LA AMISTAD NEGATIVA EL PENSAMIENTO DE LA ... - Cruce
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única, pero es con Bataille en particular, si recordamos unas palabras de Derrida, con quien se<br />
producirá algo único en su género:<br />
«lo que unía a Blanchot con Bataille fue único y L’Amitié habla de ello de una forma<br />
absolutamente única.» 8<br />
Eso «único» que sin duda responde al nombre de amistad sabemos —pero ¿lo sabemos?—<br />
que lo fue desde el primer momento, que desde el primer momento se impone con la fuerza<br />
de la evidencia. Christophe Bident lo dice con las palabras más justas:<br />
«El encuentro de Bataille y de Blanchot va a imponerse a todos, cercanos, amigos,<br />
lectores, contradictores, como el encuentro necesario de dos pensamientos comunes,<br />
de dos vidas puestas en juego en el pensamiento (en la escritura), de dos experiencias<br />
que comprometen la totalidad del ser» 9 .<br />
De ese encuentro quedan, ante todo, las palabras de Georges Bataille. Obsérvese que<br />
redactadas en tercera persona, y por ello mismo impersonales, a distancia tanto de lo que<br />
dicen como de quien las dice, dejando para la amistad todo el espacio de lo que ellas declaran:<br />
«Una muerte le desgarró en 1938. En una soledad acabada comienza a escribir, en<br />
los primeros días de la guerra, Le Coupable, donde describe a medida una experiencia<br />
mística heterodoxa al mismo tiempo que alguna de sus reacciones frente a los<br />
acontecimientos. Desde finales de 1940, encuentra a Maurice Blanchot, al cual le ligan<br />
sin tardar la admiración y el acuerdo.» 10<br />
Después de haberla mencionado, dejamos a un lado, por muy esencial que nos parezca, la<br />
especie de inconveniencia que introduciría el uso del «yo» en esa narración de sucesos<br />
constitutivos de lo más íntimo de una biografía, que la pluma de Bataille le atribuye a «él». Nos<br />
acucia mucho más explorar el misterio de un vínculo entre dos hombres a los que todo les<br />
debería haber obstaculizado su amistad. Cabe enumerar los componentes que convierten en<br />
«feliz» (dicho sin ironía: la felicidad de la dicha y de la suerte) el encuentro entre Bataille y<br />
Blanchot.<br />
— 1940 es el año en que se hace efectiva la derrota de Francia, convertida en un país<br />
desgarrado y dividido, donde no permanece ninguno de los viejos asideros y hay<br />
peligro en sea lo que sea lo que uno escoja para agarrarse. No son tiempos propicios a<br />
la confianza, sino, todo lo contrario, forzosamente consignados a la desconfianza.<br />
— Tanto Blanchot como Bataille vienen del respectivo hundimiento de aquello en lo que<br />
cada uno por su parte ha trabajado en los años anteriores, donde podría decirse que<br />
para ambos se ha producido una especie de experiencia del fin que en cierto modo los<br />
ha dejado más allá de él y como fuera de toda esperanza (prueba de ello sería el<br />
8 J. Derrida, Cada vez única, el fin del mundo, trad. de M. Arranz, Pre-textos, Valencia, 2005, p. 81. Mucho más tajante e<br />
intimidatorio es Derrida en Parages: «no se debería poder citar L'Amitié. Todo debería proceder de ella: sellado por la singularidad<br />
absoluta de una sola amistad, la de Maurice Blanchot y de Georges Bataille.» (p. 62).<br />
9 Ch. Bident, Maurice Blanchot. Partenaire invisible, París, Champ Vallon, 1998, p. 167.<br />
10 G. Bataille, Œuvres complètes, T. VI, París, Gallimard, 1973, p. 486.