br />

dado en lo formal un giro radical en la manera de realizar tanto la persecución del delito, como en la<br />

tarea jurisdiccional, en materia penal.<br />

En primer término, la realización de la Consulta Nacional para una Reforma Integral y<br />

Coherente del Sistema de Impartición de Justicia en el Estado Mexicano, que dio pie al Libro<br />

Blanco del Poder Judicial entre los años 2003 y 2006, contiene valiosas directrices respecto del<br />

cambio judicial que también trae implicaciones en el trabajo de las procuradurías de justicia del<br />

país.<br />

Dicho documento, entre otras propuestas de la sociedad organizada, así como los<br />

diagnósticos que sobre el tema se han elaborado a nivel nacional e internacional, dieron pie a la<br />

reforma constitucional que hoy en día establece entre otras cosas, la obligatoriedad de migrar el<br />

sistema procesal penal de uno denominado “mixto” o “inquisitivo” a uno de corte acusatorio,<br />

incluyendo los juicios orales.<br />

Esta reforma constitucional ha dado origen a que cada uno de los estados de la federación<br />

adopte las medidas administrativas y de gestión suficientes para hacerla realidad en sus diferentes<br />

demarcaciones. A nivel local y por citar un ejemplo de conocimiento directo por el autor, la reciente<br />

aprobación de la Ley del Proceso Penal para el Estado de Guanajuato es muestra del esfuerzo por<br />

actualizar la operatividad del aparato de impartición de justicia en el Estado, en concordancia con la<br />

reforma constitucional del 2008.<br />

El sistema que agrupa las condiciones administrativas necesarias para efectuar una adecuada<br />

tarea de procuración de justicia implica al menos tres subsistemas: estructura organizacional;<br />

gestión del personal y sistemas; y cercanía con los usuarios. Una correcta interacción entre estos<br />

tres subsistemas asegura que el Ministerio Público dispondrá de elementos indispensables para<br />

realizar su función.<br />

En este caso, observamos una innovación institucional, que transforma la manera de impartir<br />

justicia en un país entero. Dicha innovación plantea el cambio en la visión y estrategia de un Poder<br />

nacional para impartir justicia. Se trata pues de innovación institucional en acción.<br />

Por otro lado, considerando otros ámbitos de gobierno; la innovación estatal la podemos<br />

ejemplificar con la puesta en marcha del Sistema de Servicio Civil en el propio Estado de<br />

Guanajuato, como otro esfuerzo de innovación institucional.<br />

Por primera ocasión en dicha demarcación, fue aplicado un modelo que amalgamara los<br />

aspectos de remuneración, ingreso, profesionalización y evaluación del desempeño en forma<br />

sistemática para los trabajadores de confianza al servicio del estado (recordemos que en México, la<br />

Constitución de la República establece una distinción que a la postre ha resultado toral para<br />

comprender el esquema laboral mexicano, la separación entre trabajadores de base -que pueden ser<br />

sindicalizados-, y trabajadores de confianza quienes realizan labores de supervisión y<br />

administración, y que no cuentan con posibilidades reales de formar sindicatos dada su fragilidad<br />

laboral).<br />

Dicho esquema inicia en 1996, con los primeros intentos de homologación salarial entre los<br />

tres poderes del Estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. A partir de la elaboración de un mismo<br />

tabulador, que fue establecido gradualmente y hasta la fecha surte efectos, fue iniciado un proyecto<br />

de largo aliento que culminó en 2006, con la aprobación de la primera versión del Reglamento del<br />

Servicio Civil de Carrera para el Poder Ejecutivo del Estado.<br />

Para llegar a este primer ordenamiento, el Servicio Civil fue estructurado en papel y luego<br />

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probado en pilotaje durante casi seis meses. El día de hoy, el Gobierno del Estado de Guanajuato<br />

convoca a concursos todas las plazas de niveles de confianza hasta antes de director de área;<br />

profesionaliza y certifica a los servidores públicos y evalúa su desempeño (Valenzuela 2012).<br />

A nivel municipal en México contamos con numerosos ejemplos de acciones realizadas por<br />

los gobiernos a manera de innovaciones, solo por mencionar algunos de los 17 ayuntamientos que<br />

fueron merecedores del Premio a Mejores Prácticas Locales mediante desarrollos o acciones que<br />

aparecieron en la Revista Alcaldes de México (2013).<br />

Describiremos someramente solo aquella tipificada por dicha revista como innovación,<br />

denominada “Hacia una Metrópoli Alfa”, consistente en la aplicación de tres novedades en el<br />

