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argumento del segundo acto

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La Celestina<br />

aquellos miembros que tú, sin sentir ni gozar de la gloria, siempre tienes abrazados. ¡Oh qué secretos<br />

habrás visto de aquella excelente imagen!<br />

CELESTINA.-<br />

¡Más verás tú y con más sentido, si no lo pierdes hablando lo que hablas!<br />

CALISTO.-<br />

Calla, señora, que él y yo nos entendemos. ¡Oh mis ojos!, acordaos cómo fuisteis causa y puerta<br />

por donde fue mi corazón llagado, y que aquél es visto hacer el daño que da la causa. Acordaos que<br />

sois deudores de la salud. Remirad la melecina que os viene hasta casa.<br />

SEMPRONIO.-<br />

Señor, por holgar con el cordón no querrás gozar de Melibea.<br />

CALISTO.-<br />

¡Qué loco desvariado, atajasolaces! ¿Cómo es eso?<br />

SEMPRONIO.-<br />

Que mucho hablando matas a ti y a los que te oyen. Y así que perderás la vida o el seso. Cualquier<br />

que falte basta para quedarte a oscuras. Abrevia tus razones; darás lugar a las de Celestina.<br />

CALISTO.-<br />

¿Enójote, madre, con mi luenga razón, o está borracho este mozo?<br />

CELESTINA.-<br />

Aunque no lo esté, debes, señor, cesar tu razón, dar fin a tus luengas querellas, tratar al cordón<br />

como cordón, porque sepas hacer diferencia de habla cuando con Melibea te veas. No haga tu lengua<br />

iguales la persona y el vestido.<br />

CALISTO.-<br />

¡Oh mi señora, mi madre, mi consoladora, déjame gozar en este mensajero de mi gloria! ¡Oh lengua<br />

mía!, ¿por qué te impides en otras razones, dejando de adorar presente la excelencia de quien por<br />

ventura jamás verás en tu poder? ¡Oh mis manos, con qué atrevimiento, con cuán poco acatamiento<br />

tenéis y tratáis la triaca de mi llaga! Ya no podrán empecer las hierbas que aquel crudo casquillo traía<br />

envueltas en su aguda punta. Seguro soy, pues quien dio la herida la cura. ¡Oh tú, señora, alegría de<br />

las viejas mujeres, gozo de las mozas, descanso de los fatigados como yo, no me hagas más penado<br />

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