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Revista Artística y Literaria Año VIII. No.1 enero-abril 2007 - Atenas

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L<br />

MATANZAS<br />

<strong>Revista</strong> <strong>Artística</strong> y <strong>Literaria</strong> <strong>Año</strong> <strong>VIII</strong>. <strong>No.1</strong> <strong>enero</strong>-<strong>abril</strong> <strong>2007</strong><br />

os insulares tienen otra palabra para<br />

decir viaje: afuera. Los nacidos en tierra<br />

firme suelen despedirse de distintas<br />

maneras: “adiós”, “hasta pronto”, “hasta<br />

la vista”; los nacidos en una isla, en<br />

cambio, sólo lo hacen de una forma: “me<br />

voy para afuera”. El poeta cubano Virgilio<br />

Piñera culpó por ello al agua: “La maldita<br />

circunstancia del agua por todas partes/<br />

me obliga a sentarme en la mesa del café./<br />

Si no pensara que el agua me rodea como<br />

un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna<br />

suelta”. Los que nacen en las regiones<br />

mediterráneas de un continente ven el mar<br />

como un punto de llegada, como un lugar<br />

al que querrían acudir más a menudo.<br />

Pero los isleños le temen como a una pared<br />

infranqueable, como el fin de todos los<br />

caminos que conocen, como el comienzo<br />

de lo inaccesible.<br />

Salí de Cuba por primera vez en 1993.<br />

Fue un breve periplo por España en<br />

compañía de los poetas Cintio Vitier y<br />

Fina García Marruz. Ningún otro viaje<br />

Afuera Ca m i l o Ve n e g a s<br />

©adentro-afuera, Johann E. Trujillo<br />

me ha importado tanto. Ya han pasado<br />

doce años y aún mantengo intacto el<br />

recuerdo de cada detalle, de todo lo que<br />

hablamos. Corría la mitad exacta de un<br />

julio desesperante, insoportable. Afuera<br />

aún era visible una Habana inmersa<br />

en su instinto de conservación, en esa<br />

inexplicable capacidad para resistir que le<br />

ha garantizado la subsistencia. Justo antes<br />

de entrar en la “pecera” (así le dicen los<br />

cubanos a ese cuadro de vidrio donde se<br />

espera el momento de abordar. Como ven,<br />

de alguna manera, el agua sigue presente<br />

en esta analogía), advertí que Europa no<br />

estaba más allá del Atlántico, sino del otro<br />

lado de una raya roja en el Aeropuerto<br />

Internacional José Martí. “Recordarás este<br />

segundo siempre”, me dijo Cintio, quien<br />

me tomó del brazo como si se tratara de un<br />

padre que enseña a caminar a su hijo.<br />

Cintio Vitier y Fina García Marruz, son,<br />

junto a José Lezama Lima, Eliseo Diego<br />

y Gastón Baquero, fundadores del Grupo<br />

Orígenes y de una de las revistas más<br />

Directora<br />

Lourdes Díaz Domínguez<br />

Editor<br />

Alfredo Zaldívar<br />

Redactores<br />

Leymen Pérez<br />

Yanira Marimón<br />

Diseño, fotos<br />

e infografía<br />

Johann E. Trujillo<br />

Realización<br />

Leonel Betancourt<br />

Corrección<br />

Lucía Cristina Pérez<br />

Consejo editorial<br />

Urbano Martínez Carmenate<br />

Laura Ruiz<br />

José M. Espino<br />

Ulises Rodríguez Febles<br />

Norge Céspedes<br />

Israel Moliner<br />

Gaudencio Rodríguez<br />

Redacción<br />

El Mézzanine<br />

Librería El Pensamiento<br />

Calle Medio #41<br />

40100 Matanzas<br />

Cuba<br />

<strong>Revista</strong> auspiciada por<br />

las Ediciones Matanzas,<br />

y el Centro Provincial<br />

del Libro y la Literatura<br />

Cada trabajo expresa<br />

la opinión de su autor<br />

edicionesmatanzas@atenas.cult.cu<br />

1


importantes del idioma español en el siglo x x. Desde que más<br />

o menos entendí lo que significaba la palabra poesía, traté<br />

de imitar sus versos (sobre todo los de Fina) con deplorables<br />

resultados. Mis primeros cuadernos están plagados de citas<br />

suyas y por todas partes hay homenajes a quienes, para mí,<br />

eran maestros, paradigmas. Gracias a Cintio y Fina aquel<br />

viaje fueron muchos viajes. Ellos me enseñaron una España<br />

por la que ya era imposible andar (la que ellos compartieron<br />

con Juan Ramón Jiménez, con María Zambrano y con muchos<br />

intelectuales que deambularon por el Caribe durante la<br />

Guerra Civil). No olvido la frase con la que Fina combatió<br />

el miedo que le produjo el descenso de la aeronave sobre<br />

R<br />

eza canción: Yo sé bien que estoy afuera...Yo no, yo estoy<br />

ADENTRO. Tampoco tengo trono pero sí reino. Reino sobre<br />

el puente. Soy el puente. Soy el puente que ambiciona unir<br />

las orillas...<br />

No se busca, se encuentra. Así, he encontrado en cada viaje<br />

fuera de la isla la vida que no he elegido vivir. Cada viaje es<br />

un baile sobre el abismo, un romance con la imposibilidad. Y<br />

siento una especie de piedad. Piedad conmigo misma. Piedad<br />

de la vida que elegí y piedad de la que no he elegido. Cada<br />

encuentro con quienes están AFUERA es un hueso que dejo<br />

en la boca del perro y que el perro roe sin miramientos. Por<br />

eso, pienso cada día en la comida que no como, la esquina<br />

que no recorro y el idioma que no hablo, con la misma<br />

naturalidad con la que pienso en todo lo que sí está en mí de<br />

lunes a domingo. Vivo ADENTRO, en un extraño país, en el<br />

puente. Y provinciana como soy, Matanzas, la ciudad en la que<br />

parezco vivir, la ciudad destruida, me persigue con rabia. Veo<br />

en los aeropuertos a mis vecinos que nunca han batido alas<br />

fuera de la aldea. Siempre esa muchedumbre va conmigo, van<br />

los poetas y va la chusma diligente. Nunca viajo sola aunque<br />

parezca. Siempre estoy lejos y cerca. En la bodega, en la cola<br />

del mercado estoy en los viñedos que me mostraron el día<br />

que fui a conocer las cataratas del Niágara. Cuando compro<br />

papas vulgares -donde se mezclan las podridas con las sanas-<br />

en verdad estoy en la cola de las uvas, esperando las gracias<br />

de la vid. Y eso sucede también en dirección contraria. Subo<br />

los Picos de Europa soñando el Turquino (el pico y el helado,<br />

evitando que ambos se derritan en mi memoria). Y en lo alto<br />

de los Picos de Europa, envuelta en muchos abrigos lloro y sé<br />

que sigo ADENTRO, que soy el puente. Me construyo ante<br />

los ojos de todos los viajeros y ante los ojos de los inmóviles.<br />

Ante mis propios ojos me construyo. Soy el camino sobre las<br />

aguas. La estela entre un cielo y otro. El sendero entre el cielo<br />

sobre mi cabeza y el cielo sobre la tuya. El sendero entre el<br />

2<br />

Madrid: “¡Ya se ven los chopos! –dijo con la vista fija en una<br />

colina–, ¡ya se ven los chopos de Juan Ramón!”.<br />

Hace ya cinco años que no veo a Cintio y a Fina. Acabo de<br />

recibir el último número de la revista La Isla Infinita, que él<br />

edita en La Habana, y en ella incluyó cinco textos míos. Me<br />

han dicho que en la presentación de la publicación habló<br />

de nuestra amistad y que exageró un poco al referirse a la<br />

calidad de mis poemitas. Yo también los extraño, Cintio, y<br />

culpo por ello al agua. A lo mejor no te gusta que resuelva<br />

esto con un verso de Virgilio, sé que preferirías hablar de<br />

Lezama; pero es que ♣es<br />

eso, la maldita circunstancia del agua<br />

por todas partes…<br />

Adentro la u r a ru í z mo n t e s<br />

Carta a Lupe –desde ADENTRO- atravesando el mar y la nieve...<br />

Para Lupe Vento, en Montreal, en Matanzas.<br />

cielo de mi boca y la tuya...Y por ese camino vendrás para<br />

dejar de ser la exiliada del mar. Para que el mar de Matanzas<br />

te devuelva la inocencia. Soy el puente, tabla a tabla me he<br />

construido, sola. Yendo y viniendo, partiendo y regresando.<br />

Mirando a los de AFUERA dolerse, amar o renegar. Ahora me<br />

sigo construyendo mientras te escucho decirme quedamente<br />

que en Quebec amaste la nieve porque tenía un parecido con<br />

el mar. Y entorno los ojos para que no sepas que esa es la<br />

metáfora más dolorosa que he escuchado, para que no veas<br />

que aún en mi cansancio sigo colocando tablas, tendiéndome<br />

a todo lo largo. Estoy ADENTRO y asisto a mi propio Islario.<br />

He tolerado todas las ausencias, resistido las partidas.<br />

Mis tablas se han resistido a toda tentación porque no he<br />

creído que lo fueran. Eran palabras, solo palabras... Eso sí,<br />

ADENTRO, he trazado mis propias calles y callejones. El<br />

rincón donde estaba la planta de violeta se llama Calle de<br />

la Parra. La esquina donde descansan los libros se nombra<br />

Callejón de Hesse. Aunque este callejón cambie de nombres:<br />

los lunes es el Callejón de Hesse. Los martes, Calle de Tristán.<br />

Los miércoles, la Esquina de la campana de cristal. Y así<br />

los demás días de la semana. De esta manera puedo andar<br />

calles enteras hasta el agotamiento. A la zona de los discos le<br />

llamo Café de Les Choristes. Ando de la Calle del Insomnio, al<br />

Callejón de Hesse. De la Calle de la Vela a la Calle de Tristán.<br />

Las cartas, las palabras siguen llegando a la misma dirección.<br />

Sigo estando ADENTRO y todos lo saben, tú lo sabes...Soy<br />

el puente y me tiendo a lo largo para que pases, transcurras.<br />

Para que regreses y vuelva contigo todo lo que un día fue (se<br />

fue) y está por regresar, vivo o muerto, desde la magnificencia<br />

o el laberinto. Tablas sueltas, tablas marineras, tripulantes,<br />

valijas: tablas cuerpos, que se unirán a las mías, para ser,<br />

volver a ser cualquier otra cosa...<br />


SUMARIO<br />

Camilo Venegas Afuera<br />

Laura Ruiz Montes Adentro<br />

FLOR Y MEMORIA<br />

José Kozer: un puente, un gran<br />

puente. Dossier homenaje<br />

Carlos A. García Este puente hecho a base<br />

de juntar palabras<br />

Ricardo Alberto Pérez Aves poderosas<br />

Víctor Sosa José Kozer: el deseoso, el<br />

satisfecho<br />

Damaris Calderón Y<br />

Alfredo Zaldívar El poeta y la Ceiba<br />

José Kozer visita Matanzas<br />

Jacobo Sefamí Las cuentas de Kozer<br />

Laura Ruiz Montes Ilustración<br />

Adolfo Castañón Seis mil seiscientos cincuenta<br />

poemas en busca de José Kozer, su autor<br />

José Kozer Cuatro poemas inéditos<br />

DESLINDES<br />

Ulises Rodríguez Febles La Isla desde adentro<br />

Alfredo Zaldívar Digdora Alonso.<br />

La edad de la poesía<br />

MANGLAR Y UVERO<br />

Israel Domínguez Cumplimiento /<br />

Madera húmeda<br />

Freddy Casanova Mataron a Lola<br />

Gaudencio Rodríguez Santana Economía<br />

nacional / El hundimiento<br />

Yanira Marimón un día de 1980 /<br />

al borde de un río extranjero...<br />

EL AMANUENSE<br />

Charo Guerra Está llegando Holger<br />

Alejandro González Trata de mirar<br />

Norge Céspedes La mesa está servida<br />

Daniel Díaz Mantilla Café, sueños, un futuro<br />

habitable<br />

BOTELLA AL MAR<br />

Juan Luis Hernández Milián<br />

Cinco poetas rusos contemporáneos<br />

Valery Shamshurin En el monasterio de Solovki…<br />

Boris Celezniov Mi callejón…<br />

Evgueni Erastov Miro como si estuviera ante…<br />

Víctor Kumakshev A través de los siglos…<br />

MarinaBajto Los versos no me gustaban ...<br />

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Portada, Johann E. Trujillo<br />

PUNTO Y SEGUIDO<br />

José Pinazo De paso por Madrid<br />

DERIVAS<br />

Amarilis Ribot René Fernández Santana<br />

viviendo y desviviendo<br />

Rubén Fuentes Elogio de Fundora<br />

Mabel Diez Ochoa La búsqueda y el hallazgo<br />

LAS ILUMINACIONES<br />

Karel Bofill Demasiados números<br />

Aday Verdecia Pérez Muerte<br />

ANALES<br />

José Antonio García Molina La Florida<br />

ASOMBROS DE LA ISLA<br />

Reynaldo García Blanco No morir hasta haberlo<br />

visto todo. Virgin Islands/Té clásico<br />

Alejandro Ponce Rhythm and blues por<br />

Janis Joplin<br />

Ana Ibis Juan Poema para mi padre<br />

José Ramón Sánchez Tres por Lezama<br />

ECOS<br />

Ricardo Riverón Rojas Circunloquio: El arte<br />

de inventarle un nuevo centro a las palabras<br />

Urbano Martínez Carmenate Una biografía<br />

necesaria<br />

Oscar Cruz Pérez Más allá del monte<br />

Stugunoset<br />

Caridad Contreras El libro de René Fraga<br />

Helga Montalván Un momento diferente<br />

Geovannys Manso/Lisy García Valdés<br />

Páginas de un diario tan cubano como íntimo…<br />

En la revista<br />

Reverso de contraportada<br />

LA REMOCINACION<br />

Armando Marcos Un locutor enamorado<br />

Edición de 1 000 ejemplares, impresos en el taller de Ediciones<br />

Matanzas, por Dalia Romero y encuadernados por Yoslanis<br />

Peña, Diana Shery y Daymira Domínguez.<br />

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Para los amantes de la poesía hispanoamericana lo<br />

