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El Gran Burundún-Burundá ha muerto : la dictadura como

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Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra<br />

Universidad de Alicante<br />

Copyright © Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 1999-2005. Accesible desde http://<br />

www.cervantesvirtual.com<br />

Año 2008


ÍNDICE<br />

De Tirano Banderas a <strong>El</strong> Señor Presidente , <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> entre mito y grotesco ........................10<br />

<strong>El</strong> Reino de este mundo : <strong>la</strong> soledad del poder ............................................................................ 20<br />

<strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> <strong>como</strong> «cosificación» ................................ 24<br />

Muertes de perro y <strong>El</strong> fondo del vaso : América <strong>como</strong> pretexto ............................................... 32<br />

De Cien años de soledad a <strong>El</strong> secuestro del General : <strong>la</strong> perversión del mando ........................40<br />

<strong>El</strong> derecho de asilo y <strong>El</strong> recurso del método : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> <strong>como</strong> sistema ................................. 50<br />

Yo el Supremo : <strong>la</strong> tiranía imprescindible .................................................................................... 56<br />

<strong>El</strong> otoño del Patriarca : el tiempo eterno de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> ............................................................62<br />

Oficio de difuntos : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> del orden ...................................................................................66<br />

De <strong>El</strong> palo ensebado a La nove<strong>la</strong> de Perón : perversión y desilusión del mando ...................... 72<br />

Galíndez : el poder <strong>como</strong> ejercicio criminal ................................................................................ 84<br />

Antes que anochezca y <strong>El</strong> color del verano : <strong>la</strong> última <strong>dictadura</strong> del siglo XX ..........................90<br />

La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando <strong>ha</strong>ces el amor? : perspectivas funestas para<br />

el nuevo siglo ................................................................................................................................... 96


Consiglio Nazionale delle Ricerche<br />

CENTRO PER LO STUDIO DELLE LETTERATURE<br />

E DELLE CULTURE DELLE AREE EMERGENTI<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Agradezco al Prof. Jaime J. Martínez, entrañable amigo y precioso co<strong>la</strong>borador, <strong>la</strong> atenta lectura<br />

de estas páginas.<br />

4


Introducción<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> <strong>ha</strong> tenido amplia resonancia en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico,<br />

especialmente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de <strong>la</strong> América de expresión castel<strong>la</strong>na, por motivos fácilmente<br />

comprensibles: <strong>la</strong> sucesión incansable en los dos últimos siglos de formas unipersonales de gobierno 1<br />

. Debido a este recurrente aspecto, Hispanoamérica <strong>ha</strong> constituido más de una vez el escenario también<br />

de nove<strong>la</strong>s españo<strong>la</strong>s que tratan de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>.<br />

Una evidente preocupación de orden moral domina el tema 2 . Por lo que atañe a <strong>la</strong> América hispana<br />

<strong>la</strong> historia de esta preocupación ahonda sus raíces en el pasado y domina el presente, es visible en el<br />

Inca Garci<strong>la</strong>so <strong>como</strong> en Neruda y Asturias y otros escritores, pasando por personajes <strong>como</strong> Nariño,<br />

Mutis, Santa Cruz y Espejo, Olmedo, Lizardi, Martí y los innumerables ciudadanos que, sin llegar<br />

a una obra escrita que <strong>ha</strong>ya entrado en <strong>la</strong>s historias, políticas o literarias, constituyeron el fermento<br />

sobre el cual se realizó <strong>la</strong> Independencia.<br />

<strong>El</strong> siglo XIX, en los albores de <strong>la</strong>s nacionalidades hispanoamericanas, representó un momento de<br />

particu<strong>la</strong>r importancia en <strong>la</strong> vida y en <strong>la</strong> expresión literaria de los países americanos, para <strong>la</strong> expresión<br />

de una problemática que envolvía su propio destino, siempre en vilo entre <strong>la</strong> libertad y <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud.<br />

<strong>El</strong> sueño de Simón Bolívar de una América libre y unida, <strong>la</strong> <strong>Gran</strong> Colombia, fracasó pronto y <strong>la</strong>s<br />

naciones que surgieron de su disgregación fueron inmediatamente agitadas por ambiciones de poder,<br />

inaugurando el gobierno de los l<strong>la</strong>mados hombres fuertes.<br />

1 Al tema he ido dedicando en varias ocasiones mi atención, empezando por el remoto estudio La<br />

protesta nel romanzo ispano-americano del Novecento , Mi<strong>la</strong>no, Cisalpino, 1957. Han seguido luego<br />

otros estudios, entre ellos el volumen titu<strong>la</strong>do Il mondo allucinante. Da Asturias a García Márquez:<br />

studi sul romanzo ispano-americano del<strong>la</strong> dittatura, Mi<strong>la</strong>no, Cisalpino-Goliardica, 1976, y De tiranos,<br />

héroes y brujos. Studi sull'opera di Miguel Ángel Asturias , Roma, Bulzoni Editore, 1982. <strong>El</strong> tema,<br />

por lo que se refiere a Asturias, <strong>ha</strong> sido desarrol<strong>la</strong>do por mí también en Mundo mágico y mundo real.<br />

La narrativa de Miguel Ángel Asturias , Roma, Bulzoni Editore, 1999.<br />

2 Ricardo Navas Ruiz, en Literatura y compromiso, ensayos sobre <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> política<br />

hispanoamericana , São Paulo, Universidad de São Paulo, 1963, p. 22, <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> de una preocupación<br />

política que domina los siglos XIX y XX: «un interés positivo y central por acontecimientos de<br />

significación política: una guerra que cambia el destino de un pueblo, una revolución, una forma de<br />

gobierno».<br />

5


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La libertad era un bien demasiado grande para que no se <strong>la</strong> insidiara: resuenan todavía <strong>la</strong>s invectivas<br />

de Juan Montalvo contra los tiranos ecuatorianos Gabriel García Moreno e Ignacio Veintemil<strong>la</strong>; sigue<br />

aún hoy dominando el imaginario <strong>la</strong> figura del Doctor Francia, dictador del Paraguay. Pero <strong>la</strong> figura<br />

cumbre de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> hispanoamericana y que domina el siglo XIX es <strong>la</strong> de Rosas, personaje que<br />

insidia <strong>la</strong> recién conquistada independencia argentina. Contra él se levanta el grupo de los Proscritos.<br />

En <strong>El</strong> matadero (1838) 3 Esteban Echeverría fija para siempre una hora trágica de su nación,<br />

formu<strong>la</strong>ndo una durísima protesta contra el tirano y sus partidarios; en Amalia (1851-1855) 4 José<br />

Mármol amplía el alcance de <strong>la</strong>s fechorías de Rosas y en Facundo (1845) 5 Domingo Faustino<br />

Sarmiento denuncia el conflicto insanable entre el poder despótico y <strong>la</strong> democracia, entre <strong>la</strong> barbarie<br />

y <strong>la</strong> civilización, dando en su obra un texto de valor permanente.<br />

Con Sarmiento el personaje del dictador empieza a adquirir consistencia; ya es protagonista de carne<br />

y hueso y en <strong>la</strong> trayectoria que lleva al siglo XX su concreción es significativa. <strong>El</strong> escritor ya no ofrece<br />

al público sólo <strong>la</strong> descripción de un ambiente de violencia y corrupción, sino que introduce <strong>la</strong> bárbara<br />

presencia de quien es origen de todo atropello y de toda corrupción. Sin ocultar <strong>la</strong> gran fascinación<br />

que el hombre bárbaro ejerce, aun sobre sus mismas víctimas, Sarmiento denuncia y condena en su<br />

biografía del general Facundo Quiroga los estragos del poder. Su libro, <strong>ha</strong>sta en este sentido, estaba<br />

destinado a ejercitar un influjo notable sobre toda <strong>la</strong> narrativa hispanoamericana de protesta política.<br />

En los comienzos del siglo XX el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> se difunde; algunas nove<strong>la</strong>s de distintas áreas<br />

geográficas tratan el argumento del poder despótico, presentan figuras emblemáticas de dictadores.<br />

En 1904 Joseph Conrad publica su nove<strong>la</strong> Nostromo y en 1926 Francis de Miomandre Le dictateur .<br />

En el mismo año 1926 Ramón María del Valle-Inclán edita en España su esperpéntica nove<strong>la</strong> Tirano<br />

Banderas.<br />

Cada uno de estos novelistas, ajenos al mundo hispanoamericano, asume <strong>como</strong> telón de fondo de su<br />

obra al mundo de <strong>la</strong> América hispana. Se trata de una aproximación al problema desde una posición<br />

3 Para una consulta del texto cfr. Esteban Echeverría, <strong>El</strong> matadero , ed. de Leonor Fleming, Madrid,<br />

Cátedra, 1986,<br />

4 La nove<strong>la</strong> fue publicada antes por entregas en un periódico. Cfr. el estudio introductivo de<br />

Teodosio Fernández a José Mármol, Amalia , Madrid, Editora Nacional, 1984.<br />

5 Cfr. Domingo Faustino Sarmiento, Facundo , Buenos Aires,<br />

6


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

externa; falta una experiencia directa, <strong>como</strong> al contrario ocurre, ya en 1915, con La sangre 6 , del<br />

dominicano Tulio Manuel Cestero, en 1932 con <strong>El</strong> Señor Presidente del guatemalteco Miguel Ángel<br />

Asturias, en 1935 con Canal Zone del ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta, en 1949 con <strong>El</strong> Reino<br />

de este mundo del cubano Alejo Carpentier.<br />

Los decenios iniciales del siglo XX se presentan ricos en narradores que tratan el tema del poder<br />

despótico, sea el que promana de jefes revolucionarios, <strong>como</strong> ocurre en <strong>la</strong> narrativa de los mexicanos<br />

Mariano Azue<strong>la</strong> en Los de abajo (1916) 7 , Martín Luis Guzmán en <strong>El</strong> águi<strong>la</strong> y <strong>la</strong> serpiente (1928)<br />

y La sombra del caudillo (1929) 8 , sea el que instauran golpes militares, <strong>dictadura</strong>s impuestas o<br />

concertadas, <strong>como</strong> denuncian en el tiempo varios autores desde el venezo<strong>la</strong>no Rómulo Gallegos <strong>ha</strong>sta<br />

el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Homero Aridjis,<br />

en sus apocalípticas nove<strong>la</strong>s del fin del mundon 9 , el argentino Abel Posse, quien, en Los perros<br />

del paraíso (1987), ve realizarse ya en <strong>la</strong> rebelión de Roldán contra Colón el primer golpe militar<br />

en América, una América que desde entonces «quedaba en manos de milicos y corregidores <strong>como</strong> el<br />

pa<strong>la</strong>cio de <strong>la</strong> infancia tomado por <strong>la</strong>cayos que hubiesen sabido robarse <strong>la</strong>s escopetas» ; y el Almirante<br />

«Mumuró, invencible: -Purtroppo c'era il Paradiso ...!» 10 .<br />

La <strong>dictadura</strong> no siempre es el tema que domina en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>; a veces constituye sólo el telón de<br />

fondo sobre el cual se suceden los acontecimientos. Sin embargo ya en Canal Zone , denunciando <strong>la</strong><br />

situación panameña de comienzos del siglo, cuando los intereses de los Estados Unidos en el Canal<br />

influyen poderosamente sobre <strong>la</strong> formación de los gobiernos nacionales 11 , Aguilera Malta presenta<br />

6 Cfr. entre <strong>la</strong>s escasas ediciones de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, Tulio Manuel Cestero, La sangre (una vida bajo <strong>la</strong><br />

tiranía), Santo Domingo, Libreros Unidos, s.a.<br />

7 Entre <strong>la</strong>s varias ediciones de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> Cfr. <strong>la</strong> incluida en Mariano Azue<strong>la</strong>, Obras Completas ,<br />

México, Fondo de Cultura Económica, 1958, vol. I.<br />

8 Cfr. <strong>la</strong>s dos nove<strong>la</strong>s en Martín Luis Guzmán, Obras Completas , México, Compañía General de<br />

Ediciones, 1961, vol. I.<br />

9 Cfr. en particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s: La leyenda de los soles , México, Fondo de Cultura Económica,<br />

1993, y ¿En quién piensas cuando <strong>ha</strong>ces el amor? , México, Alfaguara, 1995.<br />

10 Abel Posse, Los perros del paraíso , Barcelona, P<strong>la</strong>za & Janes, 1987, p. 223.<br />

11 Fue ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> que los Estados Unidos apoyaron en 1903, o provocaron, <strong>la</strong> formación<br />

de <strong>la</strong> república panameña, en el territorio antes perteneciente a Colombia.<br />

7


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

concretamente a un tipo de dictador artero y hábil en su conducta, engañador de su pueblo, hipócrita<br />

<strong>ha</strong>sta en el aspecto exterior, pero con un ascendente enorme sobre <strong>la</strong> gente:<br />

De pronto hubo un gran silencio. En el balcón <strong>ha</strong>bía aparecido el Presidente. Lo acompañaban<br />

varias personas. Tenía el ademán grave, solemne. Al asomarse, <strong>la</strong> multitud se entusiasmó. Y dio un<br />

ap<strong>la</strong>uso <strong>la</strong>rgo, caluroso . 12<br />

Otros narradores hispanoamericanos insisten sobre el servilismo que rodea al poderoso y <strong>la</strong> taimada<br />

naturaleza del déspota o su grotesca esencia. En Los perros <strong>ha</strong>mbrientos (1939) Ciro Alegría<br />

denuncia <strong>la</strong> retórica del oportunismo, que <strong>ha</strong>ce de todo presidente peruano un «salvador de <strong>la</strong><br />

república», y enjuicia duramente el sistema político de su país ec<strong>ha</strong>ndo <strong>la</strong> culpa de ello al pueblo<br />

mismo:<br />

A <strong>la</strong> corta lista de genios que ofrece <strong>la</strong> humanidad, <strong>ha</strong>bía que agregar <strong>la</strong> muy <strong>la</strong>rga de los presidentes<br />

peruanos. A todos los <strong>ha</strong> calificado así, por servilismo o compulsión, un pueblo presto a denigrarlos al<br />

día siguiente de su caída. Unos se lo dejaron decir sonriendo <strong>la</strong>dina y sardónicamente, pero alentando<br />

<strong>la</strong> adu<strong>la</strong>ción y los compromisos que crea, <strong>como</strong> Leguía, y otros se lo creyeron <strong>ha</strong>ciendo por esto<br />

ridículos o dramáticos papeles. 13<br />

Tampoco <strong>ha</strong>y que olvidar <strong>la</strong> contribución ética del venezo<strong>la</strong>no Rómulo Gallegos en su nove<strong>la</strong> <strong>El</strong><br />

forastero (1942), centrada sobre el problema de <strong>la</strong> co<strong>la</strong>boración con el déspota, que se resuelve con<br />

el rec<strong>ha</strong>zo total, así fuera para obtener ventajas en favor del pueblo. <strong>El</strong> «hombre is<strong>la</strong>» tiene un deber<br />

para con su gente: el de representar <strong>la</strong> esperanza en el triunfo de <strong>la</strong> libertad, impidiéndole resignarse a<br />

<strong>la</strong> sumisión. En <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> el escritor venezo<strong>la</strong>no presenta <strong>la</strong> gran comedia <strong>la</strong>tinoamericana de los jefes<br />

aparentemente demócratas, que gobiernan por interpuesta persona, «dándose así el soberano gusto de<br />

imponerles a sus paisanos una autoridad de ningún modo lícito constituida en su persona» 14 .<br />

12 Demetrio Aguilera Malta, Canal Zone , Santiago de Chile, Nascimento, 1935, p. 69.<br />

13 Ciro Alegría, Los perros <strong>ha</strong>mbrientos , Santiago de Chile, Zig-Zag, 1939, pp. 120-121. La parte<br />

más relevante de <strong>la</strong> obra narrativa del escritor peruano está reunida en Obras Completas , Madrid,<br />

Agui<strong>la</strong>r, 1959 .<br />

14 Rómulo Gallegos, <strong>El</strong> Forastero , Buenos Aires, Peuser, 1948, p. 53. La obra narrativa del escritor<br />

venezo<strong>la</strong>no se encuentra en los dos tomos de <strong>la</strong>s Obras Completas , Madrid, Agui<strong>la</strong>r, 1958.<br />

8


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

En el ámbito hispánico <strong>la</strong> narrativa sobre el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> no se presenta particu<strong>la</strong>rmente<br />

consistente. La <strong>la</strong>rga <strong>dictadura</strong> franquista <strong>ha</strong> llegado a ser tema del narrador so<strong>la</strong>mente después de<br />

<strong>la</strong> muerte del general y en obras de no excesivo nivel, si excluimos <strong>la</strong> pseudo Autobiografía del<br />

general Franco (1993), de Manuel Vázquez Montalbán, que se lee <strong>como</strong> una obra de ficción, y, años<br />

más tarde, acudiendo a un título de Pío Baroja, <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> O César o nada (1998), centrada en <strong>la</strong><br />

familia de los Borgia y el Valentino. Sin embargo, al tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en Hispanoamérica Vázquez<br />

Montalbán <strong>ha</strong>bía dado en 1990 un texto notable en Galíndez.<br />

Mi propósito en este estudio es el de considerar, partiendo de un orden cronológico, además de<br />

<strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s más relevantes de autores hispanoamericanos que tratan directamente del dictador y su<br />

sistema, <strong>la</strong>s de autores españoles que <strong>ha</strong>n asumido <strong>como</strong> escenario Hispanoamérica, pocas en realidad,<br />

pero significativas: con Tirano Banderas y Galíndez , dos textos de Francisco Aya<strong>la</strong>, Muertes de<br />

perro (1958) y <strong>El</strong> fondo del vaso (1962). También existen otras nove<strong>la</strong>s sobre el tema, debidas<br />

a autores españoles, <strong>como</strong> Lo que es del César (1981), de Juan Pedro Aparicio, donde el todavía<br />

reciente pasado hispánico es objeto de denuncia, y Leyenda del César visionario (1991), de Francisco<br />

Umbral, sobre el general Franco y su <strong>dictadura</strong> 15 . Sin embargo, el tema me parece más original y<br />

artísticamente tratado en <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s citadas de Valle-Inclán, Francisco Aya<strong>la</strong> y Vázquez Montalbán.<br />

15 Cfr. : Juan Pedro Aparicio, Lo que es del César , Barcelona, Editorial P<strong>la</strong>neta, 1988, y Francisco<br />

Umbral, Leyenda del César visionario , Barcelona, Seix Barral, 1991.<br />

9


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

De Tirano Banderas a <strong>El</strong> Señor Presidente , <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

entre mito y grotesco<br />

En los orígenes de <strong>la</strong> famosa nove<strong>la</strong> del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, <strong>El</strong> Señor Presidente<br />

, está <strong>la</strong> lección de Ramón María del Valle-Inclán, <strong>la</strong> lectura atenta y provechosa de su nove<strong>la</strong> sobre<br />

el fenómeno de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, Tirano Banderas , que el escritor español publica en 1926. Asturias<br />

vivía entonces una época de formación en París y, según confiesa, en <strong>la</strong> capital francesa <strong>ha</strong>bía tenido<br />

ocasión de conocer a varios de los autores consagrados del momento, entre ellos a Valle-Inclán 16 .<br />

Son ciertamente los del París « des années folles », de los que trata Marc Cheymol 17 , años de<br />

gran importancia desde el punto de vista artístico para el futuro escritor, que ya <strong>ha</strong>bía empezado su<br />

aprendizaje en <strong>la</strong> narrativa y <strong>la</strong> poesía y que <strong>ha</strong>bía llegado a <strong>la</strong> capital francesa con un cuento, «Los<br />

mendigos políticos», que luego desarrol<strong>la</strong>ría en una nove<strong>la</strong>, <strong>El</strong> Señor Presidente precisamente.<br />

No cabe duda de que cuando se publicó Tirano Banderas el libro fue lectura intensa y significativa<br />

para el joven narrador que ya se <strong>ha</strong>bía metido en <strong>la</strong> escritura de su primera nove<strong>la</strong>, además de en<br />

<strong>la</strong>s narraciones que reuniría en <strong>la</strong>s Leyendas de Guatema<strong>la</strong> , libro que publicó en Madrid en 1930,<br />

mientras <strong>El</strong> Señor Presidente tuvo una gestación más <strong>la</strong>rga y vio <strong>la</strong> luz, a pesar de <strong>ha</strong>berlo terminado<br />

en 1932, so<strong>la</strong>mente en 1946.<br />

Valle-Inclán se proponía en su nove<strong>la</strong> representar a un singu<strong>la</strong>r mundo americano, esa «república<br />

comprensiva de Hispanoamérica» de <strong>la</strong> que <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> Seymour Mentón 18 ; el escritor español ofrece en<br />

su nove<strong>la</strong> un cuadro de gran interés artístico, pero inclinado <strong>ha</strong>cia lo exótico, en <strong>la</strong> representación<br />

de un drama que califica significativamente «de tierra caliente» 19 . Lo que corresponde a <strong>la</strong> idea<br />

folclórica que Europa tenía de América, sobre todo de <strong>la</strong> América Central y del Caribe, que ya desde<br />

16 Cfr. <strong>la</strong>s dec<strong>la</strong>raciones de Asturias a Luis López Álvarez en Conversaciones con Miguel Ángel<br />

Asturias , Madrid, Editorial Magisterio Español, 1974, pp. 77-80.<br />

17 Marc Cheymol, Miguel Ángel Asturias dans le Paris des Années Folles , Grenoble, Université<br />

de Grenoble, 1987.<br />

18 Seymour Mentón, «La nove<strong>la</strong> experimental y <strong>la</strong> república comprensiva de Hispanoamérica»,<br />

Humanitas , I, 1, 1960.<br />

19 Ramón María Del Valle-Inclán, Tirano Banderas. Nove<strong>la</strong> de tierra caliente , Edición de Alonso<br />

Zamora Vicente, Madrid, Espasa Calpe, 1999 (XVª ed. ).<br />

10


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

el descubrimiento antil<strong>la</strong>no <strong>ha</strong>bía, voluntaria o involuntariamente, difundido Cristóbal Colón, cuando<br />

en su Diario describía y celebraba <strong>la</strong> belleza de un paisaje de «árboles muy verdes, y aguas muc<strong>ha</strong>s<br />

y frutas de diversas maneras» 20 , de is<strong>la</strong>s fertilísimas donde «todo el año siembran panizo y cogen, y<br />

así todas otras cosas», cubiertas de árboles «muy diferentes de los nuestros», muchos de los cuales<br />

tenían los ramos de muc<strong>ha</strong>s maneras y todo en un pie. Y un ramito es de una manera y otro de<br />

otra; y tan disforme, que es <strong>la</strong> mayor maravil<strong>la</strong> del mundo cuanta es <strong>la</strong> diversidad de <strong>la</strong> una manera<br />

a <strong>la</strong> otra». 21<br />

Por otra parte, <strong>la</strong> todavía reciente independencia hispanoamericana y <strong>la</strong> serie de movimientos<br />

revolucionarios y de golpes que caracterizó <strong>ha</strong>sta bien entrado el siglo XX a los países del área<br />

indicada, sobre todo <strong>la</strong> centroamericana, debían de <strong>ha</strong>ber difundido en España una notable impresión<br />

negativa de inestabilidad y desorden, que c<strong>la</strong>ramente Valle-Inclán refleja en su nove<strong>la</strong>.<br />

Para dar un tono americano a su libro el escritor acude, <strong>como</strong> es bien sabido, a una mezc<strong>la</strong><br />

lingüística de numerosas peculiaridades presentes en el <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> de los distintos países de América. En<br />

sus intenciones ello hubiera debido representar cabalmente <strong>la</strong> realidad expresiva de Hispanoamérica,<br />

representación positivamente alcanzada según Emma Susana Speratti Pinero 22 . Al contrario, me<br />

20 Cristóbal Colón, Diario de a bordo: »Jueves 11 de octubre», en Diario de Colón , Prólogo de<br />

Gregorio Marañón, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1972 (2ª ed. ), p. 26.<br />

21 Ibi. , »Martes y miércoles, 16 de octubre», p. 36.<br />

22 Cfr. en torno a <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Valle-Inclán el libro ya clásico de Emma Susana Speratti Pinero,<br />

La e<strong>la</strong>boración artística en «Tirano Banderas» , México, <strong>El</strong> Colegio de México, 1957. Afirma <strong>la</strong><br />

autora, Ibi. , p. 107 : «Tirano Banderas se nos presenta <strong>como</strong> una viva conjunción de lo que Valle-<br />

Inclán <strong>ha</strong> interpretado y sentido <strong>como</strong> esencialmente americano.» Y ac<strong>la</strong>ra, Ibi. , pp. 107-108 : «<strong>ha</strong>y<br />

que entenderse bien sobre este aspecto. Frente al texto de Valle-Inclán es necesario abandonar el<br />

concepto estrecho del americanismo y aceptar el más amplio, el que no limita su consideración a<br />

los indigenismos y a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras españo<strong>la</strong>s que <strong>ha</strong>n cambiado de sentido en un ambiente distinto,<br />

sino que admite, dentro del funcionamiento del <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> americana, arcaísmos, neologismos, localismos<br />

peninsu<strong>la</strong>res y voces extranjeras, siempre que el arraigo de su empleo lo justifique. Y esto es necesario<br />

porque Valle-Inclán recoge en su obra desde los indigenismos de vieja data en el español general<br />

<strong>ha</strong>sta todo cuanto siente funcionar <strong>como</strong> <strong>ha</strong>bitual del medio que evoca, o, mejor dicho, de los medios<br />

que sintetiza en un ambiente verosímil» .<br />

11


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

parece que esta mezc<strong>la</strong> arbitraria acaba por aumentar el sentido artificioso del expediente. Tirano<br />

Banderas es ciertamente en sí una gran nove<strong>la</strong>, representa un momento de extraordinario relieve en <strong>la</strong><br />

narrativa de Valle-Inclán, ya famoso por sus Sonatas , pero adolece de una evidente superficialidad<br />

en <strong>la</strong> interpretación del drama y de <strong>la</strong> condición americana. Su idea de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> es «esperpéntica»,<br />

representa una especie de espectáculo deformado, en el que intervienen numerosas curiosidades. <strong>El</strong><br />

autor, en efecto, se demora en observaciones interesantes acerca del carácter de los «gachupines»,<br />

que formaban el gremio comercial, los co<strong>la</strong>boradores del tirano, el cuerpo diplomático, especialmente<br />

el embajador de España, presentado negativamente <strong>como</strong> homosexual. <strong>El</strong> lector sigue con interés <strong>la</strong><br />

narración, pero inmediatamente percibe que a Tirano Banderas le falta algo que tienen <strong>El</strong> Señor<br />

Presidente y <strong>la</strong>s demás nove<strong>la</strong>s hispanoamericanas que denuncian <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>: una experiencia<br />

directa de dolor.<br />

En su libro Valle-Inclán ve el drama desde afuera, no lo siente íntimamente; el panorama de <strong>la</strong><br />

<strong>dictadura</strong> es demasiado esquemático; el clima de violencia tiene en ocasiones algo folletinesco, <strong>como</strong><br />

en el «gran final», cuando el tirano, a punto de ser vencido, mata a su hija idiota y luego cae acribil<strong>la</strong>do<br />

por los rebeldes:<br />

Sacó del pecho un puñal, tomó a <strong>la</strong> hija de los cabellos para asegurar<strong>la</strong>, y cerró los ojos. Un memorial<br />

de los rebeldes dice que <strong>la</strong> cosió con quince puña<strong>la</strong>das. 23<br />

Y luego «salió a <strong>la</strong> ventana, b<strong>la</strong>ndiendo el puñal, y cayó acribil<strong>la</strong>do» 24 . La cabeza del tirano queda<br />

expuesta al público, el cuerpo descuartizado y enviados los restos a <strong>la</strong>s más lejanas provincias <strong>como</strong><br />

escarmiento:<br />

Su cabeza, befada por sentencia, estuvo tres días puesta sobre un cadalso con hopas amaril<strong>la</strong>s, en <strong>la</strong><br />

P<strong>la</strong>za de Armas. <strong>El</strong> mismo auto mandaba <strong>ha</strong>cer cuartos el tronco y repartirlos de frontera a frontera,<br />

de mar a mar. Zamalpoa y Nueva Cartagena, Puerto Colorado y Santa Rosa del Titipay, fueron <strong>la</strong>s<br />

ciudades agraciadas. 25<br />

Final de trágica grandiosidad, inspirado transparentemente en <strong>la</strong> crónica que re<strong>la</strong>ta el fin de Lope de<br />

Aguirre, cuando acosado por <strong>la</strong>s tropas reales, abandonado por sus soldados, viéndose perdido, «dio<br />

23 R. M. Del Valle-Inclán, Tirano Banderas , op. cit. , p. 256.<br />

24 Ibidem.<br />

25 Ibidem.<br />

12


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

de puña<strong>la</strong>das a una so<strong>la</strong> hija que tenía, que mostraba querer<strong>la</strong> más que a sí», antes de que uno de sus<br />

«marañones» le matara a arcabuzasos 26 . La suerte que le toca a Tirano Banderas es prácticamente <strong>la</strong><br />

misma: al «gran rebelde» le fue cortada <strong>la</strong> cabeza y, llevada al Tocuyo, fue puesta en el rollo «en una<br />

jau<strong>la</strong> de hierro», mientras <strong>la</strong> mano derec<strong>ha</strong> fue llevada a <strong>la</strong> ciudad de Mérida, <strong>la</strong> izquierda a Valencia<br />

27 . Como si fuera poco comenta el cronista:<br />

Y, cierto, me parece que fuera mejor ec<strong>ha</strong>lle a los perros que lo comieran todo, para que su ma<strong>la</strong><br />

fama peresciera, y más presto se perdiera de <strong>la</strong> memoria de los hombres, <strong>como</strong> hombre tan perverso,<br />

que deseaba fama adquirida con infamia. 28<br />

Lo que l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> atención en Tirano Banderas es que en sus opositores falta un ideal verdadero y<br />

<strong>la</strong> luc<strong>ha</strong> contra él es más bien determinada por intereses personales. <strong>El</strong> régimen aparece representado<br />

eficazmente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> en toda su brutalidad y su símbolo es <strong>la</strong> cárcel. La figura del dictador,<br />

medio brujo, medio bandido, domina con su ejercicio cruel del poder. <strong>El</strong> mismo Asturias explicará<br />

el ascendente misterioso que el dictador ejerce sobre sus súbditos en países de hondas raíces míticas<br />

29 . No se comprende, sin embargo, si en el tirano es mayor <strong>la</strong> sed del poder en sí o si le domina en<br />

su ejercicio el gusto malvado de destruir a su prójimo.<br />

Valle-Inclán logra <strong>ha</strong>cer de <strong>la</strong> figura lóbrega de Banderas una pesadil<strong>la</strong> que todo lo domina,<br />

acudiendo a una repetición obsesiva de imágenes, que presentan al personaje casi siempre «agaritado»<br />

detrás del marco de una ventana del convento-fortaleza en que vive. <strong>El</strong> hombre está siempre<br />

avizorando el mundo circundante, <strong>como</strong> si más que el temor a ser sorprendido por sus enemigos le<br />

inquietara un ámbito natural que se escapa a su voluntad de dominio.<br />

Característica del tirano, que pasará al Presidente de Asturias, es el aspecto sombrío, fúnebre. Valle-<br />

Inclán lo presenta <strong>como</strong> un garabato cruel, cadavérico, muerte que va sembrando <strong>muerto</strong>s:<br />

26 Cfr. <strong>la</strong> Re<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> jornada de Pedro de Ursúa a Omagua y al Dorado , por Francisco Vázquez,<br />

versión de Pedrarías De Almesto, en <strong>El</strong>ena Mampel González - Neus Escandell Tur, Lope de Aguirre:<br />

Crónicas (1559-1561), Barcelona, Editorial 7 1/2 S.A. , Universidad de Barcelona, 1981, p. 268.<br />

27 Ibi. , p. 269.<br />

28 Ibidem.<br />

29 Miguel Ángel Asturias, «<strong>El</strong> Señor Presidente <strong>como</strong> mito», Studi di Letteratura Ispano-<br />

americana , I, 1967.<br />

13


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Inmóvil y taciturno, agaritado de perfil en una remota ventana, atento al relevo de guardias en <strong>la</strong><br />

campa barcina del convento, parece una ca<strong>la</strong>vera con antiparras negras y corbatín de clérigo. 30<br />

A partir del libro primero, que inaugura un «Icono del tirano», <strong>la</strong> figura de Santos Banderas, un ser<br />

«con mueca de ca<strong>la</strong>vera», aparece concretamente, y desde el momento inicial domina con su presencia<br />

toda <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. La ventana sigue siendo el marco preferido; desde su bien defendida residencia mueve<br />

a su arbitrio todo el gran teatro del mundo. Crueldad y falta de escrúpulos se unen en el personaje<br />

a una innata <strong>ha</strong>bilidad de jugador, con <strong>la</strong> que se impone a través del c<strong>ha</strong>ntaje y <strong>la</strong> corrupción sobre<br />

un séquito servil y anónimo:<br />

Tirano Banderas, con paso de rata fisgona, seguido por los compadritos, abandonó el juego de <strong>la</strong><br />

rana. Al cruzar por el c<strong>la</strong>ustro, un grupo de uniforme, que choteaba en el fondo, guardó repentino<br />

silencio. Al pasar, <strong>la</strong> momia escrutó el grupo 31<br />

Figura de mal agüero, Valle-Inclán acerca siempre al déspota a <strong>la</strong> imagen de un pajarraco: «Tirano<br />

Banderas, sumido en el hueco de <strong>la</strong> ventana, tenía siempre el prestigio de un pájaro noc<strong>ha</strong>rniego »<br />

32 ; «Tirano Banderas, agaritado en <strong>la</strong> ventana, inmóvil y distante, acrecentaba su prestigio de pájaro<br />

sagrado» 33 . Frente a él, un mundo de basura humana estudiado en profundidad por el novelista, una<br />

humanidad servil y corrupta, cuyas carencias morales son <strong>la</strong>s que le permiten a Banderas el ejercicio<br />

del poder absoluto.<br />

Valle-Inclán construye <strong>la</strong> figura del déspota acudiendo a detalles no siempre negativos, para<br />

subrayar con mayor eficacia <strong>la</strong>s negatividades. Al fin y al cabo, por más aparatosa que sea <strong>la</strong> escena<br />

final de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, no carece de valor el personaje, muy al contrario de lo que ocurre siempre en el final<br />

de los tiranos, y acaba por sugestionar favorablemente al lector. Frente a <strong>la</strong> falta absoluta de ideales<br />

de sus adversarios, Tirano Banderas es el único que, a pesar de su actuación malvada, se afirma <strong>como</strong><br />

un hombre verdadero.<br />

30 R. M. Del Valle-Inclán, Tirano Banderas , op. cit. , p. 42.<br />

31 Ibi. , pp. 63-64.<br />

32 Ibi. , p. 50.<br />

33 Ibi. , p. 51.<br />

14


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Distinto es el procedimiento y el resultado de Miguel Ángel Asturias en <strong>El</strong> Señor Presidente ,<br />

nove<strong>la</strong> terminada, <strong>como</strong> dije, en 1932 pero que por razones diversas y de oportunidad, que expuse<br />

en su tiempo 34 , sólo se dio a <strong>la</strong> imprenta en México en 1946. <strong>El</strong> libro adquiere inmediatamente<br />

categoría ejemp<strong>la</strong>r en América Latina, dando al tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> resonancia inédita, aunque se<br />

refería concretamente al gobierno del dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera, contra el cual<br />

Rafael Arévalo Martínez, en el mismo año 1946, publicaba ¡Ecce Pericles! , denuncia documentada<br />

de sus fechorías.<br />

Anteriormente el mismo Arévalo Martínez <strong>ha</strong>bía escrito un cuento <strong>la</strong>rgo sobre el tema del «hombre<br />

fuerte», Las fieras del Trópico , que incluyó en su libro <strong>El</strong> hombre que parecía un caballo<br />

(1915). Creo cierto que Asturias leyó este cuento, de gran perfección artística dentro del estilo<br />

modernista. Serían pronto los años en que en Europa el culto por <strong>la</strong> fuerza iba a tener sus expresiones<br />

en movimientos totalitarios, anunciados y apoyados por ciertas corrientes de vanguardia <strong>como</strong> el<br />

futurismo. <strong>El</strong> culto por <strong>la</strong> belleza física era una componente importante del modernismo, que iba a<br />

manifestarse también en el culto por el hombre fuerte, elegante y ágil, un personaje que se imponía por<br />

su masculinidad vigorosa y al mismo tiempo gentil, así <strong>como</strong> por <strong>la</strong> rapidez de sus decisiones, fruto<br />

de una inteligencia despierta. Afirma del individuo el personaje narrante: «Es uno de los hombres más<br />

bellos que he conocido en mi vida» 35 ; le impresiona su agilidad cuando salta a uno de los carros del<br />

tren, antes de que se pare en <strong>la</strong> estación, y despierta en el personaje extraordinario entusiasmo:<br />

