El castillo de Acapulco
El castillo de Acapulco
El castillo de Acapulco
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
I
XIII
EL CASTILLO
DE
ACAPULCO
MEMORIAS tE Ci CRIOLL.O
/
£813
7°
EL CASTILLO DE ACAPULCO
IK-01,
I
I
domingo 28 de Febrero de 1813, por rnás señas domingo
de Carnaval, fué un gran dIa para ci Sr. D. Felix
'j T1arIa Calleja del Rey, porque en Cl se supo que por
••lecreto de 15 d Septiembre de 18 12 la Regencia habIa
d Men relevar del vireinato de Nueva Espafia a D. Fran-
CISCO Javier Venegas, so pretcxto de ser en la antigua necesarios
SUS SCtVjCjOS, y nombrar para sucederle al vencedor de lAculco,
Guanajuato y Caldcrón.
\ enegas, clue no ignoraba de dónde partia ci golpe, iii la parte
queel antiguo jefe del Ejército del Centro habIa tornado en la de-
CiSiOn de la Regencia, quiso, no obstante, dar pruebas de galantena
a SU contrario, y al presentarse Cste en Palacio a recibir, corno
1356 Eisodios Hij yjcøs Mexicanos
liabialo hecho hasta entonces, el santo y orden del dia, sali6 ;i recibirle
hasta la puerta del primer salon y le cumplimento por su
nuevo empleo con lisonjeras y entusiastas felicitaciones.
Poco tierupo después de haberse retirado Calleja, el virev hizo
poner uno de sus carruajes y fud a visitaric a su casa habitaciin,
que una multitud de gentes elegidas entre Jo más granado de Ia
sociedad ilenaban ya, ansiosas de merecerle una sonrisa 6 tnia inclinaciOn
de cabeza, o simplemente de contemplar los resplandores
primeros del nuevo naciente sol.
Para ver a los hombres pequeflos y despreciables, no exist lente
superior at que elios misrnos con su aduiaciOn y bajeza poiicn en
manos do quien at ejercicio del poder Se cleva.
Pero no fu6 ci sctbito engrandecirnicnto de Calleja tan grato
para nadie como para la segunda dama de müsica del Colisco, Inés
Garcia. Al siguicnte dIa, Junes, debia tener lugar su funcidn de beneficio,
y no podia por menos de dade un resultado excelente dedicárseia
at nucvo virey: cierto es que Venegas habIasela concedido,
pues los vireyes eran quienes en aquellos tiempos otorgaban zi log
actores estas gracias; pero una ezrtista, en los dias que preceden i
su beneficio, olvida toda consideraciOn quc no Ic dé el resultado
directo de una pingiie ganancia.
Bien es verdad que ]as más de ]as veces no desvela a Jos actores
ci producto do su funciOn de gracia por el producto rnisnio, pues
Si bien jamás desprecian ci dincro, éste, en tal ocasión, no es apreciado
por to que en sI vale, sino porque la mayor 6 menor surna
colectada, da la medida de sus méritos y simpatIas: y como no hay
segunda actriz que no crea valet por to menos tanto corno la primera,
de la cual dice haber sido colocada en primer lugar, no pot
el talento, sino por las cábalas de la intriga, de aqul resulta que
todo su empeflo está en superarla en ci brillo, entusiasmo y rO-ducto
de su funcidn de beneficio.
Inés Garcia, 6 por mejor decir, La mesh/a, seg.in todo ci
mundo la Ilamaba, era por aquellos afios to que podia llamarsc una
real moza; ci Ovalo de su rostro, tenuemente apinonado, se oncerraba
graciqsamente en un marco do suavfsimos cabellos negrOSs
artificialmente rizados; negros, y grandes sus ojos, miraban at me
droso ante su hermosura con graciosa picardia, y at atrevidu co"
apacible senciliez: la boca, que es en ]as mujeres ci arma segunda
IW..-I El Castillo de Acapulco '.357
de sus encantarniefltos, pues la primera lo son los ojos, era en Ia
Inesilla un canastillo de verdaderas gracias; pequeños y encendidos
Jos labios, diminutos y blancos los dientes, embriagador y aromatico
ci aliento. No era de alta estatura, pero tenia la bastante para
sobresalir por la correccjón de sus formas entre sun demás compaeras;
sus manos eran finas, alargadas como las de las señoritas de
CZaSc; SUS pies pequenos y delicados, y en ellos tenfa cifrado
so Orguflo femenji, no sin juticia y razón.
Con prendas tales, excusado me parece decir que Ic sobraban
ador adores Si muclas veces ]as actrices son solicitadas y queri-
(1$ sóto porquc son actrices, y los Tenorios de bastidores ics nfl-
135 S Ep isodios His iOrios Mexicanos
den pleito homenaje, ünicamente por darse la satisfaccióri dc que
se les crea duefios ünicos de una mujer que todo ci mundo aplaude
y a todo ci mundo domina, bien se comprezide cuán solicitaday
querida no serIa la Inesilia que tantos naturales encantos ateso
raba.
Entre sus adoradores fIguraban, como es natural, más de media
doccna de poetas, ya por fraternidad y similitudes artistcas, ya
porquc suele ser eIicaz recurso para hacer representar obras riginales
ci que entre Ia actriz y ci autor exista esta especie de relaciones.
V que cntonces habia poetas que para ci teatro cscribiescn, to
dos Jo sabemos, y ahi tenemos i nuestro buen D. Anastasio de
Ochoa, que tanto ha venido figurando en los anteriores Ei'Io1)Ios,
que dejó escritas una tragedia intitulada Don Alfonso y las dos co
rnedias El Amor por apoderado y Lez Jluérfana de Tiahiepantla.
Registrando papeles de la época, me he encontrado una lista de
quince comedias 6 dramas pasados a la censura en 18 i i, annimos
Ia mayor parte, pero todos escritos en Mexico y bien recibidos
de los cómicos: entre elios constaba uno de Lizardi, intitulado El
Fuego de Prometco, escrito en verso, pucs tarnbiCn los escribia, y
at decir de D. Carlos Bustamante, en su 16a carta del C'nadro
Zlistórico, poseia faciiidad, claridad y belieza para explicarse; es
cribIa tan bien en prosa como en verso; vió sus borradores on este
género y adrniró su fluidez y cierto aticismo encantador para la sá
tira y ci ridIculo.
La Inesilla se dirigid a uno d&aquellos poetas y le encargó le
escribiese una dedicatoria de su función a Calleja, y se la exigid en
verso, y Ic recomendó fuera digna de ser impresa con letras do
radas en una media vara de magnifica seda verde, quc se pofl
drIa después en un marco tarnbidn dorado, segün ci gusto de la
época.
No consta en los datos que poseo ci nombre del autor de la de
dicatoria, pero estimo que nada perderán en ignorarlo mis lectO
res, bastándoles para apreciarlo asI el simple conocimiento de la
susodicha composición.
1w El
Hela aqul, en la forma en que por ser acróstico fu6 impresa:
lvl^
F
I'
< ivid.........
- la Fania .......
< enga a servirle....
>I triunfador y .
rr gregio ........
iiz brillante .....
< ngador dc .....
- sUireCCiOfl que...
,Iucir a sco ....
sta Patria que Abril..
a de jazmin ó .
Ci On ..........
> tiende ........
ama que tu sol
ni gregia luz de .
ibilo siente .....
> tus pies.......
Castillo de Acapulco 1359
vieñor, ailosmul,
v ervicial
cal
>1 gentil,
— noble Calleja,
z 0 extinguida,
, sta atrevida
& emeja
- nvicrno
ena
> zucena
n rato perfume tierno.
)- la que es sencilla
etleja
n astilla
- nesilla.
> Ito Calleja.
Pero no se detuvo aqul el inspirado vate, sino antes bien, tomando
de nuevo la plurna, dió a luz una nueva muestra de su ingenio,
enderezando al püblico el otro acróstico siguiente:
SONETO
- esarosa mi dicha . . . < I dudos ..........
c fir quisicra .......- o tan feliz di ......
oluntad y posibles < iVa han..........
ujo y grandeza ..... > cción ms generos. .
— asi lograra . . . . . . . . u e mu fe amoros .....
n onociesen ml afecto ni n mu porfi .......
o mi eficacia ....... as en tal mani ......
len encuentro que ini.til S y OCiOS ........
n todo he sido..... . >< erxes con la Greci. .
z o es esta culpa mia . - niaginad ........
- es mi destino . J. . • c- omo me despreci . .
ustosa advierte . .-. I corte venerad ......
z orte en vuestras piedades rn en que apreci ......
y otra suerte ...... . t- a beneficiad .......
Una y otra disparatadas cornposiciones acabarn de probar a
mis ketores que no menti at asegurar el mérito negativo de los
Poetas de la época colonial, excepción hecha de Alarcón y
Sor Juana: creo haberlo sobradamente (lemostrado en distintos
&360 Episodios Hishricos Mexicanos
pasajes de estos EPisoDIos, cuyo fin principal Cs desvanccer, hasta
donde posible sea, Los errores y preocupaciones de nuestra entes.
Quo entre aquel ciimuio de detestables composiciones on verso,
puedan encontrarse aigunas rnenos malas, nada prueba on contra
de mi dicho, puesto que jamás ]as excepciones han destiuIdo las
reglas generaks.
EL primero de los dos acrósticos copiados, dice on sus dos Iineas
verticales de mayscuIas: £;\Tiva el virey Calieja! Su servidora La
Inesilla Garcia, ; ci segundo, 4iViva de Mxico el püblico henig
no!, teniendo ademas La curiosidad de quo todos sus catorce versos
terminan en una A quo va sacada a la dei-echa.
Ambas composiciones, impresas con tinta roja, se repartieron
con profusiOn y acompanando al siguiente programa:
c.El lunes primero del corriente se sigue a gozar del hCncñcio
que ci Excmo. Sr. virey ha proporcionado a los individuos de este
Real Colisco, la segunda dama de niüsica y cantarina Inés Garcia,
quien con la csperanza de que ci beriigno pIblico, su amad favo
recedor, concurrirá a prestarle la atenciOn que acostumbra, fomentando
ahora ci mayor lucirriiento zi quo aspira, por ci inter&
quo Ic puede resultar, ha dispuesto i in., fuii .1n cm C) S!U!L St1fl
ciente para ci Ileno d sus deseos.
Se representari, pucs, La farn c .dii titulada I.; '(;lfl3
en Inglaterra, on cuyos interinedios se ejecutarán los siguienteS
agradables adornos:
La pequexa pieza de El C'asero hurlado por amor ñ /
q 11i/ma.
Las seguidillas nornbradas En los campos d
misma interesada.
Unas prirnorosas Bo/eras a solo, por Isabel l m.
La Alemanda, por Josc M. Morales.
EI son de Ia tierra liamado El 7arahe, y La Ba;;: .: -,
La zarzueia La Amalia, por Luciano Cortés
sada.
E1 gran baile de La Estatna 6 Escziltor, on que da:
zflO.
t -t3
las parejas Las /3oleras, al tiempo de la contradanza.
La paga será como de dia de trabajo, y on cuanto a los paiCO5
y asientos de temporada, 110 exigc la cantarina otro intcr& que CI
quo cada persona quiera voluntariamente entre=:c........
:-
Ll•
El Castillo dc Acapulco
11
No niego la satisfacción quo me cahe en sacar a iuz por primera
vez, que yo sepa, esta especie do pormen ores curiosos del teatro de
aquelios dias: la casualidad ha querido quc Ilegaran a mis manos,
paples como los citados, antes quo los hiciera dosaparecer ci desden
con quc vemos todas aquelias cosas que no tienen para nosotros
la utilidad y ci interés del momento.
Los progresos literarios y artIsticos siemprc hall exacta
medida del adelanto y situación moral de los pueblos; do tales
progresos, ci teatro ha sido siempre un primer capitulo: andarán
los tiempos, los nuestros pasarán y dificil será a to ,; quo detris de
nosotros ileguen, procurarse noticias acerca de -estos puntos, ya
sobradarnente obscuros en los nuestros.
Pero pasemos adelante.
Inütii me parece decir_que ci partido espafiol europeo recibió
Con regocijo extraordinario ci nombramiento do Calleja para ci
vircinato, dando por hecho que ci vencedor de la rebeiión en su
Primer periodo, habria de serlo también en ci segundo.
Los despachos do la Regencia fueron presentados, segtmn añeja
prictica, at Real Acuerdo, quo despuds de recibirlos y encontrar
los buenos, les dió curso y mandó obedecer, cuya noticia lievaron
a Calleja dos oidores nombrados en comisión l)ara felicitaric y
Convenjr ci orden del ceremonial de la cntrega.
A las nueve y media de la mañana del jueves 1 de Marzo de 18 13
ci Ayuntarnionto salió en lucida comitiva de ]as Casas dc Cabildo,
precedido por un macero a cahallo, y se dirigid at alojamiento del
nUOVO virey, con ci fin de acornpanarle at Real Paiacio.
En ci grande y preciosd patio de Ia casa del marques do Moncada,
esperaban brillantemente uniformados los oficiales del lujoso
Estado Mayor de Calieja. Este salió a Ia calle cntre las aclama-
COfles de Ia muititud, y ci cortejo torud por las calics de Vergara,
Tacuba Empedradiflo y Plaza Mayor, drigiCndose at Real
Paiaco, en cu yo principal saión Venegas esperaba a su sucesor
Para hacerle la, entrega del bastón, verificacla la cual Calleja pasó
all salon del Real Acucrdo, ante cuyO-fl ) I)resto 1 juraniento
-I;
TOMO I
171
1361
1362 Episodias HisIórios Mxicanos
a que su empieo le obligaba. Con la niisrna solemnidad regreso el
nuevo gobernante a su casa-habitación, hallándose como a la ida
tendidas las tropas en toda Ia carrcra.
\Tenegas pasO después a visitar a Calleja, y dejando ci Palacio,
se alojO en Ia casa del conde de Perez Gálvez, en la plazucia de
Buenavista.
La vireina, esposa de Caileja, fuC felicitada aquel mismo dia por
]as Autoridades y personas distinguidas, y hubo al siguiente besanianos
en Palacio, con asistencia general de corporaciones civi.
les 37 militares.
Dábanse, recibIanse y comentábansc todas estas noticias en ci
escenario del coiiseo, cuyo tablado semejaba un campo de feria,
pudiendo rnuy bien toniarse por barracas los cuartuthos-vc tuario
de los cOi-njcos; entraban y salfán canastos y cajones Ilenos de
los más disImbolos objetos y trajes, C iban y vcnian los muebles
de las más encontradas épocas. La ternporada habla terminado y
concluido por lo tanto las funciones y los ensayos, y cada quien
rnudaba a su casa los objetos clue Ic pertenecian.
Multitud de amigos de los actores y actrices acudieron presenciar
aquella dispersiOn, y an los cien variados grupos formados
aquI y allá, reiiiaban el buen humor y Ia alegria más francos.
—Con seguridad que en la temporada prOxima varuos a tuner
de prirnera darna a la Inesilla,—decia D. Martin Cabrera a D. Buenaventura
del Valle y a una media docena de amigos que formaban
circulo en torno de la hermosa Inesilla.
—Al menos ha hecho todo lo posible para cIlo,—observO Agustina
Montenegro, que habia sido la primera actriz en la teruporada
Oltima.
—Pues hija,—contestO la Iiiesilla con marcada intenciOn,—no
serC yo quien más lo sienta.
—Lo creo tambiCn,—dijo Ia Montenegro rnanifiestamente picada;
—pero esa que lo sienta no seré yo; puedes auirmarlo, Inesilla.
—HarIas mal en no pensar asi, pues al fin, Agustina, tu méritO
tienes, y no serC yo quien lo ponga en duda.
—Si lo pusieras, contra ci publico irlas, pues diez afios hacc quC
piso las tablas con aplauso de cuantos me escuchan.
—Pues hija, yo puedo decir lo mismo; con que ya yes quc a
tantas estamos y quc tambiCn trabajo con aplauso general.
I- - El Castillo de ,lcapuko 1363
—Con aplauso general 6 con aplauso del general?— preguntó
la Montenegro con intención manifiesta do herir a la Inesilla.
Esta Sc puso livicla de cólera, y dijo:
_Que quieres dat a entender?
-.--.-Nada, hija, nada, no to exaltcs! Cuidado si te has vuelto
qu isquillosa desde qua ci general Calleja to obsequia.
—Bien sabia yo,—afiadid rnás tranquila la Inesilla,—que todo
sega cuestidn do cob.
—De cob? Vamos, hija, qua pudiera creerse quo to cuanioraba.
—Eso no; pero si qua to duele quo yo descomponga el circulo
do tus simpatias.
_Bah!—respofldió la Montenegro con gesto dcsdciloso,—mi
cIrcubo as grande y puedo dar parte do él sin quo la falta so noto.
—Adorables scnoras,—observó D. Buenaventura, —la cosa no
vale la pena do qua ustedes so exalten.
—Tiene usted razdn, Vcntura, —respond ió la Montenegro, sonriéndose
do un modo tenta-lor.
El ex comandante sitió algo asi corno una conmOcioll eléctrica,
iba ii dejar su asiento y acercarse i la prirnera darna, cuando la
Inesilla dej6 cacr como pot casualidad su abanico, do rnodo qua
quedase al lado do su oequcño pie qua sobresalia unas cuatro pulgadas
del borde do su vestido.
Los circunstantes, y entre ellos D. Buenaventura, bajaronse a
recoger at abanico; pero la Inesilla puso sobre él su undo pie s cogiendo
debajo un dedo del ex cornandante, quo estuvo próximO a
desrnayarse de gozo.
A la vez Inesilla dijo:
—No so incornode iisted, Ventura, y váyase, quo parece qua
Agustina tienc algo qua decirle.
—Te equivocas,—observó ésta;—ahI to lo dejo para. que Ic maroes
ii Li gusto,—y sin-guardar respuesta so alejó.
—Ya lo ove usted, Ventura, ya lo oyen ustedes, señores; la
Agustina supone ii ustedes mareados; vayanse, pues, a tomar aire.
Inesilla hizo adernán do pararse, pero su cIrcubo se lo irnpidiô,
encar' '-7indoic de tornar la palabra nuestro buen D. Martin, di-
Ctc;d-
No nos deje usted, ingrata Inesilla, ;qué culpa tcnCrnOS
flOsOtros d las envidias do la Montenegro?
I-
I 364 Episodios Hjstó,-icos Mericanos
—;Verdad que es envidiosa?
—Acaba de demostrarlo con su intencionada provocación.
Y después de todo, señores, qué Ic he hecho yo para desper.
tar su envidia? Nada. Pero lo que aquI hay es que ci 6xito, du mi
beneficio ha irritado a todas mis compancras. No. Lo que se v en
el teatro no es para contado. ;Cuánta miscria, cuánta intria,
cuánta pequenez! Qué cosa más natural que el que yo le dedicara
mi bcneficio al general Calleja? Acaso he tenido yo Ia culpa de
que éi honrase mi dedicatoria de tal modo que al presentarnia en
las tablas, sus ayudantes arrojasen a mis pies rnás de cien onzas
de oro, enviándome además la que es hoy vireina, uno de sus mc
jores aderezos de brillantes? Acaso, pot otra parte, fueron uflos
solos quiencs me arrojaron onzas y otras monedas y me signiicaron
con finos presentes sus simpatIas? No cs una f0ti1 vankla;! la
que me gufa, pero vean ustedes Ia lista de l'- b-aqui
en la noche de i-ni beneficio.
Al decir esto Inesilla, presentó a su cIrcul.: un iauI
D. MartIn, leyenclo en voz alta la siguiente lista dc regalos 11cI10s
a Ia berm osa cantarina:
: LTn hilo de perlas gordas finas, con pendiente de calabacilla en
un cerco de diamantes tablas.
Unos aretes de piedra inga con perlas como clabacil1as.
Otros de azabache en oro.
Otros de piedra azul con sobrepuestos de inga y almendra igual.
Otros de oro que Haman de empanada.
Un rosario con perlas como pimienta, con padrenuestros de
coral engarzados en oro con cruz de concha en idem.
Una crucecita con chispas de diamantes por ambos lados en
oro de colores.
Tres bibs de perlas con un pencliente de dos dichas de mayor
a menor y tres diamantes tablas.
Un cofrecillo de oro calado con un calabrotito de plata en la
tapa y un diamante en el muelle.
Un aderezo compieto de briliantes.
Tin rosario de ámbar con cruz de carey y cantoneras de oro
cordon y botón verde.
Dos relojes de oro, de rnoda, uno con piedras azules y otro con
un cIrculo de punta de diamantes.,
W^ El Castillo de Acapuko 1365
D. Martin dejó de leer, y los amigos de Inesilla Ia felicitaron
por los obscquios que habia recibido, sin mostrar, no obstante,
grande admiraCiófl, pues la riqueza y Ia prodigalidad eran grandes
en aqueliOS tiempOS en los cuales se aplaudia a las actrices arrojándolcs
dinero al escenariO. Los beneficiados, se-in vemos en el
prograrna repartido por la Inesilla, no sefialaban precio de entrada
a las localidades abonadas, dejando at arbitrio de las personas que
debfai ,ocuParlaS ci por ellas lo que fuese su voluntad: a este
day
fin situábasc en la puerta de entrada ci cobrador con una gran
charola, bandeja 6 azafate ae plata, y cada cual depositaba en ella
lo que por conveniente tenla y sierupre mucho más del valor ordinario
de su asiento.
Aparte, pucs, de los obsequios en aihajas, el beneficio de Ia mesilla
produjo mil seiscientos pesos de localidades y mil nuevecientos
en monedas arrojadas al tabtado.
—Eso y más aün mcrece usted, bella Inesilla,—dijo D. Buena-
Ventura;—pues desempefia usted sus papeles con positivo arte.
qué hermosa parcció usted a todo ci mundo con su thnico
—iv
de saya de raso y SU mantia de blonda francesa! Pues, qué dire
cuando en ci acto segundo se nos presentó con su tünicO de muse-
Ilna listada de calado con Sn fleco de red blanco y luciendo la camisa
con holán de estopilla? 1 y qué canción aquella tan tierna, tan
liena de gracia y tan bien interpretada!
—A que no es usted capaz de repetirla ahora?
—Vaya, sefiores, que están ustedes de buen humor.
—Vamos, Inesilla, repitala usted.
—Con mucho gusto lo harIa, pero solo Luciano Cortés podria
acompanárrnela, pues suya es la tonadilla y no lo veo por aquI.
— Le buscaremos!—dijo D. MartIn,—si usted lo consiente.
—Sea,—respondió la Incsilla.
Pocos rninutos después al /primer barba gracioso y flgurón, Luclano
Cortés, se encontraba sentado cerca de la Inesilla teniplando
51% vihuela: agrupáronse todos los circunstantes, y Ia segunda dama
e mus canto con fresca y vibrante voz lo siguientc
Al que sufre de celos
notoria pena,
satisfacciófl oculta
no le aprovecha.
1366 Episodios His!óricos Mexica,,os
De todo desconfia,
y en su dolor constante
Jo adver.o da por cierto,
duda lo favorable.
Exhsla fuego
su pecho aniante,
girne a Jos cielos,
suspira al aire.
Ni ci haiagüeflo hechizo,
ni el atractivo afable
de su adorada causa,
mitiga los pcsares,
pues siern pie persuadido
de su piibiic.i i-s.
satisfacción ocult.,
no Ic aprovc..
Porque quien
tiene de to
descontia
Nada le sati:
ni hay causa Sie:
para clue cuerdo Suir
loque ci corazón sk':
Ya se arrebata,
ya se suspende,
y vaciLinte
nada resuelve.
La ternura Ic aplaca,
el celo Ic enfurece,
y en opuestos volcans
batalia ci triste sieni pie.
Pues jams disuadido
de su pibi;ca ofensa,
satisfacciôn oculta
no Ic aprovecha.
Dejó de cantar la Inesilla, y todos sus oyentes rompieron en
trepitosos aplausos.
III
Regocijados los circunstantes, no hubieron de contentars- CoriIa
anterior canción y exigieron de la Inesilla que repitiesc Ia otra
pw--
El Castillo de Acapulco
1367
también habia estrenado en su beneficio. Luciano estaba de buen
humor y ejecutó el preludio en la vihuela, antes de que la dama
hubiese podido negarse.
Siguió, pues, la que en seguida copio, y es, como la anterior, de
Ia misma ápoca, sin que tenga ni añadida ni quitada pot ml ni una
sola palabra: dice asI la canción que estuvo dirigida al püblico
relatándolc las difcuItai z d Io irtstas para complacer a sus
oyentes:
v: atento
fill p:ireers ntrc iiSt'S :nto:
utios quieren por 10 majo,
otros patétiCO aman,
otros alegre es su agrado:
unos pasos de gorjeo,
otros ci inanejo y garbo,
unas fuerte, otras piano.
L
Si se canta tonadilhi
con ntisica de primor,
dcen 1ueg—ya nos cantan
sin duda lamentaciófl.
Si se canta cosa alegre
con su gustosa invenCiófl,
dicen que es muy ordinaria
y ajena de la razón.
Si el cantarin canta grueso
dicen que es un bcrracófl
que ntejor que saineterO
pudiera ser carg.dor.
Si tiene acaso delgada,
el que ejecutl, la vOZ,
dicen:—este hace ntai gallo,
gailina fuera mejor.
-I -
Queriditos del alma
bien considero
que peTo no se halla
sin tener pero.
Y en esta vida
en la más beila cosa
ha y su cosilla.
1368 Episodios His Ióricos Mexicanos
Si Ia sainetera es
amante de su recato,
dicen que es cosa rnuy fria
y una estatua en ci teatro.
Si la que canta echa airosa
un poco de aire de taco,
dicen que es desenvoltura
y tns que garbo descaro.
Si se prende, presumida;
Si no viene bien, pingajo;
si anda i prisa, iqué carrera!;
qu nieve!, si anda depacio.
Si canta alto, desentona!;
mo se oye!, si canta bajc;
si risueña, ies una loca!;
si seria, ;habràn regailado!
Mas el medio del mundo
es sin remedio
que el Un med g o se He
del otro medio.
Y en ci teat,o
no hay Un inalo sin bueno,
bueno sin malo.
ConcluIda esta segunda canción, porción de nuevos grupos volvicroli
a format-se y las conversaciones suspendidas continuaron.
Escuchemos por ahora nosotros la que mantienen dos inclividuos
que miden a largos pasos los ültimos confines del tablado, indiferentes
hasta cierto punto a la animación general.
—Decididarncnte,_djce el uno,—,usted no tratará de qudarse
con Ia temporada próxima?
—D r'cididamente, señor D. Eufrasio; se necesita para luchar con -
esta gente Un caz-ácter a propósito. Ni aun pagándoles puntualmente
consigue usted snarchar bien, pues si con usted no se pelean,
se peican con ellos nhismos, y es el teatro, mis que templo del arte,
plaza de inquietos gallos. El más indtil actor pretende diri gir a loS
demás desde el primer dIa en que logra un aplauso, y se rebela
contra ci director si no se accede a sus exigencias. Las damas Sc Ic
enferman a usted cuando Jes acomoda, y con cuatro carantonaS
le seducen a uno at medico que uno envIa y extiende el certificado
que ellas misrnas Ic dictan; en su cuarto, durante ]as funcioncs Y
El Castillo dc Acapulco
£369
aqul en ci escenariO mientras los ensayos, no se ocupan de más
que de dejarse enamorar, y el tiempo que en ello no emplean, le
distracn murmurando de todo y de todos y alimentando rencilias,
nvidias y todo género de malas pasiones; las unas y las otras se
ilenan de hijos, carnbian de arnantes y de protectoreS, y en ho tal
meten .i uno, que loco ó corrompido lo vuelven. Decididarnente,
señor D. Eufrasio, otro talla y dejo de set empresario.
—Lo que veo, señor D. Leoncio, es que no tiene usted carácter
para estos asuntoS.
—No lo niego, señor D. Eufrasio, y por eso me retiro.