contemporánea, decir José Kozer es evocar uno de esos<br />

fenómenos literarios que no por conocidos, dejan de parecernos<br />

menos singulares: se trata de un poeta que, por hábito,<br />

enfermedad, juego y religión a un tiempo, a contrapelo de las<br />

supuestas lentitudes del oficio, vive en estado de constante<br />

creación o —como él mismo ha dicho—”segregación” de<br />

escritura, “estallido” diario en el poema.<br />

La suya es una poesía mayor frecuentemente apegada a<br />

lo ínfimo y en apariencia insignificante, que “va relatando<br />

y recogiendo la diversidad del mundo en cuanto mundo”.<br />

(J. Kozer en: Sefamí; 2002: 219). Están la veleta en lo alto de<br />

la torre, los ingredientes de un almuerzo con su mujer o el<br />

insecto que zumba en el alféizar de la ventana, pero no en otra<br />

forma que palabras degustadas, casi comestibles: ristra, orla,<br />

veleta… moscatel, mojo, arroz… escarabajo, jején, abeja o tábano…<br />

casi nunca el trazo sintético y confiado de un hiperónimo,<br />

sino el medrar de la mayor variedad posible de hipónimos<br />

o de sus imágenes suscitadas en el poeta; una multiplicidad<br />

proliferante, instaurada como principio que reproduce, en<br />

4<br />

José<br />

Kozer<br />

Un<br />

puente<br />

un<br />

gran<br />

puente<br />

Carlos A.<br />

dossier homenaje<br />

García Este puente hecho a base de juntar palabras<br />

fónico (efecto sonoro de su característica estrofa de largo<br />

aliento), en lo léxico-sintáctico (ligazón sintáctica alógica,<br />

propiciada por el anacoluto y relacionada con la asociación<br />

emotiva entre palabras), en lo tropológico (la metonimia es<br />

el recurso kozeriano por excelencia) e incluso, en el número<br />

mismo de sus poemas (el poeta ha contado más de seis mil<br />

obras escritas hasta hoy), eso que algunos críticos han llamado<br />

Efecto Kozer, y que alude a la proyección de la complejidad del<br />

mundo sobre las estructuras del lenguaje.<br />

Pero el afán de Kozer no se agota en la inmanencia. Ese<br />

muro/puente/cuenco hecho a base de juntar palabras surge<br />

necesariamente de un estado de contemplación anhelante<br />

de jerofanía (‘manifestación de lo sagrado’), de una suerte de<br />

especulación, al mismo tiempo desesperada y feliz —acaso<br />

sencillamente honesta-, sobre la verticalidad posible en la horizontalidad<br />

del mundo, y la falibilidad evidente del lenguaje<br />

para iluminarla. ¿Poesía religiosa, poesía mística la de él?:<br />

digamos que sí, pero no en los términos tradicionales, puesto<br />

que desde hace mucho tiempo, como judío, cubano y escritor<br />

diaspórico, este autor está de vuelta de aquellos viajes utópicos


conocidos y fracasados, para proyectar el suyo<br />

propio minando los espejismos del poder (Historia,<br />

Religión, Cultura, en sus sentidos estrechos).<br />

Un profundo sentido de libertad se manifiesta<br />

al observar, por ejemplo, los modos de la<br />

multirreferencialidad cultural en la poesía de<br />

Kozer, vista en la peculiaridad e imbricaciones de<br />

tres de sus núcleos básicos de referencia cultural, a<br />

saber, el componente cultural judío, el componente<br />

cultural cubano y el componente cultural oriental,<br />

enfocado en el budismo zen.<br />

Para aprehender por lo poético, parece decirnos,<br />

es imprescindible una visión enteramente nueva<br />

y diferente – en el sentido de “desocultadora”:<br />

romper el esquema establecido del mundo;<br />

librarse de la experiencia unívoca. El poema nace<br />

del deseo que informa la pugna con la sujeción.<br />

De esta suerte, la multirreferencialidad cultural<br />

aquí adquiere la forma de un interculturalismo<br />

concienzudo y desacralizador.<br />

Kozer asedia cada cultura en busca de un<br />

aporte sustancial en el interior de su personalidad,<br />

pero la índole de las apropiaciones que de<br />

ellas hace, difiere radicalmente de la de las<br />

apropiaciones posmodernas a las que pudieran<br />

evocar: mientras que éstas se corresponden con<br />

el juego nihilista de los signos tan gustado por<br />

los artífices posmodernistas, en aquellas todavía<br />

se conserva la creencia nada perversa en la<br />

posibilidad de un descubrimiento por el arte,<br />

implícita en la idea de la poesía como revelación<br />

y arma de la pregunta por la existencia.<br />

En determinada zona de su quehacer, estos<br />

núcleos de referencia culturales adquieren<br />

contornos bien definidos y son, por esto,<br />

susceptibles de ser analizados, en sus marcas<br />

visibles. En Bajo este Cien (1983) y Carece de<br />

Causa (1988), dos de sus obras emblemáticas, la<br />

peculiaridad del tratamiento de estos referentes<br />

radica en que, lejos de someterse a esquemas y<br />

reglas de funcionamiento preconcebidas, el poeta<br />

actualiza sus significados culturales en virtud de<br />

un principio de convergencia o recombinación<br />

creadoras que se activa en el interior de su<br />

personalidad. La evidencia de esto lo constituyen<br />

los modos muy particulares en que cada uno<br />

de estos tres componentes culturales básicos se<br />

manifiestan.<br />

Del componente judío, remarco en la obra de<br />

Kozer lo concerniente a su interés por la esfera de la<br />

cultura simbólica, aunque lo judío en esta poesía es<br />

también un tema e inclusive un lenguaje (el yiddish)<br />

que, según algunos críticos, influye en la estructura<br />

profunda del poema. Al poeta parece absorberlo la<br />

noción del Deus Adsconditus que domina tanto la<br />

filosofía y el arte como la religión judaicas. En su<br />

obra subyace o se manifiesta explícitamente el tema<br />

de la relación polémica entre lo múltiple y lo uno,<br />

lo manifiesto y lo inmanifiesto, lo impermanente<br />

y lo permanente, mostrando con suma frecuencia<br />

una preocupación metafísica que, según dice en<br />

algunas de sus entrevistas, preside su vastísima<br />

obra poética: el deseo del Uno, la angustia por<br />

alcanzar, mediante la escritura profusa, “la<br />

anhelada, radiante letra Aleph” (Claudio Daniel.<br />

“Entrevista a José Kozer”, p. 7 [Correspondencia<br />

personal con el poeta]) Junto a la pregunta por la<br />

trascendencia, otras nociones capitales como la<br />

idea del hombre como un ser transterrado eterno<br />

e incluso la peculiar concepción de la escritura<br />

(la letra) como el espacio idóneo para encaminar<br />

aquella indagación y para zanjar otras como la de<br />

la identidad étnica (debe pensarse en la Cábala), no<br />

pueden pasar por fuente más rica que la ancestral<br />

judaica para beber y contemplarse en el reflejo.<br />

Del componente cultural cubano, por otra parte,<br />

destaco varios elementos: la presencia de un amplio<br />

vocabulario de cubanismos en los que encarna<br />

el espíritu de la tierra natal evocada; en ausencia<br />

del elemento natural natal por la partida hacia los<br />

Estados Unidos, también aparece en esta poesía una<br />

especie de geografía insular doméstica suavemente<br />

delineada por la presencia de ciertos platos, bebidas,<br />

pertenencias y usos. Sin embargo, entre otras<br />

características, el más sugerente aporte parece<br />

radicar en dos elementos estrechamente vinculados<br />

entre sí: el primero, la aquí nada superficial noción<br />

kozeriana de ‘tropicalidad’, de la cual el poeta deriva<br />

una reflexión estética muy seria sobre la literatura<br />

latinoamericana contemporánea y sobre la suya<br />

propia, reflexión que puede seguirse claramente en<br />

algunas de las diversas entrevistas que ha ofrecido,<br />

y que lleva directamente al análisis del llamado<br />

neobarroco poético. Y segundo, la concreción de<br />

esa teorización en su obra misma en virtud de la<br />

hibridez y desenfadada flexibilidad que caracteriza<br />

aspectos como este de la multirreferencialidad<br />

cultural, pero también otros, que otorgan a aquella<br />

una diáfana y singular fisonomía.<br />

Es en su filiación zen donde esta poesía<br />

demuestra su más libre condición intercultural<br />

puesto que nada, excepto el interés propiamente<br />

poético, explica su profunda inclinación hacia el<br />

“Lejano” Oriente. En Bajo este Cien, la comprensión<br />

de formas poéticas tradicionales japonesas como<br />

el hai-kai se manifiesta en el dialogismo de su<br />

tratamiento: allí vemos hai-kai llevados al límite<br />

del versolibrismo por la ausencia de silabismo y<br />

métrica tradicionales (“Zen”), o poemas donde<br />

la síntesis clásica es quebrada por una dilatación<br />

perifrástica, casi narrativa (“Bienvenida”). Carece<br />

de causa, por otra parte, los recoge clásicos, nítidos,<br />

pero en el seno de típicos poemas kozerianos<br />

(como aquel verso “Centro, helado: el mundo,<br />

exterior”, de “1983: Final”). Este laboratorio de<br />

experimentación formal es también, y con mucho,<br />

el de las indagaciones filosóficas y espirituales<br />

que le son consustanciales a esas formas. Algunos<br />

Cuando hablas con él<br />

quedas sorprendido<br />

de lo cubano rellollo<br />

que es. La profusión<br />

de giros lingüísticos<br />

del habla popular<br />

nuestra en su poesía,<br />

son una pista, mas en<br />

el diálogo, conservar su<br />

lenguaje resulta ser una<br />

obsesión.<br />

La familia salió de<br />

Cuba en 1959 y Kozer<br />

recuerda las lágrimas de<br />

su padre al partir: «Hijo,<br />

nunca encon-trarás a<br />

nadie en ninguna parte<br />

más honesto que los<br />

cubanos…»<br />

Al confirmar que era<br />

leído por los poetas<br />

jóvenes en Cuba, algo de<br />

eso sabía, resplandeció<br />

de alegría. Le pregunté<br />

si estaba de acuerdo en<br />

darme algunos poemas<br />

para tratar de publicarlos<br />

en algún sitio<br />

aquí. «¡Cómo no voy<br />

a estar de acuerdo en<br />

publicar en Cuba, si<br />

es mi país, y casi el<br />

único sitio donde no<br />

he sido publicado!»,<br />

respondió.<br />

Ví c t o r Fo w l e r,<br />

en nota a Réplicas,<br />

Ediciones Vigía, 1998,<br />

primer libro de Kozer<br />

publicado en Cuba.<br />

5


poemas de Bajo este Cien constituyen una clara huella del<br />

acercamiento inicial de Kozer a la sabiduría zen (de ahí la<br />

atenta, aunque nada pasiva, escrutación del hai-kai) en tanto<br />

que Carece de Causa es un libro donde la apropiación cultural<br />

es ya tan madura que infunde el modo de acercamiento a la<br />

realidad circundante que es inherente al poema kozeriano<br />

típico. Lo zen –y también lo cubano, en un modo diferente–<br />

parece aportar a esta poesía el contrapeso necesario a la ardua<br />

faena espiritual impuesta por la filiación primera del poeta. La<br />

espiritualidad basada en la búsqueda de la armonía interna en<br />

la convivencia con la naturaleza, la idea de equilibrio con la<br />

totalidad (el centro compuesto por muchos centros) y la noción<br />

de ‘revolución en la calma’, aplacan el rigor de la tremenda<br />

pregunta judaica por la trascendencia. De hecho, devienen un<br />

método de atención en virtud del cual el poema de Kozer se<br />

erige como el resultado, siempre incompleto, del intento de<br />

captar el “estado total del presente” , presente no entendido<br />

como el tiempo opuesto a un pasado y un futuro al que la<br />

concepción racionalista nos tiene acostumbrados, sino como<br />

uno abierto, múltiple, convergente, donde las experiencias se<br />

integran prismáticamente entre sí y con la realidad, buscando<br />

provocar esa vivencia hacia lo Último, Total y, por ende, Uno<br />

de que ha hablado Kozer (“El que vive en lo presente vive en<br />

Dios –ha dicho el poeta–, vive en estado de santidad, en estado<br />

de sosiego. […] el poema lo que pretende es eso. […] Captar el<br />

momento es hacer el poema: haikú, instantaneidad, rapidez,<br />

iluminación…”Sefamí; 2002(I): 3).<br />

Lo anterior expresa una idea que, por simbiótica, lleva<br />

las marcas de un pensamiento largamente mascullado por<br />

un hombre receptor de influencias culturales muy disímiles:<br />

justamente, heterodoxia, “espíritu de riesgo”, diría el poeta,<br />

junto a un particular poder de síntesis, son los requisitos<br />

indispensables para realizar la más profunda condición de lo<br />

intercultural que implica, no sólo la participación activa de los<br />

sujetos en los diferentes complejos culturales, sino también el<br />

diálogo y la integración hasta donde esto sea posible, entre sus<br />

sistemas de significación.<br />

Descategorizar, hacer subir y bajar, converger o diverger,<br />

desacralizar lo sacralizado o viceversa… Si como Kozer le<br />

replica a Kierkegaard, la poesía es una forma integral del<br />

conocer donde lo estético, ético y lo religioso se entremezclan<br />

con lo lúdico, rompiendo toda jerarquía, a nadie podría<br />

sorprender la cualidad totalizadora, asimiladora, regurgitadora<br />

que la suya tiene. Y este aspecto de la multirreferencialidad<br />

cultural expresada en el modo de un dinámico y nutritivo<br />

interculturalismo que ahora, de modo muy general he tratado,<br />

no sería allí sino una de las facetas más visibles y representativas<br />

del iceberg inmenso de ese universo de indagación y, por ende,<br />

sabiduría.<br />

6<br />

♣<br />

Referencias:<br />

—Sefamí, Jacobo, La voracidad grafómana: José Kozer. México DF:<br />

Universidad Nacional Autónoma de México (Colección Paideia),<br />

2002.<br />

— —————————, “La devoción en busca de un<br />

poema: Entrevista a José Kozer” [Correspondencia personal con el<br />

poeta], 2002 (1)<br />

♣<br />

Aves poderosas<br />

Ángel y José, ya saben<br />

que tenemos aves poderosas.<br />

José, un emigrante<br />

que escribe al infinito<br />

(esa profesión la aprendió<br />

de su padre,<br />

de su raza quizás…).<br />

Ángel estuvo por aquí<br />

más tiempo,<br />

un día extrañó a los pasajeros<br />

de un ómnibus<br />

y dijo:<br />

“ustedes no me quieren”;<br />

más tarde<br />

se fue a Chile.<br />

José ha puesto a su familia<br />

en el poema,<br />

la ha sentado<br />

cómoda, tranquila.<br />

Kozer sabe, como Velázquez<br />

de esas cosas.<br />

Ángel,<br />

que en Alamar,<br />

nos hablaba despacio,<br />

definió con tono de magnífico:<br />

“lo fatal es el cernícalo.”<br />

Ricardo Alberto Pérez


Víctor<br />

Sosa José Kozer: el deseoso, el satisfecho.<br />

José<br />

Kozer dice ser un poeta cubano, pero en verdad<br />

es un poeta mentiroso. O más exactamente, es un<br />

poeta de la realidad mentirosa, es decir, del lenguaje<br />

no como ciencia sino como deficiencia, no como<br />

registro histórico sino como artilugio ilusorio, como<br />

prestidigitación, como laborioso malabar sobre el<br />

silencio del mundo. Ese silencio que se traduce, sobre<br />

todo, en la imposibilidad de aprehender el pasado:<br />

una incierta genealogía judío-polaca disolviéndose<br />

en el recuerdo de algunas fotos; abuelos, tíos<br />

desconocidos y desaparecidos posiblemente en<br />

Auschwitz, ausencias y datos que se pierden en<br />

el torbellino de la realidad (esa enorme ficción) y<br />

que desencadenan la necesidad de la invención e<br />

incluso, como dice Kozer, “el amor a la invención; la<br />

invención se vuelve más real que la realidad”. Y, claro,<br />

la invención se vuelve lenguaje, escritura, poema.<br />

Nadie más alejado del misticismo judío – es decir de<br />

la Cábala– que este judío-cubano-cosmopolita que no<br />

ve en el lenguaje una algebraica cifra de Dios, sino un<br />

estimulante itinerario por la contingencia histórica,<br />

por la carencia de casa y de causa, por el sonoro sin<br />

sentido elemental de la condición humana. Nada se<br />

cifra en el nombre más que el nombre, más que la<br />

radiografía de una caligrafía, de un gesto individual<br />

y, asimismo, colectivo.<br />

“Mi verdad es poética”, ha dicho el poeta. Y con<br />

esa dichosa verdad ha sabido delimitar su campo de<br />

acción, su espacio epistemológico, su querencia que<br />

es la carencia, la falta, la conciencia de lo tan irreal de<br />

lo real: la imposibilidad.<br />

Sin embargo, Kozer es un deseoso de mundo.<br />

Es un voluptuoso, un compulsivo adicto a Eros, a<br />

las formas que trazan una fisiología en constante<br />

mutación y en permanente centelleo autopoiético.<br />

Es un semental de la escritura que, con jupiteriana<br />

voracidad, devora y procrea al mismo tiempo;<br />

sin descanso, en orden, en rítmico orden, pero sin<br />

descanso, sin detenerse –como Narciso frente al<br />

espejo del agua- demasiado tiempo en su progenie<br />

que ya supera los 7000 poemas escritos hasta la fecha.<br />

Prodigalidad tumultuosa de una escritura que fluye<br />

como savia y se bifurca en múltiples rizomas que,<br />

cual metástasis de la lengua, van llenando el silencio,<br />

van forestando el páramo, van inseminando jungla y<br />

jolgorio en ese territorio tan irreal como verdadero,<br />

tan voluntarioso como contingente, tan absurdamente<br />

necio y necesario.<br />

Kozer hace uso de varias estrategias discursivas:<br />

coloquialismo, oralidad aparente, libre fluir de la<br />

conciencia, omnipresencia del yo poético que se impone<br />

para parodiarse, para auto-mofarse y negarse finalmente<br />

a sí mismo. También recurre o, mejor dicho, se deja<br />

llevar por las aliteraciones, paranomasias, rimas<br />

internas y calambures que el castellano permite,<br />

además de los giros, regionalismos, cubanismos<br />

y mexicanismos mixturados con latinismos,<br />

japonismos y un amplio abanico de citaciones<br />

y referencias literarias. La erudición implícita,<br />

sin embargo, no ahoga la escritura poética en la<br />

ciénaga conceptista (pensemos en Gracián) del<br />

barroco del Siglo de Oro español, porque Kozer<br />

desdora el sacro templete de lo poético no sólo<br />

con humor, con ironía, sino con desenfrenadas<br />

digresiones sobre lo mínimo, lo espurio, lo vulgar,<br />

lo intrascendente, lo bilioso, lo escatológico, lo<br />

descompuesto. Por si fuera poco, unos paréntesis<br />

en apariencia inoperantes trastornan la escritura,<br />

introducen intertex-tualidades caprichosas,<br />

erosionan el sentido unívoco, didáctico y<br />

denotativo de la frase que parece naufragar<br />

por interferencia en ese espacio cuántico,<br />

segmentado y sin linealidad temporal. Recurso<br />

cubista tal vez, pero en fuga constante, en<br />

transverberación metonímica que se rehúsa a<br />

la fijeza del significado y, en encabalgamientos<br />

metamór-ficos, evade corrales y corsés,<br />

anémicas quietudes y aquilatadas preceptivas<br />

categóricas. La palabra que se impone es<br />

dinamismo. En la poesía de Kozer todo es<br />

dinamismo. Dinamismo del deseoso, del<br />

lascivo, de ese que no ceja y se deja llevar por<br />

sus mascaradas y enmasca-ramientos, por<br />

sus múltiples ánimas y animalejos (garzas,<br />

ibis, libélula), por sus avatares imaginarios<br />

(de Chuang Tzu a Kafka y de ahí a Dante,<br />

a Pound, a Vallejo) y por su camaleónico<br />

desmembrarse y remembrarse siempre otro;<br />

siempre deseoso de ser uno por adición de<br />

muchos, por imantación y contagio admirativo,<br />

por propensión a lo poroso y poliédrico de una<br />

personalidad que se baña muchas veces en el<br />

mismo río. Ese ser en demasía sólo es posible<br />

por regocijo y por destierro, por ágape y por<br />

hambruna, por antípodas.<br />

¿Poesía de la dificultad la de Kozer? Sí,<br />

en la medida que, por su particular sintaxis<br />

y zarandeo del lenguaje, exige un lector<br />

atentísimo, en extremo alerta ante el mandoble,<br />

ante la estocada imprevista, ante el guiño<br />

cómplice y los elípticos sobre-entendidos que<br />

demanda el autor. Poesía que participa de las<br />

hojaldradas complejidades y heterodoxias del<br />

neobarroco latinoamericano, ese que surge<br />

Y tampoco es secreto<br />

que, como es lógico<br />

suponer, entre tantos<br />

emigrados, partieron<br />

grandes poetas ya hechos<br />

(Acosta, Baquero), otros<br />

en crecimiento definitivo<br />

(Padilla, Sarduy) y otros<br />

que llegarían a serlo<br />

(Aman-do Fernández y,<br />

sobre todo, José Kozer,<br />

a mi juicio el poeta más<br />

notable de la diáspora<br />

y uno de los más interesantes<br />

en la historia de<br />

la poesía hispanoamericana<br />

de la actualidad).<br />

Je s ú s Da V i D Cu r b e l o<br />

A mí –desde que leí a<br />

Kozer por primera vez–<br />

me sigue atrayendo su<br />

manera de plantearse el<br />

tópico de la identidad<br />

(que tantos discursos<br />

tautológicos y automatizadores<br />

ha producido<br />

en el ámbito de la<br />

poesía). Me sigue convocando<br />

la densidad de su<br />

tropología, su fugacidad<br />

casi perpetua.<br />

La escritura de Kozer,<br />

en cualquier caso, me<br />

enfrenta a la «misteriosa<br />

ulterioridad del lenguaje»<br />

(p. 39) –como dice<br />

en la entrevista–, y me<br />

seduce, aun cuando<br />

quiera ser proyección,<br />

al mismo tiempo, de la<br />

futilidad y del poder de<br />

ese lenguaje.<br />

Wa l f r i D o Do r t a<br />

7


con Lezama Lima y sigue tomando cuerpo en poetas como<br />

el Haroldo de Campos de las Galaxias, Néstor Perlongher,<br />

Osvaldo Lamborghini, Paulo Leminski, Raúl Zurita, entre<br />

otros. Poesía de la complejidad, pero, a la par, de la sencillez<br />

zen, de la apaciguada plegaria a media voz, de la respiración<br />

como rítmico ejercicio de meditación. Kozer –al igual que su<br />

taoísta amigo Chuang Tzu- prefiere mover el rabo en el lodazal<br />

y espulgarse sin ser molestado por los jerarcas monacales o<br />

ministeriales. No viste de seda ni se pasea dentro del palacio,<br />

tan ufano. Chapotea, mejor. Olisquea la chancleta imaginaria,<br />

recoge del río guijarros; cuando tiene hambre, come; cuando<br />

tiene sueño, duerme. El deseoso y el satisfecho, en Kozer,<br />

han logrado cohabitar dentro de un mismo koan, y dialogan,<br />

borrachos, y se abrazan. Saben que son irreales, que la<br />

satisfacción y el deseo son las dos caras de una misma escritura,<br />

de un autorretrato que se rehace, incesante, y a sí mismo se<br />

borra en ese intermitente parpadeo. Saben, en suma, que la<br />

verdad es poética y que la vida se compone de un único verso<br />

tan breve y tan fugaz como interminable.<br />

Y<br />

Ando a tropezones<br />

(como) un ciego<br />

toco madera<br />

(bulto):<br />

mi casa.<br />

Tres:<br />

son los deseos<br />

de las aguas<br />

(albañales.)<br />

Tres:<br />

el instrumento<br />

musical<br />

de la negación.<br />

Raquel<br />

(mi madre)<br />

va por agua<br />

sin piedra de fundamento.<br />

Quemo<br />

todo lo que no tengo<br />

(guásima, palma,<br />

pabellón<br />

de oro.)<br />

Hay que coser (Kozer)<br />

el paño del país,<br />

(lienzo de la Verónica),<br />

remiendo.<br />

8<br />

Damaris Calderón<br />

♣<br />

Alfredo<br />

Zaldívar<br />

El poeta y la Ceiba<br />

José Kozer visita Matanzas<br />

En<br />

1995, luego de que publicara, en La <strong>Revista</strong> del Vigía la<br />

suite “El Caballero de París”, de José Kozer, un poema tan<br />

quimérico como el mítico personaje habanero que lo provocó,<br />

recibí a vuelta de correos una carta fechada el 6 de febrero en<br />

New York: …Acabamos de regresar de España, a esta dureza de<br />

acá, y todavía no me asiento, pero pronto podré leer la revista, y<br />

leída, estaré paseando siempre por la plaza matancera, riendo, todos<br />

muertos de risa.<br />

Conocí a José Kozer en Madrid, en 1998. Tenía entonces el<br />

mejor de los motivos para el encuentro. Llevaba en mis manos<br />

la edición de Réplicas, el primer libro de poemas que aparecía<br />

en Cuba –aquel país que dejó muy joven, hace ya más de 40<br />

años– en una edición de Vigía que, Víctor Fowler mediante,<br />

habíamos conseguido publicar en Cuba. Presentamos aquel<br />

libro en la Casa de América de Madrid, ante las cámaras de<br />

Televisión Española, la radio nacional, muchos periodistas,<br />

amigos y lectores de Kozer.<br />

Esa noche me reiteró la idea de aquella carta del 95,<br />

pero fue más preciso. Deseaba visitar dos destinos en Cuba.<br />

Compartir una lectura con los jóvenes poetas que se reúnen,<br />

desde hace mucho ya, en la azotea habanera de Reina María<br />

Rodríguez, y visitar Vigía, el sitio donde naciera su primer<br />

libro en Cuba. Y ahora estamos aquí “paseando por la plaza<br />

matancera”, Kózer, Guadalupe, Laura Ruiz y yo, “riéndonos,<br />

todos muertos de risa”.<br />

En la historiografía poética de Matanzas, junto a la locura<br />

del Zequeira que se pone el sombrero para hacerse invisible,<br />

al Milanés que se aferra a los balaustres gritando por Isa, a<br />

Plácido rezando, improvisando su “Plegaria a Dios” camino del<br />

patíbulo, junto a Heredia que sube Jesús María para mirar los<br />

barcos que lo llevarán al destierro, junto al esclavo Manzano, en<br />

la tertulia de del Monte, de pie frente a los patricios, diciendo<br />

su poema “Treinta años”, habría que añadir esta imagen de José<br />

Kozer, del poeta que mira los adoquines de la plaza buscando<br />

una señal, que paladea una malta con la memoria de cuarenta<br />

años, que se para bajo el sol de las doce frente a la Ceiba de la<br />

Calle del Medio, y habla con un sentido común tan llano como<br />

explícito, mientras, está escribiendo al borde del adoquín, en los<br />

efluvios de la malta, en la sombra perdida de la Ceiba a las doce<br />

del día. Habla con ellas, con la sombra perdida y con la Ceiba.<br />

Nos están esperando, le dice Guadalupe. Espera, dice Kozer, no<br />

imaginas qué es una Ceiba para un cubano. Y sigue de pie, callado,<br />

frente a aquella Ceiba que tampoco creímos silenciosa.<br />


Jacobo<br />

Sefamí Las cuentas de Kozer*<br />

José Kozer escribe y escribe; su ansia no halla consuelo. llegará<br />

Tal vez, nunca esté satisfecho, y hacer poemas sea para<br />

él una condición de vida: algo ineludible y cotidiano.<br />

Acostumbrados a los poetas parcos y medidos,<br />

algunos lectores se escandalizan, otros se azoran y<br />

quedan estupefactos: ¿cómo leer una obra tan vasta?,<br />

se preguntan. Mientras tanto, Kozer ya escribió más<br />

poemas. Su pasión, su obsesión, es difícil de explicar.<br />

En otra parte, he dicho que Kozer practica la escritura<br />

como un modo de sobrevivencia; se sabe que se está<br />

vivo, porque hay testimonio de ello en el papel. Hace<br />

poco, recibí tres grandes cajas con todos sus poemas.<br />

A diferencia de la metáfora del famoso “baúl” de<br />

Fernando Pessoa, que funcionaba como un cesto donde<br />

el gran poeta portugués iba acumulando sus textos<br />

de modo un tanto anárquico, Kozer es un escritor<br />

sumamente organizado. Desde los años setenta, va<br />

sumando sus poemas (éditos e inéditos) en carpetas<br />

de 60 textos cada una. La primera lleva por título A,<br />

la segunda B, la tercera C, y así sucesivamente. Al<br />

llegar a la Z, Kozer siguió otra vez con la secuela de<br />

las letras, duplicándolas: AA, BB, CC, etcétera. El 21<br />

de <strong>abril</strong>, 1996, comenzó con la serie AAA; el último<br />

texto que tengo (en las cajas que recibí) es el número 53<br />

(16/nov/96) correspondiente a esta serie. Me imagino<br />

que hoy que escribo esta nota, ya el poeta estará<br />

terminando la carpeta AAA, o comenzando la BBB.<br />

Este juego de letras y números inevitablemente hace<br />

pensar en los personajes de Borges: el que quiere leer<br />

toda una biblioteca en orden alfabético comenzando<br />

con los libros de la letra A; o, el perdido en el laberinto<br />

de los libros, como dice en “La biblioteca de Babel”:<br />

“Para localizar el libro A, consultar previamente un<br />

libro B que indique el sitio de A; para localizar el<br />

libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta<br />

lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y<br />

consumido mis años”; o, como Carlos Argentino<br />

Daneri, que escribe un poema —”La Tierra”— que<br />

cubre todas las partes del mundo, y que después Borges<br />

podrá ver en el aleph. Desde este espacio se visualiza<br />

todo: el aleph (primera letra del alfabeto hebreo) es<br />

una letra muda que contiene el nombre de Dios. Así,<br />

Kozer continúa una tradición bíblico-cabalística; como<br />

buen judío, está obsesionado con las letras y sus valores<br />

numéricos. El Sefer Yetzirah (del siglo III d.C.), revela<br />

que Dios creó el mundo con las 22 letras del alfabeto;<br />

la creación, según los cabalistas, es un acto lingüístico:<br />

basta que se mencione una palabra para que aparezca<br />

su referente: “Y dijo Dios: sea la luz y fue la luz” (“Yejí<br />

or; bayejí or”). Por estas razones, yo he instado a Kozer<br />

a que alcance el número de la creación (actualmente,<br />

corre el año judío 5757), ya que sólo en esa medida<br />

a la meta del verdadero creador.<br />

Ya para este párrafo, el impaciente lector<br />

habrá hecho sus propias cuentas: 26 letras,<br />

dos veces, igual a 52; y esto multiplicado por<br />

60 textos, da un total de 3120 poemas, más la<br />

última carpeta (AAA), de 60 poemas, suma<br />

3180. Además, habría que agregar los 351<br />

poemas no organizados en carpetas que Kozer<br />

realizó al comenzar su obra; esto es, tendríamos<br />

un total de 3531 textos. La producción poética<br />

comienza con un libro inédito de 45 poemas,<br />

titulado Fuera de Cuba y escrito entre 1971 y<br />

1973. Así, habría que calcular la producción<br />

promedio: 3531 en un total de 25 años, da<br />

141.24 poemas por año (un poema cada 2.5<br />

días, aproximadamente). Ahora bien, para<br />

cumplir con los 2226 poemas que le faltan, Kozer<br />

necesitará un total de 15.76 años. Eso quiere<br />

decir que para el año 2012 Kozer completará<br />

5757 poemas, y entonces tendrá que escribir 16<br />

poemas más para estar a la par del año judío<br />

que será el 5773. Este número corresponderá a la<br />

carpeta MMMM. La letra equivalente de la “M”<br />

es la Mem, en hebreo, que representa la palabras<br />

melej (monarca), makom (lugar o morada), y met<br />

(muerte). Así, Kozer podrá ser el monarca de su<br />

morada en espera feliz de la muerte. Entonces, y<br />

simultáneamente, podrá echarse en un lecho y<br />

ser de nuevo Adán (con Eva) en el paraíso.<br />

Mientras tanto, esta selección cubre los<br />

poemas (como ya habrá adivinado el lector) de<br />

la serie AAA, números 11 a 44. Un título más<br />

preciso no podría haber. Este libro elimina la<br />

noción tradicional de la selección y del juicio de<br />

valor. Si normalmente un escritor decide qué es<br />

aquello que “vale la pena” entre sus escritos, este<br />

volumen quiere experimentar con la posibilidad<br />

de que el lector sea quien decida. Estos son los<br />

poemas producidos por Kozer entre el 4 de junio<br />

y el 12 de septiembre de 1996. Es casi como un<br />

diario que pasa por las dos casas del poeta en<br />

Torrox (Málaga, España) y Nueva York, y exhibe<br />

sus múltiples variantes expresivas, que van<br />

desde el verso brevísimo y ligero de “Alegría”<br />

y “Eros”, hasta la densidad acumulante de su<br />

típico verso-compendio en “Oblea”.<br />

AAA1144 indica que la escritura es un<br />

proceso infinito e inacabable, un continuo<br />

abierto que, se sabe, no tiene conclusión.<br />

También evoca los números con que fueron<br />

marcados los prisioneros de los campos de<br />

exterminio nazi. Como judío, Kozer sabe que la<br />

No buscan reflejarse, la<br />

antología de José Kozer…<br />

es uno de los libros más<br />

contundentes que hemos<br />

logrado publicar en Letras<br />

Cubanas.<br />

ro g e l i o ri V e r ó n<br />

Creo que José Kozer<br />

es el mejor poeta vivo<br />

de la lengua española.<br />

La experiencia de su<br />

lectura la comparo con<br />

el deslumbramiento que<br />

me provocaron Kafka,<br />

Lezama, Borges, Martí o<br />

Juan Ramón Jiménez.<br />

Jo s é ra m ó n sá n C h e z<br />

Perteneciente a esta<br />

generación (de los años<br />

60), y aunque publica<br />

toda su obra fuera de<br />

Cuba, sobresale la poesía<br />

de José Kozer, uno de<br />

los mejores poetas de<br />

la segunda mitad del<br />

siglo, quien transita, en<br />

sus pri-meros libros, por<br />

el conversacionalismo<br />

lírico, aunque desbordó<br />

p o s t e r i o r m e n t e e s a<br />

filiación.<br />

en r i q u e sa i n z<br />

9


historia de la persecución está latente en la cifra del antebrazo;<br />

en la superficie de la piel está el dolor del genocidio. Pero<br />

simultáneamente, como ya dije antes, el laberinto de las<br />

letras y de los números, muestra una conciencia fascinada<br />

por el resplandor de la creación en la palabra escrita. Estas,<br />

después de todo, son las obsesiones a las que Kozer vuelve<br />

incansablemente.<br />

10<br />

Irvine, California, 25 de diciembre, 1996<br />

*Nota introductoria al libro AAA1144, de José Kozer. México: Editorial<br />

Verdehalago, 1997.<br />

Ilustración<br />

♣<br />

Contemplo<br />

-por turnoscomo<br />

soy<br />

-por turnosmártir<br />

o brutal.<br />

Así, aprendo, por turnos.<br />

Abusé. Fui abusado.<br />

Jo s é Ko z e r.<br />

Paso los dedos por la cara antes de mirarme al espejo.<br />

Recorro las marcas<br />

para saber quién ha amanecido.<br />

Se amanece mártir<br />

o se amanece animal.<br />

Se despierta saco de arena<br />

donde los otros golpean.<br />

Dolor abdominal intenso,<br />

ojos de perro triste, aliento que se corta.<br />

Al clareo, se rompen los puños contra el fardo.<br />

No le creas al saco de arena si gime.<br />

No te creas si te parece que al saco le han salido ojos.<br />

Se despiertan los sentidos en la mañana<br />

y las secreciones vuelven la mirada salvaje.<br />

Tela de araña en los ojos de la bestia.<br />

Tela de araña,<br />

tejido de atrapar y cazar.<br />

Hocico reseco que planea la caída de otros.<br />

Abusé, dijo quien cose delicadamente las costuras del<br />

país.<br />

Si el sastre abusó<br />

¿por qué no habría de abusar yo?<br />

La diferencia entre el sastre y yo es mínima.<br />

Él hace dobladillos al país.<br />

A mí me penetra la aguja en los huesos.<br />

Soy mártir cuando el sastre cose,<br />

sacrificada, como él, soy,<br />

por el deseo de zurcir la ropa-Isla,<br />

la tela-piel,<br />

la frente-ala de sombrero.<br />

Fui abusado, dice el sastre<br />

mientras dedica horas enteras<br />

al aprendizaje de las patas de gallina.<br />

Piel de gallina oscurecida se les pone a los otros<br />

cuando despunto bestia,<br />

animal sin cuna ni remedio.<br />

Racimo de pesadillas envuelve a los sacos de arena<br />

antes del amanecer.<br />

Manojo de miedo sólo de pensar en mí.<br />

No quiero creerles cuando veo que le asoman ojos.<br />

Como no quiero, no les creo.<br />

Ah! potencia de los verbos.<br />

Ah! desteñido manual del español correcto.<br />

Pero cuando descubro los sacos empapados de sudor,<br />

doblados sobre su panza sílice, desinflados,<br />

y miro la arenisca saliendo<br />

igual que fluye el orine de los cuerpos que van a morir,<br />

cuando empiezo a conocer la idea de la culpa,<br />

ya deshice las costuras,<br />

rompí las agujas y sólo dejé a mis espaldas<br />

costales agujereados e inservibles<br />

que nadie, ni el sastre mayor<br />

podrán recomponer jamás.<br />

Ya es tarde, ya abusé,<br />

y eso como la muerte, el vómito o la lluvia,<br />

no regresa, no vuelve atrás, es irreversible.<br />

Sólo queda ser abusada,<br />

sentarse a esperar el turno de ser mártir.<br />

Laura Ruiz Montes


Adolfo<br />

Castañón<br />

D<br />

e dónde son los poemas del poeta hebreo-habanero<br />

y eslavo americano José Kozer es un opúsculo o breve<br />

libro compuesto de 12 capítulos, y de 43 páginas,<br />

editado en México por Ácrono y Libros del Umbral. Es<br />

un silabario escrito en prosa por un poeta. Su lectura<br />

me ha hecho recordar la frase de Jean Paulhan, el<br />

crítico francés, quien decía que en nuestro tiempo se<br />

llama poetas a los buenos prosistas y prosistas a los<br />

malos poetas.<br />

Más allá de la ocurrencia, el libro que hoy<br />

saludamos pone sobre la mesa de la conversación<br />

diversas cuestiones: la primera es, por supuesto, la<br />

que anuncia el título muy cubano de este poeta muy<br />

de la Antilla Mayor que hace eco al famoso son “Mamá<br />

yo quiero saber de dónde son los cantantes…”<br />

Dejo para el final de esta página esa primera<br />

pregunta: “Mamá: de dónde son o de dónde vienen<br />

los poemas”. La segunda cuestión que acarrea entre<br />

sus líneas esta trama entre lírica, circunstancial y<br />

reflexiva es la de las relaciones entre verso y prosa<br />

que pueden atravesar la vida de un poeta de tiempo<br />

completo como resulta ser el legendario y ubicuo José<br />

Kozer. Nuestro amigo, como sabemos, es un grafófilo<br />

o grafofílico, según el mismo se ha definido y, dentro<br />

de esa grafofilia su pendiente mayor, su vertiente más<br />

pronunciada es la que lo orienta hacia el poema…<br />

El poema entendido, de un lado, como un hecho y<br />

un ente concreto y del otro, como una inteligencia,<br />

una idea o arquetipo que todos los días lo llama y<br />

convoca para sacarle punta y afilarse a fuerza de<br />

escribirse a sí mismo y, al hacerlo, a fuerza de escribir<br />

a nuestro amigo y autor. Desde esta circunstancia,<br />

cabe preguntarse por qué o cómo, desde cuándo y<br />

desde dónde le ha dado al poeta Kozer por escribir<br />

en prosa o desde cuándo le ha dado a la prosa por<br />

escribir al poeta José Kozer.<br />

Quien esté algo familiarizado con su quehacer<br />

sabrá que nuestro amigo y maestro –ya se sabe todo<br />

hermano es un maestro y un tirano-, además de haber<br />

escrito, revisado y pasado en limpio varios miles de<br />

poemas, ha practicado a lo largo de las décadas y<br />

lustros el arte del registro cotidiano a través de un<br />

diario cuya publicación parcial tuvimos la fortuna<br />

de ver en México en Una huella destartalada, obra<br />

singularísima editada por Aldus que pasó casi<br />

inadvertida de los lectores. Además, José Kozer<br />

es un formidable y temible, adorable y necesario<br />

corresponsal y escritor de cartas, capaz de asumir<br />

el reto de sostener una correspondencia cotidiana<br />

con un ejército de correspondientes, como si fuese<br />

un espadachín de la época de los tres mosqueteros,<br />

un escaramouche del verbo y un esgrimista de<br />

Seis mil seiscientos cincuenta poemas<br />

en busca de José Kozer, su autor*<br />

la conversación que sabe bailar y pelear,<br />

escaramuzar con una turba de acechantes<br />

macehuales. Así que, viéndolo bien, no es<br />

tan extraño que José Kozer quiera entrar a la<br />

literatura o a la poesía por la puerta de hueso<br />

de la prosa, pues ya venía haciéndolo desde<br />

la puerta de marfil del sueño y de la fantasía.<br />

Además, también habría que preguntarse<br />

hasta qué punto, en la médula de su juego<br />

poético, se da o no un columpio entre prosa y<br />

verso, marcha y danza o entre vigilia y sueño,<br />

diría Paul Valéry. Pero que un poeta empiece<br />

a escribir en prosa cuando se va haciendo<br />

sexagenario (sexy-sexa…, se diría en francés)<br />

indica de algún modo que está consciente<br />

de su condición de conscripto, es decir de su<br />

disposición a marchar… hacía la otra orilla…<br />

Hechas estas consideraciones previas, el<br />

lector ya puede situar mejor las páginas que<br />

hoy nos saludan.<br />

¿A qué género pertenecen? ¿Cuál es el<br />

lugar desde donde el autor-cantor pregunta<br />

o enuncia “De dónde son los poemas”? El<br />

género literario en el que yo inscribiría estas<br />

meditaciones y ejercicios es el de la poética o<br />

auto-poética, como aquel folletito de Raymond<br />

Roussel titulado De cómo escribí algunos libros<br />

míos. También cabría situarlo en el género<br />

del auto-retrato, un auto-retrato no tanto<br />

con paisaje o con naturaleza muerta sino<br />

con radiografía, ultrasonido y resonancias<br />

magnéticas, pues que el viaje a que nos invita<br />

nuestro amigo y maestro no es cuerpo afuera<br />

sino mar adentro, cuerpo adentro, tiempo<br />

adentro, lenguaje adentro. El lenguaje como<br />

tema y autor de Kozer, Kozer como víctima de<br />

“toda la infecciosa posibilidad del idioma” (p. 9)<br />

Y cabría preguntarse: ¿Cómo leería a Spinoza o<br />

un lector/traductor suyo este libro que parece<br />

ser como una demostración lírica de la Ética<br />

demostrada según el orden geométrico?<br />

El poema viene, nos dirá José Kozer,<br />

principalmente de dos polos: del movimiento<br />

peristáltico del intestino y de la mosca o de<br />

las moscas. De hecho, entre el movimiento de<br />

dilatación y de contracción del tubo digestivo<br />

y el compás del zumbido de la mosca podría el<br />

lector crítico adivinar un armónico, es decir un<br />

sonido tercero, inmaterial pero real. Ese sonido<br />

que tercia sería el poema, diría el lector del<br />

Castañón que lee a Kozer. Pero ¡cuidado! ese<br />

movimiento de intestino es también oscilación<br />

La poesía de José Kozer se<br />

sitúa en el mismo centro<br />

de la expresión cubana<br />

universal. Es una ilusión<br />

decir poesía de dentro o de<br />

fuera de la isla. Pero Kozer,<br />

que podría haber escrito en<br />

la lengua de Shakespeare,<br />

decidió dejar sus marcas en<br />

la de Cervantes, y, dentro<br />

de ella, en la de una de sus<br />

múltiples islas, Cuba. El<br />

hijo pró-digo es la criatura<br />

errante, es la más que-rida<br />

porque está siempre en la<br />

lejanía, pero es también<br />

la que regresa. Es Odiseo<br />

y es Nadie. Ahora Kozer<br />

ha regre-sado, luego de<br />

cuarenta y dos años de<br />

ausencia.<br />

Ya no podremos decir,<br />

como Martí de Casal:<br />

“Murió el pobre poeta y no<br />

lo llegamos a conocer”.<br />

Se puede sentir a la isla,<br />

como Eliseo, “rodeada de<br />

Dios por todas partes”,<br />

como Virgilio, lo que no<br />

es sino el envés y el revés<br />

de una isla eterna y, a la<br />

vez, imposible. Alguna<br />

vez escribí que Kozer es el<br />

hijo pródigo de la poesía<br />

cubana.<br />

Jo r g e lu i s ar C o s<br />

11


sintáctica y esa mosca será también una categoría interior que<br />

lo acompaña siempre como una de esas máculas, manchas o<br />

moscas en la retina que constelan ojo adentro la mirada enferma<br />

dándole de propina un asiduo arcoiris.<br />

El tratadillo, pliego opúsculo, trae sal y salero, condimento<br />

y comentario y, aunque se lee en un breve lapso temporal,<br />

hay que releerlo, rumiarlo y rumiarlo para poder degustarlo<br />

como esos sabores que en apariencia inocuos van seduciendo<br />

las papilas gustativas y dejando en esas papilas del gusto su<br />

inapresable huella destartalada. Por último, digamos que<br />

el ADN del idioma lírico en verso de José Kozer no es muy<br />

distinto de la doble hélice en que se codifica su lenguaje en<br />

José<br />

Kozer<br />

Divertimento<br />

E<br />

12<br />

prosa: un mismo idiolecto o kozerolecto los crucifica en su<br />

trama, una misma pasta o mezcla de dos tiempos y modos se<br />

alterna en la corriente de su festiva y reflexiva electricidad.<br />

(Escritorio/Cuba/José Kozer) 1ª versión: 26/03/07. 2ª versión:<br />

27/03/07. 3ª versión: 27/03/07. 4ª versión: 27/03/07. 5ª versión:<br />

28/03/07. 6ª versión: 29/03/07.<br />

*José Kozer,<br />

De dónde son los poemas,<br />

México, Ácrono Producciones y Libros del Umbral, <strong>2007</strong>.<br />

stoy tumbado, entre unos arbustos, los bolsillos llenos de acerola, me infundo juventud (infusa)<br />