Yo veía al hermoso ejemp<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> especie humana que deleitaba mis ojos en esa hora, bello <strong>como</strong><br />

un arcángel, vestido todo de te<strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca, en armonía con el terrible calor de aquel territorio tropical;<br />

con sombrero y zapatos b<strong>la</strong>ncos, con ojos c<strong>la</strong>ros, de tez b<strong>la</strong>nca, de pelo casi rubio, todo él c<strong>la</strong>ro y<br />

b<strong>la</strong>nco. Vestía con tan suprema elegancia su modesta ropa de <strong>ha</strong>bitante de <strong>la</strong> zona tórrida, igual a <strong>la</strong><br />

que a su alrededor llevaban comerciantes y <strong>ha</strong>cendados, que se le hubiera creído un monarca. Sobre<br />

su diestra, grande, b<strong>la</strong>nca, cuidada <strong>como</strong> mano de cardenal o mujer, bril<strong>la</strong>ba un solitario de enorme<br />

precio. Se conocía que aquel hombre bello y c<strong>la</strong>ro era el señor de <strong>la</strong> comarca, por derecho propio, con<br />

34 Cfr. G. Bellini, La narrativa di Miguel Ángel Asturias , Mi<strong>la</strong>no, Cisalpino, 1966 y ahora en<br />

Mundo mágico y mundo real. La narrativa de Miguel Ángel Asturias , op. cit.<br />

35 Rafael Arévalo Martínez, «Las fieras del Trópico», en <strong>El</strong> hombre que parecía un caballo y otros<br />

cuentos , edición crítica, Dante Liano coordinadror, Madrid, ALLCA XX, 1997, p. 76.<br />

15


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>la</strong> realeza no usurpada que a oril<strong>la</strong>s del Ganges tienen los tigres del Benga<strong>la</strong>. En el caliente trópico<br />

<strong>como</strong> aquél tenían que ser los señores. 36<br />

No cabe duda, de este personaje algo queda en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Asturias, y es en <strong>la</strong> figura de Cara<br />

de Ángel, porque en nada se parece el Señor Presidente al magnífico ejemp<strong>la</strong>r humano: cuanto el de<br />

Rafael Arévalo Martínez es luminoso y cinegético, tanto es gris el dictador protagonista de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong><br />

asturiana. <strong>El</strong> trasvase de elementos se verifica en <strong>la</strong> figura del favorito, y se resume en el inquietante<br />

leit-motiv : «era bello y malo <strong>como</strong> Satán».<br />

La ausencia, en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Asturias de datos que faciliten <strong>la</strong> identificación concreta de personajes<br />

y de lugares, <strong>la</strong> falta de indicaciones temporales, transforma <strong>El</strong> Señor Presidente en un libro de<br />

denuncia contra toda <strong>dictadura</strong>. La lección esperpéntica de Valle-Inclán está perfectamente asimi<strong>la</strong>da,<br />

igual que <strong>la</strong> del surrealismo, pero <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> del escritor guatemalteco cobra ventaja sobre <strong>la</strong> del autor<br />

español por originalidad de materiales lingüísticos y por ser producto de una pasión directamente<br />

sentida, de una experiencia vivida en sus años juveniles, en tiempos de <strong>la</strong> luc<strong>ha</strong> contra el dictador<br />

Estrada Cabrera.<br />

Entre mito y realidad <strong>la</strong> figura del déspota domina <strong>la</strong>s páginas de <strong>El</strong> Señor Presidente , pero<br />

sustancialmente <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> es distinta de <strong>la</strong> de Valle-Inclán, a pesar de que se repiten ciertos detalles,<br />

que sin embargo asumen significados nuevos. Es el caso de <strong>la</strong> familiaridad de los altos funcionarios<br />

y militares de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> con el prostíbulo: en Tirano Banderas <strong>la</strong> casa del p<strong>la</strong>cer es únicamente<br />

un detalle pintoresco, algo que complica <strong>la</strong> trama con elementos híbridos y un erotismo superficial,<br />

mientras que en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Asturias es un elemento relevante, puesto que califica y destruye <strong>la</strong><br />

aparente dignidad de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>; en Tirano Banderas se tiene <strong>la</strong> impresión de que <strong>la</strong> supuesta nación<br />

sobre <strong>la</strong> que manda el dictador no es más que un cortijo, mientras en <strong>El</strong> Señor Presidente se individua<br />

de inmediato que existe todo un país sometido al arbitrio del tirano.<br />

En el mundo sobre el que reina Tirano Banderas no existe valor humano ni moral realmente positivo,<br />

personajes que mantengan una verdadera dignidad, a no ser <strong>la</strong> figura solitaria del indio que ayuda en<br />

su fuga al «coronelito» de <strong>la</strong> Gándara. Nadie se salva moralmente. Por el contrario en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de<br />

Asturias, en medio del terror, el atropello y <strong>la</strong> violencia sobreviven los valores humanos, representados<br />

en <strong>la</strong> serie infinita de los que sufren, criaturas humildes en general, todo un pueblo que, a pesar del<br />

infierno en el que vive, no <strong>ha</strong> perdido su dignidad. Lo simbolizan los presos que, al comienzo y al final<br />

36 Ibi. , p. 77.<br />

16


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, pasan en procesión incesante, cargados de cadenas, camino de <strong>la</strong> cárcel, <strong>la</strong> atormentada<br />

«niña» Fedina, <strong>la</strong>s mujeres mismas del burdel de doña Chon, más humanas en su miseria que cualquier<br />

exponente de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, el estudiante que encerrado en <strong>la</strong> cárcel proc<strong>la</strong>ma el valor de <strong>la</strong> acción<br />

frente a <strong>la</strong> resignación de <strong>la</strong> oración.<br />

Sobre este infierno humano, en el que actúan los seres más repugnantes, entre ellos, por bello que<br />

sea, el favorito del Presidente, Cara de Ángel, domina un personaje del cual Asturias no da ni siquiera<br />

el nombre y al que nunca describe físicamente, enigmático, frío y cruel, que incute no so<strong>la</strong>mente temor<br />

sino también cierto respeto <strong>ha</strong>sta en sus enemigos. <strong>El</strong> mismo Asturias refería siempre que cuando fue<br />

con otros opositores a exigir <strong>la</strong> renuncia al vencido dictador Estrada Cabrera, todavía el hombre ejercía<br />

una fuerte sugestión sobre todos ellos. Pervivencia, <strong>como</strong> explicó años más tarde, de <strong>la</strong> sugestión del<br />

mito en países de fuertes raíces indígenas, del<br />

hombre-mito, el ser-superior (porque es eso, aunque no queramos), el que llena <strong>la</strong>s funciones de<br />

jefe tribal en <strong>la</strong>s sociedades primitivas, ungido por poderes sacros, invisible <strong>como</strong> Dios, pues entre<br />

menos corporal aparezca, más mitológico se le considerará. La fascinación que ejerce en todos, aún en<br />

sus enemigos, el <strong>ha</strong>lo de ser sobrenatural que lo rodea, todo concurre a <strong>la</strong> actualización de lo fabuloso,<br />

fuera de un tiempo cronológico. 37<br />

Eran los tiempos anteriores a <strong>la</strong>s aparatosas manifestaciones inauguradas por dictadores europeos<br />

<strong>como</strong> Mussolini, hombre siempre público, y que en América Central, en Guatema<strong>la</strong>, debía imitar más<br />

tarde el general Jorge Ubico, recorriendo en motocicleta el país y administrando personalmente, a <strong>la</strong><br />

manera de los reyes medievales, una justicia arbitraria, <strong>como</strong> bien <strong>ha</strong> representado Dante Liano en<br />

su nove<strong>la</strong> <strong>El</strong> misterio de San Andrés 38 .<br />

En <strong>El</strong> Señor Presidente Asturias tiende sobre todo a presentar el poder deformante y desmoronador<br />

de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, <strong>la</strong> difusión de un clima en el que <strong>la</strong> personalidad humana se anu<strong>la</strong> frente al temor.<br />

<strong>El</strong> mismo Cara de Ángel experimenta este resultado último de un sistema al que durante varios años<br />

<strong>ha</strong> apoyado y cuya sustancia se resume en el silogismo: «pienso con <strong>la</strong> cabeza del Señor Presidente,<br />

luego existo, pienso con <strong>la</strong> cabeza del Señor Presidente, luego existo» 39 .<br />

37 M. Á. Asturias, «<strong>El</strong> Señor Presidente <strong>como</strong> mito», art. cit. , pp. 13-14.<br />

38 Cfr. Dante Liano, <strong>El</strong> misterio de San Andrés , México, Editorial Praxis, 1996. Ver pp. 209-217.<br />

39 M. Á. Asturias, <strong>El</strong> Señor Presidente , Buenos Aires, Editorial Losada, 1948, p. 244.<br />

17


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La sombra del hombre nefasto incumbe lóbregamente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> por varios capítulos sin que<br />

aparezca, y cuando lo <strong>ha</strong>ce, en el capítulo quinto de <strong>la</strong> primera parte, es una pobre cosa, casi sin<br />

caracteres humanos. Asturias no acude a <strong>la</strong>rgas descripciones y, con <strong>la</strong> intención de destruir al<br />

personaje, presenta al dictador a través de rasgos borrosos, <strong>ha</strong>ciendo de él un títere cruel y fúnebre:<br />

<strong>El</strong> Presidente vestía <strong>como</strong> siempre de luto riguroso: negros los zapatos, negro el traje, negra <strong>la</strong><br />

corbata, negro el sombrero que nunca se quitaba; en los bigotes canos, peinados sobre <strong>la</strong>s comisura<br />

de los <strong>la</strong>bios, disimu<strong>la</strong>ba <strong>la</strong>s encías sin clientes, tenía los carrillos pellejudos y los párpados <strong>como</strong><br />

pellizcados. 40<br />

En su presentación del dictador Asturias adopta un procedimiento distinto al de Valle-Inclán: no<br />

construye a su personaje, sino que lo va demoliendo poco a poco destacando a través de escasos<br />

detalles cromáticos -negro y gris-, y anatómicos de <strong>la</strong> cara -encías desiertas, carrillos pellejudos y<br />

párpados ralos-, <strong>la</strong> negatividad de su figura. La crueldad del tirano no procede de <strong>la</strong> manifestación<br />

violenta de sus instintos, <strong>como</strong> en Tirano Banderas , sino de una fría indiferencia <strong>ha</strong>cia su prójimo;<br />

su poder absoluto de vida y de muerte parece fundarse, más que sobre <strong>la</strong> fuerza material, sobre el<br />

desprecio, producto de un alma vulgar. Es en realidad un hombre débil, fácil al miedo, que sólo se<br />

mantiene en el poder gracias a su compromiso con el capital extranjero y a <strong>la</strong> pasividad de un pueblo<br />

anonadado por <strong>la</strong> violencia.<br />

<strong>El</strong> proceso de destrucción del personaje, característico de Asturias 41 , se aplica al Señor Presidente<br />

en una serie numerosa de detalles que subrayan <strong>la</strong> indignidad del hombre y lo absurdo de un poder<br />

que se explica en parte por <strong>la</strong> fascinación que ejerce sobre un pueblo todavía apegado al mito. En su<br />

representación del hombre nefasto el escritor afirma que se inspiró en Faulkner 42 , pero con creces<br />

sabemos cómo el poder atrae y fascina siempre <strong>ha</strong>sta a los oprimidos.<br />

40 Ibi. , p. 37.<br />

41 Cfr. G. Bellini, «La destrucción del personaje en <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s de Miguel Ángel Asturias», Studi<br />

di Letteratura Ispano-americana , 3, 1971, y Mundo mágico y mundo real. La narrativa de Miguel<br />

Ángel Asturias , op. cit.<br />

42 Véase M. Á. Asturias, Latinoamérica y otros ensayos , Madrid, Guadiana de Publicaciones, 1968,<br />

p. 23.<br />

18


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La figura del Señor Presidente va afirmándose a través de una serie de elementos únicamente<br />

negativos; su crueldad deriva de un deseo de venganza por una infancia ilegítima de privaciones<br />

y humil<strong>la</strong>ciones; vive en un pa<strong>la</strong>cio frío y de paredes desnudas; le rodea el servilismo y el terror;<br />

dudosa es su virilidad; tratos <strong>ha</strong> mantenido con el prostíbulo; come miserablemente, <strong>como</strong> un pobre<br />

cualquiera. La suya es una comedia vulgar y <strong>la</strong> descripción del personaje concluye en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> con<br />

el triunfo de lo animal, cuando en el capítulo treinta y dos lo vemos emborrac<strong>ha</strong>rse y vomitar sobre su<br />

ex favorito y en una pa<strong>la</strong>ngana que en el fondo trae el escudo de <strong>la</strong> nación. Desprecio por el hombre<br />

y por el país. Perversión de los valores, si el subsecretario se apresura a felicitar a Cara de Ángel por<br />

el reconquistado favor.<br />

En <strong>la</strong> escena se hunden varios p<strong>la</strong>nos del «edificio» dictatorial: el Señor Presidente queda reducido<br />

a pura animalidad y el ex favorito sale destruido en su dignidad de hombre, mientras el estado aparece<br />

entidad sin valor alguno para el dictador; el subsecretario representa <strong>la</strong> abyección de toda una c<strong>la</strong>se<br />

política que vegeta sin dignidad bajo <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>. Personajes todos de un infierno espeluznante sobre<br />

el cual, <strong>como</strong> Lucifer, reina un ser lóbrego y sangriento, rodeado de un enjambre de sabandijas serviles<br />

que lo adu<strong>la</strong>n y a <strong>la</strong>s que él desprecia.<br />

<strong>El</strong> valor de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Asturias está en <strong>la</strong> caracterización profunda de los personajes en lo negativo,<br />

en <strong>la</strong> denuncia de una realidad sombría que se repite en toda <strong>dictadura</strong>. <strong>El</strong> dictador, su sistema, acaban<br />

condenados para siempre <strong>como</strong> germinación monstruosa de <strong>la</strong> siempre floreciente p<strong>la</strong>nta del mal.<br />

19


<strong>El</strong> Reino de este mundo : <strong>la</strong> soledad del poder<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

En todas <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s hispanoamericanas de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> el mandatario se nos presenta<br />

sustancialmente rodeado de soledad. Es <strong>la</strong> violencia del poder <strong>la</strong> que determina en torno del tirano <strong>la</strong><br />

soledad y es su convicción de que es el único individuo relevante del país, destinado a dominar sobre<br />

los demás por este sencillo derecho, lo que le vuelve indiferente a los que le rodean y a <strong>la</strong> nación.<br />

Sobre el tema en 1962 el cubano Alejo Carpentier nos dará <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>El</strong> Siglo de <strong>la</strong>s luces , donde<br />

representa con extraordinaria eficacia <strong>la</strong> soledad de Víctor Hugues, el mandatario francés de <strong>la</strong> época<br />

de <strong>la</strong> Convención en el Caribe, pero, con mayor interés para nuestro argumento, en época anterior, en<br />

1949, él <strong>ha</strong>bía representado en <strong>El</strong> Reino de este mundo <strong>la</strong> grandeza, soledad y fin de un déspota, el<br />

negro <strong>ha</strong>itiano Henri Christophe, que en tiempos de Napoleón se proc<strong>la</strong>mó rey de <strong>la</strong> is<strong>la</strong>, «el primer<br />

rey negro del Nuevo Mundo».<br />

Hay que ac<strong>la</strong>rar que, a diferencia de <strong>El</strong> Señor Presidente de Asturias, <strong>El</strong> Reino de este mundo<br />

no llega a transformarse en libro-símbolo sobre el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>. La individuación histórica<br />

inmediata del personaje y de su aventura, <strong>la</strong> exacta localización geográfica y temporal de <strong>la</strong> misma,<br />

le impiden un alcance mayor de valor simbólico. En <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Carpentier lo que se impone es el<br />

clima, definido por el autor «real maravilloso», donde <strong>la</strong> historia, con sus hechos sorprendentes, se<br />

mezc<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mitología de <strong>la</strong> religión africana y <strong>la</strong>s maravil<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> naturaleza, formando un mundo<br />

de gran sugestión. Escribe Carpentier en el prólogo:<br />

Sin <strong>ha</strong>bérmelo propuesto de modo sistemático, el texto que sigue <strong>ha</strong> respondido a este orden<br />

de preocupaciones. En él se narra una sucesión de hechos extraordinarios, ocurridos en <strong>la</strong> is<strong>la</strong> de<br />

Santo Domingo en determinada época que no alcanza el <strong>la</strong>pso de una vida humana, dejándose que<br />

lo maravilloso fluya libremente de una realidad estrictamente seguida en todos los detalles. Porque<br />

es menester advertir que el re<strong>la</strong>to que va a leerse <strong>ha</strong> sido establecido sobre una documentación<br />

extremadamente rigurosa que no so<strong>la</strong>mente respeta <strong>la</strong> verdad histórica de los acontecimientos, los<br />

nombres de los personajes -incluso secundarios-, de lugares y <strong>ha</strong>sta de calles, sino que oculta, bajo<br />

su aparente intemporalidad, un minucioso cotejo de fec<strong>ha</strong>s y de cronologías. Y sin embargo, por <strong>la</strong><br />

dramática singu<strong>la</strong>ridad de los acontecimientos, por <strong>la</strong> fantástica apostura de los personajes que se<br />

encontraron, en determinado momento, en <strong>la</strong> encrucijada mágica de <strong>la</strong> Ciudad del Cabo, todo resulta<br />

maravilloso en una historia imposible de situar en Europa, y que es tan real, sin embargo, <strong>como</strong><br />

20


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

cualquier suceso ejemp<strong>la</strong>r de los consignados, para pedagógica edificación, en los manuales esco<strong>la</strong>res.<br />

¿Pero qué es <strong>la</strong> historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso? 43<br />

Nada que ver con el «realismo mágico» de Miguel Ángel Asturias, del que ya <strong>ha</strong>bía dado pruebas<br />

en sus Leyendas de Guatema<strong>la</strong> (1930) y parcialmente en <strong>El</strong> Señor Presidente , para manifestarse<br />

en toda su extraordinaria pujanza más tarde en Hombres de maíz (1949) y sucesivamente en <strong>la</strong><br />

incomparable nove<strong>la</strong> Mu<strong>la</strong>ta de tal (1963). Para Asturias era el misterio del mito, <strong>la</strong> magia, el<br />

animismo, <strong>la</strong> naturaleza americana, criatura viva y avasal<strong>la</strong>nte en su esplendor, el significado complejo<br />

del pensamiento indígena, lo que todo lo transformaba en magia. <strong>El</strong> «realismo mágico» era para él<br />

una c<strong>la</strong>ridad otra -otra de <strong>la</strong> que nosotros conocemos-; es otra c<strong>la</strong>ridad: otra luz alumbrando el<br />

universo de dentro a fuera. A lo so<strong>la</strong>r, a lo exterior, se une en <strong>la</strong> magia, para mí, ese interno movimiento<br />

de <strong>la</strong>s cosas que despiertan so<strong>la</strong>s, y so<strong>la</strong>s existen ais<strong>la</strong>das y en re<strong>la</strong>ción con todo lo que <strong>la</strong>s rodea. 44<br />

En su nove<strong>la</strong> Carpentier destaca un destino de soledad. La crueldad, <strong>la</strong> megalomanía, el afán<br />

de grandeza de Henri Christophe introducen en una categoría nueva del tirano en América: <strong>la</strong> del<br />

negro seudo-emancipado que transforma su reino y su corte en un ridículo remedo de Versalles -lo<br />

<strong>ha</strong>ría también Iturbide en México al proc<strong>la</strong>marse emperador, y no iría muy lejos de ello el mismo<br />

dictador Santa Anna con su amor por <strong>la</strong>s divisas y <strong>la</strong>s condecoraciones 45 -, mientras actúa contra<br />

sus compatriotas <strong>como</strong> un déspota, fundando su poder en <strong>la</strong> violencia y el terror, el trabajo forzoso,<br />

<strong>la</strong> represión policíaca, aumentando así su ais<strong>la</strong>miento, su soledad, y provocando al final, con <strong>la</strong> del<br />

país, su propia ruina.<br />

Frente al sucederse vertiginoso de los acontecimientos, cuando ya el pueblo está a punto de<br />

rebe<strong>la</strong>rse, <strong>ha</strong>rto de tanto vejamen y locura, mientras el tambor difunde <strong>la</strong> señal de <strong>la</strong> rebelión y se<br />

verifica <strong>la</strong> desbandada de los soldados, dignatarios y criados, el rey de opereta en su pa<strong>la</strong>cio suntuoso<br />

de Sans-Souci toma conciencia de su fracaso, de <strong>la</strong> soledad que lo rodea. Como en una de <strong>la</strong>s célebres<br />

pinturas de Valdés Leal todo está en poder de <strong>la</strong> muerte, de <strong>la</strong> destrucción. Conciente de su condición<br />

el hombre, <strong>como</strong> si se apoderara de él un ansia de destrucción, abre un cofre, saca puñados de monedas<br />

de p<strong>la</strong>ta con su efigie, <strong>la</strong>s arroja al suelo junto con sus coronas, grandiosa representación barroca:<br />

43 Alejo Carpentier, «Prólogo» a <strong>El</strong> Reino de este mundo , México, E.D.I.A.P.S.A., 1949, pp. 16-17.<br />

44 Cfr. en L. López Álvarez, Conversación con Miguel Ángel Asturias , op. cit. , p. 166 y 168.<br />

45 Véase sobre los dos personajes Rafael E. Muñoz, Santa Anna. <strong>El</strong> dictador resp<strong>la</strong>ndeciente ,<br />

México, Fondo de Cultura Económica, 1992 (2ª ed. ; Iª ed. Madrid, Espasa Calpe, 1936).<br />

21


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

arrojó al suelo una tras otra varias coronas de oro macizo, de distinto espesor. Una de el<strong>la</strong>s alcanzó<br />

<strong>la</strong> puerta, rodando, escaleras abajo, con un estrépito que llenó todo el pa<strong>la</strong>cio. <strong>El</strong> rey se sentó en el<br />

trono viendo <strong>como</strong> acababan de derretirse <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong>s amaril<strong>la</strong>s de un cande<strong>la</strong>bro. Maquinalmente recitó<br />

el texto que encabeza <strong>la</strong>s actas públicas de su gobierno: «Henri, por <strong>la</strong> gracia de Dios y de <strong>la</strong> Ley<br />

Constitucional del Estado, Rey de Haiti, . 46<br />

Todo <strong>ha</strong> acabado y el rey se suicida, se pega un tiro. Su cadáver, llevado a <strong>la</strong> ciudade<strong>la</strong> que <strong>como</strong><br />

último y ya inútil reducto hizo levantar con el trabajo de sus compatriotas, nuevamente esc<strong>la</strong>vos, en un<br />

lugar inaccesible de <strong>la</strong> montaña, es enterrado en <strong>la</strong> argamasa aún fresca de una p<strong>la</strong>zoleta para piezas<br />

de artillería. Carpentier destaca de manera convincente el límite del poder, <strong>la</strong> posición desamparada<br />

del dictador frente a <strong>la</strong> muerte, <strong>la</strong> miseria del hombre que se creyó para siempre todopoderoso y que<br />

muere solo, en el ais<strong>la</strong>miento que su actuación aberrante le <strong>ha</strong> creado en torno:<br />

Por fin se cerró <strong>la</strong> argamasa sobre los ojos de Henri Christophe, que proseguía, ahora, su lento viaje<br />

en descenso, en <strong>la</strong> entraña misma de una humedad que se iba <strong>ha</strong>ciendo menos envolvente. Al fin el<br />

cadáver se detuvo, hecho uno con <strong>la</strong> piedra que lo apresaba. 47<br />

En su nove<strong>la</strong> el escritor cubano no pretende so<strong>la</strong>mente re<strong>la</strong>tar <strong>la</strong> historia de un dictador, sino destacar<br />

también <strong>la</strong> condición recurrente de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, mal que se repite incansablemente: antes eran los<br />

franceses, <strong>la</strong> sociedad esc<strong>la</strong>vista criol<strong>la</strong> y, después de <strong>la</strong>s abortadas esperanzas de libertad, el reino<br />

de Henri Christophe. A una figura-símbolo, <strong>la</strong> de Ti Noel, cumple atestiguar el desgaste irremediable<br />

de los tiempos, <strong>la</strong> repetición incansable de <strong>la</strong> condición esc<strong>la</strong>va del hombre: él llegará a viejo sin<br />

<strong>ha</strong>ber encontrado nunca en su país una situación de libertad; su sorpresa frente al látigo que, después<br />

de los b<strong>la</strong>ncos, ahora enarbo<strong>la</strong>n los negros contra sus compañeros de raza, para que trabajen en <strong>la</strong><br />

construcción de La Ciudade<strong>la</strong>, ya no es tal cuando, después de <strong>la</strong> muerte del rey, toman el poder los<br />

mu<strong>la</strong>tos del norte y llega a <strong>la</strong> conclusión amarga de que <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> no tiene extinción. A pesar de<br />

lo cual, a última hora, el viejo descubre el verdadero significado del hombre en <strong>la</strong> tierra, <strong>la</strong> razón de<br />

su permanencia y de su sacrificio:<br />

comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja<br />

para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán, y esperarán y trabajarán para otros que<br />

46 A. Carpentier, <strong>El</strong> Reino de este mundo , op. cit. , pp. 158-159.<br />

47 Ibi. , p. 168.<br />

22


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

también no serán felices, pues el hombre ansia siempre una felicidad situada más allá de <strong>la</strong> posición<br />

que le es otorgada. Pero <strong>la</strong> grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En<br />

imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no <strong>ha</strong>y grandeza que conquistar, puesto que allá todo es<br />

jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y<br />

deleite. Por ello, agobiado de penas y Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de<br />

<strong>la</strong>s p<strong>la</strong>gas, el hombre sólo puede <strong>ha</strong>l<strong>la</strong>r su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo. 48<br />

48 Ibi. , p. 197.<br />

23


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> <strong>como</strong><br />

«cosificación»<br />

En el mismo año en que aparecen <strong>El</strong> Señor Presidente y <strong>El</strong> Reino de este mundo , el colombiano<br />

Jorge Za<strong>la</strong>mea publica una nove<strong>la</strong> breve, La metamorfosis de Su Excelencia , que compuso en su<br />

país «bajo el terror de <strong>la</strong> época», <strong>como</strong> él mismo dec<strong>la</strong>ra 49 es decir en un momento particu<strong>la</strong>rmente<br />

crítico para Colombia y sus <strong>ha</strong>bitantes, debido a <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> de Mariano Ospina Pérez (de 1946 a<br />

1950), a <strong>la</strong> que seguiría <strong>la</strong> de Laureano Gómez (de 1950 a 1953).<br />

<strong>El</strong> omnipotente personaje que aparece en <strong>la</strong> breve nove<strong>la</strong> está obsesionado por «un soso olor» a<br />

matadero 50 , a «agrio tufillo de ropas sudadas» 51 , o para precisarlo mejor a<br />

sábanas mancil<strong>la</strong>das,<br />

flores en putrefacción,<br />

húmedas cenizas,<br />

vendas sanguinolentas...<br />

y el tufo extrañamente ferruginoso de <strong>la</strong> cadaverina. 52<br />

Lo que determina en el dictador «un asco incoercible de los hombres» 53 . Su Excelencia<br />

experimenta, pues, encontrados sentimientos, que el narrador subraya con ironía: «católico<br />

practicante, fervoroso y ejemp<strong>la</strong>r» 54 , lo asalta un torbellino de escrúpulos en torno a <strong>la</strong> salvación<br />

de <strong>la</strong>s almas de los individuos que manda eliminar, <strong>ha</strong>sta desembocar en una visión escalofriante que<br />

49 Cfr. Alfredo Iriarte, «Ensayo crítico sobre <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> y La<br />

metamorfosis de Su Excelencia », en Jorge Za<strong>la</strong>mea, <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , La<br />

Habana, Casa de <strong>la</strong>s Américas, 1968, p. 76.<br />

50 J. Za<strong>la</strong>mea, La metamorfosis de Su Excelencia , en <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , op.<br />

cit. , p. 83.<br />

51 Ibi. , p. 87.<br />

52 Ibi. , p. 88.<br />

53 Ibi. , p. 89.<br />

54 Ibi. , p. 96.<br />

24


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

l<strong>la</strong>ma a <strong>la</strong> memoria del lector el Sueño del Infierno de Quevedo, o el comienzo mismo de <strong>El</strong> Señor<br />

Presidente de Asturias. <strong>El</strong> sueño del dictador es una especie de pesadil<strong>la</strong> infernal; Su Excelencia<br />

se veía a sí misma, desnuda, formando el lívido centro de una monstruosa flor de cuerpos humanos<br />

que se asían de ellos por los cabellos, los brazos y <strong>la</strong>s piernas mientras se precipitaban todos <strong>ha</strong>cia<br />

un nauseabundo pié<strong>la</strong>go de azufradas l<strong>la</strong>mas, entre un desesperado c<strong>la</strong>mor de maldiciones y <strong>la</strong>s<br />

interjecciones arrieras de multitud de diablos, diablesas y diablillos que los aguijoneaban en su<br />

definitivo derrumbamiento. 55<br />

<strong>El</strong> mandatario tiene que convencerse al final de que el «soso olor a <strong>muerto</strong>» promana de su misma<br />

persona, dispensadora más que generosa de muerte. Quien destruye a su pueblo es él; sus «terribles<br />

paisajes de sueño», al igual que para el general Franco en el infierno nerudiano de España en el<br />

corazón , representan su condena y los componen sobre todo «chiquillos de ensangrentada espalda»,<br />

«de bruces en <strong>la</strong> tierra»:<br />

Ora veía pasar por un interminable camino de nieb<strong>la</strong>, en una so<strong>la</strong> fi<strong>la</strong>, mil<strong>la</strong>res de niños en cuyos<br />

aovados rostros no <strong>ha</strong>bía más facciones que una boca de amoratados <strong>la</strong>bios que <strong>la</strong>mía y chupaba<br />

desesperadamente un amarillo hueso mondo. 56<br />

Para el terrible personaje un recodo apacible lo representa al final el recuerdo de su infancia; de<br />

el<strong>la</strong> promanan frescos aromas de perdida inocencia y para quitarse de en torno el «soso olor» que lo<br />

persigue, el hombre decide regresar a los sitios míticos de su remoto pasado, el de los juegos infantiles,<br />

y allí se <strong>ha</strong>ce llevar a escondidas por su edecán. Tentativa inútil, puesto que quien produce muerte no<br />

puede encontrar salvación. En el jardín mítico de <strong>la</strong> infancia todo huele a cosas difuntas y a crimen:<br />

Y del agua y <strong>la</strong> tierra, de <strong>la</strong> piedra y el árbol, de <strong>la</strong> hierba<br />

y el aire comenzaba a manar, <strong>como</strong> un vaho, el humo de<br />

<strong>la</strong> vida que se des<strong>ha</strong>ce y descompone,<br />

un soso olor de matadero,<br />

un soso olor de matadero ,<br />

UN SOSO OLOR DE MATADERO. 57<br />

55 Ibi. , p. 98.<br />

56 Ibi. , p. 112.<br />

57 Ibi. , p. 118.<br />

25


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La metamorfosis de Su Excelencia en un extraño animal, cuyas facciones nos quedamos sin<br />

conocer, es el resultado final: «un nuevo ser en cuyos ojos rodaba <strong>la</strong> infinita tristeza de <strong>la</strong>s bestias,<br />

aul<strong>la</strong>ba a <strong>la</strong> muerte» 58 , asqueando al edecán y al chófer que lo <strong>ha</strong>bían llevado allí. <strong>El</strong> dignatario cubre<br />

con su capote «aquel<strong>la</strong> desnudez» horripi<strong>la</strong>nte, y <strong>como</strong> <strong>la</strong> desgracia del malo da siempre lugar a <strong>la</strong><br />

esperanza, «los hombres, en sus lechos, soñaban con <strong>la</strong> vida». Frase que afirma, según <strong>ha</strong> opinado un<br />

crítico, «<strong>la</strong> fe en un futuro mejor a través de los hombres» 59 .<br />

<strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , que Jorge Za<strong>la</strong>mea edita en Buenos Aires en 1952,<br />

presenta una conexión directa con <strong>la</strong> novelita anterior y en cierta manera <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> puede ser<br />

considerada <strong>la</strong> continuación de La metamorfosis de Su Excelencia. Al final de esta última narración,<br />

en efecto, no se nos reve<strong>la</strong>n <strong>la</strong>s facciones del animal en el que se <strong>ha</strong> transformado el personaje y bien<br />

podría ser aquel extraño y descomunal papagayo «todo él henchido, rehenchido y forrado de papeles<br />

impresos, de gacetas, de correos de ultramar, de periódicos, de crónicas, de anales, de pasquines,<br />

de almanaques, de diarios oficiales» 60 , que al momento del entierro de <strong>la</strong> salma del dictador el<br />

ceremonioso Canciller encuentra al abrir el ataúd. Un animal grotesco, disecado, vaciado de toda<br />

consistencia no sólo humana sino animal, alusión c<strong>la</strong>ra al incansable afán legis<strong>la</strong>tivo arbitrario con<br />

el que se mantienen los poderes fuertes.<br />

Lo que de Su Excelencia llegamos a conocer sobradamente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> es su naturaleza mortífera,<br />

el desgaste que <strong>ha</strong> determinado en todo el conjunto humano del país sobre el cual <strong>ha</strong> dominado por<br />

un tiempo inmemorial, precursor del matusalénico Patriarca de García Márquez. La dimensión del<br />

<strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> en el mal es hiperbólica; el narrador acude a una aparatosa descripción del<br />

acompañamiento fúnebre: un desfile <strong>la</strong>rguísimo, en <strong>la</strong> «avenida más <strong>la</strong>rga y más anc<strong>ha</strong> del mundo 61 .<br />

La hipérbole es constante en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> y parece evidente que el procedimiento de Za<strong>la</strong>mea debe<br />

<strong>ha</strong>ber influido positivamente en el joven Gabriel García Márquez. A propósito de <strong>la</strong> omnipotencia<br />

del <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> sido l<strong>la</strong>mado en causa acertadamente, cual punto de encuentro entre<br />

los dos escritores colombianos, el personaje singu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> poderosa matrona protagonista de Los<br />

58 Ibi. , p. 120.<br />

59 Cfr. A. Iriarte, art. cit. p. 220.<br />

60 J. Za<strong>la</strong>mea, <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , op. cit. , p. 71.<br />

61 Ibi , p. 8.<br />

26


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

funerales de <strong>la</strong> Mamá <strong>Gran</strong>de 62 , libro que el premio Nobel colombiano publica diez años después,<br />

sin que ello implique dependencia o imitación. Ya al comienzo de su narración Jorge Za<strong>la</strong>mea nos<br />

introduce en un clima que podríamos definir «abultado», propio de <strong>la</strong> pompa fúnebre barroca:<br />

Ninguna crónica de <strong>la</strong> gloria de los actos, sería tan convincente ante <strong>la</strong>s generaciones venideras<br />

<strong>como</strong> <strong>la</strong> minuciosa, verídica descripción del cortejo que ponderó su poder en <strong>la</strong> hora de su muerte.<br />

Pues cada uno de los pasos de aquel<strong>la</strong> lujosa y luctuosa procesión, obra fue de su ingenio, símbolo<br />

de sus designios, eco de su insigne borborigmo. 63<br />

<strong>El</strong> todopoderoso nada descuida; <strong>ha</strong>sta predispone el ceremonial para su entierro, siempre que crea<br />

posible que un día ocurra. <strong>El</strong> narrador presenta en el <strong>la</strong>rgo desfile <strong>la</strong> sucesión prevista de corporaciones<br />

y altos mandos, cuerpos del ejército y dignatarios de pa<strong>la</strong>cio, exponentes de <strong>la</strong> política y de <strong>la</strong> iglesia,<br />

personalidades que rodearon al difunto en su época de poder y que de él vivieron, dispuestos, ahora<br />

que el dictador <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong>, a devorarse para volver a medrar rápidamente.<br />

Aunque ya cadáver el tirano, su poder sigue intacto <strong>ha</strong>sta el momento de su entierro oficial; es<br />

una <strong>la</strong>rga pausa donde todo lo que pasará se está fraguando en <strong>la</strong> mente de cada uno de los que ya<br />

gozaron, por reflejo, del poder del «ahora Caudillo de los Difuntos» 64 , definido sucesivamente,<br />

incidiendo cada vez más en lo grotesco propio de <strong>la</strong> retórica servil de <strong>la</strong>s <strong>dictadura</strong>s, utilizada al<br />

revés para denunciar <strong>la</strong>s fechorías del sátrapa: «<strong>Gran</strong> Brujo», «<strong>Gran</strong> Destructor», «<strong>Gran</strong> Cinegistá»,<br />

«<strong>Gran</strong> Pesquisante», «<strong>Gran</strong> Terrorista», «<strong>Gran</strong> Cismático», «<strong>Gran</strong> Fariseo», «<strong>Gran</strong> C<strong>ha</strong>r<strong>la</strong>tán», «<strong>Gran</strong><br />

Reformador», «<strong>Gran</strong> Par<strong>la</strong>nchín», «<strong>Gran</strong> Extirpador», «<strong>Gran</strong> Tahúr», «<strong>Gran</strong> Sacrificador», «<strong>Gran</strong><br />

Vociferante», «<strong>Gran</strong> Precursor». ¿«Precursor» de qué? Del demonio y del Apocalipsis.<br />

No satisfecho, el narrador describe al vivo al poderoso personaje, incidiendo en lo bestial, <strong>ha</strong>sta<br />

volverlo repugnante:<br />

Sólo <strong>la</strong> grandeza de los actos burundunianos pudo justificar a los escultores que dieron a <strong>la</strong><br />

apariencia física de su avasal<strong>la</strong>nte modelo <strong>la</strong> enjuta belleza que parece ser propia de <strong>la</strong>s estatuas. Pues<br />

visto en carne y hueso -no en mármoles ni bronces-, el personaje fue patizambo, corto de muslos,<br />

de torso gorilesco, cuello corto, voluminosa cabeza y chocante rostro. Tenía al sesgo <strong>la</strong> cortadura de<br />

