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EL ESPÍRITU SANTO Y LA REALIDAD Watchman Nee - Centro de ...

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En una ocasión, un hermano tuvo una discusión en su casa, y como resultado,<br />

un miembro <strong>de</strong> su familia lo abofeteó. En ese instante él recordó las palabras <strong>de</strong><br />

Mateo 5 que dicen: “A cualquiera que te abofetee en la mejilla <strong>de</strong>recha, vuélvele<br />

también la otra” (v. 39). Y pensó que <strong>de</strong>bía actuar como un buen cristiano, así<br />

que le volvió la otra mejilla. Pero <strong>de</strong>spués, no pudo dormir bien por dos noches.<br />

En lo que se refiere a su conducta, él actuó conforme a la Escritura; no obstante,<br />

estaba tan disgustado que no podía dormir. Esto significa que no había tocado la<br />

realidad espiritual, por eso su conducta no fue genuina ni procedía <strong>de</strong> la vida.<br />

Muchos creyentes no pue<strong>de</strong>n diferenciar entre lo genuino y lo falso; ni entre lo<br />

que es <strong>de</strong> Dios y lo que no lo es. Esto se <strong>de</strong>be a que no han tocado la realidad<br />

espiritual. Cuando la tocamos, discernimos automáticamente entre lo genuino y<br />

lo falso, y nadie podrá engañarnos. La capacidad <strong>de</strong> discernir viene <strong>de</strong> nuestra<br />

visión. El creyente que haya sido salvo genuinamente, por lo menos en lo<br />

relacionado con la salvación, ha tocado la realidad espiritual. No es fácil que<br />

alguien lo engañe en este asunto. Cuando palpamos la realidad espiritual,<br />

espontáneamente notamos cuando está ausente en cualquier asunto. Un po<strong>de</strong>r<br />

inexplicable <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros rechaza lo que no es genuino.<br />

Si nos engañan fácilmente es porque nos engañamos a nosotros mismos, y<br />

cuando esto suce<strong>de</strong>, somos presa fácil. Si no se ciega y no se conoce a sí mismo,<br />

tampoco pue<strong>de</strong> conocer a otros. Pero cuando Dios nos disciplina, nos toca, nos<br />

instruye, entonces nos conocemos a nosotros mismos, tocamos algo real y<br />

sabemos cómo actúa el Espíritu <strong>de</strong> Dios en nosotros; al conversar con una<br />

persona, inmediatamente sabremos si actúa por sí misma o por el Espíritu <strong>de</strong><br />

Dios. El discernimiento espiritual es el resultado <strong>de</strong> tocar la realidad espiritual.<br />

Aquellos que no han palpado la realidad, se engañan a sí mismos y a los que<br />

están en la misma condición espiritual. No pue<strong>de</strong>n engañar a aquellos que<br />

reconocen lo que es <strong>de</strong>l Espíritu y que saben lo que es vivir en el Espíritu.<br />

Tampoco pue<strong>de</strong>n engañar a la iglesia. Piensan que son espirituales, pero lo<br />

extraño es que la iglesia nunca les dice amén. Cuando la iglesia no nos responda<br />

con un amén, <strong>de</strong>bemos confesar nuestros pecados. Si los hermanos no<br />

respon<strong>de</strong>n con un amén, esto significa que no tenemos realidad.<br />

Muchos hermanos afligen y cargan a la iglesia, no solamente con sus pecados,<br />

sino también con su “buena” conducta. Es fácil <strong>de</strong>tectar el pecado y saber<br />

quienes están lejos <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la realidad espiritual, pero no suce<strong>de</strong> lo mismo<br />

con la buena conducta, la cual se origina en el hombre mismo. Muchos<br />

creyentes no han tocado la realidad espiritual, y lo que hacen no tiene nada que<br />

ver con la realidad. Sin embargo creen que tienen la verdad, lo cual causa<br />

aflicción y es un estorbo. El resultado <strong>de</strong> tocar la realidad es vida. Pero cuando<br />

no la tocamos, el resultado es muerte. Algunos, al hacer ciertas cosas, tocan la<br />

vida y estimulan a otros a tocarla. En cambio otros, a pesar <strong>de</strong> que hacen ciertas

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