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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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La doctora Omayra Torres, quien había escuchado atentamente la<br />

conversación, no pudo menos que dar su opinión.<br />

—Con todo respeto, profesor, no me parece que los indios sean<br />

tan feroces como usted los <strong>de</strong>scribe, por el contrario, para ellos la<br />

guerra es más bien ceremonial: es un rito para probar el valor. Se<br />

pintan el cuerpo, preparan sus armas, cantan, bailan y parten a<br />

hacer una incursión en el shabono <strong>de</strong> otra tribu. Se amenazan y se<br />

dan unos cuantos garrotazos, pero rara vez hay más <strong>de</strong> uno o dos<br />

muertos. En nuestra civilización es al revés: no hay ceremonia,<br />

sólo masacre —dijo.<br />

—Voy a regalarle un ejemplar <strong>de</strong> mi libro, señorita. Cualquier<br />

científico serio le dirá que<br />

Ludovic Leblanc es una autoridad en este tema... —la interrumpió<br />

el profesor.<br />

—No soy tan sabia como usted —sonrió la doctora Torres—. Soy<br />

solamente una médica rural que ha trabajado más <strong>de</strong> diez años<br />

por estos lados.<br />

—Créame, mi estimada doctora. Esos indios son la prueba <strong>de</strong> que<br />

el hombre no es más que un mono asesino —replicó Leblanc.<br />

—¿Y la mujer? —interrumpió Kate Coid.<br />

—Lamento <strong>de</strong>cirle que las mujeres no cuentan para nada en las<br />

socieda<strong>de</strong>s primitivas. Son sólo botín <strong>de</strong> guerra.<br />

La doctora Torres y Kate Coid intercambiaron una mirada y<br />

ambas sonrieron, divertidas. La parte inicial <strong>de</strong>l viaje por el río<br />

Negro resultó ser más que nada un ejercicio <strong>de</strong> paciencia.<br />

Avanzaban a paso <strong>de</strong> tortuga y apenas se ponía el sol <strong>de</strong>bían<br />

<strong>de</strong>tenerse, para evitar ser golpeados por los troncos que<br />

arrastraba la corriente. El calor era intenso, pero al anochecer<br />

refrescaba y para dormir había que cubrirse con una manta. A<br />

veces, don<strong>de</strong> el río se presentaba limpio y calmo, aprovechaban<br />

para pescar o nadar un rato. Los dos primeros días se cruzaron<br />

con embarcaciones <strong>de</strong> diversas clases, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lanchas a motor y<br />

casas flotantes hasta sencillas canoas talladas en troncos <strong>de</strong> árbol,<br />

pero <strong>de</strong>spués quedaron solos en la inmensidad <strong>de</strong> aquel paisaje.

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