62 A. Iriarte, art. cit. , p. 140.<br />

63 J. Za<strong>la</strong>mea, <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , op. cit. , p. 7.<br />

64 Ibi , p. 12.<br />

27


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

los párpados y globulosos los saltones ojos. <strong>El</strong> breve ensortijado del cabello y <strong>la</strong> prominencia de los<br />

morros, le daban cierto cariz negroide. Y cuando hubiese querido presumir de romano por el peso<br />

de <strong>la</strong> nariz y el vigor de <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong>, quién sabe qué internos humores le abullonaron <strong>la</strong> frente, le<br />

agrumaron <strong>la</strong> carne en <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s, le desguindaron <strong>la</strong> nariz y le tornaron vultuoso todo el rostro. 65<br />

La historia del ascenso del poderoso, su «carrera», contada en breve a través de sus mañas, ofrece<br />

al narrador <strong>la</strong> oportunidad para ahondar más en lo negativo del personaje:<br />

Tuvo, por ejemplo, el prurito de volver y olisquear ropas sucias; fue cleptómano de caras íntimas<br />

y C<strong>ha</strong>mpollión de documentos ajenos; discípulo de Dioniso el siracusano, se hizo perito de escuc<strong>ha</strong>r<br />

tras de <strong>la</strong>s puertas y aojar por <strong>la</strong>s cerraduras; le puso casa al chisme y abrió garito a <strong>la</strong> calumnia; le<br />

ofreció inciensos al Diablo Cojuelo, oro a <strong>la</strong> Celestina y mirra a Yago.<br />

Pero el hombre tenía su malicia y, en vez de inspector de alcantaril<strong>la</strong>do, lo diputaron Catón. 66<br />

No sorprende, pues, que llegado al poder, hombre tan taimado lo emplee para quitarle a sus<br />

desgraciados súbditos <strong>ha</strong>sta el don de <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, para <strong>ha</strong>cerlos así más dóciles y por consiguiente,<br />

según estima, felices, <strong>como</strong> lo son los animales. Pensaba que,<br />

Si se quiere <strong>ha</strong>cerles dichosos y mansos, es menester extirpar de sus costumbres <strong>la</strong> más vana y<br />

peligrosa: <strong>la</strong> de <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>rse entre sí, <strong>la</strong> de comunicarse sus cobardes temores, sus ineptas imaginaciones,<br />

sus torpes ideas, sus enfermizos sentimientos, sus engañosos sueños, sus inciertas aspiraciones, sus<br />

imperdonables quejas y protestas, su torpe sed de amor. 67<br />

Reducida a puro silencio y animalidad <strong>la</strong> república, el mandatario puede ejercer con toda seguridad<br />

su poder. En el silencio espantoso que desciende sobre el país, mejor se escuc<strong>ha</strong>n <strong>la</strong>s altisonantes<br />

expresiones de <strong>la</strong> propaganda gubernamental, los himnos barrocos propios del culto a <strong>la</strong> personalidad.<br />

En torno seres animalizados, sobre los que se funda <strong>la</strong> fuerza del dictador: el ejército y <strong>la</strong> policía,<br />

sobre todo, y los que en el momento del entierro están desfi<strong>la</strong>ndo en <strong>la</strong> avenida «más anc<strong>ha</strong> y más<br />

<strong>la</strong>rga del mundo», acompañando al jefe máximo.<br />

65 Ibi , p. 29.<br />

66 Ibi , p. 30.<br />

67 Ibi , p. 33.<br />

28


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> clima trágicamente ridículo de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> lo representa eficazmente el novelista. Remedando<br />

grotescamente a Jorge Manrique en el elogio de <strong>la</strong>s virtudes de su padre, Za<strong>la</strong>mea denuncia <strong>la</strong><br />

naturaleza criminal de <strong>la</strong> marcial compañía representada por el Estado Mayor del ejército:<br />

¡Qué altaneras cabezas! ¡Qué henchidos pechos!<br />

¡Qué fulgor de estrel<strong>la</strong>s y de cruces y de p<strong>la</strong>cas y encomiendas!<br />

¡Qué esplendor de bandas y c<strong>ha</strong>rreteras y entorc<strong>ha</strong>dos!<br />

¡Qué cinti<strong>la</strong>r de galones y botones!<br />

¡Qué airones sobre los cascos!<br />

¡Qué emblemas en los cuellos y los puños!<br />

¡Qué ondeantes capas a <strong>la</strong>s espaldas!<br />

¡Qué l<strong>la</strong>meantes listas en los pantalones!<br />

¡Qué luces en el c<strong>ha</strong>rol de cinturones, guarniciones y botas!<br />

¡Qué girar de astros en <strong>la</strong>s espue<strong>la</strong>s!<br />

¡Qué ambición de mahoríes!<br />

¡Qué borrachera de matanceros!<br />

¡Qué sueños de dahomeyanos!<br />

No lograba <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> y <strong>la</strong> llovizna empañar el lustre de aquellos mosaicos vivientes. 68<br />

Por si <strong>la</strong> denuncia de este desfile de vanidades no fuera suficiente, el narrador añade: «Otra cosa<br />

sería verlos por dentro» 69 .<br />

Eficaz es también <strong>la</strong> presentación de <strong>la</strong> «Flor del pueblo mudo», <strong>la</strong> primera generación que carece<br />

de pa<strong>la</strong>bra, «seres de consentimiento previo, criaturas de agregación, entes de subordinación», una<br />

«proliferación de zoófitos b<strong>la</strong>ncuzcos que asediaba con su erizada rigidez toda vida que quisiera<br />

ser libre», espectáculo escalofriante: «¡Era pavorosa <strong>la</strong> marc<strong>ha</strong> de <strong>la</strong> nada a <strong>la</strong> nada!» 70 . No<br />

menos impresionante es el defile, en «cerrados pelotones», de <strong>la</strong> «Policía Urbana y Rural del <strong>Gran</strong><br />

Pesquisante». Za<strong>la</strong>mea presenta a extraños personajes, sin uniforme, metidos en trajes que mal se<br />

avienen con su medida y más bien denuncian, <strong>como</strong> ya Asturias en <strong>El</strong> Señor Presidente , una virilidad<br />

dudosa, además de emanar un inquietante olor a suciedad:<br />

68 Ibi , pp. 50-51.<br />

69 Ibi , p. 51.<br />

70 Ibi , pp. 55-56.<br />

29


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

trajes civiles, anónimos trajes civiles un poquitín pasados de moda y casi nunca ajustados en su<br />

medida a los cuerpos que cubrían. Unas veces demasiado estrechos para ciertos pechos de gori<strong>la</strong><br />

y ciertas nalgas excesivas y equívocas; otras demasiado amplios para los hombros caídos y los<br />

muslos entecos de los hominicacos. De sus ajadas ropas se desprendían -con cierta nauseabunda<br />

regu<strong>la</strong>ridad- va<strong>ha</strong>radas de moho y gasolina, de sudor y de semen, de caries y frías f<strong>la</strong>tulencias, de<br />

papel sel<strong>la</strong>do y resobada miga de pan. Superpuestos hedores que acababan por fundirse en un relente<br />

abominablemente dulzón de cadaverina. 71<br />

Una fauna espantosa, cuya faz desnuda «era arma eficaz en manos del <strong>Gran</strong> Terrorista» 72 . La<br />

descripción de sus facciones en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> es una página maestra, que bien hubiera podido firmar<br />

Asturias, cuya lección, sin quitarle originalidad a Za<strong>la</strong>mea, es más que evidente:<br />

Pues los ojos -que eran coágulo de pus, o reventones de sangre, o lívidas ostras verdinosas-, tenían<br />

esos rápidos guiños so<strong>la</strong>pados que petrifican <strong>la</strong> dulce entrada de <strong>la</strong>s mujeres y <strong>ha</strong>cen nacer el yerto<br />

vendaval del miedo en los testículos de los hombres más cabales. Pues los cenicientos <strong>la</strong>bios sin bisel<br />

sabían a<strong>la</strong>rgarse, cerrados, en <strong>la</strong> sonreída mueca que desta inesperadamente el l<strong>la</strong>nto de los niños; o,<br />

si eran protuberantes y amoratados, fruncirse con <strong>la</strong> gu<strong>la</strong> del impotente que espanta aún a <strong>la</strong>s más<br />

viejas rameras. Pues en <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s y en <strong>la</strong>s mandíbu<strong>la</strong>s y <strong>ha</strong>sta en <strong>la</strong>s mismas orejas, tenían de repente<br />

subcutáneas contracciones que eran <strong>como</strong> <strong>la</strong> deglutición de todas <strong>la</strong>s codicias, <strong>como</strong> el baboso saboreo<br />

de todas <strong>la</strong>s concupiscencias; pero aún y más temible: <strong>como</strong> el azoro que divide al criminal entre su<br />

crueldad y su cobardía. Pues los rostros todos tenían esa cerosidad sudorosa de quienes acec<strong>ha</strong>n tras<br />

el ojo de <strong>la</strong>s cerraduras; de quienes buscan en <strong>la</strong> cosquil<strong>la</strong> erótica el camino de <strong>la</strong> fatal confidencia;<br />

de quienes pasan <strong>la</strong> lengua cirrosa por el engomado de los anónimos; de quienes brindan a <strong>la</strong> salud<br />

del amigo condenado de antemano; de quienes reciben todavía caliente el pan que amasara <strong>la</strong> madre<br />

anciana, cuando <strong>ha</strong>n ido a su casa para arrestar al hijo que se oculta en el granero. 73<br />

Sobre estos y otros personajes negativos, aterradores, se funda, según <strong>la</strong> denuncia de Jorge Za<strong>la</strong>mea,<br />

el poder absoluto. Con razón Ángel Rama destacó <strong>la</strong> «construcción del re<strong>la</strong>to <strong>como</strong> un gran poema<br />

reiterativo <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> obsesión», medio que sirve al narrador «para introducirse en <strong>la</strong> significación<br />

abarcadora de una experiencia humana que no podía ya reducirse simplemente a <strong>la</strong> aventura de un<br />

71 Ibi , pp. 17-18.<br />

72 Ibi , p. 18.<br />

73 Ibi , pp. 19-20.<br />

30


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

vil<strong>la</strong>no de western sino que debía investigarse <strong>como</strong> <strong>la</strong> coyuntura de una sociedad, a veces <strong>ha</strong>sta de<br />

una naturaleza tropical» 74 .<br />

A no ser por el paisaje neblinoso y lluvioso en el que se desarrol<strong>la</strong> el <strong>la</strong>rgo entierro del <strong>Gran</strong><br />

<strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong>, parecería que el escenario siguiera siendo sustancialmente el mismo de <strong>El</strong> Señor<br />

Presidente. Jorge Za<strong>la</strong>mea adopta <strong>la</strong> misma técnica de ocultación-sugerencia propia de Asturias: el<br />

tirano está presente a través de sus maldades y sus sicarios, y post mortem por el obsesivo escenario<br />

del hiperbólico cortejo fúnebre, dominado por el lóbrego ataúd depositado en un carruaje «pesado de<br />

alegorías, pero aligerado por cabeceantes penachos» 75 , donde se cree <strong>ha</strong>sta el último instante que<br />

está el poderoso, temido todavía. La befa del enorme papagayo parecía conocer<strong>la</strong>, sin embargo, el<br />

caballo del dictador que, negro, reluciente, ostentaba durante todo el trayecto una enigmática sonrisa,<br />

al final incontenible:<br />

Tenía tanta risa el caballo de batal<strong>la</strong> del <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> que le bajaba de <strong>la</strong> cabeza<br />

altanera al pecho enjuto y de allí se propa<strong>la</strong>ba a <strong>la</strong>s finísimas manos obligándolo, sí, obligándolo en<br />

<strong>la</strong> embriaguez de <strong>la</strong> alegría, a dimitir de su propia dignidad y belleza para competir con los corceles<br />

circenses. Pues cayó en <strong>la</strong> flor de <strong>ha</strong>cer de sus manos batutas que quisieran dar otro ritmo al desfile.<br />

Su propio ritmo. ¡No le cabía al animal tanta risa en el cuerpo! 76<br />

74 Ángel Rama, Los dictadores <strong>la</strong>tinoamericanos , México, Fondo de Cultura Económica, 1976,<br />

pp. 9-10.<br />

75 J. Za<strong>la</strong>mea, <strong>El</strong> <strong>Gran</strong> <strong>Burundún</strong>-<strong>Burundá</strong> <strong>ha</strong> <strong>muerto</strong> , op. cit. , p. 7.<br />

76 Ibi , p. 25. En torno a <strong>la</strong> obra de Jorge Za<strong>la</strong>mea cfr. Fabio Rodríguez Amaya, Ideología y lenguaje<br />

en <strong>la</strong> obra narrativa de Jorge Za<strong>la</strong>mea , Bologna, University Press, 1995.<br />

31


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Muertes de perro y <strong>El</strong> fondo del vaso : América <strong>como</strong><br />

pretexto<br />

La narrativa españo<strong>la</strong> vuelve a denunciar <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> asumiendo <strong>como</strong> escenario,<br />

<strong>como</strong> ya lo hizo Valle-Inclán, el mundo tropical americano, en dos nove<strong>la</strong>s de Francisco Aya<strong>la</strong>, autor<br />

exiliado en América a consecuencia de <strong>la</strong> victoria franquista en España. En Muertes de perro , que el<br />

narrador publica en 1958, Alfonso Armas Aya<strong>la</strong> encuentra a «uno de los tantos epígonos» de Valle-<br />

Inclán 77 , aunque subraya el valor original del libro desde el punto de vista de su estructura y del<br />

lenguaje.<br />

<strong>El</strong> término «epígono» aparece injustificadamente limitativo aplicado a <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Francisco<br />

Aya<strong>la</strong>, si consideramos <strong>la</strong> calidad artística de Muertes de perro , cuya estructura es completamente<br />

original, puesto que <strong>la</strong> narración se desarrol<strong>la</strong> fundándose en supuestos documentos, en <strong>la</strong> intervención<br />

de dos testigos presenciales de <strong>la</strong> tragedia de una nación vagamente tropical-americana, el lisiado<br />

Pineda y el favorito del tirano, además de sobre informes del embajador de España a su gobierno. Lo<br />

cual significa enfoques distintos: dos al margen de los acontecimientos -personajes de distinta manera<br />

implicados en ellos-, otro, el del favorito, interno a los acontecimientos mismos, directo protagonista<br />

del núcleo principal de los sucesos, al tanto de lo más secreto de ellos.<br />

<strong>El</strong> lisiado Pineda desde su sil<strong>la</strong> de ruedas, «testigo de tanto y tan cruel desorden» 78 , se sirve de <strong>la</strong><br />

re<strong>la</strong>ción escrita del difunto Tadeo Requena -el favorito, asesinado por el dictador, a su vez matado por<br />

el comandante Pancho Cortina-; <strong>la</strong>s <strong>la</strong>gunas del manuscrito, debidas a <strong>la</strong> muerte de su autor, Pineda<br />

<strong>la</strong>s rellena con su propio testimonio y con lo que logra saber a través de una investigación morbosa.<br />

<strong>El</strong> personaje es un típico producto de <strong>la</strong> confusión de valores morales determinada por <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>;<br />

aunque se opone a el<strong>la</strong>, en su conducta artera, totalmente sin escrúpulos ante el delito -Pineda mata,<br />

en efecto, para no ser matado, al viejo Olóriz que, a <strong>la</strong> muerte del dictador domina <strong>la</strong> Junta militar<br />

al poder-, representa plenamente al régimen que rec<strong>ha</strong>za, y lo representa en sus aspectos peores. <strong>El</strong><br />

pretende, y parece creerlo sinceramente, pasar por moralizador y patriota; al contrario, Pineda es un<br />

ser totalmente negativo, más odioso y repugnante, al fin y al cabo, que el dictador y su favorito.<br />

77 Alfonso Armas Aya<strong>la</strong>, « Muertes de perro , nove<strong>la</strong> testimonio», en AA.VV. La nove<strong>la</strong><br />

iberoamericana contemporánea , Caracas, Universidad Central de Venezue<strong>la</strong>, 168, p. 305.<br />

78 Francisco Aya<strong>la</strong>, Muertes de perro , Madrid, Alianza Editorial, Editorial, 1968, p. 7.<br />

32


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Dec<strong>la</strong>ra que no ambiciona el poder y que de su invalidez <strong>ha</strong> hecho virtud, pero en realidad se dedica<br />

sólo con <strong>ha</strong>bilidad a sus tretas. Su luc<strong>ha</strong> contra <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> es pasiva, so<strong>la</strong>mente aparente; su valor es<br />

inexistente y no se compromete. Ante <strong>la</strong> conducta de otros personajes menos prudentes, que denuncian<br />

en el déspota a un «dictadorzuelo centroamericano», su postura es precavida:<br />

¿Qué decía yo a todo esto? ¿Eh? Yo, por supuesto, no decía nada; escuc<strong>ha</strong>ba, y al mismo tiempo<br />

miraba con aprensión alrededor nuestro, pues aquel majadero <strong>ha</strong>bía perdido todo control y podía<br />

comprometerme del modo más necio. 79<br />

La postura de Pineda es siempre <strong>la</strong> de un débil, por más que diga o que <strong>ha</strong>ga, de un ser moralmente<br />

degradado y, en definitiva, anormal.<br />

En cuanto al favorito, éste es un hombre que no tiene escrúpulos, pero no complicado. Su origen<br />

es muy humilde y se sospec<strong>ha</strong> que es uno de los muchos hijos ilegítimos del dictador. Cuando es<br />

nombrado secretario particu<strong>la</strong>r del tirano se transforma él mismo en un tiranuelo para el personal<br />

de pa<strong>la</strong>cio. <strong>El</strong> diario que va redactando acerca de los acontecimientos es <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ra manifestación<br />

de una naturaleza malvada, aunque falta una característica neta que lo defina. Su aventura erótica<br />

con <strong>la</strong> esposa del dictador, mujer intrigante, destinada a ser víctima de sus mismas intrigas, es de<br />

una vulgaridad exasperante. Lo cual responde, naturalmente, a un programa del narrador: el de una<br />

progresiva destrucción del personaje y de <strong>la</strong> figura central del drama. La negatividad del dictador se<br />

manifiesta, en efecto, también a través de su esposa, detalle que no aparece ni en Tirano Banderas<br />

ni en <strong>El</strong> Señor Presidente y tampoco en <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s más recientes sobre <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, con excepción<br />

de <strong>El</strong> secuestro del General , de Demetrio Aguilera Malta, puesto que en <strong>la</strong>s anteriores nove<strong>la</strong>s, y<br />

en esta de Aya<strong>la</strong>, el tirano es más bien un ser casi asexuado.<br />

<strong>El</strong> narrador español incide desde el primer momento, para demoler al mandatario, en el grotesco,<br />

destruyendo al mismo tiempo a los individuos sobre los que se funda su poder. Cuando Tadeo<br />

Requena, sacado de <strong>la</strong> aldea miserable donde vive por decisión improvisa del dictador, es llevado a<br />

su presencia, el espectáculo que se le presenta en pa<strong>la</strong>cio es caricaturesco y soez, de tal manera que<br />

ec<strong>ha</strong> a perder de un solo golpe <strong>la</strong> dignidad del sistema. Recuerda el favorito en su diario:<br />

Pues, ahora, de sopetón, me lo veo en aquel<strong>la</strong> sa<strong>la</strong> de baño, entre otros caballeros que, al entrar yo<br />

a <strong>la</strong> zaga del comandante, dardearon miradas de reojo sobre mi encogida presencia, sin distraer no<br />

obstante su atención de otro, <strong>ha</strong>cia el que, con ansiosa deferencia, se volcaban todos. Medio oculto por<br />

79 Ibi , p. 35.<br />

33


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>la</strong> concurrencia, ese otro era -casi me muero del susto cuando lo reconocí- el mismísimo presidente<br />

Bocanegra en cuerpo y alma, con los ojos obsesionantes y los bigotazos caídos que yo tanto conocía<br />

por el retrato de <strong>la</strong> cantina; aunque, c<strong>la</strong>ro está, sin <strong>la</strong> banda cruzada al pecho; pues su excelencia, único<br />

personaje sentado en medio de aquel<strong>la</strong> distinguida sociedad, posaba sobre <strong>la</strong> letrina (o, <strong>como</strong> pronto<br />

aprendí a decir, el inodoro), y desde ese sitial estaba presidiendo a sus dignatarios. 80<br />

Escena significativa, que descalifica inmediatamente a tan «distinguida sociedad». <strong>El</strong> parangón con<br />

los excrementos es evidente: éstas son <strong>la</strong>s personas sobre <strong>la</strong>s cuales funda su poder el tirano.<br />

La intimidad en <strong>la</strong> que entra Tadeo Requena presenta extremada vulgaridad. La perversión, el<br />

trastorno de valores normales lo subraya nuevamente el favorito en su diario:<br />

No podía sospec<strong>ha</strong>r yo a <strong>la</strong> sazón que se me <strong>ha</strong>bía introducido así, de golpe y porrazo, en un círculo<br />

íntimo de los privilegiados, en un santuario cuyo acceso implicaba el honor supremo en el Estado, ni<br />

que centenares y miles de sujetos <strong>ha</strong>brían envidiado, de <strong>ha</strong>ber<strong>la</strong> conocido, mi casi fabulosa fortuna. 81<br />

Con estas escenas y estas reflexiones el narrador no so<strong>la</strong>mente define <strong>la</strong> estatura moral del favorito,<br />

sino que <strong>la</strong>bra en lo negativo <strong>la</strong> figura del dictador: un ser grosero, veleidoso, naturalmente violento,<br />

con zonas imprevistas que introducen con eficacia creciente en <strong>la</strong> dimensión ambigua del personaje.<br />

Su desprecio por toda forma de cultura es significativo y es característica de los déspotas; para el<br />

dictador <strong>la</strong> cultura es algo superficial, al servicio so<strong>la</strong>mente del poder. <strong>El</strong> desprecio militar <strong>ha</strong>cia<br />

los hombres de letras lo representa vigorosamente Aya<strong>la</strong> describiendo <strong>la</strong> ceremonia en <strong>la</strong> que los<br />

miembros de <strong>la</strong> Academia Nacional de Artes y Buenas Letras acogen en su seno al presidente<br />

Bocanegra. <strong>El</strong> déspota acude a <strong>la</strong> ceremonia ostentando «sus botas y sus espue<strong>la</strong>s, y <strong>la</strong> camisa<br />

despecheretada», y durante toda <strong>la</strong> ceremonia se queda «mirando al techo, con los brazos cruzados<br />

y <strong>la</strong> expresión ausente» 82 .<br />

<strong>El</strong> estudio del dictador domina <strong>la</strong>s páginas de Muertes de perro y el personaje acaba por alcanzar<br />

una dimensión negativa tan netamente definida que no se encuentra igual en <strong>la</strong>s demás nove<strong>la</strong>s sobre<br />

el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>. Es legítimo interpretar en <strong>la</strong> postura de Francisco Aya<strong>la</strong> una reacción personal<br />

80 Ibi , p. 26.<br />

81 Ibidem.<br />

82 Ibi. , pp. 68-69.<br />

34


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

íntima, que se identifica con <strong>la</strong> situación españo<strong>la</strong> del momento y su condición de exiliado, así que el<br />

drama americano es so<strong>la</strong>mente pretexto para una denuncia más directamente dolorosa 83 .<br />

<strong>El</strong> narrador trata a su personaje sin misericordia; lo vuelve y lo revuelve por todas partes, penetra en<br />

sus entrañas y en su cerebro. Bocanegra alcanza así una dimensión negativa excepcional. Lo vemos,<br />

en <strong>la</strong> cumbre de su poder, insidiado por el «toque ridículo» que proyectan sobre el ejercicio de su<br />

autoridad <strong>la</strong>s «fantoc<strong>ha</strong>das» y los caprichos de su esposa, mujer de una superficialidad extravagante;<br />

luego, después de ejemplos de una crueldad imp<strong>la</strong>cable, «pacificado» el estado con <strong>la</strong> violencia y el<br />

delito, vuelto «muy abúlico» -Pineda ac<strong>la</strong>ra: «tal vez porque su voluntad se estimu<strong>la</strong>ba para destruir,<br />

pero se distendía frente a <strong>la</strong>s tareas positivas» 84 -, cada vez más dedicado al alcohol -detalle que<br />

lo acerca a <strong>la</strong> plebe: «fiel a <strong>la</strong> borrachera sórdida de <strong>la</strong> gentuza» 85 -, <strong>la</strong> mirada atolondrada debido<br />

al aguardiente, duras <strong>la</strong>s facciones, «embotadas» <strong>la</strong>s ideas, a veces con una mirada de tigre, o bien<br />

dormitando embrutecido en <strong>la</strong> intimidad de su pa<strong>la</strong>cio.<br />

La denuncia de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en Muertes de perro va mucho más allá y muestra el deterioro<br />

del sistema en <strong>la</strong> subida al poder, <strong>muerto</strong> Bocanegra, de una «trimurti» grotesca: tres sargentos del<br />

ejército, títeres en <strong>la</strong>s manos del viejo Olóriz, tres «orangutanes amaestrados», personajes «oscuros,<br />

con <strong>la</strong> mirada tristísima bajo <strong>la</strong> visera de sus gorras militares encajadas <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong>s cejas», «antropoides<br />

escapados de un circo, y que sólo por sorpresa, sólo por una serie de asombrosas casualidades hubieran<br />

atinado a encaramarse en el gobierno» 86 .<br />

Frente a este deterioro espantoso de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, <strong>la</strong> figura del difunto Bocanegra cobra <strong>ha</strong>sta un<br />

aspecto positivo, que Pineda subraya <strong>como</strong> prueba de <strong>la</strong> re<strong>la</strong>tividad de <strong>la</strong>s cosas. Vista desde el abismo<br />

en que <strong>ha</strong> caído el país, <strong>la</strong> imagen del antiguo tirano se confunde «con <strong>la</strong> del bien perdido: tan re<strong>la</strong>tivas<br />

83 En una lejana época tuve <strong>la</strong> poca advertencia, durante un seminario en La Laguna, de preguntarle<br />

al escritor públicamente si mi interpretación era exacta, y él, que acababa de regresar a España,<br />

justificadamente lo negó. Luego me citó a un café y me confesó que así era, pero que no lo <strong>ha</strong>bía<br />

admitido por razón de fuerza mayor.<br />

84 F. Aya<strong>la</strong>, Muertes de perro , op. cit. , p. 139.<br />

85 Ibi , p. 70<br />

86 Ibi , p. 124.<br />

35


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

son <strong>la</strong>s cosas en este mundo» 87 . Aya<strong>la</strong> lleva ahora el análisis de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> a extremos inéditos,<br />

presentándo<strong>la</strong> <strong>como</strong> una especie de deformación gratuita, una suerte de perversión que ni siquiera<br />

se propone gozar de <strong>la</strong>s ventajas que ofrece el poder. Es lo que ocurre con el viejo Olóriz, el cual<br />

inaugura una forma nueva de poder personal, que consiste en influir ocultamente sobre <strong>la</strong> junta militar,<br />

sin gozar de aquellos «gajes, ventajas y satisfacciones del mando, aparte <strong>la</strong> propia de ejercitarlo» 88 .<br />

Con <strong>El</strong> fondo del vaso , que Francisco Aya<strong>la</strong> publica en 1962, el escritor sigue con el tema. Andrés<br />

Amorós <strong>ha</strong> juzgado <strong>la</strong>s dos nove<strong>la</strong>s «obras plenamente logradas, perfectas, de gran maestría tanto en<br />

<strong>la</strong> pintura de caracteres individuales <strong>como</strong> en <strong>la</strong> amplia crítica social y política» 89 . Dos obras que<br />

pueden ser consideradas <strong>como</strong> su «gran nove<strong>la</strong>» y que son <strong>la</strong>s que otorgan al narrador español un<br />

puesto entre los mayores novelistas contemporáneos 90 .<br />

Por lo que aquí interesa, <strong>El</strong> fondo del vaso requiere un discurso especial <strong>como</strong> continuación<br />

de Muertes de perro. En efecto <strong>la</strong> nueva nove<strong>la</strong> presenta un enfoque distinto en <strong>la</strong> condena de <strong>la</strong><br />

<strong>dictadura</strong>: en Muertes de perro se condena el poder personal y <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> se reve<strong>la</strong> en sus aspectos<br />

más crueles, negativos y vulgares. Pineda, el lisiado, era, en cierto sentido, el héroe vengador, un héroe<br />

a su manera, más bien abyecto, porque llega <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> eliminación violenta del todopoderoso Olóriz<br />

para defender su propia vida. La nove<strong>la</strong> termina con esta escena, con <strong>la</strong> exaltación que el asesino<br />

experimenta frente a su obra, que lo <strong>ha</strong> puesto a salvo, y mientras pondera sus méritos acerca de <strong>la</strong><br />

nación: «Cuál es el nombre del ciudadano benemérito a quien algún día deberá levantar una estatua <strong>la</strong><br />

nación, reconocida» 91 . Lo que subraya, una vez más, el trastorno moral que <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> determina<br />

en los individuos.<br />

Este trastorno se confirma sustancialmente en <strong>El</strong> fondo del vaso , donde el juicio sobre el<br />

difunto dictador es determinado por los sentimientos de José Lino Ruiz, un comerciante de <strong>la</strong> capital,<br />

notablemente comprometido con el pasado régimen, y el periodista gallego Luis R. Rodríguez, no<br />

menos comprometido que él. Ambos personajes -y otros, <strong>como</strong> el comerciante Doménech- <strong>ha</strong>n<br />

87 Ibi , p. 94.<br />

88 Ibi , p. 126.<br />

89 Andrés Amorós, «Prólogo» a F. Aya<strong>la</strong>, Obras narrativas completas , Madrid, Agui<strong>la</strong>r, 1969, p. 90.<br />

90 Ibidem.<br />

91 F. Aya<strong>la</strong>, Muertes de perro , op. cit. , p. 235.<br />

36


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

sobrevivido a <strong>la</strong> matanza que siguió a <strong>la</strong> caída del déspota huyendo al extranjero o escondiéndose.<br />

Restablecido el orden -con un nuevo dictador, que <strong>ha</strong> visto con favor circu<strong>la</strong>r el memorial donde<br />

Pineda denuncia <strong>la</strong>s fechorías de su antecesor-, José Lino Ruiz pretende rescatar de <strong>la</strong> que considera<br />

una condena injusta al difunto, difamado por el libelo infame del lisiado -que publicó antes de ser<br />

justiciado, reo confeso de asesinato-, y «menoscabar <strong>la</strong> memoria de un gran patriota, pundonoroso<br />

caballero y hombre integérrimo: el inolvidable Presidente Bocanegra» 92 . <strong>El</strong> reivindicador se propone<br />

«limpiar» al gran hombre de tantas «tabas rabiosas <strong>como</strong>, a <strong>la</strong> hora de su caída, se mezc<strong>la</strong>ron con<br />

<strong>la</strong>s lágrimas de todo un pueblo» 93 . La dimensión grotesca, no es inédita: siempre, al acabar una<br />

<strong>dictadura</strong>, o al comenzar otra, <strong>ha</strong>y quien añora al déspota anterior.<br />

<strong>El</strong> propósito de José Lino Ruiz, sin embargo, no va más allá de <strong>la</strong>s intenciones: en <strong>la</strong> página<br />

31 de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> el personaje no <strong>ha</strong> entrado todavía en argumento y en <strong>la</strong> página 41 se denuncia el<br />

conflicto entre intención y verborrea superficial, puesto que el reivindicador <strong>ha</strong> perdido el auxilio del<br />

periodista Rodríguez para <strong>la</strong> proyectada extensión del memorial. <strong>El</strong> proyecto fracasa y el testimonio<br />

del rescatador se refleja so<strong>la</strong>mente sobre sí mismo; en un lenguaje popu<strong>la</strong>chero, rico en tópicos,<br />

interesante en sí para el lector, se nos reve<strong>la</strong>n los motivos, no ciertamente sublimes, de su desaparición<br />

en el momento del peligro: una maniobra soez para atrapar en sus redes a <strong>la</strong> secretaria que lo <strong>ha</strong><br />

seguido y <strong>ha</strong>cer<strong>la</strong> su amante.<br />

La estatura ínfima del personaje se define gradualmente; <strong>la</strong> técnica de <strong>la</strong> vuelta constate al pasado,<br />

con otras tantas inmersiones en el presente, y a un tiempo cronológico que sigue su curso, permite<br />

al lector reconstruir el mundo de José Lino Ruiz. La dimensión escuálida del personaje proyecta una<br />

luz completamente negativa sobre el fracasado proyecto de re<strong>ha</strong>bilitación del dictador, confirmando<br />

su condena, consecuencia lógica del hecho de que quien pretende re<strong>ha</strong>bilitarlo es un individuo tan<br />

indigno. Es ésta <strong>la</strong> sustancia de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. Intención del escritor es rematar <strong>la</strong> condena de un régimen<br />

que produce seres <strong>como</strong> José Lino Ruiz, cuando no individuos sanguinarios, crueles, verdaderos<br />

asesinos.<br />

La nove<strong>la</strong>, dividida en tres partes, es, fundamentalmente, <strong>la</strong> historia de un fracaso, el del<br />

protagonista, por su misma superficialidad, debido a una insustancial aventura amorosa y a su tentativa<br />

de prolongar en el tiempo <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción con su secretaria, que por su parte desea liberarse de él y coquetea<br />

92 F. Aya<strong>la</strong>, <strong>El</strong> fondo del vaso , Madrid, Alianza Editorial, 1970, p. 10.<br />

93 Ibidem.<br />

37


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

con su hijo. En <strong>la</strong> primera parte de <strong>El</strong> fondo del vaso , donde José Lino Ruiz ilustra prolijamente su<br />

propósito de rescatar del olvido al déspota, elemento dominante es su pasión en cierto modo senil, su<br />

actuación poco avisada y <strong>la</strong> manera vulgar de expresarse. Esta parte concluye dramáticamente, con<br />

el asesinato misterioso del joven Rodríguez.<br />

En <strong>la</strong> segunda parte de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> el enfoque cambia y cambia el estilo, que ahora es el propio de<br />

una crónica periodística que sigue el progreso de <strong>la</strong>s investigaciones de <strong>la</strong> policía en torno al delito.<br />

Investigaciones que llevan a <strong>la</strong> incriminación de José Lino Ruiz -que el lector sabe que es inocente-,<br />

y sucesivamente a una nueva pista, cuando el acusado <strong>ha</strong> perdido ya con su reputación su fortuna.<br />

La nove<strong>la</strong> de pasional se transforma en policíaca; en un clima de suspense el escritor logra crear una<br />

atmósfera tensa, mientras a través de un lenguaje periodístico de nivel provinciano denuncia una vez<br />

más <strong>la</strong> negatividad de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, responsable de <strong>ha</strong>ber ac<strong>ha</strong>tado con <strong>la</strong> sociedad también los medios<br />

de información.<br />

La tercera parte de <strong>El</strong> fondo del vaso presenta un enfoque nuevo y distinto estilo, fundado sobre<br />

un <strong>la</strong>rgo monólogo interior de José Lino Ruiz, o, <strong>como</strong> él afirma, en un análisis «in mente» de los<br />

sucesos por los que <strong>ha</strong> pasado. Sea en <strong>la</strong> segunda, sea en <strong>la</strong> tercera parte de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, el proceso<br />

temporal marca <strong>la</strong> vuelta al pasado y luego un regreso al presente, <strong>como</strong> en <strong>la</strong> primera parte del texto.<br />

Cuando José Lino Ruiz reflexiona, en <strong>la</strong> cárcel, sobre su situación, se ve obligado a reconstruir el<br />

pasado, a pensar en el momento en que su esposa, víctima de un complejo de culpa, le confesó que le<br />

<strong>ha</strong>bía traicionado con su amigo, el periodista Rodríguez. La reve<strong>la</strong>ción obsesiona al preso y le lleva a<br />

examinar bajo una nueva luz indicios cronológicamente dispersos, a los que antes no <strong>ha</strong>bía prestado<br />

atención. La conclusión a <strong>la</strong> que llega es que, en realidad, el culpable es so<strong>la</strong>mente él, porque con<br />

su conducta <strong>ha</strong> determinado <strong>la</strong> venganza de su mujer, y se arrepiente por no <strong>ha</strong>berle concedido el<br />

implorado perdón.<br />

Con este sentido de culpa termina <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. <strong>El</strong> lector supone que <strong>la</strong> nueva dirección que sigue <strong>la</strong><br />

policía en sus investigaciones acabará por establecer <strong>la</strong> inocencia del desventurado. José Lino Ruiz es<br />

un típico producto del clima de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>; héroe del compromiso -«a fuer de tonto que soy», <strong>ha</strong>bía<br />

afirmado al comienzo, «todavía me mantengo vivito y coleando en este valle de lágrimas, mientras<br />

otros muy vivos y despiertos duermen ahora el sueño de los justos, y aun eso por obra de justicia» 94 -,<br />

se <strong>ha</strong>bía distinguido <strong>como</strong> «caballero moderno e hijo del Nuevo Mundo, y por añadidura comerciante<br />

94 Ibi , p. 9.<br />

38


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

respetable», con su «taco de bil<strong>la</strong>r en ristre» 95 . Un pobre hombre, en realidad, producto puro de <strong>la</strong><br />