—Si usted hubicra tratado a esta gentc como ella se mCreCe y
sin respetos ni consideraciOfleS, yendo derecho al negocio, sin pararse
en los medios. -.
—No sirvo para ello, D. Eufrasio, no sirvo; a ml me gusta tratar
bien a todo el mundo, y los cótnicos son todos lievados por
mal. Pero hagarnos esto d un lado y sepa yo, si no es indiscreción,
cuáles son los proyectos de usted.
—Pienso conservar en la orquesta al expresivo D. Manuel Delgado,
al singular D. MatI as Triugeque, al incomparable D. Antonio
Salat, al diestrisimo en ci violoncelo y violin conidO pot el
Habanero, y las habihidades bien notorias de D. Vicente Virgen y
ci sin par en el contrabajo D. Rafael DomInguez. Entre los cantatines
a nuestro benemrito Victorio Rocamora y a Inés Garcia, al
gran Castillo, a la nunca bien clogiada Rodriguez, a Dolores Mungula
y a Luciano Cort de sobresaliente para El Barero de Seviha.
No hay quien Ilene como Luciano su papel en las zarzuelas
La Jsczbela y La Amalia; no exigen nada superior a su voz y habilidad,
y la parte cómica desmerece infinito no desempefiáfldOia él,
porquc cabalmente es un elemento y no tiene igual en el carácter
de viejo enamorado. Tampoco hay quien le suola en Ia parte que
canta en la tonadilla Oras son triunfos, y lo hace rnuy bien en
otras. La Ramirez tjene una voz Sonora; flexible y teatral y bastante
despejo; no hay, a 5ni juicio, otra de mej ores esperanzas. La
Voz dulcisima, afinada y ddcil de ha Olivares, si deja de cantar siernpre
a solo v tonadillas viejas, harg conocer su mérito. Ahora bien,
mientras no se vane mu de funciones y se echen nuevas, nunca
habrá ci atractivo que se necesita. En Mexico hay dos operas nucvas
con su müsica, y quien las ponga en casteilano, hay asuntos,
£72
1370 Episodios His16rios Mexicoos
hay poetas y hay compositores de mtisica para sainetcs y tonadillas.
nuevas y peculiares del pals, que agradarlan mis. Este es nii plan,
porque .cuándo no ha producido El b'arbero do Sevilla sobre lo
'que costó? Esto misnio y casi con las mismas palabras lo he dich
ya en unas cuantas cartas quc dirigi al Editor del Dzario, y vieron
la luz en los ntmeros de Febrero y Marzo ültirnos.
—Las id, señor D. Eufrasio, y hasta donde pude segul sus consejos.
—Ahora, en cuanto al representado puede recurrirse a Aniador,
la Valiccillo, Juana Martinez, la Montenegro, la Pefialosa, la RamIrez,
ci chatillo Diez y la Munguia. Mi programa es, pues, Ama.
dor y Arias para galanes; a la VaIIecilIo y la Martinez Para darnas; a
Ia Rodriguez, Castillo y la MunguIa para primeros cantarines: bailarincs
maestros Morales v Marani, y Luciano Cortés conio sobresaliente
general y primer gracioso y barba. Por supuesto, dare un
primer lugar a Inesilla Garcia, inimitable en ci Barbero por Ia dulzura
de su voz y por Sn cmpeño y aplicación constante.
—Pues amigo D. Eufrasio, d6 Dios a ustcd buena fortuna. A
propósito, aqui tiene usted el apunte pormenorizado quc me pidió
de los productos del teatro.
D. Eufrasio tomó un papel que D. Luciano Ic prescntó, y en
voz alta leyó lo siguiente: j
Producto do una entrada doble estando comj'leto ci coliseo
Bancas . . . . . . . . . . . . 230
Mosquete.
Entrada de 2a fib en palcos 50
Paicos terceros de comunidad . 90
Dichos de aiquiler por entero.....;70
Cazucla de mujeres........6o
Dicha de hombres ....... . 40
TOTAL . . . . $ 600
—Gracias,—dijo D. Eufrasio después de haberleldo to anterior
Concicyamos con nuestras noticias acerca del teatro en MxiCO3
noticias que sin duda ignoraban hasta hoy Ia mayorla de mIS
lectores.
El Castillo de Acapulco
El primer teatro en forma que hubo en Mexico data en fines del
siglo xvii y
lo construyerOn de madera los religiosos encargados
del Hospital Real de naturales, en un terreno que les cedió el
Ayuntamicflto en la proximidad de aquel benéfico establecirniento.
HabindosC en Cl represcntado la comedia titulada Ruinas ó incendia
ieerusai/'n, se le prendió fuego casualmente en la noche del
19 de Enero de 1722, y se proccdió a la construccidn de otro dc
las mismas condiciones; pero como ci ruido de ]as representacioneS
molestaba a los enfermos, ci teatro se trasladó a otro terreno
situado entre ci callej6n del Espiritu Santo y la calle quc despuCs
se llamó del Colisco Viejo, y entonces era conocida por de la Acequia,
porque una de ellas pasaba por alil é iba a terminar en ci
caliejdn de Dolores. Dice un libro, del cual tomo los siguientes
pormenores, que este tercer teatro se encontraba al fondo del
actual, teniendo su cntrada por un arco que aün se conserva en los
portaks de la calle del Colisco. En los primeros dias del mes de
Diciembre de 1752, Se comcnzó a construir ci actual teatro, que
es ci cuarto, y un año se empleó en dare fin, cstrenándose ci 25
de Diciernbre de 1753, scgün un documento que dice ala letra:
En Ia tarde se estrend ci nuevo Coliseo en la calle del Colegio de
las ninas; frente de la casa de Irolo, en ]as casas que fucron de don
Juan \Tillavicencio. Corrc de Oriente a Poniente; su hechura es a
moclo de una herradura, fábrica de marnposterIa con cuarenta y un
cuartos techados de vigas, de arqueria, con sus balcones de hierro
volados, de media vara1dc alto; tiene tres altos sin ci de la cazuela:
la principal frontera del teatro tiene en su medio ]as armas reaies
Y io restante de vanias pinturas de fibulas; las demás fronteras de
azul y blanco; ci techo de tablazón forrado por dentro de cotencio
dado de bianco con diversas pinturas, y por de fuera con sus plo-
Inadas con sus cornientes, siendo su fabrica como zaquizami. La
principal puerta cae al Occidente con un portal de tres arcos,
teniendo otra puerta inrnediata por donde se entra a todos los
Cuartos. Cordó esta fAbrica por cue,ita del mayordomo del Hospital
Real, D. Juan de Cárdenas, quien echo ci resto en lo puiido y
exquisito. Asjstjeron SS. EE . \7 Uti nurneroso concurso i la primera
representaciOri que fud la de file/or estd quo estaba. Las casas
en que se constru yó eran dcl rnayorazgo D. José Gorraiz ' Lu-
Yando, secretario de la gobernación de este reino, quien las vendió
137'
1,372
Episodios Hislôricos Mexicanos
con licencia de la Real Audiencia, con obligación dc conocer los can--
SOS qua aquellas fincas tenIan, y trace mil pesos de dicho mayorazgo.
'V
Indudablemente D. Sóstenes de Pantoja era un hombre verdaderamente
feliz; rico en toda la extension de la palabra, relase de
los cuidados matcriales de la vida y ocupábase por entero de gozar
su dornéstica dicha. Su hija D. I3eatriz Gertrudis de Pantoja y su
yerno D. Martin Cabrera, acababan de hacerie enteramente feliz
dándoie un nietecito sano y robusto con el cual D. Sóstenes se
entretenla como un niflo con un juguete.
Este suceso habla casi por completo cambiado ci carácter de as
reuniones de los tertulianos de la botica de D. Cleofás Madana.
Este y D. Buenaventura se trasladaban a las cinco de la tarde a
casa de D. Sóstenes, quien les obsequiaba con un suculento chocolate
a Ia espafiola, servido an lujosas mancerinas de plata.
Pero la reunion no se formaba de ellos solos: a ella concurrian
también ci conde de Orizaba y la marquesa de Cervera, padririos
qua hablan sido del nietecito de D. Sóstencs; figuraban también an
aquel excelente grupo de amigos, varios amigos de la familia del
dueño de la casa, algunas muy lindas jOvenes, ml madre Maria,
mi padre Benito y aun yo mismo de quien ml buena madrc pocas
6 ningunas veces se apartaba; contaba yo entonces tres años y
medio, y segün cuentan tenia entonces cierta hermosura, gracia
y talento qua no quisicron sin duda acompañarme hasta la vcjcz,
pues, sin modestia, ninguna de las tres cualidades creo al presente
poseer; todos elogiaban mi fortaleza y robustez y de ellas si conservo
mucho, y buena prueba as qua aOn puedo, como lo hago,
entregarme al trabajo tremendo de escribir estos EPISODIOS de
aqueilos dIas qua cuentan, corno yo, setenta y un años.
Nadia, sin embargo, an aquella reunion de personas felices pá
recla serlo tanto como nuestro ex comandante D. Buenaventura
del Valle; frisando casi an los cincuenta años, el rapaz vendado, ci
juguetón hijo de Venus habIa tenido ci capricho de herir con ufla
de sus flcchas ci corazOn de nuestro amigo, prendándolc locamente
de una hermosa viuda de veintiocho años ilarnada Rosa, y
w
El Castillo de Acapulco
la verdad que rnerecIa el nombre, pues 6ralo por sus encantos y
frescura. En deita edad de la vida los hombres pierden poco
tiempo en galanteos; y asI fué quc apenas D. Buenaventura so convenció
do que la viudita no le miraba mat, aprovechó el primer
momento favorable y Ic dijo:
—Rosita, cuento no sin cierto pesar con cincuenta navidades, y
tres mil pesos de renta enteramente saneados; no recuerdo haber
tenido más amores que los usuales en la carrera mulitar, los cuales
s6lo duran ci tiempo quo el Gobierno nos tiene acantonados en una
ciudad, sin quo en dos so interese nunca ci corazón de un oficial
que no puede casarse sin real licencia. Soy hombre sano y solo:
do vez en cuando me ponen do mat humor unas reumas que no SOfl
enfcrmcdad sucia ni quo moleste si no es at paciente; vivo retirado
del scrvicio, por to cual nadie me manda y soy independiente; soy
confiado, morigerado, tranquibo y no celoso; en cuanto a la figura
estoy tan distante do la fealdad como de La herruosura: ;quiere usted
casarse conmigo?
Rosita acogió esta declaración como todas Las mujercs acogen
]as quo los hacen los hombres quo no los desagradan. Se sonrió at
principio con cierta burla, trató de bromista a D. Buenaventura y
concluyó por aceptar ci ofrecirniento.
El ex comandante eiigió, de acuerdo con la hermosa viuda, por
padrino i D. Sóstenes y por madrina a la marquesa de Cervera, dió
lOS PSOS convenicntes a su tentativa matrimonial, y esperando pa-
Cientemente el término e ]as publicaciones, no quiso pedir dispensa
para demostrar quo nadie podrIa reciamar contra dl cornpromisos
ni antiguas promesas.
Rosa habla sido siempre excelente amiga de la marquesa; ésta
no ignoraba, por to tanto, que antes do su primer matrimonio,
Rosa hahia estado en relaciones con un oficial nombrado D. Andrés
Romero y cartcádose-con dl. En aquella pasión juvenil don
Andrés puso su amor y Rosa una sencilia coqueterIa; no be amó,
pues, y sin inconveniente sy hizo esposa de un rico comerciante de
Sedas del Parian, que la dejó viuda los catorce meses de casada,
Sin hijos y con una renta casi igual a la de D. Buenaventura. Don
Andrds Romero se negó a devolverbe a Rosa sus cartas y menos
qulso entregárseias cuando la vió viuda y libre; esto disgustó a
Rosa Y no contribuyó poco a hacerle más fastidioso a Romero;
1374 Episodios Hisidricos Mexicanos
era éste, sin embargo, una persona decente, y convencido de lo
intitil de su pasión, al tener noticia de la próxima segunda both de
Ia ingrata Ic ofreció entregarie las cartas, pero exigiándole fuse a
recogerlas ella misma al bosque de Chapultepec donde tendrian
una ciltima y definitiva entrevista. Rosa Ic respondió que accptaba
y que irIa acompanada de su amiga Ia marqucsa; Ia ültima quiso
aprovechar esta salida para I su vuelta lievar a componer i la casa
dc un platero ci muelle de Un brazalete que ci concle su niarilo Ic
habia regalado ci dfa de su rnatrirnonio, y la entrevista con Romero
se verificó quitándoie Rosa toda esperanza y entrcgandoe él
Sus cartas.
Ninguna acción que no fuese digna habian cometido ambas
amigas; sin embargo, estuvieron sobresaltaclas é intranquilas '- se
lievaron un gran susto cuando al despedirse de Romero, estuvieron
a punto de haber sido descubiertas en conversación con lor
un jinete quc como una exhalacidn atravesd ci bosque al niismo
tiempo que se hicieron oir dos tiros de pistola. Ni Romero ni las
dos senoras pudieron conocer al tal jinete, ya porque éstcatra- -
vesó rapido, cuanto porque a una y otra amiga ci sobresalt que
]as detonaciones les causaron les impidiO poderse fijar en cosa
aigu n a.
Sin saber, pucs, ni lo quc por elias pasaba, saiieron del bsque,
tomaron Un carruaje y traladaronse a Mexico a toda prisa.
En Ia tertulia de aquella noche ni Rosa ni Ia marquesa cstuvie
ron tan alegres y decidoras corno de costumbre. D. Buenaventura
lo notó y les pregunto la causa.
Rosa no supo en ci primer instante qué responder; invcii'L6 10
que pudo para saiir del paso, pero con tal torpeza, que su prome
tido hubo de ciecirle:
—Rosita, usted rue cngaña.
—Aseguro a usted que no.
—SI, Rosita, lo conozco, pero tengo en usted demasiada cO
anza y Ia quiero demasiado para darme por ofendido; no jjSt0
en saber Jo que a usted preocupa, que no puede ser SinO muy
bueno, y usted me lo dirá cuando a bien lo tenga.
—Gracias, Ventura; me juzga usted cot-na rnerezco.
—V dIganie usted, Rosita, dónde han estado esta tarde usted Y
la marquesa?
' S
DII&*
INO,
•
S
2-.
,S
,.S\ .1
f 7-'"'
ci
S; S S - 4/. \ / S
.:
,S/ SSS;S, , . •' S S / --
S5•S
5'
-
MW
S
I
I:;S"' S
\S - S
55;:S
•S.
?
fIl\
SSS
1
/
f
/ L
'
' ::
*#f 4 v - A
:t7 / ' 1S
'S 555/
- - -
55
S
I ->I
1'-'.tiADAS 1SVPANQUIIS...
1
--S
. 5555 - ,.
- -
5.,
S •<
-
—;
W, El Castillo de Acapulco £377
—Por qué to pregunta usted?—exclamó sobresaltada la viudita.
—Porque esta tarde pasd por delante de la casa de la marquesa,
segün mi costumbre, y no tuve el gusto de vcr a ustedes como
siempre at balcón.
es cicrto!—observó cada vez más turbada Rosita;—se
me olvid '3 haberle dicho a usted anoche que la marquesa me necesitaria
esta tarde para que la acompafiase a lievar a componer Un
brazaicte quc el conde le rega16 ci dia de sus bodas.
Sin quererlo, Rosita habla cometido una indiscreción. La marquesa
descaba que no ilegara a noticia del conde que habla descompuesto
Cl tal brazalete, y asi fué que at acercarse at grupo de
los novios y preguntaric Valle cuándo estarIa compuesta Ia aihaja,
la marquesa negó que tal compostura fuese necesaria.
El ex cornandante fué, como debla, caballero; no quiso aumentar
Ia turbación de su prometida; pero cuando la marquesa se
hubo retirado:
—Usted me engafla, Rosita,—repitió,—y lo siento porquc ;qud
puede sucedcrie a usted que yo no pueda saber?
Rosa hizo un esfuerzo sobre si misma, y con digna tranquilidad
respondid:
--Crco no haber dado a usted motivo alguno para desconfiar
de ml.
—Ninguno, asf es la verdad.
—Creo también que no siendo como no somos unos niflos, esa
niutua conilanza no puede jamás faltarnos.
—Vcrdad, mucha vrdad.
—Y bien, Ventura, en nombre de esa mut T la confianza no
vuelva usted a hacer caso de este insignhuicante incidente.
—Asi to prometo, Rosa; no necesito explicaciones; pero otra
vez no trate usted de buscar pretextos para disculpar sus acciones
que, to repito, no pueden ser nunca sino muy buenãs.
—Tiene usted razón, y asI to hare siquiera para quc no vuelva
usted a cogerme en otra mentira.
—Luego ha habido r tcntira?—pregufltó sonriendo D. Buena-
Ventura
—Cómo negarlo después de to que la marquesa ha dicho?
—Pues yea usted, Rosa, la mentira jarnis es necesaria cuando
SC obra bien.
To,.o 1
£73
1378 Episodjos His Ióricos Mcxjcanos
—Pues ahi vera usted como se engaña, mi buen Ventura; la
mentira inocente, la, mentira sin consecuencjas es absolutamente
necesaria muchas vcces en sociedad.
—No lo creo yo asi.
—Pues sin embargo asI es, y como usted ha podido estirnarlo
por lo que acaba de pasar conmigo, es mIs dificil de lo que
parece ci saber mentir.
—Es ustcd una nifia, Rosa.
—Por qué?
—Porque considera usted la mentira nada rnenos que corno un
arte, y no un arte asl como se quiera, sino dificii.
—Se ne usted de mi opinion?
—Mucho que Si; ;acaso so neceita, para nicntir, algo rnis que
decir cosa quo no sea cierta
—SI, señor.
—Y qué Cs ello
—Saber dat a la mentira apariencia tal dc verdad que no pueda
descubrirse ci engano asl como quiera.
—Veo, Rosita, que est-i usted de buen humor. Un ante Ia rneitira!
Quiere usted apostar conmigo a quo nada hay rnás fádl quo
mentir conio usted dice?
—Acepto -
—Está bien: qué apostamos?
—Una libra de du1cs para cada uno dc !os quo form-an nucstraS
tertulias.
—Aceptado. Ustcd Vi;t 6mo invuto \'o 1111a ira tal que
nadie pucda descubriria liasta que a nil mc acomode.
V
Quince minutos habrian pasado después de hecha Ia original
apuesta de Rosa y D. Buenaventura, y an no acababan de rirse
y celebrania los tertulianos de D. Sóstenes de Pantoja.
Este IlarnO al ex comandante y Ic hizo que ocupara su puesto en
la, mesa del tresillo, y la rnarquesa aprovechó el momento para
acercarse a Rosa y decirle:
—Amiga nos ha ocurrido un contratiempo. ,
_Que sin duda con el susto que aquel maihadado jinete nos
dió en ci bosque, yo me azoré y hasta ahora no he echado de vet
quc he perdido el paqucte de cartas de Romero y mi brazalete.
—1Dios mb, qué dices!; pero dónde?
—No lo Se; he registrado todos los rincones de mi habitación y
mi coche, y ni cartas ni brazaicte he encontrado.
—;Qué fatalidad! ;dónde habrIs dejado esos objetos?
—Completamente no lo Se; quiz-As en el bosque.
—Pero, Dios mb, qué va i ser de rob si alguien encuentra este
paqucte de cartas y comienza a ensenarlas!
—Pues no te digo nada del disgusto que voy a tener si ci conde
se entera de que he perdido ci brazalete quc me regaló ci dia de
mis bodas.
—Y qué hacer?
—No hay mãs remedlo que volver a Chapultepec y ver si aiil...
—Pero a estas boras...
—No, hoy no es posible ya hacer nada, pero mañana temprano
iremos.
—Mientras, puede encontrar aiguno esos objetos y.
—Hija mba, esto no tiene remcdio, y hay que rcsignarse
ZI
a todo.
—Con mucha facilidad lo dices, pero es que no sabes...
—;QuC cosa?
—Quc cuando yo esc,ibl esas cartas a Romero me cortejaba u
cornandante como Ventura, como él de cincuenta afios, y qua yo
me burlaba de ei sangrientamente en una de mis cartas;
Si una
Casualjdad la ,,pusiese en manos de mi actual pronietido, podria
Creer...
—Calla, tonta, la fecha te salvarfa.
—Pero es que ninguna dè esas cartas tiene fecha.
—En tat caso tu antiguo novio será bastante caballero para en
caso de una explicación dshacer el error.
—Parece que no Ic has ojdo hab!ar esta tarde: si la casualidad le
ofreciese una ocasión de desbaratar mu próxima boda, Ia aprovecharia
sin duda alguna.
—Pues rnira, Rosa; Jo mejor seria que tü con Ventura y yo con
ci conde tuviésemos una cxolicaci3n.
i 8o Episodios Hislóricos Mexicanos
—No hagas tal, marquesa. Todos los hombres son unos picaros
quo a fuerza de correr aventuras so hacen desconliados y suspicacos
y no nos creerin'ni el tuyo ni J mb 1: -uc l: !Jc11'-.
—Puede quo tengas razón.
—Créemc; dejemos ]as ox icacne- 1ara ci ultirno uxtcni , v
puesto quo no hay otro recurso aguardemos hasta mañana: hernos
salido tarde del bosque y nuestra conferencia con Romero tuvo
lugar en unsitio apartado del paseo principal: Dios qucrri quo
nadie haya pasado p alIt v quc mañana c!lc ntrei Sn] cat-t:i v
tu brazalete.
La partida do tresih csibn en tJ) ettlo:, )i:1c) D. 1,
contra su costumbre, se distraIa, y I cada rato jugaba do
un modo detestable: esto consistia en que andaba preocupado
pensando en Ia mentira que invcntarIa para ganar Ia apuesta.
—Dire, pensaba en sus adentros, que ci nuevo virey so ha cmpeñado
en que yo deje mi retiro y tome el mando de las fucrzas
que deben reconquistar a Oaxaca. Pero, no; esta mentira no está
buena, ci conde ira a ver a Calleja y Ic preguntará, y Calleja so
reir2l de mi. Dire que he sabido que Fernando VII ha muerto do
repente y que Napoleon es rey de Espana. Pero tampoco esta nicntira
será buena: en primer lugar me preguntarán quo quién rn a
ha dicho; yo responder que... fulano; pero fulano me desmontir:
y podrán creer quc yo ando propalando noticias favorables i
insurgentes, me soplarán en Ia cárcel y podrá costarme la torta
pan. Lo que yo necesito es una mentira sencilla, sin consecuenHas
y fácil de ser creida por todos. Dire... pero no: eso no es posiL'::
pensemos en otra... jAhI jya Ia tengo! dirC, eso, sI, dire quo csa
tarde he montado a caballo. Justo, esto no c:uJic b n:HH, Y
nada tiene do asombroso ni fuera de lo naturi
—Pero hombre,—excjamO D. SOstenes,—:n) !crLcH.
qué es lo quo Ic preocupa que no hace ustd una iu1aia cu
—Dispénseme usted, es que...
—Luego lo dirzi usted, ahorajueguc.
Inütiles fueron todos los esfuerzos
para salir de su prcocupación: su proyectada mentira no Ic permitiO
dar pie con bola, y ci juego se convirtiO en una cena de negros Y
fu preciso sustitnir al ex comandante con .su arnio D. C1ofaS
i\ I L!tl.
El Castillo de Acapulco 1381
—Si yo fuera tan suspicaz corno usted,—dijo Rosa acercándose
a D. Buenaventura,—podrIa preguntarie en qué consiste que tan
buen tresiltista haya hoy jugado tan fatalmente.
—Dice bien Rosa,—observó D. Sóstenes;—aigo malo preocupa
al comandante y debes exigirle una explicacidn.
VI
Urgido por sus contertulios, D. Buenaventura creyó ilegado ci
instante de soitar su mentira, y respondió:
—Sefiores, mi torpeza en ci juego es discuipabie.
—Si, ch, y por qud?
—Porque me encuentro mu) , fatigado y...
—jFatigadol dc qué?
—Hacla rnucho tiempo que no montaba yo a caballo, y esta
tarde me ocurrió montar uno y darme un paseo.
—;Holal iholal conque ha montado usted a caballo?—preguntó
el conde:—;por qué no aceptó entonces ci ofrecimiento que Ic hice
para quc prohase usted mi rnagnifico alazán?
_\ra lo han creIdo!—dijo contentIsimo y para sus adentros ci
interpelado, y después afiadió en voz aita:—Diré a usted: yo soy
ya en Ia actualidad un mal jinete y ci aiazán tiene demasiado brIo.
—Por qué no me habla usted dicho que esta tarde habia montado
a cabaiio?—pre guntó rosa.
—Señora, ;qu6 tiene de extraordinario esto para merecer ser
COntado
—Nada ciertamente; pero ci caso es que conversando antes
Conmigo me dijo que, segün su costumbre, habia usted pasado
por delante de los balcones de la casa de la rnarquesa.
—Cierto.
— A cabailo?
—Seguramente. I
—Siento no haberle visto.
—.Y qué caballo montó usted?
—Uno que aiquilé en una pensin.
En la del antiguo maestro Lailsori?
J UStarr
L.
1382 Episodios Hislóricos Mexica,,o
—Tiene en efecto muy buenos cabalios de alquiler,—ohse'vo el
conde;—alli vi yo ayer un retinto golondrino de magnhfica estarn
pa.
—Ese fué ci que monte precisamente.
—jHoia! pues entonces no es usted tan mal jinete y bien pudo
haber montado rni alazán, porquc ci tal retinto, segün ci dependicnte
de Lailson me dijo, solo mi sobrino Carlos Arrncndiriz ha
podido dominarlo a fuerza de montarie casi todas las tardes.
—Oye, amiga mIa,—dijo entonces y aparte Rosa i la marquesa:—;no
te acuerdas del color dci cabL' ( u tant oo s :iustO
esta tarcie?
—No; por qué lo preguntas?
—Porque casi me atrevcria a decir quc fué Un retint.
—Que sospechas?
—Te dire. Contra su costumbre, Ventura ha estado por dermis
SUSpiCaz y preguntOn: ha querido que a toda fuerza Ic dijese dónde
habIamos ido ]as dos csta tarde; no ha creido Jo que yo Ic dije y
me ha hecho una especie de sermOn sobre la inconveniencia de la
in entira.
—Pero eso qué tiene que vera...
—Me ha dicho que paso por delante de tus baicones con ci tin
de verme en ellos como todas las tardes y que sintió muciio no
encontrarmc: ascgura ahora quc montó I cabailo después de
no haberme visto; pudicra habernos vendido tu criada, decirle a
dóndc habIamos ido y aiquilado dl ci caballo... iDios info! 1qu6
pcnsará de nosotras si flOS ha visto hablando con Romero!
—Vamos, no seas tonta, te asustas sin razón.
—No Jo creas, mIrale, no nos quita Ia vista de encima; Ventura
sospecha de mi.
El ex cornandante no quitaba en efecto los ojos del grupo: rer0
pues no era cierto que hubiese montado a caballo, Rosa se eqUi
vocaba por com pleto en la signiuicaciOn de sus miradas. Ventura
la veIa como queriendo convencerse de cjue su mentira habia hechO
efecto.
—Y por dónde fué el paseopreguntó D. Sóstenes.
El ex comandante dudó en contestar, pero al fin, y fijándose Cli
un sitio alejado de la ciudad, contestó:
—Por ci bosque de Chapuitcpec.
El Castillo de Acapulco
1383
Esta vcz no solo fué Rosa la qua se asustO, sino también Ia
rnarqucsa, qua dijo aparte a su amiga:
—,Dios mb! tan desgraciadas habremos sido qua Ventura nos
haya descubierto?
—Tratemos de averiguario,—ie contestO Rosa,—y aizando después
la voz y afectando una tranquilidad qua no tenla, preguntó:
—Conque por ci bosque, eb? y hacia qué parte del bosque?
D. Buenaventura no supo qué responder, pues apenas conocIa
ci bosque.
—1Lo ves!—dijo Rosa a la marqucsa,—esta duda Ic vende:
;nos descubrid! inos descubrió! 1Dios mb! 1AIgin disgusto nos
aguarda!
