A Escondidas - Patrick D
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monedas y con la esperanza de que se alargase la conversación. La lluvia<br />
estaba arreciando, pero no me importaba. Marqué el número de nuevo y<br />
lo cogió una colaboradora del programa. Con tono firme le dije que quería<br />
hablar con <strong>Patrick</strong>. “¿De parte de quién?”, me preguntó ella. “De Isaac,<br />
le he llamado antes”, le dije yo. <strong>Patrick</strong> cogió el teléfono enseguida. Y<br />
ahí estábamos, por primera vez en mi vida en comunicación bidireccional.<br />
Ahora no sólo le escucharía yo, sino que también podía escucharme<br />
él... pero en ese momento me bloqueé. Pensaba que tenía muchas cosas<br />
que decirle, pero no me había dado cuenta de que en realidad tenía muchas<br />
cosas que preguntarle. Él había acabado el programa y, como años<br />
más tarde entendería yo al convertirme en locutor, tenía que marcharse<br />
del estudio. Apenas pude hacerle unas preguntas sobre los jingles de Onda<br />
Diez y la sintonía de A <strong>Escondidas</strong>, Música y Luces, (la edición del sábado).<br />
Me dijo que estaba “medio producida” por él. Le dije “¡Eres un<br />
monstruo, un genio!”. Él me dio las gracias. Me quedé en silencio. No sabía<br />
qué más decir y entonces él hizo el amago de despedirse. Es completamente<br />
lógico que si la otra persona no muestra más signos de querer seguir<br />
hablando des por terminada la conversación. No supe qué decir en<br />
ese momento. Yo también me despedí, colgué el auricular de la cabina e<br />
inmobilizado por la emoción me quedé allí, quieto bajo la lluvia, asimilando<br />
lo que acababa de pasar. Había hablado con <strong>Patrick</strong> D. Frutos, el locutor<br />
que tanto me había inspirado, pero me sentía como un tonto porque<br />
no había hecho una lista de todas las preguntas que tenía para él, que<br />
eran muchas.<br />
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