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Los «padres negros» en la<br />
Tarahumara<br />
Luis Antonio Lucas Mejía, SJ<br />
L a historia de la misión de la Tarahumara<br />
se remonta hasta el siglo XVII, cuando los primeros<br />
misioneros jesuitas, enviados a las tierras<br />
del norte de México, comenzaron su labor entre<br />
pueblos indígenas de los actuales estados de<br />
Sonora, Sinaloa y Chihuahua, con grupos indígenas<br />
como los chínipas, los tepehuanes, los<br />
guazapares, los tubares y los rarámuri, entre<br />
otros. Hombres como Tomás de Guadalajara,<br />
José Tardá y muchos otros dejaron huella en la<br />
evangelización de estos pueblos. Debido<br />
a la expulsión de los jesuitas de los<br />
territorios españoles, los pueblos y<br />
comunidades rarámuri quedaron<br />
prácticamente sin atención por<br />
parte de la Iglesia, aunque<br />
hubo intentos de atenderles:<br />
un tiempo los franciscanos<br />
y los josefinos, además<br />
del clero diocesano de las<br />
regiones cercanas; sin embargo, nunca se logró<br />
cubrir el área que mantenían los jesuitas. Esto<br />
provocó que los rarámuri, a su propio modo y<br />
estilo, fueran asimilando y apropiándose de lo<br />
que los «padres negros» les enseñaron.<br />
En 1900, con la llegada de tres sacerdotes<br />
y un hermano, la Compañía de Jesús regresa a<br />
la sierra de Chihuahua. Desde entonces y hasta<br />
la fecha, la misión de la Tarahumara se ha visto<br />
animada por la presencia de muchos jesuitas<br />
que han dejado huella de su caminar por estas<br />
tierras. Lo que fuera la misión de la Tarahumara,<br />
actualmente se ha convertido en la Diócesis de<br />
la Tarahumara y los jesuitas atendemos solamente<br />
algunas de la parroquias.<br />
Para situarnos<br />
La sierra Tarahumara se encuentra ubicada<br />
al oeste del territorio del norteño estado de<br />
Chihuahua, México. Una quebrada región serrana,<br />
de bosques de pinos y encinos, que se eleva<br />
en lugares hasta de 2700 metros sobre el nivel<br />
del mar. Lugar de abundante fauna tanto en las<br />
partes altas como en las profundas barrancas de<br />
la región. Los grupos indígenas que actualmente<br />
habitan en la sierra son: rarámuri, rarómari,<br />
ódame, warojio y pima. Tarahumaras es el nombre<br />
que el hombre blanco asignó a los rarámuri<br />
y a los rarómari.<br />
Yo llegué a la sierra Tarahumara recién terminada<br />
mi etapa de estudio de la Filosofía junto<br />
con otro maestrillo y un sacerdote. Se nos asignó<br />
una de las parroquias que los jesuitas tenemos<br />
a nuestro cargo: la parroquia de San Miguel<br />
de Wawachiki. Nuestra misión, encomendada<br />
por el Provincial, como maestrillos, fue principalmente<br />
aprender la lengua rarámuri y adentrarnos<br />
en su cultura.<br />
Dentro de la parroquia mi comunidad de<br />
referencia fue el pueblo de Pamachi. Poco más<br />
de dos años he estado acompañando a este<br />
pueblo. Acompañar a una comunidad<br />
rarámuri representa una serie<br />
de aspectos a los que no estamos<br />
acostumbrados. De entrada, nuestra<br />
formación occidental choca con los<br />
modos, formas y costumbres de estos<br />
grupos indígenas. Un ejemplo de esto<br />
es que la función de los sacerdotes,<br />
religiosas y religiosos es la que las<br />
autoridades tradicionales decidan. De<br />
hecho, si no hay un clérigo de la Iglesia,<br />
los rezos y fiestas se dan de la misma<br />
manera. El ritmo de vida en estos<br />
lugares, es tranquilo, sin prisa, los horarios no<br />
existen. Por todo eso, básicamente, nuestra presencia,<br />
es de acompañamiento. Esto significa,<br />
en términos prácticos, estar con ellos: trabajar,<br />
vivir, festejar y celebrar. Pasamos alrededor de<br />