—Vamos a ver, senor conandante,—dijo el conde,—se puede
saber nor qué no contesta ustcd a Ia pregunta de Rosa? QuO apostarnos
a qua aigo más qua ci deseo de pasear a caballo ilevó a
usted a Chapultepec?
—Oyes, Rosa?—dijo Ia marquesa al oldo de su amiga;—por esa
pregunta del conde pudiera crcerse qua también él sabe aigo.
En aquel momento D. Carlos Armendiriz, sobrino del conde,
entr en la sala de la tertuuia, y después de saludar a los circunstantes,
IlamO aparte a D. Buenaventura, de lo cual éste se alegró
en extremo, pues no sabia ya lo qua responder y le asombraba ci
Siflnümcro de mentiras qua se habIa visto obligado a echar para
SoStener la primera.
—Tcngo qua pedir a usted un favor,—dijo Carlos a D. Buena-
Ventura cuando Ic hubs sacado a una pieza prOxima.
—Qué as lo qua deseas, muchacho?—le preguntd bondadosamente
ci coronel.
—Acabo do tener Un lance desagradable quapor poco me cuesta
la vida.
Aiguna trapisonda amorosa?
-J usta men to.
—Y bicn, sepamos lo qua quieres.
—Necesito an primer I(igar qua usted me preste sus pistolas.
— Cómo, un desafIo!
—No, nada de eso; pero las necesito para ca-so de defensa: por
O ilevar armas esta tarde, nor poco me matan de dos pistoletazos
en ci )Os -
1 .3 84 Episodios HisIóyj5 Mexicanos
En Chapultepec dices! —exclamó contentisimo D. Buen aven.
tura.
—Si, hombre; qué tiene eso do particular?
—Nada, pero cuenta conmigo para cuanto quierassi rn das
razón de algun punto del bosque por ci cual pueda uno pascarse a
caballo.
me quiere usted decir?
—Quo no cuentes conmigo para nada si no me das la razon que
te pido.
—Pues bien, Si: puede usted decir quo por ci camino que pasa at
pie do los ahuehuctes y comienza en la aiberca que surte al acue•
ducto.
—Está bien, no to olvidaré: toma esta Have que es la de mi ropero;
alli encontrarás mis magnulicas pistolas; ya las conoccs, ]as
que tienen incrustadas mis iniciales; pero ci.idalas bien: entiendes?
—Respondo do ellas; ah! ojalá las hubiera tenido esta tarde
a mi aicance; hubiera podido resistir y no que me vi precisado a
liar mi salvación at escape del caballo quo niontaba. ;:\l otra
cosa; probableinente n pi-r CLL n en t-a I ei usciilpeme
usted con C.
—.sI lo hare, muc1tc1: ;er fl.t;t :n n :r :'t. :trOcidad.
—No tenga usted temor alguno, D. Ventura; mi crinhc e
otro que el do amar I una joven encantadora, cuyo padre no 1uicre
que se case.
—I3ueno, cstá bien, anda con Dios, yo te disculparé, to to he ofrecido:
iconque me has dicho que por ci camino que pasa al pie de
los ahuehuetes y comienza en la alhrca r1: el!-te
—Justamente.
—No to olvidré; adiós, muchacho
—Adios, D. Ventura.
VII
En posesiOn del nombre de la localidad de su supuesto pasCO
D. Buenaventura entrO tranquilo en la sala do Ia tertulia, diuc5t0
j P I' 0--;c :1ruir Su mentira.
El Castillo de Acapulco
—Qué querIa mi sobrino?—preguntó el conde.
—Nada, amigo mb; parece que unos amigos le han invitado a
una fiesta propia de sus afios y me encarga recabe yo de usted ci
perrniso quo necesita para no dormir esta noche en su casa: seguro
de que usted no me lo negarla, yo so lo he concedido y acaba de
marcharse contento como unas pascuas.
—Ha hecho usted mal, D. Ventura,—observó afectuosamente el
conde;—rni sob.rino es un boo quo ci mcjor dIa va a darme un disgusto.
—Pues, señor conde, Ia cosa no tiene rcmedio, porque como he
dicho a usted, Carlos se ha ido ya.
—Bueno, mañana me dará cuenta de sus locuras.
—La señora marqucsa intercederá p1 61, flO CS cierto?
—Seguramente.
—Pero, en fin,—dijo D. Sóstenes,—,sabremos por fin en qué
parte del bosque de Chapultepec se ha paseado usted esta tarde a
cabalio?
—Va que tanta importancia dan ustedes a esa pequefiez, si, señores,
lo dire a ustedes.
—Sepámoslo.
—Pucs mi paseo fué por ci camino que pasa al pie de los ahuehuetes
y comienza en la alberca que surte al acueducto.
Rosa y Ia rnarquesa palidecieron a su pesar; aquCi habla sido ci
lugar en que habian tenido su entrevista con Romero.
Las dos senoras, aprov;chando Ia feliz casualidad de que ci nicto
de D. Sóstenes se soltara a Ilorar en la recámara próxima, saiieron
de Ia sala con D . G-ertrudis de Pantoja, so pretexto do ayudada
zI acaliar al niflo.
D. Buenaventura respiró i su vez y procuró traer la conyersación
at terreno de la polItica y sucesos palpitantes.
Pero lo que /-I ignoraba era que su inocente mentira iba a producirle
fatales consecuencias.
Pondré en antecedentes . mis lectores.
- Carlos de Armendariz era un excelente joven at cual no faltaba
flinguna belia cualidad, si bien tenia ci defecto de ser sobradarnente
enamo,-ado. Tiempo hacla que tratando de amansar ci Caball0
retinto goiondrino de la cabalieriza de aiquiler que ilevaba
Cl nornbre de Lailson, por más que ya no fuese de Cl, habla He-
Too 1 '74
F -
1386 Episodjos Histdricos Mexica,zos
gado hasta el molino del Rey y conocido en él una adorable nifia
de quince abriles liamada Margarita.
Era ésta hija de un Antonio Rivas, antiguo empleado que liabfa
sido de Palacio, cu yo empleo perdió por haberse manifestado en
más de una ocasión sobraclo afeco a Ion planes de independencia
f:T
¼..-
, 1v1 -
Margarita
que se maduraron durante los ültimos dIas del vireinato del debit
y codicioso Iturrigaray. Rivas vivia desde entonces retirado en ci
rnolino del Rey que un P rimo suyo tenIa arrendado, y jamd pasaba
a Ia ciudad. Su hija Margarita se encontraba, pues, enteramente
aislada en esa edad en que ci corazón de Ia mujer ncccita
la atrnósfera de expansion y distracciones que la juventud y la hermosura
exigen.
No etando Rivas de acuerdo con el gnero de guerra asolalora
que hacian los insurgente, y no simpatizándole tampoco la arimi-
-- El Castillo de Acapuio 1387
nistraCiófl españoia, querIa mal a los unos y a los otros, evitaba su
trato y aun su vista, y reducia a tal extremo su mundo, que su empeño
era quc Margarita se casase con su primo: llamábase ci ültirno
Cristóbal, y sin tener nada simpático, contaba precisamente
cincuenta y dos años. Margarita no podia aceptatle como un partido
conveniente, y Si no Ic aborrecIa, mucho menos le amaba.
Carlos Armendáriz, hermoso en cuanto debe serlo un hombre,
hecho al trato iino..de la alta clase social a que pertenecia, y alegre
y vivo como lo exigIan su carácter y sus veinticuatro años, le fué
presentado por la casualidad y por su cabalbo retinto golondrino, y
Margarita arnó a Carlos tanto como Carlos a Margarita.
in dia que Rivas y su primo Cristóbal salicron a dar un paseo,
echaron de ver que una de las tapias que defendlan la casa del molino
se encontraba aigo descascarada, ofreciendo claras sefias de
que por aquel punto habia saitado ó querido saltar un hombre.
—Ladrones tenemos,—habIa exciamado Rivas.
—Pero de los que no vienen en busca de dinero,—obscrVó Cris- .
tóbal.
—Por qud lo dices?
—Porque la descascarada de la pared corresponde precisamente
al frente de ]as habitaciones que ocupa Margarita.
—;Qué supones!—cxclamó irritado D. Antonio Rivas.
—Supongo que Margarita, a la cual no parezco yo bueno para
mariclo, se deja cortejar por ci que esta pared ha descascarado.
—Oh! jsi esofueral...
—Lo es; pero yo me encargo desde mañana de estar ojo alerta,
ysi descubro, a mi rival.
—;Oué?
—Le disparo mis pistolas con la ms grande sangre fria.
La verdad es que Carlos y Margarita se encontraban hacla más
de un mes en relaciones, y que casi todas las tardes platicaban amorosamente
por aquel lugar en que la tapia se veIa descascarada.
Pero aunque rnás de un mes1 hacIa de esto, ni Cristóbal ni Rivas
lo habian hasta entonces sospechado.
l'rotegidos por la fortuna, Carlos y Margarita no sospecharon
tampoco a su vez que hablan sido descubiertos.
En la tarde en que van teniendo lugar los sucesos que referimos,
Carlos fué, como de costumbre, a hablar con Margarita: al liegar
--
4'.
I 388 Episodios Histôricos Mexicanos
A Ia tapia, soltó las riendas a su caballo, que mat alimentado por ci
duefio de Ia caballeriza, se dió gusto en comerse inmenso nimero de
tabs tiernos del campo de maiz que quedaba frontero a la tapia.
A Ia mitad iban de su amorosa conversacidn, cuando Margarita
descubrió detrás de s( a su padre y a Cristóbal, y dando a Carlos la
voz de alarma, nuestro joven salió sobre su retinto golondrino y
dió una escapada en regla, perseguido por Cristóbal que, a Ia entrada
del bosque de Chapultepec, y antes de que su presa desapa.
reciese entre el foilaje, Ic descerrajó, sin herirle por fortuna, los dos
tiros de sus pistolas.
Carlos fué, en consecuencia, quien alarmó a Rosa y a Ia mar.
quesa atravesando a galope tendido el camino que pasaba al pi de
los ahuehuetes de Chapultepec y comenzaba en Ia alberca qu surtIa
al acueducto.
Todo esto lo ignoraba D. Buenaventura, quien ni sospechar podia
que su inocente mentira iba a atraer sobre él graves complicaclones.
La conversación cambió momentáncamente de asunto, gracias a
sus esfUerzos para Ilevarla al terreno politico.
—Despus de todo,—hablase dicho a sI misrno,—Rosa puede
tener razón: no es tan fácil corno parece soltar una mentira y sostenerla
bien. Pero también la tengo yo en sostener que una mentira
puede dar fatales resultados. jQué sucesión de embustes no me
he visto yo obligado a ensartar para que no descubriesen que no es
cierto que haya yo montado esta tarde a caballol
Mientras se hacIa estas reflexiones, D. Martin, que no le perdia
de vista, dijo at conde:
—€No observa usted cuán preocupado se encuentra el ex cornandante?
—Cómo no, si ni siquiera trata de disimularlo!
—Vea usted, conde, si hasta parece que habla solo. -
—Algo extraflo Ic sucede hoy a D. Buenaventura.
—Lo mismo creo yo.
—Quë apuesta usted, señor D. Martin, a que ci ex comandante
esta celoso?
—Pudiera set, y la sospecha de usted confirma la mia.
—Conque también usted to habla sospechadoil
—Algo más que sospechado.
p
El Castillo d' Acapulco
_Qué quiere usted decir?
_Que me ha parecido notar que Rosa anda algo asustada, y aun
que procura evitar que sus miradas se encuentren con las de su
prometido...
—SerIa capaz Ia viudita de dar un chasco a nuestro amigo?
—Todo pudiera ser; Ia mujer es siempre la misma.
—Sin embargo, una viuda...
—Una viuda, si; pero observe usted, señor conde, que se trata
de una viuda joven y liermosa.
—Se me hace no obstante cuesta arriba suponer que Rosa...
—Fácilmente podemos salir de la duda.
-; Cómo?
—Preguntándole usted a su señora Ia marquesa to que haya
sobre ci particular.
—Pero sabrá algo la marquesa?
—Indudablemente: es la fiet amiga de Rosa; y segi.in parcce, con
ella ha salido esta tarde a no sé dónde: claro to ha dado a entender
D. Buenaventura at quejarse de no haberlas visto como otros dias
at balcón de Ia casa de usted.
—Mucho sentiria,—observó el conde,—que la marquesa mi esposa
contribuyera más 6 menos clirectamente a las veleidades de su
amiga.
—No las acusemos sin motivo: primero trate usted de hablar
Con ellas.
—Ahora mismo voy a hacerlo, - respondió el conde pasando a
las habitaciones interiores.
La inocente mentira de D. Buenaventura continuaba compli-
Cándose D. Martin y ci conde atribulan a Rosa ligeras veleidades,
Y ci ültimo acusaba a su esposa de fomentarlas
VIII
Desde cjue de ella se tuvo noticia, la elevación de D. Felix Maria
Calleja at vireinato de la Nueva España no dejó de sorprender
A la generalidad de los habitantes de estos reinos, por más que
para nadie hubiese sido un misterio que el partido español no habfa
dejado de trabajar incesantmente para lograrlo.
I 390 Episodios Histórjcos Mexicanos
El mal estado a que hablan reducido a la Hacienda los fuertes
gastos de la campana y la dificultad en Ia percepción do las rcntas,
fueron causa de que el mismo dla jueves 4 de Marzo de IS 1 3 CII
que tomó posesion del vireinato, Calleja exigiese al prior y miernbros
del tribunal del Consulado un préstarno de rnillón y rncdio
de pesos, con un interds de uno por ciento anual. Efecto de la
grande riqueza del pals en aquellos dlas, pocos fueron batante
para reunir casi el coinplcto de esta suma, figurando entre los sscriptores
el conde Basoco con cincuenta mil pesos; Jos de Ia Cortina,
Heras, Agreda, Yerino y otras personas, con veinticinco,
veinte y quince mu; el cabildo ecicsiástico con sesenta mu: ci
colegio de San Gregorio con veinte mu, y el candnigo Alfaro cLdiÔ
su casa de campo apreciada en veinticinco mu: esta casacstaha
situada en ci camirio de Chapuitepec y era conociLla con ci nombre
de la Casa clorada.
En la noche del 4 de Marzo, Calleja se trasladá con su esposa
servidumbre a! Real Palacio y en éì recibió ci dia siguicntc en
besamanos a todas las autoridades y corporaciones.
Dije en su lugar que Rayon habia con justicia desaprobado a
Verdusco, que sin esperar su auxilio hubiera atacado a Valladolid,
dando motivo su desobediencia a la derrota de los insurgentes ante
aquella plaza ci 31 de Enero de aquel aflo. Verdusco tomó a ma!
Ia reprcnsiOn, y asociándose con Liceaga, publico un bando citando
a Rayon para que antes de tercero dIa Se los presentase en la hacienda
de la Parota a contestar los cargos que se le haclan por
haber usurpado la presidencia do Ia Junta, invadido la provincia
de Michoacan, cuyo jefe era Verdusco, y separado de su empleo al
intendente D. Pablo Delgado, cura de Urecho, al cual el sccreta
rio de Rayon caliñcó en su diario de hombre inmoral, cobarde,
ladrón insaciable y delincucnte por muchos capltuios. Conociendo
RayOn Ia clase de hombres quo Verdusco y Liceaga eran, no se
cuidó do obsequiar Ia cita, y sus dos comnpancros de Junta, por
bando de 7 de Marzo, deciararon traidor a dl y a toda su farnilia y
a cuantos Ic siguieran y obedeciesen. Tal era el triste ejemplo de
desorden y discnsiones que al pals daba la siempre iniitil Junta
Suprema creada en Zitácuaro ci 21 do Agosto de 1811.
Después de haber asistido en SUS ültimos momentos al obisp°
de Puebla D. Manuel Ignacio Gonzalez del Campillo, muerto el 26
H Cull!!, l-
do Vohr:', at arzobisto electo do Méico y obispo do Oaxaca
Sr. 13cr continuo so marcha para Is capital y ell entrd at
sibado i 1 Ic Marzo, siendo ,-ccibido an la parroquia do la Soledad
do Santa Cruz par los cabildos ccicsbstico y secular quo Ia acornpitharon
8 visitar, scgtln costurnbre, at virey, quo pocos mornentos
dospucs Iv pagO la viSitS ycndn ell ni palacio arzobispal.
Ese rnisrno din salió D. Francisco Javier Venagas pars Veracruz
con an correspondientc escolta. formada par ci bstallón prirnero
Americana y dcii diagones: Venegas quiso haborse hecho acornpatiar
par ci coronet D. Torcuato Trujillo, at dcfonor do las Cruces,
pero Calleja lo irupidid pai- edstir contra él graves acusaciones
dimanadas (IC la crucidad y tirinico carictor qua habia clvn,astrada
ell cjcrcicio dsu cargo do comaiidante rnidtar do Valladolid, an
cu'a ciuclad dcj1 ingrata y aborrecibic memoria.
Pam los qua esperaban quo Calleja pusiese do nuevo an vigor In
Constitueión suspondida par Vencgas, fiii un buon indicia do sus
intenciones (100 hubicac adrnitido Ia dedicatoria quo in Academia
tedrico . prctica do Jurisprudencia Ic hizo do no solornno acto
piiblico quo ceebró at din 15 do aquel mos, sustntando quo in
lelicidad v ci bien nacionni depcndIan dcl caacto curn,Iiniicflto do
a C.'nstitucion espaltola del alto doce: y mas so contirmarOn en
ella al ver quo Caikja iiizo pubiicar an In Gacria di rnisn,o dia
ci tIcrto do las Cortes quo disponia quo en todos Los docurncntos
pilbitcos so sustituveso In palalira re-at por la do ,,ac:anaJ. Esto
hizo cxclaniar :tI doctor Arcchderrota:
—Sc acabó ya at ray y tado in realista: stgueac lit anarquia y
nuestra ruina. Ojahi y yo me equiwoque, poro Los sintornas son
rnall'irnosl
No hahian aido vanas las csperanr.as do los afectos at regimen
COnstituciansi, puesto quo l dIn 17 Caileja citó i la. Audiencia i
an acucrdo pleno con at tin do consutar a sos ministros In manors
de proceder a an piantcamicnta: par más quo los ,areccros andu-
Iescti dividdos y muclios opinaron por quo no so hiciose variación
alguna, in mavoria triunid, v quodó nombrada unit Junta co n su l
-tiva cxtraordinaria quo informara y dctemniinara. forniand) partc
dC cia D . José N11iguel Guricli y Aicocer, quo habia Ilegado iMxico
d"Iu4l do habcr itsistido corno diputado arnoricano i la,, Cons-
lk
tittwc0toq do Czldiz. $
59'
1392 Epssodios Hislóricos Mexica,,os
El dia 20, Venegas continuó su marcha a Veracruz, saliendo
de Puebla escoitado por el coronel Monduy, encargado a la vez de
la conducción de un convoy y de expeditar ci carnino del
puerto.
El 26, Calleja expidió una cspecie de programa de su administra.
ción. En tI decla entre otras cosas y refIriéndose a la Constitución,
que calificó dc cfruto precioso de los afanes y sabidurIa del Congresop,
yo voy a poneros en posesión de los bienes que en si encierra,
y seré el prirnero en observar celosamente sus preceptos. Si, ciudadanos;
la aurora de la libertad ha briliado por üitirno, y nuestros
representantes, echando un velo sobre ci desconcierto y fatuidad
de los tiempos pasados, cirnentaron ya la felicidad de ambas Espafias,
y estas provincias son un miernbro igual a cuaiquiera otro de
la monarquia. Cuanto pudierais apetecer y discurrir y ann aquello
que no podriais alcanzar por medio del desorden y la satire, lo
tenéis concedido. Establecido un justo medio entre la confusián de la
dernocracia y las arbitrariedades del despotismo, sois ya ciudadanos
dependientes de un poder moderado y justo, que dividido en sus
tres calidades esenciales, imposibilitan a los que ]as poseen como
en depósito, de abusar de esa facultad y reunir un excesivo mando en
perjuicio de vuestros derechos y de vuestra libertad. Vuestras
manos industriosas ya no estzin ligadas ni sujetas a restricciones
absurdas: podis cultivar en vuestros campos cuanto ellos sean
capaces de producir: nombraréis de entre vosotros rnismos los que
hayan de dirigir y cuidar de vuestra economIa civil y los quc hayan
de representar Ia parte de vuestra soberanIa en el Congreso naciO
nal: pubiicaréis libremente vuestras ideas y pensamientos politicos,
en cuanto no propendan a originar la disensión y trastorno del
Estado, y seréis a la vez sübditos y gobernantes, pues Jos empleOs
y destinos püblicos son del espafiol sabio y benemérito, ora haya
nacido en Ia peninsula, ora en America. Para esto es necesarlo
destruir a los que abanderizando gente ilusas amenazan con ci
hierro y ci fuego la seguridad del Estado; pero experiencia tenets
de que sé forrnar ejércitos y conducirlos a Ia victoria; ellos ban
triunfado siempre a mi voz y triunfarán en adelante sostenidos pot
ci dios de las batallas: todas ]as clases pueden contribuir
intento de restablecer la tranquilidad y el orden, especialmente los
eclesiásticos, pues yo se que si vosotros, correspondiendo a Ia Safl
PEl Castillo ti ,ltapulco
tidad de vuestro dcstino, empleais vuestra doctrina y ejemplo on
procurar extinguir ci fuego de la discordia, ella desaparecerá corno
el hurno delante del vicnto: y on conclusion, asI corno he dado
bastantes pruebas dc mi anhelo p' la cordialidad y la union, las
dar6 tambiOn de tener la firmeza nccesaria para castigar irremisibleniente
a los obtinados y malivolos.s
En cumplimiento de aquellas buenas disposiciones para acatar
Ia ConstituciOn, la juró on ruanos del virey, y ci dia 27 ci arzobispo
Bergosa.
Con cada dIa quo pasaba, nucvas noticias acudIan a quitar su
importancia a las quo ci dIa anterior habIan corrido, y los insurgentes
Sc felicitaban de los progresos quo al decir de ellos acababa
de lograr en Ia pmvincia de Tejas D. Bernardo Gutidrrez de Lara,
quien, segün qieda referido on uno de los iiltimos Episodios, se
apoderó de la villa de Nacodochcs a principios de Agosto de 1812
al frcntc de un grupo dc avcntureros reclutados en los Estados
Unidos del Norte. La verdad fué que Lara, no solo pudo resistir a
las rcducidas fucrzas de D. Manuel Salcedo, gobernador do la
provincia, sino quo ci de Abril se apoderó de la ciudad de Be-
Jar, haciendo prisioneros on ella a Salcedo y i D. SimOn do Herrera,
nombrado por Calleja comandante general de las provincias de
Oriente. La canalla quo constitula ci irnprovisado cjército de Lara,
exigió de dste quo le entregara a Salcedo, Herrera y demás oficiales
realistas, y habjdndose apoderado de ellos por instigaciones de un
bandido Ilamado Pedro Prado, los hizo degollar a poca distancia
do Bjar, cuatro dIas despuds de haberlos capturado.
Los insurgentes cclebraron rnucho cste cruel asesinato, con ci
cual, segi.in cilos, hablan sido castigados Salcedo y Herrera por la
parte quo tomaron en la prisión del cura D. Miguel Hidalgo, y
Contestando El Correo del Sur, quo se publicaba en Oaxaca, a los
que temian quo ci auxilio que los Estados Unidos habIan prcstado
a Lara no tenla otro objeto que ci de anexarse la provincia, dijo
to Siguicnte:
Cuando el generoso anglo-americano, amante y protector de
fluestra independencia, no viniese a auxiliar de buena fe nuestros
heroicos esfuerzos, sino que con desprecio do su constitución
fundamental Y atropellando otros derechos aun más inviolabies,
tuviese las miras tan pCriidas como vanas do sojuzgarnos, celebra-
L..
T0MO I
175
f 394 Episodios Hislôrjcos M'xicanos
r(arnos sin embargo nuestra suerte, una vez quc nos contáscrnos
libres de la crueldad inaudita del despotismo espanol.
En cuanto Calleja tuvo noticia de estos sucesoc, dispuso que ci
regimiento expedicionario de Extremadura Se embarcase en Vora
cruz rumbo a Tampico y desde aliI se dirigiesc contra los invasores,
y a la vez nombró comandante general de ]as provincias internas
a! coronel Arredondo, situado en Laredo, ültima villa de la
Colonia del Nuevo Santander.
Tambic4n por aquelios dIas, es decir Cl 3 de Abril, D. Ignacio
Rayon, noticioso de que Liceaga y Verdusco Ic habIan declarado
traidor, expidiO una prociama en Tialpujahua vindicando su conclucta
y suspendiendo a su vez a los vocales revolucionarios, mcdida
quc, aunque justa, solo sirviO para clesacreditar rns ma's a
Ia in(itil Junta d Zit;cuaro.
Ix
En aquellos dias, ci Sr. D. Ignacio RayOn, siguiendo siempre
sus miras de regularizar la marcha de Ia revolución y hacerla aarecer
prestigiada y poderosa, detcrrninO condecorar con ci titulo de
coronel a D. Francisco Antonio Peredo y envlalc a solicitar auxilbs
de Ia i-epüblica del Norte y de CristObal, crnperador de Haiti:
aunque esta misión no llcgO a tener efecto porque Peredo no pudo
hailar puerto ni buque en que embarcarse, creo curioso copiar aqui
Ia carta de RayOn para ci emperador haitiano:
cA S. M. I. Cristóbal I, cruperador de Haiti en su corte imperial -de
Puerto Principe.
Señor:
'La augusta investidura que tan dignarnente condecora a V. M. I.
abre Ia brecha más lisonjera para que este Congreso imperial
conrnigo su presidente, se dirija a la persona dc V. M. I. con las
relaciones más estrechas de uniOn y amistad fraternal como Icales
americanos.
3. Por este sagrado vInculo con que la naturaleza nos iiga, espero
que ci poder soberano de V. M. I. coadyuve a las justas miras de
la independencia y libertad que ya gracias a Dios se disfruta casi
El Castillo de Acapulco
1395
todo en este Continente, aunque luchando todavIa en la lid
sangrienta con que empezamos.
Las credenciales que autorizan at enviado para la entrega de
ésta, con los demás documentos que Ic acompañafl, correrátl el
vek '
i nuestro estado actual é instruiráll a V. M. I. de los pormenore
que verbaimente deberá pi-oducir dicho cuviado.
EntretantO, y como es mi obligaciófl, rue lisonjeo de ser, Senor,
de V. M. 1. su más adicto y fiel hermano
Ignacio Rayon.:>
Fel
- Este documento fud extendido ci dia 6 dc Abril de 1813.
Las armas adoptadas por Rayon, y que figuran en
los papeles
susodichos, eran las siguientes: Un águiia coronada, rodeada de
trofeos militarcS sobre un puente semejante at del escudo de la ciudad
k Mexico. En ci puente las iniciales N. F. T. 0. N.
non fecit
fa1it'r omfli nattonz, que es texto que se aplica a la Virgen de
Cl
Guadalupe; alrcdedor: Suprema Junta Nacional Americana, creada
en ci año de MDCCCXI.
Persistiendo Calieja en su propósitO dc plantear a todo ricsgo ci
sistema constaucionat, determinó que ci domingo 4 de aquel mes
de Abril se veriflcasen las eleccionCS de Ayuntamieflto suspcndidas
por Venegas. A este fin di6 permiso at alcalde Villa Urrutia, que
se habla detenido en Puebla y era uno de Jos electores, para quc volviese
a Mexico, y aunque trató de intluir para que en ci nuevO
AyuntaniiefltO se these algün participio a Jos españoles, nada consiguió,
y los nombrados fueron en su totalidad personas reconocidamente
afectas a I la revoluciófl.
He aqul ahora, como documentO curioso y quizás no conocido
por muchos de mis lectores, la lista del prime'- AyuntamientO COflS
titucional de Mexico en Jos tiempos del gobierno colonial.
