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Star Wars: Darth Plagueis

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sas que amenazaban con aplastar la nave, Plagueis se reorientó rápidamente,

apuntando sus manos levantadas hacia las losas que se

desplomaban sobre su Maestro y, con un movimiento hacia debajo

de ambos brazos, los bajó tan rápidamente y con tanto impulso que

Tenebrous fue enterrado casi antes de que comprendiera qué le había

golpeado.

Con el polvo de la piedra arremolinándose a su alrededor, Plagueis

se quedó anclado en su lugar mientras las losas enterraban también

la nave estelar. Pero no pensó en ello. Su éxito al desplomar el techo

sobre Tenebrous era prueba suficiente de que el bith se había vuelto

torpe y prescindible. De lo contrario, habría adivinado la auténtica

fuente del peligro que había sentido y sería Plagueis el que estaría

presionado contra el suelo de la gruta, con la cabeza abierta como un

huevo y la cavidad del pecho atravesada por la punta afilada de una

estalactita caída.

A su carrera hasta el lado de Tenebrous le dio forma tanto la excitación

como la charada.

—Maestro —dijo, haciendo una genuflexión y quitándose su respirador

y a Tenebrous el suyo.

Sus manos movieron torpemente las piedras, eliminando algo del

peso aplastante. Pero el único pulmón de Tenebrous estaba atravesado

y la sangre hacía borbotones en su garganta. Harapientas rasgaduras

en las mangas del traje ambiental revelaron esotéricas marcas

corporales y tatuajes.

—Detente, aprendiz —se esforzó por decir Tenebrous—. Vas a necesitar

toda tu fortaleza.

—Puedo traer ayuda. Hay tiempo…

—Me estoy muriendo, Darth Plagueis. Sólo hay tiempo para eso.

Plagueis le sostuvo la dolorida mirada al bith.

—Hice todo lo que pude, Maestro.

Tenebrous le interrumpió al instante.

—Ser fuerte en la Fuerza es una cosa. Pero creer que uno es todopoderoso

es invitar a la catástrofe. Recuerda que incluso en el reino

etéreo que habitamos, lo imprevisto puede suceder. —Una tos vacilante

le silenció durante un momento—. Es mejor así, quizás, que pe-

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