Año Santo de la Cruz - Sinodoiglesiaenasturias.org

la cruz: muerte y vida
En el caso presente, la Cruz de los Ángeles y la Cruz de la Victoria, han sido
confeccionadas por nuestros antepasados con lo mejor que tenían. No lo gastaron
en lujos o en banquetes, sino en preparar unas cruces para el templo mayor de su
capital. Las siguientes generaciones, que han vivido aquí, las han conservado hasta
hoy, cuando nosotros podemos asombrarnos ante semejantes maravillas. Demos
gracias a la Providencia de Dios y a todos aquellos que crearon y mantuvieron este
tesoro, a pesar de las agresiones sufridas.
En este Año Santo las cruces de la Cámara Santa, como ángeles vivientes,
han jugado un papel decisivo para que la Penitenciaría Apostólica fuese movida a
conceder su celebración a la iglesia asturiana. Estos doce meses jubilares deben
ser aprovechados por todos los creyentes del Principado, para retornar desde las
cruces que vemos ahora a la Cruz primera, que es la madre de todas ellas. La Cruz
es el lugar donde encontraremos al Crucificado. Que esto sea una experiencia
vivificante, no sólo para nosotros, sino para aquellos parientes o amigos que nos
rodean. La fe, que la gracia del Señor nos ha dado, es un camino de salvación al que
debemos invitar a todos los que conviven en nuestro entorno. El fruto del Año
Santo debe responder a su contenido y provocar un renovado impulso en la vida
cristiana de nuestra tierra. Sin duda, todos los peregrinos, recibirán la experiencia
de encontrarse con las raíces de nuestra fe y con la Cruz donde se realizó nuestra
salvación. Al orientarnos hacia estos bienes, nuestras cruces cobran un valor que
se acerca al infinito.
Silverio Cerra Suárez
Seminario de Oviedo
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