Distrito Federal: el concepto de City Manager (titular de la Agencia de Gestión Urbana, órgano<br />

desconcentrado que entre otras acciones, da seguimiento y exige que se dé respuesta a las demandas<br />

ciudadanas mediante el uso de una aplicación electrónica); el concepto Open Data (a través del cual,<br />

mediante aplicaciones móviles, se puede preguntar a través de los teléfonos celulares, cómo llegar a<br />

un lugar, las tarifas a pagar, el tiempo estimado de traslado y el medio más aconsejable); e<br />

indicadores económicos más detallados (mediante la firma de un convenio con el Instituto<br />

Mexicano para la Competitividad). Surge la pregunta, cuya respuesta podremos reflexionar cada<br />

quien: ¿se trata de una verdadera innovación? Nos atrevemos a sugerir que son interesantes<br />

innovaciones de gestión.<br />

7.- Modelo Trifásico de Innovación Gubernamental<br />

Las oportunidades que tiene la institución gubernamental y sus estructuras para orientarse<br />

hacia la mejora en servicios y puntual atención de sus legítimas necesidades, son claras. El<br />

problema reside fundamentalmente en saber cómo aplicar las innovaciones que circulan en el<br />

mercado o bien generarlas para adaptarlas a la realidad que se vive en cada gobierno y en cada<br />

comunidad.<br />

Para elaborar la siguiente propuesta de Modelo Trifásico, hemos tomado un primer elemento<br />

de la Triple Hélice: la intervención de la academia (primera fase), representada por instituciones de<br />

educación superior o bien en el caso Mexicano, por los institutos nacional o estatales de<br />

administración pública; enseguida será necesaria la participación de la sociedad organizada o no,<br />

mediante la apertura auténtica de la estructura gubernamental para propiciar gradualmente el<br />

cogobierno en las áreas susceptibles de hacerlo, ello conlleva un sustrato institucional de<br />

transparencia y relación directa con los gobernados (soberanos); el tercer elemento será la<br />

institución gubernamental misma, la burocracia pública.<br />

El modelo debe enlazar los esfuerzos que realiza el gobernante con las ideas e hipótesis<br />

generadas en la academia. En forma paralela y permanente, se espera un contacto honesto y directo<br />

con las personas (segunda fase). Este contacto directo con las personas debe constituirse en una<br />

dinámica permanente, que utilice las tecnologías prevalecientes y mediante ellas así como en forma<br />

directa, tomar el pulso de la percepción ciudadana antes la normatividad, procesos, estructuras,<br />

trámites y servicios que ofrece la administración pública.<br />

Todo ello demanda gran sensibilidad y preparación, por parte de los administradores<br />

públicos, ya que se deben conocer los mecanismos idóneos saber para recabar las opiniones de los<br />

usuarios de los servicios públicos; entendido esto como atender las señales del mercado, las cuales<br />

frecuentemente estarán en contraposición a los dictados del establishment burocrático.<br />

En primer término, no debemos soslayar las características mínimas que debe tener todo<br />

modelo, si partimos que su finalidad es dar cuenta de la realidad en forma simplificada, a efecto de<br />

interpretarla o bien como es el caso: moldearla.<br />

Al interior de las estructuras gubernamentales (tercera fase), se procederá a seguir los<br />

siguientes elementos y acciones, sin pretender ser exhaustivos.<br />

a) Partir de un diagnóstico abierto a la ciudadanía, considerando la opinión de los actores e<br />

involucrados (stakeholders) más representativos internos o externos a la organización donde se<br />

pretenda establecer la innovación.<br />

Al igual que la Metodología de Marco Lógico (Ortegón et al. 2005), tan popular en nuestros<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

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días como herramienta para identificar los alcances de un proyecto, cualquier pretensión por<br />

innovar debe partir de una problemática o un proyecto de mejora sustancial; y de alternativas de<br />

solución. De preferencia, mediante la aplicación de herramientas de recolección de datos y<br />

percepciones que sean abiertas al mercado (ciudadanos-soberanos).<br />

En este tema, es común advertir que las administraciones públicas caen en prácticas<br />

endogámicas, ya que de primera mano el gobernante recurre a las opiniones de su personal de<br />

confianza pensando que pueden ser ellos mismos quienes deben plantear las únicas soluciones.<br />

