argumento del segundo acto

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CALISTO.- La Celestina ¡Oh maravillosa astucia! ¡Oh singular mujer en su oficio! ¡Oh cautelosa hembra! ¡Oh melecina presta! ¡Oh discreta en mensajes! ¿Cuál humano seso bastara a pensar tan alta manera de remedio? De cierto creo, si nuestra edad alcanzara aquellos pasados Eneas y Dido, no trabajara tanto Venus para atraer a su hijo el amor de Elisa, haciendo tomar a Cupido ascánica forma para la engañar; antes, por evitar prolijidad, pusiera a ti por medianera. Ahora doy por bien empleada mi muerte, puesta en tales manos, y creeré que si mi deseo no hubiere efecto, cual querría, que no se pudo obrar más, según natura, en mi salud. ¿Qué os parece, mozos?¿Qué mas se pudiera pensar? ¿Hay tal mujer nacida en el mundo? CELESTINA.- Señor, no atajes mis razones; déjame decir, que se va haciendo noche. Ya sabes que quien mal hace aborrece la claridad y, yendo a mi casa, podré haber algún mal encuentro. CALISTO.- ¿Qué, qué? Sí, que hachas y pajes hay que te acompañen. PÁRMENO.- ¡Sí, sí, por que no fuercen a la niña, tú irás con ella, Sempronio, que ha temor de los grillos que cantan con lo escuro! CALISTO.- ¿Dices algo, hijo Pármeno? PÁRMENO.- Señor, que yo y Sempronio será bueno que la acompañemos hasta su casa, que hace mucho oscuro. CALISTO.- Bien dicho es. Después será. Procede en tu habla y dime qué más pasaste, qué respondió a la demanda de la oración. CELESTINA.- Que la daría de su grado. CALISTO.- ¿De su grado? ¡Dios mío, qué alto don! 94
CELESTINA.- Pues más le pedí. CALISTO.- ¿Qué, mi vieja honrada? CELESTINA.- La Celestina ¡Un cordón que ella trae contino ceñido, diciendo que era provechoso para tu mal porque había tocado muchas reliquias! CALISTO.- Pues, ¿qué dijo? CELESTINA.- ¡Dame albricias! Decírtelo he. CALISTO.- ¡Oh!, por Dios, toma toda esta casa y cuanto en ella hay y dímelo; o pide lo que quieras. CELESTINA.- Por un manto que des a la vieja, te dará en tus manos el mismo que en su cuerpo ella traía. CALISTO.- ¿Qué dices de manto? Manto y saya y cuanto yo tengo. CELESTINA.- Manto he menester y éste tendré yo en harto. No te alargues más, no pongas sospechosa duda en mi pedir, que dicen que ofrecer mucho al que poco pide es especie de negar. CALISTO.- ¡Corre, Pármeno!, llama a mi sastre y corte luego un manto y una saya de aquel contray que se sacó para frisado. PÁRMENO.- ¡Así, así, a la vieja todo por que venga cargada de mentiras como abeja, y a mí que me arrastren! Tras esto anda ella hoy todo el día con sus rodeos. 95
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Biblioteca Virtual Miguel de Cervan
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La Celestina [ Nota preliminar : ed
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El autor, excusándose de su yerro
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vuelta y mezclada en vicios de amor
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Prólogo La Celestina Todas las cos
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La Celestina hace más al caso y ut
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La Celestina Téngolo por tanto, en
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La Celestina que otro no sabe, con
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SEMPRONIO.- Porque lo que dices con
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Que sometes la dignidad del hombre
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La Celestina testimoniar, su negar,
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SEMPRONIO.- ¡Que así me medre Dio
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Con ojos claros. CALISTO.- Y ahora,
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¡Crito, retráete ahí; mi primo v
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SEMPRONIO.- Por mi vida, madre, ¿q
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Pármeno. PÁRMENO.- Señor. CALIST
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La Celestina traía! Hacíase físi
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La Celestina No me congojes ni me i
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La Celestina Pláceme, Pármeno, qu
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PÁRMENO.- Como te conozco. CELESTI
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La Celestina No le oí nada, pero d
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La Celestina la posesión, con temo
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La Celestina ¿Cómo, señora mía?
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No sé, no me digas nada; corre y c
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MELIBEA.- ¿Señor? PLEBERIO.- ¿Qu
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La Celestina Bien dices. Olvidádol
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La Celestina con mis mercedes? ¿So
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La Celestina de sesenta años! ¡Al
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CALISTO.- La Celestina ¡Oh válgam
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La Celestina morada y seas contrari
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MELIBEA.- Apártate allá, Lucrecia
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La Celestina descubres; asegurando,
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La Celestina mi cámara; de noche,
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La Celestina ¡Oh mi Pármeno y mi
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La Celestina causa no es necesario
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La Celestina su padre, Semíramis c
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La Celestina Mejor lo vea yo en pod
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La Celestina Lucrecia, amiga mía,
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