quiero recuperar<br />

hogaño aquel vigor, el chino escribe<br />

y escribe, dice y redice que la escritura<br />

es vanidad: córtate las manos, chino,<br />

no me jodas. Digo y redigo, sin ser<br />

chino, que no es vanidad la escritura:<br />

es escritura. Y dice el chino que no<br />

hay nada detrás de la escritura, le digo<br />

al chino que hay escritura y que no me<br />

joda, ni por delante ni por detrás (mira<br />

que ponerse a escribir para decir que no<br />

hay escritura) (ya apesta el chino): una<br />

acerola a la boca. Y me meto en el agua<br />

chupando mamoncillo, bien sabe el chino<br />

la perfección que se alcanza al combinar<br />

lo dulce con lo salado: yin con yang,<br />

yinyang. Tumbado, entre unos arbustos,<br />

el agua al cuello, los bolsillos repletos de<br />

acerola, chupando mamoncillo, escribo,<br />

chino, sin empacho: agujas y cardúmenes<br />

de peces cosquilleándome los flancos y<br />

tobillos, chino, me moriré y me crecerán<br />

las uñas, los cabellos, y la escritura (¿qué<br />


te parece?). Con las botas puestas. Hogaño<br />

y hogaño escribir, donde no hay nada es<br />

en el más allá. I challenge the gods, you<br />

too (Yu Tu, ¿nombre del chino?). Por<br />

supuesto que desafío a unos dioses<br />

secundarios, con el capo mayor (campeón<br />

de la abstención) no me meto. Cada cual<br />

a lo suyo: no escriba más el chino, calle<br />

Dios, y yo a seguir haciendo de escriba.<br />

Irrevocable. Un retortijón, y escritura.<br />

Pujo y escribo (inacción, y escribiré). No<br />

hay otro modo de estar en dos sitios a la<br />

vez: recogiendo acerola, fumando pipa a<br />

lo Rimbaud, y metido en el mar chupando<br />

mamoncillo. Chupo y cuento ovejas, las<br />

agujas me picotean los flancos, me voy<br />

llenando los bolsillos del lado de mi pareja<br />

(a medias Guadalupe, a medias mi propia<br />

sombra) de qué: me hago listas y listas de<br />

palabras en la cabeza. Hoy tocan palabras<br />

de sabor arcaizante, chapín, ponleví, hilo<br />

torzal, coturno, soturno, chapón, chambón,<br />

si llego a veinte me doy por contento. El<br />

chino dejó de leer, yo en su nombre<br />

recrudezco lectura y (en sumidad)<br />

escritura: ¿una vanidad? Caray, mejor<br />

que, pongamos, la vanidad de las<br />

chorreras (corbatas de seda con lunares)<br />

pelucas dieciochescas, los asuntos de<br />

Palacio, y la verba desmadejada, bien<br />

que lo sabe el chino (en carne propia)<br />

de los políticos. Quitémosles el piso<br />

escribiendo. Arrinconémoslos, con<br />

escritura. Quién quita que hasta<br />

podamos extirparlos de cuajo de la<br />

faz de la tierra. Auguri. Aseguro que<br />

el primero en aplaudir sería el chino.<br />

Escritura, y a escribir se ha dicho:<br />

atacar la jauría discursera y oratoria,<br />

ora clanes absolutistas ora taifas<br />

invocando el paquete de la democracia.<br />

Ya. Dejemos de comer bola, dejemos a<br />

Dios, al chino, a los miembros del Senado,<br />

fuera. Dios es un sueño, dueño y Señor<br />

de Su sueño; el chino, a escribir que escribe<br />

que no va a escribir; y al Senado, dar la<br />

espalda, soltarle un sonoro viento compuesto<br />

de un platazo de frijoles negros. Yo, en mis<br />

trece (reconozco ya empiezan a ser doce)<br />

me infundo vigor, hago hogaño (la prueba<br />

es fehaciente) escritura: remedo, recalco,<br />

ajo (nada mejor) (ajado yo también). Un<br />

gusto llenarse los bolsillos de acerola,<br />

chupar una mano de mamoncillos metido,<br />

el agua al cuello, en el mar: soltar un<br />

gargajo, buen pedazo del ser interior,<br />

ahí, ver al pez que llamamos aguja<br />

acudir, zampárselo en un tris.<br />

Divertimento<br />

T<br />

e vas a romper la crisma, y nunca (ya lo ves, madre)<br />

me la rompí.<br />

Resulté más astuto que tú y todos los tuyos, y no tuve<br />

que abrir una tienda, de profesión hacerme abogado<br />

(buscapleitos) casarme con<br />

tu elegida (Cira) (Abramowitz<br />

Kaplowitz): está hecha un<br />

primor, más amarilla que un<br />

cirio, ictericia en figura de<br />

nazareno.<br />

¿Cómo era aquello que tanto recomendabas de hacer<br />

dinero, y acabaste pelada, en la pura fuacata?<br />

Mucho hablar<br />

y poca nuez. Yo, al revés: a la<br />

chita callando, un fen por aquí,<br />

un quilo prieto por allá, dos o<br />

tres rupias escondidas bajo<br />

el colchón, hucha a hucha<br />

(hachazos, y al banco) y me<br />

fui forrando: y aquí me tienes,<br />

un paco de pesos en el banco,<br />

montura de carey, cada dos días<br />

se cambia el contenido (ikebana)<br />

del jarrón del salón, la colección<br />

de kimonos de seda valorada en<br />

un huevo, como nunca quieres<br />

perder dirás que todo se lo debo<br />

a tus enseñanzas.<br />

Diré que es cierto, y santa paz: ganaste. Yo, me libré de<br />

Cira (porcina). Del litigar. Del lucir traje los<br />

viernes a la<br />

caída del sol en las sinagogas<br />

de Dade County. Me libré de<br />

la ictericia y del estreñimiento<br />

con que Dios carimbó a su<br />

pueblo. Tras taparme los oídos,<br />

hacer caso omiso, escogí el<br />

camino de la pepa y bartolo,<br />

ese vericueto que me llevó ora<br />

a las naves zarpando de Venecia<br />

a Oriente, ora a las vestales de<br />

Delfos que se te entregan en un<br />

13


cine barato (última fila) (se te<br />

montan, y es tal su experiencia,<br />

que nadie se entera): a ver,<br />

¿dónde pongo el cine? ¿La<br />

Habana o Estambul?<br />

Por supuesto que en ambos lugares. No pudiste, ya lo<br />

ves madre, controlarme ni el caletre ni la<br />

imaginadera, esa<br />

mamadera que me dio el ser,<br />

coartada a coartada: cuántas<br />

veces resistiéndome a lo pepe,<br />

me empeñé en seguir mi camino<br />

(ya acaba). El tuyo acababa y lo<br />

veías con buenos ojos, no te<br />

implicaba nada morir, estabas<br />

harta, harto deseabas irte, o tal<br />

fingías a tal extremo que ya te<br />

lo creías. Ahí, ganaste: lo que<br />

soy yo, ya ves, gato tripa arriba,<br />

a cada rato, por dentro (para que<br />

nadie se entere) a Dios le suelto<br />

una jeremiada pidiéndole larga<br />

vida, a como sea: más (existencia)<br />

más. Estoy seguro que no se entera<br />

de mis lágrimas negras, Dios no<br />

está ahí concediendo a cada hijo<br />

de vecino larga vida como si no<br />

tuviera otra cosa que hacer: no la<br />

tiene.<br />

Resultado: ni vencedor ni vencido, no hubo batalla,<br />

todo fue cuestión de palabras, un somero<br />

malentendido entre<br />

dos personas hijastras de la<br />

sinvergüencería de Dios: su<br />

gran atributo, divertirse, a<br />

costillas de la costilla del<br />

padre Adán, y de un dolor<br />

de barriga inaguantable unas<br />

horas de madame Eva paridora.<br />

Lo demás, del buitre, del verme<br />

y su insaciable gula de carne.<br />

De mis progenitores y sus<br />

consanguíneos ya comió. Ahora<br />

me toca a mí. Muriendo, me estoy<br />

divirtiendo de lo lindo escribiendo,<br />

gusano, toca aquí, ven a manducar<br />

este condumio final compuesto de<br />

quiste, enfisema, córneas duras,<br />

esclerosis galopante de la cabeza,<br />

seborrea, arriba, ataca bicho<br />

fiestero, líbrame de una vez de<br />

tanta uña, tanto pelo, células<br />

tiznadas en que se volvieron,<br />

madre, tus admoniciones.<br />

14<br />

Divertimento<br />

A<br />

mí me parece<br />

que no hay ni esferas ni dragones, no hay música celeste<br />

ni esfinges, ha sido un cuento de camino, tal, que<br />

empiezo a desconfiar la<br />

existencia del unicornio<br />

en los tapices.<br />

Qué hay qué<br />

hubo buenos días cómo le va cómo la ve qué buenos<br />

vientos lo traen por aquí dichosos los ojos cuánto<br />

tiempo salud saludos<br />

bienvenido todo igual<br />

por acá el cuartico igualito<br />

qué se hizo qué se hicieron<br />

adiós no hasta luego hasta<br />

los huevos por esta calle<br />

señor no pasa nadie.<br />

Vivir en una<br />

gran ciudad, copia fidedigna de aquél que fui, no sé nada<br />

de él, aquél que copie a aquél sepa que nada supo<br />

de sí: sumirme en una<br />

avenida poblada de<br />

jacarandas en flor, robles,<br />

sauces, las aceras (veredas)<br />

(banquetas) alfombradas de<br />

sámaras y amentos, ir<br />

contento entre el tumulto,<br />

las luces de colores primarios,<br />

música descuartizando el oído<br />

interno, a mi túmulo.<br />

Esto sí es<br />

vida: ni Dios ni padres ni carrozas ni lechuzas que<br />

infundan miedo, sólo el peculio fíjate qué fajo del<br />

bolsillo izquierdo,<br />

y mañana también habrá para invitar,<br />

ligar, y sobre todo, para hacer cuanto<br />

silencio, sabrosura, me dé la gana:<br />

nada que justificar. A naide. A mí me<br />

parece que ya no hay naide, por ende,<br />

sabrosura, en rigor, nada que justificar.<br />

No hay náyades ni ondinas, la chiquilla<br />

de enfrente se me corrió con otro, y<br />

aunque tú me hayas dejado en el<br />

abandono, no lo padezco: hace poco<br />

recibí la prerrogativa de vivir exento,<br />

no vale la vida (irreal) un real.<br />

Un instante<br />

infausto no amerita preocuparnos toda una vida: me<br />

parece que no hay barreras en cuanto nos suelta la<br />

amarra dura y


esquemática del exoesqueleto. Lo<br />

podrido está unido, fondo y forma,<br />

a la Nada. Y ahí, en un tris, ni mu<br />

ni na. Pis. Zas. Ni uf ni bah. Ni lo<br />

que mis ojos verán, ni na de na.<br />

Otro pollo (más) al hoyo (pena<br />

que no fuera al bollo). De modo<br />

que, cómo le va, buenos tardes,<br />

buenas sean, buenas se las dé<br />

Dios, cómo no, hasta más ver<br />

o no ver, qué hay que ver, vaya<br />

a saber, hay que ver que no hay<br />

nada que ver (¿está seguro?)<br />

(¿seguro, yo?) seguro que son<br />

las nueve y sereno, farolero, me<br />

estoy quedando dormido, a la<br />

vera de este rostro calavera,<br />

iguana surcada de arrugas, a<br />

las seis por seguro despierto<br />

(¿está seguro?) café, buenos<br />

días, qué tal, ¿otra vez<br />

somos tres?<br />

Divertimento<br />

M ientras pueda. Y luego ya veremos. Siempre hay<br />

recursos. El teólogo dizque morir habemos (eso en<br />

latín es parecido)<br />

(¿a qué bajó la voz?) (que lo proclame a<br />

los cuatro vientos, yo estoy listo) (listo<br />

y para la fiesta) (vísceras cancaneando)<br />

(inapetencia) (ganas de no) (no me<br />

refiero al teatro clásico japonés) (¿qué<br />

teatro japonés no es clásico?): y si morir<br />

habemos, lo demás es pan comido.<br />

Tostado. Irlo masticando a ciegas cual<br />

un topo en su oscura madriguera. Pasa<br />

bolo el gaznate rumbo a su dispersión<br />

que de nuevo deviene centeno o quién<br />

quita que papa. Está bueno eso de morir<br />

para ser frijol. Frijol: un ente introvertido,<br />

edificante. Un contribuyente. Un miembro<br />

indistinto de la negra legión. Ente puesto<br />

en lista negra de los colorados. Frijol que<br />

quizás, en un sentido recóndito, aún tiene<br />

el tamaño y color de mis ojos (sin duda<br />

tiene la forma de mi ano) (¿y si no vuelvo<br />

frijol cubano, qué?) (seré forraje de algún<br />

ganado o de un labriego hambriento tras<br />

la brutal faena) (de vapulear a su mujer)<br />

(me coma) (me excrete) (congrí) (excretado,<br />

revierta mi ser primero papa) (la florcita)<br />

(el fruto) (no ingerirlo) (el cacho tubérculo<br />

tenga el vigor de un testículo) (en mi caso,<br />

testículo y medio) (siendo papa no me<br />

comerán las ranas) (no te vayas por las<br />

ramas) (no he de ser pasto de ofidios)<br />

(tengo mi dignidad: nutrir a una manceba<br />

que me aplasta papa con su considerado<br />

tenedor dorado) (Oh manceba delicada)<br />

(me lleva sopla con toda consideración<br />

sopla a su boca boquita de coral) (papa<br />

me traga) (desciendo al Paraíso) (su<br />

gaznate acaricio) (paso bolo suave por<br />

su bello vientre) (en su ovario me tumbo)<br />

(beso y lamo su trompa de falopio) (falopio<br />

no puede competir conmigo): y al final<br />

(fin de cuentas y fin del cuento) (pase lo<br />

que pase y haya lo que haya) ese pedazo<br />

tozudo que muere (démosle por nombre<br />

yo) (me lo endilguen) (ahora él) (más<br />

tarde, ¿quién?) ya fue en vida frijol o<br />

papa (centeno a veces) bagazo (zupia)<br />

hez (del) buche (dizque) Divino.<br />

Uno ha trabajado y<br />

trabaja, en solitario, a ciegas,<br />

y aprende, saca al exterior de<br />

los MISTERIOS PROPIOS,<br />

algún retazo: y un buen<br />

día los amigos te dan un<br />

fuerte ABRAZO y el cuerpo<br />

ESCUCHIMIZADO y ya<br />

medio ido siente contento:<br />

UN CONTENTO<br />

ULTERIOR.<br />

15


Se mira desde los ojos de diez millones de seres que se levantan<br />

en diez millones de rincones y se encuentran en diez millones<br />

de espacios y tiempos diferentes, confrontando su vida presente,<br />

pasada y futura. Y cada cual mira la Isla con sus veinte millones<br />

de ojos, con sus 600 millones de dedos, que la palpan, la<br />

reconoce con sus huellas dactilares, con sus pies, que son<br />

diferentes y caminan de manera diferente y desde diez millones<br />

de maneras de pensar. Porque no mira la Isla de la misma<br />

manera El Panadero que me despierta en las mañanas<br />

vendiendo el pan caliente, compitiendo con los otros tres que<br />

bajan y suben y se pierden con sus pregones, que son un canto<br />

a degustar la masa suave o la cortante corteza de las rebanadas<br />

sobre la mesa, ni tampoco el recogedor de basura colgado de<br />

la carreta de un tractor con sus malas palabras volando desde<br />

su boca, hasta el aire pestilente nube oscura, como auras en un<br />

16<br />

Ulises Rodríguez<br />

Febles<br />

La Isla<br />

desde<br />

adentro<br />

crítica li<br />

crítica<br />

crítica<br />

DESLINDES<br />

li<br />

crítica<br />

crítica li<br />

crítica<br />

crítica li<br />

crítica<br />

crítica li<br />

crítica<br />

crítica li<br />

crítica<br />

crítica li<br />

crítica<br />

ISLA<br />

ISLA<br />

ISLA<br />

ISLA<br />

ISLA<br />

cielo donde algún matarife mató una vaca para alimentar a su<br />

familia o para darse la vida (que es vivir), que no puede darse<br />

el médico de la familia que con sus ojos ausculta a un anciano<br />

con bronconeumonía que mira al especialista con compasión<br />

esperando una palabra de aliento, con unos ojos legañosos que<br />

tampoco son los ojos del que sale en las mañanas en su Lada<br />

a organizar el mercado campesino, que es su propio negocio<br />

y vende los productos al panadero, al médico y al viejito con<br />

las tos, a precios que ninguno puede pagar con sus bolsillos<br />

casi vacíos. Vendiendo los productos de un guajiro embarrado<br />

por la tierra y el agua que desde su casa, que puede ser de tabla<br />

de palma y guano o de mampostería, mira los sembrados con<br />

los ojos de quien debe cuidar su finca o su pedazo de tierra de<br />

las inclemencia del tiempo, de las plagas o de los ladrones que<br />

le pueden matar un animal que le quedará sobre el llano con<br />

solo dos perniles y una mirada perdida en el infinito, para no<br />

ver las moscas que la sobrevuelan, que a la vez no son los ojos<br />

del maestro que se pasó toda la noche preparando la clase<br />

donde El Quijote montado en su Rocinante sale a enfrentar<br />

entuertos y sale bien temprano para enseñar las asignaturas<br />

en un aula de niños “alborotados”, que también miran a su<br />

maestro con ojos que no son los de sus padres que pueden estar<br />

ahora mirando una gran mesa buffet en un hotel cuatro estrellas<br />

por donde pasan turistas que hablan los más diversos idiomas<br />

y aman a Cuba o no la comprenden o se quejan con su mirada<br />

de otras latitudes y a la vez miran al padre del chiquillo con<br />

cariño porque adoran a los cubanos, por aquello de la Isla de<br />

la Libertad o con recelo porque puede estarle robando algo de<br />

lo que ellos pagan, unas botellas de wüiski, por ejemplo, que<br />

da a la promotora de una galería de arte que ama el cine y sobre<br />

todo el filme polaco Cenizas y Diamantes, la pintura de Fidelio<br />

Ponce con sus matices en el blanco y dicta conferencias sobre<br />

la miseria del artista que acabó fulminado por la tisis en la<br />

sociedad burguesa, pero luego vende lo que el padre del otro<br />

chiquillo le trae para mantener el suyo para que no regrese<br />

protestando porque su amiguito bebe una deliciosa Malta<br />

Bucanero y pan con jamón en la merienda y él, pan de bodega<br />

con aceite (que jamás tiene masa, ni corteza dócil) y unas<br />

cebollitas blancas que le compran a Ramón El Trapichante;<br />

porque el niño no puede mirar con los mismos ojos del dirigente<br />

que va en su automóvil, con olor a pino de los Alpes en las<br />

alfombras chinas y con sus ojos mira a las personas aglomeradas<br />

en una parada, con las manos extendidas, excitadas, porque<br />

van a llegar tarde a su trabajo y ya son las 7: 30 a.m., pero no<br />

puede detenerse ni aunque el Amarillo o el Azul le extiendan<br />

su cartilla porque tiene una importante misión que cumplir en<br />

la más importante empresa productora de papas de la provincia<br />

para que los que ahora lo miran puedan probar un delicioso<br />

puré en las más diversas modalidades, aunque a veces no llega<br />

a las placitas del Estado, y debe seguir de largo ante la mirada<br />

del Amarillo que apunta la chapa y ve como se pierde en una<br />

curva y tiene que escuchar los rumores de la gente y las malas<br />

palabras y las quejas por el sol tropical que nos abraza y<br />

tropieza su mirada azul con la de una anciana que desde la


oscuridad brillante de su pupila habla de cómo repartía bonos<br />

del 26 cerca de aquel lugar y de cómo estuvo presa en la 7ma<br />

Estación y de cómo salvo la vida y se toca con uno de los más<br />

de 600 millones de dedos, una herida en el mentón que fue el<br />

golpe de un sicario de Batista y ahora tiene que llegar al hospital<br />

a un turno con el cardiólogo que es un ángel y reza por Fidel<br />

y maldice a los burócratas, a los demagogos, a los hijos de<br />

putas como el que acaba de pasar en un carro que es del pueblo<br />

y para el pueblo y seguro tiene una buena casa en un buen<br />

reparto y da charlas y discursos y se vanagloria de su carné<br />

rojo, que ella tiene desde los quince años porque se ha<br />

entregado toda la vida a la revolución. Y la viejita confía que<br />

ahorita pasará otro compañero en un automóvil y parará y<br />

mirará a las pobres gentes de su pueblo, negros y blancos y<br />

chinos y albinos sudadas desde por la mañana, ansiosos y<br />

maltratados por el bloqueo imperialista y abrirá la puerta<br />

chirriante para que monten en su auto destartalado, pero<br />

donde caben todos, porque también anduve a pie antes de<br />

tener este tareco de la era soviética que ahora me lleva a donde<br />

quiera, porque no hay mejor cosa que tener un carro del Estado<br />

y mira hacia delante, a la calle sucia, aunque se ve que hace<br />

poco un viejito jubilado de trabajar toda su vida en el puerto<br />

como estibador la limpió, la ciudad con las paredes descascaradas<br />

por el salitre, los edificios destruidos y mira los automóviles<br />

de alquiler, parqueados en la Terminal, donde un chofer que<br />

se llama Ramón cruza su vista con él, en un cherolevt verde<br />

que sale a la avenida, que se compró en los cincuenta y se<br />

mantiene en perfecto estado para poder recoger a los que están<br />

en la calle esperando un ómnibus que rara vez pasa y si lo hace<br />

está lleno, repleto, porque este cacharro aunque las piezas estén<br />

perdidas y no encuentre gasolina sigue siendo un buen negocio,<br />

como lo fue para mi padre que era chofer del ANCHAR y mira<br />

los ojos de un muchacho que mira a la vez el borde de sus<br />

dólares americanos en el bolsillo que irá a cambiar a casa de<br />

un socio, que se los cambia uno por uno, sin pérdida, porque<br />

con estos veinte sobrevivo y si voy al Crédito y Comercio me<br />

“embanco”, después de salir del trabajo frente a una computadora,<br />

recopilando datos económicos en una empresa de cultura y<br />

recuerda los ojos de su hermano, que está arrastrando en el<br />

tiempo una balsa hasta la playa y la mete en el agua y llora y<br />

se despide de él y le dice: me voy, aunque me ahogue y le<br />

enseña un tatuaje en el brazo donde hay una estatua, que no<br />

se parece a la de La Libertad y sus ojos, el del informático,<br />

miran con el rabillo a una muchacha que va por el malecón<br />

que a la vez no mira a nadie, solo imagina una casa, una casa<br />

para ella que a sus 38 no tiene nada que no sea ella misma y<br />

su cerebro que cree luminoso, o al menos más que el chofer de<br />

fulano, que vive vendiendo la gasolina, que el otro que vende<br />

ron chispa e tren, que el vecino que trabaja en el aeropuerto y<br />

siempre regresa cargado de comidas que ella no puede comprar<br />

si no bajan los precios, porque hasta el chocolate está caro y<br />

los huevos adicionales y ya no sabe que hacer, y por eso se<br />

deprime y se irrita aunque su cerebro sea más luminoso que<br />

el de su jefa y el del hombre que ahora se acerca y la observa<br />

con ojos resbalosos y le pide le compre de lo que lleva en la<br />

mochila y le enseña aunque ella no quiere, no porque no lo<br />

desee sino porque cuatrocientos pesos solo alcanzan para<br />

comer, malamente comer y se toca la cartera con diez pesos y<br />

lo esquiva, aunque el hombre insiste: De algo hay que vivir, y<br />

ella va ahora a un despacho para que le den una respuesta<br />

sobre lo que se le había prometido, a ella que es Vanguardia<br />

Nacional porque vive obsesionada con su trabajo, el más lindo<br />

del mundo, su vida y no puede ser como los demás porque<br />

está educada en la entrega, en el desinterés, en todos los sueños<br />

y verdades que se llevan dentro y nadie le puede quitar porque<br />

se muere. Una respuesta sobre un cuarto, uno pequeño, con<br />

una cocina, un baño y un lugar donde poner la cama; un cuarto<br />

en su cuadra, en un segundo piso, desde donde se ve la bahía,<br />

sin barcos, donde antes hubo muchos y los marineros paseaban<br />

en grupo, casi siempre hablando idioma ruso. El cuarto de uno<br />

que se fue porque le llegó el bombo, y antes trabajaba de policía<br />

en el Sector persiguiendo a los vendedores de pasteles del<br />

hospital de Maternidad, un jorobado y una vieja con cansancio<br />

en la mirada, que antes fue maestra de ella y del Perseguidor,<br />

mientras dejaba tranquilo a los verdaderos delincuentes y ella<br />

lo odiaba porque una vez le registró su mochila rota, su mochila<br />

con libros de Química Orgánica, sin una orden de registro y<br />

con una mirada desconocida, como si no recordara a su antigua<br />

jefe de colectivo, a la que le anudaba la pañoleta y le enseñó a<br />

cantar el Himno Nacional. Y ella cree que se merece el pequeño<br />

cuarto, aunque lo han pedido más de tres familias, entre ellas<br />

las de un combatiente de Girón que se está comiendo el cable<br />

por ser honesto, la verdad, por no querer manchar la sangre<br />

de su mejor amigo al que fulminó un disparo en el 60, porque<br />

si hubiera querido tendría una casa con aire acondicionado,<br />

con dos refrigeradores y dos televisores, hubiera tenido una<br />

moto bicicleta, siempre dice el pobre, pero entregué la llave a<br />

otro compañero que yo creía tenía más méritos que yo porque<br />

estuvo en todas las guerras y en todas las movilizaciones y<br />

porque la gente tiene que ser consecuente con lo que luchó<br />

hasta que la muerte nos lleve. Y en la inmensa cola encuentra<br />

cientos de ojos, ojos que la observan, la despojan de su ropa,<br />

un alucinado que repite mientras mueve sus ojos que vive fuera<br />

de un hospital psiquiátrico, porque después que le dieron el<br />

alta su hermano se adueñó de su cuartito y quiere volver a<br />

recuperarlo o que de nuevo lo lleven a la sala B, con su comidita<br />

y los cuidadores y las enfermeras, pero que lo dejen vivir en<br />

alguna parte que ahorita viene el invierno. Y también la mira<br />

un instructor del PCC, que estudió Historia en la Universidad<br />

con ella y dio el paso al frente, cuando el partido se lo pidió,<br />

aunque lo que más le guste en la vida sea investigar, porque<br />

cree en su sueño que es la revolución, porque los mártires tienen<br />

un sentido y la bandera, y porque su familia era una pobre<br />

muerta de hambre que vivía en el ingenio de un tal Marzol,<br />

que una vez quiso quitarle la tierra y cuando dice esto, con<br />

toda la pasión de quien quiso estudiar derecho, pero no le<br />

alcanzó el promedio, porque nunca entendió las matemáticas,<br />

o mejor dicho a su profesor de décimo que nunca quiso serlo,<br />

pero tampoco le alcanzó el promedio para ser diplomático en<br />

Singapur y cuando lo dice, otros ojos lo están mirando, una<br />

psicóloga, que piensa escribir un libro sobre sexualidad y como<br />

el sexo se manifiesta en los cubanos, un libro que estudie la<br />

anatomía y el mito del alto líbido de sus coterráneos, ¿leyenda<br />

o realidad? Y su vínculo con el béisbol, el deporte nacional,<br />

con la poesía y la dramaturgia, con su deseo por los senos de<br />

la que está hablando del apartamentito al que aspira, para vivir<br />

sola con su pequeña hija, que se llama Tamara, como su abuela<br />

rusa que dejó en Omsk, porque el ruso nunca se acostumbró<br />

a vivir en un solar, ni a degustar nuestra comida, ni a una<br />

suegra que gritaba que no le gustaban los bolos, ni los tractores,<br />

17


ni los camiones, ni las películas, ni nada y los senos le crecen,<br />

como dos naranjos y huelen a azahares y el olor les embriaga<br />

y piensa en la primera frase de su libro mientras la<br />

recepcionista los mira como si fueran hormigas que esperan<br />

salvarse en aquella cola interminable de personas que siempre<br />

sudan y han venido durante días a resolver sus problemas y<br />

ella los compadece y quiere ayudarlos con una sonrisa y una<br />

respuesta llena de dulzura porque hoy es la mujer más alegre<br />

de su vida, porque su hijo mayor acaba de implantar un record<br />

mundial en los 400 metros planos en Gotemburgo y ella lo<br />

vio por la televisión sonreír y lo vio toda la nación y la gente<br />

del planeta tierra y se lo dedicó a ella que siempre lo ha<br />

querido tanto y lo ha alentado y al Comandante Fidel, ahora<br />

enfermo, pero que se levantará de la cama y se unirá al pueblo<br />

en un canto colectivo y victorioso y ella comprende a su hijo,<br />

a aquel pionerito que siempre se escapaba de la escuela para<br />

irse a corretear por el barrio, pero según fue madurando se<br />

hizo más responsable y tiene la doble militancia. Y la<br />

recepcionista también está contenta porque su hija la más<br />

chiquita se va a graduar el lunes y va a quedarse en el<br />

Oncológico de La Habana, y será una buena doctora, de las<br />

que no maltratará a los pacientes y renegará de su profesión,<br />

una médico que ayudará a los pobres niños enfermos de<br />

cáncer y luchará por los medicamentos que los yankis no les<br />

quieren vender a los cubanos y nos cuestan una barbaridad<br />

y le sonríe, la recepcionista, caso raro, con una mirada de<br />

marejada del malecón a una señora que le acaban de dar una<br />

casa por buena trabajadora y quiere salir rápido, lo más<br />

rápido, aunque ella le explica que el que tiene que atenderla<br />

no ha llegado porque está resolviendo el problema de una<br />

ilegalidad, de unos orientales que se metieron en una casa<br />

desocupada y ahora no quieren salir de allí y un señor canoso,<br />

la mira ofendido cuando la madre del deportista y la oncóloga<br />

mencionan la palabra oriental, porque él también lo es y se<br />

siente muy orgulloso de serlo porque en su Villa de Baracoa<br />

los árboles radiantemente verdes y los cocoteros y el cacao y<br />

las mujeres y los puercos se ceban con masa de coco y si no<br />

llega a ser por su hijo que se casó con una muchacha muy<br />

buena que es ingeniera y está construyendo un puente o<br />

diseñándolo para cruzar sobre el mar, y hacer las distancias<br />

más cortas en la ciudad y ahorrar combustible, él no hubiera<br />

dejado su casa desde cuya ventana se miraba el yunque de<br />

Baracoa y era camarero en el Hotel La Rusa y ahora custodio<br />

en un organopónico que él ayuda a revitalizar para que se<br />

parezca al del Reparto y todos puedan comer los vegetales<br />

a bajo precio y siempre, que es lo que debe hacer cada uno<br />

en su puesto de trabajo, hacerlo todo bien y no como el joven<br />

que ahora llega y que todos esperan y que mira con sus ojos<br />

de abogado los otros ojos que ahora lo miran solo a él y se<br />

cree Dios, porque él no es como la otra abogada que le dicen<br />

la Del Pueblo, sino que le cansa trabajar en este lugar pero no<br />

ha conseguido trabajo en una Corporación, aunque aquí le<br />

hacen regalos y se siente importante, entonces mira a la<br />

recepcionista que lo mira con odio y él le pide con la vista<br />

18<br />

que le pase el primero que es un escritor que va a pasar a su<br />

oficina a legalizar una casa que heredó de unas ancianas que<br />

su mujer y él cuidaron hasta su muerte y ahora la casa es de<br />

él, con el patrimonio bibliográfico que hay en sus libreros y<br />

que él donará a la Biblioteca Provincial para que todos puedan<br />

tener acceso a su biblioteca de Alejandría, pero el abogado<br />

mira a otros ojos que reconoce y por lo tanto sus miradas<br />

estallan cuando se encuentran como dos cometas y manda<br />

pasar a una joven, con unos ojos que miran al escritor casi<br />

con pena, pero definitivamente sin ella y él, poeta de la<br />

palabra, observa su cintura cimbreante y sus nalgas y los ojos<br />

se van tras ella y no se da cuenta que una señora, que entra<br />

maldiciendo con una escoba en la mano dice que no pudo<br />

resolver los espejuelos hoy tampoco y cierra la puerta y los<br />

deja en la oscuridad mientras limpia con su escoba, dándole<br />

en las piernas a todos, mientras los ojos se buscan y no se<br />

encuentran, más de sesenta ojos, que intentan adaptarse a la<br />

noche, hasta que la madre del deportista se levanta y la abre<br />

y el sol entra y los ojos de todos se encuentran, mirando de<br />

diferentes maneras y miran a los que por la acera pasan que<br />

los miran a ellos también: ojos de científicos, de constructores,<br />

de ingenieros, de chóferes, de niños, de putas, de militares y<br />

policías, de funcionarios, que chocan con los de un pintor,<br />

que los ha mirado a todos y se imagina con sus ojos, mientras<br />

espera que lo llamen en algún momento a aquella oficina de<br />

mal gusto, su próximo cuadro: los cuerpos expectantes de la<br />

gente que se mira, o mira algo, al infinito mientras un hilo de<br />

luz llega hasta el iris de su mirada y crece, radiante, para que<br />

todos puedan mirarse siempre, con sus ojos de diez millones<br />

de gentes, como el ojo inmenso y diverso de una nación, que<br />

se mira, se reconoce, se pregunta y responde y duda, desde<br />

millones de ojos.<br />

© la casa de Tribilín, Johan E. Trujillo<br />


Alfredo<br />

Zaldívar<br />

Digdora Alonso<br />

la edad de la poesía<br />

V olver a releer toda la obra publicada de Digdora Alonso,<br />

más que disfrute, ha sido un acto de redescubrimientos, de<br />

hallazgos, replanteos, rectificaciones.<br />

Hace ya más de veinte años, cuando apenas comenzaba<br />

a acercarme con temor a la vida literaria matancera, comencé<br />

a admirar su poesía. Por entonces publicaba yo una breve y<br />

efímera revistilla estudiantil en la que el poeta invitado de su<br />

único número, era ella. Allí, en un recortado trocito de papel<br />

apareció aquel poema que bien pudiera ser el arte poética de<br />

Digdora Alonso:<br />

Es una yerba,<br />

si la arrancamos<br />

estrujamos<br />

y echamos en la tierra raíces al aire<br />

las raíces van buscando el suelo<br />

y lo encuentran<br />

y se endereza<br />

y sigue creciendo.<br />

Es una yerba,<br />

una yerba que no tiene nombre.<br />

Una tarde me atreví a llegar al portal de la poetisa con un<br />

ejemplar de aquel impreso, avergonzado de haber publicado<br />

allí su poema, sin su consentimiento, por demás. Nunca<br />

olvidaré mi sorpresa ante la alegría casi pueril de Digdora<br />

al verse publicada en aquellos legajos. No esperaba tal<br />

agradecimiento. No recuerdo si oí algún consejo sobre mis<br />

textos, creo que nunca llegué a mostrárselos entonces. Sí que allí<br />

mismo, en ese jardín que lamentablemente ya no puedo visitar<br />

con frecuencia, escuché por vez primera, leídos por Digdora,<br />

poemas de algunos de esos libros inéditos, que habrían de<br />

esperar más de diez años para comenzar a multiplicarse en<br />

modestos volúmenes, insuficientes aún.<br />

Al celebrarse los 65 años de Digdora, escribí para el<br />

suplemento cultural Yumurí un breve artículo. Me atrevo a<br />

confesar que entonces no sentí tanta responsabilidad. Sería<br />

pretencioso decir que hoy dicto una conferencia sobre su obra.<br />

Ahora, si no más maduro, sí más viejo y consciente, vengo<br />

temeroso, como un humilde paje, ante la reina de estos juegos<br />

florales. Soy de nuevo el muchacho que llegó aquella tarde a<br />

su portal.<br />

Mi texto de hoy parte de algunas ideas fundamentales de<br />

aquel, ya retomadas en un coloquio posterior, pero reniego<br />

de algunas ideas allí expuestas, y por supuesto, me acerco a<br />

zonas muy importantes de una obra que en los últimos años,<br />

ha crecido en hondura. Hechas estas digresiones, permítanme<br />

entonces comenzar.<br />

Cuando en ese acto individual que es la creación solitaria<br />

del artista se gesta una obra de arte, hay no más que un<br />

engendro; el parto sólo se hace manifiesto cuando alguien<br />

puede verla, palparla, estremecerse. Sólo entonces ha nacido<br />

la obra porque comienza a vivir entre los hombres.<br />

Y que es un poeta sin un libro que lo prolongue, a través<br />

del cual pueda llegar hasta donde lo lleve su poder.<br />

No ha tenido aún Digdora Alonso la multiplicidad de su obra,<br />

sólida y resistente al decursar del tiempo, aunque a saber ya no<br />

es la poeta inédita de aquellos años en que la conocí.<br />

Además de los muchos opúsculos editados por Vigía, en<br />

1988 Ediciones Unión publicará su antología Como ángel cierto<br />

y diez años después, en 1998, Yo mi desconocida. Ediciones<br />

Matanzas que ya había publicado Casi invisible al atardecer y En<br />

los Márgenes del Diario, publicaría sus ensayos Para leer la rosa<br />

blanca y la edición total de Bajo el hongo en el 2002. Asimismo<br />

Vigía, que había publicado Bajo el cielo de adentro en 1994,<br />

publicaría en el 2001 sus dos libros para niños: Vanessa anda<br />

por ahí y Dany y el viento.<br />

Desde 1947 sus poemas han ido apareciendo en publicaciones<br />

periódicas, antologías cubanas y extranjeras, pero no es hasta<br />

1984 en que aparece Casi invisible al atardecer, una breve<br />

selección, que no un libro como tal, editado por la Sección de<br />

Literatura de la provincia. El libro revelaba la existencia de<br />

un poeta, que increíblemente había permanecido disperso,<br />

marginado, nadie sabe por qué oscuras circunstancias. Bajo el<br />

título de Nuevos poemas, aparecen en 1985, diez textos nuevos,<br />

sueltos en un sobre. Fue el primer conjunto de poemas que<br />

publicara Ediciones Vigía, quien hasta entonces sólo había<br />

editado modestísimos sueltos.<br />

Estos Nuevos poemas, su ascendencia, su descendencia,<br />

faltaban en la poesía cubana. Me refiero a los textos publicados<br />

en Casi invisible... a los Nuevos... y a los que irían apareciendo en<br />

publicaciones periódicas, con esa transparencia de lo hilvanado<br />

con los secretos aperos del poeta que sabe con qué fibras tejer,<br />

redescubrir en cada nudo, en cada tono que despeja, en cada<br />

atar de hebra, en cada hilo que desecha, un estupor inusitado<br />

y sin embargo terrenal y eterno.<br />

Y pensar que soy como esas arañas<br />

que colgaron sus telas<br />

de sillón a sillón<br />

donde nos sentamos a conversar<br />

o entre la lámpara y la mesa<br />

donde comemos<br />

a las que tantas veces<br />

llamé tontas, ingenuas<br />

y lamenté que no supieran nada de nosotros.<br />

A veces el poeta queda absorto ante esa magnitud de lo<br />

maravilloso sosegado, del misterio desentrañado sobria y<br />

tenuemente, o sobrecogido de extrañamiento.<br />

¿Cómo sabe el pavo real de su hermosura<br />

Y se mueve con tanta ostentación<br />

Que ha dado origen al verbo pavonearse?<br />

¿Cómo si cuando se ve en los espejos del agua<br />

no se reconoce<br />

y hunde el pico<br />

tratando de tocar al ave que lo enfrenta?<br />

Si nunca ha visto su cola haciendo la rueda<br />

¿Cómo sabe de su excelsitud?<br />

¿Cómo lo sabe?<br />

19


Digdora no ve el imán, sólo su atracción. Mira queriendo<br />

ver, diría Eliseo Diego. Imagina respuestas. Se inventa una<br />

microcosmogonía. Medita e inquiere. Se abre en su síntesis<br />

tremenda, que no tremendista, sumamente contenida,<br />

buscando el tamaño del mundo a través de un microscopio y<br />

ve así el lento transformarse de las cosas, que aparentemente<br />

extasiadas para el ojo común resultan además irreparables por<br />

inmediatas.<br />

20<br />

¿Quién eres tú?<br />

¿Quién eres<br />

florecita llamada Diez del Día<br />

que vive sólo unas horas más<br />

y ahora veo iluminada por la luna,<br />

descubriendo la noche,<br />

en desafío a la ley de tu grupo?<br />

Bella, bellísima,<br />

erguida y solitaria<br />

como todos los rebeldes.<br />

Al fresco vitral de estos versos se asoma penetrante el<br />

aliento humanista que tiene momentos de esplendor, cuando<br />

el entorno real y el poético –difíciles de discernir– se apresan<br />

en orgánica armonía. Devienen canto a la espacie, resueltos<br />

con los recursos de una sensible madurez y una sensibilidad<br />

madura, que son distintas cosas.<br />

Irisada y casi transparente<br />

tan delicada como pétalo<br />

o ala de mariposa<br />

la vi rodar sin peso,<br />

ignorada,<br />

hasta que llegó un niño<br />

y la alzó en júbilo.<br />

En un trabajo anterior sobre la poesía de Digdora dije que<br />

Bajo el Hongo pertenecía a una poética ya sobrepasada, incluso<br />

por la propia poetisa. Ahora refuto aquella especulación.<br />

Quizás deslumbrado por el lenguaje de Casi invisible… y los<br />

Nuevos poemas, no vi la correspondencia de concepto y hechura.<br />

Recuerdo que Digdora, con modestia me dijo: Quizás sea un<br />

lenguaje sobrepasado, pero yo ahora lo volvería a escribir<br />

así. Era a mediados de los ochenta. Ahora, ya en el siglo XXI,<br />

tampoco habría otra manera de escribirlo. Ella tenía razón. Libro<br />

escrito en 1971, finalista del Premio Casa de las Américas de<br />

ese mismo año, lo publiqué parcialmente en Vigía, en 1986 y<br />

he tenido otra vez la suerte de ser su editor, en su publicación<br />

total por Ediciones Matanzas, en el 2002.<br />

Se trata sin dudas de un libro inteligente. Pero qué sería de<br />

él si un ojo limitado sólo ve abstracción filosófica, matemática<br />

meditación, poesía cerebrosa.<br />

De ahí que esta ecuación<br />

E=MC 2 significa Dios<br />

y esta ecuación<br />

E=MC 2 significa Diablo.<br />

El ángel caído<br />

volvió a su patria original.<br />

Y el hombre<br />

más que Dios<br />

y más que Diablo.<br />

Martí, que tanto nos ha ayudado a comprender y develar<br />

nos dejó dicho que la imaginación “...es la hembra de la<br />

inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”. Y<br />

en otra parte dice: “Y para escribir el paraíso perdido no se<br />

necesitó más imaginación que para establecer los principios<br />

fundamentales de las curvas cónicas”. Nada más oportuno<br />

para encontrar las telúricas claves de este libro que estas<br />

luminosas citas. Bajo el hongo tiene la volubilidad del siglo<br />

XX. Si lo desnudas es amorfo. Por él pasa el amor; a veces lo<br />

penetra una caricia magnética que niega o la añoranza por<br />

lo nuevo y lo viejo que coexisten en este como en ningún<br />

otro siglo.<br />

Cuando se divulgó la fotografía<br />

de una gota de agua vista al microscopio<br />

inventamos el humor negro<br />

Aquí la poesía arriba a una estancia virgen, de una<br />

descarnada dialéctica. Aquí la síntesis no es el espacio real sino<br />

la observación abarcadora, milenaria. Siglos de pensamientos<br />

que no han sido reducidos a la expresión sugerente y mínima,<br />

sino que extendidos. Los recursos son los símbolos nuevos de<br />

una tecnología desenfrenada, desequilibrada a veces.<br />

Ahora que nos pueden caer cosas del cielo<br />

desde la invisible ceniza radioactiva<br />

hasta etapas de un cohete<br />

o cohetes enteros<br />

me acuerdo del maná.<br />

Un libro austero, rápido como ese corto siglo, no puede<br />

detenerse a contar las estrellas, que no están solas ya, sino<br />

con los satélites, los sputnik, y el poeta encuentra la forma<br />

de pintar un solo cielo, en única fusión, inarmónica aún. Un<br />

libro del siglo XX, un libro verdadero, es un libro de los siglos<br />

pasados y de los por venir. Su punto culminante, raramente<br />

lírico, puede que esté en estos versos:<br />

Y hasta hemos hecho hermosa la tierra que<br />

pisamos<br />

llena de pedacitos de vidrios de colores.<br />

La tierra brilla porque se rompen muchas<br />

botellas<br />

pero ya no podemos andar descalzos.<br />

Quizás la fuerza aparencial de este libro no<br />

esté en el lenguaje, ríspido a veces, drástico, descarnado,<br />

“antipoético”, sino en su primitiva nostalgia. Ese afán tiende<br />

puentes a la obra que Digdora Alonso va a escribir a finales<br />

de los ochenta, que sigue impresionándonos en los noventa<br />

y que en este nuevo siglo no ha dejado de escribir.<br />

Volviendo a releer Casi invisible... a la suerte de<br />

antología que es Como ángel cierto, libro publicado en 1988<br />

por la colección Contemporáneos, de la UNEAC, vuelvo


a contradecir la errática idea de que Bajo el hongo irrumpa<br />

la plácida armonía de aquel libro. Si bien es cierto que su<br />

lenguaje, su ritmo, su vigor narrativo, su tono conversacional<br />

es más evidente que el resto de la obra digdoriana, bien<br />

puede ubicarse en los cánones nunca bien perfilados del<br />

coloquialismo, al que se afilia la obra de la autora. Una obra<br />

cuyo lenguaje denota el profundo conocimiento de su idioma,<br />

y donde a pesar de su vasta cultura literaria y general, no hay<br />

rebuscamientos ni carga filosófica. Sus metáforas son las justas,<br />

no hay complicaciones tropológicas ni fabulación vacua, ni<br />

referencias librescas gratuitas. La síntesis, la contención, la<br />

claridad. Digdora conjetura, sugiere, pregunta, se pregunta.<br />

No hay la intención de dar respuestas.<br />

Su libro Yo mi desconocida, Ediciones Unión, 1998, escrito en<br />

los años noventa y del que publiqué un considerable adelanto<br />

en 1994 en Vigía, con el título de Bajo el cielo de adentro, es síntesis<br />

de síntesis. La observación abarcadora, inteligente, reposada<br />

en la sabiduría, la intuición y la cultura, viene a develarnos lo<br />

insólito. Es el asiento sobre la madurez. Su introspección en el<br />

mundo de la invidencia es conmovedora:<br />

Qué puedo decirle yo del fuego,<br />

de la llama donde se suicidan las falenas,<br />

de la luz del mundo<br />

si lo miro asombrada como un niño<br />

como el primer hombre que vio saltar la chispa de<br />

los pedernales.<br />

Miro su cuerpo de luz sin forma descriptible<br />

y no le puedo decir siquiera: pon tu mano.<br />

Bajo este cielo podrían caber todos sus libros, por distintos<br />

que nos parezcan. Véanse sus poemas de los años cuarenta<br />

y cincuenta, sus poemas dispersos no recogidos en libros, los<br />

publicados en plaquetes y revistas, los inéditos. Una obra<br />

coherente que la defiende como una voz alta y auténtica de<br />

nuestra literatura.<br />

el mar<br />

el mar<br />

el mar<br />

el mar<br />

el el mar<br />

el mar<br />

el mar<br />

© esperando, Johann E. Trujillo<br />

Callaste<br />

y el milagro quedó en deuda con el hombre<br />

¿Nadie te preguntó?<br />

¿Los hombres te recibieron como si no hubieras<br />

nuerto?<br />

Y tú... callaste.<br />

Tú, el hombre más sabio,<br />

dueño del gran secreto<br />

callaste.<br />

el mar<br />

el marrrr<br />

Los estudiosos de las tendencias posmodernas, de los<br />

juegos intertextuales y paratextuales, encontrarían temas<br />

de estudios, en libros como Bajo el hongo, Anaquel o o En<br />

los márgenes del Diario. Aún tratándose de libros cerrados,<br />

temáticos o monotemáticos más bien, van a tender puentes a<br />

las más actuales y diversas corrientes.<br />

Jean Valjean de pueblo en pueblo<br />

atraviesa Francia<br />

Cósete sigue cargando agua<br />

para el figón de los Thenardier,<br />

pero le han enseñado un poco de inglés<br />

para que se entienda con los turistas:<br />

Please, Mister.<br />

Porque Digdora Alonso ha logrado con inteligencia y<br />

sensibilidad, con pasión y mesura, con cultura y sabiduría un<br />

sistema poético que no se ha propuesto construir, que ha ido<br />

inconscientemente creciendo y dominándola, y que ella ha sabido<br />

someter, mucho más allá del oficio y la madurez. De ello da muestra<br />

Contemplaciones, publicado en 2004 por Ediciones Unión en su<br />

colección Contemporáneos. El apacible título es un engañoso<br />

parapeto tras el que se esconden subversivas nociones de<br />

la historia del hombre, de su leyenda, en un ejercicio de<br />

especulación poética que inquieta por su inteligente esplendor,<br />

su agudeza imaginativa, su imantación. Contemplaciones<br />

de naturaleza culterana a través de un caudal lírico que<br />

resemantiza las canónicas miradas hacia lo ancestral, lo para<br />

algunos insoslayable. Por ese curso inagotable corre la obra<br />

de esta “mujer de pensamiento” a la que la poesía se hace aún<br />

raramente dócil.<br />

Su obra, que no ha tenido la atención de la crítica, ni de las<br />

editoriales, sí ha sido reconocida y elogiada:<br />

El poeta, narrador y ensayista Aramís Quintero, refiriéndose<br />

a los poemas de Casi invisible al atardecer nos dice:<br />

Hay en el libro poesía, autenticidad, delicadeza<br />

y penetración; esto es siempre motivo de<br />

agradecimiento.<br />

Y el poeta y editor Luis Marré:<br />

Hemos sido injustos no dando a esta obra el lugar<br />

que sobradamente merece. Cualquier literatura se<br />

sentiría orgullosa de esta mujer que sientey piensa<br />

con su tiempo.<br />

Rolando Estévez ha dejado en su breve prólogo a Yo, mi<br />

desconocida:<br />

Digdora Alonso ha aportado a nuestras letras algo<br />

más que una obra sólida: una obra única. Y sigue<br />

demostrando que pensamiento y emoción, dos<br />

magnitudes tan necesarias a nuestra época, bien<br />

pueden enyuntarse y andar el largo tiempo de la<br />

poesía...<br />

Quiero finalizar este breve saludo a la obra poética de<br />

Digdora Alonso con estas palabras de Dulce María Loynaz:<br />

A usted puedo llamarle también poetisa porque lo es<br />

y en realidad ya son pocas las que lo son, al menos<br />

para un juicio exigente como el mío. Es raro que a su<br />

edad pueda escribir poesía tan fresca y nueva.<br />

Digdora, como dije ya hace más de quince años, no va camino<br />

de la senectud poética, esteril por añadidura. Ella nos sigue<br />

entregando su poesía, bien lo diría Dulce María Loynaz: fresca y<br />

nueva. Vuelvo a aseverarlo: tiene la edad de la poesía.♣<br />

21


Israel<br />

Domínguez<br />

Cumplimiento<br />

L<br />

as palabras no bastan.<br />

No bastan las buenas intenciones.<br />

Quería terminar la norma de surcos<br />

para irme al campamento<br />

y escuchar la emisora prohibida.<br />

Este director que se justifica,<br />

es decir: se autocritica,<br />

también quiso llegar temprano<br />

a su campamento.<br />

Las palabras no bastan.<br />

No bastan las buenas intenciones.<br />

Un verso no se escribe con la mano<br />

de terminar surcos.<br />

Freddy<br />

Casanova<br />

M<br />

ataron a Lola<br />

y no debí contarlo.<br />

La tarde llegó con la comparsa,<br />

el ruido de las pantomimas,<br />

se colmó de público la muerte.<br />

Aparecieron,<br />

dictaron,<br />

leyeron parlamentos.<br />

Mataron a Lola<br />

sin el odio de los inmigrantes,<br />

sin la flor anacoreta<br />

ni el bulbo de morfina.<br />

22<br />

Mataron a Lola<br />

Madera húmeda<br />

E<br />

ntrada neoclásica para los muertos.<br />

Leones de la abundancia y el poder.<br />

Nombre de blanco esclavista<br />

para el refinamiento de la ciudad.<br />

Si el público aplaude<br />

eres buen poeta.<br />

Cuán provinciana esa manera<br />

de medir la Poesía.<br />

Prado imitando a otro prado.<br />

Mar que se conforma<br />

con los límites del elogio.<br />

Letra de canción laudatoria.<br />

Lo único admirable,<br />

la voz del cantante.<br />

El nombre de este lugar<br />

es la contrapartida de su esencia.<br />

Esperaba fuego multiplicado<br />

y encontré madera húmeda.<br />

…tan limpia que lastima.<br />

El vacío es perfecto.<br />

La mataron cuando eran tristes los difuntos,<br />

culpables como el ocio<br />

de un ladrón enfermo.<br />

Aparecieron,<br />

hablaron,<br />

inventaron cenizas.<br />

El sol entró por los portales<br />

de Güira de Macurijes,<br />

desde allá iluminó al cadáver.<br />

Su vuelo la sembró por dentro.


