Revista Artística y Literaria Año VIII. No.1 enero-abril 2007 - Atenas
Revista Artística y Literaria Año VIII. No.1 enero-abril 2007 - Atenas
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L<br />
MATANZAS<br />
<strong>Revista</strong> <strong>Artística</strong> y <strong>Literaria</strong> <strong>Año</strong> <strong>VIII</strong>. <strong>No.1</strong> <strong>enero</strong>-<strong>abril</strong> <strong>2007</strong><br />
os insulares tienen otra palabra para<br />
decir viaje: afuera. Los nacidos en tierra<br />
firme suelen despedirse de distintas<br />
maneras: “adiós”, “hasta pronto”, “hasta<br />
la vista”; los nacidos en una isla, en<br />
cambio, sólo lo hacen de una forma: “me<br />
voy para afuera”. El poeta cubano Virgilio<br />
Piñera culpó por ello al agua: “La maldita<br />
circunstancia del agua por todas partes/<br />
me obliga a sentarme en la mesa del café./<br />
Si no pensara que el agua me rodea como<br />
un cáncer/ hubiera podido dormir a pierna<br />
suelta”. Los que nacen en las regiones<br />
mediterráneas de un continente ven el mar<br />
como un punto de llegada, como un lugar<br />
al que querrían acudir más a menudo.<br />
Pero los isleños le temen como a una pared<br />
infranqueable, como el fin de todos los<br />
caminos que conocen, como el comienzo<br />
de lo inaccesible.<br />
Salí de Cuba por primera vez en 1993.<br />
Fue un breve periplo por España en<br />
compañía de los poetas Cintio Vitier y<br />
Fina García Marruz. Ningún otro viaje<br />
Afuera Ca m i l o Ve n e g a s<br />
©adentro-afuera, Johann E. Trujillo<br />
me ha importado tanto. Ya han pasado<br />
doce años y aún mantengo intacto el<br />
recuerdo de cada detalle, de todo lo que<br />
hablamos. Corría la mitad exacta de un<br />
julio desesperante, insoportable. Afuera<br />
aún era visible una Habana inmersa<br />
en su instinto de conservación, en esa<br />
inexplicable capacidad para resistir que le<br />
ha garantizado la subsistencia. Justo antes<br />
de entrar en la “pecera” (así le dicen los<br />
cubanos a ese cuadro de vidrio donde se<br />
espera el momento de abordar. Como ven,<br />
de alguna manera, el agua sigue presente<br />
en esta analogía), advertí que Europa no<br />
estaba más allá del Atlántico, sino del otro<br />
lado de una raya roja en el Aeropuerto<br />
Internacional José Martí. “Recordarás este<br />
segundo siempre”, me dijo Cintio, quien<br />
me tomó del brazo como si se tratara de un<br />
padre que enseña a caminar a su hijo.<br />
Cintio Vitier y Fina García Marruz, son,<br />
junto a José Lezama Lima, Eliseo Diego<br />
y Gastón Baquero, fundadores del Grupo<br />
Orígenes y de una de las revistas más<br />
Directora<br />
Lourdes Díaz Domínguez<br />
Editor<br />
Alfredo Zaldívar<br />
Redactores<br />
Leymen Pérez<br />
Yanira Marimón<br />
Diseño, fotos<br />
e infografía<br />
Johann E. Trujillo<br />
Realización<br />
Leonel Betancourt<br />
Corrección<br />
Lucía Cristina Pérez<br />
Consejo editorial<br />
Urbano Martínez Carmenate<br />
Laura Ruiz<br />
José M. Espino<br />
Ulises Rodríguez Febles<br />
Norge Céspedes<br />
Israel Moliner<br />
Gaudencio Rodríguez<br />
Redacción<br />
El Mézzanine<br />
Librería El Pensamiento<br />
Calle Medio #41<br />
40100 Matanzas<br />
Cuba<br />
<strong>Revista</strong> auspiciada por<br />
las Ediciones Matanzas,<br />
y el Centro Provincial<br />
del Libro y la Literatura<br />
Cada trabajo expresa<br />
la opinión de su autor<br />
edicionesmatanzas@atenas.cult.cu<br />
1
importantes del idioma español en el siglo x x. Desde que más<br />
o menos entendí lo que significaba la palabra poesía, traté<br />
de imitar sus versos (sobre todo los de Fina) con deplorables<br />
resultados. Mis primeros cuadernos están plagados de citas<br />
suyas y por todas partes hay homenajes a quienes, para mí,<br />
eran maestros, paradigmas. Gracias a Cintio y Fina aquel<br />
viaje fueron muchos viajes. Ellos me enseñaron una España<br />
por la que ya era imposible andar (la que ellos compartieron<br />
con Juan Ramón Jiménez, con María Zambrano y con muchos<br />
intelectuales que deambularon por el Caribe durante la<br />
Guerra Civil). No olvido la frase con la que Fina combatió<br />
el miedo que le produjo el descenso de la aeronave sobre<br />
R<br />
eza canción: Yo sé bien que estoy afuera...Yo no, yo estoy<br />
ADENTRO. Tampoco tengo trono pero sí reino. Reino sobre<br />
el puente. Soy el puente. Soy el puente que ambiciona unir<br />
las orillas...<br />
No se busca, se encuentra. Así, he encontrado en cada viaje<br />
fuera de la isla la vida que no he elegido vivir. Cada viaje es<br />
un baile sobre el abismo, un romance con la imposibilidad. Y<br />
siento una especie de piedad. Piedad conmigo misma. Piedad<br />
de la vida que elegí y piedad de la que no he elegido. Cada<br />
encuentro con quienes están AFUERA es un hueso que dejo<br />
en la boca del perro y que el perro roe sin miramientos. Por<br />
eso, pienso cada día en la comida que no como, la esquina<br />
que no recorro y el idioma que no hablo, con la misma<br />
naturalidad con la que pienso en todo lo que sí está en mí de<br />
lunes a domingo. Vivo ADENTRO, en un extraño país, en el<br />
puente. Y provinciana como soy, Matanzas, la ciudad en la que<br />
parezco vivir, la ciudad destruida, me persigue con rabia. Veo<br />
en los aeropuertos a mis vecinos que nunca han batido alas<br />
fuera de la aldea. Siempre esa muchedumbre va conmigo, van<br />
los poetas y va la chusma diligente. Nunca viajo sola aunque<br />
parezca. Siempre estoy lejos y cerca. En la bodega, en la cola<br />
del mercado estoy en los viñedos que me mostraron el día<br />
que fui a conocer las cataratas del Niágara. Cuando compro<br />
papas vulgares -donde se mezclan las podridas con las sanas-<br />
en verdad estoy en la cola de las uvas, esperando las gracias<br />
de la vid. Y eso sucede también en dirección contraria. Subo<br />
los Picos de Europa soñando el Turquino (el pico y el helado,<br />
evitando que ambos se derritan en mi memoria). Y en lo alto<br />
de los Picos de Europa, envuelta en muchos abrigos lloro y sé<br />
que sigo ADENTRO, que soy el puente. Me construyo ante<br />
los ojos de todos los viajeros y ante los ojos de los inmóviles.<br />
Ante mis propios ojos me construyo. Soy el camino sobre las<br />
aguas. La estela entre un cielo y otro. El sendero entre el cielo<br />
sobre mi cabeza y el cielo sobre la tuya. El sendero entre el<br />
2<br />
Madrid: “¡Ya se ven los chopos! –dijo con la vista fija en una<br />
colina–, ¡ya se ven los chopos de Juan Ramón!”.<br />
Hace ya cinco años que no veo a Cintio y a Fina. Acabo de<br />
recibir el último número de la revista La Isla Infinita, que él<br />
edita en La Habana, y en ella incluyó cinco textos míos. Me<br />
han dicho que en la presentación de la publicación habló<br />
de nuestra amistad y que exageró un poco al referirse a la<br />
calidad de mis poemitas. Yo también los extraño, Cintio, y<br />
culpo por ello al agua. A lo mejor no te gusta que resuelva<br />
esto con un verso de Virgilio, sé que preferirías hablar de<br />
Lezama; pero es que ♣es<br />
eso, la maldita circunstancia del agua<br />
por todas partes…<br />
Adentro la u r a ru í z mo n t e s<br />
Carta a Lupe –desde ADENTRO- atravesando el mar y la nieve...<br />
Para Lupe Vento, en Montreal, en Matanzas.<br />
cielo de mi boca y la tuya...Y por ese camino vendrás para<br />
dejar de ser la exiliada del mar. Para que el mar de Matanzas<br />
te devuelva la inocencia. Soy el puente, tabla a tabla me he<br />
construido, sola. Yendo y viniendo, partiendo y regresando.<br />
Mirando a los de AFUERA dolerse, amar o renegar. Ahora me<br />
sigo construyendo mientras te escucho decirme quedamente<br />
que en Quebec amaste la nieve porque tenía un parecido con<br />
el mar. Y entorno los ojos para que no sepas que esa es la<br />
metáfora más dolorosa que he escuchado, para que no veas<br />
que aún en mi cansancio sigo colocando tablas, tendiéndome<br />
a todo lo largo. Estoy ADENTRO y asisto a mi propio Islario.<br />
He tolerado todas las ausencias, resistido las partidas.<br />
Mis tablas se han resistido a toda tentación porque no he<br />
creído que lo fueran. Eran palabras, solo palabras... Eso sí,<br />
ADENTRO, he trazado mis propias calles y callejones. El<br />
rincón donde estaba la planta de violeta se llama Calle de<br />
la Parra. La esquina donde descansan los libros se nombra<br />
Callejón de Hesse. Aunque este callejón cambie de nombres:<br />
los lunes es el Callejón de Hesse. Los martes, Calle de Tristán.<br />
Los miércoles, la Esquina de la campana de cristal. Y así<br />
los demás días de la semana. De esta manera puedo andar<br />
calles enteras hasta el agotamiento. A la zona de los discos le<br />
llamo Café de Les Choristes. Ando de la Calle del Insomnio, al<br />
Callejón de Hesse. De la Calle de la Vela a la Calle de Tristán.<br />
Las cartas, las palabras siguen llegando a la misma dirección.<br />
Sigo estando ADENTRO y todos lo saben, tú lo sabes...Soy<br />
el puente y me tiendo a lo largo para que pases, transcurras.<br />
Para que regreses y vuelva contigo todo lo que un día fue (se<br />
fue) y está por regresar, vivo o muerto, desde la magnificencia<br />
o el laberinto. Tablas sueltas, tablas marineras, tripulantes,<br />
valijas: tablas cuerpos, que se unirán a las mías, para ser,<br />
volver a ser cualquier otra cosa...<br />
♣
SUMARIO<br />
Camilo Venegas Afuera<br />
Laura Ruiz Montes Adentro<br />
FLOR Y MEMORIA<br />
José Kozer: un puente, un gran<br />
puente. Dossier homenaje<br />
Carlos A. García Este puente hecho a base<br />
de juntar palabras<br />
Ricardo Alberto Pérez Aves poderosas<br />
Víctor Sosa José Kozer: el deseoso, el<br />
satisfecho<br />
Damaris Calderón Y<br />
Alfredo Zaldívar El poeta y la Ceiba<br />
José Kozer visita Matanzas<br />
Jacobo Sefamí Las cuentas de Kozer<br />
Laura Ruiz Montes Ilustración<br />
Adolfo Castañón Seis mil seiscientos cincuenta<br />
poemas en busca de José Kozer, su autor<br />
José Kozer Cuatro poemas inéditos<br />
DESLINDES<br />
Ulises Rodríguez Febles La Isla desde adentro<br />
Alfredo Zaldívar Digdora Alonso.<br />
La edad de la poesía<br />
MANGLAR Y UVERO<br />
Israel Domínguez Cumplimiento /<br />
Madera húmeda<br />
Freddy Casanova Mataron a Lola<br />
Gaudencio Rodríguez Santana Economía<br />
nacional / El hundimiento<br />
Yanira Marimón un día de 1980 /<br />
al borde de un río extranjero...<br />
EL AMANUENSE<br />
Charo Guerra Está llegando Holger<br />
Alejandro González Trata de mirar<br />
Norge Céspedes La mesa está servida<br />
Daniel Díaz Mantilla Café, sueños, un futuro<br />
habitable<br />
BOTELLA AL MAR<br />
Juan Luis Hernández Milián<br />
Cinco poetas rusos contemporáneos<br />
Valery Shamshurin En el monasterio de Solovki…<br />
Boris Celezniov Mi callejón…<br />
Evgueni Erastov Miro como si estuviera ante…<br />
Víctor Kumakshev A través de los siglos…<br />
MarinaBajto Los versos no me gustaban ...<br />
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Portada, Johann E. Trujillo<br />
PUNTO Y SEGUIDO<br />
José Pinazo De paso por Madrid<br />
DERIVAS<br />
Amarilis Ribot René Fernández Santana<br />
viviendo y desviviendo<br />
Rubén Fuentes Elogio de Fundora<br />
Mabel Diez Ochoa La búsqueda y el hallazgo<br />
LAS ILUMINACIONES<br />
Karel Bofill Demasiados números<br />
Aday Verdecia Pérez Muerte<br />
ANALES<br />
José Antonio García Molina La Florida<br />
ASOMBROS DE LA ISLA<br />
Reynaldo García Blanco No morir hasta haberlo<br />
visto todo. Virgin Islands/Té clásico<br />
Alejandro Ponce Rhythm and blues por<br />
Janis Joplin<br />
Ana Ibis Juan Poema para mi padre<br />
José Ramón Sánchez Tres por Lezama<br />
ECOS<br />
Ricardo Riverón Rojas Circunloquio: El arte<br />
de inventarle un nuevo centro a las palabras<br />
Urbano Martínez Carmenate Una biografía<br />
necesaria<br />
Oscar Cruz Pérez Más allá del monte<br />
Stugunoset<br />
Caridad Contreras El libro de René Fraga<br />
Helga Montalván Un momento diferente<br />
Geovannys Manso/Lisy García Valdés<br />
Páginas de un diario tan cubano como íntimo…<br />
En la revista<br />
Reverso de contraportada<br />
LA REMOCINACION<br />
Armando Marcos Un locutor enamorado<br />
Edición de 1 000 ejemplares, impresos en el taller de Ediciones<br />
Matanzas, por Dalia Romero y encuadernados por Yoslanis<br />
Peña, Diana Shery y Daymira Domínguez.<br />
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Para los amantes de la poesía hispanoamericana lo<br />
contemporánea, decir José Kozer es evocar uno de esos<br />
fenómenos literarios que no por conocidos, dejan de parecernos<br />
menos singulares: se trata de un poeta que, por hábito,<br />
enfermedad, juego y religión a un tiempo, a contrapelo de las<br />
supuestas lentitudes del oficio, vive en estado de constante<br />
creación o —como él mismo ha dicho—”segregación” de<br />
escritura, “estallido” diario en el poema.<br />
La suya es una poesía mayor frecuentemente apegada a<br />
lo ínfimo y en apariencia insignificante, que “va relatando<br />
y recogiendo la diversidad del mundo en cuanto mundo”.<br />
(J. Kozer en: Sefamí; 2002: 219). Están la veleta en lo alto de<br />
la torre, los ingredientes de un almuerzo con su mujer o el<br />
insecto que zumba en el alféizar de la ventana, pero no en otra<br />
forma que palabras degustadas, casi comestibles: ristra, orla,<br />
veleta… moscatel, mojo, arroz… escarabajo, jején, abeja o tábano…<br />
casi nunca el trazo sintético y confiado de un hiperónimo,<br />
sino el medrar de la mayor variedad posible de hipónimos<br />
o de sus imágenes suscitadas en el poeta; una multiplicidad<br />
proliferante, instaurada como principio que reproduce, en<br />
4<br />
José<br />
Kozer<br />
Un<br />
puente<br />
un<br />
gran<br />
puente<br />
Carlos A.<br />
dossier homenaje<br />
García Este puente hecho a base de juntar palabras<br />
fónico (efecto sonoro de su característica estrofa de largo<br />
aliento), en lo léxico-sintáctico (ligazón sintáctica alógica,<br />
propiciada por el anacoluto y relacionada con la asociación<br />
emotiva entre palabras), en lo tropológico (la metonimia es<br />
el recurso kozeriano por excelencia) e incluso, en el número<br />
mismo de sus poemas (el poeta ha contado más de seis mil<br />
obras escritas hasta hoy), eso que algunos críticos han llamado<br />
Efecto Kozer, y que alude a la proyección de la complejidad del<br />
mundo sobre las estructuras del lenguaje.<br />
Pero el afán de Kozer no se agota en la inmanencia. Ese<br />
muro/puente/cuenco hecho a base de juntar palabras surge<br />
necesariamente de un estado de contemplación anhelante<br />
de jerofanía (‘manifestación de lo sagrado’), de una suerte de<br />
especulación, al mismo tiempo desesperada y feliz —acaso<br />
sencillamente honesta-, sobre la verticalidad posible en la horizontalidad<br />
del mundo, y la falibilidad evidente del lenguaje<br />
para iluminarla. ¿Poesía religiosa, poesía mística la de él?:<br />
digamos que sí, pero no en los términos tradicionales, puesto<br />
que desde hace mucho tiempo, como judío, cubano y escritor<br />
diaspórico, este autor está de vuelta de aquellos viajes utópicos
conocidos y fracasados, para proyectar el suyo<br />
propio minando los espejismos del poder (Historia,<br />
Religión, Cultura, en sus sentidos estrechos).<br />
Un profundo sentido de libertad se manifiesta<br />
al observar, por ejemplo, los modos de la<br />
multirreferencialidad cultural en la poesía de<br />
Kozer, vista en la peculiaridad e imbricaciones de<br />
tres de sus núcleos básicos de referencia cultural, a<br />
saber, el componente cultural judío, el componente<br />
cultural cubano y el componente cultural oriental,<br />
enfocado en el budismo zen.<br />
Para aprehender por lo poético, parece decirnos,<br />
es imprescindible una visión enteramente nueva<br />
y diferente – en el sentido de “desocultadora”:<br />
romper el esquema establecido del mundo;<br />
librarse de la experiencia unívoca. El poema nace<br />
del deseo que informa la pugna con la sujeción.<br />
De esta suerte, la multirreferencialidad cultural<br />
aquí adquiere la forma de un interculturalismo<br />
concienzudo y desacralizador.<br />
Kozer asedia cada cultura en busca de un<br />
aporte sustancial en el interior de su personalidad,<br />
pero la índole de las apropiaciones que de<br />
ellas hace, difiere radicalmente de la de las<br />
apropiaciones posmodernas a las que pudieran<br />
evocar: mientras que éstas se corresponden con<br />
el juego nihilista de los signos tan gustado por<br />
los artífices posmodernistas, en aquellas todavía<br />
se conserva la creencia nada perversa en la<br />
posibilidad de un descubrimiento por el arte,<br />
implícita en la idea de la poesía como revelación<br />
y arma de la pregunta por la existencia.<br />
En determinada zona de su quehacer, estos<br />
núcleos de referencia culturales adquieren<br />
contornos bien definidos y son, por esto,<br />
susceptibles de ser analizados, en sus marcas<br />
visibles. En Bajo este Cien (1983) y Carece de<br />
Causa (1988), dos de sus obras emblemáticas, la<br />
peculiaridad del tratamiento de estos referentes<br />
radica en que, lejos de someterse a esquemas y<br />
reglas de funcionamiento preconcebidas, el poeta<br />
actualiza sus significados culturales en virtud de<br />
un principio de convergencia o recombinación<br />
creadoras que se activa en el interior de su<br />
personalidad. La evidencia de esto lo constituyen<br />
los modos muy particulares en que cada uno<br />
de estos tres componentes culturales básicos se<br />
manifiestan.<br />
Del componente judío, remarco en la obra de<br />
Kozer lo concerniente a su interés por la esfera de la<br />
cultura simbólica, aunque lo judío en esta poesía es<br />
también un tema e inclusive un lenguaje (el yiddish)<br />
que, según algunos críticos, influye en la estructura<br />
profunda del poema. Al poeta parece absorberlo la<br />
noción del Deus Adsconditus que domina tanto la<br />
filosofía y el arte como la religión judaicas. En su<br />
obra subyace o se manifiesta explícitamente el tema<br />
de la relación polémica entre lo múltiple y lo uno,<br />
lo manifiesto y lo inmanifiesto, lo impermanente<br />
y lo permanente, mostrando con suma frecuencia<br />
una preocupación metafísica que, según dice en<br />
algunas de sus entrevistas, preside su vastísima<br />
obra poética: el deseo del Uno, la angustia por<br />
alcanzar, mediante la escritura profusa, “la<br />
anhelada, radiante letra Aleph” (Claudio Daniel.<br />
“Entrevista a José Kozer”, p. 7 [Correspondencia<br />
personal con el poeta]) Junto a la pregunta por la<br />
trascendencia, otras nociones capitales como la<br />
idea del hombre como un ser transterrado eterno<br />
e incluso la peculiar concepción de la escritura<br />
(la letra) como el espacio idóneo para encaminar<br />
aquella indagación y para zanjar otras como la de<br />
la identidad étnica (debe pensarse en la Cábala), no<br />
pueden pasar por fuente más rica que la ancestral<br />
judaica para beber y contemplarse en el reflejo.<br />
Del componente cultural cubano, por otra parte,<br />
destaco varios elementos: la presencia de un amplio<br />
vocabulario de cubanismos en los que encarna<br />
el espíritu de la tierra natal evocada; en ausencia<br />
del elemento natural natal por la partida hacia los<br />
Estados Unidos, también aparece en esta poesía una<br />
especie de geografía insular doméstica suavemente<br />
delineada por la presencia de ciertos platos, bebidas,<br />
pertenencias y usos. Sin embargo, entre otras<br />
características, el más sugerente aporte parece<br />
radicar en dos elementos estrechamente vinculados<br />
entre sí: el primero, la aquí nada superficial noción<br />
kozeriana de ‘tropicalidad’, de la cual el poeta deriva<br />
una reflexión estética muy seria sobre la literatura<br />
latinoamericana contemporánea y sobre la suya<br />
propia, reflexión que puede seguirse claramente en<br />
algunas de las diversas entrevistas que ha ofrecido,<br />
y que lleva directamente al análisis del llamado<br />
neobarroco poético. Y segundo, la concreción de<br />
esa teorización en su obra misma en virtud de la<br />
hibridez y desenfadada flexibilidad que caracteriza<br />
aspectos como este de la multirreferencialidad<br />
cultural, pero también otros, que otorgan a aquella<br />
una diáfana y singular fisonomía.<br />
Es en su filiación zen donde esta poesía<br />
demuestra su más libre condición intercultural<br />
puesto que nada, excepto el interés propiamente<br />
poético, explica su profunda inclinación hacia el<br />
“Lejano” Oriente. En Bajo este Cien, la comprensión<br />
de formas poéticas tradicionales japonesas como<br />
el hai-kai se manifiesta en el dialogismo de su<br />
tratamiento: allí vemos hai-kai llevados al límite<br />
del versolibrismo por la ausencia de silabismo y<br />
métrica tradicionales (“Zen”), o poemas donde<br />
la síntesis clásica es quebrada por una dilatación<br />
perifrástica, casi narrativa (“Bienvenida”). Carece<br />
de causa, por otra parte, los recoge clásicos, nítidos,<br />
pero en el seno de típicos poemas kozerianos<br />
(como aquel verso “Centro, helado: el mundo,<br />
exterior”, de “1983: Final”). Este laboratorio de<br />
experimentación formal es también, y con mucho,<br />
el de las indagaciones filosóficas y espirituales<br />
que le son consustanciales a esas formas. Algunos<br />
Cuando hablas con él<br />
quedas sorprendido<br />
de lo cubano rellollo<br />
que es. La profusión<br />
de giros lingüísticos<br />
del habla popular<br />
nuestra en su poesía,<br />
son una pista, mas en<br />
el diálogo, conservar su<br />
lenguaje resulta ser una<br />
obsesión.<br />
La familia salió de<br />
Cuba en 1959 y Kozer<br />
recuerda las lágrimas de<br />
su padre al partir: «Hijo,<br />
nunca encon-trarás a<br />
nadie en ninguna parte<br />
más honesto que los<br />
cubanos…»<br />
Al confirmar que era<br />
leído por los poetas<br />
jóvenes en Cuba, algo de<br />
eso sabía, resplandeció<br />
de alegría. Le pregunté<br />
si estaba de acuerdo en<br />
darme algunos poemas<br />
para tratar de publicarlos<br />
en algún sitio<br />
aquí. «¡Cómo no voy<br />
a estar de acuerdo en<br />
publicar en Cuba, si<br />
es mi país, y casi el<br />
único sitio donde no<br />
he sido publicado!»,<br />
respondió.<br />
Ví c t o r Fo w l e r,<br />
en nota a Réplicas,<br />
Ediciones Vigía, 1998,<br />
primer libro de Kozer<br />
publicado en Cuba.<br />
5
poemas de Bajo este Cien constituyen una clara huella del<br />
acercamiento inicial de Kozer a la sabiduría zen (de ahí la<br />
atenta, aunque nada pasiva, escrutación del hai-kai) en tanto<br />
que Carece de Causa es un libro donde la apropiación cultural<br />
es ya tan madura que infunde el modo de acercamiento a la<br />
realidad circundante que es inherente al poema kozeriano<br />
típico. Lo zen –y también lo cubano, en un modo diferente–<br />
parece aportar a esta poesía el contrapeso necesario a la ardua<br />
faena espiritual impuesta por la filiación primera del poeta. La<br />
espiritualidad basada en la búsqueda de la armonía interna en<br />
la convivencia con la naturaleza, la idea de equilibrio con la<br />
totalidad (el centro compuesto por muchos centros) y la noción<br />
de ‘revolución en la calma’, aplacan el rigor de la tremenda<br />
pregunta judaica por la trascendencia. De hecho, devienen un<br />
método de atención en virtud del cual el poema de Kozer se<br />
erige como el resultado, siempre incompleto, del intento de<br />
captar el “estado total del presente” , presente no entendido<br />
como el tiempo opuesto a un pasado y un futuro al que la<br />
concepción racionalista nos tiene acostumbrados, sino como<br />
uno abierto, múltiple, convergente, donde las experiencias se<br />
integran prismáticamente entre sí y con la realidad, buscando<br />
provocar esa vivencia hacia lo Último, Total y, por ende, Uno<br />
de que ha hablado Kozer (“El que vive en lo presente vive en<br />
Dios –ha dicho el poeta–, vive en estado de santidad, en estado<br />
de sosiego. […] el poema lo que pretende es eso. […] Captar el<br />
momento es hacer el poema: haikú, instantaneidad, rapidez,<br />
iluminación…”Sefamí; 2002(I): 3).<br />
Lo anterior expresa una idea que, por simbiótica, lleva<br />
las marcas de un pensamiento largamente mascullado por<br />
un hombre receptor de influencias culturales muy disímiles:<br />
justamente, heterodoxia, “espíritu de riesgo”, diría el poeta,<br />
junto a un particular poder de síntesis, son los requisitos<br />
indispensables para realizar la más profunda condición de lo<br />
intercultural que implica, no sólo la participación activa de los<br />
sujetos en los diferentes complejos culturales, sino también el<br />
diálogo y la integración hasta donde esto sea posible, entre sus<br />
sistemas de significación.<br />
Descategorizar, hacer subir y bajar, converger o diverger,<br />
desacralizar lo sacralizado o viceversa… Si como Kozer le<br />
replica a Kierkegaard, la poesía es una forma integral del<br />
conocer donde lo estético, ético y lo religioso se entremezclan<br />
con lo lúdico, rompiendo toda jerarquía, a nadie podría<br />
sorprender la cualidad totalizadora, asimiladora, regurgitadora<br />
que la suya tiene. Y este aspecto de la multirreferencialidad<br />
cultural expresada en el modo de un dinámico y nutritivo<br />
interculturalismo que ahora, de modo muy general he tratado,<br />
no sería allí sino una de las facetas más visibles y representativas<br />
del iceberg inmenso de ese universo de indagación y, por ende,<br />
sabiduría.<br />
6<br />
♣<br />
Referencias:<br />
—Sefamí, Jacobo, La voracidad grafómana: José Kozer. México DF:<br />
Universidad Nacional Autónoma de México (Colección Paideia),<br />
2002.<br />
— —————————, “La devoción en busca de un<br />
poema: Entrevista a José Kozer” [Correspondencia personal con el<br />
poeta], 2002 (1)<br />
♣<br />
Aves poderosas<br />
Ángel y José, ya saben<br />
que tenemos aves poderosas.<br />
José, un emigrante<br />
que escribe al infinito<br />
(esa profesión la aprendió<br />
de su padre,<br />
de su raza quizás…).<br />
Ángel estuvo por aquí<br />
más tiempo,<br />
un día extrañó a los pasajeros<br />
de un ómnibus<br />
y dijo:<br />
“ustedes no me quieren”;<br />
más tarde<br />
se fue a Chile.<br />
José ha puesto a su familia<br />
en el poema,<br />
la ha sentado<br />
cómoda, tranquila.<br />
Kozer sabe, como Velázquez<br />
de esas cosas.<br />
Ángel,<br />
que en Alamar,<br />
nos hablaba despacio,<br />
definió con tono de magnífico:<br />
“lo fatal es el cernícalo.”<br />
Ricardo Alberto Pérez
Víctor<br />
Sosa José Kozer: el deseoso, el satisfecho.<br />
José<br />
Kozer dice ser un poeta cubano, pero en verdad<br />
es un poeta mentiroso. O más exactamente, es un<br />
poeta de la realidad mentirosa, es decir, del lenguaje<br />
no como ciencia sino como deficiencia, no como<br />
registro histórico sino como artilugio ilusorio, como<br />
prestidigitación, como laborioso malabar sobre el<br />
silencio del mundo. Ese silencio que se traduce, sobre<br />
todo, en la imposibilidad de aprehender el pasado:<br />
una incierta genealogía judío-polaca disolviéndose<br />
en el recuerdo de algunas fotos; abuelos, tíos<br />
desconocidos y desaparecidos posiblemente en<br />
Auschwitz, ausencias y datos que se pierden en<br />
el torbellino de la realidad (esa enorme ficción) y<br />
que desencadenan la necesidad de la invención e<br />
incluso, como dice Kozer, “el amor a la invención; la<br />
invención se vuelve más real que la realidad”. Y, claro,<br />
la invención se vuelve lenguaje, escritura, poema.<br />
Nadie más alejado del misticismo judío – es decir de<br />
la Cábala– que este judío-cubano-cosmopolita que no<br />
ve en el lenguaje una algebraica cifra de Dios, sino un<br />
estimulante itinerario por la contingencia histórica,<br />
por la carencia de casa y de causa, por el sonoro sin<br />
sentido elemental de la condición humana. Nada se<br />
cifra en el nombre más que el nombre, más que la<br />
radiografía de una caligrafía, de un gesto individual<br />
y, asimismo, colectivo.<br />
“Mi verdad es poética”, ha dicho el poeta. Y con<br />
esa dichosa verdad ha sabido delimitar su campo de<br />
acción, su espacio epistemológico, su querencia que<br />
es la carencia, la falta, la conciencia de lo tan irreal de<br />
lo real: la imposibilidad.<br />
Sin embargo, Kozer es un deseoso de mundo.<br />
Es un voluptuoso, un compulsivo adicto a Eros, a<br />
las formas que trazan una fisiología en constante<br />
mutación y en permanente centelleo autopoiético.<br />
Es un semental de la escritura que, con jupiteriana<br />
voracidad, devora y procrea al mismo tiempo;<br />
sin descanso, en orden, en rítmico orden, pero sin<br />
descanso, sin detenerse –como Narciso frente al<br />
espejo del agua- demasiado tiempo en su progenie<br />
que ya supera los 7000 poemas escritos hasta la fecha.<br />
Prodigalidad tumultuosa de una escritura que fluye<br />
como savia y se bifurca en múltiples rizomas que,<br />
cual metástasis de la lengua, van llenando el silencio,<br />
van forestando el páramo, van inseminando jungla y<br />
jolgorio en ese territorio tan irreal como verdadero,<br />
tan voluntarioso como contingente, tan absurdamente<br />
necio y necesario.<br />
Kozer hace uso de varias estrategias discursivas:<br />
coloquialismo, oralidad aparente, libre fluir de la<br />
conciencia, omnipresencia del yo poético que se impone<br />
para parodiarse, para auto-mofarse y negarse finalmente<br />
a sí mismo. También recurre o, mejor dicho, se deja<br />
llevar por las aliteraciones, paranomasias, rimas<br />
internas y calambures que el castellano permite,<br />
además de los giros, regionalismos, cubanismos<br />
y mexicanismos mixturados con latinismos,<br />
japonismos y un amplio abanico de citaciones<br />
y referencias literarias. La erudición implícita,<br />
sin embargo, no ahoga la escritura poética en la<br />
ciénaga conceptista (pensemos en Gracián) del<br />
barroco del Siglo de Oro español, porque Kozer<br />
desdora el sacro templete de lo poético no sólo<br />
con humor, con ironía, sino con desenfrenadas<br />
digresiones sobre lo mínimo, lo espurio, lo vulgar,<br />
lo intrascendente, lo bilioso, lo escatológico, lo<br />
descompuesto. Por si fuera poco, unos paréntesis<br />
en apariencia inoperantes trastornan la escritura,<br />
introducen intertex-tualidades caprichosas,<br />
erosionan el sentido unívoco, didáctico y<br />
denotativo de la frase que parece naufragar<br />
por interferencia en ese espacio cuántico,<br />
segmentado y sin linealidad temporal. Recurso<br />
cubista tal vez, pero en fuga constante, en<br />
transverberación metonímica que se rehúsa a<br />
la fijeza del significado y, en encabalgamientos<br />
metamór-ficos, evade corrales y corsés,<br />
anémicas quietudes y aquilatadas preceptivas<br />
categóricas. La palabra que se impone es<br />
dinamismo. En la poesía de Kozer todo es<br />
dinamismo. Dinamismo del deseoso, del<br />
lascivo, de ese que no ceja y se deja llevar por<br />
sus mascaradas y enmasca-ramientos, por<br />
sus múltiples ánimas y animalejos (garzas,<br />
ibis, libélula), por sus avatares imaginarios<br />
(de Chuang Tzu a Kafka y de ahí a Dante,<br />
a Pound, a Vallejo) y por su camaleónico<br />
desmembrarse y remembrarse siempre otro;<br />
siempre deseoso de ser uno por adición de<br />
muchos, por imantación y contagio admirativo,<br />
por propensión a lo poroso y poliédrico de una<br />
personalidad que se baña muchas veces en el<br />
mismo río. Ese ser en demasía sólo es posible<br />
por regocijo y por destierro, por ágape y por<br />
hambruna, por antípodas.<br />
¿Poesía de la dificultad la de Kozer? Sí,<br />
en la medida que, por su particular sintaxis<br />
y zarandeo del lenguaje, exige un lector<br />
atentísimo, en extremo alerta ante el mandoble,<br />
ante la estocada imprevista, ante el guiño<br />
cómplice y los elípticos sobre-entendidos que<br />
demanda el autor. Poesía que participa de las<br />
hojaldradas complejidades y heterodoxias del<br />
neobarroco latinoamericano, ese que surge<br />
Y tampoco es secreto<br />
que, como es lógico<br />
suponer, entre tantos<br />
emigrados, partieron<br />
grandes poetas ya hechos<br />
(Acosta, Baquero), otros<br />
en crecimiento definitivo<br />
(Padilla, Sarduy) y otros<br />
que llegarían a serlo<br />
(Aman-do Fernández y,<br />
sobre todo, José Kozer,<br />
a mi juicio el poeta más<br />
notable de la diáspora<br />
y uno de los más interesantes<br />
en la historia de<br />
la poesía hispanoamericana<br />
de la actualidad).<br />
Je s ú s Da V i D Cu r b e l o<br />
A mí –desde que leí a<br />
Kozer por primera vez–<br />
me sigue atrayendo su<br />
manera de plantearse el<br />
tópico de la identidad<br />
(que tantos discursos<br />
tautológicos y automatizadores<br />
ha producido<br />
en el ámbito de la<br />
poesía). Me sigue convocando<br />
la densidad de su<br />
tropología, su fugacidad<br />
casi perpetua.<br />
La escritura de Kozer,<br />
en cualquier caso, me<br />
enfrenta a la «misteriosa<br />
ulterioridad del lenguaje»<br />
(p. 39) –como dice<br />
en la entrevista–, y me<br />
seduce, aun cuando<br />
quiera ser proyección,<br />
al mismo tiempo, de la<br />
futilidad y del poder de<br />
ese lenguaje.<br />
Wa l f r i D o Do r t a<br />
7
con Lezama Lima y sigue tomando cuerpo en poetas como<br />
el Haroldo de Campos de las Galaxias, Néstor Perlongher,<br />
Osvaldo Lamborghini, Paulo Leminski, Raúl Zurita, entre<br />
otros. Poesía de la complejidad, pero, a la par, de la sencillez<br />
zen, de la apaciguada plegaria a media voz, de la respiración<br />
como rítmico ejercicio de meditación. Kozer –al igual que su<br />
taoísta amigo Chuang Tzu- prefiere mover el rabo en el lodazal<br />
y espulgarse sin ser molestado por los jerarcas monacales o<br />
ministeriales. No viste de seda ni se pasea dentro del palacio,<br />
tan ufano. Chapotea, mejor. Olisquea la chancleta imaginaria,<br />
recoge del río guijarros; cuando tiene hambre, come; cuando<br />
tiene sueño, duerme. El deseoso y el satisfecho, en Kozer,<br />
han logrado cohabitar dentro de un mismo koan, y dialogan,<br />
borrachos, y se abrazan. Saben que son irreales, que la<br />
satisfacción y el deseo son las dos caras de una misma escritura,<br />
de un autorretrato que se rehace, incesante, y a sí mismo se<br />
borra en ese intermitente parpadeo. Saben, en suma, que la<br />
verdad es poética y que la vida se compone de un único verso<br />
tan breve y tan fugaz como interminable.<br />
Y<br />
Ando a tropezones<br />
(como) un ciego<br />
toco madera<br />
(bulto):<br />
mi casa.<br />
Tres:<br />
son los deseos<br />
de las aguas<br />
(albañales.)<br />
Tres:<br />
el instrumento<br />
musical<br />
de la negación.<br />
Raquel<br />
(mi madre)<br />
va por agua<br />
sin piedra de fundamento.<br />
Quemo<br />
todo lo que no tengo<br />
(guásima, palma,<br />
pabellón<br />
