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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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—¿Qué viste?<br />

—La Bestia. Estuvo aquí. Es enorme, un gigante...<br />

Alex se fue <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un helecho a vaciar el estómago, con lo cual<br />

se sintió algo más aliviado, a pesar <strong>de</strong> que el hedor <strong>de</strong>l aire le<br />

<strong>de</strong>volvía las náuseas. A su regreso los guerreros estaban listos<br />

para empren<strong>de</strong>r la marcha. En la luz <strong>de</strong>l amanecer pudo verlos<br />

bien por primera vez. Su temible aspecto correspondía<br />

exactamente a las <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> Leblanc: estaban <strong>de</strong>snudos,<br />

con el cuerpo pintado en colores rojo, negro y ver<strong>de</strong>, brazaletes <strong>de</strong><br />

plumas y el cabello cortado redondo, con la parte superior <strong>de</strong>l<br />

cráneo afeitada, como una tonsura <strong>de</strong> sacerdote. Llevaban arcos y<br />

flechas atados a la espalda y una pequeña calabaza cubierta con<br />

un trozo <strong>de</strong> piel que, según dijo Nadia, contenía el mortal curare<br />

para flechas y dardos. Varios <strong>de</strong> ellos llevaban gruesos palos y<br />

todos lucían cicatrices en la cabeza, que equivalían a orgullosas<br />

con<strong>de</strong>coraciones <strong>de</strong> guerra: el valor y la fortaleza se medía por las<br />

huellas <strong>de</strong> los garrotazos soportados.<br />

Alex <strong>de</strong>bió sacudir a Nadia para <strong>de</strong>spabilaría, porque el espanto<br />

<strong>de</strong> haber visto a la Bestia la noche anterior la había <strong>de</strong>jado<br />

atontada. La muchacha logró explicar lo que había visto y los<br />

guerreros escucharon con atención, pero no dieron muestras <strong>de</strong><br />

sorpresa, tal como no hicieron comentarios sobre el olor.<br />

El grupo se puso en marcha <strong>de</strong> inmediato, trotando en fila a la<br />

zaga <strong>de</strong>l jefe, a quien Nadia <strong>de</strong>cidió llamar Mokarita, pues no<br />

podía preguntarle su nombre verda<strong>de</strong>ro. A juzgar por el estado <strong>de</strong><br />

su piel, sus dientes y sus pies <strong>de</strong>formes, Mokarita era mucho más<br />

viejo <strong>de</strong> lo que Alex supuso cuando lo vio en la penumbra, pero<br />

tenía la misma agilidad y resistencia <strong>de</strong> los otros guerreros. Uno<br />

<strong>de</strong> los hombres jóvenes se distinguía entre los <strong>de</strong>más, era más<br />

alto y fornido y, a diferencia <strong>de</strong> los otros, iba enteramente pintado<br />

<strong>de</strong> negro, excepto una especie <strong>de</strong> antifaz rojo en torno a los ojos y<br />

la frente. Caminaba siempre al lado <strong>de</strong>l jefe, como si fuera su<br />

lugarteniente, y se refería a si mismo como Tahama; Nadia y<br />

Alexan<strong>de</strong>r se enteraron <strong>de</strong>spués que ése era su título honorífico<br />

por ser el mejor cazador <strong>de</strong> la tribu.<br />

Aunque el paisaje parecía inmutable y no había puntos <strong>de</strong><br />

referencia, los indios sabían exactamente adón<strong>de</strong> se dirigían. Ni

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