especiales alemanas bajo la égida de un “Spezial Kommando” constituido por científicos altamente especializados y la “créeme” de los oficiales de las SS, trabajaban furiosamente, casi sobre el final de la guerra, en el desarrollo de un dispositivo antigravitatorio. Los estudios de la dupla apuntaron a reunir evidencia circunstancial de que el resultado de tales experimentos se condecía significativamente con efectos del tipo “foo fighter”, en tanto excedían las limitaciones de la física normal, la alta cota de vuelo de las apariciones, los bruscos cambios de dirección con instantáneas desaceleraciones y aceleraciones, características que ni entonces ni en el presente pueden imitar los recursos aeronáuticos y espaciales conocidos. El punto de partida de sus investigaciones fue un oscuro libro escrito por un ex oficial de las SS, de apellido Sporrenberg, titulado “La Wunderwaffe”[1], en edición del autor. En él se cita que la última noticia de este dispositivo era que había sido ocultado en una mina abandonada cerca de la pequeña aldea polaca de Ludwigsdorf, hoy en día llamada Ludwikowice. De hecho, consta en los registros históricos de los tribunales polacos que el oficial Karl Sporrenberg fue encontrado culpable de varios crímenes que él había cometido mientras estaba a cargo de las tropas especiales ya mencionadas. Éste proporcionó en su libro información detallada sobre el grupo de científicos y su destino (cuando sesenta y dos de ellos fueron ejecutados mientras el Ejército Rojo se cernía sobre Ludwikowice) y su suposición de que el dispositivo quizás había sido enviado a último momento hacia Noruega. En tanto, Cook y Witkowski visitaron la región, que en tiempos previos a la Guerra había pertenecido al Reich, donde muchas de las minas de carbón situadas en la región montañosa fueron utilizadas como instalaciones de producción para la Wehrmacht, imposibles de ser vistas por los aviones de reconocimiento. Allí, ciertamente, se produjeron algunas piezas clave de las V-2, en lo que se conoce como “Colina del Búnker”, en las afueras de la estrecha y alargada aldea que discurre a ambos lados del horrible camino solamente hasta la misma. Aquí comienza lo interesante: desde ella, nace otro, totalmente distinto, de 2,5 metros de ancho, hecho de sólido concreto ascendiendo lentamente las colinas serpenteantes. El visitante se encuentra primero con la típica compuerta de un polvorín, con otras del lado opuesto del montículo que alguna vez lo cubriera. Créditos de las fotografías en el terreno: http://www.americanantigravity.com Cincuenta metros después, un depósito. Aquí y allá, ventiletes de respiración de alguna gigantesca construcción subterránea, hoy sellados. Página 5 de 28 15/03/2007
Página 6 de 28 Luego, nada por otros seiscientos metros. Aparecen entonces algunas ruinas de lo que parece ser una fábrica y entonces sí, en medio de un enorme playón de concreto, lo que Witkowski llamó “el anillo de pruebas”. Donde se experimentaba con La Campana. 15/03/2007