ALc.,.LDES
•0 Conde de Medina, coronet y propictariO.
D. Antonio de Velasco, comerciante y propietariO.
2. 1
t.°
propietario.
REGIDORES
D. Juan Ignacio Gonzalez VCrtiz de Guerra, ex cOnsul y
I-
1396 Episodios Histórjcos Mexicanos
2.° Conde de Valenciana, mincro y propietario.
3•0 D. José Maria Garay, capitán de milicias-y propietario.
4 .° D. Tornis Salgado, letrado.
5 .' D. Francisco Manuel Sanchez de Tagle, propietario.
6.° Conde de la Presa de Jalpa, Ider-u.
7•0 D. Juan Anteparan, cornerciante.
S.° D. Francisco Galicia, ex gobernador de indios de la parcialidad
de San Juan.
9.0 El marques de Valle Arneno, propietario.
xo. D. Juan Vicente Gdrnez Pedroso, idem.
ix. D. Jos Ignacio Adalid, Idcrn y letrado.
12. D. Francisco Villanueva Ciceres y Obando, propietario.
13. D. José Santos Vargas Machuca, ex gobernador de indios
de la parcialidad de Santiago.
14. D. Juan Orellana, dueño de tocinerIa.
15. D. José Maria Prieto de Bonilla, caballero de los Olivos,
Propietario.
16. D. Juan Perez Juárez, cornerciantc.
SfNDI COS
i •o D. Rafael Marquez, letrado.
2.° D. Antonio Lopez Salazar, Idem.
Caileja, a pesar del desaire que los electores habIanie corrido,
desaire que Venegas habla adivinado y por evitar ci mal suspendiO
]as elecciones, Sc rnantuvo firme y dió posesión al nuevo A yuntamiento,
compensando, en parte, ci disgusto de los espafioles la
entrada en Mexico, ci dfa 9, del riquisirno convoy sacado de Veracruz
por ci brigadier Olazabal.
Veriflcdse al siguiente la visita de cárceles de reglamento, con
motivo de la cual algunos de lospresos reclarnaron la observancia
de la Constitución en lo relativo a arreglo de tribunaics; pero ci
suc.so de las elecciones de Ayuntaniiento hizo mzi.s canto a Callcja,
que siguiO ci parecer de La Audiencia, contrario a la reforma
judicial.
La Semana Santa de aquel año se hizo notable por la derrota
quo D. Agustin Iturbide hizo sufrir a D. Ramdn Rayón ci Viernes
Santo 16 de Abril. Esto fuC conic) paso a referir.
La enernistad de Verdusco y de Liceaga con at Presidente de la
Junta, babIa acabado por desprestigiar a ésta, y si de ello se lamentaban
los insurgenteS, de la ocurrencia relanse con burla los realistas.
;QuO bienes podlan esperarSc de Ia administracidll y gobiernO
de un partiLlo, cuyo primer ensayo de una autoridad suprema daba
ejemplOs de dcsunión y i-encores tales? El Dr. Cos, influyendo por
sus exCeI)CiOflaIeS cualidades dc ingenio y patriotisrnO sobre los
vocates disidentes, procuró restablecer su armonla con Rayon, y
éstc confió sus poderes a su hermano, haciéndolc a la vez y para
caso de desavenencia, portador del decreto por at cual suspendla
en sus funcioncs a sus dos cornpaneroS de junta. Dispuesto a todo
saliO D. Ramón de Tlaipujahua at frente de una respetable fuerza,
y at Miërcoles Santo so situO frente a Salvatierra y en Ia orilla izquierda
del Rio Grande, fortificándose an el puente que daba paso
a la ciudad, 1)jntorescamente rccostada an una altura qua dornina
las márgenes.
Mientras D. Ramón esperaba inütilmcnte at enviado de los vocaics
rebeldes, ci teniente coronet D. Agustin iturbide tuvo noticia
de la pOsición qua guardaban las fuerzas de la Junta, y temiendo
que intentaran apodcrarsc de un rico convoy despachado de MdiCo
pot Calleja, convoy qua en Querdtaro debia tomar un buen
nürnero de barras de plata, concibió at plan atrevido de caer sobre
los insurgentes, como an efecto to hizo, entrando con ellos an batalla
ci dicho \Tjcrncs Santo.
La acción fué corta, pero reflida, y at mismo Iturbide se encargó
del niando de la columna clue atacd y tomó ci puente, apoderánde
de toda Ia artilleria y armamento do D. Rarndn, quo hubo de
POflei-se en fuga y retirarse con algunos dispersos a Puerto Ferrer,
acusando, aunquc sin motivo, de complicidad y traiciOn a Liceaga,
Y recrudecjdndose los odios.
Iturbide padecia de ordinario unas tcrribiesjaqUeCaS qua comun-
Tnente Ic postraban an cama, impidiendole todo trabajo; pero la que
en aquel dia sufrid no fu6 un obstácuio para qua hiciese to qua hizo,
Iflantenjéndose vaijentemente a caballo. Pero concluIda Ia acción
C recogio en su lecho y encomendó a su capellán, D. Josd Joaquin
Gallegos, redactase at parte respectivo, que firmó sin leer, y desde
Cfltonces se hizo cdlebre por sus chocantes expreSiOfleS. Deciase an
I quo la pdrdida de los insurgentes habia ascendido ci trescientos
Episodios Hislóricos Mexicanos
"q
cincuenta miserabics cxcornuigados quc dcsccndieron a los J)rofufl.
dos abismos, y veinticinco prisioneros, que fucron fusilads. Por
esta acción, que Iturbide consideró sicmpre como una de las más
brillantes de su carrera, obtuvo de Caileja ci empico do coronet del
regirnicnto do infanterfa dc Celaya, y ci do cornandante general de
Ia provincia do Guanajuato.
Calleja tenla entretanto que luchar con graves dificuitades de toda
especie: por to pronto püsosele enfrente el nuevo Ayuntarnicnto
suscitándolc cuestiones de competencia sobre Ia autoridad de los
alcaldes quo los regidores quisieron se encargasen dc la alministración
do justicia, conservación del orden püblico, administración
de ciertos bienes y scrvicio de policia, cambiándose por una y otra
parte agrias 6 inconvenientes contestaciones. El cornercio se neg6
a facilitaric mulas para Ia conducción de un convoy at interior, y I
el virey se vió obligado a tomarlas a la fuerza, v ci Sábado d Gloria,
17 de Abni, exigió nuevos recursos nionctarios en un documento
pithlico en que manifesto que ci erario so liallaba en agonta
tat, quc acaso ilcgaria a scr preciso disminuir 6 no pagar sus suetdos
a los empleados: la deuda ascendIa a más do treinta millones do
pesos, y el deficit mensual a mis de doscientos setenta niil. A fin
de remediar el daflo, dictó justas y racionales medidas economicas,
disponiendo se suspcndiesc ci pago do todo sobresueldo, gratifica
ciOn 6 pago extraordinario do cualquicra clase que fuera, y conmi
nando con la supresiOn a todo militar ó ernpieado civil que nO
marchase inmediatamente a desempefiar su destino, cesando asi el
abuso que habfasc hccho do las licencias. El 24 do Abril la I unta do
arbitrios creada pot Calieja y presidida por ci intendente D. Rarnón '
Gutiérrez del Mazo, le presentó un proyecto para aurnento do
recursos, fundado en la creación de una loteria, acunación de m0
neda de cobre y yenta ó hipoteca de las fincas nacionales.
J ustificando los sucesos el pOCO 6 ningürl aprccio quo D. lgnaCI°
Rayon hacIa de las cualidades militarcs do Verdusco, este, que SC
hallaba en Puruándiro, huyó vergonzosamcnte Cl 24 de Abril ant0
los realistas do D. Pedro Antoncili, sin intentar siquicra opofle1l
resistencia y dejando en su poder su artillerla, armas, munici0fl
y aun la ropa do su uso, entre Ia que se encontraron su uniforme V
bastón de capitán general y los sellos do la Junta: hizo AntOflC'
en esta risible acciOn noventa y ocho prisioneros, a los cuales flO
-
El Castilla de Acapulco 1399
ks6lo dejd en libcrtad, sino que les dió un peso a cada uno para que
regresasen i sus casas, pues en tal grado de miseria los tenha Verdusco.
Noticioso dc la derrota que, como dije, hizo sufrir Iturbide a don
Ramón Rayon en Salvatierra, Castillo Bustamante salió el 27 de
aquel mes de Toluca para atacar a D. Ignacio en Tlaipujahua; en
La inisrna fecha ci cabecilla Osorno fué derrotado por los indios
que defendIan la población realista de Zacapoaxtia.
El mes do Abril concluyó con ci ataque que I). Nicoiás Bravo
intentó ci clIa 30 contra ci puerto do Alvarado, viéndose obligado
a retirarse a San Juan Coscomatepec, ante Ia rigurosa defensa quo
de la plaza hizo ci tcnicnte de navIo D. Gonzalo do Ulloa.
ww-
x
Ocupados en politicas pláticas dejamos a nuestros buenos tertulianos
de la casa de D. Sóstenes do Pantoja, y ahora nos toca
seguir los inesperados incidentes de la inocente mentira de don
Buenaventura de1 Valle.
Un da ha pasado y al cornienzo asistimos do la agradabie reuni6n
de la tarde.
La discusiOn versaba sobre un suceso de no escasa importancia.
El 4 dc Mayo, Calleja habia hecho publicar en la Gaceta un de-
Creto, disponicodo que todos los vecinos de cada población se alistflSCIl
forzosamente en ci rcgimiento do patriotas, con el fin de no
distraer a las tropas do iinea en la defensa y guarda de las ciudades:
el antiguo jefe del ejdrcito del Centro habla concebido este plan
desde quo en Aguascalientes se encontraba, y aun se lo propuso a
Venegas, quien no lo siguid considerando peligroso armar al vecindario.
Ya vircy Calleja, se propuso lievarlo adelante y señaid para
ci alistanuento un némero determinado dc dIas, al cabo de los cuales,
quiencs no hubiesen obedecido la orden serian alistados en
algunos de los cuerpos do linea; no hizo, sin embargo, efecto la
arnenaza, y Calleja proccdió a cumplirla con un golpe de efecto
Obligando a alistarse en uno dc los regimientos expedicionarios que
Sc hallaban en la capital, a los hijos del conde de Perez Gálvez,
lam ilia de las más consideradas y opulentas do Mexico.
—Bien hecho está,—exclamó D. Buenaventura;—el ejercico de
las armas ennohiecc at hombre, y nada podia perder el condo co
que sus hijos se hubiesen alistado voluntariamente en defensa de su
rey. Pero ya so ye, la gente ha dado en creer quo sóio los pobrcs estin
en la obligación de servir a su patria, y que Ci rico no ticnc otro
deher que ci do darse buena vida y gozar Jos privilegios qu: a
propia se ha dado Ia opulencia. El ejercicio de las arrnas no Iwede
ni debc ser un oficio: la vida del hombre es algo rnuy sagrada y
respetable, para que pueda y deba hacerse distinción cntrc la dci
rico y la del pobre, y obligar a 6ste, ya por medio do la innral é
indigna leva, ya por ci de la cxplotacidn do Sn miscria, a convcrtirse
en came de cañon. Si hasta boy so ha sobrpucsto Cl
de Jos ricos a las obligaciones quo con su patria ticnan, tIchIiLd de
los gobiernos ha sido, no razOn ni justo motiv.
—Nuestro amigo D. Buenaventura habla COrn> nfliitar i;
observO el pacffico D. Cleofis Madana;—pero una naciOn no piicde
estar constituIda 6nicamente por militares: Jas ciencias, ]as artes,
todas ]as profesiones, en fin, nccesitan i Sn vcz sus soldados, en
todas ellas puede servirse a la patria con igual honor at (I' las
armas.
—No to niego, amigo D. Cleofas; pero aquI solo a los ricos hemos
hecho referencia, y por to regular la inmensa mayorIa ck cilos
no se dedican ni a las ciencias, ni a las artcs, ni a profcsidn a-nna,
ni so ocupan de más quo Ie aliniantars( .: a costa Id srnl>r sus
colonos ó dependientes.
—I2-\!to ahl!—cxclamO a voz Cri 'rjto I). S stcns dC pa a.rico
soy yo, y por Cristo quo no a mis colonos ni dependiontes
debo mis onzas de oro, sino a ml mismo y propio trabajo de máS
de la mitad de ml vida.
—Perdóneme usted, amigo y señor do Pantoja,—cxciamO >xaltado
el cx comandantc;—percloncme, repito, Ic diga que salta usted
la barrera sin que el toro Ic aconicta. Yo no hablo del pobre
que se enriquece, sino del chiripicnto que solo debe su opulencia i
los caprichos amorosos de sus padres. Aqudi sabe siquiera guardar
su fortuna porquc sabe to quo Ic ha costado: óste la derrocha sin
bien ni bencficio do nadie, como no sea de los pIcaros quo to cc-rcan
y adulan; a los vagos de Ia opulencia me refiero y de ello nO
me retracto. Pero por fortuna suya, nunca Ilegar6 yo a ser gobier
FF El Castillo de Acapulco 1401
no, y nada tienen que temer de mI, y por otra parte, no quiero
caientarrne la cabeza hablando de to que yo no puedo remediar.
Quádensc estas cuestiones para los que ten-an Ia desgracia de ser
Ilamados a gobernar a los pueblos.
—Tal Ia con'idra u.,tcd - preguntó el conde con irónica
sonrisa.
—Por nii no, si al qu i g b -n:ir es ilamado desvelan el interés
y servicio de los pueblos? Pero, en fin, ailá ellos se )as entiendan:
nosotros lirnitémonos I celebrar providencias tan justas como las
dictadas por Calleja, encaminadas al más breve y feiiz término de
Ia actual insurrección que, segi'in parece, un buen golpc ha recibido
con Ia ültima derrota de los Rayones y toma del fuerte del
Gallo y Tlaipujahua.
Asi habIa sido en efecto. Castillo Bustamante, a quien dejamos saliendo
de Toluca el 27 de Abril, acampó en ci cerro de San Lorenzo
frente at del Gallo, ci 24 de Mayo. Este cerro del Gallo, que dominaba
a todos sus vecinos, termina en una extensa meseta que
D. Ran-16n Rayon habla con inteligencia transformado en un fuerte
respetable, armado de sicte baluartes unidos por un grueso parapeto,
cercado por un ancho foso. Al aproximnarse los realistas, don
Ignacio salió de Tlalpujahua a las cinco y media de Ia mañana del
dia ; pero en las lornas de Tarimangaho, una guerrilla realista, at
mando del teniente de cazadores D. Vicente Filisola, le puso en
tal aprieto, que i punto estuvo de caer en sus manos, perdiendo
en Ia fuga cinco mil pesos en oro y plata, los sellos y aigunos papeles
de importancia.
D. Ramón, que desde la derrota de Salvatierra liabIa permanecido
en la provincia de Guanajuato, se trasladó violentamente at
cerro del Gallo y en éi se defendió hasta ci dia 12, en que se Vió
obligado a abandonarle, volando antes ci parque.
Los realistas encontraron en Ia fortaleza buen ntImero de cañones,
obuses, máquinas y Otiles para Ia fabricaciOn de arnias, Y
grandes depósitos de vIveres. Castillo Bustamante mandá arrasar
Cl fuerte, y sin resistencia ocupO a Tlalpujahua, capital que hasta
eritonces habIa sido, ó asi podemos llarnaria, do la revolución, y
Principal residencia del presidente de ia Junta.
Por los mismos dias ci teniente coronet D. Pedro Monsalve con
sus realistas entró en Huichapam, defendido por Chito Villagrán,
To.to 1
170
quien cayó prisionero y fud fusilado el 14 \Liv, i •j)U
haberse recibido una carta de su padre D. Julian, rechazando ci
induito qua para él y su hijo se le ofreció si se entregaba a ]as
tropas reales.
—AsI perezcan todos los encrnigos de Espana,—dijo D. Sóstenes
de Pantoja.
En aquel momento entraron an Ia sala de la tertulia, acompañadas
por D. Martin Cabrera, su esposa D . Beatriz Gertrudis, Ia
marquesa de Cer.vera y la beila viudita Rosa.
—CreI, —dijo a Ia ültima D. Buenaventura, - qua no ibamos a
tener ci gusto de ver a ustcdes de vuelta.
—Nohasidonuestralaculpa,—seadciantdácontestar Ia mar i:jca.
—De quién entonces?
—Dc la niultitud qua se agolpa a ]as puertas de la capifla
nor de Santa Teresa.
—Les digo a ustedes qua as casi imposible abrirc p;t untre
aquel gcntIo,—observo D. Martin.
—La verdad; vale la pena de los estrujones qua aill se reciben
el gusto de contemplar la magnIfica capiila.
Dire a mis lectores, poniéndoles an antecedentes, qua ci martes
19 de Mayo de mil ochocientos trace, se estrenó con gran soiemnidad
la capiita del Señor dè Santa Teresa, cuya imagen se habIa
trasladado a su altar ci dia anterior con una gran procesión que se
hizo memorable por ci esplendor y lujo an ella desplegados, y a la
cual asistieron los nuevos virey y arzobispo. Quince años se emplearon
en la construcción de la capilla, cuyo coste ascendió i más -
de cuatrocientos mil pesos. Su airosa y elevada cpula, sostenida
por esbeltas columnas enteramente al aire, estuvo pintada por el
director de la Academia de San Carlos D. Rafael Jimeno, y la direccidn
corrid a cargo del arquitccto de la misma Academia D. Antonio
\Telázquez.
—MagnIfica capilia.
—AsI quiso qua to fuese,—dijo D. Sóstenes,—el inquisidor don
Manuel Flores, qui.n contribu yó a su fabricación cediendo durante
varios afios cuanto Ic produjo el ernpleo de secretario del
limo. Arzobispo ci Sr. Haro.
—Pero, an fin, senores,—observó el conde,—:jugamos ó no
nuestra partida de tresillo?
El Castillo de Acapulco
1403
—For ml parte estoy dispuesto,—contestó D. Sdstenes,—siempre
qua D. Buenaventura me prometa no repetir las extrafias distracciones
qua ayer cometió. Y a propósito, no ha tenido usted
agujctas?
—;Agujetas! ipor que ?—prcgunto D. Buenaventura.
—1Hombre! por más militar qua usted haya sido, nada tendria
de extraflo qua haciendo, como hacla, rnucho tiempo que no montaba
usted a caballo, el paseo que an dl dió usted ayer le hubiera
producido agujetas.
—Pues crea usted qua no ha sido asI.
—Me alegro.
—Y a ml rue extrafla,—anadió ci conde;—porque, como ayer
dije a ustedes, ci tat retinto golondrino qua montó D. Buenaventura
as un caballo semisaivaje d indomable, segün me to ha pon.
derado ml sobrino Carlos Armendáriz.
—Bueno fucra qua todo un señor ex comandante de las milicias
del capitán general de Guatemala, hubiesc querido burlarse de
nosotros.
—Por qué to dice usted?—preguntó el aludido ponidndose Colorado
de vrguenza, como si temicra haber sido descubierto.
—Porque me parece, —respondió D. Cleofás, —qile se halla
usted demasiadarnente poco fatigado después de haberse extendido,
a sus años, a dar un pa a cabailo hasta ci bosque de Chapultepec.
—Vaya! 1s6lo parece qua soy aigun Matusaldn!—observó don
Buenaventura, picado an su amor propio:—monté, sI, señores; lo
aseguro a ustedes, el tan exageradarnente ponderado caballo retinto
gotoudrino, y gaiopé lindamente por el camino qua pasa at pie de
los ahuehuetes y comienza on la alberca qua surte at acueducto.
Creo qua no puedcn darse mej ores señas.
—Ciertamente que no,—observó el conde;—y por cierto qua
desde aer repite usted esas señas con una exactitud tal, que no
parece sino que las ha aprendido usted de memoria y de corrido,
Como muchacho de escuela.
Colocados Va, at decir ci conde estas palabras, los jugadores de
fresh!0, las tres senoras quedaron un tanto i-etiradas, y Rosa dijo a
la rflarquesa:
—La misma obscrvaciOn que ci condc ha hecho, acababa de ha-
Efzsodios HisIricos
cer yo: no Jo dudes, marquesa; Ventura repite esas palabras con
intencidn de hacerme comprender que nos viO aver conversand
con mi antiguo pretendiente D. Andrés Romero.
—No lo creo, Rosa: tu miedo es el que te hace suponer que nos.
haya visto.
—Eso quién sabe, —observó D. Beatriz Gertrudis.
—Por qua Jo dices?— preguntó la marquesa.
—Porque Martin me hizo aver una porcion de extraflaspreguntas
respecto a ti, Rosa.
—;Qué preguntas fueron?
—La que más me extrañó fud la que me hizo sobre si sabia yo
si tü querIas verdaderamente a Ventura.
—;Lo ves!—exclanid sobresaltada la viudita;—nos vió y desconfIa
de mi, 3, ha encargado a D. Martin que averigue Jo que en esto
haya. Por eso sin duda también no ha consentido que esta tarde
saliésemos solas y nos ha acompanado, obligándonos a pasar en la
capilla del Señor de Santa Teresa el tiempo que debIamos haber
empleado en ir a Chapultepec en busca de mis cartas y tu brazalete
que aver perdiste.
—Pues, hija m Ia, —observd reposadamente la marquesa, —te flemos
tranquila Ia conciencia, ninguna falta hemos cometido. v si
se nos piden explicaciones ]as daremos y nos harán justicia.
—Eso crees to; pero la verdad es que las apariencias me conclenan,
y que si Ventura y yo tenemos un disgusto por haberle ocultado
la verdad, mi opinion está en peligro y puede suponerme una
casquivana.
—Mira, Rosa, no te hagas amarga Ia vida: confIa en Dios, ten
prudencia y calma, y mañana a primera hora iremos a Chapultepec
y buscarernos tus cartas y mi brazalete, y todo quedará compuesto.
XI
La conversación de las tres señoras aquI Ilegaba, cuando una
criada se presentó en la sala diciendo a D. Martin que un cabalJer
deseaba hablarle con urgencia.
Mucha debia tener en efecto ci tal caballero, porque atropeilando
toda clase de usos y costumbres, se presentó en Ia puerta
1:7 (1!7) i .-%zpuL
de la habitacióll aun antes de quc D. Martin hubiese contestado a
Ia criada.
Mas apenas Ic vió el yerno de D. Sóstenes, cuando, dejando
escapar una exclamación de verdadero gozo, fué hacia el recin
venido y le estrechó cariflosamentc entre sus brazos.
Retiri; :a )Iartin, dir1giCfld0k a los CrcUiLStantes,
les dijo:
—Tengo ci honor de presentar a ustedes a mi excelente amigo
Y camarada el señor D. Antonio Rivas.
Siguiéronse las respectivas y consecuentes presentacionCS del
Conde, D. Sóstenes, D. Cleofás y D. Buenaventura, y el señor de
1 antoja dijo entonccs:
—Pero usted, señor D. Antonio Rivas, sin duda tendrá que tratar
a]-tin asunto con mi yerno, y si es asl, con su permiso nos
retirarnos, dejando a ustedes en libertad.
p1ico a ustedes,—opUSO Rivas,—que me dispensen ci obse-
W6 Episodfos Históricos Mexicanos
quio de no incomodarse por ml: tengo efectivamente un asunto
que tratar con ml amigo D. Martin Cabrera; pero este asunto no
es privado, y lejos de serme enojoso me será sumaniente grato oir
los consejos de tan excelentes personas. AsI, pues, sin otros
preámbulos, expondré el objeto de mi visita. Ante todo to dire,
amigo Martin, quo no vengo a verte boy como camarada, sino
como letrado que ores.
—Como abogado y como amigo, me tienes a tus ôrdenes: pro.
sigue que ya te escucho.
—Han de saber ustedes que mi amistad particular con el x vircy
D. Jose de Iturrigaray rue valió el encono y persecución de los quo
en noche fatal para la Nueva Espaia Ic depusieron injusta y violentamente:
desde aquel ticrnpo vivo retirado, con nd hia y rni
pequena hacienda, en el Molino del Rey, que un primo niio tiene
hace años arrendaclo. Desde aquella époqa, raras, rarIsimas son las
veces que he venido a la capital, y ésta no fuera una de ellas si no
me hubiese obligado a obrar como obro un atropello de que aver
en la tarde he sido vfctima.
Es ci caso quo, como vo y diciendo, en Ia tarde de ayer un caballero,
a lo que parece, se permitió aproximarse a ]as tapias do ml
casa, no sé con qué intenciones, pero si causandome un dafio
de consideración, pues puso a pastar su caballo en mis campos de
maIz, haciendo en ellos un enorme destrozo: no es, sin embargo,
Ia pérdida quo me ha originado lo quo me mueve a solicitar su castigo,
sirio la sospecha quo tengo de que ci tal cabailerito, al cro niuy
caro para ml trata de arrebatarme, acercándose a ]as tapias do mi
casa. Esto es lo quo quiero evitar, y para ello es preciso que tü,
como letrado, me avudes desenmascarar al caballerjto, cxigiCndole
por ci pronto una indemnización por el destrozo de mi Milpas:
este destrozo lo calculo en trescientos pesos, y deseo que pOr
ci pago de eUos Ic Ileves ante los tribunales.
—Se hará como tü lo deseas; pero vamos a ver, quién es ci tat
cabailerito?
—Ni le conozco, ni Se su nombre siquiera.
—Entonces...
—Te dire: puedo darte una sena que nos permita descubririe.
—Dula.
—Mi primo Cristóbal vendió, hace apenas un afio, un hermOSO
I
caballo que en pago de cierta deuda ic dió un individuo del cual
era acreedor: mi primo se deshizo de ese caballo porque, aunque
de buena estarnpa, estaba casi salvaje, y no tuvo, por más que sea
buen jinete, ganas de domarle. El comprador fué ci dueño actual
de la antigua cabaileriza del francds Lailson, y ci color del caballo
es retinto golondrino.
Al escuchar estas señas, D. Buenaventura hubiese querido ver
a Ia tierrra abrirse dehajo de sus pies. Sus tertulianos no pu
dieron dominar una exciamación dc asombro, que por fortuna
paso dcsapercibida para. D. Antonio Rivas, que continuO diciendo:
—El cabatlerito contra ci cual me quejo, montaba ayer tarde ci
caballo retinto golondrino de quc te hablo, y mi primo Cristdbal
Ic conoció y reconoció bien, porque le persiguió largo trecho,
hasta que se Ic desaparecid en ci bosque de Chapultepec, en ci
camino que pasa at pie de los ahuehuetes y comienza en Ia alberca
que surte at acueducto.
D. Buenaventura estuvo a punto de desacreditar la milicia a que
pertenecia, desmayándose corno una muchacha. D. Sóstenes, don
Martin y sus teruiianos fluctuahan entre el asombro y la nsa.
Pero D. Martin se dominO y dijo a su amigo Rivas:
—Dice que no conoces at jinetc del cabailo retinto golondrino
?-
—Ni yo, ni Cristóbal, mi primo, Ic conocemos.
no has pasado a la cabalieniza del antiguo Lailson, con ci
fin de saber quién ayer tarde montó ci cabailo?
—No, porque lo consideré indtil, pues el tat jinete habrá sabido
COmprar a prccio de oro ci siiencio del actual propietario.
—Has hecho bjen; no intentcs nada en este sent ido: yo me
encaro de averiguar toda la verdad.
—En ti confio: te conozco como hombre de taiento y activo, y
a ti enconijenclo, no tanto el cobro de los trescientos pesos, cuanto
la leCción que deseo dar at tal caballenito.
-----Descuida, que satisfecho quedarás.
—Te anticipo las gracias, y con permiso de ustedes me retiro.
—:Tan pronto?
—Si, señores: me encuentro violento en la ciudad y deseo vol-
Ver cuanto antes a -fli retiro y at lado de mi bija.
I 408 Episodios His lOricos Mexica,;os
I
Unas cuantas frases de atención y cortesIa mediaron aiTh entre
los tertulianos de D. Sóstenes y Rivas, y dste at fin salió de la sala
y de la casa.
XII I
Aquel suceso se preparaba t tomar no imagtnadas proporciones.
Otro que D. Buenaventura no huhiese sido, hahrIase aprcsurado
a vindicarse, revelando que solo una inocente mentira era su ya
famoso pasco a caballo por el bosque de Chapultepec; pero el ex
comandante era orgulloso, y antes habrIa consentido en clejarse
cortar un brazo quc en confesar su debilidad.
Sufrió, pues, sin quejarse, la rechifla de que fu6 objeto apenas
hubo salido Rivas, rechifla a la cual unieron sus niordaces cornentarios
las señoras, una vez que hubieron enterádose del caso.
— i BravIsimo, señor ex comandante! Conque esas tcncmos?
Conque se nos mete usted por los campos del vecino, intenta sal.
tar tapias y arruina Ia agricultura?...
—Sefiores, por caridad! déjenrne ustedes en paz y no me hagan
perder los estribos.
—Pero amigo D. Ventura,—le dijo D. Sóstenes:—quiere usted
explicarnos por quc ha hecho usted todo esto?
—Repito a ustedes que tengan la bondad de que no hablernos
una palabra rnás sobre ello.
—Eso no es posible,—contcstó con gravedad cOmica y sin poder
contener su hilaridad D. MartIn:—patrocino a D. Antonio Rivas,
soy su abogado y en su nornbre exijo a usted los trescientos PeSOS
en que estima los daflos y perjuicios que se le ban causado.
Est:i hien! —respondió D. Buenaventura enojadisimo: —maiana
a primera hora, esta noche si usted quiere, Ic entregaré dicha
cantidad.
—Pero es quc D. Antonio Rivas desea que yo Ileve a usted ante
los tribunales.
—j\Tive Dios,—exclamó coldrico el ex comandante,—que seré
capaz, si tal hacen ustedes, de acogotar at buen D. Antonio Rivas!
1Auri no ha olvidado ml mano derecha cómo se ernpufia ufla
espada!
El Castillo de Acapulco
1409
—_Cuidado!----obserVó el conde: —confIa usted dernasiado en sI
mismo.
—Por qué?
—Porque si rnaneja usted la espada como las riendas...
_Qué quiere usted decir, señor conde?
_Que francamcnte, yo no atribuyo el atropello do que ci señor
Rivas Sc queja, sino a falta do práctica en manejar las riendas: el
caballo CS, Slfl duda, tan indomable como dice ml sobrino; sin
duda también no pudo usted contenerle, y el bruto se lanzó contra
las tapias de la casa de Rivas, y alil permanecerIa usted desmayado
ci ticrnpo que ci cabailo empJcó cn devastar la milpa. Digo,—añadió
ci conde con sardónica sonrisa,—á no ser que la hija de Rivas...
—Eso, cso debe ser,—dijo la viudita, muy satisfecha de encontrar
motivo para hacer inculpaciones a D. Buenaventura;—uSted
me engana, usted persigue, galantea ii la hija de Rivas, es horrible,
atroz, indigno de sus afios.
—Alto ahI, vive Cristo!—gritd D. Buenaventura, —no soy nmgun
Matusalén para que se me echen en cara mis años.
—;Luego es ciertol i luego usted corteja a la hija dc Rivas!
—Sefiore, con dos mil de a cahallol y perdonen ustedes mis
jurarnentos; ni yo conozco a esa senorita, ni mucho menos la cortejo,
Ill un biedo me importa, ni nada he tenido que ver con ci tal
D. Antnio Rivas, ni daflo alguno le he causado, ni sé qué caballo
retinto golondrino es ese, ni yo le he montado, ni...
—Cdmo!—cxclamó D. Sóstenes intcrrumpi6ndo1e,—c6m0 es
eso de que usted no ha montado ii cabaIlo
—Seria usted capaz de habernos soltado una mentira?—preguntó
la viudita gozosa y satisfecha, como si Ic hubiera asaltado la esperanza
de que aquello fuese en efecto una mentira, y, por lo tanto,
nada hubiera visto ci comandante de sus conferencias con D. Andrés
Romero, en Chapultepec.
Instantáneamente D. Buenaventura se repuso y recobró ci perdido
aplorno.
—Es necesario,—se dijo,—sostener hasta el fin ml endiabiada
rnentjra: no me faitarãn recursos para demostrar mi inculpabilidad
en esta aventura que no es mia, sino de este maiditIsimo Carlos de
Arrnendáriz; pero de ningün modo me conviene confesar que he
mentido, pues rcvelarlo serla autorizar a Rosa a mentir, y Un ma-
Toio 1
1410 Eisodios HIstóy,cøs Mexicanos
rido no puede ni debe consentir quo su mujer rnienta; adcmás, mi
dcbilidad me pondrIa en ridIculo, y do nada como del ridIculo
dobe huir un hombre.
Por supuesto, quo ]as anteriores reflexiones que tantas palabras me
han exigido para trasladarlas aquI, pasaron por ci pensamiento de
D. Buenaventura con Ia extraordinarja rapidez usual en ci mundo
do Ia irnaginacion, sin que, corno en nii relato ha sucedido, el diálogo
so interrumpiese ni un solo instante, asI es que apenas dcjó de
habiar la viudita, el comandante, tornado ya su partido, contestó:
—Rosita, yo no rniento ni puedo nientir, porquc aborrezco ia
rncntira, y no se me oculta que la rnás inocente puede traernos
funestas consccuencias; mi turbación la origina ci sentimiento con
que me veo obligado a confesar quo ci condo ha tenido razón: soy,
ya un doctrino en eso de montar a caballo; no pude ayer contener
el mb, y, sin quererlo, causC a D. Antonio Rivas los perjuicios
do que se queja y esto y dispucsto zI pagarie. Solo me faita suplicar
a D. Martin quo yea de discuiparme con su amigo Rivas, haciCndole
desistjr de Ilevarme ante los tribunales.
—Más hare, ml querido D. Buenaventura, porquc Rivas no sabrá
el nombre de aquél contra el cual so queja, y habrzI de contentarse
con recibir los trescientos pesos quo reciama.
Los tertulianos comprendieron que insistir sobre ci extraño
incidente serIa muortiuicar a D. Buenaventura, y fingiendo olvidarlo
Ic invitaron, y ci cornandante aceptó, a seguir Ia interrumpida partida
de tresillo.
Las senoras voivieron a Ia recámara de D. Beatriz Gertrudjs, y
con femenji insistencja continuaron comentando ci suceso.
—Crelo,--dijo Rosa,—Ventura nos descubrió ayer tarde: quizás
estuvo aguardando a D. AndrCs Romero oculto en las milpas
de Rivas, quizás...
—No seas tonta, hija: todo lo traduces del peor modo.
—No, no es OSO.
—To digo que sI.
—Y yo que no, marquesa: cdmo, sino, te explicas entonces ]as
vacilacjones y reticencjas do Ventura? No lo dudes: Ventura ha temido
venderse y descubrirse, y espera, sin duda, toner rnayores
pruebas para confundirmo y avergonzarme. Es indispensable de
todo punto que mañana, cuéstenos Jo quo nos costare, volvamos al
-
FT
Ott
El Castillo de Acapulco
bosque en busca do esas malbadadas cartas. Ventura podria volver
allI por ver algo descubre, y si la fatalidad Ic hace encontrar mis
Si
cartas, yo no sabre ni cdmo defenderme.
Cuando la tertulia terminó y cada cual se rctiró a su casa, don
Buenaventura, dirigiendose solo a la suya, iba diciéndose a si
miSmO
—El tal Rivas me parece un be1laco de marca: ItrescientOS pesos
de perjuicio en un campo de maiz! necesitarla para ello que ci caballo
se hubiera comido, no digo las inilpas, sino hasta ci terreno
en que cstán sembradas. Poco me irnporta esa suma: del triple
puedo sin perjuicio dcsprendcrme zi cualquiera hora, pero ci abuso
me molesta, y por lo quo aigün dia pucda suceder, mañana a primera
hora ire a convencerme y apreciar por mis propios Ojos el
destrozo de la milpa: a la vez conocerC ci maidito camino quo pasa
at pie de los ahuehuetes y comicnza en la alberca que surte al
acueducto.
V ahi veráu mis lectores como la juguetona casualidad iba a poncr
a Rosa y a Margarita en peligro de encontrarse en ci bosque
con D. Buenaventura, puesto quo, como sabemos, ellas también
habiansc citado para ir a Chapultepec al siguiente dIa y a prirnera
hora en busca do ]as cartas y ci brazalete perdidos no lejos del camino
uc pasaba at pie do los ahuehuetes y comenzaba en la atberca
qtre surtia al acueducto.
Pero nueos incidentes iban a cornplctar esta curiosa intriga y a
poner en nuevos aprietos a nuestro antiguo comandante de las mi-
licias del capitan general de Guatemala.
ApuntarC algunos de estos incidentes.
Carlos do Armendáriz, arniado con ]as pistolas de D. Buenaventura,
cuyas iniciales, como éi mismo dijo, tenIan grabadas, so dirigió
como dc costumbre al Molirio del Rey a ver a su idolatrada
Iargarita.
En acecho se encontraba nuestro Tenorio, cuando vió salir de
la casa a D. Antonio Rivas, que se dirigió, como ya sabemnos, a ex
poner sus quejas a D. Martin y pedirle sus scrvicios dc abogado.
Algunos minutos después, Margarita apareció como de costumbre
en Ia tapia quo servia de balcón a sus amnorOSOS ensueñOS,
y llamó a Carlos.
—La fortuna nos ayuda,—lc dijo;—mi padre ha ido ii Mexico y
1411
412 l;Jisod:s ///
su primo Cristóbal tanipoco está en casa. U i,,2
con ci susto quo to dieron ayer ya no pensarás volver, y me
dejado muy recomendada al jardinero, que, como bien sab,
es nuestro en cuerpo V
alma.
—Entonces, mi iclo-
- latrada Margarita,
--
dremos IaI1ar con
/ . . . tera
.
seguridad.
/
—Si, Carlos
I —Mc alegro, aunu
asi como asI bien
vencro.
L •'' \.!! ,. cionadoun par derna
-- ni cas pisto as.
—Oh, Carlos! ;qu.
- intentas
............
—Nada, mu Margar-
ta; peroesta precauckn
3 r ..+ exige mi seguridad
salvaje de Cristóbai rn-
'...
-.-
1
-
-
disparó aver dos halaios
quo por fortuna ii
me alcanzaron, pero ni
hicieron correr con)()
-. -
L;.-.-- - - -
podrcmos hbIr con entera seguridid.
una liebre.
—Lo supe; jpero por
Dios, Carlos mio, no
vayas a cometer una
atrocidad!
—Nada ternas; pero dime: te rifieron mucho ayer tarde, amor
mb?
—No te lo puedes figurar; pero ;qué me importan a mI esas riñas,
si las sufro por ti, a quien adoro?
—1Ah, Margarita, gracias! jqué buena y hermosa eres, y cuánto
to quiero!
•
., •1'
U
aw
--
•
I.
L
womp-
iCALLADI -D1JO LA JOVEN.
-p
El Castjib d. Acapulco
I4I3
ues sábete que estás en peligro de perderme para siempre.
_QuC quieres decir?
—Que aver tarde me dijo mi padre que me preparase a casarme
esta misma semana con su primo Cristóbai.
—;QuC infamia
—Pero nada temas, Carlos mb: aborrezco a Cristóbal, me es
insoportable y no me casaré con dl ni aunque me maten.
Pero si tu padre te obliga?
—Mi padre me quiere mucho, Carlos info; yo me arrodillard a
sus pies, me arrojarC en sus brazos, y tales cosas le dird, y tantas
iágrimas verterán mis ojos, quc al fin le convenceré.
—No, Margarita, no; es indispensable tomar otro partido mas
eficaz: te voy a decir cuái.
—Calla—dijo la j oven, —ocCiltate, he ofdo ruido, alguien viene:
despus seguiremos habiando.
Carlos prcparó una de las pistolas de D. Buenaventura y se dispuso
a escarruentar al imprudente que asi intcrrumpIa su amorosa
plática.
XIII
\Tariemos de asunto, ya que las exigencias del plan de nuestra
historia nos obligan a carnbiarle en cste ddcimotercero capItulo,
en ci cual debemos ocuparnos de un extraordinario suceso acontecjdo
en Mexico al anochecer del domingo veintitrds de Mayo
de 1813.
Es ci caso que en la ciudad de Mexico vivba al cuidado de un
tutor una joven de no escasas prendas personales, poseedora cl
Ufl Considerable caudal y perteneciente a una de las más distinguidas
famjljas de la ciudad. Llamábase D . Leona Vicario, y su
hermatia mayor habla estado casada en primeraS nupciaS con ci
marques de Vivanco, y en segundas con ci mayor de plaza, coronel
D. Juan Noriega; era su tutor un licenciado sumamente afecto
a los realistas y a la adrninistraciófl espafiola, apellidado San Salvador.
Privada por la mucrte, y en sus infantiles aiios, de la irreemplazabie
soijcjtud y tiernas caricias de sus padres, Leona Vicario nece-
I 4 14 Episodios His ióricos M€xicanos
sitaba de un amor, como la for tropical transportada a un clima
frio del artificial calor del invernadero; alma inocente, espIritu
resuelto, su corazón no podia resignarse a abatir las alas bajo ci
peso de la atmóslera de cruel aislamiento a que la suerte habiala
reducido.
La casualidad pi.solc dciante tin dIa i un joven estudiante
de ieyes que se presentó at tutor de Leona, solicitando el favor de
hacer sus estudios prácticos en ci bufete dc tan distinguido abogado.
No transcurrieron rnuchos desde ci dia de su admisión, sin
que Ia pupila del licenciado y el joven practicante Sc adorasen con
infantil violencia.
En aquellos tiempos, como en estos, Jos tutores de pupilas ricas
dcfendIan a éstas grandemente y procuraban no prestar facilidadcs
A su matrimonio, maxime cuando, como en ci caso de que tratamos,
ci pretendiente era tin hombre at principio de su carrera.
No hay en la vida del hombre contrariedades que mis Ic exalen
que aqucilas que tienen más 6 menos relacidn con sus pasiones
amorosas: ci joven practicante no fué en esto una excepcion, y no
pudiera haberlo sido, cuando ci cielo habfalc a mayor abundamiento
hecho poeta, y sucie a este sublime don acornpanar no
pocas veces algo semejante a la febril cxcitación de la locura. tan
propia para arrollar obstáculos 6 at menos para, intentándolo,
perecer en elios.
Nuestro joven, quc se ilamaba D. Andrs Quintana Roo, quiso
labrarse un porvenir Ianzándose i luchar por su patria y abrazando
abiertamente ci partido de Ia insurrección; su entusiasta amante
aprobó su determinacidn, y más hizo aün, pues puso todas sus
simpatlas en la causa quc iba Quintana a defender. Con su aprobación,
ci joven practicante no tardd en acometer su empresa, y a
Tla1ujahua se dirigió presentándosc i D. Ignacio Rayon.
D . Leona no pen.só desde aquei dia en cosa que no fuese ci
triunfo de un partido que, en caso de vencimiento, podia arrastrar
en su ruina at hombre idolatrado: cardcter decidido y enérgico,
comenzó enterando a Quintana de cuanto en Ia corte vircinal
acontecIa, cuyos sucesos ella inenos que nadie podia ignorar, pues
ya he dicho que ci licenciado San Salvador era furibundo rcalista.
Quintana conocIa bien a su amante; Ia causa insurgente érale
V El
Castillo de Acapulco 1415
qucrida, servIala con entusiasmo y decision, y por verla triunfar
no pensó en que podia comprometer a la mujer amada; ésta le enviO
clenientos y recursos de toda especie, y aun obligO a varias
personas a pasarse al campo independiente, entre ellas a varios
oficiales de armero quc fueron muy Otiles a D. Ignacio RayOn.
Los servicios que a la revoluciOn prestaba D . Leona la pusicron
naturalmcnte en comufliCaCión con los amigos que aqulla tenia
en Ia ciudad, y sobre todo con ci teniente coronel D. Francisco
Arroyave, elector que hahia sido del Ayuntamicnto por la parroquia
dc Santa Catarina Mártir.
La transformaciOn operada en ci carácter de su pupila no pudo
ocultársele a! licenciado San Salvador, y la fuga de su practicante
le hizo concebir sospechas que, a fuer de buen realista, comunicO
a las autoridadcs. La denuncia dió por inmediato resultado una
estrecha vigilancia, y ésta produjo un dfa la captura dc un indio
portador de una carta dc Quintana para D . Leona: lo supo ésta,
y no qucriendo exponerse a un atropello, deterrninó fugarse, como
lo hizo, escondiéndose en un pueblo inmediato en compañIa de
una fiel criada: desde su retiro cscribió a Quintana pidiendo facilidades
para continuar su viaje d Tlalpujahua; pero sus parientcs
lograron saber su paradero y la obligaron a regresar a Mexico,
ofrecidndole conseguir que ningn perjuicio se Ic siguiera.
No sucedió como se csperaba, y apenas ci virey tuvo noticia del
regreso de D . Leona, cubriendo todas aquellas formulas que exigla
la cievada posición de la faniilia de la joven insurgente, Ia hizo
conducir en calidad de depOsito al convento de BelCn, conocido
por dc las mochass, pero en absoluta incomunicación.
Contenta D . Leona de sufrir prisiones y vejámenes por la causa
que scguIa ci objeto de sus arnores, no solo no se intimidó ante los
jueccs designados oara formaric causa, sino antes bien hizo gala de
sus opiniones revolucionarias, y denostó a los enemigos de ellas:
un ejemplo semejante podrIa ilegar a dar fatales consecuencias;
era preciso mostrarse inflexible con la delincuente, y al fin se dictO
contra ella orden de formal prisiOn.
Lo supo el teniente coronel Arroyave, y no queriendo rnostrarse
menos decidido que la valerosa joven, se proveyO de armas y
caballos, ailegO algunos hombrcs decididos, y al anochecer del domingo
23 de Mayo se prescntO en ci convento 6 colegio dc BelCn,
W6
Episodios Históricos Maxicanos
se hizo abrir las puertas, penetró hasta ci patio principal, pues a él
abrja la puerta de la celda que D. Leona ocupaba, Ia sacó de alil
imponiendo terror a la irritada rectora, y ya con ella en la calle,
I
III
';
Ii c.ic6 de £1111...
H14
la hizo montar en un caballo, y con la joven libertada se perdió
a escape en las obscuras y desiertas calles de los barrios apartados.
Inütiles fueron cuantas pesquisas hizo ci Gobierno para de nuevo
apoderarse de la fugitiva, que algunos dIas después entró en
Tlalpujahua, donde tan poco aprecio se hizo de su heroIsrno, que
llJ
A
El Casililo de Acapulco 1417
se la alojó an una inmunda casa qua habia servido de cabalieriza,
dejándola an la miseria, qua ella sufrió resignada y aun contenta,
hasta qua Quintana regresó y se unió an rnatrimonio con su valerosa
arnante, at mismo tiempo qua at 'irey la declaraba traidora y
le confiscaba sus cuantiosos bienes.
No fué D. Leona Vicario Ia ünica darna a la cual los acontccimientos
politicos pusieron an peligro de ir a dar a las cárceles realistas:
este riesgo corrió también D. 3 Manuela Garcia Villasefior,
esposa del licenciado D. Carlos Maria Bustamante. No habrãn olvidado
mis lectores que al tener noticia de la prisión del Pensador
ilIexicano, D. Carlos Bustamante, que habia cscrito ci papal titulado
El juguetillo, temeroso de correr igual suerte, se fugo de Mexico,
por cuya ausencia fué at ónico de los electores qua no concurrió
a nombrar at Ayuntamiento del 4 de Abril: Bustamante permaneció
ocuito unos dias an la casa del cura Ortiz an Tacuhaya, y
de alli paso a Zacatlan, donde ci insurgente Osorno ic recibió con
salvas de artillerla y otras honorIficas demostraciones: enenhigo del
handidaje de ciertos cabecilias insurgentcs, Bustarnante procuró
poner coto a los abusos, y con at fin de imprimir a la guerra un
carácter humanitario, exigiO qua Se tratara bien a los prisioneros
espanoles, y aun escribió at virey invocando at respeto at derecho
de geñtes en la continuaciOn de Ia campafia.
El virey le contestó remitiéndole un amplio indulto C invitándole
a reconocer de nuevo la autoridad real, pero ninguna de ambas
cosas acepto; y presumiendo obligarlo a cambiar de parecer, se
dict6 orden de prisión contra su esposa: supiCronlo a tierupo los
amigos de ésta y la pusieron an salvo sacándola de Mxico, de
donde rnarchó d unirse con Bustamante an Zacatian.
XIV
A la gente qua formaba at ejército de Osorno, no podia convenirle
qua se tratara de impedirle ejercer at bandidaje, y pronto
Bustamante conoció qua grandes riesgos Ic amenazaban permaneciendo
an Zacatian; y aunque D. Ignacio RayOn le escribió qua alli
permaneciese corno auditor de guerra, prcfiriô trasladarse a Oaxaca
ToMo 1
178
1418
Episodios Hislóricos M.xicanos
con su nombramiento de brigadier, cuyo despacho le expidió el
Sr. Morelos a la vez que ci de inspector de la caballerIa del Sur.
El dIa 24 de Mayo, uno después de la fuga de D. Leona, Bustamante
entró on Oaxaca y desde luego procedió a organizar é ins
truir el regirnierito de los Valies, encargándose at mismo tiempo
de redactar El Correo del Sur, periódico, corno ya dije, fundado
por ci Sr. Morelos.
Va on cjercicio de sus empleos y qucriendo imprimir toda la solemnidad
posible a los actos del partido insurgente, dipuso Bustamante
se hiciese una fastuosa reccpción a D. Mariano Matamoros,
quien ci 25 de aquci nies entró on Oaxaca, después de haber
derrotado el 19 de Abril on Tonaiá at tenietite coronet D. Manuel
Dambrini, que con tropas procedentes de Guatemala habIa intentado
vengar la muerte del caballeroso ydi-no
teniente general Sarabia,
sacrificado por los insurgentes después de haberse tornado a
Oaxaca. Aquella victoria puso en poder de D. Mariano Matamoros
gran cantidad de armas, municiones y efectos rnercantiles, y Ic
valió ci empieo de teniente general que to otorgó ci Sr. Morelos.
Mayo concluyó, y principió Junio sin novedad digna de especial
mención hasta ci martes 5, dIa entonces festivo por haber sido ci
tercero dc la Pascua de Pentecostés. El tal dfa, digno a Ia verdad
de conservar de éi memorable recuerdo, Calleja publicó un bando
conteniendo ci decreto de las Cortes cle 22 de Febrero, que extingula
ci odioso tribunal de la Inquisicidn, previniendo la incorporación
de sus bienes y rentas a Ia Hacienda püblica, y quo se qui.
tasen de los cruceros de las catedrales las tabliUas que contenian
los retratos y nombres de to.,; penitenciados por ci Iiarnado Santo
Oficio.
Hizo ci ciero de Mexico cuanto en su poder estuvo para que no
se Ilevase a su debido efecto la ruedida; pero Caileja se habla propuesto
acatar on flu todo las precripciones de ]as Cortes de Cadiz,
y la Inquisicidn quedó suprimida, con grave escándalo de las
gentes timoratas: ci intendente de Mexico, D. Ramón Gutiérrez
del Mazo, recibió, cornisionado at efecto, los caudales y bienes del
extinguido tribunal: importaron los primeros setenta y dos mu
pesos, de eUos ocho mil on oro, y en plata ci resto: los bienes, consistentes
on fincas y en escrituras de capitales impuestos, montaron
zi un milton y doscientos mil pesos.
El Castillo de Acapulco
No cran éstas bien respetables surnas los ünicos beneficios de
.que disponia el feroz tribunal, pues contaba adernás con la aplicadon
hecha on su provecho de ]as rentas dc una canongla por cada
catedral de las existentes oil pals.
Cesaron en virtud de este decreto en el cjercicio de sus funciones
los inquisidores de aquellos dIas, D. Bernardo de Prado y
Ovejero, D. Isidoro Sainz de Aifaro y D. Manuel Antonio Flores.
Todos tres eran personas integras v de buena fe, conio lo demostraron
no haciendo uso de una chuusula del testamento del fundador
de la Ramada Obra Pia de Vergara, que les hacia dueños del
capital invertido en ella.
Esta Obra Pia tuvo por objeto aliviar las miserias de los presos
de la cárcel de Ia Corte: la fundó un licenciado de nombre Vergara,
natural de Santa Fe de Bogota, defensor que habIa sido de p0bres
de la Audiencia de Mxico. Vergara pensó haber dejado ci
patronato de su citada Obra Pia a los padres jesuitas; pero como
ya dstos andaban mal vistos y se consideraba segura su expulsion
de los dominios españoles, determinO dejárscla a Ia Inquisiciófl,
cuya existencia estinió serla perdurable, disponiendo que, como remuneración
del trabajo que ci patronato pudiera originarles, se Ic
regalara anualmente a cada inquisidor un tintero de plata, cuyo
costo se pagarla de los fondos de la misma obra. Queriendo evitar
que ninguna otra autoridad interviniese oil fundaciôn, nombró
por sus herederos a los inquisidores que lo fuesen al darse ci caso
de la supradicha intervenciófl. Los que lo eran en Junio de mu
ochocientos trece, no quisieron liaccr vUida aquella cláusula del
testamento de \Tergara, y Ia Hacienda se recibió tarnbién de los
fondos de la Obra Pia, aunque después los reciarnO, y no muy Co.
medidamente, el Ayuntamiento.
El Archivo y las causas pendientes en la Inquisición pasaron al
Arzohispado, v no se halló rco alguno en las cárcelcs secretas,
porque pocos dias antes, los que en ellas existian fueron enviados
a diferentes conventos a cumplir ligeras penitenCiaS.
V pues de presos hablo, este es cI lugar de dar a conocer
a mis lectores una salve, que, estando detenido en ci convento
de Santa Cruz de Queretaro, compuso ci padre doctor D. Jo-
Maria Castafleta, para uso de los presos de la circel de aquella
ciudad.
1419
20 Lfis:iis /-!o1r,cos f:!,:,;
Decfa asi:
Guadzluri!Li, salve.
salve, virgel) excels
que del divino verb
sois madre verdadera.
A Juan Diego dijistek
que como madre tieriia
nos constituia objetos
vuestra piedad inmensa.
Por eso los indianos
en Ia presente guerra
vuestro poder invocan,
vuestros cultos aumentan.
Escuchad compasiva
sus ayes y sus quej.i.
pucs sois su protector:t
liberal, uiel, disc ret,!.
Humildes os pedims
que una paz dur;dera
selle gloriosamente
vuestra dulce clenieici.
Romped, Reina adorable,
romped nuestras cadenas
y enjugad nuestros ojos
con amorosa diestra.
Al Padre siempre demos,
al Hijo, ioh Madre terno
y al Espiritu Santo
alabanzas eternas.
Como el Padre Castafieta habIa caido :JIiion:rc) le ios rezthst;i
en Aculco, ci alcalde de Queretaro, D. Tornás de las Cavadas,
ternió que algo peligroso tuviese la tal salve; y la puso a la censuts
del Padre Fr. Diego Bringas, quien ci S deJuniode 1813 rindiá .
siguiente curioso informc:
La salve que usted me incluye .tienc mucha malicia en el sentido
dc niuchas de sus estrofas, pero con tanta capciosidad, que ]as,
pueden interprctar bien, aunque Ia J)eflt.ltifl1a con dfficultad; yo se
Ia dejaria cantar sin mudar rnás que Ia tercera estrofa, asI:
Por esto ]as Espaflas
en la presente guerra,
vuestro poder in Vocan
contra la Francja hera.
2 Y Ia penultima, asI:
El Castillo de Acapulco 1421
Romped, Reina adorable,
]as irancesas cadenas,
reunid los corazones
que aparta la infidencia.