de oro.)<br />
Hay que coser (Kozer)<br />
el paño del país,<br />
(lienzo de la Verónica),<br />
remiendo.<br />
8<br />
Damaris Calderón<br />
♣<br />
Alfredo<br />
Zaldívar<br />
El poeta y la Ceiba<br />
José Kozer visita Matanzas<br />
En<br />
1995, luego de que publicara, en La <strong>Revista</strong> del Vigía la<br />
suite “El Caballero de París”, de José Kozer, un poema tan<br />
quimérico como el mítico personaje habanero que lo provocó,<br />
recibí a vuelta de correos una carta fechada el 6 de febrero en<br />
New York: …Acabamos de regresar de España, a esta dureza de<br />
acá, y todavía no me asiento, pero pronto podré leer la revista, y<br />
leída, estaré paseando siempre por la plaza matancera, riendo, todos<br />
muertos de risa.<br />
Conocí a José Kozer en Madrid, en 1998. Tenía entonces el<br />
mejor de los motivos para el encuentro. Llevaba en mis manos<br />
la edición de Réplicas, el primer libro de poemas que aparecía<br />
en Cuba –aquel país que dejó muy joven, hace ya más de 40<br />
años– en una edición de Vigía que, Víctor Fowler mediante,<br />
habíamos conseguido publicar en Cuba. Presentamos aquel<br />
libro en la Casa de América de Madrid, ante las cámaras de<br />
Televisión Española, la radio nacional, muchos periodistas,<br />
amigos y lectores de Kozer.<br />
Esa noche me reiteró la idea de aquella carta del 95,<br />
pero fue más preciso. Deseaba visitar dos destinos en Cuba.<br />
Compartir una lectura con los jóvenes poetas que se reúnen,<br />
desde hace mucho ya, en la azotea habanera de Reina María<br />
Rodríguez, y visitar Vigía, el sitio donde naciera su primer<br />
libro en Cuba. Y ahora estamos aquí “paseando por la plaza<br />
matancera”, Kózer, Guadalupe, Laura Ruiz y yo, “riéndonos,<br />
todos muertos de risa”.<br />
En la historiografía poética de Matanzas, junto a la locura<br />
del Zequeira que se pone el sombrero para hacerse invisible,<br />
al Milanés que se aferra a los balaustres gritando por Isa, a<br />
Plácido rezando, improvisando su “Plegaria a Dios” camino del<br />
patíbulo, junto a Heredia que sube Jesús María para mirar los<br />
barcos que lo llevarán al destierro, junto al esclavo Manzano, en<br />
la tertulia de del Monte, de pie frente a los patricios, diciendo<br />
su poema “Treinta años”, habría que añadir esta imagen de José<br />
Kozer, del poeta que mira los adoquines de la plaza buscando<br />
una señal, que paladea una malta con la memoria de cuarenta<br />
años, que se para bajo el sol de las doce frente a la Ceiba de la<br />
Calle del Medio, y habla con un sentido común tan llano como<br />
explícito, mientras, está escribiendo al borde del adoquín, en los<br />
efluvios de la malta, en la sombra perdida de la Ceiba a las doce<br />
del día. Habla con ellas, con la sombra perdida y con la Ceiba.<br />
Nos están esperando, le dice Guadalupe. Espera, dice Kozer, no<br />
imaginas qué es una Ceiba para un cubano. Y sigue de pie, callado,<br />
frente a aquella Ceiba que tampoco creímos silenciosa.<br />
♣
Jacobo<br />
Sefamí Las cuentas de Kozer*<br />
José Kozer escribe y escribe; su ansia no halla consuelo. llegará<br />
Tal vez, nunca esté satisfecho, y hacer poemas sea para<br />
él una condición de vida: algo ineludible y cotidiano.<br />
Acostumbrados a los poetas parcos y medidos,<br />
algunos lectores se escandalizan, otros se azoran y<br />
quedan estupefactos: ¿cómo leer una obra tan vasta?,<br />
se preguntan. Mientras tanto, Kozer ya escribió más<br />
poemas. Su pasión, su obsesión, es difícil de explicar.<br />
En otra parte, he dicho que Kozer practica la escritura<br />
como un modo de sobrevivencia; se sabe que se está<br />
vivo, porque hay testimonio de ello en el papel. Hace<br />
poco, recibí tres grandes cajas con todos sus poemas.<br />
A diferencia de la metáfora del famoso “baúl” de<br />
Fernando Pessoa, que funcionaba como un cesto donde<br />
el gran poeta portugués iba acumulando sus textos<br />
de modo un tanto anárquico, Kozer es un escritor<br />
sumamente organizado. Desde los años setenta, va<br />
sumando sus poemas (éditos e inéditos) en carpetas<br />
de 60 textos cada una. La primera lleva por título A,<br />
la segunda B, la tercera C, y así sucesivamente. Al<br />
llegar a la Z, Kozer siguió otra vez con la secuela de<br />
las letras, duplicándolas: AA, BB, CC, etcétera. El 21<br />
de <strong>abril</strong>, 1996, comenzó con la serie AAA; el último<br />
texto que tengo (en las cajas que recibí) es el número 53<br />
(16/nov/96) correspondiente a esta serie. Me imagino<br />
que hoy que escribo esta nota, ya el poeta estará<br />
terminando la carpeta AAA, o comenzando la BBB.<br />
Este juego de letras y números inevitablemente hace<br />
pensar en los personajes de Borges: el que quiere leer<br />
toda una biblioteca en orden alfabético comenzando<br />
con los libros de la letra A; o, el perdido en el laberinto<br />
de los libros, como dice en “La biblioteca de Babel”:<br />
“Para localizar el libro A, consultar previamente un<br />
libro B que indique el sitio de A; para localizar el<br />
libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta<br />
lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y<br />
consumido mis años”; o, como Carlos Argentino<br />
Daneri, que escribe un poema —”La Tierra”— que<br />
cubre todas las partes del mundo, y que después Borges<br />
podrá ver en el aleph. Desde este espacio se visualiza<br />
todo: el aleph (primera letra del alfabeto hebreo) es<br />
una letra muda que contiene el nombre de Dios. Así,<br />
Kozer continúa una tradición bíblico-cabalística; como<br />
buen judío, está obsesionado con las letras y sus valores<br />
numéricos. El Sefer Yetzirah (del siglo III d.C.), revela<br />
que Dios creó el mundo con las 22 letras del alfabeto;<br />
la creación, según los cabalistas, es un acto lingüístico:<br />
basta que se mencione una palabra para que aparezca<br />
su referente: “Y dijo Dios: sea la luz y fue la luz” (“Yejí<br />
or; bayejí or”). Por estas razones, yo he instado a Kozer<br />
a que alcance el número de la creación (actualmente,<br />
corre el año judío 5757), ya que sólo en esa medida<br />
a la meta del verdadero creador.<br />
Ya para este párrafo, el impaciente lector<br />
habrá hecho sus propias cuentas: 26 letras,<br />
dos veces, igual a 52; y esto multiplicado por<br />
60 textos, da un total de 3120 poemas, más la<br />
última carpeta (AAA), de 60 poemas, suma<br />
3180. Además, habría que agregar los 351<br />
poemas no organizados en carpetas que Kozer<br />
realizó al comenzar su obra; esto es, tendríamos<br />
un total de 3531 textos. La producción poética<br />
comienza con un libro inédito de 45 poemas,<br />
titulado Fuera de Cuba y escrito entre 1971 y<br />
1973. Así, habría que calcular la producción<br />
promedio: 3531 en un total de 25 años, da<br />
141.24 poemas por año (un poema cada 2.5<br />
días, aproximadamente). Ahora bien, para<br />
cumplir con los 2226 poemas que le faltan, Kozer<br />
necesitará un total de 15.76 años. Eso quiere<br />
decir que para el año 2012 Kozer completará<br />
5757 poemas, y entonces tendrá que escribir 16<br />
poemas más para estar a la par del año judío<br />
que será el 5773. Este número corresponderá a la<br />
carpeta MMMM. La letra equivalente de la “M”<br />
es la Mem, en hebreo, que representa la palabras<br />
melej (monarca), makom (lugar o morada), y met<br />
(muerte). Así, Kozer podrá ser el monarca de su<br />
morada en espera feliz de la muerte. Entonces, y<br />
simultáneamente, podrá echarse en un lecho y<br />
ser de nuevo Adán (con Eva) en el paraíso.<br />
Mientras tanto, esta selección cubre los<br />
poemas (como ya habrá adivinado el lector) de<br />
la serie AAA, números 11 a 44. Un título más<br />
preciso no podría haber. Este libro elimina la<br />
noción tradicional de la selección y del juicio de<br />
valor. Si normalmente un escritor decide qué es<br />
aquello que “vale la pena” entre sus escritos, este<br />
volumen quiere experimentar con la posibilidad<br />
de que el lector sea quien decida. Estos son los<br />
poemas producidos por Kozer entre el 4 de junio<br />
y el 12 de septiembre de 1996. Es casi como un<br />
diario que pasa por las dos casas del poeta en<br />
Torrox (Málaga, España) y Nueva York, y exhibe<br />
sus múltiples variantes expresivas, que van<br />
desde el verso brevísimo y ligero de “Alegría”<br />
y “Eros”, hasta la densidad acumulante de su<br />
típico verso-compendio en “Oblea”.<br />
AAA1144 indica que la escritura es un<br />
proceso infinito e inacabable, un continuo<br />
abierto que, se sabe, no tiene conclusión.<br />
También evoca los números con que fueron<br />
marcados los prisioneros de los campos de<br />
exterminio nazi. Como judío, Kozer sabe que la<br />
No buscan reflejarse, la<br />
antología de José Kozer…<br />
es uno de los libros más<br />
contundentes que hemos<br />
logrado publicar en Letras<br />
Cubanas.<br />
ro g e l i o ri V e r ó n<br />
Creo que José Kozer<br />
es el mejor poeta vivo<br />
de la lengua española.<br />
La experiencia de su<br />
lectura la comparo con<br />
el deslumbramiento que<br />
me provocaron Kafka,<br />
Lezama, Borges, Martí o<br />
Juan Ramón Jiménez.<br />
Jo s é ra m ó n sá n C h e z<br />
Perteneciente a esta<br />
generación (de los años<br />
60), y aunque publica<br />
toda su obra fuera de<br />
Cuba, sobresale la poesía<br />
de José Kozer, uno de<br />
los mejores poetas de<br />
la segunda mitad del<br />
siglo, quien transita, en<br />
sus pri-meros libros, por<br />
el conversacionalismo<br />
lírico, aunque desbordó<br />
p o s t e r i o r m e n t e e s a<br />
filiación.<br />
en r i q u e sa i n z<br />
9
historia de la persecución está latente en la cifra del antebrazo;<br />
en la superficie de la piel está el dolor del genocidio. Pero<br />
simultáneamente, como ya dije antes, el laberinto de las<br />
letras y de los números, muestra una conciencia fascinada<br />
por el resplandor de la creación en la palabra escrita. Estas,<br />
después de todo, son las obsesiones a las que Kozer vuelve<br />
incansablemente.<br />
10<br />
Irvine, California, 25 de diciembre, 1996<br />
*Nota introductoria al libro AAA1144, de José Kozer. México: Editorial<br />
Verdehalago, 1997.<br />
Ilustración<br />
♣<br />
Contemplo<br />
-por turnoscomo<br />
soy<br />
-por turnosmártir<br />
o brutal.<br />
Así, aprendo, por turnos.<br />
Abusé. Fui abusado.<br />
Jo s é Ko z e r.<br />
Paso los dedos por la cara antes de mirarme al espejo.<br />
Recorro las marcas<br />
para saber quién ha amanecido.<br />
Se amanece mártir<br />
o se amanece animal.<br />
Se despierta saco de arena<br />
donde los otros golpean.<br />
Dolor abdominal intenso,<br />
ojos de perro triste, aliento que se corta.<br />
Al clareo, se rompen los puños contra el fardo.<br />
No le creas al saco de arena si gime.<br />
No te creas si te parece que al saco le han salido ojos.<br />
Se despiertan los sentidos en la mañana<br />
y las secreciones vuelven la mirada salvaje.<br />
Tela de araña en los ojos de la bestia.<br />
Tela de araña,<br />
tejido de atrapar y cazar.<br />
Hocico reseco que planea la caída de otros.<br />
Abusé, dijo quien cose delicadamente las costuras del<br />
país.<br />
Si el sastre abusó<br />
¿por qué no habría de abusar yo?<br />
La diferencia entre el sastre y yo es mínima.<br />
Él hace dobladillos al país.<br />
A mí me penetra la aguja en los huesos.<br />
Soy mártir cuando el sastre cose,<br />
sacrificada, como él, soy,<br />
por el deseo de zurcir la ropa-Isla,<br />
la tela-piel,<br />
la frente-ala de sombrero.<br />
Fui abusado, dice el sastre<br />
mientras dedica horas enteras<br />
al aprendizaje de las patas de gallina.<br />
Piel de gallina oscurecida se les pone a los otros<br />
cuando despunto bestia,<br />
animal sin cuna ni remedio.<br />
Racimo de pesadillas envuelve a los sacos de arena<br />
antes del amanecer.<br />
Manojo de miedo sólo de pensar en mí.<br />
No quiero creerles cuando veo que le asoman ojos.<br />
Como no quiero, no les creo.<br />
Ah! potencia de los verbos.<br />
Ah! desteñido manual del español correcto.<br />
Pero cuando descubro los sacos empapados de sudor,<br />
doblados sobre su panza sílice, desinflados,<br />
y miro la arenisca saliendo<br />
igual que fluye el orine de los cuerpos que van a morir,<br />
cuando empiezo a conocer la idea de la culpa,<br />
ya deshice las costuras,<br />
rompí las agujas y sólo dejé a mis espaldas<br />
costales agujereados e inservibles<br />
que nadie, ni el sastre mayor<br />
podrán recomponer jamás.<br />
Ya es tarde, ya abusé,<br />
y eso como la muerte, el vómito o la lluvia,<br />
no regresa, no vuelve atrás, es irreversible.<br />
Sólo queda ser abusada,<br />
sentarse a esperar el turno de ser mártir.<br />
Laura Ruiz Montes
Adolfo<br />
Castañón<br />
D<br />
e dónde son los poemas del poeta hebreo-habanero<br />
y eslavo americano José Kozer es un opúsculo o breve<br />
libro compuesto de 12 capítulos, y de 43 páginas,<br />
editado en México por Ácrono y Libros del Umbral. Es<br />
un silabario escrito en prosa por un poeta. Su lectura<br />
me ha hecho recordar la frase de Jean Paulhan, el<br />
crítico francés, quien decía que en nuestro tiempo se<br />
llama poetas a los buenos prosistas y prosistas a los<br />
malos poetas.<br />
Más allá de la ocurrencia, el libro que hoy<br />
saludamos pone sobre la mesa de la conversación<br />
diversas cuestiones: la primera es, por supuesto, la<br />
que anuncia el título muy cubano de este poeta muy<br />
de la Antilla Mayor que hace eco al famoso son “Mamá<br />
yo quiero saber de dónde son los cantantes…”<br />
Dejo para el final de esta página esa primera<br />
pregunta: “Mamá: de dónde son o de dónde vienen<br />
los poemas”. La segunda cuestión que acarrea entre<br />
sus líneas esta trama entre lírica, circunstancial y<br />
reflexiva es la de las relaciones entre verso y prosa<br />
que pueden atravesar la vida de un poeta de tiempo<br />
completo como resulta ser el legendario y ubicuo José<br />
Kozer. Nuestro amigo, como sabemos, es un grafófilo<br />
o grafofílico, según el mismo se ha definido y, dentro<br />
de esa grafofilia su pendiente mayor, su vertiente más<br />
pronunciada es la que lo orienta hacia el poema…<br />
El poema entendido, de un lado, como un hecho y<br />
un ente concreto y del otro, como una inteligencia,<br />
una idea o arquetipo que todos los días lo llama y<br />
convoca para sacarle punta y afilarse a fuerza de<br />
escribirse a sí mismo y, al hacerlo, a fuerza de escribir<br />
a nuestro amigo y autor. Desde esta circunstancia,<br />
cabe preguntarse por qué o cómo, desde cuándo y<br />
desde dónde le ha dado al poeta Kozer por escribir<br />
en prosa o desde cuándo le ha dado a la prosa por<br />
escribir al poeta José Kozer.<br />
Quien esté algo familiarizado con su quehacer<br />
sabrá que nuestro amigo y maestro –ya se sabe todo<br />
hermano es un maestro y un tirano-, además de haber<br />
escrito, revisado y pasado en limpio varios miles de<br />
poemas, ha practicado a lo largo de las décadas y<br />
lustros el arte del registro cotidiano a través de un<br />
diario cuya publicación parcial tuvimos la fortuna<br />
de ver en México en Una huella destartalada, obra<br />
singularísima editada por Aldus que pasó casi<br />
inadvertida de los lectores. Además, José Kozer<br />
es un formidable y temible, adorable y necesario<br />
corresponsal y escritor de cartas, capaz de asumir<br />
el reto de sostener una correspondencia cotidiana<br />
con un ejército de correspondientes, como si fuese<br />
un espadachín de la época de los tres mosqueteros,<br />
un escaramouche del verbo y un esgrimista de<br />
Seis mil seiscientos cincuenta poemas<br />
en busca de José Kozer, su autor*<br />
la conversación que sabe bailar y pelear,<br />
escaramuzar con una turba de acechantes<br />
macehuales. Así que, viéndolo bien, no es<br />
tan extraño que José Kozer quiera entrar a la<br />
literatura o a la poesía por la puerta de hueso<br />
de la prosa, pues ya venía haciéndolo desde<br />
la puerta de marfil del sueño y de la fantasía.<br />
Además, también habría que preguntarse<br />
hasta qué punto, en la médula de su juego<br />
poético, se da o no un columpio entre prosa y<br />
verso, marcha y danza o entre vigilia y sueño,<br />
diría Paul Valéry. Pero que un poeta empiece<br />
a escribir en prosa cuando se va haciendo<br />
sexagenario (sexy-sexa…, se diría en francés)<br />
indica de algún modo que está consciente<br />
de su condición de conscripto, es decir de su<br />
disposición a marchar… hacía la otra orilla…<br />
Hechas estas consideraciones previas, el<br />
lector ya puede situar mejor las páginas que<br />
hoy nos saludan.<br />
¿A qué género pertenecen? ¿Cuál es el<br />
lugar desde donde el autor-cantor pregunta<br />
o enuncia “De dónde son los poemas”? El<br />
género literario en el que yo inscribiría estas<br />
meditaciones y ejercicios es el de la poética o<br />
auto-poética, como aquel folletito de Raymond<br />
Roussel titulado De cómo escribí algunos libros<br />
míos. También cabría situarlo en el género<br />
del auto-retrato, un auto-retrato no tanto<br />
con paisaje o con naturaleza muerta sino<br />
con radiografía, ultrasonido y resonancias<br />
magnéticas, pues que el viaje a que nos invita<br />
nuestro amigo y maestro no es cuerpo afuera<br />
sino mar adentro, cuerpo adentro, tiempo<br />
adentro, lenguaje adentro. El lenguaje como<br />
tema y autor de Kozer, Kozer como víctima de<br />
“toda la infecciosa posibilidad del idioma” (p. 9)<br />
Y cabría preguntarse: ¿Cómo leería a Spinoza o<br />
un lector/traductor suyo este libro que parece<br />
ser como una demostración lírica de la Ética<br />
demostrada según el orden geométrico?<br />
El poema viene, nos dirá José Kozer,<br />
principalmente de dos polos: del movimiento<br />
peristáltico del intestino y de la mosca o de<br />
las moscas. De hecho, entre el movimiento de<br />
dilatación y de contracción del tubo digestivo<br />
y el compás del zumbido de la mosca podría el<br />
lector crítico adivinar un armónico, es decir un<br />
sonido tercero, inmaterial pero real. Ese sonido<br />
que tercia sería el poema, diría el lector del<br />
Castañón que lee a Kozer. Pero ¡cuidado! ese<br />
movimiento de intestino es también oscilación<br />
La poesía de José Kozer se<br />
sitúa en el mismo centro<br />
de la expresión cubana<br />
universal. Es una ilusión<br />
decir poesía de dentro o de<br />
fuera de la isla. Pero Kozer,<br />
que podría haber escrito en<br />
la lengua de Shakespeare,<br />
decidió dejar sus marcas en<br />
la de Cervantes, y, dentro<br />
de ella, en la de una de sus<br />
múltiples islas, Cuba. El<br />
hijo pró-digo es la criatura<br />
errante, es la más que-rida<br />
porque está siempre en la<br />
lejanía, pero es también<br />
la que regresa. Es Odiseo<br />
y es Nadie. Ahora Kozer<br />
ha regre-sado, luego de<br />
cuarenta y dos años de<br />
ausencia.<br />
Ya no podremos decir,<br />
como Martí de Casal:<br />
“Murió el pobre poeta y no<br />
lo llegamos a conocer”.<br />
Se puede sentir a la isla,<br />
como Eliseo, “rodeada de<br />
Dios por todas partes”,<br />
como Virgilio, lo que no<br />
es sino el envés y el revés<br />
de una isla eterna y, a la<br />
vez, imposible. Alguna<br />
vez escribí que Kozer es el<br />
hijo pródigo de la poesía<br />
cubana.<br />
Jo r g e lu i s ar C o s<br />
11
sintáctica y esa mosca será también una categoría interior que<br />
lo acompaña siempre como una de esas máculas, manchas o<br />
moscas en la retina que constelan ojo adentro la mirada enferma<br />
dándole de propina un asiduo arcoiris.<br />
El tratadillo, pliego opúsculo, trae sal y salero, condimento<br />
y comentario y, aunque se lee en un breve lapso temporal,<br />
hay que releerlo, rumiarlo y rumiarlo para poder degustarlo<br />
como esos sabores que en apariencia inocuos van seduciendo<br />
las papilas gustativas y dejando en esas papilas del gusto su<br />
inapresable huella destartalada. Por último, digamos que<br />
el ADN del idioma lírico en verso de José Kozer no es muy<br />
distinto de la doble hélice en que se codifica su lenguaje en<br />
José<br />
Kozer<br />
Divertimento<br />
E<br />
12<br />
prosa: un mismo idiolecto o kozerolecto los crucifica en su<br />
trama, una misma pasta o mezcla de dos tiempos y modos se<br />
alterna en la corriente de su festiva y reflexiva electricidad.<br />
(Escritorio/Cuba/José Kozer) 1ª versión: 26/03/07. 2ª versión:<br />
27/03/07. 3ª versión: 27/03/07. 4ª versión: 27/03/07. 5ª versión:<br />
28/03/07. 6ª versión: 29/03/07.<br />
*José Kozer,<br />
De dónde son los poemas,<br />
México, Ácrono Producciones y Libros del Umbral, <strong>2007</strong>.<br />
stoy tumbado, entre unos arbustos, los bolsillos llenos de acerola, me infundo juventud (infusa)<br />
quiero recuperar<br />
hogaño aquel vigor, el chino escribe<br />
y escribe, dice y redice que la escritura<br />
es vanidad: córtate las manos, chino,<br />
no me jodas. Digo y redigo, sin ser<br />
chino, que no es vanidad la escritura:<br />
es escritura. Y dice el chino que no<br />
hay nada detrás de la escritura, le digo<br />
al chino que hay escritura y que no me<br />
joda, ni por delante ni por detrás (mira<br />
que ponerse a escribir para decir que no<br />
hay escritura) (ya apesta el chino): una<br />
acerola a la boca. Y me meto en el agua<br />
chupando mamoncillo, bien sabe el chino<br />
la perfección que se alcanza al combinar<br />
lo dulce con lo salado: yin con yang,<br />
yinyang. Tumbado, entre unos arbustos,<br />
el agua al cuello, los bolsillos repletos de<br />
acerola, chupando mamoncillo, escribo,<br />
chino, sin empacho: agujas y cardúmenes<br />
de peces cosquilleándome los flancos y<br />
tobillos, chino, me moriré y me crecerán<br />
las uñas, los cabellos, y la escritura (¿qué<br />
♣
te parece?). Con las botas puestas. Hogaño<br />
y hogaño escribir, donde no hay nada es<br />
en el más allá. I challenge the gods, you<br />
too (Yu Tu, ¿nombre del chino?). Por<br />
supuesto que desafío a unos dioses<br />
secundarios, con el capo mayor (campeón<br />
de la abstención) no me meto. Cada cual<br />
a lo suyo: no escriba más el chino, calle<br />
Dios, y yo a seguir haciendo de escriba.<br />
Irrevocable. Un retortijón, y escritura.<br />
Pujo y escribo (inacción, y escribiré). No<br />
hay otro modo de estar en dos sitios a la<br />
vez: recogiendo acerola, fumando pipa a<br />
lo Rimbaud, y metido en el mar chupando<br />
mamoncillo. Chupo y cuento ovejas, las<br />
agujas me picotean los flancos, me voy<br />
llenando los bolsillos del lado de mi pareja<br />
(a medias Guadalupe, a medias mi propia<br />
sombra) de qué: me hago listas y listas de<br />
palabras en la cabeza. Hoy tocan palabras<br />
de sabor arcaizante, chapín, ponleví, hilo<br />
torzal, coturno, soturno, chapón, chambón,<br />
si llego a veinte me doy por contento. El<br />
chino dejó de leer, yo en su nombre<br />
recrudezco lectura y (en sumidad)<br />
escritura: ¿una vanidad? Caray, mejor<br />
que, pongamos, la vanidad de las<br />
chorreras (corbatas de seda con lunares)<br />
pelucas dieciochescas, los asuntos de<br />
Palacio, y la verba desmadejada, bien<br />
que lo sabe el chino (en carne propia)<br />
de los políticos. Quitémosles el piso<br />
escribiendo. Arrinconémoslos, con<br />
escritura. Quién quita que hasta<br />
podamos extirparlos de cuajo de la<br />
faz de la tierra. Auguri. Aseguro que<br />
el primero en aplaudir sería el chino.<br />
Escritura, y a escribir se ha dicho:<br />
atacar la jauría discursera y oratoria,<br />
ora clanes absolutistas ora taifas<br />
invocando el paquete de la democracia.<br />
Ya. Dejemos de comer bola, dejemos a<br />
Dios, al chino, a los miembros del Senado,<br />
fuera. Dios es un sueño, dueño y Señor<br />
de Su sueño; el chino, a escribir que escribe<br />
que no va a escribir; y al Senado, dar la<br />
espalda, soltarle un sonoro viento compuesto<br />
de un platazo de frijoles negros. Yo, en mis<br />
trece (reconozco ya empiezan a ser doce)<br />
me infundo vigor, hago hogaño (la prueba<br />
es fehaciente) escritura: remedo, recalco,<br />
ajo (nada mejor) (ajado yo también). Un<br />
gusto llenarse los bolsillos de acerola,<br />
chupar una mano de mamoncillos metido,<br />
el agua al cuello, en el mar: soltar un<br />
gargajo, buen pedazo del ser interior,<br />
ahí, ver al pez que llamamos aguja<br />
acudir, zampárselo en un tris.<br />
Divertimento<br />
T<br />
e vas a romper la crisma, y nunca (ya lo ves, madre)<br />
me la rompí.<br />
Resulté más astuto que tú y todos los tuyos, y no tuve<br />
que abrir una tienda, de profesión hacerme abogado<br />
(buscapleitos) casarme con<br />
tu elegida (Cira) (Abramowitz<br />
Kaplowitz): está hecha un<br />
primor, más amarilla que un<br />
cirio, ictericia en figura de<br />
nazareno.<br />
¿Cómo era aquello que tanto recomendabas de hacer<br />
dinero, y acabaste pelada, en la pura fuacata?<br />
Mucho hablar<br />
y poca nuez. Yo, al revés: a la<br />
chita callando, un fen por aquí,<br />
un quilo prieto por allá, dos o<br />
tres rupias escondidas bajo<br />
el colchón, hucha a hucha<br />
(hachazos, y al banco) y me<br />
fui forrando: y aquí me tienes,<br />
un paco de pesos en el banco,<br />
montura de carey, cada dos días<br />
se cambia el contenido (ikebana)<br />
del jarrón del salón, la colección<br />
de kimonos de seda valorada en<br />
un huevo, como nunca quieres<br />
perder dirás que todo se lo debo<br />
a tus enseñanzas.<br />
Diré que es cierto, y santa paz: ganaste. Yo, me libré de<br />
Cira (porcina). Del litigar. Del lucir traje los<br />
viernes a la<br />
caída del sol en las sinagogas<br />
de Dade County. Me libré de<br />
la ictericia y del estreñimiento<br />
con que Dios carimbó a su<br />
pueblo. Tras taparme los oídos,<br />
hacer caso omiso, escogí el<br />
camino de la pepa y bartolo,<br />
ese vericueto que me llevó ora<br />
a las naves zarpando de Venecia<br />
a Oriente, ora a las vestales de<br />
Delfos que se te entregan en un<br />
13
cine barato (última fila) (se te<br />
montan, y es tal su experiencia,<br />
que nadie se entera): a ver,<br />
¿dónde pongo el cine? ¿La<br />
Habana o Estambul?<br />
Por supuesto que en ambos lugares. No pudiste, ya lo<br />
ves madre, controlarme ni el caletre ni la<br />
imaginadera, esa<br />
mamadera que me dio el ser,<br />
coartada a coartada: cuántas<br />
veces resistiéndome a lo pepe,<br />
me empeñé en seguir mi camino<br />
(ya acaba). El tuyo acababa y lo<br />
veías con buenos ojos, no te<br />
implicaba nada morir, estabas<br />
harta, harto deseabas irte, o tal<br />
fingías a tal extremo que ya te<br />
lo creías. Ahí, ganaste: lo que<br />
soy yo, ya ves, gato tripa arriba,<br />
a cada rato, por dentro (para que<br />
nadie se entere) a Dios le suelto<br />
una jeremiada pidiéndole larga<br />
vida, a como sea: más (existencia)<br />
más. Estoy seguro que no se entera<br />
de mis lágrimas negras, Dios no<br />
está ahí concediendo a cada hijo<br />
de vecino larga vida como si no<br />
tuviera otra cosa que hacer: no la<br />
tiene.<br />
Resultado: ni vencedor ni vencido, no hubo batalla,<br />
todo fue cuestión de palabras, un somero<br />
malentendido entre<br />
dos personas hijastras de la<br />
sinvergüencería de Dios: su<br />
gran atributo, divertirse, a<br />
costillas de la costilla del<br />
padre Adán, y de un dolor<br />
de barriga inaguantable unas<br />
horas de madame Eva paridora.<br />
Lo demás, del buitre, del verme<br />
y su insaciable gula de carne.<br />
De mis progenitores y sus<br />
consanguíneos ya comió. Ahora<br />
me toca a mí. Muriendo, me estoy<br />
divirtiendo de lo lindo escribiendo,<br />
gusano, toca aquí, ven a manducar<br />
este condumio final compuesto de<br />
quiste, enfisema, córneas duras,<br />
esclerosis galopante de la cabeza,<br />
seborrea, arriba, ataca bicho<br />
fiestero, líbrame de una vez de<br />
tanta uña, tanto pelo, células<br />
tiznadas en que se volvieron,<br />
madre, tus admoniciones.<br />
14<br />
Divertimento<br />
A<br />
mí me parece<br />
que no hay ni esferas ni dragones, no hay música celeste<br />
ni esfinges, ha sido un cuento de camino, tal, que<br />
empiezo a desconfiar la<br />
existencia del unicornio<br />
en los tapices.<br />
Qué hay qué<br />
hubo buenos días cómo le va cómo la ve qué buenos<br />
vientos lo traen por aquí dichosos los ojos cuánto<br />
tiempo salud saludos<br />
bienvenido todo igual<br />
por acá el cuartico igualito<br />
qué se hizo qué se hicieron<br />
adiós no hasta luego hasta<br />
los huevos por esta calle<br />
señor no pasa nadie.<br />
Vivir en una<br />
gran ciudad, copia fidedigna de aquél que fui, no sé nada<br />
de él, aquél que copie a aquél sepa que nada supo<br />
de sí: sumirme en una<br />
avenida poblada de<br />
jacarandas en flor, robles,<br />
sauces, las aceras (veredas)<br />
(banquetas) alfombradas de<br />
sámaras y amentos, ir<br />
contento entre el tumulto,<br />
las luces de colores primarios,<br />
música descuartizando el oído<br />
interno, a mi túmulo.<br />
Esto sí es<br />
vida: ni Dios ni padres ni carrozas ni lechuzas que<br />
infundan miedo, sólo el peculio fíjate qué fajo del<br />
bolsillo izquierdo,<br />
y mañana también habrá para invitar,<br />
ligar, y sobre todo, para hacer cuanto<br />
silencio, sabrosura, me dé la gana:<br />
nada que justificar. A naide. A mí me<br />
parece que ya no hay naide, por ende,<br />
sabrosura, en rigor, nada que justificar.<br />
No hay náyades ni ondinas, la chiquilla<br />
de enfrente se me corrió con otro, y<br />
aunque tú me hayas dejado en el<br />
abandono, no lo padezco: hace poco<br />
recibí la prerrogativa de vivir exento,<br />
no vale la vida (irreal) un real.<br />
Un instante<br />
infausto no amerita preocuparnos toda una vida: me<br />
parece que no hay barreras en cuanto nos suelta la<br />
amarra dura y
esquemática del exoesqueleto. Lo<br />
podrido está unido, fondo y forma,<br />
a la Nada. Y ahí, en un tris, ni mu<br />
ni na. Pis. Zas. Ni uf ni bah. Ni lo<br />
que mis ojos verán, ni na de na.<br />
Otro pollo (más) al hoyo (pena<br />
que no fuera al bollo). De modo<br />
que, cómo le va, buenos tardes,<br />
buenas sean, buenas se las dé<br />
Dios, cómo no, hasta más ver<br />
o no ver, qué hay que ver, vaya<br />
a saber, hay que ver que no hay<br />
nada que ver (¿está seguro?)<br />
(¿seguro, yo?) seguro que son<br />
las nueve y sereno, farolero, me<br />
estoy quedando dormido, a la<br />
vera de este rostro calavera,<br />
iguana surcada de arrugas, a<br />
las seis por seguro despierto<br />
(¿está seguro?) café, buenos<br />
días, qué tal, ¿otra vez<br />
somos tres?<br />
Divertimento<br />
M ientras pueda. Y luego ya veremos. Siempre hay<br />
recursos. El teólogo dizque morir habemos (eso en<br />
latín es parecido)<br />
(¿a qué bajó la voz?) (que lo proclame a<br />
los cuatro vientos, yo estoy listo) (listo<br />
y para la fiesta) (vísceras cancaneando)<br />
(inapetencia) (ganas de no) (no me<br />
refiero al teatro clásico japonés) (¿qué<br />
teatro japonés no es clásico?): y si morir<br />
habemos, lo demás es pan comido.<br />
Tostado. Irlo masticando a ciegas cual<br />
un topo en su oscura madriguera. Pasa<br />
bolo el gaznate rumbo a su dispersión<br />
que de nuevo deviene centeno o quién<br />
quita que papa. Está bueno eso de morir<br />
para ser frijol. Frijol: un ente introvertido,<br />
edificante. Un contribuyente. Un miembro<br />
indistinto de la negra legión. Ente puesto<br />
en lista negra de los colorados. Frijol que<br />
quizás, en un sentido recóndito, aún tiene<br />
el tamaño y color de mis ojos (sin duda<br />
tiene la forma de mi ano) (¿y si no vuelvo<br />
frijol cubano, qué?) (seré forraje de algún<br />
ganado o de un labriego hambriento tras<br />
la brutal faena) (de vapulear a su mujer)<br />
(me coma) (me excrete) (congrí) (excretado,<br />
revierta mi ser primero papa) (la florcita)<br />
(el fruto) (no ingerirlo) (el cacho tubérculo<br />
tenga el vigor de un testículo) (en mi caso,<br />
testículo y medio) (siendo papa no me<br />
comerán las ranas) (no te vayas por las<br />
ramas) (no he de ser pasto de ofidios)<br />
(tengo mi dignidad: nutrir a una manceba<br />
que me aplasta papa con su considerado<br />
tenedor dorado) (Oh manceba delicada)<br />
(me lleva sopla con toda consideración<br />
sopla a su boca boquita de coral) (papa<br />
me traga) (desciendo al Paraíso) (su<br />
gaznate acaricio) (paso bolo suave por<br />
su bello vientre) (en su ovario me tumbo)<br />
(beso y lamo su trompa de falopio) (falopio<br />
no puede competir conmigo): y al final<br />
(fin de cuentas y fin del cuento) (pase lo<br />
que pase y haya lo que haya) ese pedazo<br />
tozudo que muere (démosle por nombre<br />
yo) (me lo endilguen) (ahora él) (más<br />
tarde, ¿quién?) ya fue en vida frijol o<br />
papa (centeno a veces) bagazo (zupia)<br />
hez (del) buche (dizque) Divino.<br />
Uno ha trabajado y<br />
trabaja, en solitario, a ciegas,<br />
y aprende, saca al exterior de<br />
los MISTERIOS PROPIOS,<br />
algún retazo: y un buen<br />
día los amigos te dan un<br />
fuerte ABRAZO y el cuerpo<br />
ESCUCHIMIZADO y ya<br />
medio ido siente contento:<br />
UN CONTENTO<br />
ULTERIOR.<br />
15
Se mira desde los ojos de diez millones de seres que se levantan<br />
en diez millones de rincones y se encuentran en diez millones<br />
de espacios y tiempos diferentes, confrontando su vida presente,<br />
pasada y futura. Y cada cual mira la Isla con sus veinte millones<br />
de ojos, con sus 600 millones de dedos, que la palpan, la<br />
reconoce con sus huellas dactilares, con sus pies, que son<br />
diferentes y caminan de manera diferente y desde diez millones<br />
de maneras de pensar. Porque no mira la Isla de la misma<br />
manera El Panadero que me despierta en las mañanas<br />
vendiendo el pan caliente, compitiendo con los otros tres que<br />
bajan y suben y se pierden con sus pregones, que son un canto<br />
a degustar la masa suave o la cortante corteza de las rebanadas<br />
sobre la mesa, ni tampoco el recogedor de basura colgado de<br />
la carreta de un tractor con sus malas palabras volando desde<br />
su boca, hasta el aire pestilente nube oscura, como auras en un<br />
16<br />
Ulises Rodríguez<br />
Febles<br />
La Isla<br />
desde<br />
adentro<br />
crítica li<br />
crítica<br />
crítica<br />
DESLINDES<br />
li<br />
crítica<br />
crítica li<br />
crítica<br />
crítica li<br />
crítica<br />
crítica li<br />
crítica<br />
crítica li<br />
crítica<br />
crítica li<br />
crítica<br />
ISLA<br />
ISLA<br />
ISLA<br />
ISLA<br />
ISLA<br />
cielo donde algún matarife mató una vaca para alimentar a su<br />
familia o para darse la vida (que es vivir), que no puede darse<br />
el médico de la familia que con sus ojos ausculta a un anciano<br />
con bronconeumonía que mira al especialista con compasión<br />
esperando una palabra de aliento, con unos ojos legañosos que<br />
tampoco son los ojos del que sale en las mañanas en su Lada<br />