<strong>dictadura</strong>.<br />

Con gran eficacia el narrador denuncia en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>la</strong> retórica y <strong>la</strong> hipocresía de toda una sociedad,<br />

debido a <strong>la</strong> sucesión incansable de formas totalitarias de gobierno. Muertes de perro y <strong>El</strong> fondo del<br />

vaso representan c<strong>la</strong>ramente <strong>la</strong> reacción del escritor a una situación patria dolorosamente presente en<br />

él. La ironía, el proceso destructivo de los personajes, <strong>la</strong> tensión del estilo, afirman plenamente, junto<br />

a una experiencia vivida en carne propia, <strong>la</strong> autonomía del narrador frente a posibles modelos.<br />

95 Ibi. , p. 10.<br />

39


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

De Cien años de soledad a <strong>El</strong> secuestro del General : <strong>la</strong><br />

perversión del mando<br />

En el ámbito americano, a pesar de todo, <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de referencia sobre el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

sigue siendo siempre <strong>El</strong> Señor Presidente. Su sombra poderosa se proyecta sobre <strong>la</strong> nove<strong>la</strong><br />

hispanoamericana que trata el tema, <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong>s manifestaciones de <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mada «nueva nove<strong>la</strong>», que, por<br />

otra parte, justo es afirmarlo una vez más, el escritor guatemalteco inaugura ya c<strong>la</strong>ramente en el lejano<br />

1932, fec<strong>ha</strong> en que acaba <strong>la</strong> redacción de su texto, por el manejo inédito del tiempo, <strong>la</strong> modernidad<br />

de <strong>la</strong>s técnicas expresivas y <strong>la</strong> conciencia de estilo.<br />

Aunque no <strong>ha</strong>n dedicado ninguna nove<strong>la</strong> específicamente al tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, <strong>la</strong>s expresiones<br />

más relevantes de <strong>la</strong> nueva narrativa en Hispanoamérica, Rulfo, Fuentes, Arguedas, Vargas Llosa,<br />

Donoso..., aluden frecuentemente a el<strong>la</strong> y queda manifiesta su condena. Es el colombiano Gabriel<br />

García Márquez, en el grupo de los «nuevos» novelistas, quien más abiertamente se <strong>ha</strong> pronunciado<br />

contra el poder personal y sus aberraciones, en su famosa nove<strong>la</strong> Cien años de soledad , que publica<br />

en 1967- En el coronel Aureliano Buendía él seña<strong>la</strong> <strong>la</strong>s características del hombre cruel, que gobierna<br />

duramente, rodeado de soledad. No se trata de un dictador, sino de un militar revolucionario que en su<br />

prolongada rebelión <strong>ha</strong> adquirido poder de vida y de muerte. En el momento en que todos le reconocen<br />

<strong>como</strong> jefe él experimenta un efecto extraño, enajenante:<br />

Un frío interior que le rayaba los huesos y lo mortificaba inclusive a pleno sol . La embriaguez<br />

del poder empezó a descomponerse en ráfagas de desazón . Extraviado en <strong>la</strong> soledad de su inmenso<br />

poder, empezó a perder el rumbo. 96<br />

En el coronel Buendía, García Márquez muestra cómo el poder llega a transformar al hombre<br />

en algo inhumano.; «asomado al abismo de <strong>la</strong>s grandezas» 97 el personaje pierde su equilibrio y se<br />

condena a un ais<strong>la</strong>miento que, si le protege materialmente de sus enemigos, lo destruye <strong>como</strong> hombre.<br />

Es cuando decide que nadie pueda acercársele a menos de tres metros, encerrado en un círculo que<br />

sus edecanes trazan con una tiza en el suelo, dondequiera que él se encuentre.<br />

96 Gabriel García Márquez, Cien años de soledad , Buenos Aires, Emecé, 1968, p. 146.<br />

97 Ibi. , p. 145.<br />

40


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> ais<strong>la</strong>miento alimenta el terror, significa una irreparable destrucción interior. La advertencia del<br />

coronel Gerineldo Márquez, primera víctima de su compañero de armas, es significativa: «Cuídate el<br />

corazón, Aureliano . Te estás pudriendo vivo» 98 .<br />

Al poco tiempo de publicarse Cien años de soledad , el chileno Enrique Lafourcade publica, en<br />

1969, su nove<strong>la</strong> La fiesta del rey Akaib 99 , dedicada a contar los últimos días de Trujillo, dictador<br />

sangriento de Santo Domingo, ya duramente condenado por Neruda en el Canto General y más tarde<br />

execrado nuevamente en Canción de gesta. No se trata de una gran nove<strong>la</strong>, pero sí significativa en<br />

el ámbito específico de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, y se desarrol<strong>la</strong> en un ambiente tropical-africano más<br />

que caribeño, acudiendo con abundancia al elemento grotesco.<br />

La postura del autor es abiertamente polémica contra <strong>la</strong>s organizaciones internacionales que toleran<br />

<strong>la</strong> existencia de <strong>dictadura</strong>s, <strong>como</strong> aparece en el irónico enunciado:<br />

Esta es una obra de mera ficción. Por tanto, el escenario y los personajes, incluido el dictador<br />

Carrillo, son imaginarios y cualquier semejanza con países, situaciones o seres reales es simple<br />

coincidencia.<br />

En efecto, nadie ignora que ni <strong>la</strong>s Naciones Unidas ni <strong>la</strong> Organización de Estados Americanos<br />

permiten regímenes <strong>como</strong> el que sirve de pretexto a esta nove<strong>la</strong>. 100<br />

De más sólida envergadura y significativo alcance es <strong>El</strong> gran solitario de Pa<strong>la</strong>cio , nove<strong>la</strong> del<br />

mexicano Rene Avilés Fabi<strong>la</strong>, que se publica en 1971, centrada en los hechos de <strong>la</strong> matanza de<br />

T<strong>la</strong>telolco. En su tercera edición de 1976 el autor <strong>ha</strong> «mitigado» los «excesos barrocos» de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>,<br />

«limado <strong>la</strong>s asperezas», «tac<strong>ha</strong>do sensiblerías y vaguedades», pero no <strong>ha</strong> disminuido <strong>la</strong> virulencia<br />

contra un Estado al que define corrupto, dirigido por un caudillo que ya lleva, en sus periódicas<br />

transformaciones sexenales, cincuenta años gobernando.<br />

La alusión es evidente: se trata del sistema de gobierno del Partido Revolucionario Institucional,<br />

que sigue gobernando México desde más de cincuenta años, acudiendo al solo cambio de Presidente<br />

en cada legis<strong>la</strong>tura. Por eso Avilés Fabi<strong>la</strong> <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> de un «Partido de <strong>la</strong> Revolución Triunfante» que<br />

98 Ibidem.<br />

99 Enrique Lafourcade, La fiesta del rey Akab , Caracas, Monte Ávi<strong>la</strong> Editores, 1969.<br />

100 Ibi. , p. 7.<br />

41


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

sigue en el poder y denuncia en los candidatos a <strong>la</strong> presidencia del país <strong>la</strong> presencia al fin y al cabo<br />

de una so<strong>la</strong> persona, transformada, maquil<strong>la</strong>da, para que parezca nueva cada seis años, con ocasión<br />

de <strong>la</strong>s nuevas elecciones, «de acuerdo a los factores reales de poder (iglesia, banqueros, embajada<br />

estadounidense) y a <strong>la</strong>s experiencias del momento». 101<br />

A<strong>la</strong>rgándose en <strong>la</strong> sátira, el escritor advierte que el candidato recibe a <strong>la</strong> vez «dosis de glándu<strong>la</strong>s de<br />

mono (tal vez por esta razón en ocasiones se comporte <strong>como</strong> orangután o su físico afiance <strong>la</strong>s teoría<br />

darwinianas) y tratamientos rejuvenecedores que incluyen hormonas» , de modo que «De <strong>la</strong> clínica<br />

emerge un hombre revitalizado para ir a <strong>la</strong> campaña y ganar <strong>la</strong>s elecciones» 102 . Sostienen al sistema<br />

los intereses económicos y políticos sobre todo estadounidenses. La fuerza del mandatario reside en<br />

<strong>la</strong> policía, que ejerce duras y sangrientas represiones.<br />

La posición política del novelista queda patente en su defensa del comunismo, perseguido en<br />

México, pero no se limita a defender una ideología, sino que responde a una preocupación moral<br />

realmente viva. La saña de Avilés Fabi<strong>la</strong> contra <strong>la</strong>s expresiones armadas del poder se reve<strong>la</strong> en <strong>la</strong><br />

animalización a <strong>la</strong> que en su nove<strong>la</strong> somete a sus miembros:<br />

Tres soldados penetraron bruscamente [en <strong>la</strong> prisión]. Los encabezaba un hombre de facciones<br />

caninas, de perro viejo y malvado, que comenzó a <strong>la</strong>drar y unos segundos después o los <strong>la</strong>dridos se<br />

convirtieron en pa<strong>la</strong>bras o se hicieron inteligibles para Sergio.<br />

- Arriba, desgraciado. Ya te toca. 103<br />

Los militares son identificados con los gori<strong>la</strong>s, pero, al contrario de éstos, que son animales<br />

inofensivos y de buen carácter, escribe Avilés Fabi<strong>la</strong>, más bien se parecen a los orangutanes, <strong>ha</strong>sta<br />

físicamente: «de brazos en el suelo, tienen complejos a causa de su fealdad y sus cerebros poseen<br />

capacidades mínimas» . 104<br />

La desconfianza del escritor en <strong>la</strong>s instituciones de su país es plena. Él denuncia el periodismo<br />

vendido al poder, <strong>la</strong> corrupción imperante en los representantes del pueblo, a quienes acusa de<br />

101 Rene Avilés Fabi<strong>la</strong>, <strong>El</strong> gran solitario de Pa<strong>la</strong>cio , México, Editorial V Siglo, 1976 (3ª ed. ), p. 41.<br />

102 Ibidem.<br />

103 Ibi. , p. 35.<br />

104 Ibi. , p. 125.<br />

42


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

camaleones, siempre dispuestos a cambiar de color 105 , y a los que considera de menor valor que el<br />

cerdo, al cual, afirma, el político se parece, tanto que «La Cámara de Diputados es una auténtica piara»<br />

106 . A pesar de todo estima «correcto e inteligente salir en defensa del cerdo» , porque este animal,<br />

si vivo no sirve para nada, sacrificado proporciona «manjares exquisitos», mientras el político «ni en<br />

vida ni en muerte tiene valor», y fallecido «no tiene mayor utilidad que <strong>la</strong> que tuvo en vida» 107 .<br />

Una subcategoría negativa <strong>la</strong> constituye <strong>la</strong> policía, «que ejecuta tareas que el orgulloso ejército<br />

desdeña», y en el<strong>la</strong> el policía secreto, «todavía más peligroso», un «animal en cautividad», cuya<br />

mentalidad «es inferior a <strong>la</strong> del militar y a <strong>la</strong> del policía» 108 .<br />

<strong>El</strong> gran solitario de Pa<strong>la</strong>cio se construye sobre estas acusaciones tajantes. <strong>El</strong> autor aprovec<strong>ha</strong> <strong>la</strong><br />

ironía, <strong>la</strong> nota grotesca, para dar vida a una sátira durísima contra los responsables de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>.<br />

Más que del dictador, a quien liquida apresuradamente, se demora en <strong>la</strong> denuncia de los ejecutores<br />

de sus designios. La nove<strong>la</strong> tiene <strong>como</strong> objeto principal el de denunciar <strong>la</strong> matanza injustificada de<br />

estudiantes en T<strong>la</strong>telolco presentando una serie de espeluznantes episodios de <strong>la</strong> represión. Con este<br />

libro Rene Avilés Fabi<strong>la</strong> discorre cruelmente el telón hipócrita con el que el gobierno intentó ocultar<br />

una realidad política de opresión. Realidad que <strong>ha</strong>bía denunciado también el dramaturgo Rodolfo<br />

Usigli, no tanto en su lejana comedia <strong>El</strong> gesticu<strong>la</strong>dor 109 , <strong>como</strong> en ¡Buenos días, Señor Presidente!<br />

110 , inspirada en los mismos acontecimientos.<br />

105 Cfr. Ibi , p. 124.<br />

106 Ibi. , p. 128.<br />

107 Cfr. Ibi. , pp. 128-129.<br />

108 Ibi. , p. 133.<br />

109 Rodolfo Usigli, <strong>El</strong> gesticu<strong>la</strong>dor , en Teatro completo , I, México, Fondo de Cultura Económica,<br />

1963.<br />

110 R. Usigli, ¡Buenos días, Señor Presidente! , México, Mortiz, 1972. <strong>El</strong> autor se inspira en La<br />

vida es sueño , pero tiene <strong>como</strong> punto de referencia los trágicos acontecimientos de <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de <strong>la</strong>s<br />

Tres Culturas, al igual que Fabi<strong>la</strong>. En <strong>la</strong> comedia un joven jefe de <strong>la</strong> protesta es llevado al pa<strong>la</strong>cio<br />

presidencial y cuando despierta se ve entregar el mando por el presidente. Pronto su ejercicio del<br />

poder vuelve al arbitrio y se le encierra en una celda. Al despertar cree <strong>ha</strong>ber soñado y cuando sus<br />

partidarios le rescatan inaugura un gobierno honesto. Que sin embargo tiene corta vida, porque los<br />

43


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Merece también mención aquí una nove<strong>la</strong> del guatemalteco Jaime Díaz Rozzotto, que publica<br />

en París en 1971, Le general des Caraibes . <strong>El</strong> libro <strong>ha</strong> tenido escasa difusión en el mundo<br />

hispano<strong>ha</strong>b<strong>la</strong>nte, puesto que sólo existe <strong>la</strong> edición francesa, en <strong>la</strong> traducción de Julián Garavito, con<br />

una presentación de Miguel Ángel Asturias 111 . <strong>El</strong> Premio Nobel valora con entusiasmo <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de<br />

su compatriota, <strong>la</strong> celebra <strong>como</strong> «roman de combat, de témoignage, de dénonciation» , subraya que<br />

el autor denuncia <strong>la</strong> injusticia sin caer en el panfleto y da a su creación el sentido de una « satire aiguë,<br />

rire amer, cri vibrant» , donde «le sens des réalités vécues ou rêvées» reve<strong>la</strong> «toutes les possibilités<br />

d'un auteur en qui se rassemblent le philosophe, le poète, le narrateur, le libelliste, le politique» 112 .<br />

Le géneral des Caraïbes es una nove<strong>la</strong> donde domina, junto con <strong>la</strong> denuncia del protagonismo<br />

negativo de los militares, de los crímenes y los golpes de estado favorecidos por los intereses del<br />

capital norteamericano, <strong>la</strong> evocación sentida de Guatema<strong>la</strong>. Por encima de los bárbaros hechos<br />

narrados captan al lector <strong>la</strong>s evocaciones intensamente inspiradas del paisaje guatemalteco, <strong>como</strong><br />

ocurre en <strong>la</strong>s mejores nove<strong>la</strong>s de Asturias. <strong>El</strong> <strong>la</strong>rgo destierro del escritor explica su postura sentimental,<br />

que da lugar en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> a páginas extraordinarias.<br />

En 1972 aparece una interesante nove<strong>la</strong> del nicaragüense Sergio Ramírez sobre el tema de<br />

<strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>: De tropeles y tropelías 113 . Se trata de un texto curioso, en el cual se detecta<br />

inmediatamente, por su estructura y el tono irónico y satírico, <strong>la</strong> influencia del Cortázar de Historias<br />

de Cronopios y Famas y de Augusto Monterroso.<br />

De tropeles y tropelías presenta una serie de textos adversos al dictador, ciertamente el último<br />

Somoza, a quien Sergio Ramírez, y con él otros muchos, <strong>como</strong> Pablo Antonio Cuadra y Ernesto<br />

Cardenal, <strong>ha</strong>bía dec<strong>la</strong>rado una guerra sin reservas, que desembocaría al final en <strong>la</strong> campaña sandinista.<br />

jóvenes revolucionarios se dividen en bandos adversos para conquistar el poder y le matan a ba<strong>la</strong>zos.<br />

Vuelven así los antiguos personajes y todo sigue <strong>como</strong> antes.<br />

111 Jaime Díaz Rozzotto, Le general des Caraibes , roman guatémaltèque traduit de l'espagnol par<br />

Julián Garavito, Préface de Miguel Ángel Asturias, Prix Nobel, Paris, Les Éditeurs Français Réunis,<br />

1971 .<br />

112 M. Á. Asturias, « Préface » a J. Díaz Rozzotto, op. cit. , p. 8.<br />

113 Sergio Ramírez, De tropeles y tropelías , Managua, Editorial Nueva Nicaragua, 1983 (Iª ed. San<br />

Salvador, Editorial Universitaria, 1972).<br />

44


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Se trata de una serie de «fábu<strong>la</strong>s» sui generis que conforman una especie de tratado sobre el<br />

gobierno del déspota y el sistema sobre el cual se rige. Por lo que se refiere a <strong>la</strong>s aberraciones del<br />

poder el cuadro es impresionante. <strong>El</strong> narrador enjuicia duramente el sistema, <strong>como</strong> ya lo <strong>ha</strong>bía hecho<br />

Cardenal en sus Epigramas de 1961, donde <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> de los Somoza se convierte en una presencia<br />

obsesiva y frustrante.<br />

En el libro de Sergio Ramírez son de especial interés <strong>la</strong>s páginas que tratan « De <strong>la</strong>s propiedades<br />

del sueño (I) », donde se afirma que el sueño <strong>ha</strong>ce posible lo imposible, <strong>como</strong> <strong>la</strong> caída del dictador<br />

y <strong>la</strong> toma del poder de parte del pueblo: pero «los tiranos nunca duermen» 114 . Opinión general ésta<br />

entre los oprimidos, puesto que los déspotas ve<strong>la</strong>n por interpuesta persona, a través de sus espías. Del<br />

Señor Presidente escribía Asturias en su nove<strong>la</strong> que «sus amigos aseguraban que no dormía nunca»<br />

115 , y por otra parte tenía a su servicio un monstruoso aparato de espías, un «bosque de árboles de<br />

orejas que al menor eco se revolvían agitadas por el huracán», de modo que «ni una brizna de ruido<br />

quedaba leguas a <strong>la</strong> redonda con el <strong>ha</strong>mbre de aquellos millones de cartí<strong>la</strong>gos», y<br />

Una red de hilos invisibles, más invisibles que los hilos del telégrafo, comunicaba con cada hoja<br />

con el Señor Presidente, atento a lo que pasaba en <strong>la</strong>s vísceras más secretas de los ciudadanos. 116<br />

En <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Sergio Ramírez el poder singu<strong>la</strong>r del dictador lo representa eficazmente el capítulo<br />

que trata De <strong>la</strong> muerte civil , donde el déspota decreta funerales de estado a un general caído en<br />

desgracia y que todavía vive; cuando éste regresa a su casa nadie le <strong>ha</strong>ce caso, <strong>como</strong> si hubiera <strong>muerto</strong>,<br />

así que él mismo acaba por acostumbrarse a su condición de <strong>muerto</strong> oficial.<br />

Otros pasajes inciden en lo grotesco, <strong>como</strong> el capítulo titu<strong>la</strong>do Del mal olor de los cadáveres ,<br />

que trata de <strong>la</strong> muerte de <strong>la</strong> madre del presidente. Parece que los tiranos sólo tienen un culto, a su<br />

propia madre; por consiguiente el dictador decide mantener a su <strong>la</strong>do su cadáver, para que todos le<br />

sigan rindiendo homenaje, mientras va aumentando de día en día un olor insoportable a putrefacción<br />

y pedazos de piel y de carne se desprenden de <strong>la</strong> difunta. Representación macabra que recuerda a<br />

Juana <strong>la</strong> Loca, paseando por vario tiempo el cadáver de su adorado marido Felipe el Hermoso por los<br />

114 Ibi. , p. 12.<br />

115 M. Á. Asturias, <strong>El</strong> Señor Presidente , op. cit. , p. 14.<br />

116 Ibi. , pp. 38-39.<br />

45


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

ardientes páramos castel<strong>la</strong>nos. En este mismo episodio se inspirará más tarde Gabriel García Márquez<br />

para <strong>la</strong> madre del vetusto dictador en <strong>El</strong> otoño del Patriarca.<br />

En otro pasaje de su libro, Del olvido eterno , Sergio Ramírez presenta a <strong>la</strong> reina de un país<br />

todopoderoso -probablemente en <strong>la</strong>s intenciones del escritor se trata de los Estados Unidos-, <strong>la</strong> cual<br />

para vengarse del mal trato hecho a su embajada, decide cance<strong>la</strong>r del mapa a un pequeño país<br />

dominado por un tirano. Superado el primer fastidio el déspota acaba por apreciar <strong>la</strong>s ventajas de<br />

este olvido político, en cuanto puede seguir tranquilo con su sistema, sin que ninguna organización<br />

internacional para <strong>la</strong> defensa de los derechos humanos intervenga. Mundo aberrante éste de De<br />

tropeles y tropelías , dominado por personajes cínicos, sin cultura, que sólo ejercen acciones<br />

inhumanas y se imponen a sus súbditos por medio de medidas sangrientas.<br />

Nove<strong>la</strong> de notable categoría es, sobre el tema, <strong>la</strong> que el ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta<br />

publica en 1973, <strong>El</strong> secuestro del General 117 , comienzo de <strong>la</strong> serie que los más afirmados exponentes<br />

de <strong>la</strong> «nueva nove<strong>la</strong>» dedican en los años 70 a <strong>la</strong> condena de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>. En su libro el autor afirma<br />

una singu<strong>la</strong>r novedad de estilo y presenta un mundo deforme y duramente real. Aprovec<strong>ha</strong>ndo <strong>la</strong><br />

lección de Asturias elimina datos geográficos y temporales, sitúa su infierno en un trastornante país<br />

de Babe<strong>la</strong>ndia, disfraza a sus personajes bajo eficaces nombres simbólicos, con los que define ab<br />

initio su dimensión moral.<br />

Resumiendo esquemáticamente, <strong>la</strong> trama se concentra sobre el secuestro del general Jonás<br />

Pitecántropo, de quien depende en Babe<strong>la</strong>ndia <strong>la</strong> existencia misma del dictador -el Oseo, alias<br />

Esqueleto-disfrazado-de-hombre, alias Verbofilia, alias Calcáreo, alias Holofernes y para los<br />

íntimos Holo-, por parte del capitán guerrillero Fúlgido Estrel<strong>la</strong> y su ayudante Eneas Roturante. <strong>El</strong><br />

suceso trastorna <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> capital, Babel. <strong>El</strong> rescate que piden los secuestradores para liberar al<br />

general consiste en <strong>la</strong> libertad de los presos políticos, trescientos entierros de primera entre personajes<br />

escogidos por los raptores y una libra de los huesos del dictador.<br />

De repente entramos en un clima dislocado, que atrapa al lector. Los altos mandos de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

no se preocupan por los presos políticos y sí por los trescientos entierros pedidos y cada uno intenta<br />

salvarse a sí mismo pactando con los secuestradores y vendiendo a los demás. Pero <strong>la</strong> radio de los<br />

guerrilleros difunde por todo el país sus pa<strong>la</strong>bras y el resultado es el triunfo de <strong>la</strong> revolución, con <strong>la</strong><br />

condena popu<strong>la</strong>r de todos los culpables.<br />

117 Demetrio Aguilera Malta, <strong>El</strong> secuestro del General , México, Mortiz, 1973.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

En <strong>la</strong> trama expuesta intervienen dos novelitas de amor: <strong>la</strong> de Fúlgido con María y <strong>la</strong> de Eneas con<br />

Ludivinia. <strong>El</strong> amor de <strong>la</strong> primera pareja triunfa, a pesar de <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s intenciones del padrastro de <strong>la</strong><br />

joven, enamorado de el<strong>la</strong>; el de <strong>la</strong> segunda pareja fracasa, debido a <strong>la</strong> intervención del cura Laberinto,<br />

o Polígamo, que se adueña de <strong>la</strong> muc<strong>ha</strong>c<strong>ha</strong>, <strong>la</strong> cual al final muere dando a luz un diablo.<br />

Es un mundo decididamente anormal, a través del cual se afirma <strong>la</strong> denuncia del novelista. En<br />

Babe<strong>la</strong>ndia <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> origina todo trastorno y se mantiene reinando sobre un mundo completamente<br />

animal. <strong>El</strong> cascajo óseo representado por el dictador está a su vez sometido a <strong>la</strong> voluntad del general<br />

secuestrado, el cual experimenta continuos y violentos regresos <strong>ha</strong>cia sus orígenes de hombre de <strong>la</strong><br />

selva, de simio.<br />

<strong>El</strong> mandatario está rodeado de seres serviles, <strong>como</strong> Baco-Alfombra, alias Rastreante, alias Bueno-<br />

para-todo, el cual cuando entra en el salón al l<strong>la</strong>mado del dictador se acuesta boca abajo, estira <strong>la</strong><br />

lengua y <strong>la</strong> pasa «por el empeine de <strong>la</strong>s extremidades inferiores de su jefe» 118 . O bien <strong>como</strong> el<br />

secretario a <strong>la</strong> Defensa, Equino Cascabel, cuya vocación irresistible es a cabalgadura del omnipotente<br />

general Pitecántropo:<br />

Ya le estaba creciendo <strong>la</strong> quijada. Por más que lo intentase, ¡inútil! Pies y manos se le convertían<br />

en cascos. La esc<strong>la</strong>vitud -infeliz caballo esc<strong>la</strong>vo- le c<strong>la</strong>vaba sus cadenas más adentro. Le nacía <strong>la</strong><br />

ondu<strong>la</strong>nte co<strong>la</strong>. ¡Inútil! ¡Todo inútil! ¡Todo inútil! Siento que me curvo. 119<br />

O <strong>como</strong> el joven secretario de Gobierno, Cerdo Rigoleto, «albóndiga con cabeza de merengue»<br />

120 , o el Almirante Neptuno Río-del-Río, o Panfilo A<strong>la</strong>s-Rotas, comandante de <strong>la</strong> detarta<strong>la</strong>da Fuerza<br />

Aérea, o Plácido Ruedas, secretario de Obras Públicas o, en fin, el jefe del Protocolo, Narciso Vaselina:<br />

«los envidiosos lo l<strong>la</strong>maban <strong>la</strong> vaselina del protoculo» 121 .<br />

<strong>El</strong> elemento paródico desacralizador domina en <strong>El</strong> secuestro del General. <strong>El</strong> que forma el gobierno<br />

es un mundo bestial. La reunión de emergencia convocada para tomar medidas después del secuestro<br />

118 Ibi. , p. 8.<br />

119 Ibi. , p. 17.<br />

120 Ibi. , p. 31.<br />

121 Ibi. , p. 71.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

ve presentarse en pa<strong>la</strong>cio a una serie de seres animalizados, que el novelista describe <strong>ha</strong>ciendo uso<br />

de <strong>la</strong> ironía y un humor amargo:<br />

Los altos funcionarios lo rodearon [al dictador], aves de rapiña ante escasa mortecina. Iban llegando<br />

en formas diferentes. Unos, con bozal. Otros, en cuatro. Varios, de rodil<strong>la</strong>s. Muy pocos, erectos y<br />

tranquilos, sobre sus dos extremidades. Ya estaba el Gabinete, en pleno. La crema y nata del Ejército,<br />

<strong>la</strong> Aviación y <strong>la</strong> Marina. La fofa burocracia que digería, <strong>como</strong> siempre, los banquetes opíparos<br />

del Presupuesto. Por su parte Baco Alfombra -ardil<strong>la</strong> prodigiosa- daba saltos de un <strong>la</strong>do para otro,<br />

realizando múltiples funciones . 122<br />

La técnica de destrucción del personaje llega, en <strong>El</strong> secuestro del General , a extraordinarios<br />

resultados a través de un juego inventivo intenso, incansable. La crítica del escritor a <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se<br />

dominante de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> no admite justificaciones. Babe<strong>la</strong>ndia <strong>ha</strong> llegado a ser el «país políglota,<br />

donde cada babe<strong>la</strong>ndense, usando el mismo idioma, <strong>ha</strong>b<strong>la</strong> un lenguaje diferente. Donde <strong>la</strong><br />

comunicación es un tabú perenne: nadie se entiende con nadie...» 123 . Opinión del mismo dictador, el<br />

cual <strong>ha</strong> hecho del poder «un negocio», del país «su <strong>ha</strong>cienda», de sus súbditos «peones con cadenas<br />

124 ; un país donde «¡Su pa<strong>la</strong>bra es <strong>la</strong> ley!», el Congreso está formado por «hombres-camaleones»<br />

que emiten, en vez de «vocablos polifónicos», «ronquidos peristálticos» 125 .<br />

Babe<strong>la</strong>ndia es, en <strong>la</strong> sustancia, el «paraíso de los confundidos y de los incomunicados» 126 . En <strong>la</strong><br />

ocasión de festejar al dictador por <strong>ha</strong>ber escapado tiempo atrás a un atentado, el acto público sube a<br />

ofrecérselo un hombre-animal, un buey. Lo que recuerda el papel desarrol<strong>la</strong>do en ocasión semejante<br />

por <strong>la</strong> «Lengua de Vaca» en <strong>El</strong> Señor Presidente de Asturias, motivo para denunciar el clima negativo<br />

de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>. Aguilera Malta e<strong>la</strong>bora aun más <strong>la</strong> escena, <strong>ha</strong>sta alcanzar el resultado destructivo que<br />

pretende, a través de una animalización completa del personaje. Si comparamos los dos momentos<br />

presentes en <strong>la</strong>s distintas nove<strong>la</strong>s vemos <strong>como</strong> <strong>la</strong> «Lengua de Vaca» va hilvanando en <strong>El</strong> Señor<br />

Presidente un discurso vacío e incomprensible; en <strong>El</strong> secuestro del General el «buey» que ofrece el<br />

122 Ibi. , p. 30.<br />

123 Ibi. , p. 31.<br />

124 Ibi. , p. 30.<br />

125 Ibi. , p. 10.<br />

126 Ibi. , p. 83.<br />

48


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

acto de homenaje al poderoso en realidad no <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>, mueve so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong>s mandíbu<strong>la</strong>s <strong>como</strong> si rumiara.<br />

La denuncia de <strong>la</strong> perversión de <strong>la</strong>s conciencias debida a <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, que Asturias realiza valiéndose<br />

del lenguaje, <strong>la</strong> obtiene Aguilera Malta a través de <strong>la</strong> mueca grotesca.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> derecho de asilo y <strong>El</strong> recurso del método : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

<strong>como</strong> sistema<br />

En 1972 aparece también una novelita del cubano Alejo Carpentier, <strong>El</strong> derecho de asilo , texto<br />

por mucho tiempo pasado casi inadvertido y que, al contrario, merece atención por <strong>la</strong> novedad que<br />

presenta dentro del tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y porque anuncia <strong>la</strong> gran nove<strong>la</strong> que el autor publicará dos<br />

años después, <strong>El</strong> recurso del método.<br />

Formado por siete capítulos breves, <strong>El</strong> derecho de asilo presenta una síntesis eficaz del sistema<br />

dictatorial de gobierno. En <strong>la</strong> novelita el autor resume <strong>la</strong> historia de Hispanoamérica desde <strong>la</strong> conquista<br />

<strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> independencia y denuncia <strong>la</strong>s infinitas agitaciones de que está sembrada:<br />

bajo <strong>la</strong> égida de los héroes, se pasará un siglo en en cuarte<strong>la</strong>zos, bochinches, golpes de estado,<br />

insurrecciones, marc<strong>ha</strong>s sobre <strong>la</strong> capital, rivalidades personales y colectivas, caudillos bárbaros y<br />

caudillos ilustrados. 127<br />

La denuncia de Carpentier enjuicia toda <strong>la</strong> historia de América Latina y anuncia el tema que<br />

caracterizará <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> sucesiva, el de <strong>la</strong> metamorfosis de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> bajo <strong>la</strong> especie de <strong>la</strong><br />

«Ilustración». Si el dictador es generalmente, a partir de <strong>El</strong> Señor Presidente , un ser primitivo -<br />

aunque Estrada Cabrera mandara levantar estatuas a Minerva-, en <strong>El</strong> derecho de asilo el personaje<br />

parece algo más culto, a pesar de sus métodos de gobierno, que implican <strong>la</strong> represión brutal, <strong>la</strong> tortura<br />

y <strong>la</strong> cárcel.<br />

Un ex secretario a <strong>la</strong> Presidencia y Consejo de Ministros, refugiado en <strong>la</strong> embajada de un país<br />

«hermano» a consecuencia del golpe del general Mabellán, es quien juzga los acontecimientos con un<br />

conocimiento de ellos desde adentro, los métodos inevitables del sistema, los personajes infernales que<br />

trabajan para consolidar al régimen. <strong>El</strong> tema es eternamente el mismo, porque una realidad de maldad<br />

y de dolor es <strong>la</strong> sustancia de cada <strong>dictadura</strong>, pero el sistema represivo ahora parece <strong>ha</strong>ber mejorado<br />

debido al aporte estadounidense. La señora embajadora, que se <strong>ha</strong> enamorado del ex secretario<br />

exiliado, se horroriza frente a <strong>la</strong> represión y exc<strong>la</strong>ma: «Estos policías de tu país son unos bárbaros»;<br />

a lo que su amante añade: «Y más ahora que tienen instructores norteamericanos» 128 .<br />

127 Alejo Carpentier, <strong>El</strong> derecho de asilo , Barcelona, Barral, 1972, p. 42.<br />

128 Ibi. , p. 60.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Acusación tajante contra el poderoso vecino del norte, que desde siempre condiciona <strong>la</strong> situación<br />

política de los países <strong>la</strong>tinoamericanos. Los golpes se verifican, en efecto, casi siempre determinados<br />

o favorecidos por los intereses del capital estadounidense; los generales, o coroneles, o sargentos, se<br />

apoderan del estado apoyándose en <strong>la</strong> protección de los Estados Unidos y no tienen otro programa<br />

que el de explotar al país. Es lo que denuncia Alejo Carpentier en su nove<strong>la</strong>, donde vemos que <strong>ha</strong>sta<br />

<strong>la</strong> «cuestión de límites» que opone el general Mabellán al estado confinante, pretexto para distraer<br />

al pueblo de <strong>la</strong> violencia del golpe, se al<strong>la</strong>na cuando entran en juego los intereses norteamericanos.<br />

Debido a este motivo y a <strong>la</strong> necesidad de un «ejército represivo interno para disolver manifestaciones<br />

y desfiles, atajar huelgas, <strong>ha</strong>cer observar los toques de queda, al<strong>la</strong>nar casas y empresas, patrul<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s<br />

calles, etc. , etc. » , el general golpista pasa a una «política de tolerancia y cooperación»: «Nada<br />

de problemas internacionales, decía. Y más ahora que los Estados Unidos <strong>ha</strong>bían adquirido grandes<br />

concesiones mineras en territorio litigioso» 129 .<br />

Lo pretextuoso de <strong>la</strong> recurrente «cuestión de límites» ya <strong>ha</strong>bía sido denunciado por Asturias en su<br />

trilogía bananera, así <strong>como</strong> el recurso por parte de los gobiernos totalitarios a una retórica patriotera<br />

con <strong>la</strong> que enardecen al pueblo inocente. En <strong>la</strong> ya mencionada «cuestión» el novelista guatemalteco<br />

denunciaba <strong>la</strong> presencia de <strong>la</strong>s compañías petroleras norteamericanas en Centroamérica. Por su parte,<br />

en <strong>El</strong> derecho de asilo Carpentier insiste sobre <strong>la</strong> retórica de los dictadores, dándonos una radiografía<br />

del sistema, ahondando en <strong>la</strong> situación dramática de América, donde «los golpes salen siempre<br />

victoriosos» 130 , y quien muere en ellos es siempre el pueblo: «Los arsenales <strong>la</strong>tinoamericanos nunca<br />

tuvieron cliente<strong>la</strong> sino de pobres» 131 .<br />

<strong>El</strong> derecho de asilo es una lograda síntesis de lo que hubiera podido ser una nove<strong>la</strong> de mayor ca<strong>la</strong>do.<br />

De cualquier manera, aparecen en el<strong>la</strong> los temas fundamentales de <strong>la</strong> denuncia contra <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>,<br />

entre ellos, evidentemente dirigidos a <strong>la</strong> destrucción de los personajes, el consabido detalle de <strong>la</strong><br />

homosexualidad y el motivo erótico, de un erotismo siempre comercial. Desde su lugar privilegiado,<br />

en «un tiempo sin tiempo» 132 , el ex secretario observa <strong>la</strong> farsa, juzga el sistema, del que, por otra<br />

parte, durante el gobierno del anterior general él mismo fue expresión. Más listo que Cara de Ángel<br />

129 Ibi. , p. 65.<br />

130 Ibi. , p. 26<br />

131 Ibidem.<br />

132 Ibi. , p. 48.<br />

51


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

en <strong>El</strong> Señor Presidente , acude al amor para salvarse; conocedor de los hombres y de <strong>la</strong> sociedad<br />

en <strong>la</strong> que vive, desde su nuevo cargo de embajador del país hermano espera que el tiempo se ponga<br />

nuevamente en marc<strong>ha</strong>: «el jueves volvieron los días, con sus nombres, a encajarse dentro del tiempo<br />

dado al hombre. Y empezaron los trabajos y los días» 133 . La solución es el compromiso y, resolviendo<br />

<strong>la</strong> cuestión de límites, <strong>la</strong> reconciliación con el nuevo detentor del poder para una nueva co<strong>la</strong>boración.<br />

