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tras cartón<br />
¡Embarazadas, población de riesgo!<br />
Llegué a Buenos Aires,<br />
desde Berlín, el lunes<br />
21 de julio a las 8:40<br />
de la mañana. Llovía con<br />
ganas. Los brutos gallegos<br />
de Iberia habían extraviado<br />
mi mochila gigantesca llena<br />
de libros y chocolatines<br />
para mis hijos. Por suerte,<br />
todavía tenía algunos en mi<br />
mochila de mano, de la<br />
cual no me despego nunca,<br />
por nada del mundo, y en<br />
ella siempre cargo lo<br />
mismo, un cd de Rodrigo<br />
en el Luna; cuatro libros<br />
pirateados de Roberto<br />
Fontanarrosa; un par de<br />
biromes bic (para rascarme<br />
las orejas) y un cuaderno<br />
cartonero para garabatear<br />
absolutamente todo lo que<br />
veo.<br />
Pese a todo, estaba feliz<br />
de regresar a Buenos Aires,<br />
de poner mis pies para<br />
siempre en suelo porteño.<br />
El tachero me preguntó de<br />
dónde venía y le conté que<br />
de Alemania. "Faaa, viejo,<br />
te equivocaste al volver a<br />
este charco de frío, barro,<br />
pobreza y gripe A". Tuve<br />
ganas de responderle que<br />
este era mi país y prefería<br />
su gripe y todos sus<br />
problemas al orden<br />
capitalista europeo. Que<br />
ser inmigrante es una<br />
verdadera mierda y<br />
Alemania es Alemania<br />
porque hicieron dos<br />
guerras mundiales y<br />
nosotros nos cagamos de<br />
hambre. Nuestro país, mas<br />
allá de todos sus<br />
quilombos, es lejos lo mejor<br />
que me pasó en la vida.<br />
Madrid, Atenas, Berlín,<br />
Frankfurt, París, no tienen ni<br />
para empezar con la<br />
48<br />
siempre sorprendente y<br />
paquidérmica Reina del<br />
Plata, mi Buenos Aires<br />
querida.<br />
"La que nos espera más<br />
adelante, en la autopista...",<br />
me dijo el tachero, enojado,<br />
empapado por la tremenda<br />
mañana de lluvia y frío<br />
intenso (al otro día nevaría<br />
en Bahía Blanca).” Cada<br />
vez que llueve se inundan<br />
las calles y el tránsito se<br />
hace insostenible". No me<br />
importaban las quejas del<br />
tachero. Yo estaba para<br />
arriba, felicísimo de estar<br />
en Buenos Aires, de haber<br />
dejado para siempre a la<br />
horrenda y cervecera<br />
población alemana. ¡Adiós,<br />
borrachos de<br />
Alexanderplatz! ¡Adiós,<br />
gordos, tétricos y asexuados<br />
choborras de Kreutzberg!<br />
¡Adiós Puerta de<br />
Bradenburgo, adiós río<br />
String! ¡Adiós alemanuchas<br />
latinófilas; ninfómanas del<br />
sexo bolita y peruca! ¡Adiós,<br />
locas saca-semen!<br />
Los argentinos somos muy<br />
protestones y me juré no<br />
protestar por nada, ni por la<br />
lluvia, la gripe A kirchnerista<br />
o la mala onda del tachero.<br />
¡Si estaba en Buenos Aires y<br />
nada me afectaba! Pero el<br />
buen humor me duró poco.<br />
Al rato, el taxi se llenó de<br />
agua y capotó en medio de<br />
la autopista. Tuve que bajar<br />
con todos mis bártulos<br />
cartoneros, con mis<br />
ediciones pirateadas del<br />
Negro Fontanarrosa; con los<br />
chocolatines para el Baltu y<br />
More; con las cien mil<br />
malditas bandas elásticas<br />
con las cuales el Chicho<br />
López quiere hacer una<br />
edición de lujo de un poeta<br />
desconocido.<br />
¡Ah, choborras de<br />
Alexanderplatz, cuánto me<br />
gustaría que estuvieran acá,<br />
en el barro, debajo de la<br />
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