quince días al mes insertos en cada una de las<br />
distintas comunidades.<br />
El acompañamiento en el aspecto religioso<br />
está también definido por el estilo de su cultura:<br />
es austero, sencillo y tradicional. En sus ritos y<br />
celebraciones se han sedimentado dos culturas,<br />
la autóctona y la hispánica.<br />
Las fiestas<br />
Un momento muy significativo de su cultura<br />
son sus fiestas. Son una mezcla de las autóctonas<br />
(el yumari, que es la danza del búho y del<br />
venado) y las fiestas religiosas que les inculcaron<br />
los primeros misioneros (la danza del matachín,<br />
de origen español). Sus fiestas principales<br />
abarcan dos ciclos: invierno y Semana Santa.<br />
Comento sólo algo de las fiestas de invierno.<br />
Estas son, básicamente el 12 de diciembre<br />
(Ntra. Sra. de Guadalupe), el 24 de diciembre<br />
y el 6 de enero, y en algunos lugares el 2 de<br />
febrero. En estas fiestas se suele danzar «matachín»<br />
toda la noche previa al día de la<br />
fiesta, dentro de la Iglesia, iluminados<br />
únicamente por la luz de las<br />
velas que adornan el altar, a<br />
una temperatura a veces de<br />
-10º C. Se danza por muchas<br />
razones, pero la principal es, a<br />
decir de ellos, «para que Dios<br />
esté contento, porque a Dios le<br />
gusta nuestra música y también<br />
danza con nosotros». Esos días<br />
nuestro trabajo es danzar<br />
con ellos y ayudarlos con<br />
los rezos que se hacen a<br />
diferentes intervalos de la<br />
noche y del día y bautizar.<br />
La fiesta en la Iglesia<br />
termina el mismo<br />
día, después de que<br />
se da de comer<br />
a todo el pueblo<br />
un poco de<br />
caldo de chivo;<br />
de ahí nos retiramos<br />
todos a<br />
las casas de los<br />
fiesteros,<br />
para<br />
seguir<br />
danzando y<br />
tomar una bebida<br />
ligeramente embriagante a base de maíz<br />
que llaman suguiki. Al igual que en el baile,<br />
Dios come y bebe con nosotros, a Él se le da de<br />
comer y beber primero.<br />
Además de acompañar a las comunidades<br />
en sus fiestas y tradiciones, y siguiendo la línea<br />
del acompañamiento y no de la imposición de<br />
nuestras ideas y concepto de desarrollo y civilización,<br />
impulsamos la formación de promotores<br />
de salud mediante un proyecto de apoyo<br />
alimenticio para combatir la desnutrición en<br />
varias comunidades; acompañamos un proceso<br />
organizativo que busca el reforzamiento de su<br />
cultura y religiosidad, a nivel diocesano, regional<br />
y parroquial, entre otras iniciativas.<br />
El necesario diálogo intercultural<br />
La interculturalidad es la clave en nuestra<br />
convivencia con estas comunidades. Se trata<br />
de caminar con ellas, de que ninguna cultura<br />
domine o suprima la propia, sino que se viva<br />
un compartir recíproco. Hoy día ninguna cultura<br />
puede permanecer aislada de las demás,<br />
por eso constatamos la importancia del diálogo,<br />
de reconocer en el otro a la persona que<br />
es y su derecho a serlo. ¿Cómo podemos ser<br />
puentes entre las culturas? ¿Cómo ayudamos<br />
a que los rarámuri sigan siéndolo en medio<br />
de un mundo que avanza rápidamente y que<br />
muchas veces destruye todo lo que encuentra<br />
a su paso? Son algunas de las preguntas que<br />
nos hacemos en este lugar, y que vamos respondiendo<br />
con ellos. Desde su fundación, la<br />
Compañía de Jesús ha buscado siempre estar<br />
y apoyar la dignidad de los pueblos indígenas.<br />
Hoy como ayer, seguimos con ese trabajo, con<br />
diferentes métodos y modos, pero fieles a la<br />
llamada de Jesús en el servicio de la fe y la<br />
promoción de la justicia que es exigencia constitutiva<br />
de la evangelización. ■<br />
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