Pocos años después de <strong>El</strong> derecho de asilo , en 1974, Alejo Carpentier publica una extraordinaria<br />

nove<strong>la</strong>, <strong>El</strong> recurso del método 134 , texto que, a pesar de reincidir en temas conocidos, los<br />

de una realidad política que constantemente se repite, presenta fundamentales novedades por<br />

estructura y estilo, <strong>la</strong> profundidad con que el narrador penetra en <strong>la</strong> situación, <strong>la</strong> pericia artística<br />

con que <strong>la</strong> representa, <strong>la</strong> <strong>ha</strong>bilidad en el manejo de los personajes. En siete capítulos, divididos en<br />

diferentes párrafos, y un breve epílogo que lleva <strong>la</strong> fec<strong>ha</strong> de 1972, el escritor re<strong>la</strong>ta <strong>la</strong> vida de un<br />

dictador <strong>la</strong>tinoamericano. En una conversación Carpentier dec<strong>la</strong>ró que <strong>la</strong> presencia de <strong>la</strong> experiencia<br />

dictatorial cubana de <strong>la</strong> época de Mac<strong>ha</strong>do era dominante y el libro, en el que se <strong>ha</strong>bía propuesto<br />

presentar un «retrato-robot» de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, sobre el telón de fondo de un complicado «país-robot»<br />

<strong>la</strong>tinoamericano, «un compendio de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y del mundo natural de América» 135 . Demasiado<br />

poco para explicar el significado real de una nove<strong>la</strong> <strong>como</strong> <strong>El</strong> recurso del método.<br />

Por de pronto <strong>ha</strong>y que ac<strong>la</strong>rar que <strong>la</strong> presencia de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> de Gerardo Mac<strong>ha</strong>do se advierte en<br />

el libro sólo vagamente; <strong>la</strong>s fechorías de <strong>la</strong>s <strong>dictadura</strong> <strong>la</strong>tinoamericanas son, al fin y al cabo, todas<br />

parecidas. Por otra parte el dictador aludido <strong>ha</strong>ce su aparición en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> so<strong>la</strong>mente al final, en <strong>la</strong><br />

mención del estudiante que derribó al poderoso protagonista de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> con una huelga general, al<br />

cubano Julio Antonio Mel<strong>la</strong> 136 , para destacar <strong>la</strong> diferencia entre los dos: Mac<strong>ha</strong>do, «siendo muy<br />

inculto, no erigía templos a Minerva <strong>como</strong> su casi contemporáneo Estrada Cabrera, ni era afrancesado,<br />

133 Ibi. , p. 71.<br />

134 A. Carpentier, <strong>El</strong> recurso del método , Madrid, Siglo XXI, 1974.<br />

135 Conversación personal con Alejo Carpentier en <strong>la</strong> Universidad de Venecia, junio de 1974.<br />

136 Julio Antonio Mel<strong>la</strong> (1903-1929) fue el fundador del partido comunista cubano; murió en<br />

México asesinado por sicarios del dictador Mac<strong>ha</strong>do. Ensayista, denunció duramente <strong>la</strong> situación de<br />

su país en Cuba: un pueblo que jamás <strong>ha</strong> sido libre (1924)<br />

52


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>como</strong> <strong>ha</strong>bían sido otros muchos dictadores y tiranos ilustrados del Continente» 137 , mientras que el<br />

Primer Magistrado es hombre de amplia y refinada cultura.<br />

Siguiendo a Tirano Banderas , con <strong>El</strong> Señor Presidente inevitable lectura, Carpentier conforma<br />

el escenario de su nove<strong>la</strong> <strong>como</strong> un complejo mundo tropical-americano: alude a «nuestras Tierras<br />

calientes» 138 ; el país tiene un puerto, sus montañas, sus «Andes». <strong>El</strong> narrador despista al lector,<br />

impide una exacta identificación geográfica acudiendo a detalles varios, <strong>como</strong> <strong>la</strong> descripción de una<br />

fiesta de carnaval más bien cubana, ritos fúnebres que parecen mexicanos, una vegetación tropical<br />

exuberante, con colores y aromas intensos y embriagadores, pueb<strong>la</strong> el territorio de cataratas y volcanes<br />

y lo llena de «indios, negros, zambos, cholos y mu<strong>la</strong>tos» , donde «sería difícil ocultar a los cafres»<br />

139 . Mundo que constituye para el dictador, frecuentemente en París por <strong>la</strong>rgas temporadas, un «allá»<br />

<strong>ha</strong>cia el cual va un sentimiento de odio-amor, de rec<strong>ha</strong>zo y nostalgia.<br />

En cuanto a <strong>la</strong> determinación temporal, el narrador llena <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de fec<strong>ha</strong>s referentes a meses y<br />

días, indica años, pero sin que ayuden a individuar una época exacta acerca de los acontecimientos;<br />

los cuales, sin embargo, permiten situar <strong>la</strong> acción en un período que va de una época anterior a <strong>la</strong><br />

primera Guerra Mundial <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> segunda postguerra, con una proyección final de <strong>la</strong> «historia»: <strong>la</strong><br />

fec<strong>ha</strong> del epílogo, 1972, denuncia tangible del repetirse constante del drama. <strong>El</strong> tiempo eterno de <strong>la</strong><br />

<strong>dictadura</strong> que denunciara Asturias en su nove<strong>la</strong> repitiendo <strong>la</strong> escena inicial de los presos camino de <strong>la</strong><br />

cárcel, lo consigue el escritor cubano a través de <strong>la</strong> fec<strong>ha</strong> indicada, que acaso indique también cuando<br />

terminó de escribir su nove<strong>la</strong>.<br />

<strong>El</strong> carácter peculiar de <strong>El</strong> recurso del método lo seña<strong>la</strong> el título mismo. Su punto de partida es<br />

el Discours de <strong>la</strong> Méthode de Descartes, aquí «recurso», recurso de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> para conservarse.<br />

Cada capítulo de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Carpentier va encabezado por una cita apropiada del texto de referencia,<br />

pero ya desde el título el lector recibe <strong>la</strong> impresión de que va a leer una nove<strong>la</strong> particu<strong>la</strong>r, fuertemente<br />

intelectualizada. La explicación <strong>la</strong> obtiene en el párrafo 8 del tercer capítulo, donde el escritor presenta<br />

al dictador protagonista obligado a enfrentarse con el levantamiento del general Hoffman y decidido,<br />

137 A. Carpentier, <strong>El</strong> recurso del método , op. cit. , p. 327.<br />

138 Ibi. , p. 40.<br />

139 Ibi. , p. 23.<br />

53


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

una vez que lo venza, a eliminarlo: «No <strong>ha</strong>bía más remedio. Era <strong>la</strong> reg<strong>la</strong> del juego. Recurso del<br />

Método» 140 .<br />

Las citas del Discours cartesiano acompañan al lector durante toda <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>como</strong> un sugerente<br />

breviario, partiendo del propósito enunciado en el primer capítulo, no de enseñar el método que cada<br />

cual debe seguir «para guiar acertadamente su razón», sino so<strong>la</strong>mente para «mostrar de que manera<br />

<strong>ha</strong> tratado de seguir <strong>la</strong> suya» el dictador 141 . <strong>El</strong> Discours se transforma así en una sugerencia<br />

de iniquidades; el muy leído déspota, intelectualmente afrancesado, aprende de su ilustre amigo y<br />

fracasado escritor dramático parisino, «Ilustre Académico», <strong>la</strong> justificación cartesiana de su conducta<br />

política: «bien lo <strong>ha</strong>bía dicho Descartes: Los soberanos tienen el derecho de modificar en algo <strong>la</strong>s<br />

costumbres» 142 .<br />

La extensa denuncia de <strong>la</strong>s fechorías de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> forma el núcleo central de <strong>El</strong> recurso del<br />

método , y es una trayectoria consabida: represiones, matanzas, presencia de los Estados Unidos,<br />

apoyo concreto de éstos al gobierno dictatorial y, en el momento de crisis, el abandono para apoyar<br />

a un nuevo déspota, que será a su vez un fantoche. La participación de Carpentier en el drama es<br />

amarga, pero, <strong>como</strong> ocurre con frecuencia, al final el escritor se enamora de su personaje y felizmente.<br />

Es cuando <strong>la</strong> figura del dictador, perdido el mando y refugiado en París, va asumiendo una dimensión<br />

nueva, de ninguna manera positiva, pero sí más humana. <strong>El</strong> narrador estudia ahora al personaje en su<br />

desgarradora nostalgia por ese «allá» insustituible, lo presenta en su decadencia física y mental debido<br />

al paso del tiempo y al exilio. Con gran sensibilidad Alejo Carpentier interpreta el drama humano<br />

dando al personaje, sin quererlo, una dimensión que les falta a los demás dictadores de <strong>la</strong> literatura,<br />

«anatomía desgastada que se esmirriaba de día en día» 143 . En un tiempo vuelto eterno - «pasaban los<br />

meses en desalojo de castañas por fresas y fresas por castañas, árboles vestidos y árboles desnudos,<br />

verdes y herrumbres » 144 - el ex poderoso va entrando en un ámbito confuso y su figura despierta<br />

instintiva compasión. Sumido en un intermitente monólogo interior, el anciano dictador transcurre sus<br />

últimos días en rápida decadencia, <strong>ha</strong>sta que todo desemboca en un insistente pensar en <strong>la</strong> muerte y una<br />

140 Ibi. , p. 121.<br />

141 Ibi. , p. 9.<br />

142 Ibi. , p. 26.<br />

143 Ibi. , p. 322.<br />

144 Ibi. , p. 330.<br />

54


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

tentativa desesperada para permanecer en <strong>la</strong> historia a través de una frase memorable de última hora,<br />

que busca y encuentra en el Pequeño Larousse , «Acta est fábu<strong>la</strong>», pero que no llega a pronunciar.<br />

55


Yo el Supremo : <strong>la</strong> tiranía imprescindible<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> mismo año en que aparece <strong>El</strong> recurso del método de Alejo Carpentier, 1974, el paraguayo<br />

Augusto Roa Bastos publica su nove<strong>la</strong> Yo el Supremo , dedicada a evocar <strong>la</strong> «Dictadura Perpetua»<br />

del Doctor Francia. La figura del dictador paraguayo, que ejerció su poder absoluto desde 1816 <strong>ha</strong>sta<br />

1840, ya <strong>ha</strong>bía aparecido en Hijo de Hombre (1959), primera nove<strong>la</strong> del escritor; <strong>la</strong> rememoraba<br />

continuamente el viejo Macario, hijo «mostrenco», según se decía, del Supremo, con más certeza su<br />

liberto. La silueta del hombre poderoso cruzaba enigmática, en <strong>la</strong> evocación del viejo, por toda <strong>la</strong><br />

nove<strong>la</strong> y se imponía <strong>como</strong> algo mágico-sagrado y terrible:<br />

Montado en el cebruno sobre <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> de terciopelo carmesí con pistoleras y fustes de p<strong>la</strong>ta, alta <strong>la</strong><br />

cabeza, los puños engarriados sobre <strong>la</strong>s riendas, pasaba al tranco venteando el silencio del crepúsculo<br />

bajo <strong>la</strong> sombra enorme del tricornio, todo él envuelto en <strong>la</strong> capa negra de forro colorado, de <strong>la</strong> que sólo<br />

emergían <strong>la</strong>s medias b<strong>la</strong>ncas y los zapatos de c<strong>ha</strong>rol con hebil<strong>la</strong>s de oro, trabados en los estribos de<br />

p<strong>la</strong>ta. <strong>El</strong> filudo perfil de pájaro giraba de pronto <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong>s puertas y ventanas trancadas <strong>como</strong> tumbas,<br />

y entonces, aun nosotros, después de un siglo, bajo <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras del viejo, todavía nos echábamos<br />

<strong>ha</strong>cia atrás para escapar de esos carbones encendidos que nos espiaban desde lo alto del caballo, entre<br />

el rumor de <strong>la</strong>s armas y los herrajes. 145<br />

A distancia de quince años el Doctor Francia es el gran protagonista de Yo el Supremo. <strong>El</strong> personaje<br />

estaba bien presente en <strong>la</strong> mente y en <strong>la</strong> sensibilidad del escritor y se concretizó en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> citada, que<br />

nos presenta a un Roa Bastos inesperado, novelista de gran madurez en una obra realmente maestra.<br />

<strong>El</strong> tirano del Paraguay es aquí una figura de gran relieve, evocada en el <strong>la</strong>rgo período de su absoluto<br />

poder, que terminó sólo con su muerte natural, el 20 de septiembre de 1840.<br />

Estamos, pues, frente a una figura histórica real, que mucho <strong>ha</strong> dado que decir a los historiadores<br />

que se <strong>ha</strong>n ocupado de el<strong>la</strong>, coincidiendo <strong>la</strong> mayoría en afirmar en el Doctor Francia al defensor celoso<br />

de <strong>la</strong> independencia paraguaya, frente a <strong>la</strong>s miras expansionistas de Brasil y Argentina, un dictador<br />

libremente elegido <strong>como</strong> tal al principio y con los años cada vez más duro en el ejercicio de su poder<br />

absoluto.<br />

145 Augusto Roa Bastos, Hijo de Hombre , Buenos Aires, Editorial Losada, 1961 (2ª ed. ), p. 15.<br />

56


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

En cuanto a <strong>la</strong>s textos de Augusto Roa Bastos, si Hijo de Hombre fue definido <strong>como</strong> <strong>la</strong> «nove<strong>la</strong><br />

del dolor paraguayo» 146 , Yo el Supremo es más bien <strong>la</strong> tentativa grandiosa de interpretar a una<br />

figura enigmática, el juicio sobre <strong>la</strong> cual queda todavía en suspenso. <strong>El</strong> autor ahonda, en forma irónica<br />

a veces, en <strong>la</strong> tragedia de su país, representada por el poder omnímodo del defensor de <strong>la</strong> patria. La<br />

nove<strong>la</strong> se inaugura con un pasquín que imita el estilo, <strong>la</strong> escritura y <strong>la</strong> firma del supremo dictador,<br />

impartiendo falsas disposiciones para después de su muerte y para sus co<strong>la</strong>boradores: que su cabeza<br />

sea decapitada y «puesta en una pica por tres días en <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de <strong>la</strong> República, donde se convocará<br />

al pueblo al son de <strong>la</strong>s campanas a vuelo» ; los servidores civiles y militares del dictador deberán<br />

sufrir <strong>la</strong> pena de <strong>la</strong> horca y sus cadáveres «enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que<br />

memore sus nombres» ; finalmente, que en el término de dicho p<strong>la</strong>zo los restos del Supremo «sean<br />

quemados y <strong>la</strong>s cenizas arrojadas al río» 147 .<br />

La busca del autor, o de los autores, del pasquín es el motivo que continuamente asoma en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>,<br />

contribuyendo a darle unidad. En <strong>la</strong> narración, estructurada en capítulos no dec<strong>la</strong>rados, individuables<br />

so<strong>la</strong>mente por los espacios en b<strong>la</strong>nco, va tomando consistencia una dura denuncia contra <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

a través de <strong>la</strong>s propias reflexiones del Supremo, su verborrea y su grafomanía. <strong>El</strong> personaje dicta sin<br />

descanso y transforma a su secretario, Patino, en su mano, en un ser sin cabeza pensante, y pasa reseña<br />

a su historia personal dentro de <strong>la</strong> historia de Paraguay, exponiendo sus complicadas teorías en torno<br />

a <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> perpetua y al poder absoluto:<br />

el Poder Absoluto está hecho de pequeños poderes. Puedo <strong>ha</strong>cer por medio de otros lo que esos<br />

otros no pueden <strong>ha</strong>cer por sí mismos. Puedo decir a otros lo que no puedo decirme a mí. Los demás<br />

son lentes a través de <strong>la</strong>s cuales leemos en nuestras propias mentes. <strong>El</strong> Supremo es aquél que lo es<br />

por su naturaleza. Nunca nos recuerda a otro salvo a <strong>la</strong> imagen del Estado, de <strong>la</strong> Nación, del pueblo<br />

de <strong>la</strong> Patria. 148<br />

Subrayado el «tiempo sin tiempo» de su perpetuo mando, <strong>la</strong> dimensión del Supremo se nos<br />

reve<strong>la</strong> a través de sus lecturas -Rousseau, Montesquieu, Diderot, Voltaire, Descartes, entre otros-<br />

y su propósito principal, dec<strong>la</strong>rada <strong>la</strong> independencia de Paraguay: defender <strong>la</strong> integridad de <strong>la</strong><br />

146 Mario Benedetti, «Una nove<strong>la</strong> del dolor paraguayo», en Letras del continente mestizo ,<br />

Montevideo, Marc<strong>ha</strong>, 1967.<br />

147 A. Roa Bastos, Yo el Supremo , Buenos Aires, Siglo XXI, 1974, p. 7.<br />

148 Ibi. , p. 69.<br />

57


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

república. En un lúcido desafío, que va acentuándose poco a poco en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, asistimos a sus<br />

numerosas y aterradoras fechorías. <strong>El</strong> narrador-investigador se dec<strong>la</strong>ra «compi<strong>la</strong>dor», sonsacador de<br />

una hiperbólica serie de fuentes escritas sobre el personaje:<br />

unos veinte mil legajos, éditos e inéditos; de otros tantos volúmenes, folletos, periódicos,<br />

correspondencias y toda suerte de testimonios ocultados, consultados, espiados, en bibliotecas y<br />

archivos privados y oficiales. 149<br />

Añádanse fuentes de <strong>la</strong> tradición oral, quince mil horas de entrevistas grabadas en magnetófono,<br />

agravadas de imprecisiones y confusiones, a supuestos descendientes de supuestos funcionarios;<br />

a supuestos parientes y contraparientes de <strong>El</strong> Supremo que se jactó siempre de no tener ninguno; a<br />

epígonos, panegiristas y detractores no menos supuestos y nebulosos. 150<br />

La <strong>la</strong>rga cita forma parte de <strong>la</strong> «Nota final del Compi<strong>la</strong>dor» y es evidente que el narrador quiere<br />

no so<strong>la</strong>mente subrayar lo complicado que es interpretar <strong>la</strong> vida y los hechos del Doctor Francia, sino<br />

despistar al lector, a quien informa ante todo de que, al revés de los textos usuales, éste <strong>ha</strong> sido «leído<br />

primero y escrito después», y que por consiguiente «en lugar de decir y escribir cosa nueva, no <strong>ha</strong><br />

hecho más que copiar fielmente lo ya dicho y compuesto por otros» 151 . Finalmente el narrador remata<br />

el clima de realidad-irrealidad en el que se mueve toda <strong>la</strong> narración dec<strong>la</strong>rando, <strong>como</strong> «a-copiador»,<br />

que<br />

<strong>la</strong> historia encerrada en estos Apuntes se reduce al hecho de que <strong>la</strong> historia que en el<strong>la</strong> debió ser<br />

narrada no <strong>ha</strong> sido narrada. En consecuencia, los personajes y hechos que figuran en ellos <strong>ha</strong>n ganado,<br />

por fatalidad del lenguaje escrito, el derecho a una existencia ficticia y autónoma al servicio del no<br />

menos ficticio y autónomo lector. 152<br />

O sea que todo es y no es al mismo tiempo y que el misterio en torno a tan compleja personalidad<br />

sigue siendo imposible de descifrar.<br />

149 Ibi. , p. 466.<br />

150 Ibidem.<br />

151 Ibidem.<br />

152 Ibidem.<br />

58


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Naturalmente, al contrario de lo afirmado, el narrador está continuamente presente en el texto. <strong>El</strong><br />

armazón de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> se funda en un intermitente monólogo del Supremo, en su dictado, mezc<strong>la</strong>do<br />

con diálogos, increpaciones y solicitaciones a corroborar y ac<strong>la</strong>rar dirigidas a su secretario. Una <strong>la</strong>rga<br />

«Circu<strong>la</strong>r Perpetua», no menos intermitente, recorre toda <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, entremezc<strong>la</strong>da con <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones<br />

de un «libro secreto», anotaciones de mano adversaria anónima al libro, contestaciones del dictador,<br />

anotaciones sacadas de un material histórico-crítico por el narrador y su comentario personal. En<br />

ocasiones <strong>la</strong>s notas se encaraman en <strong>la</strong> página, se mezc<strong>la</strong>n con el texto narrativo, para demostrar cómo<br />

el supuesto «a-copiador» trabaja <strong>la</strong> materia, corrobora, glosa, alega, critica, rectifica.<br />

La atmósfera irreal se acentúa <strong>como</strong> a través de una suerte de locura del Supremo, quien se<br />

siente megalomaniacamente «Suprema encarnación de <strong>la</strong> raza», el «Supremo Personaje» que «ve<strong>la</strong> y<br />

protege» el «sueño-dormido», el «sueño-despierto (no <strong>ha</strong>y diferencia entre ambos)» de su gente, <strong>la</strong><br />

cual «busca el paso del mar rojo en medio de <strong>la</strong> persecución y acorra<strong>la</strong>miento de nuestros enemigos...»<br />

153 : un nuevo Moisés que conduce a su pueblo <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong> salvación. Locura del poder y locura de una<br />

misión que se <strong>ha</strong> vuelto obsesión. En un singu<strong>la</strong>r coloquio con sus perros, que resuscita originalmente<br />

el de cervantina memoria, el supremo dictador ve rec<strong>ha</strong>zadas sus interpretaciones. <strong>El</strong> finado perro<br />

Satán le increpa duramente:<br />

Creíste que <strong>la</strong> patria que ayudaste a nacer, que <strong>la</strong> Revolución que salió armada de tu cráneo,<br />

empezaban-acababan en ti. Tu propia soberbia te hizo decir que eras hijo de un parto terrible y de<br />

un principio de mezc<strong>la</strong>. Te alucinaste y alucinaste a los demás fabu<strong>la</strong>ndo que tu poder era bsoluto.<br />

tampoco creíste en el pueblo con <strong>la</strong> verdadera mística de <strong>la</strong> Revolución: única que lleva a un verdadero<br />

conductor a identificarse con su causa; no a usar<strong>la</strong> <strong>como</strong> escondrijo de su absoluta vertical Persona,<br />

en <strong>la</strong> que ahora pastan horizontalmente los gusanos. 154<br />

Y advierte: «<strong>la</strong> verdadera Revolución no devora a sus hijos. Únicamente a sus bastardos» 155 .<br />

Nos damos cuenta de repente que el dictador está <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>ndo desde su muerte; probablemente su<br />

secretario, Patino, siga escribiendo, transformado irremediablemente en su mano. La gran alucinación<br />

153 Ibi. , pp. 345-346.<br />

154 Ibi. , p. 454.<br />

155 Ibi. , pp. 454-455- En torno al papel de los perros del dictador cfr. G. Bellini, «<strong>El</strong> Supremo y<br />

el coloquio con los perros», ínsu<strong>la</strong> , 521, 1990.<br />

59


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> toma cuerpo en uno de los textos más interesantes y logrados de <strong>la</strong> «nueva nove<strong>la</strong>»<br />

hispanoamericana, interpretando un más amplio drama nacional que a <strong>la</strong> sazón todavía no <strong>ha</strong>bía<br />

concluido.<br />

Años después, en 1993, Roa Bastos volverá al tema en <strong>El</strong> fiscal 156 , obra con <strong>la</strong> que concluye <strong>la</strong><br />

«trilogía del dolor paraguayo», centrada sobre «el monoteísmo del poder», uno de los ejes temáticos<br />

del escritor paraguayo 157 . Mucho <strong>ha</strong>y de autobiográfico en esta nove<strong>la</strong>, escrita una veintena de años<br />

antes, destruida y vuelta a escribir, según afirma el propio autor 158 . En <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> aventura<br />

del protagonista, Roa Bastos logra una representación eficazmente dramática del momento final de <strong>la</strong><br />

Guerra <strong>Gran</strong>de, cuando, derrotado por <strong>la</strong>s tropas brasileñas del emperador don Pedro en Cerro-Corá,<br />

el mariscal So<strong>la</strong>no López, dictador de turno, acaba por ser crucificado, Cristo paraguayo sin rescate<br />

ni resurrección: «Estaba ahí ese cuerpo crucificado para el que no <strong>ha</strong>bía ninguna resurrección posible<br />

en toda <strong>la</strong> eternidad» . 159<br />

Desastres de <strong>la</strong> guerra, consecuencias de políticas imperialistas, pero al mismo tiempo trágico<br />

resultado de un sistema de poder destinado a no dejar nunca al Paraguay, <strong>ha</strong>sta el año 1989, cuando<br />

el último tirano, el teutónico doctor Stroessner, fue abatido por una insurrección militar.<br />

Tampoco se alejan del tema <strong>la</strong>s dos nove<strong>la</strong>s sucesivas: Contravida (1995) 160 y Madama Suí<br />

(1996) 161 : historia, <strong>la</strong> primera, de un prisionero político que logra escapar a una matanza organizada<br />

y en un aventuroso viaje <strong>ha</strong>cia el país natal, viaje de <strong>la</strong> última esperanza, encuentra finalmente <strong>la</strong><br />

muerte; el segundo historia de <strong>la</strong> bellísima hetaira japonesa que el dictador paraguayo Stroessner, el<br />

cual <strong>ha</strong> transformado el país en un burdel, <strong>ha</strong>ce suya con <strong>la</strong> violencia y más tarde repudia. La segunda<br />

nove<strong>la</strong> se conecta con <strong>la</strong> primera en el momento en que se descubre que el hombre a quien Madama<br />

Suí amaba era el desdic<strong>ha</strong>do protagonista de Contravida eliminado por el tirano. Nove<strong>la</strong>s todas<br />

156 A. Roa Bastos, <strong>El</strong> fiscal , Madrid, Alfaguara Hispánica, 1993.<br />

157 Cfr. Ibi. , p. 9.<br />

158 Ibidem.<br />

159 Ibi. , p. 33.<br />

160 A. Roa Bastos, Contravida , Madrid, Alfaguara, 1995.<br />

161 A. Roa Bastos, Madama Suí , Madrid, Alfaguara, 1996.<br />

60


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

de indudable interés, aunque sobre el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> ninguna de el<strong>la</strong>s logra superar por valor<br />

artístico a Yo, el Supremo.<br />

61


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> otoño del Patriarca : el tiempo eterno de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

Si en Cien años de soledad <strong>la</strong> figura del coronel Aureliano Buendía representaba <strong>la</strong> perversión del<br />

poder, así <strong>como</strong> en Los funerales de <strong>la</strong> Mamá <strong>Gran</strong>de <strong>la</strong> hipérbole denunciaba el egoísmo de quien<br />

lo posee todo, en <strong>El</strong> otoño del Patriarca , nove<strong>la</strong> que Gabriel García Márquez publica en 1975 162<br />

él desarrol<strong>la</strong> por fin cumplidamente el tema que <strong>ha</strong>cía tiempo le iba rondando dentro.<br />

Acosado por sus numerosos entrevistadores el escritor fue dando a lo <strong>la</strong>rgo del tiempo noticias<br />

diversas en torno al progresar de su proyecto narrativo. Se supo así que <strong>la</strong> figura del dictador iría<br />

cobrando una autonomía absoluta respecto del cliché corriente; que se le presentaría en su condición<br />

de hombre perdido en <strong>la</strong> soledad de su poder, en el cual <strong>ha</strong>bía permanecido por un tiempo de siglos;<br />

el hombre se vería condenado al vacío de su inmenso pa<strong>la</strong>cio y con su esposa iría añorando el mar,<br />

el canto de los canarios que su sordera le impediría oír. En otra ocasión, al expresar su preocupación<br />

por mantenerse a <strong>la</strong> altura de Cien años de soledad , aseguraba que su nueva nove<strong>la</strong> no tendría<br />

nada que ver con Macondo y que trataría del tema del despotismo, del dictador «en el ocaso, cuando<br />

<strong>la</strong> conciencia tiene te<strong>la</strong>rañas y los insomnios y <strong>la</strong>s pesadil<strong>la</strong>s ensombrecen sus últimos coletazos de<br />

vida» 163 . Y añadía:<br />

Escribo sobre <strong>la</strong> soledad del déspota. La nove<strong>la</strong> será una especie de monólogo del dictador antes<br />

de ser presentado al tribunal popu<strong>la</strong>r. <strong>El</strong> cabrón gobernó durante más de tres siglos». 164<br />

Si exceptuamos <strong>la</strong> dimensión hiperbólica, aun más acentuada en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, nada de lo indicado<br />

por García Márquez aparece en <strong>El</strong> otoño del Patriarca. <strong>El</strong> escritor dec<strong>la</strong>raba también que <strong>ha</strong>bía<br />

ido reuniendo anécdotas e historias de dictadores y que ahora se trataba de olvidar<strong>la</strong>s todas para<br />

empezar a escribir y que sería difícil «crear el prototipo de este personaje mitológico y patológico<br />

de <strong>la</strong> historia <strong>la</strong>tinoamericana» 165 . A <strong>la</strong> observación del entrevistador de que sería difícil inventar<br />

algo, por «monstruoso y fantástico» que fuese, que no hiciera algún dictador americano, el novelista<br />

contestaba:<br />

162 G. García Márquez, <strong>El</strong> otoño del Patriarca , Esplugues de Llobregat, Editorial P<strong>la</strong>neta, 1975.<br />

163 Miguel Fernández Braso, Gabriel García Márquez, una conversación infinita , Madrid, Editorial<br />

Azur, 1969, pp. 104-105.<br />

164 Ibi. , p. 105.<br />

165 Ibidem.<br />

62


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Supongo que a ninguno se le <strong>ha</strong>brá ocurrido asar a su ministro de Guerra y servirlo enterito, en<br />

bandeja de p<strong>la</strong>ta, con uniforme y condecoraciones, en un banquete de ga<strong>la</strong> al que <strong>ha</strong>yan sido invitados<br />

los embajadores y los obispos. 166<br />

Episodio, éste sí, realmente presente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> e inspirado en La pelle , de Curzio Ma<strong>la</strong>parte.<br />

La víctima, en <strong>El</strong> otoño del Patriarca , es el general Rodrigo Agui<strong>la</strong>r, antes hombre de confianza del<br />

tirano, jefe de su guardia personal, que es bur<strong>la</strong>do por éste en su tentativa de traicionarle, aprisionado<br />

y luego cocinado y servido en <strong>la</strong> mesa a los conjurados en <strong>la</strong> hora exacta de su cita con él. Trato<br />

de humorismo macabro eficaz en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> para denunciar <strong>la</strong> naturaleza taimada del déspota y su<br />

constante vigi<strong>la</strong>ncia contra amigos y enemigos.<br />

<strong>El</strong> primer capítulo de <strong>El</strong> otoño del Patriarca se inaugura con una escena de muerte: el<br />

descubrimiento, en <strong>la</strong> destarta<strong>la</strong>da casona presidencial, ámbito de «tiempo estancado» y de cosas<br />

«arduamente visibles en <strong>la</strong> luz decrépita» 167 , de un cuerpo inanimado que se supone el del dictador.<br />

En <strong>la</strong> atmósfera irreal está tendido boca abajo un cuerpo uniformado de «lienzo sin insignias, <strong>la</strong>s<br />

po<strong>la</strong>inas, <strong>la</strong> espue<strong>la</strong> de oro en el talón izquierdo, más viejo que todos los hombres y todos los animales<br />

viejos de <strong>la</strong> tierra y del agua» 168 , cuyo reconocimiento se presenta difícil, puesto que nadie lo <strong>ha</strong><br />

visto nunca, aunque su perfil de cuando era más joven estuviera en todas partes, <strong>como</strong> ocurre con<br />

los dictadores,<br />

en ambos <strong>la</strong>dos de <strong>la</strong>s monedas, en <strong>la</strong>s estampil<strong>la</strong>s de correo, en <strong>la</strong>s etiquetas de los depurativos,<br />

en los bragueros y los escapu<strong>la</strong>rios, y aunque su litografía enmarcada con <strong>la</strong> bandera en el pecho y<br />

el dragón de <strong>la</strong> patria estaba expuesta a todas horas en todas partes, sabíamos que eran copias de<br />

retratos que ya se consideraban infieles en tiempos del cometa, cuando nuestros propios padres sabían<br />

quién era él porque se lo <strong>ha</strong>bían oído contar a los suyos, <strong>como</strong> éstos a los suyos, y desde niños nos<br />

acostumbraron a creer que él estaba vivo en <strong>la</strong> casa del poder porque alguien <strong>ha</strong>bía visto encenderse<br />

los globos de luz una noche de fiesta, alguien contado que vi los ojos tristes, los <strong>la</strong>bios pálidos, <strong>la</strong> mano<br />

pensativa que iba diciendo adioses a nadie a través de los ornamentos de mira del coche presidencial,<br />

porque un domingo de <strong>ha</strong>cía muchos años se <strong>ha</strong>bían llevado al ciego callejero que por cinco centavos<br />

recitaba los versos del olvidado poeta Rubén Darío y <strong>ha</strong>bía vuelto feliz con una morocota legítima con<br />

166 Ibidem.<br />

167 G. García Márquez, <strong>El</strong> otoño del Patriarca , op. cit. , p. 5.<br />

168 Ibi. , p. 8.<br />

63


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

que le pagaron un recital que <strong>ha</strong>bía hecho sólo para él, aunque no lo <strong>ha</strong>bían visto desde los tiempos<br />

del vómito negro, y sin embargo sabíamos que él estaba ahí, lo sabíamos porque el mundo seguía,<br />

<strong>la</strong> vida seguía, el correo llegaba, <strong>la</strong> banda municipal tocaba <strong>la</strong> retreta de valses bobos de los sábados<br />

bajo <strong>la</strong>s palmeras polvorientas y los faroles mustios de <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de Armas, y otros músicos viejos<br />

reemp<strong>la</strong>zaban en <strong>la</strong> banda a los músicos <strong>muerto</strong>s . 169<br />

Largo pasaje que documenta eficazmente <strong>la</strong> técnica del narrador y <strong>la</strong>s dimensiones fantásticas y<br />

grotescas de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. A través de símbolos que en el lector mueven al recuerdo de otras nove<strong>la</strong>s<br />

hispanoamericanas, <strong>como</strong> el cometa, ya presente en Hijo de Hombre de Roa Bastos y en Los<br />

ríos profundos de José María Arguedas, <strong>la</strong> alusión al «olvidado» poeta Rubén Darío, <strong>la</strong> insistente<br />

omnipresencia del déspota, su realidad que se esfuma en irrealidad, el personaje cobra connotaciones<br />

fabulosas, en <strong>la</strong> dimensión de un tiempo inmemorial. Llegará el momento en que, en su omnipotencia,<br />

el Patriarca se creerá igual a Dios, o al menos a los antiguos reyes de Francia, que tenían el don de<br />

sanar a los leprosos; y en efecto éstos frecuentan todavía en gran número <strong>la</strong> vieja casona del poder.<br />

<strong>El</strong> dictador de Gabriel García Márquez es un personaje aparentemente sencillo, ajeno a <strong>la</strong><br />

aparatosidad que caracteriza a tantos déspotas, una suerte de terrateniente que posee el país entero,<br />

incesantemente presente en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>. Su muerte <strong>ha</strong>cia al final del libro queda finalmente comprobada,<br />

cuando ya hemos pasado reseña a <strong>la</strong>s numerosas y miserables «gestas» del mandatario. Una realidad<br />

a <strong>la</strong> que le cuesta imponerse, puesto que en <strong>la</strong> forma mentis de <strong>la</strong> gente <strong>la</strong> idea de <strong>la</strong> inmortalidad<br />

del personaje se <strong>ha</strong> arraigado. Podía contar en efecto con una edad fabulosa, «una edad indefinida<br />

entre los 107 y los 232 años» 170 , aunque en realidad ya estaba en el poder antes de <strong>la</strong> conquista, si<br />

sus súbditos un día fueron a darle <strong>la</strong> noticia de <strong>la</strong> llegada de seres extrañamente ataviados y de <strong>ha</strong>b<strong>la</strong><br />

rarísima, los españoles.<br />

Una primera muerte <strong>ha</strong>bía sido sólo una estratagema del taimado dictador, realizada acudiendo a<br />

un sosia, y le <strong>ha</strong>bía servido para comprobar reacciones y castigar<strong>la</strong>s. Ahora el personaje, después de<br />

<strong>ha</strong>ber intentado vanamente escapar a <strong>la</strong> muerte, queda ajeno para siempre a <strong>la</strong> verdad de una vida que<br />

por fin con su desaparición vuelve a florecer en el país,<br />

ajeno a los c<strong>la</strong>mores de <strong>la</strong>s muchedumbres frenéticas que se ec<strong>ha</strong>ban a <strong>la</strong>s calles cantando los<br />

himnos de júbilo de <strong>la</strong> noticia jubilosa de su muerte y ajeno para siempre jamás a <strong>la</strong>s músicas de<br />

169 Ibi. , pp. 8-9.<br />

170 Ibi. , p. 87.<br />

64


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

liberación y los cohetes de gozo y <strong>la</strong>s campanas de gloria que anunciaron al mundo <strong>la</strong> buena nueva<br />

de que el tiempo incontable de <strong>la</strong> eternidad <strong>ha</strong>bía por fin terminado.<br />