Mataron a Lola<br />

para alimentar<br />

un gusano redondo,<br />

un humo de provincia.<br />

Tras la columna y la escena<br />

creció la confesión.<br />

Aparecieron,<br />

negaron,<br />

pudrieron el ojo vernáculo<br />

que sí debí contar.<br />

Mataron a Lola<br />

por la izquierda,<br />

Gaudencio Rodríguez<br />

Santana<br />

L<br />

por la sonrisa<br />

como un delirio más.<br />

Murió mientras soñaba<br />

con largos caracoles.<br />

Ignoraron,<br />

mezclaron su sangre con arroz,<br />

comieron,<br />

desaparecieron.<br />

La mataron<br />

como un humilde hombre,<br />

a las tres.<br />

Economía nacional El hundimiento<br />

o que nos hace ricos también nos hace pobres.<br />

Es de ver la nación como un viejo molino<br />

adonde iban a parar todos los días de invierno<br />

la gloria del azúcar ahora en el olvido.<br />

Las paredes ya truncas, el hierro y el rigor<br />

de unas cuantas personas<br />

que dormitan al pie de los centrales<br />

la adversidad de olores ya perdidos.<br />

Yo miraba el humo, el silencio y el ruido<br />

que cada madrugada abría sus dos puertas<br />

a un bullicio de hombres que ahora<br />

son apenas vecinos de una fábrica<br />

en medio de la herrumbre.<br />

Yo sentía aquellos olores palpitantes<br />

que hoy son largos bostezos, o torres de vapor<br />

hundidas en una niebla ajena.<br />

Lo que me permitió el orgullo<br />

de ser parte de un sueño ya muy viejo<br />

se fue como las aguas de una nación pobre.<br />

El pueblo contempla chimeneas sin humo, el extraño<br />

recuerdo del hollín en esos lugares<br />

marcados por un muro y una rueda dentada.<br />

M i padre ya no rige con mano férrea<br />

los pasos de sus hijos. Desde un lugar distante<br />

su furia ya no golpea nuestras almas, y nosotros<br />

ya no somos tan hijos. O al menos yo<br />

no soy tan hijo como para olvidar<br />

que el tiempo se hunde.<br />

“Una raya al hijo que come<br />

de esta mesa. Todo el pan acostumbrado<br />

a perderse”, pudo haber dicho.<br />

Mas fui acumulando las hambres posibles<br />

por haberme perdido, irreconocible<br />

en casas que no tengo y sitios<br />

adonde emigrar todos los días.<br />

Cuando algo se hunde, sea barco<br />

o casa, quedan en la superficie<br />

las miserias fatales, las miserias<br />

que hubimos de amarrar, o amar.<br />

Como si fuera<br />

a morir de alguna buena vez, sin que importe<br />

en qué pecios del alma se suceden<br />

los restos del café<br />

y la última gota de leche en la taza del hijo.<br />

23


Yanira<br />

Marimón<br />

un día de 1980<br />

e<br />

lla sólo quería escapar<br />

emigrar como las aves a un lugar más cálido<br />

por eso se vistió con seda blanca<br />

simulando ser un pájaro<br />

dando la sensación de fragilidad<br />

de ser etéreo a punto de remontar el vuelo<br />

ella sólo quería irse<br />

a un lugar distinto<br />

más frío<br />

lejos de la demasiada luz que punzaba<br />

sus ojos<br />

sentir la nostalgia de los desterrados<br />

todo lo anterior es conjetura<br />

lírica ficción de la pluma del poeta<br />

la única verdad es que los necios vejaron<br />

su cuerpo<br />

a ultranza<br />

la despojaron de su vestido blanco<br />

dejándola desnuda<br />

violentada en medio de una plaza<br />

frente a la estatua del apóstol<br />

y mientras algunos le gritaban improperios<br />

ella se cubría el pecho con sus manos<br />

y miraba el rostro de martí<br />

el apacible rostro de martí<br />

sobre el fondo azulísimo del cielo<br />

ella sólo quería escapar<br />

a un lugar distinto<br />

sentir la nostalgia de los desterrados<br />

ser verdaderamente triste<br />

ajena<br />

levísima hoja de otoño<br />

24<br />

a l borde de un río extranjero<br />

un hombre extranjero<br />

mira a los patos<br />

a los poquísimos patos<br />

que a esta hora del día<br />

copulan con fuerza<br />

en su instinto terco por la<br />

supervivencia<br />

es curioso –piensa<br />

la similitud de las suertes<br />

entre un hombre, un ave y un río<br />

y en ese preciso instante<br />

que el Manzanares corre tranquilo<br />

y los patos revolotean<br />

quisiera ser, no el hombre,<br />

sino el río extranjero de aguas quietas<br />

o al menos una de esas aves<br />

que ahora ha levantado el vuelo<br />

© el viaje, Johann E. Trujillo


Charo<br />

Guerra Está llegando Holger<br />

D<br />

I<br />

esde que oí su voz, a través del teléfono, verificando si<br />

aquella era la casa donde “renterum”, sabía que iba a gustarme.<br />

“Okey” dije, y pronuncié despacio la dirección. Media hora<br />

después podía observarlo a través de la mirilla. Nos saludamos<br />

con mucha cortesía. Su pelo casi blanco, lacio, corte medieval,<br />

se movía contrariado cuando pregunté si era Holger. “Ies,<br />

ayam Holger”.<br />

Lo primero sería entendernos con él. Mamá y yo nos<br />

auxiliábamos con la mímica. “És-ta-es-tu-ca-sa... Tu-ca-sa”, decía<br />

mi madre moviendo el antebrazo y haciendo muelle con el dedo<br />

índice mientras yo traducía (o sosegaba) sus frases enfáticas:<br />

“disisyuarjaus”. Le mostrábamos cada habitación: “Aquí, un<br />

balcón-terraza (Jiar, bálconyterras), el baño (baz) con agua fría<br />

y caliente (oldeyguóta, kuljot)”. Para indicar estas posibilidades<br />

frotaba la piel y no sabía si le hablaba ya de la fría o de la caliente.<br />

Él sonreía. Toda la información fluía apoyada en las manos. No<br />

tenía que cuidar ni palabras, ni pronunciación, sólo intentar la<br />

elegancia de los gestos, cierta habilidad al recordar frases. Y<br />

muchos silencios. “La co-ci-na (kitchen-cuk), el patio, la sala,<br />

cuarto y cama (bed)”. (Noté su interés, cuando señalé la cama<br />

e hice un guiño involuntario a la madera comentándole: “Puro<br />

cedro...”).<br />

Tomó el pequeño equipaje y me preguntó con señas dónde<br />

ubicarlo. Abrí las puertas del clóset. Le entregué cuatro o cinco<br />

percheros que devolvió a su sitio, y nunca vi que los usara.<br />

En nuestras conversaciones, en un principio muy gestuales,<br />

saqué en claro que no quería revelar su verdadera identidad.<br />

Después me di cuenta de que él podía expresar en español<br />

muchas más frases que las que yo extraía en inglés del Manual<br />

de conversaciones fáciles. (Creí prudente no hacerle estas<br />

observaciones.) Lo que más admiraba de Noruega, su país, era<br />

la pintura de Edvuard Munch. Hablaba de Munch con devoción<br />

de discípulo. Algunos paisajes de Munch podía identificarlos,<br />

fragmentarlos de la realidad, reproducirlos, y entonces me los<br />

contaba. Oh, Munch, el genio. Su genio. Mi genio.<br />

Otra vez dijo que su oficio era la jardinería en la Universidad<br />

de Oslo, “vieja Cristianía”, gustaba llamar a la ciudad,<br />

reverenciando los orígenes. Permanecía allí durante las clases.<br />

Eso le permitía tocar los murales del “Alma Mater” de Munch<br />

que habría querido pintar. Quizás también pensara que la<br />

modelo del “Alma Mater” era yo, sentada con un niño entre mis<br />

brazos, amamantándolo g<strong>enero</strong>sa, y mirando al frente, estoica,<br />

