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michael connelly:<br />
Por carlos Zúmer<br />
cantar de Gesta<br />
Comparado con fulanos como Ellroy la historia de Michael<br />
Connelly es vulgar, pero tiene matices interesantes. El<br />
mito biográfico del escritor de Pennsylvania habla de una<br />
película de Robert Altman, El largo adiós (1973), como<br />
detonante de su pasión profesional y como motivo<br />
principal de que abandonara sus estudios superiores en el<br />
mundo de la construcción, donde siempre trabajó su padre.<br />
La película está basada en la novela homónima de Raymond<br />
Chandler -Philip Marlowe ayudando a escapar a México a<br />
su colega Terry Lenox sin saber que ha matado a golpes a<br />
su esposa- y causó un gran impacto en el joven Connelly,<br />
que ya desde pequeño venía leyendo las novelillas de pistola,<br />
sombrero y cigarro a contraluz. Plantado así el germen<br />
de la obsesión, fraguado en tardes de lectura e incursiones<br />
cinematográficas, Michael encontrará en los estudios de<br />
periodismo la estrategia oblicua perfecta para aproximarse<br />
al ecosistema de los escritores del género negro. Se gradúa<br />
en 1980 por la Universidad de Florida. Y en el 81 comenzará<br />
a trabajar en el Daytona Beach News Journal y en el Fort<br />
Lauderdale News and Sun Sentinel cubriendo la crónica<br />
criminalística y de sucesos, las cloacas locales del periodismo<br />
de papel. Cantera de tantos escritores sin escrúpulos,<br />
Connelly adquirió amplia experiencia en altercados y guerras<br />
de droga hasta que un puesto de finalista en el Pulitzer<br />
del 86 lo llevó a la costa oeste. Escribe junto a dos compañeros<br />
un reportaje sobre la tragedia aérea del vuelo 191<br />
Policiaco<br />
SuEnA RIDERS On THE STORM BAJO MúSICA DE LLuVIA. MICHAEL<br />
Connelly está arrebujado junto a sus personajes, testaferros de papel, Bosch, McEvoy, Mickey Haller. También<br />
está Frankie Sheehan buscándole las cosquillas, un lamento remoto de otra alma vagabunda como la voz de Jim<br />
Morrison en un tocadiscos cualquiera. Michel Connelly no es pintor como El Bosco pero sus manos han obrado<br />
mucho y notable. La caja negra (2012) es su última novela confesable, otro libro de Bosch que ha insuflado algo<br />
más de vida y tiempo al famoso inspector de policía de Los Ángeles, ya casi sesentón y cercano al retiro. Por su<br />
parte, la jubilación de Connelly no es cosa conocida ni siquiera a largo plazo. Como con el cine de Woody Allen,<br />
leeremos sus novelas hasta que el tiempo nos lo permita y él continúe haciéndolas a buen ritmo. Amenaza con no<br />
detenerse y es el escritor de novela negra más en forma, quizá no el más brillante, pero sí el que mejor sostiene y<br />
renueva el estándar que levantaron los escritores californianos hace más de 50 años.<br />
de la Delta Airlines -estrellado en Dallas en el verano del<br />
85 dejando más de 100 muertos-, queda entre los mejores<br />
y se gana el fichaje por Los Angeles Times como reportero<br />
criminal. Llega en 1987. Entonces por fin se establece en<br />
las coordenadas de Chandler y de Marlowe, la ciudad de la<br />
perdición y la extorsión, el esplendor de sangre de la costa<br />
del Pacífico. En el periódico sigue acumulando experiencia<br />
de campo. Contactos, chanchullos, historias difíciles de<br />
creer, mucho trabajo a pie de calle y crímenes inexplicables.<br />
Cuando llega el momento, Michael Connelly está listo<br />
para escribir novelas, que es lo que en realidad quiere hacer.<br />
Publica en 1992 El eco negro, una ópera prima donde ya<br />
aparece su criatura Harry Bosch y que es premiada como<br />
trabajo novel. Su carrera no ha hecho más que empezar.<br />
Veinte años después, el debut parece ya muy lejano.<br />
Publica La caja negra a finales de 2012 y apenas sin<br />
darse cuenta cumple el vigésimo aniversario como escritor,<br />
que son también los 20 años de Hyeronimus Bosch.<br />
Le bastaron 3 novelas del inspector de Los Ángeles para<br />
dejar el periodismo y ponerse por entero a escribir, una<br />
dedicación que colmó sus sueños de juventud. Luego Bill<br />
Clinton le dio un empujón hacia las estrellas. Al Presidente<br />
de Estados Unidos lo cazaron las cámaras a la salida de una<br />
librería de Washington con un ejemplar bajo el brazo de La<br />
rubia de hormigón (1994). “En el tiempo que llevo escribiendo<br />
es lo más emocionante que me ha pasado”, declararía<br />
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