En el reino del Patriarca <strong>la</strong> libertad llega con <strong>la</strong> muerte natural del decrépito dictador, no <strong>como</strong> una<br />

directa conquista de parte del pueblo, y cuando ya el déspota <strong>ha</strong>bía llegado «a <strong>la</strong> ignominia de mandar<br />

sin poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido sin autoridad» 171 ¿Cuál podría <strong>ha</strong>ber sido<br />

el modelo de García Márquez para su personaje? De no <strong>ha</strong>ber <strong>muerto</strong> antes, el general Franco, que<br />

se «consumió» en el poder 172 .<br />

Dentro de <strong>la</strong> dimensión temporal fabulosa, que se construye sobre múltiples elementos -mezc<strong>la</strong> de<br />

hechos reales, de nombres y épocas, de personajes, cometas y enfermedades bíblicas, desembarco<br />

de los marines, alusiones a vestimentas y medios de lo<strong>como</strong>ción de épocas diversas, y <strong>la</strong> constante<br />

actualidad de <strong>la</strong> incredulidad acerca de <strong>la</strong> muerte real del tirano-, va caracterizándose en <strong>El</strong> otoño del<br />

Patriarca un individuo cruel, que <strong>ha</strong> logrado mantenerse en el poder no so<strong>la</strong>mente acudiendo a <strong>la</strong><br />

astucia y <strong>la</strong> violencia, sino por <strong>la</strong> pasividad de sus súbditos. Es éste el significado último de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>,<br />

durísimo reproche contra <strong>la</strong> resignación.<br />

171 Ibi. , p. 270.<br />

172 La muerte del dictador español fue algo realmente alucinante. Según re<strong>la</strong>taron los periódicos,<br />

los médicos lo mantuvieron en vida más allá de lo natural artificialmente, debido a razones políticas<br />

y a <strong>la</strong>s presiones de <strong>la</strong> familia.<br />

65


Oficio de difuntos : <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> del orden<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Cuando ya <strong>la</strong> serie de nove<strong>la</strong>s dedicadas al tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> es imponente, el venezo<strong>la</strong>no<br />

Arturo Us<strong>la</strong>r Pietri publica, en 1976, un texto de gran relieve, Oficio de difuntos , proponiendo a un<br />

personaje histórico de su país, por más que lo disfrace con el nombre de Peláez: Juan Vicente Gómez.<br />

En el texto <strong>la</strong> fantasía está al servicio de una fundamental denuncia de <strong>la</strong> situación nacional, <strong>como</strong><br />

ya en libros anteriores, cuales Las <strong>la</strong>nzas coloradas (1931), <strong>El</strong> camino del Dorado (1948), Un<br />

retrato en <strong>la</strong> geografía (1962), Estación de máscaras (1964), reconstrucción siempre de figuras<br />

y momentos significativos de <strong>la</strong> historia patria, confirmando una <strong>la</strong>rga tradición de <strong>la</strong> narrativa<br />

venezo<strong>la</strong>na, inaugurada por Rufino B<strong>la</strong>nco Fombona y continuada por Pío Gil, José Rafael Pocaterra<br />

y más tarde por Miguel Otero Silva.<br />

Un crítico <strong>ha</strong> afirmado que, al contrario de Rafael Pocaterra en sus Memorias de un venezo<strong>la</strong>no<br />

de <strong>la</strong> decadencia , Us<strong>la</strong>r Pietri, «lejos de denunciar los horrores de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> gomecista» recrea, a<br />

través de <strong>la</strong> personalidad y <strong>la</strong> psicología de Gómez, el vacío histórico de Venezue<strong>la</strong> en el <strong>la</strong>rgo período<br />

de su dominio absoluto, de 1909 a 1935 173 . Verdad parcial, se entiende, puesto que el autor cuando<br />

estudia a Juan Vicente Gómez denuncia implícitamente su sistema, <strong>la</strong> progresiva transformación del<br />

personaje en autócrata, que se identifica de manera inusual con el país, donde nada llega a moverse<br />

sin su voluntad. Y tanto es así que, en vísperas de su muerte, una muerte que, absurdamente, muchos<br />

<strong>ha</strong>bían llegado a pensar imposible, tantos eran los años de su presencia en el poder, se difunde un<br />

pánico universal:<br />

En los días anteriores a <strong>la</strong> muerte del presidente <strong>la</strong>s ciudades comenzaron a quedarse vacías de<br />

noche. Aquello recordaba los tiempos de <strong>la</strong> peste. No se veía un alma por <strong>la</strong>s calles oscuras. A ratos<br />

pasaba una patrul<strong>la</strong> de <strong>la</strong> policía montada y los cascos de <strong>la</strong>s cabalgaduras resonaban ominosamente<br />

dentro de <strong>la</strong>s casas. Sonaba el teléfono y todos se precipitaban en espera de alguna noticia terrible.<br />

Una señal de que <strong>la</strong> gran kermesse de muerte y destrucción <strong>ha</strong>bía comenzado . 174<br />

Una paz de casi treinta años <strong>ha</strong>bía sido <strong>la</strong> realización mayor de Gómez, impuesta al precio de<br />

castrar toda ambición de cambio, todo respiro de <strong>la</strong> nación. La gente, denuncia Us<strong>la</strong>r Pietri, se <strong>ha</strong>bía<br />

173 Carmen De Mora, «Introducción» a Arturo Us<strong>la</strong>r Pietri,<br />

174 A. Us<strong>la</strong>r Pietri, op. cit. , p. 56.<br />

66


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

acostumbrado a no pensar y <strong>ha</strong>bía delegado en el general toda su voluntad, <strong>como</strong> ocurre en <strong>la</strong>s<br />

<strong>dictadura</strong>s que parecen inacabables. Pero, con <strong>la</strong> muerte del general <strong>la</strong>s cosas ciertamente cambiarían,<br />

tenía que terminar aquel orden tan personal que él <strong>ha</strong>bía impuesto, tan hecho a su imagen, tan<br />

vincu<strong>la</strong>do a su carácter, a su vida, a su presencia física. Había un jefe y era únicamente aquel que<br />

ahora yacía <strong>muerto</strong> ante un país lleno de temores e impaciencias. 175<br />

Como si con el cuerpo del general hubiera de desaparecer el mundo sobre el cual <strong>ha</strong>bía gobernado<br />

con mano de hierro, estableciendo entre sí y el país «una especie de indisoluble amalgama de<br />

integración mágica» 176 , que pau<strong>la</strong>tinamente le <strong>ha</strong>bía transformado en una prolongación de su<br />

persona, en propiedad personal, que nadie podía atreverse a insidiar en su ordenado vivir, un orden<br />

fundado en <strong>la</strong> fuerza, <strong>la</strong> astucia, <strong>la</strong> desconfianza, <strong>la</strong> opresión más despiadada, que <strong>ha</strong>bía llenado <strong>la</strong>s<br />

cárceles u obligado al destierro a sus enemigos.<br />

<strong>El</strong> narrador denuncia los delitos del hombre fuerte y presenta <strong>la</strong> muerte de Gómez <strong>como</strong> una<br />

liberación para todos, después del primer temor:<br />

Lo que acababa de ocurrir era <strong>como</strong> abrir compuertas, <strong>como</strong> desatar sogas, <strong>como</strong> romper diques,<br />

para que todo lo represado se desbordara, para que todo lo contenido brotara, para que todo lo cal<strong>la</strong>do<br />

se convirtiera en grito, para que aquellos hombres refrenados que apenas se expresaban por miradas<br />

se soltaran en un tropel de asaltos y de a<strong>la</strong>ridos para decir y <strong>ha</strong>cer en una hora lo que <strong>ha</strong>bían estado<br />

esperando durante una vida de silenciosa opresión. 177<br />

<strong>El</strong> período de gobierno del general Juan Vicente Gómez es considerado un <strong>la</strong>rgo momento oscuro<br />

de <strong>la</strong> historia venezo<strong>la</strong>na. Rufino B<strong>la</strong>nco Fombona, denunciador incansable de <strong>la</strong>s fechorías del<br />

tirano desde el destierro, después de <strong>ha</strong>ber pasado por <strong>la</strong> cárcel más dura, lo define «expoliador y<br />

asesino de Venezue<strong>la</strong>» 178 . Desde el punto de vista económico, sin embargo, en los últimos años<br />

del «gomecismo» el país comienza su transformación, debido al descubrimiento y <strong>la</strong> explotación<br />

del petróleo, y pasa de una economía exclusivamente agraria a ser fuente de abastecimiento para <strong>la</strong><br />

175 Ibi. , p. 55.<br />

176 Ibi. , p. 58.<br />

177 Ibi. , p. 62.<br />

178 Rufino B<strong>la</strong>nco Fombona, Camino de imperfección , en ángel Rama, Rufino B<strong>la</strong>nco Fombona<br />

íntimo , Caracas, Monte Ávi<strong>la</strong> Editores, 1975, p. 176.<br />

67


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

industria extranjera, que pide cada vez más carburante. Pero en los numerosos años de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

de Gómez, Venezue<strong>la</strong> se cierra progresivamente al exterior, parece hibernarse por constricción desde<br />

lo alto y encuentra orden y disciplina con menoscabo de <strong>la</strong> libertad. <strong>El</strong> país se transforma en una<br />

inmensa <strong>ha</strong>cienda que el general gobierna con puño de hierro, decidido a preservar<strong>la</strong> de <strong>la</strong> anarquía<br />

y de cualquier tentación de <strong>ha</strong>cerse con el<strong>la</strong> de parte de los muchos militares y politiqueros a quienes<br />

desprecia profundamente. Asombra que tanto poder <strong>ha</strong>ya podido ser ejercitado durante tantos años<br />

por una so<strong>la</strong> persona, un individuo del cual Us<strong>la</strong>r Pietri subraya en <strong>la</strong> hora de su muerte <strong>la</strong> miseria:<br />

un pobre cuerpo ahora vaciado de toda importancia. Con particu<strong>la</strong>r eficacia el narrador insiste en el<br />

contraste entre el abandono de <strong>la</strong> muerte y el vigor del que en vida hizo ga<strong>la</strong> el difunto:<br />

Estaba <strong>muerto</strong> el general. Había cerrado los ojos oscuros y penetrantes, <strong>la</strong> atezada cara <strong>ha</strong>bía<br />

empalidecido, el bigote gris <strong>ha</strong>bía b<strong>la</strong>nqueado, el cuerpo se <strong>ha</strong>bía ido vaciando de materia <strong>como</strong> un<br />

saco de arena roto. Los que lo <strong>ha</strong>bían visto en su <strong>la</strong>rga agonía decían que parecía otro. Más pequeño,<br />

más delgado, casi frágil. Todo el imponente aspecto de fuerza <strong>ha</strong>bía desaparecido, todo el imperio de<br />

<strong>la</strong> mirada y de los gestos se <strong>ha</strong>bía ido borrando <strong>ha</strong>sta convertiré en una débil y esfumada semb<strong>la</strong>nza<br />

de lo que <strong>ha</strong>bía sido. 179<br />

Arturo Us<strong>la</strong>r Pietri no deja tampoco de subrayar <strong>la</strong>s responsabilidades de <strong>la</strong> masa popu<strong>la</strong>r, además<br />

de <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> élite política nacional, responsables del triunfo y del perdurar del tirano. A <strong>ha</strong>cerse con el<br />

poder, aprovec<strong>ha</strong>ndo <strong>la</strong> ausencia del anterior caudillo, el general Cipriano Castro, corrupto, mujeriego<br />

y desconfiado, le incitan a Gómez una serie de políticos ambiciosos que creen poder dominarle,<br />

antiguos enemigos derrotados, viejos adversarios sin ideas ni energía, a quienes el general se impone<br />

fácilmente desde el comienzo. Será un juego continuo del gato y el ratón <strong>ha</strong>sta que, por fin, Gómez<br />

llegará a gobernar incontrastado, fundamentando su poder en un ejército moderno y fiel, al que ama<br />

y cuida y sobre cuyos miembros acaba por ejercitar una efectiva fascinación. Llevados de victoria en<br />

victoria, los soldados y los oficiales lo siguen donde él quiere.<br />

No dejará el caudillo de representar <strong>la</strong> comedia de una aparente democracia, el respeto a <strong>la</strong><br />

Constitución; varias veces se aleja del gobierno directo de <strong>la</strong> nación, nombrando sustitutos de ningún<br />

relieve o gente de su confianza, pero conservando siempre sólidamente en sus manos el mando del<br />

ejército y, por consiguiente, decidiéndolo todo desde su retiro agreste. <strong>El</strong> narrador le <strong>ha</strong>ce autor de<br />

una afirmación cínica:<br />

179 A. Us<strong>la</strong>r Pietri, Oficio de difuntos , op. cit. , pp. 57-58.<br />

68


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

A mí no me importa <strong>la</strong> presidencia para recibir diplomáticos y asistir a recepciones y ponerme levita<br />

prestada. A mí lo que me interesa es el mando y ese lo tengo aquí con el ejército. 180<br />

En una de sus última investiduras, l<strong>la</strong>mado <strong>como</strong> salvador de <strong>la</strong> patria por sus partidarios políticos<br />

y por el pueblo entusiasmado, el general, a quien le gustaba afirmar que estaba allí sólo para poner<br />

orden, es ac<strong>la</strong>mado en el Senado, vitoreado por <strong>la</strong>s calles, llevado en triunfo: «Al salir, <strong>la</strong> masa humana<br />

rompió <strong>la</strong>s fi<strong>la</strong>s y el presidente siguió por <strong>la</strong> calle, a pie, en medio de aquel<strong>la</strong> apretura viviente. Alzaban<br />

voces y manos abiertas» 181 . La comedia, sin embargo, va mucho más allá de lo p<strong>la</strong>neado y no es<br />

difícil aceptar que el mismo dictador se sintiera llevado a su alto cargo legítimamente: «Este es el<br />

pueblo trabajador que me aprecia» 182 , pensaba, olvidando a los muchos opositores, a varios de los<br />

cuales mantenía encerrados desde <strong>ha</strong>cía años en cárceles espantosas. Se trataba de enemigos de <strong>la</strong><br />

patria y estimaba justo que sufrieran <strong>la</strong> pena más dura por sus crímenes.<br />

<strong>El</strong> dictador que nos presenta Us<strong>la</strong>r Pietri a través de <strong>la</strong> figura del general Peláez, es muy especial.<br />

Ante todo se trata de un caudillo, no de un político; nadie puede poner en duda su amor <strong>ha</strong>cia el país,<br />

su pasión por <strong>la</strong> tierra, que va comprando <strong>ha</strong>sta los últimos días de su vida, <strong>como</strong> buen campesino que<br />

era antes de meterse primero a guerrillero, luego a soldado y, en fin, a presidente. Su vida personal no<br />

se parece en nada a <strong>la</strong> de muchos mandatarios corruptos, dedicados a un ejercicio egoísta del poder.<br />

Ni es un mujeriego: dos so<strong>la</strong>s mujeres, con sus re<strong>la</strong>tivos hijos, tienen sitio en su corazón, sin que se<br />

case con ninguna. <strong>El</strong> ejercicio del poder lo entiende dirigido a <strong>la</strong> defensa de una construcción política<br />

de orden, que estima positiva para el país, y siempre se mantiene alerta para conservarlo. Peláez-<br />

Gómez sabe muy bien que «el mando no se puede dejar ni un momento» 183 . Pero también sabe que<br />

el mando no es eterno.<br />

Al hombre que <strong>ha</strong> llegado a ser todopoderoso le acec<strong>ha</strong> el desgaste inevitable de <strong>la</strong> edad, y <strong>la</strong> muerte<br />

poco a poco avanza. Y antes un destino triste de soledad, producto de <strong>la</strong> desconfianza en los hombres,<br />

de <strong>la</strong> continua sospec<strong>ha</strong>, a menudo justificada, pero que en sí, más que seguridad, procura tormento.<br />

180 Ibi. , p. 254.<br />

181 Ibi. , p. 381.<br />

182 Ibidem.<br />

183 Ibi. , p. 248.<br />

69


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Además los lutos, que una <strong>la</strong>rga vida fatalmente contemp<strong>la</strong>: <strong>la</strong> muerte de amigos y familiares, <strong>la</strong> de<br />

un hijo, en el cual el general <strong>ha</strong>bía puesto todas sus esperanzas.<br />

La soledad vuelve triste <strong>la</strong> vida del poderoso, mientras van desfalleciendo progresivamente sus<br />

energías, avanzan los ac<strong>ha</strong>ques de <strong>la</strong> vejez; es cuando debe imponerse a sí mismo, a <strong>la</strong> modorra que<br />

lo invade, luc<strong>ha</strong>ndo contra los vacíos de <strong>la</strong> memoria, <strong>la</strong> pérdida de <strong>la</strong> vista, <strong>la</strong>s dificultades de un<br />

organismo que funciona cada vez menos, acudiendo a un activismo voluntarioso que lo destruye, para<br />

impedir que amigos y enemigos a los que desprecia y que están acec<strong>ha</strong>ndo su próximo fin se den<br />

cuenta de su debilidad.<br />

Debido a estos motivos, poco a poco, <strong>ha</strong>cia el final de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, dentro de un clima que parece<br />

casi justificar <strong>la</strong>s equivocaciones del hombre que se sintió salvador de <strong>la</strong> patria, <strong>la</strong> atmósfera cobra<br />

un matiz intensamente triste. Ahora el general se nos presenta agarrado con obstinación a su poder<br />

no para ejercitarlo de manera egoísta, sino en función de una misión preservadora, <strong>la</strong> de salvar al país<br />

del caos, sin <strong>ha</strong>ber sabido interpretar <strong>la</strong>s instancias de libertad de su pueblo.<br />

Sobre el personaje el avanzar de <strong>la</strong> edad y el debilitamiento físico -insistente memento que no sabe<br />

entender-, proyectan una nota patética, y sobre todo impresiona ese espasmódico aferrarse al poder,<br />

a su tierra, al ejército, cuyo mando tiene finalmente que dejar a uno de sus oficiales más jóvenes,<br />

aparentemente fiel y sumiso, de quien no obstante profundamente desconfía.<br />

La sospec<strong>ha</strong> destruye al general; son días y meses amargos en los que el temor a ser destituido se une<br />

a <strong>la</strong>s señales trágicas de su agotamiento: «Dio un traspiés al levantarse del sillón. ¿Lo <strong>ha</strong>brían visto?»<br />

184 . Hasta que por fin llega el momento de su agonía, cuando todo en torno es expectación y temor:<br />

No sólo en <strong>la</strong> alcoba del enfermo, sino en el país entero el tiempo pareció <strong>ha</strong>cerse más lento y casi<br />

detenerse. Era <strong>como</strong> una <strong>la</strong>rga víspera desesperadamente tarda». 185<br />

Vanidad de vanidades, <strong>la</strong> muerte <strong>como</strong> medida última, culminación trágica del gran carnaval que<br />

fue <strong>la</strong> trayectoria política del dictador, el cual ahora, con <strong>la</strong> vida, lo pierde todo.<br />

Con gran <strong>ha</strong>bilidad Us<strong>la</strong>r Pietri conecta los últimos momentos del general con el comienzo de<br />

<strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, donde daba el anuncio trepidante de su muerte, que acababa de ocurrir. La parte central<br />

del libro narra <strong>la</strong> historia del ascenso de Peláez-Gómez, <strong>ha</strong>sta el momento de su defunción. La nota<br />

184 Ibi. , p. 389.<br />

185 Ibi. , p. 396.<br />

70


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

humana, <strong>la</strong> compasión que parece notarse en <strong>la</strong>s últimas páginas, no desvirtúa <strong>la</strong> denuncia, <strong>la</strong> condena<br />

de un sistema personalista de gobierno que esc<strong>la</strong>viza a <strong>la</strong> nación y cuyo artífice está condenado en<br />

vida a estar solo.<br />

71


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

De <strong>El</strong> palo ensebado a La nove<strong>la</strong> de Perón : perversión y<br />

desilusión del mando<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> no se agota en <strong>la</strong> narrativa <strong>la</strong>tinoamericana. En 1975 aparece en castel<strong>la</strong>no<br />

<strong>la</strong> primera edición de una nove<strong>la</strong> del conocido poeta y narrador <strong>ha</strong>itiano René Depestre, <strong>El</strong> palo<br />

ensebado 186 , y es justificado tratar aquí del libro, puesto que se trata de un mundo, el caribeño, tan<br />

presente siempre, <strong>como</strong> se <strong>ha</strong> visto, en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>.<br />

La situación de Haiti bajo <strong>la</strong> <strong>la</strong>rga tiranía de «Papa Doc» es bien conocida; su camaril<strong>la</strong> y su hijo<br />

intentaron prolongar<strong>la</strong> después de su muerte, aunque por fin el personaje fue derrocado y tuvo que<br />

exiliarse. Depestre <strong>ha</strong> sido desde siempre un adversario de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y <strong>ha</strong> combatido <strong>la</strong> de su país<br />

también a través de <strong>la</strong> creación literaria, de <strong>la</strong> que es muestra relevante <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> mencionada, que<br />

publica durante su destierro en Cuba. Se trata de una suerte de narración fantástica en <strong>la</strong> que se describe<br />

<strong>la</strong> situación <strong>ha</strong>itiana en los últimos tiempos del dominio de Papa Doc. Las aberraciones de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong><br />

se reflejan en todas partes en el país, sobre todo en <strong>la</strong> capital, dominada por los «léopard» y los «ton-<br />

ton-macutes», profesionales del crimen al servicio del dictador.<br />

En <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> Papa Doc es presentado <strong>como</strong> una mezc<strong>la</strong> de brujo, adicto al vudú , y de<br />

seudocientífico loco, un maniático imitador, en pequeño, de Hitler. <strong>El</strong> personaje aparece directamente<br />

en escena en ocasión de un grotesco conjuro en pa<strong>la</strong>cio, destinado a un temible adversario político, ex<br />

senador de <strong>la</strong> oposición, Henri Postel, que <strong>ha</strong> logrado escapar a <strong>la</strong> zombificación y en el día simbólico<br />

de <strong>la</strong> subida al «palo ensebado» lo desafía abiertamente.<br />

Nove<strong>la</strong> ciertamente compleja y disforme, en <strong>la</strong> que el autor persigue un difícil equilibrio entre<br />

denuncia y folklore animista, típico de Haití. De cualquier modo, Depestre logra representar<br />

eficazmente a un país duramente tiranizado por una <strong>dictadura</strong> criminal. Los personajes negativos son<br />

mascarones grotescos; los positivos, al contrario, presentan una gran dimensión interior, <strong>como</strong> el viejo<br />

zapatero Maestro Horace, <strong>la</strong> «loa» Sor Cisá, <strong>la</strong> espléndida <strong>El</strong>isa, frente a cuya belleza «parecía que<br />

el quinqué también tuviera el aliento cortado, pues se veía c<strong>la</strong>ramente el movimiento de <strong>la</strong> mec<strong>ha</strong>»<br />

186 René Depestre, <strong>El</strong> palo ensebado , La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1975. <strong>El</strong> autor vivió<br />

parte de su exilio en Cuba y luego fue a París donde ocupó un cargo en <strong>la</strong> UNESCO. La edición<br />

francesa aparece varios años después con el título Le mât de cocagne , París, Gallimard, 1979.<br />

72


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

187 . La nota erótica no falta nunca en <strong>la</strong> narrativa de este extraordinario artista, que <strong>ha</strong> dado ejemplos<br />

insuperables en sus poemas reunidos en Poète a Cuba (1976) y en cuentos <strong>como</strong> los que recoge en<br />

Alléluya pour une femme-jardin (1973).<br />

<strong>El</strong> final de <strong>El</strong> palo ensebado es trágico: Henri Postel logra subir al palo, gana <strong>la</strong> competición y<br />

desde lo alto dispara contra los representantes del gobierno reunidos en apósita tribuna, aunque no<br />

logra matar al presidente. Los guardias disparan contra él y le matan. A pesar de todo <strong>ha</strong> llegado <strong>la</strong><br />

última hora también para el presidente: un «tardío infarto» lo elimina, <strong>como</strong> ocurrió realmente.<br />

En su nove<strong>la</strong> Depestre acude al elemento grotesco para destruir al «<strong>Gran</strong> <strong>El</strong>ectrificador de Almas»,<br />

Papa Doc. Para lograr su objetivo se vale de elementos diversos, entre ellos <strong>la</strong> imitación estilística de <strong>la</strong><br />

prensa del régimen, de <strong>la</strong> que reproduce artículos y expresiones de delirante propaganda gubernativa.<br />

<strong>El</strong> escritor reve<strong>la</strong> un gran amor por su país, que se refleja también en <strong>la</strong> nostalgia con que,<br />

describiendo los alrededores de Port-au-Prince , evoca el encanto de un paisaje que ya no existe:<br />

Recordó <strong>la</strong> frescura de <strong>la</strong> vegetación que lo acompañaba antes <strong>ha</strong>sta Fourmy . Entonces los<br />

únicos c<strong>la</strong>ros eran los de <strong>la</strong>s fincas, <strong>la</strong>s casas, los cercados y los campos recién roturados. Ahora <strong>la</strong>s<br />

<strong>la</strong>deras desnudas ofrecían a <strong>la</strong> vista sus f<strong>la</strong>ncos de huesos prominentes, b<strong>la</strong>nqueados por el viento y<br />

<strong>la</strong>s tormentas. La erosión y <strong>la</strong> ta<strong>la</strong> son para nuestras montañas lo que <strong>la</strong> zombificación para los seres<br />

vivos. 188<br />

Antes todo era distinto. <strong>El</strong> recuerdo va a un pasado perdido, a una especie de paraíso que ya sólo<br />

existe dentro de uno. Depestre lo evoca a través de sus protagonistas con tierna nostalgia, y es un<br />

paisaje del alma:<br />

Port-au-Prince llevaba <strong>ha</strong>sta ellos su confiada intimidad: <strong>la</strong> infancia, <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, <strong>la</strong> intensa vida de<br />

familia, el calor de <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones sociales en <strong>la</strong>s fiestas y los bailes del barrio, el amor y <strong>la</strong> muerte<br />

inscritos en <strong>la</strong>s paredes cansadas de <strong>la</strong> ciudad, en sus árboles y en <strong>la</strong> vieja madera de sus casas.<br />

Port-au-Prince extendía sus techos lustrosos de tejas ondeadas, sus áreas verdes, el desorden de sus<br />

miles de construcciones demolidas y bamboleantes, sus calles hormigueantes, su puerto sembrado de<br />

chimeneas y, sobre todo, <strong>la</strong>s ve<strong>la</strong>s, una ciudad ardiente ya de moscas y abyección, pálida de polvo<br />

y de ignominia.<br />

187 R. Depestre, <strong>El</strong> palo ensebado , op. cit. , p. 170.<br />

188 Ibi. , p. 68.<br />

73


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Pero en aquel tiempo todavía se podía contemp<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, desde <strong>la</strong>s alturas de Fourmy , sin sentir<br />

náuseas ni contracciones en los músculos del estómago y <strong>la</strong> garganta. Un día transparente de julio o de<br />

cualquier otro mes, en <strong>la</strong> reverberación del calor, uno podía atraer <strong>ha</strong>cia sí Port-au-Prince e interrogar<br />

<strong>la</strong>s pesadil<strong>la</strong>s y los mitos que <strong>la</strong> historia neocolonial <strong>ha</strong>bía grabado en su madera y sus piedras. Como<br />

no era todavía una ciudad muda y postrada de terror zacariano 189 , mostraba con gusto sus más<br />

secretas mitologías. Su vieja tristeza negra les respondía y les dejaba escoger entre los recuerdos, y si<br />

a uno se le antojaba, podía envolverse tiernamente en <strong>la</strong>s frescas sábanas de <strong>la</strong> infancia. 190<br />

<strong>El</strong> panorama actual es de miseria y abandono, resultado del malgobierno y de <strong>la</strong> injustificada<br />

explotación por parte del poder y sus aliados. Es lo que el escritor le reproc<strong>ha</strong> al dictador:<br />

Ahí tienes tu ciudad: mira sus pobres luces engañosas, <strong>la</strong>s calles llenas de baches, podridas, en <strong>la</strong>s<br />

que cada metro de asfalto reb<strong>la</strong>ndecido es una mentira y un crimen. Ahí tienes tu ciudad apestada, en<br />

<strong>la</strong> que todo es viejo, rastrero, leproso, onedozacariano, <strong>la</strong> capital neonazi de tu patria. 191<br />

<strong>El</strong> 12 de octubre de 1977, «Día de <strong>la</strong> Hispanidad», el nicaragüense Pedro Joaquín C<strong>ha</strong>morro recibe<br />

el premio del Instituto Guatemalteco de Cultura Hispánica por un libro de Cuentos , que incluye <strong>la</strong><br />

narración titu<strong>la</strong>da Tolentino Camacho , sobre el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en Nicaragua, y el 11 de enero<br />

del año siguiente los medios de información anunciaban que el escritor, director de «La Prensa» de<br />

Managua, <strong>ha</strong>bía sido asesinado. Fue el estallido de <strong>la</strong> rebelión popu<strong>la</strong>r que derrocó al dictador Tacho<br />

Somoza.<br />

Tolentino Camacho es <strong>la</strong> radiografía de una nación que se presenta <strong>como</strong> una gran provincia de<br />

gente indefensa en manos del dictador, un mundo increíblemente atrasado <strong>ha</strong>sta en lo que concierne<br />

<strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones entre los dos sexos. <strong>El</strong> autor muestra una so<strong>la</strong> preocupación: <strong>la</strong> de representar <strong>la</strong> realidad<br />

de su país, prisionero de <strong>la</strong> violencia material y moral de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, que se manifiesta en <strong>la</strong> acción<br />

de los soldados, duramente ridiculizados por <strong>la</strong> grosería de su eficiencia, denunciados por su índole<br />

salvaje a través de <strong>la</strong> historia del protagonista, un pobre maestro víctima de una broma del dictador,<br />

que lo propone <strong>como</strong> candidato a <strong>la</strong> presidencia y que a un cierto punto se lo cree realmente.<br />

189 Zacarías es el apellido de Papa Doc.<br />

190 R. Depestre, <strong>El</strong> palo ensebado , op. cit. , pp. 69-70.<br />

191 Ibi. , p. 71.<br />

74


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Cuando el presidente «vitalicio», el viejo Somoza, se da cuenta de que el hombre tiene un gran<br />

éxito popu<strong>la</strong>r, se a<strong>la</strong>rma y decide eliminarlo. Lo <strong>ha</strong>cen de <strong>la</strong> manera acostumbrada sus hombres con<br />

una violencia gratuita. La escena es significativa; los soldados se dirigen rudamente al pobre hombre:<br />

«Con que vos sos el doctorcito que quiere ser Presidente, ¡ah hijueputá!» - le gritó a Tolentino el<br />

guardia, mientras lo agarraban entre varios y el gritón lo primero que hizo fue quitarle los anteojos, y<br />

quedarlo viendo, viendo a Tolentino que sin anteojos no veía nada y so<strong>la</strong>mente <strong>ha</strong>cía gestos con <strong>la</strong>s<br />

manos, <strong>como</strong> deslumbrado, y después el guardia <strong>ha</strong>ciéndose el educado, el suave, <strong>ha</strong>sta se agachó para<br />

poner los anteojos en el suelo y al momento de gritarle otra vez «... yo te voy a enseñar hijueputá...»<br />

puso <strong>la</strong> bota encima de los lentes y los ap<strong>la</strong>stó <strong>como</strong> quien destripa una cucarac<strong>ha</strong>. Cras cras hicieron<br />

los anteojos comprados con el precio de <strong>la</strong> mitad del sueldo mensual de Tolentino, y quedaron en <strong>la</strong><br />

acera los pedazos de vidrio y el marco de carey, <strong>como</strong> un cangrejo despatarrado. 192<br />

Llevado a <strong>la</strong> cárcel, Tolentino Camacho recobrará <strong>la</strong> libertad previa renuncia escrita a toda actividad<br />

política y será gratificado con mínimas ventajas materiales: fondos para una revista cultural y un<br />

aumento de sueldo. Vuelve así <strong>la</strong> tranquilidad para el presidente, al que el escritor presenta <strong>como</strong> un<br />

grueso señor entre el <strong>la</strong>tifundista y el cow-boy:<br />

En ese momento pasó el hombre. <strong>El</strong> señor Presidente, o el Jefe <strong>como</strong> le decían indistintamente. Iba<br />

montado en un caballo b<strong>la</strong>nco, gran barriga sobre montura tejana, arneses de p<strong>la</strong>ta, sombrero Stetson,<br />

camisa roja, pañuelo anudado al cuello, con un anillo de diamantes que emitía reflejos visibles desde<br />

muy lejos. Al cinto llevaba una pisto<strong>la</strong> 45 en cartuchera norteamericana; piel b<strong>la</strong>nca, ojos vivos e<br />

inquietos, botas altas, pantalón beige y un fuete en <strong>la</strong> mano. Lo rodeaba su gran caravana, guardias<br />

armados de ametral<strong>la</strong>doras, soldados de fusil, cantimplora y sombrero verde, además de ministros,<br />

unos de saco y otros disfrazados <strong>como</strong> los cowboys de <strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s de ba<strong>la</strong>zos. 193<br />

La figura del presidente corresponde a <strong>la</strong> de un criminal, que mantiene esc<strong>la</strong>vo a todo un pueblo<br />

al que considera su propiedad.<br />

192 Pedro Joaquín C<strong>ha</strong>morro, Tolentino Camacho , en Cuentos , Managua, <strong>El</strong> Pez y <strong>la</strong> Serpiente,<br />

1977, pp. 46-47.<br />

193 Ibi. , pp. 44-45.<br />

75


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

En 1989 Gabriel García Márquez publica <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto 194 , volviendo<br />

nuevamente al tema, si no propiamente de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, sí del poder, tratando de una figura mítico-<br />

sagrada de <strong>la</strong> historia americana: Simón Bolívar, el Libertador.<br />

Acaso sea demasiado atrevido interpretar <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> del escritor colombiano <strong>como</strong> un aporte al tema<br />

de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, ya que tiene <strong>como</strong> protagonista a un personaje de tal categoría y de tanta complejidad.<br />

Recuerda, sin embargo, Juan Calviño que para contrarrestar el proliferar de «banderías», de caudillos<br />

y «pequeños tiranos de todas <strong>la</strong>s razas y colores», el Libertador escribía al general Santander que<br />

«so<strong>la</strong>mente un hábil despotismo» hubiera podido gobernar América 195 . Por eso, según el crítico,<br />

Bolívar fue «quizá el primer autócrata ilustrado» 196 . En el Congreso General de Colombia reunido<br />

en <strong>la</strong> Vil<strong>la</strong> del Rosario de Cúcuta, Bolívar <strong>ha</strong>bía advertido: «Un hombre <strong>como</strong> yo es un ciudadano<br />

peligroso en un gobierno popu<strong>la</strong>r; es una amenaza inmediata a <strong>la</strong> soberanía nacional» 197 .<br />

Lo que domina en <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto es el tema del poder, problema que atormenta<br />

a Bolívar en sus años últimos, cuando, después de <strong>ha</strong>berlo ejercitado tanto con absoluto vigor, <strong>ha</strong><br />

decidido improvisamente dejarlo, <strong>ha</strong>stiado por <strong>la</strong>s innumerables intrigas de sus muchos enemigos<br />

y <strong>ha</strong>sta amigos, ofendido por <strong>la</strong> ingratitud y <strong>la</strong>s tentativas mezquinas de oponerse a su autoridad.<br />

Su proyecto político se <strong>ha</strong>bía venido abajo, alcanzada <strong>la</strong> independencia, debido a <strong>la</strong>s ambiciones<br />

particu<strong>la</strong>res y al surgir de un litigioso nacionalismo. Desilusionado y enfermo, Simón Bolívar debía<br />

transcurrir sus últimos días en <strong>la</strong> más profunda amargura y <strong>la</strong> indecisión propia del hombre herido,<br />

que se siente traicionado.<br />

194 G. García Márquez, <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto , Bogotá, La Oveja Negra, 1989.<br />

195 Juan Calviño, Historia, ideología y mito en <strong>la</strong> narrativa hispanoamericana contemporánea ,<br />

Madrid, Ayuso, 1988, p. 15.<br />

196 Ibidem.<br />

197 Simón Bolívar, «Discurso pronunciado por Bolívar el 3 de octubre de 1821, ante el<br />

Congreso General de Colombia reunido en <strong>la</strong> Vil<strong>la</strong> del Rosario de Cúcuta, en el cual manifiesta su<br />

desprendimiento del mando. <strong>El</strong> primer día de paz debe ser el último de su poder», en Escritos del<br />

Libertador , Caracas, 1988, vol. XXI, p. 171 . Proseguía Bolívar : «Yo quiero ser ciudadano, para ser<br />

libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de <strong>la</strong><br />

guerra, aquél emana de <strong>la</strong>s leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano».<br />

76


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La nove<strong>la</strong>, cuando apareció, fue celebrada por unos y duramente criticada por otros, sobre todo<br />

en Colombia, donde se vio en el libro una intención insultante <strong>ha</strong>cia el héroe de <strong>la</strong> independencia<br />

-por otra parte nunca amado-, pero sobre todo por los ataques, <strong>la</strong>s denuncias, que el escritor <strong>ha</strong>cía<br />

contra determinados personajes, cuyos descendientes todavía constituyen una suerte de aristocracia<br />

en el país. Más o menos lo mismo ocurrió en Venezue<strong>la</strong>, donde se gritó al escándalo, casi al sacrilegio<br />

contra <strong>la</strong> figura del procer, del padre de <strong>la</strong> patria, una patria que siempre se le mostró adversa y<br />

desagradecida, y que llegó <strong>ha</strong>sta a impedirle <strong>ha</strong>cia el final de su vida <strong>la</strong> entrada dentro de sus confines.<br />