Nada más alejado de la realidad.<br />

De hecho, las menciones del llamado proceso de co-creación en el sector público son cada<br />

vez más fuertes a través del concepto de Open Innovation (Hilgres y Piller 2011), emulando las<br />

prácticas de algunas empresas como Apple y Linux, la creación conjunta (entre gobierno y<br />

ciudadanía) de política pública en línea (e-rulemaking) es un ejemplo; como fue el caso del estatuto<br />

o ley de policía en Nueva Zelanda en 2008, el cual fue creado sobre la base del anterior estatuto de<br />

1958 y presentado a la ciudadanía en forma similar a wiki-pedia, de forma tal que pudiese ser<br />

reescrito y modificado por los propios ciudadanos. A mitad del 2008 ésta “wiki versión” del<br />

documento fue oficialmente aprobada por el Parlamento. Hablamos pues de total transparencia y de<br />

cogestión en el diagnóstico de las materias que potencialmente serán objeto de innovaciones por<br />

parte de los gobiernos.<br />

El diagnóstico entonces, es el primer paso para determinar si efectivamente existe un<br />

problema qué atender y resolver mediante las innovaciones; o bien si el alcance de la idea original,<br />

realmente es de tal magnitud como para invertir en la transformación de dicha idea en innovación.<br />

La carencia de esta medición preliminar, es motivo frecuente de gastos inocuos que la propia<br />

sociedad puede llegar a observar como meras “ocurrencias” del gobernante en turno, condenadas a<br />

desaparecer tan pronto haya un cambio de gobierno.<br />

a) Analizar mediante la técnica de costo-beneficio las alternativas de solución a la problemática<br />

detectada<br />

Los costos de tomar alguna alternativa, deben medirse en lo económico, en lo político y en lo<br />

social. Por ejemplo, nadie pondría en duda que el dotar a todos los niños que cursan la primaria y la<br />

secundaria de máquinas portátiles (tablets), suena increíblemente innovador; pero la acción debe<br />

pasar por la prueba del fuego, mediante la formulación de preguntas atingentes: ¿realmente es lo<br />

que necesita la niñez de estos grados, para aprovechar mejor sus estudios? ¿Cuánto costará no<br />

solamente capacitar a los niños y a los profesores de los niños? ¿Esta innovación tendrá efectos<br />

familiares y sociales de largo plazo? ¿Cómo garantizar que dichos aparatos no terminarán en los<br />

escaparates de negocios de empeño -como ya ha sucedido-? Preguntas como éstas deben ser el foco<br />

de la discusión para echar a andar programas e innovaciones tan ambiciosas, y onerosas para el<br />

contribuyente.<br />

De igual manera, los costos así como los beneficios, no solamente podrían ser económicos,<br />

sino de rentabilidad social y de imagen para el gobierno en turno.<br />

b) Tropicalizar la innovación si fuere el caso<br />

En nuestro mundo, la cantidad de información para tomar decisiones, ha dejado de ser un<br />

problema. Ahora debemos enfocarnos a distinguir efectivamente aquella información que puede<br />

ayudarnos a dar resultados como gobierno. Para ello debemos formular las preguntas correctas, que<br />

nos ayuden a discriminar; y por ello existe un gran riesgo de asumir como estrategias<br />

potencialmente exitosas para nosotros, aquellas que han tenido éxito en otros países o comunidades.<br />

La propia OCDE (2003) señala enfáticamente el riesgo de trasplantar modas a guisa de remedios<br />

mágicos, desde una realidad organizacional a otra.<br />

Cada país, enfrenta diversas realidades como lo advierte Bertucci párrafos atrás. El problema<br />

reside en no tropicalizar lo suficiente aquellas innovaciones que nos vienen como “recetas de<br />

cocina” desde otras realidades y están destinadas al abandono. Existen ejemplos de cómo por azares<br />

del destino, llegan consultores internacionales o nacionales y “venden” productos<br />

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extraordinariamente innovadores, como por ejemplo los sistemas informáticos o ERP (Enterprise<br />

Resource Planning) que han sido exitosos en la iniciativa privada en las grandes empresas, y acaban<br />

siendo adquiridos por gobiernos para administrar por ejemplo sus nóminas y los recursos humanos;<br />

firmando con ello un maridaje inesperado de años, con los asesores de dichas empresas.<br />

