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La Celestina<br />
aquellos miembros que tú, sin sentir ni gozar de la gloria, siempre tienes abrazados. ¡Oh qué secretos<br />
habrás visto de aquella excelente imagen!<br />
CELESTINA.-<br />
¡Más verás tú y con más sentido, si no lo pierdes hablando lo que hablas!<br />
CALISTO.-<br />
Calla, señora, que él y yo nos entendemos. ¡Oh mis ojos!, acordaos cómo fuisteis causa y puerta<br />
por donde fue mi corazón llagado, y que aquél es visto hacer el daño que da la causa. Acordaos que<br />
sois deudores de la salud. Remirad la melecina que os viene hasta casa.<br />
SEMPRONIO.-<br />
Señor, por holgar con el cordón no querrás gozar de Melibea.<br />
CALISTO.-<br />
¡Qué loco desvariado, atajasolaces! ¿Cómo es eso?<br />
SEMPRONIO.-<br />
Que mucho hablando matas a ti y a los que te oyen. Y así que perderás la vida o el seso. Cualquier<br />
que falte basta para quedarte a oscuras. Abrevia tus razones; darás lugar a las de Celestina.<br />
CALISTO.-<br />
¿Enójote, madre, con mi luenga razón, o está borracho este mozo?<br />
CELESTINA.-<br />
Aunque no lo esté, debes, señor, cesar tu razón, dar fin a tus luengas querellas, tratar al cordón<br />
como cordón, porque sepas hacer diferencia de habla cuando con Melibea te veas. No haga tu lengua<br />
iguales la persona y el vestido.<br />
CALISTO.-<br />
¡Oh mi señora, mi madre, mi consoladora, déjame gozar en este mensajero de mi gloria! ¡Oh lengua<br />
mía!, ¿por qué te impides en otras razones, dejando de adorar presente la excelencia de quien por<br />
ventura jamás verás en tu poder? ¡Oh mis manos, con qué atrevimiento, con cuán poco acatamiento<br />
tenéis y tratáis la triaca de mi llaga! Ya no podrán empecer las hierbas que aquel crudo casquillo traía<br />
envueltas en su aguda punta. Seguro soy, pues quien dio la herida la cura. ¡Oh tú, señora, alegría de<br />
las viejas mujeres, gozo de las mozas, descanso de los fatigados como yo, no me hagas más penado<br />
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