mientras otros niños jugaban desentendidos del tiempo y de las<br />

obligaciones, rodeados de árboles serenos y de unas nubes grises<br />

que, al pasar, dejaban pequeños orificios para que entrara el<br />

cielo. Eso pensaba yo que pensaría él. Imaginaba, entusiasmada<br />

por sus relatos, el momento mismo de modelar: el pequeño<br />

brincaba sobre mí, orinaba traspasando piernas y vestidos y, ni<br />

aún así Munch autorizaba un tiempo de descanso porque debía<br />

seguir, seguir (obsesivo) captando los detalles de mi rostro, de mi<br />

cuerpo, recreándolos con su pincel mojado, rápido, ansioso.<br />

El bisabuelo, precisaba Holger en una de sus historias, había<br />

sido jardinero en la casa que Munch tuviera en Ekely hasta el<br />

fin de sus días. Era quien protegía los cuadros cuando el artista<br />

descontento los tiraba, los pateaba y los dejaba a la intemperie<br />

para que el sol y la lluvia hicieran el trabajo final. Qué rabietas<br />

las de Munch, pensaba yo. Mas el bisabuelo sabía que era<br />

sólo inconformidad, nervios crispados, tormentas pasajeras,<br />

y comprendía esos espíritus modernos.<br />

En el verano Holger vivía con sus padres, todavía en Ekely,<br />

cerca de las propiedades de Munch, en la casa del viejo jardinero.<br />

Los padres lo consideraban un niño, aunque ya pasaba de los<br />

treinta. No había querido casarse, odiaba el matrimonio, como<br />

Munch. No confiaba en las uniones vitalicias, ni en el amor,<br />

como Munch. Esa temporada la dedicaba a la ebanistería.<br />

Podía reconocer la madera por el olor. El invierno era crudo<br />

y las personas no se visitaban, ni se tocaban ni besaban tanto<br />

para saludarse, como aquí. Era muy difícil tener amigos en<br />

Noruega, qué bella esta calidez que hallaba en el trato desde<br />

el primer momento. El trópico, suspiraba: ¡Ouh! Comía carne<br />

y vegetales todo el año, de ahí su color rosado y la fortaleza<br />

de sus músculos. (Su olor a fruta podrida, notaba yo.) Podía<br />

comerse una fuente de trozos de carne sazonada sólo con sal y<br />

limón. Poca sal y poco limón. Prefería el boliche y la palomilla,<br />

al filete y la riñonada.<br />

A medida que transcurrían las conversaciones, yo seguía<br />

teniendo –como capas de pintura sobre madera dura– varias<br />

historias, varias vidas de Holger. Otra vez creí entender que<br />

sus padres habían muerto, él era bedel de una escuela de<br />

enseñanza primaria y aprendía ebanistería con un tío durante<br />

el verano, en su casa (en la del tío). Pintor, ebanista, jardinero,<br />

bedel. De pronto quedaban anuladas las versiones sobre la<br />

Universidad de Oslo, los padres posesivos, el “Alma Mater”<br />

de la contemplación y el ocio, el bisabuelo jardinero y la casa<br />

en Ekely. Y todas sus historias me gustaban.<br />

Quería pintar paisajes noruegos, como Munch, pero los<br />

rostros de las personas que pondría en sus paisajes serían de<br />

otras partes del mundo. Salía a buscarlos porque los rostros<br />

de Noruega y sus alrededores habían sido acaparados por<br />

Munch, y algunos de los modelos que usó resultaron ingratos.<br />

Alguien (él mismo) debía concluir el Friso de la vida. También<br />

dijo ser el biógrafo de Munch. Viajaba todos los años a lugares<br />

donde la naturaleza fuera bondadosa, para pintar, para escribir,<br />

para olvidarlo todo. (Qué importancia debía darle yo a las<br />

variaciones, malentendidos, y a las discordancias temporales,<br />

si todo artista miente.) Pronto entre nosotros se estableció una<br />

comunicación perfecta.<br />

Admiraba las maderas preciosas. Tocaba la cama:<br />

“Ceedrro”, decía disfrutando una palabra que había conocido<br />

en español por mí. Y cuando yo escuchaba la pronunciación<br />

demorada en la e y forzando la ere a la francesa hasta<br />

25


convertirla en erre, sentía ganas de acostarme desnuda para<br />

que me contemplara junto al cedro. “Ceedrro”, repetía... y<br />

mis manos eran sus manos anhelantes bajando por los senos<br />

hasta el pubis. Imaginaba que era Erick el rojo, que haría una<br />

nave de maderas preciosas y yo escaparía con él atravesando<br />

los mares encrespados de Edvuard Munch. (Sus dedos/mis<br />

dedos subían y bajaban por rumbos previsibles: Tahití-el<br />

Ganges-Nueva Orleáns; Nueva Orleáns-Tahití-el Ganges.) Yo<br />

era una princesa bella, joven, llena de joyas, con vestidos, lazos<br />

y zapatos incómodos. Y le alcanzaría muslos de cordero para<br />

que comiera mientras remaba, y le escanciaría vino en la boca,<br />

y él me besaría en un momento de descanso y yo probaría el<br />

vino de su boca mezclado con el olor penetrante de la grasa del<br />

cordero, y el putrescente expelido por sus poros. ¡Ah, su grasa<br />

de vikingo carnívoro! No me preocuparía por las manchas del<br />

vestido blanquísimo, por el revuelo del pelo de miel que caía<br />

en mi cintura breve. Habría doncellas para ocuparse de ropas<br />

y cabello, lavar mi cuerpo en una tina con olores exóticos.<br />

Hasta me cansaría de tanto trapo de princesa, y las doncellas<br />

tendrían que avisarle: “Señor, señor, la señora anda desnuda<br />

por el corredor, delante de toda la servidumbre”. “Usen los<br />

ojos como Dios manda. Disfruten la imagen”, diría él envuelto<br />

en su túnica sencilla.<br />

Le enviaría un cheque todos los meses a mi madre para<br />

garantizar que la vecina la cuidara, la alimentara y se ocupara<br />

de leerle cartas, donde le contaría esas aventuras mías por el<br />

mundo. Paquetes de vitaminas poderosas, rejuvenecedoras:<br />

A, B, C, D, E. Chocolate nestlé. El tinte Clairol (con champú<br />

acondicionador) para su pelo encanecido, y la crema exfoliante<br />

Calgon. Yo estaría enamorada (segura económicamente) con<br />

residencia fija en un castillo. ¿El castillo de Ekely? Todo sería<br />

mío (él y su castillo). (Mi cuerpo se distendía cansado ya de<br />

tantos viajes: Tahití-el Ganges-Nueva Orleáns; Nueva Orleáns-<br />

Tahití-el Ganges.) Y el bisnieto del jardinero (jardinero él<br />

mismo, bedel, pintor, biógrafo, delirante, ebanista admirador<br />

del cedro) dejaba de ser vikingo y era el propio Munch y yo<br />

su Tulla Larsen, o una modelo anónima que compartía con él<br />

un vaso de cerveza y luego pasaba la lengua por los labios,<br />

insinuante, una manera de decirle que era puta y modelo, pero<br />

más puta que modelo, o que estaba allí para que me pintara<br />

y me atara a una cama de cedro (“deceedrro”...), y pasara sus<br />

dientes y su lengua fibrosa por mi cuerpo, como por la pierna de<br />

un cordero pre-histórico a quien quisiera “muchcho, taanto...,<br />

verimach”.<br />

II<br />

Conversación con los inspectores<br />

— ¿Cuánto tiempo estuvo en su casa?, habló El primero.<br />

—Una semana. De domingo a domingo, dije yo.<br />

— ¿Cuánto le cobró?, habló El segundo.<br />

—Nada.<br />

A partir de entonces El primero y El segundo alternaron<br />

las preguntas. Parecían una misma persona por el tono pero<br />

los distinguía la intención.<br />

— ¿Nada, y se hospedó en su casa toda una semana?<br />

—Fue por amistad... sin interés... Lo juro. Comía con mi madre<br />

y conmigo cada día y, a veces, yo paseaba con él. Le enseñaba<br />

la ciudad. No le cobramos nada. Créanme.<br />

— ¿Ni siquiera los gastos? ¿No hubo tampoco invitación a<br />

26<br />

cervezas, o la promesa de un viaje?<br />

— ¿Viajes? (Yo sonreía pensando en mis viajes íntimos, el placer<br />

de mis paseos por Tahití-el Ganges-Nueva Orleáns. ¡Ah, su<br />

grasa de vikingo carnívoro!) No, nada. Alguna cerveza cruda,<br />

sí, servida en jarra de vidrio, popular... y casi siempre era yo<br />

quien la pagaba.<br />

— ¿Verificó los datos del pasaporte?<br />

—No, ¿por qué habría de hacerlo?<br />

—Sepa que estamos hablando de un turista. Es decir, de un<br />

extranjero... ¿Sabe qué es un extranjero?<br />

—Algo de lo que nadie puede avergonzarse. A cualquiera le<br />

pasa, ¿no cree? (Me refería a que cualquiera puede ser extranjero,<br />

aunque no cualquiera turista. Los dólares y los euros hacen la<br />

diferencia.)<br />

— ¿De dónde era?<br />

—De Noruega.<br />

— ¡Lo sabía!, gritó aquel inspector cuyo rostro ya me era<br />

familiar.<br />

III<br />

La gente era interesada, recordaba yo que había dicho<br />

Holger. Quizás lo pensó mientras le mostraba la casa, y mi<br />

madre nos seguía en su sillón, a duras penas. ¡Ni pensar que<br />

hablara de nosotras! Por eso cuando dejó algunos billetes en mi<br />

mano, rápidamente los devolví a la suya. Mi madre me abría<br />

los ojos en señal de protesta. Y él volvía a tomarlos. Cómo<br />

podríamos cobrarle, hombre, argumentaba yo agrediendo<br />

el hígado cansado de mi madre que ya había planificado su<br />

chocolate nestlé, “el mejor”. No éramos interesadas. A pesar<br />

del “renterum”, no nos dedicábamos... a ninguna ilegalidad.<br />

Se confundía. Qué va. No hacíamos nada para vivir que no<br />

fuera honesto. No teníamos ahorros para viajar por el mundo,<br />

apenas algo para sostenernos... Pero sí había calidez en nuestro<br />

hogar, paz y orden, “¿verdad, madre?/¿zru, móder?” Se<br />

quedaría con nosotros, por amistad. (Mi madre veía cada<br />

vez más lejos su chocolate nestlé...) Bastaba. Se quedaría.<br />

El estudio tenía mesa de dibujo y una lámpara<br />

con suficiente luz. Pinceles, cartulinas,<br />

óleos, creyones, diluyentes, pigmentos,<br />

trementina, un frasco de aceite de<br />

linaza, y un balcón para mirar la<br />

noche, copiarla. Hacerla otra vez<br />

en el óleo, sobre papel, o sobre<br />

cartulina. Y los rostros, el mío y el<br />

de mi madre, eran suyos ya. (Y mi<br />

cuerpo, un regalo especial.) Se los<br />

dábamos para que los estudiara<br />

o los incorporara a la posible<br />

versión (versión casi fiel) de<br />

su Friso de la vida. A cambio<br />

de su amistad. Y para escribir:<br />

la misma mesa, bolígrafos,<br />

máquina underwood portátil,<br />

papel, e incluso podríamos<br />

contarle algunas historias reales<br />

o las inventaríamos... Si necesitaba<br />

familia, mi madre y yo estábamos aquí.<br />

“Wiaryuarfamily”. Y si quería ejercer la<br />

ebanistería, o practicar la carpintería de


emiendos, que mirara a su alrededor cuántos muebles de la<br />

casa necesitaban cola, reparaciones capitales, restauraciones...<br />

Todo de ceedrro... Y aunque inventara otros nombres, y se<br />

disfrazara de identidades obsesivas, era mi derecho decirle<br />

cuánto lo amaba: “Ailoviu verimach”.<br />

IV<br />

Conversación con los inspectores (final)<br />

— ¿A qué otros lugares iba con él?<br />

—A conocer gente, a verlas. Un día entramos en el cine, colados,<br />

y eso le gustó mucho. Otras veces al teatro, al ballet y a fiestas<br />

populares. Le divertía mucho colarse después de haber estado<br />

contemplando largo rato los grupos de gente, la composición<br />

plástica de aquel desorden cercano a la taquilla y a la puerta de<br />

entrada. El drama de la vida, decía en español limpio. Había<br />

anotado pacientemente la palabra colarse y su significación.<br />

No era picardía para evadir el pago. Era la emoción por estar<br />

fuera de la ley, haciendo algo sencillo. Un acto de reivindicación<br />

personal, de rebeldía secreta.<br />

—Además de anotar palabras y frases, ¿tomaba fotos, filmaba<br />

películas?<br />

—Sólo algunas fotos de personas, de grupos. Necesitaba ver<br />

esos rostros. Decía que aunque volviera a visitarnos, era poco<br />

probable encontrar nuevamente a esas personas. Y aunque las<br />

encontrara, serían otros ya. Que los cambios biológicos aquí<br />

eran más rápidos que en el resto del mundo. Él hablaba del<br />

movimiento, del cambio en las formas y en las esencias de los<br />

seres vivos. (“Inspectores”, dije solemnemente haciendo un<br />

aparte cuando vi que la conversación llevaba a la sospecha –y sé<br />

que toda sospecha es de esencia política–: “quiero que reflejen<br />

en ese informe mi actitud positiva: Que quede escrito: yo me<br />

sentía halagada con el privilegio que él concedía a nuestro<br />

país...”. Y agregué algo más del discursito previsible.)<br />

— ¿Cambios? ¿Movimientos? ¿Formas?<br />

—Decía que somos energía en movimiento. Sólo eso. Que los<br />

cuerpos se funden, que la energía se junta, pasa, crece, que<br />

no muere y que somos inmortales. Todos. Yo necesitaba esa<br />

esperanza, así sabría que el alma de mi padre tenía un lugar<br />

especial en el universo. Se lo comenté a mi madre pero ella no<br />

me hizo ningún caso. Es atea. Materialista vulgar le llamo yo.<br />

(¿Quién es este inspector?, me preguntaba yo. Su postura me<br />

recordaba a alguien, pero ¿a quién?)<br />

— ¿Que somos inmortales? ¿Está segura usted que hizo<br />

semejante afirmación? –dijo. ¿Mencionó algún nombre? ¿Acaso<br />

reveló cuál es el camino de la inmortalidad?<br />

—Sólo que el alma vive, escapa y retorna. Que la inmortalidad<br />

es el proyecto silencioso de cada hombre, la verdadera y única<br />

existencia. Que la vida mortal es un ensayo, un boceto. Apenas<br />

un entrenamiento.<br />

Los inspectores cerraron sus agendas. El primero la guardó<br />

en un portafolios negro, El segundo la colocó debajo del<br />

brazo, como si hubiera allí un portafolios negro. Se miraron.<br />

El primero, que parecía ser el jefe, dejó su portafolios sobre las<br />

piernas de El segundo. Interrumpió el discurso mío poniéndole<br />

un punto final, al parecer abrumado por el carácter absurdo que<br />

iba tomando la conversación. “Algo huele mal”, escuché que<br />

decía mientras yo lo miraba a contraluz. Arrogancia, desdén.<br />

¿Quién era, por Dios? Se había quedado paralizado sobre un<br />

fondo neblinoso y oscuro. En una mano el tabaco ceniciento<br />

y en la otra su bastón tocando el pie izquierdo. Los zapatos<br />

como al revés. El traje oscuro lo componía un pantalón, una<br />

chaqueta y una leva debajo de la cual podía verse un cuello<br />

blanco sobre una pechera roja. La barba y el bigote amarillos,<br />

muy descuidados, tapaban la boca que repetía el final de<br />

una palabra incomprensible. En el ojo izquierdo brillaba un<br />

monóculo. El monóculo de Karl Jensen-Hjell, recordé de súbito.<br />

Era él, así que comencé a revisar mis declaraciones. Por suerte,<br />

había sido discreta, misteriosa, y ambigua como requerían<br />

las situaciones complicadas. El hombre (Karl Jensen-Hjell,<br />

en persona) persistía en su postura teatral, y sólo recuperaba<br />

el habla para decirme autoritario: “Díganos a dónde fue... Es<br />

menester que lo encontremos”, ahora rogaba al decir la última<br />

frase. “Quisiera contestar esa pregunta”, dije sinceramente.<br />

“Usted escamotea información. Sepa que la próxima vez<br />

seremos intransigentes”, fue su respuesta (amenazante de<br />

nuevo) mostrándome sus manos enguantadas. Y ahí quedaba<br />

Karl Jensen-Hjell petrificado, igual que en el laminario de<br />

Munch que cada noche repasábamos Holger y yo. El segundo<br />

inspector se ocupaba de abrir la puerta para hacer más expedita<br />

mi salida de la oficina, sin notar la figura congelada de su<br />

compañero.<br />

V<br />

“Ailoviu Holger. Verimach... Oh, maigod”. Una semana en<br />

casa y éramos cómplices, teníamos una clave misteriosa que<br />

nos hacía vibrar. Cedro, palabra corriente que yo le regalara,<br />

la había cambiado para mí. Ahora tenía un matiz aristocrático:<br />

“ceedrro...”. Pero él no respondía ailoviutú. (Nervioso. Triste.<br />

Abrumado. Como obligado a huir, preparaba su equipaje):<br />

“Gracias”, nos decía. “Ustedes son ángeles”. Y miraba el sillón<br />

paralizado de mi madre. “No soy Holger”, confesó definitivo<br />

sacándose un peso de encima.<br />

“No me importa quien seas. Extranjero, turista, pintor,<br />

bedel, biógrafo... Quédate”, le rogué (recordando mi película<br />

preferida Algunos prefieren quemarse).<br />

“Soy un fantasma que vino de arriba (del cielo, quiero<br />

decir) para revivir pasajes de mi vida, y así ganar el derecho<br />

a la inmortalidad. (Condiciones, burocracias que, como en<br />

cualquier lugar respetable, debes cumplir.) Llevo muchos<br />

años haciendo la cola de la inmortalidad, una cola larguísima,<br />

tediosa, donde la gente se cuela y hace trampas. Como aquí en<br />

el cine, en el teatro y en las cafeterías. Yo mismo, te lo confieso,<br />

he hecho algunas engañifas para llegar a tiempo. ¡Ustedes no<br />

saben cómo está ‘la cosa’ allá arriba! En realidad le tocaba venir<br />

a Holger, el héroe danés, pero robé su identidad, su password.<br />

Me adelanté”.<br />

27


“Quédate. Mi madre y yo vamos a protegerte”. (No quería<br />

dejarlo ahora que por fin lo había encontrado.)<br />

El taxi llamaba insistente desde los bajos del edificio.<br />

Tres vecinos asomados a sus balcones señalaban a nuestro<br />

apartamento. (¿Cuál de los tres sería el espía, el que avisó de la<br />

presencia de aquel ser que ya se iba, insistiendo en su condición<br />

de fantasma?) Nunca sabría yo cuál de los tres vecinos dio parte<br />

a la policía, es decir, a los inspectores, a Jensen-Hjell… (Ésas<br />

son informaciones muy secretas.)<br />

“No puedo perder mi derecho a la inmortalidad. Son<br />

trámites engorrosos y debo seguirlos. No quiero que ustedes<br />

se sientan utilizadas. No fue mi intención. (Cuando digo que<br />

son ángeles, es cierto. Conozco a muchos ángeles, y algunos<br />

ya quisieran...) Vine porque debía estar una semana en un sitio<br />

donde me acogieran desinteresadamente, y pudiera ejercitar<br />

mi vida pasada. Fue maravillosa la estancia aquí pero ya debo<br />

irme. Han sido tan reales estos hechos que hasta el propio Karl<br />

Jensen-Hjell, descontento con el retrato que le hice y envidioso<br />

del número tan alto que tiene en la cola de la inmortalidad, ha<br />

venido a perseguirme, a destruir mis planes. Eso a pesar de<br />

saber que sin mí no sería nadie. ¿Quién es un figurante sin su<br />

retratista? NADIE. ¿Quién recordaría su nombre? ¡En lugar<br />

de cuidarme...! La ingratitud y la envidia, amiga, son armas<br />

poderosas”.<br />

¿Munch?, Munch... le grité cuando ya entraba al taxi y<br />

tomé conciencia de que se iba para siempre. Haciendo bocina<br />

con mis manos comencé a llamarlo pegada a la baranda del<br />

balcón, envuelta en una manta negra. Estaba tan mareada que<br />

podía caer. Un grito, mi grito: “Munch, Munch, Munch”, con<br />

todas mis fuerzas. Las energías cósmicas se arremolinaban en<br />

Alejandro<br />

González<br />

28<br />

Trata de mirar*<br />

-Júramelo.<br />

—Te lo juro. Te regalo mis bolas. Mira, tengo...<br />

— ¿Pa’ qué yo quiero bolas?<br />

—Te lo juro, de verdad.<br />

— ¿No se lo vas a decir a nadie? ¿A nadie? ¿A nadie? ¿A<br />

nadie?<br />

—A nadie, de verdad.<br />

— ¿Ni a Tato, ni a Pepe, ni a Aldo, ni a Machaco, ni...<br />

—A nadie, chica, de verdad... ¿Te vas?<br />

—No, voy a recoger la manguera. Me mandaron.<br />

— ¿Por qué no subes al techito y hablamos por la tapia? Mira,<br />

yo me subo por la cerca del gallinero y hablamos.<br />

— ¿Tú estás loco? Mi mamá no me deja.<br />

—No te demores. No te puedo ver por aquí.<br />

—Ya, me ensucié las manos. Siempre me toca recoger la<br />

manguera, después es que me dejan jugar. Yo prefiero recoger<br />

la manguera que botar la basura.<br />

— ¿Te la ensuciaste mucho? Mete una mano por aquí, yo te<br />

la limpio.<br />

—...<br />

torno de mi cuerpo. (Era incómodo y risible decir Munch en<br />

tiempo de seguidilla.) La noche era cerrada, fría, extranjerano-turista.<br />

El cielo parecía salpicado de grumos de sangre<br />

congelada: una lámina pintada con crayolas por un inocente.<br />

Mi rostro empalidecía con el estrés del acertijo. (Sin pretenderlo,<br />

estaba involucrada en el ejercicio final de un proyecto de<br />

inmortalidad. ¡Oh, maigod, tú que lo ves todo, mira qué bien<br />

me porto hasta con los fantasmas!, ¡qué grande es mi entrega!,<br />

¡qué desinteresada soy y sin embargo cuánto sufro! Yo, que<br />

sólo pretendo vivir aquí y ahora.)<br />

El taxi encendía sus luces y rodaba por la calle llevándose el<br />

fantasma de Munch en el asiento trasero. Él miraba esa desdicha<br />

y escuchaba el eco cada vez más apagado de mi grito. Hasta<br />

que por fin perdí su rumbo.<br />

El timbre del teléfono rompió la rigidez en la que habíamos<br />

quedado mi madre y yo después de estos incidentes y sus<br />

continuas quejas y rememoraciones. (Parecíamos también<br />

modelos de otro cuadro.) Tomé unos segundos para aplacar<br />

la agitación que provocó ese ruido persistente: “Yes, okey”,<br />

dije y dicté despacio la dirección de nuestra casa. “Is Holger,<br />

móder (comencé de nuevo a practicar mi inglés rudimentario<br />

y salvador. ¿Habían pasado años, meses, o sólo una semana?).<br />

Dentro de media hora estará aquí: ¡Holger, Holger! Recuerda<br />

madre: si los vecinos preguntaran quién es él, dirás que estamos<br />

recibiendo a un extranjero que vino por asuntos de trabajo, a un<br />

amigo nuestro, entrañable: Holger, el danés. No es turista pues<br />

trae visa familiar y pasaporte en orden”. Vi que en los ojos de<br />

mi madre se dibujaba un tramo infinito de chocolate, mientras<br />

pasaba un paño húmedo a la cama de cedro: “Los artistas lo<br />

complican todo, hija, pero los héroes son distintos”.<br />

—No te rías, de verdad, yo te la limpio, para que no te ensucies<br />

el vestido.<br />

— ¿Qué vas a hacer?... Fíjate...<br />

—Nada limpiártela con la mía o con el pulóver.<br />

—No me pongas ningún bicho, ¿oíste?<br />

—No, muchacha, no te voy a hacer nada, te la limpio y ya.<br />

Primero pasa una y después la otra. Ven.<br />

—Bueno, pero rápido, apúrate.<br />

— ¡Qué bonita la tienes! La mía es más grande. ¿Tú te pintas<br />

las uñas?<br />

—A veces, cuando mi mamá me deja y tiene dinero. ¿Ya?<br />

Dale, mijo...<br />

—Espérate un momentico. ¿Te la puedo besar?<br />

— ¿Pa’ qué?... ¿Ya?... Se acabó el tiempo.<br />

—Dame la otra.<br />

—No. Me voy a raspar con el ladrillo. ¿Quién hizo ese<br />

hueco?<br />

—No sé. Estaba así.<br />

— ¿Y eso qué es?<br />

— ¿Qué cosa?<br />

—Eso donde tú estás.<br />

—Ah, un cuarto de desahogo. Este patio tiene tres cuartos,<br />

dos que le dicen de desahogo y otro que está mejor, es donde<br />

duerme mi tío y tiene baño. Él se divorció y vino a vivir pa’cá.<br />

Tiene un santo atrás de la puerta. Dame la otra.<br />

—Me van a regañar, apúrate.<br />

—Esta no está tan sucia. ¡Qué bonita!<br />

— ¿Qué?... No hables tan bajito, no te oigo.<br />

—Que tienes la mano bonita... Nos van a oir.<br />


© trata de mirar, Johann E. Tru-<br />

—...<br />

— ¿De qué te ríes?<br />

—Porque eres un cómico.<br />

—Te la voy a besar.<br />

—No te atrevas.<br />

— ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?<br />

—Te la quito. No quiero...<br />

—Yo sí.<br />

— ¿Eh?... Habla más alto, mijo.<br />

—Un besito y ya...<br />

—Ah, caramba, uno y ya, dale, apúrate.<br />

—...<br />

—Ya, no vaya a ser que me muerdas.<br />

—Espérate, pásala otra vez un momentico.<br />

— ¿Pa’ qué?<br />

—Un momentico, pa’ que me sientas el corazón.<br />

—No te oigo.<br />

—Pa’ que veas como tengo el corazón.<br />

— ¿Qué tiene?<br />

—Me brinca, dame la mano, ven.<br />

—...<br />

— ¿Lo sientes?<br />

—Sí... Ya.<br />

— ¿Viste?<br />

— ¿Tienes miedo?<br />

— ¿Yo?... No.<br />

—Mira el mío, pasa tu mano... y no te embulles.<br />

—A ver... La que tienes miedo eres tú, te hace tum, tum, tum,<br />

duro.<br />

—Igual que el tuyo.<br />

—Dame un besito tú.<br />

—No, quítala ya.<br />

— ¿Por qué? Dale. Igual que yo te hice.<br />

—No, mijo, no... tiene sudor.<br />

—Límpiala un poquito, eso no es nada...<br />

—Ah, qué bonito...<br />

—Así… ¿viste?<br />

—Eegg... está salada... quita.<br />

—Me gustó.<br />

—No te lo pregunté.<br />

—Sube por el techito un momentico y si...<br />

—Te dije que nooo, si me ven me van a castigar, ¿tú quieres<br />

que me vaya?<br />

—No, pero un momentico...<br />

— ¿Tú no oyes?<br />

—...<br />

—Mira, muchacho... con las cosas que dicen en mi casa de la<br />

tuya..., me ven encaramada allí...<br />

—Esta gente siempre está discutiendo, yo no sé...<br />

— ¿Nosotros vamos a discutir también? El otro día mi hermana<br />

llegó, uff, tardísimo. Estaban dando una película, mira, yo estaba<br />

en mi cama pero despierta, yo no sé qué hicieron mi hermana<br />

y el novio en la escalera, yo sé que empezó a pelear y terminó<br />

hablando de tu mamá, de tu abuela, de to’ el mundo... ¿Por qué<br />

en tu casa no se llevan con la mía?<br />

—No sé... ¿A quién tú quieres más, a mí o a Carlos?<br />

—Ay, mira que tú preguntas.<br />

—Dime.<br />

—A ninguno de los dos.<br />

— ¿Viste la camisa nueva que me compraron?<br />

—No.<br />

—Me la trajo un tío mío de afuera. Tiene unos carros alante,<br />

así, buenísimos, de carrera.<br />

—A mí me compraron unas medias en la shoping.<br />

—Tú a mi me gustas cantidad.<br />

— (shuip) Mentiroso.<br />

—De verdad. Me gusta verte cuando bajas al patio a ver las<br />

peceras y recoger la manguera.<br />

— ¿Qué peceras, muchacho? Aquí no hay peceras... ah, tú<br />

estás... mira...<br />

— ¿Y esas piscinitas que son?<br />

— ¿Esas? Canteros, eso no son peceras, tienen agua pero no tienen<br />

nada... peceras ni peceras... cuando yo digo que tú estás loco, mira<br />

como tienen matas y aquel tiene una peste...<br />

—Yo creía... Entonces, ¿te lo vas a subir o no? Ahorita te llaman...<br />

Por esta que no se lo voy a decir a nadie, es un secreto.<br />

—Tú verás que nos van a ver...<br />

—Después por la noche yo subo a tu casa y nos sentamos con<br />

la almohada en las piernas, como siempre... Dale rápido.<br />

—Júramelo otra vez.<br />

—Te doy mis bolas, son cuatrialetas, mira, y con colores.<br />

—Por eso no, ¿pa’ qué yo quiero bolas?<br />

—Bueno, por lo que quieras, por lo que tú me pidas.<br />

— ¿De verdad? ¿Por lo que yo quiera? Mmm... déjame pensar...<br />

por el barco blanco.<br />

— ¿Por el barco?<br />

—Por el barco, si no, no.<br />

—Ta’ bien. Yo le digo a mi mamá que te lo presté. Dale.<br />

—Una vez y ya, rápido y ya... fíjate, ¿Y tú qué estás haciendo?<br />

Tienes la cara con sudor.<br />

— ¿Yo? Nada. Aquí hay calor...<br />

— ¿Qué estás haciendo? Tú te salvas que yo no te puedo ver.<br />

Dime qué estás haciendo.<br />

—Nada, de verdad. ¿Tu quieres mirar? ¿En serio?<br />

29


—Claro, y estamos parejo.<br />

—No, tú primero...<br />

—Ah, caramba... mira que tú repites las cosas, ya me tienes...<br />

vaya...<br />

—Dale, súbetelo.<br />

—Fíjate, rápido... y acuérdate que me juraste.<br />

—Ya, si viste bien y si no...<br />

—No me diste tiempo, te pusiste muy para allá y el hueco no<br />

me deja...<br />

—Ahora tú, te toca. Lo siento, te dije que una vez y ya.<br />

—Me siento una cosa así en la cara, como si tuviera fiebre... o<br />

pinchitos...<br />

—Yo en el estómago, es como...<br />

— ¿Tú tienes fiebre en el estómago? Déjame reírme...<br />

—No te rías más, me voy a ir... que fiebre ni fiebre, es una cosa<br />

rara, así...<br />

—Usted lo que tiene es hambre... ¿no merendaste cuando<br />

llegaste de la escuela?<br />

—Qué merienda ni merienda, en esta casa dice mi mamá<br />

Norge Céspedes<br />

Díaz La mesa está servida<br />

Un pedazo de nuestra madre está servido en la mesa, mis<br />

hermanos y yo no le quitamos los ojos de encima, se ve a la<br />

legua lo bien cocinado que está, la promesa de ser la carne dócil,<br />

la carne suave y jugosa que nos gusta y masticaremos gandidos<br />

como si se tratara del último bocado de nuestras existencias.<br />

Nos hemos aguantado a duras penas; para distraernos y no caer<br />

en la tentación, cruzamos y descruzamos los cubiertos sobre<br />

el mantel, reinstalamos nuestros nombres en la jarra de cristal<br />

con agua fría cada vez que los borran las gotas que corren por<br />

fuera, o nos damos pataditas de advertencia cuando alguien<br />

parece a punto de lanzarse irremediablemente sobre el plato,<br />

un acto inaceptable en esta casa, donde para empezar a comer<br />

todo el mundo debe estar reunido a la mesa. El lugar vacío<br />

ahora pertenece a mi madre. Ella, o lo que queda de ella, trastea<br />

en la cocina, pero no demora más de cinco minutos en volver<br />

de nuevo junto a nosotros: ya casi están el arroz blanco, que a<br />

duras penas consiguió en el mercado, y la infusión de flores de<br />

romerillo y hojas de limón (según ella muy nutritiva y sabrosa,<br />

según nosotros un horroroso cocimiento, que aceptamos sólo<br />

porque no hay más nada. Esperar este poquito de tiempo no es<br />

razón suficiente para ponernos así desesperados como nunca<br />

antes nos habíamos puesto, debiéramos ser más comprensivos,<br />

porque incluso, si hoy nosotros aguardamos por ella, lo usual<br />

es que ella aguarde largamente por alguno de nosotros:<br />

muchachos como somos, nos entretenemos por allá atrás<br />

por el patio en cualquier bobería, sin percatarnos de la voz<br />

llamándonos insistente porque la comida se enfría.<br />

Quisiera saber qué está sucediendo dentro de nosotros,<br />

pero no logro sacar nada en claro por más que me esfuerzo<br />

y, lo peor, disminuye a grandes tramos mi capacidad para<br />

pensar en otra cosa distinta al pedazo de carne ese. En mi<br />

cerebro se ha instalado fija, enfermiza, una escena donde<br />

30<br />

que no hay nada de comer, y mi papá que hace días no<br />

viene no le ha traído el dinero... pero, dale, que te toca...<br />

no te hagas.<br />

—Tengo que ver si no viene nadie por el patio...<br />

—Me tengo que ir, dale, mijo...<br />

—Bueno... mira.<br />

—Ay, mijo... Me voy, mi mamá me llama... descarao.<br />

— ¿Te gustó?... Espérate, oye...<br />

—Dime rápido, ya mi mamá me llamó...<br />

—Yo no oí nada...<br />

—Me llamó, mijo... ¿qué me vas a decir?... rápido.<br />

— ¿Ya somos novios?<br />

—No sé. Me voy... cuando vengas por la noche y nos sentemos<br />

juntos con la almohada en las piernas te digo, me voy... y no<br />

me llames más porque no voy a bajar...<br />

—Oye, mira, espérate, ven acá... la última vez....<br />

—Ammm... dime...<br />

—Las bolas...<br />

— (shuip). ♣<br />

*Premio de Cuento para Niños. Juegos Florales de Matanzas 2006<br />

aparezco contentísimo, con los labios grasosos y la boca llena…<br />

¡masticando! Debe ser la misma que una y otra vez rueda<br />

por las cabezas de mis dos hermanos, sin que tampoco ellos<br />

consigan detenerla, impotentes como yo, ignorando como yo<br />

qué hacer contra la impotencia si uno se encuentra impotente.<br />

¡Qué lindo!: ¡Impotentes contra la impotencia!<br />

¡Mi hermano más pequeño ha vuelto a ensimismarse con<br />

la carne! Le doy una patada en la rodilla todo lo fuerte que<br />

puedo, por un instante se queda sorprendido, pero luego se<br />

queja de dolor, recita –en voz baja, con rabia contenida– buena<br />

parte de su repertorio de obscenidades y, calmado ya un poco,<br />

fija en mí sus ojos, me acosa, me acusa, pregunta con ellos por<br />

cuál motivo lo he castigado así, pues hasta ahora los golpes<br />

por debajo de la mesa han sido tiernas pataditas de advertencia,<br />

suaves casi hasta la jarana, hasta la complicidad. Mi hermano<br />

más pequeño quedará sin respuesta, no entendería, sería gastar<br />

saliva por gusto y empeorar las cosas, se pondría como una<br />

fiera al saber que dejé su rodilla ardiendo por castigar en él<br />

este mismo entusiasmo con el cual yo he codiciado el plato que<br />

humea en el centro de la mesa, no obstante mis esfuerzos por<br />

evitarlo. Se pondría más furioso todavía en caso de recordar al<br />

Santo Hermano Mayor presto siempre a catequizar, leyéndoles<br />

aquellos dos versículos de la Biblia donde se pregunta por qué<br />

un hermano mira la basurita en el ojo de su hermano, si antes<br />

no ha distinguido la viga en el suyo. Pensándolo bien no hay<br />

motivos para temer esto último, no lo creo capaz de recordar<br />

una sola palabra de los versículos, menos al cabo de una semana<br />

de escucharlos, menos si estoy seguro de que le entran por<br />

un oído y de inmediato le salen por el otro, como si nada, los<br />

fragmentos de la Biblia y de los libros de fábulas, poesías y<br />

cuentos que a veces mi madre me hace leerles, acostados en mi<br />

cama, a pura lucha contra sus deseos de salir a jugar al patio.<br />

Pasma la indiferencia con la cual asumen lo ajeno a correteos,<br />

saltos y forcejeos físicos a los que se entregan tan pronto<br />

hallan un pedacito de tierra más o menos descampado. Por<br />

ser muchacho sé mejor que nadie que jugar no es una tontería,<br />

es divertidísimo como ninguna otra cosa y yo mismo disfruto<br />

uniéndome a ellos cantidad de veces, pero no estoy de acuerdo


con que eso sea lo único que tenga metido en la cabeza una<br />

persona: hay tanto que no sé y quisiera saber, tanto mundo<br />

por ver, tanto de todo y por todos los lados a la misma vez.<br />

Por ahora ellos no entienden nada de esto, quizás dentro de<br />

algún tiempo sea distinto, si por entonces ya tienen una gota<br />

de seso y, por tanto, han evolucionado hasta ser algo más que<br />

un par de animalitos alborotadores.<br />

Mi hermano más pequeño se mueve ruidosamente en su<br />

puesto, se mueve otra vez: sabe que ha encontrado la manera<br />

para obligarme a mirarlo, lo hago, él sonríe y con aire triunfal<br />

se levanta de la mesa, sobre la silla coloca el pie castigado, la<br />

parte donde lo golpeé está enrojecida, se observa también una<br />

leve marca de betún: con los dedos untados de saliva trata de<br />

borrarla, pero enseguida abandona su intención y baja el pie,<br />

se sienta de nuevo, anuncia que mantendrá todo donde se<br />

encuentra para enseñárselo a nuestra madre cuando venga.<br />

Haz lo que quieras, digo. Me finjo el imperturbable, el que<br />

nada le importa, y retomo el silencio con blindaje a prueba de<br />

ellos dos: sólo mostrando indeferencia habrá posibilidades de<br />

disuadirlo: si sospecharan mi preocupación por su amenaza<br />

correrían con el chisme a la cocina. No deseo que mi madre<br />

se entere, cuando nos maltratamos se pone como loca, y me<br />

he prometido no darle más dolores de cabeza: el médico<br />

diagnosticó fatal para su vida que siga cogiendo tantas luchas.<br />

No siempre la fuerza de voluntad me ha respondido para seguir<br />

al pie de la letra mi promesa. Sin embargo, para no ser tan duro<br />

conmigo, debo reconocer mis deseos de hacer lo posible, no<br />

obstante lo difícil de ser parecido a como mi madre ha soñado<br />

que yo sea, en medio de un enfrentamiento no sólo contra mi<br />

mismo, sino también contra dos adversarios poderosísimos:<br />

mis hermanos. Ahora mismo están ahí arrimados uno encima<br />

de la oreja del otro, probablemente conspirando, paladeando<br />

la magnitud del daño que me infligirían en caso de hacerme<br />

caer en desgracia ante mi madre, sin pensar que el daño más<br />

que a mí se lo producirían a ella, a quien nadie debe molestar,<br />

a quien nadie debe dar dolores de cabeza. Eso no les importa,<br />

continúan con sus maquinaciones, cuchichean entre tontas<br />

risitas y al desarrimarse, en señal de pacto, chocan las manos<br />

con fuerza, y las enredan en un extravagante ritual de saludo<br />

que han practicado horas enteras hasta repetirlo con exactitud<br />

coreográfica. Los ignoro. Me hacen muecas: tuercen ojos, sacan<br />

lengua, se estiran orejas, labios, nariz. Como sigo sin prestarles<br />

atención, se molestan y uno de ellos, no veo cuál, acierta en mi<br />

ojo derecho con una bolita de fango endurecido que seguro<br />

traía pegado en los zapatos, aunque sabemos que al entrar hay<br />

que limpiarse bien las suelas. ¡Comemierdas!, les voceo. El ojo<br />

me pica, algo de tierra me cayó adentro, empleo el borde del<br />

mantel para tratar de retirarla. Mis hermanos son especialistas<br />

en tirar cosas. Por milímetros no averiaron mi cráneo con una<br />

piedra la otra tarde. Me perseguían, después que les arrebaté<br />

y liberé un lagartijo que torturaban. Con las últimas fuerzas,<br />

aterrado por el recuerdo de la piedra cruzándome por encima<br />

como un misil, entré a la sala para tratar de salvarme. Tan<br />

pronto di los primeros pasos, me detuvieron en seco gritos<br />

feroces acusándome por el fanguero que había armado en el<br />

piso. Era tía Miriam que, como todos los domingos, limpiaba<br />

la casa porque nuestra madre no puede: cero esfuerzos físicos,<br />

ordenó el médico. Ellos quedaron afuera, en la entrada,<br />

pegados a la pared, riéndose de los regaños que me gané.<br />

Desconsiderados es lo que son –decía.<br />

Acabarán con su madre si siguen así –decía.<br />

Encima de ella y comiéndosela viva: ¡sus mismos hijos!<br />

–decía.<br />

Unos alacranes es lo que son –decía.<br />

Como casi todo el mundo, tía Miriam se equivoca pensando<br />

que los alacrancitos devoran a sus madres. Según leí en una<br />

enciclopedia, se les suben encima durante unas semanas –para<br />

protegerse– pero luego, cuando ya se valen por sí mismos,<br />

bajan sin haber dañado nada, sin haber dado el más mínimo<br />

dolor de cabeza. De nosotros, en cambio, no puede decirse lo<br />

mismo. Desde pequeños estamos encima de nuestra madre,<br />

sorbiendo sus fuerzas, esclavizando su vida a los montones<br />

de necesidades y caprichos que tenemos y nunca parecen<br />

acabar: hoy una cosa, mañana otra: siempre así. “Hasta su<br />

enfermedad tuvo que ver con tanta lucha como le dan ustedes”,<br />

ha dicho tía Miriam alguna vez. Incluso, ahora mismo, un<br />

pedazo de nuestra madre está servido en la mesa y de un<br />

momento a otro lo engulliremos. Nuestra propia madre fue la<br />

de esta idea. Como últimamente en la ciudad falta la carne y<br />

cuesta un mundo si aparece, llevábamos cerca de dos meses<br />

sin probarla y no podíamos seguir un día más así: jóvenes en<br />

constante crecimiento, requerimos de su consumo estable.<br />

Requerimos también otras cosas, igualmente en falta, pero<br />

necesitamos sobre todo la carne, que es lo que más nos gusta<br />

y reclamamos. Para garantizarla, desde hoy ella decidió<br />

comenzar a rebanar carne de su propio cuerpo, hasta tanto<br />

vinieran tiempos mejores. Nos pidió no alarmarnos, el sacrificio<br />

no la perjudicaría en nada, masas se le sobraban y, además,<br />

cualquier madre haría lo mismo en su situación. Quedamos<br />

conformes con sus razones y prometimos complacerla como<br />

buenos hijos, cuando quisiera nos la comeríamos con mucho<br />

gusto, rebanada tras rebanada. De hecho, estamos a punto de<br />

comenzar a hacerlo. ♣<br />

©ausencia, Johan E. Trujillo<br />

31


Daniel Díaz<br />

Mantilla<br />

carmen<br />

abre sus ojos y el brillo solar impregna sus pupilas.<br />

Un segundo atrás todo era calma, silencio que el mar poblaba<br />

sin término de letanías. Un segundo atrás flotaba en penumbras,<br />

consciente a medias de la mañana, con los párpados cerrados<br />

y las olas disolviendo en laxitud el rumor de la calle. Ahora el<br />

día estalla en los cristales y cae sobre las sábanas sacándola del<br />

sueño, iluminando con intensidad inusitada esa otra dimensión<br />

de su existencia.<br />

Demasiado calor, piensa. Se ha cubierto la cara como para<br />

retener un poco más la noche; y aunque el sudor rueda por<br />

su piel y la incomoda, prefiere el calor a ese brusco erguirse<br />

en la vigilia. Transitar de la paz a la prisa en un instante, sin<br />

escalas, es dejar atrás una parte de sí, piensa, e imagina un<br />

halo que se esfuma, una estela sobre el verde oceánico donde<br />

su cuerpo flota otra vez en plena calma. Pero el calor persiste<br />

y Carmen rueda sobre el colchón, casi con furia deseando que<br />

este despertar sea todavía otro sueño.<br />

Se incorpora, aparta el cerquillo de su frente y mira afuera. Un<br />

cielo incontestable y limpio como la felicidad la acoge: ¿Qué es la<br />

felicidad?, se pregunta y ese remanente de sonrisa en sus labios<br />

comienza a borrarse en el hastío de amanecer de nuevo al mismo<br />

ciclo: trabajar, trabajar, envejecer lentamente sin esperanzas de<br />

cambio. ¿Y quién puso en ella la ilusión, quisiera inquirir, no trajo<br />

Pandora en su caja también la esperanza?<br />

Ya basta, murmura recogiéndose el pelo en un moño. Mira<br />

en el espejo esos vellos demasiado oscuros que han empezado a<br />

crecerle en las aréolas. Con desgano se palpa recordando su sueño.<br />

Algo, una mano tal vez le acariciaba los muslos desde abajo, el<br />

sol quemaba su piel desnuda sobre el agua. Después la mano se<br />

hizo diente, fue el oleaje y la confusión, su cuerpo hundiéndose<br />

en profundidades de asfixia y esa sensación de ser arrancada de<br />

golpe. Mientras recoge su bata recuerda que hubo placer en ese<br />

ahogarse, su carne maltratada por las olas, rota a dentelladas,<br />

llenándose de un líquido cálido.<br />

Con los pezones erectos, excitada a medias y a medias<br />

harta, mira el bulto yacer sobre la cama. Hubo días en que ese<br />

bulto sació su calma. Entonces el horizonte parecía alcanzable,<br />

despertar era fundirse en un abrazo largo con la vida. Se<br />

amaban y el tiempo fluía en claridades estables, pero esos<br />

días pasaron.<br />

Se viste, observa al bulto respirar ajeno y se va hasta<br />

la cocina. Mecánicamente vierte el polvo en el filtro, llena<br />

el tanque de la cafetera y enciende la hornilla. Piensa en<br />

32<br />

Café, sueños, un futuro habitable<br />

los años que ha perdido en esa inútil sucesión de actos sin<br />

trascendencia, viviendo como sonámbula entre paredes que<br />

el sol y la humedad cuartean, como sonámbula viendo en la<br />

pantalla los rostros de los actores saltar de una telenovela a la<br />

siguiente, envejeciendo. Treinta y dos años, piensa y coloca la<br />

cafetera sobre el fuego.<br />

Tantea los bolsillos de su bata, extrae un cigarro y lo prende.<br />

Se recuesta a la meseta, fuma achicando los ojos, ansiosa, y mira<br />

la llama azul del gas quemar sin humo. Treinta y dos años,<br />

y de ellos diez aquí, soportando el embate de interminables<br />

tormentas, las horas cayendo a su espalda como el mudo hilo<br />

de polvo en un reloj de arena, muda ella misma, la carne ya<br />

apagada en lento desconsuelo.<br />

Un río negro mana por el ojo surtidor y llena el vaso. La<br />

habitación se carga de un aroma dulce. Carmen sirve el café,<br />

sorbe de su taza e intenta no pensar. ¿Qué sentido tiene todo<br />

esto?, se pregunta apagando la hornilla.<br />

Sus ojos recorren el esmalte pringoso de la cocina, los<br />

quemadores oxidados. En un gesto brusco abre al máximo<br />

las llaves. Luego vuelve a recostarse, fuma y sorbe su café<br />

dejándose ir. El reflejo de la bombilla irradia en su taza. La vida<br />

es dura, se dice, demasiado dura, y recuerda esa mole sobre el<br />

colchón, vencida y lamentable, tan distinta hoy de aquel que<br />

alguna vez, hace tanto, describiera para ella un futuro hermoso<br />

y habitable. Quisiera no culparlo, pero el llanto anega sus ojos<br />

y esa gota que baja por su mejilla lleva concentrada en sí todo<br />

el cansancio, todo el desamor que los aparta.<br />

Dios juzga a los hombres por las lágrimas de sus mujeres,<br />

piensa secándose los ojos, ¿pero a las mujeres cómo las juzga?<br />

Sonríe con tristeza observando las paredes despintadas, los<br />

platos amontonados en el fregadero. ¿Y quién juzga a Dios?,<br />

murmulla todavía.<br />

El gas brota con un silbido leve. Carmen cierra los<br />

párpados, apoya su cabeza mareada en las baldosas y sueña<br />

un mar profundo, frío, solitario.<br />

Despierta al fin. El brillo solar impregna sus pupilas<br />

encegueciéndola. Un segundo atrás todo era calma, silencio que<br />

el gas poblaba de interminables letanías. Ahora ese bulto yace<br />

a su lado en el colchón, exánime. Ella se levanta sin ruido, pero<br />

el bulto gira sobre las sábanas:¿Qué hora es?, pregunta.<br />

Carmen se viste sin mirarlo. Él se incorpora a medias,<br />

bosteza y le sonríe: ¿Pasa algo? Silencio. Ella respira hondo y<br />

termina de arreglarse, estudia su imagen en el espejo, recoge<br />

sus llaves, su cartera, y se marcha.♣


usos<br />

Cincopoetas<br />

contemporáneos<br />

Valery<br />

Shamshurin<br />

Traducción de<br />

Juan Luis<br />

Hernández Milián<br />

1939<br />

Viajé por todo el país, trabajé como director de<br />

una escuela rural, mis intereses como periodista<br />

me llevaron a las construcciones de Siberia<br />

y Kamchatka y a las montañas del Cáucaso.<br />

Visité Bulgaria, Japón y Francia, pero de todos<br />

modos, mi tierra natal es para mí lo más querido.<br />

Mi carrera de escritor no ha sido fácil, pero ya<br />

trabajara en la televisión, en un periódico o en<br />

una editorial, la literatura siempre ha ocupado<br />

el primer lugar en mi vida.<br />

En el <strong>Año</strong> Internacional del Idioma Ruso<br />

la revista Matanzas entrega en exclusiva<br />

estas traducciones del poeta Juan Luis<br />

Hernández Milián realizadas especialmente<br />

para esta edición.<br />

E n el monasterio de Solovki<br />

viví una feliz semana,<br />

por las noches me iba de la cama<br />

a vagar por los prados misteriosos.<br />

Las mediasnoches eran claras,<br />

las hierbas húmedas brillaban,<br />

parecía que alguien tocara un caramillo<br />

en medio de la niebla transparente.<br />

La tierra y el cielo, todo alrededor,<br />

irradiaba una belleza tal<br />

que yo anhelaba ser estrella<br />

o flor abierta.<br />

Por los prados encontraba caballos<br />

que vagaban pensativos,<br />

siguiendo con sus ojos afligidos<br />

la vida de las trémulas sombras.<br />

¡Ah, sería posible, que con la misma fuerza<br />

que yo, ansiaban la inmortalidad<br />

pero no podían ser<br />

inmortales?<br />

33


Boris<br />

Celezniov<br />

34<br />

1953<br />

Nací el 19 de octubre de 1953 en Gorki, en un callejón<br />

que ya no existe entre las calles Gogol y Zalomov. Vale<br />

la pena señalar que estos lugares, en aquel tiempo, eran<br />

magníficos por sus valores patrimoniales intactos, cuyos<br />

elementos, como lo percibo yo, no se han perdido en la<br />

actualidad. El tiempo sin embargo transcurría… y como<br />

la mayoría delos muchachos de nuestras calles, terminé<br />

la escuela, serví en el ejército, trabajé de carpintero, de<br />

mecánico y de constructor de trolebús. Siempre escribí<br />

versos pero a respetarlos me enseñó el poeta de Nizhni,<br />

Víctor Kumakshev.<br />

M<br />

Evgueni<br />

M<br />

Erastov 1963<br />

Nací en Gorki el 1ro de junio de 1963. Aquí en el mismo<br />

centro de Nizhni Novgorod en la Calle Studiena<br />

transcurrió mi infancia; después de terminar la<br />

enseñanza media ingresé al Instituto de Medicina de<br />

Gorki en cuyo periódico por primera vez publicaron mis<br />

poemas. Desde el segundo año frecuentaba los talleres<br />

literarios de la ciudad. En 1992 defendí mi Candidatura<br />

y al mismo tiempo ingresé en el Instituto de Literatura<br />

(cursos a distancia). En 1993 apareció “Nube”, mi primer<br />

libro. Trabajo en la academia de medicina de Nizhni<br />

Novgorod como docente.<br />

¿Por qué escribo? ¿Vale la pena escribir acaso? El artista<br />

se hace esta pregunta una y mil veces. Creo infinitamente<br />

en la poesía, creo en las inagotables posibilidades del<br />

verso clásico. Negar la rima, negar el ritmo es negar toda<br />

justa proporcionalidad, finalmente, es negar la música<br />

i callejón<br />

vive hasta el momento<br />

en medio de los cables de alta tensión<br />

y las calles espejeantes<br />

aunque lo demolieron hace tiempo.<br />

Pero, miren,<br />

de pronto, vuelven todas sus cosas.<br />

A través del “marketing”, las vidrieras y “los<br />

merceds”<br />

y por las chimeneas de las estufas<br />

el humo sube al cielo.<br />

En los jardines hay casitas,<br />

como abrazando los bosques.<br />

Mi mundo por siempre<br />

es joven.<br />

Mi padre, joven.<br />

Joven, mi madre<br />

y todos mis hermanos...<br />

Al atardecer sobre las casas<br />

fulge la Estrella de Belén.<br />

Y nuestro ángel<br />

no nos abandona,<br />

ni el árbol milagroso<br />

todos los años en el hogar<br />

por navidades.<br />

Y, por hacer rabiar a todos,<br />

sin permiso,<br />

mi callejón<br />

vive hasta el momento,<br />

y los jóvenes se deslizan por las pendientes.<br />

iro como si estuviera ante<br />

un milagro: ¡el hielo del lago se quiebra a los<br />

ojos míos!<br />

no soy, por el frágil hielo, un caminante,<br />

mas, a mi piel recorre un temblor inquietante<br />

como si al corazón se acercara un resfrío.<br />

¿Acaso temo que no pueda salvar<br />

el pellejo cual álamo sobre la pendiente?<br />

Lo que yo temo es que todo vaya a dar<br />

a un claro del hielo y entono una canción trivial,<br />

temeroso del invierno inminente.<br />

¿Acaso lo que me aterra<br />

es perder el banco junto al lago, el puentecito,<br />

las semillas de los hongos contritos<br />

y que del anémico abedul caiga por tierra<br />

un mechón de sus rubios cabellos descuidados<br />

y el aliso con sus crujidos desgarrantes<br />

y las decrépitas lágrimas que he llorado<br />

y estos versos insignificantes?


Víctor<br />

Kumakshev<br />

Nací en Gorki el 26 de febrero de 1935. Mi padre era<br />

un empleado. Mis primeros libros fueron los cuentos<br />

de Pushkin. En 1943, escribí mi primer poema, como es<br />

natural, sobre la guerra, ya que mi padre y mi hermano<br />

mayor (actor, alumno de Meyerjold), estaban en el<br />

ejército. Desde entonces escribí versos constantemente<br />

pero sólo a los diecisiete o dieciocho años me preocupé de<br />

ellos con seriedad. Al desmovilizarme del ejército empecé<br />

a trabajar como tornero en la fábrica de automóviles<br />

de Gorki y al mismo tiempo ingresé al Instituto de<br />

Literatura Gorki. En 1960 dejé la fábrica y me dediqué<br />

al periodismo.<br />

En 1964 se publicó mi primer libro Llamadas de mi<br />

Marina<br />

Batjo<br />

1935-1997<br />

La más temprana memoria es la memoria de las<br />

sensaciones. Un sonido, un color, un aroma en especial,<br />

con facilidad se pueden producir en los objetos (en ellos<br />

consiste todo) enormes y vagos ahora, antiguos lienzos.<br />

Enormes porque mi percepción del mundo comenzó por<br />

la grandiosidad. La casa grandiosa de mi abuela Anna<br />

Fiodorovna Istómina, en la aldea enorme, el cerezo<br />

nudoso que crecía ante ella, entrando por las ventanas en<br />

la inmensidad de los prados anegados del norte. El cielo,<br />

el espacio, el silencio. Toda esa grandiosidad también<br />

originó las sensaciones. Y no se van a convertir en algo<br />

de la conciencia, y mucho menos, jamás se convertirán<br />

en algo comprensible. Este miedo (la primera sensación)<br />

ante la inmensidad del cielo, el espacio, la eternidad), el<br />

asombro y el amor (al igual que las ansias permanentes<br />

de ser y vivir) ahora también surgen cada vez que me<br />

encuentro ante la Grandiosidad. Comencé por esto.<br />

Todas las múltiples sensaciones secundarias con los<br />

años se reconocieron, y fundieron, se reprimieron o<br />

liberaron, en una palabra, se modificaron. Pero, el miedo,<br />

el asombro, y el amor siguieron siendo mi esencia.<br />

A<br />

través de los siglos<br />

y de todo lo que hay en este mundo,<br />

a ustedes los enamorados<br />

llegan de nuevo las leyendas<br />

de Romeo y Julieta<br />

de Mendzhnun y Leila.<br />

Lo sé, lo sé,<br />

sonríe el cínico con malicia<br />

diciendo: este siglo no es igual,<br />

y nosotros no somos aquellos hace tiempo.<br />

Mas, la esencia de las leyendas<br />

queda indiscutible:<br />

el afán secular por la pureza,<br />

por lo sublime,<br />

por aquello<br />

que de un siglo a otro,<br />

de la masa de carne<br />

esculpe al Hombre.<br />

L<br />

os versos no me gustaban en mi infancia,<br />

me atraía, más que su melancolía,<br />

el limo verdoso en los bancos de arena<br />

de algún tranquilo río.<br />

Me bastaban el sol, las nieves,<br />

las ventiscas y el rocío matinal<br />

para las canciones de tristeza y alegría<br />

y para mi descanso, los asombros y el ensueño.<br />

Recuerdo cómo, tarde en la noche,<br />

silenciosa, salí a la oscuridad<br />

y lloré mirando a las estrellas<br />

sin saber yo misma, por qué...<br />

Una infinita ternura se tendió<br />

sobre la hierba y los pinos y el musgo...<br />

Sé que aquel desconsuelo<br />

fue mi mejor verso.<br />

35


punt<br />

H oy he encontrado en mi buzón madrileño, entre la papelería<br />

publicitaria que a diario boto, sin apenas detenerme a mirar,<br />

un sobre con mi nombre y mis nada comunes apellidos,<br />

correctamente escritos, finamente impresos en dorado, con<br />

encaracoladas letras de cajas de talco. Toda una gentileza.<br />

No soy muy dado a rellenar formularios ni encuestas, ni<br />

a solicitar información sin compromiso como subrayan los<br />

impresos comerciales de ciertas entidades. Ello no me salva<br />

de verme inundado de propaganda comercial como cualquier<br />

otro mortal. Hasta esta mañana era algo con lo que, muy a<br />

pesar, uno va conviviendo. Pero ahora este sobre rompía la<br />

cansada rutina de tirar a la papelera no menos de diez envíos<br />

de variopinta procedencia y formatos tan disímiles que van<br />

desde tarjetas de maquinita, octavillas fotocopiadas, folios<br />

impresos en computadora, folletos muy manuables en off set<br />

y otros en formatos incómodos, con todo el brillante colorido<br />

de la imprenta moderna y los consabidos diseños de pésimo<br />

gusto de que son objeto.<br />

Veo como también los vecinos tiran a la basura<br />

indiscriminadamente toda esa bazofia. Las papeleras no dan<br />

abasto. Pero los emisores no se detienen. Contratan empresas<br />

de consulting, crean equipos de encuestadores y roban o<br />

compran mailing a centros de estudios reales o falsos. Así<br />

la propaganda comienza a llegar con tu nombre, tus señas,<br />

y a veces hasta con tus intereses. Alcanza la sutileza de un<br />

detective privado. Ha adquirido la condición de moda: ahora<br />

es una propaganda personalizada.<br />

Mi carta personalizada me comunicaba que había sido ganador<br />

absoluto de un premio fabuloso, y que para recibir el mismo<br />

debía realizar una compra por no menos de tal valor. Ello me<br />

daba derecho a entrar en un privilegiado sorteo de millones<br />

de pesetas. Nunca les contesté pretendiendo exorcizar aquel<br />

maleficio que ya conocía de referencia.<br />

Soy consciente de que mis especulaciones sobre el bombardeo<br />

publicitario impreso van a estar signadas por mi condición<br />

de latinoamericano, aún cuando he visitado realidades bien<br />

distintas y cargo con una estancia española ya demasiado<br />

extensa para mí. Pero me asusta la evidencia de que es un<br />

mecanismo en ciernes, que va avanzando sobre nuestros<br />

36<br />

ODe paso<br />

por Madrid<br />

José<br />

Pinazo<br />

Un papel, más papeles y otro papel<br />

La revista Matanzas entrega en este número dos inquietantes<br />

crónicas del perodista José Pinazo escritas<br />

al regreso de su reciente estancia en Madrid.<br />

pueblos, donde la picaresca y la ignorancia pueden<br />

acrecentar todo lo que ya nos parece demasiado, en esta<br />

etapa de capitalismo - cada vez más puro y duro - y de<br />

globalización.<br />

En un viaje a Chicago le comenté a una amiga la poca<br />

propaganda comercial que veía en las calles. Se sonrió con<br />

sorna y sin mediar palabra me abrió su buzón. “Te la mandan<br />

a casa, es más efectiva. A mí me atraparon. Como jamás tengo<br />

tiempo de ir a las tiendas ni de navegar por Internet, compro<br />

mediante estos catálogos”.<br />

No dudo de la utilidad que puedan tener ciertas prestaciones,<br />

de la necesidad de anunciarse, ni de la certeza de aquel<br />

viejo refrán: lo que no se exhibe no se vende. Pero el caos que<br />

representa esta avalancha publicitaria en la ya caótica y<br />

consumista vida moderna, la intromisión en la intimidad y<br />

la cada vez más creciente propaganda fraudulenta, llegan<br />

al limen de lo insostenible.<br />

El truco del close up sigue funcionando. Unas toallas de mano,<br />

fotografiadas con un sofisticado lente y un buen experto<br />

detrás, logran el efecto de una toalla de playa. Algo así como<br />

quien pretende pasar una noche con Marilyn Monroe y se<br />

encuentra en su cama a la novia de Frankenstein.<br />

Tengo un amigo que recibe cada mes un sobre donde se le<br />

comunica que ha ganado un magnífico automóvil. Recuerdo<br />

que en México, otra amiga recibió la noticia de un premio,<br />

junto con el catálogo donde aparecía a todo color su trofeo:<br />

un esplendoroso horno que le sería enviado a vuelta de<br />

correos. Anfitriona y huéspedes nos dispusimos a crear<br />

condiciones para recibir el nuevo artefacto y desechar su ya<br />

cansado microonda. Cuando el cartero llegó con una cajita<br />

de apenas veinte por veinte centímetros, todos pensamos que<br />

se habían equivocado de envío o dirección. Efectivamente,<br />

en el interior venía un horno, sólo que no conseguimos que<br />

cupieran en él más de tres salchichas. Por supuesto que mi<br />

intento de exorcismo no funcionó. Sigo ganando premios<br />

estupendos y participando en cuantiosos sorteos.<br />

Un engendro genera otro. Soy de un país en el que un trozo<br />

de papel, por insignificante que parezca, puede tener un<br />

valor de uso quimérico, como suele pasar en muchas zonas<br />

de nuestro Tercer Mundo. Hablo de ese pliego de estraza


que vuelve una y otra vez al comercio con productos distintos,<br />

como si de una mochila se tratase; al viejo periódico que<br />

envuelve un aguacate o un par de zapatos y alcanza a suplir<br />

dudosamente la carencia del papel higiénico, o la revista<br />

foránea de papel cuché que sirve de cubierta protectora a los<br />

cuadernos escolares, y que cuando de crónica rosa se tratare,<br />

llegaría a convertirse en medio de subsistencia –alquiler<br />

mediante– sin que importe mucho la fecha del machón o<br />

los temas distantes y ajenos que refiera. No son pocas las<br />

significativas obras literarias escritas en el reverso en blanco<br />

de un folio usado.<br />

y seguido...<br />

El desastre ecológico sigue su curso. Cada vez la tala de<br />

árboles se hace mayor, crece el derroche de papel en los<br />

países desarrollados, y los precios de éste se disparan. Los<br />

mayores perjudicados siguen siendo los países pobres, donde<br />

apenas hay libretas para los niños.<br />

Entre los medios de impresión y los papeles malgastados que<br />

lamentablemente no siempre se reciclan, la intromisión en<br />

nuestras vidas y la propaganda engañosa, poco puede haber<br />

de válido en estas prácticas.<br />

Entre tantos papeles el hombre no parece saber cuál es el suyo.<br />

Pensamos que se trata de algo imparable y de que las leyes no<br />

alcanzan a hacerles resistencia. Las políticas pasan de largo y los<br />

de a pie esperamos que alguien resuelva el asunto, tratando de<br />

ponerle contención o pretendiendo que lo ignoramos, entrando<br />

al juego o aceptándolo con cierta reticencia.<br />

Parece como si sólo nos quedara esperar porque un día mi<br />

amigo ecuatoriano reciba el tan anunciado coche, que mi<br />

amiga mexicana pueda asar un picoso pavo en su horno o que<br />

la novia de Frankestein sea convertida en Marilyn Monroe...<br />

Nada, truquillos del mago Coperfield.<br />

La Cumbre, Versalles, 7 de <strong>enero</strong> de <strong>2007</strong>.<br />

Músicos ambulantes: otra cruzada<br />

U<br />

na mañana tres jóvenes músicos rompieron la rutina de mi<br />

viaje en el metro madrileño. De entre sus ponchos coloridos y<br />

sus bolsos de cambaya aparecieron una quena, un charango, un<br />

pequeño tambor. Tras disculparse por las posibles molestias y<br />

pedir permiso para compartir su música, comenzaron a entonar<br />

ese himno latinoamericano y universal que es Sólo le pido a<br />

dios. No fuimos pocos los que entre dientes tarareamos con<br />

ellos o marcamos el ritmo con los pies, y luego dejamos unas<br />

ligeras monedas en su bolsita artesanal con el deseo de que el<br />

futuro no les sea indiferente... La sonrisa les duró bien poco.<br />

No más salir, dos guardas les impidieron el paso; los acusaban<br />

de reincidir y los expulsaban de la red del metro.<br />

Unos días después volví a verlos. Sólo los identifiqué<br />

cuando empezaron a cantar. Vestían jeans, camisetas, abrigos<br />

convencionales, zapatillas deportivas y unas mochilas vulgares.<br />

Se habían disfrazado para despistar a sus posibles captores.<br />

Cada vez son más los músicos que alegran los viajes de<br />

los metros en las grandes ciudades del mundo. En las guías<br />

turísticas de Sydney, Londres o Copenhague, se anuncian como<br />

una atracción imprescindible. En París existe una asociación<br />

de músicos ambulantes. Son signos de una larga tradición en<br />

auge y de la anuencia de sus receptores inmediatos.<br />

A pesar del idioma común y tantas otras afinidades<br />

culturales, los músicos latinoamericanos viajan a hurtadillas<br />

entre los vagones del metro de Madrid. Lo que resulta una triste<br />

paradoja es que el muy déspota Don Fernando VII, en la Real<br />

Cédula de 1824, dictaminara entre las obligaciones de la policía<br />

expedir los permisos para ejercer los cantarines, titiriteros, y<br />

todos los demás que ejerzan profesiones ambulantes.<br />

Es curioso –y sobretodo, absurdo– que casi dos siglos<br />

después, en un mundo que se precia de democrático, alegrar<br />

la vida de los demás pueda ser un delito, cuando sólo se pide<br />

a cambio lo que el escucha guste regalar.<br />

Un auditorio que ha soñado en argentino con Gardel, que ha<br />

sucumbido ante la belleza peruana de La flor de la canela, que<br />

ha implorado por un aguacero dominicano de café en el campo,<br />

que se pierde con Compay Segundo por los pueblitos cubanos<br />

de Alto cedro, Marcané, Cueto y Mayarí, no va a rechazar<br />

estas ofertas. ¿Qué mujer no ha querido llegar a Madrid para<br />

ser emperatriz del Lavapiés, y bañarse con vinillo de Jerez,<br />

después del famoso chotís del mexicano Agustín Lara?<br />

Fueron los trovadores, de Homero a Bob Dylan, quienes<br />

regaron la semilla de ese frondoso árbol que hoy se llama<br />

música universal, transculturación, sincretismo religioso,<br />

cocina internacional, en fin, lo multicultural.<br />

Ninguna ley de extranjería podrá acabar con la xenofobia<br />

–sutil o expresa– como pueden hacerlo las manifestaciones<br />

culturales espontáneas de los pueblos. Cada vez son más los<br />

que acuden a bailar merengue, son o cumbia en los muchos<br />

sitios de las noches europeas. Degustar un buen ron caribeño<br />

o un tequila, acompañados de tamales, tostones o tacos, se va<br />

haciendo cada vez más común. Las ferias de artesanía popular<br />

van llenando las casas del viejo mundo de una ingenuidad que<br />

ya parecía inexistente.<br />

No volví a encontrarme con aquellos músicos. Pero otros<br />

furtivos siguen dando un toque de alegría al viajero cansado<br />

que agradece. Algún guarda se hace de la vista gorda...o ha<br />

recibido esa sutil orientación... Parches aislados que no dan<br />

solución ni van a ninguna parte.<br />

De momento parece que sólo Los tres músicos ambulantes<br />

de Jacob Jordaens, en su espléndido lienzo del Museo del<br />

Prado, tienen el beneplácito de las autoridades madrileñas.<br />

Mientras, la música –ambulante y viva– sigue aunándonos<br />

más que todos los decretos.<br />

Lástima que quienes deben aprobar tales leyes no viajen<br />

en el metro. Sólo pedirle a Dios, con aquellos tres músicos,<br />

que la reseca muerte no los encuentre vacíos y solos sin haber<br />

hecho lo suficiente.<br />

La Cumbre, Versalles, 9 de <strong>enero</strong> de <strong>2007</strong>.<br />

37


R ené Fernández Santana es un creador a la antigua. Los viajeros de<br />

las soledades del universo virtual, los devotos de la linealidad del comic,<br />

observan desdeñosos su arte viejo mientras se pierden los sentimientos<br />

guardados en su maletica de juglar y su ingenua creencia en las palabras<br />

que pone en boca de actores y muñecos. Pero los hombres que poseen su<br />

misión no se detienen: sería imperdonable dejar de alimentar el corazón<br />

humano.<br />

Por esa fecunda labor, que este año alcanza medio siglo, el director<br />

del Teatro Papalote recibió el Premio Nacional de Teatro <strong>2007</strong> por ser<br />

“uno de los nombres más firmes de la escena para niños en Cuba”,<br />

según palabras del jurado. Para él, es un reconocimiento a los titiriteros<br />

de la Isla, a quienes han contribuido con su obra y al alma mágica de<br />

Matanzas, donde nació en <strong>abril</strong> de 1944.<br />

Esta ciudad no solo es mi origen, sino mi destino. En sus<br />

calles he mudado muchas veces de piel. En la bruma matutina<br />

que nace desde sus ríos se agita y desborda un amor que me hace<br />

reconocerme dondequiera como matancero. Aquí asomé un títere<br />

por primera vez a un retablo y desde entonces no he querido<br />

38<br />

© Johan E. Trujillo<br />

René<br />

Fernández<br />

Santana<br />

Entrevista al destacado<br />

director teatral<br />

Premio Nacional de Teatro <strong>2007</strong><br />

Amarilys Ribot<br />

teatropapaloteteatropapalote<br />

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teatropapalote<br />

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teatropapalote<br />

teatropa-<br />

dejarlo de hacer jamás… Recuerdo unos espectáculos con<br />

muñecos de cartón que, casi niño, hacía para mis hermanos.<br />

Ellos fueron el auditorio de mi primera obra, La amistad es la<br />

paz.<br />

¿Cuándo llegó profesionalmente a los títeres?<br />

En 1962, cuando los hermanos Camejo dieron su curso en<br />

Daoiz 83, donde está Papalote. Luego, Osvaldo Dragún vio una<br />

obra mía, leyó mis pequeños textos y me consiguió una beca<br />

en su Seminario de Dramaturgia. Al cabo de un año comencé<br />

a dirigir este Guiñol. Desde entonces estoy aquí, viviendo y<br />

desviviendo.<br />

René Fernández no gusta conversar de los años que estuvo lejos<br />

de Papalote contra su voluntad, en la década de los 70.<br />

A esa etapa le debo mi madurez: no hice teatro, pero sí<br />

coreografías y diseños, viajé, estuve en el circo y en el mar.<br />

Cuando regresé a mi escena, en los 80, ya era un verdadero<br />

profesional. Cada década aquí ha sido diferente: cambiaban<br />

el arte, los espacios, uno mismo; esa es una propiedad de la


Naturaleza. Es la pátina de la vida en las paredes, en las puertas,<br />

hay tantos recuerdos que nunca desaparecerá el alma de este<br />

lugar… Esta es mi casa también. A veces paso demasiado<br />

tiempo aquí. Por eso le debo tanto a mi esposa Milagros, una<br />

mujer admirable, que se ha limitado para que yo me desarrolle.<br />

Ella es mejor que yo. Y nuestro hijo Abdiel es maravilloso.<br />

¿Es más fácil educar en casa, o desde la escena?<br />

El escenario es más fácil. Un hijo es una experiencia más<br />

grande que el teatro. Y eso que el teatro es mucho para mí: un<br />

puerto o un hogar donde siempre parto y regreso, el principio<br />

y el fin de mis pasos, la pasión, el fuego, el desafío que me<br />

hacen sentir joven.<br />

¿Considera que hay temas inabordables en el teatro para niños?<br />

No, solo depende de su abordaje, de cuán próximos o distantes<br />

sean de la problemática infantil, de cómo se conjugan con la vida.<br />

Hay una obra mía muy difícil, Disfraces, que trata de las relaciones<br />

de los niños con el mundo exterior, de cómo ven a los adultos. En<br />

realidad, cualquier obra resulta complicada.<br />

Hay un título muy especial para René Fernández que es Romance<br />

del papalote que quería llegar a la luna.<br />

Yo la había hecho 20 años antes y creí debía retomarla con<br />

otra mirada para el público de los 90: en ella radica mi tesis del<br />

teatro para niños, con su valentía, osadía y grandeza de valores<br />

humanos, como lo fueron Feo, La guitarra de Felipito, El gran<br />

festín, Okin eiye ayé, El día que se robaron los colores… obras<br />

emblemáticas, que dejan una huella.<br />

¿Por qué casi nunca las retoma?<br />

Valoro mucho los procesos de creación, y estos sólo se viven<br />

una vez. El tiempo que toma un reestreno es mejor dedicárselo a<br />

piezas nuevas. Cada una de aquellas que ya no están en escena<br />

viven en mi memoria emocional, tanto que debo estar atento<br />

pues a veces se me quiere escapar un texto de una obra a otra.<br />

¡Yo soy uno, y ellas tantas!<br />

¿Lo agobian?<br />

Claro que sí. Hasta en sueños. En algunos momentos mi<br />

trabajo en Papalote me exige poner a un lado mi labor como<br />

dramaturgo: tengo muchas ganas de escribir y ningún tiempo.<br />

Pero con la madurez he aprendido a salir y dar aire a mi vida<br />

y desempolvar cansancios. Hay que saber vivir en la realidad<br />

y aprender a transformarla.<br />

Esa realidad está plagada de nuevas y a veces polémicas<br />

tecnologías. ¿Cómo ve su impacto en el mundo infantil?<br />

Los niños necesitan refrescarse de las pantallas, y en el teatro<br />

se alivian, porque lo más importante de la escena es que en ella<br />

reside un arte corpóreo, personalizado, pleno de sentimientos,<br />

y contra eso no se puede competir: un video no supera a la<br />

vida. Dentro del propio teatro la tecnología es aprovechable,<br />

en la misma medida que las otras artes, pero sin convertirla<br />

en protagonista.<br />

¿Qué distingue al teatrista del hombre corriente?<br />

Su mirada. El hombre de teatro ve diferente: la gente, sus<br />

conversaciones, las esquinas, parques, accidentes, entierros,<br />

fiestas, son vidrieras llenas de personajes y acontecimientos.<br />

No puedes dejar de mirar lo que te exhibe la vida para el teatro,<br />

ni confundir al teatro con ella. Y, sobre todo, hay que vivir<br />

intensa y apasionadamente y aprender a transformar toda esa<br />

fuerza en arte.<br />

Para quien está fuera es difícil comprender algunas cosas.<br />

La creación absorbe, y a un tiempo alivia. Es como una religión,<br />

que anima el espíritu, como la Naturaleza. Yo siempre medito<br />

acerca de ella, también sobre la humana. Eso me lo enseñó el<br />

acercamiento a la cultura negra.”<br />

¿Y Matanzas, qué es para Usted?<br />

A Matanzas me ata todo: mi familia, los recuerdos, sus<br />

artistas, las calles, las mañanas. ¡Cuántas veces he cruzado estos<br />

puentes en mis 63 años! A ella la he abrazado en todas mis obras,<br />

sobre todo en La cabeza intranquila, de Ulises Rodríguez, y con<br />

el rescate de las leyendas afrocubanas.<br />

¿Es religioso?<br />

Bueno, dicen que soy hijo del niño orisha Elegguá porque<br />

me abre las encrucijadas, de Obatalá porque me dio el vuelo de<br />

las ideas y el tener la cabeza siempre sobre los hombros, y de la<br />

madre universal Yemayá, que me otorgó la lengua como caballo<br />

de mis palabras… En fin, no soy religioso, pero descubrí en ese<br />

mundo una gran filosofía que me ha alimentado, una raíz cultural<br />

que no se puede negar y que forma parte de nuestra vida. Por<br />

eso utilizo en mis obras tantos refranes… ¿Mi favorito? El que a<br />

buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija. Yo me arrimé al<br />