a organizar el mercado campesino, que es su propio negocio<br />
y vende los productos al panadero, al médico y al viejito con<br />
las tos, a precios que ninguno puede pagar con sus bolsillos<br />
casi vacíos. Vendiendo los productos de un guajiro embarrado<br />
por la tierra y el agua que desde su casa, que puede ser de tabla<br />
de palma y guano o de mampostería, mira los sembrados con<br />
los ojos de quien debe cuidar su finca o su pedazo de tierra de<br />
las inclemencia del tiempo, de las plagas o de los ladrones que<br />
le pueden matar un animal que le quedará sobre el llano con<br />
solo dos perniles y una mirada perdida en el infinito, para no<br />
ver las moscas que la sobrevuelan, que a la vez no son los ojos<br />
del maestro que se pasó toda la noche preparando la clase<br />
donde El Quijote montado en su Rocinante sale a enfrentar<br />
entuertos y sale bien temprano para enseñar las asignaturas<br />
en un aula de niños “alborotados”, que también miran a su<br />
maestro con ojos que no son los de sus padres que pueden estar<br />
ahora mirando una gran mesa buffet en un hotel cuatro estrellas<br />
por donde pasan turistas que hablan los más diversos idiomas<br />
y aman a Cuba o no la comprenden o se quejan con su mirada<br />
de otras latitudes y a la vez miran al padre del chiquillo con<br />
cariño porque adoran a los cubanos, por aquello de la Isla de<br />
la Libertad o con recelo porque puede estarle robando algo de<br />
lo que ellos pagan, unas botellas de wüiski, por ejemplo, que<br />
da a la promotora de una galería de arte que ama el cine y sobre<br />
todo el filme polaco Cenizas y Diamantes, la pintura de Fidelio<br />
Ponce con sus matices en el blanco y dicta conferencias sobre<br />
la miseria del artista que acabó fulminado por la tisis en la<br />
sociedad burguesa, pero luego vende lo que el padre del otro<br />
chiquillo le trae para mantener el suyo para que no regrese<br />
protestando porque su amiguito bebe una deliciosa Malta<br />
Bucanero y pan con jamón en la merienda y él, pan de bodega<br />
con aceite (que jamás tiene masa, ni corteza dócil) y unas<br />
cebollitas blancas que le compran a Ramón El Trapichante;<br />
porque el niño no puede mirar con los mismos ojos del dirigente<br />
que va en su automóvil, con olor a pino de los Alpes en las<br />
alfombras chinas y con sus ojos mira a las personas aglomeradas<br />
en una parada, con las manos extendidas, excitadas, porque<br />
van a llegar tarde a su trabajo y ya son las 7: 30 a.m., pero no<br />
puede detenerse ni aunque el Amarillo o el Azul le extiendan<br />
su cartilla porque tiene una importante misión que cumplir en<br />
la más importante empresa productora de papas de la provincia<br />
para que los que ahora lo miran puedan probar un delicioso<br />
puré en las más diversas modalidades, aunque a veces no llega<br />
a las placitas del Estado, y debe seguir de largo ante la mirada<br />
del Amarillo que apunta la chapa y ve como se pierde en una<br />
curva y tiene que escuchar los rumores de la gente y las malas<br />
palabras y las quejas por el sol tropical que nos abraza y<br />
tropieza su mirada azul con la de una anciana que desde la
oscuridad brillante de su pupila habla de cómo repartía bonos<br />
del 26 cerca de aquel lugar y de cómo estuvo presa en la 7ma<br />
Estación y de cómo salvo la vida y se toca con uno de los más<br />
de 600 millones de dedos, una herida en el mentón que fue el<br />
golpe de un sicario de Batista y ahora tiene que llegar al hospital<br />
a un turno con el cardiólogo que es un ángel y reza por Fidel<br />
y maldice a los burócratas, a los demagogos, a los hijos de<br />
putas como el que acaba de pasar en un carro que es del pueblo<br />
y para el pueblo y seguro tiene una buena casa en un buen<br />
reparto y da charlas y discursos y se vanagloria de su carné<br />
rojo, que ella tiene desde los quince años porque se ha<br />
entregado toda la vida a la revolución. Y la viejita confía que<br />
ahorita pasará otro compañero en un automóvil y parará y<br />
mirará a las pobres gentes de su pueblo, negros y blancos y<br />
chinos y albinos sudadas desde por la mañana, ansiosos y<br />
maltratados por el bloqueo imperialista y abrirá la puerta<br />
chirriante para que monten en su auto destartalado, pero<br />
donde caben todos, porque también anduve a pie antes de<br />
tener este tareco de la era soviética que ahora me lleva a donde<br />
quiera, porque no hay mejor cosa que tener un carro del Estado<br />
y mira hacia delante, a la calle sucia, aunque se ve que hace<br />
poco un viejito jubilado de trabajar toda su vida en el puerto<br />
como estibador la limpió, la ciudad con las paredes descascaradas<br />
por el salitre, los edificios destruidos y mira los automóviles<br />
de alquiler, parqueados en la Terminal, donde un chofer que<br />
se llama Ramón cruza su vista con él, en un cherolevt verde<br />
que sale a la avenida, que se compró en los cincuenta y se<br />
mantiene en perfecto estado para poder recoger a los que están<br />
en la calle esperando un ómnibus que rara vez pasa y si lo hace<br />
está lleno, repleto, porque este cacharro aunque las piezas estén<br />
perdidas y no encuentre gasolina sigue siendo un buen negocio,<br />
como lo fue para mi padre que era chofer del ANCHAR y mira<br />
los ojos de un muchacho que mira a la vez el borde de sus<br />
dólares americanos en el bolsillo que irá a cambiar a casa de<br />
un socio, que se los cambia uno por uno, sin pérdida, porque<br />
con estos veinte sobrevivo y si voy al Crédito y Comercio me<br />
“embanco”, después de salir del trabajo frente a una computadora,<br />
recopilando datos económicos en una empresa de cultura y<br />
recuerda los ojos de su hermano, que está arrastrando en el<br />
tiempo una balsa hasta la playa y la mete en el agua y llora y<br />
se despide de él y le dice: me voy, aunque me ahogue y le<br />
enseña un tatuaje en el brazo donde hay una estatua, que no<br />
se parece a la de La Libertad y sus ojos, el del informático,<br />
miran con el rabillo a una muchacha que va por el malecón<br />
que a la vez no mira a nadie, solo imagina una casa, una casa<br />
para ella que a sus 38 no tiene nada que no sea ella misma y<br />
su cerebro que cree luminoso, o al menos más que el chofer de<br />
fulano, que vive vendiendo la gasolina, que el otro que vende<br />
ron chispa e tren, que el vecino que trabaja en el aeropuerto y<br />
siempre regresa cargado de comidas que ella no puede comprar<br />
si no bajan los precios, porque hasta el chocolate está caro y<br />
los huevos adicionales y ya no sabe que hacer, y por eso se<br />
deprime y se irrita aunque su cerebro sea más luminoso que<br />
el de su jefa y el del hombre que ahora se acerca y la observa<br />
con ojos resbalosos y le pide le compre de lo que lleva en la<br />
mochila y le enseña aunque ella no quiere, no porque no lo<br />
desee sino porque cuatrocientos pesos solo alcanzan para<br />
comer, malamente comer y se toca la cartera con diez pesos y<br />
lo esquiva, aunque el hombre insiste: De algo hay que vivir, y<br />
ella va ahora a un despacho para que le den una respuesta<br />
sobre lo que se le había prometido, a ella que es Vanguardia<br />
Nacional porque vive obsesionada con su trabajo, el más lindo<br />
del mundo, su vida y no puede ser como los demás porque<br />
está educada en la entrega, en el desinterés, en todos los sueños<br />
y verdades que se llevan dentro y nadie le puede quitar porque<br />
se muere. Una respuesta sobre un cuarto, uno pequeño, con<br />
una cocina, un baño y un lugar donde poner la cama; un cuarto<br />
en su cuadra, en un segundo piso, desde donde se ve la bahía,<br />
sin barcos, donde antes hubo muchos y los marineros paseaban<br />
en grupo, casi siempre hablando idioma ruso. El cuarto de uno<br />
que se fue porque le llegó el bombo, y antes trabajaba de policía<br />
en el Sector persiguiendo a los vendedores de pasteles del<br />
hospital de Maternidad, un jorobado y una vieja con cansancio<br />
en la mirada, que antes fue maestra de ella y del Perseguidor,<br />
mientras dejaba tranquilo a los verdaderos delincuentes y ella<br />
lo odiaba porque una vez le registró su mochila rota, su mochila<br />
con libros de Química Orgánica, sin una orden de registro y<br />
con una mirada desconocida, como si no recordara a su antigua<br />
jefe de colectivo, a la que le anudaba la pañoleta y le enseñó a<br />
cantar el Himno Nacional. Y ella cree que se merece el pequeño<br />
cuarto, aunque lo han pedido más de tres familias, entre ellas<br />
las de un combatiente de Girón que se está comiendo el cable<br />
por ser honesto, la verdad, por no querer manchar la sangre<br />
de su mejor amigo al que fulminó un disparo en el 60, porque<br />
si hubiera querido tendría una casa con aire acondicionado,<br />
con dos refrigeradores y dos televisores, hubiera tenido una<br />
moto bicicleta, siempre dice el pobre, pero entregué la llave a<br />
otro compañero que yo creía tenía más méritos que yo porque<br />
estuvo en todas las guerras y en todas las movilizaciones y<br />
porque la gente tiene que ser consecuente con lo que luchó<br />
hasta que la muerte nos lleve. Y en la inmensa cola encuentra<br />
cientos de ojos, ojos que la observan, la despojan de su ropa,<br />
un alucinado que repite mientras mueve sus ojos que vive fuera<br />
de un hospital psiquiátrico, porque después que le dieron el<br />
alta su hermano se adueñó de su cuartito y quiere volver a<br />
recuperarlo o que de nuevo lo lleven a la sala B, con su comidita<br />
y los cuidadores y las enfermeras, pero que lo dejen vivir en<br />
alguna parte que ahorita viene el invierno. Y también la mira<br />
un instructor del PCC, que estudió Historia en la Universidad<br />
con ella y dio el paso al frente, cuando el partido se lo pidió,<br />
aunque lo que más le guste en la vida sea investigar, porque<br />
cree en su sueño que es la revolución, porque los mártires tienen<br />
un sentido y la bandera, y porque su familia era una pobre<br />
muerta de hambre que vivía en el ingenio de un tal Marzol,<br />
que una vez quiso quitarle la tierra y cuando dice esto, con<br />
toda la pasión de quien quiso estudiar derecho, pero no le<br />
alcanzó el promedio, porque nunca entendió las matemáticas,<br />
o mejor dicho a su profesor de décimo que nunca quiso serlo,<br />
pero tampoco le alcanzó el promedio para ser diplomático en<br />
Singapur y cuando lo dice, otros ojos lo están mirando, una<br />
psicóloga, que piensa escribir un libro sobre sexualidad y como<br />
el sexo se manifiesta en los cubanos, un libro que estudie la<br />
anatomía y el mito del alto líbido de sus coterráneos, ¿leyenda<br />
o realidad? Y su vínculo con el béisbol, el deporte nacional,<br />
con la poesía y la dramaturgia, con su deseo por los senos de<br />
la que está hablando del apartamentito al que aspira, para vivir<br />
sola con su pequeña hija, que se llama Tamara, como su abuela<br />
rusa que dejó en Omsk, porque el ruso nunca se acostumbró<br />
a vivir en un solar, ni a degustar nuestra comida, ni a una<br />
suegra que gritaba que no le gustaban los bolos, ni los tractores,<br />
17
ni los camiones, ni las películas, ni nada y los senos le crecen,<br />
como dos naranjos y huelen a azahares y el olor les embriaga<br />
y piensa en la primera frase de su libro mientras la<br />
recepcionista los mira como si fueran hormigas que esperan<br />
salvarse en aquella cola interminable de personas que siempre<br />
sudan y han venido durante días a resolver sus problemas y<br />
ella los compadece y quiere ayudarlos con una sonrisa y una<br />
respuesta llena de dulzura porque hoy es la mujer más alegre<br />
de su vida, porque su hijo mayor acaba de implantar un record<br />
mundial en los 400 metros planos en Gotemburgo y ella lo<br />
vio por la televisión sonreír y lo vio toda la nación y la gente<br />
del planeta tierra y se lo dedicó a ella que siempre lo ha<br />
querido tanto y lo ha alentado y al Comandante Fidel, ahora<br />
enfermo, pero que se levantará de la cama y se unirá al pueblo<br />
en un canto colectivo y victorioso y ella comprende a su hijo,<br />
a aquel pionerito que siempre se escapaba de la escuela para<br />
irse a corretear por el barrio, pero según fue madurando se<br />
hizo más responsable y tiene la doble militancia. Y la<br />
recepcionista también está contenta porque su hija la más<br />
chiquita se va a graduar el lunes y va a quedarse en el<br />
Oncológico de La Habana, y será una buena doctora, de las<br />
que no maltratará a los pacientes y renegará de su profesión,<br />
una médico que ayudará a los pobres niños enfermos de<br />
cáncer y luchará por los medicamentos que los yankis no les<br />
quieren vender a los cubanos y nos cuestan una barbaridad<br />
y le sonríe, la recepcionista, caso raro, con una mirada de<br />
marejada del malecón a una señora que le acaban de dar una<br />
casa por buena trabajadora y quiere salir rápido, lo más<br />
rápido, aunque ella le explica que el que tiene que atenderla<br />
no ha llegado porque está resolviendo el problema de una<br />
ilegalidad, de unos orientales que se metieron en una casa<br />
desocupada y ahora no quieren salir de allí y un señor canoso,<br />
la mira ofendido cuando la madre del deportista y la oncóloga<br />
mencionan la palabra oriental, porque él también lo es y se<br />
siente muy orgulloso de serlo porque en su Villa de Baracoa<br />
los árboles radiantemente verdes y los cocoteros y el cacao y<br />
las mujeres y los puercos se ceban con masa de coco y si no<br />
llega a ser por su hijo que se casó con una muchacha muy<br />
buena que es ingeniera y está construyendo un puente o<br />
diseñándolo para cruzar sobre el mar, y hacer las distancias<br />
más cortas en la ciudad y ahorrar combustible, él no hubiera<br />
dejado su casa desde cuya ventana se miraba el yunque de<br />
Baracoa y era camarero en el Hotel La Rusa y ahora custodio<br />
en un organopónico que él ayuda a revitalizar para que se<br />
parezca al del Reparto y todos puedan comer los vegetales<br />
a bajo precio y siempre, que es lo que debe hacer cada uno<br />
en su puesto de trabajo, hacerlo todo bien y no como el joven<br />
que ahora llega y que todos esperan y que mira con sus ojos<br />
de abogado los otros ojos que ahora lo miran solo a él y se<br />
cree Dios, porque él no es como la otra abogada que le dicen<br />
la Del Pueblo, sino que le cansa trabajar en este lugar pero no<br />
ha conseguido trabajo en una Corporación, aunque aquí le<br />
hacen regalos y se siente importante, entonces mira a la<br />
recepcionista que lo mira con odio y él le pide con la vista<br />
18<br />
que le pase el primero que es un escritor que va a pasar a su<br />
oficina a legalizar una casa que heredó de unas ancianas que<br />
su mujer y él cuidaron hasta su muerte y ahora la casa es de<br />
él, con el patrimonio bibliográfico que hay en sus libreros y<br />
que él donará a la Biblioteca Provincial para que todos puedan<br />
tener acceso a su biblioteca de Alejandría, pero el abogado<br />
mira a otros ojos que reconoce y por lo tanto sus miradas<br />
estallan cuando se encuentran como dos cometas y manda<br />
pasar a una joven, con unos ojos que miran al escritor casi<br />
con pena, pero definitivamente sin ella y él, poeta de la<br />
palabra, observa su cintura cimbreante y sus nalgas y los ojos<br />
se van tras ella y no se da cuenta que una señora, que entra<br />
maldiciendo con una escoba en la mano dice que no pudo<br />
resolver los espejuelos hoy tampoco y cierra la puerta y los<br />
deja en la oscuridad mientras limpia con su escoba, dándole<br />
en las piernas a todos, mientras los ojos se buscan y no se<br />
encuentran, más de sesenta ojos, que intentan adaptarse a la<br />
noche, hasta que la madre del deportista se levanta y la abre<br />
y el sol entra y los ojos de todos se encuentran, mirando de<br />
diferentes maneras y miran a los que por la acera pasan que<br />
los miran a ellos también: ojos de científicos, de constructores,<br />
de ingenieros, de chóferes, de niños, de putas, de militares y<br />
policías, de funcionarios, que chocan con los de un pintor,<br />
que los ha mirado a todos y se imagina con sus ojos, mientras<br />
espera que lo llamen en algún momento a aquella oficina de<br />
mal gusto, su próximo cuadro: los cuerpos expectantes de la<br />
gente que se mira, o mira algo, al infinito mientras un hilo de<br />
luz llega hasta el iris de su mirada y crece, radiante, para que<br />
todos puedan mirarse siempre, con sus ojos de diez millones<br />
de gentes, como el ojo inmenso y diverso de una nación, que<br />
se mira, se reconoce, se pregunta y responde y duda, desde<br />
millones de ojos.<br />
© la casa de Tribilín, Johan E. Trujillo<br />
♣
Alfredo<br />
Zaldívar<br />
Digdora Alonso<br />
la edad de la poesía<br />
V olver a releer toda la obra publicada de Digdora Alonso,<br />
más que disfrute, ha sido un acto de redescubrimientos, de<br />
hallazgos, replanteos, rectificaciones.<br />
Hace ya más de veinte años, cuando apenas comenzaba<br />
a acercarme con temor a la vida literaria matancera, comencé<br />
a admirar su poesía. Por entonces publicaba yo una breve y<br />
efímera revistilla estudiantil en la que el poeta invitado de su<br />
único número, era ella. Allí, en un recortado trocito de papel<br />
apareció aquel poema que bien pudiera ser el arte poética de<br />
Digdora Alonso:<br />
Es una yerba,<br />
si la arrancamos<br />
estrujamos<br />
y echamos en la tierra raíces al aire<br />
las raíces van buscando el suelo<br />
y lo encuentran<br />
y se endereza<br />
y sigue creciendo.<br />
Es una yerba,<br />
una yerba que no tiene nombre.<br />
Una tarde me atreví a llegar al portal de la poetisa con un<br />
ejemplar de aquel impreso, avergonzado de haber publicado<br />
allí su poema, sin su consentimiento, por demás. Nunca<br />
olvidaré mi sorpresa ante la alegría casi pueril de Digdora<br />
al verse publicada en aquellos legajos. No esperaba tal<br />
agradecimiento. No recuerdo si oí algún consejo sobre mis<br />
textos, creo que nunca llegué a mostrárselos entonces. Sí que allí<br />
mismo, en ese jardín que lamentablemente ya no puedo visitar<br />
con frecuencia, escuché por vez primera, leídos por Digdora,<br />
poemas de algunos de esos libros inéditos, que habrían de<br />
esperar más de diez años para comenzar a multiplicarse en<br />
modestos volúmenes, insuficientes aún.<br />
Al celebrarse los 65 años de Digdora, escribí para el<br />
suplemento cultural Yumurí un breve artículo. Me atrevo a<br />
confesar que entonces no sentí tanta responsabilidad. Sería<br />
pretencioso decir que hoy dicto una conferencia sobre su obra.<br />
Ahora, si no más maduro, sí más viejo y consciente, vengo<br />
temeroso, como un humilde paje, ante la reina de estos juegos<br />
florales. Soy de nuevo el muchacho que llegó aquella tarde a<br />
su portal.<br />
Mi texto de hoy parte de algunas ideas fundamentales de<br />
aquel, ya retomadas en un coloquio posterior, pero reniego<br />
de algunas ideas allí expuestas, y por supuesto, me acerco a<br />
zonas muy importantes de una obra que en los últimos años,<br />
ha crecido en hondura. Hechas estas digresiones, permítanme<br />
entonces comenzar.<br />
Cuando en ese acto individual que es la creación solitaria<br />
del artista se gesta una obra de arte, hay no más que un<br />
engendro; el parto sólo se hace manifiesto cuando alguien<br />
puede verla, palparla, estremecerse. Sólo entonces ha nacido<br />
la obra porque comienza a vivir entre los hombres.<br />
Y que es un poeta sin un libro que lo prolongue, a través<br />
del cual pueda llegar hasta donde lo lleve su poder.<br />
No ha tenido aún Digdora Alonso la multiplicidad de su obra,<br />
sólida y resistente al decursar del tiempo, aunque a saber ya no<br />
es la poeta inédita de aquellos años en que la conocí.<br />
Además de los muchos opúsculos editados por Vigía, en<br />
1988 Ediciones Unión publicará su antología Como ángel cierto<br />
y diez años después, en 1998, Yo mi desconocida. Ediciones<br />
Matanzas que ya había publicado Casi invisible al atardecer y En<br />
los Márgenes del Diario, publicaría sus ensayos Para leer la rosa<br />
blanca y la edición total de Bajo el hongo en el 2002. Asimismo<br />
Vigía, que había publicado Bajo el cielo de adentro en 1994,<br />
publicaría en el 2001 sus dos libros para niños: Vanessa anda<br />
por ahí y Dany y el viento.<br />
Desde 1947 sus poemas han ido apareciendo en publicaciones<br />
periódicas, antologías cubanas y extranjeras, pero no es hasta<br />
1984 en que aparece Casi invisible al atardecer, una breve<br />
selección, que no un libro como tal, editado por la Sección de<br />
Literatura de la provincia. El libro revelaba la existencia de<br />
un poeta, que increíblemente había permanecido disperso,<br />
marginado, nadie sabe por qué oscuras circunstancias. Bajo el<br />
título de Nuevos poemas, aparecen en 1985, diez textos nuevos,<br />
sueltos en un sobre. Fue el primer conjunto de poemas que<br />
publicara Ediciones Vigía, quien hasta entonces sólo había<br />
editado modestísimos sueltos.<br />
Estos Nuevos poemas, su ascendencia, su descendencia,<br />
faltaban en la poesía cubana. Me refiero a los textos publicados<br />
en Casi invisible... a los Nuevos... y a los que irían apareciendo en<br />
publicaciones periódicas, con esa transparencia de lo hilvanado<br />
con los secretos aperos del poeta que sabe con qué fibras tejer,<br />
redescubrir en cada nudo, en cada tono que despeja, en cada<br />
atar de hebra, en cada hilo que desecha, un estupor inusitado<br />
y sin embargo terrenal y eterno.<br />
Y pensar que soy como esas arañas<br />
que colgaron sus telas<br />
de sillón a sillón<br />
donde nos sentamos a conversar<br />
o entre la lámpara y la mesa<br />
donde comemos<br />
a las que tantas veces<br />
llamé tontas, ingenuas<br />
y lamenté que no supieran nada de nosotros.<br />
A veces el poeta queda absorto ante esa magnitud de lo<br />
maravilloso sosegado, del misterio desentrañado sobria y<br />
tenuemente, o sobrecogido de extrañamiento.<br />
¿Cómo sabe el pavo real de su hermosura<br />
Y se mueve con tanta ostentación<br />
Que ha dado origen al verbo pavonearse?<br />
¿Cómo si cuando se ve en los espejos del agua<br />
no se reconoce<br />
y hunde el pico<br />
tratando de tocar al ave que lo enfrenta?<br />
Si nunca ha visto su cola haciendo la rueda<br />
¿Cómo sabe de su excelsitud?<br />
¿Cómo lo sabe?<br />
19
Digdora no ve el imán, sólo su atracción. Mira queriendo<br />
ver, diría Eliseo Diego. Imagina respuestas. Se inventa una<br />
microcosmogonía. Medita e inquiere. Se abre en su síntesis<br />
tremenda, que no tremendista, sumamente contenida,<br />
buscando el tamaño del mundo a través de un microscopio y<br />
ve así el lento transformarse de las cosas, que aparentemente<br />
extasiadas para el ojo común resultan además irreparables por<br />
inmediatas.<br />
20<br />
¿Quién eres tú?<br />
¿Quién eres<br />
florecita llamada Diez del Día<br />
que vive sólo unas horas más<br />
y ahora veo iluminada por la luna,<br />
descubriendo la noche,<br />
en desafío a la ley de tu grupo?<br />
Bella, bellísima,<br />
erguida y solitaria<br />
como todos los rebeldes.<br />
Al fresco vitral de estos versos se asoma penetrante el<br />
aliento humanista que tiene momentos de esplendor, cuando<br />
el entorno real y el poético –difíciles de discernir– se apresan<br />
en orgánica armonía. Devienen canto a la espacie, resueltos<br />
con los recursos de una sensible madurez y una sensibilidad<br />
madura, que son distintas cosas.<br />
Irisada y casi transparente<br />
tan delicada como pétalo<br />
o ala de mariposa<br />
la vi rodar sin peso,<br />
ignorada,<br />
hasta que llegó un niño<br />
y la alzó en júbilo.<br />
En un trabajo anterior sobre la poesía de Digdora dije que<br />
Bajo el Hongo pertenecía a una poética ya sobrepasada, incluso<br />
por la propia poetisa. Ahora refuto aquella especulación.<br />
Quizás deslumbrado por el lenguaje de Casi invisible… y los<br />
Nuevos poemas, no vi la correspondencia de concepto y hechura.<br />
Recuerdo que Digdora, con modestia me dijo: Quizás sea un<br />
lenguaje sobrepasado, pero yo ahora lo volvería a escribir<br />
así. Era a mediados de los ochenta. Ahora, ya en el siglo XXI,<br />
tampoco habría otra manera de escribirlo. Ella tenía razón. Libro<br />
escrito en 1971, finalista del Premio Casa de las Américas de<br />
ese mismo año, lo publiqué parcialmente en Vigía, en 1986 y<br />
he tenido otra vez la suerte de ser su editor, en su publicación<br />
total por Ediciones Matanzas, en el 2002.<br />
Se trata sin dudas de un libro inteligente. Pero qué sería de<br />
él si un ojo limitado sólo ve abstracción filosófica, matemática<br />
meditación, poesía cerebrosa.<br />
De ahí que esta ecuación<br />
E=MC 2 significa Dios<br />
y esta ecuación<br />
E=MC 2 significa Diablo.<br />
El ángel caído<br />
volvió a su patria original.<br />
Y el hombre<br />
más que Dios<br />
y más que Diablo.<br />
Martí, que tanto nos ha ayudado a comprender y develar<br />
nos dejó dicho que la imaginación “...es la hembra de la<br />
inteligencia, sin cuyo consorcio no hay nada fecundo”. Y<br />
en otra parte dice: “Y para escribir el paraíso perdido no se<br />
necesitó más imaginación que para establecer los principios<br />
fundamentales de las curvas cónicas”. Nada más oportuno<br />
para encontrar las telúricas claves de este libro que estas<br />
luminosas citas. Bajo el hongo tiene la volubilidad del siglo<br />
XX. Si lo desnudas es amorfo. Por él pasa el amor; a veces lo<br />
penetra una caricia magnética que niega o la añoranza por<br />
lo nuevo y lo viejo que coexisten en este como en ningún<br />
otro siglo.<br />
Cuando se divulgó la fotografía<br />
de una gota de agua vista al microscopio<br />
inventamos el humor negro<br />
Aquí la poesía arriba a una estancia virgen, de una<br />
descarnada dialéctica. Aquí la síntesis no es el espacio real sino<br />
la observación abarcadora, milenaria. Siglos de pensamientos<br />
que no han sido reducidos a la expresión sugerente y mínima,<br />
sino que extendidos. Los recursos son los símbolos nuevos de<br />
una tecnología desenfrenada, desequilibrada a veces.<br />
Ahora que nos pueden caer cosas del cielo<br />
desde la invisible ceniza radioactiva<br />
hasta etapas de un cohete<br />
o cohetes enteros<br />
me acuerdo del maná.<br />
Un libro austero, rápido como ese corto siglo, no puede<br />
detenerse a contar las estrellas, que no están solas ya, sino<br />
con los satélites, los sputnik, y el poeta encuentra la forma<br />
de pintar un solo cielo, en única fusión, inarmónica aún. Un<br />
libro del siglo XX, un libro verdadero, es un libro de los siglos<br />
pasados y de los por venir. Su punto culminante, raramente<br />
lírico, puede que esté en estos versos:<br />
Y hasta hemos hecho hermosa la tierra que<br />
pisamos<br />
llena de pedacitos de vidrios de colores.<br />
La tierra brilla porque se rompen muchas<br />
botellas<br />
pero ya no podemos andar descalzos.<br />
Quizás la fuerza aparencial de este libro no<br />
esté en el lenguaje, ríspido a veces, drástico, descarnado,<br />
“antipoético”, sino en su primitiva nostalgia. Ese afán tiende<br />
puentes a la obra que Digdora Alonso va a escribir a finales<br />
de los ochenta, que sigue impresionándonos en los noventa<br />
y que en este nuevo siglo no ha dejado de escribir.<br />
Volviendo a releer Casi invisible... a la suerte de<br />
antología que es Como ángel cierto, libro publicado en 1988<br />
por la colección Contemporáneos, de la UNEAC, vuelvo
a contradecir la errática idea de que Bajo el hongo irrumpa<br />
la plácida armonía de aquel libro. Si bien es cierto que su<br />
lenguaje, su ritmo, su vigor narrativo, su tono conversacional<br />
es más evidente que el resto de la obra digdoriana, bien<br />
puede ubicarse en los cánones nunca bien perfilados del<br />
coloquialismo, al que se afilia la obra de la autora. Una obra<br />
cuyo lenguaje denota el profundo conocimiento de su idioma,<br />
y donde a pesar de su vasta cultura literaria y general, no hay<br />
rebuscamientos ni carga filosófica. Sus metáforas son las justas,<br />
no hay complicaciones tropológicas ni fabulación vacua, ni<br />
referencias librescas gratuitas. La síntesis, la contención, la<br />
claridad. Digdora conjetura, sugiere, pregunta, se pregunta.<br />
No hay la intención de dar respuestas.<br />
Su libro Yo mi desconocida, Ediciones Unión, 1998, escrito en<br />
los años noventa y del que publiqué un considerable adelanto<br />
en 1994 en Vigía, con el título de Bajo el cielo de adentro, es síntesis<br />
de síntesis. La observación abarcadora, inteligente, reposada<br />
en la sabiduría, la intuición y la cultura, viene a develarnos lo<br />
insólito. Es el asiento sobre la madurez. Su introspección en el<br />
mundo de la invidencia es conmovedora:<br />
Qué puedo decirle yo del fuego,<br />
de la llama donde se suicidan las falenas,<br />
de la luz del mundo<br />
si lo miro asombrada como un niño<br />
como el primer hombre que vio saltar la chispa de<br />
los pedernales.<br />
Miro su cuerpo de luz sin forma descriptible<br />
y no le puedo decir siquiera: pon tu mano.<br />
Bajo este cielo podrían caber todos sus libros, por distintos<br />
que nos parezcan. Véanse sus poemas de los años cuarenta<br />
y cincuenta, sus poemas dispersos no recogidos en libros, los<br />
publicados en plaquetes y revistas, los inéditos. Una obra<br />
coherente que la defiende como una voz alta y auténtica de<br />
nuestra literatura.<br />
el mar<br />
el mar<br />
el mar<br />
el mar<br />
el el mar<br />
el mar<br />
el mar<br />
© esperando, Johann E. Trujillo<br />
Callaste<br />
y el milagro quedó en deuda con el hombre<br />
¿Nadie te preguntó?<br />
¿Los hombres te recibieron como si no hubieras<br />
nuerto?<br />
Y tú... callaste.<br />
Tú, el hombre más sabio,<br />
dueño del gran secreto<br />
callaste.<br />
el mar<br />
el marrrr<br />
Los estudiosos de las tendencias posmodernas, de los<br />
juegos intertextuales y paratextuales, encontrarían temas<br />
de estudios, en libros como Bajo el hongo, Anaquel o o En<br />
los márgenes del Diario. Aún tratándose de libros cerrados,<br />
temáticos o monotemáticos más bien, van a tender puentes a<br />
las más actuales y diversas corrientes.<br />
Jean Valjean de pueblo en pueblo<br />
atraviesa Francia<br />
Cósete sigue cargando agua<br />
para el figón de los Thenardier,<br />
pero le han enseñado un poco de inglés<br />
para que se entienda con los turistas:<br />
Please, Mister.<br />
Porque Digdora Alonso ha logrado con inteligencia y<br />
sensibilidad, con pasión y mesura, con cultura y sabiduría un<br />
sistema poético que no se ha propuesto construir, que ha ido<br />
inconscientemente creciendo y dominándola, y que ella ha sabido<br />
someter, mucho más allá del oficio y la madurez. De ello da muestra<br />
Contemplaciones, publicado en 2004 por Ediciones Unión en su<br />
colección Contemporáneos. El apacible título es un engañoso<br />
parapeto tras el que se esconden subversivas nociones de<br />
la historia del hombre, de su leyenda, en un ejercicio de<br />
especulación poética que inquieta por su inteligente esplendor,<br />
su agudeza imaginativa, su imantación. Contemplaciones<br />
de naturaleza culterana a través de un caudal lírico que<br />
resemantiza las canónicas miradas hacia lo ancestral, lo para<br />
algunos insoslayable. Por ese curso inagotable corre la obra<br />
de esta “mujer de pensamiento” a la que la poesía se hace aún<br />
raramente dócil.<br />
Su obra, que no ha tenido la atención de la crítica, ni de las<br />
editoriales, sí ha sido reconocida y elogiada:<br />
El poeta, narrador y ensayista Aramís Quintero, refiriéndose<br />
a los poemas de Casi invisible al atardecer nos dice:<br />
Hay en el libro poesía, autenticidad, delicadeza<br />
y penetración; esto es siempre motivo de<br />
agradecimiento.<br />
Y el poeta y editor Luis Marré:<br />
Hemos sido injustos no dando a esta obra el lugar<br />
que sobradamente merece. Cualquier literatura se<br />
sentiría orgullosa de esta mujer que sientey piensa<br />
con su tiempo.<br />
Rolando Estévez ha dejado en su breve prólogo a Yo, mi<br />
desconocida:<br />
Digdora Alonso ha aportado a nuestras letras algo<br />
más que una obra sólida: una obra única. Y sigue<br />
demostrando que pensamiento y emoción, dos<br />
magnitudes tan necesarias a nuestra época, bien<br />
pueden enyuntarse y andar el largo tiempo de la<br />
poesía...<br />
Quiero finalizar este breve saludo a la obra poética de<br />
Digdora Alonso con estas palabras de Dulce María Loynaz:<br />
A usted puedo llamarle también poetisa porque lo es<br />
y en realidad ya son pocas las que lo son, al menos<br />
para un juicio exigente como el mío. Es raro que a su<br />
edad pueda escribir poesía tan fresca y nueva.<br />
Digdora, como dije ya hace más de quince años, no va camino<br />
de la senectud poética, esteril por añadidura. Ella nos sigue<br />
entregando su poesía, bien lo diría Dulce María Loynaz: fresca y<br />
nueva. Vuelvo a aseverarlo: tiene la edad de la poesía.♣<br />
21
Israel<br />
Domínguez<br />
Cumplimiento<br />
L<br />
as palabras no bastan.<br />
No bastan las buenas intenciones.<br />
Quería terminar la norma de surcos<br />
para irme al campamento<br />
y escuchar la emisora prohibida.<br />
Este director que se justifica,<br />
es decir: se autocritica,<br />
también quiso llegar temprano<br />
a su campamento.<br />
Las palabras no bastan.<br />
No bastan las buenas intenciones.<br />
Un verso no se escribe con la mano<br />
de terminar surcos.<br />
Freddy<br />
Casanova<br />
M<br />
ataron a Lola<br />
y no debí contarlo.<br />
La tarde llegó con la comparsa,<br />
el ruido de las pantomimas,<br />
se colmó de público la muerte.<br />
Aparecieron,<br />
dictaron,<br />
leyeron parlamentos.<br />
Mataron a Lola<br />
sin el odio de los inmigrantes,<br />
sin la flor anacoreta<br />
ni el bulbo de morfina.<br />
22<br />
Mataron a Lola<br />
Madera húmeda<br />
E<br />
ntrada neoclásica para los muertos.<br />
Leones de la abundancia y el poder.<br />
Nombre de blanco esclavista<br />
para el refinamiento de la ciudad.<br />
Si el público aplaude<br />
eres buen poeta.<br />
Cuán provinciana esa manera<br />
de medir la Poesía.<br />
Prado imitando a otro prado.<br />
Mar que se conforma<br />
con los límites del elogio.<br />
Letra de canción laudatoria.<br />
Lo único admirable,<br />
la voz del cantante.<br />
El nombre de este lugar<br />
es la contrapartida de su esencia.<br />
Esperaba fuego multiplicado<br />
y encontré madera húmeda.<br />
…tan limpia que lastima.<br />
El vacío es perfecto.<br />
La mataron cuando eran tristes los difuntos,<br />
culpables como el ocio<br />
de un ladrón enfermo.<br />
Aparecieron,<br />
hablaron,<br />
inventaron cenizas.<br />
El sol entró por los portales<br />
de Güira de Macurijes,<br />
desde allá iluminó al cadáver.<br />
Su vuelo la sembró por dentro.
