Descarrega el NPQ - Col·legi Oficial de Químics de Catalunya

col·laboracions
ción con que suelen principiar casi
todos los programas. Por tanto, a
nosotros no se nos puede exigir que
al decir cuatro palabras, emulemos
a García Sanchiz, a no ser que empiece
a perorar la lección primera
de alguna asignatura.
No creo oportuno pedir un minuto
de silencio por las generaciones
de químicos que nos precedieron,
pero resulta casi un imperativo
categórico hacer hincapié en lo incompleta
de su formación intelectual.
¿Qué ha podido ser de ellos
sin la ayuda férrea, segura y salvadora
de las asignaturas complementarias?
¿Cómo han podido desenvolverse
por esos mundos de
Dios, sin haber demostrado aptitud
suficiente en educación física, por
ejemplo? Porque, señores, nosotros,
además de nuestras nociones
inorgánicas, analíticas, orgánicas y
químico-físicas, las tenemos también
de formación política y educación
física. Y esto es fundamental.
No les compadezcamos más y sigamos
adelante.
¿Qué es un químico según la
familia? Es un individuo que tiene
la obligación de saber cómo se quitan
las manchas del mantel y que
tiene de inventar algo. Sea lo que
sea, pero algo. ¿Y según nuestra
opinión? Es un individuo que se levanta
temprano para asistir a las
clases del Dr. Pascual y que sale
más tarde de lo que se cree de las
clases del Dr. Ibarz (el Dr. Pascual
habrá comprobado que Ráfols continúa
riéndose).
¿Qué es un delegado de curso?
Es un alumno tan hijo de vecino
como otro cualquiera, pero que puede
vender apuntes de estraperlo...
legalmente.
En fin. En breve habrán transcurrido
los seis meses de milicias y
entonces iremos a engrosar la legión
ya existente de químicos,
intentando llegar al número de licenciados
que pretendía fabricar
aquel señor de la famosa epístola
del semanario Destino. Y entonces,
veremos qué hay de verdad en
aquello de: «¡Oh, es una carrera de
muchas salidas! Sí; pero lo malo es
que hay muchas salidas y pocas
entradas».
Si en invierno –aquella famosa
época en que el Dr. Buscarons
hace ya tres meses que permanece
enfundado en su abrigo, con las
solapas erguidas, guareciéndose
del más leve soplo del Tibidabo–,
si en invierno, digo, no estamos todos
o, por lo menos, como diría
don Juan Bautista Vericat Raga,
prácticamente en un ochenta por
ciento, colocados, en adelante, plagiando
a los farmacéuticos, no hemos
de permitir que se dé el titulo
a nadie que viva a menos de doscientos
cincuenta metros de uno
que ya sea licenciado. Como que
precisamente hemos estudiado formación
política, sabemos que, por
lo menos, tal innovación forzaría la
creación de un sindicato vertical,
cuya secretaría estaría afecta a la
secretaría de la subsecretaría del
Ministerio de Educación Nacional;
aparte de una contrarreforma de la
ley de reforma universitaria, que se
va reformando constantemente;
precisando todo el nuevo tinglado,
de una burocracia similar a la de
la Fiscalía de Tasas. Para formar
parte del nuevo organismo, se daría
preferencia a los químicos, con
el beneplácito de todos nosotros.
Y el Dr. Vericat podría firmar las
autorizaciones de entrada. Pues si
nos ha firmado las papeletas de
inorgánica 1, inorgánica 2, inglés,
alemán y dibujo, ya en plan de firmar...
Y ahora, no digamos más nada.
Para vosotros, queridos compañeros,
un ruego. Hace cinco años
que, a primeros de octubre, nos dispusimos
a empezar la carrera y,
naturalmente, a pesar de nuestra
buena voluntad, según costumbre,
no la empezamos hasta primeros de
noviembre. Son cinco años que nos
han unido en un lazo que hemos de
procurar que no se distienda en adelante.
Cinco años de convivencia, ya
en el aula, ya en el laboratorio, son
más que suficientes para prometernos
que, además de la asistencia a
este simpático acto de fraternidad y
de homenaje y agradecimiento a
nuestros queridos profesores, procuraremos
apoyar y asistir, no sólo
a lo que organicemos los de nuestra
promoción, sino que, llevados de
un bien entendido y verdadero espíritu
de facultad, haremos causa
común con todos los proyectos que
emanen de Ciencias Químicas o de
la ANQUE.
Nuestro más profundo reconocimiento
a todos nuestros profesores,
que con tanto interés nos han orientado
y formado en cada una de las
disciplinas académicas. Han estado
a nuestra disposición en todo momento
y, con esta prueba de cariño
y de adhesión, intentaremos pagarles
parte de la inmensa deuda de
gratitud que les debemos y que, por
más que hagamos, nunca podremos
cancelar.
Dicen que hasta que uno no es
padre, no puede darse cuenta de
lo que es un padre para con su
hijo. La síntesis de todo ello quizá
se plasme en el humorístico aforismo:
«Un padre viene obligado a
mantener a su hijo hasta los
ochenta años. Ochenta años del
hijo». Pues bien, un catedrático es
un padre intelectual. Nosotros, claro,
no hemos sido nunca catedráticos,
ni padres. Pero, en fin, procuramos
comprender lo que ello
representa, y vemos que todo
agradecimiento que les manifestemos
siempre resultará corto. Que
Dios guarde su vida muchos años
y que podamos seguir saludándoles
y admirándoles en el futuro,
que para todos deseo lo más halagüeño
posible.
Mis compañeros y yo, hemos
dicho. ☯
18 NPQ 451 • maig-juny 2010