No se está en contra de ideas que hayan surtido efecto en diversas geografías, sino en su<br />

aplicación directa e irreflexiva; lo cual conlleva a situaciones ocasionalmente absurdas, como no<br />

comprender los “manuales” de aplicación por encontrarse en otro idioma o con traducciones<br />

inexactas; o no encontrar cerca quién puede asesorarnos debidamente. Para evitar estos graves<br />

inconvenientes es necesario conformar un grupo de servidores públicos interesados y capaces en la<br />

materia que se trate, para buscar “traducir” las innovaciones extrapoladas de otras realidades y<br />

dotarlas de las características propias de la cultura organizacional donde se pretenden instaurar; ello,<br />

siempre y cuando fuera posible. En esta etapa no sería extraordinario concluir que la innovación<br />

mencionada no es posible de aterrizar en nuestro campo.<br />

La tropicalización de las ideas conlleva el riesgo de concluir su indisposición para adaptarse,<br />

pero siempre será mejor reconocerlo a tiempo, antes de que se hayan invertido recursos públicos en<br />

ideas que serán vistas como meras improvisaciones sin impacto positivo alguno en la función<br />

pública.<br />

c) Justificar socialmente la innovación pretendida<br />

Sin duda, es difícil conocer qué es lo que esperan los gobernados de sus gobiernos.<br />

Ocasionalmente se esperará una mejor atención en ventanilla y en otros casos una aplicación<br />

tecnológica para realizar trámites en casa. Pero eso no lo sabremos nunca con cierto nivel de<br />

certeza, si no tratamos de averiguarlo preguntándoles directamente a ellos; ya sea que pongamos en<br />

práctica una prueba piloto de la innovación o bien que nos adelantemos escuchando sus opiniones.<br />

Por ejemplo, en un país como México, en el cual solamente el 40% de los habitantes cuenta<br />

con internet ¿qué tanto impacto puede causar en la población el ofrecer servicios únicamente por<br />

esta vía? ¿Qué debemos hacer entonces para que esta realidad no sea un obstáculo para las<br />

personas?<br />

La innovación consiste en tomar las ideas y convertirlas en una nueva realidad, pero en el<br />

caso del sector público, ello no es justificable en si mismo; no es una finalidad. El propósito de<br />

cualquier innovación en la institución gubernamental y sus organismos debe ser el fortalecimiento<br />

de la gobernabilidad democrática o gobernanza y por ello las ideas puestas en práctica deben<br />

justificarse socialmente; y a mayor impacto de las mismas, mayor involucramiento de quienes se<br />

verán afectados o beneficiados, para justificarlas.<br />

d) Innovación ¿en la gestión o en la institución?<br />

Podemos clasificar la innovación gubernamental al menos en dos clases: la innovación<br />

institucional y la innovación de gestión.<br />

Al revisar el alcance del concepto innovador en el mercado, así como los ejemplos de<br />

innovaciones en el sector público, será prudente posicionar como prioridad para los tomadores de<br />

decisiones, el abocar los siempre escasos recursos públicos en innovaciones institucionales, que por<br />

su naturaleza exigen un largo aliento, pero también prometen un alto impacto. Ejemplos como el<br />

Servicio Profesional o Civil de Carrera, el cambio en el sistema judicial, o bien enmiendas jurídicas<br />

que se sustentan en consensos sociales y dan pie a nuevas formas de manifestaciones<br />

institucionales, deben ser una prioridad para cualquier tomador de decisiones en el ámbito público.<br />

Si bien las innovaciones de gestión parecieran ser cada vez más necesarias, éstas no<br />

garantizan quedar exentas de retroactividad y desdén, por carencia de utilidad -salvo aquellas que<br />

tienen relación con la tecnología, y en estricto sentido dependen del mercado, como nuevas<br />

plataformas de internet o programas y sistemas de uso común-. El sistema burocrático difícilmente<br />

se verá alterado por este tipo de innovaciones, de las cuales los ejemplos abundan. Otra gran<br />

desventaja de este tipo de innovación es la sospecha de fungir únicamente como mecanismos de<br />

impacto político breve e insustancial para la mejora institucional.<br />

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“La Innovación en la Gestión Pública”<br />

Caracas, 2014<br />

e) La gradualidad es un ingrediente clave para obtener innovaciones efectivas<br />

El modelo de innovación gubernamental propuesto plantea que toda innovación sea<br />

concebida para aplicarse en forma gradual. La administración pública -y en general los modelos de<br />

calidad y de mejora- tiene entre sus supuestos, el que las mejoras se implementen en forma gradual.<br />

