LETRAS DEL SÓTANO/ I (2012)
Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.
Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
aplasta. Trato de forcejear. De patearlo. Imposible. Como la tapa de un ataúd cerrándose sobre mí. No<br />
puedo mover las piernas. No puedo mover los brazos. No puedo mover nada.<br />
Acerca su cara a la mía, el olor del alcohol me golpea con fuerza. Ojos desorbitados que me observan. La<br />
sonrisa macabra. Quiero gritarle, pedirle por favor que me suelte, decirle algo, convencerlo, cualquier cosa.<br />
Pero mis labios están sellados.<br />
Oigo una puerta golpearse. Mi salvación. Quiero creer. Esta noche como un terrible recuerdo.<br />
El rubio se levanta un poco, sus dos rodillas siguen apresando mis piernas, sus dedos prendidos a mis<br />
muñecas, mi cuerpo estaqueado, pegado a la arena, una mariposa prendida con alfileres sobre una<br />
espuma plast. Un grito rompe el silencio de la noche. Pero él no se mueve. No logro ver qué pasa. Las<br />
voces se acercan. Graves, entreveradas con risas.<br />
Dos personas vienen caminando hasta donde estoy. Hombres. Uno gordo, morocho, me mira desde lo<br />
alto. Una botella de whisky en la mano y un cigarro en la otra. El otro petiso, ancho, como un muñeco de<br />
acción en miniatura. Los dos me observan, recorren mi cuerpo con sus ojos, sin disimulo, la sonrisa pegada<br />
a los labios. En un gesto imposible, trato de zafar una mano, de acomodar mi pollera, la musculosa, de<br />
ocultar un poco el escote, resguardar mi cuerpo. El rubio no hace sino apretarme con más fuerza. Los dos<br />
lo felicitan por el botín de la noche. Confirman el horror.<br />
Siento que me desvanezco, cada vez todo se vuelve más lejano. Como si un botón invisible fuese bajando<br />
el volumen a mi alrededor, las voces y las risas eufóricas, borrachas, se van transformando en susurros.<br />
Mi cuerpo se disuelve. Es apenas una bolsa de mercancías. Una bolsa que ahora el rubio cuelga sobre su<br />
espalda. Que se bambolea sobre sus hombros. La oscuridad por todas partes lo envuelve, como queriendo<br />
protegerlo. Colgando, cabeza abajo, se dirige hacia la casucha. Cuatro manos inmundas lo recorren a sus<br />
anchas en el trayecto. Tres voces le anticipan cómo van a aprovecharlo. Y sin embargo, ese cuerpo es otro.<br />
No es el mío.