Mataron a Lola<br />
para alimentar<br />
un gusano redondo,<br />
un humo de provincia.<br />
Tras la columna y la escena<br />
creció la confesión.<br />
Aparecieron,<br />
negaron,<br />
pudrieron el ojo vernáculo<br />
que sí debí contar.<br />
Mataron a Lola<br />
por la izquierda,<br />
Gaudencio Rodríguez<br />
Santana<br />
L<br />
por la sonrisa<br />
como un delirio más.<br />
Murió mientras soñaba<br />
con largos caracoles.<br />
Ignoraron,<br />
mezclaron su sangre con arroz,<br />
comieron,<br />
desaparecieron.<br />
La mataron<br />
como un humilde hombre,<br />
a las tres.<br />
Economía nacional El hundimiento<br />
o que nos hace ricos también nos hace pobres.<br />
Es de ver la nación como un viejo molino<br />
adonde iban a parar todos los días de invierno<br />
la gloria del azúcar ahora en el olvido.<br />
Las paredes ya truncas, el hierro y el rigor<br />
de unas cuantas personas<br />
que dormitan al pie de los centrales<br />
la adversidad de olores ya perdidos.<br />
Yo miraba el humo, el silencio y el ruido<br />
que cada madrugada abría sus dos puertas<br />
a un bullicio de hombres que ahora<br />
son apenas vecinos de una fábrica<br />
en medio de la herrumbre.<br />
Yo sentía aquellos olores palpitantes<br />
que hoy son largos bostezos, o torres de vapor<br />
hundidas en una niebla ajena.<br />
Lo que me permitió el orgullo<br />
de ser parte de un sueño ya muy viejo<br />
se fue como las aguas de una nación pobre.<br />
El pueblo contempla chimeneas sin humo, el extraño<br />
recuerdo del hollín en esos lugares<br />
marcados por un muro y una rueda dentada.<br />
M i padre ya no rige con mano férrea<br />
los pasos de sus hijos. Desde un lugar distante<br />
su furia ya no golpea nuestras almas, y nosotros<br />
ya no somos tan hijos. O al menos yo<br />
no soy tan hijo como para olvidar<br />
que el tiempo se hunde.<br />
“Una raya al hijo que come<br />
de esta mesa. Todo el pan acostumbrado<br />
a perderse”, pudo haber dicho.<br />
Mas fui acumulando las hambres posibles<br />
por haberme perdido, irreconocible<br />
en casas que no tengo y sitios<br />
adonde emigrar todos los días.<br />
Cuando algo se hunde, sea barco<br />
o casa, quedan en la superficie<br />
las miserias fatales, las miserias<br />
que hubimos de amarrar, o amar.<br />
Como si fuera<br />
a morir de alguna buena vez, sin que importe<br />
en qué pecios del alma se suceden<br />
los restos del café<br />
y la última gota de leche en la taza del hijo.<br />
23
Yanira<br />
Marimón<br />
un día de 1980<br />
e<br />
lla sólo quería escapar<br />
emigrar como las aves a un lugar más cálido<br />
por eso se vistió con seda blanca<br />
simulando ser un pájaro<br />
dando la sensación de fragilidad<br />
de ser etéreo a punto de remontar el vuelo<br />
ella sólo quería irse<br />
a un lugar distinto<br />
más frío<br />
lejos de la demasiada luz que punzaba<br />
sus ojos<br />
sentir la nostalgia de los desterrados<br />
todo lo anterior es conjetura<br />
lírica ficción de la pluma del poeta<br />
la única verdad es que los necios vejaron<br />
su cuerpo<br />
a ultranza<br />
la despojaron de su vestido blanco<br />
dejándola desnuda<br />
violentada en medio de una plaza<br />
frente a la estatua del apóstol<br />
y mientras algunos le gritaban improperios<br />
ella se cubría el pecho con sus manos<br />
y miraba el rostro de martí<br />
el apacible rostro de martí<br />
sobre el fondo azulísimo del cielo<br />
ella sólo quería escapar<br />
a un lugar distinto<br />
sentir la nostalgia de los desterrados<br />
ser verdaderamente triste<br />
ajena<br />
levísima hoja de otoño<br />
24<br />
a l borde de un río extranjero<br />
un hombre extranjero<br />
mira a los patos<br />
a los poquísimos patos<br />
que a esta hora del día<br />
copulan con fuerza<br />
en su instinto terco por la<br />
supervivencia<br />
es curioso –piensa<br />
la similitud de las suertes<br />
entre un hombre, un ave y un río<br />
y en ese preciso instante<br />
que el Manzanares corre tranquilo<br />
y los patos revolotean<br />
quisiera ser, no el hombre,<br />
sino el río extranjero de aguas quietas<br />
o al menos una de esas aves<br />
que ahora ha levantado el vuelo<br />
© el viaje, Johann E. Trujillo
Charo<br />
Guerra Está llegando Holger<br />
D<br />
I<br />
esde que oí su voz, a través del teléfono, verificando si<br />
aquella era la casa donde “renterum”, sabía que iba a gustarme.<br />
“Okey” dije, y pronuncié despacio la dirección. Media hora<br />
después podía observarlo a través de la mirilla. Nos saludamos<br />
con mucha cortesía. Su pelo casi blanco, lacio, corte medieval,<br />
se movía contrariado cuando pregunté si era Holger. “Ies,<br />
ayam Holger”.<br />
Lo primero sería entendernos con él. Mamá y yo nos<br />
auxiliábamos con la mímica. “És-ta-es-tu-ca-sa... Tu-ca-sa”, decía<br />
mi madre moviendo el antebrazo y haciendo muelle con el dedo<br />
índice mientras yo traducía (o sosegaba) sus frases enfáticas:<br />
“disisyuarjaus”. Le mostrábamos cada habitación: “Aquí, un<br />
balcón-terraza (Jiar, bálconyterras), el baño (baz) con agua fría<br />
y caliente (oldeyguóta, kuljot)”. Para indicar estas posibilidades<br />
frotaba la piel y no sabía si le hablaba ya de la fría o de la caliente.<br />
Él sonreía. Toda la información fluía apoyada en las manos. No<br />
tenía que cuidar ni palabras, ni pronunciación, sólo intentar la<br />
elegancia de los gestos, cierta habilidad al recordar frases. Y<br />
muchos silencios. “La co-ci-na (kitchen-cuk), el patio, la sala,<br />
cuarto y cama (bed)”. (Noté su interés, cuando señalé la cama<br />
e hice un guiño involuntario a la madera comentándole: “Puro<br />
cedro...”).<br />
Tomó el pequeño equipaje y me preguntó con señas dónde<br />
ubicarlo. Abrí las puertas del clóset. Le entregué cuatro o cinco<br />
percheros que devolvió a su sitio, y nunca vi que los usara.<br />
En nuestras conversaciones, en un principio muy gestuales,<br />
saqué en claro que no quería revelar su verdadera identidad.<br />
Después me di cuenta de que él podía expresar en español<br />
muchas más frases que las que yo extraía en inglés del Manual<br />
de conversaciones fáciles. (Creí prudente no hacerle estas<br />
observaciones.) Lo que más admiraba de Noruega, su país, era<br />
la pintura de Edvuard Munch. Hablaba de Munch con devoción<br />
de discípulo. Algunos paisajes de Munch podía identificarlos,<br />
fragmentarlos de la realidad, reproducirlos, y entonces me los<br />
contaba. Oh, Munch, el genio. Su genio. Mi genio.<br />
Otra vez dijo que su oficio era la jardinería en la Universidad<br />
de Oslo, “vieja Cristianía”, gustaba llamar a la ciudad,<br />
reverenciando los orígenes. Permanecía allí durante las clases.<br />
Eso le permitía tocar los murales del “Alma Mater” de Munch<br />
que habría querido pintar. Quizás también pensara que la<br />
modelo del “Alma Mater” era yo, sentada con un niño entre mis<br />
brazos, amamantándolo g<strong>enero</strong>sa, y mirando al frente, estoica,<br />
mientras otros niños jugaban desentendidos del tiempo y de las<br />
obligaciones, rodeados de árboles serenos y de unas nubes grises<br />
que, al pasar, dejaban pequeños orificios para que entrara el<br />
cielo. Eso pensaba yo que pensaría él. Imaginaba, entusiasmada<br />
por sus relatos, el momento mismo de modelar: el pequeño<br />
brincaba sobre mí, orinaba traspasando piernas y vestidos y, ni<br />
aún así Munch autorizaba un tiempo de descanso porque debía<br />
seguir, seguir (obsesivo) captando los detalles de mi rostro, de mi<br />
cuerpo, recreándolos con su pincel mojado, rápido, ansioso.<br />
El bisabuelo, precisaba Holger en una de sus historias, había<br />
sido jardinero en la casa que Munch tuviera en Ekely hasta el<br />
fin de sus días. Era quien protegía los cuadros cuando el artista<br />
descontento los tiraba, los pateaba y los dejaba a la intemperie<br />
para que el sol y la lluvia hicieran el trabajo final. Qué rabietas<br />
las de Munch, pensaba yo. Mas el bisabuelo sabía que era<br />
sólo inconformidad, nervios crispados, tormentas pasajeras,<br />
y comprendía esos espíritus modernos.<br />
En el verano Holger vivía con sus padres, todavía en Ekely,<br />
cerca de las propiedades de Munch, en la casa del viejo jardinero.<br />
Los padres lo consideraban un niño, aunque ya pasaba de los<br />
treinta. No había querido casarse, odiaba el matrimonio, como<br />
Munch. No confiaba en las uniones vitalicias, ni en el amor,<br />
como Munch. Esa temporada la dedicaba a la ebanistería.<br />
Podía reconocer la madera por el olor. El invierno era crudo<br />
y las personas no se visitaban, ni se tocaban ni besaban tanto<br />
para saludarse, como aquí. Era muy difícil tener amigos en<br />
Noruega, qué bella esta calidez que hallaba en el trato desde<br />
el primer momento. El trópico, suspiraba: ¡Ouh! Comía carne<br />
y vegetales todo el año, de ahí su color rosado y la fortaleza<br />
de sus músculos. (Su olor a fruta podrida, notaba yo.) Podía<br />
comerse una fuente de trozos de carne sazonada sólo con sal y<br />
limón. Poca sal y poco limón. Prefería el boliche y la palomilla,<br />
al filete y la riñonada.<br />
A medida que transcurrían las conversaciones, yo seguía<br />
teniendo –como capas de pintura sobre madera dura– varias<br />
historias, varias vidas de Holger. Otra vez creí entender que<br />
sus padres habían muerto, él era bedel de una escuela de<br />
enseñanza primaria y aprendía ebanistería con un tío durante<br />
el verano, en su casa (en la del tío). Pintor, ebanista, jardinero,<br />
bedel. De pronto quedaban anuladas las versiones sobre la<br />
Universidad de Oslo, los padres posesivos, el “Alma Mater”<br />
de la contemplación y el ocio, el bisabuelo jardinero y la casa<br />
en Ekely. Y todas sus historias me gustaban.<br />
Quería pintar paisajes noruegos, como Munch, pero los<br />
rostros de las personas que pondría en sus paisajes serían de<br />
otras partes del mundo. Salía a buscarlos porque los rostros<br />
de Noruega y sus alrededores habían sido acaparados por<br />
Munch, y algunos de los modelos que usó resultaron ingratos.<br />
Alguien (él mismo) debía concluir el Friso de la vida. También<br />
dijo ser el biógrafo de Munch. Viajaba todos los años a lugares<br />
donde la naturaleza fuera bondadosa, para pintar, para escribir,<br />
para olvidarlo todo. (Qué importancia debía darle yo a las<br />
variaciones, malentendidos, y a las discordancias temporales,<br />
si todo artista miente.) Pronto entre nosotros se estableció una<br />
comunicación perfecta.<br />
Admiraba las maderas preciosas. Tocaba la cama:<br />
“Ceedrro”, decía disfrutando una palabra que había conocido<br />
en español por mí. Y cuando yo escuchaba la pronunciación<br />
demorada en la e y forzando la ere a la francesa hasta<br />
25
convertirla en erre, sentía ganas de acostarme desnuda para<br />
que me contemplara junto al cedro. “Ceedrro”, repetía... y<br />
mis manos eran sus manos anhelantes bajando por los senos<br />
hasta el pubis. Imaginaba que era Erick el rojo, que haría una<br />
nave de maderas preciosas y yo escaparía con él atravesando<br />
los mares encrespados de Edvuard Munch. (Sus dedos/mis<br />
dedos subían y bajaban por rumbos previsibles: Tahití-el<br />
Ganges-Nueva Orleáns; Nueva Orleáns-Tahití-el Ganges.) Yo<br />
era una princesa bella, joven, llena de joyas, con vestidos, lazos<br />
y zapatos incómodos. Y le alcanzaría muslos de cordero para<br />
que comiera mientras remaba, y le escanciaría vino en la boca,<br />
y él me besaría en un momento de descanso y yo probaría el<br />
vino de su boca mezclado con el olor penetrante de la grasa del<br />
cordero, y el putrescente expelido por sus poros. ¡Ah, su grasa<br />
de vikingo carnívoro! No me preocuparía por las manchas del<br />
vestido blanquísimo, por el revuelo del pelo de miel que caía<br />
en mi cintura breve. Habría doncellas para ocuparse de ropas<br />
y cabello, lavar mi cuerpo en una tina con olores exóticos.<br />
Hasta me cansaría de tanto trapo de princesa, y las doncellas<br />
tendrían que avisarle: “Señor, señor, la señora anda desnuda<br />
por el corredor, delante de toda la servidumbre”. “Usen los<br />
ojos como Dios manda. Disfruten la imagen”, diría él envuelto<br />
en su túnica sencilla.<br />
Le enviaría un cheque todos los meses a mi madre para<br />
garantizar que la vecina la cuidara, la alimentara y se ocupara<br />
de leerle cartas, donde le contaría esas aventuras mías por el<br />
mundo. Paquetes de vitaminas poderosas, rejuvenecedoras:<br />
A, B, C, D, E. Chocolate nestlé. El tinte Clairol (con champú<br />
acondicionador) para su pelo encanecido, y la crema exfoliante<br />
Calgon. Yo estaría enamorada (segura económicamente) con<br />
residencia fija en un castillo. ¿El castillo de Ekely? Todo sería<br />
mío (él y su castillo). (Mi cuerpo se distendía cansado ya de<br />
tantos viajes: Tahití-el Ganges-Nueva Orleáns; Nueva Orleáns-<br />
Tahití-el Ganges.) Y el bisnieto del jardinero (jardinero él<br />
mismo, bedel, pintor, biógrafo, delirante, ebanista admirador<br />
del cedro) dejaba de ser vikingo y era el propio Munch y yo<br />
su Tulla Larsen, o una modelo anónima que compartía con él<br />
un vaso de cerveza y luego pasaba la lengua por los labios,<br />
insinuante, una manera de decirle que era puta y modelo, pero<br />
más puta que modelo, o que estaba allí para que me pintara<br />
y me atara a una cama de cedro (“deceedrro”...), y pasara sus<br />
dientes y su lengua fibrosa por mi cuerpo, como por la pierna de<br />
un cordero pre-histórico a quien quisiera “muchcho, taanto...,<br />
verimach”.<br />
II<br />
Conversación con los inspectores<br />
— ¿Cuánto tiempo estuvo en su casa?, habló El primero.<br />
—Una semana. De domingo a domingo, dije yo.<br />
— ¿Cuánto le cobró?, habló El segundo.<br />
—Nada.<br />
A partir de entonces El primero y El segundo alternaron<br />
las preguntas. Parecían una misma persona por el tono pero<br />
los distinguía la intención.<br />
— ¿Nada, y se hospedó en su casa toda una semana?<br />
—Fue por amistad... sin interés... Lo juro. Comía con mi madre<br />
y conmigo cada día y, a veces, yo paseaba con él. Le enseñaba<br />
la ciudad. No le cobramos nada. Créanme.<br />
— ¿Ni siquiera los gastos? ¿No hubo tampoco invitación a<br />
26<br />
cervezas, o la promesa de un viaje?<br />
— ¿Viajes? (Yo sonreía pensando en mis viajes íntimos, el placer<br />
de mis paseos por Tahití-el Ganges-Nueva Orleáns. ¡Ah, su<br />
grasa de vikingo carnívoro!) No, nada. Alguna cerveza cruda,<br />
sí, servida en jarra de vidrio, popular... y casi siempre era yo<br />
quien la pagaba.<br />
— ¿Verificó los datos del pasaporte?<br />
—No, ¿por qué habría de hacerlo?<br />
—Sepa que estamos hablando de un turista. Es decir, de un<br />
extranjero... ¿Sabe qué es un extranjero?<br />
—Algo de lo que nadie puede avergonzarse. A cualquiera le<br />
pasa, ¿no cree? (Me refería a que cualquiera puede ser extranjero,<br />
aunque no cualquiera turista. Los dólares y los euros hacen la<br />
diferencia.)<br />
— ¿De dónde era?<br />
—De Noruega.<br />
— ¡Lo sabía!, gritó aquel inspector cuyo rostro ya me era<br />
familiar.<br />
III<br />
La gente era interesada, recordaba yo que había dicho<br />
Holger. Quizás lo pensó mientras le mostraba la casa, y mi<br />
madre nos seguía en su sillón, a duras penas. ¡Ni pensar que<br />
hablara de nosotras! Por eso cuando dejó algunos billetes en mi<br />
mano, rápidamente los devolví a la suya. Mi madre me abría<br />
los ojos en señal de protesta. Y él volvía a tomarlos. Cómo<br />
podríamos cobrarle, hombre, argumentaba yo agrediendo<br />
el hígado cansado de mi madre que ya había planificado su<br />
chocolate nestlé, “el mejor”. No éramos interesadas. A pesar<br />
del “renterum”, no nos dedicábamos... a ninguna ilegalidad.<br />
Se confundía. Qué va. No hacíamos nada para vivir que no<br />
fuera honesto. No teníamos ahorros para viajar por el mundo,<br />
apenas algo para sostenernos... Pero sí había calidez en nuestro<br />
hogar, paz y orden, “¿verdad, madre?/¿zru, móder?” Se<br />
quedaría con nosotros, por amistad. (Mi madre veía cada<br />
vez más lejos su chocolate nestlé...) Bastaba. Se quedaría.<br />
El estudio tenía mesa de dibujo y una lámpara<br />
con suficiente luz. Pinceles, cartulinas,<br />
óleos, creyones, diluyentes, pigmentos,<br />
trementina, un frasco de aceite de<br />
linaza, y un balcón para mirar la<br />
noche, copiarla. Hacerla otra vez<br />
en el óleo, sobre papel, o sobre<br />
cartulina. Y los rostros, el mío y el<br />
de mi madre, eran suyos ya. (Y mi<br />
cuerpo, un regalo especial.) Se los<br />
dábamos para que los estudiara<br />
o los incorporara a la posible<br />
versión (versión casi fiel) de<br />
su Friso de la vida. A cambio<br />
de su amistad. Y para escribir:<br />
la misma mesa, bolígrafos,<br />
máquina underwood portátil,<br />
papel, e incluso podríamos<br />
contarle algunas historias reales<br />
o las inventaríamos... Si necesitaba<br />
familia, mi madre y yo estábamos aquí.<br />
“Wiaryuarfamily”. Y si quería ejercer la<br />
ebanistería, o practicar la carpintería de
emiendos, que mirara a su alrededor cuántos muebles de la<br />
casa necesitaban cola, reparaciones capitales, restauraciones...<br />
Todo de ceedrro... Y aunque inventara otros nombres, y se<br />
disfrazara de identidades obsesivas, era mi derecho decirle<br />
cuánto lo amaba: “Ailoviu verimach”.<br />
IV<br />
Conversación con los inspectores (final)<br />
— ¿A qué otros lugares iba con él?<br />
—A conocer gente, a verlas. Un día entramos en el cine, colados,<br />
y eso le gustó mucho. Otras veces al teatro, al ballet y a fiestas<br />
populares. Le divertía mucho colarse después de haber estado<br />
contemplando largo rato los grupos de gente, la composición<br />
plástica de aquel desorden cercano a la taquilla y a la puerta de<br />
entrada. El drama de la vida, decía en español limpio. Había<br />
anotado pacientemente la palabra colarse y su significación.<br />
No era picardía para evadir el pago. Era la emoción por estar<br />
fuera de la ley, haciendo algo sencillo. Un acto de reivindicación<br />
personal, de rebeldía secreta.<br />
—Además de anotar palabras y frases, ¿tomaba fotos, filmaba<br />
películas?<br />
—Sólo algunas fotos de personas, de grupos. Necesitaba ver<br />
esos rostros. Decía que aunque volviera a visitarnos, era poco<br />
probable encontrar nuevamente a esas personas. Y aunque las<br />
encontrara, serían otros ya. Que los cambios biológicos aquí<br />
eran más rápidos que en el resto del mundo. Él hablaba del<br />
movimiento, del cambio en las formas y en las esencias de los<br />
seres vivos. (“Inspectores”, dije solemnemente haciendo un<br />
aparte cuando vi que la conversación llevaba a la sospecha –y sé<br />
que toda sospecha es de esencia política–: “quiero que reflejen<br />
en ese informe mi actitud positiva: Que quede escrito: yo me<br />
sentía halagada con el privilegio que él concedía a nuestro<br />
país...”. Y agregué algo más del discursito previsible.)<br />
— ¿Cambios? ¿Movimientos? ¿Formas?<br />
—Decía que somos energía en movimiento. Sólo eso. Que los<br />
cuerpos se funden, que la energía se junta, pasa, crece, que<br />
no muere y que somos inmortales. Todos. Yo necesitaba esa<br />
esperanza, así sabría que el alma de mi padre tenía un lugar<br />
especial en el universo. Se lo comenté a mi madre pero ella no<br />
me hizo ningún caso. Es atea. Materialista vulgar le llamo yo.<br />
(¿Quién es este inspector?, me preguntaba yo. Su postura me<br />
recordaba a alguien, pero ¿a quién?)<br />
— ¿Que somos inmortales? ¿Está segura usted que hizo<br />
semejante afirmación? –dijo. ¿Mencionó algún nombre? ¿Acaso<br />
reveló cuál es el camino de la inmortalidad?<br />
—Sólo que el alma vive, escapa y retorna. Que la inmortalidad<br />
es el proyecto silencioso de cada hombre, la verdadera y única<br />
existencia. Que la vida mortal es un ensayo, un boceto. Apenas<br />
un entrenamiento.<br />
Los inspectores cerraron sus agendas. El primero la guardó<br />
en un portafolios negro, El segundo la colocó debajo del<br />
brazo, como si hubiera allí un portafolios negro. Se miraron.<br />
El primero, que parecía ser el jefe, dejó su portafolios sobre las<br />
piernas de El segundo. Interrumpió el discurso mío poniéndole<br />
un punto final, al parecer abrumado por el carácter absurdo que<br />
iba tomando la conversación. “Algo huele mal”, escuché que<br />
decía mientras yo lo miraba a contraluz. Arrogancia, desdén.<br />
¿Quién era, por Dios? Se había quedado paralizado sobre un<br />
fondo neblinoso y oscuro. En una mano el tabaco ceniciento<br />
y en la otra su bastón tocando el pie izquierdo. Los zapatos<br />
como al revés. El traje oscuro lo componía un pantalón, una<br />
chaqueta y una leva debajo de la cual podía verse un cuello<br />
blanco sobre una pechera roja. La barba y el bigote amarillos,<br />
muy descuidados, tapaban la boca que repetía el final de<br />
una palabra incomprensible. En el ojo izquierdo brillaba un<br />
monóculo. El monóculo de Karl Jensen-Hjell, recordé de súbito.<br />
Era él, así que comencé a revisar mis declaraciones. Por suerte,<br />
había sido discreta, misteriosa, y ambigua como requerían<br />
las situaciones complicadas. El hombre (Karl Jensen-Hjell,<br />
en persona) persistía en su postura teatral, y sólo recuperaba<br />
el habla para decirme autoritario: “Díganos a dónde fue... Es<br />
menester que lo encontremos”, ahora rogaba al decir la última<br />
frase. “Quisiera contestar esa pregunta”, dije sinceramente.<br />
“Usted escamotea información. Sepa que la próxima vez<br />
seremos intransigentes”, fue su respuesta (amenazante de<br />
nuevo) mostrándome sus manos enguantadas. Y ahí quedaba<br />
Karl Jensen-Hjell petrificado, igual que en el laminario de<br />
Munch que cada noche repasábamos Holger y yo. El segundo<br />
inspector se ocupaba de abrir la puerta para hacer más expedita<br />
mi salida de la oficina, sin notar la figura congelada de su<br />
compañero.<br />
V<br />
“Ailoviu Holger. Verimach... Oh, maigod”. Una semana en<br />
casa y éramos cómplices, teníamos una clave misteriosa que<br />
nos hacía vibrar. Cedro, palabra corriente que yo le regalara,<br />
la había cambiado para mí. Ahora tenía un matiz aristocrático:<br />
“ceedrro...”. Pero él no respondía ailoviutú. (Nervioso. Triste.<br />
Abrumado. Como obligado a huir, preparaba su equipaje):<br />
“Gracias”, nos decía. “Ustedes son ángeles”. Y miraba el sillón<br />
paralizado de mi madre. “No soy Holger”, confesó definitivo<br />
sacándose un peso de encima.<br />
“No me importa quien seas. Extranjero, turista, pintor,<br />
bedel, biógrafo... Quédate”, le rogué (recordando mi película<br />
preferida Algunos prefieren quemarse).<br />
“Soy un fantasma que vino de arriba (del cielo, quiero<br />
decir) para revivir pasajes de mi vida, y así ganar el derecho<br />
a la inmortalidad. (Condiciones, burocracias que, como en<br />
cualquier lugar respetable, debes cumplir.) Llevo muchos<br />
años haciendo la cola de la inmortalidad, una cola larguísima,<br />
tediosa, donde la gente se cuela y hace trampas. Como aquí en<br />
el cine, en el teatro y en las cafeterías. Yo mismo, te lo confieso,<br />
he hecho algunas engañifas para llegar a tiempo. ¡Ustedes no<br />
saben cómo está ‘la cosa’ allá arriba! En realidad le tocaba venir<br />
a Holger, el héroe danés, pero robé su identidad, su password.<br />
Me adelanté”.<br />
27
“Quédate. Mi madre y yo vamos a protegerte”. (No quería<br />
dejarlo ahora que por fin lo había encontrado.)<br />
El taxi llamaba insistente desde los bajos del edificio.<br />
Tres vecinos asomados a sus balcones señalaban a nuestro<br />
apartamento. (¿Cuál de los tres sería el espía, el que avisó de la<br />
presencia de aquel ser que ya se iba, insistiendo en su condición<br />
de fantasma?) Nunca sabría yo cuál de los tres vecinos dio parte<br />
a la policía, es decir, a los inspectores, a Jensen-Hjell… (Ésas<br />
son informaciones muy secretas.)<br />
“No puedo perder mi derecho a la inmortalidad. Son<br />
trámites engorrosos y debo seguirlos. No quiero que ustedes<br />
se sientan utilizadas. No fue mi intención. (Cuando digo que<br />
son ángeles, es cierto. Conozco a muchos ángeles, y algunos<br />
ya quisieran...) Vine porque debía estar una semana en un sitio<br />
donde me acogieran desinteresadamente, y pudiera ejercitar<br />
mi vida pasada. Fue maravillosa la estancia aquí pero ya debo<br />
irme. Han sido tan reales estos hechos que hasta el propio Karl<br />
Jensen-Hjell, descontento con el retrato que le hice y envidioso<br />
del número tan alto que tiene en la cola de la inmortalidad, ha<br />
venido a perseguirme, a destruir mis planes. Eso a pesar de<br />
saber que sin mí no sería nadie. ¿Quién es un figurante sin su<br />
retratista? NADIE. ¿Quién recordaría su nombre? ¡En lugar<br />
de cuidarme...! La ingratitud y la envidia, amiga, son armas<br />
poderosas”.<br />
¿Munch?, Munch... le grité cuando ya entraba al taxi y<br />
tomé conciencia de que se iba para siempre. Haciendo bocina<br />
con mis manos comencé a llamarlo pegada a la baranda del<br />
balcón, envuelta en una manta negra. Estaba tan mareada que<br />
podía caer. Un grito, mi grito: “Munch, Munch, Munch”, con<br />
todas mis fuerzas. Las energías cósmicas se arremolinaban en<br />
Alejandro<br />
González<br />
28<br />
Trata de mirar*<br />
-Júramelo.<br />
—Te lo juro. Te regalo mis bolas. Mira, tengo...<br />
— ¿Pa’ qué yo quiero bolas?<br />
—Te lo juro, de verdad.<br />
— ¿No se lo vas a decir a nadie? ¿A nadie? ¿A nadie? ¿A<br />
nadie?<br />
—A nadie, de verdad.<br />
— ¿Ni a Tato, ni a Pepe, ni a Aldo, ni a Machaco, ni...<br />
—A nadie, chica, de verdad... ¿Te vas?<br />
—No, voy a recoger la manguera. Me mandaron.<br />
— ¿Por qué no subes al techito y hablamos por la tapia? Mira,<br />
yo me subo por la cerca del gallinero y hablamos.<br />
— ¿Tú estás loco? Mi mamá no me deja.<br />
—No te demores. No te puedo ver por aquí.<br />
—Ya, me ensucié las manos. Siempre me toca recoger la<br />
manguera, después es que me dejan jugar. Yo prefiero recoger<br />
la manguera que botar la basura.<br />
— ¿Te la ensuciaste mucho? Mete una mano por aquí, yo te<br />
la limpio.<br />
—...<br />
torno de mi cuerpo. (Era incómodo y risible decir Munch en<br />
tiempo de seguidilla.) La noche era cerrada, fría, extranjerano-turista.<br />
El cielo parecía salpicado de grumos de sangre<br />
congelada: una lámina pintada con crayolas por un inocente.<br />
Mi rostro empalidecía con el estrés del acertijo. (Sin pretenderlo,<br />
estaba involucrada en el ejercicio final de un proyecto de<br />
inmortalidad. ¡Oh, maigod, tú que lo ves todo, mira qué bien<br />
me porto hasta con los fantasmas!, ¡qué grande es mi entrega!,<br />
¡qué desinteresada soy y sin embargo cuánto sufro! Yo, que<br />
sólo pretendo vivir aquí y ahora.)<br />
El taxi encendía sus luces y rodaba por la calle llevándose el<br />
fantasma de Munch en el asiento trasero. Él miraba esa desdicha<br />
y escuchaba el eco cada vez más apagado de mi grito. Hasta<br />
que por fin perdí su rumbo.<br />
El timbre del teléfono rompió la rigidez en la que habíamos<br />
quedado mi madre y yo después de estos incidentes y sus<br />
continuas quejas y rememoraciones. (Parecíamos también<br />
modelos de otro cuadro.) Tomé unos segundos para aplacar<br />
la agitación que provocó ese ruido persistente: “Yes, okey”,<br />
dije y dicté despacio la dirección de nuestra casa. “Is Holger,<br />
móder (comencé de nuevo a practicar mi inglés rudimentario<br />
y salvador. ¿Habían pasado años, meses, o sólo una semana?).<br />
Dentro de media hora estará aquí: ¡Holger, Holger! Recuerda<br />
madre: si los vecinos preguntaran quién es él, dirás que estamos<br />
recibiendo a un extranjero que vino por asuntos de trabajo, a un<br />
amigo nuestro, entrañable: Holger, el danés. No es turista pues<br />
trae visa familiar y pasaporte en orden”. Vi que en los ojos de<br />
mi madre se dibujaba un tramo infinito de chocolate, mientras<br />
pasaba un paño húmedo a la cama de cedro: “Los artistas lo<br />
complican todo, hija, pero los héroes son distintos”.<br />
—No te rías, de verdad, yo te la limpio, para que no te ensucies<br />
el vestido.<br />
— ¿Qué vas a hacer?... Fíjate...<br />
—Nada limpiártela con la mía o con el pulóver.<br />
—No me pongas ningún bicho, ¿oíste?<br />
—No, muchacha, no te voy a hacer nada, te la limpio y ya.<br />
Primero pasa una y después la otra. Ven.<br />
—Bueno, pero rápido, apúrate.<br />
— ¡Qué bonita la tienes! La mía es más grande. ¿Tú te pintas<br />
las uñas?<br />
—A veces, cuando mi mamá me deja y tiene dinero. ¿Ya?<br />
Dale, mijo...<br />
—Espérate un momentico. ¿Te la puedo besar?<br />
— ¿Pa’ qué?... ¿Ya?... Se acabó el tiempo.<br />
—Dame la otra.<br />
—No. Me voy a raspar con el ladrillo. ¿Quién hizo ese<br />
hueco?<br />
—No sé. Estaba así.<br />
— ¿Y eso qué es?<br />
— ¿Qué cosa?<br />
—Eso donde tú estás.<br />
—Ah, un cuarto de desahogo. Este patio tiene tres cuartos,<br />
dos que le dicen de desahogo y otro que está mejor, es donde<br />
duerme mi tío y tiene baño. Él se divorció y vino a vivir pa’cá.<br />
Tiene un santo atrás de la puerta. Dame la otra.<br />
—Me van a regañar, apúrate.<br />
—Esta no está tan sucia. ¡Qué bonita!<br />
— ¿Qué?... No hables tan bajito, no te oigo.<br />
—Que tienes la mano bonita... Nos van a oir.<br />
♣
© trata de mirar, Johann E. Tru-<br />
—...<br />
— ¿De qué te ríes?<br />
—Porque eres un cómico.<br />
—Te la voy a besar.<br />
—No te atrevas.<br />
— ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?<br />
—Te la quito. No quiero...<br />
—Yo sí.<br />
— ¿Eh?... Habla más alto, mijo.<br />
—Un besito y ya...<br />
—Ah, caramba, uno y ya, dale, apúrate.<br />
—...<br />
—Ya, no vaya a ser que me muerdas.<br />
—Espérate, pásala otra vez un momentico.<br />
— ¿Pa’ qué?<br />
—Un momentico, pa’ que me sientas el corazón.<br />
—No te oigo.<br />
—Pa’ que veas como tengo el corazón.<br />
— ¿Qué tiene?<br />
—Me brinca, dame la mano, ven.<br />
—...<br />
— ¿Lo sientes?<br />
—Sí... Ya.<br />
— ¿Viste?<br />
— ¿Tienes miedo?<br />
— ¿Yo?... No.<br />
—Mira el mío, pasa tu mano... y no te embulles.<br />
—A ver... La que tienes miedo eres tú, te hace tum, tum, tum,<br />
duro.<br />
—Igual que el tuyo.<br />
—Dame un besito tú.<br />
—No, quítala ya.<br />
— ¿Por qué? Dale. Igual que yo te hice.<br />
—No, mijo, no... tiene sudor.<br />
—Límpiala un poquito, eso no es nada...<br />
—Ah, qué bonito...<br />
—Así… ¿viste?<br />
—Eegg... está salada... quita.<br />
—Me gustó.<br />
—No te lo pregunté.<br />
—Sube por el techito un momentico y si...<br />
—Te dije que nooo, si me ven me van a castigar, ¿tú quieres<br />
que me vaya?<br />
—No, pero un momentico...<br />
— ¿Tú no oyes?<br />
—...<br />
—Mira, muchacho... con las cosas que dicen en mi casa de la<br />
tuya..., me ven encaramada allí...<br />
—Esta gente siempre está discutiendo, yo no sé...<br />
— ¿Nosotros vamos a discutir también? El otro día mi hermana<br />
llegó, uff, tardísimo. Estaban dando una película, mira, yo estaba<br />
en mi cama pero despierta, yo no sé qué hicieron mi hermana<br />
y el novio en la escalera, yo sé que empezó a pelear y terminó<br />
hablando de tu mamá, de tu abuela, de to’ el mundo... ¿Por qué<br />
en tu casa no se llevan con la mía?<br />
—No sé... ¿A quién tú quieres más, a mí o a Carlos?<br />
—Ay, mira que tú preguntas.<br />
—Dime.<br />
—A ninguno de los dos.<br />
— ¿Viste la camisa nueva que me compraron?<br />
—No.<br />
—Me la trajo un tío mío de afuera. Tiene unos carros alante,<br />
así, buenísimos, de carrera.<br />
—A mí me compraron unas medias en la shoping.<br />
—Tú a mi me gustas cantidad.<br />
— (shuip) Mentiroso.<br />
—De verdad. Me gusta verte cuando bajas al patio a ver las<br />
peceras y recoger la manguera.<br />
— ¿Qué peceras, muchacho? Aquí no hay peceras... ah, tú<br />
estás... mira...<br />
— ¿Y esas piscinitas que son?<br />
— ¿Esas? Canteros, eso no son peceras, tienen agua pero no tienen<br />
nada... peceras ni peceras... cuando yo digo que tú estás loco, mira<br />
como tienen matas y aquel tiene una peste...<br />
—Yo creía... Entonces, ¿te lo vas a subir o no? Ahorita te llaman...<br />
Por esta que no se lo voy a decir a nadie, es un secreto.<br />
—Tú verás que nos van a ver...<br />
—Después por la noche yo subo a tu casa y nos sentamos con<br />
la almohada en las piernas, como siempre... Dale rápido.<br />
—Júramelo otra vez.<br />
—Te doy mis bolas, son cuatrialetas, mira, y con colores.<br />
—Por eso no, ¿pa’ qué yo quiero bolas?<br />
—Bueno, por lo que quieras, por lo que tú me pidas.<br />
— ¿De verdad? ¿Por lo que yo quiera? Mmm... déjame pensar...<br />
por el barco blanco.<br />
— ¿Por el barco?<br />
—Por el barco, si no, no.<br />
—Ta’ bien. Yo le digo a mi mamá que te lo presté. Dale.<br />
—Una vez y ya, rápido y ya... fíjate, ¿Y tú qué estás haciendo?<br />
Tienes la cara con sudor.<br />
— ¿Yo? Nada. Aquí hay calor...<br />
— ¿Qué estás haciendo? Tú te salvas que yo no te puedo ver.<br />
Dime qué estás haciendo.<br />
—Nada, de verdad. ¿Tu quieres mirar? ¿En serio?<br />
29
—Claro, y estamos parejo.<br />
—No, tú primero...<br />
—Ah, caramba... mira que tú repites las cosas, ya me tienes...<br />
vaya...<br />
—Dale, súbetelo.<br />
—Fíjate, rápido... y acuérdate que me juraste.<br />
—Ya, si viste bien y si no...<br />
—No me diste tiempo, te pusiste muy para allá y el hueco no<br />
me deja...<br />
—Ahora tú, te toca. Lo siento, te dije que una vez y ya.<br />
—Me siento una cosa así en la cara, como si tuviera fiebre... o<br />
pinchitos...<br />
—Yo en el estómago, es como...<br />
— ¿Tú tienes fiebre en el estómago? Déjame reírme...<br />
—No te rías más, me voy a ir... que fiebre ni fiebre, es una cosa<br />
rara, así...<br />
—Usted lo que tiene es hambre... ¿no merendaste cuando<br />
llegaste de la escuela?<br />
—Qué merienda ni merienda, en esta casa dice mi mamá<br />
Norge Céspedes<br />
Díaz La mesa está servida<br />
Un pedazo de nuestra madre está servido en la mesa, mis<br />
hermanos y yo no le quitamos los ojos de encima, se ve a la<br />
legua lo bien cocinado que está, la promesa de ser la carne dócil,<br />
la carne suave y jugosa que nos gusta y masticaremos gandidos<br />
como si se tratara del último bocado de nuestras existencias.<br />
Nos hemos aguantado a duras penas; para distraernos y no caer<br />
en la tentación, cruzamos y descruzamos los cubiertos sobre<br />
el mantel, reinstalamos nuestros nombres en la jarra de cristal<br />
con agua fría cada vez que los borran las gotas que corren por<br />
fuera, o nos damos pataditas de advertencia cuando alguien<br />
parece a punto de lanzarse irremediablemente sobre el plato,<br />
un acto inaceptable en esta casa, donde para empezar a comer<br />
todo el mundo debe estar reunido a la mesa. El lugar vacío<br />
ahora pertenece a mi madre. Ella, o lo que queda de ella, trastea<br />
en la cocina, pero no demora más de cinco minutos en volver<br />
de nuevo junto a nosotros: ya casi están el arroz blanco, que a<br />
duras penas consiguió en el mercado, y la infusión de flores de<br />
romerillo y hojas de limón (según ella muy nutritiva y sabrosa,<br />
según nosotros un horroroso cocimiento, que aceptamos sólo<br />
porque no hay más nada. Esperar este poquito de tiempo no es<br />
razón suficiente para ponernos así desesperados como nunca<br />
antes nos habíamos puesto, debiéramos ser más comprensivos,<br />
porque incluso, si hoy nosotros aguardamos por ella, lo usual<br />
es que ella aguarde largamente por alguno de nosotros:<br />
muchachos como somos, nos entretenemos por allá atrás<br />
por el patio en cualquier bobería, sin percatarnos de la voz<br />
llamándonos insistente porque la comida se enfría.<br />
Quisiera saber qué está sucediendo dentro de nosotros,<br />
pero no logro sacar nada en claro por más que me esfuerzo<br />
y, lo peor, disminuye a grandes tramos mi capacidad para<br />
pensar en otra cosa distinta al pedazo de carne ese. En mi<br />
cerebro se ha instalado fija, enfermiza, una escena donde<br />
30<br />
que no hay nada de comer, y mi papá que hace días no<br />
viene no le ha traído el dinero... pero, dale, que te toca...<br />
no te hagas.<br />
—Tengo que ver si no viene nadie por el patio...<br />
—Me tengo que ir, dale, mijo...<br />
—Bueno... mira.<br />
—Ay, mijo... Me voy, mi mamá me llama... descarao.<br />
— ¿Te gustó?... Espérate, oye...<br />
—Dime rápido, ya mi mamá me llamó...<br />
—Yo no oí nada...<br />
—Me llamó, mijo... ¿qué me vas a decir?... rápido.<br />
— ¿Ya somos novios?<br />
—No sé. Me voy... cuando vengas por la noche y nos sentemos<br />
juntos con la almohada en las piernas te digo, me voy... y no<br />
me llames más porque no voy a bajar...<br />
—Oye, mira, espérate, ven acá... la última vez....<br />
—Ammm... dime...<br />
—Las bolas...<br />
— (shuip). ♣<br />
*Premio de Cuento para Niños. Juegos Florales de Matanzas 2006<br />
aparezco contentísimo, con los labios grasosos y la boca llena…<br />
¡masticando! Debe ser la misma que una y otra vez rueda<br />
por las cabezas de mis dos hermanos, sin que tampoco ellos<br />
consigan detenerla, impotentes como yo, ignorando como yo<br />
qué hacer contra la impotencia si uno se encuentra impotente.<br />
¡Qué lindo!: ¡Impotentes contra la impotencia!<br />
¡Mi hermano más pequeño ha vuelto a ensimismarse con<br />
la carne! Le doy una patada en la rodilla todo lo fuerte que<br />
puedo, por un instante se queda sorprendido, pero luego se<br />
queja de dolor, recita –en voz baja, con rabia contenida– buena<br />
parte de su repertorio de obscenidades y, calmado ya un poco,<br />
fija en mí sus ojos, me acosa, me acusa, pregunta con ellos por<br />
cuál motivo lo he castigado así, pues hasta ahora los golpes<br />
por debajo de la mesa han sido tiernas pataditas de advertencia,<br />
suaves casi hasta la jarana, hasta la complicidad. Mi hermano<br />
