Adorno - SOCIOLOGANDO
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tanto el inconsciente como lo pre-individual cuente con lo que le<br />
corresponde en derecho, requiere de una tensión suprema de la conciencia<br />
y de la individualización; si ese esfuerzo no se produce, y si en lugar se<br />
deja en libertad al inconsciente, en cuanto se sigue con una reproducción<br />
mecánica, el mismo degenera en una mera ideología orientada hacia fines<br />
sabidos, por tontos que éstos aparezcan a la postre. Que en una época en<br />
que las distinciones estéticas y la individualidad se perfeccionaron con una<br />
fuerza liberadora tal como en la obra novelística de Proust, esa<br />
individualidad sea suprimida a favor de un colectivismo fetichista y<br />
convertido en fin en sí, y en beneficio de un par de aprovechados, es<br />
prueba de barbarie. Desde hace cuarenta años sobran los intelectuales que,<br />
por masoquismo o por interés material, o por ambos, se han convertido en<br />
heraldos de esa barbarie. A ellos habría que hacer comprender que lo<br />
socialmente efectivo y lo socialmente justo no coinciden y que hoy,<br />
justamente, lo uno es lo opuesto de lo otro. "Nuestro interés en los asuntos<br />
públicos no es, a menudo, más que hipocresía" —esta frase de Goethe,<br />
conservada en el archivo de Makarien, vale también para aquellos servicios<br />
públicos que dicen prestar las instituciones de la industria de la cultura.<br />
Qué pase con la televisión es cosa que no cabe profetizar. Lo que ella<br />
hoy es no depende de cómo la veamos, ni tampoco de las formas<br />
particulares de su valoración comercial, sino de un todo al cual está<br />
enlazado ese milagro. La referencia al cumplimiento de fantasías fabulosas<br />
mediante la técnica moderna, deja de ser una mera frase cuando se le<br />
añade la sabiduría añeja de que la satisfacción de los deseos rara vez va en<br />
bien de quien desea. Desear correctamente es el arte más difícil, y se nos<br />
ha desacostumbrado a ello desde la infancia. Así como en el caso del<br />
marido al cual un hada le otorgó el favor de concederle la realización de<br />
tres deseos: el poder hacer crecer y desaparecer una salchicha en la nariz<br />
de su mujer, de igual manera, aquel que, confiado en el genio del dominio<br />
de la naturaleza, cree ver en la lejanía, no ve sino lo acostumbrado,<br />
adobado con la mentira de que se trataría de algo diferente, lo que lo