La intención de García Márquez en su nove<strong>la</strong> no es <strong>la</strong> de empobrecer al mítico personaje, sino <strong>la</strong><br />

de llevarlo a una estatura más humana, sacándolo del estancado mito de padre de <strong>la</strong> patria, y por eso<br />

le quita <strong>la</strong>s botas y le pone en pantuf<strong>la</strong>s al fin de destacar mejor el drama de su existencia, cuando<br />

le acosan <strong>la</strong> envidia y <strong>la</strong>s traiciones, <strong>la</strong>s mezquindades de personajes ambiciosos, que con <strong>la</strong> astucia<br />

y a veces con el delito -ejemp<strong>la</strong>r resulta el asesinato del mariscal Sucre-, van comprometiendo <strong>la</strong><br />

grandiosa utopía bolivariana.<br />

De <strong>la</strong> figura del Libertador ya <strong>ha</strong>bían tratado otros narradores contemporáneos. Una nove<strong>la</strong><br />

interesante le dedicó el ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta, La caballeresa del sol (1964),<br />

inaugurando <strong>la</strong> serie de sus «Episodios Americanos». No se trata de una nove<strong>la</strong> propiamente histórica<br />

y el personaje principal es en realidad <strong>la</strong> amante de Bolívar, Manue<strong>la</strong> Sáenz, mujer que le fue fiel en<br />

<strong>la</strong> desventura y siguió defendiéndole desde Santa Fe de Bogotá con absoluta dedicación, indiferente<br />

a <strong>la</strong>s muc<strong>ha</strong>s traiciones sentimentales de un hombre a quien siguió amando <strong>ha</strong>sta en <strong>la</strong> lejanía más<br />

amarga. Manue<strong>la</strong> vuelve a aparecer en <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto , pero permanece en el telón de<br />

fondo de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, y el héroe del libro es Bolívar.<br />

<strong>El</strong> narrador va tratando a su personaje sin miramientos, acentuando <strong>la</strong>s notas corrientes de <strong>la</strong><br />

decepción, que ya gobierna el destino del caudillo cansado. La desilusión acerca de los hombres se<br />

une a <strong>la</strong> sensación de desamparo que procede de <strong>la</strong> pérdida del poder. La enfermedad, los ac<strong>ha</strong>ques de<br />

<strong>la</strong> decadencia física no <strong>ha</strong>cen más que acentuar <strong>la</strong> «humanidad» de un ser ya excepcional, personaje<br />

que, a pesar de todo, sigue conservando en sí algo que lo distingue de los demás: el <strong>ha</strong>lo propio<br />

de los hombres capaces de grandes designios y dueños de una fuerza interior extraordinaria, que al<br />

final se niegan a emplear. Bolívar, en efecto, se rinde cuando todavía hubiera podido imponerse a<br />

sus enemigos, consciente de un privilegio que se le <strong>ha</strong> agotado en el momento mismo en que rec<strong>ha</strong>zó<br />

el mando.<br />

77


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Si alrededor del Libertador cierran fi<strong>la</strong>s los últimos soldados y oficiales fieles, si alguna tentativa<br />

para volver a dominar el curso de los acontecimientos se manifiesta en <strong>la</strong> vuelta extrema a <strong>la</strong> guerra, el<br />

clima es el de <strong>la</strong> irrepetibilidad de <strong>la</strong> historia. La exaltante aventura de <strong>la</strong> independencia <strong>ha</strong> terminado<br />

para siempre; el mi<strong>la</strong>gro no se repite, puesto que en Bolívar ya no existe una voluntad real para dominar<br />

los acontecimientos, íntimamente convencido de que todo es inútil. La historia se <strong>ha</strong> consumado y<br />

no existe futuro.<br />

Cuando emprende su marc<strong>ha</strong> <strong>ha</strong>cia el destierro, <strong>ha</strong>cia Cartagena de Indias, a oril<strong>la</strong>s del mar Caribe,<br />

donde tendría que embarcarse rumbo a Europa -viaje que <strong>la</strong> muerte le impedirá realizar-, <strong>la</strong>s tropas del<br />

gobierno colombiano, temeroso siempre de <strong>la</strong>s reacciones todavía posibles del general, siguen desde<br />

lejos vigi<strong>la</strong>ndo a los soldados fieles que le acompañan: un ejército desorientado, impotente, debido<br />

a <strong>la</strong>s dudas interiores de su jefe.<br />

Nada ocurre en el <strong>la</strong>rgo y lento trayecto, que en parte ve repetirse pálidamente los entusiasmos<br />

popu<strong>la</strong>res de un tiempo 198 , <strong>ha</strong>sta el final, cuando Bolívar, en un impulso extremo, momentáneo,<br />

decide volver al combate. Pero ya no es el caudillo de antes; le falta <strong>la</strong> fe en sí mismo, el<br />

convencimiento de que puede modificar <strong>la</strong> situación volviendo a ser el personaje de un tiempo,<br />

puesto que ya se siente interiormente destruido. Su campaña no alcanza, por consiguiente, éxitos<br />

significativos.<br />

Hacia el final de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> el narrador presenta al Libertador en sus días últimos, consciente<br />

plenamente, sobre todo después del asesinato del gran mariscal Sucre, de que «<strong>la</strong> loca carrera entre<br />

198 Llegado a Cartagena de Indias, un tiempo ciudad vital y entusiasta, Bolívar se da cuenta del<br />

cambio: «La pob<strong>la</strong>ción del recinto amural<strong>la</strong>do, convocada por un bando urgente, se <strong>ha</strong>bía ec<strong>ha</strong>do a<br />

<strong>la</strong> calle. Las tardes empezaban a ser demoradas y diáfanas en el solsticio de junio, y <strong>ha</strong>bía guirnaldas<br />

de flores y mujeres vestidas de mano<strong>la</strong>s en los balcones, y <strong>la</strong>s campanas de <strong>la</strong> catedral y <strong>la</strong>s músicas<br />

de regimiento y <strong>la</strong>s salvas de artillería tronaban <strong>ha</strong>sta el mar, pero nada alcanzaba a mitigar <strong>la</strong> miseria<br />

que querían esconder. Saludando con el sombrero desde el coche desvencijado, el general no podía<br />

menos que verse a sí mismo bajo una luz de lástima, al comparar aquel<strong>la</strong> recepción indigente con<br />

su entrada triunfal en Caracas en agosto de 1813, coronado de <strong>la</strong>ureles en una carroza tirada por <strong>la</strong>s<br />

seis doncel<strong>la</strong>s más hermosas de <strong>la</strong> ciudad, y en medio de una muchedumbre bañada en lágrimas que<br />

aquel día lo eternizó con su nombre de gloria: <strong>El</strong> Libertador» . ( Cfr. G. García Márquez, <strong>El</strong> general<br />

en su <strong>la</strong>berinto , op. cit. , p. 173.)<br />

78


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

sus males y sus sueños llegaba en aquel instante a su meta final» 199 . En <strong>la</strong> casona que un supérstite<br />

admirador le <strong>ha</strong> favorecido lo rodean los pocos objetos de su miseria: <strong>la</strong> última cama prestada, <strong>la</strong><br />

toleta miserable «cuyo turbio espejo de paciencia no lo volvería a repetir», el aguamanil de porce<strong>la</strong>na<br />

«descarc<strong>ha</strong>da», con el agua y el jabón que ya servirían para otras manos, «<strong>la</strong> prisa sin corazón del<br />

reloj octogonal desbocado <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong> cita ineluctable del 17 de diciembre a <strong>la</strong> una y siete minutos de su<br />

tarde final» 200 . Un destino definitivamente marcado, que todos los objetos y <strong>la</strong> hora anuncian.<br />

Gabriel García Márquez ama particu<strong>la</strong>rmente, según es dado observar a lo <strong>la</strong>rgo de toda su obra,<br />

a personajes en el ocaso de su vida, más humanos en su decadencia física. Los espectáculos del<br />

abandono, de <strong>la</strong> desilusión, de <strong>la</strong> soledad, ejercen sobre el escritor una atracción intensa: lo atestiguan<br />

numerosos protagonistas de sus nove<strong>la</strong>s, <strong>como</strong> el viejo militar de <strong>El</strong> coronel no tiene quien le escriba<br />

, los persistentes amantes de <strong>El</strong> amor en tiempos del cólera , figuras inolvidables de Cien años<br />

de soledad <strong>como</strong> el coronel Aureliano Buendía y <strong>la</strong> misma Úrsu<strong>la</strong>, el protagonista de <strong>El</strong> otoño del<br />

Patriarca.<br />

Por lo que atañe a Bolívar, el narrador destruye un mito áulico para construir otro mito<br />

más convincente para <strong>la</strong>s nuevas generaciones: el del hombre Bolívar, el del personaje siempre<br />

excepcional, pero «humano», a quien estudia en el territorio amargo de su desventura, víctima de<br />

<strong>la</strong> maldad de los hombres. <strong>El</strong> lector participa intensamente de <strong>la</strong> condición del héroe caído, sobre<br />

el cual <strong>la</strong> sugestión de <strong>la</strong> historia sigue proyectándose y compara <strong>la</strong> distancia cruel entre <strong>la</strong> gloria<br />

pasada y <strong>la</strong> miseria del presente. <strong>El</strong> personaje vuelve así a cobrar una dimensión extraordinaria, metido<br />

hábilmente en un escenario que no deja de emocionar al lector:<br />

Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír <strong>la</strong>s voces radiantes de los esc<strong>la</strong>vos<br />

cantando <strong>la</strong> salve de <strong>la</strong>s seis en los trapiches, y vio por <strong>la</strong> ventana el diamante de Venus en el cielo<br />

que se iba para siempre, <strong>la</strong>s nieves eternas, <strong>la</strong> enredadera nueva cuyas campánu<strong>la</strong>s amaril<strong>la</strong>s no vería<br />

florecer el sábado siguiente en <strong>la</strong> casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de <strong>la</strong> vida que nunca<br />

más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse. 201<br />

199 Ibi. , p. 266.<br />

200 Ibidem. Simón Bolívar murió en efecto el 17 de diciembre de 1830.<br />

201 Ibi. pp. 266-267.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Confiesa García Márquez que <strong>la</strong> primera inspiración para <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto <strong>la</strong> encontró<br />

en un cuento de su amigo Álvaro Mutis, <strong>El</strong> último rostro 202 . <strong>El</strong> re<strong>la</strong>to de Mutis fue recogido en<br />

el tomo de narraciones titu<strong>la</strong>do La muerte del estratega 203 y está centrado en los día finales del<br />

Libertador, refugiado en el retiro de Pie de <strong>la</strong> Popa.<br />

Hay quien <strong>ha</strong> querido rebajar casi a falta de originalidad <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Gabriel García Márquez,<br />

precisamente por <strong>ha</strong>berse inspirado en el cuento de su amigo. Juicio injustificado, puesto que a ambos<br />

escritores los mueve, es cierto, una misma emoción frente a <strong>la</strong> muerte del héroe, pero el desarrollo<br />

es totalmente distinto, visible en <strong>la</strong> estructura y naturalmente en <strong>la</strong> extensión diferente de <strong>la</strong>s dos<br />

obras. Mutis construye su re<strong>la</strong>to <strong>como</strong> «fragmento» de un manuscrito, unas cuantas páginas del diario<br />

de un coronel po<strong>la</strong>co, Miecis<strong>la</strong>w Napierski, quien después de <strong>ha</strong>ber prestado servicio en el ejército<br />

napoleónico, a <strong>la</strong> caída del Emperador se fue a América para alistarse en el ejército de Bolívar y<br />

cuando llegó todo <strong>ha</strong>bía terminado; tuvo, sin embargo, el privilegio de conocer al Libertador. <strong>El</strong> militar<br />

re<strong>la</strong>ta sus impresiones y el contenido de sus coloquios con el héroe en un manuscrito que el narrador<br />

colombiano afirma <strong>ha</strong>ber adquirido en una subasta londinense, «pocos años después de terminada <strong>la</strong><br />

segunda guerra mundial» 204 .<br />

<strong>El</strong> personaje Bolívar impresionó al coronel po<strong>la</strong>co, no so<strong>la</strong>mente porque le recordaba «el rostro de<br />

César en el busto del Museo Vaticano», sino por una «expresión de atónita amargura» 205 . Mutis nos<br />

presenta el refugio último del héroe, un ambiente de extrema sobriedad, cuando no de pobreza, que<br />

también García Márquez <strong>ha</strong>ce propio:<br />

Mi primera impresión -escribe el coronel Napierski- fue de sorpresa al encontrarme en una amplia<br />

<strong>ha</strong>bitación vacía, con alto techo artesonado, un catre de campaña al fondo, contra un rincón, y una<br />

mesa de noche llena de libros y papeles. De nuevo <strong>la</strong>s paredes vacías llenas de churretones causados<br />

por <strong>la</strong> humedad. Una ausencia total de muebles y adornos. Únicamente una sil<strong>la</strong> de alto respaldo,<br />

202 Cfr. Ibi. , <strong>la</strong> dec<strong>la</strong>ración inicial.<br />

203 Álvaro Mutis, La muerte del estratega , México, Fondo de Cultura Económica, 1985.<br />

204 Cito por <strong>la</strong> edición más reciente (que recoge los textos narrativos de «La muerte del estratega»,<br />

«<strong>El</strong> último rostro», «Antes de que cante el gallo» y «S<strong>ha</strong>raya»): Á. Mutis, <strong>El</strong> último rostro , Madrid,<br />

Sirue<strong>la</strong>, 1990, p. 37.<br />

205 Ibi. , p. 41.<br />

80


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

desfondada y descolorida, miraba <strong>ha</strong>cia un patio interior sembrado de naranjos en flor, cuyo suave<br />

aroma se mezc<strong>la</strong>ba con el de agua de colonia que predominaba en el ambiente. 206<br />

La <strong>ha</strong>bitación descrita por García Márquez en <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto es todavía menos<br />

confortable: falta <strong>la</strong> mesa llena de libros y papeles, que en el re<strong>la</strong>to de Álvaro Mutis todavía atestigua<br />

una actividad intelectual, el interés <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong>s cosas del mundo por parte del Libertador; y también<br />

falta ese espacio abierto al patio «con naranjos en flor», sustituido por una ventana, que significa<br />

so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> posibilidad de un respiro y una mirada precaria desde un ambiente cerrado, que más bien<br />

se parece a una cárcel; igualmente falta ese insistente olor a agua de colonia, que indica un último<br />

cuidado para <strong>la</strong> persona.<br />

Lo que sí coincide casi exactamente en <strong>la</strong>s dos obras narrativas es el clima de desaliento y amargura<br />

en el que vive el personaje, aunque Mutis, con su sinteticidad, logra matices originalmente profundos,<br />

visibles en <strong>la</strong> pena del hombre de armas por muerte tan mezquina <strong>como</strong> <strong>la</strong> que se debe a <strong>la</strong> enfermedad,<br />

<strong>la</strong> conciencia de <strong>la</strong> inutilidad de toda una obra «por un país -afirma- que ni me quiere ni piensa que<br />

le <strong>ha</strong>ya yo servido en cosa que valga <strong>la</strong> pena» 207 .<br />

La desilusión del Libertador envuelve a todos los hombres en general. Una frase significativa lo<br />

reve<strong>la</strong>, cuando le dec<strong>la</strong>ra a Napierzki: «Toda re<strong>la</strong>ción con los hombres deja un germen funesto de<br />

desorden que nos acerca a <strong>la</strong> muerte» 208 . Y <strong>la</strong> muerte es ese «último rostro», título que Álvaro Mutis<br />

da a su re<strong>la</strong>to, sacándolo, según dice, de un manuscrito anónimo del siglo XI, de <strong>la</strong> Biblioteca del<br />

Monasterio del Monte Athos. Rostro último con el cual el Libertador debía de tener familiaridad desde<br />

siempre, según estima el coronel:<br />

Una vieja familiaridad con <strong>la</strong> muerte se me <strong>ha</strong>ce evidente en este hombre que, desde joven, debe<br />

venir interrogándose sobre su fin en el silencio de su alma de huérfano solitario. 209<br />

Extraño dictador, por supuesto, Bolívar; más bien personaje ejemp<strong>la</strong>r que interpreta <strong>la</strong> desesperanza<br />

americana <strong>ha</strong>cia el futuro cuando en el re<strong>la</strong>to de Mutis así se expresa:<br />

206 Ibi. , p. 40.<br />

207 Ibi. , p. 42.<br />

208 Ibi. , p. 57.<br />

209 Ibi. , p. 61.<br />

81


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

- Aquí se frustra toda empresa humana -comentó-. <strong>El</strong> desorden vertiginoso del paisaje, los ríos<br />

inmensos, el caos de los elementos, <strong>la</strong> vastedad de <strong>la</strong>s selvas, el clima imp<strong>la</strong>cable, trabajan <strong>la</strong> voluntad<br />

y minan <strong>la</strong>s razones profundas, esenciales, para vivir, que heredamos de ustedes. Esas razones nos<br />

impulsan todavía, pero en el camino nos perdemos en <strong>la</strong> luc<strong>ha</strong> retórica y en <strong>la</strong> sanguinaria violencia<br />

que todo lo arrasa. Queda una conciencia de lo que debimos <strong>ha</strong>cer y no hicimos y que sigue trabajando<br />

allá adentro, <strong>ha</strong>ciéndonos inconformes, astutos, frustrados, ruidosos, inconstantes. Los que hemos<br />

enterrado en estos montes lo mejor de nuestras vidas, conocemos demasiado bien los extremos a que<br />

conduce esta inconformidad estéril y retorcida. 210<br />

La figura de Bolívar en el re<strong>la</strong>to de Mutis queda todavía cerca de <strong>la</strong> iconografía oficial, mientras<br />

que el personaje en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de García Márquez se aureo<strong>la</strong> exclusivamente de humanidad.<br />

En el mismo año en que aparece <strong>El</strong> general en su <strong>la</strong>berinto de García Márquez el narrador argentino<br />

Tomás <strong>El</strong>oy Martínez publica La nove<strong>la</strong> de Perón 211 , dedicada al momento en que el viejo general<br />

deja su exilio en Madrid para regresar a <strong>la</strong> Argentina, l<strong>la</strong>mado por sus partidarios y <strong>la</strong> masa popu<strong>la</strong>r<br />

ante el fracaso de los gobiernos militares. Pero los años no <strong>ha</strong>n pasado sin dejar huel<strong>la</strong>. <strong>El</strong> antiguo<br />

caudillo es un hombre cansado y enfermizo, en <strong>la</strong>s manos del histriónico López Rega, conjurado con<br />

su segunda mujer, Isabelita, destinada a suceder por breve tiempo a su marido en <strong>la</strong> jefatura del estado<br />

después de su improvisa muerte, <strong>ha</strong>sta que nuevamente los militares intervienen para derrocar<strong>la</strong> y <strong>la</strong><br />

meten presa.<br />

En esta nove<strong>la</strong>, que reconstruye el proceso de conquista del poder de parte del joven Perón,<br />

fundándose en una suerte de autobiografía en progreso, en <strong>la</strong> que intervienen sea López Rega que el<br />

viejo general, éste es un hombre que conserva todavía <strong>la</strong> conciencia de lo que significa el poder y de<br />

su prestigio personal. En realidad es un hombre perdido, que desconfía en el proyecto en que le <strong>ha</strong>n<br />

metido, aunque le atrae, <strong>como</strong> siempre, el mando. Emprende entonces su viaje <strong>ha</strong>cia un destino que<br />

borrosamente percibe lleno de incógnitas:<br />

Una vez más el General Juan Perón soñó que caminaba <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> entrada del Polo Sur y que una jauría<br />

de mujeres no lo dejaba pasar. Cuando despertó, tuvo <strong>la</strong> sensación de no estar en ningún tiempo. Sabía<br />

que era el 20 de junio de 1973, pero eso nada significaba. Vo<strong>la</strong>ba en un avión que <strong>ha</strong>bía despegado<br />

210 Ibi. , pp. 46-47.<br />

211 Tomás <strong>El</strong>oy Martínez, La nove<strong>la</strong> de Perón , Madrid, Alianza Editorial, 1989.<br />

82


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

de Madrid al amanecer del día más <strong>la</strong>rgo del año, e iba rumbo a <strong>la</strong> noche del día más corto, en Buenos<br />

Aires. <strong>El</strong> horóscopo le vaticinaba una adversidad desconocida. ¿De cuál podría tratarse, si ya <strong>la</strong> única<br />

que le faltaba vivir era <strong>la</strong> deseada adversidad de <strong>la</strong> muerte? 212<br />

<strong>El</strong> antiguo jefe se dirige a realizar su confuso sueño, dominado por presentimientos negativos,<br />

mientras un significativo malestar físico lo domina:<br />

En aquellos días de marzo lo acometió el presentimiento de que no debía irse. Cada vez que pensaba<br />

en Buenos Aires, el centro de gravedad se le desp<strong>la</strong>zaba del hígado a los riñones y lo punzaba por<br />

dentro. <strong>El</strong> General decía que esas eran ma<strong>la</strong>s espinas anticipando <strong>la</strong> desgracia, y que <strong>la</strong> única manera<br />

de conjurar<strong>la</strong>s era ver una pelícu<strong>la</strong> de John Wayne por televisión: el polvo de los westerns adonde no<br />

podían llegar <strong>la</strong>s humedades de Buenos Aires. Las manos se le quedaban enredadas entre <strong>la</strong>s toal<strong>la</strong>s<br />

y los manteles, y cuando <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> lencería fue emba<strong>la</strong>da para el viaje, el cuerpo siguió aferrándose a<br />

<strong>la</strong>s aureo<strong>la</strong>s que los objetos dejaban por todas partes. 213<br />

Intención del escritor, según parece, es <strong>la</strong> de mostrar <strong>la</strong> locura de un pueblo desorientado, de una<br />

gran nación que <strong>ha</strong> venido a menos, que <strong>ha</strong> perdido su rumbo y espera imposibles mi<strong>la</strong>gros, mientras<br />

se está fraguando una nueva tragedia. Al mismo tiempo pone de relieve el fanatismo que rodea <strong>la</strong><br />

discutible figura, cuya desaparición improvisa es <strong>como</strong> <strong>la</strong> señal de una próxima catástrofe universal.<br />

Lo que explica el culto abnorme <strong>ha</strong>cia su cadáver y <strong>la</strong> valoración hiperbólica del personaje:<br />

<strong>El</strong> ataúd del <strong>Gran</strong>de Hombre estaba ya en el Salón Azul del Congreso. Un diputado propuso que<br />

lo dejaran sin término sobre el estrado de <strong>la</strong> cámara de sesiones, para que su inmortalidad inspirase<br />

<strong>la</strong>s leyes y decretos del futuro. 214<br />

212 Ibi. , p. 11.<br />

213 Ibi. , p. 13.<br />

214 Ibi. , p. 318.<br />

83


Galíndez : el poder <strong>como</strong> ejercicio criminal<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Con Galíndez , del conocido novelista catalán Manuel Vázquez Montalbán, creador de una<br />

afortunada figura de comisario, Pepe Carvalho, y de una <strong>la</strong>rga serie de nove<strong>la</strong>s policíacas de <strong>la</strong>s cuales<br />

este personaje es protagonista 215 , el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en Latinoamérica vuelve a ser tratado en<br />

<strong>la</strong> narrativa españo<strong>la</strong>. La nove<strong>la</strong>, dedicada al personaje Galíndez, aparece en 1990 216 y es una de<br />

<strong>la</strong>s obras de mayor relieve de este escritor, antes de que publique <strong>la</strong> pseudo autobiografía de Franco,<br />

en 1993 217 .<br />

Legítimo, por contraste, es el parangón con Tirano Banderas. La nove<strong>la</strong> de Vázquez Montalbán<br />

no es, <strong>como</strong> en el caso del libro de Valle-Inclán, o de <strong>la</strong>s dos nove<strong>la</strong>s de Francisco Aya<strong>la</strong>, fruto de<br />

pura invención ambientada en tierras americanas, sino que asume <strong>como</strong> sujeto descubierto una serie<br />

de acontecimientos y de personajes reales, para denunciar un sistema criminal: el de un tirano bien<br />

identificado, Rafael Leónidas Trujillo, dueño absoluto durante una treintena de años de <strong>la</strong> República<br />

Dominicana.<br />

La legitimidad de <strong>la</strong> comparación entre Galíndez y Tirano Banderas se justifica más todavía si<br />

atendemos a su estructura: tradicional en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Valle-Inclán; completamente nueva en Galíndez<br />

, narración que inicia en <strong>la</strong> época actual, presenta interpo<strong>la</strong>ciones de historias diversas, <strong>la</strong> conmixtión<br />

de desarrollos fatales por obra de <strong>la</strong> misma mano criminal, un lenguaje no construido artificialmente<br />

sino legítima y sabrosamente caribeño cuando los protagonistas son dominicanos.<br />

La denuncia, en todas <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s examinadas, presenta al tirano <strong>como</strong> protagonista directo de <strong>la</strong><br />

escena o actuando en <strong>la</strong> sombra; en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Vázquez Montalbán, en cambio, los protagonistas son<br />

varios y están situados en tiempos distintos: <strong>la</strong> estudiante estadounidense Muriel Colbert, que para<br />

su tesis, La ética de <strong>la</strong> resistencia , investiga el misterio de <strong>la</strong> desaparición del profesor y hombre<br />

político vasco Jesús Galíndez, éste, el dictador, el mundo político estadounidense y de sus servicios<br />

215 Citaré sólo algunos de los títulos de más éxito: Yo maté a Kennedy (1972), La soledad del<br />

manager (1977), Los mares del Sur (1979), Asesinato en el Comité Central (1981), Los pájaros de<br />

Bangkog (1983), La rosa de Alejandría (1984), <strong>El</strong> de<strong>la</strong>ntero centro fue asesinado al amanecer (1988),<br />

<strong>El</strong> pianista (1985), <strong>El</strong> balneario (1986), <strong>El</strong> premio (1996).<br />

216 Manuel Vázquez Montalbán, Galíndez , Barcelona, Seix Barral, 1990.<br />

217 M. Vázquez Montalbán, Autobiografía del general Franco , Barcelona, P<strong>la</strong>neta, 1993.<br />

84


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

secretos, en <strong>la</strong> época anterior y sucesiva a <strong>la</strong> segunda Guerra Mundial, cuando apoyaba abiertamente<br />

<strong>la</strong>s <strong>dictadura</strong>s, primero en función anticomunista y para una más tranqui<strong>la</strong> explotación económica de<br />

los países caribeños y centroamericanos.<br />

No sin razón escribe un experimentado embajador italiano en América <strong>la</strong>tina, Ludovico Incisa<br />

di Camerana, que Somoza y Trujillo, más que procónsules de los Estados Unidos, fueron su<br />

«mayordomo», según <strong>la</strong> expresión local, y añade:<br />

Quando qualcuno muoverà obiezioni all'appoggio da lui accordato a simili figuri, il presidente<br />

Franklin De<strong>la</strong>no Roosevelt, il campione del<strong>la</strong> democrazia occidentale, riferendosi all'uno o all'altro,<br />

risponderà: «Figlio di puttana certamente, ma è il nostro figlio di puttana». 218<br />

Pero, ¿quién era Galíndez? Un republicano de familia vasca, profesor de derecho, que <strong>ha</strong>bía seguido<br />

en el destierro a Francia el gobierno nacional y luego se <strong>ha</strong>bía refugiado en <strong>la</strong> República Dominicana,<br />

donde desarrolló su actividad docente y donde por cierto tiempo estuvo también al servicio del<br />

gobierno local. Su permanencia en <strong>la</strong> is<strong>la</strong> duró unos seis años y luego Galíndez se tras<strong>la</strong>dó a los Estados<br />

Unidos, donde fue profesor en <strong>la</strong> Columbia University, mientras representaba al gobierno de Euzkadi,<br />

entonces en París, <strong>como</strong> observador permanente en <strong>la</strong>s Naciones Unidas. Autor de varios ensayos,<br />

co<strong>la</strong>borador político de periódicos y revistas, últimamente <strong>ha</strong>bía terminado una tesis de doctorado<br />

sobre La era de Trujillo , donde denunciaba, con abundante documentación y conocimiento directo<br />

de los hechos, <strong>la</strong> actuación criminal del dictador, un sinnúmero de casos que reve<strong>la</strong>ban su directa<br />

participación en crímenes contra <strong>la</strong>s personas, <strong>la</strong> reducción a esc<strong>la</strong>vitud de un pueblo, <strong>la</strong> rapiña elevada<br />

a sistema, una serie sorprendente de «suicidios» y desapariciones de opositores y enemigos o de<br />

personas no gratas 219 .<br />

La reacción del dictador, después de <strong>ha</strong>ber intentado inútilmente impedir, acudiendo a <strong>la</strong> corrupción<br />

y <strong>la</strong>s amenazas, <strong>la</strong> publicación de <strong>la</strong> tesis, fue <strong>la</strong> de ordenar el rapto del escritor en Nueva York<br />

y llevarlo a Ciudad Trujillo, desde donde fue tras<strong>la</strong>dado a un ca<strong>la</strong>bozo de su <strong>ha</strong>cienda, sometido<br />

218 Ludovico Incisa di Camerana, I Caudillos. Biografía di un continente , Mi<strong>la</strong>no, Corbaccio, 1994,<br />

p. 397.<br />

219 La tesis de Jesús de Galíndez fue publicada en español: Cfr. La era de Trujillo (Un estudio<br />

casuístico de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> hispanoamericana) , por Jesús de Galíndez, Bilbao, EKIN, s.a. [1991].<br />

85


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

a tormento y al final degol<strong>la</strong>do. Galíndez <strong>ha</strong>bía nacido en Madrid el 12 de octubre de 1915, fue<br />

secuestrado el 12 de marzo de 1956, «y nunca más se volvió a saber de él» 220 .<br />

Después de <strong>la</strong> muerte de Trujillo, asesinado el 30 de mayo de 1961 221 , varias fueron <strong>la</strong>s<br />

reconstrucciones de <strong>la</strong> vida y <strong>la</strong> muerte del desdic<strong>ha</strong>do profesor vasco. Alberto <strong>El</strong>ósegui Amundarain,<br />

otro republicano, refugiado en Venezue<strong>la</strong>, el cual conoció íntimamente a <strong>la</strong> víctima, presenta en<br />

su libro, <strong>El</strong> verdadero Galíndez 222 , una reconstrucción ex<strong>ha</strong>ustiva de los acontecimientos, en<br />

<strong>la</strong> que denuncia <strong>la</strong> inexplicable pasividad de <strong>la</strong> policía estadounidense y del FBI , <strong>la</strong> difusión<br />

artera de noticias infamantes acerca de <strong>la</strong> conducta moral del asesinado 223 y quiénes fueron sus<br />

asesinos. Por contra <strong>El</strong>ósegui Amundarain exalta <strong>la</strong> conducta honrada y valiente del senador de<br />

Estados Unidos Porter, el cual no se cansó nunca de denunciar el crimen, y reconstruye los momentos<br />

finales probables, denunciando a los responsables, que estaban al servicio de Trujillo.<br />

Un verdadero asesino, éste, hombre sin escrúpulos y enfermo de megalomanía, insensible al<br />

ridículo, <strong>como</strong> toda su familia; entre sus parientes <strong>ha</strong>bía repartido todos los cargos y no dudaba<br />

en castigar duramente a sus miembros si caían en desgracia, mientras adoraba a su presunto hijo<br />

primogénito, Ramfis, al que <strong>ha</strong>bía nombrado coronel a los cuatro años y que siguió ascendiendo, <strong>ha</strong>sta<br />

<strong>ha</strong>cerlo jefe de todas <strong>la</strong>s Fuerzas Armadas, enriqueciéndolo continuamente: un personaje igual a su<br />

dudoso padre por crueldad y maldad, visible en <strong>la</strong>s venganzas contra sus enemigos y sus familiares,<br />

a quienes exterminó.<br />

Vázquez Montalbán trata <strong>la</strong> complicada materia, que mantiene todavía gran parte de su misterio,<br />

no a <strong>la</strong> manera acostumbrada de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> policíaca, aunque queda el suspenso del fin de Galíndez,<br />

220 Cfr. M. Vázquez Montalbán, Galíndez , op. cit. , p. 23.<br />

221 Cfr. en torno al asesinato de Trujillo <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de Mario Vargas Llosa, La muerte del Chivo ,<br />

Madrid, Alfaguara, 2000. Por lo de Galíndez Cfr. pp. 110-112, ibidem.<br />

222 Alberto <strong>El</strong>ósegui Amundarain, <strong>El</strong> verdadero Galíndez , Bilbao, Ediciones A. Saldaña Ortega,<br />

1990.<br />

223 En un folleto publicado por encargo evidente de <strong>la</strong> propaganda trujillista, Pedro de Mesones,<br />

Mamotreto de Galíndez sobre Hispanoamérica , Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1954, el autor,<br />

presentado <strong>como</strong> peruano, defiende y ensalza al «Generalísimo» e insulta a Galíndez en cuanto crítico<br />

de <strong>la</strong>s «democracias» americanas y en particu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> dominicana.<br />

86


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

sino con directa participación. Domina <strong>la</strong> sincera valoración no sólo de <strong>la</strong> víctima, sino de <strong>la</strong> nación<br />

vasca en su entereza y a través de su espíritu, <strong>como</strong> promana de sus mismas bellezas naturales:<br />

Atardece, pero <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> aún filtra c<strong>la</strong>ridades que reve<strong>la</strong>n todos los colores del verde, bajo esa luz<br />

del norte, que degusta los matices. 224<br />

Un <strong>ha</strong>lo poético domina <strong>la</strong> naturaleza y es lo que atrae a <strong>la</strong> joven investigadora norteamericana y se<br />

le impone <strong>ha</strong>sta por encima de su aventura sentimental con un lejano pariente del personaje en torno<br />

al cual investiga, hombre atractivo, pero algo superficial, que no sabe mucho ni mucho se interesa por<br />

lo acaecido en una época que considera acabada: en efecto, <strong>ha</strong>n pasado ya más de una treintena de<br />

años desde <strong>la</strong> desaparición de Galíndez. Se diría, sin embargo, que <strong>la</strong> indiferencia del joven acentúa <strong>la</strong><br />

determinación de <strong>la</strong> muc<strong>ha</strong>c<strong>ha</strong>, llegada a <strong>la</strong> tierra de Amurrio donde, según el testamento de Galíndez,<br />

hubieran debido reposar sus huesos, sobre una pequeña altura, donde en <strong>la</strong> actualidad se levanta sólo<br />

una piedra que lo recuerda, tumba sin cuerpo, pues nunca se encontró, porque los asesinos lo ec<strong>ha</strong>ron<br />

a los tiburones, acatando <strong>la</strong>s órdenes del «Jefe máximo».<br />

Capturado por <strong>la</strong> nota poética y trágica de <strong>la</strong> historia, el lector sigue alternativamente <strong>la</strong> aventura<br />

de <strong>la</strong> investigadora y <strong>la</strong> de <strong>la</strong> víctima, disfrutando <strong>la</strong> belleza lingüística de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>, <strong>la</strong> originalidad<br />

de su inmersión en <strong>la</strong> expresión caribeña a través de <strong>la</strong> abundante <strong>la</strong>bia de personajes <strong>como</strong> el<br />

negrito Voltaire, otro de los criminales que intervinieron en el rapto y <strong>la</strong> eliminación de Galíndez y<br />

sucesivamente en <strong>la</strong> eliminación también de <strong>la</strong> investigadora.<br />

Vázquez Montalbán no deja de presentarnos al déspota criminal en sus «funciones» de torturador y<br />

asesino cuando se enfrenta con su víctima en el ca<strong>la</strong>bozo donde Galíndez <strong>ha</strong> sido recluido, ya apaleado<br />

y torturado por los esbirros del régimen, denunciados con sus nombres para su perpetua infamia. <strong>El</strong><br />

dictador aparece con su indignada y mortífera frialdad frente al hombre ya condenado:<br />

Y ni te mira. Cruza saludos y gravedad con el comité de recepción y avanza <strong>ha</strong>cia el sillón, en el<br />

que se sienta con cuidado, pregonando voluntad de sentarse, de posesión de autocontrol. Ahí lo tienes.<br />

Como si fuera el retrato del consu<strong>la</strong>do de Burdeos descolgado y sentado para ti, ahí lo tienes, todo<br />

para ti el Benefactor y Padre de <strong>la</strong> Patria, tú todo para él. Sigue Trujillo distrayendo <strong>la</strong> mirada en una<br />

minuciosa observación de <strong>la</strong> estancia y algo le comp<strong>la</strong>ce porque sus mejil<strong>la</strong>s casi dejan paso a una<br />

sonrisa, pero <strong>la</strong> suspende y de pronto te ec<strong>ha</strong> encima sus ojos grandes y carbónicos, he<strong>la</strong>dos, <strong>como</strong><br />

dos ba<strong>la</strong>s de pisto<strong>la</strong> negra. -Procedan.<br />

224 M. Vázquez Montalbán, Galíndez , op. cit. , p. 12.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> oficial, el hombre que te aterraba <strong>ha</strong>sta <strong>ha</strong>ce unos minutos se ade<strong>la</strong>nta y casi te parece un aliado<br />

en re<strong>la</strong>ción a <strong>la</strong> cólera caliente y oscura que presientes en el cuerpo de Trujillo o a <strong>la</strong> crueldad he<strong>la</strong>da<br />

de Espail<strong>la</strong>t situado tras el respaldo de <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> que contiene a su amo. . 225<br />

Después de <strong>la</strong> lectura del acta de acusación y del desahogo de <strong>la</strong> rabia del Jefe, su proceder violento,<br />

gangsteril:<br />

-Cal<strong>la</strong> y abre <strong>la</strong> boca o te parto los dientes con el cañón de <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>.<br />

