EL ESPÍRITU SANTO Y LA REALIDAD Watchman Nee - Centro de ...
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salvación, la justificación y la santificación, lo que adquirimos es simplemente<br />
conocimiento muerto. Una doctrina <strong>de</strong>be proce<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Espíritu Santo para que<br />
sea una realidad espiritual. Cuando tocamos esta realidad, tocamos la vida, la<br />
cual es vivificante y reconfortante.<br />
Una persona pue<strong>de</strong> dar un sermón aparentemente muy espiritual; sin embargo,<br />
lo que dice asfixia a los oyentes, porque lo que expresa no es la realidad. Sólo la<br />
realidad pue<strong>de</strong> tocar la realidad en otros. Po<strong>de</strong>mos recitar pasajes extensos,<br />
muchas citas bíblicas, e incluso lo que <strong>de</strong>cimos pue<strong>de</strong> parecer muy lógico; no<br />
obstante, aquellos que conocen la realidad saben que lo que hablamos no es<br />
auténtico.<br />
Ejemplo nueve<br />
Otro ejemplo es el conocimiento <strong>de</strong> Cristo. El que conoce a Cristo según la<br />
apariencia, realmente no le conoce. El único conocimiento verda<strong>de</strong>ro es el<br />
conocimiento que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> la realidad. Cuando el Señor Jesús estaba en la<br />
tierra, aparentemente la gente lo tocaba y parecía conocerle, pero en realidad no<br />
era así. El conocimiento que tenían <strong>de</strong> El era externo y superficial. Sólo aquellos<br />
que tocaron la realidad verda<strong>de</strong>ramente le conocieron. El conocimiento que<br />
ellos tenían estaba en el espíritu. Debemos profundizar un poco más en la Biblia<br />
sobre este punto, pues conlleva una experiencia fundamental.<br />
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, los hombres lo conocían según la<br />
apariencia física; no tuvieron un conocimiento interior <strong>de</strong> El. Examinemos lo<br />
que significa conocerle físicamente.<br />
Los judíos conocían al Señor Jesús físicamente y, <strong>de</strong>bido a eso, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />
principio mostraron una actitud arrogante. Por eso <strong>de</strong>cían: “¿No es éste Jesús,<br />
el hijo <strong>de</strong> José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?” (Jn. 6:42). Ellos<br />
conocían a Su padre y a Su madre y por eso pensaban que a El también lo<br />
conocían. Cuando el Señor Jesús vino a Su región, dijeron: “¿No es éste el<br />
carpintero, hijo <strong>de</strong> María, hermano <strong>de</strong> Jacobo, <strong>de</strong> José, <strong>de</strong> Judas y <strong>de</strong> Simón? ¿Y<br />
no están aquí con nosotros Sus hermanas? (Mr. 6:3). No solamente conocían a<br />
Sus padres, sino también a Sus hermanos y hermanas. Pero, ¿conocían<br />
realmente al Señor Jesús? No, no lo conocían. Aunque conocían a los padres <strong>de</strong>l<br />
Señor y a Sus hermanos y hermanas, a El no lo conocían. Emitieron un juicio<br />
basados en el aspecto externo que ro<strong>de</strong>aba al Señor, no en la realidad.<br />
Otro grupo tenía un conocimiento <strong>de</strong>l Señor un poco más profundo que los<br />
judíos; no obstante, ellos no lo conocían interiormente. En Cesarea <strong>de</strong> Filipo, el<br />
Señor preguntó a los discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo <strong>de</strong>l<br />
Hombre? Ellos le dijeron: Unos, Juan el bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías,