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¿Un[ voz propi[? - UdG

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Respuestas a preguntas extrañas<br />

La galería era un espejismo oscuro en el fondo del callejón. Pandora se<br />

preguntó si de verdad quería saber lo que había pasado aquella noche.<br />

Cuando despertó en el hotel hacía dos días no recordaba cómo había<br />

llegado allí; se había metido en la cama con la ropa de la calle y tenía aun<br />

cenizas en las mangas de su chaqueta verde.<br />

Víctor estuvo preguntándole qué había ocurrido durante los dos días<br />

siguientes, pero ella no dijo una sola palabra. Su hermano solía ser muy<br />

liberal y la dejaba salir a altas horas de la noche sin detenerla, solo le<br />

advertía, con los ojos un poco preocupados, que tuviera cuidado. Sin<br />

embargo aquella vez Pandora había vuelto a casa en un estado pésimo; llegó<br />

a la entrada del hotel en la Via de’ Vecchietti sin pensar en nada, cuando se<br />

dio cuenta de que estaba caminando, ya había llegado hasta allí. No llevaba<br />

la llave encima, algo que se le había olvidado pensar la noche anterior. Fue<br />

necesario llamar al teléfono móvil de Víctor. Así que él supo en cuanto la<br />

vio que había pasado algo terrible. La dejó dormir mientras él se mantuvo<br />

despierto toda la noche. En un momento, no pudo evitar mirar bajo la<br />

chaqueta de Pandora, sus brazos, su vientre, por si había alguna<br />

magulladura o herida. Hizo lo mismo con sus piernas, pero no había ningún<br />

signo de violencia.<br />

El día era caluroso, algo que contrastaba en aquel verano, el más oscuro y<br />

frío que recordaban los florentinos. Muchos de los días de aquella estación<br />

habían sido protagonizados por días nublados y pequeñas lluvias. Las<br />

noches eran frías también, y el cielo más negro que nunca; sin estrellas.<br />

Pandora se encontraba indecisa, reposada en la pared diagonal a la puerta<br />

de La Lacrimosa. La camiseta de tiras lila apagado se le pegaba a la espalda,<br />

y sus tejanos claros cortos y maltrechos no parecían ser lo suficientemente<br />

cortos como para lidiar con el calor.<br />

Se decidió a entrar. Caminó sin prisa hacia la puerta y la abrió sin pensar. La<br />

primera vez no se había fijado en la campana que vibraba sobre la cabeza de<br />

los clientes cada vez que entraban en la galería. El sonido atrajo de detrás de<br />

la puerta de cuentas marrones a Dante, el hermano mayor de Gabriel.<br />

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