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thomas mann y la<br />
tarea de la liBertad<br />
Por daniel Ventura<br />
HOy, un COnFEREnCIAnTE ES un ADORnO InOFEnSIVO. AFORTunADAMEnTE.<br />
Pero hubo un tiempo, o varios, en el que lo dicho en un atril podía ser la soga que te atase a la mazmorra; nefastos<br />
todos ellos, pues en ellos era honorable ser encarcelado. Algo va mal, y peor va a ir, cuando el grillete muerde<br />
la muñeca de quienes solo hablan. En febrero de 1933 [¿Qué había pasado en enero, chicos? Y todos levantáis<br />
la mano, solícitos y cultivados], Thomas Mann pronunció en el Auditorio Máximo de la Universidad de Múnich<br />
la conferencia Grandeza y miseria de Richard Wagner. Fue menos escandalosa de lo que el título promete: solo algún<br />
reproche por parte del escritor, que comenzaba a sentirse distanciado de la artificiosidad del compositor. Pero el<br />
mal es una bestia insomne, y Wagner (pobre de él) era algo así como su mascota muerta. Mientras Mann hacía<br />
una maleta ligera para pronunciar la misma conferencia en otras ciudades europeas, en Múnich le preparaban<br />
una campañita de difamación. En estas cosas siempre le acusan a uno de lo mismo: precisamente de aquello por<br />
lo que deberían felicitar a cualquier ser inteligente. La campaña era obra de parte de la intelectualidad muniquesa,<br />
así que un consejo: desconfiad de los intelectuales que solo son a rachas desleales al poder [Todos os ponéis<br />
ahora a cachear la coherencia de ‘vuestros’ intelectuales].