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Star Wars: Darth Plagueis

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sacó a Plagueis de su sueño torturado. La túnica se había adherido a

su carne hinchada como un vendaje de presión, pero la sangre había

rezumado de la herida y había calado a través de la capa.

Deslizándose silenciosamente en la noche, cojeó hasta que hubo

suprimido el dolor y entonces empezó a correr, con las gotitas del sudor

evaporándose de su cabeza sin pelo y la capa oscura desplegándose

tras él como un estandarte. Famélico, consideró atacar una de

las casas locales y devorar los huevos de alguna kon’me de clase baja,

o quizás alimentarse de la sangre de ella y de su pareja. Pero refrenó

sus impulsos de causar terror, de su apetito por la destrucción, saciándose

en su lugar de murciélagos y de los restos podridos de pescado

que las olas habían empujado a la orilla. Corriendo a lo largo de la

playa de arena negra, pasó a unos metros de casas construidas de bloques

de piedras del arrecife fosilizado, pero sólo vio a un indígena,

que, al haber dejado desnudo su choza para aliviarse, reaccionó como

si hubiera visto una aparición. O en otro caso, con hilaridad ante la figura

que debía haber presentado Plagueis con la capa y las botas. En

los acantilados altos sobre la playa, brillaban luces artificiales, anunciando

los hogares de la élite y la proximidad del espaciopuerto, cuyo

brillo ambiental iluminaba un área amplia del litoral sur.

Con su destino cerca, cada ola del océano que llegaba reverberaba

dentro de él, invocando una marea de energía del lado oscuro sin precedentes.

Las líneas anudadas del tiempo se soltaron y él tuvo un destello

del futuro de Bal’demnic. Involucrado en una guerra de múltiples

frentes, una guerra galáctica, en parte debido a sus ricos depósitos

de cortosis, pero más como una marioneta en un juego convulso,

los serviles kon’me se volvían contra aquellos que les habían dominado

durante eones…

Perdido en la ensoñación, Plagueis casi no se dio cuenta de que un

enorme rompeolas seguía ahora la curva de la playa. Embarcaderos

de piedra destacaban en una amplia bahía calmada y detrás la muralla

de una ciudad subía hasta un grupo de circundantes colinas deforestadas.

Kon’me de ambas clases estaban alrededor, pero diseminados

entre ellos había extranjeros de muchas especies, la mayoría de sistemas

estelares vecinos, pero algunos de lugares tan distantes como el

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