Adorno - SOCIOLOGANDO
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confusiones se encuentran en todos los productos de la industria de la<br />
cultura y hacen presente el engaño de una doble vida. Se ha advertido, a<br />
este respecto, que también el cine ha sido mudo, o que hay contradicción<br />
entre las imágenes planas y el sonido con propia espacialidad corpórea.<br />
Tales contradicciones aumentan a medida que la industria de la cultura<br />
suprime más elementos de la realidad sensible. Se impone la analogía de<br />
ambas versiones con los estados totalitarios: en la medida en que, bajo la<br />
voluntad dictatorial, las cosas que entre sí tienen relación son integradas,<br />
en igual medida se acrecienta la desintegración, y, en consecuencia, tanto<br />
más se disgrega lo que no se corresponde de por sí, sino que simplemente<br />
ha sido agregado externamente. El mundo imaginario sin lagunas resulta<br />
ser fragmentario. Superficialmente, el público no se molesta gran cosa por<br />
ello. Pero, la realidad, a cuyo servicio se está, no coincide con lo que se<br />
exhibe. Pero tal situación no lleva a la rebelión, sino que se adora,<br />
apretando los dientes, pero con mayor fanatismo, lo inevitable y muy<br />
secretamente odiado.<br />
Las observaciones referentes al papel de la dimensión absoluta de los<br />
objetos que aparecen televisados, no pueden separarse de las relativas a la<br />
específica situación en que se ve televisión, la del cinematógrafo doméstico.<br />
También ella dará mayor fuerza a una tendencia de toda la industria de la<br />
cultura: la de disminuir, literal y metafóricamente, la distancia entre el<br />
producto y el observador. Se trata de algo que ha sido previsto<br />
económicamente. Lo que provee la industria de la cultura se presenta,<br />
incluso por la función que le atribuye en los Estados Unidos la propaganda<br />
que se efectúa a su alrededor, como una mercadería, como arte para<br />
consumidores, seguramente en una directa relación con la medida en que<br />
es impuesta, mediante la centralización y estandardización, a los mismos.<br />
Se condena al consumidor a mantenerse dentro de lo que él mismo acepta,<br />
es decir, no a la obra que debe ser experimentada de por sí, y a la que se<br />
debe atención, concentración, esfuerzo y comprensión, sino a una mera<br />
cosa de ocasión que le es propuesta y que luego estimará como