Por su naturaleza, como sistemas de alta complejidad dada la cantidad de actores que<br />

confluyen en sus estructuras y procesos, los gobiernos no son generalmente susceptibles a cambios<br />

bruscos en sus estructuras y procesos. La gradualidad en administración pública es una condición<br />

para la implementación de innovaciones institucionales. Incluso las innovaciones de gestión,<br />

encontrarían grandes beneficios al establecerse observando esta característica; ello, dado que la<br />

cultura organizacional no es un elemento que deba soslayarse, y muchas innovaciones implican<br />

cambios en la manera en que los propios servidores públicos deben realizar su trabajo.<br />

Por ello, el líder innovador o quien tenga a cargo esta función, debe tener plena conciencia de<br />

las etapas por las que atraviesa la implementación de algo novedoso en el sector público:<br />

preparación del “terreno”, esto es la preparación de suficiente información a quienes se verán<br />

involucrados en la innovación (internos y externos, hablamos de los stakeholders); operación<br />

inicial, madurez y consolidación.<br />

f) La preparación del personal para administrar la innovación, no dejar de lado la cultura<br />

organizacional<br />

La cultura organizacional se define pues como el conjunto de valores, de asunciones y de<br />

creencias básica mantenidas por sus miembros, que opera de forma inconsciente y les sirve para<br />

conducirse de un modo adecuado en ese contexto, como un patrón de asunciones básicas que un<br />

grupo aprende, dado que le ayuda a resolver mejor los problemas derivados de la adaptación externa<br />

y la integración interna. Las definiciones de cultura organizacional comparten conceptos comunes,<br />

subrayan la importancia de los valores y creencias, así como su efecto sobre el comportamiento.<br />

Es importante resaltar que el concepto de cultura organizacional es básico para comprender a<br />

las organizaciones dado que hace a cada una de ella un ente único, además provee un sentido de<br />

identidad y sobretodo fija estándares de comportamiento, elementos sin los cuales no es posible una<br />

descripción objetiva de las organizaciones.<br />

El estudio de las culturas organizacionales ha adquirido relevancia a partir de la llegada del<br />

Desarrollo Organizacional como disciplina administrativa. Solamente a través del estudio de las<br />

culturas podemos entender los aspectos complejos y escondidos de la vida organizacional. Estudios<br />

señeros en empresas privadas así como la importancia que ha adquirido el tema entre los científicos<br />

sociales respecto al estudio de los valores, mitos y creencias en el trabajo, indican con mayor<br />

justificación que es imprescindible conocer a fondo la cultura organizacional para facilitar la<br />

adaptación o bien la innovación en las mismas. Estas acciones conllevan un estudio profundo sobre<br />

las creencias conscientes e inconscientes de los miembros que forman parte del grupo formal,<br />

creencias que desembocan irremediablemente en comportamientos.<br />

También es oportuno reconocer que toda cultura se forma de manera gradual. Aquí, como<br />

seguramente en muchos otros campos de la ciencia social, cabe advertir de inicio que no se pueden<br />

implementar cambios duraderos de un día para otro. Afirmar lo contrario sólo denota una gran<br />

ingenuidad. Podremos cambiar el enunciado de la misión de nuestro negocio o bien repartir micas<br />

con los valores que debemos tener, pero esto sólo significa nuestro afán por orientar las cosas hacia<br />

allá, no que los miembros de la organización automáticamente se orienten en tal sentido. Las<br />

culturas se desarrollan a través del tiempo. Esto representa una verdadera prueba de fuego para<br />

quienes desean ver cambios verdaderos en las organizaciones. Se requiere paciencia.<br />

De igual forma, aquellos miembros que no se adaptan a la organización, a sus valores,<br />

comportamientos, uso del lenguaje, símbolos, rituales y creencias, irremediablemente sufrirán<br />

sanciones, o saldrán de la organización.<br />

Los elementos que aportan las organizaciones con el objeto de dar esa personalidad propia a<br />

la empresa los determinan los líderes, de las mismas a través de normas escritas o bien a través de<br />

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políticas de funcionamiento o pautas de comportamiento.<br />