árbol de mis maestros.<br />

Usted siempre destaca a sus maestros, a quienes le acompañaron<br />

en otro momento del tiempo. ¿Cómo hace para no detenerse en<br />

ellos?<br />

Creo que el teatro es siempre un partir de cero… con historia.<br />

Para mí el pasado es valioso: es vida, presencia, recuerdo, fuente<br />

donde bebo, pero también es mañana, es querer ser un teatrista<br />

que analiza el <strong>2007</strong>, pues cada momento es único e irrepetible.<br />

Lo cierto es que he tenido suerte y las ventajas de poder<br />

ejercitar y poner en práctica mis ideas en un colectivo que es<br />

considerado uno de los grupos emblemáticos y de necesaria<br />

referencia del teatro para niños en Cuba. Debo mi profesión<br />

a quienes dejaron su impronta en ese espacio poblado de<br />

fantasmas y duendes, y a los que permanecen en él, a las manos<br />

que vibran cada mañana en las sesiones de ensayo. De ellos<br />

también es este Premio.<br />

Luego de la proclamación del galardón, amigos de todo el mundo<br />

congestionaron las líneas de Papalote y el hogar de René Fernández con<br />

voces emocionadas, como Armando Morales, director del Guiñol Nacional:<br />

“ Al fin se rompió el cerco y tenemos un Premio Nacional de Teatro que<br />

corresponde a un guerrero de la dramaturgia, la dirección, el diseño y<br />

la total divulgación y promoción de lo que se hace en el arte titiritero<br />

de nuestra hermosa isla que nos ha tocado vivir. Si alguien tenía que<br />

abrir la brecha, como en otras contiendas, tenías que ser tú. La alegría<br />

al fin toca nuestros retablos“. René lo toma con el mismo sentido:<br />

Es un Premio de muchos: el teatro cubano para niños ha<br />

sido luchado por creadores que admiro…<br />

¿Conmovido?<br />

Sí, pero sobre todo por la gente en la calle, desde los<br />

balcones, en la plaza, en el coche que tomo cada mañana,<br />

envuelto en las nieblas del San Juan… Sobre todo, el premio<br />

mayor: las decenas de personas que llamaron a este teatro ese<br />

mismo fin de semana preguntando sólo si había función. Ellos<br />

son el sentido y la consecuencia de mi trabajo. Sin embargo,<br />

nada me emocionó tanto como mi hermana María Esther<br />

cuando me dijo que, al escuchar la noticia del Premio, recordó<br />

cuando hice para ellos La amistad es la paz.<br />

Ella no imaginaría entonces que usted se convertiría en un gran<br />

Maestro…<br />

No, no me llamen Maestro: esa es una palabra muy dura, me<br />

parece que te condecoran y te olvidan, nadie te critica. Prefiero<br />

que me vean luchar por mis proyectos. Yo le agradezco a todo mi<br />

colectivo y tengo un compromiso con él: Papalote y yo estamos<br />

aquí, llenos de energías, y vamos a seguir viviendo.♣<br />

39


E<br />

40<br />

Elogio de Fundora<br />

l nombre de José Ramón Fundora está oportunamente<br />

asociado a lo fundacional. Fue uno de los primeros en<br />

atreverse en nuestro país con un género tan escabroso<br />

y aún polémico como es la Abstracción. Hubiera sido<br />

Kurt Switters o Mondrián de haber nacido en Europa,<br />

hubiera estado junto a Pollock y Kooning de haber<br />

habitado Nueva York. Hubiera conformado el grupo<br />

de Los Once o Los Diez Pintores Concretos de haberse<br />

marchado a la Habana.<br />

Pero como por fortuna para nosotros, perteneció siempre<br />

a esta ciudad de puentes, ríos y languideces, su obra<br />

supo dialogar con nuestro paisaje y se hizo delicada y<br />

evocativa.<br />

Así surge su aprovechamiento del azar, esa fuerza que<br />

describe el modo de actuar de la naturaleza, logrando<br />

obras como la serie Conjunción Aleatoria, La Piedra<br />

Azul, Ciudad y Lago o la ya emblemática El Árbol Rojo<br />

de Mondrián y la Casualidad.<br />

Su desbordante imaginación ha logrado ver en planchas<br />

oxidadas de metal, cartones mohosos y carcomidos<br />

o alambrotes torcidos, los más bellos parajes. Nunca<br />

Rubén Fuentes<br />

González<br />

siendo directo ni evidente sino más bien en sugerencias<br />

poéticas, como en los paisajes japoneses donde sólo se<br />

definen pocos trazos enérgicos de la tinta y ya están el<br />

cerezo o el crisantemo.<br />

Aún a edades superiores se le ve sopesando contornos<br />

de un viejo madero, investigando las leyes secretas del<br />

equilibrio y la armonía, añadiendo algún cuadrado<br />

preciso e insustituible, una tapa de pomo que será una<br />

luna o un reloj roto que será un sol.<br />

Su labor pedagógica ha engendrado también varias<br />

generaciones de nuestros mejores creadores. Por<br />

todo esto y mucho más, por sus cualidades humanas:<br />

Felicidades en nombre del Consejo Provincial de las<br />

Artes Plásticas al Maestro Fundora por este merecido<br />

premio y la labor de toda una vida.<br />

* Palabras leídas por el autor en la ceremonia de entrega del Premio<br />

Provincial de las Artes Plásticas, en su primera edición, el 6 de<br />

marzo de <strong>2007</strong>, en la sede de la UNEAC.<br />

♣<br />

*


La búsqueda y el hallazgo<br />

C onstante, prolífero y vital, José Ramón Fundora<br />

Caballero ha recorrido todo un camino en el arte, una<br />

trayectoria que abarca desde la abstracción hasta el<br />

realismo fotográfico, utilizando técnicas que van del<br />

grabado al arte matérico; todo un legado de búsqueda<br />

intelectiva, toda una obra marcada por la experimentación<br />

y afiliada siempre al pensamiento más<br />

contemporáneo del arte.<br />

Influenciado por su profesor Roberto Diago, Fundora<br />

se inserta, desde la década de los cincuenta del siglo<br />

pasado, en el movimiento abstraccionista que por<br />

entonces irrumpe en nuestro país, y que hace eclosión en<br />

el cincuenta y tres, con la exposición colectiva del grupo<br />

de Los Once en la Galería La Rampa en La Habana, y más<br />

tarde, con la exposición de Los diez pintores concretos,<br />

en la Galería Ramón Guiteras de nuestra ciudad.<br />

Instantes memorables, momentos<br />

históricos para la vanguardia<br />

de la plástica cubana, marcarán<br />

definitivamente al joven pintor,<br />

que se une a esta tendencia<br />

renovadora del arte no figurativo,<br />

tendencia que mantendrá a lo<br />

largo de su extensa trayectoria y<br />

que enriquecerá con elementos<br />

figurativos.<br />

Las líneas surgen, los colores<br />

chocan entre sí, formando una<br />

sinfonía donde se geometriza<br />

el dibujo y el dinamismo<br />

subsiste en formas que traducen<br />

movimiento.<br />

Nace la serie Conjunción Aleatoria,<br />

donde las figuras geométricas<br />

tienden a separarse, a desintegrarse<br />

a través de zonas de<br />

color, de texturas diferentes y que<br />

va a conseguir como resultado, el<br />

equilibrio.<br />

El desplazamiento del color, la<br />

insinuación de las texturas en las llamadas zonas<br />

de fuerzas o confluencia de líneas, brindan plasticidad,<br />

unidad y cierta frescura a sus composiciones. Materia<br />

plástica tratada con sensual sentido, mente y espíritu que<br />

no dan sobrantes sino sobriedad y contención, necesarios<br />

para lograr la armonía, el ritmo, acudiendo siempre a ese<br />

espacio real que es el hombre, el entorno, la sociedad, y la<br />

historia.<br />

Cazador de la belleza, la busca y encuentra en los lugares<br />

más inverosímiles, y en esa constante exploración encuentra<br />

Mabel Diez Ochoa<br />

una nueva forma de expresar su arte, la pintura matérica.<br />

Con trabajos enmarcados dentro de lo tridimensional,<br />

insertando objetos encontrados al azar, surge El árbol rojo<br />

de Mondrián y la casualidad. Aquí se fucionan la memoria<br />

plástica del pintor y la casualidad de encontrar, en un<br />

pedazo de metal abandonado, similitud con el fondo del<br />

cuadro del famoso pintor holandés.<br />

Así, nacen La nube negra, Noche cálida y con un lirismo<br />

encantador, donde los colores tienden a suavizarse,<br />

emerge rutilante, destellando sobre el agua, Cuidad y<br />

lago; realidad que nos sumerge en la ficción de ese idílico<br />

paisaje, tan real como la belleza imaginada o la realidad<br />

situada en los cambios de la naturaleza.<br />

Recortes de madera, metales, raíces, vidrios u otros<br />

materiales inservibles al ojo común, se tornan gráciles y<br />

bellos en la mente imaginativa y en las manos del artista.<br />

Su sensibilidad, su poder real y emotivo, hacen<br />

que su obra gane en expresividad, la<br />

proporcionan otros sentidos táctiles y visuales, legitimando<br />

la composición y el significado.<br />

Graduado de profesor de dibujo y pintura en la Academia<br />

de Artes Plásticas Tarascó en 1957, Fundora ha devenido<br />

maestro por excelencia. Su constancia y dedicación al<br />

ejercicio pedagógico, ininterrumpidamente, desde 1959<br />

hasta 1990, así lo atestiguan. Una vida útil al servicio de<br />

la enseñanza del arte, ese es su gran legado. ♣<br />

41


José Antonio García<br />

Molina<br />

La Florida documento histórico revelador y primer testimonio poético<br />

sobre indígenas y criollos en Cuba.<br />

Todavía constituye una sorpresa para muchos conocer que<br />

Espejo de paciencia, el célebre poema del acriollado Silvestre de<br />

Balboa, dado a conocer en 1608, ya no es desde hace algunos<br />

años el primer poema escrito sobre Cuba donde se habla de la<br />

naturaleza, de las gentes y del estado de cosas en nuestra tierra.<br />

Fue en 2002 cuando conocimos aquí que en los fondos de la<br />

Biblioteca Nacional de Madrid existía un extenso manuscrito<br />

inédito, confeccionado en versos del siglo x V i, buena parte de<br />

los cuales se refería a la Cuba de 1598, a su naturaleza, sus<br />

gentes y sus costumbres. Lo había escrito Alonso Gregorio<br />

de Escobedo, un fraile franciscano radicado desde 1587 en<br />

La Florida, entonces territorio español. En un viaje realizado<br />

por las Antillas, Escobedo había recalado en Cuba, y a ella se<br />

refiere en más de quinientos versos de los miles que contiene<br />

su poema.<br />

Para nosotros, lo más importante en esos casi seiscientos<br />

versos sobre Cuba, es la información que nos ofrece sobre<br />

la composición y costumbres de la sociedad criolla en aquel<br />

momento fundacional, y sobre algunas creencias de los<br />

indocubanos, que ignorábamos hasta ahora; o sea –como reza<br />

la convocatoria de este Forum—: lo que más nos interesa es “el<br />

proceso histórico cubano y las raíces culturales de la nación”<br />

que en alguna medida nos revela dicho texto.<br />

Sobre el proceso histórico cubano<br />

La primera sorpresa que nos brinda el poema de Escobedo<br />

al tratar sobre Cuba, es que parece desmentir una tesis muy<br />

repetida por los historiadores hasta hoy: que en nuestra isla<br />

los españoles dejaron de extraer oro debido a la escasez del<br />

mismo desde fechas tempranas del siglo x V i. Nada más falso:<br />

al acercarse a Cuba desde La Española, Escobedo denomina<br />

a nuestra tierra como “la Isla Dorada”, y de las cuatro veces<br />

que a continuación cita a Cuba durante su estancia aquí, tres<br />

sustituye ese nombre por “la Dorada”. Era la denominación<br />

que había escuchado de boca de sus acompañantes, marinos<br />

y soldados, gente de pueblo que conocía perfectamente la<br />

región y sus nombres. ¿Por qué “isla dorada”? Nos lo dice<br />

en su relato versificado, y a continuación explica por qué el<br />

seudónimo: “Esta se llama, hermanos, La Dorada” / dijo nuestro<br />

cristiano y fuerte bando, / “que encierra dentro de sí grande tesoro,<br />

/ que aunque pobre de gente, no lo es de oro”. 1<br />

He aquí dos informaciones históricosociales excelentes:<br />

que Cuba en 1598 era aún una isla abundante de oro –por lo<br />

visto, un hecho muy conocido y divulgado por quienes no<br />

tenían interés alguno en ocultarlo—; y que la isla se encontraba<br />

desolada. Efectivamente, cuando aún se le calificaba como “la<br />

isla Dorada”, Cuba hacía más de setenta años que había sufrido<br />

un éxodo importante de su población —fundamentalmente de<br />

la española y de la incipiente criolla— hacia tierras continentales<br />

con mejores posibilidades de enriquecimiento. De modo que<br />

todavía en 1598, según reconocían los contemporáneos, Cuba<br />

era una isla “pobre de gente”, aunque nutrida de oro. Más<br />

adelante reitera: Verá quien estuviere en La Dorada / (que así<br />

llaman la isla referida, / aunque pobre de gente y despreciada) / mucha<br />

copia de fructas y comida / fuera de todo el mundo respectada, / si de<br />

españoles fuera guarnecida, / porque hallaron en ella minas de oro,<br />

que tiene cada una gran tesoro. 2 Nótese que cada una de las minas<br />

de oro que los españoles “hallaron” (en pasado), “tiene” (en<br />

presente) “gran tesoro”.<br />

Para confirmar semejante descubrimiento, anotamos lo<br />

que dice Escobedo a continuación, cuando cita el caso de<br />

un conocido contemporáneo portugués, dueño de esclavos<br />

africanos en Cuba en ese momento, quien obtiene excelentes<br />

ganancias explotando el trabajo de estos en los lavaderos de<br />

oro. Dice textualmente: El capitán Vizcardo, lusitano, / de doce<br />

negros fuertes se servía, / que en las aguas que corren al oceano /<br />

sacaban grande suma cada día. / Por caso averiguado, cierto y llano,<br />

/ toda la negra gente le ofrecía / de sol a sol cuarenta y más ducados<br />

/ de oro fino en plata conmutados. 3 Y por supuesto que el caso<br />

citado no fue una excepción. Estrofas atrás, cuando Escobedo<br />

describe un trasiego de personas desde La Española hacia el<br />

continente, refiere que: La nave con cien negros ocuparon, / con<br />

sus cabellos cual merina lana, / cuyos amos de Angola los trajeron /<br />

y en Occidente todos los vendieron. 4 Luego los esclavos de origen<br />

africano eran ya relativamente abundantes en estas tierras<br />

a fines del siglo x V i, y por lo visto sacaban buena cantidad<br />

de oro –quizás una proporción mayor que la acostumbrada<br />

antes por los indígenas—, pero al parecer sus dueños en Cuba<br />

no reportaban a las autoridades lusitanas o españolas sus<br />

ganancias de oro; lo que posiblemente provocó la ausencia de<br />

estadísticas al respecto hasta hoy.<br />

Sobre el particular, lo que sí consta es la cantidad de quejas<br />

transmitidas por los españoles esclavistas al rey, referidas a que<br />

ya no tenían suficientes indígenas esclavos para buscar oro, no<br />

porque estos morían debido a enfermedades u otras causas,<br />

sino principalmente por sus constantes sublevaciones y sus<br />

ataques para rescatar a los congéneres aún esclavizados. 5<br />

De modo que, ¿a cuáles conclusiones parece conducirnos el<br />

hallazgo anterior? Podemos citar varias, pero al menos una nos<br />

parece muy clara y de importancia capital: que los indígenas<br />

cubanos no fueron exterminados por la denominada “conquista”<br />

de Cuba, y ni siquiera durante las primeras décadas del<br />

siglo x V i, como aún creen los repetidores de la tesis del<br />

“exterminio”. El ejemplo del poema (que a la vez constituye un<br />

43


elato histórico), nos demuestra que una parte de la antigua<br />

etnia aborigen, a fines del siglo x V i, permanecía viviendo<br />

pacíficamente junto con españoles y criollos (la esclavitud se<br />

había prohibido hacía más de cuarenta años), principalmente<br />

en los alrededores de las localidades fundadas por estos<br />

últimos. Aquella población de aborígenes formaba un sector<br />

que hoy denominaríamos “marginal”; dedicado sobre todo a<br />

labores agrícolas de subsistencia, y por ello portador de un<br />

excedente productivo destinado a intercambiar dentro de las<br />

villas (sobre todo el casabe, cuya elaboración es lo primero<br />

que con deleite describe Escobedo). Por lo tanto, podemos<br />

asegurar que dicho sector constituyó el primer campesinado<br />

en nuestro país. Añádase al mismo la indeterminada masa<br />

de población indígena (en mi criterio, la mayor parte de<br />

esa población), que desde los comienzos del siglo x V i se<br />

apartó casi para siempre de la vista de los españoles (en<br />

las montañas, en las ciénagas, en los cayos del norte y del<br />

sur) y quedó viviendo agrupada (e ignorada) en pequeños<br />

núcleos familiares, como ocurrió también, por ejemplo, en<br />

La Española y en Puerto Rico.<br />

De aquella gran masa de población dispersa y apartada<br />

a todo lo largo del archipiélago cubano nunca se supo nada;<br />

nadie la estudió; nunca apareció en los censos de población<br />

realizados por las autoridades coloniales, pues durante siglos<br />

Cuba fue, en buena medida, monte impenetrable con caminos<br />

difícilmente transitables durante casi todo el año, que dejaban<br />

en el aislamiento extensas áreas de población diseminada,<br />

e incluso comunidades importantes, como fue el caso de<br />

Baracoa, primera villa fundada por Velázquez.<br />

Como ha quedado demostrado, gracias a tan interesante<br />

fenómeno histórico-social, en Cuba todavía hoy contamos<br />

con determinados núcleos de población campesina, cuyos<br />

miembros son descendientes de indígenas taínos, quienes<br />

desde hace tiempo comenzaron a mezclarse étnicamente (en<br />

mayor o menor medida) sobre todo con el componente de<br />

origen español. El ejemplo más destacado por su muchedumbre<br />

es el que se encuentra viviendo desde tiempos remotos en la<br />

serranía de Yateras, actual provincia de Guantánamo, que<br />

hoy debe de sobrepasar los dos mil habitantes, a juzgar por<br />

la endogamia que hasta muy recientemente ha practicado un<br />

buen número de esas familias, como parte de su tradicional<br />

táctica defensiva (de procedencia indígena) ante la posible<br />

intrusión de extraños. 6 Núcleos mucho menores se encuentran<br />

también más o menos concentrados en otros puntos del<br />

territorio nacional, a los cuales debe añadirse la numerosa<br />

e indeterminada cantidad de dichos habitantes que viven<br />

dispersos en pueblos y ciudades. Hoy todos constituyen<br />

esta homogénea población que representa a los cubanos,<br />

quienes no obstante nuestra pasada ascendencia étnica<br />

diversa (de “amerindios”, “europoides” y “negroafricanos”),<br />

compartimos una misma identidad cultural, que a su vez no<br />

impide ciertas especificidades en determinadas creencias y<br />

costumbres, así como la mezcla de las mismas.<br />

A partir de aquí, los historiadores de Cuba nuevamente<br />

tendrán que tomar notas, para informarnos mejor sobre<br />

nuestro proceso histórico desde el siglo x V i.<br />

Sobre las raíces culturales de la nación:<br />

Por otro lado, el poema “La Florida” del fraile Escobedo<br />

nos ofrece un aporte en cuanto al conocimiento de las raíces<br />

44<br />

culturales de la nación; y esta es otra gran sorpresa. Nos<br />

pone en contacto con los dos sectores más representativos<br />

de la sociedad cubana en esos años: los indígenas, en lógica<br />

mayoría numérica, y los primeros criollos (esa amalgama<br />

temprana de peninsulares con indígenas, y seguidamente<br />

de peninsulares entre sí). A los Indocubanos, que le dan la<br />

bienvenida en el puerto de Baracoa, denomina Escobedo<br />

“el pueblo”. Con ellos conversa animadamente, pues a un<br />

siglo de la llegada de Colón, existe en Baracoa –como en<br />

otras villas cubanas de los siglos x V i y x V i i— una población<br />

más o menos numerosa de indígenas que convive con los<br />

criollos (mestizos de indígenas y no mestizos), y que por lo<br />

mismo habla español, al tiempo que conserva sus costumbres<br />

domésticas y económicas ancestrales, junto a sus antiguas<br />

creencias religiosas, como veremos.<br />

Seguidamente, el fraile Escobedo se detiene a describir,<br />

maravillado, cómo siembran la yuca y desarrollan paso a paso<br />

el proceso de confección del casabe, que según se aprecia<br />

continúa siendo el producto agrícola principal de la economía<br />

indígena (y tal vez también el del resto de la población criolla).<br />

Refiriéndose a la masa de la yuca rallada, obtenida tras un<br />

proceso inicial, dice: Después que toda el agua fue estilada / un<br />

gran lebrillo ponen en el fuego, / y en suelo una hornilla bien labrada<br />

/ porque se cuaje el cazabe luego, / y siendo cada torta bien tostada /<br />

porque la lumbre no le da sosiego, / y puesta al sol después de bien<br />

cocida, / durará largo tiempo esta comida. 7<br />

Pero en el caso de los indígenas, son los detalles<br />

reveladores de su cultura espiritual lo que constituye una<br />

sorpresa más en el poema del fraile Escobedo. Al parecer, el<br />

monje aprovecha el espléndido recibimiento con frutas que<br />

les dan los indígenas a los recién llegados, para conversar con<br />

aquellos más viejos e indagar sobre sus creencias religiosas:<br />

Anduve por saber con entereza / los dioses que los indios adoraban,<br />

/ y supe de los viejos por certeza / que al demonio envidioso<br />

respectaban, / y que solían guardar una simpleza, / que al difunto<br />

comida le llevaban / un año sin faltar un solo día, / porque a comer el<br />

mísero venía. 8 La novedad aquí no es el culto a los antepasados<br />

mediante ofrendas de comidas —que ya conocíamos—, sino la<br />

costumbre de mantener el diario ritual durante un año. Este<br />

es un dato nuevo para los estudios etnoantropológicos sobre<br />

los indocubanos. Pero no es el único. Más adelante nos revela<br />

que: Es del indio tan grande la rudeza, / que adoraba del sol el rayo<br />

ardiente / por sólo ser mayor en su grandeza, / que los demás planetas<br />

de Occidente. / De la luna adoraban la belleza / por verla que salía<br />

en el Oriente, / y cuando se asomaba a sus balcones / la adoraban<br />

de puros corazones. 9 Vale aquí la pregunta: ¿teníamos hasta<br />

ahora algún testimonio que confirmase nuestra presunción<br />

de que los indocubanos –como el resto de los indígenas de<br />

América— adoraban al sol y a la luna? Si bien es cierto que<br />

hasta ayer sólo podíamos suponerlo, ahora nos consta; y hay<br />

mucho más: ¿teníamos constancia alguna de que nuestros<br />

antepasados aborígenes adoraban en Cuba también al arcoiris,<br />

a determinadas estrellas del firmamento (el planeta Venus y<br />

tal vez otros “luceros”), a ciertas constelaciones, a la arena de<br />

las playas, a los ríos, los montes, las lagunas y otros accidentes<br />

geográficos? Las siguientes estrofas son reveladoras: Y al arco<br />

que mostró Dios en la altura, / por el cual su palabra dio infalible /<br />

de no anegar su humilde criatura, / adoraban con término apacible.<br />

/ Y del lucero claro la hermosura, / y al trueno cuyo estrépitu es


terrible / y a las que tienen nombre de c<strong>abril</strong>las, / adoraban hincadas<br />

las rodillas. // Adoraban el mar, el cielo y tierra, / y de menuda arena<br />

los montones, / y con esto a sus almas hacían guerra / por apartar de<br />

Dios sus corazones. / En tal adoración también se encierra / adorar<br />

las corrientes y peñones, / los montes y los cerros y las fuentes, /<br />

todas adoraciones de insipientes. 10<br />

Nada de lo anterior conocíamos con certeza a través de los<br />

cronistas, y mucho menos a través de la arqueología. Sólo por<br />

los estudios de etnología comparada y por lógicas deduc-ciones<br />

podíamos conjeturar que, por ejemplo, al ser experimentados<br />

navegantes, los taínos debieron de<br />

tener buen conocimiento del mapa<br />

estelar nocturno, que les serviría<br />

como brújula en sus viajes. Por<br />

su parte, algunas manifestaciones<br />

pictográf-icas parecen acercarnos a<br />

tales informaciones (por ejemplo, la<br />

referida al culto a los astros), pero<br />

han quedado hasta ahora en el campo<br />

de la especulación pura. Por último,<br />

acaso en determinadas tradiciones<br />

orales se menciona alguna de esas<br />

revelaciones, pero ¿dónde termina<br />

lo real o histórico, y dónde comienza<br />

la fantasía en ese tipo de literatura?<br />

Parece que en lo adelante habrá que<br />

poner más atención y cuidado al<br />

estudio de aquellos cuentos y leyendas<br />

que son en verdad, además de obras<br />

literarias, expresión de la memoria<br />

histórica colectiva. El mejor ejemplo<br />

está a la mano, pues el presente poema<br />

La Florida no interesa sólo como la obra<br />

literaria que es, sino también como<br />

el testimonio histórico de primera<br />

mano que sin lugar a dudas además<br />

constituye.<br />

En conclusión, ¿qué tipo de<br />

indígenas eran aquellos con quienes se<br />

encontró el fraile Escobedo en Baracoa,<br />

y a los cuales denominó “el pueblo”?<br />

Ante todo, se trataba de aquellos grupos en los que apenas se<br />

iniciaba un lento proceso de transculturación. En primer lugar,<br />

no estaban bajo el régimen de la esclavitud — oficialmente<br />

abolida en 1550— y permanecían viviendo de manera marginal<br />

en la villa, quizás considerados por los demás habitantes como<br />

personas de tercera categoría, aunque constituían el grueso<br />

de la población, pues Escobedo insiste en señalar que toda la<br />

isla estaba “pobre de gente y despreciada” (refiriéndose a los<br />

españoles), y que se le respetaría más (a Cuba) si de españoles<br />

fuera guarnecida. 11<br />

En segundo lugar –y he aquí otra información interesante—<br />

¿quién estaba entonces a cargo de la única protección con<br />

que contaban las principales poblaciones de la isla contra los<br />

continuos asedios de corsarios y piratas, si no existía la cantidad<br />

necesaria de criollos o peninsulares para dicha función? Él<br />

mismo nos lo revela al hablarnos del recibimiento que le hizo<br />

el pueblo indígena en Baracoa: En Baracoa juntos estuvimos /<br />

con mucho regocijo y desenfado; / mil regalos y gustos recibimos / del<br />

belicoso indio y fiel soldado, /(...) 12 Efectivamente, como consta en<br />

las actas de los cabildos (de La Habana y de otras ciudades),<br />

los indígenas que se habían incorporado a la vida con los<br />

peninsulares, constituían también una especie de milicia<br />

citadina que realizaba las guardias para la protección contra los<br />

asaltos extranjeros. Por eso Escobedo califica al indígena como<br />

soldado belicoso y fiel, cualidades que en muchas ocasiones este<br />

tendría la oportunidad de demostrar a lo largo de la historia.<br />

Su destacada participación en el rescate del obispo Altamirano<br />

(1604), relatado en el poema Espejo de paciencia (1608), así<br />

como su arrojo en la defensa de La Habana ante el ataque inglés<br />

(1792), son sólo dos ejemplos bien<br />

conocidos al respecto.<br />

De modo que el indígena<br />

cubano que aparece en el poema<br />

es un personaje muy humilde,<br />

adaptado ya a la convivencia<br />

con los criollos y los peninsulares,<br />

y al parecer –según el<br />

fraile— adaptado también a la<br />

religión católica: No cantaré de<br />

su costumbre, y ritos / de sus dioses<br />

diré distintamente / que adoraban,<br />

que son casi infinitos, / locura grande<br />

de tan ciega gente. / Mas los indios<br />

de ahora, están contritos / y guardan<br />

la doctrina refulgente / de la iglesia<br />

de Dios con gran respeto / teniéndola<br />

en el alma por objeto. 13 ¿Será cierto<br />

esto de que los aborígenes de<br />

antes adoraban a dioses infinitos,<br />

pero “los indios de ahora” se<br />

arrepienten (“están contritos”)<br />

de sus tradicionales creencias y<br />

observan con el alma la nueva<br />

religión católica? Esa es la imagen<br />

que seguramente le dieron los<br />

indígenas al fraile en algún<br />

momento de su conversación.<br />

Pero ¿podemos fiarnos de la<br />

sinceridad de tal sumisión? Es<br />

sabido que tanto el aborigen<br />

como el esclavo africano sintieron la fuerza impositiva de la<br />

religión católica como parte del dominio y del poder colonial.<br />

Y también cualquiera sabe que una mitología bien estructurada<br />

como la aruaca que poseían aquellos aborígenes; sedimentada<br />

durante miles de años en el continente suramericano (de donde<br />

procedieron nuestros taínos), más su concomitante práctica<br />

diaria, no pudieron dejarla a un lado y olvidarla sólo por unas<br />

décadas de sometimiento a una nueva cultura. Ya lo había<br />

advertido Fernando Ortiz: En los ambientes de transculturación<br />

religiosa sobrevivieron por mucho tiempo como hechicerías los<br />

elementos de la religión vencida. Los dioses no mueren de repente<br />

(…) En las Indias, las creencias y liturgias de los nativos no podían<br />

ser destruidas con la facilidad con que lo fueron los ídolos (,,,). 14<br />

Igualmente, Escobedo observó que aquellos indígenas eran<br />

además obedientes, fieles, solidarios y pacíficos, rasgos estos<br />

semejantes a los anotados por Bartolomé de Las Casas en más<br />

de una ocasión. Así nos dice: Sujetan la cerviz a la obediencia<br />

/ de su gobernador, sin faltar punto, / y a sus mandatos no hace<br />

resistencia, / y son de caridad vivo trasunto. / Tienen de todo pobre<br />

45


gran clemencia, / con más puntualidad que yo lo apunto, / y guardan<br />

entre sí la paz del cielo, / dada para los hombres de este suelo. Está<br />

claro que nada había cambiado entre ellos: seguían siendo<br />

los indígenas mansos (no “cobardes”, como se dijo después),<br />

alegres, valientes, solidarios, fieles y obedientes a su cacique,<br />

que había hallado Cristóbal Colón al irrumpir en nuestro suelo<br />

en 1492. La confirmación de dichas características, constituye<br />

otro aporte precioso del poema La Florida a los estudios de<br />

nuestros antecedentes étnicos más remotos.<br />

Asimismo resulta interesante lo que nos cuenta Escobedo sobre<br />

los criollos, aunque debo anticipar que cuando los menciona no<br />

sabemos si se está refiriendo a los mestizos de indígenas con<br />

peninsulares, o a los hijos de peninsulares entre sí, nacidos en<br />

Cuba. En lo adelante, los denominará también: “la gente”,<br />

y en alguna ocasión, “isleños” –o sea, naturales de la isla de<br />

Cuba.<br />

Es la extrema g<strong>enero</strong>sidad de los criollos la primera<br />

característica que resalta y llama la atención del fraile<br />

Escobedo. Al leer su comentario al respecto, resulta fácil para<br />

cualquier cubano imaginarse al criollo del que nos habla, pues<br />

prácticamente es el mismo personaje que ha simbolizado al<br />

campesino cubano durante siglos. Escobedo y sus colegas<br />

españoles han tenido que recorrer largos trechos de camino por<br />

el campo, y lo que nos relata es su vivencia sobre dichos viajes y<br />

sus encuentros fortuitos con los campesinos del siglo x V i cubano:<br />

No se gasta dinero en el camino; / en todas partes dan buena comida.<br />

/ Nunca falta ternera de contino, / que comerla en verano da la vida;<br />

/ agua fría se bebe, que no hay vino. / (Obsérvese cuán pronto se<br />

perdió aquí el hábito español del vino, que por su ausencia se<br />

sustituyó hasta hoy por el agua fría, más apropiada a nuestro<br />

clima) La gente es dadivosa y tan cumplida / que da con mucho gusto<br />

lo que tiene, / al caminante que a su casa viene. // Aunque nuestro<br />

español vaya de paso, / le darán diez caballos con presteza. / Ningún<br />

criollo muestra ser escaso; / por su señora tiene a la largueza, / y si<br />

llegan diez huéspedes acaso, / los regalan y dan de su pobreza, / un<br />

día, dos, y diez, cincuenta o ciento, / y les sirven con gusto y gran<br />

contento. 15 ¿No recuerda lo anterior la proverbial hospitalidad<br />

del guajiro de siempre? 16<br />

Una nueva sorpresa en el poema es la relacionada con la<br />

existencia de un ganado equino salvaje tan numeroso ya, que<br />

competía con el vacuno, causándole estragos a este al invadirle<br />

sus pastizales. Por dicho motivo, fue costumbre de los criollos<br />

cazarlos y domarlos con facilidad, así como matarlos para<br />

disminuir su competencia por los pastos con las reses: “Críase<br />

de caballos muchedumbre / por ser la tierra opulenta y gruesa, / y<br />

tienen los isleños por costumbre / cazarlos en la selva más espesa. /<br />

(...) Son caballos sin dueño los que digo / pero aquel que lo fuere de<br />

ganado / los mira cual si fuera su enemigo, / porque le causa verlos<br />

mucho enfado, / que quitan al ganado manso amigo, / la yerba que crió<br />

Dios en el prado, / y no puede comer lo necesario / el toro ni la vaca<br />

de ordinario. // Y dan muerte por esto a los rocines / y a sus madres<br />

las yeguas corredoras, / hollando de los llanos los confines / cuando<br />

están seguros a ciertas horas. 17<br />

La pelea contra los toros es otra faena de criollos que describe<br />

Escobedo largamente y con gran disfrute, como si se tratara de una<br />

corrida de toros, pero sin capa ni espada. 18 Más bien se trata de<br />

enfrentar al bovino, primero a caballo, para después caer sobre<br />

él y forcejear cuerpo a cuerpo hasta tumbarlo y desjarretarlo.<br />

Al final, no siempre se pretendía la carne del animal, sino<br />

sobre todo la piel. Como se sabe, era utilísima entonces para<br />

46<br />

muchos usos y para la venta de contrabando. Así quedó este<br />

oficio de las artes de montería, como tradición, entre nuestros<br />

campesinos ganaderos de todo el país.<br />

Otras costumbres de los criollos de fines del siglo x V i cubano<br />

nos llaman mucho la atención, sobre todo porque representan<br />

costumbres aprendidas de los indígenas, pero adaptadas por<br />

los primeros. El procedimiento empleado por los cortadores<br />

del palmito (fruto comestible de la palma), según Escobedo<br />

se realiza “imitando a los indios”. Así lo describe: No son cual<br />

los de España los palmitos, / son palmas de diez brazos en altura,<br />

/ que los que cortan quedan tan aflictos / que se suelen quitar la<br />

vestidura: / guardan en la dejar antiguos ritos / imitando a los indios<br />

de cordura, / que para trabajar se despojaban / porque el vestido con<br />

sudor manchaban. 19<br />

También la adopción y uso del catauro, utensilio típico<br />

de la cestería aborigen, es comentado con admiración por el<br />

fraile Escobedo. Sobre este recipiente de yaguas refiere un<br />

particular empleo: para guardar las ropas en él y conservarlas<br />

secas al cruzar a nado un río. “Canoillas”, denomina el fraile<br />

a los catauros, quien parece no alcanzó a escuchar su nativo<br />

nombre, y apeló quizás al que le sugirió su apariencia: De las<br />

palmas que dejo atrás citadas, / son las camisas de un palmito, / del<br />

tiempo envejecido derivadas, / sujetas a su duro yugo y rito. / Déllas<br />

son canoillas fabricadas / en toda aquella costa y su distrito, / en que<br />

pasa su ropa nuestra gente / en llegando a la orilla del torrente. 20<br />

Costumbre antañera esta de los criollos de entonces, y de los<br />

campesinos de siempre, que todavía podría encontrarse en<br />

intrincados parajes de nuestra geografía.<br />

De igual forma, constituyen una herencia indígena la persistencia<br />

de ciertas labores por parte de los criollos, como son la fabricación de<br />

canoas a partir de troncos de árboles cual la ceiba : De sólo un seibo<br />

se hace un gran navío / con trinquete, mayor y cebadera, / y navega<br />

con tal destreza y brío, / como lo puede hacer una galera. / No sólo por<br />

el curso de algún río, / mas en el mar océano, la ola espera / que suele<br />

ser tan alta como roca / que por hallarle inmóvil no le toca. 21<br />

Por otra parte, la obtención de fuego por fricción a partir<br />

del árbol conocido antes como “damajagua” (hoy majagua), así<br />

como la confección de sogas a partir de su corteza, representan<br />

tradiciones aborígenes adoptadas necesaria-mente por los<br />

criollos desde el siglo x V i, por lo que constituyen una nota<br />

reveladora para los historiadores de nuestra cultura ancestral:<br />

Un árbol que en las indias Dios ofrece / tiene por propio nombre<br />

damajagua (...) Sirve de pedernal que da su fuego / y asimismo de<br />

yesca, pues enciende. / Es también eslabón que hace luego / que saque<br />

clara luz quien la pretende. / Para sacarla fue ocasión mi ruego; /<br />

trato verdad si hubiere quien la entiende, / sácanla con dos palos y<br />

provoca / a dar lumbre uno déllos donde toca. // Como salió la luz<br />

quedé admirado / y es de admirar un caso semejante; / y llegándose<br />

al árbol un soldado / sacó una gran corteza en un instante, / y délla<br />

una gran soga ha fabricado, / cual moroma finísima flamante / de tal<br />

grosura y tanta fortaleza / que del mar resistiera la braveza. 22<br />

Y para concluir los ejemplos, baste el siguiente, ya<br />

no relacionado con las tradiciones criollas de la cultura<br />

material, sino con la intangible de las creencias. Se trata de<br />

las supersticiosas ideas que “el vulgo” tenía sobre un majá de<br />

particulares proporciones (unos siete metros de longitud), el<br />

cual azotaba las crías de animales domésticos en el vecindario<br />

baracoense: Yo vide en baracoa una culebra, / llena su piel de gran<br />

montón de heno, / que solía adorar sin haber quiebra / el vulgo, que<br />

de Dios estaba ajeno; / y medí con mis pies la larga hebra / de aquel


uto animal feo y terreno, / que veinte y cinco pies tenía en longura<br />

/ y el grueso como un pino de Segura. // Por ser notable el daño que<br />

hacía en el simple y doméstico ganado, / vestido con el peto de osadía<br />

/ un español de vida la ha privado. / Vistióse todo el vulgo de alegría, /<br />

mostrando por su muerte desenfado, / que carecía dél por la presencia<br />

/ de fiera tan nociva y sin clemencia. 23<br />

Al llegar a este punto, dos conclusiones básicas afloran:<br />

la primera, que en el proceso histórico cubano y en las raíces<br />

culturales de la nación –elementos sólo separables con fines<br />

metodológicos— la herencia indígena, tanto cultural como<br />

étnica, ha desempeñado un papel protagónico escasamente<br />

valorado por los historiadores, quienes han acostumbrado dar<br />

la espalda al estudio de los siglos x V i y x V i i cubanos. La segunda,<br />

que el poema La Florida es sólo un ejemplo —muy bueno, por<br />

cierto, pero hay otros— donde los historiadores de la cultura<br />

pueden encontrar verdades desconocidas u olvidadas, que<br />

ayuden a conformar el verdadero perfil de nuestra identidad<br />

cultural. Su sabia cepa, recóndita como la plata en las raíces<br />

de los Andes, se encuentra también en la cultura del indígena<br />

olvidado.<br />

♣<br />

Bibliografía<br />

Arrom, José Juan: Para la historia de las voces conuco y guajiro. En<br />

Estudios de lexicología antillana. Centro de Estudios del Caribe, Casa de<br />

las Américas, 1980, p. 47.<br />

Castellanos, Jorge: Crónica de la rebeldía de los indocubanos (1520-1550).<br />

En <strong>Revista</strong> de la Universidad de La Habana, números 136-141. años x x i i y<br />

x x i i i, <strong>enero</strong>-diciembre de 1959.<br />

Escobedo, Alonso Gregorio de: La Florida (sin fecha). Poema manuscrito<br />

e inédito, cuyo original se encuentra en los fondos de la Biblioteca<br />

Nacional de Madrid. (Por su estilo, tipo de letra y las referencias<br />

históricas en su contenido —entre otras razones—, se ha calculado que<br />

su escritura corresponde con el año 1598-99.)<br />

Ibarra, Jorge: Aproximaciones a Clío. Editorial de Ciencias Sociales, La<br />

Habana, 1979.<br />

Ortiz Fernando: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Editorial de<br />

