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22<br />

<strong>correo</strong><br />

febrero-marzo<br />

2011<br />

Finalmente entramos a Nicaragua, probablemente<br />

a fines de septiembre, por las cercanías de Jalapa, seguros<br />

de recibir apoyo orgánico interno, en hombres y<br />

avituallamiento, de parte de los conservadores y de los<br />

socialistas; los primeros contactados sin duda por Peter<br />

Vivas, y los socialistas probablemente por Virgilio Godoy.<br />

El núcleo de los Córdoba, de Jalapa, nos contactó<br />

con mucho sigilo y muy rápidamente, me parece que de<br />

parte de los conservadores; mientras que los socialistas<br />

lo hicieron a través Adolfo Evertz Vélez, quien en algún<br />

momento nos visitó en la montaña. Pero el apoyo no se<br />

concretó, no tenían posibilidades de hacerlo.<br />

De todas maneras, el general Raudales había decidido<br />

visitar un pequeño caserío, tal vez de su propia<br />

comarca, probablemente muy cerca de Susucayán,<br />

del poblado de El Jícaro, de donde era originario y había<br />

tenido sus propiedades. Llegamos ahí entrada la<br />

noche, convocamos a sus habitantes, todos los adultos,<br />

mujeres y hombres, se hicieron presente alumbrándose<br />

con candiles. El ambiente era una mezcla<br />

contradictoria de júbilo y temor. No hay dudas de que<br />

Raudales era ahí un personaje muy querido. A petición<br />

del general yo les hablé: ninguno aceptó el llamado.<br />

Luego lo hizo Virgilio Godoy, y el resultado fue igual.<br />

Se impuso el temor.<br />

El general decidió continuar la marcha, sin muestras<br />

de desánimo. Era un hombre de gran entereza.<br />

Días después, hicimos un alto. Entonces Raudales me<br />

pidió regresar a Tegucigalpa con el propósito de plantear,<br />

directamente a Peter Vivas, la necesidad de recontactar<br />

a la gente del interior. Me autorizó a que me<br />

acompañara Julio Velásquez, un hombre que se guiaba<br />

por las estrellas, pues la caminata la hacíamos de noche;<br />

también le pedí autorización para que regresara<br />

conmigo Marco Antonio López Azmitia, un estudiante<br />

guatemalteco, que vivía en Tegucigalpa y a quién yo<br />

había invitado a sumarse a nuestra guerrilla. Después<br />

Marco Antonio se trasladaría a vivir a Nicaragua<br />

Llegamos a El Chichicaste y desde ahí Lino Moncada<br />

nos ayudó a salir a Tegucigalpa ocultos en un camión<br />

cargado de maíz, estibando los sacos a ambos<br />

lados de la cama del camión para dejar libre el centro<br />

hasta una altura suficiente, donde íbamos nosotros.<br />

Luego los taparon con tablas encima de las cuales pusieron<br />

la última hilera de sacos. Así viajamos hasta un<br />

lugar seguro, donde pudimos salir para continuar el<br />

viaje cómodamente.<br />

En Tegucigalpa fui víctima de un severo ataque<br />

de malaria. En esas condiciones Peter me visitó (yo<br />

estaba en casa de Tenchita Tijerino, mi residencia habitual),<br />

y me dijo que trataría de hacer algo, a mi me<br />

resultó evidente que no lo haría, ya no tenía posibilidades.<br />

Como ya dije, Lepaguare había desmontado la<br />

operación. Agüero daba seguimiento a la guerrilla de<br />

Raudales, pero se mantenía al margen porque no tenía<br />

relación orgánica con el Partido Conservador.<br />

Finalmente, Raudales decidió regresar, probablemente<br />

alrededor del 10 de octubre. Buscando la frontera<br />

hondureña, a la altura de los llanos de Yaulí, la<br />

columna fue atacada por la Guardia, creo que el 14 de<br />

ese mes. Ahí murió Ramón Romero hijo, y el general<br />

fue alcanzado por un impacto de bala de Garand que<br />

le arrancó la quijada. Julio Alonso Leclaire me contó<br />

que fue una situación dolorosa, que el general pedía<br />

por señas que lo mataran. Nadie se atrevió. Lograron<br />

montarlo en una bestia y continuaron la marcha hasta<br />

que murió desangrado.<br />

Ramón Raudales<br />

Raudales tenía entonces 67 años. Un patriarca de<br />

pelo completamente blanco, que contrastaba armoniosamente<br />

con su color de piel morena. De gran fortaleza<br />

física, producto sin duda de su vida disciplinada.<br />

Hombre de buenos modales, educado, de hablar pausado<br />

y en voz baja, nunca decía malas palabras. Siempre<br />

usó sombrero de fieltro. De sonrisa fácil. Muy querido<br />

por la gente de su entorno. Un paradigma, incluso<br />

para Santos López, a pesar de nunca lo acompañó.<br />

Hasta el dictador Somoza lo calificó como “un hombre<br />

de mente despejada y de carácter fuerte”. Don Toribio<br />

y la Tenchita, sufrieron mucho por su muerte.<br />

Y Raudales no había sido un asimilado tardío del<br />

ESDN, por el contrario, fue uno de los primeros. Según<br />

le relató Sandino a José Román, hablando de “cómo<br />

empezó mi guerra. Un joven Raudales de El Jícaro, un<br />

viejo Maradiaga y varios otros que más adelante conocerá,<br />

aportaron algo más al dinero que yo tenía y puse<br />

en efectivo, para poder levantarnos en armas. Y con 29<br />

nueve hombre, el dos de noviembre de 1926 ataqué el<br />

poblado de El Jícaro …” Raudales, pues, se inicia durante<br />

la guerra constitucionalista contra el gobierno<br />

de Adolfo Díaz. Mucho antes de que Sandino decidiera<br />

iniciar la guerra de liberación, después del Pacto del<br />

Espino Negro, contra la intervención militar directa<br />

del ejército norteamericano.<br />

A partir de entonces, Raudales se convierte primero<br />

en apoyo logístico indispensable para Sandino, garantizando<br />

el avituallamiento desde Honduras, y después en<br />

parte del primer círculo de su mando militar, hasta terminar<br />

como uno de los responsables de resguardar las<br />

armas de Sandino, en Wiwilí, al final del proceso de paz.<br />

A pesar de su curriculum, Raudales nunca ha sido<br />

reivindicado. Incluso se le ha negado el grado de<br />

general. Peor aún, hasta se ha denostado su última<br />

gesta guerrillera.<br />

Carlos Fonseca no cometió ese error. En su cronología<br />

histórica de Nicaragua, escrita en 1972, se expresa<br />

sí de la gesta guerrillera de Raudales. “Esta acción

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