october-2012
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Considerado por muchos como un barrio<br />
de su vecino Tepoztlán, Amatlán es<br />
en realidad un mundo aparte, alejado<br />
en gran medida de los influjos de la civilización.<br />
Es uno de esos bellos destinos<br />
en México con una plaza, varios<br />
molinos de nixtamal —maíz cocido con<br />
cal— y una iglesia del siglo XVI cuya<br />
decoración muestra el sincretismo de<br />
su historia y tradiciones. Sus calles empedradas<br />
zigzaguean sobre las faldas<br />
de una cordillera vestida con helechos,<br />
encinos y peñascos, y conforme las<br />
transito rumbo a mi hotel, se orillan los<br />
perros y los abuelos que por ellas van<br />
tomando el sol del atardecer.<br />
Gracias a las investigaciones de la<br />
antropóloga Carmen Cook, se sabe que<br />
una tarde así, pero del año 823 d.C.,<br />
nació cerca Ce Ácatl Topiltzin, hijo de<br />
un gran guerrero y una hermosa princesa.<br />
Quedó huérfano de pequeño y lo<br />
criaron sus abuelos. A lo seis años fue<br />
llevado a estudiar a Xochicalco, la escuela<br />
más prestigiada en Mesoamérica,<br />
donde adquirió todos los conocimientos<br />
de su época. Destacó sobre sus compañeros<br />
y maestros, y a los 21 años fue<br />
OCTUBRE-NOVIEMBRE <strong>2012</strong><br />
reconocido como el sumo sacerdote de<br />
la Orden de Quetzalcóatl o la “Serpiente<br />
Emplumada”, linaje que resguarda la<br />
más rica y compleja tradición. Entonces<br />
recorrió toda la región transmitiendo<br />
su sabiduría. Y, víctima de la envidia,<br />
partió a la costa para morir en Coatzacoalcos<br />
—el “lugar donde murió la<br />
serpiente”—, como el dios principal del<br />
panteón prehispánico en México.<br />
Me registro con mi esposa en el<br />
Hostal de la Luz, en un cerro a orillas del<br />
pueblo, mientras una tormenta cimbra el<br />
fundamento de la tierra. Aun de noche<br />
se aprecia la hermosa jardinería de esta<br />
propiedad de 23 habitaciones, fundada<br />
por el Dr. Luis Ortiz Oscoy, aclamado<br />
por sus libros, cursos y ponencias sobre<br />
el desarrollo de la conciencia. El lugar<br />
fue creado según el Feng Shui sobre<br />
un suelo rico en ferrita, de propiedades<br />
magnéticas. El ambiente es íntimo, por<br />
no decir romántico. Es complejo decidir<br />
si ver llover desde la terraza de la<br />
habitación o deleitarnos con los antojos<br />
locales en su restaurante Shambala. Ya<br />
cuelga el letrero de “No molestar” en la<br />
puerta de la habitación.<br />
SÁBADO<br />
Un viaje al interior<br />
Bajo los primeros rayos del sol iluminando<br />
la silueta de las montañas, tomo<br />
un delicioso té en la Terraza de Shiva<br />
del hotel, desde donde se ve también<br />
cómo despierta Amatlán: tierra de amates,<br />
negros y amarillos. El amate es un<br />
árbol que se parece a un pulpo, y cuyas<br />
raíces se abrazan como tentáculos de<br />
las rocas y otros árboles en una lucha<br />
violenta por la luz del sol. Se reproduce<br />
gracias a los murciélagos, y de su corteza<br />
se produjeron los más finos papeles<br />
empleados en la gran Tenochtitlán.<br />
Durante la Revolución, se convirtió en<br />
“hospital” de las tropas de Emiliano Zapata<br />
por la fama de sus yerberos y la<br />
gran cantidad de cuevas alrededor.<br />
Mi andar hacia el centro se convirtió<br />
en un buffet para los sentidos, y el<br />
postre fue la iglesia de María Magdalena.<br />
En el atrio inicié una conversación<br />
con Juan, su mayordomo, quien me recordó<br />
una leyenda: andando a su huerto,<br />
a un campesino le llamó la atención una<br />
piedra que dejaba ver un mundo dentro