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LETRAS DEL SÓTANO/ I (2012)

Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.

Doce textos seleccionados del taller de motivación literaria a cargo de Gabriela Onetto (www.onetto.net). Casa Amarilla/ Montevideo, 2012.

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FUERA DE ALCANCE<br />

ANIBAL VECINDAIS<br />

El camino era una larga pendiente ondulada hacia el mar. La camioneta saltaba en cada pozo sin que nadie<br />

emitiera ninguna palabra. Desde las afueras de la ciudad, tanto los padres como el niño apenas habían<br />

hablado. Habían quedado atrás los infortunios del tráfico, lo absurdo del costo de las cosas, los que<br />

aprovechaban los semáforos para pedir alguna moneda, los que no querían trabajar. Solo el aire<br />

acondicionado rellenaba el espacio entre los tres en el cual alguna vez supieron habitar conversaciones<br />

entrecortadas por comentarios y observaciones El silencio persistía sin importar aquel día tras los cristales;<br />

un día diáfano de finales de verano, uno de esos que llegan y que parece no tener final, que se extiende<br />

como una esperanza suave y atesorada.<br />

De lejos se podía ver, en la intersección de una de las últimas transversales, un cartel que indicaba la<br />

llegada a la playa de la que venían hablando hacía ya tiempo. A pesar de la posible reprimenda del padre,<br />

Daniel abrió la ventanilla para respirar aquel otro aire y escuchar el mar, ese sonido alegre y repetitivo de<br />

las olas que prometían la benéfica inundación de algo inesperado y dichoso. Algo que en definitiva pudiese<br />

recompensar aquel largo escape.<br />

Cuando llegaron al cruce, sobre la derecha, atado a un árbol, había un perro. Más que ladridos parecía<br />

emitir una especie de aullido. Era un animal joven, de piel canela y orejas oscuras, que apenas podía<br />

apoyar las patas delanteras; el nudo en el tronco había sido puesto demasiado alto, a propósito, para que<br />

el animal se pudiera ver. Tenía la cara fruncida de dolor y, en uno de los saltos que dio al ver la camioneta,<br />

se pudo ver que recientemente le habían cortado la cola. Tenía un collar metálico y resplandeciente que<br />

contrastaba con lo doloroso de aquella imagen. Es más, el rabo que le había quedado aún parecía<br />

sangrarle. A su alrededor pudo ver una gran vasija de comida y un recipiente con lo que debería ser agua,<br />

pero ambas cosas estaban fuera del alcance del animal que, pese a sus penurias, aún anunciaba con sus<br />

movimientos que estaba allí con su dolor, vivo. Si hubiera sido posible agrandar la imagen de la agitación<br />

de aquel perro, para hacerla lo único que pudiese ser visto, como uno hace en la computadora, aquel<br />

animal bien podría haber estado dentro de un tanque, saltando y agitando sus patas, manteniendo el fino<br />

hocico en alto, para poder salvarse de un líquido tan transparente como perverso. Parecía moverse dentro<br />

de un dolor confuso, debatirse en algo espeso donde una de las opciones sin duda era la muerte, frente a

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