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Maestro-Artesano

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Cuando salí de la escuela, iba a ver a don Gustavo. Y un día me preguntó:<br />

“¿Te querís quedar con la clase?, yo tengo que ir al centro a hacer una diligencia.<br />

Te voy a buscar a los niños”. Y llegaba con los niños y yo me quedaba<br />

de profesor. Lo hice varias veces, tenía como trece o catorce años.<br />

Después de la escuela, me mandaban a hacer cualquier diligencia al<br />

centro, a comprar pan, a comprar café y pasaba por la cerámica CALA.<br />

Era una fábrica de cerámica famosa... Ahora son restos. Se ha ido fraccionando.<br />

Vendían en Santiago. La cerámica CALA es una cerámica<br />

de mayólica, hacían jarrones. La mayólica era un sistema de esmalte<br />

de mucho colorido, trabajaban todo lo italiano. Por ejemplo en los<br />

jarrones dibujaban paisajes del Mediterráneo, porque los dueños eran<br />

todos italianos: Sergio Da Porto, Adolfo Riviera y Adolfo Péndola. Me<br />

acuerdo que cuando era chico, además que soy bajo de estatura, pasaba<br />

por afuera de la cerámica CALA que tenía hartas ventanas hacia<br />

la alameda, me subía por esas ventanas gruesas, subía como podía,<br />

me agarraba de los barrotes, andaba con pantalones cortos, ¡era como<br />

Papelucho yo! Y me subía a mirar cómo torneaban. Los caballeros se<br />

reían de mí y decía “algún día iré a tornear en CALA”.<br />

Soñaba con entrar a CALA y un día me fui a ofrecer. Era el año 1960.<br />

“¿Qué sabe hacer usted?”, me dijeron. “Yo sé algo tornear porque en la<br />

Escuela 1 torneábamos”. Me aceptaron y estuve un tiempo, como dos<br />

años. Yo estaba en calidad de aprendiz y además, como era joven, también<br />

lo explotaban a uno más. Hubo otro joven que llegó ahí también,<br />

Ulises Villarroel, que ahora tiene un taller de cerámica acá en Los Andes.<br />

Había un italiano, el jefe del taller de tornería, el señor Adolfo Riviera,<br />

experto también en moldes y en aplicaciones, y estaba el señor Adolfo<br />

Péndola, a cargo de todo lo que era horno y esmalte; era especializado.<br />

El otro, Sergio Da Porto, era el que hacía diseño, andaba por todas<br />

partes, era el que andaba mirando. Ahí uno no se podía parar, más que<br />

para ir al baño. Al señor Riviera le costaba hablar un poco el castellano;<br />

él contó que cuando llegaron los italianos, lo trajeron a él como<br />

maestro contratado, y contaba que de niño, donde vivía él en no sé<br />

qué parte de Italia, se usaba mucho tener un taller de alfarería por<br />

todos lados; entonces a él de niño lo metieron al torno, que apenas<br />

alcanzaba la rueda. Lo vi tornear, era fuera de serie. Hacía correr el tor-<br />

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