Ciencias Sociales, La Habana, 1983.<br />

Rivero de la Calle, Manuel: Supervivencias de descendientes de<br />

indoamericanos en la zona de Yateras, Oriente. En Cuba Arqueológica,<br />

volumen I, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1978.<br />

Notas<br />

1 Escobedo, Fray Alonso Gregorio de: La Florida (poema inédito,<br />

1598-1599). Canto XIV, Introducción.<br />

2 Idem, Canto XV, estrofa 7.<br />

3 Ibidem, estrofa 8.<br />

4 Ibidem, Canto XIV, estrofa 25.<br />

5 Al respecto puede consultarse, de Jorge Castellanos: Crónica de la<br />

rebeldía de los indocubanos (1520-1550). En <strong>Revista</strong> de la Universidad<br />

de La Habana, números 136-141, años XXII y XXIII, <strong>enero</strong>-diciembre<br />

de 1958 y <strong>enero</strong>-diciembre de 1959, respectivamente; pp. 219-270.<br />

También, de Jorge Ibarra: Aproximaciones a Clío, Editorial de<br />

Ciencias Sociales, La Habana, 1979.<br />

6 Ver del Dr. Manuel Rivero de la Calle: «Supervivencia de<br />

descendientes de indoamericanos en la zona de Yateras, Oriente».<br />

En Cuba Arqueológica, Volumen I, Editorial Oriente, Santiago de<br />

Cuba, 1978, pp. 149-176.<br />

7 La Florida, op. cit., Canto XV, estrofa 15.<br />

8 Idem, Canto XV, estrofa 54.<br />

9 Ibidem, Canto XVI, estrofa 5.<br />

10 Ibidem, estrofas 6 y 7, respectivamente.<br />

11 Ibidem, Canto XV, estrofa 7, verso 6.<br />

12 Ibidem, estrofa 6, versos 3 al 6.<br />

13 Ibidem, estrofa 55.<br />

14 Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Editorial de Ciencias<br />

Sociales, La Habana, 1983, p. 216.<br />

15 La Florida, op. cit., Canto XV, estrofas 27 y 28, respectivamente.<br />

16 Adelantamos aquí la hipótesis de que este rasgo de la personalidad de<br />

los campesinos criollos desde el siglo x V i en Cuba sea, en buena medida,<br />

herencia también de la tradición indocubana. Además de que existen<br />

innumerables testimonios que denotan la arraigada g<strong>enero</strong>sidad y<br />

solidaridad hospitalaria que era natural entre los indocubanos, no<br />

olvidemos que la palabra “guajiro” (“wa-herí”, en lengua taína),<br />

sinónimo en Cuba de “campesino”, significaba en el habla de los<br />

taínos “nuestro compañero o compatriota”; y tampoco olvidemos<br />

que aún existe en Venezuela una numerosa comunidad indígena<br />

denominada “goajiros”, emparentada por ancestrales vínculos con<br />

nuestros antepasados taínos.<br />

17 La Florida, op. cit. Canto XV, estrofas 29, 32 y 33, respectivamente.<br />

18 Idem, ver estrofas 34-41.<br />

19 Ibidem, estrofa 19.<br />

20 Ibidem, estrofa 23.<br />

21 Ibidem, estrofa 46.<br />

22 Ibidem, estrofas 49 y 50, respectivamente.<br />

23 Ibidem, Canto XVI, estrofas 8 y 9, respectivamente.<br />

47


Reinaldo García<br />

Blanco<br />

No morir hasta haberlo visto todo<br />

Mi<br />

mujer cantando Alfonsina a las diez de la<br />

noche<br />

Unas muchachas recostadas a los médanos<br />

Un poeta robándose las obras completas de<br />

Severo Sarduy<br />

Tres prostitutas en Medellín que me confunden<br />

con un nicaragüense<br />

Un ciego cantando de espaldas al mar<br />

Fayad Jamis leyendo El ahorcado del Café Bonaparte<br />

Una librería con todo Borges y Los alimentos<br />

terrestres de Gide<br />

Un pingüino muerto en las costas de Talcahuano<br />

Otra vez mi mujer haciendo pajaritas de papel<br />

Mi madre tendiendo unas sábanas blanquísimas<br />

Un policía leyendo a Rainer María Rilke<br />

Thiago de Melo y María de Aparecida<br />

preguntándome por Cuba<br />

Mi padre bebiendo té con bergamota a punto de<br />

morir<br />

Una mesa llena de uvas negras y otras ambrosías<br />

desconocidas por mí<br />

Tres mendigos sonrientes en la Avenida paulista<br />

Dos revistas Orígenes en la Librería Renacimiento<br />

Unas vacas nadando en el mar de Manzanillo<br />

Un tren francés roto en las llanuras de Camagüey<br />

Un vendedor de agujas con poemas publicados<br />

Un ciervo herido que busca en el zoológico<br />

amparo<br />

Mi hermana a la salida de un quirófano<br />

La Plaza de la Revolución vacía y oscura<br />

Los muros del Moncada a las tres de la tarde y<br />

en agosto<br />

Esto he visto yo y espero no morir hasta haberlo<br />

visto todo.<br />

48<br />

Virgin Islands / Té clásico<br />

A Mirna Figueredo Silva<br />

No<br />

es sabor de té en los labios de Marcel Proust<br />

o el aroma en la memoria<br />

Los feroces chocolates de un día<br />

las tiendas imposibles de importar<br />

o frutas que ya no existen<br />

Es un Virgin Islands a las tres de la tarde<br />

jarra azul de porcelana<br />

Mirar el país desde un cuarto piso<br />

notar que no estás<br />

Paladeo el amargor que sube<br />

que se extiende por la sala y los libros<br />

Se dibujan cruces en el cielo<br />

tal vez llueva como Dios manda me digo<br />

Virgen Islands té clásico para recordarte


Alejandro<br />

Ponce<br />

M<br />

Rhythm and blues<br />

por Janis Joplin<br />

para Michael H. Miranda<br />

ira es sencillo<br />

octubre cae esta noche en Hollywood con un<br />

gesto insoportable<br />

con un latigazo enorme de silencio<br />

Ahora pudiera ser tu último minuto<br />

tu instante más simple y decisivo<br />

marcando el retorno hipócrita del insomnio a<br />

este cuarto eventual<br />

a esta habitación en la que como una figurita<br />

siempre estarás de paso<br />

Ahora hace tanto frío y en medio de la efímera luz<br />

el hombre que amas va a dejarte sola<br />

vacía sin dicha sin coartada que te justifique<br />

y yo no tengo fuerzas para evitar el desagradable<br />

suceso<br />

ni quiero ampararte del sitio incómodo del<br />

lugar a la intemperie<br />

sabiendo que desde hace algún tiempo te sientas<br />

con la muerte<br />

y bebes tu litro de whisky antes de salir a escena<br />

Aquí pudieras sentirte inerte<br />

mucho más indefensa en la criatura que fuiste<br />

sentir que donde escribes amor<br />

en realidad estas cantando angustia sin fondo<br />

estas diciendo existencia inútil<br />

gritando suicidio de golondrina<br />

Mira octubre es mi signo cae como una<br />

piedra<br />

Garabateado por ti en la pared<br />

se extiende por la noche un animal húmedo y<br />

triste<br />

en el justo momento en que cantas esa vieja<br />

canción<br />

como para fijarte un poco más a la arrasada tierra<br />

y herirte en el acorde definitivo<br />

que sientes dentro del corazón como una bola y<br />

una cadena<br />

Qué desdicha Janis no es justa mi mentira<br />

siempre llegaré tarde a la representación<br />

jamás en tiempo para un primer plano<br />

pero entre aquellos puntos que se avistan a lo lejos<br />

entre todas aquellas cabecitas nerviosas y agitadas<br />

del fondo<br />

junto a los arbolitos de High-Ashbury pude<br />

estar yo<br />

yo entre los que entonaban contigo<br />

I need a man to love o Summer time o Ball and chain<br />

no importa<br />

Pude incluso encontrarte entre los fantasmas<br />

cualquier tarde de domingo<br />

cuando regresabas del círculo divino que es la<br />

existencia<br />

y leer en tu boca desleal que eras un ángel<br />

y la muerte el único pretexto para negar la gloria<br />

Pude oír que atravesabas cualquier calle de San<br />

Francisco<br />

yo te saludé de alguna forma lo recuerdo<br />

y luego escondí el rostro como si nada hubiera<br />

pasado<br />

como si para andar sobre el asfalto de esta ciudad<br />

y contener todo el latir del corazón hiciera falta<br />

arrastrar eternamente hasta el calvario<br />

una bola y una cadena<br />

como si para conservar la vida<br />

fuera necesario llamar como un loco<br />

en todas las puertas del universo y preguntar<br />

por ti<br />

y los inquilinos definitivamente entendieran mi<br />

llamada<br />

como una broma de mal gusto<br />

como si en esta noche de octubre el<br />

alma no doliera<br />

49


Ana Ibis<br />

Juan<br />

M<br />

50<br />

Poema para mi padre*<br />

I<br />

i padre se levanta temprano en las mañanas,<br />

endulza el café con la misma sobriedad con la que<br />

viste su traje carmelita.<br />

Me pregunta la hora y creo verlo en una trampa<br />

donde le ofrecen un solo de espasmos recorriendo su<br />

pecho.<br />

A veces recuerdo aquella capacidad de amansar la<br />

negación,<br />

pero sólo a veces.<br />

Me pregunta la hora tirando las pupilas a mi cama,<br />

le siembro girasoles en las uñas para adornar la<br />

ausencia.<br />

Mi padre se levanta temprano<br />

se traga el café de un solo golpe<br />

después de soportar otro girasol marchitándose en mi<br />

cuarto.<br />

II<br />

Un padre conversa<br />

con fantasmas que se asemejan a su hija.<br />

Con él se sientan a la mesa<br />

desatándose un recuerdo que se volverá a plasmar<br />

–inexplicablemente– en la memoria.<br />

Intercambian motivos y discursos que se asemejan a<br />

su hija,<br />

les grita una espiral de culpas,<br />

pregunta la hora,<br />

recibe humo y siluetas imperceptibles.<br />

III<br />

Él baila conmigo<br />

me muestra el pecho o abre el puño que contiene<br />

girasoles.<br />

Mi padre va a morir de dolor en la cintura.<br />

Bailamos porque hace siglos<br />

en la punta de una pirámide yo prefería soles<br />

intermedios.<br />

Mi padre no es Quijote<br />

pero le construyo molinos en el uniforme carmelita,<br />

digo 6:40<br />

endulza el café con aquella lanza<br />

cuando me doy cuenta que mi padre no se llama<br />

Daniel<br />

Defoe<br />

pero le regalo una isla, un silencio, una cabra,<br />

digo 6:44<br />

le presento un óleo y una oreja<br />

en el momento que menos se parece a Van Gohg<br />

digo 6:50<br />

y que guarde los girasoles porque ahora lo sé.<br />

mi padre es un dios,<br />

de esos dioses que se levantan temprano todas las<br />

mañanas<br />

lanzando una sonrisa<br />

aunque el café quede amargo<br />

y no le contesten la hora.<br />

José Ramón<br />

Sánchez<br />

Aprendiendo el alfabeto con<br />

José Lezama Lima<br />

C<br />

omo almirante regio cruzó la Mar Oceana de<br />

la literatura.<br />

Grabó sus palmas en la piedra permanente del<br />

Nilo.<br />

Y ahogado resucitó en un túnel eléctrico.<br />

Lezama lee a Yeats comentado por Eliot<br />

C<br />

uando el lenguaje escasea<br />

y estamos a punto de no decir más<br />

es que sabemos del cenicero<br />

que ocupa nuestra alma. (Ardió Troya<br />

y un célebre resplandor ilumina los rostros<br />

de quienes leen). El pensamiento inicia<br />

su aire de conquista y reconoce<br />

que cada poema es un horno crematorio.<br />

Lezama también vino a Guantánamo<br />

L<br />

*Premio de Poesía Juegos Florales de Matanzas 2006<br />

Tres por Lezama<br />

ezama también vino a Guantánamo.<br />

La luz del Sol amarilla como en un acuario.<br />

A mi lado una mujer que ya no podía<br />

ver lo que yo apenas imaginaba. Un muro azul<br />

y detrás un tamarindo de tronco grueso<br />

con muchas ramas y hojas. Lezama<br />

subido al árbol a dos o tres metros del suelo<br />

cogía tamarindos con una mano<br />

y con la otra se agarraba fuerte.<br />

Vestía uno de sus trajes republicanos<br />

y me miraba de frente sonriendo<br />

a través de la brisa clara<br />

que movía las hojas del tamarindo.


