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Star Wars: Darth Plagueis

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arremeter contra la cubierta de transpariacero con una serie de golpes

de la Fuerza. Entrando a rastras, recogió su bolsa de viaje, que contenía

un comunicador, su sable láser y una muda de ropa, entre otras cosas.

También cogió el comunicador y el sable láser de Tenebrous y se

aseguró de borrar la memoria del ordenador de navegación. Una vez

fuera de la nave, se quitó el traje ambiental y la túnica llena de sangre,

cambiándolos por unos pantalones negros, una camisa por fuera, botas

ligeras y una capa con capucha. Fijando ambos sables láser a su cinturón,

activó el comunicador y abrió un mapa de Bal’demic. Con pocos

satélites en órbita, el planeta no tenía nada parecido a un sistema

de posicionamiento global, pero el mapa le dijo a Plagueis todo lo que

necesitaba saber sobre el área inmediata.

Le echó una mirada final a su alrededor. No era probable que un

indígena tuviera razones para investigar la gruta y era incluso menos

probable que otro visitante interestelar encontrara este lugar. Incluso

así, pasó un momento mirando la escena objetivamente.

Una nave estelar costosa y digna de ser rescatada parcialmente

aplastada. El cuerpo descompuesto de un viajero espacial bith. El resultado

de un suceso explosivo…

La escena de un desafortunado accidente en una galaxia llena de

ellos.

Satisfecho, Plagueis saltó a lo alto de la pila y luego atravesó el techo

hacia lo que quedaba del día.

El calor radiado de la estrella principal de Bal’demnic le quemaba su

piel expuesta y un viento de altamar agitó la capa. Hasta donde sus

ojos podían ver hacia el oeste y el sur era una extensión de océano

azul, encrespándose en blanco donde golpeaba la costa. Las colinas

escabrosas y desnudas se desvanecían en la niebla marina.

Plagueis imaginó una época en la que el bosque había cubierto el

terreno, antes de que los indígenas kon’me hubieran talado los árboles

para conseguir materiales de construcción y madera para quemar.

Ahora la vegetación que había sobrevivido estaba confinada a cañadas

inclinadas que separaban las colinas marrones. Una belleza som-

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