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tensión de su imperio. Como conocía el carácter
de la religión cristiana, que para hacerse discípulos
no empleaba mas que la instrucción y la persuacion,
no quiso ecsaltar el espíritu de sus subditos
con edictos rigurosos; y aunque veía con horror
la idolatría, dejó sin embargo á sus vasallos en
una entera libertad con respecto á la religión: imponer
silencio al paganismo reverenciado despues
de tantos siglos, seria dar motivo á que todo el imperio
se sublevase: creyó que bastaba proteger la
verdadera religión, y ponerla en estado de confundir
á sus enemigos por la sabiduría de sus dogmas
y pureza de su moral, no se valió por tanto de otros
medios, mas que de la dulzura y moderación para
ganar á los paganos, y de este modo convirtió un
gran número: comenzó por remediar todos los males
que habian causado sus predecesores: llamó á
los desterrados, é hizo que á los cristianos se devolviesen
todos los lugares en que acostumbraban reunirse,
que se les habian quitado: lleno de celo por
la magestad del culto divino, le dió su debido esplendor,
cediendo parte de sus tesoros á las Iglesias.
y enriqueciéndolas con vasos preciosos y magníficos
ornamentos: trató con toda suerte de honores
á los ministros de la religión, y les concedió
grandes privilegios. Los obispos de Roma que hasta
entonces habian padecido alguna particular persecución,
llevaban la principal atención de este religioso
príncipe: les cedió el palacio de Letrán y
otro contiguo á él, y erigió una Basílica, á que dió
el nombre de Constantiniana, y esta es el dia de
hoy la iglesia de San Juan de Letrán, primer patrimonio
de los papas. Los cristianos se hallaron en
un estado muy diferente de aquel en que se habian
visto por espacio de tres siglos: consideraban con
admiración y acción de gracias, las maravillas del
poder divino, la religión cristiana sobre el trono,
honrado el culto del verdadero Dios, puestos en
libertad los desterrados, las Iglesias reedificadas y
adornadas con magnificencia. Una mudanza inesperada
inspiraba por . lo presente, el . gozo .mas puro,
y en lo ulterior las mas dulces esperanzas. La religión
cristiana se presentaba aun á los mismos paganos
de un modo digno de veneración, al ver al
emperador practicar públicamente todos los deberes
que impone. Tenia este príncipe en su palacio
un oratorio donde diariamente se recogía á l'eer
o
las Santas Escrituras, y á hacer sus oraciones á
ciertas horas establecidas: su ejemplo atraia al cristianismo
muchos idólatras: la religión cristiana penetró
aun al senado romano, que era el asilo mas
poderoso del paganismo. Anicio, ilustre senador,
fué el primero que la abrazó, y muy breve se vió
lo mas distinguido de Roma someterse al yugo del
Evangelio. Constantino sentia el gozo mas ,vivo;
y mas se complacia de saber la conversión de uno
solo, que la conquista de una provincia. Su celo
se estendia aun mas allá del imperio Romano: mandó
predicadores á los pueblos bárbaros que no estaban
bajo su dominio á que les ecshortasen á adorar
al verdadero Dios y á su .hijo Jesucristo. A su entrada
en Roma, quiso que la cruz que habia sido
señal de la victoria, fuese el mas precioso ornamento
de su triunfo. La estátua que se le erigió, le representaba
empuñando en lugar de lanza, este instrumento,
de nuestra redención. De este modo, la