Circunloquio, de Juana García Abás.<br />

Editorial Letras Cubanas, 2006.<br />

Circunloquio:<br />

El arte de inventarle un nuevo<br />

centro a las palabras<br />

«Las aporías son un arte sacro»,<br />

podría haber suscrito Zenón de Elea.<br />

Hoy lo afirma Juana García Abás<br />

en Circunloquio (página 66) y tiene<br />

el mismo alcance. En los rodeos<br />

verbales que conducen, no a una falsa<br />

afirmación, sino a negarle veracidad<br />

absoluta a lo obvio, nos adentramos,<br />

desde las páginas de este poemario ganador del premio<br />

Nicolás Guillén 2006, en una nueva troposfera lírica donde<br />

las palabras dejan de ejercer su rol tiránico como marcadoras<br />

de sentido para convertirse en barro fundacional. Los<br />

vocablos se erigen aquí, como pocas veces en la poesía más<br />

reciente, en materia prima de una lógica primigenia para la<br />

concepción de un cuadro figurativo, ontológicamente lúdico<br />

y —paradójicamente— de espesa gravedad. Se trata de un<br />

discurso poético signado por las alusiones, las desazones, la<br />

hibridez y la ósmosis semántica. De un gran concierto, en fin,<br />

para el lúcido desconcierto.<br />

La relectura de los orígenes del pensamiento, de esa<br />

versión imperfecta de lo cierto que llamamos Vida, Historia<br />

y Cultura, se desliza en zigzagueante recorrido, desde la<br />

primera a la última letra del alfabeto (el hebreo como obsesión<br />

y paradigma) hacia una manera distinta de concebir la<br />

sensualidad, oblicuamente perceptible a partir del regusto<br />

por una audaz conceptualización.<br />

Desde álef a tau —signos portadores también de fluidos<br />

matemáticos— se define un universo referencial que se moja<br />

los labios tanto en las aguas positivistas como en los meandros<br />

marxistas; desde el desdén existencial, hasta la tentadora<br />

(y perturbadora) gravitación terrestre a que nos somete<br />

la postmodernidad y lo light, recibimos estos paradójicos<br />

apareamientos lingüísticos.<br />

Muchos son los parentescos intelectuales que podríamos<br />

identificar en el ADN de Circunloquio. El poeta José Kozer, al<br />

final del volumen, insiste en las proximidades con el zen, viejo<br />

arte oriental. De entre estas cercanías, fijándome solamente<br />

en la nueva convención lógica y en la inédita relación con el<br />

entorno que propone, me complace reconocer también, en esta<br />

poética, algunos puntos comunes con el arte de los koanes.<br />

Comparemos si no algunas de las afirmaciones posibles de<br />

los maestros del zen para responder a la pregunta más común<br />

de dicha enseñanza: «¿Qué significado hay en la llegada de<br />

Bodhidharma (primer patriarca zen) del oeste?» Puesto ante ella<br />

el maestro Ching Feng, respondió sin prurito: «Una pulgada<br />

de pelo de tortuga pesa nueve libras». A la misma frecuente<br />

pregunta otro maestro respondió: «En los dientes de la tabla<br />

crece pelo». Parece chiste, pero la sabiduría de esta respuesta<br />

nos mueve a interpretar de un modo menos terrestre la ubicua<br />

convergencia de los discursos inconexos, los falsos paralelismos<br />

semánticos: todo le responde a todo; y todo constituye, en su<br />

momento, una nueva pregunta. Y en ese juego de espejos, de<br />

multiplicación de los signos, nos adentra Circunloquio, portador<br />

de incertidumbre, paradojas, arqueología, logomaquia y caos<br />

ordenador: conceptos y sensaciones que le dan título a las<br />

secciones y definen la estructura interna del conjunto con el<br />

objetivo de situar cada cosa en un nuevo sitio interior. Es de<br />

dicha instancia de donde emergemos, lectura mediante, con la<br />

nueva posibilidad de establecer sinapsis tan coherentes como<br />

inusuales y generadoras, por eso mismo, de nuevos estados<br />

de inquietud estética. De ahí la semejanza.<br />

Otros apareamientos estéticos nos remiten a cercanías,<br />

ya advertidas por otros lectores, con Lezama, Vallejo, Roque<br />

Dalton, la rara poesía que subyace en el lenguaje de las ciencias<br />

exactas. Yo solo añadiría que ese vínculo intrínseco se da con<br />

toda la poesía que se haya atrevido a cuestionar un sistema<br />

de valores y proponer una poética renovadora. En el caso de<br />

Circunloquio esta poética del cambio se haya acentuada en el<br />

desprejuicio lingüístico, en el eclecticismo enunciativo y en<br />

la filosofía de que estos duros tiempos solo se sustentan a<br />

cabalidad a partir de miradas tangenciales a lo establecido.<br />

Un solo ejemplo, de los muchos, posibles cito: el del poema<br />

«Esplendor»: Cuentan las aguas, / que ciertas aves fecundan la piedra<br />

/ cuando otra figura alada brota / de la sangre del león de berilo, que<br />

no hay pájaro que vuele / ni piedra que ruede sin su estrella / y que,<br />

al filo de lo ínfimo / donde con esmerado oscurecimiento / una chispa<br />

presume el filo de los soles, cierto fuego burla —con su epifanía— /<br />

el imperio infeliz del silogismo.<br />

Circunloquio, en lo formal, cobra cuerpo a partir de<br />

un conjunto de textos que evaden convenciones rítmicas,<br />

armónicas, eufónicas; su imaginería, siempre visionaria,<br />

adquiere contornos a partir de una loable mixtura con la prosa<br />

y el aparente abandono de la versificación hasta su casi total<br />

laxitud; su principal virtud es la isotopía. Un poema ilustrativo<br />

de ello sería el titulado «Puesta en abismo» (página 22). No<br />

obstante, el entramado estilístico define con toda coherencia<br />

una segura mano que nunca se retrae hacia la acogedora<br />

estancia de lo canónico.<br />

Una voz fresca; unos textos que reclaman participación<br />

en pos de la emoción subyacente en la frialdad cerebral; una<br />

nueva estafeta para recibir mensajes del cosmos; un conjunto<br />

donde cohabitan Oriente y Occidente bajo la mirada corrosiva<br />

que los toma, los destruye y sustituye; una poesía generada en<br />

casi total descontaminación, ajena a los recados del día; de todo<br />

eso y mucho más hallará el lector en Circunloquio. Y me atrevo<br />

a terminar mi sugerencia a acercarse a este intenso poemario<br />

como mismo comencé, reiterándoles con Zenón de Elea, y con<br />

Juana García Abás, que también al amparo de los versos, como<br />

un antídoto contra la barbarie apocalíptica de los tiempos que<br />

corren, Conviene descifrar las aporías —saber qué piensa Dios.<br />

Julián de Zulueta y Amondo: Promotor del capitalismo en<br />

Cuba, de Eduardo Marrero. Ediciones Unión, 2006.<br />

Ricardo Riverón Rojas<br />

51


Una biografía necesaria<br />

No puedo evitarlo. Decididamente<br />

me fascinan los personajes difíciles,<br />

los que perturban al historiador: esa<br />

clase de figura que se extravía con<br />

facilidad; que, generalmente, uno<br />

no encuentra cuando los busca, y<br />

que, después, cuando no le interesa<br />

encontrarlos, aparecen sin más ni<br />

más, atravesándose en el camino. Si el<br />

escritor se propusiera retratarlos como<br />

especie, con un poco de imaginación<br />

redactaría una descripción clásica,<br />

“ceño fruncido a medias, sonrisa<br />

giocondiana, (indefinida, irónica,<br />

ambigua), perfil seductor, figura corporal ocultándose de<br />

soslayo, nunca del todo resuelta, apenas un contorno entre los<br />

humos de un paisaje humano impreciso y delirante, esquivo<br />

y extraviado”. En fin, una mixtura de impresionismo ingenuo<br />

con hiperrealismo ácido: ese tipo de ser que sin transiciones<br />

onerosas, va –sereno, frívolo, extravagante- de la pantufla<br />

al mocasín, de la bicicleta al avión, de la valla de gallos con<br />

mechones carboneros al flamante prostíbulo con bombillas<br />

ahorradoras; siempre sin importarle la diferencia entre la<br />

marea y el oleaje, entre la sorpresa y el asombro, entre el<br />

escándalo solariego y el carnaval populachero.<br />

El sueño mayor de cualquier biógrafo es atrapar a esos<br />

sujetos bastardos para la Historia; esos que, al parecer,<br />

carecen de bando fijo. O acaso se ocultan en el bando donde<br />

en realidad no están, esos que, en ocasiones, aparecen inflados<br />

de popularidad cuando, a la postre, son seres mayormente<br />

impopulares; esos que visten con el traje pernicioso de la<br />

maldad y un día cualquiera, sin querer, sin proponérnoslo,<br />

les descubrimos el flanco débil, el gesto suave, el rincón<br />

lacrimoso; como que son carne y hueso –de materia humana,<br />

al fin y al cabo- igual que otros. Tales casos me gustan porque<br />

no están hechos de una sola pieza; porque hay que batallar<br />

con sus ardides y perfidias, con sus escondites y sus máscaras,<br />

con sus vendavales y lagunas. Son una mezcla de crucigrama<br />

y rompecabezas; o un cruzamiento de gente con diablo, que es<br />

la mezcla a la que aspiraron alguna vez los dioses inventados<br />

por los propios hombres.<br />

Julián de Zulueta y Amondo califica dentro de ese grupo.<br />

Ni vírgenes ni demonios lo acompañan. No lo escoltan ni<br />

orishas ni sátiros. Para él no cuenta la popularidad de figuras<br />

emblemáticas como Liborio, Pepito, o Elpidio Valdés. Más<br />

justamente valdría adscribirlo al pícaro que inmortalizaron<br />

Quevedo en España y Lizardi en América. Pero no se trata<br />

de un personaje que pueda causarle alguna gracia al lector<br />

cubano contemporáneo. En pleno siglo xix –siglo en el que<br />

despunta la nacionalidad cubana– y cuando, a cada trecho, el<br />

espíritu criollo va vaciándose de hispanidad para henchirse<br />

de cubanía, Zulueta es simplemente un típico integrista,<br />

un clásico negociante que no simpatiza para nada con la<br />

independencia de Cuba.<br />

Aparece como todo un inmigrante peninsular-émulo<br />

del Conde Coveo que nos pintara Ramón Meza- de origen<br />

52<br />

vascuence, ligado siempre a las peores misiones que haya<br />

desempeñado un habitante de la época colonial en nuestra<br />

Isla: traficante de negros esclavos, contratista de culíes chinos,<br />

coronel de voluntarios… Sólo esto bastaría para incinerarlo,<br />

para borrarlo de nuestra memoria nacional con la rapidez y<br />

agudeza de un relámpago justiciero.<br />

Pero no resulta nada fácil levantar el hacha y decapitarlo.<br />

Una calle y un pueblo llevan su apellido, al igual que cientos<br />

de descendientes suyos-negros y blancos-que, en su mayoría,<br />

viven orgullosos de su progenie. ¿Qué tiene, qué hizo, cuál es<br />

el secreto, dónde el misterio a favor de este hombre que no<br />

conseguimos penetrar del todo? ¿ Van juntos en él lo positivo<br />

y lo negativo, como en casi todos los seres humanos? ¿En<br />

qué grado lo uno y lo otro? ¿Cómo apresar las vetas de lo<br />

contrastante y de qué modo diseñar las fronteras, precisando,<br />

distinguiendo lo humano de lo divino, lo demoníaco de lo<br />

terrenal? ¿Podríamos, sin sonrojarnos ni arrepentirnos, sin<br />

penas ni remordimientos, destinarlo al infierno, cerrarle las<br />

ventanas del paraíso, incluida aquella que nos permite ver el<br />

engaño seductor de la serpiente?<br />

Me gusta imaginármelo cabalgando por los campos, entre<br />

guardarrayas y lodazales, gozando el delirio de multiplicar<br />

sus tierras y apellido. Me encanta figurármelo trepando sobre<br />

una yegua trotona y trepando sobre una negra”fondillona” en<br />

una época en que la sexualidad podía desbordarse sin temores<br />

ni artificios porque no existían el SIDA ni los condones. Me<br />

place atisbarlo como el gallo en su corral, pleno de holgura<br />

y hechura machista y racista, pero pobremente débil ante<br />

toda una mulata de caderas anchas. Lo veo sudoroso y<br />

jadeante, orgulloso fundador de ingenios que ennegrecieron<br />

con sus chimeneas el altísimo cielo con el que los esclavistas<br />

como él pretendieron engañar a los africanos indefensos,<br />

prometiéndoles encontrar allá arriba la libertad de que les<br />

privaban aquí abajo.<br />

Este vasco recalcitrante para cualquier mirada<br />

mambisamente patriótica, fue Alcalde de La Habana,<br />

propietario influyente, Consejero de Administración de<br />

Hacienda, Cónsul del Real Tribunal de Comercio, Presidente<br />

de la Comisión Central de Colonización, Senador Vitalicio<br />

del Reino y Diputado a Cortes, entre otras responsabilidades,<br />

cargos y prebendas honoríficas. Teniendo en cuenta la<br />

complejidad del ámbito cubano de su tiempo, se comprenderá<br />

por qué un historiador tan serio como Juan Pérez de la Riva,<br />

sentenció en 1975, refiriéndose a Zulueta: “su biografía merece<br />

escribirse un día”.<br />

Eso ha hecho Eduardo Marrero Cruz: crear un libro<br />

apasionante cuyo protagonista es el satánico personaje de<br />

marras; un texto que marcará pautas en la evolución del<br />

género en Cuba, porque es la primera vez-al menos dentro<br />

del período revolucionario-que un historiador se acerca, con<br />

sagacidad y valentía, a un personaje que, como ente humano,<br />

lleva sobre sí más diatribas que elogios, más inmundicia que<br />

fragancia, más insultos que vítores. Es la primera vez, en<br />

estos 40 años, que se publica la historia de un hombre que<br />

no es patriota, pero cuya historia es útil para entender mejor<br />

la historia de la Patria.<br />

Hay hombres que no se contentan con obedecer, con acatar la<br />

autoridad establecida, con dejar que las situaciones –malas–<br />

Urbano Martínez Carmenate


Aislada noche, de José Ramón Sánchez.<br />

Editorial Letras Cubanas, 2006.<br />

Más allá del<br />

Todo poetizar au-téntico, todo<br />

pensar genuino y punzante es<br />

complejo en sí mismo, y no entrega<br />

sus verdades a la solicitud<br />

del sentido común, ni a la satisfacción de la curiosidad, y es<br />

inmune a esa lectura a la ligera, bajo la cual algunos pretenden<br />

expedir lo inencontrado. La poesía, al menos la más genuina,<br />

no vuelve sobre las cosas vanas, sino sobre las más graves, las<br />

muestra en su fundamento, en su devenir, traza genealogías,<br />

correspondencias, continuidades que la ignorancia general<br />

encubre sin siquiera sospechar de su existencia. Tal es la<br />

cualidad que encontramos en Aislada Noche, de José Ramón<br />

Sánchez (Letras Cubanas 2006). José Ramón, poeta díscolo y<br />

sosegado, ha escogido a la noche como centro de su despliegue<br />

lírico, haciéndonos por momentos recordar, las mallarmeanas<br />

noches de Idumea, o aquellas que constituyen para mí, el eje<br />

central de su ejecución, las noches de los fantasmas elásticos de<br />

Charles Baudelaire. El poeta deja asomar desde sus primeros<br />

textos, el sedimento que han dejado en él sus lecturas de<br />

los clásicos del simbolismo francés, hasta hacerse marcada<br />

su inserción en las deyecciones malditas de Rimbaud y del<br />

Conde Lautreámont. Textos como “Ajedrez”, “Murciélagos”,<br />

“Cubierto el Lobo”, “Caballos y en la crin la noche”, o<br />

“Desnuda Danza”, dan testimonio de un discurso de marcada<br />

densidad ( no oscuridad), que anuncia la búsqueda constante<br />

de ideas exquisitas, expresadas de una forma inesperada,<br />

gracias a equívocos que permiten al autor, mostrar la sutileza<br />

de su espíritu, a expensas generalmente del sentido común:<br />

Hay murciélagos. Supuestamente existen:<br />

Yo los creo.<br />

Giros erráticos. Desligada procedencia<br />

los apresura. (“Murciélagos”)<br />

monte Stuguno-<br />

set<br />

El embate metafísico de sus textos, no oculta displicencia<br />

hacia la forma lezamiana de abordar los tópicos referentes<br />

al ámbito familiar y al propio contexto lírico amatorio, o a<br />

ciertas nervaduras de índole escritural que no nos obligan<br />

a enumerar las cosas que aparecen a simple vista como<br />

barrocas, tradicionalmente identificadas por la abundancia de<br />

elementos alegóricos, la acumulación de adjetivos y sustantivos<br />

puramente decorativos, las frases largas e intercaladas, el<br />

pensamiento se bifurca, así la bimembración, no característica<br />

en estos textos, intenta reemplazar un sistema de iluminación<br />

directa por un juego de luces reflejas.<br />

Tal vez cuando el lector avezado lee:<br />

En jaque mate comienza la partida.<br />

Y en todo disminuye por el tablero<br />

su enigma interrogado. Y a su contacto bicolor<br />

no me sustraigo, que su contacto fija la mano<br />

a otro descanso si el adversario no me coincide<br />

y va a otro extremo en el tambor batido<br />

por la seca colmena de mi oído.(“Ajedrez”)<br />

Y más adelante advierte:<br />

El amor no es la distancia.<br />

El amor es el deseo que suma<br />

la distancia en cada cuerpo<br />

cuando la lengua salvaje de uno<br />

abre la carne del otro y lo hace duradero.(xxxv)<br />

podrá estar ante una verdadera dislocación del centro de<br />

gravedad o de la forma unitiva del cuaderno, como si el poeta<br />

estuviera fundido con lo inexpresado y de pronto encontrara<br />

los caminos más ocultos de la luz. Parece enunciarnos al poeta<br />

que vendrá, al poeta que palpa nuevas claridades y nos deja<br />

hacia la estancia final un texto conciso y mayor como “El<br />

monte Stugunoset”. Entonces, después de leer este conjunto,<br />

donde no hay ablandamientos ni artificios, sino el acto de ser<br />

sincero que es el acto único y mejor de ser potente, podamos<br />

comprender que el impulso de hacer versos, es un cierto furor<br />

divino con que el poeta se inflama y se levanta de los demás<br />

hombres y esta inflamación le causa un crecimiento tal, que<br />

no le permite ser humano en su lengua, sino que obliga a que<br />

éste crezca y balbucee, hasta hacerlo parecer que habla, en<br />

una lengua extraña.<br />

Oscar Cruz Pérez<br />

Santiago de Cuba, <strong>2007</strong><br />

53


René Fraga: un cristiano revolucionario,<br />

de Clara Enma Chávez.<br />

Ediciones Matanzas, 2006.<br />

se sucedan, con seguir la corriente. Son<br />

los que tienen un fuego que calienta<br />

y alumbra, son los que llevan luz, los<br />

que iluminan el sendero de la libertad.<br />

Esos hombres, conocidos o no, son<br />

historia.<br />

Y precisamente de un joven<br />

que es y que hizo historia, trata el<br />

libro que recién nos han ofrecido la<br />

investigadora Clara Enma Chávez y<br />

Ediciones Matanzas, en el que el rigor<br />

científico y la verdad histórica se combinan con una gran<br />

dosis de ternura para presentarnos la vida del mártir René<br />

Fraga Moreno.<br />

Durante años la autora se ha dedicado a desentrañar<br />

la historia de Matanzas en un período particularmente<br />

convulso: los años 50 del pasado siglo; ha recopilado y<br />

analizado minuciosamente, información sobre las condiciones<br />

socioeconómicas y políticas de esa década y sobre la vida de<br />

sus protagonistas. Ello le ha permitido conformar, tanto libros<br />

de historia matancera como biografías de luchadores, entre<br />

los que se encuentra René Fraga Moreno, ejemplo de persona<br />

que cumplió plenamente con su condición y su vocación de<br />

ser humano.<br />

Desde el título del libro, René Fraga: un cristiano<br />

revolucionario, se nos anuncia la condición esencial de René<br />

que marca todo su pensar y actuar en la vida: el hecho de ser<br />

cristiano, de pertenecer a las filas de la Juventud de Acción<br />

Católica. Sin conocer su formación en un hogar católico, en<br />

una escuela religiosa y su vida activa dentro de la comunidad<br />

eclesial matancera, no se puede comprender la personalidad<br />

de René, ni sus prioridades, ni las motivaciones que lo llevan<br />

a ofrendar su vida.<br />

René no centró sus expectativas en ser el mejor estudiante<br />

del Instituto o de la Escuela Normal, en la que se graduó de<br />

maestro; sus notas no fueron brillantes. Tampoco le interesó<br />

en su momento ser valorado socialmente como un profesor<br />

de grandes méritos, de hecho, su desempeño oficial en el<br />

magisterio no tuvo un carácter sistemático, pues al no aceptar<br />

un aula fija de manos de un régimen ilegal impuesto por la<br />

fuerza de las armas contra la voluntad del pueblo, trabajó<br />

siempre como maestro suplente.<br />

Lo que distingue a René, lo que lo ilumina con tintes<br />

propios y le da sentido a su existencia, a todo lo que hace,<br />

tanto en el ámbito doméstico como en el social. Es su vocación<br />

de servir a los demás, que lo ha recibido de Jesús de Nazaret,<br />

el Cristo.<br />

Con un cariño que se siente en cada página, la autora va<br />

deteniéndose en las diversas etapas de esta breve vida: su<br />

infancia y adolescencia, en la que padres y maestros lo educan<br />

en el respeto y consideración hacia los demás; en la atención<br />

y cuidado a los más débiles y pequeños, en el desinterés,<br />

en la ayuda a los pobres y necesitados, en una personalidad<br />

54<br />

El libro de<br />

René Fraga<br />

serena y comprensiva. Todo lo sembrado en este período dio<br />

abundantes frutos: desde su sensibilidad para con la infancia<br />

pobre, para la que recogía y reparaba juguetes, su disposición<br />

de servicio al dar clases gratuitas a muchos y muchas jóvenes<br />

que preparaban su ingreso a la Escuela Normal hasta su lucha<br />

final por mejorar el destino de la patria.<br />

A través de las páginas referentes al movimiento<br />

estudiantil, además de la actuación de René, líder preocupado<br />

de toda la problemática social, la autora nos brinda una<br />

amena lección de historia, un fragmento de los conflictos<br />

sociales y políticos de la vida cubana y su reflejo en la ciudad<br />

yumurina. El capítulo titulado “El Cristiano” se centra en su<br />

participación en la Juventud de Acción Católica y sus obras<br />

sociales, su labor de maestro en la formación religiosa y<br />

humana de niños y jóvenes en la Iglesia de Carmen y todo<br />

su compromiso eclesial en la diócesis de Matanzas.<br />

Los capítulos finales, de gran fuerza expresiva, están<br />

centrados en su labor clandestina como miembro del<br />

Movimiento 26 de Julio, su detención, tortura y asesinato. El<br />

relato de la muerte de René es verdaderamente conmovedor,<br />

por lo injusto, por su juventud, por poner de manifiesto el<br />

maléfico poder del odio y la violencia y porque se trataba<br />

de una muerte que no tenía que haber ocurrido, pues<br />

las autoridades policiales lo iban a liberar gracias a la<br />

intervención de Monseñor Martín Villaverde, Obispo de<br />

Matanzas y del Colegio de Maestros. La autora nos presenta<br />

el conjunto de circunstancias y hechos trágicos en los que la<br />

acción homicida de un soldado pone fin a la vida de René.<br />

Avalado por un intenso trabajo de búsqueda informativa<br />

en archivos y entrevistas, el libro nos presenta la biografía<br />

del mártir y su entorno en un lenguaje coloquial, al alcance<br />

de todos. En sus páginas no se encierra un mito; de ellas sale<br />

andando un René joven, vivo, lleno de ideas, que sueña con<br />

una patria mejor, más digna, más libre, que marche con todos<br />

y que trabaje para el bien de todos.<br />

Al presentar la vida de René de un modo orgánico,<br />

destacando la centralidad que tuvo en ella su condición de<br />

cristiano católico, de algún modo se ejemplifica en él un sector<br />

de la juventud cubana proveniente de la Acción Católica cuya<br />

participación en la lucha insurreccional contra Batista resulta<br />

aún absolutamente desconocida.<br />

Bordada amorosamente con pequeños detalles por su<br />

autora, Clara Emma Chávez; su editor y prologuista, Bárbaro<br />

Velazco y su diseñador, Leonel Betancourt, esta pequeña<br />

obra alimenta al intelecto y al corazón y tiene un gran valor<br />

educativo para las nuevas generaciones.<br />

Caridad Contreras


Salón Roberto Diago <strong>2007</strong>. Galería de Arte Pedro Esquerré.<br />

Matanzas.<br />

Un momento diferente<br />

El Salón Roberto Diago Querol es el espacio dentro del ejercicio<br />

diario de las artes plásticas de la provincia Matanzas, donde<br />

hace presencia la representatividad de las supuestas inquietudes<br />

que desarrolla la práctica artística. Esta vez se configura<br />

generando sucesos colaterales que conceden lugar a actitudes<br />

disímiles, como el arte efímero, con el proyecto Fabulaciones,<br />

realizado como preámbulo al Salón, en el que se presentaron<br />

tres interesantes propuestas afines a criterios ambientalistas,<br />

los Café-encuentros que funcionan como cita del video arte,<br />

establecidos a través de tres momentos, la exposición Miradas<br />

para miembros de la UNEAC con una muestra más afín a<br />

conceptos convencionales, y la exposición personal Estética x<br />

genética del fotógrafo Nadal Antelmo Vizcaíno, demostrativa<br />

de su exquisito logro en cuanto a técnica y afianzándose al tema<br />

general que promueve el evento: Experiencias visuales de la<br />

cotidianidad.<br />

Caracterizado por su génesis colectiva, lo que define y<br />

emplaza una pauta distintiva es el mismo Salón Provincial.<br />

Es aquí el lugar donde se manifiestan de manera factual<br />

los intereses experimentales y discursivos generados por<br />

la dinámica social y cultural del contexto matancero. Tales<br />

condiciones resultan en una propuesta visual que refiere y<br />

agudiza las realidades y el artificio de la experiencia, y produce<br />

una visualidad distintiva que permite categorizar y establecer<br />

los rumbos de la labor creativa, resaltando la presencia de obras<br />

que se imponen por sus concisos efectos.<br />

Esta vez la decimosexta edición ha marcado la diferencia.<br />

Defiendo la idea de la particularidad de la ocasión y lo<br />

asumo a partir de cierta rebeldía y careo que promulgan las<br />

piezas admitidas desde sí y en el diálogo conjunto. Aquí están los<br />

dorados 80’, las inquietas vueltas intelectivas de los 90’, los lúdicos<br />

y light 2000…. Todas las referencias más que menos sutiles, las<br />

revisitaciones. La impunidad de los artistas noveles y la de los<br />

consagrados. El atrevimiento de los que no tienen defensa. Incluso<br />

los recalcitrantes. El facilismo de los confiados.<br />

No voy a hacer una comparación con el supuesto “futuro<br />

del arte”, ni creo tampoco que el arte se convierta en una masa<br />

compacta, fría y frívola. Aún tiene mucho que proponer y decir,<br />

mucho más viniendo de una cultura donde se habla en la acera,<br />

en el pasillo, en la escalera; se grita desde la ventana de un<br />

noveno piso. Esta dinámica es la vitalidad que trasluce el Salón<br />

y se advierte en cierta coincidencia de los recursos estratégicos y<br />

el resultado visual de las obras emplazadas en sala, en las cuales<br />

se connota la representación de pensamientos provenientes<br />

del conciente colectivo, demostrando la toma de una voluntad<br />

comprometida con su contexto social.<br />

Hay varios sentidos que compulsan las significaciones de<br />

estas obras centradas en tres ejes esenciales: la persistencia<br />

de lo existencial, coherentemente propuesta en piezas que<br />

promueven montajes y concepciones afines al mínimal,<br />

cuyos principales voceros están en el hacer de Rubén Fuentes<br />

e Idanerys González. El interés incisivo de los límites<br />

contradictorios de la sexualidad y su representación, vistos<br />

en obras donde lo ambiguo y lo represivo/reprimido se<br />

anuncian. Otro orden convendría entonces en las urgencias de<br />

la vida diaria y los efectos que moldean la psiquis del sujeto<br />

social en las presentes condiciones históricas, donde tendrían<br />

espacio los temas de la inmigración, la política y en general el<br />

cuestionamiento al modo de vida en las difíciles circunstancias<br />

de la actualidad.<br />

El momento artístico del hoy es diferente. Se evidencia<br />

un estado de alerta y una agudeza crítica que afianza además<br />

múltiples medios.<br />

Tiene un espacio la pintura, con un número de obras<br />

representativo –que hace muchas ediciones se extrañaba–,<br />

estableciéndose en un amplio espectro que abarca las maneras<br />

de la pintura historicista, desde la buena factura de lo hedonista,<br />

el expresionismo y los lenguajes pop. En esta última, Alexander<br />

Lobaina, con Eros y Masificación, convenia un ejercicio crítico<br />

avalado por una evolución consecuente de su hacer. En él<br />

se superponen, a modo de palimcesto, símbolos urbanos<br />

propios con denotantes que apuntan a políticas culturales,<br />

abriendo el juego en contraposiciones y cuestionamientos<br />

que señalan la construcción del orden social y su pensamiento<br />

sobre lo artístico. Todo esto a través de un lenguaje visual que<br />

aprehende lo gráfico como modo de incidir desde el lenguaje<br />

del producto medial, en él, afín a la propaganda gráfica desde<br />

los niveles más intuitivos a los políticos.<br />

Junior Salomón y Nelson Barrera asumen la técnica<br />

pictórica, desde lo expresivo, en dos vertientes. El primero<br />

mediante la mixtura con materiales textiles y el segundo desde<br />

su propio recurso. Sus propuestas van por caminos diferentes.<br />

En el caso de Junior Salomón su Sin título, lidiando con lo<br />

grotesco y el desdibujo, dialoga con las formas no aceptadas<br />

de la sexualidad para erigir un diálogo con las represiones que<br />

imponen las normativas de la conducta social, elemento que<br />

en nuestro contexto ha sido trabajado coherentemente por la<br />

fotografía, aquí llevado a un dramatismo casi soez, que supera<br />

en esta pieza a sus precedentes.<br />

Barrera por su parte funde lo humano y un signo<br />

promocional y vendido por los media industrializados como<br />

55


el conocido “happy face” a favor de lo grotesco, para romper<br />

y emplazar el cuestionamiento de las diferencias entre el deseo<br />

y lo real, el consumo y lo humano; llevando su interés a planos<br />

donde se catapultan los conceptos de la identidad individual<br />

y el comprometimiento individual y social.<br />

La fotografía fue puesta en escena desde el cuestionamiento<br />

reflexivo de la realidad social. Ventanas incógnitas del reconocido<br />

pintor Juan Arel, Tercer Premio del Salón, es una obra que<br />

repite de forma sucesiva rostros donde el tiempo y el esfuerzo<br />

extremo han dejado su huella, en una postura que refleja el<br />

drama de lo humano, a la vez que refiere una documentación<br />

incisiva de los personajes anónimos de la colectividad.<br />

Las nuevas marcas que deja la vida, serie de Ernesto Millán<br />

mencionada, más que proyectarse como discurso de minoría,<br />

asume la apropiación del modus operandis de un artista<br />

reconocido dentro de esta temática del arte contemporáneo<br />

cubano, como René Peña, para producir una reflexión sobre<br />

la banalidad y su presencia en las relaciones que establecen las<br />

condiciones económicas de la actualidad.<br />

La escultura y la instalación fueron ampliamente<br />

representativas. Dentro de estas, vale señalar el objeto<br />

escultórico Forever de la serie Vanguardia Nacional, de Fernando<br />

Cruz, que establece lo inquietante a partir de connotaciones<br />

simbólicas muy particulares, elementos con los cuales trabaja<br />

Todos a cumplir con el marabú, video instalación del fotógrafo<br />

Ramón Pacheco, que asume la paradoja para ironizar<br />

determinados sucesos recurrentes que comprometen formas<br />

de asumir nuestra realidad.<br />

Por su parte, Del cómo somos…, bandera hecha con tubos de<br />

luz y deudora del artista conceptual Dan Flavin, indaga bajo<br />

estos mismos auspicios las zonas en las cuales se conforman<br />

los criterios de nacionalidad. Otra obra que marca su impronta,<br />

por su significación como rescate de la tradición, es el proyecto<br />

Parque de los Chivos, esculturas de los estudiantes Fernando<br />

Cruz y Alberto Domínguez, quienes desde la nostalgia intentan<br />

destramar los rumbos perdidos de la llamada matanceridad, a<br />

partir de la reinterpretación de los símbolos que en la historia<br />

reciente dotaron a la ciudad de un misticismo que marcó el<br />

plano cultural.<br />

TV-Grafo, video instalado de Jorge Luis Romillo, artista<br />

reconocido en salones anteriores y Segundo Lugar en esta<br />

edición, resume de forma espectacular y concisa el sentir de<br />

todas las instancias, desde los niveles más emergentes de lo<br />

social hasta los del pensamiento. La clave morse dada a través<br />

de la falta de señal de un televisor confronta implícitamente<br />

lo contradictorio desde una postura desafiante que se impone<br />

precisamente por la solidez que confiere la suficiencia de<br />

medios visuales.<br />

Siguiendo los pasos que propicia el uso de los nuevos medios,<br />

se presentó además la obra All of this de Raydel Armas, video<br />

arte que lidia entre lo documental y lo existencial, mediante la<br />

yuxtaposición de imágenes que connotan sentidos contrarios,<br />

los de la vida y la muerte. Logra esbozar un discurso sobre las<br />

disyuntivas emocionales que conlleva la posibilidad constante<br />

de emigrar, visto en el prisma de los sentidos que trata. Esta<br />

obra fue igualmente mencionada.<br />

El Jurado decidió otorgar Primer Lugar a la obra Striptipos<br />

de Robin Martínez, artista también laureado con anterioridad<br />

en el evento. Esta obra, dotada de una carga lúdica sutil,<br />

relativiza el sentido del macho dentro de lo social, emplazando<br />

56<br />

el signo de lo ambiguo al referir obras canonizadas por el arte<br />

cubano contemporáneo, y subvertida en su discurso, mediante<br />

una disgregación de sus connotaciones. Realizada a partir<br />

de fotos fijas, el video establece un ritmo de cámara rápida<br />

que enfatiza aún más estos presupuestos que privilegian lo<br />

subjetivo.<br />

La presencia de estas obras provenientes de artistas<br />

más y menos jóvenes, son incisivas en la búsqueda formal<br />

y conceptual. Demuestran la vitalidad y la riqueza de esta<br />

edición. Pero la realidad emplaza condiciones que no favorecen<br />

la completa percepción de este suceso, y éstas son de índole<br />

espacial y de la producción del evento mismo.<br />

No es menos sabido que los tiempos que corren para el<br />

arte también han cambiado y esto es una situación que afecta<br />

a toda institución que enfrente en su trabajo diario las nuevas<br />

condiciones que imponen los recursos tecnológicos y su entrada<br />

a las artes visuales.<br />

El tipo de obras presentadas necesita de una museografía<br />

que pueda establecer movimientos bruscos en el público<br />

receptor, piezas que por sus características necesitan locaciones<br />

individuales, que el espacio físico del centro no puede gestionar<br />

por su disposición. Las salas actuales están creadas para ver<br />

pasivamente las manifestaciones representativas de las bellas<br />

artes y no promueve el modo de interacción dinámica que<br />

suponen determinadas instalaciones y proyecciones. Esto resta<br />

al efecto de la impronta que necesariamente deben dejar estas<br />

obras. Tanto es así, que quien no haya accedido a la muestra en<br />

su momento inaugural, no podrá conformar una noción de lo<br />

que aquí se gestó y aún se cuece.<br />

La video instalación Todos a cumplir con el marabú y las video<br />

proyecciones Striptipos e Identidad, entre otras, no pudieron ser<br />

continuas en su ubicación ni en el soporte necesario, pues los<br />

recursos que actualmente las sustentan no son los idóneos para<br />

configurar una curaduría eficaz en el tiempo requerido.<br />

El arte contemporáneo “se mueve fast”, parafraseando a<br />

Elvia Rosa Castro, y los instrumentos institucionales son cada<br />

vez más obsoletos, a pesar de las gestiones realizadas por<br />

especialistas y directivos. Es necesario entonces un diálogo<br />

coherente, entre la producción artística y la institución, que<br />

establezca los medios para eliminar estas carencias.<br />

Lo que ha pasado con esta edición es poco más que<br />

lamentable en estos sentidos, pues el proceso receptivo ha sido<br />

particularmente dañado.<br />

Si visita nuestras salas podrá constatar las verdades<br />

que entraña esta oportunidad, que no debe ser pasada<br />

por alto ni menospreciada por la supuesta falta de artistas<br />

“consolidados”.<br />

La obra que de una u otra forma está es la que produce<br />

de modo asiduo el artista comprometido con su momento<br />

y su contexto, que es a quien le interesa la confrontación<br />

y la emergencia que suscita esta puesta en escena. No es<br />

menos cierto que algunos no están, pero los que sí lo hacen<br />

sorprenden por su fuerza y anuncian un cambio sustancioso<br />

en el panorama, por suerte, contrario al letargo que mantenía<br />

en el medio audiovisual la provincia.<br />

Este es un momento que irrumpe desde el desafío y la<br />

imposición. Unámonos y démosles la entrada.<br />

Helga Montalván


de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Fotogramas de la obra<br />

STRIPTIPoS<br />

de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Fotogramas de la obra<br />

STRIPTIPOS<br />

de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Fotogramas de la obra<br />

STRIPTIPOS<br />

de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Fotogramas de la obra<br />

STRIPTIPOS<br />

de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Fotogramas de la obra<br />

STRIPTIPOS<br />

de Robin Martínez<br />

Primer Premio del Salón<br />

Roberto<br />

Diago <strong>2007</strong><br />

Striptipos<br />

la página de<br />

Robin<br />

57


Páginas del diario de Mauricio,<br />

de Manuel Pérez. ICAIC, 2006.<br />

58<br />

Páginas de un diario tan<br />

cubano como íntimo…<br />

Páginas del diario de Mauricio, de<br />

Manuel Pérez, habrá que entenderlo<br />

y asimilarlo como un ejercicio de<br />

cognición histórica; y a su vez, inmerso<br />

en la plenitud de su intimidad.<br />

Mucho había demorado nuestra<br />

filmografía en bosquejar un verdadero<br />

paneo sobre la realidad inmediata que<br />

ha venido a configurar una visión otra<br />

de nuestra cotidianeidad y de nuestra<br />

comprensión del mundo.<br />

A quienes hayan accedido a sus imágenes, palparán un tempo<br />

mesurado muy a lo «cine europeo», poco frecuente en nuestra<br />

filmografía, más dada al crescendo lúdico que nos caracteriza;<br />

tempo que valoriza la certidumbre de una agonía no solo<br />

personal (la de Mauricio y otros personajes); sino también,<br />

la de una sociedad que vio caer sus principales asideros sin<br />

explicaciones, y debieron proveerse, con demasiada prontitud,<br />

de una capacidad –casi siempre ajena- para sobrevivir.<br />

Comprender al hombre que hoy somos, revisitándolo<br />

en su ayer inmediato; asimilar lo que hemos vivido, sin<br />

enjuiciamientos; o demostrarnos que el hombre es un ser<br />

pleno de alternancias, parecen ser algunos de los signos sobre<br />

los cuales se construyen –a conciencia- las tipologías de estos<br />

personajes no siempre resueltos con maestría, pues si algo nos<br />

falta en este filme, es concentración.<br />

Páginas del diario de Mauricio tiende a disgregarse en una<br />

pluralidad de subtramas, algunas de ellas, innecesarias a<br />

nuestro juicio, que sirven más para lograr ciertos arquetipos<br />

que validan la disparidad de destinos que debió obrarse el<br />

cubano de entonces (el oportunista a priori, es uno de ellos) que<br />

para fecundar una verdadera confrontación de espíritus.<br />

Resulta evidente la distensión y el desacertado casting<br />

para afrontar personajes esencialmente traumatizados por su<br />

inmediatez social y personal. La dirección de actores ha de<br />

ser un reto a conquistar, sobre todo cuando descubrimos la<br />

repetición de gestos y tonos en una Lariza Vega; el histerismo<br />

desmedido –a ratos- de un Enrique Molina, y eso sí, la mesura<br />

y el trazo cuidado y verosímil de un Mauricio (Rolando Brito),<br />

siempre cercano mientras actúa, aunque docto, ceremonioso,<br />

epigramático y glacial cuando asume el papel de narrador<br />

omnisciente de una historia que, si nos aferramos a sus<br />

características narrativas, no asimilaba este recurso como<br />

propio.<br />

Demasiado impuesto entonces, demasiado para justificar<br />

–únicamente-, su título, demasiado para argumentarnos que<br />

esto que vemos, no son, sino las páginas de un diario: íntimo<br />

y personal.<br />

Por tanto, la presencia del narrador, no hace sino potenciar<br />

la ambivalencia: Ser analítico vs. hombre común; Historia vs.<br />

perentoriedad; Trascendencia vs. lo cotidiano.<br />

Y en medio de esta ambivalencia, su protagonismo se nos<br />

dispersa, pues terminamos –muy enfáticamente- por asumir<br />

como nuestro al Mauricio-hombre, y no al otro, capaz de<br />

discernir ciertos tópicos más de una colectividad, de un tiempo,<br />

y de un espíritu inherentes a una época irrepetible.<br />

El filme, sin embargo, es fiel a su pulso dramático, mientras<br />

recrea aquellos fragmentos no solo de una vida, sino también<br />

la de un país que aún se sustenta tras la caída –emblemática<br />

ya- de muros, estatuas e ideologías. Y en medio de ese caldo<br />

de cultivo, gravita la psicología de Mauricio, que ve, además,<br />

cómo pierde lo que para él parecía inmarcesible. El verdadero<br />

drama no es entonces el de una Habana que convulsiona en<br />

agosto de 1994 (día que refleja con dinamismo, brutalmente<br />

veraz Manuel Pérez); la de una Cuba que se abre al mundo,<br />

al turismo, al cuestionamiento diario, al mercado negro, al<br />

deterioro social y ético, sino también, y muy por encima de todo,<br />

el drama de Mauricio (visto aquí como símbolo); el drama de un<br />

hombre ni tan noble, ni tan ético, ni tan pulcro, pero que se sabe<br />

asediado por la soledad, la muerte y sobre todo, por el cambio<br />

ineludible de aquellos que readaptan su vida a la infidelidad<br />

de las circunstancias.<br />

Así, se hilvana un texto fílmico que pudo haber sido –por<br />

momentos-, más directo, frontal y analítico.<br />

Pese a todo, no dejamos de vibrar ante la inevitable<br />

«realidad». Manuel Pérez ha sabido –sin estridencias-<br />

transmitirnos una Cuba mucho más locuaz que aquellas otras<br />

recientes de Juan C. Cremata o las de Humberto Solás; una<br />

Cuba aferrada a su devenir y a su tiempo. No absuelta de<br />

pecados, pero sí menos retórica, menos transida de sofismas.<br />

Cuando Mauricio se despide de su hija –quizás el conflicto<br />

esencial de esta película-, han quedado atrás mil y un conflictos<br />

secundarios, no menos tórridos, que no se resuelven y quedan<br />

abiertos como una pregunta difícil y sin contestación inmediata.<br />

Estas páginas, tal vez, no bastarán para comprendernos,<br />

pero al menos, en nuestras pupilas queda el sabor salobre de<br />

un hombre que al llegar a los 60 años, es capaz de revisitarse<br />

y revisitarnos sin importar cuánto de él y de nosotros quedará<br />

en el trayecto…<br />

Geovannys Manso Sendán<br />

Lisy García Valdés


Premio Literario Fundación<br />

de la ciudad de Matanzas<br />

de<br />

El Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés,<br />

Ediciones Matanzas y elCentro Provincial del Libro y la<br />

Literatura, con el auspicio de la Dirección Provincial de<br />

Cultura de Matanzas y las autoridades del Gobierno en el<br />

Municipio y la Provincia convocan a esta primera edición del<br />

Premio Literario Fundación de la Ciudad de Matanzas<br />

que se regirá por las siguientes<br />

BASES<br />

Podrán participar todos los escritores residentes en el país.<br />

Se convoca en esta primera edición en los géneros: Poesía,<br />

Novela y Ensayo. Los libros presentados deberán tener<br />

las siguientes extensiones: Poesía: hasta 80 cuartillas.<br />

Novela: hasta 200 cuartillas. Ensayo: hasta 100 cuartillas.<br />

Las obras se presentarán mecanografiadas en original y<br />

dos copias, correctamente presilladas y foliadas, llevando<br />

seudónimo o lema en la primera página y acompañadas<br />

de sobre identificado con el lema o seudónimo en cuyo<br />

interior se consignará el nombre completo del autor,<br />

dirección, teléfono, y un breve currículo profesional, así<br />

como la declaración de que su libro no está comprometido<br />

con ninguna editorial, no participa simultáneamente en<br />

otro concurso pendiente de resolución y que es inédito<br />

en su totalidad o sólo publicado hasta un 40% de su<br />

contenido. Cada concursante podrá enviar cuantos libros<br />

desee, en cualquiera de los géneros convocados.<br />

Primera Edición<br />

Las obras se enviarán por correo a:<br />

Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés<br />

Calle Jovellanos, esquina a Medio (altos).<br />

Matanzas. CP: 40100.<br />

También podrán entregarse personalmente en la misma<br />

dirección, en horarios de 9 a.m. a 3 pm.<br />

El plazo de admisión vence el 31 de julio de <strong>2007</strong> a las<br />

3:00 pm.<br />

Por cada género se designará un jurado compuesto por<br />

estudiosos y creadores de prestigio, cuyo dictamen será<br />

inapelable.<br />

Se otorgará un premio único e indivisible en cada género,<br />

consistente en 5000 pesos MN, diploma acreditativo,<br />

trofeo y la publicación de la obra por Ediciones<br />

Matanzas.<br />

La remuneración por los premios no afecta el pago por<br />

los derechos de autor. No se entregarán menciones.<br />

La premiación se efectuará el 12 de octubre de <strong>2007</strong> durante la<br />

celebración por el Aniversario de la Fundación de la Ciudad<br />

de Matanzas, y será precedida por la Jornada <strong>Literaria</strong><br />

Fundación de la Ciudad del 10 al 12 del propio mes.<br />

Los organizadores del evento no se comprometen con<br />

la devolución de las obras no premiadas, aunque estas<br />

no serán destruidas hasta transcurridos seis meses de la<br />

entrega de los premios.<br />

La participación en el concurso implica la aceptación<br />

total de estas bases.<br />

59


GOS JUEGOS<br />

JUE- JUEGOS<br />

JUEGOS<br />

JUEGOS<br />

VI JUEGOS<br />

FLORALES DEL 3ER MILENIO, MATANZAS <strong>2007</strong><br />

El Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José J. Milanés, Ediciones<br />

Matanzas (instituciones adscritas al Centro Provincial del<br />

Libro y la Literatura), y la Filial Provincial del Movimiento<br />

de Amigos del Libro (MOVAL), convocan a los VI Juegos<br />

Florales a desarrollarse en Matanzas del 8 al 10 de noviembre,<br />

especialmente dedicados a María Villar Buceta y Luisa Molina,<br />

en ocasión de los aniversarios 30 y 120, respectivamente, del<br />

fallecimiento de estas poetisas matanceras.<br />

En esta edición se concursará en poesía, ensayo, teatro y poesía<br />

infantil , atendiendo a las siguientes<br />

60<br />

BASES<br />

CONVOCATORIA<br />

1-Podrán participar todos los escritores cubanos residentes en<br />

el país en uno o varios de los géneros en que se convoca.<br />

2-En cada género deberán enviar una obra, excepto en ensayo,<br />

que se concursa con un cuaderno de entre 60 y 80 cuartillas.<br />

En el caso de teatro se concursará con un mónólogo que no<br />

debe exceder los 45 minutos de duración.<br />

3-Las obras deberán enviarse en original y dos copias<br />

identificadas con seudónimo, y acompañadas de un sobre<br />

cerrado igualmente identificado, con los siguientes datos:<br />

nombres y apellidos del autor, carné de identidad, dirección,<br />

centro laboral, teléfonos, breve curriculum y declaración jurada<br />

en la que conste la ineditez de la obra y su no compromiso con<br />

ninguna edición.<br />

4-Un jurado integrado por prestigiosos escritores, seleccionará<br />

hasta diez (10) concursantes en cada género para participar en<br />

las sesiones del evento, con excepción de los géneros de ensayo:<br />

tres (3)finalistas y teatro: cinco(5) finalistas.<br />

5-El jurado otorgará un premio en cada género consistente en<br />

flor artesanal, diplomas, $200.00 MN y la publicación de la<br />

obra en la <strong>Revista</strong> Matanzas, excepto el premio de Ensayo que<br />

será publicado en el 2008 por Ediciones Matanzas, y en el que<br />

el premio en metálico asciende a $2 000.00 MN ( que incluye<br />

el derecho por la primera edición de la obra).<br />

Por su parte el público asistente concederá por votación un<br />

premio por género (excepto en ensayo y teatro), consistente<br />

en flor artesanal y diploma.<br />

6-Las obras deben remitirse a la siguiente dirección:<br />

VI Juegos Florales del 3er milenio<br />

Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés<br />

Calle del Medio (altos) esquina a Jovellanos<br />

Matanzas<br />

Será indispensable se indique en el sobre el género<br />

en que concursa.<br />

7-El plazo de admisión vence el 31 de agosto de <strong>2007</strong>.<br />

8-La participación en este evento supone la aceptación de todas<br />

las bases.


PREMIO<br />

ANUAL DE<br />

La Primera Edición del Premio Anual de la <strong>Revista</strong> Matanzas<br />

fue entregado en la Feria Internacional del Libro durante<br />

la celebración del Coloquio Pasar <strong>Revista</strong>, auspiciado por<br />

nuestra publicación el pasado 21 de febrero conmemorando<br />

la décima salida de la revista en su nueva época. En esta<br />

primera vez concursaron todas las obras literarias y gráficas<br />

inéditas, de autores cubanos residentes en la Isla, aparecidas<br />

en los diez primeros números de esta época ( 2003-2006).<br />

El Premio al Mejor Cuento recayó en el narrador<br />

habanero Ahmel Echevarría por Inventario. Mientras que el<br />

Premio a la Mejor Obra para Niños fue otorgado al cuento<br />

Leidi Jamilton y los pájaros, del holguinero Rubén Rodríguez.<br />

El Premio al Mejor Artículo lo alcanzó el escritor avileño<br />

Félix Sánchez por El arte de invitar. El Premio al Mejor Texto<br />

de Tema Histórico fue concedido al investigador matancero<br />

Israel Moliner por El mar que no tiene orillas y el de el Mejor<br />

Poema, a la poeta matancera Laura Ruiz por Cismas y<br />

Secesiones. En el género Ensayo fue concedido el Premio a<br />

Margarita Mateo por Antón Arrufat: el hombre discursivo. En<br />

los géneros de Poesía y Ensayo, con carácter excepcional,<br />

se otorgaron dos menciones: al poema Otra extención de la<br />

realidad, de Annia Alejo, de Guantánamo y al ensayo Nancy<br />

Morejón y el Caribe, de Isnalbys Crespo, de Matanzas. El<br />

Premio a la Mejor Ilustración recayó en el Conjunto de Obras<br />

del artista matancero William Hernández aparecido en la<br />

revista <strong>No.1</strong> del año 2006. El Premio consiste en Diploma<br />

acreditativo y 200.00 pesos (MN), así como la invitación a<br />

participar en el evento Pasar revista, dedicado al tema de las<br />

revistas culturales, que celebrarán Ediciones Matanzas y la<br />

revista homónima, en la Feria del Libro 2008. Este Premio<br />

se convocará de forma anual y en él concursarán las obras<br />

que aparezcan en los tres números de cada año.<br />

61


62<br />

La Tertulia de Carilda<br />

20Aniversario<br />

(1987-<strong>2007</strong>)<br />

Durante veinte años la gran<br />

poetisa cubana ha convocado<br />

a lo más selecto de la<br />

literatura y el arte de la Isla,<br />

en el centenario Palacio de<br />

Junco. Como en una prolongación<br />

de la mítica casona de<br />

Tirry 81, la gracia de Carilda,<br />

su don para la conversación,<br />

sin otro intermediario que la<br />

propia palabra, se explaya,<br />

se adueña de invitados y<br />

público. Ella ha rescatado<br />

esa tradición matancera y<br />

cubana, la tertulia. Gracias otra vez, Carilda, por seguir<br />

regalándonos tu don perpetuo para la vida.<br />

Durante los días 2, 3<br />

y 4 de <strong>abril</strong>, 16 poetas<br />

matanceros realizaron<br />

lecturas, presentacio-nes<br />

de libros y homenajes a<br />

escritores relevantes, en<br />

un recorrido que incluyó<br />

a 9 de los 14 municipios<br />

de la provincia.<br />

El evento auspiciado<br />

por el Centro del Libro y la Literatura de Matanzas,<br />

la Editorial Matanzas y el Centro de Promoción<br />

<strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés, con la colaboración de<br />

las direcciones provincial y municipales de cultura del<br />

territorio, llegó a sitios de la geografía matancera que los<br />

recibieron ávidos de escuchar a los poetas, interesados<br />

por su literatura. Eventos de esta naturaleza se hacen<br />

cada vez más necesarios para público y creadores. Esa<br />

confrontación enriquece y da sentido a escritores y<br />

lectores, hace tangibles a esos seres abstractos en que<br />

a veces se convierten ambos. Un dossier que recoge<br />

experiencias, poemas escritos en la ruta, crónicas y<br />

un fotorreportaje, aparecerá en las páginas de nuestro<br />

próximo número.<br />

premios / premiados<br />

2006<br />

Premio Casa de Las Américas<br />

El ensayista, narrador y crítico de arte Alberto Abreu fue<br />

merecedor del Premio de Ensayo Casa de las Américas<br />

<strong>2007</strong>. Abreu reside en Cárdenas, Matanzas.<br />

Premio Nacional de Traducción José Rodríguez Feo<br />

Tres obras de Pushkin, traducido por Juan Luis<br />

Hernández Milián, obtuvo el Premio Nacional de<br />

Traducción José Rodríguez Feo. Es la segunda ocasión<br />

en que el poeta y traductor matancero obtiene este<br />

importante premio.<br />

Premio al Mejor Libro del <strong>Año</strong><br />

El Premio al Mejor Libro del <strong>Año</strong> 2006 publicado por las<br />

editoriales territoriales de todo el país, fue otorgado a<br />

la edición de Alfredo Zaldívar y el diseño de Johann E.<br />

Trujillo para el libro Tres obras de Pushkin, traducido por<br />

Juan Luis Hernández Milián, que publicara Ediciones<br />

Matanzas. Es la segunda ocasión que Zaldívar y Trujillo<br />

obtienen este premio para Matanzas.<br />

Premio La Rosa Blanca 2006<br />

Yanira Marimón fue merecedora del Premio de la Crítica<br />

del Libro Infantil y Juvenil La Rosa Blanca, que cada<br />

año otorga la UNEAC a los mejores libros para niños<br />

y jóvenes publicados en Cuba. Su novela Donde van a<br />

morir las mariposas, publicada por la Casa Editora Abril,<br />

ya había obtenido el Premio Calendario de la Asociación<br />

Hermanos Saíz.<br />

Premio Calendario 2006<br />

Leymen Pérez, que obtuvo en 2006 la Beca de Creación<br />

Prometeo de la Gaceta de Cuba, el Premio de la <strong>Revista</strong><br />

Cauce, de la UNEAC de Pinar del Río y el Premio de Poesía<br />

José Jacinto Milanés de La UNEAC en Matanzas, también<br />

se alzó recientemente con el Premio de Poesía Calendario<br />

<strong>2007</strong>.<br />

Premio La Edad de Oro<br />

Julio Blanco Escandell mereció en <strong>2007</strong> el Premio de Poesía<br />

en el importante concurso de literatura para niños y jóvenes<br />

La Edad de Oro, que convoca anualmente la UNEAC.<br />

XXIII Premio Internacional de Poesía Nósside 2006<br />

El XXIII Premio Internacional de Poesía Nósside<br />

fue entregado por primera vez en <strong>2007</strong>, en la Feria<br />

Internacional del Libro de La Habana. Nairys Fernández<br />

obtuvo una de las cuatro menciones por su poema Con<br />

un extraño gesto de perplejidad, entre concursantes de 24<br />

estados de 4 continentes.


En la revista<br />

Marina Bajto. Poeta rusa nacida en Gorki. Ha publicado<br />

los libros de poesía:Amparo y Crepúsculo.<br />

Karel Bofill. Joven poeta matancero. Estudiante de<br />

Ingeniería Informática en la Universidad de Matanzas.<br />

Damaris Calderón. Nació en La Habana en 1966. Poeta<br />

y ensayista. Ediciones Aldabón de la AHS de Matanzas<br />

tiene en proceso editorial El arte de aprender a despedirse.<br />

Reside en Santiago de Chile.<br />

Freddy Casanova Ortiz. Los Arabos, Matanzas,1969 .<br />

Ha publicado en antologías y publicaciones periódicas.<br />

Es especialista literario en su pueblo natal.<br />

Adolfo Castañón. Escritor mexicano nacido en 1952.<br />

Miembro de Número de la Academia Mexicana de la<br />

Lengua.<br />

Boris Celezniov. Poeta ruso. Nació en Gorki, en 1953.<br />

Norge Céspedes. Manzanillo 1975. Periodista, narrador,<br />

ensayista. Su libro Historia clínica de un héroe aparecerá<br />

próximamente por Ediciones Aldabón. Es reportero del<br />

Periódico Girón en Matanzas.<br />

Caridad Contreras. Licenciada en Historia del Arte. Es<br />

Investigadora Principal de la Biblioteca Gener y Del<br />

Monte de Matanzas.<br />

Oscar Cruz Pérez. Joven poeta santiaguero. Trabaja en<br />

la Editorial Santiago de su ciudad natal.<br />

Daniel Díaz Mantilla. Poeta y narrador habanero.<br />

Es editor de La Letra del Escriba, revista del Instituto<br />

Cubano del Libro. Vive en La Habana.<br />

Mabel Diez Ochoa . Poeta. Nació en Santiago de Cuba<br />

en 1968. Trabaja como especialista de Artes Plásticas en<br />

Matanzas.<br />

Israel Domínguez. Nació en Placetas, Villaclara en<br />

1973. Acaba de publicar en Letras Cubanas Después de<br />

acompañar a William Jones. Vive en Matanzas.<br />

Evgueni Erastov. Poeta y médico ruso. Nació en Gorki<br />

en 1963. Ha publicado, entre otros, el libro de poesía<br />

Nube.<br />

Rubén Fuentes González. Pintor y crítico de arte.<br />

Especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas<br />

en Matanzas.<br />

Reynaldo García Blanco. Poeta nacido en Sancti Spíritus.<br />

Dirige en Santiago de Cuba el Centro de Promoción<br />

<strong>Literaria</strong> José Soler Puig.<br />

Carlos A. García. Filólogo habanero. Trabaja como<br />

investigador en el Centro Juan Marinello de La<br />

Habana.<br />

José Antonio García Molina es Investigador Auxiliar de<br />

la Biblioteca Nacional José Martí.<br />

Lisy García Valdés. Joven escritora villaclareña, miembro<br />

de la A. H. S. Reside en Santa Clara.<br />

Alejandro González. Nació y vive en Camagüey. Poeta y<br />

narrador. Trabaja en la Editorial Ácana de su ciudad.<br />

Charo Guerra. Poeta, narradora, editora nacida en<br />

Limonar, Matanzas, en 1962. Reside en La Habana.<br />

Ana Ibis Juan. Joven poeta camagüeyana. En 2006 ganó<br />

el Premio de Poesía de los Juegos Florales de Matanzas.<br />

Vive en Camagüey.<br />

José Kozer. Nació en La Habana en 1940. Uno de los más<br />

importantes poetas vivos del idioma español. Reside en<br />

los Estados Unidos.<br />

Víctor Kumakshev. (Gorki, 1935-1997) Poeta y periodista<br />

ruso. Publicó entre otros, el libro de poesía Llamadas de<br />

mi primavera.<br />

63


Geovannys Manso Sendán. Poeta, narrador y ensayista<br />

villaclareño. Trabaja en la Editorial Capiro de Santa<br />

Clara.<br />

Armando Marcos. Poeta y narrador. Nació en Colón,<br />

ciudad donde vive. Recientemente apareció por<br />

Ediciones Matanzas su libro de poesía para niños<br />

Fantasueñijugando.<br />

Yanira Marimón. Nació en 1971 en Matanzas. Es<br />

poeta y narradora. Trabaja como redactora en esta<br />

publicación.<br />

Urbano Martínez Carmenate. Biógrafo, investigador,<br />

historiador de la literatura cubana. Nació en Cárdenas<br />

y reside en Matanzas. Es autor, entre otros, de<br />

Domningo Del Monte y su tiempo.<br />

Helga Montalván. Es Licenciada en Historia del Arte.<br />

Trabaja como especialista de la Galería de Arte Pedro<br />

Esquerré, de Matanzas.<br />

Ricardo Alberto Pérez. Nació en La Habana, donde<br />

actualmente vive. En 2006 obtuvo el Premio de Poesía<br />

Nicolás Guillén, el más importante concurso de poesía<br />

en Cuba.<br />

José Pinazo. Periodista español radicado en Matanzas<br />

desde 1956. Ha publicado los libros Desde la rosaleda<br />

(crónicas) y el ensayo América Bobia y los galeones.<br />

Alejandro Ponce. Poeta nacido en Manzanillo, ciudad<br />

donde reside. Miembro de la Asociación Hermanos<br />

Saíz.<br />

Ricardo Riverón Rojas. Poeta, editor y crítico literario<br />

nacido en Zulueta, Villaclara. Dirige la revista Signos<br />

en la ciudad de Santa Clara.<br />

Amarilys Ribot. Periodista matancera. Actualmente<br />

trabaja como asesora teatral del Grupo Papalote de<br />

esta ciudad.<br />

Ulises Rodríguez Febles. Importante dramaturgo e<br />

investigador teatral nacido en Cárdenas, Matanzas.<br />

Vive en el poblado matancero de Guanábana. Es<br />

Director del Centro de Documentación de las Artes<br />

Escénicas de su provincia.<br />

Gaudencio Rodríguez Santana. Nació en el Central<br />

España, de Perico, donde reside. Poeta y editor de<br />

Ediciones Matanzas.<br />

Laura Ruiz Montes. Poeta, ensayista y editora. Ha<br />

incursionado en la narrativa y la dramaturgia. Es<br />

Editora Principal de Ediciones Vigía, en la ciudad de<br />

Matanzas.<br />

64<br />

Valery Shamshurin. Poeta ruso nacido en 1939. Su libro<br />

Las cordiales aldeas, en traducción del poeta matancero<br />

Juan Luis Hernández Milián, será publicado por<br />

Ediciones Aldabón, de la AHS este año.<br />

José Ramón Sánchez. Nació en Guantánamo, ciudad<br />

donde reside. Acaba de aparecer en Letras Cubanas su<br />

libro de poesía Aislada noche.<br />

Jacobo Sefamí. Poeta, narrador y critico literario nacido<br />

en Ciudad de México en 1957.<br />

Víctor Sosa. Nació en Uruguay en 1956. Poeta, ensayista,<br />

crítico de arte y literatura, y pintor. Reside en México.<br />

Camilo Venegas. Poeta y narrador cubano nacido en<br />

1967. Autor de Los trenes no vuelven. Reside actualmente<br />

en República Dominicana.<br />

Aday Verdecia Pérez. Miembro del Taller Literario que<br />

dirige el poeta Hugo Hodelín Santana. Estudia en la<br />

Escuela de Instructores de Arte de Matanzas.<br />

Alfredo Zaldívar. Sojo Tres, 1956. Poeta y editor. Director<br />

de la Editorial Matanzas y editor de esta revista.<br />

La revista Matanzas agradece muy especialmente la<br />

colaboración, para esta edición, del poeta<br />

Abel González Fagundo.

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