Adorno - SOCIOLOGANDO
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suficientemente agradable. Lo que sucede con la música sinfónica, que el<br />
empleado cansado, mientras sorbe su sopa en mangas de camisa, ha<br />
llegado a tolerar, acaece también con las imágenes. Ellas están allí para<br />
conferir brillo a su vida gris, sin presentarle empero algo que sea distinto:<br />
de antemano son inútiles. Lo distinto es insoportable, pues sirve para<br />
recordar lo que le está prohibido. Todo parece pertenecerle, justamente<br />
porque no se pertenece ni a sí mismo. Ni siquiera tiene que moverse para ir<br />
al cine, y, en los Estados Unidos, lo que no cuesta dinero ni exige esfuerzos<br />
debe ser estimado como de menor valor. El frío mundo amenazante le llega<br />
ahora como digno de confianza, como si lo tuviera cerca de su cuerpo: en<br />
él se desprecia. La falta de distancia, la parodia de fraternidad y<br />
solidaridad, han servido, sin duda, para llevar al nuevo medio a su<br />
indescriptible popularidad. Todo aquello que, por distante que sea, pudiese<br />
recordar los orígenes religiosos de la obra de arte, cuyo ritual en esa<br />
ocasión podría ser hecho presente, es evitado por la televisión comercial.<br />
Invocando el hecho de que la televisión en la oscuridad es penosa, se deja<br />
de noche la luz prendida, y de día no se cierran las cortinas: se trata de<br />
que la situación difiera lo menos posible de lo normal. Es impensable que la<br />
experiencia de la cosa pueda constituirse en una experiencia independiente.<br />
Los límites entre realidad e imagen son borrados de la conciencia. La<br />
imagen es tomada con un trozo de la realidad, como una especie de<br />
habitación suplementaria, que se compra junto con el aparato, cuya<br />
posesión sirve para acrecentar el prestigio entre los niños. Es difícil percibir,<br />
en cambio que la realidad vista a través de las gafas televisivas impone que<br />
el sentido encubierto de la vida cotidiana vuelve a reflejarse en la pantalla.<br />
La televisión comercial deforma la conciencia, pero no por el<br />
empeoramiento del contenido de las transmisiones en comparación con el<br />
cine y la radio. Aun cuando es frecuente encontrar en Hollywood, entre la<br />
gente de cine, quienes afirman frecuentemente que los niveles son<br />
rebajados por los programas de televisión. Pero, con ese argumento, los<br />
sectores más viejos de la industria de la cultura, que se ven amenazados