más pequeño quedará sin respuesta, no entendería, sería gastar<br />
saliva por gusto y empeorar las cosas, se pondría como una<br />
fiera al saber que dejé su rodilla ardiendo por castigar en él<br />
este mismo entusiasmo con el cual yo he codiciado el plato que<br />
humea en el centro de la mesa, no obstante mis esfuerzos por<br />
evitarlo. Se pondría más furioso todavía en caso de recordar al<br />
Santo Hermano Mayor presto siempre a catequizar, leyéndoles<br />
aquellos dos versículos de la Biblia donde se pregunta por qué<br />
un hermano mira la basurita en el ojo de su hermano, si antes<br />
no ha distinguido la viga en el suyo. Pensándolo bien no hay<br />
motivos para temer esto último, no lo creo capaz de recordar<br />
una sola palabra de los versículos, menos al cabo de una semana<br />
de escucharlos, menos si estoy seguro de que le entran por<br />
un oído y de inmediato le salen por el otro, como si nada, los<br />
fragmentos de la Biblia y de los libros de fábulas, poesías y<br />
cuentos que a veces mi madre me hace leerles, acostados en mi<br />
cama, a pura lucha contra sus deseos de salir a jugar al patio.<br />
Pasma la indiferencia con la cual asumen lo ajeno a correteos,<br />
saltos y forcejeos físicos a los que se entregan tan pronto<br />
hallan un pedacito de tierra más o menos descampado. Por<br />
ser muchacho sé mejor que nadie que jugar no es una tontería,<br />
es divertidísimo como ninguna otra cosa y yo mismo disfruto<br />
uniéndome a ellos cantidad de veces, pero no estoy de acuerdo
con que eso sea lo único que tenga metido en la cabeza una<br />
persona: hay tanto que no sé y quisiera saber, tanto mundo<br />
por ver, tanto de todo y por todos los lados a la misma vez.<br />
Por ahora ellos no entienden nada de esto, quizás dentro de<br />
algún tiempo sea distinto, si por entonces ya tienen una gota<br />
de seso y, por tanto, han evolucionado hasta ser algo más que<br />
un par de animalitos alborotadores.<br />
Mi hermano más pequeño se mueve ruidosamente en su<br />
puesto, se mueve otra vez: sabe que ha encontrado la manera<br />
para obligarme a mirarlo, lo hago, él sonríe y con aire triunfal<br />
se levanta de la mesa, sobre la silla coloca el pie castigado, la<br />
parte donde lo golpeé está enrojecida, se observa también una<br />
leve marca de betún: con los dedos untados de saliva trata de<br />
borrarla, pero enseguida abandona su intención y baja el pie,<br />
se sienta de nuevo, anuncia que mantendrá todo donde se<br />
encuentra para enseñárselo a nuestra madre cuando venga.<br />
Haz lo que quieras, digo. Me finjo el imperturbable, el que<br />
nada le importa, y retomo el silencio con blindaje a prueba de<br />
ellos dos: sólo mostrando indeferencia habrá posibilidades de<br />
disuadirlo: si sospecharan mi preocupación por su amenaza<br />
correrían con el chisme a la cocina. No deseo que mi madre<br />
se entere, cuando nos maltratamos se pone como loca, y me<br />
he prometido no darle más dolores de cabeza: el médico<br />
diagnosticó fatal para su vida que siga cogiendo tantas luchas.<br />
No siempre la fuerza de voluntad me ha respondido para seguir<br />
al pie de la letra mi promesa. Sin embargo, para no ser tan duro<br />
conmigo, debo reconocer mis deseos de hacer lo posible, no<br />
obstante lo difícil de ser parecido a como mi madre ha soñado<br />
que yo sea, en medio de un enfrentamiento no sólo contra mi<br />
mismo, sino también contra dos adversarios poderosísimos:<br />
mis hermanos. Ahora mismo están ahí arrimados uno encima<br />
de la oreja del otro, probablemente conspirando, paladeando<br />
la magnitud del daño que me infligirían en caso de hacerme<br />
caer en desgracia ante mi madre, sin pensar que el daño más<br />
que a mí se lo producirían a ella, a quien nadie debe molestar,<br />
a quien nadie debe dar dolores de cabeza. Eso no les importa,<br />
continúan con sus maquinaciones, cuchichean entre tontas<br />
risitas y al desarrimarse, en señal de pacto, chocan las manos<br />
con fuerza, y las enredan en un extravagante ritual de saludo<br />
que han practicado horas enteras hasta repetirlo con exactitud<br />
coreográfica. Los ignoro. Me hacen muecas: tuercen ojos, sacan<br />
lengua, se estiran orejas, labios, nariz. Como sigo sin prestarles<br />
atención, se molestan y uno de ellos, no veo cuál, acierta en mi<br />
ojo derecho con una bolita de fango endurecido que seguro<br />
traía pegado en los zapatos, aunque sabemos que al entrar hay<br />
que limpiarse bien las suelas. ¡Comemierdas!, les voceo. El ojo<br />
me pica, algo de tierra me cayó adentro, empleo el borde del<br />
mantel para tratar de retirarla. Mis hermanos son especialistas<br />
en tirar cosas. Por milímetros no averiaron mi cráneo con una<br />
piedra la otra tarde. Me perseguían, después que les arrebaté<br />
y liberé un lagartijo que torturaban. Con las últimas fuerzas,<br />
aterrado por el recuerdo de la piedra cruzándome por encima<br />
como un misil, entré a la sala para tratar de salvarme. Tan<br />
pronto di los primeros pasos, me detuvieron en seco gritos<br />
feroces acusándome por el fanguero que había armado en el<br />
piso. Era tía Miriam que, como todos los domingos, limpiaba<br />
la casa porque nuestra madre no puede: cero esfuerzos físicos,<br />
ordenó el médico. Ellos quedaron afuera, en la entrada,<br />
pegados a la pared, riéndose de los regaños que me gané.<br />
Desconsiderados es lo que son –decía.<br />
Acabarán con su madre si siguen así –decía.<br />
Encima de ella y comiéndosela viva: ¡sus mismos hijos!<br />
–decía.<br />
Unos alacranes es lo que son –decía.<br />
Como casi todo el mundo, tía Miriam se equivoca pensando<br />
que los alacrancitos devoran a sus madres. Según leí en una<br />
enciclopedia, se les suben encima durante unas semanas –para<br />
protegerse– pero luego, cuando ya se valen por sí mismos,<br />
bajan sin haber dañado nada, sin haber dado el más mínimo<br />
dolor de cabeza. De nosotros, en cambio, no puede decirse lo<br />
mismo. Desde pequeños estamos encima de nuestra madre,<br />
sorbiendo sus fuerzas, esclavizando su vida a los montones<br />
de necesidades y caprichos que tenemos y nunca parecen<br />
acabar: hoy una cosa, mañana otra: siempre así. “Hasta su<br />
enfermedad tuvo que ver con tanta lucha como le dan ustedes”,<br />
ha dicho tía Miriam alguna vez. Incluso, ahora mismo, un<br />
pedazo de nuestra madre está servido en la mesa y de un<br />
momento a otro lo engulliremos. Nuestra propia madre fue la<br />
de esta idea. Como últimamente en la ciudad falta la carne y<br />
cuesta un mundo si aparece, llevábamos cerca de dos meses<br />
sin probarla y no podíamos seguir un día más así: jóvenes en<br />
constante crecimiento, requerimos de su consumo estable.<br />
Requerimos también otras cosas, igualmente en falta, pero<br />
necesitamos sobre todo la carne, que es lo que más nos gusta<br />
y reclamamos. Para garantizarla, desde hoy ella decidió<br />
comenzar a rebanar carne de su propio cuerpo, hasta tanto<br />
vinieran tiempos mejores. Nos pidió no alarmarnos, el sacrificio<br />
no la perjudicaría en nada, masas se le sobraban y, además,<br />
cualquier madre haría lo mismo en su situación. Quedamos<br />
conformes con sus razones y prometimos complacerla como<br />
buenos hijos, cuando quisiera nos la comeríamos con mucho<br />
gusto, rebanada tras rebanada. De hecho, estamos a punto de<br />
comenzar a hacerlo. ♣<br />
©ausencia, Johan E. Trujillo<br />
31
Daniel Díaz<br />
Mantilla<br />
carmen<br />
abre sus ojos y el brillo solar impregna sus pupilas.<br />
Un segundo atrás todo era calma, silencio que el mar poblaba<br />
sin término de letanías. Un segundo atrás flotaba en penumbras,<br />
consciente a medias de la mañana, con los párpados cerrados<br />
y las olas disolviendo en laxitud el rumor de la calle. Ahora el<br />
día estalla en los cristales y cae sobre las sábanas sacándola del<br />
sueño, iluminando con intensidad inusitada esa otra dimensión<br />
de su existencia.<br />
Demasiado calor, piensa. Se ha cubierto la cara como para<br />
retener un poco más la noche; y aunque el sudor rueda por<br />
su piel y la incomoda, prefiere el calor a ese brusco erguirse<br />
en la vigilia. Transitar de la paz a la prisa en un instante, sin<br />
escalas, es dejar atrás una parte de sí, piensa, e imagina un<br />
halo que se esfuma, una estela sobre el verde oceánico donde<br />
su cuerpo flota otra vez en plena calma. Pero el calor persiste<br />
y Carmen rueda sobre el colchón, casi con furia deseando que<br />
este despertar sea todavía otro sueño.<br />
Se incorpora, aparta el cerquillo de su frente y mira afuera. Un<br />
cielo incontestable y limpio como la felicidad la acoge: ¿Qué es la<br />
felicidad?, se pregunta y ese remanente de sonrisa en sus labios<br />
comienza a borrarse en el hastío de amanecer de nuevo al mismo<br />
ciclo: trabajar, trabajar, envejecer lentamente sin esperanzas de<br />
cambio. ¿Y quién puso en ella la ilusión, quisiera inquirir, no trajo<br />
Pandora en su caja también la esperanza?<br />
Ya basta, murmura recogiéndose el pelo en un moño. Mira<br />
en el espejo esos vellos demasiado oscuros que han empezado a<br />
crecerle en las aréolas. Con desgano se palpa recordando su sueño.<br />
Algo, una mano tal vez le acariciaba los muslos desde abajo, el<br />
sol quemaba su piel desnuda sobre el agua. Después la mano se<br />
hizo diente, fue el oleaje y la confusión, su cuerpo hundiéndose<br />
en profundidades de asfixia y esa sensación de ser arrancada de<br />
golpe. Mientras recoge su bata recuerda que hubo placer en ese<br />
ahogarse, su carne maltratada por las olas, rota a dentelladas,<br />
llenándose de un líquido cálido.<br />
Con los pezones erectos, excitada a medias y a medias<br />
harta, mira el bulto yacer sobre la cama. Hubo días en que ese<br />
bulto sació su calma. Entonces el horizonte parecía alcanzable,<br />
despertar era fundirse en un abrazo largo con la vida. Se<br />
amaban y el tiempo fluía en claridades estables, pero esos<br />
días pasaron.<br />
Se viste, observa al bulto respirar ajeno y se va hasta<br />
la cocina. Mecánicamente vierte el polvo en el filtro, llena<br />
el tanque de la cafetera y enciende la hornilla. Piensa en<br />
32<br />
Café, sueños, un futuro habitable<br />
los años que ha perdido en esa inútil sucesión de actos sin<br />
trascendencia, viviendo como sonámbula entre paredes que<br />
el sol y la humedad cuartean, como sonámbula viendo en la<br />
pantalla los rostros de los actores saltar de una telenovela a la<br />
siguiente, envejeciendo. Treinta y dos años, piensa y coloca la<br />
cafetera sobre el fuego.<br />
Tantea los bolsillos de su bata, extrae un cigarro y lo prende.<br />
Se recuesta a la meseta, fuma achicando los ojos, ansiosa, y mira<br />
la llama azul del gas quemar sin humo. Treinta y dos años,<br />
y de ellos diez aquí, soportando el embate de interminables<br />
tormentas, las horas cayendo a su espalda como el mudo hilo<br />
de polvo en un reloj de arena, muda ella misma, la carne ya<br />
apagada en lento desconsuelo.<br />
Un río negro mana por el ojo surtidor y llena el vaso. La<br />
habitación se carga de un aroma dulce. Carmen sirve el café,<br />
sorbe de su taza e intenta no pensar. ¿Qué sentido tiene todo<br />
esto?, se pregunta apagando la hornilla.<br />
Sus ojos recorren el esmalte pringoso de la cocina, los<br />
quemadores oxidados. En un gesto brusco abre al máximo<br />
las llaves. Luego vuelve a recostarse, fuma y sorbe su café<br />
dejándose ir. El reflejo de la bombilla irradia en su taza. La vida<br />
es dura, se dice, demasiado dura, y recuerda esa mole sobre el<br />
colchón, vencida y lamentable, tan distinta hoy de aquel que<br />
alguna vez, hace tanto, describiera para ella un futuro hermoso<br />
y habitable. Quisiera no culparlo, pero el llanto anega sus ojos<br />
y esa gota que baja por su mejilla lleva concentrada en sí todo<br />
el cansancio, todo el desamor que los aparta.<br />
Dios juzga a los hombres por las lágrimas de sus mujeres,<br />
piensa secándose los ojos, ¿pero a las mujeres cómo las juzga?<br />
Sonríe con tristeza observando las paredes despintadas, los<br />
platos amontonados en el fregadero. ¿Y quién juzga a Dios?,<br />
murmulla todavía.<br />
El gas brota con un silbido leve. Carmen cierra los<br />
párpados, apoya su cabeza mareada en las baldosas y sueña<br />
un mar profundo, frío, solitario.<br />
Despierta al fin. El brillo solar impregna sus pupilas<br />
encegueciéndola. Un segundo atrás todo era calma, silencio que<br />
el gas poblaba de interminables letanías. Ahora ese bulto yace<br />
a su lado en el colchón, exánime. Ella se levanta sin ruido, pero<br />
el bulto gira sobre las sábanas:¿Qué hora es?, pregunta.<br />
Carmen se viste sin mirarlo. Él se incorpora a medias,<br />
bosteza y le sonríe: ¿Pasa algo? Silencio. Ella respira hondo y<br />
termina de arreglarse, estudia su imagen en el espejo, recoge<br />
sus llaves, su cartera, y se marcha.♣
usos<br />
Cincopoetas<br />
contemporáneos<br />
Valery<br />
Shamshurin<br />
Traducción de<br />
Juan Luis<br />
Hernández Milián<br />
1939<br />
Viajé por todo el país, trabajé como director de<br />
una escuela rural, mis intereses como periodista<br />
me llevaron a las construcciones de Siberia<br />
y Kamchatka y a las montañas del Cáucaso.<br />
Visité Bulgaria, Japón y Francia, pero de todos<br />
modos, mi tierra natal es para mí lo más querido.<br />
Mi carrera de escritor no ha sido fácil, pero ya<br />
trabajara en la televisión, en un periódico o en<br />
una editorial, la literatura siempre ha ocupado<br />
el primer lugar en mi vida.<br />
En el <strong>Año</strong> Internacional del Idioma Ruso<br />
la revista Matanzas entrega en exclusiva<br />
estas traducciones del poeta Juan Luis<br />
Hernández Milián realizadas especialmente<br />
para esta edición.<br />
E n el monasterio de Solovki<br />
viví una feliz semana,<br />
por las noches me iba de la cama<br />
a vagar por los prados misteriosos.<br />
Las mediasnoches eran claras,<br />
las hierbas húmedas brillaban,<br />
parecía que alguien tocara un caramillo<br />
en medio de la niebla transparente.<br />
La tierra y el cielo, todo alrededor,<br />
irradiaba una belleza tal<br />
que yo anhelaba ser estrella<br />
o flor abierta.<br />
Por los prados encontraba caballos<br />
que vagaban pensativos,<br />
siguiendo con sus ojos afligidos<br />
la vida de las trémulas sombras.<br />
¡Ah, sería posible, que con la misma fuerza<br />
que yo, ansiaban la inmortalidad<br />
pero no podían ser<br />
inmortales?<br />
33
Boris<br />
Celezniov<br />
34<br />
1953<br />
Nací el 19 de octubre de 1953 en Gorki, en un callejón<br />
que ya no existe entre las calles Gogol y Zalomov. Vale<br />
la pena señalar que estos lugares, en aquel tiempo, eran<br />
magníficos por sus valores patrimoniales intactos, cuyos<br />
elementos, como lo percibo yo, no se han perdido en la<br />
actualidad. El tiempo sin embargo transcurría… y como<br />
la mayoría delos muchachos de nuestras calles, terminé<br />
la escuela, serví en el ejército, trabajé de carpintero, de<br />
mecánico y de constructor de trolebús. Siempre escribí<br />
versos pero a respetarlos me enseñó el poeta de Nizhni,<br />
Víctor Kumakshev.<br />
M<br />
Evgueni<br />
M<br />
Erastov 1963<br />
Nací en Gorki el 1ro de junio de 1963. Aquí en el mismo<br />
centro de Nizhni Novgorod en la Calle Studiena<br />
transcurrió mi infancia; después de terminar la<br />
enseñanza media ingresé al Instituto de Medicina de<br />
Gorki en cuyo periódico por primera vez publicaron mis<br />
poemas. Desde el segundo año frecuentaba los talleres<br />
literarios de la ciudad. En 1992 defendí mi Candidatura<br />
y al mismo tiempo ingresé en el Instituto de Literatura<br />
(cursos a distancia). En 1993 apareció “Nube”, mi primer<br />
libro. Trabajo en la academia de medicina de Nizhni<br />
Novgorod como docente.<br />
¿Por qué escribo? ¿Vale la pena escribir acaso? El artista<br />
se hace esta pregunta una y mil veces. Creo infinitamente<br />
en la poesía, creo en las inagotables posibilidades del<br />
verso clásico. Negar la rima, negar el ritmo es negar toda<br />
justa proporcionalidad, finalmente, es negar la música<br />
i callejón<br />
vive hasta el momento<br />
en medio de los cables de alta tensión<br />
y las calles espejeantes<br />
aunque lo demolieron hace tiempo.<br />
Pero, miren,<br />
de pronto, vuelven todas sus cosas.<br />
A través del “marketing”, las vidrieras y “los<br />
merceds”<br />
y por las chimeneas de las estufas<br />
el humo sube al cielo.<br />
En los jardines hay casitas,<br />
como abrazando los bosques.<br />
Mi mundo por siempre<br />
es joven.<br />
Mi padre, joven.<br />
Joven, mi madre<br />
y todos mis hermanos...<br />
Al atardecer sobre las casas<br />
fulge la Estrella de Belén.<br />
Y nuestro ángel<br />
no nos abandona,<br />
ni el árbol milagroso<br />
todos los años en el hogar<br />
por navidades.<br />
Y, por hacer rabiar a todos,<br />
sin permiso,<br />
mi callejón<br />
vive hasta el momento,<br />
y los jóvenes se deslizan por las pendientes.<br />
iro como si estuviera ante<br />
un milagro: ¡el hielo del lago se quiebra a los<br />
ojos míos!<br />
no soy, por el frágil hielo, un caminante,<br />
mas, a mi piel recorre un temblor inquietante<br />
como si al corazón se acercara un resfrío.<br />
¿Acaso temo que no pueda salvar<br />
el pellejo cual álamo sobre la pendiente?<br />
Lo que yo temo es que todo vaya a dar<br />
a un claro del hielo y entono una canción trivial,<br />
temeroso del invierno inminente.<br />
¿Acaso lo que me aterra<br />
es perder el banco junto al lago, el puentecito,<br />
las semillas de los hongos contritos<br />
y que del anémico abedul caiga por tierra<br />
un mechón de sus rubios cabellos descuidados<br />
y el aliso con sus crujidos desgarrantes<br />
y las decrépitas lágrimas que he llorado<br />
y estos versos insignificantes?
Víctor<br />
Kumakshev<br />
Nací en Gorki el 26 de febrero de 1935. Mi padre era<br />
un empleado. Mis primeros libros fueron los cuentos<br />
de Pushkin. En 1943, escribí mi primer poema, como es<br />
natural, sobre la guerra, ya que mi padre y mi hermano<br />
mayor (actor, alumno de Meyerjold), estaban en el<br />
ejército. Desde entonces escribí versos constantemente<br />
pero sólo a los diecisiete o dieciocho años me preocupé de<br />
ellos con seriedad. Al desmovilizarme del ejército empecé<br />
a trabajar como tornero en la fábrica de automóviles<br />
de Gorki y al mismo tiempo ingresé al Instituto de<br />
Literatura Gorki. En 1960 dejé la fábrica y me dediqué<br />
al periodismo.<br />
En 1964 se publicó mi primer libro Llamadas de mi<br />
Marina<br />
Batjo<br />
1935-1997<br />
La más temprana memoria es la memoria de las<br />
sensaciones. Un sonido, un color, un aroma en especial,<br />
con facilidad se pueden producir en los objetos (en ellos<br />
consiste todo) enormes y vagos ahora, antiguos lienzos.<br />
Enormes porque mi percepción del mundo comenzó por<br />
la grandiosidad. La casa grandiosa de mi abuela Anna<br />
Fiodorovna Istómina, en la aldea enorme, el cerezo<br />
nudoso que crecía ante ella, entrando por las ventanas en<br />
la inmensidad de los prados anegados del norte. El cielo,<br />
el espacio, el silencio. Toda esa grandiosidad también<br />
originó las sensaciones. Y no se van a convertir en algo<br />
de la conciencia, y mucho menos, jamás se convertirán<br />
en algo comprensible. Este miedo (la primera sensación)<br />
ante la inmensidad del cielo, el espacio, la eternidad), el<br />
asombro y el amor (al igual que las ansias permanentes<br />
de ser y vivir) ahora también surgen cada vez que me<br />
encuentro ante la Grandiosidad. Comencé por esto.<br />
Todas las múltiples sensaciones secundarias con los<br />
años se reconocieron, y fundieron, se reprimieron o<br />
liberaron, en una palabra, se modificaron. Pero, el miedo,<br />
el asombro, y el amor siguieron siendo mi esencia.<br />
A<br />
través de los siglos<br />
y de todo lo que hay en este mundo,<br />
a ustedes los enamorados<br />
llegan de nuevo las leyendas<br />
de Romeo y Julieta<br />
de Mendzhnun y Leila.<br />
Lo sé, lo sé,<br />
sonríe el cínico con malicia<br />
diciendo: este siglo no es igual,<br />
y nosotros no somos aquellos hace tiempo.<br />
Mas, la esencia de las leyendas<br />
queda indiscutible:<br />
el afán secular por la pureza,<br />
por lo sublime,<br />
por aquello<br />
que de un siglo a otro,<br />
de la masa de carne<br />
esculpe al Hombre.<br />
L<br />
os versos no me gustaban en mi infancia,<br />
me atraía, más que su melancolía,<br />
el limo verdoso en los bancos de arena<br />
de algún tranquilo río.<br />
Me bastaban el sol, las nieves,<br />
las ventiscas y el rocío matinal<br />
para las canciones de tristeza y alegría<br />
y para mi descanso, los asombros y el ensueño.<br />
Recuerdo cómo, tarde en la noche,<br />
silenciosa, salí a la oscuridad<br />
y lloré mirando a las estrellas<br />
sin saber yo misma, por qué...<br />
Una infinita ternura se tendió<br />
sobre la hierba y los pinos y el musgo...<br />
Sé que aquel desconsuelo<br />
fue mi mejor verso.<br />
35
punt<br />
H oy he encontrado en mi buzón madrileño, entre la papelería<br />
publicitaria que a diario boto, sin apenas detenerme a mirar,<br />
un sobre con mi nombre y mis nada comunes apellidos,<br />
correctamente escritos, finamente impresos en dorado, con<br />
encaracoladas letras de cajas de talco. Toda una gentileza.<br />
No soy muy dado a rellenar formularios ni encuestas, ni<br />
a solicitar información sin compromiso como subrayan los<br />
impresos comerciales de ciertas entidades. Ello no me salva<br />
de verme inundado de propaganda comercial como cualquier<br />
otro mortal. Hasta esta mañana era algo con lo que, muy a<br />
pesar, uno va conviviendo. Pero ahora este sobre rompía la<br />
cansada rutina de tirar a la papelera no menos de diez envíos<br />
de variopinta procedencia y formatos tan disímiles que van<br />
desde tarjetas de maquinita, octavillas fotocopiadas, folios<br />
impresos en computadora, folletos muy manuables en off set<br />
y otros en formatos incómodos, con todo el brillante colorido<br />
de la imprenta moderna y los consabidos diseños de pésimo<br />
gusto de que son objeto.<br />
Veo como también los vecinos tiran a la basura<br />
indiscriminadamente toda esa bazofia. Las papeleras no dan<br />
abasto. Pero los emisores no se detienen. Contratan empresas<br />
de consulting, crean equipos de encuestadores y roban o<br />
compran mailing a centros de estudios reales o falsos. Así<br />
la propaganda comienza a llegar con tu nombre, tus señas,<br />
y a veces hasta con tus intereses. Alcanza la sutileza de un<br />
detective privado. Ha adquirido la condición de moda: ahora<br />
es una propaganda personalizada.<br />
Mi carta personalizada me comunicaba que había sido ganador<br />
absoluto de un premio fabuloso, y que para recibir el mismo<br />
debía realizar una compra por no menos de tal valor. Ello me<br />
daba derecho a entrar en un privilegiado sorteo de millones<br />
de pesetas. Nunca les contesté pretendiendo exorcizar aquel<br />
maleficio que ya conocía de referencia.<br />
Soy consciente de que mis especulaciones sobre el bombardeo<br />
publicitario impreso van a estar signadas por mi condición<br />
de latinoamericano, aún cuando he visitado realidades bien<br />
distintas y cargo con una estancia española ya demasiado<br />
extensa para mí. Pero me asusta la evidencia de que es un<br />
mecanismo en ciernes, que va avanzando sobre nuestros<br />
36<br />
ODe paso<br />
por Madrid<br />
José<br />
Pinazo<br />
Un papel, más papeles y otro papel<br />
La revista Matanzas entrega en este número dos inquietantes<br />
crónicas del perodista José Pinazo escritas<br />
al regreso de su reciente estancia en Madrid.<br />
pueblos, donde la picaresca y la ignorancia pueden<br />
acrecentar todo lo que ya nos parece demasiado, en esta<br />
etapa de capitalismo - cada vez más puro y duro - y de<br />
globalización.<br />
En un viaje a Chicago le comenté a una amiga la poca<br />
propaganda comercial que veía en las calles. Se sonrió con<br />
sorna y sin mediar palabra me abrió su buzón. “Te la mandan<br />
a casa, es más efectiva. A mí me atraparon. Como jamás tengo<br />
tiempo de ir a las tiendas ni de navegar por Internet, compro<br />
mediante estos catálogos”.<br />
No dudo de la utilidad que puedan tener ciertas prestaciones,<br />
de la necesidad de anunciarse, ni de la certeza de aquel<br />
viejo refrán: lo que no se exhibe no se vende. Pero el caos que<br />
representa esta avalancha publicitaria en la ya caótica y<br />
consumista vida moderna, la intromisión en la intimidad y<br />
la cada vez más creciente propaganda fraudulenta, llegan<br />
al limen de lo insostenible.<br />
El truco del close up sigue funcionando. Unas toallas de mano,<br />
fotografiadas con un sofisticado lente y un buen experto<br />
detrás, logran el efecto de una toalla de playa. Algo así como<br />
quien pretende pasar una noche con Marilyn Monroe y se<br />
encuentra en su cama a la novia de Frankenstein.<br />
Tengo un amigo que recibe cada mes un sobre donde se le<br />
comunica que ha ganado un magnífico automóvil. Recuerdo<br />
que en México, otra amiga recibió la noticia de un premio,<br />
junto con el catálogo donde aparecía a todo color su trofeo:<br />
un esplendoroso horno que le sería enviado a vuelta de<br />
correos. Anfitriona y huéspedes nos dispusimos a crear<br />
condiciones para recibir el nuevo artefacto y desechar su ya<br />
cansado microonda. Cuando el cartero llegó con una cajita<br />
de apenas veinte por veinte centímetros, todos pensamos que<br />
se habían equivocado de envío o dirección. Efectivamente,<br />
en el interior venía un horno, sólo que no conseguimos que<br />
cupieran en él más de tres salchichas. Por supuesto que mi<br />
intento de exorcismo no funcionó. Sigo ganando premios<br />
estupendos y participando en cuantiosos sorteos.<br />
Un engendro genera otro. Soy de un país en el que un trozo<br />
de papel, por insignificante que parezca, puede tener un<br />
valor de uso quimérico, como suele pasar en muchas zonas<br />
de nuestro Tercer Mundo. Hablo de ese pliego de estraza
que vuelve una y otra vez al comercio con productos distintos,<br />
como si de una mochila se tratase; al viejo periódico que<br />
envuelve un aguacate o un par de zapatos y alcanza a suplir<br />
dudosamente la carencia del papel higiénico, o la revista<br />
foránea de papel cuché que sirve de cubierta protectora a los<br />
cuadernos escolares, y que cuando de crónica rosa se tratare,<br />
llegaría a convertirse en medio de subsistencia –alquiler<br />
mediante– sin que importe mucho la fecha del machón o<br />
los temas distantes y ajenos que refiera. No son pocas las<br />
significativas obras literarias escritas en el reverso en blanco<br />
de un folio usado.<br />
y seguido...<br />
El desastre ecológico sigue su curso. Cada vez la tala de<br />
árboles se hace mayor, crece el derroche de papel en los<br />
países desarrollados, y los precios de éste se disparan. Los<br />
mayores perjudicados siguen siendo los países pobres, donde<br />
apenas hay libretas para los niños.<br />
Entre los medios de impresión y los papeles malgastados que<br />
lamentablemente no siempre se reciclan, la intromisión en<br />
nuestras vidas y la propaganda engañosa, poco puede haber<br />
de válido en estas prácticas.<br />
Entre tantos papeles el hombre no parece saber cuál es el suyo.<br />
Pensamos que se trata de algo imparable y de que las leyes no<br />
alcanzan a hacerles resistencia. Las políticas pasan de largo y los<br />
de a pie esperamos que alguien resuelva el asunto, tratando de<br />
ponerle contención o pretendiendo que lo ignoramos, entrando<br />
al juego o aceptándolo con cierta reticencia.<br />
Parece como si sólo nos quedara esperar porque un día mi<br />
amigo ecuatoriano reciba el tan anunciado coche, que mi<br />
amiga mexicana pueda asar un picoso pavo en su horno o que<br />
la novia de Frankestein sea convertida en Marilyn Monroe...<br />
Nada, truquillos del mago Coperfield.<br />
La Cumbre, Versalles, 7 de <strong>enero</strong> de <strong>2007</strong>.<br />
Músicos ambulantes: otra cruzada<br />
U<br />
na mañana tres jóvenes músicos rompieron la rutina de mi<br />
viaje en el metro madrileño. De entre sus ponchos coloridos y<br />
sus bolsos de cambaya aparecieron una quena, un charango, un<br />
pequeño tambor. Tras disculparse por las posibles molestias y<br />
pedir permiso para compartir su música, comenzaron a entonar<br />
ese himno latinoamericano y universal que es Sólo le pido a<br />
dios. No fuimos pocos los que entre dientes tarareamos con<br />
ellos o marcamos el ritmo con los pies, y luego dejamos unas<br />
ligeras monedas en su bolsita artesanal con el deseo de que el<br />
futuro no les sea indiferente... La sonrisa les duró bien poco.<br />
No más salir, dos guardas les impidieron el paso; los acusaban<br />
de reincidir y los expulsaban de la red del metro.<br />
Unos días después volví a verlos. Sólo los identifiqué<br />
cuando empezaron a cantar. Vestían jeans, camisetas, abrigos<br />
convencionales, zapatillas deportivas y unas mochilas vulgares.<br />
Se habían disfrazado para despistar a sus posibles captores.<br />
Cada vez son más los músicos que alegran los viajes de<br />
los metros en las grandes ciudades del mundo. En las guías<br />
turísticas de Sydney, Londres o Copenhague, se anuncian como<br />
una atracción imprescindible. En París existe una asociación<br />
de músicos ambulantes. Son signos de una larga tradición en<br />
auge y de la anuencia de sus receptores inmediatos.<br />
A pesar del idioma común y tantas otras afinidades<br />
culturales, los músicos latinoamericanos viajan a hurtadillas<br />
entre los vagones del metro de Madrid. Lo que resulta una triste<br />
paradoja es que el muy déspota Don Fernando VII, en la Real<br />
Cédula de 1824, dictaminara entre las obligaciones de la policía<br />
expedir los permisos para ejercer los cantarines, titiriteros, y<br />
todos los demás que ejerzan profesiones ambulantes.<br />
Es curioso –y sobretodo, absurdo– que casi dos siglos<br />
después, en un mundo que se precia de democrático, alegrar<br />
la vida de los demás pueda ser un delito, cuando sólo se pide<br />
a cambio lo que el escucha guste regalar.<br />
Un auditorio que ha soñado en argentino con Gardel, que ha<br />
sucumbido ante la belleza peruana de La flor de la canela, que<br />
ha implorado por un aguacero dominicano de café en el campo,<br />
que se pierde con Compay Segundo por los pueblitos cubanos<br />
de Alto cedro, Marcané, Cueto y Mayarí, no va a rechazar<br />
estas ofertas. ¿Qué mujer no ha querido llegar a Madrid para<br />
ser emperatriz del Lavapiés, y bañarse con vinillo de Jerez,<br />
después del famoso chotís del mexicano Agustín Lara?<br />
Fueron los trovadores, de Homero a Bob Dylan, quienes<br />
regaron la semilla de ese frondoso árbol que hoy se llama<br />
música universal, transculturación, sincretismo religioso,<br />
cocina internacional, en fin, lo multicultural.<br />
Ninguna ley de extranjería podrá acabar con la xenofobia<br />
–sutil o expresa– como pueden hacerlo las manifestaciones<br />
culturales espontáneas de los pueblos. Cada vez son más los<br />
que acuden a bailar merengue, son o cumbia en los muchos<br />
sitios de las noches europeas. Degustar un buen ron caribeño<br />
o un tequila, acompañados de tamales, tostones o tacos, se va<br />
haciendo cada vez más común. Las ferias de artesanía popular<br />
van llenando las casas del viejo mundo de una ingenuidad que<br />
ya parecía inexistente.<br />
No volví a encontrarme con aquellos músicos. Pero otros<br />
furtivos siguen dando un toque de alegría al viajero cansado<br />
que agradece. Algún guarda se hace de la vista gorda...o ha<br />
recibido esa sutil orientación... Parches aislados que no dan<br />
solución ni van a ninguna parte.<br />
De momento parece que sólo Los tres músicos ambulantes<br />
de Jacob Jordaens, en su espléndido lienzo del Museo del<br />
Prado, tienen el beneplácito de las autoridades madrileñas.<br />
Mientras, la música –ambulante y viva– sigue aunándonos<br />
más que todos los decretos.<br />
Lástima que quienes deben aprobar tales leyes no viajen<br />
en el metro. Sólo pedirle a Dios, con aquellos tres músicos,<br />
que la reseca muerte no los encuentre vacíos y solos sin haber<br />
hecho lo suficiente.<br />
La Cumbre, Versalles, 9 de <strong>enero</strong> de <strong>2007</strong>.<br />
37
R ené Fernández Santana es un creador a la antigua. Los viajeros de<br />
las soledades del universo virtual, los devotos de la linealidad del comic,<br />
observan desdeñosos su arte viejo mientras se pierden los sentimientos<br />
guardados en su maletica de juglar y su ingenua creencia en las palabras<br />
que pone en boca de actores y muñecos. Pero los hombres que poseen su<br />
misión no se detienen: sería imperdonable dejar de alimentar el corazón<br />
humano.<br />
Por esa fecunda labor, que este año alcanza medio siglo, el director<br />
del Teatro Papalote recibió el Premio Nacional de Teatro <strong>2007</strong> por ser<br />
“uno de los nombres más firmes de la escena para niños en Cuba”,<br />
según palabras del jurado. Para él, es un reconocimiento a los titiriteros<br />
de la Isla, a quienes han contribuido con su obra y al alma mágica de<br />
Matanzas, donde nació en <strong>abril</strong> de 1944.<br />
Esta ciudad no solo es mi origen, sino mi destino. En sus<br />
calles he mudado muchas veces de piel. En la bruma matutina<br />
que nace desde sus ríos se agita y desborda un amor que me hace<br />
reconocerme dondequiera como matancero. Aquí asomé un títere<br />
por primera vez a un retablo y desde entonces no he querido<br />
38<br />
© Johan E. Trujillo<br />
René<br />
Fernández<br />
Santana<br />
Entrevista al destacado<br />
director teatral<br />
Premio Nacional de Teatro <strong>2007</strong><br />
Amarilys Ribot<br />
teatropapaloteteatropapalote<br />
teatropapalote<br />
teatropapalote<br />
teatropapaloteteatropa-<br />
teatropapalote<br />
teatropapalote<br />
teatropapalote<br />
teatropa-<br />
dejarlo de hacer jamás… Recuerdo unos espectáculos con<br />
muñecos de cartón que, casi niño, hacía para mis hermanos.<br />
Ellos fueron el auditorio de mi primera obra, La amistad es la<br />
paz.<br />
¿Cuándo llegó profesionalmente a los títeres?<br />
En 1962, cuando los hermanos Camejo dieron su curso en<br />
Daoiz 83, donde está Papalote. Luego, Osvaldo Dragún vio una<br />
obra mía, leyó mis pequeños textos y me consiguió una beca<br />
en su Seminario de Dramaturgia. Al cabo de un año comencé<br />
a dirigir este Guiñol. Desde entonces estoy aquí, viviendo y<br />
desviviendo.<br />
René Fernández no gusta conversar de los años que estuvo lejos<br />
de Papalote contra su voluntad, en la década de los 70.<br />
A esa etapa le debo mi madurez: no hice teatro, pero sí<br />
coreografías y diseños, viajé, estuve en el circo y en el mar.<br />
Cuando regresé a mi escena, en los 80, ya era un verdadero<br />
profesional. Cada década aquí ha sido diferente: cambiaban<br />
el arte, los espacios, uno mismo; esa es una propiedad de la
Naturaleza. Es la pátina de la vida en las paredes, en las puertas,<br />
hay tantos recuerdos que nunca desaparecerá el alma de este<br />
lugar… Esta es mi casa también. A veces paso demasiado<br />
tiempo aquí. Por eso le debo tanto a mi esposa Milagros, una<br />
mujer admirable, que se ha limitado para que yo me desarrolle.<br />
Ella es mejor que yo. Y nuestro hijo Abdiel es maravilloso.<br />
¿Es más fácil educar en casa, o desde la escena?<br />
El escenario es más fácil. Un hijo es una experiencia más<br />
grande que el teatro. Y eso que el teatro es mucho para mí: un<br />
puerto o un hogar donde siempre parto y regreso, el principio<br />
y el fin de mis pasos, la pasión, el fuego, el desafío que me<br />
hacen sentir joven.<br />
¿Considera que hay temas inabordables en el teatro para niños?<br />
No, solo depende de su abordaje, de cuán próximos o distantes<br />
sean de la problemática infantil, de cómo se conjugan con la vida.<br />
Hay una obra mía muy difícil, Disfraces, que trata de las relaciones<br />
de los niños con el mundo exterior, de cómo ven a los adultos. En<br />
realidad, cualquier obra resulta complicada.<br />
Hay un título muy especial para René Fernández que es Romance<br />
del papalote que quería llegar a la luna.<br />
Yo la había hecho 20 años antes y creí debía retomarla con<br />
otra mirada para el público de los 90: en ella radica mi tesis del<br />
teatro para niños, con su valentía, osadía y grandeza de valores<br />
humanos, como lo fueron Feo, La guitarra de Felipito, El gran<br />
festín, Okin eiye ayé, El día que se robaron los colores… obras<br />
emblemáticas, que dejan una huella.<br />
¿Por qué casi nunca las retoma?<br />
Valoro mucho los procesos de creación, y estos sólo se viven<br />
una vez. El tiempo que toma un reestreno es mejor dedicárselo a<br />
piezas nuevas. Cada una de aquellas que ya no están en escena<br />
viven en mi memoria emocional, tanto que debo estar atento<br />
pues a veces se me quiere escapar un texto de una obra a otra.<br />
¡Yo soy uno, y ellas tantas!<br />
¿Lo agobian?<br />
Claro que sí. Hasta en sueños. En algunos momentos mi<br />
trabajo en Papalote me exige poner a un lado mi labor como<br />
dramaturgo: tengo muchas ganas de escribir y ningún tiempo.<br />
Pero con la madurez he aprendido a salir y dar aire a mi vida<br />
y desempolvar cansancios. Hay que saber vivir en la realidad<br />
y aprender a transformarla.<br />
Esa realidad está plagada de nuevas y a veces polémicas<br />
tecnologías. ¿Cómo ve su impacto en el mundo infantil?<br />
Los niños necesitan refrescarse de las pantallas, y en el teatro<br />
se alivian, porque lo más importante de la escena es que en ella<br />