Y de esta manera se manifestará el sentido deterrninado a un
buen extremo. Dios nos d6 su santa paz é ilustre ]as tinieblas de
tantos ciegos que gulan a otros.
xv
Reflriéndonos ahora a otro asunto, y no debiendo echar en
olvido suceso alguno merecedor de pasar a conocimicnto de mis
lectores, les dire quc ci viernes i i de Junio, y a la edad de novcnta
y un aflos, murió en Mexico tin sacerdote altamente benCfico
liamado D. Manuel Bolca Sanchez de Tagle, prepósito del oratorio
de San Felipe Neri. Aquel apóstol de la caridad fuC hijo dc una de
las mãs distinguidas familias del mineral de Guanajuato, y tanto
esto como sus santas y ejemplares costumbres ic valieron, no 5610
la amistad de toda persona elevada, sino tambiCn su cooperación
para sus obras de beneficencia. Verdadero padre de los menesterosos
y desgraciados, consagró su larga vida a ser para ellos la
providencia, y queriendo salvar de los riesgos de la seclucción a las
jdvcnes pobres quc más expuestas estaban cuanto eran mas hermosas,
fundó el colegio y asilo de La Concepción en la plazuela del
rnismo nornbre, al cual el püblico bien pronto comenzó zi Ilamar
por alusión a su objeto, el tColegio de las bonitas.
Su avanzada edad no Ic permitió ver concluida la fábrica material,
cuyo primer piso y magnfflca escalera dejó concluidas sin
haber hecho uso de otros recursos que las limosnas que con tal fin
recogla: sucedlale muchas veces que al terminar la sernana faltábanle
dineros para pagar las rayas a los operarios, V en este caso
enviábale las cuentas a aiguno de los ricos de la ciudaci, que con
gusto las satisfacia, satisfecho de la buena inversion que al dinero
Sc daba.
Su fallecirniento diO origen a un verdadero duelo publico, y manifestación
fué de 61 el gran concurso que asistid a su entierro,
1422
Episodios His fóricos Mexicanos
que con gran pompa celebraban las comunidades de San Francisco
y San Agustin: sus restos se depositaron en la capilla del l3eato
Sebastian Vaifre, en la casa Profesa de los antiguos jesuitas.
Saben mis lectores, pues se to dije at referirles los sucesos de
Mayo del aflo que nos ocupa, que ci teniente coronet D. Pedro
Monsaive, jefe del batailón cxpedicionario de Lobera, tomó el dIa
3 de aquei mes la población de Huicha pan, cuartel general de los
Viilagranes: uno de ellos, ci C/iito, rnurió el dia 14 fusilado: don
J uliin, padre de Chito, y sobrenombrado ci Viejo, hallzIhase acampado
con sus tropas en ci mineral de Zimapan, y dominaba casi
en lo absoluto toda La Sierra hasta la Huasteca. Monsalve cayd
sobre éi ci dia 3 I de Mayo, y después de en rccio combate, D. Ju.
han se retiró a Ia hacienda de Amajaque, pero Ic hizo traición su
capitán D. Felipe Maya, y Ic entregó at realista Casasola, quien por
orden de Caileja 10 fusiló en la hacienda de Gilita ci 21 de Junio.
Los Villagranes tomaron parte en Ia revoiucidn desde sus principios,
y fu6 su ünica cualidad ci valor que les distinguid constantemente;
por to dcmás, su conducta atroz, sus sanguinarios instintos,
su insolente insubordinacidn, su cruel despotismo, arruinaron Ia
cornarca que fu6 teatro de sus campaflas, é hicieron aborrecible su
mernoria: Rayon y ci Si. Morelos estimaron como una necesidad
urgente destruir a los Villagranes como a Osorno: en carta de 15 de
Enero de 181 3, cscribió ci Sr. Morelos a RayOn to siguiente: cYa
dije a V. E. en mi anterior mi pareccr acerca de los Viliagranes,
y quedo impuesto en la ifltima doctrina de éstos. No hay más que
desparecer a to-, infames por los más mej ores trámites, pero Osorno
no ha de hacer caso, y es nccesario aguardar mejor lance.
En la costa de Sotavento de Veracruz habian ocurrido por aquelbs
dias sucesos que no dejaban dc haber puesto en graves aprietos
at rflagnáflimo y sin par caudillo insurgente D. Nicolás Bravo:
el jefe realista D. Juan Topete, teniente de navIo, encargado de la
defensa de la costa, logrO regularizar ci tránsito dc los convoyes,
y hacer retirarse a los insurgentes, y de esta circunstancia se aprovecharon
los enemigos de D. Nicolás para pedir se let destituyese
del mando: D. Mariano Matamoros y D. Carlos Maria Bustamante
tuvieron la debilidad de apoyar aquella indigna trarna, y dirigieron
una representaciOn at Sr. Morelos pidiendo la destitución de Bravo,
atribuyendo sus reveses a la poca fortuna de D. Nicolás, at odio
El Castillo de Acapulco
rque los costefios le tenIan, y at concepto en que estaban en que
era un traidor. De niodo tat insultaban a su propio caniarada, gbna
y honor de los insurgentes.
La representaciOn no fué atendida ni por ci Sr. Morelos ni pI
Rayon, quien habiendo salido ci 7 de Jun10 dc la Hacienda dc los
Laureles, at tener noticia de que el brigadier insurgentc Cajigas
habia aprehendido at vocal disidente Liceaga, llegO a Puruarán ci
22, y aili tuvo con éi una entrevista y una especie de reconciiiación,
si bien dispuso quc siguiera en arresto.
Persistiendo Calieja en su jropOsito de continuar planteando ci
sistcma constitucional, scñaló ci domingo 4 de Julio, ci lunes y
ci martes siguicntes para ci nornbrarniento de los compromisariol
quc debIan designar los clectores de los diputados por Mexico a
las Cortes espanolas. Volviéronse a repetir Jos tumultos y desOrdenes
que tuvieron lugar at nombrarse ci Ayuntamiento, y ci triunfo
fuC una vez mas de los criollos: triunfaron dc nuevo éstos al nombray
electores: ci dia ii y ci 16 Sc deciarO instalada la Junta electoral
con veintinueve individuos, de los cuales cinco resultaron europeos,
y fueron ior csta circunstancia objeto dc la rechifla dc sus
carnaradas de junta. Verificacla el dia iS la elecciOn de diputados,
nomhráronsc catorce de Cstos, todos elios criollos. Pero Calleja
encontró ci rnodo de nulificar tarnaño triunfo, manifestando a los
clegidos que ci mat estado del erario no be permitia facilitarie
los viáticos y dietas correspondientes, y ninguno dc ellos pudo
entonces salir para su destino, carecienclo como careclan de dcnientos
para hacer ci viaje a sus expcnsas.
Salvo ]as citadas elecciones, todo aquel nies de Julio se paso sin
que en Ci aconteciera cosa cligna de menciOn hasta ci dia 28, en que
D. Nicolzls Bravo vengO ci desastre que habia sufrido ci 20 de
Abril ante ]as fortificacioncs del puerto dc Alvarado, rechazando
at coronet D. Antonio Ccnti y sus realistas, en el asaito quc intentaron
de Ia fuerte posición de San Juan Coscomatepec: álzase la
población de estc nombre sobre un cerro que se levanta entre las
ramjtjcacjones de las bomas de tierras de acarreo del voicán de
Orizava. He aqul cOmo ci mismo D. Nicolás describió la acciOn
que nos ocupa:
Me haliaha en dicho pueblo con cuatrociefliOS cincuenta hornbres,
cuando se me presentó Conti: atacórnc despuCs de haber
•1L_____
1433
$424 Episodios Hisldricos Mexicanos
caldo un recio aguacero, y to hizo con tanta rapidez, que llegó a la
bayoncta: mis soldados se clefendieron COfi los fusiles, dándoies de
garrotazos a los suyos, y aun les echaron lodo en la cara. Logrt
rechazarlo en menos de media hora, y me dejaron porcion de
muertos. Hecho este ataque brusco, todavia quedaron detrás de las
paredes del pueblo y de los árboles, de modo que continuó Ia
acción hasta las tres de la tarde, hora en que se retiraron.
Cargo entonces una dc mis partidas sobre cilos, y con la obscuridad
de la noche, dispersos por aquel barreal, se les tomaron
muchos fusiles, principairnente de los muertos que dejaron, con más
dos cargas de parque, que me vinieron muy bien: por fin entraron
en la viila de Orizava at dIa siguiente bien escarmentados.
No sabiendo los realistas cuáies pudieran ser los propósitos de
D. Ignacio Rayon, de quien no habian vucito a saber después
de su derrota en Tlaipujahua, pero temiendo tratara de trasladat-se
a Ia laguna de Yuriria y fortiticar de nuevo la isla Liceaga, D. AgustIn
Iturbide, que con fruto expedicionaba por la provincia de Guanajuato,
recihiO orden de Calieja para unir sus tropas a las de Ordóñcz
y las de la provincia de Michoacan, y con ellas destruir de
nuevo las fortificaciones de la isla, como asi to ejecutaron ci 6
de Agosto, siendo fusilado en esa expediciOn por ci teniente coronet
Orrantia, segundo de Iturbick, ci brigadier insurgente RubI.
D. Ignacio Rayon, temiendo la proximidad de las fuerzas de
Garcia Conde, salió de Puruarán para. Puruándiro, donde liegO el
9 de Agosto: el 12 hizo fusilar at coronet insurgente Vicente Arias,
queriendo con ello dar un ejemplo de cOmo hablan de ser tratados
los bandidos que desacreditaban at partido revolucionario: de esta
ejecuciOn escribió ci Secretario del Presidente de la Junta en su
diario, to siguiente: cLos excesos, latrocinios y reincidencias de
D. Vicente Arias, que indebidamente obtenla el tItulo de coronet
de los ejércitos nacionales, to condujeron por fin at patibulo, para
que sirva de escarmiento d los que osen corneter iguales atentados.'
En el mismo diario dice con fecha 14 do Agosto to siguiente, que
ti-aslado con ci tin de dar a conocer cOmo Rayon representaha su
papel de Presidente de la Junta y Ministro.— cSe recibiO la noticia
del feliz alumbramiento de la Excma. Sra. Ministra D . Mariana
Martinez, que ha celebrado ci vecindario de Puruániro con ilurninaciOn,
salvas y otras demostraciones de regocijo: dieron a
El Castillo do Acapulco 1425
S. E. los parabienes l os oflciales dc todos los cuerpos, a quienes
correspondió
con ci agrado, duizura y benevolencia que forman ci
- e, carácter tan generalmente de este princip reconocido. En la nothe
se ceiebró haile, a que asistiO S. E., accediendo a la sóplica de
los oficiales; al inmediato dia se celebró misa de gracias a que asis-
7. el Sr. Coniandante general del Norte con el cuerpo de oficia-
. lidad."
KY'
Recordarán nuestros lectores que al final del CapItulo XII dejamos
a la bella Margarita y al enamorado Carlos do Armendáriz
sobrecogidos de temor por la proximidad de alguien que con intcnción
ó sin ella acababa de interrumpir sus dulces, amorosas
pidticas.
Por fortune ci ruido pareció alejarse, se perdió al fin y los novios
reanudaron su convcrsación.
—Qué partido es ese que dies que es necesario
gunto Margarita.
—Voy a decirtelo,—contestó Carlos:—pero antes prométerne que
no te opondrás a éi.
—Segin corno sea.
—;Eso dices?
—Si, Carlos nib: conozco que estds loco por ml y es preciso que
Yo tc vuelva a la razón.
—Ah, Margarita! jVeO que tü no me quieres!
—No quererte yo? lingrato!
—Perdónarne, Margarita, pero qué otra cosa he de pensar,
cuando tfl misma acabas de decirnie que tu padre te ha ordenado
estés dispuesta a casarte esta misma semana con Cris6ba1 y no
quieres aceptar ci plan que para salvarte voy a describirte?
—DIle, pues.
—Escucha: segün crees tü, tu padre D. Antonio Rivas no con-
+ sentirá de buen grado en casarte con migo. ni aun cuando mi tio el
conde de Orizava viniera a pedirle tu mano para mi.
—Es cjerto: aborrece a wdo ci mundo menos a ml v a su primo
Cristóbal.
T0MO 1 179
1426 Epzsodios Historicos .%fexzeanos
—Por lo tanto es indispensable que si queremos casarnos recurramos
a la protccion de la icy.
—Que quieres decir?
—Que es absolutamente necesario que salgas de esta casa.
—Huir vo! iabandonar a mi padre! nunca Carlos,—contestó
con resoiución la loven.
—Margarita, mira bien lo que dices: no es mi ánirno abusar indignamente
de tu credulidad 'i de tu anior: te amo tanto, que sóio
en ci matrimonio estriba mi felicidad.
—l'us palabras, Carlos, me inspiran coniianza; no creo que trates
de perderme, pero tu plan me asusta no sé por qué. Sin embargo
quiero escucharte hasta ci fin: habla, prosigue, te escucho.
—Es neccsario que tü salgas de esta casa, Jo repito.
—Cómo y de qué manera? Huir contigo seria...
—No huirás conmigo.
—Explicate.
—Mi tIa la marquesa de Cervera te esperará cerca de aqul en un
carruale, te acogerá como una madre cariñosa, te conducirá a
palacio y a éi harernos ir a tu padre y allI Ic convencerenios de
que debe consentir en nuestro casamiento.
—;Pero si mi padre no consiente?
—La icy le obligara entonces.
—Oh! no, yo no puedo causarie tamaho disgusto.
—Enconces pretieres casarte con Cristóbal?
—Yo te juro que jarnas seré su csposa: te lo juro por ml mismo
padre, por tI. Carlos mb.
—No comprendes que aun cuando eso sea asi, tu padre se irritará
más y mas, y mucho menos consentirá que te cases conmigo?
—Asi será, no Jo niego; le conozco bien.
—Entonces...
—Carlos mb, te adoro con todo mi corazón y sin embargo tu
plan me asusia.
—Y le rechazas no es cierto?
—No podriamos encontrar otro mejor? -
—Si,—respondió Carlos despechado;—hay otro y ese es el que
yo seguire.
—Carlos, Carlos mb. tu acento. el tono de tus palabras me
asusta; que es lo que piensas?
El Castillo de Acapulco
1427
—Como la vida sin ti. ni la comprendo, ni me serIa soportable...
—Concluye!
—Para qué si tct lo has adivinado?
- Piensas matarte! Ah! iCarlos, tii no me quieres!
—Si to crees que puedo demostrarte mi cariño renunciando a
hacerte mi esposa y viéndote casada con otro, tienes razón; no te
Ljuiero!
—Carlos! qué cruel eres conmigo.
—En carnbio to que piadosa! no es cierto?
—Carlos, me estás volviendo loca de dolor v de pesar!
—Margarita de mi corazOn! periónarne! rpero qué quieres que
haga VO si me siento morir?
—Mira, Carlos mb; yo no soy más que una pobre muchacha
sin experincia y sin ingenio: nada me ocurre para salvar esta Situación,
pero to inventarás otro recurso que nos haga triunfar.
Piensa, Carlos mb; piensa y lo encontrarás.
—No. Margarita; no le hay. Solo dos medios existen para que
un padre consienta en dar en matrimonio sus hijas. 0 ci convencimiento
ó la fuerza. 1Que mayor satisfacción para ml que la de
arreglar esto amigablementc, haciendo a mis tíos ci conde y la
ntarquesa venir a esta casa a pedirle a tu padre tu mano para ml!
( Crees to que tu padre se dejará convencer por elios? Asegiaramelo
y mañana estarán aquI.
—No lo puedo asegurar: al contrario: no me cabe duda que mi
padre ni aun querrá recibir su visita.
—Entonces jqué otro recurso queda?
—No lo sé, Carlos mb, no lo sé.
—Yo sI.
- C uá 1?
—Matar a mi rival ó hacerme matar por el!
—Ah! Carlos! jme estás destrozando el alma!
—(Acaso queda en la rnla un solo pedazo que no esté muerto ya!
—Oh! Ino me hables asi!
—Cómo entonces? No, Margarita, no es una infamia lo que yo
te propongo; no quiero hacerte salir de esta casa sino para hacerte
mi esposa; mi tIa te esperará cerca de aqub, no se apartara de tu
lado y...
1428 Episodios J-Iistóricos Mexicanos
—Carlos, no prosigas; tu plan me asusta; es necesario intentar
otro y ya le tengo.
—Cuá1 es?
—Arrojarnie a los piás de ml padre, revelarie ml arnor por ti y
pedirle su consentimiento para nuestra boda.
—No quiero que me acuses de haberte impedido intentar este
recurso, que sin embargo juzgo intil y contraproducente; habla a
tu padre, pero si se niega, mañana me hare matar por Cristóbal.
—Carlos, perdono tu crueldad, y te mando por nuestro amor
que esperes a que haya yo intentado este recurso.
—Te obedec.er , Margarita, pero no me apartaré de estos rumbos
hasta despues de haber sabido la resolucidn de tu padre.
—Está bien; yo te prorneto que a cualquier hora quc sea te Ia
dare a conocer hoy misrno.
A este punto de su conversación Ilegaban los dos amantes, cumdo
a Margarita se Ilegó ci jardinero diciéndole:
—Nina Margarita, ci amo viene con D. Cristóbai; acabo de verles
dar vuelta al recodo del camino.
—Ya lo oyes,—dijo Margarita a Carlos;—vete.
—Me voy, si; pero en cuanto cierre la noche volvere a este mismo
sitio.
—Está bien; vuelve y espérame, que a cualquier hora que sea yo
vended a decirte Jo que haya sucedido.
XVII
Impaciente y un buen trecho retirado de las tapias de la casa del
Molino, Carlos de Armendáriz espero que la noche acabase de cerrar
a fin de poder acercarse de nuevo a ellas.
Cuando lo hubo conseguido, su impaciencia, lejos de menguar-
Se, fuC creciendo por grados hasta la exaltación.
Los minutos parecianie horas, y no podia explicarse cómo Margarita
tardaba tanto en salir a comunicarle ci resultado dc su entrevista
con D. Antonio. -
Pero inütil esperar; ]as horas transcurrfan y la joven no ilegaba.
Vigilia fuC aquella que se prolongo como una eternidad para
nuestro amante.
-V..
El Castillo de Acapulco
1429
L..ct }.tJaIILnILtc..
- Ar" ada comenz6 i a nunciarse Con tin
vientecillo tan frIo que penetraba los huesos.
Carlos so vió precisado a huscar alguna defensa contra la intemperie,
acogiendose a un abandonado jacal, que, formado con
zacate, no lejos de las tapias se alzaha medio ocu Ito en ire las cañas
de la milpa.
No hacla mucho que en éi hablase abrigado, cuando escuchó
primero pasos y después perceptible rumor de palabras.
Curiosidad invencibie ic hizo prestar atención, y merced a ella
escuchó lo siguiente:
—No hay peligro?
—Ninguno; al menos me parece que ya se ha retirado.
—Quién serla ese hombre?
—No lo sé.
—Tal vez un guarda.
—No lo creas.
—;Por qué?
—Porque nunca jamás ha quedado por la parte de afuera guarda
aiguno.
—Una cosa me ocurre.
—IDila.
—Tertdrá novio la hija de D. Antonio?
—Claro que si it, tiene, y este es ci rnotivo de la rnarcha.
—Entorices no te quepa duda: ci hombre que hemos visto casi
toda la noche al pie de esas tapias, debe haber sido el novio.
—Puede que sI: pero en ese caso, de seguro se ha ido ya; falta
poco para el amanecer, y los novios son como las lechuzas: huyen
A la primera Iuz.
—Mejor para él, porquc te aseguro que Si no se hubiera ido, le
habria yo enviado al otro rnundo.
—Pues segtin parece no habrá necesidad de ello.
—Ms vale asi:—pero dime,—;no sabrá el novio Ins intenciones
de D. Antonio?
—PodrIa jurar quo no las conoce.
—Pero ;qué se propone D. Antonio con este viaje?
—Evitar que la muchacha se le case.
—TenIa. mãs que casarla con D. Cristóbal?
eso querla: pero la muchacha ha dicho que nones.
—( PO r quc.
—Torna! pri lififi a r:i i ha hcti) csta mima
noche; pero 1). Antonio no ha qucrido iii saber su nomhre, y la ha
nandado que estë prcparada a sal ir hov inismo al a nianecer.
peria de casarla mañana ninn rn I). (itHal.
—Y la muchach^i-
-;Qu46 renielio Iclifa
—No Ic habrá avisado al novio
—j 1 mposible!
—Por qué?
—Porque D. Antonio se ha enrerrado con ella en la misma ha-
hitación, i Jr .j ic a Hi cJa U hi ia r"c ii h a Hr iii pci-
sOna aiguna.
—Pero, a if ri. c 11:1 pi.irt a rahir:
—Porque supone jue yu he sido quien favorecia los ainoi'es Jr
su hija, cuando bien sabe Dios que ni sé cómo se llama ci novin
ni jarnás en mi vida le he visto.
—Pero si tal supone, mat hizo en dejarte libre.
—Pero es que no me dejó libre; antes porelconirarh. tile manJ6
encerrar en una habitación que sirve de granero, después de ha-
berme aplicado media docena de garrotazos, iue juro d Dios que
tienen de saline a Ia cara.
—;Cónio entonces te escapaste
—Quitando la reja del ventanillo del granero. cosa quc me fu
fácil, pues la pared es de tepetate.
—Y ii dónde piensa ilevar a su hija'
—No 10 sé, ni me importa, y a ti menus que a nadie; lo que no
interesa saber es, que a la madrugada de ho y saldrá del Molino con
su hija, v sin que nadie le acompañe, pues no quiere que nadir
sepa a dónde Se dirige, a fin de que no le avisen al nOV10 de la niFia.
—Pero en tin, quë es lo quc t6 te propones?
—Ya te lo he dicho: hacer que le salgan a la cara los palos que
me ha dado.
—Matar1e?
—Justo.
—( Pero v su hija
—No pienso hacerle cosa alguna; pero si flOS estorba la mataré
tam biën.
El Castillo de Acapulco
—Pero, segun parece, ;tc has olvidado de la horca?
—No, pero tambitn de ella nos escaparemos.
-;Lo has pensado bien?
—;Acaso tienes miedo?
—( Miedo yo? mal me conoces.
—Pues lo parece.
—P(co has de vivir si no te convences pronto de Jo contrario.
—Allã veremos; pero en fin, lo que irnporta es que me ayudes a
dar el golpe; ya Jo sabes: t6 te lanzas sobre Ia muchacha, La amarras
bien y le tapas La hoca: yo dejo seco a D. Antonio de una punalada
6 de las que se necesiten; montamos en los caballos, que
han de ser buenos; nos apoderanios del saquillo de las onzas de
oro, y mañana IiOS unimos a la primera partida de insurgentes que
encontraremos y all1 que vayan a buscarnos.
Alboreaba apenas la primera luz del dIa. cuando el gran portón
de salida del Molino, seabrió de par en par dandopaso a D. Antonio
y su hija, jinetes ambos en dos magnIficos corceles.
Margarita v su padre, sin que iii un solo hombre les acompañara,
se alejaron bien pronto del Molino y desaparecieron al fin.
Un cuarto de hora después, dos hombres de mala traza, con las
caras cubiertas con unos pañuelos de seda, salieron de UOOS matorrales
y tnarcaton el alto a los viajeros, lanzándosë incontineriti
sobre ellos.
Antes que D. Antonio huhiera podido tomar sus pistolas, uno
de los maihechores Ic derribó del caballo, y vIctima y verdugo rodaron
confundidos en ci polvo.
Aterrada Margarita, soltó las riendas de su corcel, que parrió ininediatamente
desbocado y con violencia tal, que al encontrarse
COIl Carlos de Armendáriz, quc acudla en su auxilio. le dió golpe
tal, que ci joven se viO despedido de su silla y fud a chocar contra
Un árhol, a cuyo pid quedó privado de sentido.
La joven no pudo recoiiocerle, y arrastrada siempre en vertigiriosa
carrera, fué a caer a su vez entre los árboles del bosque de
Chapultepec, lauzada también por su cahallo.
Todo esto tue extraordinariamente rápido. obra de un momento
casi inapreciabic, imposihie de ser descrito con palabras que puedan
dar idea de su brevedad.
Los autores de aquella catastrofe, apenas se distingulan en Lou-
1431
14,32 Episodios Hjstórjos Mexicanos
tananza como dos puntos que niás y más sealejaban entre una iiube
de polvo.
Montaba ci uno el caballo de D. Antonio.
Montaba el otro ci farnoso retinto-golondrino que ya conocen
mis lectores.
Que habIa sido de D. Antonio?
- & J
Atci-rn4a Margarita, soltô las riendas de an corcel,...
iHahrIa quedado muerto, segun bablan sido ]as intenciones de
uno de sus asaltantes?
Lo sabremos si flOS damos el trabajo de seguir a D. Cri,tóbai.
El buen primo de D. Antonio habla permanecido unos instantes
en el portón del Molino, viendo ale jarse a la ingrata Margarita; iba
a retirarse cuando vió salir de entre las cañas de Ia milpa a Un
nete, en cuyo caballo reconoció al retinto-golondrino que dos
tardes antes persiguió en el bosque de Chapultepec.
No sabernos lo que temió; pero es ci caso que hizo ensillar inmediatamente
uno de sus cabalios, y de nuevo Se lanzó en persecución
del desconocido: pero pot muchos esfuerzos que hizo, éste le
Ilevaba una gran delantera y por fin llego a perderle de vista.
El Castillo de Acapulco
1433
Cristóbal continuó avanzando a todo galope, y por fin se encontró
con D. Antonio, tendido en tierra y bañado en su propia sangre.
Se llegó a ái, le registró, y con gozO supremo pudo convencerse
de que D. Antonio vivia.
Ninguna de sus heridas presentaba gravedad alguna.
Miró en torno suyo, pero a nadie descuhriO ni encontróotroobjeto
que una pistola con las iniciales B. del V.
Era una de ]as que a Carlos de Armendãriz habla prestado
nuestro amigo ci ex-comandtnte D. Buenaventura del Valle.
XVII I
POP- Atentos a sucesos de politico interts, renunciemos por ci momento
a seguir los incidentes de las aventuras amorosas de Margarita
y Carlos de Armendáriz, s' demos lectura a la carta que va a
Con tI ti u a ci on:
'Sr. D. Anastasio de Ochoa y Acuña:
Mi bueno y querido hermano:
No habla tenido ocasión hasta boy de dirigirte letraaiguna: pero
en la presente me propongo compensarte mi largo silencio: ante
todo te Jird, que no he podidoencontrar ci consuelo que esperaba:
nada es bastante a distraerme y mi memoria no deja un solo punto
de ocuparse por entero de ml idolatrada Remedios: paréceme que
no puedo respirar en esta atmósfera que ya no es la suva, y ni en
la contemplación del cielo encuentro el encanto de otras veces
desde que së que ya no la cohija nuestro hermoso tirmamento mexicano.
Recibi una carta que D. Alvaro de Cervera rue escribiO
antes de embarcarse en Veracruz; me dice en ella, que su hija Remedios
recobró la alegria y la salud conforme se fué acercando ii
la costa, y que sOlo un pesar la afli zia: ci de que yo sea tan bueno
que no consiga olvidarla. iPor qu6 Dios no me habrá dado voluble
corazOn de niujer!
;Como ha de ser! hagamos a un lado lo que no tiene remedio,
pasemos a comunicarte las nuevas que por estos rumbos han ocurrido:
Ayer jue''es diez y nueve de Agosto del actual, año de mil ocho-
Cientos trece, capituló por tin ci Castillo de Acapulco, después de
TQMO 1
iSo
i34 Episodzos Histó, icos Mexicanos
de un sitio por t odos conceptos memorable; pero no quiero comenzar
por ci fin mi relación y voy a drtela con los mayores detalks
posibles.
El Sr. Morelos saliO, como ya sabes, de Oaxaca, con la lirme
intención de proceder a la terrninaciOn del sitio de Acapulcoy toma
de su castillo. creyendo con ello cumplir las órdeues que, para
apodcrarse de aquel puerto y fortaleza, le dió D. Miguel Hidalgo
al avistarse con ëi en Charo. en principios de la revoluciOn, y asi
se lo escrihió a su intendente Ayala, jefe del campamento del Velade
r o.
La marcha de los mil quinientos hombres del ejército del señor
Morelos estuvo por demäs erizada de diticultades: era ci terreno
escabroso y salvaje; desierto en muchos puntos, el hambre y la
sed afligieron veces mil a aquellos valientes, y extenuados por la
tatiga. en varios parajes se vieron obligados a transportar a brazo
la artilleria; las jornados fucron la mayor parte de urla, tres s CIflCO
leguas las tropas bisoñas desertaron en gran cantidad, y ci señor
Morelos, comprendiendo que se necesitaban en verdad mucho patriotismo
y energia para no desmayaren aquel trance, no consintió
que se persiguiera a los fugitivos.
Las divisiones de D. Hermenegildo Galeana y Matamoros precedieron
en la salida de Oaxaca a la del Sr. Morelos: por disposición
de dste la de Matamoros se situó en Yanhuitlan para atender
a la seguridad de ]as Mixtecas, y en la cuesta de Santa Rosa destaco
a D. Hermenegildo en auxilio de D. Miguel y de D. Victor
Bravo. empeñados a la sazOn con las tropas del comandante Paris,
al cual ci Sr. Morelos hizo retirarse a Acapulco, fingiendo con habilidad
una orden del virey que Paris creyO auténtica. Reuniéronse
en Onietepec las fuerzas insurgentes, y con rnayores dilicultades
cada vez. siguieron por Quetzala, Cruz Grande, Palmar, Caahuatepec
y la Sabana.
El 26 de Marzo, el Sr. Morelos Ilego a ]as cercanias de Acapulco
e inLimO la rendiciOi-i al comandante del castillo, por medio de
on comisjonado Liuc no fué bien recibido: la fuerza de los sitiadores
quedó dividida en tres cuerpos, al mando respectivo de D. Hermenegildo,
del teniente coronel D. Felipe Gonzalez y del denonado
comandante del Veladei-o D. JuIián Avila.
Llamábase ci casteliano de Acapulco D. Pedro Antonio Velez,
El Castillo de .-lcapulco 1433
era un criollo natural de Córdoba, y por más que simpatizaba con
la independencia de su patria, era militar españoihabIa jurado defender
Ia bandera realista, y supo cumplir su deher con fidelidad v
heroismo, merecedores de aiabanza eterna.
El Sr. Morelos intim6 por segunda vez la rendición, y no habiendo
obtenido respuesta dispuso avanzar sobre la plaza ci dIa 6
de Abril, pero una tercera vez repitió su intirnación, a la que VIez
contestó ((que sOlo los cohardes se rendlan sin comhatir.'
—Tiene razón,—observO el Sr. Morelos—amo a mis tropas lo
bastante para desear que sin combatir venciesen, pues asI salvaria
sus vidas, pero la Victoria es tanto rnás gloriosa cuanto mãs valiente
es ci enemigo sobre el cual se obtiene. Bien vale D. Pedro Vélez
las vidas que esta grande empresa va a costarnos.
El gran caudillo diO la orden de romper inmediatamente el fuego
no econon'iizando los disparos de su artilierla, pero si los de los
tusiles: ci dicho dIa 6, los insurgentes se apoderaron de la Casa
fata. irnportante ediiIcio revestido en lo interior con gruesos toblones
de una madera durisima, y por defuera con p•redes de c
y canto; D. Julián Avila fuë ci que tornó la Casa Mata, en tanto
que la division de D. Felipe Gonzalez penetrO herOicarnente en las
prirneras calles de la ciudad.
A partir del 6 de Abril, los ataques fueron diarios y los insurgentes
continuaron ganando terreno sobre Ia ciudad por encima de
la cual aizaha su mole ci castillo, coronado por un circulo de bien
servidos cañones; pero ninguno de éstos causaha a los insurgentes
tanto daño como los cuatro que defendlan ci haluarte ó fortIn del
Hospital, cuyo comandante era ci español D. Pedro Ruvide. El dia
10 quedo ocupada la Caleta, y el 12 la ciudad. recihiendo D. Julidn
Avila en una pierna una herida grave que le obligo a retirarse al
campamento del Veladero, cuya defensa dos años hacia se hailaha
a su cargo. MantenIase aün en el fortIn del hospital D. Pedro de
Ruvide, cuando al anochecer de aquel dia, una circunstancia casual
hizo volar con terrible estruendo dos cajas de parque, volando
una parte del fortIn y envolviendo el resto en inmensa nube de
poivo v humo; sus defensores creyeron la explosion efecto de una
IRma Y se retiraron al castillo de San Diego, siguiéndoles la mayor
pane de los habitantes de la ciudad,que fué saqueada por los insurgentes
sin que lograran los jefes restablecer el orden: Ia muche-
1 436 Eplsodios Hist6ricos Mexwanos
dumbre se apoderó de gran cantidad de licores embriagantes, y al
cerrar la noche era casi imposible encontrar soldado alguno quc no
estuviese sumido en vergonzosa borrachera. HacIa mucho tienipo
'•
los insurgentes coatinuaron ganando terrenO..
que aCm el agua habla andado escasa en ci campamento insurgente.
El Sr. Morelos recibió un inmenso disgusto con la inconveniente
conducta de sus tropas, y todas sus ventajas hubiéranse perdido si
la guarnicion del castillo se hubiese enterado de la situación del
enemigo y efectuado una salida.
Reducidos los defensores a sOlo el recinto del castillo de San
1.
Diego, ci Sr. Morelos se ocupö con cierto descanso en todas aque.
has obras que Ic aconsejó su natural instinto estratëgico; ci calor
era terrible, y para defender 5 sus tropas de aquel sol mortIfero
rnandó construir grandes enramadas: ]as casas de la ciudad tenian
en su mayor parte techos de paja ó de zacate y fueron incendiadas
en los distintos asaltos; las mãs só!idas lo eran tan poco, que una
tarde una hala disparada del castillo, redujo casi a escombros la
que ci Sr. Morelos habitaba, poniendo en gran peligro al general,
quc quedó cuhierto con Ia sangre de su ayudante. D. Felipe Her-
nández.
Galeana se encargó de cortar ci agua a los realistas, contribu yeri-
do y encargandose de ha dfensa de un fortin que se ilàmó de los
Hornos: ha lInea del cerro se apovaba corno en puntos principales
en los cerros de las Iguanas. el Grñ, los Icacos y ha Candelaria.
El gran caudillo comprendió que entre sus enernigos abundaban
ci valor, Ia constancia y Ia energIa, y si él con solo estas virtudes
pudo hacer ho que en Cuoutia hizo. quë no harlan Jos realistas de
Vëlez protegidos por los fuertes muros del castillo? En consecuen-
cia dispuso que de Oaxaca se trajescn los átiles y herramienta in-
dispcnsahlcs. y cuando los hubo tenido procediO a la construcción
de un camino cubierto, que. atravesando la ciudad. dcbIa terrninar
al pie de los muros de la fortaleza. y a la vez preparo una mina
con ci fin de volarlos v ah;ir brecha.
En estos trabajos se hahlaha cuando se Ic presento la india Doña
Maria Medina, natural de Taxco, al frente de una compañIa insur-
gente, de la cual la Junta de Zitácuaro Ia hhIa nombrado capita-
na, y con ella tornado pane en siete acciones de guerra. El objeto
principal de aquella varonil mujer fuC conocer al Sr. Morelos.,como
asl se lo dijo, añadiendo que ya ningün cuidado le darla la muerte.
pues habla logrado la gloria de conocer a tan denodado carnpeón.
XIX
Ya se cornprende cuán inütiies habian de ser necesaniamente has
disposiciones del Sr. Morelos para estrechar ci cerco del castillo,
mientras Cste pudiera continuar recibiendo. como recibIa. toda
clase de auxilios por la parte de mar, tornándolos de ha isia de la
Epzsodws HztOricos Mexicanos
Roqueta, situada a dos leguas v defendida por una guarnición realista.
Preciso era apoderarse de Ia isla de Ia Roqueta y asI lo propuso
en junta dc guerra el zeniente coronel D. Pedro Irragaray, encar-
gándose del mando de Ia expedición D Pablo Galeana, ayudado por
sit tio D. Hermenegildo v su segundo D. isidoro Montes de Oca.
Designada para esta empresa la noche del miércoles o de Junio,
D. Pablo. no disponiendo sino d una sola canoa. tuvo Lice hacer
cuatro viajes a la isla para poner en ella ochenta hombres, eligien-
do por punto de arribada la pane de la isla de rnãs dificil acceso,
por aizarse en ella un enorme grupo de rocas en corte casi vertical.
Para trepar a su cima fuë preciso formar una especie de hurnana
escalera subidndose unos soldados sobre los hombros de los otros:
de este modo consiguieron penetrar al recinto fortilicalo unos
siete individuos del regimiento de Guadalupe, entre ellos el mismo
D. Pablo. La enipresa fuë tal y tan cornpleta, que la guarnición de
la isla pudo apenas inientar una déhii defensa v quedó prisionera,
pues aunque algunos realistas lograron toniar ]as canoas y huir
hacia el castillo, D. Hernienegildo. situado en la Calera, detuvo a
todos ellos. Esta arrojada acción de D. Pablo puso en poder de
Jos insurgentes la isla de la Roquera, tres cañones, porción de
municiones y viveres, algiTh armamento, una docena de canons y
el pequeño hergantin llamado El Guadalupe.
En dificiles aprietos ponIa a los sitiados la roma de la Roqueta,
v bien pronto hubierori de acabárseies la came y la lena, sindo-
les indispensable par reemplazar la falta de ésta, y una vez consu-
midos los muehies de madera, entregar al fuego las puertas interiores
En estas circunstancias se avistó el bergantin San Carlos,
procedente de San Bias, con ahundante cargamento de viveres v
mu n i c jones.
El Sr. Morelos fgió una carta del comandante Vélez, ordenando
al capitan del San Carlos que atracase a Ia Roqueta; pero ci
capitán descontió instintivam nEc y logro aproximarse al castillo y
coiocarse bajo sus fuegos. Galeana quiso impedirle que descargara
atacándole en canoas durante la noche del o de Julio; pero el capi-
tan se defendjó vaijentemente, y Galeana tuvo que retirarse sin
lograr estorbar la descarga del bergantin, que. cumplida su misión
regresó a San Bias.
- El Cactillo de Acapulco 14314
A la vez las enfermedades comenzaron a tomar cuerpo entre los
sitiadores, y al tin se declaró una peste tal, que ci Sr. Morelos
Ilego a encontrarse sin más gente que la necesaria para Un limitado
servicio. No era mejor Ia situación de los realistas en la primera
quincena de Agosto, y las proposiciones de capituiación, que por
conducto del capitan Mongov Se les hicieron, no fueron mal recibidas.
Si bien exigieron se cornisionase para ellas a un oiIcial de
ma yor graduacion. a lo cual accedió ci Sr. Morelos eriviando al
canónigo Velasco que se hallaba en su camparnento.
Nada se consiguio por el mornento, por haherse tenido noticias
dc que ci general Cruz, Presidente de Guadalajara, aprestaba grandes
auxilios que por mar recibirian los sitiados: creyendo aquello
indetinido el Sr. Morelos peiiso marchar a Chilpancingo. confiando
La continuacion del sitio al brigadier I). Hermenegildo Galeana,
pero habindosele manifestado que todo se perdera si apartaba de
la empresa ci prestigio de su nombre, resoivió permanecer é intento
su ültimo esfuerzo. prendiendo fuego ala mina.
Tornado este partido. se presentó al Sr. Morelos un Lorenzo Lequidano.
fugado del castillo. v oficial primero de la contaduria.
Ic enterO de la miseria v enfermedades de los sitiados, de sus huenas
disposiciones para capitular v de Ia oposiciOn que a ella haclan
los jefes.
El Sr. Morelos determinO aprovechar aqueilas circunstancias, v
de lo que hizo te enter3rá mejor que nada ci siguiente párraio que
copio del borrador de una carta que ci caudillo ha dirigido al gohernador
rniiitar de Oaxaca.
'Estando al concluir la mina para volar el castillo. me acordé
por ültima vez de in huinanidad y caridad practica del prOjirno: sa
bla que en la fortaleza se encerraban más de diez inocentes v quise
rnás bien arriesgar mi tropa que ver la desolación de inocentes y
Culpables. El 17 de Agosto en la noche, determine que ci Sr. mariscal
D. Hermenegildo Gaicana, con una corta divisiOn. ciñera el
Sitio hasta el foso por el [ado de los Hornos, a la derecha del castub,
y al siempre valeroso teniente :oronei D. Felipe Gonzalez
por la izquierda, venciendo tste los grandIsirnos obstáculos de pro
fundos voladeros que caen al mar e rasando ci pie de la rnuraiia y
dominado del fusil y granadas que Ic disparaban en gran nürnero.
Superóse todo, no obstando la oscuridad de in noche. y a pesar de
1440 EpLso.ilos Hislóricos .i-lcxicanos
que el señor mariscal paso por los Hornos dorninado del cañon
de todos sus fuegos, sin rnás muralias que su cuerpo, hasta encon-
trarse ci uno con ci otro v sin rnás novedad que un capitán y un
soldado heridos de baJa de fusil. Esta nunca bien ponderada acción
aterrO tanto al enernigo, que suspendió su fuego dando indicios de
pariarnento que a efecto tenha va trazado, respondiendo con Jos
articulos de su capitulaciOn a la iiltinia intirnaciOn que se le hizi.
En ohsequio de la hurnaiiidad se le adrnitió con pocas moditicacio-
nes en los tërrninos que a decir voy.
xx
Fechada ci 19 de Agosto de i8i3, la capituiación decIa asI:
ARTiCULOS DE LA CAPITULAci6V EN QUE SE HA (:ONVENIDO LA ENTREGA
DE LA FORTALEZA Dl ACAPULCO, ENTRE EL ExcMo. SEoR CAPITAN
GENERAL D. lost, MARIA M0REL0s V EL GORERNADOR DEL CASTILLO,
D. PEDRO ANTONIO VILEZ.
I.' Habrá un perpetuo olvido de cuanto s ha hecho de obra,
palabra ó escrito rciativo a la presente guerra, prohibiëndose seve-
ramente denigrar ó zaherir directa ó indirectainente a ningutio.
a.° Saldrán de la fortaleza los señores Gobernador v demás
oticiales con sus insignias y espadas: formará en ci glacis la tropa
con culatas arriha, donde a la voz del Gobernador echarán arnias a
tierra al frente. en cuya postura se iran a recibir, previniendo que
ci soidado a quien se Ic encontrare un cartucho será pasado por ]as
armas en el instante.
3: Se permitira que cada cual saque su respectivo equipaje, en-
tendida esta voz en su sentido natural, que es decir. ropa de uso,
cama y dinero suiciente para su transporte. en la inteligencia de
que se hard lo posible para proporcionar hagajes, sin comprome-
terse por la escasez que de elios hay.
4.0 Teniendo la Patria un derecho inconcuso para reclamar a
sus hijos, no se dará pasaporie a criollo alguno para que se trasla-
de a pals enemigo: pero si se franqueara a los europeos con todos
los seguros necesarios para no ser per ludicados en los carnparne
tos de su tránsito, designando êstos ci punto donde quieran di 1-
-
El Castillo de Acapulco
girse, y otros a los criollos que quieran salir del puerto a tomar
aires menos infestados.
50 Para que el erario del gobierno europeo satisfaga a sus acreedores
los préstamos que le han hecho y éstos tengan un comprobante
de ellos, se perrnitirá al comisario de guerra ileve los libros
de su cargo y cuentas de tres años a esta parte.
6. 0 Sc permitirá tamhién que del tesoro dicho, ileve el comisario
de guerra, cantidad abundante para La traslacióri de los europeos
a lugar seguro, segán su námero, haciendo antes juramento
de no volver a tornar las armas en favor del partido que han defendUo,
COfl la circunstancia de no detenerse más de lo mu y necesario
después de entregada la fortaleza.
7.11 más del pasaporte que se franqueará a los que salieren, se
librará orden para que en todos Jos lugares por donde se encarninen,
se les rninistren todos los auxilios y socorros necesarios por
SUS justos preciOS.
8. 0 Mañana 20 a las nueve del dIa, se efectuará la ceremonia de
entregar, acordada en ci articulo segundo: desde aquél hasta el 22,
.luedará evacuada de enfermos la fortaleza y aiTeglado todo el interior
de ella, para lo cual iran de ayuda aigunos naturales.
g." Se entregará la fortaleza Integra. segün se halle, con todas
sus piezas de cañon, sin inutilizar ninguna, pOlvora, balas y cuan-
tos pertrechos y municiones contiene, previo inventarlo que fortnará
el comandante accidental de artillerla, quien percibirá reciho
de mi auditor general para dar La dehida satisfacciOn a su gohierno.
to. En los mismos términos se hard exacta descripción de los
vveres y demds renglones depositados en los almacenes, pabellones
y lunetas de diversa pertenencia, especiticando cuáles sean y
sus cons ignaciones. para que con tal ciaridad y recibo del tesorero
del ejército puedan los consignatarios satisfacer a sus dueños y no
se les impute mala versación.
Y para que se efectáen estos tratados con la circunspección y sotidez
que es debida, y este acto entre otros muchos, sea un testi-
.nonio de que Las tropas americanas saben guardar ci derecho de
gentes y tratan con indulgencia a los que se rinden, especialmente
cuando solo en acciOn de guerra usan las armas, lo firmamos en
Acapulco, a 19 de Agosto de 1813.—José Maria Morelos.—Pedro
Antonio Vd1e.
TOMO 1
181
1441
1 44 Episuiios I-f isfóricOs .Wexxcai:os
El dia 20 entrego el gohernador las haves del castillo COfl 407
lushes hahilitados; cincuenta sables: treinta v cinco machetes: ciento
cuarenta y seis lanzas; cincuenta cajones de pOlvora labrada v
en grand; tres alcones surtidos: ochenta piezas de artillerla, calihi e
de cuatro hasta treinta y seis. dos mortei-os. de a doce pulgadas ski
calibre; veinte mil balas de dichos cañones y un grail hotIn de aba.
rrote y iencerIa.
Al presentarse el Sr. Morelos en ci castillo. D. Pedro Antonio
Vélez. sereno como valiente, digno y ahivo cono hombre que tiene
conciencia de haber cui-nplidosu deber, con ci sombrero puesto
y ceñida hi espada, segün para ello he autorizaha la capituiación,
he hizo entrega del bastón de mando. diciëndole:
—uExcmo. Sr.: tengo el honor de poner en manOs de V. E. este
hastón con ci quë he gobernado esta fortaleza, sintiendo en ml corazón
que para su conquista haya sido preciso derramar tanta
sa ogre.
A lo cual el Sr. Morelos contesto, aludiendo a Ia causa insure
me:
—((Por ml no se ha derramado ni una gota.'
ActO continuo la oficialidad de los vencedores y de los vencidos
tornó asiento airededor de la mesa dispuesta para la comida, y a
In hora de los brindis ci Sr. Morelos ho hizo por los defensores del
castillo y por lispaña, añadiendo estas textuales palabras:
— ,, Si: ;vivt ESPASA! PERO EsPASA HERMANA V NO DOMINADOftA DE
AMIhiICA.
La capitulación fue religiosamente cumplida por una y otra parte,
y ci Sr. Morelos dió a los europeos unaescolta hasta dejarlos en
la ribera derecha del Mescala.
Al despedirse de D. Pedro Antonio Vflez, ci general he invitó a
tomar su partido ofreciéndole grados y honores.
Vélez le dió gracias por sus ofrecinlientos .,. protestando su amor
a España rehusó la merced que se Ic hacla.
El Si-. Morelos se acercó entonces a 61 y tocándole con suavidad
ha garganta. le dijo:
—Aqul. Sr. Vélez, darán a V. ci premio los españoles.
El castellano de Acapulco respondió entonces:
—Si tal hiciesen, para elios seria ci baldón: para ml ha glori1e
haber cumphido en un rodo con mi deber.
WL
:, !
I H
1 1 / \
, l I
I
-Si.v
IVA
- I -
r
A.
/
I
7
(
ri
p_.. -.
El Castillo de Acapulco
1445
—Adios. Sr. Wiez,—exclamó emocionado el general:- 1 Ah! si
todos los españoles fuesen como V...
—Adios, Sr. Morelos,—dijo Vélez a su vez,—si todos los insurgentes
fueran como V...
Arnbos cnemigos tendiéronsc a una los brazos ahiertos y se estrecharon
con entusiasmo y efusión.
Despuës. D. Pedro Vélez diO a su escolta insurgente la voz de
marcha v se alejó del castillo de Acapulco.
xxi
Están ya mis lectores en pieno conocimiento de cuanto por ellos
merece ser sabido en lo referente al sitio y toma del castillo de
Acapulco.
Si tenemos en cuenta que ci Sr. Morelos se presento por La vez
primera ante la dicha plaza el dIa 9 de Noviembre de 1811 y no se
le rindió hasta el to de Agosto de 18 13, podemos decir que ci asedio
duro un año v nueve meses. pues Si bien después de la traición
de Gago. el caudillo se retiró, su intendente D. Julián Avila se
mantuvo en ci camparnento del Veladero siempre en observacidn.
Pero aunque solo nos tijemos como punto de partida para nuestras
cuentas en el dIa 6 de Abril de 18 11 en que Los insurgentes rompieron
ci fuego sobre Acapulco, tendremos que aquel sitio memorable
durO ciento treinta y seis dIas, cifra que basta y sobra para
poner mu- en alto la constancia de vencedores y vencidos.
Calleja tomO muy a mal que D. Pedro Antonio Wlez huhiese capitulado
aiin con las honrosas cláusulas con que lo hizo, y corrió
más de un desaire al desventurado castellano que asi viO cumplido
en parte la predicción que ci Sr. Morelos le hizo al despedirse de éi.
Vëiez pidió que se Ic formase consejo de guerra con ci fin de viiidicarse
y conienzo para él una serie de unfortunios que le redujo
asi como a su familia a la miseria: cuando el consejo de guerra termind
ci proceso con una sentencia honoritica para ci acusado,
D. Pedro Antonio Vëiez hahIa ya muerto agobiado por sus pesares
y pobreza.
A esto se expone quien abraza el difIcil ejercicio de Las armas si
Ia ciega fortuna no toma a su cargo el sacarle siempre triunfante.
1 44 6 Epsodios BJstoricos Mexicancs
Asi to habia dicho varias veces a sus amigos el que nuestro v
hueno to es. Ii Buenaventura del Valle.
Pero es el caso que ni a6n retirándose como hahiase retirado del
ejêrcito ci buen excomandante. dejaba de verse envuelto en graves
complicaciones: bien es verdad que en la ocasión que nos ocupa
no las acciones de guerra Ono sus combates amorosos habIanie lievado
a tat extremo.
Aquel so inocente ernbuste vertido con la sana intención de ha-
cer aborrecjbie la mentira a su novia la herrnosa viuda Rosita,
Convirióse para ëi en famosa bola de nieve.
Recordarán mis lectores quc deseando el ex-comandante juzgar
por Si mismo si D. Antonio Rivas no habla exagerado estimand>
en trescieritos pesos ci daño ocasionado en sus milpas por ci mat-
dito cabailo retinto-goiondrino, determinó irse de madrugada a
Chapuitepec y conocer de un modo práctico ci camino que pasaba
al pie de los ahuehuetes y comenzaha en la alberca que surtIa al
acueducto. Recordarán tambiën que la misma intención de ir de
madrugada at hosque tuvieron Rosa y La rnarquesa, aquella pr
encontrar SUS perdidas cartas y Csta por recobrar so extraviado br:-
zalate.
Como buen mititar que habla sido, D. Buenaventura conservaha
la-costurnbre de despertar y levantarse muy temprano: no falto
aquel dia a su regla y menos podia baherlo hecho cuando desde la
noche anterior contrató un carruaje de aiquiler que a ]as cinco v
media de la mañana se detuvo con toda puntualidad ante Ia pu:a
de so casa.
A las seis, ci ex-.comandante, dejando so carruaje a laentrada dd
bosque, puso ci pie en el famoso camino que pasaba al pie de los
ahuehue-es, y reconociCndole. avanzó acariciado por on fresco
ambiente, que las plaritas y las fibres embaisamahan con aromas
deliciosos.
Q uiza pensaba en so hermosa viuda cuando de sibito percibió
ci ruido de algunos disparos que acerradamente estimó pistoletazos.
Pusose a obvervar de dónde provendrIan y con sorpresa vió yefir
hacia el una jóven que en vano trataba de contener ci desbocado
corcel que montaba.
D. Buenaventura poseia valiente corazón y alma generosa, y sin
El Castillo de Acapulco
darse siquiera cuenta de ello, se lanzó a detener al animal, va bastante
fatigado: pudo lograrlo 'i La jóven se dejó caer en sus brazos
muds de espanto y de terror.
- CahalLero, por piedad,—diio,—sái veme usted, sálveme por
piedad!
—Dc quiën.señorita?—preguntó asombrado D. Buenaventura,
—ide quién O de quë?
—Lo ignoro, caballero, lo ignoro: pero sálveme V.
—Señorita, cálmese V. se lo ruego: juro dar a V. la protección
que inc pide. pero por todos Los santos, tranquilIcese V. y dIgame
qué peligro la amenaza.
—AsI in hare, caballero, asi lo hare; pero ante todo, tiene V. inconveniente
en decirme su nombre? A nadie conozco, pero quizá
el cielo quiera que V. sea amigo de mi padre y que yo haya oldo
alguna vcz pronunciar su nombre.
—Señorita, mi nombre, que es ci de un servidor de V., es Buenaventura
del Valle.
—;Cielos!—exclamo la jóven,—luego V. es ci amigo de quien
tanta veces me ha hablado.
—;QuiCn, señorita. quiCn ha habiado a V. de nil?
—D. Carlos de Armendáriz, sobrino del conde de Orizava.
--El mismo so y , senorita, a las órdenes de V.
—Oh! ;gracias. gracias Dios mIo!—exclamó la joven—y como Si
sOlo bubiese aguardado a reconocer un amigo en su salvador para
sucumbir a la emoción que Ia embargaba, la joven vacilO sobre si
misma v ca yó presa de un terrible accidente.
Alil fueron los apuros del ex-comandante.
Que harla con aquella joven?
,Quien serIa ella?
DOnde encontrar a sus parientes a fin de quele ayudasen áatenderl
a?
El accidente corninuaba más espantoso cada vez.
D. Buenaventura acabó por pedir auxilio ávoces gritando desesperajaniente.
Nadie Ic cscuchó. a nadie pudo descubrir.
La desgraciada joven en-ipeoraba más y niás. -
Al tin se decidiO a tomaria en sus brains v conducirla a SU Carruaje.
448
Episodios Histur: oS Mexicaios
Tuvo miedo de que se le rnuriese y dió orden al c ochero para
volver precitadamente en busca de un medico.
De este modo entró en la capital y casi sin saber to que hacIa,
instaló a La joven en su propia casa y en el lecho destinado a su
próxima esposa, la hella viudita.
Hizo venir inmediatarnente un medico que estimó como rnuv
grave ci accidente de la desconocida: D. Buenaventura no pudo
separarse de ella, envió un recado a casa de la marquesa, suplicán-
dole acudiese en su auxilio, pero ci criado regresó diciendo que la
marquesa no se hallaba en su palacio.
D. Buenaventura llego a desesperarse pero no Ic fuC posible de-
jar a la infeliz enferma hasta muy pasado ci mediodla.
Salió de su casa y se dirigio a la del conde; en ella supo que ci
conde acababa de dejarla yendo en husca de la marquesa, que no
habia regresado a su paiacio, asI como tampoco su amiga Rosa:
fuC después a ver a D. Sóstenes pero tampoco le halló ni pudo sa-
ber de D. 2 Beatriz Gertrudis ni de D. Martin, ni del mismo don
Cleofás Madana. Aquel dIa se le ocurrió a todo ci mundo no en-
contrarse en su casa.
