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(AÑO 1095 DE JESUCRISTO.)<br />

PRIMERA CRUZADA.<br />

^|¡|CIA el fia del siglo XI, fué cuando comenzaron<br />

las cruzadas, es decir, las guerras emprendidas para<br />

librar la tierra santa del yugo de los mahometanos.<br />

Los emperadores de Oriente, á quienes los infieles<br />

habían despojado de sus mas bellas posesiones, y en<br />

particular de la Palestina, imploraban mucho tiempo<br />

hacia, el socorro de los latinos. Para lograrlo,<br />

era necesario que á sus instancias se uniese un motivo<br />

de religión. Habiendo hecho una peregrinación<br />

á Jerusalen, un sacerdote de la diócesis de<br />

Amiens, Pedro el Ermitaño, quedó sensiblemente<br />

afligido de ver á los santos lugares profanados<br />

por los infieles. Conferenció con Simón, patriarca<br />

de Jerusalen; y en las conversaciones que tuvieron<br />

sobre este objeto, concibieron el designio de librar<br />

á la Palestina de la servidumbre en que gemia, ya<br />

hacia largo tiempo. Convinieron en que el patriarca<br />

escribirla al papa; y que Pedro, llevándole la carta,<br />

procuraría hacerle aprobar este proyecto. Pedro<br />

en efecto se dirigió á Italia é hizo al papa Uibano<br />

IX, una pintura viva del estado deplorable en que<br />

se hallaba la tierra santa. Urbano, que por esto se<br />

sintió vivamente conmovido, resolvió obligar á los<br />

príncipes cristianos á que reuniesen sus fuerzas para<br />

librarla: propuso una dieta en Clermont, en donde<br />

se reunieron muchos príncipes. Habló allí de<br />

una manera tan patética, que los asistentes derra-<br />

* marón lágrimas, y esclamaron todos á una voz:<br />

Dios lo quiere. Estas palabras, que todos repitieron<br />

como por inspiración, se tuvieron por un pronóstico<br />

feliz, y vinieron á ser después un grito de<br />

guerra. El mayor número de los que estaban presentes,<br />

se obligaron á esta espedicion, y tomaron por<br />

señal de su compromiso una cruz de tela roja, cosida<br />

sobre el hombro derecho; por lo qué se les dió<br />

el nombre de cruzados. Al mismo tiempo los obispos<br />

predicaron la cruzada en su diócesis, con un écsito<br />

que escedió á sus esperanzas. Pedro el ermitaño<br />

recorría las provincias para animar los espíritus<br />

á esta grande empresa: su celo. suUlesinterés y<br />

su vida penitente, le daban el aire y autoridad de<br />

un profeta. Bien pronto se puso todo en movimiento<br />

en Francia, en Italia y en Alemania. Entre los<br />

grandes y en el pueblo, se advirtió igual empeño<br />

para tomar la cruz: se 'vió con admiración que las<br />

enemistades y las guerras particulares que entonces<br />

había en todas las provincias, cesaron repentinamente:<br />

parecía que la paz y la justicia habían vuelto sobre<br />

la tierra para preparar los hombres á la guerra,<br />

santa. Entre los señores franceses que se alistaron<br />

á la cruzada, los mas distinguidos fueron Gofredo<br />

de Bullón, duque de Lorena; Hugo el Grande, conde<br />

de Vermandues; Réymundo, conde de Tolosa;<br />

Roberto, conde de Flandes; y Roberto, duque de<br />

Normandia. Héroes de este carácter, eran capaces<br />

de hacer la conquista del mundo entero, si hubiese<br />

habido mas unión entre los ge fes, y mas disciplina<br />

entre sus tropas. Gofredo de Bullón, que tuvo todo<br />

el honor de esta cruzada, reunia en su persona

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