reside un arte corpóreo, personalizado, pleno de sentimientos,<br />
y contra eso no se puede competir: un video no supera a la<br />
vida. Dentro del propio teatro la tecnología es aprovechable,<br />
en la misma medida que las otras artes, pero sin convertirla<br />
en protagonista.<br />
¿Qué distingue al teatrista del hombre corriente?<br />
Su mirada. El hombre de teatro ve diferente: la gente, sus<br />
conversaciones, las esquinas, parques, accidentes, entierros,<br />
fiestas, son vidrieras llenas de personajes y acontecimientos.<br />
No puedes dejar de mirar lo que te exhibe la vida para el teatro,<br />
ni confundir al teatro con ella. Y, sobre todo, hay que vivir<br />
intensa y apasionadamente y aprender a transformar toda esa<br />
fuerza en arte.<br />
Para quien está fuera es difícil comprender algunas cosas.<br />
La creación absorbe, y a un tiempo alivia. Es como una religión,<br />
que anima el espíritu, como la Naturaleza. Yo siempre medito<br />
acerca de ella, también sobre la humana. Eso me lo enseñó el<br />
acercamiento a la cultura negra.”<br />
¿Y Matanzas, qué es para Usted?<br />
A Matanzas me ata todo: mi familia, los recuerdos, sus<br />
artistas, las calles, las mañanas. ¡Cuántas veces he cruzado estos<br />
puentes en mis 63 años! A ella la he abrazado en todas mis obras,<br />
sobre todo en La cabeza intranquila, de Ulises Rodríguez, y con<br />
el rescate de las leyendas afrocubanas.<br />
¿Es religioso?<br />
Bueno, dicen que soy hijo del niño orisha Elegguá porque<br />
me abre las encrucijadas, de Obatalá porque me dio el vuelo de<br />
las ideas y el tener la cabeza siempre sobre los hombros, y de la<br />
madre universal Yemayá, que me otorgó la lengua como caballo<br />
de mis palabras… En fin, no soy religioso, pero descubrí en ese<br />
mundo una gran filosofía que me ha alimentado, una raíz cultural<br />
que no se puede negar y que forma parte de nuestra vida. Por<br />
eso utilizo en mis obras tantos refranes… ¿Mi favorito? El que a<br />
buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija. Yo me arrimé al<br />
árbol de mis maestros.<br />
Usted siempre destaca a sus maestros, a quienes le acompañaron<br />
en otro momento del tiempo. ¿Cómo hace para no detenerse en<br />
ellos?<br />
Creo que el teatro es siempre un partir de cero… con historia.<br />
Para mí el pasado es valioso: es vida, presencia, recuerdo, fuente<br />
donde bebo, pero también es mañana, es querer ser un teatrista<br />
que analiza el <strong>2007</strong>, pues cada momento es único e irrepetible.<br />
Lo cierto es que he tenido suerte y las ventajas de poder<br />
ejercitar y poner en práctica mis ideas en un colectivo que es<br />
considerado uno de los grupos emblemáticos y de necesaria<br />
referencia del teatro para niños en Cuba. Debo mi profesión<br />
a quienes dejaron su impronta en ese espacio poblado de<br />
fantasmas y duendes, y a los que permanecen en él, a las manos<br />
que vibran cada mañana en las sesiones de ensayo. De ellos<br />
también es este Premio.<br />
Luego de la proclamación del galardón, amigos de todo el mundo<br />
congestionaron las líneas de Papalote y el hogar de René Fernández con<br />
voces emocionadas, como Armando Morales, director del Guiñol Nacional:<br />
“ Al fin se rompió el cerco y tenemos un Premio Nacional de Teatro que<br />
corresponde a un guerrero de la dramaturgia, la dirección, el diseño y<br />
la total divulgación y promoción de lo que se hace en el arte titiritero<br />
de nuestra hermosa isla que nos ha tocado vivir. Si alguien tenía que<br />
abrir la brecha, como en otras contiendas, tenías que ser tú. La alegría<br />
al fin toca nuestros retablos“. René lo toma con el mismo sentido:<br />
Es un Premio de muchos: el teatro cubano para niños ha<br />
sido luchado por creadores que admiro…<br />
¿Conmovido?<br />
Sí, pero sobre todo por la gente en la calle, desde los<br />
balcones, en la plaza, en el coche que tomo cada mañana,<br />
envuelto en las nieblas del San Juan… Sobre todo, el premio<br />
mayor: las decenas de personas que llamaron a este teatro ese<br />
mismo fin de semana preguntando sólo si había función. Ellos<br />
son el sentido y la consecuencia de mi trabajo. Sin embargo,<br />
nada me emocionó tanto como mi hermana María Esther<br />
cuando me dijo que, al escuchar la noticia del Premio, recordó<br />
cuando hice para ellos La amistad es la paz.<br />
Ella no imaginaría entonces que usted se convertiría en un gran<br />
Maestro…<br />
No, no me llamen Maestro: esa es una palabra muy dura, me<br />
parece que te condecoran y te olvidan, nadie te critica. Prefiero<br />
que me vean luchar por mis proyectos. Yo le agradezco a todo mi<br />
colectivo y tengo un compromiso con él: Papalote y yo estamos<br />
aquí, llenos de energías, y vamos a seguir viviendo.♣<br />
39
E<br />
40<br />
Elogio de Fundora<br />
l nombre de José Ramón Fundora está oportunamente<br />
asociado a lo fundacional. Fue uno de los primeros en<br />
atreverse en nuestro país con un género tan escabroso<br />
y aún polémico como es la Abstracción. Hubiera sido<br />
Kurt Switters o Mondrián de haber nacido en Europa,<br />
hubiera estado junto a Pollock y Kooning de haber<br />
habitado Nueva York. Hubiera conformado el grupo<br />
de Los Once o Los Diez Pintores Concretos de haberse<br />
marchado a la Habana.<br />
Pero como por fortuna para nosotros, perteneció siempre<br />
a esta ciudad de puentes, ríos y languideces, su obra<br />
supo dialogar con nuestro paisaje y se hizo delicada y<br />
evocativa.<br />
Así surge su aprovechamiento del azar, esa fuerza que<br />
describe el modo de actuar de la naturaleza, logrando<br />
obras como la serie Conjunción Aleatoria, La Piedra<br />
Azul, Ciudad y Lago o la ya emblemática El Árbol Rojo<br />
de Mondrián y la Casualidad.<br />
Su desbordante imaginación ha logrado ver en planchas<br />
oxidadas de metal, cartones mohosos y carcomidos<br />
o alambrotes torcidos, los más bellos parajes. Nunca<br />
Rubén Fuentes<br />
González<br />
siendo directo ni evidente sino más bien en sugerencias<br />
poéticas, como en los paisajes japoneses donde sólo se<br />
definen pocos trazos enérgicos de la tinta y ya están el<br />
cerezo o el crisantemo.<br />
Aún a edades superiores se le ve sopesando contornos<br />
de un viejo madero, investigando las leyes secretas del<br />
equilibrio y la armonía, añadiendo algún cuadrado<br />
preciso e insustituible, una tapa de pomo que será una<br />
luna o un reloj roto que será un sol.<br />
Su labor pedagógica ha engendrado también varias<br />
generaciones de nuestros mejores creadores. Por<br />
todo esto y mucho más, por sus cualidades humanas:<br />
Felicidades en nombre del Consejo Provincial de las<br />
Artes Plásticas al Maestro Fundora por este merecido<br />
premio y la labor de toda una vida.<br />
* Palabras leídas por el autor en la ceremonia de entrega del Premio<br />
Provincial de las Artes Plásticas, en su primera edición, el 6 de<br />
marzo de <strong>2007</strong>, en la sede de la UNEAC.<br />
♣<br />
*
La búsqueda y el hallazgo<br />
C onstante, prolífero y vital, José Ramón Fundora<br />
Caballero ha recorrido todo un camino en el arte, una<br />
trayectoria que abarca desde la abstracción hasta el<br />
realismo fotográfico, utilizando técnicas que van del<br />
grabado al arte matérico; todo un legado de búsqueda<br />
intelectiva, toda una obra marcada por la experimentación<br />
y afiliada siempre al pensamiento más<br />
contemporáneo del arte.<br />
Influenciado por su profesor Roberto Diago, Fundora<br />
se inserta, desde la década de los cincuenta del siglo<br />
pasado, en el movimiento abstraccionista que por<br />
entonces irrumpe en nuestro país, y que hace eclosión en<br />
el cincuenta y tres, con la exposición colectiva del grupo<br />
de Los Once en la Galería La Rampa en La Habana, y más<br />
tarde, con la exposición de Los diez pintores concretos,<br />
en la Galería Ramón Guiteras de nuestra ciudad.<br />
Instantes memorables, momentos<br />
históricos para la vanguardia<br />
de la plástica cubana, marcarán<br />
definitivamente al joven pintor,<br />
que se une a esta tendencia<br />
renovadora del arte no figurativo,<br />
tendencia que mantendrá a lo<br />
largo de su extensa trayectoria y<br />
que enriquecerá con elementos<br />
figurativos.<br />
Las líneas surgen, los colores<br />
chocan entre sí, formando una<br />
sinfonía donde se geometriza<br />
el dibujo y el dinamismo<br />
subsiste en formas que traducen<br />
movimiento.<br />
Nace la serie Conjunción Aleatoria,<br />
donde las figuras geométricas<br />
tienden a separarse, a desintegrarse<br />
a través de zonas de<br />
color, de texturas diferentes y que<br />
va a conseguir como resultado, el<br />
equilibrio.<br />
El desplazamiento del color, la<br />
insinuación de las texturas en las llamadas zonas<br />
de fuerzas o confluencia de líneas, brindan plasticidad,<br />
unidad y cierta frescura a sus composiciones. Materia<br />
plástica tratada con sensual sentido, mente y espíritu que<br />
no dan sobrantes sino sobriedad y contención, necesarios<br />
para lograr la armonía, el ritmo, acudiendo siempre a ese<br />
espacio real que es el hombre, el entorno, la sociedad, y la<br />
historia.<br />
Cazador de la belleza, la busca y encuentra en los lugares<br />
más inverosímiles, y en esa constante exploración encuentra<br />
Mabel Diez Ochoa<br />
una nueva forma de expresar su arte, la pintura matérica.<br />
Con trabajos enmarcados dentro de lo tridimensional,<br />
insertando objetos encontrados al azar, surge El árbol rojo<br />
de Mondrián y la casualidad. Aquí se fucionan la memoria<br />
plástica del pintor y la casualidad de encontrar, en un<br />
pedazo de metal abandonado, similitud con el fondo del<br />
cuadro del famoso pintor holandés.<br />
Así, nacen La nube negra, Noche cálida y con un lirismo<br />
encantador, donde los colores tienden a suavizarse,<br />
emerge rutilante, destellando sobre el agua, Cuidad y<br />
lago; realidad que nos sumerge en la ficción de ese idílico<br />
paisaje, tan real como la belleza imaginada o la realidad<br />
situada en los cambios de la naturaleza.<br />
Recortes de madera, metales, raíces, vidrios u otros<br />
materiales inservibles al ojo común, se tornan gráciles y<br />
bellos en la mente imaginativa y en las manos del artista.<br />
Su sensibilidad, su poder real y emotivo, hacen<br />
que su obra gane en expresividad, la<br />
proporcionan otros sentidos táctiles y visuales, legitimando<br />
la composición y el significado.<br />
Graduado de profesor de dibujo y pintura en la Academia<br />
de Artes Plásticas Tarascó en 1957, Fundora ha devenido<br />
maestro por excelencia. Su constancia y dedicación al<br />
ejercicio pedagógico, ininterrumpidamente, desde 1959<br />
hasta 1990, así lo atestiguan. Una vida útil al servicio de<br />
la enseñanza del arte, ese es su gran legado. ♣<br />
41
José Antonio García<br />
Molina<br />
La Florida documento histórico revelador y primer testimonio poético<br />
sobre indígenas y criollos en Cuba.<br />
Todavía constituye una sorpresa para muchos conocer que<br />
Espejo de paciencia, el célebre poema del acriollado Silvestre de<br />
Balboa, dado a conocer en 1608, ya no es desde hace algunos<br />
años el primer poema escrito sobre Cuba donde se habla de la<br />
naturaleza, de las gentes y del estado de cosas en nuestra tierra.<br />
Fue en 2002 cuando conocimos aquí que en los fondos de la<br />
Biblioteca Nacional de Madrid existía un extenso manuscrito<br />
inédito, confeccionado en versos del siglo x V i, buena parte de<br />
los cuales se refería a la Cuba de 1598, a su naturaleza, sus<br />
gentes y sus costumbres. Lo había escrito Alonso Gregorio<br />
de Escobedo, un fraile franciscano radicado desde 1587 en<br />
La Florida, entonces territorio español. En un viaje realizado<br />
por las Antillas, Escobedo había recalado en Cuba, y a ella se<br />
refiere en más de quinientos versos de los miles que contiene<br />
su poema.<br />
Para nosotros, lo más importante en esos casi seiscientos<br />
versos sobre Cuba, es la información que nos ofrece sobre<br />
la composición y costumbres de la sociedad criolla en aquel<br />
momento fundacional, y sobre algunas creencias de los<br />
indocubanos, que ignorábamos hasta ahora; o sea –como reza<br />
la convocatoria de este Forum—: lo que más nos interesa es “el<br />
proceso histórico cubano y las raíces culturales de la nación”<br />
que en alguna medida nos revela dicho texto.<br />
Sobre el proceso histórico cubano<br />
La primera sorpresa que nos brinda el poema de Escobedo<br />
al tratar sobre Cuba, es que parece desmentir una tesis muy<br />
repetida por los historiadores hasta hoy: que en nuestra isla<br />
los españoles dejaron de extraer oro debido a la escasez del<br />
mismo desde fechas tempranas del siglo x V i. Nada más falso:<br />
al acercarse a Cuba desde La Española, Escobedo denomina<br />
a nuestra tierra como “la Isla Dorada”, y de las cuatro veces<br />
que a continuación cita a Cuba durante su estancia aquí, tres<br />
sustituye ese nombre por “la Dorada”. Era la denominación<br />
que había escuchado de boca de sus acompañantes, marinos<br />
y soldados, gente de pueblo que conocía perfectamente la<br />
región y sus nombres. ¿Por qué “isla dorada”? Nos lo dice<br />
en su relato versificado, y a continuación explica por qué el<br />
seudónimo: “Esta se llama, hermanos, La Dorada” / dijo nuestro<br />
cristiano y fuerte bando, / “que encierra dentro de sí grande tesoro,<br />
/ que aunque pobre de gente, no lo es de oro”. 1<br />
He aquí dos informaciones históricosociales excelentes:<br />
que Cuba en 1598 era aún una isla abundante de oro –por lo<br />
visto, un hecho muy conocido y divulgado por quienes no<br />
tenían interés alguno en ocultarlo—; y que la isla se encontraba<br />
desolada. Efectivamente, cuando aún se le calificaba como “la<br />
isla Dorada”, Cuba hacía más de setenta años que había sufrido<br />
un éxodo importante de su población —fundamentalmente de<br />
la española y de la incipiente criolla— hacia tierras continentales<br />
con mejores posibilidades de enriquecimiento. De modo que<br />
todavía en 1598, según reconocían los contemporáneos, Cuba<br />
era una isla “pobre de gente”, aunque nutrida de oro. Más<br />
adelante reitera: Verá quien estuviere en La Dorada / (que así<br />
llaman la isla referida, / aunque pobre de gente y despreciada) / mucha<br />
copia de fructas y comida / fuera de todo el mundo respectada, / si de<br />
españoles fuera guarnecida, / porque hallaron en ella minas de oro,<br />
que tiene cada una gran tesoro. 2 Nótese que cada una de las minas<br />
de oro que los españoles “hallaron” (en pasado), “tiene” (en<br />
presente) “gran tesoro”.<br />
Para confirmar semejante descubrimiento, anotamos lo<br />
que dice Escobedo a continuación, cuando cita el caso de<br />
un conocido contemporáneo portugués, dueño de esclavos<br />
africanos en Cuba en ese momento, quien obtiene excelentes<br />
ganancias explotando el trabajo de estos en los lavaderos de<br />
oro. Dice textualmente: El capitán Vizcardo, lusitano, / de doce<br />
negros fuertes se servía, / que en las aguas que corren al oceano /<br />
sacaban grande suma cada día. / Por caso averiguado, cierto y llano,<br />
/ toda la negra gente le ofrecía / de sol a sol cuarenta y más ducados<br />
/ de oro fino en plata conmutados. 3 Y por supuesto que el caso<br />
citado no fue una excepción. Estrofas atrás, cuando Escobedo<br />
describe un trasiego de personas desde La Española hacia el<br />
continente, refiere que: La nave con cien negros ocuparon, / con<br />
sus cabellos cual merina lana, / cuyos amos de Angola los trajeron /<br />
y en Occidente todos los vendieron. 4 Luego los esclavos de origen<br />
africano eran ya relativamente abundantes en estas tierras<br />
a fines del siglo x V i, y por lo visto sacaban buena cantidad<br />
de oro –quizás una proporción mayor que la acostumbrada<br />
antes por los indígenas—, pero al parecer sus dueños en Cuba<br />
no reportaban a las autoridades lusitanas o españolas sus<br />
ganancias de oro; lo que posiblemente provocó la ausencia de<br />
estadísticas al respecto hasta hoy.<br />
Sobre el particular, lo que sí consta es la cantidad de quejas<br />
transmitidas por los españoles esclavistas al rey, referidas a que<br />
ya no tenían suficientes indígenas esclavos para buscar oro, no<br />
porque estos morían debido a enfermedades u otras causas,<br />
sino principalmente por sus constantes sublevaciones y sus<br />
ataques para rescatar a los congéneres aún esclavizados. 5<br />
De modo que, ¿a cuáles conclusiones parece conducirnos el<br />
hallazgo anterior? Podemos citar varias, pero al menos una nos<br />
parece muy clara y de importancia capital: que los indígenas<br />
cubanos no fueron exterminados por la denominada “conquista”<br />
de Cuba, y ni siquiera durante las primeras décadas del<br />
siglo x V i, como aún creen los repetidores de la tesis del<br />
“exterminio”. El ejemplo del poema (que a la vez constituye un<br />
43
elato histórico), nos demuestra que una parte de la antigua<br />
etnia aborigen, a fines del siglo x V i, permanecía viviendo<br />
pacíficamente junto con españoles y criollos (la esclavitud se<br />
había prohibido hacía más de cuarenta años), principalmente<br />
en los alrededores de las localidades fundadas por estos<br />
últimos. Aquella población de aborígenes formaba un sector<br />
que hoy denominaríamos “marginal”; dedicado sobre todo a<br />
labores agrícolas de subsistencia, y por ello portador de un<br />
excedente productivo destinado a intercambiar dentro de las<br />
villas (sobre todo el casabe, cuya elaboración es lo primero<br />
que con deleite describe Escobedo). Por lo tanto, podemos<br />
asegurar que dicho sector constituyó el primer campesinado<br />
en nuestro país. Añádase al mismo la indeterminada masa<br />
de población indígena (en mi criterio, la mayor parte de<br />
esa población), que desde los comienzos del siglo x V i se<br />
apartó casi para siempre de la vista de los españoles (en<br />
las montañas, en las ciénagas, en los cayos del norte y del<br />
sur) y quedó viviendo agrupada (e ignorada) en pequeños<br />
núcleos familiares, como ocurrió también, por ejemplo, en<br />
La Española y en Puerto Rico.<br />
De aquella gran masa de población dispersa y apartada<br />
a todo lo largo del archipiélago cubano nunca se supo nada;<br />
nadie la estudió; nunca apareció en los censos de población<br />
realizados por las autoridades coloniales, pues durante siglos<br />
Cuba fue, en buena medida, monte impenetrable con caminos<br />
difícilmente transitables durante casi todo el año, que dejaban<br />
en el aislamiento extensas áreas de población diseminada,<br />
e incluso comunidades importantes, como fue el caso de<br />
Baracoa, primera villa fundada por Velázquez.<br />
Como ha quedado demostrado, gracias a tan interesante<br />
fenómeno histórico-social, en Cuba todavía hoy contamos<br />
con determinados núcleos de población campesina, cuyos<br />
miembros son descendientes de indígenas taínos, quienes<br />
desde hace tiempo comenzaron a mezclarse étnicamente (en<br />
mayor o menor medida) sobre todo con el componente de<br />
origen español. El ejemplo más destacado por su muchedumbre<br />
es el que se encuentra viviendo desde tiempos remotos en la<br />
serranía de Yateras, actual provincia de Guantánamo, que<br />
hoy debe de sobrepasar los dos mil habitantes, a juzgar por<br />
la endogamia que hasta muy recientemente ha practicado un<br />
buen número de esas familias, como parte de su tradicional<br />
táctica defensiva (de procedencia indígena) ante la posible<br />
intrusión de extraños. 6 Núcleos mucho menores se encuentran<br />
también más o menos concentrados en otros puntos del<br />
territorio nacional, a los cuales debe añadirse la numerosa<br />
e indeterminada cantidad de dichos habitantes que viven<br />
dispersos en pueblos y ciudades. Hoy todos constituyen<br />
esta homogénea población que representa a los cubanos,<br />
quienes no obstante nuestra pasada ascendencia étnica<br />
diversa (de “amerindios”, “europoides” y “negroafricanos”),<br />
compartimos una misma identidad cultural, que a su vez no<br />
impide ciertas especificidades en determinadas creencias y<br />
costumbres, así como la mezcla de las mismas.<br />
A partir de aquí, los historiadores de Cuba nuevamente<br />
tendrán que tomar notas, para informarnos mejor sobre<br />
nuestro proceso histórico desde el siglo x V i.<br />
Sobre las raíces culturales de la nación:<br />
Por otro lado, el poema “La Florida” del fraile Escobedo<br />
nos ofrece un aporte en cuanto al conocimiento de las raíces<br />
44<br />
culturales de la nación; y esta es otra gran sorpresa. Nos<br />
pone en contacto con los dos sectores más representativos<br />
de la sociedad cubana en esos años: los indígenas, en lógica<br />
mayoría numérica, y los primeros criollos (esa amalgama<br />
temprana de peninsulares con indígenas, y seguidamente<br />
de peninsulares entre sí). A los Indocubanos, que le dan la<br />
bienvenida en el puerto de Baracoa, denomina Escobedo<br />
“el pueblo”. Con ellos conversa animadamente, pues a un<br />
siglo de la llegada de Colón, existe en Baracoa –como en<br />
otras villas cubanas de los siglos x V i y x V i i— una población<br />
más o menos numerosa de indígenas que convive con los<br />
criollos (mestizos de indígenas y no mestizos), y que por lo<br />
mismo habla español, al tiempo que conserva sus costumbres<br />
domésticas y económicas ancestrales, junto a sus antiguas<br />
creencias religiosas, como veremos.<br />
Seguidamente, el fraile Escobedo se detiene a describir,<br />
maravillado, cómo siembran la yuca y desarrollan paso a paso<br />
el proceso de confección del casabe, que según se aprecia<br />
continúa siendo el producto agrícola principal de la economía<br />
indígena (y tal vez también el del resto de la población criolla).<br />
Refiriéndose a la masa de la yuca rallada, obtenida tras un<br />
proceso inicial, dice: Después que toda el agua fue estilada / un<br />
gran lebrillo ponen en el fuego, / y en suelo una hornilla bien labrada<br />
/ porque se cuaje el cazabe luego, / y siendo cada torta bien tostada /<br />
porque la lumbre no le da sosiego, / y puesta al sol después de bien<br />
cocida, / durará largo tiempo esta comida. 7<br />
Pero en el caso de los indígenas, son los detalles<br />
reveladores de su cultura espiritual lo que constituye una<br />
sorpresa más en el poema del fraile Escobedo. Al parecer, el<br />
monje aprovecha el espléndido recibimiento con frutas que<br />
les dan los indígenas a los recién llegados, para conversar con<br />
aquellos más viejos e indagar sobre sus creencias religiosas:<br />
Anduve por saber con entereza / los dioses que los indios adoraban,<br />
/ y supe de los viejos por certeza / que al demonio envidioso<br />
respectaban, / y que solían guardar una simpleza, / que al difunto<br />
comida le llevaban / un año sin faltar un solo día, / porque a comer el<br />
mísero venía. 8 La novedad aquí no es el culto a los antepasados<br />
mediante ofrendas de comidas —que ya conocíamos—, sino la<br />
costumbre de mantener el diario ritual durante un año. Este<br />
es un dato nuevo para los estudios etnoantropológicos sobre<br />
los indocubanos. Pero no es el único. Más adelante nos revela<br />
que: Es del indio tan grande la rudeza, / que adoraba del sol el rayo<br />
ardiente / por sólo ser mayor en su grandeza, / que los demás planetas<br />
de Occidente. / De la luna adoraban la belleza / por verla que salía<br />
en el Oriente, / y cuando se asomaba a sus balcones / la adoraban<br />
de puros corazones. 9 Vale aquí la pregunta: ¿teníamos hasta<br />
ahora algún testimonio que confirmase nuestra presunción<br />
de que los indocubanos –como el resto de los indígenas de<br />
América— adoraban al sol y a la luna? Si bien es cierto que<br />
hasta ayer sólo podíamos suponerlo, ahora nos consta; y hay<br />
mucho más: ¿teníamos constancia alguna de que nuestros<br />
antepasados aborígenes adoraban en Cuba también al arcoiris,<br />
a determinadas estrellas del firmamento (el planeta Venus y<br />
tal vez otros “luceros”), a ciertas constelaciones, a la arena de<br />
las playas, a los ríos, los montes, las lagunas y otros accidentes<br />
geográficos? Las siguientes estrofas son reveladoras: Y al arco<br />
que mostró Dios en la altura, / por el cual su palabra dio infalible /<br />
de no anegar su humilde criatura, / adoraban con término apacible.<br />
/ Y del lucero claro la hermosura, / y al trueno cuyo estrépitu es
terrible / y a las que tienen nombre de c<strong>abril</strong>las, / adoraban hincadas<br />
las rodillas. // Adoraban el mar, el cielo y tierra, / y de menuda arena<br />
los montones, / y con esto a sus almas hacían guerra / por apartar de<br />
Dios sus corazones. / En tal adoración también se encierra / adorar<br />
las corrientes y peñones, / los montes y los cerros y las fuentes, /<br />
todas adoraciones de insipientes. 10<br />
Nada de lo anterior conocíamos con certeza a través de los<br />
cronistas, y mucho menos a través de la arqueología. Sólo por<br />
los estudios de etnología comparada y por lógicas deduc-ciones<br />
podíamos conjeturar que, por ejemplo, al ser experimentados<br />
navegantes, los taínos debieron de<br />
tener buen conocimiento del mapa<br />
estelar nocturno, que les serviría<br />
como brújula en sus viajes. Por<br />
su parte, algunas manifestaciones<br />
pictográf-icas parecen acercarnos a<br />
tales informaciones (por ejemplo, la<br />
referida al culto a los astros), pero<br />
han quedado hasta ahora en el campo<br />
de la especulación pura. Por último,<br />
acaso en determinadas tradiciones<br />
orales se menciona alguna de esas<br />
revelaciones, pero ¿dónde termina<br />
lo real o histórico, y dónde comienza<br />
la fantasía en ese tipo de literatura?<br />
Parece que en lo adelante habrá que<br />
poner más atención y cuidado al<br />
estudio de aquellos cuentos y leyendas<br />
que son en verdad, además de obras<br />
literarias, expresión de la memoria<br />
histórica colectiva. El mejor ejemplo<br />
está a la mano, pues el presente poema<br />
La Florida no interesa sólo como la obra<br />
literaria que es, sino también como<br />
el testimonio histórico de primera<br />
mano que sin lugar a dudas además<br />
constituye.<br />
En conclusión, ¿qué tipo de<br />
indígenas eran aquellos con quienes se<br />
encontró el fraile Escobedo en Baracoa,<br />
y a los cuales denominó “el pueblo”?<br />
Ante todo, se trataba de aquellos grupos en los que apenas se<br />
iniciaba un lento proceso de transculturación. En primer lugar,<br />
no estaban bajo el régimen de la esclavitud — oficialmente<br />
abolida en 1550— y permanecían viviendo de manera marginal<br />
en la villa, quizás considerados por los demás habitantes como<br />
personas de tercera categoría, aunque constituían el grueso<br />
de la población, pues Escobedo insiste en señalar que toda la<br />
isla estaba “pobre de gente y despreciada” (refiriéndose a los<br />
españoles), y que se le respetaría más (a Cuba) si de españoles<br />
fuera guarnecida. 11<br />
En segundo lugar –y he aquí otra información interesante—<br />
¿quién estaba entonces a cargo de la única protección con<br />
que contaban las principales poblaciones de la isla contra los<br />
continuos asedios de corsarios y piratas, si no existía la cantidad<br />
necesaria de criollos o peninsulares para dicha función? Él<br />
mismo nos lo revela al hablarnos del recibimiento que le hizo<br />
el pueblo indígena en Baracoa: En Baracoa juntos estuvimos /<br />
con mucho regocijo y desenfado; / mil regalos y gustos recibimos / del<br />
belicoso indio y fiel soldado, /(...) 12 Efectivamente, como consta en<br />
las actas de los cabildos (de La Habana y de otras ciudades),<br />
los indígenas que se habían incorporado a la vida con los<br />
peninsulares, constituían también una especie de milicia<br />
citadina que realizaba las guardias para la protección contra los<br />
asaltos extranjeros. Por eso Escobedo califica al indígena como<br />
soldado belicoso y fiel, cualidades que en muchas ocasiones este<br />
tendría la oportunidad de demostrar a lo largo de la historia.<br />
Su destacada participación en el rescate del obispo Altamirano<br />
(1604), relatado en el poema Espejo de paciencia (1608), así<br />
como su arrojo en la defensa de La Habana ante el ataque inglés<br />
(1792), son sólo dos ejemplos bien<br />
conocidos al respecto.<br />
De modo que el indígena<br />
cubano que aparece en el poema<br />
es un personaje muy humilde,<br />
adaptado ya a la convivencia<br />
con los criollos y los peninsulares,<br />
y al parecer –según el<br />
fraile— adaptado también a la<br />
religión católica: No cantaré de<br />
su costumbre, y ritos / de sus dioses<br />
diré distintamente / que adoraban,<br />
que son casi infinitos, / locura grande<br />
de tan ciega gente. / Mas los indios<br />
de ahora, están contritos / y guardan<br />
la doctrina refulgente / de la iglesia<br />
de Dios con gran respeto / teniéndola<br />
en el alma por objeto. 13 ¿Será cierto<br />
esto de que los aborígenes de<br />
antes adoraban a dioses infinitos,<br />
pero “los indios de ahora” se<br />
arrepienten (“están contritos”)<br />
de sus tradicionales creencias y<br />
observan con el alma la nueva<br />
religión católica? Esa es la imagen<br />
que seguramente le dieron los<br />
indígenas al fraile en algún<br />
momento de su conversación.<br />
Pero ¿podemos fiarnos de la<br />
sinceridad de tal sumisión? Es<br />
sabido que tanto el aborigen<br />
como el esclavo africano sintieron la fuerza impositiva de la<br />
religión católica como parte del dominio y del poder colonial.<br />
Y también cualquiera sabe que una mitología bien estructurada<br />
como la aruaca que poseían aquellos aborígenes; sedimentada<br />
durante miles de años en el continente suramericano (de donde<br />
procedieron nuestros taínos), más su concomitante práctica<br />
diaria, no pudieron dejarla a un lado y olvidarla sólo por unas<br />
décadas de sometimiento a una nueva cultura. Ya lo había<br />
advertido Fernando Ortiz: En los ambientes de transculturación<br />
religiosa sobrevivieron por mucho tiempo como hechicerías los<br />
elementos de la religión vencida. Los dioses no mueren de repente<br />
(…) En las Indias, las creencias y liturgias de los nativos no podían<br />
ser destruidas con la facilidad con que lo fueron los ídolos (,,,). 14<br />
Igualmente, Escobedo observó que aquellos indígenas eran<br />
además obedientes, fieles, solidarios y pacíficos, rasgos estos<br />
semejantes a los anotados por Bartolomé de Las Casas en más<br />
de una ocasión. Así nos dice: Sujetan la cerviz a la obediencia<br />
/ de su gobernador, sin faltar punto, / y a sus mandatos no hace<br />
resistencia, / y son de caridad vivo trasunto. / Tienen de todo pobre<br />
45
gran clemencia, / con más puntualidad que yo lo apunto, / y guardan<br />
entre sí la paz del cielo, / dada para los hombres de este suelo. Está<br />
claro que nada había cambiado entre ellos: seguían siendo<br />
los indígenas mansos (no “cobardes”, como se dijo después),<br />
alegres, valientes, solidarios, fieles y obedientes a su cacique,<br />
que había hallado Cristóbal Colón al irrumpir en nuestro suelo<br />
en 1492. La confirmación de dichas características, constituye<br />
otro aporte precioso del poema La Florida a los estudios de<br />
nuestros antecedentes étnicos más remotos.<br />
Asimismo resulta interesante lo que nos cuenta Escobedo sobre<br />
los criollos, aunque debo anticipar que cuando los menciona no<br />
sabemos si se está refiriendo a los mestizos de indígenas con<br />
peninsulares, o a los hijos de peninsulares entre sí, nacidos en<br />
Cuba. En lo adelante, los denominará también: “la gente”,<br />
y en alguna ocasión, “isleños” –o sea, naturales de la isla de<br />
Cuba.<br />
Es la extrema g<strong>enero</strong>sidad de los criollos la primera<br />
característica que resalta y llama la atención del fraile<br />
Escobedo. Al leer su comentario al respecto, resulta fácil para<br />
cualquier cubano imaginarse al criollo del que nos habla, pues<br />
prácticamente es el mismo personaje que ha simbolizado al<br />
campesino cubano durante siglos. Escobedo y sus colegas<br />
españoles han tenido que recorrer largos trechos de camino por<br />
el campo, y lo que nos relata es su vivencia sobre dichos viajes y<br />
sus encuentros fortuitos con los campesinos del siglo x V i cubano:<br />
No se gasta dinero en el camino; / en todas partes dan buena comida.<br />
/ Nunca falta ternera de contino, / que comerla en verano da la vida;<br />
/ agua fría se bebe, que no hay vino. / (Obsérvese cuán pronto se<br />
perdió aquí el hábito español del vino, que por su ausencia se<br />
sustituyó hasta hoy por el agua fría, más apropiada a nuestro<br />
clima) La gente es dadivosa y tan cumplida / que da con mucho gusto<br />
lo que tiene, / al caminante que a su casa viene. // Aunque nuestro<br />
español vaya de paso, / le darán diez caballos con presteza. / Ningún<br />
criollo muestra ser escaso; / por su señora tiene a la largueza, / y si<br />
llegan diez huéspedes acaso, / los regalan y dan de su pobreza, / un<br />
día, dos, y diez, cincuenta o ciento, / y les sirven con gusto y gran<br />
contento. 15 ¿No recuerda lo anterior la proverbial hospitalidad<br />
del guajiro de siempre? 16<br />
Una nueva sorpresa en el poema es la relacionada con la<br />
existencia de un ganado equino salvaje tan numeroso ya, que<br />
competía con el vacuno, causándole estragos a este al invadirle<br />
sus pastizales. Por dicho motivo, fue costumbre de los criollos<br />
cazarlos y domarlos con facilidad, así como matarlos para<br />
disminuir su competencia por los pastos con las reses: “Críase<br />
de caballos muchedumbre / por ser la tierra opulenta y gruesa, / y<br />
tienen los isleños por costumbre / cazarlos en la selva más espesa. /<br />
(...) Son caballos sin dueño los que digo / pero aquel que lo fuere de<br />
ganado / los mira cual si fuera su enemigo, / porque le causa verlos<br />
mucho enfado, / que quitan al ganado manso amigo, / la yerba que crió<br />
Dios en el prado, / y no puede comer lo necesario / el toro ni la vaca<br />
de ordinario. // Y dan muerte por esto a los rocines / y a sus madres<br />
las yeguas corredoras, / hollando de los llanos los confines / cuando<br />
están seguros a ciertas horas. 17<br />
La pelea contra los toros es otra faena de criollos que describe<br />
Escobedo largamente y con gran disfrute, como si se tratara de una<br />
corrida de toros, pero sin capa ni espada. 18 Más bien se trata de<br />
enfrentar al bovino, primero a caballo, para después caer sobre<br />
él y forcejear cuerpo a cuerpo hasta tumbarlo y desjarretarlo.<br />
Al final, no siempre se pretendía la carne del animal, sino<br />
sobre todo la piel. Como se sabe, era utilísima entonces para<br />
46<br />
muchos usos y para la venta de contrabando. Así quedó este<br />
oficio de las artes de montería, como tradición, entre nuestros<br />
campesinos ganaderos de todo el país.<br />
Otras costumbres de los criollos de fines del siglo x V i cubano<br />
nos llaman mucho la atención, sobre todo porque representan<br />
costumbres aprendidas de los indígenas, pero adaptadas por<br />
los primeros. El procedimiento empleado por los cortadores<br />
del palmito (fruto comestible de la palma), según Escobedo<br />
se realiza “imitando a los indios”. Así lo describe: No son cual<br />
los de España los palmitos, / son palmas de diez brazos en altura,<br />
/ que los que cortan quedan tan aflictos / que se suelen quitar la<br />
vestidura: / guardan en la dejar antiguos ritos / imitando a los indios<br />
de cordura, / que para trabajar se despojaban / porque el vestido con<br />
sudor manchaban. 19<br />
También la adopción y uso del catauro, utensilio típico<br />
de la cestería aborigen, es comentado con admiración por el<br />
fraile Escobedo. Sobre este recipiente de yaguas refiere un<br />
particular empleo: para guardar las ropas en él y conservarlas<br />
secas al cruzar a nado un río. “Canoillas”, denomina el fraile<br />
a los catauros, quien parece no alcanzó a escuchar su nativo<br />
nombre, y apeló quizás al que le sugirió su apariencia: De las<br />
palmas que dejo atrás citadas, / son las camisas de un palmito, / del<br />
tiempo envejecido derivadas, / sujetas a su duro yugo y rito. / Déllas<br />
son canoillas fabricadas / en toda aquella costa y su distrito, / en que<br />
pasa su ropa nuestra gente / en llegando a la orilla del torrente. 20<br />
Costumbre antañera esta de los criollos de entonces, y de los<br />
campesinos de siempre, que todavía podría encontrarse en<br />
intrincados parajes de nuestra geografía.<br />
De igual forma, constituyen una herencia indígena la persistencia<br />
de ciertas labores por parte de los criollos, como son la fabricación de<br />
canoas a partir de troncos de árboles cual la ceiba : De sólo un seibo<br />
se hace un gran navío / con trinquete, mayor y cebadera, / y navega<br />
con tal destreza y brío, / como lo puede hacer una galera. / No sólo por<br />
el curso de algún río, / mas en el mar océano, la ola espera / que suele<br />
ser tan alta como roca / que por hallarle inmóvil no le toca. 21<br />
Por otra parte, la obtención de fuego por fricción a partir<br />
del árbol conocido antes como “damajagua” (hoy majagua), así<br />
como la confección de sogas a partir de su corteza, representan<br />
tradiciones aborígenes adoptadas necesaria-mente por los<br />
criollos desde el siglo x V i, por lo que constituyen una nota<br />
reveladora para los historiadores de nuestra cultura ancestral:<br />
Un árbol que en las indias Dios ofrece / tiene por propio nombre<br />
damajagua (...) Sirve de pedernal que da su fuego / y asimismo de<br />