A la suya volviô D. Buenaventura y alli permaneció todo ci dia
sin quc ni La joven volviese en si. ni ninguno de sus amigos pare-
ciese.
He aqul lo que habIa sucedido:
Rosa y la marquesa habIanse ido a Chapultepec en husca de 1a
carras y brazalete perdidos: después de haber con supremo gozo
encontrado dichos objetos, se disponian a regrcsar, cuando aperci-
bieron dos indios que en una camilla improvisada, conducIan Un
hombre cadaver at parecer
Las dos amigas reconocieron en Cl a Carlos de Armendáriz v
esto diô lugar a una escena que juzgo innecesarlo describir, pues
fácilmente se la imaginarán mis lectores.
Rosa y Ia marquesa, menos aturdidas que D. Buenaventura, hi-
cieron conducir a Carlos a una casa de Tacubaya, y desde luego
procedieron a su primera curación, auxiliadas por dos medicos.
Carlos renla una ligera herida en la cabeza, pero por ella habla
perdido mucha sangre y se encontraba privado en un todo de sen-
tido.
Cuando pudieron hacerlo. mandaron avisar at conde to ocurri-
El Castillo de Acapulco 1444
do: éste lo comunicó a D. Sóstenes y a sus hijos N, ellos se
irasladaron a Tacuhaya, con excepciOn de D. Martin Cabrera, a
quien asuntos urgentIsimos obligaron a quedar en Mexico.
Cuando D. Martin se disponia tambiCn C marchar al lado de sus
...conducian un hombre cadaver al pareccr.
amigos. un caballero le dezuvo. El yerno de D. Sóstenes le reco-
OC j6 inmediatamente y tendiéndoie los brazos. exclamó:
—iD. Cristóbal' amigo mb, tambien usted por Mexico, está
ViSto al tin se ban decidido ustedes a dejar su voluntario destierro
Era en efecto D. Cristóbal, ci primo de D. Antonio Rivas.
Que le conducfa a Mexico?
Vainos a saberlo.
ToM, I 182
1450
Episodios !-I:sfOricos Mexicanos
XXII
Represéntense mis lectores la sorpresa que D. Martin recibiria
al oir decir a D. Cristóbal.
—Amigo licenciado, si ya ha descubierto usted al infame caba-
ilerito contra el cual vino a quearse ml desventurado primo An-
tonio, comunIquemelo al instante para darme la satisfacción de
saltarle la tapa de los sesos.
—Pero vamos a ver, amigo D. Cristóbal, Jquë les ha pasado a
ustedes que tan irritado se muestra?
—Hemos sido victimas de un atroz atropello, de un verdadero
crimen.
—Expliquese uted.
—Segün yo me lo hahIa iIgurado, el tal jinete del cahallo retin-
to-golondrino no se Ilegaba a las tapias de nuestra casa por el solo
gusto de destrozar mis milpas.
—Por qué entonces?
—Ese hombre tenia la intención de seducir a la hija de Anto-
nio, y hoy ha Ilevado a cabo su infame plan y verificado el rapto.
—El rapto de quién?
—De quién ha de ser, hornbre, de quién ha de ser? de Margari-
ta, de la hija de Antonio Rivas.
D. Martin se encontraba erivuelto en un mar de confusiones; le
parecla imposible que a sus años tales aventuras corriese el ex-co-
mandante.
—Pero está usted seguro.—preguntO a Cristóbal,—de que el
individuo que ha verificado el rapto sea el mismo que destrozó la
milpa?
—Segurisimo, lo mismo que en el dIa anterior montaba esta ma-
ñana el caballo retinto-golondrino.
—Pero...
—En fin, amigo licenciado, lo que ahora me imporra es saber si
usted ha dado ya con el individuo en cuestiOn.
—Si, señor, y tanto que tengo ya en mi poder los trescientos pe-
sos que D. Antonio ha reclamado.
0
P!'_ —Pero. su nombre, ;cuai es su nombre, cuáies las señas de su
El Castillo de Acapulco 1451
casa?
1. —Me es imposible decirselo a usted.
—Por que
—Porque he jurado no descubrirle y ustedes no tienen derecho
a exigir cosa alguna desde el instante en que, como lo rep ito, me
ha entregado los consabidos trescientos pesos.
—Pero no le dicho a usted que boy mismo se ha apoderado
de Margarita?
— j Imposible!
—Repito a usted que yo mismo Ic reconoci esta mañana.
—Repito a mi vez que es imposible.
—Podré saber por qué lo cree usted asi?
—Si. señor; la persona contra la cual se quejan ustedes, es un
hombre formal, de buena posición y de edad bastante para no andar
mezclado en aventuras de esa especie; sin pruebas que valgan
mas que el testimonlo de ui-i hombre que como usted puede. con
la mejor intención haberse equivocado. no debo yo molestarle.
Tiene usted esas pruebas?
—Si, señor, las tengo.
—Cuáles son?
—Esta pistola con sus iniciales que encontré en el mismo lugar
de su crirnen. -
Al decir esto D. Cristóbal presentó a D. Martin una de las pistolas
que, coma sabemos, D. Buenaventura habIa prestado a Carlos
de Armendáriz.
D. Mar-tin reconoció la pistola y sobre todo ieyó grabada en ella
las iniciales B. del V.
No pudo caberle duda; U. Buenaventura era ci raptor de Margarita.
Cristóbal Ic cnteró de las circunstancias en que se habia verificado
el rapto.
—Dice usted que el criminal no iba solo?
—No iba solo. le acompañaron dos hombres de mala traza,
los cuales se arrojaron sobre Antonio, quien no pudo reconocerlos.
—Pero el individuo del caballo retinto.golondrino...
—Antonio no le vio en el instante del asalto, pero yo le vi salir
1pzsod:os HjsIOr,cos idexicanos
de entre las milpas poco despus de haber dejado el molino Anto-
nio y su hija.
—Pero cuando usted lIcgô al lugar de la catAstrofe no estaha
por alli?
—No; pero aunque distame reconoci en ci caballo de uno de los
fugitivos salteadores, al retinto-golondrino de la antigua cuadra de
Lailson. A propOsito: Jo mejor será que nos lleguenios a la tal cua-
dra y preguntemos el nornbre del que In alquulo...
—Se lo prohibo a usred terrninanremente. si acaso desea que )'O
continue encargado de este asunto.
—Pero...
—No admito observación y en canibio juro a usted que el pre-
sunto criminal, dará a ustedes todas las satisfacciones quc tienen
dei-echo a exigir. ó esta misma tarde le mew en la cãrcel si alguna
resistencia opone.
—Sea como usted lo quiere, amigo D. Martin; mi primo Anto-
nio me ha exigido que me someta en un todo a las instrucciones
que usted se sirva darme.
—Estimo en Jo que vale esa prueha de conf-ianza. y aseguro a
usted que me mostraré digno de ella.
—Deho quedarme en la capital?
—No. amigo D. Cristóbal: regrese usted al morriento y confle
en ml.
—Asi lo hare; la verdad es que deseo volver al lado de Antonio.
—Son graves sus heridas?
—Afortunadamente no: todas son a cual más leve y mañana po-
drá venir dl mismo a la ciudad. Su rnás fuerte dolor se Jo causa ci
verse separado tan infamemente de su hija.
—Prometo a usted que no tardará mucho en veria de nuevo en
sus brazos.
—Indigna es de ellos.
—D. Cristóbal, qué dice usted?
raptor.
no me cabe duda: Margarita estaba de acuerdo con su
—La juzga usted mal, D. Cristóbal; es imposible que ina hija se
ponga de acuerdo con tin hombre capaz de atentar contra la vidzi
de su propio padre.
—Ojalá sea asi; y no Jo desco por ml, que no solo ya no la amo,
El Castillo de Acapulco 1453
siflo que la odjo v detesto; pero Antonio es su padre al fin, y
Ia adora con todo su corazón.
—Dios quiera que todo se remedie.
—Al menos podremos castigar a los culpables.
—Eso corre por mi cuenta.
—Dejo a usted, pues, y vuelvo al molino.
—Vaya ustcd con Dios, D. Cristóhal.
—Hasta lo rnás pronto posible, amigo licenciado.
D. Cristóbal se alejó y D. Martin permanecio largo rato inmóvil
como una estatua.
Por tin. tomó su partido v se dirigio a la casa de D. Buenaventura.
Eran las cinco de la tarde.
Al ver entrar a su amigo ci excomandante le tendió los brazos
cx cia man do:
—Gracias a Dios que con alguno de ustedes me encuentro.
—Caballero, apartese usted de mi!—respondió D. Martin, rechazándole.
El asorribro de D. Buenaventura fué extraordinario.
—Qué significa este tono?—pregu ntó.
—Signitica que de hoy más es usted indigno de cruzar su mano
con la de un hombre honrado.
- —Pero está usted loco, señor D. Martin.
—No yo sino usted es quien hoy ha dado pruebas de ser un demente.
.L Pero quë falta de respeto a ml persona es esta?
—D. Buenaventura, no nos divaguernos: dónde ha estado usted
esta mañana?
—En Chapultepec, y por cierto que alli me ha acontecido el más
estrán-ihotjco suceso...
—L1ama usted estrambótico a su detestable crimen?
—Pero D. Martin hab1a usted conmigo?
—Con quiën si no?
—Jur() ii usted que me asusta v confunde ese tono.
—Tiene usted razón para asustarse y confundirse.
—jDios mb! ha pasado quizás algo grave?
—Muy grave, señor Ventura, y lo 1IorarI usted toda su vjda.
—Cielos! ha muerto Rosa...
1454 Episodios Históricos Mexicanos
— j Para usted si, infame!
—Eh! L cabaflerito! iPoco a poco! Si una nueva palabra malso-
nante vuelve a salir de los labios de usted, sabre dare una lección
que le pese!—exclamó D. Buenaventura en ci colmo de la indigna-
ción.
XXIII
Resiento grande pena al decirlo, pero, ic6mo ha de ser debo
dcci rio.
En tanto que la dilatada empresa de La toma del castillo de Aca-
pulco mantenia en un extrerno del pals al Sr. Morelos, siempre
con honra de la nación, los miembros de la Junta de Zitácuaro
desacreditaban la causa insurgente con el escándalo de sus enemis-
tades y renciilas.
Si bien todos ellos acudlan en consuita al gran caudillo, ëste
procuro no rnezciarse en tan anti-patrioticas desazonés, las cuales.
segán escrihió a Rayon, hablan producido general disgusto y afli-
gidoic a ëi en lo particular, puesto que ocupado en sus erupresas
generosas, ningán remedio acertaba a poner.
Pero como estas diferencias continuaron, determinó, aun antes
de que concluyese ci sitio, convocar a una reunion que deberia Ce-
lebrarse en Chilpancingo, a los miembros de la Junta, a los cuales
se asociarla otro quinto vocal, que dió orden fuese ciegido en
Oaxaca en atención a la importancia de aquclia provincia.
No mereció esta medida que D. Ignacio Rayon la aprobara, por-
que, segOn parece, creyo que en sus facultades corno Presidente y
no en las del Sr. Morelos, que no era mãs de cuarto vocal, estaba
ci tomar tales determinaciones: el caudillo, desen tend iéndose de su
oposición y en obvio de evitar mayores peligros, expidió una con-
vocatoria para la elección de diputados a un Congreso ciue se
reunirla en Chilpancingo el 8 de Setiembre, dIa de la Natividad de
Nuestra Señora. Este Congreso debla resolver el nombramiento
que de un generalIsimo encargado del Poder Ejecutivo. harian los
oficiales superiores, de coronet en adelante: este generalIsimo debla
elegirse precisamente entre los cuatro prirneros miembros de
la Junta.
El Castillo de Acapulco 1455
Rayon desaprobó con energia ma yor cada vez este proyecto del
Sr. Morelos, y agrias contestaciones se cambiaron entre uno y
otro; aquél acusó at general de usurpar facultades que no le corn-
- -
—jCaballero, aprtesc V. tic ml!
petlan, y expresó que sus planes debIan rechazarse por imprudentes
é Regales; el Sr. Morelos le respondiO con fecha 5 de Agosto
que, so pretexto de salvar a la patria, buscaba solo su perdición
atando de manos a quienes pretendian salvarla: asegurabale que el
Congreso se reuniria irrernisiblemente en el dIa señalado, y que
1456 Lprso lbs Hist6ricos Mezcano I
tuviese en cuenta que Sn afAn de atacar y destruir [a Junta habla
sido causa de los descalabros sufridos en distintos rumbos por las
tropas insurgentes: atirmaba. por Ultimo, que ninguna ambiciosa
mira le impuisaha. y menos aOn privar a persona alguna de sus
derechos, añadiendo: no me dejarë ultrajar por nadie, ni seré in-
justo invasor de mis conciudadanos.
Rayon, que en estos sucesos anduvo por demás injusto y ligero,
hizo cuanto se hallO A su alcance para impedir. ó al rnenos retar-
dar, la instalación del Congreso, ya poniendo obstáculos a dejar
en libertad a Liceaga, a quien mantenla preso, ya retardando su
Ida a Chilpancingo, ya recurriendo a la supercheria de remitir,
como por olvido, sin firma su oficio de adhesion a la convocatoria.
Pero no era ci Sr. Morelos hombre capazde retroceder ante ohs
táculo alguno en la tarea de honrar y salvar a La patria, y asI fue
que tertninado el sitio de Acapulco, se trasladó a Chilpancingo:
cuarro dias esperó aOn a Rayon, v come, se supiese que aUn no se
habia puesto en camino. designó ci lunes 13 de Setiembre pars la
elecciOn de un diputado por in proviricia de Tecpan, resultando
nombrado ci vicario general del ejército. Lie. D. José Manuel He-
rrera.
Al dia siguiente reunió ci Sr. Morelos en la parroquia de Chil-
pancingo, a los electores de In provincia del Tecpan, a los diputa-
dos por ësta y Oaxaca, a toda La oficialidad v a los principales ye-
cmos, y con breves y persuasivas palabras les expuso la urgente
necesidad quc habia de reemplazar La antigua Junta con un Poder
más general y capaz de atender a ]as necesidades y salvación de Ia
patria, y concluyO leyendo la siguiente lista de diputados forrnada
por 61 niismo:
Prop ietarios
Lie. D. Ignacio Ra yon, por la provincia de Guadalajara.
Dr. D. José Sixto Verdusco, por Ia de Michoacán..
D. José Maria Liceaga, por In de Guanajuato.
Szplentes inientras fuesen nomb,-ados los pro,pietarios
Lie. D. Carlos Maria Bustamante. por Mexico.
Dr. D. José Maria Cos, por la provincin de Veracruz.
El Castillo de Acapulco
L. D. Andrés Quintana Roo, por la de Puebla.
D. Cornelio Ortiz de Zárate, por la de Tlaxcala.
Dipz€ tados e legidos segthn Co nvoca for ia
D. José Maria MurguIa y Galardi, por Oaxaca.
Lic. D. JOSé Manuel de Herrera, por Tecpan.
Secretario
D. Carlos Enriquez del Castillo.
Acto continuo se declard instalado el Congreso, levantdndose el
acta corresporidiente, que se rnandó imprimir y circular a todo el
reino.
El Sr. Morelos hjzo leer a su secretarin Rosains un docurnento
que tituló: Senti1nientos de la nacion, especie de prograrna politico
lieno de ideas generosas y levantadas, eco tiel de su sincero patriotismo:
en dl proponla se declarase que (cia America era libre é
iridependiente de España '' de toda otra nación, gobierno ó monarqula:
la religion catOlica, ánica y sin tolerancia de otra alguna;
que la soberanIa dimana directarnente del pueblo y reside en sus
tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial: que la esciavitud, distincióri
de castas y penas infamantes quedaban aholidas para siempre,
lo mismo que la alcabala, los estancos v el trihuto.m
XXIV
Aunque Cnica v sola, el programa del Sr. Morelos contenIa una
fatal y enorme injusticia. En una de sus cláusulas se acordaba la
expulsiOn general de españoles y confiscaciOn de sus bienes, que
serian administrados por y en provecho de la nación.
A tal grado llegO el mal efecto que su opiniOn sobre este punto
hizo en todo el pals, que a ella en gran parte debió el gran caudi-
Ilo que desde entonces comenzara a palidecer su estrella, que ya no
volverla a recobrar su antiguo y luciente brillo.
En nuestro pals han sido casi siempre decisivas las primeras impresiones.
El papel del Sr. Morelos contenla la siguiente grandiosa apre-
To)o 1 183
1457
1458 Eptsoi.os Hzsróricos Mexicanos
ciación de las leves, digna de ser grahadu con letras de oro en la
puerta de nuestros palacios legislativos:
eComo la buena ley es superior a tod&, hombre, las que dicte
nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a la constancia y
patriotisnio, moderen la opulencia y hi indigencia. y de tal suerte
se auniente ci jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje
Ia ignorancia, la rapiña y el hurto.
Reorganizada del modo que acaba de decirse la antigua Junta de
Zitacuaro, ë instalado ci primer Congreso Nacional Mexicano el
dia 14 de Setiembre de 180, bajo Ia presidencia de Verdusco, se
procedió al siguiente dIa 15 al nombramiento de generalIsimo en-
cargado del Poder Ejecutivo.
Corriendo Ia elección, segin ci i-eglamento formado por ci cau-
dub, a cargo de los oficiales superiores del ejército, no puede
asombrarnos que ci elegido lo fuera ci Sr. Morelos, objeto digno
de la idolatrIa de sus soldados. honor del alzamiento insurgente,
héroe de cien victorias y regenerador de los primeros poderes na-
cionales.
Al comunicárselo ci Congreso y exigirle prestase ci juramento,
ci caudillo deciinó Ia horira que se Ic hacIa y presentó respetuosa-
mente su renuncia, considerando ci cargo superior a sus fuerzas
capacidad.
Al enterarse de la renuncia, Verdusco opino, v asI lo dijo, que
siendo la humildad caractcrIstica del caudillo el solo rnóvil de su
renuncia, no podia ni debla admitIrsele.
Quintana Roo, amigo muy especial de D. Ignacio Rayon, quiso
aprovechar ci sucso en pro y beneticio del antiguo Presidente, y
manifesto que ci Congreso no podia resolver sin maduro examen
si debia ó no debia admitir Ia renuncia: sus palabras fueron sofo-
cadas por la indignaciOn de la inmensa mayoria, y las voces de
patriotico entusiasmo de los miiitares y pueblo que invadlan el re-
cinto del templo parroquial en que se verificaban las sesiones. El
Dr. Vebasco fuë quien tomO en tales instantes la voz del pueblo
del ejército pidiendo se obligase al Sr. Morelos a admitir ci em-
pieo en ci acto y sin excusa alguna.
Convinose en que se Ic diesen al Congrcso dos horas para deli-
herar, y al cabo de ellas su secretario ieyó un decrçto, quc exami-
nando el curso de aquci accidente, concluIa por decir: aque ci pu
El (astidlu de A apu10 I 49
blico cedla con gusto a las aclamaciones del pueblo declarando
inadmisibie Ia renuncia, y cjue en uso de sus facultades soberanas,
compella al Sr. Morelos a la pronta adtnisión del empleo,
reconociendo en él al primer jefe militar, en quien quedaba depositado
el ramo ejecutivo de la adniinistración piablica, reservándo-.
se el derecho de determinar ci tratamiento que habrIa de dársele.
El Sr. Morelos, sacado en triunfo de la sacristIa a donde habia-
1,
v4 F--
...... El Sr. Mordos, acado en triunk...
se retirado, contestó que adn-iitfa ci empleo con las cuatro siguientes
condjcjones:
10 Que en caso de que viniesen tropas auxiliares de alguna
potencja, no habIan de pasar al lugar de residencia del Congreso.
a Que por su muerte recaerIa el mando en el militar de más
aita graduacion mientras Se procediese nuevas elecciones.
34
Que no le negarIa el Congreso los auxilios de dinero v
gente que pudiera necesitar, ni consentira clases privilegiadas para
exjmjrse del
a
servicio.
4a Que aunque acaeciese la muerte del GeneralIsimo, se habla
de mantener Ia unidad del ejërcito y de los habitantes, recono-
Cjéndose las autoridades establecjdas.0
46o Episodios Históricos Mexicanos
Ohsequiadas por el Congreso estas cuatro condiciones del caudub,
admitió el empleo entre los vItores y aclamaciones de la
multitud ébria de gozo, y presto el juramento de adefender a costa
de su sangre la religion catOlica, la pureza de Maria Santisima, los
derechos de la nación americana v descmpeñar to mejor que pudiese
el empleo quc la naciOn se hahIa servido conferirle.
El secretario Rosains presto un juramento semejante, y a propuesta
del Sr. Moelos, el acto term mo cantándose un solemne Te
Deum en acciOn de gracias at Sér Supremo y en solicitud de su
proteccion y ayuda para el ma yor acierto.
xxv
Reformadas asI las incipiernes instituciones nacionales, el Congreso
se ocupo en tomar las disposiciones que estimó oportunas a
su mejor regimen interior.
Por una de ellas acordó se le these el tratamiento de Majestad,
y el de Excelencia a todos y cada uno de sus miembros.
Se asignó a los diputados un sueldo anual de seis mil pesos, y
una duraciOn en su encargo de cuatro años, renovándose por turno
los más antiguos.
El diputado por Oaxaca, D. José Maria Murguia y Galardi, fué
nombrado presidente, y el suplente por Puebla, D. Andrés Quintana
Roo, vicepresidente; secretarios D. Cornelio Ortiz de Zárate
y D. Carbos Enriquez del Castillo.
Después se dieron a conocer al pObtico y por bando las siguientes
d.isposiciones:
uLas sesiones del Congreso serán publicas.
DSu principio a las ocho de la mañana en verano y a las nueve
en invierno.
" Los diputados deberán reunirse al toque de la campana de la
parroquia de Chilpancingo.
))El pueblo podra ejercer libremente el derecho de peticiOn, haciéndolo
por escrito y por conducto de los secretarios del Congreso.
Un decreto del Generailsimo d.claró separados del mando a los
antiguos vocales de la Junta de Zitácuaro, si bien deblan conservar
-
El Castillo de Acapulco
los honores de capitanes generales, pero sin sueldo, puesto jue ya
disfrutaban de dl como miembros del Congreso.
Muhiz fué nombrado comandante general de las 1 rovincias de
Guanajuato v Michoacan, y asI se le comunicó a Rayon para que
le entregase el mando y le these a reconocer como tal.
El Congreso, en uso de las facultades que se habia reservado, y
considerando que al tratamiento de Majestad que dl habIa tornado,
segula el de
462 Episodios Hist(jricos Mexicanos
XXVI
Indignado contra D. Martin dejamos al tin del capItulo XXII a
nuestro buen amigo D. Buenaventura.
El caso no era para rnenos. El, un bravo militar, encanecido en
los padecimientos contraldos en Is campaña, hzibia sido ilamado
in fa me.
Lo más curioso, lo que mds le sorprendió, fué que, lejos de in-
timidarse I). Martin ante Is irritada actitud del ex-co mandante, sus
inexplicables denuestos redoblaron en violencia.
En el paroxismo de Is ira iba a arrojarse sobre el yerno de don
Sóstenes de Pantoja, cuand éste se presentó en la puerta de la habitaciôn
acornpañadodesuesposa D. 4 Beatriz Gercrudis, yde Rosa.
Las explicaciones que mediaron fueron horribles pars. D. Buenaventura.
Exasperado D. Martin rompió los diques a su lengua y acusó al
ex-comandante de haber robado y seducido a la hija de un amigo
suyo que no quiso nombrar, diz quc por respeto a su deshonra.
Si Is educación no se lo hubiese prohibido, Rosa, su prometida,
le habria arrancajo los ojos.
Nuestro desventurado héroe no pudo, por més que hizo, meter
baza en aquella tempestad de denuestos que sobre éI hicieron caci
D. Martin, D. Sóstenes y Is desengañada Rosa.
Cuando pudo hacerlo nego y negó a pies juntillas; pero un nuevo
lance sobrevino, y tue que la puerta de Is recámara de D. Buen-
aventura se abrió de pronto dando paso a Is bells Margarita.qde
con general sorpresa se arrojó en brazos del ex-cornandante, diciCndole
con acento de profundo terror.
—Caballero, por piedad, sálveme usted. Al volver de mi desma-
yo me asomC a Is ventana de esa habitación, procurando darme
cuerita del lugar en que me hallo, y en Is acera de enfrente distingui
a mi tio Cristóbal, quien al verme me lanzó una mirada de te-
rrible amenaza e inmediatamente después penetró en ci zaguán dc
esta casa.
No acababa Is joven de decir esto, cuando Cristóbal penetro efec-
tivamente en Is habitación; al distinguir a Margarita en brazos de
W,. El Castillo de Acapulco 1463
1). Buenaventura, se lanzó contra éste y oprirniCndole el cuello con
ambas manos, habriale ahogado si en su auxilio no hubieran acudido
D. Sóstenes y D. Martin.
—Caballero,—se apresuró a decir Rosa con voz tirme y resuelta;—nada
de violencias: el raptor de su sobrina de usted no quedará
impune mañana mismo dará a esta señorita la mano de esposo.
Lo oye usted, D. Buenaventura? Lo mando, lo exijo en justa repa.
ración del agravio que resiento; cäsese usted cot esa señorita.
Nueva confusion sobrevino cuando Rosa dejó de hablar. pues
D. CristObai juraba que primero matarIa a su sobrina, ésta se negaba
a dar su mano a D. Buenaventura, quien hacla cargos por no
habérsele dejado hablar A D. Martin. ci cual en vano procuraba
obligar a respetar la casa ajena a D. CristObai, que hecho Un energümeno
atropelió a D. Sóstenes, haciCndole caer sobre D.' Beatriz
Gertrudis, que a su vez, estuvo a punto de arrastrar tras de si a La
pobre Rosa.
Nunca hubiese acabado aquello si en tal punto C instante no hubieran
aumentado con su entrada ci ntimero de los actores. la marquesa,
ci conde, D. CleofAs y ci mismo Carlos ArmendAriz, yendada
aun La herida de la cabeza, pero repuesto y marchando por su
propio pie.
Por intervenciOn del novio de Margarita todo pudo explicarse.
pues Carlos refirió punto por punto wdos los sucesos que ya mis
lectores conocen.
Para mejor arreglo de todo, D. Antonio. intranquilo como era
natural que lo estuviese por su hija, logrO despuCs de mil vueltas y
rodeos ir tambiCn a dar a la casa de D. Buenaventura, y padre al
fin, accedió a las süpiicas de todos y concedió a Carlos la mano de
Margarita, lo cuai ohligo a Cristobal A retirarse por demas cotrido.
—Pero vamos Aver,—preguntO Rosa dirigiCndose a D. Buenaventura,_..quiere
usted explicarrne cOrno y por qué circunstancia
llcgO a verse envuelto en este intrincado iaberinto.
D. Buenaventura, sacando fuerzas de flaqueza, se resolvió a descubrir
en toda su desnudez la verdadera historia de su mentjra. basada
en la ocurrencia de haber asegurado falsamente haber montado
A caballo ci dIa en que no encontró a Rosa en casa de la marquesa.
—Pero por qué fuC ese capricho?—preguntó Rosa.
1464 Episodios h'istOricos Mexicanos
—Quise demostrar a usted que nada era tan fdcil corno lanzar
una ruentira y obligar a todos a creerla.
—Esdecir,—observó maliciosamente D. Cleofás,—que quiso us-
ted robar a la mujer su patrimonio?
Todas las señoras que tal blasfemia escucharon, quisieron tomar
venganza del buen D. Clofás, pero ante las süpiicas de D. Buena-
ventura, la amable Rosa intervino y fué al punto perdonado.
Mientras de modo tal se desenlazaba la sencilla historia que aca-
bo de referir, no se hablaba en Mexico de otra cosa que de las ii
timas novedades insurgentes que siguieron a los mernorables sitio
v toma de EL CASTILLO DE AC&PULCO.
N
4N
4LJh
no Sc hbIaba en Mexico de otra cosa...
rm