Abres <strong>la</strong> boca y c<strong>la</strong>vas los ojos paralizados en los ojos p<strong>la</strong>netarios del viejo que se acercan con<br />

su cara, con su cuerpo, con su brazo que empuña <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> y te introduce el cañón contra <strong>la</strong> lengua<br />

hinc<strong>ha</strong>da para que escojas entre el dolor y el miedo, y es el miedo el que castañetea con tus dientes en<br />

torno al cilindro mientras se difunde por <strong>la</strong> saliva un sabor a metal y grasa rancia, sin ojos suficientes<br />

para los objetos de tu verdugo o su mano que se crispa <strong>como</strong> un puño soldado con <strong>la</strong> cu<strong>la</strong>ta y el gatillo.<br />

No tienes otro horizonte que esa cara de viejo colérico <strong>ha</strong>sta <strong>la</strong> locura o ese puño que al moverse<br />

remueve todos los dolores y <strong>la</strong> sangre de tu boca y si tratas de <strong>ha</strong>b<strong>la</strong>r el cañón se introduce más <strong>ha</strong>sta<br />

cosquillearte <strong>la</strong> campanil<strong>la</strong>. Bastaría un fruncido de esas cejas para que a su movimiento se parara <strong>la</strong><br />

pisto<strong>la</strong> y dejarías de querer vivir a pesar de esta escena de pesadil<strong>la</strong>, en el pensamiento de que termine<br />

en algún momento, gritando incoherencias rotas por el intruso que ocupa tu boca, peticiones de piedad<br />

y razón más allá de ese viejo, dirigidas incluso a los otros matarifes, un confuso fondo del que no sale<br />

ni el rastro de una respiración. . Pero de pronto retira <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> de un tirón y se te va un grito y otro<br />

diente salta <strong>como</strong> una esquir<strong>la</strong> de ti mismo, mientras por el túnel abierto que <strong>ha</strong> dejado <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong> te<br />

entra el aire y te sale un ahogo histérico que te derrumba entre gemidos que ya no contro<strong>la</strong>s. 226<br />

En estas y otras escenas se patentiza <strong>la</strong> naturaleza criminal del dictador, que culmina en <strong>la</strong> orden a<br />

sus sicarios de darle «c<strong>ha</strong>lina» al prisionero, de estrangu<strong>la</strong>rle. Años después Muriel será, en <strong>la</strong> nove<strong>la</strong>,<br />

<strong>la</strong> otra víctima conectada con el caso Galíndez, el<strong>la</strong> también raptada cuando está investigando sobre<br />

el crimen en Ciudad Trujillo, sometida a tortura y seviciada en <strong>la</strong> cárcel secreta, finalmente matada<br />

y hec<strong>ha</strong> desaparecer.<br />

No se cuentan los asesinatos de Trujillo. En el libro de Manuel Vázquez Montalbán su «reino»<br />

nefasto está duramente denunciado, así <strong>como</strong> <strong>la</strong> indiferencia culpable de los embajadores españoles<br />

225 Ibi. , p. 164.<br />

226 Ibi. , pp. 222-223.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

en Lima, Washington y Santo Domingo, autores siempre de «cartas profilácticas» 227 sobre el asunto,<br />

entre ellos sobre todo el embajador de España en <strong>la</strong> República Dominicana, Sánchez Bel<strong>la</strong>, a quien el<br />

narrador define <strong>como</strong> «insidioso, trujillista a fuer de ser franquista, odiando a Galíndez por el simple<br />

hecho de ser un problema diplomático, molesto por todo lo que molestara a Trujillo» 228 .<br />

Coincide con <strong>la</strong>s denuncias de Vázquez Montalbán contra <strong>la</strong> actuación delictuosa de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> de<br />

Trujillo <strong>la</strong> dominicano-estadounidense Julia Álvarez, quien en su nove<strong>la</strong> In the Time of the Butterflies<br />

(1994) trata del asesinato de <strong>la</strong>s tres hermanas Mirabal, también aludido en Galíndez 229 . La escritora<br />

no es <strong>la</strong> única en denunciar <strong>la</strong>s fechorías del dictador dominicano. Son, en general, mujeres <strong>la</strong>s que en<br />

<strong>la</strong> actualidad escriben sobre este tema todavía candente; mujeres que se <strong>ha</strong>n refugiado en los Estados<br />

Unidos y escriben en inglés, los ojos y el alma vueltos <strong>ha</strong>cia <strong>la</strong> tierra que <strong>ha</strong>n dejado y que en sí llevan<br />

<strong>la</strong> huel<strong>la</strong> permanente de <strong>la</strong> persecución.<br />

227 Ibi. , p. 170.<br />

228 Ibi. , p. 172.<br />

229 Ibi. , p. 234.<br />

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<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Antes que anochezca y <strong>El</strong> color del verano : <strong>la</strong> última<br />

<strong>dictadura</strong> del siglo XX<br />

Escritor atormentado y desdic<strong>ha</strong>do, el cubano Reinaldo Arenas es autor de numerosos textos<br />

narrativos y poéticos. Dos de sus obras, en particu<strong>la</strong>r, inciden en el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y ambas<br />

aparecen póstumamente: Antes que anochezca , una autobiografía que se lee <strong>como</strong> una apasionante<br />

nove<strong>la</strong>, y <strong>El</strong> color del verano o nuevo «Jardín de <strong>la</strong>s Delicias» , subtítulo que significativamente<br />

envía al tríptico famoso del Bosco.<br />

<strong>El</strong> primero de estos textos narrativos aparece en 1992, el segundo en 1999. Su autor, enfermo<br />

del sida, se <strong>ha</strong>bía suicidado el 7 de diciembre de 1990, en Nueva York, donde residía después de<br />

<strong>ha</strong>ber salido del infierno cubano. Ponía término, así, a una existencia desgarrada, destruida antes de<br />

tiempo -<strong>ha</strong>bía nacido cerca de Holguín en 1943- no so<strong>la</strong>mente por <strong>la</strong> enfermedad que le procuraba<br />

tremendos sufrimientos, sino por su inconformidad radical y <strong>la</strong> persecución política. Pocos días antes<br />

de suicidarse <strong>ha</strong>bía terminado de escribir su autobiografía y dejaba una carta, que ahora figura al final<br />

de Antes que anochezca , en <strong>la</strong> que advertía a sus amigos de su decisión, debida al estado precario de<br />

su salud y a <strong>la</strong> «terrible depresión sentimental» que sentía al no poder seguir luc<strong>ha</strong>ndo por <strong>la</strong> libertad<br />

de Cuba. De todo <strong>ha</strong>cía único responsable al dictador cubano e incitaba a su pueblo a seguir luc<strong>ha</strong>ndo<br />

por <strong>la</strong> libertad:<br />

Sólo <strong>ha</strong>y un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, <strong>la</strong>s penas del destierro, <strong>la</strong> soledad<br />

y <strong>la</strong>s enfermedades que <strong>ha</strong>ya podido contraer en el destierro seguramente no <strong>la</strong>s hubiera sufrido de<br />

<strong>ha</strong>ber vivido libre en mi país.<br />

Al pueblo cubano tanto en el exilio <strong>como</strong> en <strong>la</strong> Is<strong>la</strong> los exhorto a que sigan luc<strong>ha</strong>ndo por <strong>la</strong> libertad.<br />

Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de luc<strong>ha</strong> y esperanza. Cuba será libre. Yo ya lo soy. 230<br />

Como escritor, homosexual y disidente, <strong>la</strong>s persecuciones contra Reinaldo Arenas fueron continuas<br />

y duras, en un régimen <strong>como</strong> el castrista, donde <strong>la</strong>s férreas manos del poder reducen a trapos a<br />

críticos y opositores. La historia <strong>ha</strong> sobradamente demostrado que el ejercicio prolongado del mando<br />

se transforma siempre en una despiadada <strong>dictadura</strong>. Sin desconocer el valor de <strong>la</strong> Revolución cubana<br />

230 Reinaldo Arenas, Antes que anochezca. Autobiografía , Barcelona, Tusquets Editores, 1992,<br />

p. 343.<br />

90


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

en sus orígenes, ya nadie se <strong>ha</strong>ce ilusiones en torno a <strong>la</strong> realidad actual 231 , y <strong>la</strong> multitud c<strong>la</strong>mando<br />

por <strong>la</strong> libertad con ocasión de <strong>la</strong> presencia del Pontífice en La Habana, en enero de 1998, lo <strong>ha</strong> hecho<br />

patente a todo el mundo a través de <strong>la</strong> televisión. <strong>El</strong> «paraíso caribeño» existe sólo para quienes,<br />

políticamente interesados, quieren que exista y para los aventureros del sexo. Escribe Mario Vargas<br />

Llosa, comentando <strong>la</strong> autobiografía de Reinaldo Arenas:<br />

Dudo que ni en los peores momentos de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> de Batista hubieran podido los «capitalistas»<br />

españoles y mexicanos [y <strong>ha</strong>y que añadir también de otros países] ir a Cuba, <strong>como</strong> ahora, a disfrutar<br />

de adolescentes del sexo de sus preferencias, y a divertirse en p<strong>la</strong>yas, cabarets, hoteles y restaurantes<br />

exclusivos para extranjeros, bajo <strong>la</strong> protección de <strong>la</strong> policía del régimen. 232<br />

La de Reinaldo Arenas con razón <strong>ha</strong> sido definida «una continua peripecia vital e intelectual» muy<br />

a pesar suyo 233 . Leer su autobiografía y <strong>la</strong> extraña nove<strong>la</strong> <strong>El</strong> color del verano , infinitas veces vuelta<br />

a escribir, a consecuencia de robos, desapariciones, requisiciones y destrucciones, es acompañar un<br />

viaje al infierno sin esperanza de rescate, donde <strong>la</strong> meta final es el suicidio.<br />

<strong>El</strong> color del verano es en su mayor parte anterior cronológicamente a Antes que anochezca. Los<br />

editores <strong>ha</strong>n rescatado <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de <strong>la</strong> colección de manuscritos del escritor presente en <strong>la</strong> Universidad<br />

de Princeton, Nueva Jersey, e informan que fue terminada de escribir en Nueva York en 1990 234<br />

. En su autobiografía Reinaldo Arenas utiliza varias de <strong>la</strong>s páginas de esta nove<strong>la</strong>, con nombres y<br />

referencias c<strong>la</strong>ros, cuando en <strong>El</strong> color del verano los encubre, pero de manera tal que se pueden<br />

fácilmente identificar, <strong>como</strong>: <strong>la</strong> «marquesa de Macondo», Gabriel García Márquez; Fifo, Fidel Castro;<br />

231 Hasta personajes que apoyaron <strong>la</strong> revolución castrista lo <strong>ha</strong>n reconocido. Me refiero al libro-<br />

justificación de Lisandro Otero, cuya primera edición apareció en italiano: Assalto all'Utopia , Roma,<br />

Tre Editori, 1988. Otero, según Reinaldo Arenas, y no sólo él, fue uno de los más rígidos ejecutores de<br />

<strong>la</strong>s órdenes de Castro; en Antes que anochezca , p. 100, el escritor lo define «buen policía y enemigo<br />

de <strong>la</strong> cultura». En su libro Lisandro Otero intenta una justificación hábil de su participación primero<br />

y luego de su alejamiento del castrismo.<br />

232 Mario Vargas Llosa, «Pájaro tropical», prólogo a Reinaldo Arenas, Adiós a mamá (De La<br />

Habana a Nueva York) , Barcelona, Ediciones Altera, 1995, p. 9.<br />

233 Cfr. presentación editorial de R. Arenas, Antes que anochezca , op. cit.<br />

234 Cfr. contraportada en R. Arenas, <strong>El</strong> color del verano o Nuevo «Jardín de <strong>la</strong>s Delicias», Nove<strong>la</strong><br />

escrita y publicada sin privilegio imperial , Barcelona, Tusquets Editores, 1999.<br />

91


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Cynthio Metier, Cintio Vitier; Zebro Zardoya, Severo Sarduy; Bastón Dacuero, Gastón Baquero;<br />

Odiseo Ruego, <strong>El</strong>íseo Diego; Nicolás Guillotina, Nicolás Guillen; etcétera.<br />

Esta técnica contribuye a <strong>la</strong> representación de una gran farsa, en <strong>la</strong> que el autor se desangra contando<br />

su airada vida, destrozada por <strong>la</strong>s exigencias de una homosexualidad tiránica y <strong>la</strong> persecución del<br />

poder por disidente, <strong>la</strong> cruda experiencia de <strong>la</strong> cárcel y el anhelo a una libertad siempre frustrada<br />

en sus tentativas múltiples para alcanzar<strong>la</strong> a través de <strong>la</strong> fuga o el suicidio. Al final, en 1980, <strong>la</strong><br />

aventurosa salida del país <strong>ha</strong>cia Miami y luego Nueva York. Sin embargo, en Miami, Arenas confiesa<br />

que sabía que no <strong>ha</strong>bría podido resistir, porque allí «todo el mundo vivía en un estado de perpetua<br />

paranoia, encerrado» y si Cuba era el Infierno, Miami era el Purgatorio; diez años después llegará a<br />

<strong>la</strong> conclusión de que<br />

para un desterrado no <strong>ha</strong>y ningún sitio donde se pueda vivir; que no existe sitio, porque aquél donde<br />

soñamos, donde descubrimos un paisaje, leímos el primer libro, tuvimos <strong>la</strong> primera aventura amorosa,<br />

sigue siendo el lugar soñado; en el exilio uno no es más que un fantasma, una sombra de alguien que<br />

nunca llega a alcanzar su completa realidad; yo no existo desde que llegué al exilio; desde entonces<br />

comencé a huir de mí mismo. 235<br />

Esta condición perdura en Arenas también en su nueva residencia de Nueva York, a pesar de<br />

su primera impresión de no sentirse extranjero, de <strong>ha</strong>ber llegado a una nueva Habana «en todo su<br />

esplendor», pero para darse cuenta pronto de que «el desterrado es ese tipo de persona que <strong>ha</strong> perdido<br />

a su amante y busca en cada rostro nuevo el rostro querido y, siempre autoengañándose, piensa que<br />

lo <strong>ha</strong> encontrado» 236 , y no lo encuentra nunca. Años felices y activos son, por su confesión, los de<br />

1981 y 1982, pero luego <strong>la</strong> enfermedad, <strong>la</strong> «p<strong>la</strong>ga», <strong>la</strong> maldición, que «<strong>como</strong> siempre cae sobre todas<br />

<strong>la</strong>s cosas realmente extraordinarias» 237 .<br />

Los dos libros de Reinaldo Arenas se complementan íntimamente, son una única historia: lo que en<br />

En el color del verano es farsa amarga, en Antes que anochezca es tragedia. Protagonista de ambos es<br />

<strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y si <strong>la</strong> autobiografía fue un reto y <strong>la</strong> dictó en una grabadora, puesto que ya no tenía fuerzas<br />

para sentarse ante <strong>la</strong> máquina de escribir, ante <strong>la</strong> noche que «avanzaba en forma más inminente», «<strong>la</strong><br />

235 R. Arenas, Antes que anochezca , op. cit. , p. 314.<br />

236 Ibi. , p. 315.<br />

237 Ibi. , p. 318.<br />

92


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

noche de <strong>la</strong> muerte» 238 , <strong>El</strong> color del verano el escritor lo <strong>ha</strong>bía empezado a redactar años antes,<br />

continuado en el hospital y terminado después de <strong>ha</strong>ber concluido Antes que anochezca 239 . De<br />

ahí <strong>la</strong> íntima conexión entre los dos textos; <strong>la</strong> «Introducción», a <strong>la</strong> que pone <strong>como</strong> subtítulo «<strong>El</strong> fin»,<br />

funciona <strong>como</strong> <strong>la</strong>zo de unión entre los dos libros, puesto que tratando de uno también trata del otro.<br />

Contra Fifo-Castro, Arenas afirma que «su <strong>dictadura</strong> era aún peor que <strong>la</strong> de Pinochet, pues jamás<br />

él iba a <strong>ha</strong>cer elecciones libres» 240 , y denuncia que en Cuba «se vive bajo el terror absoluto» 241 .<br />

<strong>El</strong> color del verano es, <strong>como</strong> el autor se expresa, una nove<strong>la</strong> que resume gran parte de su vida en<br />

forma «imaginativa y desenfadada» 242 , una obra<br />

que cuenta <strong>la</strong> historia de un dictador envejecido y enloquecido, y que toca descarnadamente el tema<br />

homosexual, tema tabú para casi todos los cubanos y para casi todo el género humano. La obra se<br />

desarrol<strong>la</strong> en un gran carnaval en el que el pueblo logra desprender <strong>la</strong> Is<strong>la</strong> de su p<strong>la</strong>taforma insu<strong>la</strong>r y<br />

marc<strong>ha</strong>rse con el<strong>la</strong> <strong>como</strong> si fuera un bote. Ya en alta mar, nadie se pone de acuerdo sobre el paradero<br />

y el tipo de gobierno a elegir. Se desata un enorme guirigay al estilo cubano y <strong>la</strong> Is<strong>la</strong>, en medio de<br />

aquel pataleo, <strong>como</strong> no tiene p<strong>la</strong>taforma, se hunde en el mar 243 .<br />

Visión desesperada del presente y el futuro de Cuba, aunque existe para el escritor una conso<strong>la</strong>ción<br />

y es que «no parece que <strong>la</strong> humanidad pueda ser destruida fácilmente» . Reinaldo Arenas considera,<br />

además, que <strong>ha</strong> valido <strong>la</strong> pena <strong>ha</strong>ber padecido tanto, para asistir a «<strong>la</strong> caída de uno de los imperios<br />

más siniestros de <strong>la</strong> historia, el imperio estalinista» , y también por irse de este mundo «sin tener que<br />

pasar primero por el insulto de <strong>la</strong> vejez» 244 .<br />

No deja el escritor de denunciar <strong>la</strong> responsabilidad que en el imperio de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> tienen los<br />

intelectuales. En ambos libros <strong>ha</strong>ce dec<strong>la</strong>raciones de fuego contra ellos, sin excluir a Carpentier,<br />

238 Ibi. , p. 11.<br />

239 Ibi. , p. 12.<br />

240 Ibi. , p. 13.<br />

241 Ibi. , p. 14.<br />

242 Ibidem.<br />

243 Ibi. , p. 15.<br />

244 Ibidem.<br />

93


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

subrayando que Castro «<strong>ha</strong> odiado siempre a los escritores, incluso a los que están de parte del<br />

Gobierno, <strong>como</strong> Guillen o Retamar» 245 , aunque en el caso de Virgilio Pinera, cuya muerte insinúa fue<br />

un verdadero asesinato 246 , el odio «era aún más enconado; quizá porque era homosexual y también<br />

porque su ironía era corrosiva y anticomunista y anticatólica. Representaba al eterno disidente, al<br />

inconforme constante, al rebelde incesante» 247 .<br />

Tampoco deja de denunciar Arenas a los comunistas de lujo del exterior, <strong>la</strong> «izquierda festiva y<br />

fascista», en <strong>la</strong> que incluye a «un testaferro de Castro l<strong>la</strong>mado Eduardo Galeano» 248 , a <strong>la</strong> «marquesa<br />

de Macondo», Gabriel García Márquez, al mismo Carlos Fuentes y a otros numerosos escritores<br />

conocidos, que <strong>ha</strong>n seguido apoyando al dictador cubano, tirano contra el cual levanta su denuncia:<br />

Esta es <strong>la</strong> historia de una is<strong>la</strong> dominada por un tirano absoluto l<strong>la</strong>mado Fifo. <strong>El</strong> tirano llevaba en<br />

el poder cuarenta años y, desde luego, ejercía un control total sobre todos los <strong>ha</strong>bitantes de <strong>la</strong> is<strong>la</strong>. La<br />

gente se moría de <strong>ha</strong>mbre pero tenían que elogiar incesantemente <strong>la</strong> abundancia en que vivían gracias<br />

a <strong>la</strong>s técnicas productivas introducidas por el tirano. La gente no podía salir de <strong>la</strong> is<strong>la</strong> ni podía <strong>ha</strong>cer<br />

el más leve comentario contra el tirano, pero tenían que pasarse día y noche entonando himnos a <strong>la</strong><br />

libertad maravillosa y al porvenir luminoso que les <strong>ha</strong>bía concedido el tirano. En aquel<strong>la</strong> is<strong>la</strong> todo<br />

el mundo vivía por lo menos una doble vida: públicamente no dejaban ni un instante de a<strong>la</strong>bar al<br />

tirano, secretamente lo aborrecían y ansiaban desesperadamente que reventase. Pero el tirano tenía<br />

un inmenso ejército y un sistema de espionaje único, de manera que destruirlo parecía imposible. <strong>El</strong><br />

sueño de toda aquel<strong>la</strong> gente ya no era que <strong>la</strong> is<strong>la</strong> fuera libre, sino poder escaparse de aquel<strong>la</strong> is<strong>la</strong> que<br />

era una prisión perfecta. 249<br />

En <strong>la</strong> singu<strong>la</strong>r ficción los <strong>ha</strong>bitantes de Cuba deciden «roer <strong>la</strong> p<strong>la</strong>taforma insu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> is<strong>la</strong> <strong>ha</strong>sta<br />

separar<strong>la</strong> de su base, y una vez con <strong>la</strong> is<strong>la</strong> a <strong>la</strong> deriva confiar su suerte a <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s y al viento...» 250 . Es<br />

<strong>la</strong> única manera para escapar del tirano, ya enloquecido y furioso, un hombre definido por Reinaldo<br />

245 Ibi. , p. 294.<br />

246 Cfr. R. Arenas, <strong>El</strong> color del verano , op. cit. , pp. 359-362.<br />

247 Ibi. , p. 294.<br />

248 Ibi. , p. 310.<br />

249 Ibi. , p. 136.<br />

250 Ibidem.<br />

94


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Arenas «culminación de lo siniestro» , «nuevo Calígu<strong>la</strong> con fervor de monja asesina» , «suma típica<br />

de nuestra peor tradición» , producto de un inagotable «germen del mal» 251 , un ser a quien los<br />

impudentes que lo celebran acaban por dec<strong>la</strong>rar Dios y que <strong>la</strong> «Tétrica Mofeta», Reinaldo Arenas,<br />

dec<strong>la</strong>ra, al contrario, diablo 252 .<br />

La desesperada angustia del escritor cubano se expresa en el más emocionante de los «sueños<br />

imposibles»: «Yo soñaba que todo el horror del mundo era un sueño» 253 . Y en una «Oración» en<br />

<strong>la</strong> que suplica, por encima del «color del verano con sus tonos repetitivos y terribles», los cuerpos<br />

«desesperados en medio de <strong>la</strong> luz, buscando un consuelo» 254 , que se le conceda no existir el verano<br />

sucesivo: «Déjame ser tan sólo ese montón de huesos abandonados en un yerbazal que el sol calcina»<br />

255 .<br />

De ambos libros, <strong>El</strong> color del verano y Antes que anochezca , emerge un personaje atormentado<br />

y solo, en medio de un deterioro superior al de su propia humanidad; para él <strong>la</strong> libertad es el único<br />

bien por cuya defensa valga <strong>la</strong> pena luc<strong>ha</strong>r y sufrir 256 .<br />

251 Ibi. , p. 261.<br />

252 Ibi. , pp. 398-399.<br />

253 Ibi. , p. 277.<br />

254 Ibi. , p. 410.<br />

255 Ibi. , p. 411.<br />

256 En <strong>la</strong> narración «Traidor», del citado Adiós a mamá , Reinaldo Arenas narra nuevamente, a<br />

través del re<strong>la</strong>to de <strong>la</strong> madre de un fusi<strong>la</strong>do por Castro, <strong>la</strong> luc<strong>ha</strong> impar por <strong>la</strong> libertad.<br />

95


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

La leyenda de los soles y ¿En quién piensas cuando <strong>ha</strong>ces el<br />

amor? : perspectivas funestas para el nuevo siglo<br />

<strong>El</strong> enjuiciamiento, <strong>la</strong> caída y desaparición de los últimos tiranos, a excepción de Castro, <strong>ha</strong>cia<br />

los años finales del siglo XX parece no <strong>ha</strong>ber alentado demasiadas esperanzas en los escritores<br />

hispanoamericanos acerca de <strong>la</strong> extinción definitiva de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en el continente. Se <strong>ha</strong>ce intérprete<br />

de ello el mexicano Homero Aridjis en dos de sus apocalípticas nove<strong>la</strong>s, La leyenda de los soles<br />

(1993) y ¿En quién piensas cuando <strong>ha</strong>ces el amor? (1995). No se trata de nove<strong>la</strong>s dedicadas<br />

propiamente al tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong>, sino más bien al desastre ecológico que, según el autor, espera<br />

al mundo mexicano, y al orbe en general, en los primeros decenios del nuevo siglo.<br />

Si consideramos también <strong>El</strong> último Adán , incluido en P<strong>la</strong>ya nudista (1982), junto con los<br />

dos títulos mencionados toma forma con estos textos una trilogía que en otra ocasión he definido<br />

del desastre 257 . En <strong>la</strong> capital mexicana todo es hundimiento, derrumbe, temblores; <strong>la</strong> atmósfera<br />

<strong>ha</strong> perdido su pureza, ya no es <strong>la</strong> «región más transparente del aire» <strong>como</strong> <strong>la</strong> definió Humboldt,<br />

expresión en <strong>la</strong> que se inspiró Carlos Fuentes para el título de su primera nove<strong>la</strong> 258 , ni mucho menos<br />

<strong>la</strong> «Primavera inmortal», maravil<strong>la</strong> cantada por Balbuena en su <strong>Gran</strong>deza mexicana 259 , sino que «el<br />

neblumo» cubre <strong>la</strong> ciudad «con un fulgor amarillento» 260 y <strong>la</strong> oscuridad de <strong>la</strong> noche se derrama sobre<br />

el Valle de México «<strong>como</strong> un vestido que se llena de agua y pesa» 261 . Estamos en el año 2027 y <strong>la</strong><br />

atmósfera de <strong>la</strong> capital mexicana se <strong>ha</strong> vuelto irrespirable; <strong>la</strong> ciudad ya no tiene vegetación ni agua:<br />

La ciudad de los <strong>la</strong>gos, los ríos y <strong>la</strong>s calles líquidas ya no tenía agua y se moría de sed. Las<br />

avenidas desarbo<strong>la</strong>das se perdían humosas en el horizonte cafesoso y en el ex Bosque de C<strong>ha</strong>pultepec<br />

257 Cfr. G. Bellini, «De un mundo a otro: <strong>la</strong> obra de Homero Aridjis», en Actas del Congreso<br />

Internacional sobre Octavio Paz. La cultura hispánica en el fin de siglo , Madrid, 20-23 de abril, de<br />

1999.<br />

258 Carlos Fuentes, La región más transparente , México, Fondo de Cultura Económica, 1958.<br />

259 Ver el estudio de José Carlos Boixo en Bernardo De Balbuena, <strong>Gran</strong>deza mexicana , Roma,<br />

Bulzoni Editore, 1988.<br />

260 Homero Aridjis, La leyenda de los soles , México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 93.<br />

261 Ibi. , p. 180.<br />

96


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>la</strong> vegetación muerta se tiraba cada día a <strong>la</strong> basura <strong>como</strong> <strong>la</strong>s prendas <strong>ha</strong>rapientas de un fantasma verde.<br />

262<br />

Sobre este mundo negativo ejerce su poder el licenciado José Huitzilopochtli Urbina, o mejor, más<br />

que él <strong>como</strong> presidente de <strong>la</strong> nación, el todopoderoso general Carlos Tezcatlipoca, jefe de <strong>la</strong> policía,<br />

personaje a quien encontramos al comienzo de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> metido en un ataúd al que nadie ve<strong>la</strong>, y en el<br />

momento en que vuelve a <strong>la</strong> vida. Los apellidos aluden ya a <strong>la</strong> naturaleza negativa de los personajes,<br />

puesto que evocan divinidades terribles del panteón indígena 263 .<br />

<strong>El</strong> general Tezcatlipoca es un personaje duro, cruel, siempre vestido de negro, <strong>como</strong> ya el presidente<br />

de Asturias, y <strong>como</strong> éste solo en el mundo, «un mundo de poder en que no le importaba estar solo»<br />

264 . Como <strong>ha</strong>bía llegado un día martes a <strong>la</strong> ciudad de México desconocido para todos, así se iba un<br />

domingo de noviembre, o mejor no se iba, sino que «el Jaguar», <strong>como</strong> le l<strong>la</strong>maban, regresaba de <strong>la</strong><br />

muerte para nuevamente ejercer su poder y sustituirse al presidente legítimo.<br />

Si el general, vestido de negro, siempre con sus gafas negras puestas, es un personaje lóbrego<br />

y aterrador, capaz de cualquier delito -elimina de un disparo <strong>ha</strong>sta a su hermana-, el licenciado<br />

Huitzilopochtli Urbina es un degenerado. <strong>El</strong> jefe de <strong>la</strong> policía lo sorprende cuando está a punto de<br />

entregarse a sus amores pervertidos con unas jovencitas y, no por reacción moral, sino por deliberada<br />

intención de apoderarse del mando, le mata, culpando luego del asesinato a los guardaespaldas<br />

presentes, contra los cuales <strong>ha</strong> repentinamente disparado para cometer impunemente el asesinato. Sus<br />

comentarios acerca del difunto parecerían tener un fondo de filosofía, pero es sólo cinismo:<br />

-Pobre Pepe Huitzilopochtli, gustaba de <strong>la</strong>s delicias de <strong>la</strong> omnipotencia, pero tenía pies de barro -les<br />

dijo el general Tezcatlipoca a <strong>la</strong>s adolescentes aterrorizadas-. Se consideraba a sí mismo un dios, pero<br />

lejos de sus retratos, envuelto en su propia sangre, ya no es ni hombre. Espero que <strong>ha</strong>ya encontrado<br />

satisfacción en este mundo, porque sus posibilidades de felicidad en el otro son muy escasas. Lo<br />

observó tirado en el suelo. Sin que nadie, quizás ni él mismo, supiera qué pensaba. Huitzilopochtli<br />

262 Ibi. , p. 229.<br />

263 Huitzilopochtli era, en <strong>la</strong> mitología azteca, el dios de <strong>la</strong> guerra y de <strong>la</strong>s tempestades;<br />

Tezcatlipoca , era el dios maléfico de <strong>la</strong> muerte.<br />

264 H. Aridjis, La leyenda de los soles , op. cit. , p. 11.<br />

97


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

pareció abrir un ojo y mirarlo. De inmediato, Tezcatlipoca le dio en el corazón. Huitzilopochtli pataleó<br />

en el suelo. . 265<br />

<strong>El</strong> método adoptado por el general para eliminar al presidente es el mismo que adoptan los<br />

gangsters, porque ambos personajes pertenecen a esta categoría. La novedad del episodio está en que<br />

<strong>la</strong> eliminación del dictador no tiene <strong>como</strong> finalidad alcanzar <strong>la</strong> libertad, sino seguir conculcándo<strong>la</strong>.<br />

<strong>El</strong> funéreo general Tezcatlipoca vive en un pa<strong>la</strong>cio negro, de aspecto aterrador. Su actuación al<br />

tomar el mando es <strong>la</strong> de todos los dictadores: promete novedades, mejoras, reformas, pero todo de<br />

tipo material, edil y de arreglo de <strong>la</strong>s calles. Lo demás no le interesa y su papel se parece al de una<br />

divinidad destructora del panteón azteca.<br />

Del presidente asesinado poco sabemos y para mayores noticias <strong>ha</strong>y que acudir a <strong>la</strong> otra nove<strong>la</strong>,<br />

¿En quien piensas cuando <strong>ha</strong>ces el amor? , donde aparece nuevamente el tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> y<br />

el escritor formu<strong>la</strong> una crítica durísima contra <strong>la</strong> corrupción política y moral mexicana, c<strong>la</strong>ramente<br />

re<strong>la</strong>cionada con <strong>la</strong> actualidad. Es fácil, en efecto, individuar en el «Partido Único de <strong>la</strong> Corrupción» al<br />

«Partido Revolucionario Institucional» y en <strong>la</strong> «Circe de <strong>la</strong> Comunicación» <strong>la</strong> televisión que, según<br />

el escritor, transforma a los hombres en «puercos mentales» 266 , pues está únicamente al servicio<br />

del poder. Todo ello conforma un mundo negativo en justificada espera de desaparecer, un mundo en<br />

el cual no existen sentimientos puros y todo se corrompe y desmorona. Corroído por <strong>la</strong> lluvia ácida,<br />

<strong>ha</strong>sta el «concreto eterno», material escogido por el dictador José Huitzilopochtli Urbina para sus<br />

estatuas, se viene al suelo, demostración evidente de que<br />

el esfuerzo del hombre por persistir en una forma era vano, pues no sólo el cuerpo que <strong>ha</strong>bía<br />

intentado perpetuar Sebastián Ponzacelli [escultor emérito] en una forma envejecía y moría, sino<br />

también el concreto y el escultor mismo. 267<br />

La tecnología moderna aplicada a <strong>la</strong> iluminación del rostro del dictador transforma su cara en una<br />

presencia aterradora:<br />

265 Ibi. , p. 158.<br />

266 H. Aridjis, ¿En quién piensas cuando <strong>ha</strong>ces el amor? , México, Fondo de Cultura Económica,<br />

1995, p. 176.<br />

267 Ibi. , pp. 175-176.<br />

98


<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

Como anillos coloreados de un gusano de luz, los rostros del tirano se prendían y se apagaban, abrían<br />

y cerraban los <strong>la</strong>bios y lo párpados, <strong>ha</strong>sta perderse en <strong>la</strong> distancia inmunda. Monumentos visuales que<br />

expresaban <strong>la</strong> corrupción moral del país, esos rostros dec<strong>la</strong>raban el horror de <strong>la</strong> época que estábamos<br />

viviendo . 268<br />

¿Cómo es posible, entonces, el amor en semejante ambiente? <strong>El</strong> título de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> subraya con<br />

su pregunta <strong>la</strong> precariedad de vivir en un mundo tan deteriorado moral y materialmente, el miedo<br />

que acompaña doquiera al hombre en <strong>la</strong> perspectiva ciega del futuro. Nunca <strong>como</strong> en este caso el<br />

amor está unido a <strong>la</strong> muerte. La unión de los cuerpos es una tentativa desesperada para resistir al<br />

vacío. A pesar de <strong>la</strong> fuerza del amor, todo está destinado a <strong>la</strong> destrucción, porque nada <strong>ha</strong> cambiado<br />

fundamentalmente en los hombres.<br />

Ciudad Moctezuma, <strong>como</strong> se l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> capital de México en el año 2027, se hunde y se desmorona<br />

debido a los continuos temblores. En <strong>la</strong>s calles el desorden y el crimen reinan soberanos y los<br />

«nacotecas», policías del nuevo general-presidente, difunden el terror atacando a hombres, mujeres y<br />

niños, sin que se sepa quién lo <strong>ha</strong> ordenado, los persiguen «<strong>ha</strong>sta <strong>ha</strong>cerles daño físico, <strong>ha</strong>sta dejarlos<br />

inconscientes en el suelo» 269 . La edad del Quinto Sol acaba de esta manera y los tzitzimimes ,<br />

monstruos del crepúsculo, se aprestan a devorar a los hombres para apoderarse del mundo.<br />

268 Ibi. , p. 176.<br />

269 H. Aridjis, La leyenda de los soles , op. cit. , p. 161.<br />

99


Final<br />

<strong>El</strong> tema de <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> en <strong>la</strong> narrativa del mundo hispánico: (Siglo XX)<br />

<strong>El</strong> siglo XX se cierra, en el mundo hispánico, con <strong>la</strong> persistencia de una única <strong>dictadura</strong>, que se<br />

proyecta en el 2000 y en <strong>la</strong> narrativa con <strong>la</strong> perspectiva aterradora de Homero Aridjis para el nuevo<br />

siglo. <strong>El</strong> <strong>la</strong>rgo recorrido a través de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> de España y América confirma el compromiso del<br />

escritor para con su mundo, su permanente defensa de <strong>la</strong> libertad y <strong>la</strong> justicia.<br />

En este sentido <strong>ha</strong>y que interpretar el papel revolucionario de <strong>la</strong> literatura: una luc<strong>ha</strong> permanente<br />

contra el mal. Porque <strong>la</strong> <strong>dictadura</strong> es un mal recurrente. Augusto Roa Bastos <strong>la</strong> indicaba, en pa<strong>la</strong>bras de<br />

Bomp<strong>la</strong>nd al Supremo, <strong>como</strong> una ma<strong>la</strong> p<strong>la</strong>nta que continuamente renacía y me parece justo concluir<br />

con esta cita, no de desaliento, sino de esperanza. Dice Bomp<strong>la</strong>nd:<br />

La conozco muy bien. Surge en todas partes. Se <strong>la</strong> arranca y vuelve a brotar. Crece. Crece. Se<br />

convierte en un árbol inmenso. <strong>El</strong> gigantesco árbol del Poder Absoluto. Alguien viene con el <strong>ha</strong>c<strong>ha</strong>.<br />

Lo derriba. Deja un tendal. Sobre el gran ap<strong>la</strong>stamiento crece otro. No acabará esta especie maligna de<br />

<strong>la</strong> So<strong>la</strong>-Persona <strong>ha</strong>sta que <strong>la</strong> Persona-Muchedumbre suba en derecho de sí a imponer todo su derecho<br />

sobre lo torcido y venenoso de <strong>la</strong> especie humana . 270<br />

270 A. Roa Bastos, Yo el Supremo , op. cit. , p. 290.<br />

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