yesca, pues enciende. / Es también eslabón que hace luego / que saque<br />
clara luz quien la pretende. / Para sacarla fue ocasión mi ruego; /<br />
trato verdad si hubiere quien la entiende, / sácanla con dos palos y<br />
provoca / a dar lumbre uno déllos donde toca. // Como salió la luz<br />
quedé admirado / y es de admirar un caso semejante; / y llegándose<br />
al árbol un soldado / sacó una gran corteza en un instante, / y délla<br />
una gran soga ha fabricado, / cual moroma finísima flamante / de tal<br />
grosura y tanta fortaleza / que del mar resistiera la braveza. 22<br />
Y para concluir los ejemplos, baste el siguiente, ya<br />
no relacionado con las tradiciones criollas de la cultura<br />
material, sino con la intangible de las creencias. Se trata de<br />
las supersticiosas ideas que “el vulgo” tenía sobre un majá de<br />
particulares proporciones (unos siete metros de longitud), el<br />
cual azotaba las crías de animales domésticos en el vecindario<br />
baracoense: Yo vide en baracoa una culebra, / llena su piel de gran<br />
montón de heno, / que solía adorar sin haber quiebra / el vulgo, que<br />
de Dios estaba ajeno; / y medí con mis pies la larga hebra / de aquel
uto animal feo y terreno, / que veinte y cinco pies tenía en longura<br />
/ y el grueso como un pino de Segura. // Por ser notable el daño que<br />
hacía en el simple y doméstico ganado, / vestido con el peto de osadía<br />
/ un español de vida la ha privado. / Vistióse todo el vulgo de alegría, /<br />
mostrando por su muerte desenfado, / que carecía dél por la presencia<br />
/ de fiera tan nociva y sin clemencia. 23<br />
Al llegar a este punto, dos conclusiones básicas afloran:<br />
la primera, que en el proceso histórico cubano y en las raíces<br />
culturales de la nación –elementos sólo separables con fines<br />
metodológicos— la herencia indígena, tanto cultural como<br />
étnica, ha desempeñado un papel protagónico escasamente<br />
valorado por los historiadores, quienes han acostumbrado dar<br />
la espalda al estudio de los siglos x V i y x V i i cubanos. La segunda,<br />
que el poema La Florida es sólo un ejemplo —muy bueno, por<br />
cierto, pero hay otros— donde los historiadores de la cultura<br />
pueden encontrar verdades desconocidas u olvidadas, que<br />
ayuden a conformar el verdadero perfil de nuestra identidad<br />
cultural. Su sabia cepa, recóndita como la plata en las raíces<br />
de los Andes, se encuentra también en la cultura del indígena<br />
olvidado.<br />
♣<br />
Bibliografía<br />
Arrom, José Juan: Para la historia de las voces conuco y guajiro. En<br />
Estudios de lexicología antillana. Centro de Estudios del Caribe, Casa de<br />
las Américas, 1980, p. 47.<br />
Castellanos, Jorge: Crónica de la rebeldía de los indocubanos (1520-1550).<br />
En <strong>Revista</strong> de la Universidad de La Habana, números 136-141. años x x i i y<br />
x x i i i, <strong>enero</strong>-diciembre de 1959.<br />
Escobedo, Alonso Gregorio de: La Florida (sin fecha). Poema manuscrito<br />
e inédito, cuyo original se encuentra en los fondos de la Biblioteca<br />
Nacional de Madrid. (Por su estilo, tipo de letra y las referencias<br />
históricas en su contenido —entre otras razones—, se ha calculado que<br />
su escritura corresponde con el año 1598-99.)<br />
Ibarra, Jorge: Aproximaciones a Clío. Editorial de Ciencias Sociales, La<br />
Habana, 1979.<br />
Ortiz Fernando: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Editorial de<br />
Ciencias Sociales, La Habana, 1983.<br />
Rivero de la Calle, Manuel: Supervivencias de descendientes de<br />
indoamericanos en la zona de Yateras, Oriente. En Cuba Arqueológica,<br />
volumen I, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1978.<br />
Notas<br />
1 Escobedo, Fray Alonso Gregorio de: La Florida (poema inédito,<br />
1598-1599). Canto XIV, Introducción.<br />
2 Idem, Canto XV, estrofa 7.<br />
3 Ibidem, estrofa 8.<br />
4 Ibidem, Canto XIV, estrofa 25.<br />
5 Al respecto puede consultarse, de Jorge Castellanos: Crónica de la<br />
rebeldía de los indocubanos (1520-1550). En <strong>Revista</strong> de la Universidad<br />
de La Habana, números 136-141, años XXII y XXIII, <strong>enero</strong>-diciembre<br />
de 1958 y <strong>enero</strong>-diciembre de 1959, respectivamente; pp. 219-270.<br />
También, de Jorge Ibarra: Aproximaciones a Clío, Editorial de<br />
Ciencias Sociales, La Habana, 1979.<br />
6 Ver del Dr. Manuel Rivero de la Calle: «Supervivencia de<br />
descendientes de indoamericanos en la zona de Yateras, Oriente».<br />
En Cuba Arqueológica, Volumen I, Editorial Oriente, Santiago de<br />
Cuba, 1978, pp. 149-176.<br />
7 La Florida, op. cit., Canto XV, estrofa 15.<br />
8 Idem, Canto XV, estrofa 54.<br />
9 Ibidem, Canto XVI, estrofa 5.<br />
10 Ibidem, estrofas 6 y 7, respectivamente.<br />
11 Ibidem, Canto XV, estrofa 7, verso 6.<br />
12 Ibidem, estrofa 6, versos 3 al 6.<br />
13 Ibidem, estrofa 55.<br />
14 Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Editorial de Ciencias<br />
Sociales, La Habana, 1983, p. 216.<br />
15 La Florida, op. cit., Canto XV, estrofas 27 y 28, respectivamente.<br />
16 Adelantamos aquí la hipótesis de que este rasgo de la personalidad de<br />
los campesinos criollos desde el siglo x V i en Cuba sea, en buena medida,<br />
herencia también de la tradición indocubana. Además de que existen<br />
innumerables testimonios que denotan la arraigada g<strong>enero</strong>sidad y<br />
solidaridad hospitalaria que era natural entre los indocubanos, no<br />
olvidemos que la palabra “guajiro” (“wa-herí”, en lengua taína),<br />
sinónimo en Cuba de “campesino”, significaba en el habla de los<br />
taínos “nuestro compañero o compatriota”; y tampoco olvidemos<br />
que aún existe en Venezuela una numerosa comunidad indígena<br />
denominada “goajiros”, emparentada por ancestrales vínculos con<br />
nuestros antepasados taínos.<br />
17 La Florida, op. cit. Canto XV, estrofas 29, 32 y 33, respectivamente.<br />
18 Idem, ver estrofas 34-41.<br />
19 Ibidem, estrofa 19.<br />
20 Ibidem, estrofa 23.<br />
21 Ibidem, estrofa 46.<br />
22 Ibidem, estrofas 49 y 50, respectivamente.<br />
23 Ibidem, Canto XVI, estrofas 8 y 9, respectivamente.<br />
47
Reinaldo García<br />
Blanco<br />
No morir hasta haberlo visto todo<br />
Mi<br />
mujer cantando Alfonsina a las diez de la<br />
noche<br />
Unas muchachas recostadas a los médanos<br />
Un poeta robándose las obras completas de<br />
Severo Sarduy<br />
Tres prostitutas en Medellín que me confunden<br />
con un nicaragüense<br />
Un ciego cantando de espaldas al mar<br />
Fayad Jamis leyendo El ahorcado del Café Bonaparte<br />
Una librería con todo Borges y Los alimentos<br />
terrestres de Gide<br />
Un pingüino muerto en las costas de Talcahuano<br />
Otra vez mi mujer haciendo pajaritas de papel<br />
Mi madre tendiendo unas sábanas blanquísimas<br />
Un policía leyendo a Rainer María Rilke<br />
Thiago de Melo y María de Aparecida<br />
preguntándome por Cuba<br />
Mi padre bebiendo té con bergamota a punto de<br />
morir<br />
Una mesa llena de uvas negras y otras ambrosías<br />
desconocidas por mí<br />
Tres mendigos sonrientes en la Avenida paulista<br />
Dos revistas Orígenes en la Librería Renacimiento<br />
Unas vacas nadando en el mar de Manzanillo<br />
Un tren francés roto en las llanuras de Camagüey<br />
Un vendedor de agujas con poemas publicados<br />
Un ciervo herido que busca en el zoológico<br />
amparo<br />
Mi hermana a la salida de un quirófano<br />
La Plaza de la Revolución vacía y oscura<br />
Los muros del Moncada a las tres de la tarde y<br />
en agosto<br />
Esto he visto yo y espero no morir hasta haberlo<br />
visto todo.<br />
48<br />
Virgin Islands / Té clásico<br />
A Mirna Figueredo Silva<br />
No<br />
es sabor de té en los labios de Marcel Proust<br />
o el aroma en la memoria<br />
Los feroces chocolates de un día<br />
las tiendas imposibles de importar<br />
o frutas que ya no existen<br />
Es un Virgin Islands a las tres de la tarde<br />
jarra azul de porcelana<br />
Mirar el país desde un cuarto piso<br />
notar que no estás<br />
Paladeo el amargor que sube<br />
que se extiende por la sala y los libros<br />
Se dibujan cruces en el cielo<br />
tal vez llueva como Dios manda me digo<br />
Virgen Islands té clásico para recordarte
Alejandro<br />
Ponce<br />
M<br />
Rhythm and blues<br />
por Janis Joplin<br />
para Michael H. Miranda<br />
ira es sencillo<br />
octubre cae esta noche en Hollywood con un<br />
gesto insoportable<br />
con un latigazo enorme de silencio<br />
Ahora pudiera ser tu último minuto<br />
tu instante más simple y decisivo<br />
marcando el retorno hipócrita del insomnio a<br />
este cuarto eventual<br />
a esta habitación en la que como una figurita<br />
siempre estarás de paso<br />
Ahora hace tanto frío y en medio de la efímera luz<br />
el hombre que amas va a dejarte sola<br />
vacía sin dicha sin coartada que te justifique<br />
y yo no tengo fuerzas para evitar el desagradable<br />
suceso<br />
ni quiero ampararte del sitio incómodo del<br />
lugar a la intemperie<br />
sabiendo que desde hace algún tiempo te sientas<br />
con la muerte<br />
y bebes tu litro de whisky antes de salir a escena<br />
Aquí pudieras sentirte inerte<br />
mucho más indefensa en la criatura que fuiste<br />
sentir que donde escribes amor<br />
en realidad estas cantando angustia sin fondo<br />
estas diciendo existencia inútil<br />
gritando suicidio de golondrina<br />
Mira octubre es mi signo cae como una<br />
piedra<br />
Garabateado por ti en la pared<br />
se extiende por la noche un animal húmedo y<br />
triste<br />
en el justo momento en que cantas esa vieja<br />
canción<br />
como para fijarte un poco más a la arrasada tierra<br />
y herirte en el acorde definitivo<br />
que sientes dentro del corazón como una bola y<br />
una cadena<br />
Qué desdicha Janis no es justa mi mentira<br />
siempre llegaré tarde a la representación<br />
jamás en tiempo para un primer plano<br />
pero entre aquellos puntos que se avistan a lo lejos<br />
entre todas aquellas cabecitas nerviosas y agitadas<br />
del fondo<br />
junto a los arbolitos de High-Ashbury pude<br />
estar yo<br />
yo entre los que entonaban contigo<br />
I need a man to love o Summer time o Ball and chain<br />
no importa<br />
Pude incluso encontrarte entre los fantasmas<br />
cualquier tarde de domingo<br />
cuando regresabas del círculo divino que es la<br />
existencia<br />
y leer en tu boca desleal que eras un ángel<br />
y la muerte el único pretexto para negar la gloria<br />
Pude oír que atravesabas cualquier calle de San<br />
Francisco<br />
yo te saludé de alguna forma lo recuerdo<br />
y luego escondí el rostro como si nada hubiera<br />
pasado<br />
como si para andar sobre el asfalto de esta ciudad<br />
y contener todo el latir del corazón hiciera falta<br />
arrastrar eternamente hasta el calvario<br />
una bola y una cadena<br />
como si para conservar la vida<br />
fuera necesario llamar como un loco<br />
en todas las puertas del universo y preguntar<br />
por ti<br />
y los inquilinos definitivamente entendieran mi<br />
llamada<br />
como una broma de mal gusto<br />
como si en esta noche de octubre el<br />
alma no doliera<br />
49
Ana Ibis<br />
Juan<br />
M<br />
50<br />
Poema para mi padre*<br />
I<br />
i padre se levanta temprano en las mañanas,<br />
endulza el café con la misma sobriedad con la que<br />
viste su traje carmelita.<br />
Me pregunta la hora y creo verlo en una trampa<br />
donde le ofrecen un solo de espasmos recorriendo su<br />
pecho.<br />
A veces recuerdo aquella capacidad de amansar la<br />
negación,<br />
pero sólo a veces.<br />
Me pregunta la hora tirando las pupilas a mi cama,<br />
le siembro girasoles en las uñas para adornar la<br />
ausencia.<br />
Mi padre se levanta temprano<br />
se traga el café de un solo golpe<br />
después de soportar otro girasol marchitándose en mi<br />
cuarto.<br />
II<br />
Un padre conversa<br />
con fantasmas que se asemejan a su hija.<br />
Con él se sientan a la mesa<br />
desatándose un recuerdo que se volverá a plasmar<br />
–inexplicablemente– en la memoria.<br />
Intercambian motivos y discursos que se asemejan a<br />
su hija,<br />
les grita una espiral de culpas,<br />
pregunta la hora,<br />
recibe humo y siluetas imperceptibles.<br />
III<br />
Él baila conmigo<br />
me muestra el pecho o abre el puño que contiene<br />
girasoles.<br />
Mi padre va a morir de dolor en la cintura.<br />
Bailamos porque hace siglos<br />
en la punta de una pirámide yo prefería soles<br />
intermedios.<br />
Mi padre no es Quijote<br />
pero le construyo molinos en el uniforme carmelita,<br />
digo 6:40<br />
endulza el café con aquella lanza<br />
cuando me doy cuenta que mi padre no se llama<br />
Daniel<br />
Defoe<br />
pero le regalo una isla, un silencio, una cabra,<br />
digo 6:44<br />
le presento un óleo y una oreja<br />
en el momento que menos se parece a Van Gohg<br />
digo 6:50<br />
y que guarde los girasoles porque ahora lo sé.<br />
mi padre es un dios,<br />
de esos dioses que se levantan temprano todas las<br />
mañanas<br />
lanzando una sonrisa<br />
aunque el café quede amargo<br />
y no le contesten la hora.<br />
José Ramón<br />
Sánchez<br />
Aprendiendo el alfabeto con<br />
José Lezama Lima<br />
C<br />
omo almirante regio cruzó la Mar Oceana de<br />
la literatura.<br />
Grabó sus palmas en la piedra permanente del<br />
Nilo.<br />
Y ahogado resucitó en un túnel eléctrico.<br />
Lezama lee a Yeats comentado por Eliot<br />
C<br />
uando el lenguaje escasea<br />
y estamos a punto de no decir más<br />
es que sabemos del cenicero<br />
que ocupa nuestra alma. (Ardió Troya<br />
y un célebre resplandor ilumina los rostros<br />
de quienes leen). El pensamiento inicia<br />
su aire de conquista y reconoce<br />
que cada poema es un horno crematorio.<br />
Lezama también vino a Guantánamo<br />
L<br />
*Premio de Poesía Juegos Florales de Matanzas 2006<br />
Tres por Lezama<br />
ezama también vino a Guantánamo.<br />
La luz del Sol amarilla como en un acuario.<br />
A mi lado una mujer que ya no podía<br />
ver lo que yo apenas imaginaba. Un muro azul<br />
y detrás un tamarindo de tronco grueso<br />
con muchas ramas y hojas. Lezama<br />
subido al árbol a dos o tres metros del suelo<br />
cogía tamarindos con una mano<br />
y con la otra se agarraba fuerte.<br />
Vestía uno de sus trajes republicanos<br />
y me miraba de frente sonriendo<br />
a través de la brisa clara<br />
que movía las hojas del tamarindo.
Circunloquio, de Juana García Abás.<br />
Editorial Letras Cubanas, 2006.<br />
Circunloquio:<br />
El arte de inventarle un nuevo<br />
centro a las palabras<br />
«Las aporías son un arte sacro»,<br />
podría haber suscrito Zenón de Elea.<br />
Hoy lo afirma Juana García Abás<br />
en Circunloquio (página 66) y tiene<br />
el mismo alcance. En los rodeos<br />
verbales que conducen, no a una falsa<br />
afirmación, sino a negarle veracidad<br />
absoluta a lo obvio, nos adentramos,<br />
desde las páginas de este poemario ganador del premio<br />
Nicolás Guillén 2006, en una nueva troposfera lírica donde<br />
las palabras dejan de ejercer su rol tiránico como marcadoras<br />
de sentido para convertirse en barro fundacional. Los<br />
vocablos se erigen aquí, como pocas veces en la poesía más<br />
reciente, en materia prima de una lógica primigenia para la<br />
concepción de un cuadro figurativo, ontológicamente lúdico<br />
y —paradójicamente— de espesa gravedad. Se trata de un<br />
discurso poético signado por las alusiones, las desazones, la<br />
hibridez y la ósmosis semántica. De un gran concierto, en fin,<br />
para el lúcido desconcierto.<br />
La relectura de los orígenes del pensamiento, de esa<br />
versión imperfecta de lo cierto que llamamos Vida, Historia<br />
y Cultura, se desliza en zigzagueante recorrido, desde la<br />
primera a la última letra del alfabeto (el hebreo como obsesión<br />
y paradigma) hacia una manera distinta de concebir la<br />
sensualidad, oblicuamente perceptible a partir del regusto<br />
por una audaz conceptualización.<br />
Desde álef a tau —signos portadores también de fluidos<br />
matemáticos— se define un universo referencial que se moja<br />
los labios tanto en las aguas positivistas como en los meandros<br />
marxistas; desde el desdén existencial, hasta la tentadora<br />
(y perturbadora) gravitación terrestre a que nos somete<br />
la postmodernidad y lo light, recibimos estos paradójicos<br />
apareamientos lingüísticos.<br />
Muchos son los parentescos intelectuales que podríamos<br />
identificar en el ADN de Circunloquio. El poeta José Kozer, al<br />
final del volumen, insiste en las proximidades con el zen, viejo<br />
arte oriental. De entre estas cercanías, fijándome solamente<br />
en la nueva convención lógica y en la inédita relación con el<br />
entorno que propone, me complace reconocer también, en esta<br />
poética, algunos puntos comunes con el arte de los koanes.<br />
Comparemos si no algunas de las afirmaciones posibles de<br />
los maestros del zen para responder a la pregunta más común<br />
de dicha enseñanza: «¿Qué significado hay en la llegada de<br />
Bodhidharma (primer patriarca zen) del oeste?» Puesto ante ella<br />
el maestro Ching Feng, respondió sin prurito: «Una pulgada<br />
de pelo de tortuga pesa nueve libras». A la misma frecuente<br />
pregunta otro maestro respondió: «En los dientes de la tabla<br />
crece pelo». Parece chiste, pero la sabiduría de esta respuesta<br />
nos mueve a interpretar de un modo menos terrestre la ubicua<br />
convergencia de los discursos inconexos, los falsos paralelismos<br />
semánticos: todo le responde a todo; y todo constituye, en su<br />
momento, una nueva pregunta. Y en ese juego de espejos, de<br />
multiplicación de los signos, nos adentra Circunloquio, portador<br />
de incertidumbre, paradojas, arqueología, logomaquia y caos<br />
ordenador: conceptos y sensaciones que le dan título a las<br />
secciones y definen la estructura interna del conjunto con el<br />
objetivo de situar cada cosa en un nuevo sitio interior. Es de<br />
dicha instancia de donde emergemos, lectura mediante, con la<br />
nueva posibilidad de establecer sinapsis tan coherentes como<br />
inusuales y generadoras, por eso mismo, de nuevos estados<br />
de inquietud estética. De ahí la semejanza.<br />
Otros apareamientos estéticos nos remiten a cercanías,<br />
ya advertidas por otros lectores, con Lezama, Vallejo, Roque<br />
Dalton, la rara poesía que subyace en el lenguaje de las ciencias<br />
exactas. Yo solo añadiría que ese vínculo intrínseco se da con<br />
toda la poesía que se haya atrevido a cuestionar un sistema<br />
de valores y proponer una poética renovadora. En el caso de<br />
Circunloquio esta poética del cambio se haya acentuada en el<br />
desprejuicio lingüístico, en el eclecticismo enunciativo y en<br />
la filosofía de que estos duros tiempos solo se sustentan a<br />
cabalidad a partir de miradas tangenciales a lo establecido.<br />
Un solo ejemplo, de los muchos, posibles cito: el del poema<br />
«Esplendor»: Cuentan las aguas, / que ciertas aves fecundan la piedra<br />
/ cuando otra figura alada brota / de la sangre del león de berilo, que<br />
no hay pájaro que vuele / ni piedra que ruede sin su estrella / y que,<br />
al filo de lo ínfimo / donde con esmerado oscurecimiento / una chispa<br />
presume el filo de los soles, cierto fuego burla —con su epifanía— /<br />
el imperio infeliz del silogismo.<br />
Circunloquio, en lo formal, cobra cuerpo a partir de<br />
un conjunto de textos que evaden convenciones rítmicas,<br />
armónicas, eufónicas; su imaginería, siempre visionaria,<br />
adquiere contornos a partir de una loable mixtura con la prosa<br />
y el aparente abandono de la versificación hasta su casi total<br />
laxitud; su principal virtud es la isotopía. Un poema ilustrativo<br />
de ello sería el titulado «Puesta en abismo» (página 22). No<br />
obstante, el entramado estilístico define con toda coherencia<br />
una segura mano que nunca se retrae hacia la acogedora<br />
estancia de lo canónico.<br />
Una voz fresca; unos textos que reclaman participación<br />
en pos de la emoción subyacente en la frialdad cerebral; una<br />
nueva estafeta para recibir mensajes del cosmos; un conjunto<br />
donde cohabitan Oriente y Occidente bajo la mirada corrosiva<br />
que los toma, los destruye y sustituye; una poesía generada en<br />
casi total descontaminación, ajena a los recados del día; de todo<br />
eso y mucho más hallará el lector en Circunloquio. Y me atrevo<br />
a terminar mi sugerencia a acercarse a este intenso poemario<br />
como mismo comencé, reiterándoles con Zenón de Elea, y con<br />
Juana García Abás, que también al amparo de los versos, como<br />
un antídoto contra la barbarie apocalíptica de los tiempos que<br />
corren, Conviene descifrar las aporías —saber qué piensa Dios.<br />
Julián de Zulueta y Amondo: Promotor del capitalismo en<br />
Cuba, de Eduardo Marrero. Ediciones Unión, 2006.<br />
Ricardo Riverón Rojas<br />
51
Una biografía necesaria<br />
No puedo evitarlo. Decididamente<br />
me fascinan los personajes difíciles,<br />
los que perturban al historiador: esa<br />
clase de figura que se extravía con<br />
facilidad; que, generalmente, uno<br />
no encuentra cuando los busca, y<br />
que, después, cuando no le interesa<br />
encontrarlos, aparecen sin más ni<br />
más, atravesándose en el camino. Si el<br />
escritor se propusiera retratarlos como<br />
especie, con un poco de imaginación<br />
redactaría una descripción clásica,<br />
“ceño fruncido a medias, sonrisa<br />
giocondiana, (indefinida, irónica,<br />
ambigua), perfil seductor, figura corporal ocultándose de<br />
soslayo, nunca del todo resuelta, apenas un contorno entre los<br />
humos de un paisaje humano impreciso y delirante, esquivo<br />
y extraviado”. En fin, una mixtura de impresionismo ingenuo<br />
con hiperrealismo ácido: ese tipo de ser que sin transiciones<br />
onerosas, va –sereno, frívolo, extravagante- de la pantufla<br />
al mocasín, de la bicicleta al avión, de la valla de gallos con<br />
mechones carboneros al flamante prostíbulo con bombillas<br />
ahorradoras; siempre sin importarle la diferencia entre la<br />
marea y el oleaje, entre la sorpresa y el asombro, entre el<br />
escándalo solariego y el carnaval populachero.<br />
El sueño mayor de cualquier biógrafo es atrapar a esos<br />
sujetos bastardos para la Historia; esos que, al parecer,<br />
carecen de bando fijo. O acaso se ocultan en el bando donde<br />
en realidad no están, esos que, en ocasiones, aparecen inflados<br />
de popularidad cuando, a la postre, son seres mayormente<br />
impopulares; esos que visten con el traje pernicioso de la<br />
maldad y un día cualquiera, sin querer, sin proponérnoslo,<br />
les descubrimos el flanco débil, el gesto suave, el rincón<br />
lacrimoso; como que son carne y hueso –de materia humana,<br />
al fin y al cabo- igual que otros. Tales casos me gustan porque<br />
no están hechos de una sola pieza; porque hay que batallar<br />
con sus ardides y perfidias, con sus escondites y sus máscaras,<br />
con sus vendavales y lagunas. Son una mezcla de crucigrama<br />
y rompecabezas; o un cruzamiento de gente con diablo, que es<br />
la mezcla a la que aspiraron alguna vez los dioses inventados<br />
por los propios hombres.<br />
Julián de Zulueta y Amondo califica dentro de ese grupo.<br />
Ni vírgenes ni demonios lo acompañan. No lo escoltan ni<br />
orishas ni sátiros. Para él no cuenta la popularidad de figuras<br />
emblemáticas como Liborio, Pepito, o Elpidio Valdés. Más<br />
justamente valdría adscribirlo al pícaro que inmortalizaron<br />
Quevedo en España y Lizardi en América. Pero no se trata<br />
de un personaje que pueda causarle alguna gracia al lector<br />
cubano contemporáneo. En pleno siglo xix –siglo en el que<br />
despunta la nacionalidad cubana– y cuando, a cada trecho, el<br />
espíritu criollo va vaciándose de hispanidad para henchirse<br />
de cubanía, Zulueta es simplemente un típico integrista,<br />
un clásico negociante que no simpatiza para nada con la<br />
independencia de Cuba.<br />
Aparece como todo un inmigrante peninsular-émulo<br />
del Conde Coveo que nos pintara Ramón Meza- de origen<br />
52<br />
vascuence, ligado siempre a las peores misiones que haya<br />
desempeñado un habitante de la época colonial en nuestra<br />
Isla: traficante de negros esclavos, contratista de culíes chinos,<br />
coronel de voluntarios… Sólo esto bastaría para incinerarlo,<br />
para borrarlo de nuestra memoria nacional con la rapidez y<br />
agudeza de un relámpago justiciero.<br />
Pero no resulta nada fácil levantar el hacha y decapitarlo.<br />
Una calle y un pueblo llevan su apellido, al igual que cientos<br />
de descendientes suyos-negros y blancos-que, en su mayoría,<br />
viven orgullosos de su progenie. ¿Qué tiene, qué hizo, cuál es<br />
el secreto, dónde el misterio a favor de este hombre que no<br />
conseguimos penetrar del todo? ¿ Van juntos en él lo positivo<br />
y lo negativo, como en casi todos los seres humanos? ¿En<br />
qué grado lo uno y lo otro? ¿Cómo apresar las vetas de lo<br />
contrastante y de qué modo diseñar las fronteras, precisando,<br />
distinguiendo lo humano de lo divino, lo demoníaco de lo<br />
terrenal? ¿Podríamos, sin sonrojarnos ni arrepentirnos, sin<br />
penas ni remordimientos, destinarlo al infierno, cerrarle las<br />
ventanas del paraíso, incluida aquella que nos permite ver el<br />
engaño seductor de la serpiente?<br />
Me gusta imaginármelo cabalgando por los campos, entre<br />
guardarrayas y lodazales, gozando el delirio de multiplicar<br />
sus tierras y apellido. Me encanta figurármelo trepando sobre<br />
una yegua trotona y trepando sobre una negra”fondillona” en<br />
una época en que la sexualidad podía desbordarse sin temores<br />
ni artificios porque no existían el SIDA ni los condones. Me<br />
place atisbarlo como el gallo en su corral, pleno de holgura<br />
y hechura machista y racista, pero pobremente débil ante<br />
toda una mulata de caderas anchas. Lo veo sudoroso y<br />
jadeante, orgulloso fundador de ingenios que ennegrecieron<br />
con sus chimeneas el altísimo cielo con el que los esclavistas<br />
como él pretendieron engañar a los africanos indefensos,<br />
prometiéndoles encontrar allá arriba la libertad de que les<br />
privaban aquí abajo.<br />
Este vasco recalcitrante para cualquier mirada<br />
mambisamente patriótica, fue Alcalde de La Habana,<br />
propietario influyente, Consejero de Administración de<br />
Hacienda, Cónsul del Real Tribunal de Comercio, Presidente<br />
de la Comisión Central de Colonización, Senador Vitalicio<br />
del Reino y Diputado a Cortes, entre otras responsabilidades,<br />
cargos y prebendas honoríficas. Teniendo en cuenta la<br />
complejidad del ámbito cubano de su tiempo, se comprenderá<br />
por qué un historiador tan serio como Juan Pérez de la Riva,<br />
sentenció en 1975, refiriéndose a Zulueta: “su biografía merece<br />
escribirse un día”.<br />
Eso ha hecho Eduardo Marrero Cruz: crear un libro<br />
apasionante cuyo protagonista es el satánico personaje de<br />
marras; un texto que marcará pautas en la evolución del<br />
género en Cuba, porque es la primera vez-al menos dentro<br />
del período revolucionario-que un historiador se acerca, con<br />
sagacidad y valentía, a un personaje que, como ente humano,<br />
lleva sobre sí más diatribas que elogios, más inmundicia que<br />
fragancia, más insultos que vítores. Es la primera vez, en<br />
estos 40 años, que se publica la historia de un hombre que<br />
no es patriota, pero cuya historia es útil para entender mejor<br />
la historia de la Patria.<br />
Hay hombres que no se contentan con obedecer, con acatar la<br />
autoridad establecida, con dejar que las situaciones –malas–<br />
Urbano Martínez Carmenate
Aislada noche, de José Ramón Sánchez.<br />
Editorial Letras Cubanas, 2006.<br />
Más allá del<br />
Todo poetizar au-téntico, todo<br />
pensar genuino y punzante es<br />
complejo en sí mismo, y no entrega<br />
sus verdades a la solicitud<br />
del sentido común, ni a la satisfacción de la curiosidad, y es<br />
inmune a esa lectura a la ligera, bajo la cual algunos pretenden<br />
expedir lo inencontrado. La poesía, al menos la más genuina,<br />
no vuelve sobre las cosas vanas, sino sobre las más graves, las<br />
muestra en su fundamento, en su devenir, traza genealogías,<br />
correspondencias, continuidades que la ignorancia general<br />
encubre sin siquiera sospechar de su existencia. Tal es la<br />
cualidad que encontramos en Aislada Noche, de José Ramón<br />
Sánchez (Letras Cubanas 2006). José Ramón, poeta díscolo y<br />
sosegado, ha escogido a la noche como centro de su despliegue<br />
lírico, haciéndonos por momentos recordar, las mallarmeanas<br />
noches de Idumea, o aquellas que constituyen para mí, el eje<br />
central de su ejecución, las noches de los fantasmas elásticos de<br />
Charles Baudelaire. El poeta deja asomar desde sus primeros<br />
textos, el sedimento que han dejado en él sus lecturas de<br />
los clásicos del simbolismo francés, hasta hacerse marcada<br />
su inserción en las deyecciones malditas de Rimbaud y del<br />
Conde Lautreámont. Textos como “Ajedrez”, “Murciélagos”,<br />
“Cubierto el Lobo”, “Caballos y en la crin la noche”, o<br />
“Desnuda Danza”, dan testimonio de un discurso de marcada<br />
densidad ( no oscuridad), que anuncia la búsqueda constante<br />
de ideas exquisitas, expresadas de una forma inesperada,<br />
gracias a equívocos que permiten al autor, mostrar la sutileza<br />
de su espíritu, a expensas generalmente del sentido común:<br />
Hay murciélagos. Supuestamente existen:<br />
Yo los creo.<br />
Giros erráticos. Desligada procedencia<br />
los apresura. (“Murciélagos”)<br />
monte Stuguno-<br />
set<br />
El embate metafísico de sus textos, no oculta displicencia<br />
hacia la forma lezamiana de abordar los tópicos referentes<br />
al ámbito familiar y al propio contexto lírico amatorio, o a<br />
ciertas nervaduras de índole escritural que no nos obligan<br />
a enumerar las cosas que aparecen a simple vista como<br />
barrocas, tradicionalmente identificadas por la abundancia de<br />
elementos alegóricos, la acumulación de adjetivos y sustantivos<br />
puramente decorativos, las frases largas e intercaladas, el<br />
pensamiento se bifurca, así la bimembración, no característica<br />
en estos textos, intenta reemplazar un sistema de iluminación<br />
directa por un juego de luces reflejas.<br />
Tal vez cuando el lector avezado lee:<br />
En jaque mate comienza la partida.<br />
Y en todo disminuye por el tablero<br />
su enigma interrogado. Y a su contacto bicolor<br />
no me sustraigo, que su contacto fija la mano<br />
a otro descanso si el adversario no me coincide<br />
y va a otro extremo en el tambor batido<br />
por la seca colmena de mi oído.(“Ajedrez”)<br />
Y más adelante advierte:<br />
El amor no es la distancia.<br />
El amor es el deseo que suma<br />
la distancia en cada cuerpo<br />
cuando la lengua salvaje de uno<br />
abre la carne del otro y lo hace duradero.(xxxv)<br />
podrá estar ante una verdadera dislocación del centro de<br />
gravedad o de la forma unitiva del cuaderno, como si el poeta<br />
estuviera fundido con lo inexpresado y de pronto encontrara<br />
los caminos más ocultos de la luz. Parece enunciarnos al poeta<br />
que vendrá, al poeta que palpa nuevas claridades y nos deja<br />
hacia la estancia final un texto conciso y mayor como “El<br />
monte Stugunoset”. Entonces, después de leer este conjunto,<br />
donde no hay ablandamientos ni artificios, sino el acto de ser<br />
sincero que es el acto único y mejor de ser potente, podamos<br />
comprender que el impulso de hacer versos, es un cierto furor<br />
divino con que el poeta se inflama y se levanta de los demás<br />
hombres y esta inflamación le causa un crecimiento tal, que<br />
no le permite ser humano en su lengua, sino que obliga a que<br />
éste crezca y balbucee, hasta hacerlo parecer que habla, en<br />
una lengua extraña.<br />
Oscar Cruz Pérez<br />
Santiago de Cuba, <strong>2007</strong><br />
53
René Fraga: un cristiano revolucionario,<br />
de Clara Enma Chávez.<br />
Ediciones Matanzas, 2006.<br />
se sucedan, con seguir la corriente. Son<br />
los que tienen un fuego que calienta<br />
y alumbra, son los que llevan luz, los<br />
que iluminan el sendero de la libertad.<br />
Esos hombres, conocidos o no, son<br />
historia.<br />
Y precisamente de un joven<br />
que es y que hizo historia, trata el<br />
libro que recién nos han ofrecido la<br />
investigadora Clara Enma Chávez y<br />
Ediciones Matanzas, en el que el rigor<br />
científico y la verdad histórica se combinan con una gran<br />
dosis de ternura para presentarnos la vida del mártir René<br />
Fraga Moreno.<br />
Durante años la autora se ha dedicado a desentrañar<br />
la historia de Matanzas en un período particularmente<br />
convulso: los años 50 del pasado siglo; ha recopilado y<br />
analizado minuciosamente, información sobre las condiciones<br />
socioeconómicas y políticas de esa década y sobre la vida de<br />
sus protagonistas. Ello le ha permitido conformar, tanto libros<br />
de historia matancera como biografías de luchadores, entre<br />
los que se encuentra René Fraga Moreno, ejemplo de persona<br />
que cumplió plenamente con su condición y su vocación de<br />
ser humano.<br />
Desde el título del libro, René Fraga: un cristiano<br />
revolucionario, se nos anuncia la condición esencial de René<br />
que marca todo su pensar y actuar en la vida: el hecho de ser<br />
cristiano, de pertenecer a las filas de la Juventud de Acción<br />
Católica. Sin conocer su formación en un hogar católico, en<br />
una escuela religiosa y su vida activa dentro de la comunidad<br />
eclesial matancera, no se puede comprender la personalidad<br />
de René, ni sus prioridades, ni las motivaciones que lo llevan<br />
a ofrendar su vida.<br />
René no centró sus expectativas en ser el mejor estudiante<br />
del Instituto o de la Escuela Normal, en la que se graduó de<br />
maestro; sus notas no fueron brillantes. Tampoco le interesó<br />
en su momento ser valorado socialmente como un profesor<br />
de grandes méritos, de hecho, su desempeño oficial en el<br />
magisterio no tuvo un carácter sistemático, pues al no aceptar<br />
un aula fija de manos de un régimen ilegal impuesto por la<br />
fuerza de las armas contra la voluntad del pueblo, trabajó<br />
siempre como maestro suplente.<br />
Lo que distingue a René, lo que lo ilumina con tintes<br />
propios y le da sentido a su existencia, a todo lo que hace,<br />
tanto en el ámbito doméstico como en el social. Es su vocación<br />
de servir a los demás, que lo ha recibido de Jesús de Nazaret,<br />
el Cristo.<br />
Con un cariño que se siente en cada página, la autora va<br />
deteniéndose en las diversas etapas de esta breve vida: su<br />
infancia y adolescencia, en la que padres y maestros lo educan<br />
en el respeto y consideración hacia los demás; en la atención<br />
y cuidado a los más débiles y pequeños, en el desinterés,<br />
en la ayuda a los pobres y necesitados, en una personalidad<br />
54<br />
El libro de<br />
René Fraga<br />
serena y comprensiva. Todo lo sembrado en este período dio<br />
abundantes frutos: desde su sensibilidad para con la infancia<br />
pobre, para la que recogía y reparaba juguetes, su disposición<br />
de servicio al dar clases gratuitas a muchos y muchas jóvenes<br />
que preparaban su ingreso a la Escuela Normal hasta su lucha<br />
final por mejorar el destino de la patria.<br />
A través de las páginas referentes al movimiento<br />
estudiantil, además de la actuación de René, líder preocupado<br />
de toda la problemática social, la autora nos brinda una<br />
amena lección de historia, un fragmento de los conflictos<br />
sociales y políticos de la vida cubana y su reflejo en la ciudad<br />
yumurina. El capítulo titulado “El Cristiano” se centra en su<br />
participación en la Juventud de Acción Católica y sus obras<br />
sociales, su labor de maestro en la formación religiosa y<br />
humana de niños y jóvenes en la Iglesia de Carmen y todo<br />
su compromiso eclesial en la diócesis de Matanzas.<br />
Los capítulos finales, de gran fuerza expresiva, están<br />
centrados en su labor clandestina como miembro del<br />
Movimiento 26 de Julio, su detención, tortura y asesinato. El<br />
relato de la muerte de René es verdaderamente conmovedor,<br />
por lo injusto, por su juventud, por poner de manifiesto el<br />
maléfico poder del odio y la violencia y porque se trataba<br />
de una muerte que no tenía que haber ocurrido, pues<br />
las autoridades policiales lo iban a liberar gracias a la<br />
intervención de Monseñor Martín Villaverde, Obispo de<br />
Matanzas y del Colegio de Maestros. La autora nos presenta<br />
el conjunto de circunstancias y hechos trágicos en los que la<br />
acción homicida de un soldado pone fin a la vida de René.<br />
Avalado por un intenso trabajo de búsqueda informativa<br />
en archivos y entrevistas, el libro nos presenta la biografía<br />
del mártir y su entorno en un lenguaje coloquial, al alcance<br />
de todos. En sus páginas no se encierra un mito; de ellas sale<br />
andando un René joven, vivo, lleno de ideas, que sueña con<br />
una patria mejor, más digna, más libre, que marche con todos<br />
y que trabaje para el bien de todos.<br />
Al presentar la vida de René de un modo orgánico,<br />
destacando la centralidad que tuvo en ella su condición de<br />
cristiano católico, de algún modo se ejemplifica en él un sector<br />
de la juventud cubana proveniente de la Acción Católica cuya<br />
participación en la lucha insurreccional contra Batista resulta<br />
aún absolutamente desconocida.<br />
Bordada amorosamente con pequeños detalles por su<br />
autora, Clara Emma Chávez; su editor y prologuista, Bárbaro<br />
Velazco y su diseñador, Leonel Betancourt, esta pequeña<br />
obra alimenta al intelecto y al corazón y tiene un gran valor<br />
