Fútbol. Saque de banda - TecnicosFutbol.com

él es ARBITRO; por ello, al presuponer una posible
actitud partidista se está dudando de su honradez a
la hora de desempeñar su labor.
2. Despreocupación en cuanto a la correcta aplicación
del reglamento.
2.1. El reglamento especifica que la infracción repetida
de las reglas de juego puede desembocar en la
EXPULSION del jugador culpable; sin embargo todos
tenemos en mente nombres de jugadores que, si se
aplicara esta regla, no llegarían al minuto 30 de partido.
2.2. Se permite gesticulaciones y protestas irrespetuosas
hacia el árbitro, quien permanece inmutable,
cuando el reglamento lo sanciona con amonestación.
2.3. Pérdidas deliberadas de tiempo y desplazamientos
de balón que sólo se sancionan con amonestación,
tras repetidísimas advertencias, y cuando
aquéllas alcanzan grados de auténtica exageración.
2.4. Desproporciones como, ante entradas casi brutales,
se realiza una advertencia al jugador, y a la
segunda se le amonesta, y en cambio vemos algún
jugador expulsado por golpear el balón dos veces
con la mano.
Si logramos que se aplique el reglamento mediante
éstas y otras posibles modificaciones, veremos que no
es tan necesario, como argumentan los detractores del
fútbol, la remodelación del mismo, que para mí, como
dice J. Havelange, es casi perfecto.
3. Como manifestaciones públicas menospreciando la
labor arbitral, realizadas por jugadores, entrenadores
y dirigentes, quedan tranquilamente sin sanción de
ningún tipo para sus autores. Deberían darse sanciones
que fortalecieran el respeto que siempre debe
tenerse por el árbitro. Otra cosa será el análisis técnico
de la actuación que haya tenido, que no debe
poner en entredicho la honestidad del árbitro.
4. La existencia de grupos extremos, conocidos y
fuertemente asentados en sus clubs, que se dedican
a insultar al equipo contrario y a su afición («animar a
su equipo» dicen), y que muchas veces encuentran
apoyo en crónicas periodísticas, que cuando no los
ensalzan como ejemplo de afición a unos determinados
colores, como mínimo restan importancia a su
existencia.
Los organismos competentes deberían ordenar la
desaparición de estos grupos, sancionando muy severa-
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mente a los clubs que los albergaran: ¡Cerrar campos!,
¡fuertes multas!, y no las 100.000 ptas. de multa y dos
partidos de clausura a los que estamos acostumbrados,
y que ante presupuestos de 1.000 millones (en algunos
casos), son sanciones relativas.
Se habla de montar grandes sistemas de seguridad
en los estadios. Me parece desproporcionado; el espectador
normal no va a la guerra, sino a presenciar un
espectáculo (como si fuera al cine). El problema lo causan
esos «aficionados»; pues bien, tomemos a esos individuos
como lo que son (alborotadores públicos cuanto
menos) y que se encarguen de ellos los estamentos judiciales.
5. Otro aspecto que parece necesario en la mejora del
nivel de nuestros árbitros, lo que nada tiene que ver
con el respeto con el que deben ser tratados. Para
esta mejora, la profesionalización de los mismos creo
que es una buena medida. Sin embargo, creo que no
debemos ver en la profesionalización de los árbitros
la panacea de los problemas del fútbol; hasta que
todos estos desajustes no tengan una solución, es
poco menos que imposible adentrar al niño en el fútbol
dentro de un ambiente de formación adecuado.
Debemos analizar que todos estos comportamientos
de entrenadores, jugadores, periodistas, etc., son
asumidos por los aficionados, padres de estos niños
a los que pretendemos ayudar en su educación
mediante el fútbol.
Si logramos cambiar estos aspectos podremos,
todos, utilizar el fútbol como medio educativo, de forma
que este propósito no sea tan sólo el objetivo de unas
pocas iniciativas particulares, que además se hallan bastante
aisladas entre sí.
Por último, quiero reseñar que esta transformación
debe pasar, además de por los altos organismos deportivos,
por el desarrollo y de los profesores-entrenadores
(educadores en definitiva), no en cuanto a su nivel técnico,
siempre necesario, sino en su nivel humano, en
cuanto a personas que deben transmitir una forma de
comportamiento y de entender este deporte a los jóvenes;
sin escudarse tras actuaciones arbitrales, aceptando
las derrotas, etc.
Sólo de esta forma las jóvenes generaciones llegarán
algún día a proporcionar otro tipo de jugadores, directivos,
entrenadores, y en definitiva, AFICIONADOS a este
deporte.
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