Todo cambio que persigue la magnitud cultural (valores, ideología y comportamiento), debe<br />

ofrecer algo atractivo de cada uno de estos tres elementos. Debe ofrecer un código ético, una<br />

ideología atractiva y asimismo generar nuevos comportamiento. Lógicamente, un cambio de esta<br />

naturaleza es necesariamente gradual, progresivo como se ha señalado. Toda innovación que busque<br />

ofrecer algo novedoso y a la vez fortalecer las características distintivas de todo gobierno, debe<br />

procurar el compromiso de los burócratas mediante estos ofrecimientos.<br />

La enseñanza de las nuevas pautas culturales seguramente tomará periodos a largo plazo. En<br />

segundo término, debe entenderse que todo cambio tendrá que enfrentar resistencias, propias de los<br />

miembros que ven amenazado su estatus con la innovación a implementarse; por ejemplo cuando<br />

suceden innovaciones institucionales como el caso de los juicios orales en el Sistema de Justicia<br />

Mexicana, algunos juzgados típicos tenderán a quedarse sin asuntos que atender.<br />

Al no considerar la cultura organizacional, en la cual se pretenden desarrollar las<br />

innovaciones, los administradores públicos condenan al fracaso muchas de sus iniciativas, bien<br />

intencionadas.<br />

g) El seguimiento en la operación de la innovación<br />

Los esfuerzos por conseguir un alto impacto en cualquier innovación, sea ésta de gestión o<br />

institucional, se ven frustrados cuando no se realiza un adecuado seguimiento. Esto debe entenderse<br />

como el constante monitoreo de aquellos indicadores que previamente han sido diseñados o<br />

seleccionados para constatar el avance en los resultados que debe arrojar la innovación.<br />

El seguimiento de las innovaciones debe ser abierto y transparente; debe asegurarse que la<br />

mayor cantidad de personas interesadas o afectadas por la innovación (stakeholders) sepan en todo<br />

momento qué ocurre con ello. Para esto, los portales de internet y/o avisos abiertos a la ciudadanía<br />

son un medio eficaz y deben utilizarse ampliamente; así como grupos de enfoque o foros de<br />

información abiertos a la ciudadanía.<br />

La percepción de que el gobierno atiende efectivamente las necesidades o deseos legítimos de<br />

la población es elemental para que atravesar con éxito las etapas de implementación y consolidación<br />

de una innovación institucional y/o de gestión.<br />

Conclusión<br />

Hemos dado un repaso al concepto de innovación, desde su invención como un elemtno clave<br />

para el desarrollo de los ciclos económicos, y ajeno a cualquier consideración de administración<br />

pública, al menos en sus orígenes. El modelo con el que cerramos este trabajo propone integrar en<br />

tres fases, y a manera de construir una lista de verificación básica y válida sobre aquellos aspectos<br />

que debe considerar el tomador de decisiones gubernamental; el hacer realidad operacional las<br />

innovaciones organizacionales en el ámbito de lo público, clasificándolas de entrada en dos tipos:<br />

innovación institucional e innovación de gestión.<br />

Se sugiere asimismo que la orientación estratégica de los gobernantes se incline hacia buscar<br />

innovaciones institucionales; que en esencia promueven una adaptación burocrática de las<br />

organizaciones públicas; subrayando que las innovaciones de gestión, si bien deben darse, también<br />

es cierto que no necesariamente constituyen impactos significativos para las tareas del gobierno. La<br />

finalidad principal de este trabajo ha sido el mostrar apuntamientos a manera de hitos conceptuales<br />

y prácticos, que sustenten la idea de promover la innovación de alto impacto que beneficie<br />

directamente la calidad de vida de los habitantes de las comunidades y sociedad en que se<br />

instrumenten. Para respaldar la idea anterior hemos descrito someramente cómo en México, se han<br />

invertido significativos montos de recursos desde hace más de una década para hacer realidad<br />

cambios e innovaciones que en algunos casos, fueron simples improvisaciones que dañan no solo la<br />

imagen, sino la cultura organizacional del gobierno (federal, estatal o municipal).<br />

Por ello se propone un modelo con tres fases de sinergia, a efecto de tomar en consideración<br />

sus componentes y poder cribar las ideas que potencialmente se desarrollen hasta configurar<br />

innovaciones gubernamentales que cumplan con ciertos requisitos y características. El objetivo<br />

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primordial es el dejar de lado el uso indiscriminado del término innovación, que tanto utilidad tiene<br />

en el sector público, y si lo hemos de seguir utilizando en el ámbito público, que sea efectivamente<br />

para conseguir un bienestar duradero y que fundamente la existencia de gobiernos que brinden<br />

estabilidad y certeza social, fines a los que nunca debiera renunciar.<br />

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