HERREROS Y ALQUIMISTAS Mircea Eliade - Thule-italia.net
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6. Sacrificios humanos a los hornos<br />
Un grupo de mitos de algunas tribus aborígenes de la India central nos cuentan<br />
la historia de los forjadores asur, que, según los bishor, fueron los primeros en fundir el<br />
hierro en toda la Tierra. Pero el humo de sus hornos molestaba al Ser Supremo, Singbonga,<br />
que envió pájaros mensajeros para exhortarles a que cesaran en los trabajos. Los<br />
asur respondieron que la metalurgia era su ocupación favorita y mutilaron a los<br />
mensajeros. Entonces el propio Sing-bonga descendió a la Tierra, se acercó a los asur<br />
sin que éstos le reconocieran y, habiéndoles persuadido para que entraran en los hornos,<br />
les abrasó. Como consecuencia de ello sus viudas se convirtieron en espíritus de la<br />
Naturaleza 1 .<br />
El mito lo volvemos a encontrar más completo entre los munda. Al principio los<br />
hombres trabajaban en el cielo para Sing-bonga. Pero el reflejo de sus rostros en el agua<br />
les reveló que eran semejantes y, por tanto, iguales a Dios y rehusaron servirle; Singbonga<br />
les precipitó entonces a la Tierra. Cayeron en un lugar donde había mineral de<br />
hierro, y los hombres construyeron siete hornos. El humo incomodaba a Sing-bonga,<br />
que tras haber enviado inútilmente a sus mensajeros los pájaros descendió a la Tierra en<br />
forma de un anciano enfermo. Los hornos no tardaron en derrumbarse. Los herreros,<br />
que no habían reconocido a Sing-bonga, le pidieron consejo. «Debéis ofrecer un<br />
sacrificio humano», les dijo. Y como no encontraban víctima voluntaria, se ofreció el<br />
propio Sing-bonga. Pe<strong>net</strong>ró en el horno, calentado al rojo blanco, y salió después de tres<br />
días, llevando oro y piedras preciosas consigo. A instigación del dios los herreros le<br />
imitaron. Las mujeres manejaban los fuelles, y los herreros, abrasados vivos, aullaban<br />
en los hornos. Sing-bonga tranquilizó a las esposas de los hombres: sus maridos<br />
gritaban porque se estaban repartiendo los tesoros. Las mujeres continuaron su tarea<br />
hasta que los hombres quedaron reducidos a cenizas. Y como ellas preguntasen<br />
entonces lo que iba acontecer, Sing-bonga las transformó en bhut, espíritus de las colinas<br />
y las rocas 2 .<br />
Finalmente citaremos un mito análogo existente entre los oraones. Los doce<br />
hermanos Asur y los trece hermanos Lodha, todos herreros famosos, irritan a Bhagwan<br />
(= Dios) con el humo de sus hornos. Bhagwan desciende a la Tierra bajo la apariencia<br />
de un anciano enfermo, siendo albergado por una viuda. Como los herreros le<br />
consultaron acerca de la reparación de los hornos, acaban, como en el mito munda, por<br />
ser quemados vivos 3 .<br />
Los asur constituyen una tribu de herreros que vivían probablemente al norte de<br />
Penjab. De allí fueron expulsados por los invasores arios hacia su residencia actual en<br />
las montañas de Chota Nagpur. Walter Rubén ha demostrado las probables relaciones<br />
existentes entre los asur y los asura de los himnos védicos, enemigos de los dioses<br />
(deva), con los cuales sostenían innumerables combates 4 . Puede fácilmente calcularse el<br />
interés de las tradiciones mitológicas concernientes a los forjadores asur conservadas<br />
por los pueblos vecinos munda y dravídico (oraones). Para el propósito que nos anima<br />
importa subrayar ante todo el motivo del sacrificio humano asociado a la metalurgia,<br />
motivo a medias velado en las leyendas que acabamos de señalar. En su forma actual,<br />
estos mitos nos llaman la atención por el odio al hierro y a la metalurgia. A juicio de<br />
sus pueblos vecinos, los herreros asur encontraron en el fuego de sus hornos una muerte<br />
merecida, porque con el humo de los mismos habían molestado e irritado al dios<br />
supremo. Se adivina en este odio al trabajo del herrero la misma actitud negativa y<br />
pesimista presente, por ejemplo, en la teoría de las edades del mundo, en la cual la edad<br />
del hierro es considerada como la más trágica y al mismo tiempo la más vil. No puede<br />
excluirse el suponer a tal actitud un fundamento histórico. La edad del hierro se ha