LETRAS DEL SÓTANO/ I (2012)
Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.
Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.
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RETORNO<br />
LORENA GIMÉNEZ<br />
Estaciono el Volvo frente al 51 de Hammarvägen. Dos días antes de partir a tierras sureñas, es la visita que<br />
me queda pendiente. Las cortinas de la cocina están cerradas, eternamente cerradas. Me detengo un<br />
instante a observar las figuras de los enormes girasoles sobre el negro desteñido del cortinaje. Él tenía<br />
razón, pienso, las cortinas son horribles. La pereza más que la costumbre debieron salvar a los girasoles del<br />
tacho de basura.<br />
Al llegar frente al portero eléctrico, me doy cuenta de que olvidé preguntar el código. ¿Seguirá siendo el<br />
mismo? Como por inercia mi mano dibuja una semiflecha volcada hacia la izquierda; enseguida siento que<br />
la cerradura se destranca y me franquea el paso. Mis manos, todavía, conservan la memoria.<br />
De la puerta de su apartamento cuelga una esquela escrita con lapicera roja: está abierto, se lee en la hoja<br />
manchada de café. Sin saber bien por qué, la mancha me causa tristeza; de esas tristezas inexplicables,<br />
como cuando de niña veía a mi padre recién afeitado. Un olor agrio que sale de la cocina y el golpeteo<br />
frenético de sus dedos sobre el teclado me dan la bienvenida.<br />
—Llegaste, te estaba esperando —me grita desde el dormitorio—. Vení, no te saques los zapatos —agrega,<br />
sin dejar de escribir.<br />
En la casi penumbra del hall, tropiezo con una maceta vacía. Debe ser una reliquia de mis cultivos de<br />
aromáticas; sin duda entre estas no hay sobrevivientes. No hay planta que resista vivir en la oscuridad.<br />
Lo encuentro sentado en un rincón del dormitorio, en la vieja poltrona que él rescató de la basura y yo, de<br />
tanto odiarla, empecé a querer. Tiene un yeso hasta la rodilla, está rodeado de papeles y con el teclado<br />
sobre la falda, un teclado ridículamente chico para el tamaño de sus dedos. Debe pesar veinte kilos más de