En este número - Portal de Cultura de Defensa - Ministerio de Defensa

achas de viento y la mar empezaba a
ponerse brava. En días como estos
llegábamos al barco sin sentir el tacto
en los dedos de las manos (y eso que
las protecciones que llevábamos eran
siempre de altísima calidad), empapados
por las olas que embarcaban
dentro del buque y doloridos por las
partículas de nieve que arrastraba la
ventisca y te golpeaban en la cara
como si fueran auténticos clavos. En
definitiva, en minutos te veías envuelto
en una situación cuando menos
adversa por no decir peligrosa, pero
dado el alto nivel de adiestramiento y
manejo de las embarcaciones de los
patrones, así como de la picardía,
destreza y fortaleza de los proeles y de
los mimos que se les daba a los motores
de las embarcaciones por los motoristas,
siempre salimos airosos de la
situación. A la mar hay que tenerle
respeto pero nunca miedo, porque éste
puede llegar a atemorizar a uno y errar
en las decisiones y acciones a tomar.
Pero lo más gratificante era llegar al
barco y ver a nuestro personal de
apoyo y contramaestre, subir a bordo y
no parar de reír al mirarnos unos a
otros y ver el estado en que nos encontrábamos.
Y no es que seamos unos
inconscientes, ni unos temerarios sino
que simplemente esa sonrisa era
cómplice de la aventura vivida y hacía
que se aliviara la tensión sufrida
durante el trayecto y te encontrabas
dispuesto para volver a salir a la mar.
Si algo nos caracterizó fue nuestra
sonrisa ante cualquier adversidad.
Otro factor a destacar aparte del
optimismo y alegría con que, a mi
juicio, se ha desarrollado la Campaña,
ha sido el exquisito trato siempre
presente y el espíritu de compañerismo
entre el personal de las bases y la dotación
del barco. Buena prueba de ello
fue que cuando el trabajo lo permitía
nos juntábamos para cantar, jugar al