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editorial<br />

Lo que está en juego en Libia<br />

Quienes rechazan las ideas revolucionarias o las falsifican, son los primeros en llamar revolución a cualquier<br />

disturbio social que ocasione el cambio de un gobierno por otro. Algo distinto es que dichos disturbios<br />

tengan un potencial revolucionario, los que sólo puede ser desarrollado mediante acciones políticas organizadas<br />

en condiciones que no se observan en los países árabes donde han tenido lugar sucesos semejantes.<br />

En otras palabras y tal como planteó Lenin, una situación revolucionaria sólo se puede convertir en una revolución<br />

cuando sus protagonistas cuentan con una organización política y un liderazgo revolucionarios.<br />

La rebelión de un pueblo contra un régimen que le oprime, merece el apoyo de toda la humanidad. Pero<br />

también hay que poner bajo sospecha todo aquello que cuente con el beneplácito de los imperialismos norteamericano<br />

y europeo, y su visión anglo-céntrica u occidental del orden mundial.<br />

En el caso de Libia, de lo que se trata es de una contrarrevolución armada que ha desatado la guerra civil<br />

para derrocar (o eliminar) a su líder, Muammar el Gaddafi, con el activo respaldo de las potencias imperialistas.<br />

El imperialismo parece estarse deshaciendo de sus antiguos aliados dictatoriales en los países árabes al convertirse<br />

éstos en un estorbo para su objetivo de contar con una mascarada democrática, a la usanza capitalista<br />

y neoliberal, para justificar su acción contra gobiernos que se resisten a ser sus marionetas y garantizar así su<br />

hegemonía en la región y el saqueo de sus recursos energéticos.<br />

A Estados Unidos poco le importa sustituir a un monigote por otro en Túnez y Egipto, si esto le da la posibilidad<br />

de sustituir también un régimen revolucionario por un gobierno servil en Libia y posiblemente también en Siria.<br />

El truquito consiste en crear revueltas aparentemente angelicales contra regímenes despóticos y absolutistas<br />

al servicio de los intereses imperialistas como en Túnez, Egipto, Marruecos, Bahrein, Yemen, quizás –y ojalá–<br />

Arabia Saudita, a cambio de que ocurra lo mismo con gobiernos que no están subordinados a las potencias<br />

capitalistas, como Libia y Siria, pero sustituyéndolos a todos con gobiernos tan subordinados a Estados Unidos<br />

como los derrocados en Túnez y Egipto.<br />

Por todo ello, resulta sorprendente y decepcionante, que algunos que en Europa y Estados Unidos se autodenominan<br />

de "izquierda", pero que en realidad son la derecha pos moderna, se muestren eufóricos con lo<br />

ocurrido en Túnez y Egipto, pese a que en ambos casos lo que se aplicó fue el "gatopardismo" (cambiar todo<br />

para que no cambie nada), y furibundos partidarios de la guerra civil en Libia.<br />

Es la izquierda de salón cibernético que rechaza el modelo socialista cubano y el rumbo bolivariano, sudamericano<br />

y sandinista al socialismo, que celebra como propios los triunfos "revolucionarios" en Túnez y Egipto.<br />

Lo que ahora ocurre en Libia, pone de relieve que tan importante es que el pueblo organizado tome parte<br />

activa del gobierno, como que un partido revolucionario conduzca los procesos políticos. Lo uno sin lo otro, no<br />

garantiza la victoria ni la consolidación de los modelos revolucionarios y socialistas.<br />

La situación actual no deja dudas respecto a que la dirigencia revolucionaria libia debe haber cometido importantes<br />

errores. Pero los problemas de los revolucionarios no los van a resolver los contrarrevolucionarios ni<br />

mucho menos las potencias imperialistas, que siempre han visto a Libia como un territorio a conquistar.<br />

Si la OTAN, expresión militar de todos los imperialismos, decide atacar Libia, como todo hace indicar, la<br />

batalla será sangrienta puesto que gran parte del pueblo sigue defendiendo a su líder y, como ya ocurre en Afganistán<br />

e Irak, el país quedará destruido y saqueado por las corporaciones imperialistas.<br />

En Libia, una nación constituida por una compleja diversidad de conglomerados sociales, políticos y<br />

económicos, cuyo punto de unidad ha sido hasta ahora Gaddafi, habrá una batalla en la cual morirán millares<br />

de ciudadanos.<br />

Sin lugar a dudas, le corresponde al pueblo libio, sin injerencias de ningún tipo, resolver sus propias contradicciones.<br />

Lo que se juega en Libia no es si continúa o no Gaddafi, sino el sagrado principio de la humanidad del<br />

respeto absoluto al derecho de autodeterminación de los pueblos, lo cual incluye la democrática selección de su<br />

propio modelo político y social, sin recetas de nadie.<br />

En Libia, cuyo régimen está construido sobre la base de la soberanía nacional y popular, seguramente el<br />

pueblo revolucionario (que institucionalmente es a la vez gobierno) resistirá hasta las últimas consecuencias<br />

cualquier intervención militar extranjera. Por alto que sea el costo a pagar, nunca será tanto como ver a su país<br />

nuevamente conquistado por el imperialismo.<br />

3<br />

<strong>correo</strong><br />

febrero-marzo<br />

2011

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