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-¡No! ¡No me engañarás!<br />

-¡Por los dos ojos de Alá, te juro que yo...!<br />

-¡Conozco perfectamente a los embusteros! Puedes jurar por todo el cuerpo de Alá que<br />

yo no he de creerte.<br />

Pasha Bey desenvainó una de sus terribles singas. A la luz vacilante de las linternas, el<br />

egipcio tenía un aspecto siniestro.<br />

Se habría dicho que era un conjunto de huesos sacados de los muros inmediatos,<br />

teñidos de color oscuro, animados con un soplo de vida, cubiertos luego con un albornoz<br />

blanco.<br />

-¡Wallab! -rugió, en egipcio. ¡Piensa que la única probabilidad que tienes de salvar la<br />

vida es firmando estos cheques!<br />

Long Tom, lentamente y con gran esfuerzo, consiguió sentarse. Sus muñecas y sus<br />

tobillos estaban fuertemente atados.<br />

Su rostro aparecía más lívido que de ordinario y tenía una expresión de dureza. Era lo<br />

bastante inteligente para <strong>com</strong>prender que estaba a dos dedos de la muerte, firmara o no<br />

firmara aquellos cheques.<br />

De pronto, sus pies atados se distendieron con un esfuerzo inesperado.<br />

Había decidido jugarse el todo por el todo. El puntapié, aunque torpe a causa de las<br />

ligaduras, hizo caer de cabeza a Pasha Bey.<br />

La singa se escapó de sus manos, fue rebotando hasta dar en el techo, y luego cayó al<br />

lado de las manos de Long Tom, faltando poco para que le hiriera.<br />

Con un rapidísimo movimiento, Long Tom acercó sus manos atadas a la cimitarra,<br />

cortó las cuerdas que las ligaban y se apoderó del arma.<br />

En seguida, de un solo y hábil tajo, cortó la cuerda que trababa sus pies. Rugiendo de<br />

rabia, todos los hombres de Pasha Bey se lanzaron hacia adelante. Casi todas las manos<br />

morenas y descarnadas empuñaban una cimitarra o un puñal de brillante acero.<br />

Todos se inclinaron hacia el suelo, semejantes a ratones oscuros envueltos en telas<br />

blancas.<br />

De pronto sonaron dos golpes. Cada uno de ellos partió los huesos, destrozó la carne...<br />

Y los dos hombres que los habían recibido cayeron al suelo sin saber lo que había ocurrido...<br />

<strong>com</strong>pletamente fuera de <strong>com</strong>bate.<br />

EL cuerpo de Long Tom fue arrebatado, de golpe, por una garra poderosa, de debajo<br />

mismo de las cimitarras y los puñales levantados sobre él.<br />

La cosa sucedió con tan terrible rapidez que el mismo Long Tom no pudo ver quién<br />

era su salvador, hasta que estuvo fuera de peligro.<br />

Pero <strong>com</strong>prendió, adivinó quién era, desde el instante que se sintió cogido por aquella<br />

garra poderosa y salvadora.<br />

¡Solamente había un hombre que poseyera tal fuerza de agilidad: Doc Savage!<br />

Uno de los hombres de Pasha Bey abrió mucho los ojos al ver surgir ante él, <strong>com</strong>o un<br />

terrible gigante de bronce, a Doc Savage.<br />

Lanzó un grito, al sentirse herido con su propia singa que alguien le había arrebatado.<br />

Su grito de terror se cambió en un aullido de agonía, al sentir que alguien le sujetaba la<br />

muñeca en el aire.<br />

De un tirón espantoso, el presunto asesino vio arrebatada su arma. Y cayó hacia un<br />

lado, <strong>com</strong>o un fardo arrojado violentamente contra el suelo; dio contra la pared y rebotó,<br />

quedando luego tan aturdido que no pudo moverse.<br />

Los egipcios, armados con cimitarras, con puñales, cargaron entonces contra el gigante<br />

de bronce; pero éste se desvaneció ante los ojos de sus enemigos, con tanta presteza que ni<br />

siquiera lograron alcanzarle los haces de luz de las linternas.<br />

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