educativo para las nuevas generaciones.<br />
Caridad Contreras
Salón Roberto Diago <strong>2007</strong>. Galería de Arte Pedro Esquerré.<br />
Matanzas.<br />
Un momento diferente<br />
El Salón Roberto Diago Querol es el espacio dentro del ejercicio<br />
diario de las artes plásticas de la provincia Matanzas, donde<br />
hace presencia la representatividad de las supuestas inquietudes<br />
que desarrolla la práctica artística. Esta vez se configura<br />
generando sucesos colaterales que conceden lugar a actitudes<br />
disímiles, como el arte efímero, con el proyecto Fabulaciones,<br />
realizado como preámbulo al Salón, en el que se presentaron<br />
tres interesantes propuestas afines a criterios ambientalistas,<br />
los Café-encuentros que funcionan como cita del video arte,<br />
establecidos a través de tres momentos, la exposición Miradas<br />
para miembros de la UNEAC con una muestra más afín a<br />
conceptos convencionales, y la exposición personal Estética x<br />
genética del fotógrafo Nadal Antelmo Vizcaíno, demostrativa<br />
de su exquisito logro en cuanto a técnica y afianzándose al tema<br />
general que promueve el evento: Experiencias visuales de la<br />
cotidianidad.<br />
Caracterizado por su génesis colectiva, lo que define y<br />
emplaza una pauta distintiva es el mismo Salón Provincial.<br />
Es aquí el lugar donde se manifiestan de manera factual<br />
los intereses experimentales y discursivos generados por<br />
la dinámica social y cultural del contexto matancero. Tales<br />
condiciones resultan en una propuesta visual que refiere y<br />
agudiza las realidades y el artificio de la experiencia, y produce<br />
una visualidad distintiva que permite categorizar y establecer<br />
los rumbos de la labor creativa, resaltando la presencia de obras<br />
que se imponen por sus concisos efectos.<br />
Esta vez la decimosexta edición ha marcado la diferencia.<br />
Defiendo la idea de la particularidad de la ocasión y lo<br />
asumo a partir de cierta rebeldía y careo que promulgan las<br />
piezas admitidas desde sí y en el diálogo conjunto. Aquí están los<br />
dorados 80’, las inquietas vueltas intelectivas de los 90’, los lúdicos<br />
y light 2000…. Todas las referencias más que menos sutiles, las<br />
revisitaciones. La impunidad de los artistas noveles y la de los<br />
consagrados. El atrevimiento de los que no tienen defensa. Incluso<br />
los recalcitrantes. El facilismo de los confiados.<br />
No voy a hacer una comparación con el supuesto “futuro<br />
del arte”, ni creo tampoco que el arte se convierta en una masa<br />
compacta, fría y frívola. Aún tiene mucho que proponer y decir,<br />
mucho más viniendo de una cultura donde se habla en la acera,<br />
en el pasillo, en la escalera; se grita desde la ventana de un<br />
noveno piso. Esta dinámica es la vitalidad que trasluce el Salón<br />
y se advierte en cierta coincidencia de los recursos estratégicos y<br />
el resultado visual de las obras emplazadas en sala, en las cuales<br />
se connota la representación de pensamientos provenientes<br />
del conciente colectivo, demostrando la toma de una voluntad<br />
comprometida con su contexto social.<br />
Hay varios sentidos que compulsan las significaciones de<br />
estas obras centradas en tres ejes esenciales: la persistencia<br />
de lo existencial, coherentemente propuesta en piezas que<br />
promueven montajes y concepciones afines al mínimal,<br />
cuyos principales voceros están en el hacer de Rubén Fuentes<br />
e Idanerys González. El interés incisivo de los límites<br />
contradictorios de la sexualidad y su representación, vistos<br />
en obras donde lo ambiguo y lo represivo/reprimido se<br />
anuncian. Otro orden convendría entonces en las urgencias de<br />
la vida diaria y los efectos que moldean la psiquis del sujeto<br />
social en las presentes condiciones históricas, donde tendrían<br />
espacio los temas de la inmigración, la política y en general el<br />
cuestionamiento al modo de vida en las difíciles circunstancias<br />
de la actualidad.<br />
El momento artístico del hoy es diferente. Se evidencia<br />
un estado de alerta y una agudeza crítica que afianza además<br />
múltiples medios.<br />
Tiene un espacio la pintura, con un número de obras<br />
representativo –que hace muchas ediciones se extrañaba–,<br />
estableciéndose en un amplio espectro que abarca las maneras<br />
de la pintura historicista, desde la buena factura de lo hedonista,<br />
el expresionismo y los lenguajes pop. En esta última, Alexander<br />
Lobaina, con Eros y Masificación, convenia un ejercicio crítico<br />
avalado por una evolución consecuente de su hacer. En él<br />
se superponen, a modo de palimcesto, símbolos urbanos<br />
propios con denotantes que apuntan a políticas culturales,<br />
abriendo el juego en contraposiciones y cuestionamientos<br />
que señalan la construcción del orden social y su pensamiento<br />
sobre lo artístico. Todo esto a través de un lenguaje visual que<br />
aprehende lo gráfico como modo de incidir desde el lenguaje<br />
del producto medial, en él, afín a la propaganda gráfica desde<br />
los niveles más intuitivos a los políticos.<br />
Junior Salomón y Nelson Barrera asumen la técnica<br />
pictórica, desde lo expresivo, en dos vertientes. El primero<br />
mediante la mixtura con materiales textiles y el segundo desde<br />
su propio recurso. Sus propuestas van por caminos diferentes.<br />
En el caso de Junior Salomón su Sin título, lidiando con lo<br />
grotesco y el desdibujo, dialoga con las formas no aceptadas<br />
de la sexualidad para erigir un diálogo con las represiones que<br />
imponen las normativas de la conducta social, elemento que<br />
en nuestro contexto ha sido trabajado coherentemente por la<br />
fotografía, aquí llevado a un dramatismo casi soez, que supera<br />
en esta pieza a sus precedentes.<br />
Barrera por su parte funde lo humano y un signo<br />
promocional y vendido por los media industrializados como<br />
55
el conocido “happy face” a favor de lo grotesco, para romper<br />
y emplazar el cuestionamiento de las diferencias entre el deseo<br />
y lo real, el consumo y lo humano; llevando su interés a planos<br />
donde se catapultan los conceptos de la identidad individual<br />
y el comprometimiento individual y social.<br />
La fotografía fue puesta en escena desde el cuestionamiento<br />
reflexivo de la realidad social. Ventanas incógnitas del reconocido<br />
pintor Juan Arel, Tercer Premio del Salón, es una obra que<br />
repite de forma sucesiva rostros donde el tiempo y el esfuerzo<br />
extremo han dejado su huella, en una postura que refleja el<br />
drama de lo humano, a la vez que refiere una documentación<br />
incisiva de los personajes anónimos de la colectividad.<br />
Las nuevas marcas que deja la vida, serie de Ernesto Millán<br />
mencionada, más que proyectarse como discurso de minoría,<br />
asume la apropiación del modus operandis de un artista<br />
reconocido dentro de esta temática del arte contemporáneo<br />
cubano, como René Peña, para producir una reflexión sobre<br />
la banalidad y su presencia en las relaciones que establecen las<br />
condiciones económicas de la actualidad.<br />
La escultura y la instalación fueron ampliamente<br />
representativas. Dentro de estas, vale señalar el objeto<br />
escultórico Forever de la serie Vanguardia Nacional, de Fernando<br />
Cruz, que establece lo inquietante a partir de connotaciones<br />
simbólicas muy particulares, elementos con los cuales trabaja<br />
Todos a cumplir con el marabú, video instalación del fotógrafo<br />
Ramón Pacheco, que asume la paradoja para ironizar<br />
determinados sucesos recurrentes que comprometen formas<br />
de asumir nuestra realidad.<br />
Por su parte, Del cómo somos…, bandera hecha con tubos de<br />
luz y deudora del artista conceptual Dan Flavin, indaga bajo<br />
estos mismos auspicios las zonas en las cuales se conforman<br />
los criterios de nacionalidad. Otra obra que marca su impronta,<br />
por su significación como rescate de la tradición, es el proyecto<br />
Parque de los Chivos, esculturas de los estudiantes Fernando<br />
Cruz y Alberto Domínguez, quienes desde la nostalgia intentan<br />
destramar los rumbos perdidos de la llamada matanceridad, a<br />
partir de la reinterpretación de los símbolos que en la historia<br />
reciente dotaron a la ciudad de un misticismo que marcó el<br />
plano cultural.<br />
TV-Grafo, video instalado de Jorge Luis Romillo, artista<br />
reconocido en salones anteriores y Segundo Lugar en esta<br />
edición, resume de forma espectacular y concisa el sentir de<br />
todas las instancias, desde los niveles más emergentes de lo<br />
social hasta los del pensamiento. La clave morse dada a través<br />
de la falta de señal de un televisor confronta implícitamente<br />
lo contradictorio desde una postura desafiante que se impone<br />
precisamente por la solidez que confiere la suficiencia de<br />
medios visuales.<br />
Siguiendo los pasos que propicia el uso de los nuevos medios,<br />
se presentó además la obra All of this de Raydel Armas, video<br />
arte que lidia entre lo documental y lo existencial, mediante la<br />
yuxtaposición de imágenes que connotan sentidos contrarios,<br />
los de la vida y la muerte. Logra esbozar un discurso sobre las<br />
disyuntivas emocionales que conlleva la posibilidad constante<br />
de emigrar, visto en el prisma de los sentidos que trata. Esta<br />
obra fue igualmente mencionada.<br />
El Jurado decidió otorgar Primer Lugar a la obra Striptipos<br />
de Robin Martínez, artista también laureado con anterioridad<br />
en el evento. Esta obra, dotada de una carga lúdica sutil,<br />
relativiza el sentido del macho dentro de lo social, emplazando<br />
56<br />
el signo de lo ambiguo al referir obras canonizadas por el arte<br />
cubano contemporáneo, y subvertida en su discurso, mediante<br />
una disgregación de sus connotaciones. Realizada a partir<br />
de fotos fijas, el video establece un ritmo de cámara rápida<br />
que enfatiza aún más estos presupuestos que privilegian lo<br />
subjetivo.<br />
La presencia de estas obras provenientes de artistas<br />
más y menos jóvenes, son incisivas en la búsqueda formal<br />
y conceptual. Demuestran la vitalidad y la riqueza de esta<br />
edición. Pero la realidad emplaza condiciones que no favorecen<br />
la completa percepción de este suceso, y éstas son de índole<br />
espacial y de la producción del evento mismo.<br />
No es menos sabido que los tiempos que corren para el<br />
arte también han cambiado y esto es una situación que afecta<br />
a toda institución que enfrente en su trabajo diario las nuevas<br />
condiciones que imponen los recursos tecnológicos y su entrada<br />
a las artes visuales.<br />
El tipo de obras presentadas necesita de una museografía<br />
que pueda establecer movimientos bruscos en el público<br />
receptor, piezas que por sus características necesitan locaciones<br />
individuales, que el espacio físico del centro no puede gestionar<br />
por su disposición. Las salas actuales están creadas para ver<br />
pasivamente las manifestaciones representativas de las bellas<br />
artes y no promueve el modo de interacción dinámica que<br />
suponen determinadas instalaciones y proyecciones. Esto resta<br />
al efecto de la impronta que necesariamente deben dejar estas<br />
obras. Tanto es así, que quien no haya accedido a la muestra en<br />
su momento inaugural, no podrá conformar una noción de lo<br />
que aquí se gestó y aún se cuece.<br />
La video instalación Todos a cumplir con el marabú y las video<br />
proyecciones Striptipos e Identidad, entre otras, no pudieron ser<br />
continuas en su ubicación ni en el soporte necesario, pues los<br />
recursos que actualmente las sustentan no son los idóneos para<br />
configurar una curaduría eficaz en el tiempo requerido.<br />
El arte contemporáneo “se mueve fast”, parafraseando a<br />
Elvia Rosa Castro, y los instrumentos institucionales son cada<br />
vez más obsoletos, a pesar de las gestiones realizadas por<br />
especialistas y directivos. Es necesario entonces un diálogo<br />
coherente, entre la producción artística y la institución, que<br />
establezca los medios para eliminar estas carencias.<br />
Lo que ha pasado con esta edición es poco más que<br />
lamentable en estos sentidos, pues el proceso receptivo ha sido<br />
particularmente dañado.<br />
Si visita nuestras salas podrá constatar las verdades<br />
que entraña esta oportunidad, que no debe ser pasada<br />
por alto ni menospreciada por la supuesta falta de artistas<br />
“consolidados”.<br />
La obra que de una u otra forma está es la que produce<br />
de modo asiduo el artista comprometido con su momento<br />
y su contexto, que es a quien le interesa la confrontación<br />
y la emergencia que suscita esta puesta en escena. No es<br />
menos cierto que algunos no están, pero los que sí lo hacen<br />
sorprenden por su fuerza y anuncian un cambio sustancioso<br />
en el panorama, por suerte, contrario al letargo que mantenía<br />
en el medio audiovisual la provincia.<br />
Este es un momento que irrumpe desde el desafío y la<br />
imposición. Unámonos y démosles la entrada.<br />
Helga Montalván
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Fotogramas de la obra<br />
STRIPTIPoS<br />
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Fotogramas de la obra<br />
STRIPTIPOS<br />
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Fotogramas de la obra<br />
STRIPTIPOS<br />
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Fotogramas de la obra<br />
STRIPTIPOS<br />
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Fotogramas de la obra<br />
STRIPTIPOS<br />
de Robin Martínez<br />
Primer Premio del Salón<br />
Roberto<br />
Diago <strong>2007</strong><br />
Striptipos<br />
la página de<br />
Robin<br />
57
Páginas del diario de Mauricio,<br />
de Manuel Pérez. ICAIC, 2006.<br />
58<br />
Páginas de un diario tan<br />
cubano como íntimo…<br />
Páginas del diario de Mauricio, de<br />
Manuel Pérez, habrá que entenderlo<br />
y asimilarlo como un ejercicio de<br />
cognición histórica; y a su vez, inmerso<br />
en la plenitud de su intimidad.<br />
Mucho había demorado nuestra<br />
filmografía en bosquejar un verdadero<br />
paneo sobre la realidad inmediata que<br />
ha venido a configurar una visión otra<br />
de nuestra cotidianeidad y de nuestra<br />
comprensión del mundo.<br />
A quienes hayan accedido a sus imágenes, palparán un tempo<br />
mesurado muy a lo «cine europeo», poco frecuente en nuestra<br />
filmografía, más dada al crescendo lúdico que nos caracteriza;<br />
tempo que valoriza la certidumbre de una agonía no solo<br />
personal (la de Mauricio y otros personajes); sino también,<br />
la de una sociedad que vio caer sus principales asideros sin<br />
explicaciones, y debieron proveerse, con demasiada prontitud,<br />
de una capacidad –casi siempre ajena- para sobrevivir.<br />
Comprender al hombre que hoy somos, revisitándolo<br />
en su ayer inmediato; asimilar lo que hemos vivido, sin<br />
enjuiciamientos; o demostrarnos que el hombre es un ser<br />
pleno de alternancias, parecen ser algunos de los signos sobre<br />
los cuales se construyen –a conciencia- las tipologías de estos<br />
personajes no siempre resueltos con maestría, pues si algo nos<br />
falta en este filme, es concentración.<br />
Páginas del diario de Mauricio tiende a disgregarse en una<br />
pluralidad de subtramas, algunas de ellas, innecesarias a<br />
nuestro juicio, que sirven más para lograr ciertos arquetipos<br />
que validan la disparidad de destinos que debió obrarse el<br />
cubano de entonces (el oportunista a priori, es uno de ellos) que<br />
para fecundar una verdadera confrontación de espíritus.<br />
Resulta evidente la distensión y el desacertado casting<br />
para afrontar personajes esencialmente traumatizados por su<br />
inmediatez social y personal. La dirección de actores ha de<br />
ser un reto a conquistar, sobre todo cuando descubrimos la<br />
repetición de gestos y tonos en una Lariza Vega; el histerismo<br />
desmedido –a ratos- de un Enrique Molina, y eso sí, la mesura<br />
y el trazo cuidado y verosímil de un Mauricio (Rolando Brito),<br />
siempre cercano mientras actúa, aunque docto, ceremonioso,<br />
epigramático y glacial cuando asume el papel de narrador<br />
omnisciente de una historia que, si nos aferramos a sus<br />
características narrativas, no asimilaba este recurso como<br />
propio.<br />
Demasiado impuesto entonces, demasiado para justificar<br />
–únicamente-, su título, demasiado para argumentarnos que<br />
esto que vemos, no son, sino las páginas de un diario: íntimo<br />
y personal.<br />
Por tanto, la presencia del narrador, no hace sino potenciar<br />
la ambivalencia: Ser analítico vs. hombre común; Historia vs.<br />
perentoriedad; Trascendencia vs. lo cotidiano.<br />
Y en medio de esta ambivalencia, su protagonismo se nos<br />
dispersa, pues terminamos –muy enfáticamente- por asumir<br />
como nuestro al Mauricio-hombre, y no al otro, capaz de<br />
discernir ciertos tópicos más de una colectividad, de un tiempo,<br />
y de un espíritu inherentes a una época irrepetible.<br />
El filme, sin embargo, es fiel a su pulso dramático, mientras<br />
recrea aquellos fragmentos no solo de una vida, sino también<br />
la de un país que aún se sustenta tras la caída –emblemática<br />
ya- de muros, estatuas e ideologías. Y en medio de ese caldo<br />
de cultivo, gravita la psicología de Mauricio, que ve, además,<br />
cómo pierde lo que para él parecía inmarcesible. El verdadero<br />
drama no es entonces el de una Habana que convulsiona en<br />
agosto de 1994 (día que refleja con dinamismo, brutalmente<br />
veraz Manuel Pérez); la de una Cuba que se abre al mundo,<br />
al turismo, al cuestionamiento diario, al mercado negro, al<br />
deterioro social y ético, sino también, y muy por encima de todo,<br />
el drama de Mauricio (visto aquí como símbolo); el drama de un<br />
hombre ni tan noble, ni tan ético, ni tan pulcro, pero que se sabe<br />
asediado por la soledad, la muerte y sobre todo, por el cambio<br />
ineludible de aquellos que readaptan su vida a la infidelidad<br />
de las circunstancias.<br />
Así, se hilvana un texto fílmico que pudo haber sido –por<br />
momentos-, más directo, frontal y analítico.<br />
Pese a todo, no dejamos de vibrar ante la inevitable<br />
«realidad». Manuel Pérez ha sabido –sin estridencias-<br />
transmitirnos una Cuba mucho más locuaz que aquellas otras<br />
recientes de Juan C. Cremata o las de Humberto Solás; una<br />
Cuba aferrada a su devenir y a su tiempo. No absuelta de<br />
pecados, pero sí menos retórica, menos transida de sofismas.<br />
Cuando Mauricio se despide de su hija –quizás el conflicto<br />
esencial de esta película-, han quedado atrás mil y un conflictos<br />
secundarios, no menos tórridos, que no se resuelven y quedan<br />
abiertos como una pregunta difícil y sin contestación inmediata.<br />
Estas páginas, tal vez, no bastarán para comprendernos,<br />
pero al menos, en nuestras pupilas queda el sabor salobre de<br />
un hombre que al llegar a los 60 años, es capaz de revisitarse<br />
y revisitarnos sin importar cuánto de él y de nosotros quedará<br />
en el trayecto…<br />
Geovannys Manso Sendán<br />
Lisy García Valdés
Premio Literario Fundación<br />
de la ciudad de Matanzas<br />
de<br />
El Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés,<br />
Ediciones Matanzas y elCentro Provincial del Libro y la<br />
Literatura, con el auspicio de la Dirección Provincial de<br />
Cultura de Matanzas y las autoridades del Gobierno en el<br />
Municipio y la Provincia convocan a esta primera edición del<br />
Premio Literario Fundación de la Ciudad de Matanzas<br />
que se regirá por las siguientes<br />
BASES<br />
Podrán participar todos los escritores residentes en el país.<br />
Se convoca en esta primera edición en los géneros: Poesía,<br />
Novela y Ensayo. Los libros presentados deberán tener<br />
las siguientes extensiones: Poesía: hasta 80 cuartillas.<br />
Novela: hasta 200 cuartillas. Ensayo: hasta 100 cuartillas.<br />
Las obras se presentarán mecanografiadas en original y<br />
dos copias, correctamente presilladas y foliadas, llevando<br />
seudónimo o lema en la primera página y acompañadas<br />
de sobre identificado con el lema o seudónimo en cuyo<br />
interior se consignará el nombre completo del autor,<br />
dirección, teléfono, y un breve currículo profesional, así<br />
como la declaración de que su libro no está comprometido<br />
con ninguna editorial, no participa simultáneamente en<br />
otro concurso pendiente de resolución y que es inédito<br />
en su totalidad o sólo publicado hasta un 40% de su<br />
contenido. Cada concursante podrá enviar cuantos libros<br />
desee, en cualquiera de los géneros convocados.<br />
Primera Edición<br />
Las obras se enviarán por correo a:<br />
Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés<br />
Calle Jovellanos, esquina a Medio (altos).<br />
Matanzas. CP: 40100.<br />
También podrán entregarse personalmente en la misma<br />
dirección, en horarios de 9 a.m. a 3 pm.<br />
El plazo de admisión vence el 31 de julio de <strong>2007</strong> a las<br />
3:00 pm.<br />
Por cada género se designará un jurado compuesto por<br />
estudiosos y creadores de prestigio, cuyo dictamen será<br />
inapelable.<br />
Se otorgará un premio único e indivisible en cada género,<br />
consistente en 5000 pesos MN, diploma acreditativo,<br />
trofeo y la publicación de la obra por Ediciones<br />
Matanzas.<br />
La remuneración por los premios no afecta el pago por<br />
los derechos de autor. No se entregarán menciones.<br />
La premiación se efectuará el 12 de octubre de <strong>2007</strong> durante la<br />
celebración por el Aniversario de la Fundación de la Ciudad<br />
de Matanzas, y será precedida por la Jornada <strong>Literaria</strong><br />
Fundación de la Ciudad del 10 al 12 del propio mes.<br />
Los organizadores del evento no se comprometen con<br />
la devolución de las obras no premiadas, aunque estas<br />
no serán destruidas hasta transcurridos seis meses de la<br />
entrega de los premios.<br />
La participación en el concurso implica la aceptación<br />
total de estas bases.<br />
59
GOS JUEGOS<br />
JUE- JUEGOS<br />
JUEGOS<br />
JUEGOS<br />
VI JUEGOS<br />
FLORALES DEL 3ER MILENIO, MATANZAS <strong>2007</strong><br />
El Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José J. Milanés, Ediciones<br />
Matanzas (instituciones adscritas al Centro Provincial del<br />
Libro y la Literatura), y la Filial Provincial del Movimiento<br />
de Amigos del Libro (MOVAL), convocan a los VI Juegos<br />
Florales a desarrollarse en Matanzas del 8 al 10 de noviembre,<br />
especialmente dedicados a María Villar Buceta y Luisa Molina,<br />
en ocasión de los aniversarios 30 y 120, respectivamente, del<br />
fallecimiento de estas poetisas matanceras.<br />
En esta edición se concursará en poesía, ensayo, teatro y poesía<br />
infantil , atendiendo a las siguientes<br />
60<br />
BASES<br />
CONVOCATORIA<br />
1-Podrán participar todos los escritores cubanos residentes en<br />
el país en uno o varios de los géneros en que se convoca.<br />
2-En cada género deberán enviar una obra, excepto en ensayo,<br />
que se concursa con un cuaderno de entre 60 y 80 cuartillas.<br />
En el caso de teatro se concursará con un mónólogo que no<br />
debe exceder los 45 minutos de duración.<br />
3-Las obras deberán enviarse en original y dos copias<br />
identificadas con seudónimo, y acompañadas de un sobre<br />
cerrado igualmente identificado, con los siguientes datos:<br />
nombres y apellidos del autor, carné de identidad, dirección,<br />
centro laboral, teléfonos, breve curriculum y declaración jurada<br />
en la que conste la ineditez de la obra y su no compromiso con<br />
ninguna edición.<br />
4-Un jurado integrado por prestigiosos escritores, seleccionará<br />
hasta diez (10) concursantes en cada género para participar en<br />
las sesiones del evento, con excepción de los géneros de ensayo:<br />
tres (3)finalistas y teatro: cinco(5) finalistas.<br />
5-El jurado otorgará un premio en cada género consistente en<br />
flor artesanal, diplomas, $200.00 MN y la publicación de la<br />
obra en la <strong>Revista</strong> Matanzas, excepto el premio de Ensayo que<br />
será publicado en el 2008 por Ediciones Matanzas, y en el que<br />
el premio en metálico asciende a $2 000.00 MN ( que incluye<br />
el derecho por la primera edición de la obra).<br />
Por su parte el público asistente concederá por votación un<br />
premio por género (excepto en ensayo y teatro), consistente<br />
en flor artesanal y diploma.<br />
6-Las obras deben remitirse a la siguiente dirección:<br />
VI Juegos Florales del 3er milenio<br />
Centro de Promoción <strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés<br />
Calle del Medio (altos) esquina a Jovellanos<br />
Matanzas<br />
Será indispensable se indique en el sobre el género<br />
en que concursa.<br />
7-El plazo de admisión vence el 31 de agosto de <strong>2007</strong>.<br />
8-La participación en este evento supone la aceptación de todas<br />
las bases.
PREMIO<br />
ANUAL DE<br />
La Primera Edición del Premio Anual de la <strong>Revista</strong> Matanzas<br />
fue entregado en la Feria Internacional del Libro durante<br />
la celebración del Coloquio Pasar <strong>Revista</strong>, auspiciado por<br />
nuestra publicación el pasado 21 de febrero conmemorando<br />
la décima salida de la revista en su nueva época. En esta<br />
primera vez concursaron todas las obras literarias y gráficas<br />
inéditas, de autores cubanos residentes en la Isla, aparecidas<br />
en los diez primeros números de esta época ( 2003-2006).<br />
El Premio al Mejor Cuento recayó en el narrador<br />
habanero Ahmel Echevarría por Inventario. Mientras que el<br />
Premio a la Mejor Obra para Niños fue otorgado al cuento<br />
Leidi Jamilton y los pájaros, del holguinero Rubén Rodríguez.<br />
El Premio al Mejor Artículo lo alcanzó el escritor avileño<br />
Félix Sánchez por El arte de invitar. El Premio al Mejor Texto<br />
de Tema Histórico fue concedido al investigador matancero<br />
Israel Moliner por El mar que no tiene orillas y el de el Mejor<br />
Poema, a la poeta matancera Laura Ruiz por Cismas y<br />
Secesiones. En el género Ensayo fue concedido el Premio a<br />
Margarita Mateo por Antón Arrufat: el hombre discursivo. En<br />
los géneros de Poesía y Ensayo, con carácter excepcional,<br />
se otorgaron dos menciones: al poema Otra extención de la<br />
realidad, de Annia Alejo, de Guantánamo y al ensayo Nancy<br />
Morejón y el Caribe, de Isnalbys Crespo, de Matanzas. El<br />
Premio a la Mejor Ilustración recayó en el Conjunto de Obras<br />
del artista matancero William Hernández aparecido en la<br />
revista <strong>No.1</strong> del año 2006. El Premio consiste en Diploma<br />
acreditativo y 200.00 pesos (MN), así como la invitación a<br />
participar en el evento Pasar revista, dedicado al tema de las<br />
revistas culturales, que celebrarán Ediciones Matanzas y la<br />
revista homónima, en la Feria del Libro 2008. Este Premio<br />
se convocará de forma anual y en él concursarán las obras<br />
que aparezcan en los tres números de cada año.<br />
61
62<br />
La Tertulia de Carilda<br />
20Aniversario<br />
(1987-<strong>2007</strong>)<br />
Durante veinte años la gran<br />
poetisa cubana ha convocado<br />
a lo más selecto de la<br />
literatura y el arte de la Isla,<br />
en el centenario Palacio de<br />
Junco. Como en una prolongación<br />
de la mítica casona de<br />
Tirry 81, la gracia de Carilda,<br />
su don para la conversación,<br />
sin otro intermediario que la<br />
propia palabra, se explaya,<br />
se adueña de invitados y<br />
público. Ella ha rescatado<br />
esa tradición matancera y<br />
cubana, la tertulia. Gracias otra vez, Carilda, por seguir<br />
regalándonos tu don perpetuo para la vida.<br />
Durante los días 2, 3<br />
y 4 de <strong>abril</strong>, 16 poetas<br />
matanceros realizaron<br />
lecturas, presentacio-nes<br />
de libros y homenajes a<br />
escritores relevantes, en<br />
un recorrido que incluyó<br />
a 9 de los 14 municipios<br />
de la provincia.<br />
El evento auspiciado<br />
por el Centro del Libro y la Literatura de Matanzas,<br />
la Editorial Matanzas y el Centro de Promoción<br />
<strong>Literaria</strong> José Jacinto Milanés, con la colaboración de<br />
las direcciones provincial y municipales de cultura del<br />
territorio, llegó a sitios de la geografía matancera que los<br />
recibieron ávidos de escuchar a los poetas, interesados<br />
por su literatura. Eventos de esta naturaleza se hacen<br />
cada vez más necesarios para público y creadores. Esa<br />
confrontación enriquece y da sentido a escritores y<br />
lectores, hace tangibles a esos seres abstractos en que<br />
a veces se convierten ambos. Un dossier que recoge<br />
experiencias, poemas escritos en la ruta, crónicas y<br />
un fotorreportaje, aparecerá en las páginas de nuestro<br />
próximo número.<br />
premios / premiados<br />
2006<br />
Premio Casa de Las Américas<br />
El ensayista, narrador y crítico de arte Alberto Abreu fue<br />
merecedor del Premio de Ensayo Casa de las Américas<br />
<strong>2007</strong>. Abreu reside en Cárdenas, Matanzas.<br />
Premio Nacional de Traducción José Rodríguez Feo<br />
Tres obras de Pushkin, traducido por Juan Luis<br />
Hernández Milián, obtuvo el Premio Nacional de<br />
Traducción José Rodríguez Feo. Es la segunda ocasión<br />
en que el poeta y traductor matancero obtiene este<br />
importante premio.<br />
Premio al Mejor Libro del <strong>Año</strong><br />
El Premio al Mejor Libro del <strong>Año</strong> 2006 publicado por las<br />
editoriales territoriales de todo el país, fue otorgado a<br />
la edición de Alfredo Zaldívar y el diseño de Johann E.<br />
Trujillo para el libro Tres obras de Pushkin, traducido por<br />
Juan Luis Hernández Milián, que publicara Ediciones<br />
Matanzas. Es la segunda ocasión que Zaldívar y Trujillo<br />
obtienen este premio para Matanzas.<br />
Premio La Rosa Blanca 2006<br />
Yanira Marimón fue merecedora del Premio de la Crítica<br />
del Libro Infantil y Juvenil La Rosa Blanca, que cada<br />
año otorga la UNEAC a los mejores libros para niños<br />
y jóvenes publicados en Cuba. Su novela Donde van a<br />
morir las mariposas, publicada por la Casa Editora Abril,<br />
ya había obtenido el Premio Calendario de la Asociación<br />
Hermanos Saíz.<br />
Premio Calendario 2006<br />
Leymen Pérez, que obtuvo en 2006 la Beca de Creación<br />
Prometeo de la Gaceta de Cuba, el Premio de la <strong>Revista</strong><br />
Cauce, de la UNEAC de Pinar del Río y el Premio de Poesía<br />
José Jacinto Milanés de La UNEAC en Matanzas, también<br />
se alzó recientemente con el Premio de Poesía Calendario<br />
<strong>2007</strong>.<br />
Premio La Edad de Oro<br />
Julio Blanco Escandell mereció en <strong>2007</strong> el Premio de Poesía<br />
en el importante concurso de literatura para niños y jóvenes<br />
La Edad de Oro, que convoca anualmente la UNEAC.<br />
XXIII Premio Internacional de Poesía Nósside 2006<br />
El XXIII Premio Internacional de Poesía Nósside<br />
fue entregado por primera vez en <strong>2007</strong>, en la Feria<br />
Internacional del Libro de La Habana. Nairys Fernández<br />
obtuvo una de las cuatro menciones por su poema Con<br />
un extraño gesto de perplejidad, entre concursantes de 24<br />
estados de 4 continentes.
En la revista<br />
Marina Bajto. Poeta rusa nacida en Gorki. Ha publicado<br />
los libros de poesía:Amparo y Crepúsculo.<br />
Karel Bofill. Joven poeta matancero. Estudiante de<br />
Ingeniería Informática en la Universidad de Matanzas.<br />
Damaris Calderón. Nació en La Habana en 1966. Poeta<br />
y ensayista. Ediciones Aldabón de la AHS de Matanzas<br />
tiene en proceso editorial El arte de aprender a despedirse.<br />
Reside en Santiago de Chile.<br />
Freddy Casanova Ortiz. Los Arabos, Matanzas,1969 .<br />
Ha publicado en antologías y publicaciones periódicas.<br />
Es especialista literario en su pueblo natal.<br />
Adolfo Castañón. Escritor mexicano nacido en 1952.<br />
Miembro de Número de la Academia Mexicana de la<br />
Lengua.<br />
Boris Celezniov. Poeta ruso. Nació en Gorki, en 1953.<br />
Norge Céspedes. Manzanillo 1975. Periodista, narrador,<br />
ensayista. Su libro Historia clínica de un héroe aparecerá<br />
próximamente por Ediciones Aldabón. Es reportero del<br />
Periódico Girón en Matanzas.<br />
Caridad Contreras. Licenciada en Historia del Arte. Es<br />
Investigadora Principal de la Biblioteca Gener y Del<br />
Monte de Matanzas.<br />
Oscar Cruz Pérez. Joven poeta santiaguero. Trabaja en<br />
la Editorial Santiago de su ciudad natal.<br />
Daniel Díaz Mantilla. Poeta y narrador habanero.<br />
Es editor de La Letra del Escriba, revista del Instituto<br />
Cubano del Libro. Vive en La Habana.<br />
Mabel Diez Ochoa . Poeta. Nació en Santiago de Cuba<br />
en 1968. Trabaja como especialista de Artes Plásticas en<br />
Matanzas.<br />
Israel Domínguez. Nació en Placetas, Villaclara en<br />
1973. Acaba de publicar en Letras Cubanas Después de<br />
acompañar a William Jones. Vive en Matanzas.<br />
Evgueni Erastov. Poeta y médico ruso. Nació en Gorki<br />
en 1963. Ha publicado, entre otros, el libro de poesía<br />
Nube.<br />
Rubén Fuentes González. Pintor y crítico de arte.<br />
Especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas<br />
en Matanzas.<br />
Reynaldo García Blanco. Poeta nacido en Sancti Spíritus.<br />
Dirige en Santiago de Cuba el Centro de Promoción<br />
<strong>Literaria</strong> José Soler Puig.<br />
Carlos A. García. Filólogo habanero. Trabaja como<br />
investigador en el Centro Juan Marinello de La<br />
Habana.<br />
José Antonio García Molina es Investigador Auxiliar de<br />
la Biblioteca Nacional José Martí.<br />
Lisy García Valdés. Joven escritora villaclareña, miembro<br />
de la A. H. S. Reside en Santa Clara.<br />
Alejandro González. Nació y vive en Camagüey. Poeta y<br />
narrador. Trabaja en la Editorial Ácana de su ciudad.<br />
Charo Guerra. Poeta, narradora, editora nacida en<br />
Limonar, Matanzas, en 1962. Reside en La Habana.<br />
Ana Ibis Juan. Joven poeta camagüeyana. En 2006 ganó<br />
el Premio de Poesía de los Juegos Florales de Matanzas.<br />
Vive en Camagüey.<br />
José Kozer. Nació en La Habana en 1940. Uno de los más<br />
importantes poetas vivos del idioma español. Reside en<br />
los Estados Unidos.<br />
Víctor Kumakshev. (Gorki, 1935-1997) Poeta y periodista<br />
ruso. Publicó entre otros, el libro de poesía Llamadas de<br />
mi primavera.<br />
63
Geovannys Manso Sendán. Poeta, narrador y ensayista<br />
villaclareño. Trabaja en la Editorial Capiro de Santa<br />
Clara.<br />
Armando Marcos. Poeta y narrador. Nació en Colón,<br />
ciudad donde vive. Recientemente apareció por<br />
Ediciones Matanzas su libro de poesía para niños<br />
Fantasueñijugando.<br />
Yanira Marimón. Nació en 1971 en Matanzas. Es<br />
poeta y narradora. Trabaja como redactora en esta<br />
publicación.<br />
Urbano Martínez Carmenate. Biógrafo, investigador,<br />
historiador de la literatura cubana. Nació en Cárdenas<br />
y reside en Matanzas. Es autor, entre otros, de<br />
Domningo Del Monte y su tiempo.<br />
Helga Montalván. Es Licenciada en Historia del Arte.<br />
Trabaja como especialista de la Galería de Arte Pedro<br />
Esquerré, de Matanzas.<br />
Ricardo Alberto Pérez. Nació en La Habana, donde<br />
actualmente vive. En 2006 obtuvo el Premio de Poesía<br />
Nicolás Guillén, el más importante concurso de poesía<br />
en Cuba.<br />
José Pinazo. Periodista español radicado en Matanzas<br />
desde 1956. Ha publicado los libros Desde la rosaleda<br />
(crónicas) y el ensayo América Bobia y los galeones.<br />
Alejandro Ponce. Poeta nacido en Manzanillo, ciudad<br />
donde reside. Miembro de la Asociación Hermanos<br />
Saíz.<br />
Ricardo Riverón Rojas. Poeta, editor y crítico literario<br />
nacido en Zulueta, Villaclara. Dirige la revista Signos<br />
en la ciudad de Santa Clara.<br />
Amarilys Ribot. Periodista matancera. Actualmente<br />
trabaja como asesora teatral del Grupo Papalote de<br />
esta ciudad.<br />
Ulises Rodríguez Febles. Importante dramaturgo e<br />
investigador teatral nacido en Cárdenas, Matanzas.<br />
Vive en el poblado matancero de Guanábana. Es<br />
Director del Centro de Documentación de las Artes<br />
Escénicas de su provincia.<br />
Gaudencio Rodríguez Santana. Nació en el Central<br />
España, de Perico, donde reside. Poeta y editor de<br />
Ediciones Matanzas.<br />
Laura Ruiz Montes. Poeta, ensayista y editora. Ha<br />
incursionado en la narrativa y la dramaturgia. Es<br />
Editora Principal de Ediciones Vigía, en la ciudad de<br />
Matanzas.<br />
64<br />
Valery Shamshurin. Poeta ruso nacido en 1939. Su libro<br />
Las cordiales aldeas, en traducción del poeta matancero<br />
Juan Luis Hernández Milián, será publicado por<br />
Ediciones Aldabón, de la AHS este año.<br />
José Ramón Sánchez. Nació en Guantánamo, ciudad<br />
donde reside. Acaba de aparecer en Letras Cubanas su<br />
libro de poesía Aislada noche.<br />
Jacobo Sefamí. Poeta, narrador y critico literario nacido<br />
en Ciudad de México en 1957.<br />
Víctor Sosa. Nació en Uruguay en 1956. Poeta, ensayista,<br />
crítico de arte y literatura, y pintor. Reside en México.<br />
Camilo Venegas. Poeta y narrador cubano nacido en<br />
1967. Autor de Los trenes no vuelven. Reside actualmente<br />
en República Dominicana.<br />
Aday Verdecia Pérez. Miembro del Taller Literario que<br />
dirige el poeta Hugo Hodelín Santana. Estudia en la<br />
Escuela de Instructores de Arte de Matanzas.<br />
Alfredo Zaldívar. Sojo Tres, 1956. Poeta y editor. Director<br />
de la Editorial Matanzas y editor de esta revista.<br />
La revista Matanzas agradece muy especialmente la<br />
colaboración, para esta edición, del poeta<br />
Abel González Fagundo.